Rambo IV - El regreso

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RAMBO IV. EL REGRESO FADE IN DESPACHO DE LA UNIVERSIDAD DE GEORGETOWN – INT. – DÍA El profesor JOHN RAMBO (José María Aznar), recostado sobre una silla y con los pies sobre la mesa, lee un grueso tomo cuyo título nos muestra la cámara: “Disyuntiva social: liberalismo o nunchakus”. Nada en la plácida actitud que muestra parece recordarnos su fiero carácter, si exceptuamos que pasa las páginas con un machete. La puerta del despacho se abre. Aznar levanta los ojos del libro y apenas muestra sorpresa cuando ante él aparece TONY BLAIR, aunque su expresión se torna repentinamente dura. TONY BLAIR ¿Cómo estás, John? No hay respuesta. Blair, observado por la mirada fija de Aznar, permanece de pie en el centro de la habitación. Tienes buen aspecto, chico. Nadie diría que han pasado ya diez años. Parece que no te hubieras licenciado. Blair repara en una foto que hay en una estantería en la que se ve a ambos junto a George W. Bush. Se acerca y la toma en sus manos para mirarla. Al menos no te has olvidado de tus amigos. Dime una cosa, John: ¿no lo echas de menos? La primera línea, tomar decisiones, sentir que estás forjando la historia con cada una de ellas… Aznar suelta el libro aunque no el machete y gira su silla hacia la ventana que se encuentra tras él. Da la espalda a Tony Blair, por lo que no puede percatarse de que, mientras Blair habla, entra en el despacho el COMANDANTE BUSH (George W. Bush). Me cuesta creer que seas feliz aquí, entre libros, tan lejos del frente. No te recuerdo así. En realidad sólo te recuerdo de dos formas: enfadado… COMANDANTE BUSH … o muy enfadado.


Aznar se gira sorprendido al oír la voz del comandante al que, siempre serio, mira con profundo respeto. ¿Cómo estás, muchacho? Aznar inclina un poco la cabeza a modo de obediente saludo. RAMBO Señor. COMANDANTE BUSH No me andaré con rodeos, John. Sabes que entre la diplomacia y la acción elijo siempre lo segundo. Te necesitamos. RAMBO Se equivoca, comandante. Nadie necesita ya a alguien como yo. Prefieren a politicuchos blandos, amansados, gente dialogante… Estoy fuera. No sé cómo ni cuándo pero el mundo cambió. COMANDANTE BUSH Claro que cambió, John. Nosotros dejamos que cambiase. Ese fue nuestro error. Bush toma la foto que aún mantiene Blair en sus manos. La mira con añoranza. Se la muestra a Aznar. COMANDANTE BUSH ¿Recuerdas Las Azores, John? ¡Diablos! Aquello sí eran tiempos. Eras capaz de correr diez kilómetros en cinco minutos. ¿Lo recuerdas, muchacho? Aznar sonríe levemente contagiado de la nostalgia del comandante mientras garabatea en la mesa con la punta del machete. RAMBO Sí. Y usted era capaz de beberse solo una botella de whisky. COMANDANTE BUSH Era la única forma de que pudiera creerme que corrías tanto. Vuelve a dejar la foto en la estantería. ¿Cómo se llamaba aquella camarera…? (PIENSA UN MOMENTO) ¿Salma…? ¡Sally! ¡Dios, muchacho! Era la camarera más


bonita de toda la isla. Habíamos quedado en ir a bailar con ella y sus amigas pero tú, maldito John, te empeñaste en subir a la habitación para ver Informe semanal y comprobar si hablaban de ti. Al final no recuerdo si lo hicieron. Aznar asiente. RAMBO Tres veces. Una en el sumario y dos en el reportaje El pádel, deporte en auge. Ahora Aznar sonríe más abiertamente. Todos lo hacen. La situación parece haberse distendido. El comandante se pone serio de nuevo. COMANDANTE BUSH Escúchame bien, John: esto es importante. Sabes que no estaría aquí si no lo fuera. ¿Has oído hablar de los escraches? RAMBO Sean lo que sean, no es mi guerra, comandante. Mi jodida guerra acabó. Y la perdimos. COMANDANTE BUSH No la perdimos, John. Una guerra que aún no ha acabado no puede estar perdida. Claro que es tu guerra. Es la guerra de todos, la guerra de siempre. Acosan a la gente en sus casas, los persiguen, llevan pancartas, pegatinas… Aznar, con la mirada fija en la mesa, aprieta el puño del machete. La frase del comandante parece haberle transportado a algún infierno personal. RAMBO Pegatinas… Creí que jamás volvería a verlas. COMANDANTE BUSH Te equivocaste, John. Mientras haya plástico habrá pegatinas. Y eso no es todo, muchacho. Aznar lo mira con preocupación. Tienen megáfonos. RAMBO ¡¿Megáfonos?!


