S DE SIMULACRO: cuando la televisión encuentra su propia verdad Ingrid Guardiola Cuanto más se sofistica la mentira, más obsesionados nos volvemos con la verdad. La mentira forma parte del proceso de crecimiento de todos los seres humanos y empieza con absurdos silogismos chantajistas por parte de los padres que incluyen al “hombre del saco”, al niño Pinocho, al niño bizco, al niño con un chicle por estómago, todo para aumentar el control que se tiene sobre las futuras generaciones o, simplemente, como un atajo para que las cosas sigan adelante. Vivimos permanentemente engañados. Los Reyes Magos son estos mismos padres viviendo apurados en un mundo con poca magia y a lomos de otros camellos: los de las farmacéuticas, los del Imperio del textil donde el sol nunca se pone (ni para sus trabajadores), los de los grandes y tristes almacenes, los de los bancos que dan intereses a cambio de vidas “sin interés”. Los Reyes borbones que hemos heredado no sirven ni como déjà vu de la historia, el barrio gótico de Barcelona es un artefacto turístico de principios del siglo XX, el amor eterno bajo la luna llena es una gestión de pico y pala en sobremesas a menudo vacías. De la mentira se aprende todo. Luego están las falsas verdades que se utilizan como imperativos categóricos y que no se desmienten en un laissez faire instrumental y continuado, es todo lo que proclama el dogma de la fe o de la autoridad, como la “idea de destino” (venga de los dioses monoteístas, de las urnas electorales, de las casas de juegos y apuestas o de Walt Disney), como las armas de destrucción masiva en Iraq1, como las leyendas de fantasmas que te esperaban al doblar una carretera cualquiera. Muchos pasajes de la historia tienen su “otra” versión, ya sea a través de teorías conspiracionistas o de la contra-información, es el caso de la llegada del hombre a la luna 2 o del 11S3, entre muchos otros. Todo es un simulacro, como recuerda Baudrillard. “Disimular” es hacer ver que no se tiene lo que se tiene, pero “simular” es fingir que se tiene lo que no se tiene. En el centro de todo simulacro está el vacío, un vacío luminoso que a veces es ocupado por la risa fácil o grotesca, por la crítica social, por el experimento antropológico o por la necesidad de la reconstruir la historia. Reconstrucción histórica Que el cine es el arte de construir ficciones a manos de ilusionistas ya lo veíamos con Méliès, no sólo con sus trucajes ópticos, sino también a través de sus actualidades reconstruidas, como en La coronación de Eduardo VII (1902). El ilusionismo: ese motor para conservar la ilusión. Por la ilusión de la gente se justifica El miliciano abatido (1936) de Robert Capa, o los documentales propagandísticos del British Documentary Movement o la serie Why We Fight de Frank Capra que sirvió para explicar a la ciudadanía la razón de ser de la entrada de la nación norteamericana en la Segunda Guerra Mundial. La serie documental de agitprop fue el primer peldaño en la construcción de unos “héroes” de una nación, la americana, que decidió no bajar nunca más del podio de la Historia. El capítulo “Prelude to War” de la serie Why We Fight ganó el Oscar al mejor documental, también lo ganó unos años después el gran pacifista Peter Watkins con The War Game (1967), un falso documental que pone en escena la hipótesis de qué pasaría si Londres se encontrara bajo una amenaza nuclear. Watkins opta por actores no profesionales, cámaras al hombro, testimonios en primera persona, resalta la figura del reportero y de la voz en off, todo de estilemas documentales para la más verídica de las ficciones, se tratan de recursos audiovisuales que poco cambiarán a lo largo de las décadas para todos los artífices del fake. Desde Culloden (1964) hasta La Commune 1
Lo que sí que se encontraron entre bombardeos es que a partir del 1994 las corporaciones norteamericanas transnacionales adquirieron las patentes sobre las semillas de los campesinos iraquíes, desposeyendo a un pueblo de lo que era suyo. 2 Reforzado por el documental Dark Side of the Moon (2002) de William Karel que indicaba que la llegada a la luna había sido un montaje rodado por Kubrick bajo encargo de Nixon. 3 Hay muchos documentales que ofrecen pruebas y argumentos para demostrar que fue una operación del propio gobierno norteamericano.
