Cayey Miradas Hist贸ricas Perspectivas Contempor谩neas
Universidad de Puerto Rico en Cayey Instituto de Investigaciones Interdisciplinarias Fundaci贸n Puertorrique帽a de las Humanidades National Endowment for the Humanities
Cayey
Miradas históricas, perspectivas contemporáneas Esta publicación es parte del proyecto Cayey: miradas históricas, perspectivas contemporáneas subvencionado por la Fundación Puertorriqueña de las Humanidades, el National Endowment for the Humanities y el Instituto de Investigaciones Interdisciplinarias de la Universidad de Puerto Rico en Cayey.
Miradas Históricas, Perspectivas Contemporáneas
Cayey
Instituto de Investigaciones Interdisciplinarias 205 Ave. Antonio R. Barceló Cayey, PR 00736 787‐738‐2161, extensiones 2615 y 2616 instituto.investigacion@upr.edu
Esta publicación recoge los trabajos presentados en el foro Cayey: miradas históricas, perspectivas contemporáneas, celebrado el 14 de noviembre de 2007 en el Anfiteatro Arturo Morales Carrión de la Universidad de Puerto Rico en Cayey. Dr. Ram S. Lamba Rector Dr. Raúl Castro Decano de Asuntos Académicos Dra. Isar P. Godreau Directora Instituto de Investigaciones Interdisciplinarias
Editoras: Dra. Isar P. Godreau y Vionex M. Marti
© 2009 Instituto de Investigaciones Interdisciplinarias, Universidad de Puerto Rico El material publicado podrá ser citado siempre que se le dé el crédito correspondiente a sus autores. Esta publicación no podrá ser reproducida, ni total ni parcialmente, sin el permiso escrito de las editoras. Edición: Lorna Polo Diseño de portada: Carmen Lugo Diagramación: Instituto de Investigaciones Interdisciplinarias
ÍNDICE Introducción..............................................................................................................1 Isar P. Godreau y Vionex M. Marti Cayey En Perspectiva, Fernando Picó...........................................................................................................4 El Género y la Descomposición del Oficio de Tabaquero en Puerto Rico, 1899‐1934, Juan José Baldrich...................................................................................................12 Historiografía de Cayey: Un Acercamiento Aritmético (El caso de Pío López Martínez), Jonathan J. Berríos..................................................................................................43 Contextos, Pre‐textos y Post‐textos: Comentarios sobre las ponencias de Fernando Picó y Juan José Baldrich, Luis Figueroa..........................................................................................................51
Cayey: Miradas históricas, perspectivas contemporáneas
Introducción Es un gran placer presentarles la publicación Cayey: Miradas históricas, perspectivas contemporáneas. Esta recoge las ponencias presentadas en el foro que, bajo el mismo título, organizó el Instituto de Investigaciones Interdisciplinarias de la Universidad de Puerto Rico en Cayey el 14 de noviembre de 2007 en el Anfiteatro Arturo Morales Carrión. Mediante el Foro, buscamos promover la historia como una herramienta clave para entender y enfrentar algunos de los problemas contemporáneos del pueblo de Cayey. Las ponencias que aquí publicamos se presentaron ante un nutrido grupo de académicos, maestros, estudiantes universitarios y escolares, funcionarios públicos y personas de la comunidad cayeyana. El foro contó con las presentaciones de los reconocidos académicos puertorriqueños: el historiador Fernando Picó y el sociólogo Juan José Baldrich, ambos de la Universidad de Puerto Rico en Río Piedras; el historiador Luís Figueroa, del Trinity College en Hartford, Connecticut; y Jonathan Berríos, educador del Museo de Arte Dr. Pío López Martínez, de la UPR en Cayey. *** El primer ensayo del libro corresponde al doctor Fernando Picó y aborda el tema del desarrollo histórico de la sociedad, el trabajo, la familia y las relaciones de poder en el municipio de Cayey. Picó discute la transformación de Cayey de una ciudad pequeña dominada por micro‐poderes a una ciudad globalizada, donde el poder está disperso dentro y fuera de los límites de la ciudad. En su ensayo, el doctor Picó describe cómo, ante la ausencia del estado, en el Cayey de antes, los micro‐poderes emanaban de la iglesia, el gobierno y del dinero de algunas familias afortunadas. En cambio, en la actualidad, el comercio, las autopistas y las telecomunicaciones han convertido a Cayey en un lugar de residencia para trabajadores de otras ciudades, en un lugar de paso para el comercio entre otras ciudades y, en general, en una ciudad cuyos habitantes no se limitan a las esferas locales. Estas dinámicas se articulan con otras características identificadas en la historia cayeyana: el trabajo enajenado, la familia dividida, la violencia y la indiferencia al ambiente. Picó nos muestra algunas claves para enfrentar estos retos del presente. En el segundo ensayo, el doctor Juan José Baldrich discute la transformación de la industria del tabaco en Puerto Rico y cómo esos cambios transformaron los patrones de empleo de hombres y mujeres en la industria del tabaco y los patrones de organización de estos trabajadores y trabajadoras. Baldrich argumenta que dividir el método español de elaboración del tabaco en varios pasos especializados generó un proceso de cambio en el que cada vez era más fácil y rápido enseñar y aprender el proceso, lo cual llevó a una reducción en el pago por esos trabajos. Esto también
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cambió la distribución por género entre los empleados de la industria tabacalera, pasando de un grupo de empleados constituido principalmente por hombres que ganaban un salario alto por hora, a un grupo de empleados constituido principalmente por mujeres que ganaban salarios bajos. El ensayo muestra algunas consecuencias importantes de esta feminización en la industria del trabajo. En el tercer ensayo Jonathan Berríos utilizó la obra de Pío López Martínez, fenecido profesor del la UPR en Cayey y autor del primer libro conocido sobre la historia de Cayey, para ilustrar y proponer una técnica de enseñanza de historia para estudiantes de escuela secundaria en la cual se puede utilizar las formulas matemáticas como analogías de los procesos de investigación histórica. Según Berríos, la descripción histórica de eventos, lugares y puntos en el tiempo se puede elaborar con base en los registros de documentos de la época, las obras intelectuales de esa época y la tradición oral. Entender esos elementos como variables en la formula de la descripción histórica le podría permitir a los estudiantes ver cómo unos elementos se pueden unir a otros y cada vez tener una imagen más clara de los eventos del pasado. Finalmente, el doctor Luis Figueroa discutió críticamente las presentaciones de Picó y Baldrich, y propuso algunas líneas de investigación a la luz de las convergencias e interrogantes que estos trabajos sugieren. De forma particular, propone estudiar los espacios vitales en donde se formó el proletariado tabaquero que estudia Baldrich y sus desplazamientos, es decir, examinar la proletarización del tabaco en otros espacios que van más allá del taller; espacios que se vislumbran en el trabajo de Picó, desde su ángulo de análisis, y que se desarrollan de forma más amplia en su libro Cayeyanos: familias y solidaridades en la historia de Cayey. *** El Instituto de Investigaciones Interdisciplinarias de la UPR Cayey agradece a los autores por su disposición e importante trabajo, y por la diligencia y gentileza con la que compartieron con los asistentes durante el foro que dio origen a esta publicación el 14 de noviembre de 2007. El señor Jhon Sanabria y Yhajaira Mercado del Instituto merecen un agradecimiento especial por su colaboración en la organización del evento. El Departamento de Educación también colaboró, apoyando la asistencia de los maestros de historia de las escuelas del distrito. Finalmente, agradecemos el apoyo de la Fundación Puertorriqueña de las Humanidades, cuyo auspicio hizo posible la publicación de las ponencias. Los ensayos presentados en esta publicación amplían nuestro conocimiento de la historia de Cayey, facilitando la comprensión de la relación de los sucesos históricos, sociales y económicos que ayudaron a fraguar las particulares características del pueblo y la sociedad Cayeyana hoy en día. Con esta publicación, el Instituto fortalece su misión de promover y diseminar el desarrollo de conocimientos relevantes para el
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país y para la región de servicio de la UPR en Cayey. Esperamos que el trabajo sirva de estímulo para desarrollar otras investigaciones que amplíen este conocimiento y generen nuevos proyectos de investigación aplicados, que abonen a la crítica y al desarrollo de políticas públicas para el País. Dra. Isar P. Godreau y Vionex M. Marti Instituto de Investigaciones Interdisciplinarias Universidad de Puerto Rico en Cayey
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CAYEY EN PERSPECTIVA
Introducción: La cambiante región de Cayey La investigación de la historia de Cayey muestra que en distintas épocas Cayey se ha movido en diferentes contextos regionales. Al pasar por alto su contexto geográfico de altiplano, en una cesura de la Cordillera Central, y su ubicación dentro de las agrupaciones indígenas del valle del Toa en el período pre‐ colombino, encontramos al hato de Cayey en la historia de Puerto Rico como un polo ganadero del partido de Coamo en el siglo 18. Si examinamos la documentación referente al tráfico comercial y al trasiego social en las décadas posteriores a su fundación, encontramos entonces que Cayey paulatinamente se desplaza de la órbita de Coamo a la de Guayama, de donde recibe financiamiento, agentes comerciales, inmigrantes y bienes de consumo. La construcción de la Carretera Central, en particular de los 1870 en adelante, nuevamente disloca el eje regional. Cayey ahora va a mirar hacia el norte y robustecer el rol de Caguas como centro de comercio y de financiamiento de la zona. La influencia cagüeña se va mitigando en la segunda mitad del siglo 20, según
Fernando Picó Departamento de Historia Universidad de Puerto Rico Recinto de Río Piedras la Capital se vuelve próxima por el desarrollo de las comunicaciones. Hoy realmente deberíamos preguntarnos si con una población que diariamente fluye hacia el norte para trabajar, consumir y recrearse, no debiéramos ubicar a Cayey en la región de San Juan. Pero más allá de esas relaciones de geografía económica, cabe preguntar si el concepto tradicional de región no está estallando hoy, cuando multitud de cayeyanos hace sus compras por Internet, se pasa la noche cambiando de un canal de televisión extranjero a otro, viaja una o dos veces por años al exterior, y tiene mas interés en lo que está pasando en Orlando, Irak y Afghanistan que lo que sucede en Patillas o Arroyo. Parte I: Los retos del pasado 1. El estado ausente. En todo caso, el signo que más hondamente marca la historia de los cayeyanos, al igual que la mayoría de los puertorriqueños del pasado, es la ausencia del estado. La mayor parte del tiempo las instrumentalidades y la racionalidad del Gobierno han sido ajenas a la experiencia, las aspiraciones y las
Fernando Picó necesidades de gran número de cayeyanos. En los testimonios más antiguos que encontramos sobre la historia del municipio, se reitera la incapacidad del estado para controlar el flujo de esclavos cimarrones, fugitivos del presidio, desertores de la guarnición, extranjeros sin documentos y evasores de responsabilidades fiscales hacia la sierra cayeyana. Cayey es entonces tierra de frontera, adonde no solamente acude la gente al margen de las instituciones, sino que también se fomenta el contrabando de ganado por la costa sur con ingleses, franceses y holandeses, y se traen a cambio esclavos, herramientas, textiles y otras manufacturas europeas. El estado trata de controlar algunos extremos de anomia con patrullas volantes en los 1820, pero no hace mucha mella cuando los poderes locales no se movilizan en su apoyo. Tarda Cayey en implantar las circulares de gobierno; la circular de Pezuela sobre jornaleros se desdibuja con multitud de arrendamientos a parientes y amigos, la de Norzagary sobre prestaciones para la carretera central no recluta la necesaria mano de obra semanal, hasta el punto que 25 años mas tarde se tenga que traer presidiarios de Cuba, inclusive los famosos chinos, para completar el tramo de Aibonito. Los niños no van a la escuela, pese a la perentoria circular del gobernador Despujols, no son vacunados contra la viruela, no son declarados sus nacimientos en el Registro Demográfico, como lo demuestra el hecho de que constan
mas bautizados en la parroquia que los nacidos según el Registro. Ni la policía ni las tropas de Henry Barracks pueden controlar las turbas políticas del 1900 y 1902. Contrario a las leyes y la jurisprudencia se persigue a los que organizan uniones y promueven huelgas laborales. Entre 1918 y 1933 el expendio de bebidas alcohólicas está prohibido, pero los alambiques florecen, así como las peleas de gallo clandestinas y los juegos prohibidos de dados y barajas con apuestas de dinero. En los 1950 se descubre una finca de marihuana en la altura, en los 60 llega a la atención de las autoridades la proliferación de la heroína, le seguirán la cocaína, el crack, las pastillas y los brebajes proscritos, y el estado nunca logra erradicar lo que él mismo ha proscrito. 2. Los poderes mediatizados. En el siglo 19, ante la ausencia del estado, los poderes locales emergen como árbitros parcializados de las contiendas y las aspiraciones locales. Los grandes ganaderos, Vázquez, Aponte, Ortíz, Collazo y Rivera, ejercen su autoridad sobre sus convecinos al punto que algunos protestan sobre sus arbitrariedades. Luego vienen los cafetaleros y cañeros que gobiernan patriarcalmente sus tierras. Estos son los que tratan de fiscalizar las andanzas esclavas y las conductas jornaleras, los que intentan amedrentar a los pequeños propietarios, y los que se representan a sí mismos como portavoces del vecindario.
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Fernando Picó El cura párroco de turno, don Felipe González, en las primeras cuatro décadas del siglo 19 y don Manuel Valdés en las siguientes dos, tienen autoridad y ejercen influencia, no tanta como ellos hubieran querido, a juzgar por las reconvenciones que hacen en los libros de entierros por retrasos y fallas en solicitar para los agonizantes los últimos sacramentos. Pero sí poseen la suficiente influencia para reclamar el respeto por su posición privilegiada en la sociedad. El Sargento Mayor (comandante de la milicia urbana), los comisarios de barrio, los maestros, el doctor, el farmacéutico, eventualmente el notario comparten retazos de prestigio y autoridad, pero ni ellos, ni en fin de cuentas el alcalde, logran siempre hacer que sus deseos se cumplan a cabalidad. En las últimas décadas del siglo 19 hay otras autoridades igualmente sentenciosas en sus dictámenes y determinaciones: los encargados del Registro de la Propiedad y el Registro Demográfico, el Juez de Paz, los nuevos profesores de escuelas rurales y de niñas, los corresponsales de los periódicos de San Juan y Ponce, los presidentes de los comités locales de los partidos, los agrimensores, ingenieros y sobrestantes de la Carretera Central, los camineros, el cabo de la guardia municipal, la guardia rural; nuclean todos pequeños focos de poder, a veces en competencia entre sí, en los que se diluyen los poderes conferidos por el estado. Estos pequeños mediatizadores del
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poder estatal se multiplican en el siglo 20, pero su aumento en números disminuye su prestigio. En su auxilio concurren personalidades del sector privado, enfermeras, pediatras, dentistas, dueños de talleres tabaqueros, banqueros, líderes sindicales, ministros y pastores protestantes, presidentes de clubes cívicos, abogados, vendedores de utilería agrícola, dueños de gasolineras, choferes de carros públicos: un coro polifónico de voces instruyendo, fiscalizando, tratando de controlar a los demás. Por distintas razones la mayor parte de estas voces controladoras disminuyen en importancia en las últimas tres décadas del siglo 20. La radio y la televisión desautorizaron las exigencias de las voces patriarcales. El mayor contacto con el mundo exterior de los veteranos de guerra y los emigrados que regresaron ayudó a relativizar la autoridad sabihonda de los letrados locales. A los jóvenes, el cine, la música, los videos, y el Internet abrieron las puertas a nuevos imaginarios. Ya no era tan importante participar en la velada escolar o ganar un premio en una feria científica o figurar en las fiestas de carnaval. Ya la aprobación no la conferían los micropoderes, sino las entidades de afuera. Ya el abuelo no lo sabía todo. 3. El trabajo enajenado. Un tercer elemento histórico que es necesario tomar en cuenta para estudiar al C a y e y c o n t e m p o r á n e o e s l a minusvaloración del trabajo. En los
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Fernando Picó últimos dos siglos y cuarto Cayey ha visto todas las modalidades del trabajo: la mano de obra familiar, esencial e n e l desarro llo de las estancias; los esclavos, ocupados en la ganadería, el cafetal, el cañaveral y las tareas domésticas; el agregado, tanto el de antiguo cuño que dividía los frutos de crianza y siembras con el terrateniente, como el que, reducido a su bohío o a su casa de zinc y madera, trabajaba varios días a la semana en las tareas agrícolas, muchas veces para pagar una deuda incurrida en la t i e n d a d e r a y a ; e l p r e s i d i a r i o , ejercitado en la construcción de las carreteras y otras obras públicas del siglo 19; el jornalero asalariado, el medianero de las talas de tabaco, el torcedor y la despalilladora, las costureras bordando a domicilio, la lavandera y la planchadora, pagadas por tareas, los empleados de fábrica, empresas y obras de gobierno, los voluntarios reclutados para alguna c r u z a d a p ú b l i c a , l o s n i ñ o s , invisibilizados en sus tareas por las l e y e s l a b o r a l e s , p e r o s i e m p r e utilizados y mal pagados; la mujer en su trajín doméstico; la abuela que cuida nietos; el pariente que vela las n o c h e s j u n t o a l e n f e r m o . Lo que se trabaja no siempre se registra en los censos, como el del 1935 de la PRAA, que tilda con ocupación ninguna a las mujeres que realizan faenas domésticas. Pero si algo tienen en común estas múltiples facetas del trabajo en Cayey es que rara vez han alcanzado la recompensa y el prestigio que garanticen su continuidad o su memoria. Del trabajo
esclavo en Cayey pocos quieren hacer memoria ya. Sin embargo, todavía en los 1840 el 29% de la población cayeyana era esclava. El agrego caducó sin pena ni gloria. La historia de los tabaqueros en Cayey está por hacerse, así como el de su empleo en la manufactura. En un municipio donde tan gran porción de la población, según el censo del 2000, depende de alguna forma de subsidio público, el trabajar sostenidamente, para algunos, parece ser una excentricidad, una afición desordenada. No hay trabajo, dicen otros, como si el trabajo se diera como las guayabas en los antiguos cercados, por épocas y entre avispas. Mil maneras de buscárselas han constituido una cultura del subempleo, en la que trabajar para otros es una forma de enajenación. Lo es, diría un marxista, cuando tu vendes tan barato tu fuerza de trabajo pero, ¿qué pasa cuando no hay mercado para ella, ni ayer, ni hoy, ni mañana? Estamos en segundas y terceras generaciones de cayeyanos que no han tenido un empleo estable, ni una ocupación conocida, y es algo que no queremos mirar a la cara. 4. La familia dividida. Todo esto incide sobre el muchas veces manoseado asunto de la familia y su perenne crisis. En Puerto Rico la familia es más veces objeto de lamentación que de estudio. Muchas veces, tras el discurso de la crisis de la familia, se oculta el fantasma de la culpa de la mujer que ha abandonado su hogar para un trabajo asalariado.
