Sociedad Civil y Participación Política: reflexiones y p

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ÁREA DE INVESTIGACIÓN JURÍDICA INSTITUTO IGUALDAD FUNDACIÓN FRIEDRICH EBERT


Presidente Instituto Igualdad Camilo Escalona M. Director Ejecutivo Hugo Espinoza G. Editores VĂ­ctor Soto M. Jorge Moreno P. DICIEMBRE, 2014. ISBN 978-956-9466-01-4

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ÍNDICE

PRESENTACIÓN....................................................................................................5 Representación política y participación ciudadana Camilo Escalona M., Presidente del Instituto Igualdad PRÓLOGO..................................................................................................................7 Reiner Radermacher, Representante de la Fundación Friedrich Ebert en Chile

INTRODUCCIÓN..................................................................................................9 Participación política: la democracia en su encrucijada Víctor Soto M., Investigador del área de investigación jurídica del Instituto Igualdad. I. ENCUENTRO EN LA REGIÓN DE LOS RÍOS...............................19 Ciudadanía y partidos políticos............................................................................21 Alfonso De Urresti, Senador de la República. Participación ciudadana. La necesidad de una nueva cultura política.........33 José Araya, Observatorio Ciudadano de DDHH. El movimiento estudiantil y el nuevo ciclo político social.............................43 Ángel Delgado, Presidente de la Federación de Estudiantes de la Universidad Austral Una nueva ciudadanía para una nueva región..................................................53 Egon Montecinos, Intendente Región de los Ríos Ideas y propuestas para aumentar la participación social en la.....................59 gestión de las cosas públicas en la región de los ríos Nilo Zúñiga, Presidente Corporación para el Desarrollo Catrico

II. ENCUENTRO EN LA REGIÓN DE VALPARAÍSO....................65 Democracia y participación política: el desafío.................................................67 de la representación y la pluralidad Eduardo Muñoz, Profesor de Administración Pública, Universidad de Valparaíso.


La participación democrática contra la democracia mercantilizada..............75 Sebastián Farfán, Dirigente Unión Nacional Estudiantil El dilema de la democracia: las tensiones...........................................................81 entre participación y representación Marcelo Schilling, Diputado Decisión popular y proyecto local. Camino al desarrollo de Valparaíso.....87 Paula Quintana, Concejala de la comuna de Valparaíso La participación en la incisión entre lo social y lo político.............................95 Ibán de Rementería, Militante del Núcleo Valparaíso Socialista.

III. ENCUENTRO EN LA REGIÓN DEL BIOBÍO............................103 Democracia directa y fortalecimiento de las regiones....................................105 Elementos para una nueva sociedad Edgardo Condeza, Presidente del Movimiento por la Consulta y los derechos Ciudadanos El desafío de entender la unión de lo social y lo político.............................. 113 Javier Miranda, Dirigente Unión Nacional Estudiantil Cuestionamientos y desafíos de la democracia chilena.................................121 Jeanne Simon, politóloga, Universidad de Denver Dos ejemplos de organización social: las chinchorreras de Lota.................125 y el Comité Pro-comuna Barrio Norte Carmen Estay, Dirigenta social, Chinchorreras de Lota Juan Polizzi, Comité Pro-Comuna Barrio Norte Experiencias concretas de participación local en la gestión pública:..........131 mesas barriales y presupuestos participativos Leonardo Gutiérrez, Presidente Regional del MAS

AGRADECIMIENTOS.....................................................................................137


PRESENTACIÓN Camilo Escalona Presidente del Instituto Igualdad Representación política y participación ciudadana La democracia en el siglo XXI es una tarea inacabada. Ningún sector de pensamiento podría darse por satisfecho con lo conquistado o avanzado hasta hoy. De hecho, en la actualidad se constata el desencanto ciudadano en muchas latitudes, que es un dato real de la situación actual, e incluso hay naciones en que se ha generado una crisis de legitimidad del régimen político democrático. En conclusión, la construcción democrática es un desafío civilizacional de este periodo histórico. Sin embargo, luego del siglo pasado que fue a la postre la centuria de las dictaduras totalitarias; la democracia ha emergido como el sistema político capaz de asegurar lo fundamental en la convivencia humana: la valoración de la dignidad de la persona y, en consecuencia, el respeto a los Derechos Humanos, como la base inamovible desde la cual es posible configurar y otorgar viabilidad a la civilización humana. Luego de afirmado este criterio esencial, queda establecido que las libertades políticas y derechos sociales no pueden ser negados bajo ninguna excusa; es decir, que la libertad para constituir fuerzas políticas y centros de pensamiento, que el derecho a la libertad de expresión y de información, que el disfrute de la diversidad y el pluralismo no pueden ser suprimidos o coartados bajo pretexto alguno. Es en el contexto de estos grandes valores, que surge la reflexión acerca de cuanto responde a ellos, a su ejercicio vital en la vida cotidiana el sistema democrático representativo y cual es el papel y la responsabilidad de la participación ciudadana en la vigencia de la democracia y de esos grandes valores que la inspiran. 5


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En mi opinión, ambos se necesitan y se complementan. La representación política es irreemplazable en la concreción de la gobernabilidad democrática. Para los ciudadanos esa es una obligación esencial de la democracia. Sólo los poderosos y las grandes fortunas podrían subsistir si desaparecieran los gobiernos nacionales. Sin estabilidad tales grupos podrían dotarse de sus propios cuerpos armados, tan fuertes como los cuerpos policiales legales o incluso más potentes que aquellos, como ya ocurre en varias naciones con los ejércitos de las bandas de narcotraficantes. La gobernabilidad democrática no es un prurito académico o una debilidad del conservadurismo, es una condición y un esfuerzo primordial del Estado, de su capacidad de proteger al débil frente al fuerte, a David contra Goliat. Una nación democrática necesita un sistema representativo que asegure gobernabilidad, de modo que los ciudadanos vivan seguros, su voto sea respetado y sus familias puedan prosperar. Ello exige instrumentos de participación ciudadana, eficaces, oportunos, coherentes, resolutivos, que coadyuven a la tarea democrática creando los espacios necesarios para el ejercicio del pluralismo y la diversidad propios de la sociedad global. Llegado el momento de reformas estructurales, que cuenten con una mayoría social e institucional que las sustente, situación que hoy vive nuestro país, ambos factores deben interactuar y retroalimentarse, con el fin que dichas reformas se concreten, maduren y pasen a formar parte de la realidad nacional en que han cobrado vigencia. Sería un grave error contraponer ambos ingredientes y que se formaran adherentes en uno o otro sentido, lo que no haría más que debilitar la propia potencia del proceso de reformas. Es mi convicción que la representación política y la participación ciudadana son herramientas esenciales para revigorizar la democracia y asegurar la estabilidad democrática del país. Sobre esa base será posible avanzar hacia una nueva Constitución Política del Estado en nuestro país. Afianzando la institucionalidad político representativa y ensanchando la participación ciudadana, tras el gran objetivo de derrotar la desigualdad y abrir paso a un Estado social y democrático de derechos que culmine certeramente el proceso de reimplantación de la democracia en Chile.

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PRÓLOGO Reiner Radermacher Representante de FES en Chile El propósito de la serie de encuentros Sociedad Civil y Participación Política es ofrecer a los representantes y militantes del Partido Socialista y representantes de la sociedad civil la posibilidad de realizar un debate profundo sobre la participación política en Chile. Asimismo, hemos intentado llevar ese debate a regiones. Ya se ha dicho desde el año pasado que Chile ha cambiado. Más concretamente es la sociedad chilena la que ha cambiado. Esto no debería ser una sorpresa, porque treinta años de crecimiento económico tienen lógicamente un impacto social. La sociedad chilena de hoy no es la misma que fue al inicio de este proceso. La tasa de desempleo bajó paulatinamente, cada vez más personas obtuvieron la oportunidad de conseguir un ingreso permanente, la pobreza se ha reducido significativamente, y todo esto ha contribuido a la formación de una nueva clase media que tiene expectativas diferentes. Además, entraron nuevas generaciones a la esfera política que no están vinculadas ni con los debates políticos de los años sesenta y setenta ni con las experiencias traumáticas provocadas por el golpe de Estado y la dictadura cívico-militar hace cuarenta y uno años. Como resultado de este desarrollo social surgió un problema, dado el hecho que las instituciones políticas no han sido capaces de adaptarse a las nuevas realidades al mismo ritmo en que cambió la sociedad. La consecuencia fue un cierto desfase, una brecha que se abrió entre la sociedad y la política y que se ha ido profundizando en los últimos años. Se puede hablar de una crisis de la democracia representativa. Cada crisis encuentra su propia solución, en el caso de Chile, a través de un movimiento social que fue capaz de expresar el malestar acumulado sobre el estado de la situación actual. Aún más: el movimiento social ha definido en gran medida el contenido 7


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de la campaña electoral del año pasado. Finalmente, el programa de gobierno de la Presidenta Bachelet recogió en gran parte las demandas del movimiento social. En junio de 2014 salió el informe del PNUD Auditoría a la Democracia, que presenta un diagnóstico profundo de la situación del sistema político en Chile que describí sólo en sus rasgos generales. Esta excelente publicación del PNUD debe servir como punto de partida de todas y todos quienes están interesados en la mejora del sistema político en Chile. El malestar tal y como se analiza a lo largo de este informe no puede ser entendido como un rechazo al régimen democrático. Por el contrario: el desafío es obviamente abrir el sistema para más y mejor democracia. Una democracia cuyos diseños institucionales y prácticos de funcionamiento reconozcan a las ciudadanas y los ciudadanos como portadores de soberanía y poder. Una democracia cuyas reglas del juego sean percibidas como legítimas por todos y todas. Una democracia que permita la participación real del ciudadano en la toma de decisión. Una democracia que garantice que los intereses y las visiones de todos los sectores de la ciudadanía sean consideradas e incluidas. Es decir, hablamos de una democracia participativa e incluyente. Ojalá que con este espacio que estamos construyendo podamos aportar un granito de arena para la construcción de ese futuro prometedor.

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INTRODUCCIÓN

Participación política: la democracia en su encrucijada Víctor Soto Martínez Investigador Área de Investigación Jurídica, Instituto Igualdad 1. Advertencias preliminares Este no es un libro académico, pero eso no significa que carezca de utilidad académica, ya que se tratan varios temas cruzados de gran relevancia para el Chile actual, como la participación política, la descentralización territorial, el desarrollo local y la modernización de la gestión pública. Las miradas sobre dichos fenómenos son múltiples, pues se logró congregar a políticos profesionales, sindicalistas, miembros de organizaciones de la sociedad civil, militantes de partidos y dirigentes estudiantiles. Por cierto, también hubo académicos. Mezcla inusual de participantes que rara vez tienen la oportunidad de juntarse e intercambiar visiones, fuera de los espacios protegidos y jerarquizados de la representación oficial. Aclarado esto, es preciso hacer una segunda prevención: estamos plenamente conscientes de la amplitud y complejidad del tema. Así, mientras la claridad analítica nos podría llevar a separar la participación ciudadana (participación de los ciudadanos en la gestión pública) de la participación social (involucramiento en movimientos sociales, laborales, territoriales o poblacionales, generalmente con una agenda crítica), y la participación electoral (participación en las elecciones periódicas y militancia en los partidos políticos), en este libro se tomó la decisión de fundir dichos fenómenos y hacerlos dialogar libremente. De esta manera, nos pareció adecuado entender que todas estas aristas forman parte de la participación política en sentido amplio, pues aquel que se organiza para hacer frente al poder económico es tan político como quien intenta incidir en las actuaciones de la administración pública o quien participa derechamente en las instancias oficiales de representación. De alguna forma, todas estas dimensiones de la

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participación se superponen, como veremos a lo largo de este libro, pues todas ellas tienen como norte la ampliación de la democracia. Esta idea atraviesa varias de las exposiciones que aquí se recogen. Así, por ejemplo, el dirigente estudiantil Javier Miranda es claro cuando dice que el verdadero desafío de los nuevos movimientos sociales consiste en volver a juntar lo social, lo económico y lo político, en demostrar que no hay una mano invisible detrás de la economía sino decisiones políticas de grupos concretos, o que el desarrollo social va de la mano con el desarrollo de la conciencia cívica. Hechas estas prevenciones, haremos un breve repaso de los conceptos fundamentales que se discuten en este libro, antes de entrar de lleno en la reseña de las ponencias que lo integran. 2. Participación La participación de la ciudadanía en los asuntos públicos no es sólo un aspecto, una cualidad más del sistema democrático, sino que ella constituye el régimen mismo de la democracia. Puede sonar un poco obvio, pero es una intuición que suele olvidarse. Muchas veces los académicos (insertos en la vorágine de la especialización) o los políticos (obnubilados por la urgencia del poder) hablan sobre la participación como si ella fuera un simple indicador entre otros del nivel de democracia de un país, lo que puede llevar a aseveraciones del tipo: “Chile es una democracia sólida aunque sus ciudadanos participan poco”. Pero, ¿es posible que exista una democracia “sólida” allí donde la gente no participa masivamente en las elecciones o no se involucra en las decisiones públicas? Desde mi punto de vista no, a menos que, al calificar la “solidez” de un país, no estemos pensando en la democracia sino en algo completamente diferente, como la inversión de capitales extranjeros o la persistencia del status quo. Por eso, aseverar que la democracia es indisociable de la participación no es baladí. En realidad, esta idea tiene consecuencias extremadamente relevantes. Arriesgándome a agotar la paciencia del lector, para explicar algunas de estas consecuencias me remontaré, brevemente, a la antigua Grecia.

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La democracia en Atenas Si le creemos al filósofo griego Cornelius Castoriadis, los atenienses fueron los primeros en descubrir que los regímenes de gobierno cambian, que las instituciones van evolucionando con el paso de los años. Es decir, se dieron cuenta de que su sistema de gobierno no era una cosa “natural”, ni existía desde siempre y para siempre, sino que les pertenecía y, por ende, podían modificarlo a su gusto. Antes de este descubrimiento, se pensaba que las leyes eran parte de la naturaleza, que el saber proveniente de la tradición no se podía cuestionar y que la estructura social debía mantenerse inalterada. La democracia surgió, así, como un sistema que les permitía a los ciudadanos atenienses darse sus propias normas y cuestionar las bases de su propia sociedad. Un principio capital sustentaba esta construcción: la isonomía, definida como igualdad ante la ley. Sin embargo, nos advierte Castoriadis que ella es mucho más que la simple igualdad ante la ley que nos rige hoy en día. En realidad, “ella se resume, no en el hecho de otorgar “derechos” iguales pasivos, sino en la participación general activa en los asuntos públicos”1. Así, por ejemplo, si un ciudadano se negaba a tomar parte de las luchas políticas de la ciudad se convertía en atimos, lo que significa que perdía sus derechos políticos2. En este sentido, la isonomía implica que el poder mismo es algo que se ejerce en común. Como todos los ciudadanos son iguales, todos pueden tomar parte de las decisiones públicas, todos pueden ser elegidos para ejercer la función de mando. Y es que, para los griegos, la democracia no depende del nivel de conocimientos (episteme) de los ciudadanos que la componen, sino del igual valor de las opiniones (doxa) de todos. La democracia hoy A estas alturas, el lector notará que la democracia griega difiere sustantivamente de la democracia moderna. No se trata simplemente de la manida cuestión de la “escala”, es decir, la dificultad de aplicar los principios que citamos, pensados para una

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CASTORIADIS, Cornelius. Los dominios del hombre. Las encrucijadas del laberinto, Gedisa, Barcelona, 2005, p. 117. 2 Ibíd.

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polis de unos cincuenta mil ciudadanos, en un país con una población de varios millones de personas. Más allá de eso, se podrá notar que existe una valoración totalmente distinta de la igualdad. En la actualidad, la igualdad se manifiesta sobre todo en la consagración de una lista de derechos, entendidos como salvaguardas de los individuos contra el poder del Estado. En cambio, para los griegos la igualdad consistía en una serie de responsabilidades comunes, que les correspondían a todos. Se trataba de una ciudadanía activa, no pasiva. La elevada importancia de la participación tenía que ver principalmente con esa mirada sobre la igualdad. Por otro lado, la igualdad de las opiniones, en contraste con la primacía del conocimiento, parece chocar de plano con nuestra elevada valoración de los saberes técnicos a la hora de otorgar cargos públicos. Mientras los griegos antiguos perseguían una sociedad dirigida por sus propios ciudadanos, con todas las dificultades y problemas que ello conlleva, en la actualidad nuestra sociedad se encuentra dirigida por quienes detentan el saber técnico, grupo social incipiente que se parece cada vez más a los antiguos sacerdotes. No se puede pensar, entonces, en la participación como un simple aderezo de la democracia representativa. En este punto la democracia se enfrenta a una encrucijada: entre la democracia representativa, tal como ella se entiende en la actualidad, y el establecimiento de elementos de democracia directa, que aseguren la participación de los ciudadanos. La primera confiere, por el momento, alguna estabilidad; la segunda puede conllevar cierto desorden, pero también la posibilidad del cambio. 3. Ciudadanía y sociedad civil Hemos hablado de la ciudadanía, pero el concepto de ciudadanía no deja de ser polémico, ya que dependiendo de su definición tendremos una base más amplia o más reducida para la toma de decisiones políticas. Esta dificultad tiene relación con dos aspectos: primero, una cuestión obvia, que es el tema del tamaño. Uno de los expositores de este libro, el profesor Eduardo Muñoz, nos recuerda que la base social que conforma la ciudadanía se ha ido ampliando progresivamente desde la antigua Grecia, que excluía a mujeres, esclavos y extranjeros, pasando por la Revolución Francesa, que aseguró los derechos de la ciudadanía sólo a los hombres y a los propietarios, hasta el siglo XX, en que se consagra el sufragio 12


universal. Incluso, el autor nos habla de una nueva modificación del concepto y la posibilidad de avanzar hacia una ciudadanía global. Pero, más allá de esto, la ciudadanía dice relación con el alcance de los derechos que la configuran. Por ejemplo, en un principio la ciudadanía consistía en los derechos civiles y políticos: la propiedad, las libertades de expresión y asociación y el sufragio. Posteriormente, ella se amplió también a los derechos sociales, como educación, salud y trabajo. Sin embargo, como sostenía Castoriadis, estos derechos no dejan de ser derechos pasivos, que no aseguran la conformación de una ciudadanía plena, involucrada en los asuntos públicos. Esta limitación es problemática porque todos estos derechos están, de alguna forma, concatenados. La falta de derechos de participación activa dificulta el avance en el resto de los derechos, en particular, de los derechos sociales, y la fiscalización a quienes ejercen el poder. En este sentido, hay autores que hablan de la necesidad de configurar una ciudadanía deliberativa3. Es decir, una ciudadanía que delibera, que discute libremente los problemas que la afectan y las soluciones para dichos problemas, dando razones de su pensamiento y orientando la discusión al entendimiento del otro. Pero para entender bien este punto, es preciso que nos demos un breve rodeo por el pensamiento del autor que inspira todos los estudios sobre ciudadanía y democracia deliberativa: el sociólogo y filósofo alemán Jürgen Habermas. Habermas: una nueva definición de la sociedad civil Para Habermas el sistema político está compuesto por tres elementos: poder administrativo, dinero y solidaridad4. El poder administrativo se divide a su vez en poder ejecutivo, legislativo y judicial. En la actualidad está claro que las decisiones de estos órganos se han ido haciendo cada vez más autónomas del público, y se ha ido configurando una suerte de “clase política” cada vez más lejana a los problemas de los gobernados. Por otro lado, el dinero rige al poder económico, poder que no se sujeta, pues, a criterios democráticos sino a las leyes del libre mercado. 3 4

Véase: GUILHERME TENÓRIO, Fernando y MONGE-REYES, Pablo. Ciudadanía, participación y desarrollo local, Editorial ARCIS, Santiago, 2010, p. 30 y ss. HABERMAS, Jürgen. Facticidad y validez, Trotta, Madrid, 1998, p. 375 y ss.

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Finalmente, la solidaridad es el elemento propio de la sociedad civil. Pero, ¿qué es la sociedad civil? Para Hegel y Marx era una simple extensión de la sociedad burguesa, el conjunto de grupos privados que participaban del mercado. Para Habermas, en cambio, ella debe ser entendida como un entramado de grupos de interés, asociaciones ciudadanas y gremiales, sindicatos, movimientos sociales y medios de comunicación. Aquí primarían la cooperación y la solidaridad entre los diversos grupos. Esto contrasta con el poder administrativo, donde impera una lógica jerárquica y burocrática, y con el poder económico, donde impera la competencia. En definitiva, el espacio público debería diferenciarse tanto del espacio de toma de decisiones administrativas como del espacio mercantil. Debería ser entendido, pues, como una “red para la comunicación de contenidos y tomas de postura” 5, como una esfera de influencia más que de poder propiamente tal. En este sentido, la ciudadanía deliberativa está relacionada con la posibilidad de crear un espacio público, como el propuesto por Habermas, para generar un sistema donde la legitimidad de las decisiones políticas tenga su origen en procesos de discusión orientados al entendimiento entre los diversos grupos. Por cierto, transformar el debate público en un espacio de estas características podrá ser considerado por muchos como una utopía, sobre todo en el contexto de nuestro actual espacio público, cercenado por la imposición autoritaria de las decisiones tecnocráticas y capturado o colonizado por los grupos económicos. Se podría decir que es difícil pensar en deliberación, cuando, en la práctica, todo lo que tenemos es negociación de intereses y manipulación de la opinión pública. Para esta manipulación los grupos económicos cuentan (como nos ha demostrado la discusión sobre reforma tributaria y reforma educacional) de todo un arsenal para distorsionar y generar temor en la población. Al respecto, sólo cabe responder dos cosas. Primero, que (independientemente de su realización práctica inmediata) la deliberación debe ser entendida como un horizonte normativo, como un ideal que debe orientarnos al diseñar nuestras instituciones. En

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Ibíd., p. 440.


segundo lugar, que para enfrentar estos problemas que amenazan a nuestra democracia es preciso ampliar la base social que participa en la toma de decisiones, no reducirla, porque sólo ampliando las voces consideradas se podrá contrastar la manipulación de quienes detentan el poder económico y la corrupción de quienes administran el poder público. Configurar esta ciudadanía deliberativa implica, sin embargo, modificar la forma en que entendemos cómo se toman las decisiones públicas, lo cual nos pone nuevamente en la encrucijada, ante el difícil camino de la participación. Y eso es precisamente lo que buscan los diversos autores de este libro. 4. Los encuentros Tres criterios guiaron la organización de estos encuentros. Primero, sabíamos que era necesario abandonar el excesivo centralismo con el que suelen operar los partidos políticos y, en un arresto de temeridad, decidimos que todas las actividades se realizaran en regiones, particularmente en Valdivia, Valparaíso y Concepción. En segundo lugar, optamos por una amplia diversidad de los invitados, tal como se destacó al principio. Finalmente, dividimos cada encuentro en dos paneles, el primero dedicado (como este breve opúsculo) a la participación política en general y el segundo a los problemas de la participación en el plano local. Esta división, sin embargo, pronto se nos apareció como arbitraria, pues los problemas locales a menudo estaban directamente relacionados con los problemas nacionales e, incluso, universales de la participación. Por eso en esta publicación se abandonó dicho criterio diferenciador. Ahora bien, respecto de la publicación de estas ponencias, apostamos (desde un principio) por mantener en cuanto se pudiera su carácter oral, su contexto dialogante y deliberativo. Platón nos recuerda, en el Fedro, las limitaciones del discurso escrito, discurso que a él le parecía un discurso muerto, incapaz de seguir reflexionando una vez leído y de responder a las críticas que se le formulan. De ahí que el gran filósofo griego prefiriera el discurso vivo, capaz de titubear y equivocarse. Sin embargo, dejar por escrito estos discursos era una manera de asegurar la pervivencia de la discusión en nuestra memoria. En este sentido, y reconociendo la limitación de toda publicación, estos textos buscan ser algo más que textos, más bien querríamos que fueran invitaciones a continuar el diálogo iniciado por ellos. 15


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Una preocupación central que atraviesa estos textos, es una cierta consciencia de la crisis actual del sistema representativo. Si bien varios reconocen que se trata de un problema que se repite en casi todas las democracias occidentales, también pareciera que hay una serie de problemas que son específicamente chilenos, y que llaman la atención. Así, por ejemplo, podemos apuntar que (a diferencia de España, aquejada por el desempleo y la crisis económica, o México, agotado por la corrupción y el narcotráfico) en Chile hemos gozado de un crecimiento económico sostenido en los últimos veinte años, y un amplio desarrollo en varios ámbitos. Sin embargo, como dijera Enrique Mac Iver en 1910, parece que no somos felices. Al igual que hace cien años nos atraviesa un sordo malestar, que se manifiesta no sólo en las explosiones sociales de 2006 y 2011 en torno al problema educacional, sino que adquiere especial visibilidad cuando revisamos la falta de participación en las elecciones de 2013, cuestión que Alfonso De Urresti analiza en profundidad en el texto que abre el presente libro. Las respuestas frente a esta crisis, sin embargo, son diversas. De Urresti, quien sigue confiando plenamente en la firmeza de nuestras instituciones, apunta a reducir el poder del Presidente de la República y avanzar hacia un sistema semiparlamentario, donde la labor del Congreso recupere su relevancia pública. Asimismo, propone democratizar el funcionamiento interno de los partidos políticos. Sin embargo, otros autores no manifiestan la misma confianza. Sebastián Farfán, por ejemplo, sostiene que la solución no pasa simplemente por mejorar las instituciones políticas, sino en devolverles a estas instituciones su capacidad de incidencia en la sociedad. Al respecto, nos recuerda una demoledora frase de George Soros: la ciudadanía vota cada dos años, pero los mercados votan todos los días. Al igual que Javier Miranda, al que hacíamos mención al principio de esta introducción, Farfán cree que la pugna no es entre partidos, sino entre los movimientos sociales y el mercado. En el mismo sentido, José Araya dice que la solución no pasa por aumentar la base de militantes de los partidos políticos, sino en crear espacios concretos para la participación de los movimientos sociales. Así, nos habla de voto programático, intervención en la planificación territorial y fortalecimiento de los Consejos de la Sociedad Civil (recientemente creados por la Ley 20 500). En tanto, Edgardo Condeza desarrolla los beneficios de incorporar en nuestro 16


sistema mecanismos de democracia directa, como el plebiscito. Asimismo, defiende en este marco la asamblea constituyente como una vía para resignificar nuestras prácticas políticas, o dotar de un nuevo sentido a nuestra democracia. Pero no todas las visiones son coincidentes. Marcelo Schilling, por ejemplo, nos advierte sobre la dificultad de implementar estas propuestas en el marco de una democracia representativa estable. No pensemos solamente en la revolución, parece decirnos, sino en la hora posterior a la revolución, en la dificultad de administrar ese mundo nuevo que la revolución busca crear. Asimismo, critica la dificultad de los movimientos sociales para ejecutar los cambios por sí solos, ya que serían, por definición, grupos acotados a un tema particular, como el medioambiente o la educación. Los partidos políticos seguirían teniendo, en su visión, cierta preponderancia para concordar los cambios con el interés general. Quiero destacar esta divergencia, porque ella encierra una profunda verdad. La democracia, entendida como la hemos entendido en estas páginas, tiene una connotación trágica, porque no tiene, en principio, ninguna limitación. Nosotros nos autoimponemos ciertas limitaciones para evitar el hybris, la desmesura que encierra toda autodeterminación. Sin embargo, la política también tiene que ver con la exploración de esos límites. No por nada hoy se habla de hacer políticas que cambian culturas6. Finalmente, es preciso destacar que en este libro abundan las propuestas para favorecer el desarrollo local. Así, Nilo Zúñiga nos ilustra con un acabado análisis del sistema de gerencia pública que existe en los países anglosajones, donde la propia comunidad puede elegir a los directores de hospitales y de los establecimientos educacionales, y estos responden ante la comunidad. Es decir, la participación local entendida como accountability. Guardando las diferencias y las dificultades de implementación de este modelo en el sistema chileno, Zúñiga propone que nos acerquemos a un diseño como el que analiza, que favorezca la responsabilidad de quienes gestionan la entrega de prestaciones sociales. Por otra parte, Paula Quintana critica fuertemente lo que ella considera como uno de los grandes obstáculos al desarrollo local: el clientelismo. La cultura clientelista, criticada también por Farfán en su exposición, asociada con el asistencialismo, estaría en la base del subdesarrollo local, ya

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Idea expresada por la Presidenta Michelle Bachelet en una entrevista con el diario El País de España, el 28 de octubre de 2014.

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que amaga las capacidades de los grupos organizados de la sociedad civil, y va formando una casta de administradores públicos cada vez más ajenos a los problemas concretos de las personas. En fin, a pesar de las diferentes áreas abarcadas por los autores, y a pesar de su distinta militancia política, existen varios elementos en común. Casi todos son críticos del actual sistema representativo de nuestro país; casi todos critican el centralismo y la ausencia de las regiones en el debate público chileno. La lectura de estos textos resultará esclarecedora para muchos, y constituye una excelente introducción al problema de la participación en Chile. Dije al principio que este no es libro académico. En realidad, su hábitat natural es la política, pero no la mera política partidista, sino la política con mayúsculas: la actividad práctica del ciudadano que se hace cargo de los problemas de su comunidad.