(1999), Watkins optará por “documentales imaginarios” o “posibles documentales” para romper con la monoforma que criticaba y que atribuía a las películas de Hollywood con sus “estructuras autoritarias”, simples y repetitivas. Watkins se documentará con la precisión de un investigador y recreará las escenas como si la cámara no impusiera un filtro, sino que estableciera un puente directo hacia esa porción de realidad. Jay Rosenblatt en Human Remains (1998) también se documentó a fondo para reconstruir la historia de “el club de los cinco”, de cinco “dictadores” del siglo XX: Franco, Hitler, Musolini, Stalin e incluso Mao Tse Tung. Son relatos en “falsas primeras personas” que resaltan lo más absurdo de sus biografías, sus gustos y patologías, llevando el documental found footage (todo es material de archivo) más cerca de El Gran Dictador (1940), la parodia que Chaplin hizo de Hitler, que de las series documentales a todo color de la Segunda Guerra Mundial. La televisión también hizo sus intentos para reconstruir la historia, lo vimos en el 1991 con El Camaleó, un programa realizado por Miguel Ángel Martín y guionizado por el antropólogo Manuel Delgado que presentaba en directo, aquel 8 de abril, el asesinato de Mijail Gorvachov ante un golpe de estado en la Unión Soviética, disuelta en el Nuevo Tratado de la Unión el mes anterior a la emisión del programa. Ni el público ni los jefes de la cadena estaban preparados, con lo que cerraron el programa y el director de programas, Joan Ramon Mainat, fue cesado. Curiosamente, en agosto, unos meses después, hubo (esta vez sí) un golpe de Estado contra Gorbachov. Si La guerra de los mundos de Welles inspiró a sus autores, Jordi Évole se inspiraría en el propio Camaleó y en el falso documental Operación Luna (Dark Side of the Moon) para hacer su versión fake4 del frustrado golpe de Estado del 23F en el capítulo del programa Salvados: “Operación Palace” (febrero del 2014). A veces se ha usado el falso documental para reconstruir la vida o escenas de la vida de un personaje. Uno de los primeros que lo hizo fue Hippolyte Bayard en 1830, uno de los pioneros de la fotografía que, muy enfadado con el favoritismo económico 5 y de reconocimiento público que el Estado francés concedía a Daguerre, se hizo un “autoretrato como ahogado” y se lo envió a las autoridades declamando que por su culpa allí yacía el cadáver del Sr. Bayard. Algo más o menos cercano a lo que Casey Affleck hizo con I'm Still Here (2010), donde retrataba el ocaso de la carrera de Joaquim Phoenix, ¿resultado? La vida del actor empezó a sufrir un sino paralelo al del “falso” documental. Algunos autores han usado el faso documental para aproximarse a la vida de artistas célebres, es el caso de Manuel Huerga con Gaudí (1989) o Isaki Lacuesta con Cravan vs. Cravan (2002). El primero reconstruía la vida del famoso arquitecto con material que el propio autor documentó, compuso y envejeció para que pareciera de la época. Si en la época de Gaudí había camarógrafos, ¿por qué no se conservaba ninguna imagen en movimiento del autor? La Guerra Civil había destruído el 90% del patrimonio cinematográfico; quizás el fantasma de Gaudí también yacía bajo este 90% de ruinas y escombros. Esa pregunta sirvió como detonante para dar a ver las imágenes que hubieran podido haberse hecho en la época. En el segundo caso la película también es fruto de una desaparición, pero en esta ocasión hablamos de la del cuerpo del poeta y boxeador Arthur Caravan que en 1918 se esfumó en el golfo de Méjico sin dejar rastro. Lacuesta se sirve de las propias leyendas que poblaban la aventurera y ajetreada vida de Caravan para añadir capas de fantasmagorías autobiográficas y documentales al relato de otra “posible” vida. Finalmente, el street artista Banksy, inventa la figura de Thierry Ghetta en su mockumental Exit Through the Gift Shop (2010) para demostrar lo fácil que es engañar al mundo del arte y al del cine a partes iguales. Experimentos antropológicos y crítica social Desde la Escuela de Brighton que el cine juega con el espectador. A menudo se ha usado el falso documental para poner a prueba la moral de aquellos que llevan décadas pegados, pasiva y lacónicamente, a los sofás de sus casas mirando la bulímica pequeña pantalla. El primero en hacer 4
Indicando que había sido un montaje cinematográfico en el que había participado José Luis Garci, entre otros. Daguèrre percibía 10.000 francos del Estado anuales, mientras que Bayard, pionero como Daguerre en los procesos fotográficos, solo 600. 5