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Fernando Picó Sin embargo, lo que ese discurso disimula es que, en el pasado, la mayor parte de las mujeres siempre trabajaron fuera del hogar, desyerbando talas de arroz, transplantando tabaco, recogiendo café, lavando ropa en la quebrada, haciendo carbón, colocándose a jornal en casas de propietarios, llevando frutas, huevos, flores o dulce al mercado, despalillando tabaco. ¿Qué iba a ser la mujer jíbara todos los días en el bohío?, ¿desempolvar el inexistente mobiliario? Los niños desde temprano también fueron sometidos a faenas agrícolas, en todo caso se cuidaban unos a otros. Para hacer la historia de la familia cayeyana hay que remontarse, no a la familia patriarcal del folclor, sino a la familia nuclear. En una zona de frontera donde abundaba la tierra sin cultivar, los jóvenes formaban familia temprano y sentaban cabeza aparte, como se puede constatar viendo las partidas de matrimonio, escrituras notariales y encabezamientos fiscales de los Llera, los Soliván, los Arguinzonis, los Caraballo, los León, los Santiago, los Malavé, los López, los Vega y otras familias de estancieros de las primeras décadas del siglo 19. Los matrimonios tempranos llevaron a gran número de hijos y consecuentes divisiones múltiples de la tierra heredada. En la segunda mitad del siglo 19 ni son tan tempranas las uniones familiares, ni está garantizada la casa aparte. La familia extendida viene a ser la
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respuesta espontánea a la crisis de la familia nuclear, que ya no se puede sustentar sola. De esas mismas vicisitudes sufren las familias de los esclavos y los libertos recientes. Las oportunidades reducidas de la segunda mitad del siglo 19 inhiben la formación de familias nucleares independientes. Según los problemas de la vieja sociedad agraria se complicaron, con el embate de los huracanes, las bajas mundiales en el precio del café, el ocaso de los mercados europeos, y las crisis cíclicas del financiamiento, la situación de las familias agrarias se agravó, y este desliz en las condiciones de vida repercutió sobre la expectativa de vida. La anemia, la tuberculosis y otras enfermedades se cebaron sobre familias mal alimentadas, descalzas y pobremente albergadas. Hijos de crianza recibidos de compadres difuntos, hijas enviadas a trabajar en hogares acomodados del pueblo, hijos evadidos de hogares en protesta a las feroces costumbres de crianza, viejos viviendo solos, la gama completa de disloques y trastornos familiares aparece retratada en los censos, los Libros de Novedades y las Querellas de la Policía. Entrado el siglo 20 se añaden las peripecias del va y viene a Estados Unidos. La emigración divide, reúne, fragmenta y dispersa. No todos los que van, vuelven, algunos de los que vuelven traen sus hijos, otros no. Las tasas de natalidad y mortandad bajan (hoy son mas bajas que las de Estados Unidos), y acabamos en los hogares
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Fernando Picó de 1 ó 2 personas diseminados por el valle, viudas y viudos, divorciados, personas entre matrimonios, parejas de un mismo sexo, personas cuya pareja está fuera del país, hasta menores viviendo solos. Hablar de una crisis familiar que ha durado más de cien años es abusar de la palabra ʺcrisisʺ. Para un científico social hay que partir de lo que es para llegar a un entendimiento de la familia que existe hoy. 5. La violencia perenne. Otro elemento que parece constante en la historia cayeyana es la violencia. Una sociedad marcada por la esclavitud y el agrego, las dos grandes instituciones de dominio y sujeción, no puede ser menos que violenta, pero sus contradicciones encuentran cauce distinto según las épocas. Hay un solo homicidio registrado en los libros de entierros en los primeros 40 años de la historia de Cayey, el del Sargento Mayor don Benito Vázquez, en 1805. 1 En 1821 Eugenio Soliván, su esposa Teresa de la Vega y sus tres hijos son asesinados en Carite, al parecer por una banda de esclavos cimarrones. 2 A partir de los 1830 los homicidios afloran, pero no es hasta los 1890 que se vuelven frecuentes. Son otras las formas de violencia que ocupan el siglo 19, las violencias vinculadas a las relaciones de trabajo, y luego, desde finales de los 1880, la violencia política. De la violencia doméstica conocemos poco para esta época, por falta de los cuadernos de la policía municipal.
Los escritores costumbristas tendieron a folclorizar las expresiones de violencia en la primera mitad del siglo 20. Es, sin embargo, la recurrencia de la violencia en esa época lo que impresiona al investigador. La fiesta, aún la más tradicional, como la del Día de Reyes, acaba habitualmente en garata y gritería, puños y machetazos. Por un lado, el discurso nacional presenta la fiesta como ejemplo de confraternización, pero por otro lado, las realidades retratadas en las novedades y en los partes de los corresponsales de la prensa muestran la fiesta como coyuntura de confrontación, donde las gradaciones sociales y las diferencias raciales afloran. El excluido, el que se propasa, el que se siente humillado o ninguneado desbarata el baile, agrede a los músicos, infiere heridas al anfitrión. El alarde machista reclama establecer quien baila con quien, que música se toca, quien se puede acercar a la hermana o a la hija. Hay gente que se posesiona de la celebración de los demás. Que se achaque la agresividad al alcohol, y décadas mas tarde a la droga, es muestra de que no se quieren examinar los conflictos sociales, o a lo sumo reducirlos a un empalagoso folclor, ʺacabó como rosario de la auroraʺ, sin vincular estos lances a las grandes fisuras de la sociedad o a los esfuerzos de subordinar a los miembros de una familia o un vecindario a los arbitrios de las familias dominantes.
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Fernando Picó También el folclorismo disimula los recurrentes problemas de salud mental, cuyas manifestaciones más dramáticas son despachadas acríticamente con explicaciones de conveniencia. Todo se recoge bajo un manto de fatalismo que desalienta la indagación. 6. La indiferencia al ambiente. Para ubicar a Cayey en la economía de mercado fue necesario deforestar gran parte de su superficie territorial. Referencias a accidentes en las labores de desmonte se pueden encontrar en los primeros libros de entierro. La siembra de café supuso la conservación de sólo aquellos árboles cuya sombra se consideraba útil para el cafetal, y esto conllevó la siembra de guavas y guamás y la sustitución de árboles maderables usados en la construcción o en la confección de muebles e implementos agrícolas. La siembra reiterada de tabaco, que se hizo extensa en las primeras décadas del siglo 20, empobreció los suelos de Guavate y de Toíta, así como del vecino barrio aiboniteño de la Plata. Por otro lado, la excavación de pozos en el valle para acomodar la demanda de agua de riego y de uso doméstico, resultó en la baja del nivel freático de los acuíferos de la montaña. Esto resultó en la desaparición o la mengua de especies vinculadas a la quebrada. La caza indiscriminada extinguió el carrao, visto por última vez en Quebrada Arriba hacia el 1914. Esa indiferencia hacia el ambiente configuró las prácticas habituales de
disposición de basura y chatarra en vertederos clandestinos, la contaminación de las quebradas con pozos sépticos, la eliminación de pájaros autóctonos, la construcción contra los contornos naturales, los usos de la tierra favorecedores de la erosión. Las prácticas depredadoras de la naturaleza en los primeros dos siglos de la existencia del municipio resultaron en un definitivo empobrecimiento del ambiente. No fue hasta tiempos relativamente recientes que se impulsó en las escuelas y en los grupos cívicos una actitud ambientalista, para frenar la progresiva erosión de los suelos y la extinción de la fauna y la flora autóctonas. No fue tampoco hasta las décadas finales del siglo 20 que se subsanó el antiguo problema del drenaje del pueblo, saneando el empozamiento del agua y los problemas de alcantarillado que por décadas habían minado la salud pública en Cayey. Parte II: Los recursos del presente Ante el cuadro de elementos difíciles que han pesado sobre la vida de los cayeyanos uno se pregunta si es posible sacudir el pesado fardo del pasado y reconfigurar las perspectivas de Cayey. ¿Cómo sacudir los imaginarios de violencia, la indiferencia al ambiente, los hábitos de dependencia, las rémoras de los problemas de salud mental, la disfuncionalidad de la vida familiar, las ausencias perennes del estado? Cayey cuenta con fuertes recursos en su tradición cívica y su cultura
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Fernando Picó popular para sortear los retos que su pasado le impone. Las resistencias al abuso han sido una constante en la tradición cayeyana. El juego de las solidaridades en favor de los desamparados, la compasión cristiana y la buena fe rara vez han estado ausentes del foro público. La sociabilidad ha marcado la trayectoria cívica del municipio; aquí por lo general han abundado las adhesiones a una buena causa. También la autogestión de los vecinos ha compensado las ausencias del estado. Una constante muestra de creatividad en las artes y las letras ha sido signo de vitalidad. El empeño en educar a las nuevas generaciones se ha sostenido y el deseo de vivir en sintonía con la naturaleza ha sido reiterado. El inventario de todas estás prácticas conducentes a la convivencia y al disfrute de la vida sana constituyen una esperanza. Los cayeyanos tienen mucho con que contar para enfrentar los retos presentes. Que la conciencia de sus logros pasados y sus valores perennes sirva para animar a los responsables de nuestro futuro. Archivo Arquidiocesano de San Juan, Cayey, Libros Parroquiales, Libro Segundo de Entierros, 80 v. 1
Archivo General de Puerto Rico, Fondo de Gobernadores Españoles de Puerto Rico, caja 433, pliego mensual de noviembre, 1821.
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EL GÉNERO Y LA DESCOMPOSICIÓN DEL OFICIO DE TABAQUERO EN PUERTO RICO, 1899‐1934 Juan José Baldrich Departamento de Sociología y Antropología Universidad de Puerto Rico Recinto de Río Piedras Después de la Invasión Americana en 1898, las fábricas puertorriqueñas de tabaco gozaron de una expansión notable ya que los manufactureros, hasta entonces orientados al mercado local, comenzaron a exportar cigarros en grandes cantidades y, adicionalmente, las exportaciones de tabaco en rama registraron aumentos significativos. Para 1910 las fábricas de tabaco daban empleo a más trabajadores que las centrales azucareras; las primeras comprendían el 45.1 por ciento del empleo en fábricas mientras que las centrales representaban el 32.5 por ciento. 1 La manufactura de tabaco tuvo una expansión extraordinaria al extremo de experimentar un incremento de más del cincuenta por ciento a una década de la Invasión. La expansión de la manufactura de tabaco provocó unos cambios profundos al interior de la propia industria, en la estructura de la familia y en las organizaciones de los trabajadores. Los obreros de los talleres del tabaco ocuparon un lugar central en los sindicatos, en grupos socialistas y anarquistas y en el Partido Socialista. Décadas después, estos cambios, importantes en su momento, llamaron la
atención a historiadores y sociólogos. Durante las décadas de 1970 y 1980, investigadores –algunos bajo la influencia del libro paradigmático The making of the English working class‐ intentaron rescatar a tabaqueros, despalilladoras, tipógrafos y carpinteros, entre otros, de la “enorme condescendencia de la posteridad”. 2 Escritos pioneros y hasta, en ese entonces, documentos inéditos, muchos de trabajadores del tabaco, gozaron de reediciones o se convirtieron en página impresa. Por ejemplo, el Centro de Estudios de la Realidad Puertorriqueña (CEREP) editó en 1971 la colección de documentos Lucha obrera a cargo de Ángel Quintero Rivera. Este libro fue publicado con un sentido de urgencia porque los miembros de CEREP optaron por la difusión de documentos obreros significativos pues no se sentían, en ese momento, cualificados para un análisis riguroso y profundo de la situación obrera. 3 Poco después, Gervasio L. García trazó cuidadosamente la transformación de los artesanos urbanos, muchos de ellos tabaqueros, en asalariados, para concluir que “En vísperas de la invasión norteamericana de 1898, los trabajadores urbanos contaban con la tradición organizativa de los gremios y las
Juan José Baldrich sociedades de socorros mutuos, una experiencia sindical adquirida en las huelgas de los 90, un semanario político ‘órgano de la clase obrera’ y un liderato ilustrado con conciencia clara de los objetivos finales de la lucha obrera”. 4 La conciencia de los obreros sobre sí mismos como clase, infundida con solidaridades profundas en su lucha y conflicto con los fabricantes que ahora los empleaban, se convirtieron en sujetos de nuevos estudios. 5
Un rasgo distintivo de la expansión de la manufactura de tabaco, en marcado contraste, para poner un ejemplo, con la industria azucarera fue el reclutamiento de mujeres a gran escala en las fábricas y los sindicatos. Para 1979, varios investigadores habían tratado el sentido y significado del papel de las mujeres obreras que había provocado intensas discusiones contemporáneas entre los líderes de la clase trabajadora de entonces. Blanca Silvestrini señaló que las obreras tenían un acceso limitado a los centros de toma de decisiones de la Federación Libre de Trabajadores (FLT), la principal organización obrera de la época, pero que, no obstante, las obreras podían canalizar sus necesidades en intereses a través de la organización. Por otro lado, Yamila Azize identificó una “actitud progresista” hacia la mujer asalariada que favorecía su incorporación a las organizaciones obreras. También, a fines de la década de 1970, Marcia Rivera Quintero señalaba que, a pesar de la segregación por género en los puestos de trabajo de la industria del tabaco, los
obreros desarrollaron una nueva relación como compañeros que superaba el paternalismo androcéntrico de los hacendados. Para concluir los setenta, Ángel Quintero Rivera sostenía que el desarrollo del trabajo asalariado en los talleres del tabaco fue desvaneciendo la “tradicional diferenciación” entre hombres y mujeres cuando unían fuerzas para enfrentar el capital. 6 Dentro del contexto académico de los setenta, estos enfoques al mundo del trabajo prestaban una atención adecuada a la situación de las mujeres de clase trabajadora. Examinaron el incremento de mujeres asalariadas durante las primeras décadas del siglo veinte, enfatizaron los resultados emancipadores que tuvieron para las mujeres en las fábricas de tabaco y documentaron la solidaridad entre hombres y mujeres en el movimiento obrero. Estas obras, sin embargo, tenían unos silencios que resultaron desconcertantes para investigadores en la década de los noventa, de manera similar a las desavenencias que otros, previamente, con enfoques similares y en otros países, ya habían señalado. 7 En términos generales, estos nuevos enfoques críticos señalaron la elusión, el pasar por alto y el minimizar la subordinación por género en asuntos de conciencia de clases y solidaridad dentro de la clase obrera. Años después, en 1997, María Barceló Miller encontró deficiencias en estos estudios del temprano movimiento obrero. De acuerdo con ella, “los