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I ENCUENTRO EN LA REGIÓN DE LOS RÍOS VALDIVIA, 20 DE JUNIO DE 2014



Ciudadanía y partidos políticos Senador Alfonso De Urresti Introducción Antes de empezar quiero dar las gracias y felicitar por esta iniciativa al Instituto Igualdad y a la Fundación Friedrich Ebert. Saludar a quienes están en la mesa, al Presidente de la Federación, al intendente regional y al alcalde Simón Mansilla, directores, lonkos. Saludarlos y felicitar este tipo de debates. Ojalá las fundaciones y los institutos de pensamiento en nuestro país puedan distribuir mucho más este tipo de jornadas en regiones. Es imprescindible que, desde estos territorios que han dado dinamismo al país, sea posible aportar con ideas de participación, de relación de ideas con proyectos para nuestros territorios, y también para Chile. Es decir, que desde las regiones demos el debate teórico sobre qué lo que está pasando en este país. Como señaló el representante de la Fundación Friedrich Ebert, Chile cambió. Esta frase se ha convertido en una idea bastante generalizada en el discurso público actual. Sin embargo, los que nos dedicamos a la política o que estamos en el sector público tenemos que entender hacia dónde cambió o hacia dónde queremos conducir este país. Personalmente, quiero dejarlos invitados a Valdivia porque estamos haciendo cosas importantes y también destacar que el intendente Egon Montecinos vaya a ser uno de los expositores en el segundo bloque, porque también en esta región se está haciendo una apuesta en materia de ser una región modelo, esto es, un fomento a la participación, no sólo en la teoría sino que en la práctica, porque no basta con ser la región modelo sino que es preciso dotar dicha idea de contenido. Voy a hablar principalmente de ciudadanía y partidos políticos, sobre cómo se puede articular a los partidos políticos como corrientes de opinión, dentro de la sociedad, con la participación de la ciudadanía; cómo creemos que los partidos, como instituciones de nuestro ordenamiento político, son canales de participación y no de exclusión frente a las legítimas reivindicaciones de los estudiantes, de los gremios, etc. 21


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Desencanto Hasta hace aproximadamente siete años se hablaba que la gente, y principalmente los jóvenes, no estaban “ni ahí” con la política. Yo creo que no estaban ni ahí con un determinado modo de hacer política, con una determinada práctica, pero no necesariamente con la participación en temas políticos. Y es que sin la participación juvenil en materia de movilización, sin su involucramiento respecto de temas como la educación, no tendríamos un programa de gobierno como el que actualmente tenemos. No estaríamos discutiendo la reforma educacional si miles y miles de jóvenes no hubiesen salido a la calle, no se hubieran manifestado o debatido. Para qué decir algo tan importante como lo que se resolvió en el tema Hidroaysén, a través del movimiento social de Patagonia sin Represas, en que la ciudadanía de manera transversal, a través de todo Chile y principalmente desde la marginalidad de un territorio, Aysén (la región menos poblada de Chile, la región con menos estudiantes, con menos profesionales) generó una voz, un movimiento que ha conseguido algo que va a cambiar las políticas públicas en materia energética, pero también en la forma en que entendemos la participación ciudadana en nuestro país. Ahora bien, se ha dicho que la baja participación ciudadana marcó las últimas elecciones generales. Así, votaron seis millones de los trece millones habilitados, situación que el ex Presidente Piñera lamentó. Esa fue la participación que generamos en las últimas elecciones presidenciales, parlamentarias y de consejeros regionales (esto último es importante porque ampliamos la participación hacia el segmento de base territorial y provincial a través de la elección de los consejeros regionales). A pesar de que aumentó el padrón electoral, que tenemos inscripción automática, faltó participación de los electores. Eso claramente genera una alerta para ver cuál es la vinculación entre la participación y el involucramiento ciudadano a través del fomento al voto, con la importancia de este mecanismo en la sociedad. Presidencialismo En este sentido, el presidencialismo presenta un inconveniente que el país no ha resuelto de manera adecuada. Nosotros tenemos en el Parlamento un proyecto, que me imagino que se va a convertir en ley, porque ha generado bastante consenso, de modificación del binominal, lo cual va a dar más competitividad a las elecciones 22


y va a detener la sabida elección de dos representantes por cada circunscripción o distrito, en el cual prácticamente salen uno y uno de cada coalición, salvo excepciones en el último tiempo (básicamente porque se lograron amplios doblajes o irrumpieron candidatos independientes con un alto grado de popularidad que rompieron con esta situación). Ese debate se ha dado y actualmente está en vías de convertirse en ley. A pesar de ello, en Chile no ha habido un debate profundo sobre el presidencialismo. Nosotros dejamos en manos del Presidente o Presidenta múltiples funciones legislativas y económicas que descansan en esa figura. En un sistema presidencialista la capacidad de la persona que detenta el cargo es excesivamente relevante. Así, se asume que grandes liderazgos vienen acompañados de buenos gobiernos, mientras que personas con menos liderazgo verán disminuida su acción política. Al mismo tiempo, los actuales partidos provocan una incapacidad de renovar la institución, esto por parte de la mayoría de los partidos y sus dirigentes. Me tocó estar hace poco en China, conversando con gente del Partido Comunista de ese país, a propósito de la participación ciudadana. El Partido Comunista Chino tiene noventa millones de militantes. Imagínense cómo serán las elecciones internas. Íbamos en una delegación de dirigentes de la Nueva Mayoría y hablamos también de los jóvenes, que también son cerca de cincuenta millones que participan en la estructura partidaria. En Chile, el sistema de partidos políticos es muy embarazoso, hay poca transparencia y muy poca información sobre su funcionamiento, además de situaciones muy distintas entre los partidos. Así, por ejemplo, en la UDI no hay elecciones directas, sino que el presidente se elige en una especie de cónclave, otros partidos tienen sistema de elección de “un hombre, un voto”, como es el ejemplo del PS. Por lo menos eso da un nivel de participación y se puede influir en la decisión de las autoridades. Una de las principales encuestas confiables para Chile en los años cincuenta documentaba que un 70 % de la población se identificaba con tendencias de centro, izquierda o derecha, y en promedio de votaciones de los partidos políticos chilenos entre 1965 y 1966 daba a la derecha un 30 % de apoyo, a la izquierda un 20 % y al centro un 40 %, eso fue lo que llevó a Chile a establecer la teoría de los tres tercios, una teoría que funcionó durante los sesenta y a comienzos de los setenta, con tres gobiernos minoritarios sucesivos, pero encabezados por una de estas coaliciones: Alessandri en 23


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1958 por la derecha, Frei Montalva en el año 1964 encabezando un gobierno de centro, y en 1970 Salvador Allende con una coalición de izquierda. Claramente es un sistema presidencialista pero minoritario, puesto que cada uno de ellos no contaba con una fuerza mayoritaria parlamentaria, salvo Frei que en el año 1965 logró una gran votación para la DC, obteniendo mayoría parlamentaria. Es importante consignar que en esos años se gestan tres gobiernos encabezados por presidentes con gran liderazgo político. Posteriormente vino la dictadura y ya en los años noventa aparecen las dos coaliciones dominantes. Una de centro-izquierda como lo fue la Concertación y una de centro-derecha que lleva a Piñera al gobierno en 2010. Yo soy de los que insisten en que Chile debiera tener un sistema semiparlamentario, para que quien encabeza la Presidencia de la República tenga más distribuido su poder, pero que al mismo tiempo ese poder sea compartido con una base parlamentaria que lo apoye. Tenemos ejemplos como el Presidente Lagos, el Presidente Frei Ruiz-Tagle o el Presidente Aylwin, que no tuvieron mayoría en el Parlamento, sin una fuerza política parlamentaria que los apoyara y con la vigencia de los senadores designados. Sumado a eso está el problema del cerrojo constitucional, es decir, tener una Constitución con súper mayorías y quórums calificados, lo que genera que, aun teniendo mayorías, no se pueden hacer los cambios que se requieren. Identificación Hay un estudio del Centro de Estudios de la Opinión Pública, CEP, de septiembre de 2013, sobre el nivel de identificación de los ciudadanos con los sectores políticos. La pregunta es: “Como usted sabe, en nuestro país la gente define las posiciones políticas como más cercana a la izquierda, al centro o a la derecha. Por favor, indíqueme, ¿con cuál posición se identifica más o simpatiza más?” (Ver cuadro 1).

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Cuadro 1. Fuente: CEP

Como se puede apreciar, hay, más o menos, una homogeneidad: hay una mayor identificación con una visión de centro-izquierda, más que la política de los tres tercios y claramente una parte importante de la población no sabe o no se identifica con ninguna posición. Partidos y política Profundizando en este tema, no sé si es parte de un mito que, tal vez el profesor Montecinos nos puede ayudar, siempre nos hemos vanagloriado que Chile, Uruguay y Costa Rica tienen una amplia tradición de participación política. No conozco particularmente el caso de Costa Rica, pero he estudiado y he estado un par de veces en Uruguay, y creo que se hace carne una discusión sobre la particularidad uruguaya. No por nada hoy tienen un Presidente tan particular como José Mujica, que se ha destacado a nivel internacional por sus políticas de avanzada en una serie de temas como la legalización de la marihuana, avances en materia de matrimonio igualitario o en materia de aborto. Instituciones donde también funciona una amplia coalición que se llama Frente Amplio, que es una agrupación que ha logrado interpretar a la ciudadanía con los partidos políticos en una amplia coalición que genera 25


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representación y unidad en la diversidad, desde los ex guerrilleros de los Tupamaros, que es un movimiento insurreccional que estuvo por la lucha armada (recordemos que uno de sus miembros fue Pepe Mujica, preso varios años) hasta la Democracia Cristiana uruguaya. Todos estos grupos, como decía, confluyen a través de programas y tienen una representación territorial. De Costa Rica no tengo pleno conocimiento aunque creo que hay un modelo de vinculación de participación entre ciudadanía y política, también de movimiento social en una coalición política que, según entiendo, le ha dado estabilidad a Costa Rica, políticas de avanzada en materia social y nuevas libertades. Satisfacción democrática A pesar de que los chilenos siguen apoyando la democracia, el país ha sufrido un descenso drástico en la satisfacción con el sistema democrático, cayendo del 56 % al 32 % del 2010 al 2011, por debajo del promedio latinoamericano. Así, ha habido un movimiento después del 2011 de crítica y desafección. En este sentido, la Región de los Ríos parece ser una región atípica en la valoración de la democracia. Y creo que es importante en algún momento profundizar en este tema: qué se ha hecho bien, qué se ha hecho mal para lograr eso. En todo caso, creo que en eso hay alguna virtud, no sé si será la capacidad transversal de haber construido acuerdos con respecto a determinados proyectos7. Puede ser también producto, al menos en la región, de la lucha que se dio por la misma creación de la nueva región que era un proyecto desde el punto de vista social. La perversión de la democracia chilena muestra una carencia de política social, tema que surge con las protestas estudiantiles. Yo creo que aquí está el debate que debiéramos dar quienes sustentamos ideas progresistas en nuestro país. El nivel de insatisfacción con la democracia y la participación, no obstante los grandes avances y buenas cifras de crecimiento, expresa un sentimiento de injusticia, un sentimiento de inequidad. Lo que la Presidenta ha planteado en el programa de gobierno es la inequidad, la necesidad de justicia, la necesidad de igualar la cancha. Esos son conceptos que han mutado en el país 7

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En este punto de la conferencia el Intendente Egon Montecinos interrumpió la presentación del Senador con el siguiente comentario: “La Plaza lo explica todo, en todas las otras regiones se llama plaza de armas, esta es la única que se llama Plaza de la República”, lo que generó risas. Nota del editor.


desde 1990, década que estuvo enfocada en el crecimiento: había que crecer, había que esforzarse, había que producir. Pues bien, eso ha llevado a la ciudadanía a decir: “Eso no basta”, tenemos que redistribuir y tenemos que igualar la participación de los beneficios en nuestro país. Acá, sólo como muestra, pasamos a un par de temas que yo quería consignar y que es bueno que se junten porque no son antagónicos: movimiento estudiantil y reforma. Cuestionamiento a la educación, fin a la selectividad, no al lucro, en fin, todas las consignas que pasaron a traducirse en proyectos de ley. Podemos discutir cómo vamos con los proyectos (qué se ganará, qué no se ganará) pero no hay duda de que el movimiento estudiantil puso en el tapete que el sistema de educación en Chile era absolutamente inviable. Ahora falta ponernos de acuerdo hacia dónde avanzamos. A propósito, leí hace poco un artículo sobre el modelo finlandés. Los finlandeses estuvieron casi diez años discutiendo el modelo y terminaron creando un modelo que sitúa hoy a Finlandia como uno de los países de mayor avanzada en materia educacional. El tema medioambiental yo no lo situaría sólo en Patagonia sin Represas como proyecto ecológico, sino también como un tema de inequidad territorial: la gente de Aysén buscaba otra fórmula de desarrollo que era opuesta a este modelo y planteaba que Chile necesitaba un modelo de desarrollo energético, otro modelo. Entonces, creo que ahí la participación de la ciudadanía como actor político comienza a tener una acción adecuada que permite ir más allá del rechazo o la aprobación de un proyecto, sino que permite cuestionar la sociedad y plantear alternativas de políticas públicas distintas. Tendencias y ofertas Cuando hablo de tendencias y ofertas me refiero, por ejemplo, a que cuando en nuestra sociedad se plantea que el diseño del sistema electoral tiene que establecer alternativas que nos permitan enfocar el sentir ciudadano. El sistema electoral debe incentivar la coherencia y el dominio de las orientaciones partidarias asegurando que el sistema de representación no caiga en una proliferación y fragmentación de ofertas determinadas por empresarios políticos semi-independientes que alientan el personalismo. ¿Queremos la inclusión de nuevos movimientos, nuevos actores políticos? Absolutamente. El otro día, sin ir muy 27


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lejos, recababa información en la Cámara de Diputados sobre este tema. Están, además de los siete partidos de la Nueva Mayoría representados por sus parlamentarios, independientes de derecha, de izquierda, tenemos Izquierda Autónoma en el caso de Boric, el Partido Liberal de Mirosevic en Arica, etcétera. En la actualidad, tenemos una amplia y nutrida participación de partidos, como el Partido Comunista con seis integrantes, partido de la Nueva Mayoría que estaba excluido históricamente. Entonces, tenemos amplia variedad (falta, obviamente, una representación mayor de mujeres), tenemos representación etaria, tenemos diversidad con el primer parlamentario que asume públicamente su condición de homosexual (faltan, además, representantes de pueblos originarios, ahí creo que hay una carencia). El panorama es, en este punto, alentador. Lo que planteo es que cuando hablamos de participación política hasta hoy, hasta dónde nosotros buscamos que la participación sea en función de coalición, en función de partidos, de proyectos políticos, y no sea simplemente una sumatoria de virtudes personales independientes que nos llevan muchas veces a una falta de disciplina partidaria y de voto. Al apoyar a una coalición, se supone que se apoya en las buenas y en las malas. En este punto, también es preciso que nos refiramos a la necesidad de que exista un financiamiento público a los partidos, ya que nos veremos enfrentados a la necesidad de modernizar el sistema electoral, transparentar y clarificar el financiamiento de los partidos y el financiamiento de la política en general, modificaciones fundamentales para que la política no sea capturada por grupos de poder o económicos. Participación electoral: de vuelta al año 1965 El nivel de participación nos devuelve al Chile anterior al año 1965 donde menos del 40 % participaba en las elecciones. Se los digo a propósito de la elección del 2013, en que nosotros, no obstante de abrir el padrón y de existir la posibilidad de que cualquier ciudadano mayor de dieciocho años pudiera votar, bajamos respecto a la participación, lo que implica que se excluye del proyecto político un segmento importante de la población. Entonces, cuando votaron seis millones de trece millones, ¿qué es lo que pasa con los otros siete millones? ¿Se quedaron en la casa? ¿No están con el gobierno? ¿No están de acuerdo con el programa? ¿Rechazan la coalición? Entramos aquí en el debate de cómo reencantar a estas personas, 28


cómo puede el sistema político incorporar a ese porcentaje de ciudadanos. Hoy el sistema democrático garantizaría que todos y todas podamos elegir a nuestros representantes. Sin embargo, en la práctica, seguimos viviendo en una suerte de oligarquía donde, al igual que antes de 1965, participan unos pocos. ¿Cuál es el elemento aglutinador, el elemento convocante para esos seis millones y un poco más que se quedaron fuera? ¿Nueva oferta electoral? ¿Más partidos? ¿Diversidad? ¿Competencia? ¿Mayor programa? ¿Mayor involucramiento? La tragedia del voto voluntario es que nuestra democracia se transformará en una democracia de unos pocos, pocos electores eligen a sus representantes, por lo tanto, estos representantes gobernarán para esos pocos. Muchas veces se ha señalado que el voto más fiel es el de los adultos mayores. Al adulto mayor le encanta ir a votar, se pone corbata, es un acto cívico ir a votar, es parte de su formación cívica. Muchas veces sucede que sobre ese electorado, que es el que vota, se centra la atención de las políticas públicas, lo que genera un círculo que puede ser vicioso. Hay un conflicto en la democracia porque vamos segmentando a la población y la propuesta programática que ofrecemos. Participación en los partidos

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Entre los partidos chilenos con menor participación femenina está el Partido Socialista con un 45 % de mujeres en sus filas. En el otro extremo está el Partido Ecologista Verde y Ecologista Verde del Norte con más de un 60 % de mujeres y la Unión Demócrata Independiente con un 59 %. Tan solo el 5,1 % del total de los chilenos (850 911 personas) es militante de un partido político y el grueso son mayores de cuarenta años. Esta cifra es muy dura y cuando hablábamos con los amigos del Partido Comunista Chino que tenían noventa millones de militantes y más de cuarenta en la Juventud, sorprende. En Chile hay un dato relevante: la participación juvenil de menores de veinticinco años en política es tremendamente importante. No voy a hacer un análisis del voto, pero cuando votamos el ochenta y nueve, en la primera elección democrática para elegir Presidente y parlamentarios, el voto de los sectores bajo los veinticinco años éramos mayoría, pero quienes votan hoy día ha ido disminuyendo el margen de jóvenes. La militancia está en los cien mil o noventa mil militantes por cada partido. Nosotros entendemos que hay mucha militancia fuera del partido, especialmente en el proceso de formación, de inscripción, pero hay poca militancia activa, que tenga instancias de participación. Quienes formamos parte de partidos políticos y estuvimos en el proceso eleccionario de 1987 y 1988 con la ampliación de los partidos y después de 1990 con los partidos que en la dictadura estaban proscritos, adherimos bajo la premisa que debíamos tener una participación activa, pero después de ese momento álgido, nuevamente el número de militantes comienza a declinar. De acuerdo a rango etario, trece de los dieciséis partidos vigentes tienen la mayoría de sus militantes de cuarenta a cincuenta y nueve años, a los que siguen los militantes que tienen entre sesenta y setenta y nueve años. El grupo etario que posee menor participación e interés en la militancia es el rango entre dieciocho y veintinueve años de edad. Resumo, la brecha de participación social de los jóvenes versus la brecha de participación política en instancias formales de política es grande. Esto es un llamado de atención para quienes somos militantes de partidos. En la actualidad, los partidos políticos pierden vigencia. Creo que hay una falta de adecuación a las nuevas políticas públicas. Los partidos políticos no necesariamente canalizan las demandas sociales. Me parece que los partidos van desfasados respecto del cambio social. Por otra parte, en sociedades profundamente 30


desiguales, el clientelismo y la escasa oferta de ideas desincentiva la participación. Asimismo, cuando la sociedad se identifica con la idea de que “todos los políticos son iguales”, y que, por lo tanto, da lo mismo por quién se vota (o por cuál partido se vota), se produce un giro en la estrategia de los políticos, quienes terminan enfocándose excesivamente en proyectos políticos personalizados, para demostrar al público que ellos sí pueden hacer la diferencia. Lo que deberíamos tender es a proyectos programáticos, con contenidos y propuestas a largo plazo. Una “ausencia de proyecto” se conecta con una cuestión de fondo: la consagración de derechos fundamentales. El problema no es cuántos derechos sino la calidad de los mismos: cómo llevar los derechos a la práctica o, en otras palabras, cómo transformar capacidades en realizaciones. Vivimos en un marco social de alta desigualdad, en el cual la condición estructural de dónde naciste o dónde estudiaste pesa más que el mérito. Eso también se traduce al problema de la falta de participación. Debemos romper esa brecha de acceso entre los partidos y sus canales de participación. En atención a este diagnóstico, nosotros hemos planteado diversas propuestas, como una distribución más equitativa de oportunidades, que todos tengan las mismas posibilidades de competir. Por otra parte, es preciso abogar por un balance de poderes y un control efectivo de las autoridades, o sea, que la gente sepa cómo están actuando sus autoridades. Otra propuesta es generar una mayor representatividad de jóvenes, de género y étnicos, así como limitar los períodos parlamentarios (tenemos varias iniciativas en que no ha habido una implementación en el Parlamento) y distribución de fondos públicos de los partidos. Aquí no hay que ser mojigato: si queremos tener mejor política hay que financiarla transparentemente. Además, nos parece relevante que los partidos introduzcan la figura del simpatizante y del ciber militante. No sólo están los militantes que están en el partido, sino que existe una serie de otras formas de participación en las cuales se pueden avanzar. Por otro lado, debemos avanzar en la realización de elecciones primarias para elegir candidatos. Yo no estaría aquí si no hubiera pasado por una primaria. Sin ir más lejos, esta es la única circunscripción de senadores producto de una elección primaria, eso en doscientos años de vida republicana. 31


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Es necesario abrirse a los grupos sociales emergentes que han tenido que canalizar su acción al margen de los partidos, por lo que es preciso descentralizar los partidos y sus decisiones. Creo que este debate es muy importante en este país: si nosotros federalizamos los partidos, seguimos teniendo representación territorial, seguimos teniendo capacidad de decisiones, pero no tenemos el control nacional porque quien inscribe a los candidatos es el secretario general o el presidente del partido y la última instancia siempre la tiene el partido a nivel nacional (eso es materia de debate). Aquí presente está el alcalde que se acordará que muchas veces teníamos decisiones tomadas en el territorio y terminábamos con candidatos inscritos a nivel nacional que no habíamos acordado. Por último, los candidatos deban utilizar el logo de su partido en las propagandas de campaña porque es importante saber quién de qué partido es el candidato o si es independiente. Se enojó mucho la prensa y Giorgio Jackson cuando estábamos conformando la participación en las distintas comisiones. A Giorgio Jackson, quien era independiente, el Partido Socialista le cedió su cupo en educación, y yo dije una frase: “Ir de independiente por la vida tiene sus costos”. Cuando uno llega al Parlamento tiene que clarificar, hay costos y beneficios, entonces uno tiene que decir: yo soy socialista y este es mi partido, con lo bueno y con lo malo que tiene. Creo en un compromiso de claridad y transparencia para con los electores. En ese sentido, y para finalizar, una propuesta importantísima es que los candidatos a todo nivel presenten programa.

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Muchas gracias.


Participación ciudadana. La necesidad de una nueva cultura política José Araya Coordinador del Programa de Ciudadanía e Interculturalidad, del Observatorio Ciudadano Gracias por la invitación. Me enteré ahora hacia dónde iba la línea del debate, pues originalmente estaba invitado José Aylwin, co-director del Observatorio Ciudadano, abogado y profesor de Derecho Indígena. Lo habían invitado a él para exponer sobre esos puntos, que están en discusión en la coyuntura nacional. Respetando la invitación voy a abordar esos puntos. Me voy a centrar primero en otras cosas que me parecen relevantes a partir de la presentación del senador Alfonso de Urresti. Si ustedes se dieron cuenta o alcanzaron a sumar ¿cuánta gente milita en el país? ¿Ochocientos mil? En relación con la población del país eso es poquísimo. Hablaba el senador de su visita a China, donde hay ochenta millones de militantes en el Partido Comunista, eso respecto a su población también es poco. La baja participación en partidos políticos es un problema global. Si uno mira el último informe del Barómetro Latinoamericano (noviembre 2013), da cuenta de que Chile es el país con menor interés en la política en toda América Latina. ¿Cuál es el más alto? Venezuela. ¿Por qué? Porque Venezuela suma participación con el apoyo a las políticas del gobierno y la obligación de la oposición de ordenarse, y con ello mejoran los porcentajes de participación pública. La realidad chilena demuestra que la conflictividad aumenta la participación ciudadana, pero no el interés en la política. Esto es lo que hay que evaluar y discutir para sentar las bases de una transformación. Estamos en una disyuntiva. El tema de la participación no se reduce a que seamos militantes de partidos políticos, sino ver de qué manera tenemos un debate sobre un nuevo Estado, donde los tipos de participación sean diversos, pero que tengan importantes 33


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niveles de incidencia política y en producción de políticas públicas. Es ahí donde tenemos un nudo ciego. Resolver eso puedo mejorar el interés en la actividad política. Todos los temas que están en discusión hoy: el rol del Estado, el modelo de desarrollo, el sistema presidencial, el carácter nacional o plurinacional del país8, la sociedad de derechos, la discusión actual del aborto, el rol de los partidos, etcétera. Todos esos temas están hoy en discusión en Chile, pero la pregunta es: ¿está toda la sociedad chilena discutiendo estos temas? ¿Existen los canales para participar o que por lo menos nuestra voz se escuche en estos temas? Ahí topamos con problemas porque efectivamente no tenemos ni institucionalidad, ni cultura política, para decir que podemos bajar a terreno toda esta discusión. ¿Cuántos encuentros, seminarios, debates hemos tenido nosotros en la Región de los Ríos donde bajamos cualquiera de estas discusiones a terreno? Por ejemplo, ¿cuántos (al público) conocen la discusión sobre el binominal? Es un tema trascendental, pero nosotros no tenemos la bajada de la discusión, sino que está en el Congreso con los parlamentarios elegidos en la última votación. ¿Cuál es el problema que se presenta con esa discusión al interior del Parlamento? Que un amplio conjunto de la sociedad dice: los gatos de siempre resolviendo cómo se comen al ratón. Y es que existen temas que no están incluidos en la discusión del binominal (o que no estarán necesariamente bien desarrollados en una discusión solo dentro del Parlamento). Por ejemplo, el rol de los independientes: una persona que se presenta como independiente a una elección, queda en una situación disminuida en relación con el rol que tienen los partidos políticos. Lo mismo ocurre respecto de los partidos regionales: el actual Parlamento está cooptado por un grupo de partidos políticos. ¿Van a decidir cambiar la ley de partidos y permitir que existan partidos regionales, como un partido de la Región de los Ríos? ¿Van a hacer ese cambio? ¿O va a hacer el cambio con letra chica diciendo: sí, vas a tener un partido regional siempre y cuando te alíes con otras regiones, como pasa con la ley actual?

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¿Es Chile un país plurinacional? ¿Qué significa eso? Qué existen varios pueblos al interior de este país. Sin duda tenemos bastante conocimiento de la situación del pueblo mapuche acá en el sur de Chile, pero muchos aun cuestionan el hecho que los mapuches sean más que un grupo indígena particular e importante. El reconocimiento es otro estado de cosas y nos cuesta asumirlo como sociedad, más aún en la institucionalidad.