este experimento fue Orson Welles con La Guerra de los Mundos que, en lugar de ocupar las frecuencias televisivas, ocupó las frecuencias radiofónicas. No hace mucho Facebook hizo un experimento sociológico cogiendo una demo de 700.000 usuarios para ver cómo afectaba en su comportamiento el estar en contacto con anuncios positivos, manipulándolos. Welles jugaba con la invasión extraterrestre, Facebook ya nos ha invadido, sin armar ni tan siquiera un poco de jaleo. F for Fake, “F for Facebook”. En la televisión también se han hecho algunos experimentos. France 2 lo hizo con Le Jeu de la Mort (2007), un docu-reality donde se simulaba un concurso en el cual los participantes sometían un concursante a una descarga eléctrica cuando éste fallaba una respuesta; la descarga era cada vez más alta, hasta el punto de poner en peligro la vida del concursante. Los ganadores eran aquellos que llegaban más lejos a la hora de aplicar la descarga al concursante-paciente. El programa se basaba en el clásico experimento “Milgram” de la Universidad de Yale que investigaba los mecanismos de obediencia y sumisión ante la autoridad, aunque esa sumisión implicara poner en riesgo la vida de los otros. Con la entrada de los realities a principios de los noventa, se empezó a hablar de “televerdad”6. Como dice Lorenzo Vilches, “la verdad se dice o se cree, es una cuestión de lenguaje, más que de ontología. La verdad se produce durante la historia que cuenta una persona en el programa7”. La televisión ha encontrado en el simulacro su propia “verdad”. Es lo que contaba Raúl Minchinela en un artículo del Cultura/s cuando exponía que a la televisión le salió muy a cuenta cuando los comentaristas pasaron a ser los comentados8, como el director del circo que se convierte en bestia o monstruo de feria él mismo. A la televisión también le ha sido muy rentable encontrar parcelas de verdad en la “exhibición de atrocidades”, aunque sean con fines filantrópicos. Así se creó la “falsa verdad” en programas como The Big Donor Show (2007, BNN), Bye Bye Belgium9 (RTBF, 2006) o Come on down and out (1994, Channel 4). Este último era un concurso en el que participaban homeless y donde el ganador tenía una casa como premio, el objetivo del programa era concienciar a los espectadores sobre la necesidad de mejorar las condiciones de esta minoría, ¿justifica el fin los medios? Es lo que debían preguntarse los espectadores de The Big Donor Show, un docu-reality de episodio único en el que una enferma terminal donaba un riñón al ganador de tres enfermos con disfunción renal. El objectivo era sensibilizar a los espectadores sobre la donación de órganos, puesto que el presidente de la cadena había muerto de insuficiencia renal. Al final del programa se contaba el objetivo, en directo, se desvelaba el fake y el resultado fue un aumento muy significativo de donantes, pero la forma de llegar allí se basaba en el morbo y la manipulación de gente enferma (aunque fueran actores enfermos). Las duras críticas y censuras que obtuvieron ambos programas fueron inversamente proporcionales a los positivos resultados obtenidos. A veces el falso documental ha servido para retratar y parodiar los estereotipos culturales. Es lo que hacía The Tourist Trap (1998, BBC), un experimento de cámaras ocultas en el que se intentaba ver si los “turistas” participantes (cuatro grupos de británicos, japoneses, alemanes y americanos) respondían a los tópicos culturales o si, simplemente, esos tópicos no eran más que formas de encasillar a la gente a partir de prejuicios culturales. Todo esto enraiza de alguna forma en el shockumentary Mondo Cane (1962), que puso de moda el género mondo. Fue el primer peldaño al que siguieron películas como Shocking Asia o Faces of Death, que presentan los aspectos más turbadores de diferentes culturas, incluyendo a menudo escenas alrededor de la muerte. Mondo Cane, con su salvajismo programado, no está tan lejos de los maitres fous del padre 6
Casetti (1988), González Requena (1995), Vilches (1995), etc. VILCHES, L.; “Introducción: la televerdad”, Telos. Cuadernos de Comunicación e Innovación, 1995, 43: 54-62 8 El ejemplo era Sálvame Deluxe. 9 Bye Bye Belgium (2006) fue un programa especial donde se interrumpía el telediario para dar cobertura a una noticia de última hora: el rey acababa de abdicar, el Parlamento flamenco había declarado la independencia. En términos de proximidad sería como si en TVE retransmitieran la declaración de independencia de Catalunya y se hiciera un programa sobre ello entrevistando a sus representantes (políticos, expertos, etc.). Aunque al cabo de media hora de emisión aparecía una cartela anunciando que “se trataba de una ficción”, la gente acabó creyéndoselo. 7