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Juan José Baldrich esfuerzos de la F.L.T. para organizar a las desigualdades existentes dentro del mujeres no son tanto un acto de mundo del trabajo a partir de la identidad solidaridad, como un medio para del trabajador (más bien, trabajadora), controlar el ingreso y la participación de partiré de ese cuerpo historiográfico para la mujer en la fuerza de trabajo reflexionar sobre algunos de los asuntos asalariada”. También añadió que la que ya he mencionado”. 9 En lugar de enfrentar las identidades de clase social– “organización de sindicatos femeninos reconociendo su pertinencia pero contribuyó a mantener y reproducir la precisando sus insuficiencias en los división de trabajo por género que ámbitos del mundo del trabajo–en su discriminaba en contra de las mujeres al contraste con el género, la raza u otras limitar sus oportunidades de trabajo. Este identidades que surgen de las grietas tipo de organización contribuyó a sociales, Maymí opta por reducirlas al mantener a las obreras en los oficios más género. bajos y peor remunerados”. Por otro lado, y después de una cuidadosa La perspectiva de solidaridad clasista investigación, María del Carmen Baerga de los setenta le restaba importancia a la caracterizó la cultura obrera como una subordinación por género y la perspectiva jerárquica en la que la “unión y las luchas de género de los noventa hacía lo mismo obreras eran vistas como espacios sociales con la clase social. La solidaridad de clase dentro de los cuales los trabajadores entre hombres y mujeres de la clase podían probar su masculinidad y obrera puede, de hecho, darse en medio convertirse en ‘verdaderos hombres’. 8 de relaciones de subordinación por Las investigaciones de Barceló y género de esos mismos hombres y Baerga privilegiaban el género en las mujeres. La condición de obreros los luchas obreras y los sindicatos, y estaban puede unir, mientras el género los separa. enmarcadas, en cierta manera, en los Una muestra pequeña de estas dos líneas estudios de la clase obrera y de las de división operando simultáneamente solidaridades dentro del mundo del aparece en un breve pasaje de una trabajo. Lo mismo, sin embargo, no se asamblea de tabaqueros. El creciente puede decir para investigadoras y empleo de mujeres se había convertido en comentaristas como Maritza Maymí asunto de discusión en las asambleas de cuando identifica las identidades que tabaqueros de las primeras décadas del surgen en el campo laboral desde una siglo veinte. Mientras los delegados se perspectiva de género principalmente, esforzaban por articular la posición de las supeditando así otros marcadores de uniones de tabaqueros, el organizador identidad como la clase y la raza. Maymí local de la Cigar Makers International sigue “la historiografía que parte de la Union (CMIU),10 Prudencio Rivera Martínez, resumió el asunto de esta crítica feminista y del género la que manera: particularmente ha puesto en relieve las 14 Cayey: Miradas históricas, perspectivas contemporáneas
Juan José Baldrich “ya que no es posible impedir totalmente el acceso de la mujer en la industria, deben adoptarse resoluciones fáciles y practicables para organizarlas allí en todos aquellos centros donde están trabajando, y para impedir en lo posible el crecimiento del número de mujeres en la industria de cigarros en Puerto Rico. La mujer, organizada junto a nosotros, luchando con nosotros, y preparada con nosotros no es temible, no puede ser nuestro enemigo, al contrario tiene que ser nuestro aliado; no puede ser ni débil ni dúctil, tiene que ser fuerte como nosotros y tan resistente como nosotros”.11 Proponentes de la solidaridad de clase han puesto énfasis en la segunda oración haciendo poco caso de la primera. Por otro lado, investigadoras que privilegian la subordinación por género destacan la primera oración. Como hicieron los tabaqueros al unir ambas oraciones en el mismo párrafo, esta investigación intenta ver la clase y el género como dos hilos de la misma cuerda en lugar de verlas como mutuamente excluyentes.12 Este artículo le hecha una mirada nueva a la transformación del proceso de trabajo en la elaboración de cigarros para examinar las relaciones entre mujeres y hombres dentro del lugar de trabajo. Son pocas las investigaciones que han examinado la fabricación de cigarros y su reorganización en términos del género.13 Las investigaciones recientes han estudiado los cambios de género y las
transformaciones, como el notable aumento de mujeres en la manufactura de tabaco, como un conjunto. Este artículo, por el contrario, destaca la división técnica del trabajo en las ocupaciones principales de la industria – despalilladoras y tabaqueros– prestándole atención especial a la descomposición del oficio de tabaquero. Esta investigación examina cinco puntos en la articulación entre el proceso de producción y el género. Primero, el grueso de las ocupaciones en industria del tabaco estaba segregado por sexo. El aumento de mujeres en la industria, en este sentido, no significó una reestructuración de los estándares finiseculares con respecto al género porque los hombres continuaron en ocupaciones tenidas socialmente por masculinas y las mujeres continuaron en ocupaciones femeninas. Poco después de la invasión de 1898, las ocupaciones femeninas se expandieron a un ritmo más acelerado que las que contrataban hombres. Después de la Primera Guerra Mundial, la ocupación principal de los hombres –el oficio de tabaquero– continuó un declive mientras las que empleaban mujeres reflejaron un aumento. Mientras la segregación por género permanecía inalterada, más mujeres se convertían en asalariadas. El segundo factor es la descomposición del oficio mismo. Entre tanto los fabricantes mecanizaban la producción de muchas mercancías para el consumo de masas, la fabricación de
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Juan José Baldrich cigarros resistía la aplicación de máquinas de cigarros; los hombres no maquinaria. Como un paso intermedio, fungían como operarios de las máquinas. los fabricantes dividieron el oficio en dos Las tabaqueras, no obstante, tenían ocupaciones, luego, ensayaron con salarios inferiores a los hombres que artefactos y máquinas sencillas para hacían ese mismo trabajo. Los ayudar en la producción hasta que, años propietarios y gerentes llevaron a cabo más tarde, llegó la maquinaria esta devaluación del trabajo femenino aún automática. en la misma fábrica. Cinco, la clase unía a las mujeres y los Tercero, las reorganizaciones hombres mientras que el género los sucesivas del oficio requerían cada vez separaba. Las experiencias de clase que menos destrezas del nuevo tipo de compartían les proveían un espacio trabajador que ahora elaboraba el cigarro. común para enfrentar al fabricante. El Así pues, la pérdida de destrezas redujo género los separaba porque el oficio de el período de aprendizaje para asumir los tabaquero se convirtió en un dominio puestos nuevos de trabajo. Como exclusivo masculino una vez los hombres consecuencia, el posible número de excluyeron a las mujeres durante el empleados sufrió una expansión notable y último cuarto del siglo diecinueve. Las el género jugó un papel preponderante en uniones de tabaqueros reflejaban estas la reestructuración del oficio de tendencias conflictivas. Por un lado, las tabaquero. Los fabricantes optaron por uniones alentaban las organizaciones de contratar mujeres en las nuevas las despalilladoras, escogedoras de rama ocupaciones para quebrar el monopolio y en otras ocupaciones por el estilo. Sin masculino del oficio. embargo, los hombres no las estimulaban Cuarto, la escala salarial de la a trabajar como tabaqueras y tuvieron industria devaluaba el trabajo femenino. mucho recelo antes de aceptarlas en las Los manufactureros emplearon mujeres ocupaciones de la reorganización del en las nuevas ocupaciones porque oficio de tabaquero. trabajaban por salarios inferiores a los de 1. Las mujeres en la manufactura de tabaco los hombres. Con el pasar del tiempo, los Fundamentalmente, bajo auspicios de fabricantes habrían de extender esta comerciantes decimonónicos, el modo de práctica a las operarias de la máquina elaborar tanto cigarros como cigarrillos torcedora de cigarros. Sin embargo, el experimentó una transformación radical. diferencial del salario en beneficio Fábricas, con trabajadores asalariados, masculino no habría de resultar poco a poco fueron desplazando el taller permanente puesto que mucho más tarde, artesanal manejado por tabaqueros esto es, para la década del treinta, los independientes. Alrededor de una decena hombre que hacían tabacos a mano de fábricas, de las cuales algunas ganaban menos que las operarias de la 16 Cayey: Miradas históricas, perspectivas contemporáneas
Juan José Baldrich contaban con más de cien empleados, ya estaban establecidas a finales del siglo. La manufactura de tabaco aceleró la concentración de capital, iniciada en las postrimerías del siglo diecinueve, con el impulso extraordinario que siguió la invasión americana. La expansión de la American Tobacco Company (ATC), el “trust” de tabaco, en Puerto Rico, alteró el impulso burgués de las décadas anteriores. Al final del siglo, La Porto Rican‐American Tobacco Co. (PRATC), una empresa bajo el dominio del “trust”, adquirió las dos empresas más importantes en la manufactura de cigarrillos en Puerto Rico. Desde los mismos inicios, la ATC gozó de un control casi absoluto del mercado de cigarrillos. La política de expansión de la ATC fuera de los Estados Unidos estaba orientada a la compra y establecimiento de fábricas de cigarrillos. Después de 1901, la ATC, en un cambio de su política, intentó monopolizar el mercado de cigarros en los Estados Unidos con cigarros procedentes de los propios Estados Unidos, Cuba y Puerto Rico. Cuando la PRATC compró las fábricas más importantes de cigarrillos en Puerto Rico, una de ellas, La Internacional, tenía un departamento para la elaboración de cigarros. La PRATC expandió este departamento y, en 1903, la ATC, junto con sus filiales y socios, estableció la Industrial Company of Porto Rico para la manufactura de cigarros y cigarrillos. Después de 1901, el “trust” se convirtió en
el puntero en la manufactura de cigarros para exportación a la vez que mantenía una participación considerable del mercado local. Para 1903, las filiales del “trust” controlaban el 42.7 por ciento de las exportaciones de cigarros, porcentaje que paulatinamente ascendió al 56.3 en 1925. A pesar del trust, un sector importante del negocio de cigarros quedó fuera de las manos de la ATC. La participación del trust en el mercado local era más reducida. Fábricas independientes mantuvieron una presencia fuerte frente a la inmensidad del trust. La Ultramarina de Portela y Cía., La Habanera de Infanzón y Rodríguez, La Flor de Cayey de Rucabado y Cía. y la Nueva Indiana de Casals – todas empresas fundadas en el siglo anterior–se mantuvieron entre las empresas de mayor producción.14 Empresarios norteamericanos, sin vínculos con el trust, establecieron empresas de importancia como la Cayey‐ Caguas Tobacco Co. en 1904.15 La concentración de capitales no llegó a los mismos niveles en otros renglones de la manufactura de tabaco. Por consiguiente, la escogida y el despalillado de tabaco en rama no experimentaron los niveles de concentración industrial que experimentaron los cigarrillos y cigarros.16 La expansión de la manufactura y la reorganización de la estructura empresarial de la industria después de la invasión del 1898 estuvieron
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Juan José Baldrich acompañadas de un aumento notable en el empleo de mujeres asalariadas. El empleo de mujeres, principalmente como despalilladoras y escogedoras de rama representó, para casi todas, su primer contacto con las relaciones capitalistas de producción. Este cambio significó una transformación del trabajo dentro del seno familiar y en el interior de la casa. Fernando Picó resume sucintamente las implicaciones cuando señala que el trabajo asalariado representaba una ruptura con los elementos tradicionales de la vida doméstica.17 El cambio trajo a despalilladoras en contacto las unas con las otras en el mismo lugar, como se observa en la Foto 1, y proveyó una base importante de organización en huelgas y sindicatos. Ya para 1910, quizás antes, las fábricas de tabaco se constituyeron en la fuente principal de empleo para las mujeres asalariadas.
Foto 1. Despalilladoras en el taller de la Porto Rican‐American Tobacco Company, Puerta de Tierra, 1912. Tomado de “Departamento de despalillado”. Puerto Rico Ilustrado 3, núm. 103 (9 de marzo de 1912): [sin enumerar].
El número de mujeres sobrepasó el de los hombres durante las primeras décadas del siglo veinte. La Tabla 1 presenta una considerable proporción de mujeres en la industria al inicio del siglo, el eclipse del empleo masculino en la década de 1910, seguido de la subsiguiente preponderancia de mujeres. En este sentido la manufactura de tabaco se feminizó.18 La Tabla 1, vista como un todo, puede dar la impresión de que el aumento en el empleo femenino se dio uniformemente y que, al pasar el tiempo, las mujeres se convirtieron en la mayoría en todas las ocupaciones. Sin embargo, no sucedió de este modo. La incorporación masiva de mujeres no modificó los patrones de segregación ocupacional por género heredados del siglo diecinueve. William Dinwiddie, un periodista norteamericano, en su viaje de reconocimiento por Puerto Rico a raíz de la invasión, daba noticias de que los escogedores de cigarros y los tabaqueros eran hombres, en tanto que las despalilladoras “son muchachas 19 usualmente”. De acuerdo con Silvestrini y Manning, la misma división del trabajo por género estaba en vigor en la década del treinta.20 La proporción de mujeres en la manufactura de tabaco aumentó porque las ocupaciones en las que trabajaban registraron incrementos mientras las ocupaciones masculinas experimentaron descensos notables. Dos cambios en la manufactura de cigarros dan cuenta del descenso de hombres. Primero, una serie
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Juan José Baldrich de fábricas de cigarros cerraron operaciones o bien redujeron su producción y, segundo, los fabricantes lograron mecanizar la producción. En términos del empleo de mujeres, el despalillado de tabaco sostuvo alzas notables durante el período.21 Las próximas páginas documentan estas transiciones.
medida sugerente de la presencia de los tabaqueros y las exportaciones de tabaco en rama para las despalilladoras.22 La Gráfica 1 presenta los promedios móviles de cinco años para la fabricación de cigarros y las exportaciones de rama entre 1909 y 1936.
Las estadísticas de los censos resultan insuficientes para explicar la inversión de las proporciones de hombres y mujeres en la industria porque no diferencian entre las ocupaciones principales como son las despalilladoras y los tabaqueros. De ahí que resulta necesario otro enfoque para documentar el revés. La producción total de cigarros puede servir como una Tabla 1. Empleo en la manufactura de tabaco por sexo, 1904‐1935 Datos censales Inspecciones de fábricas Año Por ciento mujeres Total Año Por ciento mujeres Total 1904 20.5 1,118 1910 30.9 11,118 1912 42.8 6,332 1920 52.9 16,561 1913 59.7 8,109 1930 61.0 15,508 1920 62.3 17,762 1935 73.2 14,712 1926 71.5 23,801
Fuentes: Administración de Reconstrucción de Puerto Rico, Censo de Puerto Rico, 1935. Población y agricultura (Washington, D.C.: GPO), 1938 p. 91. Governor of Porto Rico, Annual report, 1920 (Washington, D.C.: GPO, 1920), p. 547. Negociado del Trabajo, Informe especial, 1912 (San Juan: Bureau of Supplies, Printing, and Transportation, 1913), págs. 61‐66. Negociado del Trabajo, Segundo informe anual,1913 (San Juan: Bureau of Supplies, Printing, and Transportation, 1914), págs. 27‐47. Negociado del Trabajo, Undécimo informe anual,1926 (San Juan: Negociado de Materiales, Imprenta y Transporte, 1927), págs. 42‐3. U.S. Bureau of the Census, Thirteenth Census of the United States: 1910, Occupation statistics, vol. 4 (Washington, D.C.: GPO, 1914), p. 295. U.S. Bureau of the Census, Fourteenth Census of the United States: 1920, Population 1920 Occupation, vol. 4 (Washington, D.C.: GPO, 1922), p. 1288. U.S. Bureau of the Census, Fifteenth Census of the United States: 1930, Outlying Territories and Possessions (Washington, D.C.: GPO, 1932), p. 171. Walter Weyl, “Labor Conditions in Porto Rico”, Bulletin of the Bureau of Labor 61 (1905): 723‐856.