El tema de pueblos indígenas ni siquiera está en la discusión actual de la reforma al binominal. Tenemos experiencias e información sobre la situación de los pueblos indígenas en América y en otros lugares del mundo. Entonces, ¿por qué el proyecto de ley no incluye el debate sobre la inclusión de la representación política de los pueblos indígenas en Chile? Eso no está en ninguna parte de la ley que está actualmente en el Parlamento. Entonces, tenemos un problema serio sobre qué debiera ser la participación política en el sistema político institucional que tiene Chile. La resolución del tema no pasa con que todos nos volvamos militantes de partidos políticos, la discusión pasa por resolver la representación de una organización de manera diversa, con movimientos sociales y también más regionalista. Es decir, ¿otorgaremos a los colectivos u otro tipo de organizaciones la posibilidad institucional de tener incidencia a nivel comunal, regional o nacional? Por ejemplo, en la Región de los Ríos, ¿cuál es el capital social más importante?: los movimientos ambientales. Hay una gran cantidad de organizaciones que trabajan temas ambientales que sin duda son más que los militantes políticos de la Región de los Ríos. Si estos grupos llegaran a tener un Congreso donde decidieran que van a constituir el Movimiento Ambiental de la Región de los Ríos, y decidir tener concejales, consejeros e incluso postular y votar si es que tenemos la elección directa del de intendente regional. ¿La discusión actual en el Parlamento y nuestra cultura política no dan aún para procesar eso? Yo creo que no, pero vamos avanzando y en eso soy bastante optimista. Es preciso recordar que pasamos por una dictadura militar que aniquiló a los partidos políticos y generó una transformación político-cultural en este país. Esto debe ser recalcado, porque mucha gente todavía piensa que no es así: Chile cambió culturalmente. La cultura tiene que ver con la economía, lo social, lo político, lo ambiental, lo territorial. La dictadura hizo una transformación institucional y también en nuestras cabezas. La dictadura en Argentina se dedicó a matar gente, tienen muchos más desaparecidos que nosotros, pero no hicieron lo que la dictadura chilena. Esta se instaló a sangre y fuego. ¿Cuál es una de las canciones más famosas que canta el movimiento estudiantil? “Shock”, de Anita Tijoux. Los jóvenes de ahora se dan cuenta perfectamente de lo que les pasó a sus padres y abuelos. Afortunadamente tenemos una generación actual que nació con el proceso democrático, que se alimentó de él, con todos los cuestionamientos que tienen de ese proceso, pero no se alimentó de la cultura del miedo, por eso es capaz de mirar atrás y cuestionarlo. 35


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Yo creo que hay que concentrarse en cómo cambiamos esta cultura del miedo a la política, pero también como cambiamos la tradición clientelista que tiene nuestra cultura política. Voy a poner tres ejemplos que pueden provocar cambios: a. El voto programático. En la última elección municipal se hizo por primera vez en Chile el ejercicio desde la sociedad civil de instalar la idea del voto programático. Esta es una institución democrática que existe en varios países latinoamericanos, con experiencias importantes como la de Colombia. (En Perú también, y de hecho, la alcaldesa de Lima creo que todavía está en un proceso judicial porque la gente juntó las firmas para echarla). Los candidatos se presentan con un programa de gobierno, que además tiene un Plan de Cuentas, que en el fondo es un mecanismo de medición de lo que ese programa de gobierno significa y cómo se va cumpliendo en el tiempo. Pero tiene otra cosa: la revocatoria del mandato. Significa que si yo no estoy de acuerdo con lo que está haciendo el alcalde o la alcaldesa, yo junto una cantidad de firmas y le digo: usted no hizo bien la pega, nosotros vamos a elegir otro alcalde. Ese es un cambio trascendental en la cultura política. La alcaldesa de Lima y los regidores fueron sometidos a un referéndum revocatorio el 2013. Ella zafó, pero la mayoría de los regidores se tuvo que ir. ¿Estamos en condiciones de hacer eso? Yo creo que eso debemos instalar: mayor control ciudadano. Nosotros no estamos acostumbrados a hacerlo, tenemos todavía esta cultura de que yo doy el voto, el señor se va al Parlamento o al municipio y yo no tengo idea de lo que discute, ni de lo que vota. Porque además tampoco ellos nos van a informar y nosotros no los llamamos a terreno para hablar de su gestión. El voto programático es un instrumento que permitiría fomentar una cultura política de mayo control ciudadano. b. Planificación del territorio. Tenemos un montón de instrumentos de planificación, los municipios tienen dos instrumentos fundamentales: el 36


PLADECO (Plan de Desarrollo Comunal) y el Plan Regulador, (tienen otros, pero esos son los más importantes). En la región tenemos la Estrategia de Desarrollo Regional y el Plan de Ordenamiento Territorial, entre otros. Afortunadamente tenemos una buena Estrategia de Desarrollo, porque se construyó con la nueva región. Nosotros llegamos a discutir con todo el ánimo de un movimiento ciudadano que ya discutía sobre la sustentabilidad, y llegó mucha gente abogando porque se abriera una discusión particular sobre los diversos temas del territorio. Así, hasta ahora hemos discutido la política regional de turismo, de pesca, etc. El problema está en que la Estrategia de Desarrollo, así como el Plan de Ordenamiento Territorial, depende mucho de las autoridades elegidas o designadas para la región. Entonces, a mí me invitan para discutir el Plan de Ordenamiento Territorial y seguramente algunos de ustedes también han sido invitados y nos ponen los mapas y vamos diciendo: acá las plantaciones forestales, acá el turismo, acá la pesca, acá el desarrollo agropecuario y hacemos un mapa muy bonito, pero la pregunta es: ¿este mapa sirve de algo? En realidad, va a depender de la voluntad de las autoridades políticas. La planificación territorial, entonces, debiera ser vinculante: a mí me invitan a decir algo, pero lo que yo digo (y otros) tiene vinculación con lo que se va a hacer después en la política pública. c. Los Consejos de la Sociedad Civil (COSOC). Nos pasamos como ocho años en el Parlamento para la discusión de la nueva política de participación pública, y se instaló este instrumento que se llaman Consejos de la Sociedad Civil, que tienen todos los municipios. El primer estudio de los trescientos y tantos municipios del país dio cuenta de que, en realidad, los niveles de información desde los municipios a la ciudadanía para la formación del COSOC fueron pobrísimos. Porque se crea un instrumento nuevo pero al municipio no le pasamos ni un peso más para que haga la pega de informar, de capacitar, de orientar, para construir con estos instrumentos nuevos. Hacemos una ley y decimos vamos a formar un COSOC, acá en Valdivia con veinte personas. Pero no les ponemos oficina, no les ponemos plata ni instrumentos técnicos y el alcalde dice: yo tengo un COSOC que puede velar porque el PLADECO sea 37


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bien implementado. Claro, el COSOC tiene quince días para revisar un inmenso documento, sin ningún apoyo técnico, y ¿qué hacen? Poco pueden hacer. Este es un ejemplo de lo que debemos cambiar, de una cultura clientelista a una cultura de control social. El COSOC es un instrumento que debe tener sus propias herramientas para hacer una buena labor. Ahora quisiera discutir sobre nuestra cultura centralista. Nosotros crecimos pensando que así funciona el país, con un Presidente en Santiago, intendentes designados, gobernadores designados y antes designaban a los alcaldes. De joven nunca me lo cuestioné, porque nosotros funcionábamos así. Somos una sociedad centralista y autoritaria y es algo que nos ha costado cambiar. Por eso, yo siento que la discusión sobre la descentralización del país es fundamental para generar nuevas reglas o escenarios que nos permita ver la política de otra manera. Descentralizar es un tema clave. La Comisión (de Estado en descentralización) ya decidió avanzar y le dice a la Presidenta que si se cambia la Constitución el país se debe reconocer como descentralizado. ¿Qué significa esto? Avanzar en competencias políticas: elección directa de intendentes (ya tenemos elección de CORES), tenemos que mejorar ahora las habilidades al interior de la región para hacernos cargo de otros temas, como mayores competencias administrativas y fiscales. El Fondo de Desarrollo Regional (FNDR), solo contempla el 10 %, que es lo que decidimos aquí, de todo el presupuesto que se mueve en la Región de los Ríos. El 90 % se decide a nivel central. Eso se quiere cambiar de aquí al año 2020, donde el FNDR debiera ser cerca del 35 %. Esa es la propuesta ahora. ¿Por qué? Porque si yo te paso cien millones, tú me dices yo soy capaz de gastar cien millones, pero si te paso quinientos millones, te queda un desastre. Necesitamos generar competencias y habilidades para mejorar nuestra administración regional. Le hemos dicho al intendente que además necesitamos hacer un plan de educación al interior de la región para que esas habilidades se cultiven aquí, que nuestros hijos y nietos tengan esas competencias políticas y culturales con el fin de que se hagan cargo de la administración del Estado en treinta años más.

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Otra innovación en política que deberíamos implementar son los gobiernos comunales. Nosotros tenemos municipalidades, pero los países con mejores estándar de calidad de vida tienen gobiernos comunales, donde la decisión fundamental está ahí, en el espacio más pequeño. Hay países que tienen una cantidad impresionante de comunas (Francia, Suiza) y el asunto funciona mucho mejor. Necesitamos un cambio que transforme a los municipios en gobiernos comunales. Entonces no es un problema que se hagan cargo del tema de la salud y la educación, sino que en una nueva lógica del Estado descentralizado se le otorga poder a ese señor o señora para que haga la administración de un territorio más pequeño con facultades administrativas, fiscales y financieras que le permitan hacer ese trabajo. Por último, revisemos la situación de los pueblos indígenas con la discusión del Convenio 169 en Chile. Sin duda, es uno de los cambios paradigmáticos más importantes que ha habido en el último tiempo. Para la gente que no está involucrada en el tema de los pueblos indígenas, no es tan fácil entender que se coexiste o convive con una persona que piensa distinto, que tiene una cosmovisión, que tiene una idea distinta respecto de los recursos naturales, de la economía, etcétera. Lamentablemente a nosotros no nos educaron así, a convivir con personas que se identifican como un pueblo distinto. Personas que vivían antes en este territorio, antes de la Colonia y la Constitución del Estado de Chile. Ahora están floreciendo y diciendo que quieren recuperar sus derechos. La lucha que han dado los pueblos indígenas en América Latina, y en particular en Chile, ha permitido incorporar instrumentos internacionales, como el Convenio 169. Más por presión internacional que por voluntad política local. El escándalo internacional que ha significado la vulneración de los derechos de los pueblos indígenas en Chile, principalmente hacia los mapuches, ha movido el sistema internacional generando presión hacia Chile. La (ex Presidenta) Bachelet lo pasó bastante mal cada vez que se paseaba afuera de Chile porque tenía protestas en todos lados, y le decían: usted tiene que hacer un cambio en su país porque está cometiendo aberraciones con los pueblos indígenas. Se incorporó al Convenio 169, y este ha generado una discusión interesante en el derecho interno. Más que una discusión en la calle, es la evolución por su aplicación 39


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en los tribunales chilenos. ¿Cómo este Convenio, que los indígenas usan para defenderse de proyectos que impactan sus territorios, se vuelve una oportunidad? ¿Cómo se traduce eso en nueva política pública? Este es el desafío que tenemos ahora. Llevándolo a la práctica en dos temas:

1. Participación política de los pueblos indígenas. Tenemos varias experiencias latinoamericanas de cómo los países cercanos a nosotros, como Colombia, Perú, Venezuela, Bolivia o Ecuador han resuelto la participación política de los pueblos indígenas. No es un tema fácil y las fórmulas son distintas, esto significa entregar cuotas específicas dentro del Parlamento, que es lo que han hecho la mayoría de los países. O sea, una cantidad de cupos parlamentarios de senadores y diputados que son solamente para pueblos indígenas. Se pueden determinar distritos especiales u otra fórmula territorial. Pero tenemos un problema previo a discutir una fórmula, reconocer que los pueblos indígenas existen, que tienen derechos políticos y tenemos que institucionalizar su representación. Nosotros todavía estamos en ese debate y hay gente que se resiste a eso. En Colombia, recién con el cambio constitucional (1991) se reconocieron los derechos de los pueblos indígenas que viven al interior de Colombia. Antes de eso eran considerados “incapaces” y sin derechos.

2. La autonomía. Este tema es relevante, porque algunos encuentran bien darles cupos parlamentarios a los pueblos indígenas, pero en el tema de la autonomía muchos se van de espaldas. Significa que reconoces derechos políticos y económicos en un territorio a un determinado pueblo. ¿Es posible hacer eso en Chile? Algunos dicen que en Rapa Nui, pero allí no ha pasado nada. Rapa Nui tienen un estatus especial, pero no porque el Estado de Chile reconozca a los Rapa Nui, lo que reconoce es que tenemos un territorio a más de cuatro mil kilómetros de la costa chilena y por eso le da un estatus especial. Entonces estamos bastante lejos de reconocer el tema de las autonomías territoriales. Tenemos que resolver 40


este tema, porque la autonomía de los pueblos en Chile va a ocurrir nos guste o no. Es parte de la evolución de la democracia. Los países que han resuelto esos temas tienen mejores niveles de desarrollo que nosotros, con todas las complejidades que eso significa, pero tenemos que avanzar hacia allá. Sin duda, es el momento de hacer un cambio en este país, estamos en la hora: los movimientos sociales han instalado una ola gigantesca de presión hacia la institucionalidad pública para lidiar contra la desigualdad, pero también para cambiar la cultura política por completo. Movimientos por la igualdad de derechos, ambientales, por los pueblos indígenas, de las mujeres, salud, educación, etcétera. Por eso yo creo que, sin desmerecer el trabajo que hacen los militantes de los partidos políticos, la ola que tenemos ahora viene desde la calle y de una ciudadanía molesta y desencantada de una práctica política que no entusiasma, que se acomodó, sin sueños. Justamente ahora estamos con la posibilidad de hacer un cambio-país y sentar las bases para tener un nuevo proceso democrático.

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El movimiento estudiantil y el nuevo ciclo político-social Ángel Delgado Presidente de la Federación de Estudiantes de la Universidad Austral Militante del Frente de Estudiantes Libertarios En esta presentación voy a hacer una lectura histórica y política de las características fundacionales del marco institucional chileno, para poder entender hoy día cuáles son las condiciones y relaciones de conflictividad entre la ciudadanía, los movimientos sociales, los partidos políticos y el Estado. La expresión y tendencia de las luchas y manifestaciones de los movimientos sociales por demandas y reivindicaciones altamente legitimadas, en este caso, por la educación, el sistema de previsión social, la salud, los derechos indígenas, los derechos de la mujer, derechos de las minorías sexuales, no pueden ser resueltas en el poder (que se puede comprender como la configuración de la clase política, el empresariado nacional e internacional) ya que si se resolviera en éste, ocasionaría un desequilibrio estratégico en el modelo económico y político-institucional. Esto se debe a que, hoy en Chile, tenemos un modelo neoliberal que fue instaurado en dictadura, con civiles ideando cuál iba a ser la modernización del capital en un momento de persecución, opresión, desaparición y muerte de militantes y organizaciones sociales que habían intentado a llevar adelante un proyecto histórico en el período de la Unidad Popular. Entendemos, entonces, que este modelo está centrado en tipos de articulaciones y redes de inversiones de carácter transnacional globalizado, extremadamente estable en cuanto mantengan sus equilibrios fundamentales, como la libertad de capital, la disminución del gasto público y la disminución del Estado. Hoy el Estado chileno está marginado, es un Estado subsidiario que entrega lo mínimo. Si podemos compararlo, no es 43


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un Estado socialdemócrata europeo que entrega ciertos elementos y ciertas garantías en materia de salud, educación y pensiones, sino que es un Estado que entrega elementos que, si bien permiten no reproducir la pobreza, no se hace cargo de la desigualdad, que pareciera normal, pero que es propio del modelo económico. Sostengo que ninguno de estos planteamientos se resuelve sin ocasionar modificaciones estratégicas del modelo: cuando planteamos la mejora sustantiva de la salud, la educación pública, la previsión, los impuestos, el reajuste real de los salarios, la mejora de la calidad del trabajo, las libertades sindicales nos damos cuenta de que todas estas mejoras se relacionan directamente con mayor presencia del Estado, y precisamente lo que busca el modelo neoliberal es reducir el Estado. Esto también se debe a que habría más aumento público, limitación a la inversión, déficit fiscal, cuestionamiento al superávit estructural, bajarían las clasificaciones riesgo-país, subirían los créditos y bajaría la inversión, y eso haría crisis en el modelo. Esto podría retratarse, como lo indicaba Alberto Mayol hace un tiempo atrás, con la idea de “derrumbe del modelo” (quizás no tan apocalíptico, pero introduciendo algunos matices ahí). La imposibilidad de reformar la estructura económica se reproduce hacia la estructura social y política. Eso es muy importante, ya que esta resistencia al cambio que presenta el modelo refuerza y polariza la idea de inestabilidad, de la dominación por abajo y la estabilidad de la dominación por arriba. Las demandas populares y su choque con la institucionalidad y la tendencia a la ilegitimidad creciente de la institucionalidad política neoliberal es importante, porque en Chile tenemos una serie de movilizaciones sociales desde 2006 a la actualidad con movimientos estudiantiles, medioambientales, de trabajadores subcontratados, que han levantado constantemente demandas por mejorías sociales, mejores condiciones materiales, pero que se han encontrado constantemente con un murallón institucional incapaz de dar respuestas. Parte de las intervenciones anteriores han dado respuesta al por qué de este fenómeno, pero prefiero profundizar y agregar unos matices. Lo que tenemos es una rigidez estructural del modelo en contradicción permanente con la lucha de masas por sus reivindicaciones económicas y sociales y por democracia política radicalizada (no una restringida y de baja intensidad como la que tenemos hoy en Chile). Esta rigidez produce una creciente tendencia a la ilegitimidad, a la poca representatividad y al malestar 44


social como hoy se expresa. No es casualidad que el 2011 se hayan desarrollado movilizaciones que, en términos cuantitativos, sólo son comparables con las movilizaciones para derrocar la dictadura de Pinochet. Estamos hablando de altos niveles de conflictividad. Asimismo, se había terminado el cuestionamiento a ciertos elementos superficiales y se pasó a una crítica a la estructura, a un cuestionamiento del modelo (sea el modelo de producción, de acumulación), un cuestionamiento de la Constitución Política, de los sistemas y servicios que tiene el país, las AFP y el sistema de salud. En ese sentido, hay que colocar esta tensión entre neoliberalismo y democracia, sobre la base de la no-reforma del modelo, precisamente porque tenemos una estructura rígida y la creciente ilegitimidad de la institucionalidad política del neoliberalismo nos permite concluir la imposibilidad de resolver dicha tensión en las condiciones de la democracia formal. Obviamente esto no es casual y, como señalaba José Araya, la arquitectura diseñada por civiles en dictadura, como Guzmán y otros ideólogos, estaba pensada para desarrollar una estructura tal que, cuando entregaran el poder, sería a través de la transición pactada y la democracia formal, elementos necesarios para poder mantener y continuar el modelo económico tal cual. Yo creo que Jaime Guzmán fue un ideólogo y un intelectual muy sensato para hacerlo, porque disfrazó esta democracia formal por una democracia de baja intensidad que lo que busca hacer es impedir los desafíos revolucionarios o transformadores, o los gobiernos populistas o que busquen cambiar de raíz la estructura, no vuelvan a nacer. Eso es lo que tenemos como democracia, con un sistema binominal, con una Constitución Política que tiene una estructura política que imposibilita a los partidos políticos tomar decisiones que vayan en consonancia con la ciudadanía. Tenemos, además, un Tribunal Constitucional que tiene una capacidad de controlar preventivamente un ley cuando no le parece, que es una característica política e ideológica de lo que diseñaron estos civiles en dictadura, para evitar cualquier intento de modificación. La Constitución chilena, como dicen algunos constitucionalistas, como Fernando Atria, más que por su pecado de origen, está marcada por un abuso de la forma constitucional, y ese abuso se traduce en que hay un conjunto de normas que no habilitan al pueblo a tomar decisiones, que imposibilitan a la institucionalidad para canalizar el malestar social y generan la neutralización del pueblo.

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Nosotros vemos que el sentido político de la institucionalidad en Chile es no resolver los problemas que manifiesta la sociedad civil. Así tenemos, por ejemplo, los quórum supra mayoritarios, que generan la necesidad de hacer contactos políticos con la derecha, porque los quórum no permiten tomar decisiones desde, por ejemplo, la Concertación. Guzmán mencionaba, en el momento que estaba ideando esto que si llegaba a gobernar algún enemigo político este se vería obligado a seguir una conducta, una acción no tan alejada de lo deseado por la derecha, pues la cancha y los márgenes son lo suficientemente acotados para impedir hacer algo contrario a la estructura original. En esta misma línea, Sofía Correa en su libro “Con las riendas en el poder”, que analiza a la derecha política, señala que la nueva derecha post dictadura consideraba como éxito propio la estabilidad política y el crecimiento económico de los últimos veinte años de la Concertación. Con razón, porque siendo administrado por sus enemigos de otrora, por los mismos que estaban haciendo la revolución décadas atrás, el orden neoliberal y la institucionalización de la democracia instrumental lograron la legitimidad que su origen les negaba, y ese es el aspecto que faltaba en la dictadura militar. Evidentemente, algo que se desarrolla en dictadura carece de legitimidad por un pecado de origen, por cómo fue constituido, y a eso la Concertación, dentro de su administración, le otorgó continuidad y modificaciones (tampoco hay que ser tan tajante y decir que hubo una continuidad del cien por ciento: hubo modificaciones, pero no estructurales). Nos encontramos con que actualmente la derecha chilena ha logrado convocar a amplios sectores sociales tras un proyecto que es funcional a sus intereses y visión del mundo, ha penetrado exitosamente el aparato estatal y ha logrado ser hegemónico culturalmente, al menos respecto a los principios del orden económico, social y político. Su mayor éxito es que ya no importa quién gobierne en el país, pues habiendo dejado todo “atado y bien atado”, los revolucionarios de ayer han terminado administrando el modelo que la derecha les legó, su propia creación. No hay que ser muy analítico para entender que el crecimiento macroeconómico se ha exportado, que el llamado “modelo chileno” se encuentra en la vitrina para su copia, tanto como modelo en general o sólo aspectos de él. Pensemos que hoy se están implementando ciertas similitudes en el modelo educativo peruano de lo que está inserto acá, como si fuera un gran éxito a nivel mundial. Nosotros entendemos que no es así, sino que es una anomalía y una cuestión totalmente tergiversada, y que el modelo sólo ha podido ser implementado subvirtiendo el sentido que debiera tener una Constitución Política, que es canalizar y dar forma a la participación del pueblo. 46


Hoy el sistema político-institucional está diseñado para la neutralización del pueblo. Por eso hoy existe la demanda por una nueva Constitución. No porque la Constitución que tenemos haya sido redactada en dictadura, sino porque entendemos que la estructura que tiene imposibilita resolver los conflictos sociales. También entendemos esto a partir de ciertos ejemplos y procesos históricos que hemos vivido, particularmente los estudiantes. Voy a dar un ejemplo de neutralización en la historia reciente del país y que ocurrió en el primer gobierno de la Presidenta Bachelet. Todos recordamos, desde diversas perspectivas, la movilización o revolución de los pingüinos, cuya demanda modificó la agenda política de la Concertación, pero no del modelo político. La iconografía de aquel 2007, expresión de esta neutralización, refleja en aquellas manos en alto y entrelazadas la política de consensos de las diversas fuerzas políticas de nuestro país, resultado de una “democracia sólida” y que podía generar amplios acuerdos. La Presidenta en aquel entonces dijo: “Recuerdo con mucho orgullo lo que las fuerzas políticas de nuestro país son capaces de hacer cuando ponen por delante el interés nacional”. Creo que está más que claro que, a partir del 2007, aquello fue visto, por una parte, como una traición, como la neutralización del movimiento social, y también como la posibilidad de avanzar en las críticas que teníamos en ese momento. Allí se recuerda la Tarjeta Nacional Estudiantil, demandas que no son estructurales, pero pasamos al 2011 y pronto se avanzó hacia la demanda de gratuidad, de fin al lucro, elementos que no estaban en la palestra desde hace cuarenta años. Entonces, quizás por una parte fue positivo lo que ocurrió ahí, porque resolvió el conflicto pero por arriba, el malestar social se mantuvo, las condiciones materiales negativas para la sociedad se mantuvieron, la segregación en el sistema educativo se mantuvo, el enriquecimiento y la actitud empresarial de las instituciones educativas persistió. Ahí tenemos como conclusión que, cuando uno no resuelve los conflictos de manera sana, en una democracia formal que tenga todos los elementos que posibiliten la participación de la ciudadanía, lo que uno genera es una bomba de tiempo, que si no se atiende en cualquier momento va a estallar, y eso fue lo que ocurrió el 2011 (y posiblemente puede suceder en un tiempo más si es que hoy no se toman las demandas de manera concreta, responsable y con perspectiva de cambio). En 2011 hubo algo particular que tiene que ver con el gobierno de Sebastián Piñera, que fue disputar abiertamente con un defensor del sistema. Cuando nosotros planteábamos “derecho social”, 47


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él planteaba “bien de consumo”: había una tensión abierta entre defensores y detractores, lo que no pasaba con la Concertación, pues jamás se dijo que se estaba de acuerdo con la educación con fines de lucro. Fernando Atria plantea que hay una diferencia con el gobierno de Piñera, pues al atacar el modelo teniendo defensores declarados del mismo, sucede algo que era obvio, que el conflicto pasó a ser un cuestionamiento a los pilares estructurales del neoliberalismo y eso fue lo clave para poder entender después el resultado de las elecciones del año pasado, en que todos los candidatos toman las demandas del mundo social y que tiene que ver con la posibilidad de matizar una hegemonía neoliberal, que había tenido continuidad durante los últimos cuarenta años. Ahora bien, lo que nosotros vemos y que lo mencionaba el senador De Urresti hace un rato, es que tenemos unas condiciones institucionales que imposibilitan, con cerrojos y meta-cerrojos (tenemos las leyes orgánicas constitucionales, un sistema binominal, el control preventivo del Tribunal Constitucional y los altos quórum de reforma a la Constitución), el desarrollo de una democracia sana y que, finalmente, mantienen la estabilidad política, la gobernabilidad, a pesar de lo que sucede a través de las movilizaciones sociales. Estos mecanismos han funcionado como poder de veto para proteger el statu quo heredado. Lo que tenemos es que hay una administración del modelo, con una continuidad y ciertas modificaciones (las que hay que reconocer, pues no es el mismo modelo que se entregó después del plebiscito que trajo el retorno a la democracia). Aquí voy a hacer un pequeño marco que tiene que ver con la caracterización de la coyuntura del 2006 y el 2013 que es cuando se pueden reconocer estas movilizaciones sociales más álgidas (se pueden recordar las movilizaciones de los subcontratados forestales, que también marcaron un precedente, los pescadores, los estudiantes, HydroAysén en 2011). Este marco es importante porque creemos, como organización (y también la Concertación lo ha mencionado), que desde el 2005-2006 nosotros asistimos a la apertura de un nuevo ciclo político-social y esto está marcado por el ascenso de la movilización social como una forma de expresión del malestar social cuando la institucionalidad no ha resuelto los problemas. Acá lo que tenemos es que, por ciertos ejes que se han instalado en los movimientos sociales, ejes que buscan socavar aspectos neurálgicos del modelo como la educación gratuita o fin al lucro, se produjo un reacomodo de las fuerzas políticas tanto en el bloque de dominación como en el campo popular y un lento proceso de 48


re-politización de lo social que activa procesos de conflictividad en sectores estratégicos de la economía, lo que va de la mano de demandas de cambios estructurales del sistema político, económico y social. Este nuevo ciclo vino a cuestionar la “paz neoliberal” que había durado tanto tiempo. Recordemos que habíamos sido el “jaguar de Latinoamérica” con grandes crecimientos macroeconómicos, con una economía que crecía al 6 %, pero en lo concreto no veíamos que ese crecimiento se reflejara en las condiciones materiales de vida de la mayoría de la población. Era un crecimiento que se daba en sectores privilegiados y en el empresariado transnacional, como Luksic, Matte, Angelini, entre otros. A partir del 2011 se genera un cuestionamiento dentro de los pilares del modelo, hay una subjetividad de cuestionamiento al modelo en conjunto, hay un movimiento hacia la izquierda, lo que quizás se expresa en la estadística de cuáles son las tendencias políticas que uno adhiere, donde la izquierda ha sido mayoritaria a partir del 2013, porque se ve que hay un modelo económico perverso, una institucionalidad que no resuelve los problemas, hay malestar social y no se ven cambios. Entonces hay un cambio en la subjetividad, y ese cambio es lo que viene a reforzar las demandas que se han levantado, como asamblea constituyente, reforma tributaria, nuevo código laboral y que, a partir de este reacomodo de fuerzas que mencionaba, permiten plantear que existe hoy la posibilidad y la voluntad de hacer modificaciones, de remediar la administración pasada. Esto se puede ver en las elecciones presidenciales del año pasado, donde los candidatos tomaron estos elementos, buscando darle un nuevo aire al sistema, lo que se nota particularmente en la formación de la Nueva Mayoría, que incorporó al Partido Comunista, al Movimiento Amplio Social y a la Izquierda Ciudadana entre otras organizaciones. Y es que ha habido voces de autocrítica y de avanzar hacia un Chile más justo, que ponga por delante los derechos sociales y termine con los nichos, los abusos y la depredación del empresariado. Hay sectores que fueron más críticos y que mencionaban que eso era inviable y que la Nueva Mayoría es la Concertación; hay otros que son más positivos y que plantean que no. Lo cierto es que hoy día, a partir de un programa político, que puede tener vacíos y ambigüedades, que podemos estar en desacuerdo con algunos elementos o con la totalidad, hemos visto que hay una pregunta que subsiste: ¿cuál es el sentido de esa coalición, de esta nueva 49


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concertación de partidos? ¿Vienen a hacer un ajuste al modelo? ¿Vienen a eliminar sensibilidades que producen el malestar social? ¿Vienen a hacer una regulación? ¿O efectivamente vienen a asociar lo político y lo social, haciendo transformaciones estructurales? Porque cuando uno plantea cambios de fondo no significa el todo o nada, como se ha querido acusar a los estudiantes, por ejemplo, cuando el ministro los acusa de infantilismo revolucionario, sino que significa hacer cambios profundos orientados a modificar el modelo, a cuestionar cómo estamos creciendo, produciendo y orientándonos como país, con una perspectiva de largo plazo, ya que ningún proceso se va a llevar a cabo en cuatro años de gobierno. Al menos el proceso de reforma educativa se debe tomar muchos años. Hacerlo a la rápida, por ejemplo con los cien días que se puso el gobierno, creo que es un error grotesco, porque no da tiempo de discutir y asumir las posiciones de los actores educativos. De ahí el rechazo unánime de los actores educativos. Yo creo que para la Nueva Mayoría es conflictivo que el Colegio de Profesores haya rechazado todo, precisamente por la posición que habían tenido anterior a la Asamblea del 6 de junio, por ejemplo. Esos son los cuestionamientos y me habría gustado que se hubiera quedado el senador, precisamente para preguntarle por el rol que tiene el Partido Socialista, y quizás también el Partido Comunista, en este gobierno. ¿Cuál va a hacer el rol y el proyecto que van a asumir? ¿Un proyecto de transformación y que va a remediar lo que hicieron durante estos veinte años (haya sido a conciencia o no, dejemos el derecho a la duda)? Yo pregunto lo que viene hacia adelante, si será una modificación estructural o si se tratará de un simple ajuste al modelo que va a generar que el conflicto social vuelva explotar en cuatro o cinco años más. Lo digo porque los proyectos que se están enviando al Congreso no vienen a solucionar el problema. Nosotros, al menos, consideramos que los proyectos no se están pronunciando sobre el gran problema de la educación, que es la educación pública. Ésta debiera ser entendida como una verdadera alternativa para las familias, como una educación de buena calidad, no la “mala educación”, como lo mencionaba un intelectual en un texto. No puede ser la educación púbica la mala educación y la educación para los pobres, ni la educación a la que van los que no pueden autoexcluirse con el copago, no puede ser ésta la educación que tengamos. Finalmente, hoy se abre una posibilidad histórica, la apertura de este nuevo ciclo político-social. Ciclo que no puede realizarse pasando por encima de los movimientos sociales. Eso 50


sería desconocer la realidad: no se puede avanzar realizando ajustes que no vienen a cambiar nada. Hoy el gatopardismo está primando en el gobierno (a pesar de que hay sectores que son progresistas y uno lo reconoce, pues hay tensiones internas en la Nueva Mayoría). Así, vemos la posibilidad de que este gobierno intente desestimar lo que hemos realizado nosotros desde la calle, tomando nuestras demandas y cooptándolas, realizando una nueva reforma como lo fue el 2006-2007. Nosotros creemos, de manera clara y honesta, desde una posición política crítica, a la izquierda de la Nueva Mayoría, que hacer eso sería un error grotesco, ya que hoy está la posibilidad de hacer modificaciones. Es cosa de ver la capacidad en el Parlamento. Hoy los quórum están para realizar modificaciones, como terminar con las AFP, poner fin al MultiRUT, poner fin a tantos vacíos y ambigüedades que debilitan la organización sindical, y vemos que en la educación es lo mismo.

