El silencio del tesorero

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EL SILENCIO DEL TESORERO

FADE IN CELDA DE MÁXIMA SEGURIDAD/PSIQUIÁTRICO BALTIMORE – INT.DÍA El doctor ANÍBAL LECTER (Anthony Hopkins) permanece de pie en el centro de una celda que en lugar de barrotes, dada la peligrosidad del reo, tiene un cristal de seguridad. Pese a vestir el mono azul de presidiario su aspecto es distinguido. Desprende un cierto aire de superioridad, una actitud arrogante presente en su forma de mirar y sus modales educadamente fríos. A este lado del cristal, la agente del FBI FÁTIMA BÁÑEZ. De pie, ante una silla. Traje chaqueta, pañuelo al cuello, bolso al hombro y en la mano un maletín de piel. El doctor Lecter se dirige a ella con helada cortesía.

DR. LECTER Buenos días. F. BÁÑEZ Buenos días, doctor Lecter, me llamo Fátima Báñez. ¿Puedo hablar con usted? DR. LECTER ¿Me enseña su identificación? F. BÁÑEZ Sí, claro. Fátima saca del bolso la cartera, la abre y extiende el brazo para que el doctor pueda ver su carnet. Al observarlo, percibimos en el doctor Lecter un gesto de extrañeza. La cámara nos muestra un inserto del documento: “Fátima Báñez. Hermandad del Rocío de Huelva.” Fátima se da cuenta de su error y disculpa su torpeza. F. BÁÑEZ Perdone… con los nervios… Abre la cartera por otra pestaña y vuelve a mostrársela. Inserto: “Aquagym Niágara. Fátima Báñez. Número de socia: 1023”. La cara de Lecter es ahora de franca molestia. Fátima repara en ello y rebusca en su bolso.


F. BÁÑEZ Uy, caramba, pues sí que estoy hoy… ¿Dónde habré puesto yo…? El doctor Lecter pierde momentáneamente la pose hierática dando muestras de una incómoda impaciencia. DR. LECTER Déjelo, por favor, no hace falta que se identifique. Sé que es usted del FBI. Fátima cierra el bolso y toma asiento. El doctor vuelve a adoptar su apariencia distinguida. ¿Por qué está aquí, señorita Báñez? Fátima saca unos papeles del maletín y los introduce en la bandeja deslizante que permite comunicarse con el preso. El doctor los coge y comienza a ojearlos mientras ella habla. F. BÁÑEZ Se trata de este artículo de Raúl del Pozo. El periodista afirma que un tercer hombre le ha mostrado comprometedores recibís de la contabilidad de Bárcenas. Nos gustaría que nos ayudara a encontrar a la persona que está filtrando esos documentos. Lecter sonríe vanidosamente. DR. LECTER Si la ayudo, señorita Báñez, usted y yo nos turnaremos. Yo le diré cosas y usted me dirá cosas. Cosas sobre usted. Quid pro quo. ¿Sí o no? F. BÁÑEZ De acuerdo… (INTENTANDO RECORDAR LA EXPRESIÓN LATINA)… totus tuus. El Doctor Lecter, decepcionado por la falta de retentiva de su interlocutora, parece meditar si es buena idea continuar la conversación. No le agrada especialmente el


trato con gente que no considera de intelectual. Finalmente, decide seguir.

su

mismo

nivel

DR. LECTER ¿Le gusta el Rocío, señorita Báñez? F. BÁÑEZ (CON INFANTIL ROTUNDIDAD) Lo que más. DR. LECTER ¿Se viste usted de faralaes cuando va? Fátima, vencidos los reparos iniciales, se lanza a hablar con un desparpajo e insustancialidad que enerva al doctor. F. BÁÑEZ No, sólo falda rociera. Y, por las noches, una rebequita. Porque, aunque sea en mayo, por las noches refresca, ¿sabe usted? Vamos, no es que haga frío lo que se dice frío pero sí que… El doctor la interrumpe enojado y un poco aturdido por la incesante charla. DR. LECTER ¡Pare, por favor! No hace falta que me dé tantos detalles. Vuelve a mirar los documentos nuevo su actitud distinguida.