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Juan José Baldrich
La gráfica muestra que las exportaciones de rama experimentaron un aumento secular fuerte que llegó a un máximo en la segunda mitad de los años veinte que fueron seguidos por un descenso. La recuperación se hizo sentir a los pocos años después del boicot de los cosecheros en contra de las grandes empresas e individuos poderosos que compraban el tabaco en rama.23 En la medida que las exportaciones de rama son un buen indicador de las despalilladoras, éstas se multiplicaron hasta finales de los años veinte. La manufactura de cigarros experimentó unas tendencias muy diferentes a las exportaciones de tabaco en rama. La Gráfica 1 presenta pequeños incrementos desde 1909 hasta finales de la Primera Guerra Mundial. Después de un lento descenso le sobreviene una caída en
picada a raíz de la huelga de 1926 contra la PRATC. El despalillado experimentó una expansión que no guardó paralelo con la manufactura de cigarros. De acuerdo con los datos de exportación de la gráfica, el descenso en el despalillado fue pronunciado pero breve, no la caída libre de los cigarros. Las proporciones de hombres y mujeres en la industria experimentaron una modificación profunda. Para un sector industrial en donde una en cinco trabajadores era mujer para 1904, hubo un cambio a donde tres de cada cuatro trabajadores eran mujeres para 1935. La feminización de la manufactura, sin embargo, no implicó reestructuración alguna en términos de género. Mostró un aumento de mujeres como despalilladoras y una contracción de hombres en tanto tabaqueros. Los patrones finiseculares de
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Juan José Baldrich segregación ocupacional permanecieron inalterados. 2. Descomposición del oficio de tabaquero El modo tradicional de elaborar cigarros, conocido internacionalmente como “el método español”, fue la única manera de hacer cigarros hasta los inicios del siglo veinte tanto en Puerto Rico como en buena parte de las Antillas.24 Una persona elaboraba el cigarro a mano de rabo a cabo. El artesano “bonchaba”, como se decía en el oficio, la tripa o relleno, que constituía la parte central, para envolverlo dentro de una hoja de nombre capote. Luego, la misma persona cubría el producto con una hoja fina, sin imperfecciones, denominada capa. Finalmente, podía colocar una cabeza o perilla a uno o a los dos extremos del cigarro dependiendo del estilo o vitola.25 Los fabricantes consideraban que este método encarecía la producción. La elaboración de cigarros era un oficio que r e q u e r í a u n l a r g o p e r í o d o d e aprendizaje que podía llegar hasta los t r e s a ñ o s . 2 6 P o r o t r o l a d o , e l adiestramiento y rapidez en algunas vitolas requerían tiempo adicional. La segunda mitad del siglo diecinueve y los primeros años del veinte le proveyeron ventajas al tabaquero por la demanda que resultaba de la expansión del consumo de cigarros a escala mundial27 . En vista de que el oficio era una mercancía escasa con un extenso período de aprendizaje, los fabricantes se dieron a la tarea de buscar medios para abaratar su
costo. Fabricantes y mecánicos en Cuba, los Estados Unidos y Europa lograron desarrollar máquinas que fueron exitosas sólo en la manufactura de cigarrillos. Ante estas limitaciones, los patronos intentaron fragmentar el oficio en ocupaciones más sencillas para reducir las destrezas necesarias, el tiempo de aprendizaje y así pagar menos por el trabajo de elaborar los cigarros. El molde de madera resultó ser uno de los artefactos más exitosos que adoptaron los fabricantes para fragmentar el oficio de tabaquero. De origen alemán, llegó en el siglo veinte a Puerto Rico desde los Estados Unidos. 28 Este artefacto redujo considerablemente las destrezas necesarias para preparar el bonche o parte central del cigarro.29 El molde facilitaba la fragmentación del oficio en la preparación del bonche como un procedimiento distinto al de rolar el bonche terminado con la capa. Los fabricantes desarrollaron un sistema de trabajo en equipo para hacer cigarros, usualmente dos roladoras por bonchera, de modo que nadie podía dominar el oficio en su totalidad. Además, desde la década de 1880, empezaron a aparecer artefactos manuales y máquinas rudimentarias para facilitar más aún el bonchar y el rolar.30 La primera referencia a la descomposición del oficio en Puerto Rico data de 1905. Algunas fábricas, posiblemente filiales del trust del tabaco, introdujeron el molde y separaron la bonchera de la roladora para convertir el
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Juan José Baldrich cigarro en la mercancía colectiva del con mesas de succión, 24 escogedoras, y trabajo en equipo. Sin embargo, ninguna ni un solo hombre haciendo cigarros. Su empresa hacía uso de otros artefactos en producción incluía un cigarro pequeño 31 la preparación del bonche y en el rolado. que vendían bajo la marca Opera empacado en unos modestos envases de Para 1912, la descomposición del hojalata. La sucursal empleaba, también, oficio había avanzado al extremo de que 93 despalilladoras acompañadas de 45 las roladoras de capa empleaban mujeres y seis hombres que operaban las máquinas sencillas como las mesas de máquinas para la elaboración de 32 succión. Al mecanizar las destrezas, cigarrillos.35 estos artefactos reducían la necesidad del La American Machine and Foundry trabajo manual. Como consecuencia Company desarrolló un aparato que adicional, el ingreso al oficio resultaba integraba muchos de los desarrollos más fácil por la reducción en el período previos en un solo artefacto. Evaluada en de aprendizaje. Los artefactos, además, 1915, perfeccionada para 1919, la máquina reforzaban la separación entre de tripa larga combinaba el bonchado y el bonchadoras y roladoras. Una inspección rolado en un solo proceso mecánico. de 141 fábricas, que llevó a cabo el Cuatro operarias atendían cada máquina, Negociado del Trabajo entre 1913 y 1914, efectivamente amenazando el oficio salvo identificó varios cientos de boncheras, por el nicho pequeño de las vitolas finas tabaqueros y roladoras usando algún tipo 33 que llamaban de regalía.36 La PRATC de maquinaria. Aunque el grueso de los cigarros continuaba fabricándose bajo el introdujo la máquina en Puerto Rico en método español, el Negociado del Trabajo 1921.37 En efecto, las operarias de las máquinas ya habían reemplazado a detectó dos fábricas que habían tenido innumerables tabaqueros para la huelga éxito en la descomposición del oficio ya de 1926 contra la empresa. Treinta y ocho para la década de 1910. por ciento de todos los huelguistas que La fábrica de la PRATC en La Marina, elaboraban cigarros, de alguna manera, que quedaba próxima a la zona portuaria usaban artefactos como mesas de succión de San Juan y que no debe confundirse o máquinas automáticas; de haber con la sucursal de Puerta de Tierra, fue incluido las boncheras con el molde el una, de las dos fábricas, que porcentaje hubiera sido aún mayor.38 La sustitución de artesanos por operarias descompusieron el oficio. La sucursal de continuó sin tregua durante la segunda La Marina empleaba a boncheras que mitad de los años veinte.39 usaban moldes para la fabricación de cigarros pequeños.34 En 1913, esta En 1930, la PRATC anunció la sucursal tenía una plantilla de 504 eliminación, de una vez por todas, del empleados, que incluía 58 boncheras, 61 oficio de tabaquero porque planeaba roladoras, 48 tabaqueras probablemente 22 Cayey: Miradas históricas, perspectivas contemporáneas
Juan José Baldrich mecanizar toda su producción de cigarros.40 Para 1931, ya fabricaba a máquina el 75 por ciento de sus cigarros.41 En un cuarto de siglo, el una vez hegemónico método español, desapareció del mercado de exportación de la principal empresa de cigarros del país. Solamente sus cigarros para el consumo local siguieron hechos a mano en la filial de nombre La Habanera.42 El oficio dio paso a boncheras y roladoras, en segundo lugar a la mecanización parcial de ambas ocupaciones, y finalmente, a su reemplazo por operarios de máquinas. En fin, la PRATC descalificó el artesano del tabaco hasta llevarlo a la insignificancia.43 3. Trabajo en equipo y género La reorganización del proceso de trabajo redujo los niveles de destrezas necesarios para el ingreso a las nuevas ocupaciones y limitó el control sobre el oficio que tenían los tabaqueros pasando el balance a manos de los fabricantes. El universo de obreros potenciales aumentó y llegó a incluir las mujeres que los manufactureros contrataron, sin reparos, en el oficio recompuesto. Con el advenimiento de la máquina automática, lo patronos retuvieron a las mujeres. A finales del sigo diecinueve, esto es, antes del molde y el trabajo de equipo, sólo 1.6 por ciento de los tabaqueros eran mujeres. Más tarde, una inspección de cuatro fábricas en 1904 no arrojó ni una. Sin embargo, para 1912, el 9.8 por ciento de los tabaqueros eran mujeres y para 1913‐1914 alcanzaron el 15.9 por ciento.44
Aún siendo una minoría, las mujeres habían ganado un espacio considerable como boncheras y roladoras de capa. El carácter del trabajo en equipo, debe señalarse, no resultaba ajeno al tipo de empleo que socialmente se esperaba de las mujeres de la época. Primero, como documento más adelante, las mujeres habían trabajado codo con codo junto a los hombres haciendo cigarros, con el método español, durante la segunda mitad del siglo diecinueve. Segundo, Bernardo Vega comparó el oficio de tabaquero con otros trabajos masculinos que permiten una evaluación del oficio. Un Bernardo desempleado se colocó con recelo en una fábrica de municiones en New Jersey, durante la Primera Guerra Mundial, trabajo que comparó con su oficio cuando escribió que “Solamente hombres curtidos en faenas rigurosas podían soportarlo. En verdad, aquello era demasiado para las manos blandas de tabaqueros como nosotros. … Nunca antes había experimentado, ni siquiera presenciado, una manera tan salvaje de trabajar”.45 Unas manos blandas son tiernas, suaves, finas y flexibles que si se personifica, puede conllevar la connotación de benignidad y placidez. Por otro lado, la caracterización que Vega hace de los obreros de las municiones es la antípoda del tabaquero. Los describe como “duros como los mármoles de su tierra” en su mayoría “fuertes como mulos”. Fortaleza física, dureza, resistencia y virilidad –puesto que son mulos y no mulas– caracterizaba su trabajo. Así pues, el empleo de mujeres en
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Juan José Baldrich fabricación fundamentada en trabajo en el trabajo de equipo no contradecía la equipo empleaba exclusivamente visión cultural dominante de mujeres que 47 mujeres. Las tendencias reinantes de se desempeñaran en oficios propios para 46 segregación por género quedaron manos blandas. invertidas cuando las mujeres ingresaron La mayor parte de las mujeres a un dominio exclusivamente masculino y trabajaban en las fábricas en que la “amenazaron” el monopolio masculino PRATC había descompuesto el oficio sobre el oficio.48 haciendo evidente una política clara de Las mujeres que seguían el método empleo femenino en tareas que hasta ese español trabajaban en talleres muy entonces habían realizado hombres. La pequeños llamados chinchales que eran Tabla 2 muestra los por cientos de muy corrientes desde mediados del siglo hombres y mujeres por los dos métodos diecinueve en Puerto Rico.49 de hacer cigarros, a saber, el método español y el trabajo en equipo. La Tabla 2 claramente sugiere que la Tabla 2. Técnicas de elaboración de cigarros por sexo, 1913‐1914 Mujeres Hombres Total Casos método español 3.1 96.9 100 (2324) trabajo en equipo 100.0 0.0 100 ( 354) Fuente: Negociado del Trabajo, Segundo informe anual, 1913 (San Juan: Bureau of Supplies, Printing, and Transportation, 1914), págs. 27‐47.
Sin embargo, el desarrollo del sistema de fábricas durante el último cuarto del diecinueve privilegió a los hombres como tabaqueros al nivel que fabricantes y hombres tabaqueros terminaron por excluir las mujeres del oficio del entorno de las fábricas.50 Para las postrimerías del siglo, las escasas mujeres que quedaban trabajaban en chinchales torciendo a mano vitolas económicas que usaban rama inferior de nombre boliche, sin presentar
amenaza alguna al dominio masculino.51 La Gráfica 2 ilustra visualmente este argumento. Ésta presenta la proporción de mujeres trabajando en la fabricación de cigarros por el tamaño del departamento de cigarros en 1913‐1914. La hipérbola en la grafica muestra una fuerte caída en la proporción de mujeres empleadas a medida que el número de tabaqueros aumentaba sobre todo en talleres que iban de uno o dos tabaqueros hasta los que
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Juan José Baldrich empleaban unos quince. En promedio, los talleres muy pequeños, chinchales, que empleaban menos de tres tabaqueros, contrataban más mujeres, entre el 13 y el 33 por ciento de su fuerza de trabajo. Las
Esta tendencia corresponde, en general, con el patrón que caracterizó los inicios de la industrialización en Francia e Inglaterra, en donde las mujeres mostraban una marcada tendencia a ganar su sustento en empresas pequeñas carentes de maquinaria con la excepción de las fábricas de textiles. 52 Sin embargo, la Gráfica 2 muestra también un desvío del patrón. La gráfica presenta también una curva breve que une dos fábricas que sólo empleaban mujeres en la fabricación de cigarros. Estas tabaqueras no usaban el método español en que cada artesana elaboraba el cigarro de rabo a cabo. El
mujeres constituían menos del cuatro por ciento en talleres con menos de quince tabaqueros. Finalmente, las mujeres en fábricas con más de cien tabaqueros eran poquísimas, llegaban a un dos por ciento.
trabajo en equipo representaba un trabajo de mujeres solamente en el contexto de fábricas grandes. El análisis de regresión constituye otro medio para identificar el tipo de empresa que contrataba a las mujeres tabaqueras. La proporción de mujeres del total de tabaqueros empleados en cada fábrica sirve de variable dependiente. Este análisis cuenta con dos variables independientes: el recíproco, en su sentido matemático, del número de tabaqueros por fábrica es uno y, el trabajo en equipo, que es una variable ficticia –
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Juan José Baldrich dumny en inglés– en representación de la presencia o ausencia de trabajadores en equipo en una factoría dada, es la segunda. La regresión utilizó las noventa y ocho fábricas que contrataban tabaqueros. Los coeficientes de regresión y sus errores estándar son los siguientes: PropMujeres +0.02 Error estándar Tabaqueros +0.32 (0.10) Equipo +0.98 (0.02)
Ambas variables tienen una relación fuerte con la proporción de mujeres del total de tabaqueros en cada fábrica. El coeficiente de regresión de los tabaqueros es tres veces mayor que su error estándar y el de trabajo en equipo es más de cuarenta veces mayor que su error estándar. El ajuste entre los datos y el modelo matemático es notable.53 De acuerdo con los resultados de la regresión, en la medida en que las factorías en el método español contrataban más tabaqueros se daba una reducción fuerte en la proporción de mujeres. El trabajo en equipo, la variable ficticia, sin dejar lugar a dudas, identifica la incorporación de mujeres en calidad de boncheras y roladoras de capas exclusivamente. La descomposición del oficio permitió que los trabajadores menos calificados pudieran elaborar cigarros. Quebró el acceso privilegiado que los hombres habían tenido sobre el oficio relegando las mujeres a los chinchales. Una vez
descompuesto el oficio en boncheras y roladoras de capa, los manufactureros reemplazaron los hombres por mujeres. Desde la introducción del molde hasta la máquina automática, los patronos invirtieron los patrones de segregación sexual. 4. Salarios y género Los niveles de educación, la raza, el acceso a la propiedad, el compromiso con el trabajo, las destrezas y la clase social afectan los salarios. Además de estos factores, esta investigación explora los efectos del género sobre los salarios. Examina la hipótesis de que las diferencias por género entre los salarios refleja la percepción de que el trabajo que realizan los hombres es más valioso. Mientras los mecanismos que establecen la valoración social del trabajo tienen una dimensión de género que está más allá del alcance de esta investigación, una serie de factores sociales devalúan el trabajo femenino con respecto al que hacen los hombres. Esta proposición guía el examen de la brecha salarial por género en la manufactura de cigarros. El género afectó los salarios en la manufactura de cigarros de modos específicos. Esta investigación examina tres mecanismos que afectaron la brecha salarial por género y la tendencia a largo plazo en la relación entre género y salarios. Primero, sin llegar a la mecanización, la fragmentación del oficio abrió el camino para la reducción del costo del trabajo.54 Los fabricantes prefirieron las mujeres por su disposición a trabajar por
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Juan José Baldrich menos que los hombres en el oficio Los operarios de la máquina eran todavía reestructurado. Mientras que el trabajo en cosa del futuro. equipo significó un alza salarial para las La Tabla 3 presenta el sueldo mujeres, para los hombres representó un promedio diario de las ocupaciones que descenso. La nueva división resultó elaboraban directamente los cigarros por desastrosa para los hombres que hasta ese sexo entre 1913 y 1914. Muestra que los momento habían controlado el oficio. manufactureros mantuvieron un El Negociado del Trabajo inspeccionó diferencial salarial grande basado en el 141 fábricas de tabaco en un momento en sexo de los obreros. Los tabaqueros que el molde y otros artefactos habían percibían los salarios mayores, las estado en uso por casi una década, pero trabajadoras en equipo se encontraban en antes de la implantación de la máquina unos niveles intermedios mientras que las automática para la elaboración de tabaqueras devengaban el mínimo. En cigarros. Estos datos resultan oportunos términos de salarios, las trabajadoras en porque el Negociado los obtuvo cuando el equipo se encontraban entre los hombres método español todavía era dominante y y mujeres del método español. el trabajo en equipo estaba en ascenso. Tabla 3 Salarios diarios en la manufactura de cigarros por sexo, 1913‐1914 Mujeres Casos Hombres Casos Método español 0.65 ( 71) 1.05 (2253) roladoras de capa 0.87 (207) ‐‐‐ ‐‐‐ boncheras 0.88 (147) ‐‐‐ ‐‐‐ Fuente: Negociado del Trabajo, Segundo informe anual, 1913 (San Juan: Bureau of Supplies, Printing, and Transportation, 1914), págs. 27‐47. Nota: Los salarios están en dólares de los Estados Unidos.