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Una nueva ciudadanía para una nueva región Egon Montecinos Intendente de la Región de los Ríos Esta es una dimensión un tanto rara para mí: tratar de hablar más bien desde la práctica política que desde la academia. Hasta el año pasado hablaba desde mis investigaciones, desde mis publicaciones con mucha libertad, sin cargar con una responsabilidad política como la que cargo hoy día. Dicho esto, quiero enfocar estos minutos en dos cosas: la participación y la formación ciudadana. La Región de los Ríos tiene una serie de particularidades que permiten que hagamos ciertas cosas en materia de participación ciudadana. ¿Cuáles son esas particularidades? Se lo decía en tono de broma al Senador en la mañana: acá la plaza se llama Plaza de la República y no Plaza de Armas. Eso ya es un símbolo de que acá importa mucho más la res publica, los temas de interés público. De hecho, la colonización alemana tuvo como particularidad que los alemanes que llegaron acá estaban más interesados en la cosa pública que aquellos que se radicaron, por ejemplo, en Osorno. Allá llegó un alemán más conservador, preocupado por la familia y el emprendimiento, ahí estaba su foco. Por tanto, la plaza pública se la dejó al mundo “no alemán”. En cambio, acá importa mucho más el interés público, que uno se plantee frene a fenómenos y presente una postura sobre la participación. Sumado a eso que hay una serie de acontecimientos que han detonado que hayan movimientos sociales acá. De hecho, la misma creación de la región fue producto de la movilización y participación ciudadana. Eso se ve reflejado en una encuesta en que a mí me tocó colaborar, realizada por mi ex Universidad, que se llama Barómetro Regional, donde miden la sensación térmica de la ciudadanía respecto de los temas públicos y comparan tres regiones: Biobío, Los Lagos y Los Ríos. Acá es notablemente superior el interés que la ciudadanía le da a los temas públicos. Por ejemplo, la valoración de la democracia acá es de un 85 %, es decir, de cien personas ochenta y cinco dicen que 53


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la democracia es la mejor forma de resolver conflictos. La media nacional en Chile en la encuesta Latinobarómetro creo que está en 45-50 %, es decir, hay treinta puntos superiores acá. En cambio, en Los Lagos la valoración de la democracia está entre el 63 y 65 %, lo mismo en Biobío. Aquí sí importan los temas públicos, importa que a la ciudadanía se le convoque, se le generen espacios, porque los va a tomar: lo más probable es que si aquí se abre una espacio de participación, la ciudadanía lo tome. Dicho esto: ¿qué desafíos imprime este contexto para un gobierno regional? En mi opinión, el desafío está en dos caminos: el primero es que desde el gobierno regional se impulse una institucionalidad que promueva o aproveche este germen de capital cívico superior a otros lados. Hay una responsabilidad que recae efectivamente sobre el intendente, los SEREMIS, el gobierno regional, etcétera. El otro camino es que, de alguna forma, este germen de capital cívico, la educación cívica y el interés por los temas públicos desde la ciudadanía encuentre un cauce institucional. Siempre he tenido, antes como investigador y ahora todavía más como intendente, la convicción de que la participación ciudadana debe tener un cauce institucional, para que ella se traduzca en modificación de políticas públicas. De lo contrario, la participación queda en un interregno en donde las manifestaciones y demandas se encuentran en un espacio potencialmente de todos y materialmente de nadie. Para que eso no suceda tiene que haber una canalización, desde mi concepto, y, por otro lado, desde el gobierno regional tiene que haber una apertura. Como no hay una institucionalidad en Chile que garantice dicha apertura de una manera vinculante, hay que hacer un esfuerzo para pasar de la voluntad política a la acción política y eso es lo que hicimos acá en la Región de los Ríos. Estamos emulando el presupuesto participativo del Perú, que a nivel regional tiene una experiencia que, en mi concepto, es maravillosa, y sigo sosteniendo que si Perú se llamara Finlandia o Estados Unidos, nosotros ahora estaríamos imitando totalmente a Perú, pero como es Perú no lo imitamos, porque nuestra cultura política es altamente elitista, discriminatoria. Nosotros acá buscamos imitar el modelo de presupuesto participativo de Perú. ¿Qué es lo que se hace? Cada año en el mes de enero se convoca a los representantes de la sociedad civil, económicos, privados, sociales o institucionales a inscribirse en un Registro de Agentes Participantes, quienes se constituyen en ese momento como 54


actores políticos que van a influir en el presupuesto de la región. El proceso parte registrando a los interesados: comunidades indígenas, pueblo mapuche (más bien, werkén, lonko), dirigentes sociales, alcaldes, jóvenes, etc., se inscriben y se habilitan de inmediato para poder incidir en una parte del presupuesto regional. Lo que hacen es priorizar sus proyectos o sus ideas, acompañados del gobierno regional, para que estas ideas que no están levantadas se transformen en proyectos concretos y esa priorización la comunidad la comunica al consejo regional. En Perú tiene otro nombre, pero es un proceso análogo, que respeta esa priorización, porque allá tienen una ley de presupuesto participativo pero no garantiza que lo que prioriza la comunidad sea lo que finalmente el consejo apruebe. Es decir, la ley dice “deberán priorizar los recursos”, pero no garantiza que esa priorización sea la que se ejecute, eso queda en manos del ejecutivo regional, entonces hay un acuerdo político implícito en que la priorización es la que se respeta. Bueno, eso vamos a hacer acá con el FRIL. Acá hay un consejero regional, Luis Cuvertino, que fue de los más entusiastas de esto, porque lo que voy a decir puede comprometer o herir a algún otro consejero regional, pero me costó sangre, sudor y lágrimas: que un 30 % del 100 % de los recursos FRIL (que este año van a ser cinco mil millones de pesos para la región) los priorice la comunidad. Es decir: que una cantidad equivalente a mil quinientos millones de pesos sea priorizada por los agentes participantes, y nosotros como consejo regional vamos a respetar esa priorización. Un profesor de Ciencia Política de Estados Unidos me decía: “Mira, la democracia participativa implica desprenderte de poder y esto es lo mismo que cuando te ganas la lotería y te piden que la repartas entre los vecinos”. Bajo nuestra legislación nadie está obligado a distribuir el poder, sólo la ciudadanía te puede exigir que distribuyas poder, pero acá nosotros lo que quisimos hacer fue que la comunidad priorice. ¿Cómo lo vamos a hacer? Como no estamos en marzo, porque el modelo de presupuestos participativos requiere todo un levantamiento de ideas, vamos a hacer un fast track. No hay tiempo para que la comunidad levante proyectos porque también hay que asumir el sentido de realidad, pero sí hay muchos proyectos que los municipios tienen, y le vamos a pedir a cada alcalde y alcaldesa que hagan que la comunidad priorice esos proyectos. Así, se va a financiar más o menos con ciento veinte millones de pesos por comuna, para que se financie por medio del COSOC o por la 55


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Unión Comunal de Juntas de Vecinos, y esa decisión se tiene que tomar entre el gobierno regional y los alcaldes (o pueden hacerlo fusionados). Lo importante es que es la comunidad la que tiene que priorizar, y eso va a ser certificado por la Unidad de Participación Ciudadana y Presupuesto Participativo que creamos acá. Esa unidad es única en el país (como yo sé de este tema, la Unidad no me puede pasar goles, lo cual es maravilloso porque, en general, uno como técnico tiende a pasarle goles a la autoridad). Entonces, lo vamos a hacer y lo vamos a hacer bien, porque hay que dar una señal. Además la Presidenta me pidió que esta sea una Región Modelo y seremos modelo en esto, porque no hay otro gobierno regional que por reglamento establezca que un 30 % del presupuesto FRIL sea priorizado por la comunidad (yo había propuesto el 50 % pero al menos es un avance). En definitiva, esto tiene que ir de la mano con nuevos ciudadanos. Hoy día ya hay ciudadanos que se han formado a golpes y han pedido distribución de poder. En este sentido, hay que destacar toda la labor que han hecho los dirigentes, a raíz de que se les ha mentido, no se les ha cumplido. Por lo general, el gobierno ha actuado de manera muy vertical, por lo que la gente sale a la calle y se obtienen proyectos gracias a la movilización. En cambio, lo que estamos haciendo nosotros de manera piloto es meternos, como institucionalidad pública, en el corazón de la formación de los nuevos ciudadanos. ¿Qué estamos haciendo? Estamos interviniendo el currículum de sexto básico de las escuelas municipales, donde ven un poco de Formación Ciudadana. No se puede modificar el currículum, pero como gobierno regional sí nos vamos a meter en su enseñanza. Para ello, estamos llevando a los muchachos que ven el módulo de Historia y Ciencias Sociales a que visiten a las autoridades políticas. Es decir, no son visitas guiadas a la Intendencia como se ha querido mostrar, sino que estamos llevando al estudiante a conversar efectivamente con la autoridad. Porque le dicen que existe en la región un intendente, así que la idea es que conozcan a ese intendente, y que le pregunten lo que quieran. Así, preguntan cosas como ¿por qué le gusta la política? ¿Por qué lo nombró la Presidenta?, etc. Entonces nos estamos metiendo en el corazón del currículum: ¿qué es un gobernador? ¿Qué es un intendente? ¿Qué es un consejero regional? ¿Qué es un SEREMI? Hagan el ejercicio con sus parientes, que les den dos características que tiene un SEREMI, o qué hace un SEREMI o cuál es la diferencia entre un gobernador y un intendente. Por ejemplo, ¿recuerdan cuando Orrego prohibió los 56


asados? En España titulaban “Alcalde de Santiago prohíbe asados”, porque intendente es el nombre que usan en otros lados para referirse a los alcaldes. El intendente, para los Borbones, significaba “burócrata leal”. Los Borbones necesitaban poner intendentes en los territorios que conquistaban para que los criollos o pueblos originarios no se levantaran en armas contra la monarquía. Hoy, los intendentes somos burócratas leales a la Presidenta, y yo soy muy orgulloso de ser un burócrata leal (a propósito, yo una vez dije, en una conferencia donde había intendentes, que ellos eran burócratas leales y se enojaron, pero ése es precisamente el significado de la palabra intendente). En definitiva, lo que estamos haciendo es tratar que los futuros ciudadanos sepan quiénes son sus autoridades, qué hacen. Entonces, para concluir esta exposición, debo señalar que nuestro objetivo, desde el gobierno regional, es formar ciudadanos regionales. Porque acá tenemos capital humano para ello, en ninguna otra región debe haber la semilla que hay acá, entonces eso hay que aprovecharlo y capitalizarlo.

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Ideas y propuestas para aumentar la participación social en la gestión de las cosas públicas en la Región de los Ríos Nilo Zúñiga Presidente de la Corporación de Desarrollo Catrico Cuando me invitaron se me pidió que diera algunas ideas y propuestas para aumentar la participación social de la gestión pública en la Región de los Ríos. Me invitaron por el trabajo práctico que he realizado empujando desde abajo el gran proyecto del Parque Urbano Catrico. Y acepté porque creo firmemente que con más participación las instituciones del Estado funcionan mucho mejor. De profesión soy economista y he hecho algunas investigaciones cómo las instituciones pueden funcionar mejor y voy a explicarlo. Desde el punto de vista económico, las instituciones burocráticas del Estado funcionan como monopolios para los pobres y estos no tienen más opciones que ir a ellas. Si una persona pobre se enferma, no tiene dinero para ir al médico privado y tiene que ir al consultorio que le tocó: eso funciona como monopolio, y por definición los monopolios tienden a hacer las cosas mal, porque cualquier monopolio en cualquier país del mundo funciona mal si no tiene una adecuada regulación. Lo peor es, lamentablemente, da lo mismo que ese monopolio, esas instituciones burocráticas, funcionen mal, porque no hay castigo ni premio por hacer las cosas mejor. Las instituciones burocráticas del Estado tienen una inercia que les permite seguir operando; están en el presupuesto de la nación con sus costos regulados. Por ejemplo, un hospital público como el que tenemos acá, que debe gastar novecientos millones al mes para funcionar, tiene su presupuesto asegurado. Entonces, el año anterior le dicen al médico que está de director: “tome, ese es su presupuesto”, y con ese presupuesto él puede operar todo el año y está asegurado, no hay mayor premio, incluso hay castigo si gastan más y, como tienen un presupuesto fijo, se van endeudando. Estas 59


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instituciones, lo hagan bien o mal, siguen funcionando. Si la escuela tiene un SIMCE malo por cinco o diez años sigue funcionando igual, no hay una mecánica o una motivación para ser mejor. Si bien existen las elecciones de gobierno cada cuatro años, estas se refieren a aspectos generales de la gestión del Estado y no a la gestión de cada una de estas instituciones. Quiero decir con esto que si nosotros, los ciudadanos, vemos que el Estado está funcionando mal, que la escuela está funcionando mal, que el hospital está funcionando mal, nosotros podemos cada cuatro años cambiar de presidencia, pero son elecciones de carácter general en la nación y no tienen que ver con cada una de estas instituciones locales. Ahí lo que, se supone, uno hace como votante es decir: “la escuela funciona mal, el consultorio funciona bien, pero el empleo funciona más o menos”, entonces si el gobierno tiene nota roja se supone que yo cambio mi voto en la otra elección, pero si tiene nota azul, voy a seguir apoyando a los que están. La idea fuerza que quiero plantear es que, para que las cosas funcionen mejor, es necesario tener mayor participación ciudadana, participación que yo llamo remasterizada y que se concreta en la instalación de directores sociales. Cuando hablo de una nueva y mejor participación, esta tiene que ser informada, vinculante, recurrente y con competencia en puntos estratégicos de la cuestión. Porque lo que sucede muchas veces es que los procesos de participación a los que estamos acostumbrados, son procesos donde se escucha pero no se hace caso. Entonces, como sistema nos pasa que participamos, vamos a las reuniones, pero al final las decisiones que se toman ahí no son vinculantes. Así, la autoridad realiza un proceso participativo, pero nunca más vuelve al lugar de los hechos a comparar su propuesta con lo que se hizo. Si esta participación tiene que ver con competencias en puntos estratégicos de la gestión, logra que la gestión de las instituciones burocráticas se encamine en sendas de progreso continuo. ¿Cuál es la propuesta para ello? Formar directores sociales que co-gestionen las instituciones monopólicas del Estado en una estrategia de participación de segundo orden y nuevamente, que sea informada, vinculante, recurrente y con competencias en puntos estratégicos. La idea es que, por ejemplo, cuando ponen un hospital en un lugar, no lo pongan porque el alcalde sea de tal o cual lugar, sino que lo pongan para atender una población. Es como si a cada persona de la población le dieran, de alguna forma, una acción en este hospital y, por lo tanto, siendo las personas dueñas del hospital después se hagan escuchar en su gestión. 60


Estas son algunas características que deberían tener estos directorios sociales: a) Deberían estar conformados por representantes de la comunidad y los colectivos sociales a los cuales les incumbe. Por ejemplo, si quiero instalar esto en el liceo de la esquina de mi casa, debería estar formado por los padres que tienen ahí a sus niños, por gente de la comunidad, por algunos gremios de pequeños y medianos empresarios que necesitaren alguna pertinencia en las cosas que enseñan en ese colegio. b) Debería hablar de cosas estratégicas, como la contratación y diseño de los líderes que van a hacerse cargo de esa institución, aprobando los planes de trabajo que tiene esa persona. Hoy día los directores de colegios postulan en un concurso público y este lo decide el DAE (Dirección de Administración Escolar) de cada comuna con algún tipo de injerencia del concejo municipal. La idea es que lo haga el directorio social, sobre la base de parámetros objetivos. c) El directorio, para que funcione bien, se tiene que capacitar recurrentemente y tiene que saber lo que vota, porque muchas veces la gestión de las instituciones públicas es compleja. Por lo tanto, la gente que vota tiene que estar capacitada, entender si un indicador es azul, verde o rojo, y qué significa aquello. d) Tienen que tener información transparente para el resto de la comunidad para evitar algunos desvíos en la toma de decisiones.

e) Tienen que ser elegidos democráticamente.

f) La idea es que tengan una dieta por la asistencia a las reuniones y a las capacitaciones. O sea, un directorio que toma decisiones tan importantes como elegir el director o aprobar su plan de trabajo, debería tener un incentivo pecuniario para que la persona se lo tome a pecho. g) Un control experto para fundamentar la toma de decisiones, la idea es que haya una Contraloría aparte y externa que vaya viendo cómo va funcionando esta organización y que diga la verdad. Lo que hay hoy en día es que, por ejemplo, el director del hospital hace una cuenta pública anual, en la cual dice que ha hecho todo bien. Es como ir a escuchar las cuentas públicas del alcalde de Valdivia, porque parece que todo está bien, y esto es así porque él mismo hace su cuenta. La idea es que haya una especie de Contraloría que diga la verdad sobre si cumplió o no con su programa, cómo están 61


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funcionando las finanzas, cómo está funcionando el hospital, ese tipo de cosas. ¿Cómo funciona esto? La verdad es que hay formulaciones matemáticas para esto pero yo lo pongo de esta forma porque es más simple de entender: esto funciona sobre la base de momentos. El primer momento es el de los postulantes al directorio social, donde exponen sus planes de trabajo y se presentan a una elección para que la gente vote por ellos para que sean representantes en este directorio. Luego, el directorio elegido llama a un concurso público de director y elige una terna donde cada cual explica sus planes de desarrollo. Entonces, el directorio elige al director que le convenza más y que pueda llevar a cabo los planes. Posteriormente, se hace un contrato con metas e indicadores, tras lo cual el director comienza su labor y desarrolla su plan. El directorio recibe capacitación en la temática educativa, para saber qué votan, y después el directorio presenta sus resultados. Entonces la gestión se hace sobre la base de los indicadores que están en el contrato. Finalmente, el directorio renueva o deroga el contrato al final del segundo período de gestión. Con esto, siempre va a existir un incentivo para que la persona que se elija como gerente o director, tenga un incentivo a hacer las cosas un poquito mejor.

¿Cuáles son las limitaciones?

En primer lugar, la centralización de la toma de decisiones, porque muchas veces el gerente va a querer hacer algo pero no va a depender de él, sino de mucho más arriba, entonces tendrá limitaciones para moverse. En segundo lugar, los procesos burocráticos que limitan el movimiento de recursos, porque muchas veces se demoran demasiado en hacer cosas tan pequeñas en el Estado, pero es un problema global, porque para hacer algo, el conjunto de cosas tiene que funcionar bien y si algo empieza a funcionar mal el resultado no va a ser el óptimo. Este modelo está pensado para una red de hospitales públicos y yo soy un convencido de que estas son las cosas que tenemos 62


que hacer. Me parece lamentable que cuestiones como éstas aún no se hayan intentado en Chile. Por ejemplo, cuando estaba el asunto estudiantil, yo era de la idea de que si todos los colegios en Chile son malos, entonces el Estado tiene que hacerse cargo de todos estos colegios. Eché de menos por parte de la autoridad una señal de que se quería tomar las riendas del asunto diciendo: “yo me la voy a jugar como SEREMI o intendente para armar un plan de mejora acá en mi territorio”. Asimismo, eché de menos también en el movimiento estudiantil que dijeran: “sentémonos y conversemos qué hacemos con nuestras escuelas y liceos”. En cambio, lo que ocurre es que todas estas discusiones se van a Santiago, para que alguna vez se discutan y definan y después alguna vez baje algo hacia acá. Eso es lo que yo siento que recurrentemente pasa con este modelo porque no están pensando desde abajo, que es precisamente donde está el movimiento y la constante fricción, y la presión que todos tienen para hacer las cosas bien.

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II ENCUENTRO DE LA REGIÓN DE VALPARAÍSO VALPARAÍSO, 6 DE AGOSTO DE 2014



Democracia y participación política: el desafío de la representación y la pluralidad Eduardo Muñoz Profesor de Administración Pública, Universidad de Valparaíso Introducción Hacer un marco teórico de la participación política requeriría mucho más que veinte minutos, así que espero que este sea un puntapié inicial para enmarcar una conversación. El tema de la participación ha sido reiterativo en nuestro debate político. Por estos días se habla mucho de los “nuevos movimientos sociales” o de las “nuevas demandas de participación”, u otras temáticas relacionadas, y se las mete en la misma juguera con la crisis de la modernidad, o con la crisis de la representación o con la crisis política. Lo anterior lleva a la idea de que si el sistema político recuperara -”por obra y gracia del espíritu santo”instantáneamente niveles de legitimidad mayores el fenómeno de la participación perdería protagonismo. Si bien concuerdo desde el punto de vista coyuntural con lo importante que es la participación para revertir indicadores de confianza y legitimidad de la representación política, quiero plantear aquí, que el tema, a mi juicio, es más profundo y complejo. Partiré diciendo que este problema nos acompaña permanentemente, incluso desde que se inicia la discusión de los dos o tres grandes pilares (dependiendo del teórico que lo analice) del fenómeno de la construcción del Estado moderno. Sin ir más lejos, ya con Rousseau lo que se coloca en discusión cuando conversamos respecto del gobierno que se quiere, y asimismo del Estado que se quiere, es el tema de la amplitud o tamaño de la comunidad política y de cómo esta se representa en las instituciones que nos damos para tomar las decisiones y que transforman los intereses individuales, en una suerte de mística de traslación, en una realidad colectiva (la voluntad general, el bien común, etc.), fenómeno que muchas veces 67


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pareciera que es mecánico. Es decir, siempre ha estado en el centro de la discusión el tema del tamaño y de los derechos de esa base de representación. Ahora bien, la pregunta es por qué este tema ha sido tan reiterado desde que comienza la discusión en torno al gobierno en un Estado moderno, ni qué decir en un Estado democrático. Es más, podríamos decir que la democracia, o siendo más precisos el “triunfo” de ciertos valores democráticos en la función gubernativa y legislativa, tienen que ver precisamente con el triunfo de aquellas clases que sostenían la necesidad de legitimar el sistema político sobre la base de la participación de la mayor cantidad de actores de la comunidad política. Insisto, estas discusiones han estado presentes permanentemente. En algún momento fue el tamaño de la comunidad política o quiénes la conformaban, qué derechos tenían, o sobre la base de qué convenciones se construía esa comunidad política. La constitución de la comunidad política Una de las primeras discusiones junto con el contractualismo fue la discusión respecto de lo que constituye a la comunidad política. Recordemos que el contractualismo consistía en una relegitimación del orden institucional, el antiguo orden que desaparecía, y cuya decadencia hacía imperativo buscar un nuevo relato que sostuviera el orden emergente, un discurso legitimador. Ese discurso legitimador fue construido sobre la base del supuesto acuerdo o “pacto social” por la teoría contractual. Bueno, junto con este debate, la discusión más relevante fue la discusión respecto de lo que significaba el pueblo. No hay definición quizás más repetida del fenómeno de la democracia que “el gobierno del pueblo por el pueblo y para el pueblo”. Esa frase, que es muy bonita, tiene un problema operacional, y es que constante y seguidamente hemos sido incapaces como sociedad occidental de ponernos de acuerdo en qué es lo que significa el pueblo. Ese es un tema complejo. Las grandes escuelas de pensamiento político, si tuviéramos que usar la lógica aristotélica de los opuestos, sostienen en mayor o menor medida dos gruesos puntos de vista sobre qué es el pueblo, y de estos distintos puntos de vista se desprenden distintas consecuencias. Así, hay que preguntarse si: i) el pueblo es una realidad material, si el pueblo son personas concretas que construyen una comunidad política y, por lo tanto, tienen que 68


tener mecanismos igualmente concretos de manifestación de su voluntad, o ii) si se trata de una entelequia filosófica legitimadora, una invocación teórica y retórica, pero que al final del día va a ser simplemente la continuación de la lógica de que unos pocos gobiernan a muchos. Dicho de otro modo, tenemos un péndulo con dos grandes polos desde la teoría de la participación política. Por un lado el polo elitista, es decir, quienes creen que las grandes masas no se pueden conducir solas y necesitan pequeños grupos que les muestren el norte y, por lo tanto, ejerzan de facto o culturalmente la función directiva al interior del cuerpo social. Por otro, lo que tenemos en la literatura el polo de la ilegitimidad de la representación como mecanismo social, es decir, la idea de que el individuo se representa a sí mismo. Podemos identificar un polo intermedio, el polo de la democracia participativa o el de lo que se conoce como republicanismo (Pettit, 1997). En fin, esos dos grandes polos nos han acompañado permanentemente en la discusión intelectual respecto del fenómeno de la participación política. En este punto quiero resaltar varias cosas. Primero, que la discusión sobre la constitución del cuerpo político nos acompaña hace siglos (Held, 2006). Segundo, que ella se refiere al corazón del fenómeno democrático. Finalmente, que se trata de uno de los elementos que nos permitiría muchas veces resolver esa tenue línea que divide lo que es ser de derechas o lo que es ser de izquierdas. Esta línea tiene que ver con el reconocimiento de que el cuerpo político es un cuerpo material existente constituido por ciudadanos activos, que son personas de carne y hueso, y que tienen una doble dimensión: individual-corporativa para algunos (todos los que vienen de la matriz socialcristiana) o individual-colectiva o de voluntad común desde Rousseau en adelante. Con esas ideas en mente, me gustaría centrar la discusión en lo que hoy día tendríamos que plantearnos cuando discutimos respecto de la participación política. Si tenemos un cuerpo político que se conforma en comunidad política de manera “voluntaria”, ese cuerpo político tiene una fuente de energía, y esa fuente de energía se llama poder, poder a nivel individual. Es decir, tenemos un conjunto de personas que constituyen una sociedad y que tienen una capacidad, un poder, una energía vital que les permite moverse, vivir, pensar, comer, reproducirse, entre otras cosas. Una dimensión de ese poder que es la capacidad de cooperar con otros un proyecto común o contra otros en un proyecto alternativo. Como dicen los 69


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viejos teóricos de la política: la expresión del poder político tiene que ver con la capacidad que tienen los ciudadanos o el cuerpo político de ordenarse para cooperar o entrar en conflicto con otros proyectos políticos alternativos. Bueno, ese poder tiene ciertas características, y al interior del Estado moderno ese poder (que está en la base, además, del contrato social del que ya hablábamos) es lo que conocemos como soberanía, es decir, la capacidad de actuar con independencia a otros poderes, y es esa soberanía la que se cede, en parte, para la constitución de las instituciones políticas. La soberanía y la evolución del Estado-nación Avanzado el siglo XX (podríamos decir, hasta que comienza la Segunda Guerra Mundial), desde el punto de vista intelectual, estaba bastante consolidado el concepto de Estado-nación como el poder por sobre todos los poderes. Bueno, ¿qué pasa cuando ese poder por sobre todos los poderes, que por lo tanto se asume a sí mismo como la encarnación del poder soberano, entra en crisis y deja de ser el poder más grande por sobre todos los poderes? Porque no nos mintamos, en pleno siglo XXI si hay una cosa que tenemos clara es que el Estado ya no es el poder por sobre todos los poderes, ya que ni siquiera tiene el dominio monopólico del uso de la fuerza. Lo podemos ver en Gaza, lo vimos permanentemente en lo que era la ex Yugoslavia, lo hemos visto en África. Tampoco tiene el monopolio de la fuerza legítima desde el punto de vista indirecto, que es el más civilizado de las formas de utilización del poder, o sea, la autoridad para poder fijar las normas dentro de una comunidad. Eso que hace no más de cien años era patrimonio absoluto, único, excluyente del Estado, hoy está en crisis. Yo siempre recuerdo el discurso de Salvador Allende ante la ONU, que creo que en este tema fue claro. O sea, el centro de la discusión y del discurso de Salvador ante la ONU (más allá de eso de “vengo de un país pequeño”, que es poética hermosa, pero no es lo más relevante), es denunciar precisamente la usurpación de ciertos poderes tradicionalmente reconocidos y legítimamente reconocidos exclusivamente al Estado por otro tipo de macro organizaciones, que son las grandes corporaciones, que permean las fronteras del Estado, que realizan actividades que intervienen lo político, sin ninguna legitimidad o a-legítimas. Puedo aceptar entrar en la discusión con algún contradictor sobre la legitimidad o no legitimidad de que existan poderes sobre el Estado, pero al menos convengamos en que esta acción fáctica, ese poder expresado 70


materialmente en la influencia y en el condicionamiento de ciertas decisiones públicas es a-legítimo: no se ha discutido respecto a su legitimidad, ni se ha resuelto políticamente cuál debe ser la construcción de su legitimidad. Estas modificaciones en el concepto de soberanía modifican también el ámbito de la participación política. Así, esta última ya no se enmarca solamente dentro de las barreras del Estado-nación sino que también tiene interconexiones con problemas que podríamos llamar de escala global. Y hoy día existe un movimiento, en el cual me incluyo, que cree profundamente que la solución para el siglo XXI, o la refundación del Estado en el siglo XXI, pasa por la construcción de arquitecturas multinacionales supraestatales con poder de legitimidad y con poder de coerción que permitan igualar las condiciones de los Estados-naciones entre ellos y permitan normalizar los intereses públicos privados a escala internacional. Ahora, eso puede ser a largo plazo, pero yo creo que eso en algún momento va a tener que ocurrir, por lo tanto, estaríamos hablando de una nueva república, de una república global. Yo creo que los valores de la república tienen que ser exportados y ahí la sociedad civil tiene una gran importancia. De nuevo vamos a citar los últimos conflictos internacionales, donde las redes sociales han roto incluso las fronteras y las han vuelto porosas, incorporando a la “opinión pública global” en la resolución de conflictos internos (¿físicamente internos y complejamente globales?). Y hacia adentro: ¿qué pasa hacia el interior del Estadonación? Bueno, también ha habido una evolución, ya que, junto con el camino que se tomó respecto de la dispersión del poder, desde el poder que ejercía la soberanía por mandato externo, divino, de facto, de fuerza, de lo que fuera, a la construcción de un Estado republicano laico, se fue configurando un sistema político cuya intención es un cuerpo de instituciones representativas de la soberanía autogenerado por la comunidad política. Ahora, ¿cuál ha sido hasta ahora el sinónimo sine qua non de la participación política? Las elecciones, el voto como la expresión más legitimada de la participación. Y, sin embargo, el fenómeno de la democracia plena, y de la ampliación de la comunidad política hacia un porcentaje representativo y que legitime por existencia el sistema político es bastante reciente y, por lo tanto, todo el debate empírico respecto del fenómeno democrático también es bastante reciente. A veces parece que venimos hablando hace dos mil años de democracia y no es así. 71