COMANDANTE BUSH De fabricación soviética. RAMBO ¿Cuántos? COMANDANTE BUSH Hemos detectado al menos uno por concentración, pero es posible que dispongan de un arsenal. Si llegasen a juntarlos todos el ruido podría ser ensordecedor. RAMBO ¿Saben activarlos? El comandante hace un gesto a Blair para que se haga cargo de la explicación. BLAIR Me temo que sí. Hasta ahora los que hemos visto son de pequeña potencia… Blair saca del bolsillo la foto borrosa de un megáfono y se la muestra a Aznar que la toma y la observa. … equipados con dos pilas de tamaño medio con una autonomía de unas dos horas. RAMBO ¿Y qué pasaría si consiguiesen cargarlos con pilas alcalinas? BLAIR Que durarían más. RAMBO ¿Cuánto más? BLAIR Tres horas, cuatro… dependiendo de la marca de las pilas. RAMBO Nadie puede aguantar cuatro horas de consignas izquierdistas. COMANDANTE BUSH En esas casas hay niños, John. Niños a los que sus padres tienen que mentir y decir que lo que oyen es el tapicero. Pero a un crío no puedes engañarlo


siempre. Tarde o temprano descubren que ningún tapicero pasa tres horas delante del mismo portal sin que nadie baje a que le tapice algo. Irrumpen en el despacho dos chicas jóvenes, EVELYN WILKINGSONG Y MARY JOU MARSHALL. Llevan carpetas de estudiante y algunos libros. EVELYN Profesor Rambo, queríamos consultarle… Reparan en Blair y Bush. Oh, perdone, no sabía que estaba ocupado, volveremos en otro momento. RAMBO No, espere, señorita Wilkingsong. ¿Qué desean? Aznar deja la foto del megáfono sobre la mesa para atender a las chicas. EVELYN Pues… se trata de su clase sobre La transmisión de enfermedades graves entre votantes de izquierda. No nos quedó claro si cuando usted define a los socialistas como perversos y traidores establece una correlación directa entre ambas características o pueden ser consideradas independientemente. RAMBO Bueno, digamos que la característica fundamental e inherente al socialismo es la perversidad y la cualidad de traidores aparece como una derivación lógica de la primera. Evelyn, dulcemente aterrada, se lleva la mano a su boca entreabierta. EVELYN Oh, cielos, eso los convierte en seres terribles. Aznar repara en Mary Jou, está algo ida, como ausente. RAMBO ¿Le ocurre algo, señorita Marshall?


MARY JOU Oh, no, no es nada. Es sólo que… necesito descansar un poco. Esta mañana un tapicero nos ha despertado a todos muy temprano y apenas he podido pegar ojo. RAMBO ¿Seguro que era un tapicero? MARY JOU Sí, claro. Mamá le pidió que nos tapizara un puf. Ha quedado estupendo pero… odio el ruido de su megáfono. (A PUNTO DE ROMPER A LLORAR)¡Es horrible! Aznar toma de encima de la mesa un kleenex y se lo ofrece. Luego mira al comandante Bush con expresión grave. RAMBO Vaya a descansar un rato, Mary Jou. Las veré en junio, en el examen. EVELYN Muchas gracias, profesor. Las chicas se dirigen a la puerta. En el umbral, Evelyn se vuelve y se dirige a Aznar. ¿Irá mañana a la conferencia de Curri Valenzuela sobre Moral católica y falda pantalón? RAMBO Me temo que no, señorita Wilkinsong. Acabo de recordar que tengo una cita. Vuelve a mirar al comandante con trascendente complicidad. Me esperan en España. Las chicas desaparecen. Tengo que limpiarla de tapiceros. Mientras pronuncia la última frase Aznar clava el machete en la mesa. La cara de Bush refleja una contenida gratitud. COMANDANTE BUSH Bienvenido, soldado. La cámara nos muestra el machete clavado sobre la foto del megáfono.


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