Los salarios altos de las trabajadoras en escogedoras de rama ganaban US$0.39 y equipo atraían a mujeres de otras US$0.57 diarios respectivamente.56 El trabajo en equipo también resultaba ocupaciones de la manufactura de 55 atractivo para las mujeres en el método tabaco. Por ejemplo, estimados de los datos del Negociado del Trabajo español por el diferencial en salario, como muestran que las despalilladoras y las indica la Tabla 3. Mediante aumentos del Cayey: Miradas históricas, perspectivas contemporáneas 27
Juan José Baldrich nivel de ingreso de las mujeres, todavía ciento, mientras los salarios eran iguales manteniéndolo por debajo del de los en el restante 12 por ciento. Una ecuación de regresión permite hombres en el método español, los más análisis de la estructura salarial de fabricantes aumentaron el universo estas empresas. El salario promedio de las laboral y economizaban dinero en mujeres en cada fábrica, en dólares de los salarios. Los fabricantes le sacaron Estados Unidos, sirve de variable provecho a la devaluación imperante del dependiente. Las dos variables trabajo femenino. independientes son el salario promedio Segundo, el género afectó los salarios de los hombres en cada fábrica y la en la misma ocupación y en la misma proporción de tabaqueras que trabajaban fábrica. La Tabla 3 identifica la brecha en cada planta. Los datos se refieren salarial entre los tabaqueros del método exclusivamente a los salarios de los español. Las mujeres ganaban menos que tabaqueros en el método español. Los los hombres en la misma ocupación, en coeficientes de la regresión y los errores promedio, un 62 por ciento de los salarios estándar de los estimados son: 57 masculinos. Una posible interpretación SalaMujer +0.25 Error estándar de la tabla sugiere que las tabaqueras SalaHombr +0.57 (0.10) ganaban menos porque las mujeres PropMujer ‐0.37 (0.13) trabajaban en talleres muy pequeños, chinchales, donde los salarios eran Los salarios de los hombres y la notoriamente bajos. Sin embargo, su proporción de mujeres en una fábrica concentración en chinchales, torciendo dada tienen una relación fuerte con los vitolas económicas, no explica salarios de las mujeres. Otra vez, el ajuste completamente los salarios inferiores entre los datos y el modelo estadístico es porque la valoración del trabajo tenía fuerte.58 Los coeficientes de la regresión género. El trabajo femenino estaba son varias veces mayores que los errores devaluado en comparación con el estándar, el coeficiente de los salarios presunto valor del trabajo masculino. La masculinos es casi seis veces mayor que desigualdad salarial persistía aún dentro su error estándar mientras que la de la misma empresa. proporción de mujeres es casi tres veces Los datos del Negociado del Trabajo su error. para 1913‐1914 apoyan esta hipótesis. De Los aumentos salariales de los los 141 establecimientos inspeccionados, hombres se traducen en aumentos muy 25 fábricas contrataban tanto hombres por debajo del nivel aún para las como mujeres en el método español. Los tabaqueras en la misma fábrica. La tabaqueros ganaban más que las mujeres regresión sugiere convincentemente que en el 72 por ciento de las fábricas. Las las diferencias salariales entre hombres y tabaqueras ganaban más en el 16 por 28 Cayey: Miradas históricas, perspectivas contemporáneas
Juan José Baldrich mujeres no se pueden atribuir al hecho que los hombres trabajan en factorías que en general pagan bien y las mujeres en chinchales de bajos salarios porque la brecha salarial persistía para tabaqueros y tabaqueras en la misma planta.59 Tercero, el género afectaba los salarios aún de otro modo. A mayor proporción de mujeres en una fábrica menor era el salario para las mismas mujeres. Puesto de otro modo, las fábricas que empleaban hombres principalmente y pocas mujeres renumeraban mejor a las mujeres que las fábricas que contrataban especialmente mujeres. Fábricas feminizadas implicaban salarios devaluados aún para las propias mujeres. El coeficiente de regresión para la proporción de mujeres en las fábricas es de 0.37. Esto significa que los salarios de las mujeres eran inferiores en establecimientos que empleaban más mujeres, en términos proporcionales. En otras palabras, los salarios disminuían en la medida que la proporción de mujeres aumentaba en las fábricas. Los salarios tenían género.60 Los tres puntos examinados tratan la estructura salarial y su relación con el género en el momento en que el trabajo de equipo ya estaba establecido pero antes de la disolución del oficio. El énfasis ha sido en la estructura y no en el movimiento. El punto final en la relación salario‐género toca la descomposición del oficio como un proceso. Las tendencias de empleo a largo plazo continuaban favoreciendo a las mujeres a costa de los hombres. Al pasar el tiempo, la
mecanización llevó al fin del tabaquero bien remunerado, hombre o mujer. La PRATC inició la etapa final de la descomposición del oficio con la introducción de la máquina automática para elaborar cigarros en 1921. La descalificación progresó en la medida que el carácter de oficio cedía a la de operaria. Los empresarios las contrataban por la misma razón que habían empleado boncheras y roladoras de capa anteriormente: bajos salarios. El método español había decaído mucho para la década de 1930 porque, aparte de los chinchales, sólo La Habanera, que era una filial de PRATC, tenía tabaqueros a mano.61 Los hombres del método español, ahora en su mayoría empleados en chinchales, ganaban en promedio $5.82 semanales. Las operarias de la máquina automática, siempre en las empresas más grandes, ganaban más: aproximadamente $8.00, con una semana de trabajo más corta.62 De las primeras factorías en la década de 1870 hasta los años treinta se dio una inversión completa en la posición de los tabaqueros con respecto al género. Para la década de 1930, los hombres ganaban menos que las mujeres y trabajaban en talleres pequeños. En resumen, este estudio documenta que el género es un determinante de los salarios de los tabaqueros de varios modos. Primero, los manufactureros tuvieron éxito en su descomposición del oficio de tabaquero. Las mujeres se
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Juan José Baldrich convirtieron en trabajadoras en equipo en Las uniones obreras reaccionaron a la la nueva división porque trabajaban por incorporación de mujeres a la industria salarios inferiores. Segundo, los hombres con una combinación incómoda de tenían salarios superiores a los de las entusiasmo e indecisión. Un adversario mujeres en las fábricas que empleaban el compartido, el capitalista, los atraía método español. La brecha salarial mientras que el antagonismo suscitado persistía aún cuando trabajaban en la por las relaciones de género los misma fábrica. Tercero, los distanciaba. Mientras que en los Estados establecimientos con más tabaqueras Unidos, en ocasiones, los tabaqueros se renumeraban peor a las mujeres que opusieron al empleo de mujeres en la aquellas fábricas que empleaban a industria,63 los tabaqueros locales no se opusieron al empleo masivo de mujeres hombres principalmente. La feminización en tanto despalilladoras y escogedoras de del trabajo de factoría implicó la rama. La Federación Libre de devaluación de salarios para las Trabajadores (FLT) y las uniones de tabaqueras. Finalmente, las tendencias tabaqueros las alentaron y las reclutaron desatadas con la introducción del molde y en sindicatos. concluidas con la máquina automática para hacer cigarros, conllevaron una Por ejemplo, en 1910, una unión de inversión en la posición de los hombres y tabaqueros de Cayey, uno de los las mujeres en la fabricación de cigarros. municipios de la Cordillera, inició una 5. Las uniones obreras campaña para aumentar su matrícula y Los tabaqueros no se constituyeron en organizar otros asalariados.64 En mayo, una asamblea eligió una junta provisional espectadores pasivos de su propia de directores para una unión de desaparición. Por el contrario, montaron despalilladoras y escogedoras.65 En junio, un defensa fuerte, por ejemplo, sobre el un tabaquero denunció a un oficial del control de los medios de producción, del trust por amenazar con trasladar la valor del trabajo a destajo, la institución escogida de tabaco a otro distrito si las del lector y otros más. Los hombres mujeres se unían a un sindicato y, excluyeron, con éxito, a las mujeres del adicionalmente,66 dos miembros de la oficio en las primeras fábricas establecidas unión local de tabaqueros se convirtieron durante el último cuarto del siglo en instructores de la recién fundada unión diecinueve a la vez que desarrollaron un Cuando las en septiembre.67 espíritu de cuerpo y valores que los unió despalilladoras, a la sazón muchas ya en gremios, uniones, centros de estudios sindicadas, se fueron a la huelga en contra sociales, casinos de artesanos y el Partido de la fábrica de León Candelas en Socialista. Los tabaqueros enfrentaron a diciembre, los tabaqueros de la misma sus patronos con tesón y, en ocasiones, planta se unieron en solidaridad.68 Dos con éxito considerable. mujeres se unieron a Bernardo Vega y 30 Cayey: Miradas históricas, perspectivas contemporáneas
Juan José Baldrich otros tabaqueros en la preparación de las festividades del “Labor Day” de 1911. Una de ellas, Maximina Rivera, fue miembro fundadora y oficial de la unión de despalilladoras.69 El planteamiento de un tabaquero y sindicalista cayeyano sugiere estas posturas:70 “[Salía] un gran número de mujeres y niñas con sus rostros pálidos como rosas blancas marchitadas echándose sus mantas y abrigos sobre los hombros y marchando apresuradamente en distintas direcciones; unas se dirigían hacia el pueblo; otras hacia el campo, hasta que desapareció toda aquella ola humana semejante a una gran procesión de cadáveres. ¡Tan pálidas estaban! ... Mi compañero en contra de los trabajadores porque no sabían defender su trabajo y yo en contra del burgués que no tiene conciencia para tratar a los que le aumentan su tesoro a costa de su vida y de su sangre y en contra de los LEADERS del movimiento obrero que nada hace por sacar a los trabajadores de este pueblo de la inercia en que se hallan sumidos”. Esta fue una iniciativa común. Constituyó una parte integral de una campaña de sindicación por todos los confines del país llamada la Cruzada del Ideal, que organizó la FLT entre 1906 y 1915 con los tabaqueros en calidad de la principal fuerza motriz.71 Las escogedoras y despalilladoras organizadas rendían beneficios a los tabaqueros en dos sentidos. Las mujeres sindicadas tenían la posibilidad de alzas salariales a través de las huelgas y la
negociación colectiva. Si devengaban buenos salarios, es probable que permanecieran en sus oficios porque presuntamente no tendrían mayor interés en convertirse en boncheras o roladoras o, de hecho, en tabaqueras. Los tabaqueros estaban conscientes de que las mujeres sindicadas contribuían a un bloque mayor y más fuerte en sus conflictos con los empresarios. Por ejemplo, las uniones de tabaqueros estuvieron planeando por años una huelga general en la industria del tabaco; la huelga empezó en 1914 en los talleres de la PRATC.72 Las despalilladoras y escogedores de tabaco en rama fortalecieron mucho la posición de los tabaqueros.73 El malestar con las mujeres se refería a su incorporación al oficio o peor, considerarlas parte fundamental de la descomposición del oficio. Los tabaqueros trataron de mantener su exclusividad sobre el oficio, en el pasado ya habían tenido éxito con respecto a la mujeres y mantenían la guardia en alto en contra de los que consideraban descalificados. Estos temores saltaron a primera plana durante la asamblea de tabaqueros de 1913. “Estas compañeras de esa manera, junto a las máquinas en la elaboración... son una amenaza para todos”.74 Los tabaqueros percibían la incorporación de la mujer como una iniciativa del capital para devaluar su propio trabajo; de ahí, que su oposición al empleo de las mujeres fuera parte de su lucha contra el capital. Su descontento con las mujeres en la elaboración de
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Juan José Baldrich cigarros estaba empañado con el mismo patronos.77 paternalismo que los fabricantes tenían al Al término de la década, el temor, los contratarlas: la devaluación del trabajo. malos presentimientos y la hostilidad Percibían a las mujeres como instrumento abierta habían empezado a ceder a la del capital para devaluar su trabajo. Los organización y a un apoyo a medias a las tabaqueros debatieron si oponerse al trabajadoras en equipo. En 1915, la ingreso de las mujeres o estimularlas para asamblea de la CMIU en los Estados que se organizaran. En 1911 los Unidos permitió que las trabajadoras en tabaqueros realizaron un llamamiento a equipo se afiliaran pagando la mitad de las mujeres que trabajan del (sic) oficio las cuotas a cambio de la mitad de los [para] que se organicen y se empiece este beneficios.78 Las boncheras y roladoras de trabajo lo más pronto posible y si hecho capa de la fábrica de la PRATC en La esto, estas compañeras rehusaran Marina organizaron la unión de organizarse y trataran de destruir el tabaqueras número 453 que se afilió a la oficio, entonces que se resuelva extirpar el CMIU, probablemente a fines de 1916 o mal de raíz impidiendo su aprendizaje y 75 principios de 1917.79 La unión 453 mostró ejercicio en la profesión. la tenacidad de organizadoras como Las boncheras y roladoras de capa Genara Pagán que la presidía al momento seguían siendo tema obligado en la de la huelga de 1919 contra el trust. asamblea de 1913. Un líder importante se Mujeres de la unión 453 asumieron quejó de “que no es posible impedir puestos de liderato más allá del totalmente el acceso de la mujer en la movimiento sindical. Por ejemplo varias, industria” y hacía un llamado a entre las que estaban Carmen Puente, organizarlas de modo que no fueran Emilia Hernández y Genara Pagán, “temibles” o el “enemigo”; la asamblea representaron la unión en el Primer apoyó la organización.76 Dos años más tarde, un grupo numeroso de tabaqueros Congreso de Trabajadoras en 1920. La mantenían recelos lo suficientemente tabaquera Emilia Hernández ocupó el serios como para intentar negarle trabajo, puesto de presidenta y Pagán sirvió de mesa en el habla de la industria, a un guía de las deliberaciones.80 Varias de éstas presentaron y lograron la grupo de mujeres en los talleres de la aprobación de una resolución que le Cayey‐Caguas Tobacco Co. Sin embargo, tramitaron al gobierno colonial en la que un grupo de tabaqueras se hicieron oir y proponían legislación para que las con el apoyo de los socialistas, la prensa madres lactantes tuvieran tiempo y obrera y los sindicatos, parece ser que espacio con sus hijos en sus lugares de detuvieron la iniciativa. A pesar del trabajo.81 Las trabajadoras en equipo, en apoyo, las mujeres se mantuvieron firmes unión a otras mujeres sindicadas, en su caracterización de tabaqueras desarrollaron una cultura obrera fuerte, luchadoras e indoblegables frente a los 32 Cayey: Miradas históricas, perspectivas contemporáneas
Juan José Baldrich una que articulaba sus intereses, desde una perspectiva de género. Otra instancia de esta cultura se dio cuando Pagán y Puente se unieron a la Asociación Feminista Popular, que era una organización sufragista vinculada a la FLT.82 En otras arenas, Pagán y Puente estuvieron activas en la campaña electoral de 1920 dirigiéndose, desde la tribuna, a favor del Partido Socialista.83 Sin embargo, a pesar del liderato y militancia desplegados, estas sindicalistas no pudieron escalar la estructura de liderato local de la CMIU, ni integrarse a su Cuerpo Consultivo Conjunto, o a los niveles superiores de la FLT. Desde una perspectiva comparada, como en los Estados Unidos, los hombres retuvieron el control de los niveles superiores. Las mujeres asumían puestos de liderato, en uniones locales, sólo cuando ellas constituían grandes mayorías de la matrícula.84 La unión 453 tuvo una existencia fugaz y desapareció entre 1920 y 1923, cuando muchas uniones de tabaqueros fracasaron.85 El ascenso de Pagán en el movimiento obrero, más allá de la presidencia de una unión local de tabaqueras, se dio a través del matrimonio. Se casó con un viudo y sindicalista prominente, Prudencio Rivera Martínez, y crió a sus ocho hijos.86 La reducción de destrezas y los salarios inferiores no parecen explicar del todo la contratación de mujeres en el trabajo de equipo y posteriormente como
operarias. Uno de los motivos por qué los fabricantes y los tabaqueros se oponían a su contratación probablemente era el mismo. Una posible explicación podría ser su supuesta flexibilidad y docilidad en contraste con la percepción de los hombres como huelguistas,87 sindicalistas y anarquistas durante esos años.88 A pesar de excepciones notables, como las bien conocidas Luisa Capetillo, Carmen Puente y Genara Pagán, junto con mujeres virtualmente anónimas como Maximina Rivera, los tabaqueros dirigieron la mayor parte de las huelgas y organizaron el grueso de las uniones.89 La PRATC los responsabilizaba cuando tenían ganancias reducidas con planteamientos como “Nuestro negocio ha sufrido mucho materialmente durante el años por las huelgas”,90 y el año de 1919 “ha sido el peor en la historia de la Compañía”.91 Un miembro de la junta de directores de la PRATC se quejaba de la militancia de los tabaqueros.92 Años mas tarde algunos sostenían que las mujeres trabajaban “por salarios infinitamente inferiores a los de los tabaqueros y virtualmente no representaban problemas laborales, [sustituyendo] a los 93 artesanos.” Conclusiones El período entre la invasión norteamericana en 1898 y la depresión de los treinta aceleró rápidamente tendencias latentes en la manufactura de tabaco en el país. Este estudio ha intentado dar una explicación del cambio en una industria dominada por hombres a una marcada por una presencia fuerte de mujeres y las
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Juan José Baldrich consecuencias de estos cambios. Su junto con las operarias, en un período discusión siguió cinco tópicos posterior, requerían cada vez de interrelacionados. aprendizajes más breves. La fragmentación quebró el acceso Primero, la feminización de la privilegiado a las destrezas que los industria no implicó la integración de hombres le impusieron a la fabricación de hombres y mujeres en las mismas cigarros, en los inicios del sistema de ocupaciones porque la segregación sexual factorías, porque los fabricantes tuvieron del trabajo mantuvo los patrones de éxito en asociar la descalificación con el finales del siglo diecinueve. La género, al emplear mujeres proporción de mujeres aumentó porque exclusivamente en el trabajo de equipo. las ocupaciones que las empleaban Desde la introducción del molde hasta la sostuvieron ganancias, mientras las máquina automática de cigarros, los ocupaciones masculinas sufrieron empresarios invirtieron la segregación en reducciones considerables. Un bastión la manufactura de cigarros de una masculino, la fabricación de cigarros, masculina a una femenina. experimentó dos cambios. Primero, Cuarto, el género se convirtió en un muchas fábricas cerraron o redujeron sus determinante fuerte de los salarios en tres actividades y, segundo, los fabricantes sentidos. Primero, las mujeres podían tuvieron éxito en descomponer el oficio. asumir un mayor número de puestos de En cuanto a las mujeres, el despalillado trabajo en las factorías, bajo la nueva de tabaco exhibió unos aumentos notables división del trabajo, porque estaban a lo largo del período. dispuestas a trabajar por unos salarios El segundo factor toca la más bajos. Segundo, los hombres descomposición del oficio de tabaquero. devengaban salarios más altos que las Los fabricantes introdujeron el molde de mujeres cuando empleaban el sistema madera para fragmentar el oficio en dos español. La brecha salarial por género ocupaciones más sencillas: boncheras y persistía aún cuando trabajaban en la roladoras de capa. Además, fabricantes y misma planta. Tercero, los mecánicos añadieron otros artefactos y establecimientos con proporciones máquinas sencillas que profundizaron la grandes de tabaqueras pagaban salarios división del oficio. Años después, las más inferiores que las factorías con una operarias desbancaron a los artesanos con proporción alta de hombres. La máquinas automáticas. feminización del trabajo de fábricas implicó una devaluación salarial para las Tercero, la reorganización del proceso tabaqueras. Finalmente, las tendencias de trabajo efectivamente redujo las iniciadas con la introducción del molde y destrezas necesarias para elaborar completadas con la máquina automática cigarros. Boncheras y roladoras de capa, de cigarros implicaron una inversión en 34 Cayey: Miradas históricas, perspectivas contemporáneas
Juan José Baldrich los salarios que los hombres y las mujeres percibían por la fabricación de cigarros. Quinto, mientras los tabaqueros estimulaban la sindicación de las despalilladoras, escogedoras y otras en ocupaciones afines, ellos les ponían freno a las mujeres en la manufactura de cigarros. Años antes, los tabaqueros las habían excluido del trabajo de factorías relegándolas a los talleres pequeños. Los tabaqueros tenían unos reparos serios con las mujeres en las ocupaciones que surgieron de la reorganización del proceso de trabajo. Sin embargo, después de mucha discusión, cedieron y contribuyeron a su incorporación y posterior sindicación. El autor agradece el asesoramiento y sugerencias de Félix V. Matos, María del Carmen Baerga, Humberto García, Melanie M. Domenech, Guillermo A. Baralt y la ayuda de investigación de Lynnette Rivera. El Departamento de Sociología y Antropología y el Fondo Institucional para la Investigación de la Universidad de Puerto Rico subvencionaron este ensayo. Este es una traducción y revisión autorizada del ensayo originalmente publicado como “Gender and the decomposition of the cigar‐making craft in Puerto Rico, 1899‐1931”, en Puerto Rican women’s history: New perspectives, eds. Félix V. Matos Rodríguez y Linda C. Delgado, 105‐25, Armonk, Nueva York: M.E. Sharpe, 1998. 1 U.S. Bureau of the Census, Thirteenth Census of the United States: 1910, Manufactures, vol. 9 (Washington, D.C.: GPO, 1912), p. 1394.