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Los momentos de la democracia Yo distingo tres momentos, y eso lo planteo como la realidad y como los desafíos. Un primer momento sigue siendo, en un sistema político más o menos democrático, la elección de las autoridades. Por cierto, hay un abanico tremendo a nivel empírico respecto de cuáles son los niveles de profundidad o calidad democrática, de aquellos Estados que se declaran democráticos, pero eso es otra discusión. Un segundo momento es el gobierno, y un tercer momento, que va en paralelo, tiene que ver con el control de la acción gubernativa. Separo estos dos momentos porque creo que el cogobierno, o la participación en la función gubernativa, es distinto del accountability y la rendición de cuentas, son dos fenómenos distintos. Hay quienes tratan de pasar gato por liebre y creen que la participación ciudadana es el accountability. No, este sistema o proceso tiene tres grandes momentos: la elección de las autoridades, el gobierno y el control ciudadano, y en cada uno de esos momentos la discusión que está abierta es cuánta participación ciudadana y de qué tipo. Ustedes me van a decir: ¿pero quién va a discutir cuánta participación ciudadana tiene que haber en una elección? Sí, hay discusiones, hay discusiones respecto de la constitución de los sistemas electorales, respecto de las reglas del juego, incluso de las modalidades o de la mixtura de procedimientos que hay para la elección de autoridades, y es un debate permanente que nunca se cierra: perfeccionar el mecanismo mediante el cual se elige a las autoridades. Ahora, ¿qué pasa una vez electas las autoridades? Todos sabemos que cualquier sistema político tiene al menos tres grandes tipos de productos: decisiones de autoridad, políticas públicas y algo que podríamos llamar la capacidad de cargar simbólicamente el sistema, que también es una decisión: el mensaje (tan importante por estos días). Esas tres decisiones o productos del sistema político tienen distintos componentes que nos permitirían incorporar y legitimar esas decisiones públicas. Claro, esta discusión no tendría ningún sentido en un sistema no democrático, pero incluso en un sistema autoritario, incluso en un sistema autocrático, el poder no lo ejerce una sola persona. Existen grupos y comunidades políticas. Lo que hacen las autocracias (lo estudió Hannah Arendt en profundidad) es restringir el ingreso a la comunidad política y volverse absolutamente elitistas. Pero ni si quiera en los gobiernos autocráticos gobierna una sola persona, ni menos dios. Nos queda un segundo elemento, que creo que es propio del sistema democrático: las políticas públicas, los mecanismos 72


mediante los cuales la ciudadanía participa en las políticas públicas. Ahí hay otra discusión, pero en las políticas públicas, así como en el fenómeno político, existen estos tres momentos, las políticas públicas también tienen etapas y tenemos una etapa de diseño de las políticas (incluso podríamos partir antes, si nos ponemos quisquillosos, desde el momento de la formulación de las demandas, la formulación de las soluciones), la implementación de aquellas y su control o evaluación de impacto. También ahí hay una discusión abierta respecto de cuánta participación, en qué momento y mediante qué instituciones. Y en el tercer elemento, que es el control democrático, el accountability, yo creo que es la gran discusión abierta, y sobre la cual también creo que la izquierda tiene que tener una posición no solamente clave sino también prístina. Precisamente el tercer elemento tiene que ver con la transparencia de las decisiones, y esto opera no solamente para el sistema político sino que también opera para aquellas instituciones que están ahí en esa área de intersticio, que son: movimientos políticos, partidos políticos y grupos de interés. Ahí nos falta mucho para avanzar, se les exige transparencia, y estoy de acuerdo; creo que el camino de sanidad de los partidos políticos pasa por la transparencia, no solamente la transparencia ex post, qué es lo que hicimos, sino también cómo hacemos lo que hacemos. Pero eso que se les pide a los partidos políticos, yo también se lo exijo a los movimientos y a los grupos de interés. No puede ser que se lo exijamos a los partidos políticos y no se lo exijamos a la SOFOFA, o al movimiento estudiantil. Entonces, ojo, que ahí hay un desafío, porque el decir que represento a la mayoría no basta para representar a la mayoría. El decir que soy demócrata no basta para ser demócrata. Se trata de un tema muy importante: la gran característica de la legitimidad es que no me la auto-otorgo, me la otorgan. La legitimidad es una característica de reconocimiento de la comunidad política. Y ese es un tema que tenemos que tener claro porque, si no, no vamos a salir nunca de la crisis de legitimidad en que estamos, porque si la solución fuera que, para tener legitimidad, nos auto-reconocemos como legítimos, ni el Estado va a salir de su crisis de legitimidad, ni los partidos políticos van a salir de su crisis de legitimidad, ni los movimientos sociales van a salir de su crisis de representación, porque la tienen. Entonces, se dan cuenta que acá en realidad el gran debate que se ha armado respecto de estos temas pasa por estructurar a nivel de sociedad, primero, cuáles van a ser los mecanismos de 73


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institucionalización del fenómeno de la participación política, y ahí la Constitución está corta, y hay que reconocerlo: es un argumento más para una nueva Constitución. Segundo, que el sistema educativo se comprometa (y esto para mí es muy importante, en toda su extensión, desde la formación docente hasta la formación curricular) con la cultura democrática, porque no es fácil vivir en democracia. Y, en tercer lugar, y esto es lo más complejo por ahora (pero no tanto, yo estoy convencido que no tanto) es que las instituciones democráticas entren en el debate respecto de cada una de estas etapas y estén dispuestos a abrir la puerta a la participación. Esto con una sola salvaguarda: el único riesgo de la participación y de las tomas de decisiones plurales tiene que ver con su fragmentación, pero yo estoy seguro, convencido, que en un país con cultura democrática la fragmentación no es una amenaza sino que es una fortaleza.

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La participación democrática contra la democracia mercantilizada Sebastián Farfán Ex-dirigente Unión Nacional Estudiantil (UNE) Cuando se me invitó al foro, el tema que estaba en el título lo pensé en la micro para acá (por el paro de micro me costó llegar). Venía leyendo acerca del título, de la participación, y comencé a preguntarme hacia dónde queríamos llegar, cuál era el tema de fondo que queríamos tocar. Y pensé que es un tema privilegiado para mí porque el año pasado personalmente pasé por una experiencia que, en realidad, fue un experimento personal y grupal de mi organización para tratar de ver cuál era nuestra relación desde el mundo civil o social hacia la institucionalidad9. Participamos en la elección parlamentaria del año pasado para experimentar in situ, en carne propia, lo que es el juego institucional, sus reglas etc., con la desconfianza de la que buena parte de mi generación mantiene hacia esa institucionalidad, pero sabiendo que para hacer cambios tenemos que comenzar a jugar el partido. Y creo que el principal problema o cuestión que me llevé para la casa todos los días, era el problema de la poca legitimidad del sistema político en su conjunto. Algunos amigos después de la elección me preguntaron cuál había sido el principal problema para convencer a la gente con mis ideas, y yo les dije: llegar con las ideas desde el movimiento social hacia la ciudadanía no es difícil siempre que tengan la voluntad de escucharte, porque el principal problema que tenemos hoy en Chile es que existe una desafección tan profunda, que es sumamente difícil encontrar gente que tenga confianza en escuchar a un “político”. Esto ocurre aunque uno venga de un movimiento estudiantil o social: ya el mero hecho de participar en una elección hace que te vean como un “otro”, como una persona distante. Por eso uno tiene que hacer prácticamente una relación contractual para que ellos

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Se refiere a su candidatura a diputado por Valparaíso. Nota del Editor.

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voten o te den su confianza en el momento del voto. Eso significa que te dicen: “Bueno, ¿qué me ofrecís tú?”. Me tocó varias veces ir a juntas de vecinos donde me decían: “Y la cajita de mercadería, ¿dónde está? ¿Con qué se pone usted?”. En realidad, el intento por superar esa barrera que se suma a la falta de recursos y al hecho de ser parte de un experimento político significó para nosotros una gran reflexión acerca del estado de la democracia en Chile. Hace poco, a propósito de lo mismo, editamos un libro que no ha tenido gran circulación aunque ha circulado bastante en nuestra corriente militante escrito por Atilio Borón y titulado “Aristóteles en Macondo”, que toca justamente el problema de la democracia. En ese libro hay algunas tesis, que me gustaría dejar aquí sobre la mesa, acerca del problema de la democracia, tesis sobre las que he reflexionado bastante desde que me tocó ir a los cerros, y que me hacen seguir dándole vuelta a cómo damos vuelta la tortilla a esta situación, porque tenemos una gran muralla que es difícil de sortear, y es que hay una desafección tan profunda que se hace difícil comunicar las ideas. O sea, la gente ya no cree en las ideas políticas, en la posibilidad de cambiar las cosas, y eso es una brecha que se empezó a abrir un poquito el 2011 (aunque falta para que podamos hablar del inicio de un nuevo ciclo político). Ese año se abrió una fisura, pero todavía falta mucho para la posibilidad de un reencanto de la ciudadanía con la política, y creo que ese es el gran desafío tanto de los movimientos sociales como de los partidos políticos en Chile. Y bueno, a propósito de esto, quería tocar el tema de la democracia. El profesor Eduardo Muñoz recién decía que es como medio poesía hacer una calificación de la democracia como el gobierno de las mayorías y para las mayorías, pero yo creo que siempre debemos tener un norte hacia el cual mirar. Yo, al menos, me oriento a ese norte, hacia la democracia que quiero: un gobierno de las mayorías pero que sea también para las mayorías. A propósito de esto hay una pregunta que se hace Atilio Borón, el estado de las democracias ¿se mide necesariamente sólo por las elecciones o por el multipartidismo o el tema del sufragio? ¿Acaso no hay otras cosas que sea necesario medir para conocer el estado de las democracias, no sólo en nuestro país sino también en el continente y en el mundo? Sobre esto, la cuestión que hace Atilio Borón, que yo encuentro que es buena, que es distinguir entre la esencia y la apariencia. O sea, la apariencia democrática uno la puede ver en las elecciones: hay países que pueden ser profundamente anti democráticos, pero que, sin embargo, tienen un sistema multipartidista, un sistema 76


de elecciones, etc. Por lo tanto, en ese sentido, se hace necesario definir cuál es la esencia de lo que nosotros estamos buscando, y después ver detrás de la apariencia, ver detrás del velo. Esto lo digo porque creo que la democracia en la actualidad, y específicamente en nuestro país, está afectada por un mal que afecta a todo Chile en general, que es el mal de la mercantilización de todas las cosas. Marx describe, en el “Manifiesto Comunista”, cómo el capitalismo logra esa cuestión que es tan particular de este sistema, que es derribar todas las murallas chinas, hacer que “todo lo sólido se desvanezca en el aire”, ya que justamente todo el entramado social está determinado por las relaciones sociales que se establecen y, por lo tanto, por la estructura. Y por eso digo que la democracia hoy está profundamente afectada por el mal de las sociedades mercantiles, por el lucro, y por eso empezaba con este ejemplo de lo que vi y viví en mi experiencia como candidato, porque hoy día en las elecciones hay mucho de apariencia. O sea, en este juego que se hace cada cuatro años hay mucho de apariencia y poco de la esencia que buscamos nosotros como norte de la democracia. Cuando hacíamos la reflexión con mis compañeros en una asamblea como ésta, yo les decía: una lección que saco de las elecciones es que tú puedes determinar casi científicamente cuánto invertiste y cuántos votos vas a sacar. Y ese es un mal que hoy atraviesa profundamente la democracia en todo el mundo. En ese sentido, creo que lo que está pasando es que hay una especie de fetichismo democrático, hay elementos democráticos que están presentes en nuestra sociedad pero que impiden ir más allá. Por eso creo que es clave lo que hizo el movimiento social con mucha fuerza a partir del 2011 de comenzar a reclamar y a apuntar hacia el lucro como un problema social grande, y que, por lo tanto, tenemos que recuperar una sociedad de derechos. Eso a mí me parece que es clave. Hay una encuesta, el Latino barómetro, y los indicadores que arroja esta encuesta, entre otras cosas, señala la poca satisfacción en Chile con la democracia: el 51,6 % respondió que no estaba satisfecho con el estado de la democracia. Otra pregunta era: ¿qué le falta a la democracia?, y la gente respondía mayoritariamente, con más del 53 %, que falta garantizar la justicia social. O sea, nótese cómo se relaciona en la gente, en el buen sentido, la democracia con los derechos sociales y la justicia social, lo que hoy en día parece que estuviera escindido. En esa misma encuesta, el 65 % agrupa a los que tienen poca o ninguna confianza en los gobiernos, los que 77


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tienen algo de confianza son el 28 % aproximadamente. En tanto, la confianza en los partidos, bueno, eso ya no es novedad, estaba por los suelos. A mi parecer, este desencanto con la democracia ocurre porque se ve que en los gobiernos, en los partidos políticos, en la institucionalidad, no se toman las decisiones finales. Creo que ahí hay buena parte del desencanto que hoy existe con la política en general: las personas saben que las decisiones no se toman necesariamente en el lugar donde uno vota, o por la persona que uno vota, sino que hay otros poderes detrás que toman las decisiones. Y en el fondo lo que hay que ver es quién manda en una sociedad, y hoy, repito, creo que lo que prima, más que una voluntad popular, es la voluntad del capitán. Para terminar esta parte, creo que, por lo tanto, la apatía y desinterés que existe, el desgano hacia la política, no es una cuestión casual, ni creada artificialmente, ni que responda exclusivamente a sus ciudadanos, sino que responde por sobre todo a la lógica del mercado por lo que la esencia de un gobierno democrático, esto es, un gobierno que garantice derechos, no existe en nuestro país. Por ello no se ve que sea necesario participar siquiera en la política, porque se ve como algo ajeno, que no existe, y la respuesta lógica es el desinterés, el no estar “ni ahí”, como la famosa frase que acuñó el Chino Ríos en su momento. Sobre esto, hay una frase que me impactó. Cuando iba a ser la elección de Lula y, bueno, la izquierda mundial despertó su simpatía, le preguntaron a George Soros qué pensaba él acerca de la elección que iba a suceder en Brasil, si él pensaba que podía generar un gran cambio en un país gigantesco, con muchos recursos, que podía hacer un viraje hacia la recuperación de derechos, la ampliación de la democracia, etc. Y él, muy francamente en su momento dijo: “los ciudadanos votan cada dos años, pero los mercados votan todos los días”. Siempre me impactó esa frase, porque creo que resume en buena parte lo que estoy tratando decir, o sea, que hoy las decisiones no las toman necesariamente los gobiernos, ni el Parlamento, ni los partidos políticos, sino que las toma el gran capital a espaldas de la ciudadanía. Eso redunda en una pérdida de poder de nuestra institucionalidad y de la democracia en nuestro país. En ese sentido, creo que es lo que ha pasado en los últimos hechos políticos de actualidad. Nosotros el 2011 decíamos: “No queremos ir al Parlamento, no nos interesa porque ahí no se toman las decisiones. En realidad, nos gustaría ir a Casa Piedra porque ahí 78


se están tomando todas las decisiones, se está cortando el queque”. Y bueno, en los últimos acontecimientos políticos se sigue ratificando esta cuestión. Ahí están las galletitas de Fontaine, la cocina de Zaldívar, la guagua que se adjudicó Awad10 y todas esas cuestiones que en el fondo responden a una lógica que no permite darle vuelta la tortilla a esta situación de resignificar la democracia, de darle potencia, y es una lógica política que está instalada en Chile desde hace un buen tiempo. En mi caso yo vengo de los movimientos sociales, no de la política institucional. Hay un debate también muy amplio en las ciencias sociales acerca de qué es un movimiento social, pero por lo menos yo me siento parte de una generación que nació desde la desconfianza política. Un gran porcentaje de mi generación fue parte de ese “no estoy ni ahí”, de ese desinterés profundo, de ver a los políticos y ver que ahí no se cortaba el queque, lo que se manifestó incluso en formas contraculturales en su momento, o en forma de evasión de la sociedad. De cierta manera, se fue comenzando a construir una nueva identidad que yo creo que es incluso un tema generacional y por eso creo que el movimiento estudiantil ha sido tan potente. Sin embargo, lo interesante es que este movimiento ha superado toda esta desconfianza para comenzar a construir algo, no sé bien en que va a terminar ese algo, a lo mejor ni siquiera va a terminar en la historia, pero al menos es un chispazo. Creo que el 2011 en el fondo representa esa posibilidad de trazar una nueva lógica para hacer política, de superar esa dicotomía que existe entre lo social y lo político para fundirlo en uno sólo. Creo que la gran potencia que tuvo el 2011 a nivel político y de resignificación de la democracia, consiste en decir: “En efecto, yo no estoy ni ahí con lo que está pasando en este sistema político, pero me hago cargo”. Y ese es el gran paso, que puede parecer una cuestión muy superficial, pero que es tremendamente difícil. Ahora bien, cuando la persona hace ese “clic”, todo cambia. Chile está ahora más cargado a lo que dice la encuesta Latino barómetro, que es hacia un Chile con más democracia, pero ligado a la justicia social, o sea, a la recuperación de los derechos, paradigma que se confronta con la sociedad de mercado. Entonces, a mi juicio, la posibilidad que abre el movimiento estudiantil del 2011 es ver la posibilidad de avanzar hacia mejores niveles de democracia en Chile. Es una posibilidad que está abierta; nadie asegura que vaya a llegar a un

10 Se refiere a diversos políticos que se adjudicaron el acuerdo en el Senado para la Reforma Tributaria a mediados del año 2014. Nota del Editor.

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buen puerto, puede que todas esas esperanzas de una generación sean arrebatadas, resignificadas, que vuelva todo a un status quo. Sin embargo, el movimiento genera la posibilidad de que se puedan abrir nuevos caminos. En ese sentido, creo que el 2011 también trajo consigo temas que antes no estaban: la asamblea constituyente, los plebiscitos, la recuperación de nuestros derechos. Eran temas que antes estaban muy bajo la alfombra y que ese movimiento permitió sacar a flote. Hoy día existe la posibilidad de que buena parte de la gente que se interesa, o que al menos mira a esos cabros que están en la calle, diga: “chuta, algo nos demostraron ellos”, y eso se va a ir impregnando en el sentido común. Si con algo me quedo, aparte del desencanto político, es que la gente empezó a entender que la movilización sirve para algo, y eso se expresa en el sentido común. Creo que ese es el gran desafío. Hay que arrebatarle la democracia al mercado. Si no somos capaces de eso, si seguimos dejando que los grandes conglomerados transnacionales dominen la política tras bambalinas, si siguen los temas de las galletitas, la cocina, las guaguas que se adjudican los grandes empresarios, la desafección con la política y los temas de interés público va a continuar en una escalada que a lo mejor va a ser insospechada, lo que puede terminar en algo que no sea bueno ni para la izquierda ni la derecha, ni para nadie, sino que sea un foso para nuestro país. En ese sentido, creo que lo clave es que el camino que se inició no se debe detener. Al contrario, es preciso que se siga avanzando en recuperar los niveles de democratización y de derechos sociales para Chile.

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Muchas gracias.


El dilema de la democracia: las tensiones entre participación y representación Marcelo Schilling Diputado por el Distrito N° 12 Partido Socialista de Chile Los conceptos que utilizamos hoy día en la sociedad contemporánea fueron acuñados muchos años atrás. La política, la ciencia del gobierno, de la ciudad: los griegos, la democracia, el gobierno del pueblo. Cuando se habla del gobierno de la ciudad se habla de que se tiene la fuerza para poder gobernar, porque el que propone algo que no va a cumplir, simplemente no es gobierno. Tres mil años antes de Cristo el poder venía de Dios, y no sólo eso, sino que el faraón egipcio era Dios. Y este concepto de la legitimidad duró hasta la Revolución Francesa. Ése es el verdadero corte histórico donde este concepto predominante se acaba. Sin embargo, después de la Revolución Francesa persisten monarquías, aristocracias, por último para las revistas de entretención o de escándalos. La Revolución Francesa es el mensaje definitivo. En esa época no había Internet, Facebook, etc., los diarios circulaban difícilmente, y la radio tampoco existía, por lo que había que mandar el mensaje claro de que se había separado de una vez por todas la fuente de legitimidad del poder de origen divino, y que había sido traspasado al pueblo. Así, para que este mensaje se transmitiera con eficacia, usaron una herramienta inventada por un señor de apellido Gillotin, y agarraron a toda la aristocracia y nobleza en la Plaza de la Concordia, y los decapitaron, creando un baño de sangre. Y no se necesitó Twitter ni Facebook para que todos lo entendieran clarito. En el instante mismo en que se instala la Asamblea Revolucionaria se da origen a los partidos políticos. Por una casualidad, Robespierre y Marat se sientan a la izquierda, los otros a la derecha, por eso fueron tildados “de izquierda” los que querían avanzar más rápido o más decididamente, y “de derecha” 81


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los que supuestamente eran más conservadores, más prudentes. Y eso continúa, por una casualidad histórica, hasta nuestros días. Pero en ese mismo instante empezaron las dificultades, porque la dinámica del poder es una lucha constante entre su concentración y su distribución, y eso va a seguir siendo así tal vez por mucho tiempo, porque (yo lamento informarles) la humanidad avanza a pasos lentísimos, sobre todo en su evolución cultural, también en lo práctico. Una vez tuve la oportunidad de ver una exposición que se llamaba “La vida cotidiana del pueblo sencillo en el Antiguo Egipto”, y había una tablilla que era la hoja de vida que llevaba el capataz respecto de un esclavo, y decía: “Amón no vino a trabajar el lunes porque ingirió bebidas en exceso el domingo”. Eso perfectamente lo podría haber escrito el capataz de cualquier empresa actual. Esto es para darles una idea de la velocidad en que prosperamos nosotros. Este debate sobre la participación tiene que ver con que, recientemente, la sociedad, los intelectuales, los ciudadanos, perciben que el artefacto ideado en la Revolución Francesa (la democracia representativa) está en crisis, y es insuficiente para recoger, en el mismo espacio de doscientos y tantos años atrás, lo que ha sido el progreso de la humanidad y el desarrollo de la ciudadanía. La democracia representativa consiste en que se gobierna por el pueblo a través de representantes en los cuales éste delega su poder. Por eso es su fuente de legitimidad, para que otros hagan por él lo que él decide no hacer. Bueno, este concepto de las cosas ha entrado en crisis por diversas razones. Primero, debido a nuestra civilización: hoy día los ciudadanos son mucho más cultos, informados, atentos de lo que eran hace tiempo atrás, y también están más preparados, entonces mucha gente dice: ¿por qué tengo que delegar mi poder en estos que no saben nada si lo podría hacer por mí mismo? Entonces, se introduce un factor disruptivo en el concepto de la democracia representativa, y esto desgraciadamente no se puede detener porque va en el sentido del progreso de la civilización. Ésa es la primera pregunta sobre la democracia representativa. Después aparecen otras interrogantes: ¿dónde se realiza la democracia representativa? Así como se desarrolló la democracia en las ciudades-estado griegas, pequeñas comunidades en las que participaban sólo los ciudadanos-hombres, mayores, afortunado. El Estado se vacía en el depósito natural de la democracia 82


representativa como la conocemos hoy, y la globalización pone en cuestión esto por las razones que explicaban Sebastián y Eduardo. O sea, ha habido un vaciamiento del poder que se ejercía dentro de los límites del Estado-nación, y, claro, cuando uno empieza a percibir que algo es ineficaz dice “bueno, de qué sirve esto”. Hay una crítica a la ciudadanía también que se debe a los propios desaciertos del personal de la política y de las organizaciones políticas. También hay un elemento que yo pediría que nunca se pierda de vista para no acercarnos de manera ingenua a la solución del problema, que es el interés fáctico en que toda forma de asociación, de comunidad, de expresión de intereses comunes, se debilite, porque el ideal del poder fáctico es tener al individuo solo frente a él. O sea, asociaciones de consumidores, juntas de vecinos, sindicatos, son (para este poder fáctico) puras molestias, y los partidos políticos para qué decir. Entonces, es bien curioso que sea un deporte nacional (al cual nadie se opone) la agresión a la expresión política de la sociedad, que es el intento de la sociedad de dotarse de poder para autogobernarse. Y avanzan implacablemente, todos los días hay noticias a este respecto para que uno dude del Parlamento, de los partidos políticos. Organismos que, con todo lo que se han visto erosionados, por razones del progreso de la humanidad y de la civilización no ha llegado aún el momento en que uno pueda decir: ya no son necesarios. Voy a poner un ejemplo reciente. Sebastián Farfán recordaba que los movimientos sociales a partir del 2011 lograron romper con el status quo, marcharon principalmente los estudiantes (gratuidad, fin al lucro, asamblea constituyente, nueva Constitución, etc.), pero también marcharon los medioambientalistas, los de la diversidad sexual, entre otros. Todos estos movimientos tienen ciertas particularidades que les son comunes. Primero, su radicalidad en el asunto que les concierne, radicalidad de la que no pueden abdicar, porque en el momento en que dicen “ya no soy tan medioambientalista, soy más o menos medioambientalista”, se acabó el medioambientalismo. O sea, son prisioneros de su propio fin, y por ser así tienen cierta imposibilidad estructural de articular un movimiento generalista que busque un cambio global de la sociedad. Y fíjense lo que pasó: que fueron los viejos partidos de siempre, agrupados en una nueva modalidad, que se ha definido como acuerdo político programático (según algunos con una gran perspectiva histórica por delante, para otros con fecha de vencimiento), pero en definitiva es la política la que toma las experiencias parciales de lucha y las articula en una propuesta 83


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general. Y eso va a pasar por mucho tiempo antes de que pueda ser superado. Esta diferencia entre movimiento social y partidos políticos va a persistir independiente de que a los partidos políticos se los perciba más débiles, en crisis, criticados, etc., ya que siguen teniendo en la democracia representativa un papel insustituible. Esta tensión entre democracia representativa y participación, que en realidad es como una apelación a la democracia directa, ya pasa a ser una discusión antigua. Les recomiendo a los que quieran profundizar, que lean un libro (que en realidad es un conjunto de artículos de distintos autores) cuya confección fue detonada por un ensayo de Norberto Bobbio: “¿Qué es la democracia?”. Y lo que dice Bobbio es que la democracia es el gobierno de la mayoría, donde las minorías tienen el derecho a existir en igualdad de condiciones, y eventualmente a convertirse en mayorías. Y, bueno, por supuesto salieron a decir que es una definición insuficiente, etc. En resumen, siete páginas terminaron convertidas en un libro de quinientas páginas. En la cuestión de la democracia directa como complemento de la democracia representativa, que se encuentra en crisis por las razones que traté de explicarles, hay un elemento que es determinante para satisfacer el reclamo creciente de la sociedad de delegar cada vez menos nuestra fuente de poder en un tercero. Y es que la democracia directa o la participación tiene que tener un carácter vinculante. Si no, es despreciable. Pero no es sencillo resolver esto. A nivel de las pequeñas comunidades podría ser más sencillo, a nivel de las comunidades intermedias un poco más complejo, a nivel nacional, todavía más. Bueno, siempre existen proyectos en este sentido. Yo, de hecho, tengo presentado el proyecto de plebiscito (referido, eso sí, sólo a las grandes cuestiones, porque ustedes entenderán que no estamos en Suiza). En Suiza si a un grupo de ciudadanos se le ocurre que hay que ponerle tope a los sueldos de los ejecutivos de las grandes empresas, se hace el plebiscito y si se aprueba la idea se pone el tope. Pero los suizos duermen con el fusil del regimiento al que pertenecen en su casa. Si nosotros les pasáramos a los ciudadanos el fusil aquí en Chile, los carretes de fin de semana serían precedidos de innumerables cortejos fúnebres. Entonces, yo creo que las cosas avanzan en función y en la medida en que las sociedades tienen la posibilidad de plantearse los desafíos para resolverlos. Cuando se planteó la arremetida contra el lucro, cuando la sociedad chilena tuvo las condiciones para hacerlo, y cuando un 84


grupo de la sociedad chilena (donde la cuestión estaba más madura) tomó la iniciativa y sintonizó con el sentimiento de los demás, eso llevó a esta gran arremetida cultural, política y social contra el lucro como factor determinante de todas las cosas, y a la emergencia cada vez más fuerte de la reivindicación de ciertas cosas como los derechos sociales. Eso no fue nada de sencillo, porque se dice que los que estaban antes desmovilizaron la sociedad. Bueno, ustedes son muy jóvenes para estas cosas, pero el día 6 de octubre de 1988 había ganado el Plebiscito la opción del No y, por lo tanto, Pinochet se tenía que ir. Y de a poco el centro de Santiago se empezó a llenar de una marea humana y, bueno, todos sabíamos lo que había pasado en la noche, que no entregaban nunca los resultados, la pretensión de desconocerlos, etc. Y a toda la dirigencia le bajó el pánico de que la primera piedra contra una vitrina y se arruinó todo, y hubo un gran despliegue de todos los dirigentes de la época por todo Santiago para conducir a la gente hacia el Parque Forestal donde era posible evitar que algo indeseado se produjera. Eso también condujo a que lo que había sido un factor importantísimo en la victoria del No fuera controlado. Lo que les quiero decir es que las cosas que pasan no son ajenas a las circunstancias históricas en que se dan, no pasan por fantasías. Por ejemplo, ¿por qué la democracia se inventa en Grecia y no en otra parte? Porque los griegos, durante una parte de su historia, enterraban a sus familiares muertos en sus patios, y les empezaron a dar el carácter de divinidad, y emergió así una religión politeísta. Y, bueno, cuando yo tengo parientes dioses, y usted tiene parientes dioses y usted, usted, y usted... entre dioses hay que encontrar una manera de convivir. No estaba el dios Sol. O sea, no surgió de la nada la democracia. Hay gente que critica el concepto de dictadura del proletariado y lo asimila a afanes perversos de Marx. Marx era un señor súper ilustrado, estudioso, no sólo de la economía, de las leyes, de la historia. ¿De dónde saca el concepto? De Roma. En Roma la dictadura era una institución legal y legítima de la República y estaba ideada para que se pudiera recurrir a ella en tiempos excepcionales, para resolver problemas extraordinarios. Pero lo excepcional y lo extraordinario de por sí es algo efímero. La dictadura es para un momento corto, excepcional, extraordinario, porque cuando la dictadura se prolonga pasa a ser tiranía. Y Marx no habló de la tiranía del proletariado, lo que pasa es que, como comenté al partir, existe una dinámica del poder, una tendencia a la concentración, que se resiste a su distribución. Bueno, en la 85


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experiencia soviética y en los socialismos realmente existentes se impuso el polo de la concentración, de la tiranía. Pero el concepto no fue acuñado teóricamente para que la transición del capitalismo al socialismo fuera bajo tiranía, porque la idea que había detrás de pasar del capitalismo al socialismo era la liberación del ser humano. Y no sólo la liberación de la tiranía de otros, sino la libración de su alienación, de haber dejado de pensar en lo que es el ser humano en sí, y haber empezado a pensar en él por las cuestiones accesorias. Bueno, yo creo que también hay otra tensión aparte de esta entre la democracia representativa y la democracia directa (que se denomina participación) y es aquella que mencionó al pasar Eduardo entre libertad e igualdad. Esta es una tensión inevitable, porque la superación de las limitaciones que impiden la autodeterminación del ser humano, el desarrollo pleno de su libertad, no necesariamente se da en un ambiente de igualitarismo (aunque sin igualdad tampoco hay libertad). Entonces, esta es otra tensión que está presente en la interacción del poder. Me gustaría finalizar citando a dos autores que me han entusiasmado. Ojo, no digo que me hayan convencido. Uno es un liberal francés llamado Raymond Aron. Ustedes saben que el liberalismo es la corriente en la que predomina el individuo sobre todo lo demás, pero Aron dice que, para que esto sea posible, es necesario que se dé sobre la base de una satisfacción mínima de las necesidades comunes de los seres humanos. Cumplida esta condición podrá haber plena libertad para el desarrollo individual. Y, bueno, la derecha liberal nunca ha leído a Raymond Aron; además los liberales chilenos en realidad son libertinos, creen que tener costumbres sexuales libertinas es ser liberal en política. El segundo autor es de aquí, de Valparaíso, escribió un artículo corto que salió publicado en algún Mercurio. Me refiero a Agustín Squella, quien habla de la posibilidad del encuentro entre liberalismo y socialismo, texto que yo también les recomiendo que lean, porque tiene mucho que ver con la tensión entre la democracia representativa y la democracia directa, entre el mundo en que vivimos y el que nos gustaría vivir.