e

intenta

recomponer

de

¿Ha practicado alguna vez heliesquí? F. BÁÑEZ ¿En el Rocío? El doctor, sin poder disimular ya su nerviosismo, se lleva una mano a la frente. Cada vez le cuesta más controlarse. Aún así vuelve a lograrlo y, elegantemente irónico, pregunta. DR. LECTER ¿Nieva en el Rocío, señorita Báñez? Sin captar la ironía, Fátima le responde con cierta condescendencia, como si la pregunta hubiera sido una torpeza por parte del psiquiatra.


F. BÁÑEZ No lo sé, nunca he ido en invierno. Ya le he dicho que el Rocío es en mayo. Lecter cierra los ojos, siente un pinchazo en la sien, presagio de una inminente jaqueca. Agacha la cabeza y se cubre momentáneamente la cara con la mano. Cuando vuelve a mirar a Fátima le tiembla ligeramente un párpado. Ajena a la desesperación que causa en Lecter, Báñez sigue hablando. Este año quería haber ido en Navidad pero, claro, si iba me perdía el rastrillo benéfico y, en confianza, doctor Lácteo, yo… El doctor, brazos caídos, interrumpe para mascullar.

aprieta

los

puños

y

la

DR. LECTER ¡Lecter! ¡Es Lecter! F. BÁÑEZ Sí, eso: Lecter. Pues, en confianza, doctor Lecter, yo el rastrillo de Navidad no me lo pierdo por nada. Este pañuelo (SEÑALANDO EL QUE LLEVA EN EL CUELLO) es de allí. Treinta euros. El doctor estira el cuello como si quisiera destensar sus músculos, traga saliva y se dispone a seguir preguntando. DR. LECTER ¿Le gusta la Navidad, señorita Báñez? F. BAÑEZ Lo segundo que más. ¿A usted no? Por fin una oportunidad para que el vanidoso psiquiatra pueda hablar de sí mismo y lucir su refinada educación y vastos conocimientos. DR. LECTER ¿La Navidad? Digamos que no mantengo una relación muy cercana con la religión. Me genera enormes dudas. Soy


agnóstico. Sabe a lo que me refiero ¿verdad? F. BÁÑEZ ¿Que no puede comer gluten? Lecter queda paralizado. El ligero temblor del párpado se ha convertido ya en un perceptible tic. Fátima, que entiende el silencio del doctor como un “sí”, sigue hablando. Tengo yo un sobrino al que le pasa lo mismo. Pero, vamos, que ahora hacen polvorones de todas clases. Usted, que es médico, debería saberlo, don Aníbal. Mi cuñada los compra en el Corte Inglés… Lecter, perdidos ya todo su autodominio distinción, murmura en voz baja.

y

anhelos

de

DR. LECTER ¡Me cago en la puta!

CORTA A PASILLO DE CELDAS DE MÁXIMA SEGURIDAD/PSIQUIÁTRICO BALTIMORE – INT. – DÍA Un par de enfermeros acuden presurosos en dirección a la celda de Lecter. Llevan consigo un carrillo metálico con correas de cuero y una máscara también de cuero. Mientras se acercan se oyen unos inidentificables sollozos. Cuando llegan Lecter está en el suelo, en un rincón al fondo de la celda, aterrado. Fátima Báñez sigue hablándole al tiempo que le muestra una foto pegándola al cristal. Inserto: se trata de una hilera de nazarenos. F. BÁÑEZ … esto es en Sevilla, en Semana Santa. El tercero de la fila es mi sobrino el agnóstico. DR. LECTER ¡Llévensela, llévensela, por favor!


Los enfermeros se disponen a sujetar a Fátima Báñez al carrillo de transporte sin que ésta deje de hablar hasta que terminan de atarle la mascarilla. Lo último que le oímos decir es: F. BÁÑEZ ¡Huy, por Dios! ¡Qué carácter, doctor Frasier! FADE OUT


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