Mi traducción de E. P. Thompson, The making of the English working class (New York: Vintage Books, 1966), p. 12. 3 A. G. Quintero Rivera, Lucha obrera (Río Piedras: CEREP, 1971). Luisa Capetillo, quien fuera lectora de tabaquerías, tuvo otro aire en Julio Ramos, ed., Amor y anarquía (Río Piedras: Huracán, 1992). La autobiografía del tabaquero Bernardo Vega ofrece una visión penetrante del oficio y apareció bajo la edición de César Andreu Iglesias como las Memorias de Bernardo Vega 3ª ed. rev. (Río Piedras: Ediciones Huracán, 1984). Rubén Dávila Santiago, Teatro obrero en Puerto Rico (1900‐1920) (Río Piedras: Edil, 1985). 4 Primeros fermentos de organización obrera en Puerto Rico, 1873‐1898, 20 ed. Cuadernos de CEREP: Investigación y análisis, núm. 1 (Río Piedras: CEREP, 1974, 1983), p. 12. Cito la segunda edición. 5 Ángel G. Quintero Rivera, “El Partido Socialista y la lucha política triangular de las primeras décadas bajo la dominación norteamericana”, Revista de Ciencias Sociales 19, núm. 1 (1975): 64‐65. 6 Yamila Azize, Luchas de la mujer en Puerto Rico, 1898‐1919 (s.e., 1979), 19. Ángel Quintero Rivera, “Socialista y tabaquero”, Sin Nombre 8, núm. 4 (1978): p. 114. Marcia Rivera Quintero, “The development of capitalism in Puerto Rico and the incorporation of women into the labor force”, in The Puerto Rican Woman, eds. Edna Acosta Belén y Elia Hidalgo Christensen, págs. 8‐24 (Nueva York: Praeger, 1979). Blanca Silvestrini de Pacheco, “La mujer puertorriqueña y el movimiento obrero en la década de 1930”, Cuadernos de la Facultad de Humanidades 3 (1979): p. 92. 7 Catherine Hall, “The tale of Samuel and Jemima: Gender and working‐class culture in nineteenth‐century England”, en E. P. Thompson: Critical Perspectives, eds. Harvey J. Kaye and Keith McClelland, págs. 78‐102 2
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Juan José Baldrich (Philadelphia: Temple University Press, 1990). Joan W. Scott, “Women in The making of the English working class”, en Gender and the Politics of History, págs. 68‐90 (Nueva York: Columbia University Press, 1988). Estos señalamientos resonaban con planteamientos aún anteriores como los de Heidi Hartmann, que identificaba el carácter patriarcal de los sindicatos con un interés en mantener la subordinación de las mujeres. Un conocido artículo suyo de 1976 sostenía que “that male workers have played and continue to play a crucial role in maintaining sexual divisions in the labor process”. Reimpreso como “Capitalism, patriarchy, and job segregation by sex”, en Gender: A sociological reader, eds. Stevi Jackson y Sue Scott (Londres: Routledge, 2002), p. 98. 8 María Barceló Miller, La lucha por el sufragio femenino en Puerto Rico (Río Piedras: Centro de Investigaciones Sociales y Ediciones Huracán, 1997), págs. 67‐68. María del Carmen Baerga, (A la organización, a uniros como un solo hombre ...!: La Federación Libre de Trabajadores y el mundo masculino del trabajo, Op. Cit. 11 (1999): 250. 9 Maritza Maymí Hernández, “La definición del trabajo a través de las identidades y la construcción de identidades en el trabajo asalariado”, Historia y Sociedad 14 (2003): 137. 10 Federación Libre de Trabajadores, Informe general de cuentas del Comité Central de la Huelga de Tabaqueros de Puerto Rico (San Juan: Porto Rico Progress Publishing Co., 1914), págs. 27‐28. 11 Federación Libre de Trabajadores, Actuaciones de las segunda y tercera asambleas regulares de las uniones de tabaqueros... (San Juan: Porto Rico Progress Publishing Co., 1914), p. 49. 12 Eileen J. Suárez Findlay, Imposing decency: The politics of sexuality and race in Puerto Rico, 1870‐1920 (Durham: Duke University Press,
1999), p. 145 presenta un argumento similar. Ruth Milkman tocó el asunto en los Estados Unidos con respecto a los puestos de las mujeres en el movimiento sindical en “Gender and trade unionism in historical perspectiva”, en Women, politics, and change, eds. Louise A. Tilly y Patricia Gurin, págs. 87‐107 (Nueva York: Russell Sage, 1990) y, más recientemente, Ileen A. DeVault lo ha revisado en United apart: Gender and the rise of craft unionism (Ithaca: Cornell University Press, 2004). 13 Para una excepción parcial vea a Amílcar Tirado Avilés, “Notas sobre el desarrollo de la industria del tabaco en Puerto Rico y su impacto en la mujer puertorriqueña, 1898‐ 1920”, Centro de Estudios Puertorriqueños Bulletin 2, núm. 7 (1989‐1990): 18‐29. 14 Juan José Baldrich, “From handcrafted tobacco rolls to machine‐made cigarettes: The transformation and Americanization of Puerto Rican tobacco, 1847‐1903”, CENTRO: Journal of the Center for Puerto Rican Studies 17, núm. 2 (2005): 144‐69. 15 Cayey‐Caguas Tobacco Co., ʺInforme Anual”, 1903‐1919, Archivo General de Puerto Rico, en adelante AGPR, Departamento de Estado, Corporaciones foráneas con fines de lucro, caja 5, exp. 86 y Negociado del Trabajo, Segundo informe anual, 1913 (San Juan: Bureau of Supplies, Printing, and Transportation, 1914), p. 21. 16 Juan José Baldrich, Sembraron la no siembra (Río Piedras: Huracán, 1988), págs. 39‐46. 17 Fernando Picó, “Las trabajadoras del tabaco en Utuado según el censo de 1910”, in Al filo del poder: subalternos y dominantes en Puerto Rico, 1739‐1910 (Río Piedras: Editorial de la Universidad de Puerto Rico, 1993), p. 194. Vea también Ángel Quintero Rivera, “Socialista y tabaquero”, págs. 100‐137. 18 La Tabla 1 excluye el 1899 porque los datos de ese censo se refieren únicamente a
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tabaqueros. Vea Departamento de la Guerra, Informe sobre el censo de Puerto Rico, 1899 (Washington, D.C.: Imprenta del Gobierno), 1900, p. 332. Los censos posteriores presentan datos para trabajadores en “cigar and tobacco factories”, efectivamente incluyendo todas las ocupaciones de la industria. Las proporciones de hombres a mujeres en las ocupaciones específicas no reflejaban un balance. La mayor parte de los tabaqueros eran hombres, mientras que las mujeres tendían a emplearse como despalilladoras o escogedoras de rama. Así pues, las proporciones de hombres y mujeres de 1899 no resultan comparables con las de 1910. En 1899, 1.6 por ciento de los tabaqueros eran mujeres y, en 1910, 30.9 por ciento de todos los trabajadores en “cigar and tobacco factories” eran mujeres. La comparación exagera el incremento de mujeres, y, desafortunadamente, resulta ser bastante corriente. 19 Mi traducción de Puerto Rico, Its Conditions and Possibilities (New York: Harper & Brothers, 1899), p. 125. Los aprendices de tabaqueros, hombres en su mayoría, también despalillaban en La Ultramarina, una fábrica de San Juan. Los maestros tabaqueros no. La transición a una ocupación predominantemente femenina no había culminado todavía. Vea La Correspondencia, 17 y 19 de agosto de 1897, p. sin enumerar. Olga Cabrera examina la transición del despalillado de una ocupación de mayoría masculina a una femenina en “Cuba y la primera experiencia de incorporación fabril de la mujer”, Revista de Indias 49, núm. 185 (1989): 227‐29. 20 Caroline Manning, The Employment of Women in Puerto Rico (Washington, D.C.: GPO, 1934), p. 28. Blanca Silvestrini de Pacheco, ʺLa mujer puertorriqueña y el movimiento obrero en la década de 1930”, Cuadernos de la Facultad de Humanidades 3 (1979): 88. 21 De acuerdo a David S. Campbell, “low
wage scales and the inadaptability of the small‐sized Puerto Rican tobacco leaf to machine stripping have been very influential in keeping the industry from moving to the States”. Ver ʺPuerto Rico Tobacco Region Area Analysis”, 1942, p. 19. University of Florida Archives, Raymond E. Crist Papers. 22 Las cifras de tabaco en rama para el consumo local no están disponibles. 23 Para un análisis del boicot vea a Baldrich, Sembraron la no siembra. 24 A pesar de que el molde constituyó una innovación importante en la elaboración de cigarros, los artesanos locales no lo usaron. Vea Dinwiddie, Puerto Rico, p. 124 y Sketches:Porto Rico (Porto Rican‐American Tobacco Company, 1904). 25 José Enrique Perdomo y Jorge J. Posse, Mecanización de la industria tabaquera (La Habana: Talleres de “La Milagrosa”, 1945), págs. 33, 173‐78. Describe el método español en detalle. 26 Mark J. Prus, “Mechanisation and the Gender‐based Division of Labour in the US Cigar Industry”, Cambridge Journal of Economics 14 (1990): 65 y Patricia A. Cooper, Once a Cigarmaker (Urbana: University of Illinois Press, 1987), p. 48. 27 Juan José Baldrich, “Cigars and Cigarettes in Nineteenth Century Cuba”, Revista/Review Interamericana 24, núms. 1‐4 (1994): págs. 8‐35. 28 El molde era un artefacto con dos partes de madera que ajustaban una con la otra. Cada parte tenía una serie de ranuras en la forma de medio cigarro La bonchera acomodaba la tripa dentro de las ranuras, juntaba bajo presión las dos partes del molde por un rato y luego extraía el bonche con la forma deseada. 29 Dorothee Schneider, Trade Unions and Community: the German Working Class in New York City, 1870‐1900 (Urbana: University of Illinois Press, 1994), págs. 57‐58. 30 Cooper, Once a Cigarmaker, págs. 170‐71.
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Juan José Baldrich Walter Weyl, “Labor Conditions in Porto Rico,” Bulletin of the Bureau of Labor 61 (1905): 759. 32 Negociado del Trabajo, Informe especial (San Juan: Bureau of Supplies, Printing, and Transportation, 1913), p. 62. 33 Negociado del Trabajo, Segundo informe anual, p. 31. 34 Cuerpo Consultivo Conjunto de tabaqueros de P. R, “Información oficial sobre la probable huelga de tabaqueros”, Unión Obrera, 27 de septiembre de 1917, p. 1; Cuerpo Consultivo Conjunto de la Uniones de Tabaqueros de Puerto Rico, “A todos los empleados por la Porto Rican American Tobacco Co”, Unión Obrera, 15 de octubre de 1917, p. 3. 35 Negociado del Trabajo, Segundo informe anual, págs. 31‐32. Comité Central, “La huelga del trust del tabaco, manifiesto de información”, Unión Obrera, 28 de enero de 1919, p. 1. 36 Reavis Cox, Competition in the American Tobacco Industry, 1911‐1932 (Nueva York: Columbia University Press, 1933), p. 49‐51 y Perdomo y Posse, Mecanización de la industria tabaquera, págs. 33‐37. 37 Bailey W. Diffie y Justine Whitfield Diffie, Porto Rico: A Broken Pledge, (New York: The Vanguard Press, 1931), p. 96) y “A Dying Art”, Revista Económica (septiembre de 1937): 22. PRATC era, sin duda, la principal empresa en la manufactura de cigarros; para 1925 su producción representaba el 56.3 por ciento de la elaboración de cigarros. Vea aCox, Competition in the American Tobacco Industry, págs. 87‐88. 38 La base para los por cientos son los 2,000 que laboraban directamente en la fabricación de cigarros, excluyendo así a las 350 caperas, capoteras y “otras” de la base. Vea Comité Central de la Huelga General de los Tabaqueros de Puerto Rico, Manifiesto, (San Juan: La Democracia, 1926), p. 8. Negociado 31
del Trabajo, Undécimo informe anual, 1926 (San Juan: Negociado de Materiales, Imprenta y Transporte, 1927), p. 26. 39 Victor S. Clark, et al., Porto Rico and its Problems (Washington, D.C.: The Brookings Institution, 1930), p. 465. 40 Cox, Competition in the American Tobacco Industry, p. 57. 41 Diffie y Diffie, Porto Rico: A Broken Pledge, p. 96. Para 1934, Manning señala que la inmensa mayoría de los cigarros estaban hechos a máquina. Vea The Employment of Women in Puerto Rico, p. 27. 42 Cámara de Comercio de Puerto Rico, “Tobacco culture”, Boletín Oficial 10, núm. 6 (1934): 62. La PRATC le compró La Habanera a Infanzón y Rodríguez en una transacción privada. Vea Luis Muñoz Morales, “Compraventa de fábrica”, 10 de mayo de 1915, AGPR, Protocolos Notariales, Siglo XX, San Juan, caja 763, fols. 127‐40. 43 Bernardo Vega emigró a los Estados Unidos en busca de mejores oportunidades dentro de su oficio de tabaquero. Sus memorias recogen sus luchas por colocarse como tabaquero en el Nueva York de los veinte y los treinta. Vea Vega, Memorias. 44 Negociado del Trabajo, Informe especial, p. 61. Negociado del Trabajo, Segundo informe anual, págs. 28‐47. U.S. Departamento de la Guerra, Informe sobre el censo de Puerto Rico, 1899, p. 332. Walter Weyl, “Labor Conditions in Porto Rico”, págs. 823‐5. 45 Vega, Memorias, págs. 36‐7. Además, las mujeres tabaqueras eran parte integral de la cultura tabaquera en otros países. Los obreros puertorriqueños y los fabricantes tienen que haber sido conscientes de que la mayoría de las tabaqueras en España era mujeres, de hecho, la feminización de las fábricas españolas de cigarros se dio décadas antes sin recurso a la descomposición del oficio. La Real Fábrica de Tabaco en España inicialmente
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empleaba hombres en Sevilla pero la fábrica de Cádiz, establecida posteriormente, empleó sólo mujeres en calidad de tabaqueras. Durante la primera mitad del siglo diecinueve, la Real Factoría gradualmente desplazó a los hombres de la fábrica de Sevilla. Para la transición, vea a José Manuel Rodríguez Gordillo, “El personal obrero en la Real Fábrica de Tabaco”, en Sevilla y el tabaco: exposición en el Rectorado de la Universidad (Antigua Real Fábrica de Tabacos), ed. José Manuel Rodríguez Gordillo, págs. 72‐4 (Sevilla: Imprenta Álvarez, 1984) y del mismo autor, Un archivo para la historia del tabaco (Madrid: Tabacalera, 1984), p. 22. 46 Ava Baron presenta un argumento parecido en su examen de los conflictos de género en la tipografía. De acuerdo con ella, los patronos y las reformistas de clase media, como Susan B. Anthony, sostenían que el trabajo manual era masculino mientras que el trabajo intelectual que fuera liviano, limpio y fácil era femenino. Vea su “Questions of gender: De‐skilling and demasculinization in the U.S. printing industry,” Gender and History 1, núm. 2 (1989): 183. 47 El Negociado del Trabajo inspeccionó 141 fábricas de tabaco durante 1913 y 1914. Publicó unas estadísticas detalladas de cada fábrica identificando las ocupaciones, la cantidad de mujeres, hombres y niños en cada ocupación, el salario diario, etc. Los análisis de estos datos informan las próximas páginas. Vea Negociado del Trabajo, Segundo informe anual, págs. 27‐47. 48 Entre las 354 mujeres que trabajaban en las fábricas que practicaban el trabajo en equipo, 159 eran roladoras de capas, identificadas en los informes como tabaqueras a mano, 147 boncheras y 48 tabaqueras a máquina, estas últimas posiblemente usando mesas de succión para estirar el capote. 49 Félix V. Matos, “Economy, Society and
Urban life: Women in Nineteenth Century, San Juan, Puerto Rico (1820‐1870)” (tesis Ph.D., Columbia University, 1994), p. 240. Las primeras fábricas de cigarros datan de la década de 1870 y las mujeres, que Matos identifica, tenían padres que ya se desempeñaban en el oficio. Este fenómeno no era exclusivo a Puerto Rico; para los Estados Unidos vea “Employment of Women in Industries: Cigarmaking ‐ Its History and Present Tendencies”, Journal of Political Economy 15, núm. 1 (1907): 4. En Francia y otros países europeos, las mujeres fueron tabaqueras desde los mismos inicios del sistema de fábricas. Vea Louise A. Tilly, “Paths of Proletarianization”, Signs 7, núm. 2 (1981): 400‐17. 50 El despalillado permaneció, entonces y luego, como un oficio con mayoría de mujeres. 51 Una situación similar se dio en Cuba. Vea Olga Cabrera, “Cuba: Mujer y familia en la industria tabacalera” (Ponencia presentada en Society for Caribbean Studies, Institute of Commonwealth Studies, Londres, 5 al 7 de julio de 1995) y Jean Stubbs, “Gender Constructs of Labour in Prerevolutionary Cuban Tobacco”, Social and Economic Studies 37 (1988): 247. 52 Louise A., Tilly y Joan W. Scott, Women, work, and family (New York: Routledge, 1989), p. 68. 53 La Gráfica 2 y la ecuación de regresión que la generó no presentan dificultades estadísticas. Sin embargo, la varianza de los residuos derivados de la regresión no es igual para todos los valores de una de las variables independientes, así pues, viola uno de los supuestos del análisis de regresión. La variable en cuestión es el recíproco del número de tabaqueros en cada fábrica. La varianza del error es grande para las fábricas con pocos tabaqueros y decrece en la medida
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Juan José Baldrich que el número de tabaqueros aumenta. Este problema lleva el nombre de heterocedasticidad en la literatura estadística. Técnicamente significa que los estimados de la regresión son insesgados y consistentes pero ineficientes. Esto es, la varianza de los estimados es mayor que el valor correspondiente a la población o el valor verdadero. Este problema afecta los datos agregados como los de este trabajo. Vea a Eric A. Hanushek y John E. Jackson, Statistical Methods for Social Scientists (Nueva York: Academic Press, 1977), págs. 143, 175. Los mínimos cuadrados ponderados corrigen este problema. Los coeficientes de regresión y los errores estándar presentados utilizan esta técnica. 54 La descomposición no resultó en una mayor eficiencia o rapidez en la elaboración de cigarros pero sí redujo el costo del trabajo. Vea Cooper, Once a Cigarmaker, págs. 169‐70 y Prus, “Mechanisation and the gender‐based division of labour”, p. 68. 55 Su atractivo para mujeres de otras industrias era fuerte porque la manufactura de tabaco, como un todo, ofrecía los salarios más altos del país. Negociado del Trabajo, Cuarto informe anual, 1915 (San Juan: Bureau of Supplies, Printing, and Transportation, 1916), págs. 32‐34. 56 Las despalilladoras incluían caperas y capoteras. 57 El discrimen salarial contra la tabaquera puertorriqueña era severo. Datos comparables para los Estados Unidos en 1913 muestran que las mujeres ganaban entre el 79 y el 96 por ciento de los salarios masculinos. Vea Cooper, Once a Cigarmaker, págs. 176‐77. 58 El coeficiente de correlación múltiple de la ecuación asciende a 0.84. Eliminé el único valor extremo, de modo que el número de casos, factorías, para la regresión, es de 24. 59 Patricia Cooper informa igual para las
mismas ocupaciones bajo un mismo techo. Sólo esporádicamente las mujeres ganaban menos. Vea Once a Cigarmaker, p. 175. En contraste con la política de la CMIU, que de plano se oponía a escalas diferentes, los manufactureros británicos mantenían hasta un diferencial de 25 por ciento por el mismo trabajo en la misma factoría. Vea Abbott, “Employment of women in industries: Cigarmaking”, p. 18. 60 A pesar de la diferencia sustancial en tiempo y espacio, Barbara Stanek Kilbourne, y otros, llegan a conclusiones parecidas. Vea sus “Returns to Skill, Compensating Differentials, and Gender Bias”, American Journal of Sociology 100, núm. 3 (1994): 689‐719. Sus análisis no están fundamentados en proporciones de hombres y mujeres para una ocupación dada como es el caso de esta investigación; consisten, más bien, de la brecha salarial entre ocupaciones diferentes. 61 Cámara de Comercio, “Tobacco Culture”, p. 62. 62 Manning, The Employment of Women in Puerto Rico, págs. 27‐28. 63 Abbott, ʺEmployment of Women in Industries: Cigarmaking”, p. 17. Cooper, Once a Cigarmaker, págs. 115, 219. Prus, “Mechanisation and the Gender‐based Division of Labour”, p. 69. 64 Eusebio Colón, “No hay peor cuña...ʺ Unión Obrera, 16 de abril de 1910, p. sin enumerar. Eusebio Colón, “Cayey también se prepara”, Unión Obrera, 12 de mayo de 1910, p. 1. 65 Ramón L. Fraguada y Eleuterio Sierra, “Acta”, Unión Obrera, 11 de junio de 1910, p. sin enumerar. 66 Ramón L. Fraguada, “Notas de Cayey”, Unión Obrera, 16 de junio de 1910, p. sin enumerar. 67 Vicenta Barrera y Francisca Gandía, “Acta constitucional”, Unión Obrera, 5 de octubre de
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1910, p. sin enumerar. Ramón L. Fraguada, “Desde Cayey”, Unión Obrera, 31 de agosto de 1910, p. sin enumerar. 68 Titán, “De Cayey”, Unión Obrera, 22 de diciembre de 1910, p. sin enumerar. 69 Arturo de Santiago, “Labor Day en Cayey”, Unión Obrera, 20 de julio de 1911, p. 1. 70 Luis Barrera, “Impresiones de un paseo”, Unión Obrera, 11 de octubre de 1910, p. sin enumerar. 71. Quintero Rivera, “El Partido Socialista y la lucha política triangular”, p. 60. 72 García y Quintero Rivera, Desafío y solidaridad, págs. 49‐50, 60. Federación Libre de Trabajadores, Actuaciones de las segunda y tercera asambleas, págs. 21, 89. 73 Prudencio Rivera Martínez a Samuel Gompers, 29 de julio de 1914, en Informe general de cuentas del Comité Central de la Huelga de Tabaqueros de Puerto Rico, Federación Libre de Trabajadores (San Juan: Porto Rico Progess Publishing Co., 1914), págs. 27‐28, AGPR, Fortaleza, caja 593, expediente 746, documento 20. José Dieppa y otros a Arthur Yager, 23 de abril de 1914, AGPR, Fortaleza, caja 593, expediente 746, documento 19. 74 Federación Libre de Trabajadores, Actuaciones de las segunda y tercera asambleas, p. 48. 75 Ibíd., p. 105. 76 Ibíd., p. 49. 77 Gregoria Pujols, et al. a Severo Torruellas y Pedro Correa, Unión Obrera, 10 de noviembre de 1915, p. 1. 78 Cooper, Once a Cigarmaker, p. 116. 79 Unión Internacional de Tabaqueros de América, “Importante asamblea general ...”, Unión Obrera, 21 de enero de 1919, p. 1. La unión no aparece en 1916, “List of secretaries”, Cigar Makers Official Journal 40, núm. 8 (1916): 40. 80 “Primer Congreso de Trabajadoras de Pto. Rico”, Justicia, 19 de enero de 1920, págs. 4, 18.