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Les agradezco mucho su atención, gracias.


Decisión popular y proyecto local. Camino al desarrollo de Valparaíso Paula Quintana Socióloga, Concejala de Valparaíso (Partido Socialista de Chile) Participación ciudadana y acción colectiva. Ése es el tema del seminario, y en nuestro panel nos toca referirnos al ámbito de lo local. Para mí es imposible hacerlo sin contextualizar respecto al ámbito nacional e internacional. Durante los últimos años hemos vivido un proceso, tanto a nivel mundial como a nivel nacional, que ha impulsado transformaciones en la política y en la ciudadanía. Más en la ciudadanía que en la política, a decir verdad. Creo que esas transformaciones claramente tienen un impacto en lo local y en lo que ha ocurrido en Valparaíso durante los últimos años. Yo sé que la primera parte del seminario fue más bien académica, pero quería mostrarles una cita, que es de un sociólogo italiano llamado Alberto Melucci, que se refiere a los movimientos sociales; creo que es tan pertinente para lo que hemos estado viviendo los últimos años. Dice: “Los movimientos son un signo, no sólo resultados de la crisis. Señalan una transformación profunda en la lógica y los procesos que guían las sociedades complejas. Como los profetas, los movimientos hablan antes, ellos anuncian lo que está tomando forma aun antes de que su dirección y contenidos estén claros. Ellos hablan un lenguaje que parece ser eternamente suyo pero están diciendo algo que trasciende su particularidad y nos hablan a todos”. Me parece tan pertinente la cita respecto al impacto de los movimientos sociales tanto a nivel internacional, y particularmente en Chile. Nuestro país es una muestra de que efectivamente los movimientos sociales hablaron antes. Que hoy se está discutiendo una reforma educacional, una reforma tributaria que ya fue anticipada por los movimientos sociales antes que por las organizaciones políticas y el Estado. Ese contexto tiene un impacto 87


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en la estructura de la política a nivel local, de la estructura del rol de los distintos actores, tanto del Estado como de la sociedad civil. A mí me parece que hay una situación que también está en el marco de los desafíos que tiene la deficitaria democracia local. Esta situación dice relación con que la institucionalidad política no está a la altura de los requerimientos de la democracia, de la vida en convivencia comunitaria. Nuestra institucionalidad política, cuyas características (que vivimos desde el siglo XX y que tiene un último hito en la postguerra, después de la Segunda Guerra Mundial, que también marca un escenario internacional respecto a la arquitectura de los derechos humanos) se fundamenta en las garantías de los derechos civiles y políticos. Claramente hubo un retroceso en América Latina con los golpes militares en las décadas de los setenta y ochenta, un retroceso respecto a las garantías de los derechos civiles y políticos. Con el retorno a la democracia, lo que hacemos fundamentalmente en Latinoamérica y en Chile es recuperar parte de esos derechos civiles y políticos. Al parecer entendimos los derechos humanos como acotados a la libertad de expresión, la libertad de reunión, el derecho a la vida, pero no avanzamos respecto a los derechos sociales, económicos y culturales. Y hoy día ese es el desafío. Una institucionalidad política que pretenda representar a la comunidad tiene que contener, en su espíritu, la garantía de esos derechos. ¿Cómo es posible realizar eso? De partida, con una nueva Constitución Política y, en consecuencia, con ciertas leyes específicas como la de participación ciudadana. Para garantizar efectivamente los derechos sociales, económicos y culturales en una nueva Constitución, desde mi punto de vista, no hay otro mecanismo que el de una asamblea constituyente. Bueno, dicho eso, que es el marco más nacional, hay algunas legislaciones que son determinantes en la vida de la ciudad: una de ellas se refiere a la ley de participación ciudadana. Hoy día se cumplió un aniversario más de la ley de juntas de vecinos, que es de la época de Frei Montalva. Mucho después de eso se promulgó la ley de participación ciudadana, proyecto que se trabajó en el primer gobierno de Michelle Bachelet, pero que se promulgó en el gobierno de Piñera. Sin embargo, esta ley tiene serios problemas. Es una legislación de participación ciudadana que permite espacios, pero de carácter consultivos. Asimismo, está más referida a los derechos civiles y políticos que a los derechos sociales, económicos y culturales. No da espacio para eso, no cabe, no está en su concepto. 88


Desde esa perspectiva, en lo local, en todas las comunas de Chile se constituyen los Consejos de la Sociedad Civil (los COSOC). El COSOC de Valparaíso, por ejemplo, tiene veinticuatro participantes. Sin embargo, los Consejos de la Sociedad Civil tienen un carácter exclusivamente consultivo, no tienen un carácter resolutivo. De hecho, el consejo nuestro lamentablemente está en crisis, porque solamente se autoconvoca para temas que son trascendentes para la ciudad, pero para realizar una reflexión y emitir una opinión que, en general, no es escuchada. Y lo mismo se reproduce a sus bases: las bases están conscientes de que su opinión puede ser solamente una opinión y que no va a ser necesariamente considerada. La particularidad de Valparaíso, además de encontrarse en este contexto, con este tipo de participación ciudadana, está dada por las condiciones de la ciudad, con todos sus desafíos sociales, urbanísticos y patrimoniales. Se encuentra con algunas legislaciones que tienen que tener un impacto, tienen que transformase después de una nueva Constitución. Una de ellas es la Ley General de Urbanismo y Construcciones, que desde su origen contempla la participación ciudadana. Quizás es la ley que más la contempla, porque cada modificación que tiene, por ejemplo, un instrumento de planificación urbana (como un plan regulador) tiene que ser sometido a consideración de los vecinos. Sin embargo, es una consideración bastante ilustrada, porque hay que tener algunos estudios superiores para poder concluir respecto a la planimetría que se exhibe en las salas, o en la terminología. Eso responde a una concepción desde los orígenes de la ley que hoy día hace crisis, porque la ciudadanía demanda mayor decisión, mayor participación. Y en Valparaíso tenemos una crisis de funcionamiento de la ciudad que obedece a dos grandes razones. Una de ellas tiene que ver con los desafíos especiales que tiene la ciudad y las desventajas que tiene la institucionalidad que no provee de instrumentos para que estos desafíos se puedan realizar. Es decir, me refiero a la institucionalidad político-institucional. La otra razón es que tenemos un problema en la cultura política. En Valparaíso tenemos un gran obstáculo para poder implementar una participación efectiva o, más que eso, una acción colectiva, la decisión de la ciudadanía, lo que en algún momento llamamos “poder popular”. Y esa manifestación cultural que obstaculiza el poder popular en Valparaíso es el clientelismo. Clientelismo que tiene una larga historia en esta ciudad, al menos desde que volvimos a la democracia, y también antes: el estilo de la relación entre la alcaldía, el municipio y los ciudadanos también 89


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tenía cortes clientelistas claramente en tiempos de dictadura, muchos de los cuales continuaron en democracia. Estuve aquí hace más o menos un mes y medio atrás en otro panel, acompañada por el historiador de la Universidad de Valparaíso, el profesor Aníbal Pérez, quien expuso su investigación sobre clientelismo y neoliberalismo en Valparaíso, el caso de Hernán Pinto, y en estos días está publicando un estudio sobre Clientelismo y la UDI popular, el caso de Virginia Regginato en Viña del Mar. Y lo planteo como una situación especial porque creo que ha sido un gran obstáculo al ejercicio democrático y a la posibilidad de generar efectivamente poder popular. Con clientelismo me refiero a la práctica de ofrecer un producto, un beneficio a la comunidad, y que la comunidad acepte ese beneficio mediante un favor, el voto. Una ciudadanía que, además, en el caso de Valparaíso, presenta altos niveles de pobreza y bajos niveles de educación. Somos una de las comunas urbanas más pobres del país, donde el clientelismo aflora y se desarrolla con mucha mayor potencia. Y esa relación se ha traducido en un gran obstáculo para una efectiva articulación de la ciudadanía para generar procesos de conciencia que levanten reivindicaciones y propuestas sobre sus derechos civiles y políticos, para qué vamos a hablar de los derechos económicos, sociales y culturales. Ahí tenemos un desafío importante. La cultura clientelista es transversal: a todos los partidos políticos, tanto la UDI, como RN, como la DC, como el PS (a mi pesar), como también el Partido Comunista, tienen en sus filas a personas que tienen esta cultura clientelista y estas prácticas que nos hacen tanto daño. ¿Es una particularidad de Valparaíso? Sí. ¿Es probable que esté presente en otras ciudades? Sí, es probable que lo esté. Al menos yo me hago cargo como ciudadana de la ciudad en que vivo, y como concejala, con el rol que me toca ejercer. Mi rol es no cerrar los ojos, expresar que existe esta realidad, luchar contra ella, en función de generar las condiciones para que podamos construir una democracia que tenga un fundamento en la ciudadanía en esta ciudad. Aparte de eso, de esta cultura clientelista que nos pone muchos obstáculos para generar una participación efectiva y de carácter decisiva, hay instrumentos que no se desarrollan por la misma cultura, pero no voy a entregar toda la razón a ello. También es por nuestro marco institucional.

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En algún momento se habló de los presupuestos participativos. Acá, en la Región de Valparaíso, tenemos algunos buenos ejemplos de comunas que han aplicado los presupuestos participativos, como San Antonio, como Quillota, donde han decidido que su fondo de desarrollo vecinal se destine a un presupuesto donde la ciudadanía elija en qué se va a gastar. Lamentablemente eso no existe en la comuna de Valparaíso. Lo que existe es un fondo donde se postula y son los dirigentes sociales los que postulan al proyecto y los que finalmente median para la adjudicación de sus proyectos. En una estructura social donde existe una práctica clientelista es bastante fácil también que los dirigentes sociales, particularmente lo que llevan muchos años, también estén acostumbrados a este tipo de prácticas. Una obligación y un desafío nuestro es impulsar procesos de formación, procesos de toma de conciencia, procesos de renovación de la dirigencia social. Estos procesos son fundamentales para remover esa institucionalidad que hoy día persiste. En este sentido, tenemos, entre otras luchas que ha emprendido la ciudad, un caso que ha sido bien emblemático: la lucha contra el Mall en el Muelle Barón. A pesar de la existencia de esta cultura clientelista de la que les he hablado, en Valparaíso tenemos también cómo mostrar algunos triunfos, triunfos de la ciudadanía. Por ejemplo, unos metros más allá está el Duoc, la ex “Ratonera”11. Si no hubiese sido por un movimiento ciudadano emprendido por “Ciudadanos por Valparaíso”, hoy día tendríamos ahí un edificio. Y fue la organización social la que fue construyendo movimiento, lo que permitió que se conservara el edificio con su valor patrimonial y no se alterara la condición de la ciudad. Tenemos también el Parque Cultural Valparaíso: si no hubiese sido por la organización ciudadana tendríamos allí un complejo habitacional en altura en vez de ser un parque cultural abierto a la ciudadanía con actividades culturales. Respecto al proyecto Mall Barón, el 4 de mayo del año pasado logramos hacer una gran marcha de cinco mil personas, una de las más grandes expresiones de la sociedad civil organizada, y muchas iniciativas se han desarrollado en función de detener este proyecto. Estamos en una situación que no es fácil, requiere mayor acción social, mayor participación ciudadana, mayor toma de decisiones. Hoy día estamos en una situación bien particular al respecto. La

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Se refiere a un viejo edificio abandonado, de gran valor patrimonial, que iba a ser demolido para emplazar un edificio corporativo. Nota del Editor.

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UNESCO se pronunció hace poco, mediante una resolución, respecto al borde costero de Valparaíso. Esto es muy importante porque es una cuestión estratégica con respecto al destino de la ciudad. Y se va a formar un comité donde muchos estamos exigiendo que este representada también la ciudadanía, las organizaciones ciudadanas, aparte de los concejales. Somos diez concejales en Valparaíso, seis de los cuales nos oponemos al Mall Barón. Sin embargo, la opinión de la municipalidad es favorable al proyecto; más bien, facilita el lobby para el proyecto. Por lo tanto, lo que hemos exigido es una participación del concejo municipal, además de la ciudadanía. Lo que yo recojo, en todo caso, como un aprendizaje, y que me parece importante que podamos difundir y compartir, es que las experiencias de triunfo que hemos tenido han sido logradas con una fuerte convicción ciudadana, por lo que hemos logrado revertir decisiones públicas. Yo creo que ese es el mecanismo para Valparaíso y, particularmente en el caso de Mall Barón, esa es nuestra necesidad: que se pueda contar con una organización ciudadana, con una articulación de distintas organizaciones, donde participen organizaciones formales e informales. Todas ellas constituyen una fuerza fundamental para lograr echar abajo el proyecto del Mall Barón y recuperar el borde costero para la ciudadanía. Planteo la situación del Mall Barón porque es crítico para la ciudad, porque es estratégico. Pero tenemos muchos otros ejemplos: la lucha en Valparaíso por la recuperación de nuestras plazas, tenemos el caso de la Plaza O’Higgins, que se está destruyendo para construir estacionamientos (ahí no alcanzamos a actuar a tiempo, porque nos enteramos tarde que se estaba haciendo una licitación). Llegamos antes con la Plaza Victoria, donde se iban a construir estacionamientos subterráneos y, a punta de organización, movimientos ciudadanos que no fueron tan masivos, pero que sí implicaron una expresión pública de la ciudadanía, se pudo detener el proyecto. Hoy tenemos una gran amenaza, que es la edificación en altura en la ciudad, y estamos luchando contra la destrucción de un gran parque, el parque del Cerro O’Higgins, donde se pretende construir un complejo habitacional que cuenta con veintiocho edificios. Estamos, en este punto, en una situación de tremenda vulnerabilidad. Si tenemos una nueva institucionalidad; si logramos cambiar esta cultura clientelista, lo que requiere mucho trabajo; si contamos con una institucionalidad distinta que tenga como marco una nueva Constitución que sea base para cambiar la ley general 92


de urbanismo y construcciones (que es muy pro inversión privada y no permite la efectiva decisión de la ciudadanía); y, finalmente, si logramos tener una normativa efectiva de participación ciudadana, que no sea solamente consultiva sino que tenga carácter resolutivo, en función de establecer mecanismos de control ciudadano y también de toma de decisiones respecto de lo que se va a poder hacer en el barrio, creo que efectivamente vamos a poder avanzar en una acción colectiva. Es decir, en el ejercicio del poder popular, que es lo que anhelamos y necesitamos. Gracias.

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La participación en la incisión entre lo social y lo político Ibán de Rementería Militante del Núcleo Valparaíso Socialista Comunal Valparaíso del Partido Socialista El tema de la participación aquí aparece entre lo social y lo político. Yo me quiero referir a algunos hitos fundadores de nuestra manera de entender el poder, que tiene que ver con una práctica de Occidente y que después se ha ido haciendo relativamente universal, y que tiene que ver con esta práctica. Tenemos en Europa un conjunto de revoluciones: la Revolución Inglesa de 1640, la Revolución Francesa de 1789; tenemos luego, en América Latina, la Revolución Mexicana de 1910 y, finalmente, la Revolución Rusa de 1917. Entremedio pasaron muchas otras cosas pero estos son los cuatro grandes hitos revolucionarios. Y son grandes hitos revolucionarios porque lo que ahí acontece es que son grandes movimientos disruptivos donde el poder político ha fracasado. Quiero remarcar esto: se habla aquí de pueblo, demos, o sociedad civil; son todas expresiones que no son equivalentes pero que tienen más o menos un mismo sujeto. Actualmente se habla de “gente”, concepto que ha sido vulgarizado por la gran prensa, que habla de “la calle”. Un fenómeno interesante, respecto al fracaso de la política y el poder disruptivo del pueblo, ocurrió durante la Revolución Francesa, en la Toma de la Bastilla. El pueblo había decidido armarse pero no tenía armas. Resulta que había bastantes armas y, sobre todo, pólvora en la Bastilla, que era una prisión que no tenía sino de cuatro a siete prisioneros y la toma tenía que ver con la negociación para que se le diera al pueblo pólvora y armas. El que estaba a cargo de eso decidió que no, y eso generó la revuelta. Lo interesante de la Toma de la Bastilla y lo que lo vuelve simbólico es que nadie sabe quién organizó aquello. Tanto es así, que ya constituida la república decidieron premiar a quienes participaron en la toma, 95


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para lo cual se hizo un registro público y se tenía que llevar tres testigos diciendo que se había participado. Al final, juntaron como a novecientos personas (en el operativo murieron noventa o cien personas). Lo que quiero recalcar es el carácter sumamente anónimo de este hecho político. En la Revolución Inglesa es distinto porque hubo una confrontación entre el Parlamento y el Rey: este armó su ejército y el Parlamento armó el suyo, encabezado por Cromwell, que después se volvió dictador y, bueno, ya conocemos la historia, casi siempre el que manda militarmente se vuelve dictador, pero es otro tema. A lo que quiero apuntar es a este hecho importantísimo que es la presencia del movimiento social cuando la política fracasa. Antes, la legitimidad política venía de Dios. Es muy complejo esto, no es tan sencillo como lo planteó el compañero Schilling remontándose a los egipcios, pero yo diría que lo que fracasa es la cristiandad, el modelo de la Ciudad de Dios de San Agustín. Se trata del modelo mosaico, donde yo bajo del monte con las tablas de la ley diciendo que si ustedes se atienen a esta ley lo van a pasar regio. Si el poder viene de Dios usted sigue las instrucciones de Dios y lo va a pasar regio. Bueno, ese modelo es el que fracasa definitivamente con la Revolución Francesa, que instaura la democracia, que no tiene nada novedoso: la Antigüedad es esencialmente democrática. Hay un mito, que tiene que ver con esto de los derechos de los ciudadanos y los deberes políticos que me gusta mucho, que es el mito de Antígona. Me gusta mucho porque el personaje principal es una mujer. Es bien sencillo: Antígona tiene dos hermanos, los tres son hijos del mismo padre que es el famoso Edipo, Rey de Tebas. Los hermanos, Eteocles y Polinices, que son los hijos varones, se tienen que repartir el poder, un año cada uno, y en un momento determinado Eteocles dice: “Mi papá me quería más así que yo me quedo con el poder”. Entonces, el otro se va a otro pueblo cercano, junta un poco de gente y trata de tomarse la ciudad y ambos mueren en combate. Entonces, el que se toma el poder es el tío, Creonte, quien toma una decisión ejemplificadora: Eteocles va a ser enterrado con honores y Polinices va a ser dejado para que se lo coman los animales. La hermana no acepta esto y procede a darle sepultura. Creonte se enoja y la hace matar porque ha incumplido su orden. La mayoría de los análisis de esta tragedia la plantean como una confrontación entre la política y los deberes filiales, o sea, los deberes de responsabilidad para con los hermanos. Yo creo que es más complejo: aquí lo que hay es una persona que es ejecutada por 96


incumplir una orden del Estado. Ella no afectó el derecho de nadie, no le robó una gallina a nadie, no mató a nadie ni mucho menos: ella lo único que hizo fue cumplir con darle sepultura a su hermano y el Estado no lo aceptó. Esta anécdota me parece fundamental para entender el conflicto que hay entre la sociedad civil y el Estado. Si yo quiero aterrizar esto sobre lo local, sobre qué es la participación en el gobierno local, sea a nivel regional o municipal, tenemos un instrumento que es la Ley 20 500, sobre participación ciudadana y pública. Dice en el artículo 70: “El Estado deberá establecer modalidades formales y específicas de participación”. En el artículo 71 dice: “Deberá poner en conocimiento público la información relevante”. En el artículo 72: “Dará cuenta pública participativa a la ciudadanía”. En el artículo 73: “Los órganos administrativos del Estado, de oficio o a petición de parte, deberán señalar aquella materias de interés ciudadano en que se quiere conocer la opinión de las personas”. Artículo 74: “Los órganos administrativos del Estado deberán establecer Consejos de la Sociedad Civil de carácter consultivo”. Y ahí termina lo que tiene que ver con la participación. O sea, lo único que se otorga es el derecho a la consulta, como decía la concejala Paula Quintana. Obviamente, la participación sólo tiene sentido si esta tiene un carácter, en primer lugar, deliberativo, es decir, que las personas afectadas por cualquier hecho, sea por una acción del Estado o por una necesidad pública de las mismas partes, puedan deliberar sobre aquello. Lo segundo es que dicha participación sea resolutiva, que se puedan tomar decisiones sobre aquello. Y lo tercero, que es lo más complejo, y que lo tocaba de pasada el compañero Schilling, es el carácter vinculante, porque yo podría plantear que los consejos con “s” de Valparaíso podrían tomar decisiones distintas que el concejo con “c”, que es el representante del pueblo de Valparaíso. Y lo que sucede en la actualidad es que las decisiones que tome el consejo con “s” tienen un carácter meramente de medición de opinión, no son vinculantes. El mejor ejemplo de esto se halla en la Ley de Alcoholes, que la cual prescribe que los vecinos deben ser consultados para obtener una nueva patente (la patente, sin embargo, la otorga el concejo, no el alcalde ni un funcionario administrativo). A todo esto, yo viví este asunto de cerca, porque fui dirigente vecinal del Cerro Concepción. Pues bien, la ley indica que se le debe consultar a la junta de vecinos: si ésta aprueba la nueva patente, perfecto, pero si la deniegan también perfecto, porque el concejo no está obligado 97


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a seguir la decisión de aquella. Entonces, ustedes entenderán que esto vuelve a la participación un chiste y la gente termina diciendo: “Bueno, para qué voy a participar si mis decisiones no van a ser tomadas en consideración, o sea, mi participación es meramente simbólica”. Creo que cualquiera que trabaje con juntas de vecinos se va a dar cuenta de que sólo son viejitos, y muy poquitos (la mayoría de estos viejitos están ahí porque no tienen muchas cosas que hacer). En tanto, el resto de la población no está interesada porque sabe que cualquier decisión que tome sobre aquello que le concierne no será tomada en cuenta. Creo que es muy importante que Paula Quintana haya traído aquí lo del clientelismo. Viví muchos años en Colombia y ahí el clientelismo es muy fuerte; yo lo encontré una cuestión encantadora, en una ciudad encantadora como es Cartagena de Indias. El día de las elecciones la persona más antigua de la comunidad comienza un proceso de negociación, se juntan no más de veinte personas, y comienzan la negociación del voto, como en la bolsa. Un señor representa a quince, a veinte personas, yo tengo tantos votos, y más o menos como a las diez de la mañana empieza a negociar, y el punto máximo es a las tres de la tarde, o sea, si a esa hora no has vendido esos votos la empezaste a cagar, porque empiezan a costar cada vez más bajo. Ustedes se ríen pero es un proceso de negociación muy frecuente. Es así: voto por plata, y no es así a la diabla, sino que hay un negociador y se va jugando con el precio igual que en la bolsa. La sabiduría de estos viejos es que saben a qué hora tienen que hacer el corte, o sea, lo que se llama elegantemente hoy día “toma de utilidades”. Y la gente va a votar por el candidato que se acordó y se reparten la plata. Eso es un hecho de votos útiles. Y ese voto útil acontece. Lo que acabo de relatar es el colmo del clientelismo porque la gente tiene la perfecta conciencia de que no tiene ninguna posibilidad de tomar una decisión sobre aquello que le concierne, entonces lo mejor que puede hacer es una buena negociación. Por eso que cuando uno va a un barrio lo primero que te dicen es: “¿dónde están las cajitas?, ¿dónde están los paquetes?”. Finalmente quiero referirme a los temas políticos porteños. A mi entender, son tres los fundamentales. El primer tema porteño es lo que mal se ha llamado la Ley de Puertos, porque eso ha llevado a una gran confusión. El puerto de Valparaíso tiene una condición geoestratégica singular, como lo tiene el puerto de Rotterdam, como lo tiene el puerto de Hamburgo. Nuestra condición estratégica singular es que, desde la llegada de los europeos, hemos sido un puerto pivote. Aquí llegaba toda la carga del Atlántico y de aquí 98


la reembarcábamos al Norte del Pacífico y al Lejano Oriente, a la vez, la carga que venía de allá llegaba aquí y la reembarcábamos para ser llevada al Atlántico. Entonces, siempre fuimos un puerto pivote, esa es la importancia de Valparaíso, no que quede cerca de Santiago, ya que para eso podría haber sido cualquiera de los otros puertos. Después del Canal de Panamá los ingleses descubren que es más corto ir de Liverpool o Bristol, que era el puerto articulado a Sudamérica, de Buenos Aires a Valparaíso y de ahí ir a Australia y no dar toda la vuelta por África. Por eso se construyó el ferrocarril Buenos Aires-Valparaíso, cuya construcción es coincidente con la construcción del Canal de Panamá. El hecho es que nosotros con el ferrocarril cumplimos la siguiente condición: podíamos articular el puerto de Buenos Aires vía Valparaíso a Los Ángeles, Estados Unidos, de manera más corta y más rápida que hacer Buenos Aires, Canal de Panamá, Los Ángeles. Esa es nuestra ventaja geoestratégica, sin embargo, está tan mal aprovechada ya que tan sólo el 3 % de la carga de Valparaíso proviene de Argentina. Ese es el nivel de desaprovechamiento. Entonces, esta articulación geoestratégica es lo que nos debería estar dando la renta que recibe la ciudad de Hamburgo (voy a citar mucho a Hamburgo que es una Ciudad-Puerto y Estado) porque es la ciudad que tiene más ingreso per cápita de Alemania, porque es dueña de sus puertos, además es dueña de la Compañía Sudamericana de Vapores. Es decir, las más grandes empresas navieras privadas chilenas son del puerto de Hamburgo, no de Valparaíso. Lo que nosotros tenemos que entender es que los puertos que tienen localizaciones geoestratégicas han logrado su desarrollo porque controlan las rentas de sus puertos. Estas rentas, quiero ser bien claro, consisten en la retribución que se recibe por hacer uso de algo que el hombre no puede producir, el hombre no puede producir localización geoestratégica, como no puede producir tierras, como no puede producir oro, como no podemos producir cobre, como no podemos producir pescado, etc. La renta del puerto de Valparaíso se la reparten en un porcentaje pequeño la empresa portuaria de Valparaíso y la terminal Pacífico Sur, que es de la familia Von Appen. La renta es de más o menos unos diecisiete mil millones al año, la mitad del presupuesto de la municipalidad, que ustedes saben que es igual al déficit municipal. O sea, con la renta del puerto de Valparaíso el déficit se acabaría en dos años y cada año tendríamos un presupuesto 50 % mayor al que tenemos hoy. Esa es una tarea pendiente, que solo se puede resolver con participación ciudadana, porque los sectores políticos, por una serie de razones que no puedo explicar ahora, no lo pueden asumir. 99


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El segundo tema tiene que ver con el patrimonio cultural y la renta. Bueno, la cultura genera renta, las obras de arte generan rentas por lo que la construcción del Mall Barón tiene un doble efecto en este sentido. Primero, afectaría a nuestra condición patrimonial, que es el atractivo turístico que tiene la ciudad en este momento. Pero, además, intervendría en un terreno que es fundamental para la construcción del nuevo puerto, porque es lo que se llama la “zona de respaldo”. Me refiero con esto a una zona más amplia, dentro del propio puerto, para almacenar carga en los procesos de carga y descarga. No necesito repetir que el otro problema que hay es el déficit de la municipalidad que es igual a su deuda presupuesto y que ha llevado a que el señor alcalde haya intentado proponer a los concejales la venta de los pocos bienes que le van quedando a la municipalidad, que incluye el palacio consistorial. No entiendo bien, pero pretende también entregar los ascensores, estos no son de la municipalidad así que no sé, además del Edificio Lyon. Por último, el tercer problema es el problema de la protección civil que tenemos en Valparaíso, lo que exige una movilización. La razón por la cual los concejales encabezados por Paula Quintana demandaron al alcalde por grave incumplimiento de deberes, tiene que ver con el problema del incendio acontecido el 12, 13 y 14 de abril pasado. Nuestra preocupación es que no se ha tomado ninguna medida de protección a la ciudad para evitar que eso no se repita. Para ser bien breve: desde la cárcel hacia el noroeste se podría producir perfectamente otro incendio porque ahí persiste ese bosque de eucaliptos y pinos. En ese sentido, yo con un grupo de amigos, hemos preparado una carta muy breve: “Los abajo firmantes, todos ciudadanos y ciudadanas de Valparaíso solicitamos a usted el uso de las atribuciones que le otorga el artículo 12 de la Ley Orgánica Constitucional de Municipalidades, y que se emita de manera urgente una ordenanza municipal que ordene a los propietarios de los bosques forestales de la zona urbana de la comuna de Valparaíso proceder a la inmediata tala y erradicación de las plantaciones de árboles y arbustos de los primeros docientos metros de la línea de separación entre lo urbano y lo rural. En particular cuando estas plantaciones son eucaliptus y pinos porque estos son altamente pirófilos. Lo anterior con la finalidad de prevenir que se produzca un nuevo incendio en la parte alta de la ciudad, tal como aconteció los días 12, 13 y 14 de abril recién pasado, que se originó precisamente 100


en esas plantaciones. Los propietarios de esas plantaciones y bosques deben ser advertidos que, de no ser acatada la ordenanza municipal, la alcaldía procederá a demandar penalmente por el delito de imprudencia temeraria por incendio según los artículos 490 y 491 del Código Penal, el cual prevé penas de 71 días a 5 años de cárcel”. Las ordenanzas son normas generales y obligatorias aplicadas a la comunidad, en ellas pueden establecerse multas cuyo monto no exceda de las cinco unidades tributarias. O sea, eso es toda la medida represiva que se puede aplicar, y con eso no asustas a nadie. En cambio, los artículos 490 y 491 del Código Penal se refieren a lo que se llama imprudencia temeraria, es decir, la autoridad da una instrucción a alguien y si éste no la cumpla implicaría que, en el caso que se produzca un incendio, le podría caer toda la ley penal. Creo que es lo único que se puede hacer para evitar estas nuevas catástrofes anunciadas.