del cine-vérité Jean Rouch, de sus documentales antropológicos. Rouch, si era preciso, repetía las tomas varias veces o modificaba la escena original para que fuera más vérité. Hoy en día Youtube, pero sobre todo LiveLeak, son el escenario perfecto para una realidad devenida mondo a base de exhibirse impunemente ante las cámaras. Internet se ha convertido en el auténtico “museo de los accidentes” que proclamaba Virilio refiriéndose a la televisión. En algunas ocasiones ese retrato de “lo cultural” se ha utilitzado desde el mockumental para hacer una crítica de ciertos aspectos delirantes de nuestra sociedad. Lo vemos en la pieza televisiva The Ñandu Era (1987) de Carlos Sorin, donde el autor estudia los avances tecnológicos desde un punto de vista casi mítico, algo que ya criticaban los de la Escuela de Frankfurt en su Dialéctica de la Ilustración, pero en este caso llegando hasta el descubrimiento de una droga llamada Bio-K2 que permite conseguir el elixir de la juventud, la vita longa y perfecta. Craigh Baldwin, por su parte, en Tribulation 99. Alien anomalies under america (1991), utilitza material de archivo de serie B y serie Z para hacer un falso documental humorístico sobre una invasión alienígena, dejando en evidencia y ridículo tantos años de conspiración y guerra fría de una civilización, la americana, que ha hecho de la paranoia su modus operandi. Pero con la economía y las “pantallas” transnacionales, todo se pega. Let’s Make a Baby (BBC, 2006) es un programa que documenta el proceso de elaboración de un reality en el cual cinco hombres y cinco mujeres son encerrados en una casa: gana la primera pareja que conciba un hijo. El protagonista se deja asesorar por los expertos más notables del mercado, en el MIPCOM (mercado televisivo de Cannes) todo el mundo aplaude su propuesta que, en realidad, es la de poner en evidencia los realities, xtreme realities, en definitiva, la televisión basura a los que se confían la mayoría de cadenas. Los cuatro protagonistas de Basta! (VRT, 2011) también están hasta las narices de las estafas civilizatorias que damos por hecho, desde la pesadilla de las compañías telefónicas, hasta el fast journalism, entre otros. Lo que hacen estos cuatro Robin Hoods es hacer pagar a las empresas con la misma moneda con la que ellos martirizan o engañan a los usuarios. Del esoterismo al humor grotesco10 En el campo del esoterismo nos encontramos con un gran repertorio de fakes o de hoax, leyendas urbanas, bulos de ultramuerte, como la de UFO Abduction/ The McPherson Tape (1989), las últimas grabaciones de una familia de Connecticut antes de ser abducidas por los extraterrestres. En la misma tesitura y con un título parecido se presenta The Last Broadcast (1998), donde un cineasta llamado David Leigh desarrolla sus investigaciones para el programa Fact or Fiction Murders. Y, evidentemente, está el clásico del género, The Blair Witch Project (1999), tres jóvenes cineastas que desaparecieron mientras andaban por las Colinas Negras cerca de Maryland en 1994 para filmar un documental sobre una leyenda local conocida como La Bruja de Blair. Estos thrillers de raíz esotérica acaban haciendo un meta-homenaje al cine y a su capacidad de abducir a los espectadores, de llevarlos a un estado intensificado de conciencia a partir de las proyecciones. El acto de filmar (desde la profesionalidad o el amateurismo) se mezcla con la abducción física de los protagonistas por parte de entidades desconocidas. La cámara (como toda cámara) acaba siendo el único testimonio, mecánico, de sus desapariciones. Iker Jiménez, presentador de Cuarto Milenio creyó que el proyecto Sputnik (1997) del fotógrafo y artista Joan Fontcuberta era un caso verídico y lo llevó a su programa. Fontcuberta ponía en escena un cosmonauta, Ivan Istochnikov, que supuestamente había sido borrado de la historia. El propio Fontcuberta quiso burlarse a finales del 2009 de este tipo de programas “vendedores de misterios” con el falso documental Era Rusa y se llamaba Laika que explicaba la historia de la perra que enviaron al espacio desde la parodia, cogiendo testimonios de expertos, pero todos interpretados por el propio Fontcuberta. Neil Postman decía que “cada medio, como la misma lengua, hace posible un modo de 10
Entre la parodia y el humor bestial y grotesco circulan los fakes Man Bites Dog (1992) sobre un psichokiller al que los realizadores siguen tête à tête, This is Spinal Tap (1984), un rockumentary que parodia una banda de heavy metal o la serie televisiva Brass Eye (1997, Channel 4).
discurso único al proporcionar una nueva orientación para el pensamiento, para la expresión y para la sensibilidad11”. Internet ha sido continuista con respecto al medio televisivo y se ha proclamado como un escenario perfecto, no sólo para el “circo freak”, sino también para el hoax, para las mentiras, esta vez, hechas virales. Este es el nombre que se han puesto los “Viral Brothers”, dos amigos o hermanos (quién sabe) que se dedican a hacerse bromas pesadas uno al otro. Sus vídeos, que incluyen falsas muertes de novias, falsas extirpaciones de órganos y demás macabrerías, acumulan millones y millones de visitas. La única diferencia con respecto al anterior medio es que Internet les ha permitido hacer de ello un canal propio, seriado, y ganar dinero con sus idioteces. La broma se vuelve tautológica, sin contraplano, apuntando a sí misma, como un escondrijo aséptico en el cual la verdad ya se ha vuelto innecesaria.
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POSTMAN, N.; Divertim-nos fins a morir: Discurs públic a l’era del show-business, Llibres de l’Índex, 1994