Ibíd., p. 9. María de Fátima Barceló Miller, La lucha por el sufragio femenino en Puerto Rico (Río Piedras: Centro de Investigaciones y Huracán, 1997), págs. 84‐89. 83 Carmen Puente, Genara Pagán, y Franca de Armiño, “Meeting socialista de mujeres”, 16 de octubre de 1920, AGPR, Policía, Novedades, Cayey, 16 de octubre de 1920, p. 14. 84 DeVault, United apart, p. 212 y Milkman, “Gender and trade unionism”. 85 Cigar Makers Official Journal 47, núm. 9 (15 de septiembre de 1923): 28. 86 Azize, La mujer en la lucha, págs. 180‐182. Inés María Mendoza, una contemporánea de méritos considerables, articuló una condición quizás similar a la de Pagán. Mendoza escribió que “Para qué querer ser el igual del hombre, si siendo mujer se tiene, por serlo, el poder de hacerlo a él nuestro superior y gozarnos así lo mejor de la feminidad que es el de saberse guiada, protegida, amparada por él en quien se realizan nuestros sueños...” Citado en Daisy Sánchez, La que te llama vida (Bogotá: Norma, 2007), p. 161. 87 Quintero Rivera, “Socialista y tabaquero”, págs. 133‐37. 88 Rubén Dávila Santiago, El derribo de las murallas (Río Piedras: Cultural, 1988), págs. 180‐216. 89 Capetillo, quien fuera una vez lectora de tabaquería, tuvo una participación activa en la campaña de sindicación de la FLT llamada la Cruzada del Ideal. Vea Ramos, Amor y anarquía, p. 65. Rivera ayudó a organizar una unión de despalilladoras en Cayey para luego ocupar un puesto en la directiva. Estuvo también activa en la organización de celebraciones del “Labor Day”. Vea Barrera y Gandía, “Acta constitucional”. Fraguada y Sierra, “Acta”. De Santiago, “Labor Day en Cayey”. 90 PRATC, Annual Report, 1918 (Jersey City: 81 82
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Juan José Baldrich s.e.), 1919. 91 RATC, Annual Report, 1917 (Jersey City: s.e.), 1918. 92 José María González a Pedro Giusti, 28 de mayo de 1919, Colección de Juan Giusti Cordero. 93 “A Dying Art”, p. 22.
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HISTORIOGRAFÍA DE CAYEY: UN ACERCAMIENTO ARITMÉTICO (EL CASO DE PÍO LÓPEZ MARTÍNEZ) Jonathan J. Berríos Educador y curador Museo de Arte Dr. Pío López Martínez Universidad de Puerto Rico en Cayey
Para la mayoría de los estudiantes de nivel secundario en Puerto Rico un cambio en la metodología de enseñanza y aprendizaje de los cursos de historia podría resultar alentador. Junto a las matemáticas, la historia se ha convertido en uno de los cursos con menos entusiastas, incluso en el ámbito universitario. Salvo las contadas excepciones, los comentarios hacia ambas materias se repiten en frases como: ¿Para qué sirve eso?, eso yo nunca lo voy a usar en mi trabajo o eso es aburrido. Ambos casos observan un denominador común: la mayoría de las personas no entienden o no encuentran la utilidad de estas materias. Concluir que esa es la razón para el estigma que
…el historiador tiene a su disposición muchos recursos por los cuales escapar del fantasma de la relatividad absoluta. El rigor con que determina la idoneidad de sus datos y documentos es uno. Lo es también su imparcialidad, que automáticamente lo salva de la relatividad absoluta y le permite considerar otros enfoques que, de lo contrario, le parecerían contradictorios. Esteban Tollinchi, La estructura y la Historia
pesa sobre ambas materias es un error. Si investigamos el por qué de ese desprecio colectivo, encontramos, en el caso de las matemáticas, confesiones como: es que yo nunca he entendido las fracciones, o las raíces cuadradas, o me confunden los números negativos. En fin, problemas mayormente de aritmética y otros casos de desconocimiento de procesos elementales en la solución de ejercicios o ecuaciones. En el caso de la historia, los problemas son similares. Las quejas más comunes son: yo no puedo memorizarme tanta información, es que yo soy mala o malo con las fechas.
Jonathan J. Berríos Lo que demuestra, en ambos casos, el predominio o subsistencia de la enseñanza de la historia basada en el aprendizaje memorístico. Podemos considerarlos también como problemas de aritmética, utilizando el lenguaje de las matemáticas. El énfasis en la memorización de datos deja a un lado el análisis de los mismos como causa o catalizadores de acontecimientos que definen la historia de un pueblo o país. No nos sirve de mucho memorizarnos las causas y fechas de la caída de Constantinopla o las guerras de la Reconquista Española si no se ofrecen las herramientas para ubicarlas dentro del contexto del encuentro del mundo europeo con el mundo americano y su posterior colonización y conquista. Veamos un ejemplo aritmético que asemeja esta situación. En el caso a x b = c es necesario saber los valores de a y b para conocer c. Pero esto sería suficiente si lo que queremos es que un estudiante se memorice una cantidad finita de ejercicios de multiplicación. Ahora, si nos interesa que un estudiante domine cualquier ejercicio de multiplicación es imprescindible hacerle comprender por qué la multiplicación de dos números tiene un resultado particular y los procedimientos que debe seguir para la solución de cualquier problema. Conocimiento necesario para luego poder trabajar problemas algebraicos o de cálculo. Al igual que en las matemáticas, el desinterés o mal desempeño de los
estudiantes en cursos de historia radica en el desconocimiento de procesos elementales en el desarrollo de trabajos historiográficos. En los niveles elementales e intermedios, la percepción que tienen los estudiantes de un historiador es que es una persona con un conocimiento infinito que lo acompaña desde siempre. Conocimiento que recoge en sus libros y publicaciones para compartirlo con el resto de los mortales. Desconocen totalmente que un historiador se sirve de herramientas, técnicas y métodos de investigación muy sencillos. De conocerlas y comprenderlas, al igual que en el caso de las matemáticas, la percepción y hasta el aprovechamiento en los cursos de historia podría cambiar de modo significativo. Estas breves consideraciones sobre la historia y las matemáticas surgen luego de revisar en varias ocasiones el libro “Historia de Cayey” de Pío López Martínez, el cual nos limitaremos a analizar y que es clave en el estudio de la historia de Cayey. Me tomé la libertad de este elemental y poco científico análisis antes de entrar de lleno a reseñar el texto, pues el libro, que fue publicado hace más de treinta y cinco años, requiere un dominio de la aritmética aludida. Cuando Pío López acomete la empresa de una historia de Cayey sólo llevaba en Puerto Rico cerca de cuatro años. Ello fue motivo de recelo para algunos cayeyanos, incluso en estos tiempos, pues dudaban de la capacidad de un extranjero para hacer un libro de historia de un pueblo al que apenas
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Jonathan J. Berríos conocía. La respuesta es simple: dominio del autor de la aritmética en cuestión. El autor reconoce la necesidad de emplear tres métodos historiográficos distintos para realizar su trabajo. En primer lugar, recurrir a todos los trabajos inéditos que hacen investigación o análisis de la historia de Cayey. Grupo compuesto mayormente de fuentes secundarias. En segundo lugar, destaca las fuentes documentales o fuentes primarias entre las que considera actas, escrituras, minutas y fotos, entre otras. Y en tercer lugar, realizar entrevistas. Este tercer grupo resulta el más interesante pues con el, Pío López fusiona las formas más conservadoras dentro de la metodología de investigación histórica, que es el estudio de fuentes documentales de primer orden, con la historia oral que todavía en nuestros tiempos es vilipendiada por algunos sectores. Para no alejarnos de la analogía que nos hemos propuesto, el libro de López Martínez podría representarse en la siguiente ecuación: Historia de Cayey (fuentes primarias + fuentes secundarias + historia oral) = Libro Historia de Cayey de Pío López Martínez Estos distintos métodos se conjugan en este trabajo para conformar un texto que puede resultar un poco confuso para estudiantes o para aquellos que se inician en el campo de la historia. Principalmente, porque el libro no sigue un orden lineal de eventos o periodos. El autor recurre a dividir el libro en capítulos que recogen temas de la historia de Cayey.
El texto está dividido en cuatro secciones: el prólogo, la introducción, veinticinco capítulos y la bibliografía. No pretendemos resumir minuciosamente el trabajo, pero sí reseñaremos a grandes rasgos la información que ofrece. Antes que el texto y el pretexto, el libro presenta en su portada una de las versiones de “El Pan nuestro” (1905) de Ramón Frade. Imagen que sirve de gancho para identificar el libro, más que con lo puertorriqueño, con lo cayeyano.
Nos llama la atención que al leer las primeras páginas, encontramos alusiones del autor a la influencia española y al papel de dicha cultura como agente civilizador de los pueblos salvajes de América. Ejemplo de esto lo encontramos en la segunda página del libro. Una cita de José de Diego utilizada como epígrafe y que lee: “Dios preside la historia y en la historia España tiene la misión sublime de educar los pueblos en la gloria”. Más adelante, en el primer capítulo, “Descubrimiento de América”: Ningún otro pueblo tenía, en igual grado que el español, el poder de espíritu necesario para llevar adelante una empresa que no tiene paralelo en la
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Jonathan J. Berríos Esto se traduce a una comprensión del texto y de su valor con conciencia del problema, pero reconociendo la aportación del mismo. Más allá de los vicios aludidos, el autor logra un libro que sigue siendo de gran valor para cualquier investigador o estudiante de historia. Los primeros dos capítulos cubren Y por último encontramos al final respectivamente el “Descubrimiento de de ese capítulo: América” y el “Descubrimiento y No hay una sola comunidad colonizada colonización de Puerto Rico”. 1 A partir por gentes hispanas que no viva en la del tercer capítulo “Poblado indio esfera de la fe de Cristo y de la cultura Toita” el libro se concentra en la occidental. En español se elevó la historia de Cayey. El cuarto, “Cayey”, primera oración a Dios tanto en la responde a una reseña geográfica del tierra de Estados Unidos como en el pueblo. “Primeras noticias de Cayey” resto del continente americano. Y el quinto capítulo, consiste en un análisis español fue el primer idioma culto que de crónicas y documentos los cuales resonó en las inmensas praderas del ayudan a tener una idea de desde “midelwest” y en la cuenca del cuándo Cayey fue poblado por colonos. Missisipi hasta la Patagonia y la Tierra A la altura de 1645, es descrito como de Fuego, por obra de aquella hato ganadero. Luego encontramos las “Hispania Fecunda”... órdenes para su fundación como pueblo en 1765 y 1771 cuando La Si retomamos la analogía con las Corona Española reconoce y matemáticas encontramos una salida a recomienda la fundación del pueblo de los vicios que el texto presenta. Para Cayey además de los documentos en despejar variables en una ecuación torno a su fundación bajo el dividimos dicha ecuación por el valor gobernador Miguel de Muesas el 17 de que acompaña la variable para la cual agosto de 1773 con el nombre Cayey de deseamos despejar. Muesas. Ejemplo: en la ecuación a(b x c) = d si deseamos despejar para b x c realizamos el siguiente procedimiento: a(b x c) = d resultado b x c = d a a a En el libro de Pío López podemos despejar los vicios hispanófilos de la siguiente forma: Vicios hispanófilos (Trabajo de Pío López + historia de Cayey) = Comprensión del texto Vicios hispanófilos Vicios hispanófilos historia entera de la humanidad; epopeya de gigantes y guerreros, de sabios y colonizadores, de héroes y de santos que al ensanchar el dominio del hombre sobre el planeta, ganaba también para el espíritu. Sólo una vez en la historia humana el espíritu ha soplado en afán de conquista, que lejos de subyugar, liberta.
Resultado: (Trabajo de Pío López + historia de Cayey) = Comprensión del texto Vicios hispanófilos
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Jonathan J. Berríos En el capítulo sexto se analizan varias teorías relacionadas al origen del nombre de Cayey entre las que el autor apoya la procedencia taína. El séptimo y octavo capítulo responden a la descripción de viviendas, calles, barrios y población del pueblo a partir del trabajo de Fray Iñigo Abbad y La Sierra y de distintos censos y documentos publicados entre las décadas de 1770 hasta 1970. “Los gobernadores”, capítulo noveno, recoge un recuento de los gobernadores que pasaron por la Isla y algunas de sus acciones que repercutieron más tarde en el desarrollo de Cayey. También Pío López presenta en éste detalles muy breves sobre la participación de las milicias españolas estacionadas en Cayey durante la invasión norteamericana y la posterior obtención del Cuartel español en Cayey, convertido luego a campamento militar norteamericano bajo el nombre de Henry Barracks. En el capítulo décimo el autor presenta una relación de los regímenes municipales de la Isla y de las estructuras y cambios que se dan en los municipios y en sus estructuras de gobierno desde 1812 a 1896 y los posteriores cambios que trae consigo el 1898. También presenta aquí una lista de alcaldes de Cayey desde 1773 a 1965. Así mismo, describe otros aspectos, servicios y facilidades relacionados al municipio como la Casa del Rey o Alcaldía, ordenanzas municipales, bomberos, suministros de agua y alcantarillados.