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III ENCUENTRO EN LA REGIÓN DEL BIOBÍO CONCEPCIÓN, 6 DE OCTUBRE DE 2014



Democracia directa y fortalecimiento de las regiones Elementos para una nueva sociedad Dr. Edgardo Condeza Vaccaro Presidente del Movimiento por la Consulta y los Derechos Ciudadanos El progreso de la humanidad sería inexplicable sin la existencia de los principios, los ideales, la ética y la esperanza. La política es aquella actividad humana que tiene como propósito contribuir a cambiar y mejorar el mundo. Según la información de “Auditoría a la Democracia” del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo del año 2014, en la elección presidencial chilena votó el 44% de los que estaban en edad de votar. Menos del 30% se identifica con un partido. Solamente el 14 % piensa que los parlamentarios representan las necesidades de los distritos o circunscripciones correspondientes. A esto se une lo que ustedes seguramente conocen sobre la situación de los partidos que, junto a los parlamentarios y el poder judicial, constituyen lo más reprobado por los chilenos. Ahora, ¿de quién es la responsabilidad? Quizás la responsabilidad es de todos nosotros, pero no todos tienen la misma responsabilidad. Aquí la responsabilidad principal la tienen los dirigentes de los partidos. En este sentido, nosotros, como Movimiento por la Consulta y los Derechos Ciudadanos, hemos tratado de trabajar con una democracia directa, porque pensamos que la democracia es la idea más revolucionaria que ha existido. La democracia es otro significado para la palabra “dignidad”. La democracia, para nosotros, no solo se resuelve con participar. No basta con la participación o con consultas, sino que la persona tiene que decidir con carácter vinculante. Y en este sentido pensamos en tres elementos de democracia directa: el plebiscito, la revocatoria de las autoridades y la iniciativa popular de la ley.

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En la actualidad, los cambios nacionales en Chile se pueden iniciar solamente por dos vías: por iniciativa de la Presidencia y por iniciativa del Parlamento. Los ciudadanos no tenemos ninguna participación en estas decisiones que afectan al conjunto de la nación y naturalmente afectan a cada uno de nosotros y a nuestras familias. Frente a esto, nosotros creemos en una democracia directa. Esto es que los ciudadanos tengan la posibilidad de convocar a un plebiscito con carácter vinculante, reuniendo institucionalmente las firmas necesarias para decirles a los representantes: “Miren, los ciudadanos hemos reunido las firmas necesarias para que se haga un plebiscito, por ejemplo, para que se vuelva a nacionalizar el agua, que se vuelva a nacionalizar el cobre, que se haga una nueva Constitución, etc.”. Esta facultad de decidir es necesaria y fundamental, y esto, desde luego lo saben perfectamente nuestros representantes desde hace muchos años. A pesar de ello, esta democracia directa no se hace efectiva, no se lleva a la práctica, porque no se quiere perder poder, porque mediante el plebiscito uno le devuelve al pueblo el poder que este ha entregado a sus representantes. El plebiscito es un derecho natural. Es propio de la naturaleza humana. Está ligado inherentemente a la persona humana. Es parte de la libertad individual. En la Declaración Universal de los Derechos Humanos también está señalado que los ciudadanos tienen derecho a participar en el destino de su patria directamente o a través de representantes. Y esto, ¿dónde existe? Fíjense ustedes que en una república como la de Suiza a las personas que han cumplido cuarenta años de edad le han consultado sobre alrededor de mil temas. En Chile, a una persona de la misma edad, le han consultado quince veces. Mil veces contra quince veces. Y en el caso de Chile solamente para elegir representantes, no por otra razón. Esto no solamente existe en Suiza sino que está vigente en Estados Unidos. En la elección parlamentaria del año 2010 hubo ciento cincuenta y nueve plebiscitos, sumando todos los Estados. Cuarenta y tres de ellos eran requeridos por los ciudadanos y tres de ellos eran para requerir si en ese Estado se hacía o no una asamblea constituyente para hacer una nueva Constitución estatal. Existe también esta situación en otros países. Quizá les moleste un poquito el ejemplo de Estados Unidos, pero es interesante: en el Estado de Arizona, en uno de los plebiscitos, se preguntaba si los ciudadanos estaban de acuerdo en aumentar el sueldo de los 106


parlamentarios. En el Estado de Alabama se preguntaba: “¿Usted está de acuerdo con que los parlamentarios ganen la media de los servidores públicos?”. En el Estado de California, el redistritaje no lo hacen los parlamentarios involucrados, se hace en una comisión especial, porque los diputados o senadores pueden no hacer los cambios objetivamente. Por último, en Nebraska se preguntaba por lo mismo si le subían el sueldo a los parlamentarios. Ahora, esto no solo se ha visto en el Hemisferio Norte, sino que también existe en el Sur, por ejemplo, hay un amplio uso del plebiscito en Uruguay. Así, cuando querían privatizar el agua potable se hizo un plebiscito requerido por los ciudadanos, ¿y qué creen ustedes que se dijo en allí? En suma, el 73 % de la gente no quiso privatizar y se acabó el debate. Lo mismo se hizo en Italia. Tampoco ahí se pudo porque más del 70 % rechazó la privatización del agua. En Concepción y la región hicimos una consulta ciudadana cuando se intentó privatizar el agua potable. Muchos de ustedes seguramente participaron. En esa consulta participaron 136.783 personas. El 99 % no estaba de acuerdo con que se privatizara el agua potable. Con estos antecedentes fuimos a hablar con Ricardo Lagos y le dijimos: “Mira, tú en tu campaña presidencial te comprometías, incluso firmaste un documento, y dijiste que te interesaba la participación ciudadana. Y dijiste que ibas a escuchar a los ciudadanos. Pues bien, aquí está el resultado”. ¿Qué creen que ocurrió? Se privatizó el agua, quedando solamente en la región el 17 % del valor total de los servicios de agua potable, alcantarillado y aguas servidas de la región. Recordemos que la privatización del agua es responsabilidad del Presidente Frei, y en ese tiempo el Ministro de Obras Públicas, de quien dependía el agua, era Ricardo Lagos, y el proceso de privatización del agua culminó con el Presidente Piñera. En otros lugares, por ejemplo Costa Rica, los tratados de libre comercio se ratifican en plebiscitos, mientras aquí se pactaron acuerdos sin consultar a los chilenos. En suma, el plebiscito existe además en Brasil, en Perú, en Bolivia, en Venezuela, en Argentina, en Colombia, en Ecuador, en El Salvador, en Honduras, en Guatemala, en México, en Canadá, en Gran Bretaña, Francia, en Rusia, en Estonia, en Lituania, en Turquía, etc. Y nosotros no tenemos esta situación. Más aún, ya existe en el mundo el plebiscito transnacional. Por ejemplo, en la Unión Europea, para ver si se aceptaba o no la constitución en 107


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los respectivos países, hicieron un plebiscito. De esta forma era el mismo contenido que se consultaba en distintos países. Frente a esta situación nuestro movimiento ha hecho consultas ciudadanas en veinticinco ciudades, con la participación de alrededor de doscientos veinticinco mil personas en total. Primera vez en la historia de Chile que los ciudadanos organizan tantas consultas. Nuestro movimiento también ha participado en la realización de plebiscitos de los profesores, estudiantes, CUT, Voto Ciudadano, y del área de la salud. Bueno, por primera vez en la historia de Chile los ciudadanos organizan consultas ciudadanas esta vez en todo el país, ya que sus representantes no lo hacen, aunque lo hayan prometido. Al hacer el plebiscito con el Colegio de Profesores, con los estudiantes, participaron alrededor de un millón cuatrocientos mil personas, a lo largo de Chile. La gente no es que no quiera participar, sino que ya está cansada de las promesas de los políticos. En ese plebiscito se consultó a las personas: “¿Usted está de acuerdo con que se incluya el plebiscito convocado por los ciudadanos en la Constitución y en la ley?” El 93 % estuvo de acuerdo. Primera vez que se votaba por Internet en Chile (organizado por los ciudadanos). Primera vez, después de la dictadura, que los chilenos en el exterior podían votar. Esta es una iniciativa que nació en nuestra región. Nació especialmente en Concepción, y por mérito de mucha gente, de muchas personas que están aquí incluso: eso es meritorio, esa actitud, trabajar voluntaria y permanentemente. El plebiscito convocado por los ciudadanos no es una reforma más, no es una modificación más, porque si usted tiene esta herramienta, este instrumento, y usted junta las firmas, usted pone los temas. Esto es fundamental: el plebiscito convocado por los ciudadanos y de carácter vinculante. Otra reforma fundamental la constituye la revocatoria de las autoridades elegidas. Este sistema consiste en que si una persona no ha cumplido, o ha actuado de forma que perjudique al país o a la comuna los ciudadanos puedan reunir firmas y exigir un plebiscito revocatorio para ver si los ciudadanos quieren que este señor o señora continúe. También existe otra forma de participación ciudadana como son los presupuestos participativos, por supuesto, a nivel comunal y regional. 108

Junto a la revocatoria y al presupuesto participativo hay otro


elemento para la participación ciudadana: el voto programático, esto es, que todo candidato de los distintos niveles de elección popular se comprometa ante el Servicio Electoral con un programa de diez a cincuenta propuestas. Si no cumple con lo que prometió, entonces es motivo para revocarle el mandato. Lo que estoy diciendo, nuevamente, no es original. Existe desde hace años en Colombia y en Argentina, por ejemplo. En Estados Unidos el tema de la revocatoria existe desde hace más de un siglo. La primera ciudad que usó este sistema fue Los Ángeles en el año 1902. Ahora, nosotros también pensamos que la participación tiene que incluir a todos los ciudadanos que viven en Chile como a los pueblos originarios, aunque ellos no tienen nuestra manera de organizarnos políticamente en partidos. De manera que tienen que participar de acuerdo a sus propias características culturales, sus propias organizaciones. Incluso, deben dejarse cupos para que los elijan de acuerdo a sus costumbres. Cuando se elija el Intendente o Presidente Regional, nosotros pensamos que el vicepresidente de la Región del Biobío o de la Araucanía tendría que ser un mapuche, además pensamos que deben estar representados en el Consejo Nacional de Televisión y también en TVN. Que estén en todos los lugares, que se constituya en general una república que sea multicultural y plurinacional, como existe en otros países. Otro elemento para construir una democracia directa es la iniciativa popular de la ley. Este es un procedimiento simple en el cual se juntan firmas para que se presente un proyecto de ley para que se discuta obligatoriamente en el Parlamento. Frente a todo esto, hay que hacer una nueva Constitución, una nueva Constitución en la que incluyan fundamentalmente estos sentimientos, estos principios y estos ideales que configuran la participación ciudadana, ideales que no están contemplados en la actual Constitución. Se establecen, por ejemplo, en una encuesta de USACH y de IPSOS, que fue realizada en diciembre del año pasado, las siguientes preguntas: “¿Usted está de acuerdo que exista una nueva Constitución?”. La mayoría de los ciudadanos expresó que sí, más del 70%. “¿Usted está de acuerdo con el procedimiento de la asamblea constituyente?” El 54 % dice que sí. Solamente el 7 % dice que el Parlamento debería desarrollar la nueva Constitución. De manera que la encuesta deja muy claro lo que desea la ciudadanía, a la vez que se complementa con otras encuestas de CERC, de Adimark, en el mismo sentido. 109


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En nuestra región se discuten dos elementos que tienen que ver con la participación ciudadana y las necesidades de la población. Uno de ellos es que Ñuble se constituya en región y otro es que existan más comunas. Nosotros como movimiento estamos de acuerdo con que se establezcan en Chile más regiones y más comunas, porque en ellas los ciudadanos pueden tener una relación más directa y participativa con sus autoridades y representantes. En Suiza, por ejemplo, una población de siete millones de habitantes, que representa en superficie a nuestra cuarta región, tiene veintiocho cantones y dos mil novecientas comunas. Así, existe un representante cada quinientas personas. Y en Chile, esto es un representante por cada veinte mil personas. Por consiguiente, en Chile existe una concentración de poder enorme que nosotros necesariamente tenemos que cambiar. Mañana, 7 de octubre, la Comisión Asesora Presidencial para la Descentralización y el Desarrollo Regional le presentará a la Presidenta una serie de propuestas. Con respecto a la participación ciudadana se propone que el intendente sea elegido. Se propone que se establezcan elecciones primarias obligatorias. Nosotros pensamos además que estas elecciones primarias deben ser abiertas a la ciudadanía, obligatorias y simultáneas, de manera de no volver a observar lo ocurrido en la última elección de parlamentarios. Otra propuesta es que los candidatos al parlamento, a una comuna o intendencia, tienen que ser residentes en la región. No es posible que candidatos que provienen de Santiago vengan a nuestra región y se presenten a elecciones, ya que no conocen los problemas de nuestros ciudadanos de la misma manera que un candidato residente aquí. También se va a presentar a la Presidenta la existencia del voto programático y el sistema de revocatoria, que ya explicamos. Por otra parte, se plantea la alternancia, el problema de la reelección: se establece que el intendente y el alcalde solamente pueden ser reelegidos en una oportunidad. Los concejales y consejeros regionales en dos oportunidades. Nosotros pensamos además que los senadores, que duran ocho años, no debieran tener reelección, y que los diputados debieran poder presentarse a sólo una reelección, es decir, podrían detentar sus cargos por un máximo de ocho años. Actualmente, hay parlamentarios que van a cumplir veinticuatro años como parlamentarios, tanto en nuestra región como en otras.

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También nosotros pensamos que los problemas de carácter local o de carácter barrial tienen que ser consultados a los ciudadanos, pues quién conoce mejor estos hechos que los propios ciudadanos. Siguiendo este camino se va a plantear la necesidad de una nueva Constitución. Ustedes deberían haber escuchado que nosotros creemos en ello, y que eso debe ser mediante una asamblea constituyente. Cuando esto se dice hay personas que por ignorancia dicen: “ah, esto es propio de Bolivia, de Ecuador, o de Venezuela”. No es así. Asamblea constituyente en los últimos tiempos ha existido en Brasil, en Paraguay, en Perú, en Colombia, en Islandia, en Rumania, etc. De manera que un profesor de la Universidad Diego Portales, el señor Claudio Fuentes, dice: “Mire, más o menos existen constituciones actualmente generadas en treinta países con asambleas constituidas. Mientras más contemporáneas sean las constituciones, más se hacen a través de una asamblea constituyente”. Quizá lo más importante también de todo esto es que a nosotros nos quieren convencer de que este sistema político, social, económico es eterno, y que no va a cambiar. Que el sistema capitalista es un sistema que no va a cambiar y que no va a sufrir modificaciones. Esto es desconocer la historia, ya que si se ve a través de la historia, antes había una sociedad esclavista y también ahí se dijo que no iban a haber otras sociedades, incluso se decía que era por derecho divino. También existieron las encomiendas en América Latina o el modo de producción asiático. ¿Y por qué cambiaban? Porque hubo mujeres y hombres como ustedes que se dedicaron a trabajar para que las cosas cambiaran y se hiciera una mejor sociedad. Nosotros pensamos que necesariamente va a haber una sociedad que se desarrolle avanzadamente, en forma gradual, en forma planificada, con un plan que debe ser asumido, reconocido y aprobado por los distintos ciudadanos y, por lo mismo, que va a existir una nueva sociedad en la cual cada uno va a aportar su trabajo según sus capacidades y cada uno va a recibir según sus necesidades. Esta sociedad entonces va a ser, en esencia, humanista. Y la esencia del humanismo la constituye la democracia que hemos tratado de desarrollar. Nosotros pensamos que esta nueva sociedad se va a alcanzar de forma pacífica, y esto se va a conseguir.

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Sociedad Civil y Participación Política: Reflexiones y Propuestas Regionales

Nosotros tenemos que actuar realmente con ánimo, con fuerza, con esperanza, porque el escepticismo no es realmente sabiduría, el escepticismo es, más bien, renuncia, resignación. Nosotros tenemos que actuar con audacia, como lo hicimos en la lucha contra la dictadura, como lo hicimos en la lucha por la libertad. Planteémonos entonces audazmente estos mecanismos de participación ciudadana, porque esto es lo que Chile necesita. Por eso es que, en suma, nunca el progreso de una nación ha estado del lado de la apatía, ni de la indiferencia, siempre ha estado del lado del cumplimiento del deber para mejorar la sociedad. Como dije al principio, el progreso de la humanidad sería inexplicable sin la existencia de los principios, los ideales, la ética y la esperanza.

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Gracias por escucharme.


El desafío de entender la unión de lo social y lo político Javier Miranda Sepúlveda Dirigente de la Unión Nacional Estudiantil (UNE) Buenos días a todos y a todas. Muchas gracias por la invitación. Gracias al Instituto Igualdad y a los organizadores de esta actividad. Cuando hablamos de participación, partidos políticos, de institucionalidad, para nosotros es lógico, al ir enlazando estos conceptos, pensar en (bueno, cae de cajón) cómo hacerlo para que sean más hermanables estos conceptos con la realidad, o vayan hacia un entendimiento más generalizado respecto a que son por parte de la población y de la ciudadanía en general, es decir, mejorar la relación entre ciudadanía, partidos e institucionalidad. No toda la ciudadanía se cuestiona lo que está ocurriendo hoy respecto a la participación. No es el mismo cuestionamiento el que nos estamos haciendo hoy en día que el cuestionamiento que nos estábamos haciendo hace quince años atrás respecto de la participación, ni el que se hacía hace treinta años. Hacia dónde voy: para nosotros el estado actual de cosas no es algo azaroso ni tampoco es una sucesión de hechos desafortunados, sino que pensado, planificado y creado de esta forma bajo ciertos principios que para nosotros no son reales, o que son falaces. Con esto nos referimos principalmente a algunas tesis fundamentales que se plantean para el proceso de transición a la democracia. Para nosotros, como Unión Nacional Estudiantil (UNE), hay algunos principios que son falaces en torno a los cuales se sustenta el modelo actual y que nos tiene en la crisis que atravesamos hoy en día. Hace unos años no se tenía esta visión del modelo y, por lo tanto, nadie se preguntaba si había que cambiarlo o mejorarlo. ¿Cuáles son estos principios? Al menos dos que nosotros vemos como relevantes: primero, la autonomía que se plantea entre la política y la economía, entre los intereses políticos y los económicos. 113


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Para nosotros, no existe una disociación. O esta disociación no es real entre lo que es la política y los intereses económicos ya sea individuales o colectivos. Dependiendo del sector donde vengan pueden ser más colectivos o más individuales esos intereses, pero para nosotros están ligados e indisociables, o sea, la construcción política altruista en esencia, para nosotros, no existe. El segundo principio relevante es el que plantea la disociación entre lo político y lo social. Para nosotros tampoco existe una diferenciación entre lo que es la política, o lo que es el quehacer político y el quehacer social. Para nosotros lo que se hace cotidianamente es política. Y la política está involucrada también respecto a lo que pasa en la vida social de las personas: en la esfera política se decidan otras cosas que no tienen que ver con nosotros. De manera que estos dos principios se han ido instalando sin que, a veces, se planteen directamente. Probablemente nosotros nos pongamos a discutir con algunos de los ideólogos de estos principios y no nos planteen directamente las contradicciones que implican. Así, en la construcción de estas dos décadas y media de transición, de construcción democrática en Chile, estos planteamientos han estado a la orden del día en cada decisión que se toma y en cada proyección y lineamiento que se aborda respecto de la sociedad actual. Con esos dos principios se instala una realidad que, en términos sociales, se está viendo cuestionada. Al respecto, según el Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo y la Auditoría a la Democracia, lanzada el 29 de mayo de este año, se expresa lo siguiente respecto a la identificación con los partidos políticos: desde el 2006 y 2007 en adelante, la identificación está bajo el 50 % y desde el 2012, ya lo decía el doctor Edgardo Condeza, el nivel está bordeando el 30 %. Porcentajes que son bastante decidores respecto de lo que está pasando hoy en día. El sistema de partido se ha instalado sobre la base de estos dos principios. En este sentido, la Concertación, durante la década de los noventa, asume un rol principal en la construcción de esta estructura social, la cual plantea como cuestiones fundamentales: asegurar la gobernabilidad como tarea política, por lo tanto, evitar que la mayor cantidad de roces o encontrones entre lo que pasa en la vida social y lo que pasa en la vida política; por ejemplo, por vía de cooptación, por vía de reflexión, de desarticulación, también en la vía del trabajo, en la democracia misma, en las instituciones, se genera y se trata de asegurar esta gobernabilidad. ¿Qué se buscaba? 114


Poniéndonos en el escenario de las buenas intenciones podríamos decir que se pensaba que si se generaba una convulsión social los militares intervendrían nuevamente. Pensando políticamente se trataba de evitar la convulsión social precisamente para poder asegurar cierto estatus que les permitiera mantenerse, asegurarse y generar un sistema favorable hacia ellos. Y para asegurar esta gobernabilidad se debía encausar la participación por vías distintas a la de los movimientos sociales. Por ello, los partidos políticos serían y son la única forma de participación, lo cual genera cierta elite política a la que, desde algún tiempo hasta ahora, se le ha denominado la “clase política”, aunque muchos podríamos decir que no es una clase, pero se le ha denominado de esa forma y así se le entiende. Dentro de esta elite se distinguen dos formas de hacer política, lo que decanta en lo que algunos llamamos “el duopolio”. La primera forma se asocia a la Concertación, coalición desligada en términos generales de la base social que permitió el fin de la dictadura y que durante el primer período de esta transición se vio involucrada en diferentes hechos de descrédito para la política en general. También se generó la idea del político asociado a las triquiñuelas, a casos como el de Chile Deportes, el caso Coimas. Recuerdo esos casos porque se dieron en el momento en que comencé a involucrarme en cuestiones políticas, con la movilización de los pingüinos el 2006, donde estos eran los temas que se estaban tratando y uno decía “mira lo que hace la clase política”. O sea, existía un descrédito respecto de lo que es el quehacer político en general. Por otro lado, desde la derecha una forma distinta de hacer política, que sí tenía intención de incidir en sectores sociales, principalmente en sectores populares; o sea, no es algo desconocido que Jaime Guzmán ve cómo funcionan los partidos de izquierda durante la Unidad Popular y el ascenso de los sectores populares para después entender cómo tiene que actuar la derecha para controlar esos sectores populares. En ese sentido, principalmente la UDI, propone un asistencialismo exacerbado y una despolitización de las organizaciones intermedias como principio político fundamental. El gremialismo en su expresión más pura: juntas de vecinos, centros de alumnos, federaciones de estudiantes no tienen que participar políticamente porque no es de su incumbencia. Con estas dos formas de hacer política se genera lo que se denominó y lo que se reconoce como la política de los consensos. La política de los consensos entre dos sectores sociales que tenían estas 115


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formas de hacer política, y que podía ir más para un lado, más para el otro, pero en definitiva siempre el consenso entre las cúpulas partidistas que tomaban las decisiones en su momento. Esa política no se ha agotado y lo vemos actualmente, hace un mes o mes y medio, se cocina la reforma tributaria y se estanca por la misma política de hace veinte años. La Nueva Mayoría se vería forzada a esto por una minoría parlamentaria: a mantener esta política de consenso. Tenían posibilidades de generar un quiebre respecto de esa forma de hacer política: sí, la tenían, iba a costar. Todos los cambios tienen consecuencias y lógicamente son difíciles para quien tiene que enfrentarlo en el momento que se tiene la decisión política para llevarlos adelante. La decisión política hoy día no está. Esta forma de hacer política, este sistema de partidos, estas dos formas de desarrollar la política se veían reforzadas por un sistema electoral y de partidos de carácter restringido absolutamente, con algunos pilares: el sistema binominal, el Tribunal Constitucional, el presidencialismo y centralismo absoluto que existe a la hora de hacer política, además de los quorum calificados para la aprobación de leyes constitucionales y leyes de alto rango. Estos amarres institucionales que vienen de la dictadura, si bien hoy día están siendo cuestionados. Para nosotros hacernos las pregunta de cómo mejorar la relación entre la ciudadanía, los partidos y la institucionalidad es algo que hoy nos hace de sentido pero hace quince años atrás no era tan así. Ahora, por qué nosotros creemos que se comienza a cuestionar esta forma de hacer política. Precisamente por la situación en la que se encuentra la ciudadanía en general, es decir, la nula o baja participación política entre las personas que existe después de la modificación que se hace al sistema electoral con el voto voluntario e inscripción automática. Para nosotros es un tiempo de convulsión social que comienza a cambiar los ánimos en el país y que abre un ciclo: hacernos cuestionar lo que está pasando con la toma de decisiones, con la democracia y con los partidos políticos. Frente a esta realidad nosotros hacemos política porque nos vemos involucrados materialmente en una realidad en la que nos desarrollamos y en la que nos encontramos con contradicciones que es necesario ir resolviendo. Vemos que hay otros que se encuentran con esas mismas contradicciones pero plantean la mantención o la resolución de esas contradicciones de forma distinta. Ya lo enuncié: no creemos en el altruismo a la hora de hacer política, por lo tanto, la reforma constitucional, o las reformas “democráticas” que plantea 116


el programa de la Nueva Mayoría no son por voluntad propia sino por la fuerza de los hechos. El sistema actualmente no se mantiene, se sabía desde que se instaló que el sistema binominal era malo y que era excluyente, pero no se cambia hasta hoy, principalmente (bueno todavía no se cambia, pero se propone cambiar) por la fuerza y la irrupción e impulso de los movimientos sociales. Para nosotros este ciclo de cuestionamiento se abre con las movilizaciones que se generaron tanto el 2006, 2007, 2008 y que significan de cierta forma la irrupción de las masas. Me refiero a la movilización de los pingüinos, de los subcontratistas forestales, donde muere Rodrigo Cisternas, de los subcontratistas del cobre, esto es, por la irrupción de los trabajadores. Tras varias décadas de inmovilismo, las movilizaciones de los salmoneros en Puerto Montt. Radicalización de la lucha territorial mapuche, radicalización en la lucha de los deudores habitacionales, y una serie de movimientos sociales que comienzan a hacer ruido y hacer sentido en la población en general. Eso genera un cambio y un quiebre de lo que se venía realizando en política porque estos movimientos sociales tenían planteamientos políticos. Si bien el movimiento estudiantil venía haciendo ruido (el “mochilazo” de 2001) es el 2006 cuando toma ribetes políticos y plantea el cambio y modificación de la Ley Orgánica Constitucional de Enseñanza (LOCE). Antes, era el pase, era el crédito, era contra la ley marco, pero en ese momento se plantea un cambio más político, volvieron a poner en la palestra un sector que también tiene capacidad de organizarse, de movilizarse y de generar planteamientos políticos. Por otra parte, la organización de los forestales de 2006 y de los subcontratistas del cobre el 2007 no era por alcanzar un buen término de conflicto sino que era por el fin al subcontrato, y ese es un planteamiento que no se había visto antes, y que tiene un sustento político fuerte. En general esto nos muestra un cambio en cómo se entiende la política, en el quehacer político y nos va mostrando que esta disociación entre lo social y lo político no era tan real sino que se comienzan a dar estas irrupciones, comienzan a generase movimientos: aparecen movimientos por la consulta ciudadana, aparecen movimientos que plantean otras formas de toma de decisiones. En el gobierno de Lagos se impulsa un proyecto de ley que es la 20 500 que al final fue aprobada el 2011, donde se modifican algunos elementos de participación sobre todo de las comunas, bajo dos principios: la libertad de asociación y el principio asociativo. Se generan órganos, como los Consejos de la Sociedad Civil, se generan espacios de participación, se generan 117


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diferentes ordenanzas de participación ciudadana comunales, sin embargo, hay elementos que siguen restringiendo la posibilidad de participación ciudadana. Por ejemplo, si bien cada uno de estos órganos establece la modalidad de participación pero no asegura el mecanismo de funcionamiento de las audiencias públicas, de las consultas ciudadanas. No es la consulta ciudadana, no es la asamblea general la que decide cómo se organizan, sino que desde el mismo municipio, al convocarlas decide cómo se organizan. Por otro lado está el carácter consultivo de todas estas decisiones; por lo tanto, sus decisiones no son vinculantes y ninguna de estas medidas que se establecen en la Ley 20 500 tiene carácter resolutivo. Para nosotros, y para ir ya cerrando y dar espacio para que podamos discutir sobre lo que está ocurriendo, la situación que vivimos actualmente no se ha ido generando de manera fortuita o azarosa, ni tampoco porque se hayan cometido errores, sino que se ha impuesto un modelo pensado y planificado. Lo que pasa es que este modelo tiene que ir constantemente sufriendo modificaciones para poder mantenerse, y eso es lo que está sucediendo hoy día. Existen movimientos sociales que están generando presión para poder avanzar en transformaciones importantes. Sin embargo, los partidos políticos tradicionales desean hacer modificaciones que no vayan a afectar el statu quo; que no afecten la posibilidad o la intención de los inversionistas; que no vaya a afectar lo que piensa la CPC y la SOFOFA. En este sentido, nosotros creemos que pueden realizarse modificaciones más profundas de lo que fue la Ley 20 500, y desde ahí se puede abrir un camino. Efectivamente, se puede dar más autonomía, se puede dar más capacidad resolutiva, procedimientos para su utilización y su autoconvocatoria; mecanismos de reclamo o de fiscalización propios de la ciudadanía respecto de lo que está ocurriendo: eso se puede hacer. Sin embargo, esta ley es absolutamente insuficiente dentro de los cambios políticos que necesitamos hoy en día, y respecto de los cuales nosotros creemos que necesitamos trabajar. Por último, no basta con elecciones libres, sino que se requiere que los intereses sociales sean representados, y para que eso suceda necesitamos organización, necesitamos de la expresión de esa organización. Esto puede venir de la mano con las propuestas que plantea el doctor Condeza, de plebiscitos, de mecanismos que puedan incorporarse dentro de la institucionalidad y que efectivamente puedan ser aperturas que permitan tener mejores 118


condiciones para transformaciones aún mayores. Lo esencial para nosotros viene de la mano de la organización de la sociedad que hoy se entiende como sociedad civil. Esta organización se puede transformar en partido político. Los partidos políticos actuales tienen capacidad de reinsertarse y de comenzar a hacer política desde las bases, con participación social. Yo creo que podrían hacerlo, pero para eso tendrían que cambiar sus intereses. Y los intereses de los partidos pueden tener que ver principalmente con intereses económicos, por lo tanto, en nuestra visión, es mucho más difícil que el partido político actual, tradicional se vuelva a insertar en la sociedad civil. Para nosotros, un ejemplo muy particular, y con esto cierro, es lo que está pasando en España, con el Podemos. Es decir, cómo desde los movimientos sociales se va generando organización con diferentes mecanismos, utilizando redes sociales, utilizando lo que hoy día está a disposición para la generación de alternativas que le permiten a este movimiento tener cinco parlamentarios en el Europarlamento. Esto es un ejemplo de cómo desarrollar política sin separar lo político de lo social, y con intenciones que efectivamente se reconocen como vinculadas a un interés social particular que es el de los sectores populares.

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Cuestionamientos y desafíos para la democracia chilena Jeanne W. Simon, Ph.D. Universidad de Concepción jsimon@udec.cl En el Chile de hoy se percibe una crisis de la democracia representativa. Algunos expresan su cuestionamiento del estado actual de la democracia a través de la no participación en los procesos electorales, mientras que otros lo expresan actuando a través de mecanismos no institucionales, y especialmente en movimientos sociales que exigen (y reciben) una respuesta inmediata a sus demandas. Ese doble movimiento de la sociedad civil, la auto-exclusión de procesos institucionales y el creciente uso de mecanismos no institucionales, contribuye a una preocupación generalizada sobre la estabilidad de la democracia en Chile, especialmente por parte de la elite chilena. Casi desde la vuelta a democracia formal en 1989 investigadores como Rodrigo Baño (1998) han expresado una preocupación por la participación ciudadana y la necesidad de fortalecer la sociedad civil después de la dictadura. Desde entonces, la preocupación por el fortalecimiento de la democracia ha aumentado y actualmente hay un reconocimiento generalizado de que la democracia chilena requiere perfeccionamiento, especialmente en relación con el sistema electoral, el cual limita la participación de nuevas expresiones políticas, y la Constitución que ha sido bastante resistente a cambios fundamentales a pesar de la cantidad de reformas realizadas (Fuentes, 2012). Otro elemento a considerar es la concentración del debate político y la construcción de consensos fuera de los espacios públicos. De hecho, la primera década post-dictadura fue caracterizada por la estrategia de consensos solamente entre la elite política, la cual controló la participación ciudadana para poder fortalecer las instituciones democráticas frente las fuerzas militares 121


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y la amenaza de fuerzas anti-democráticas. La combinación de democracia formal, estabilidad política, disminución de pobreza y crecimiento económico favoreció la valoración de la democracia por parte de la ciudadanía como la mejor forma de gobierno en la década de los noventa aunque existían importantes contradicciones en la misma comprensión del concepto de la democracia expresada por los ciudadanos (Lagos, 1998). Además, con la vuelta de la democracia se bajó la participación en organizaciones intermedias como los partidos políticos y sindicatos, debilitando los canales de comunicación entre la elite dirigencial y los ciudadanos de pie. La creciente lejanía de los representantes políticos a su electorado, empezó a transformarse en una desconfianza hacia los políticos y la auto-exclusión de los procesos eleccionarios. En respuesta, los gobiernos han buscado distintas formas de promover la participación ciudadana y fortalecer la sociedad civil, generando una diversidad de fuentes de financiamiento y decretando leyes y reglamentos. Además, para fortalecer la participación electoral de los jóvenes, implementaron diversas medidas buscando mejorar los niveles de confianza en los gobiernos, incluyendo una modificación en los programas de educación cívica y de educación superior. No obstante, no lograron motivar a los jóvenes a inscribirse en los registros electorales y el número de personas que han participado en las elecciones se ha mantenido relativamente constante. De hecho, la introducción de la inscripción automática y el voto voluntario ha tenido poco impacto sobre el comportamiento electoral, generando un nuevo debate sobre la necesidad de reintroducir el voto obligatorio. A pesar de los diversos esfuerzos gubernamentales, existe todavía la necesidad de avanzar aún más para poder generar una sociedad política realmente democrática con plena participación, aunque no es claro exactamente dónde está el problema. A principio de los años noventa en Chile existía la noción que el contexto autoritario heredado (los enclaves autoritarios) inhibía una mayor participación por parte de los ciudadanos; sin embargo, con más de veinticuatro años de democracia política y la creciente apertura de espacios de diálogo público, la atención ahora se focaliza en los mismos ciudadanos y su desconfianza en las instituciones políticas y su apatía hacia la participación política. La elite y autoridades políticas siguen pensando que el problema es que a la mayoría de los ciudadanos y ciudadanas no les interesa la política. No obstante dicha explicación, con la vuelta a la democracia 122


representativa, se puede asociar la baja participación con el cuestionamiento de la efectividad del gobierno como también una preocupación por el poder de los grupos empresariales (Lagos, 1998), sugiriendo que la desconfianza podría ser el resultado de un sistema político que no logra canalizar y responder a las demandas ciudadanas. De hecho, ha emergido una crítica cada vez más generalizada sobre el modelo neoliberal, especialmente en relación con su capacidad de asegurar que todos los chilenos participan de los beneficios del desarrollo y existe la impresión de que a los políticos no les interesa transformarlo. Por lo mismo, entre 1990 y 2014 se observa el crecimiento sostenido en la preocupación por la igualdad por sobre la libertad (CERC-Mori 2014) a pesar de la introducción de políticas focalizadas a los más pobres y la disminución en los niveles de pobreza. Al mismo tiempo que hay un creciente cuestionamiento de la institucionalidad, más del 80 % percibe que no hay igualdad ante la ley. Existe la percepción que la democracia chilena es de forma pero no de fondo porque no logra representar los intereses de la mayoría de los chilenos sino parece que gobierna por el interés de unos pocos. De hecho, parece que la elite política y autoridades políticas buscan avanzar hacia una democracia más plena solamente cuando los movimientos sociales y opinión pública exigen cambios y mayor apertura. Existen múltiples explicaciones del por qué la democracia chilena no ha logrado fortalecerse en el periodo democrático. El Informe Auditoría de la Democracia (2014) enfatiza la necesidad de democratizar la institucionalidad, modernizar los partidos políticos y otras organizaciones intermedias, hacer más efectivo el actuar del gobierno pero hay poco sobre los elementos subjetivos de la democracia, y especialmente de la legitimidad de las decisiones. Planteamos que somos cada vez más individualistas, más conscientes de nuestros derechos y necesidades, pero a la vez no estamos igualmente conscientes de nuestros puntos en común que nos unen. En los últimos años, se observa una mayor demanda de reconocimiento y respeto de nuestras diferencias, pero aún faltan espacios de debate público para construir confianzas interpersonales como también visiones compartidas sobre el país y región que queremos. A pesar de la desconfianza ciudadana en la política, hay una creciente demanda para mayor democracia en todas las instituciones. La democracia no es solamente la elección periódica de nuestros 123


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representantes y programas de gobierno sino la democracia también es la forma de organizarnos que nos permite auto-gobernarnos. En un mundo caracterizado por el reconocimiento de diferencias, lograr una mayor cantidad de votos no favorece la legitimidad, la cual es una percepción subjetiva sobre los medios y fines utilizados. Una solución parece ser la construcción de comunidades políticas donde las personas confían en sus co-ciudadanos al mismo tiempo que respetan su individualidad y diferencias. Dicha construcción depende de la conceptualización de la participación ciudadana como un proceso constante, y no solamente cuando dejamos de pensar solamente en nuestros intereses sino en lo que necesitamos para que todos estén bien. Es claro que la reconstrucción del tejido social y político debe iniciarse en territorios concretos y a través de las organizaciones de sociedad civil cuyo fin es el bien colectivo y común y no solamente el poder y la influencia. Al nivel de la elite política, se requiere empezar a confiar en los aportes de la participación ciudadana, integrando la construcción, fuera de mecanismos institucionales, de comunidades políticas caracterizadas por el respeto a los derechos individuales como también una actitud solidaria. Así, podremos avanzar hacia una democracia consolidada en la cual la legislación permite a las personas convivir en libertad.

Referencias Baño, Rodrigo (1998) “Participación ciudadana: elementos conceptuales”. Nociones de una ciudadanía que crece, FLACSO Chile: Santiago. Fuentes, Claudio (2012) El Pacto. Ediciones Universidad Diego Portales: Santiago. Lagos, Marta (1998) “La Democracia y la Economía”, En Nociones de una ciudadanía que crece, FLACSO Chile: Santiago.

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Dos ejemplos de organización social: las Chinchorreras de Lota y el Comité Pro-Comuna Barrio Norte 1. Carmen Estay, Dirigenta de las Chinchorreras de Lota Buenas tardes a todos. Agradecemos la invitación que se nos hizo para exponer lo que hacemos nosotros en la comuna de Lota. Nosotros somos una agrupación de chinchorreras y chinchorreros de Lota. Esta es una actividad que ha sido realizada desde que las minas empezaron a funcionar. Nuestra función es recolectar el carbón de la orilla de la playa. Antiguamente, cuando la Empresa Nacional del Carbón (ENACAR), lavaba su carbón, salía el resto hacia el mar. Y ese carbón lo recuperábamos nosotros, con unos chinchorros12, con los cuales nosotros extraíamos desde la orilla para entregarlo a vendedores. Ellos compraban el carbón a las empresas para llevárselos a sus calderas, con lo cual funcionaban en ese entonces: armaban calderas que se usaban con la combustión de nuestro carbón. Nosotras queremos ser reconocidas a nivel nacional porque nuestro país se movió gracias a la empresa carbonífera aquí en Chile. Somos una parte fundamental de este país. Yo soy descendiente de chinchorreros, las compañeras que están aquí también son chinchorreras. Somos muchos chinchorreros, de los cuales muchos sobrevivimos y dependemos de esto. En la actualidad es poco el carbón que se consume, pero todavía queda en la zona de Arauco, Curanilahue, aún quedan minas de carbón de las cuales se extrae. Gracias a esto, ustedes pueden ver que las corrientes marinas traen elementos del carbón que van saliendo en las costas. Nosotros los extraemos con los famosos chinchorros. Por eso el nombre de «chinchorreros».

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Especie de cesta para recolectar el carbón. Nota del Editor.

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Desde 1920 vienen trabajando este tema nuestros padres y abuelos, y luego nosotros heredamos el trabajo. Este trabajo es honroso para nosotros. Somos mujeres mineras desde el principio, desde que se abrió la mina. Nosotros, gracias a este trabajo, hemos podido educar a nuestros hijos. Hemos podido mantenernos. En ese entonces se pagaba veinte centavos la bolsa. Actualmente, se paga una bolsa de carbón, que se llamaba la “bolsa guerrera” en dos mil quinientos pesos. Es muy poca la cantidad para todo lo que se sacrifica uno, porque se tiene que traer el carbón de la mina cuando la marea está baja, pero cuando la marea está alta tenemos que meternos hacia adentro, mojarnos completamente con nuestros chinchorros y sacar el carbón hacia afuera y después entregarlo al vendedor. Entregarlo entre las muchas empresas que quedan. Algunas todavía trabajan a combustión de carbón. Nosotras hemos venido hasta acá para que ustedes conozcan nuestra cultura. Tito Fernández también hizo un poema dedicado a las chinchorreras de Lota, y de todo esto nos sentimos muy orgullosas, porque ustedes saben que la mujer chilena en términos generales siempre se la rebusca para entregar sustento a su hogar y ayudar a sus compañeros. Por lo mismo, quisiera agradecerles que nos dieran esta oportunidad de ser conocidas y reconocidas por el gobierno, por nuestra labor, porque es una labor que no deja de ser. Gracias a esta labor de los mineros, se conoció algo más de la comuna de Lota. Personalmente, yo empecé a trabajar a la orilla del mar para poder ayudar a mis abuelos, a sustentarlos porque mi abuelo mismo trabajaba en la mina y el sueldo era muy poco. Hasta el momento sigo chinchorreando, sigo trabajando en la orilla de la costa. Mi hija que tiene nueve años también chinchorrea: junta carbón con algunas compañeras. Ustedes pueden ver cómo es la vida del chinchorrero, cómo chinchorreamos desde niños hasta la adultez, mujeres maduras, mujeres mamás, nuestros hijos. Esto es para que se lo muestren también a sus hijos que en la comuna de Lota se elabora la pesca como el chinchorreo, porque a veces los niños preguntan por Internet qué es un chinchorro, qué es chinchorrear y muchos no saben. Es bueno que nuestra cultura se conozca. Nosotros también informamos la labor que hacemos, tanto comunales como sociales, ya sea trabajando, ya sea en toma de carreteras, estamos siempre luchando. Nosotros no podemos tomarnos el mar. Todo lo contrario, el mar nos toma a nosotros. 126


Agradecemos su atención, su tiempo y agradecemos a la Universidad el privilegio de estar exponiendo aquí lo que hacemos. Dios los bendiga, sigan adelante para que podamos mejorar este país, mejorar la sociedad. Gracias por escucharnos.

2. Juan Polizzi, ex-Presidente del Comité Pro-Comuna Barrio Norte Buenos días. Yo soy Juan Polizzi, ex dirigente de la población Pedro Aguirre Cerda en Barrio Norte, presidente de Agrupación de Juntas de Vecinos de Barrio Norte, ex presidente del Comité Pro Comuna. Yo ya me retiré de todos estos asuntos pero todavía ando apoyando a algunos compañeros y organizaciones del barrio. Nosotros tenemos una historia de lucha. El Barrio Norte se constituyó por cooperativas, comunidades de trabajadores que compraron terrenos y también por tomas de terrenos. Tenemos, por ejemplo, Teniente Merino, que son tomas de terrenos que hicieron los vecinos. Decir que durante nuestra gestión como Agrupación de Juntas de Vecinos el 2002, nos constituimos ya en un Comité Pro Comuna y empezamos a conversar con nuestros vecinos en distintos sectores y con distintas juntas de vecinos, clubes deportivos, grupos de mujeres y jóvenes, y también con las iglesias evangélica y católica, para acercar a nuestra gente de nuestra comuna. Planteo el tema de la comuna porque Concepción está dividida por la línea férrea. Desde la línea férrea hasta allá es otro mundo. Los viejos nuestros cuando vienen a pagarse la pensión, dicen voy al pueblo, porque la ciudad está distante física y psíquicamente de nosotros. Tenemos cuatro lagunas, cuatro universidades, tenemos un río, Andalién, que está absolutamente abandonado. Esto río es histórico porque el himno de Concepción dice que la ciudad está a la vera del Biobío, pero no nombra que tiene cuatro lagunas en Barrio Norte, y que tiene el río Andalién. A nosotros nos duele el hecho de que nos desconozcan como territorio. Somos más de ochenta mil habitantes, con una explosión demográfica bastante grande, se están haciendo muchos condominios, en fin, poblaciones de estrato alto económicamente, 127


Sociedad Civil y Participación Política: Reflexiones y Propuestas Regionales

etc. Pero la mayoría, el alma de Barrio Norte está en los viejos que hicieron la población con trabajo voluntario, que lo hicieron con autoconstrucción, en fin, que lo hicieron con tomas de carretera, de calles, con quema de neumáticos. Todo lo que se ha conseguido en Barrio Norte, se ha conseguido con olor a neumático quemado, por ejemplo, el puente Lientul, que atraviesa la autopista Bonilla o Alonso Rivera, por donde pasa la locomoción colectiva. Ahí nosotros colocamos «23 muertos en accidentes, vecinos muertos en accidentes», porque la autopista dificultaba la locomoción colectiva y los peatones, y la autoridad política nunca quiso entender que aquí era necesario un puente, y antes del puente un semáforo transitorio. Tuvimos que tomarnos infinidad de veces la carretera, con los costos que pagamos para que se construyera ese puente. Esa vez se construyó y efectivamente lleva casi veinte años y nadie ha muerto en ese sector. Lo mismo sucede con la avenida Andalién, una avenida de cuatro pistas que tenía un paso inferior en la línea férrea donde pasaba un solo vehículo: había asaltos, robos, en fin, peajes e inundaba las poblaciones de alrededor. Esperamos diecisiete años de democracia para que nos escucharan las autoridades y tuvieran finalmente que solucionar este problema. Todo lo que se consiguió en el barrio está en razón de que nosotros nos hemos tenido que hacer notar en la organización barrial con protestas, porque de otra forma no nos escuchan. Decir que atravesamos el río Andalién (en el cual hacemos regatas continuamente) desde la Universidad del Biobío hasta Penco para detectar, en condiciones clandestinas, el abandono en que está: lo hacemos nosotros ya que no hay ninguna autoridad que se acerque a ver en qué condiciones está el río. Yo digo que en otro país, seguramente tendrían una calle, una costanera, cafés, restaurantes, paseo, todo. Las lagunas nuestras están con un metro y medio de sedimento de alcantarillado, están hediondas. Acá hubo un alcalde, el alcalde Ulloa, que se preocupó de salvar las lagunas, inclusive una que estaba ya absolutamente colapsada, llena de basura, y pudo rehacerla. También allí tiramos botes sin permiso de nadie, y hacemos actividades recreativas para los niños, con el fin de demostrar que es posible que nuestro barrio sea una comuna turística, ecológica y que pueda tener una serie de adelantos que hoy día no tiene por capricho de las autoridades que pasan por el municipio. Desde que Ulloa salió del municipio, las lagunas quedaron abandonadas. Hoy día se está haciendo un proyecto de recuperación de las lagunas y hemos logrado, por ejemplo, una delegación 128


municipal del Barrio Norte, que yo creo que es el primer paso, pero nosotros aspiramos a ser comuna y no porque algunos de nosotros, los dirigentes, pretendamos ser autoridad. Lo hemos conversado muchas veces a nivel de organización que está compuesta por vecinos que son dirigentes de clubes de adultos mayores, juntas de vecinos, grupos juveniles, en fin, una serie de organizaciones que participan de este comité. Nosotros hemos hecho carne el mensaje de que las organizaciones sociales tenemos que ser el contrapeso del abuso de las empresas ya que acá salimos de una dictadura militar y nos metimos en una dictadura empresarial, las empresas manejan al país. Y nosotros, los ciudadanos, paramos el dedo cuando hay que ir a votar no más. Ser contrapeso a las empresas, pero también para defendernos de las autoridades políticas del país que no siempre cumplen lo que prometen en las elecciones y no siempre se hacen eco del sentir nuestro, del sentir del pueblo. Nuestra organización es transversal, hay desde militares hasta gente que está antisistémica, como yo.

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Experiencias concretas de participación local en la gestión pública: mesas barriales y presupuestos participativos Leonardo Gutiérrez Presidente Regional del Movimiento Amplio Social (MAS)

Lo que voy a exponer es la intervención realizada por un grupo de profesionales ligados al área de las ciencias sociales en la comuna de Talcahuano. La intervención subyace en una metodología de trabajo que incorpora elementos de participación social y de gestión participativa, que no solo es aplicable a una comuna, sino que a cualquier espacio institucional al que le interese el proceso participativo. En ese sentido, puede ser aplicable a la nueva comuna de Barrio Norte, que esperamos sea realidad durante este mandato presidencial. En realidad, las mesas barriales surgen a partir de la reflexión y el diagnóstico de un grupo de profesionales ligados a las ciencias sociales que, en la comuna de Talcahuano, iniciaron un proceso de trabajo ligados al “Programa para la Superación Integral de la Pobreza Urbana”, programa financiado por la comunidad económica europea y que realiza intervención en tres comunas de nuestra región, entre ellas Talcahuano. El objetivo del programa (PPU) era fundamentalmente hacer una intervención con familias que en ese entonces estaban en una situación de indigencia, vale decir, estaban bajo la línea de la pobreza y que en la comuna de Talcahuano se concentraron fundamentalmente en los cerros. La intervención buscaba que las familias identificadas y como lo mencionamos anteriormente, se encontraban en estado de indigencia, al termino del programa al menos pasaran a ser familias pobres. Para eso se seleccionó a un grupo de familias vinculándolas con una serie de ofertas sociales que tenía el programa. El PPU fue el programa que antecedió o fue el piloto del programa Puente. 131


Sociedad Civil y Participación Política: Reflexiones y Propuestas Regionales

Como señalé al comienzo de esta exposición un grupo de profesionales ligados a la área de las ciencias sociales y a partir de la intervención realizada (vale decir basándose en la experiencia) diagnostica que la superación del estado de indigencia no sólo será efectivo a partir del acceso a oferta de bienes materiales por parte de las familias identificadas, sino que también será necesario el involucramiento de estas en las redes comunitarias existentes en sus respectivos territorios. Era sumamente importante trabajar sobre el significado de los bienes inmateriales, es decir, que una familia está ligada fuertemente a su organización, y en este caso, a su junta de vecinos. Cuando en el barrio sucede algo, la primera organización a la cual se recurre es a la junta de vecinos y después al municipio, por tanto, era necesario vincular a estas familias con sus juntas de vecinos. Fue lo que se realizó en los cerros de Talcahuano, se organizó a cada grupo de familias intervenidas, eligieron un representante concurriendo a su Junta de Vecinos a participar de las reuniones con todas las organizaciones que tenían vida en el sector en el cual habitan las familias intervenidas. Eso fue el inicio de lo que el día de hoy llamamos «mesas barriales» en Talcahuano, lo cual fue reformulado y perfeccionado. Lo que resultó a partir de eso es que en Talcahuano, en el mes de noviembre del año 2012, se movilizaron más de 10.000 personas de distintos barrios para votar por palancas de desarrollo identificadas por las distintas organizaciones que participan de Mesas Barriales. Los fundamentos teóricos de las mesas barriales son 2: la participación social y la gestión participativa. Cuando nosotros estamos construyendo la participación social, estamos diciendo que es un proceso. La participación es un medio, no un fin en sí mismo. Permite a los vecinos y vecinas definir cuál es el tipo de desarrollo que ellos quieren para sus barrios. Eso es participación. La participación tiene que ser vinculante. Cuando no hay procesos vinculantes, no hay participación. Es sólo escuchar a la comunidad. Lo que nos estaba diciendo don Juan Polizzi: efectivamente, no sacan nada con convocarme, o con preguntarme cuáles son mis problemas si el día de mañana van a terminar realizando cosas distintas a lo que nosotros como comunidad decimos que son nuestros problemas, porque la participación significa que esa comunidad organizada, a través de un proceso metodológico, determina cuál es el desarrollo que quiere para su barrio, eso lo tomamos como elemento lo desarrollamos como participación social. Afortunadamente en Talcahuano así se entendió.

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El segundo elemento es una gestión participativa e inclusiva, debemos avanzar de una gestión más bien reactiva, burócrata a una proactiva que permita vincular permanentemente al usuario con la red de servicios existente en el Estado. En términos de diseño Talcahuano fue dividido en 5 grandes territorios, Cerros, Centro, Higueras, Salinas, Medio Camino, cada uno subdividido en territorios más pequeños, generados a partir de identidades socioculturales, cada uno de estos territorios pequeños conforman una mesa territorial o barrial, ya que mientras más pequeños sean los territorios, de mejor forma podemos diagnosticar los problemas que hay en estos espacios. En Talcahuano hubo veinticinco mesas barriales, en cada una de esas mesas barriales se invitó a todas las organizaciones existentes en el territorio a la conformación de ésta. A nadie se le obligó. La participación de ese espacio denominado «mesa barrial» era voluntaria, y en cada una de las mesas participaron aproximadamente de quince a veinte organizaciones. Si eso lo multiplicamos por veinticinco mesas, llevamos aproximadamente cuatrocientas organizaciones que estaban interrelacionadas entre sí. En cada una de las mesas se hizo un proceso metodológico, porque la participación, queridos y queridas vecinas, no es un proceso de asamblea. La participación, no es que nosotros nos juntemos en asamblea, y cada uno de manera inorgánica nos diga cuál es su problema. La participación es un proceso metodológico que, de manera ordenada, nos permita actualmente identificar cuáles son los problemas del territorio y luego, en conjunto con la propia comunidad, buscar las soluciones. A través de un proceso metodológico desarrollado en cada una de las veinticinco mesas, se trabajó en la construcción de línea de base. Luego, y a partir de preguntas orientadoras, se reconstruyó el imaginario del barrio, para finalmente identificar los problemas que afectaban la calidad de vida del territorio, barrio, de los habitantes del sector y no el problema particular del dirigente que participa de la mesa en representación de una organización. Los problemas identificados por cada mesa, aproximadamente diez, fueron presentados e la comunidad en asamblea informativa, socializando el proceso, porque fueron identificados esos problemas y no otros, para finalmente convocarlos a participar de un proceso democrático, el cual la comunidad que formaba parte del territorio en el cual se estableció la mesa, votaría por los tres principales problemas que el municipio, en conjunto con la mesa 133


Sociedad Civil y Participación Política: Reflexiones y Propuestas Regionales

barrial, trabajaría para solucionarlo y así mejorar la calidad de vida de las familias y comunidades del barrio. Nosotros logramos sacar a votar a diez mil vecinos en Talcahuano. Están los registros en el periódico. De los diez mil vecinos que fueron a votar, sin que pusiéramos micros, sin que los acarreáramos, sólo porque existió un proceso que efectivamente incorporó la opinión de los vecinos y vecinas que vivían en los distintos barrios. A cada uno de estos procesos, de esta votación, de los tres problemas, nosotros lo llamábamos «Sistema de Desarrollo Barrial». Esos tres procesos constituían un sistema, cada uno de estos problemas estaban apalancados, por tanto, nosotros, lo que buscábamos era que el municipio, en la definición de su presupuesto anual, pudiera, a partir de estos problemas, de estos fenómenos, poner los dineros donde correspondiera. Pero no nos quedábamos sólo ahí, porque eso era quedarse sólo con el problema, sino que luego hacíamos el proceso de involucrar a la comunidad en la solución de esta problemática. Dicho esto, contándoles todo el proceso, ¿cuál era el fondo de las mesas? Primero, fortalecer a la organización social. Nosotros entendíamos, dentro de los análisis que hacíamos, que hoy día las organizaciones sociales están bastante debilitadas porque hay un proceso tal que las debilitan, y ese proceso tiene que ver con el clientelismo. Hay mucho espacio institucional, llámese municipio que tiene clientes en torno al municipio, y no ciudadanos, y no organizaciones respectivas, entonces nosotros decíamos si nosotros involucramos a las organizaciones, y estas organizaciones efectivamente ven que los problemas se están resolviendo, la comunidad va a volver a creer en las organizaciones. Eso lo teníamos absolutamente claro. También teníamos claro que necesitábamos resaltar y volver a reencantar o a regenerar el tejido social. Trabajando en las mesas barriales empezábamos a recomponer los tejidos sociales en los distintos barrios, también, nosotros decíamos que hay que empezar a territorializar los problemas, porque los problemas del cerro, muchas veces no son los mismos de Higueras. Para finalizar, creo que el piloto de Talcahuano, a diferencia de otros procesos participativos, es distinto, porque lo que se buscó, fundamentalmente, era dar poder y herramientas a los distintos vecinos y vecinas, para que definieran el desarrollo del barrio, esto indistintamente de su condición social y cultural. Los presupuestos participativos son una forma importante de participación, pero también replican la desigualdad cultural que existe en nuestra 134


sociedad. Así, un sector con un capital cultural mayor que otro tiene mucha más capacidad de generar un proyecto respecto a otro que no lo tiene. En cambio, cuando nosotros hablábamos de mesas barriales, planteábamos que la distribución de los recursos fuera equitativa entre los distintos barrios y de acuerdo a los distintos problemas que tenían los vecinos y vecinas.

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AGRADECIMIENTOS La presente publicación se enmarca dentro de las actividades realizadas por el área de investigación jurídica del Instituto Igualdad durante el año 2014, agradecemos el compromiso y trabajo de cada uno de sus integrantes: Coordinadores 2014 Nicolás Facuse V. Víctor Soto M. Eduardo A. Chia. Equipo de investigadores 2014 Rodrigo Fecci. Pedro Pablo Pincheira. Cristóbal Valenzuela. Investigadores asociados 2014 Flavio Quezada R. Héctor Valladares V. Rafael Ferrada. Juan Francisco Castillo. Agradecemos profundamente a la Fundación Friedrich Ebert (FES) cuyo apoyo fue fundamental tanto para la realización de los encuentros regionales como para la publicación de este texto. En especial a Reiner Radermacher, Karla Stein y Cecilia Carrasco. Agradecemos la desinteresada colaboración de aquellos compañeros que nos apoyaron en las diferentes regiones que visitamos, sin su ayuda habría sido muy complejo organizar los debates que inspiraron esta publicación. En particular, a Marcos Mattar en Valdivia, a Paula Gutiérrez y Jorge González en Valparaíso y a Ignacio Andrade en Concepción. De manera particular agradecemos a Danae Mlynarz por su constante aporte en el desarrollo de los temas de participación, así como también, las invaluables colaboraciones de Daniela Ramírez, 137


Sociedad Civil y Participación Política: Reflexiones y Propuestas Regionales

Ana María Martínez, Diego Costa y José Martínez para que este proyecto viera la luz. De manera especial agradecer a don Hugo Espinoza por su incansable esfuerzo por hacer del Instituto Igualdad un espacio abierto para el desarrollo de ideas y proyectos que permitan dotar a nuestro sector de contenido sustantivo en el debate político nacional. En términos generales, agradecemos también a todos aquellos expositores y participantes que animaron el debate en cada encuentro regional, así como también, a aquellos que han tenido la disposición de comentar este trabajo el día de su lanzamiento oficial. A todas y todos, muchas gracias.

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