En el capítulo duodécimo, “Agricultura y ganadería”, el autor narra la evolución de esas industrias desde los inicios de la colonización hasta principios de la década de 1960. Los capítulos decimotercero al decimoquinto ofrecen información sobre el desarrollo de las industrias en suelo cayeyano y otros temas relacionados a la infraestructura. Vemos al Cayey del 1828, cuando contaba con cuatro trapiches, cuatro alambiques, dieciséis tiendas y dos ventorrillos. Luego, en 1845, contaba con catorce carpinteros, cuatro zapateros, nueve mercaderes de comestibles y bebidas, cuatrocientos cuarenta y un labradores propietarios, un billar, una gallera, una panadería, diez tiendas mixtas y una sastrería. Luego, hace una breve descripción de diez empresas establecidas en el pueblo a partir de 1950. Sobre la infraestructura, destaca detalles como el alumbrado y las vías de comunicación. El autor hace mención de los senderos que en los inicios de la colonización comunicaban los poblados indígenas en el siglo XVI y describe la evolución y desarrollo de estas vías hasta la construcción de la autopista de San Juan a Ponce en el siglo pasado. Con relación a las comunicaciones, destaca el correo y su evolución, el telégrafo (1875) y las torres de Cayey (1917), cuyo objetivo era mantener comunicación con embarcaciones en el Océano Atlántico. En los próximos dos capítulos, Pío López hace un análisis de la salud pública y de la enseñanza. En el
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Jonathan J. Berríos segundo subraya el control que tuvo el clero de la educación hasta el siglo XVIII y describe los cambios más significativos en la educación en la Isla dirigidos por los distintos gobernadores. En 1894 encontramos en Cayey siete escuelas públicas y tres privadas que albergaban más de 575 estudiantes. Para 1930, Cayey contaba con 27 escuelas graduadas de inglés, 2 escuelas consolidadas y 28 escuelas rurales. A finales de la década de 1960 ya se había fundado el Colegio Universitario de Cayey. Aquí también destaca las publicaciones que se realizaban en el pueblo. Las más antiguas fueron “El escalpelo” y “El porvenir”. Luego le siguieron un sin número de publicaciones como periódicos, semanarios y revistas. El capítulo decimoctavo habla sobre la presencia de la Iglesia Católica en Cayey y reseña algunas de las costumbres religiosas como las fiestas patronales, las fiestas de San Isidro Labrador, los rosarios de cruz y los aguinaldos. En el capítulo decimonoveno hace mención de las distintas asociaciones que se desarrollaron en Cayey desde mediados del siglo XIX como las logias masónicas, fraternidades y clubes. “Hombres ilustres” capítulo vigésimo primero, reconoce algunos de los hombres más destacados en la vida e historia de Cayey. En el grupo de varias decenas sólo encontramos una mujer, Marcelina Warren, educadora. Quedan fuera nombres de mujeres
como Emérita León, Coral Rubio, Carmen Dumont y muchas otras mujeres imprescindibles en la historia del pueblo. Entre los nombres que sí menciona el texto están Emeterio Colón, Miguel Meléndez Muñoz, Ramón Frade, Benigno Fernández y Ángel Mergal. El próximo capítulo está dedicado al deporte. Es una reseña de logros, mayormente en el béisbol y el boxeo. De ese segundo deporte destaca al boxeador Pedro Montañés “El torito de Cayey”, reconocido en toda América y Europa. El penúltimo capítulo lo dedica a “misceláneas” que resulta la recopilación de datos que Pío López reúne, pero deja fuera en los demás capítulos y que tratan diversos temas: un donativo de 195 pesos enviados a Carlos III, una nota de bautismo de Ramón Baldorioty de Castro de 1823 o la muerte de 206 personas a causa de un brote de cólera en 1856. Finaliza el capítulo con la mención de algunas costumbres que se observaban en el pueblo: paseos en calesa los domingos, retretas en la plaza, el uso de las farmacias como lugar para tertulias, mascar tabaco, la pesca en quebradas, vestimentas, los dulces típicos y los alimentos. El vigésimo quinto y último capítulo “Cayey, lugar de veraneo” agrupa fragmentos en prosa y versos dedicados a Cayey. El paisaje, el clima y otras bondades llevadas a la metáfora. Razones que según el autor hicieron de Cayey lugar predilecto de
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Jonathan J. Berríos los habitantes de la capital que más allá del ámbito académico y buscaban reposo en los fines de semana universitario. De lo contrario, si un y verano. texto de historia no se asigna en un curso, estaremos condenados a leernos Si bien hemos dicho que el libro, nosotros mismos. por la estructura que presenta, resulta un tanto difícil para estudiantes o para quien se inicia en este campo, por otra parte, facilita el estudio de dichos temas, pues cada capítulo cubre, precisamente, entre uno y tres temas de la historia de Cayey. En la mayoría de ellos, ofreciendo un trasfondo y el contexto en el que se desarrolla dentro del ámbito isleño. Pero si estamos interesados en algún periodo o década de la vida cayeyana tan sólo debemos acudir a un ejercicio de aritmética elemental. Es decir, buscar en cada capítulo el denominador común que nos interesa. En otras palabras, recorrer cada tema y sustraer de cada uno de ellos los años que deseamos trabajar y así obtenemos el panorama de Cayey en ese momento determinado. Ejercicio que los jóvenes podrían encontrar hasta divertido. Además lo podemos representar de la siguiente forma: 25(capítulos – X) = Periodo de historia de Cayey. Debemos dudar que el problema de comprensión de este trabajo y otros textos de historia sea responsabilidad de los niños, jóvenes o personas no especializadas en la historia, sino de los que trabajamos en este campo desde distintos espacios. Deberemos algunos renunciar al prestigio del descubrimiento y hallazgo de datos y reconocimiento en las publicaciones y dedicarnos a ofrecer los métodos y herramientas necesarias para el entendimiento y estudio de la historia
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Recomendaciones bibliográficas: Historiografía de Cayey 2 Andreu, César ed. Memorias de Bernardo Vega. (San Juan, Puerto Rico: Ediciones Huracán, 2002). Aponte, Marta, ed. El lugar de la memoria, Fotografías de Tulio Alvelo y Ramón Frade. (Cayey, Puerto Rico: Libroguía, 1997). Baldrich, Juan José. Sembraron la no siembra (San Juan, Puerto Rico: Ediciones Huracán.1988). Barradas, Efraín. “Ramón Frade o de por qué es necesario, a veces, brindar con vino de plátano.” Exposición Homenaje a Ramón Frade (San Juan, Puerto Rico: Liga de Estudiantes de Arte, 1985). Delgado, Osiris. Ramón Frade León, pintor puertorriqueño. Un virtuoso del intelecto 1875‐1954. (San Juan, Puerto Rico: Centro de Estudios Avanzados de Puerto Rico y el Caribe, 1989). Fernández, Eugenio, Vega, Héctor. “Cayey en las humanidades” Boletín del programa del humanista residente. (Cayey, Puerto Rico: Fundación Puertorriqueña para las Humanidades, Vol. 1 Núm. 5, mayo, 1983). López, Pío. Historia de Cayey. (Cayey, Puerto Rico: Colegio Universitario de Cayey, 1972). ‐‐‐, Ramón Frade. (Cayey, Puerto Rico: Colegio Universitario de Cayey, S.f.) ‐‐‐, Cayey: notas para su historia. (San Juan, Puerto Rico: Comité Historia de los Pueblos, 1985). Picó, Fernando. Cayeyanos: familias y solidaridades en la historia de Cayey. (San Juan Puerto Rico: Ediciones Huracán, 2006). Ramos, Antonio. Cayey, de hato criadero tributario de Coamo a ciudad universitaria. (San Juan, Puerto Rico, 2007). Santa‐Pinter, J.J. Escudo de Armas, Sello y Bandera de Cayey. (Cayey, Puerto Rico: Gobierno Municipal de Cayey, 1972).
Títulos asignados por el autor.
1
Esta es una muestra parcial de algunos textos historiográficos que aportan información de gran valor al investigador y al entusiasta interesado en la historia de Cayey. Quedan sin señalar numerosos artículos recogidos en la Revista Cayey, editada por la Universidad de Puerto Rico en Cayey, y de igual forma artículos publicados en periódicos regionales donde encontramos trabajos de Miguel Meléndez Muñoz, Eugenio Fernández Méndez, Ramón Frade, Ángel Mergal y Héctor Vega, entre otros. 2
CONTEXTOS, PRE‐TEXTOS Y POST‐TEXTOS: COMENTARIOS SOBRE LAS PONENCIAS DE FERNANDO PICÓ Y JUAN JOSÉ BALDRICH Luis Figueroa Departamento de Historia Trinity College Hartford, Connecticut Casi un año atrás fui invitado por Isar Godreau a participar en un foro organizado por el Instituto de Investigaciones Interdisciplinarias de la Universidad de Puerto Rico en Cayey, el cual estuvo centrado en la historia de Cayey y la región que cubre el ámbito institucional del recinto. Confieso que me sentí muy honrado pues era la primera vez, en casi veinte años, que era invitado a participar en una conferencia académica en la isla. Curiosamente, la vez anterior fue un encuentro de historiadores celebrado en 1990 en el Recinto de Río Piedras. Si mal no recuerdo, el propósito de aquel evento fue, al menos en parte, juntar a un conjunto de investigadores provenientes de diversas disciplinas para divulgar sus trabajos y fomentar discusiones sobre la multiplicidad de formas en que la historia de Puerto Rico se venía re‐escribiendo desde los años setenta. Mi objetivo al mencionar aquel evento no es para entrar en detalles de tal experiencia –eso lo estoy haciendo en otro contexto –sino llamar la atención a un par de ironías. En primer lugar, mientras que en el
encuentro del noventa el comentarista de mi ponencia fue el profesor Fernando Picó, en Cayey se invirtieron los papeles y me tocó a mí hacer algunos señalamientos sobre su presentación. La ironía es verdaderamente doble, lo cual la hace aun más deliciosa, puesto que además fui llamado a responder a la ponencia del profesor Juan José Baldrich, quien así las cosas, fue uno de los mentores de mi tesina de bachillerato sobre el reordenamiento del movimiento obrero durante la época de fomento industrial en Puerto Rico, tesina que precisamente el compañero Picó logró colar en un número de la vieja, pero creo que todavía bastante útil revista Anales de Investigación Histórica. Dada esta configuración de viejos y nuevos destinos, y aclarada así parte de la ʺposicionalidadʺ desde la cual me acerco a los trabajos de los compañeros Picó y Baldrich, paso entonces a hacer unos comentarios muy someros sobre sus trabajos. A primera vista, los ensayos de Picó y Baldrich representan un gran reto para el comentarista que busque encontrar denominadores comunes que faciliten la comparación crítica.
Luis Figueroa Desde un ángulo bastante obvio, existe el punto de convergencia que los unió en este foro, es decir, el espacio geográfico de Cayey, en particular la zona urbana y su periferia más inmediata, donde presumimos que estarían localizados los talleres y las fábricas de tabacos que Baldrich estudia tan 1 minuciosamente. Sin embargo, me parece igualmente obvio que los obreros y obreras de la manufactura del tabaco también tenían vidas que no estaban restringidas al taller y la fábrica, sino que tenían múltiples escenarios donde realizaban sus vidas: entre ellos la calle y la esquina; el ventorrillo, la barra, el colmado y la fonda; la plaza, el bohío, el rancho, la casita y el cuarto de alquiler; el batey, el patio y el balcón; el salón de recreo de artesanos, la vieja Iglesia Católica, las nuevas capillas e iglesias protestantes traídas por misioneros norteamericanos, y las escuelas donde los más privilegiados de las clases subalternas enviaban a sus hijos (e incluso hijas) a cursar aunque fuesen sólo unos grados primarios. Enumero estos ejemplos para enfatizar que la formación del proletariado tabaquero, incluyendo el desplazamiento del artesano venido a menos y la aglomeración de jornaleros en zonas urbanas, tuvieron lugar en toda una gama de contextos físicos, geográficos o humanos, simbólicos y concretos, colectivos e individualizados, que necesitaríamos tener en cuenta para complementar el trabajo tan importante que viene haciendo el compañero Baldrich en
sus estudios de la manufactura del tabaco desde que publicó su pionero libro sobre la no‐siembra tabacalera del 1931‐32. 2 En otras palabras, me parece que Baldrich nos presenta un análisis que clama por ser llevado en múltiples direcciones, intentando así rastrear posibles pistas contenidas aquí y en otros trabajos relacionados. En particular, creo debemos indagar quiénes eran estas despalilladoras y estos torcedores, obreras fabriles y artesanos, y sus redes familiares y afectivas; dónde coincidían en sus desplazamientos, tanto diarios como inusuales, y dónde intercambiaban opiniones, preguntas, disputas, nostalgias de la vida antes del mal llamado progreso, y a lo cual respondían hasta con utopías seculares y religiosas. Más aun, me atrevo a pensar que fue allí, en esos otros espacios, más que en el taller o la fábrica, donde con intención o sin ella describían para familiares, amigos y vecinos las vicisitudes de la mecanización industrial que comenzaron los empresarios criollos e inmigrantes antes del 98, y que intensificaron los monopolios norteamericanos, así como la transformación del valor y uso de sofisticadas destrezas artesanales. De otro lado, y como discuto más a fondo en otro ensayo, es importante mirar la ponencia de Picó como un resumen muy apretado, pero aun así muy estimulante que destila en fino los planteamientos encontrados en su libro Cayeyanos, 3 de manera que los apuntes que siguen parten de pasajes de la ponencia pero hacen referencia al
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Luis Figueroa libro, donde los mismos temas son tratados más extensamente. Para comenzar, es importante no perder de vista las diferencias en las unidades de análisis entre ambas ponencias y algunas de las consecuencias que estas diferencias implican. Mientras en el caso de Baldrich nos ocupamos de talleres y fábricas localizados en varios municipios, no sólo en Cayey, en el caso de Picó pasamos a centrarnos en el municipio de Cayey y sus barrios rurales y urbanos. Este cambio de perspectiva nos permite reconsiderar los señalamientos anteriores sobre la necesidad de examinar la proletarización del tabaco en otros espacios que van más allá del taller, espacios que se me antoja llamar aquí los ʺtras‐talleresʺ, aquellas zonas donde transcurre la vida también. En Cayeyanos, Picó menciona que la concentración de gente asalariada no sólo fue en el ʺpuebloʺ como tal, sino también en los alrededores, lugares estos que mis experiencias estudiando a Guayama demuestran que surgieron sobre todo a partir de la eliminación del trabajo coaccionado entre 1870 y 1876, y del desfase entre el crecimiento poblacional y la crisis en la agricultura comercial que no giraba principalmente en torno al cafetal, todo lo cual contribuyó a aumentar la movilidad subalterna. Este proceso de moverse del campo al pueblo ocurrió más rápido que la capacidad de los municipios de aprobar y ejecutar planes de ʺensanchamientoʺ o urbanización que
extendieran de manera regularizada las calles originales, o deslindaran, construyeran, y zonificaran nuevas de manera ʺordenadaʺ, dictadas como siempre por las élites locales desde la alcaldía. Es así como surgieron en Guayama, por ejemplo, barriadas periferales tales como Joyinglé (Hoya del Inglés), Pica‐Pica, y Borinquen, las cuales se hincharon en cuestión de pocos años con casas, bohíos y estructuras de alquiler auto‐ construidas y localizadas, tanto física como simbólicamente, más allá del control y normatividad urbanística del estado. 4 Cayey al parecer no fue diferente y, aunque quisiera que Picó y otros historiadores abordaran el tema con mayor detenimiento, lo cierto es que hay evidencia en Cayeyanos que apuntan en esta dirección. Tal es el caso sobre todo cuando Picó discute personajes e incidentes tomados de los libros de novedades del cuartel de la policía que fueron registrados en las décadas del 1910 al 1930. Es allí donde nos enteramos de la importancia en la sociedad y cultura local de la barriada ʺPunta Bravaʺ, donde circulan personajes como Dolores Ríos Márquez, conocida popularmente como ʺLola La Polleraʺ, lugares que el público llegó a considerar ʺde jolgorio y de contiendaʺ. Igualmente importante también es el planteamiento de Picó de que allí la población residencial circulaba aceleradamente, pues una gran cantidad de las familias censadas en 1920 ya no aparecen listadas en dicha barriada en 1930. Nos explica que la mayor parte se han ido mudando ʺa
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Luis Figueroa calles más céntricas, o a los barrios suburbanos, [pues] han conseguido ocupaciones de mayor remuneración y sus hijos han acudido a la escuela y se han alfabetizadoʺ. 5 Pero, si es así, entonces cabría preguntarse, por ejemplo, ¿cómo contrastaban los patrones residenciales de los artesanos tabaqueros con los de los jornaleros y las obreras menos diestros y diestras estudiados por Baldrich? Incluso, el nivel de estabilidad, por decirle así, del sector obrero del tabaco, independientemente de su nivel de destrezas e identidad de género, y sospecho que hasta racial, no parece ser tan sólido si tomamos en cuenta otros señalamientos de Picó de que el crecimiento de la industria tabaquera cayeyana atrajo a un número indeterminado de trabajadores al pueblo provenientes, no sólo de los barrios rurales de Cayey, sino también de otros pueblos. Pero, ¿de qué pueblos, y de cuán lejos? ¿Venían solos o traían consigo familiares? ¿Cuáles eran sus características laborales, de redes de matrimonio o concubinato, de hogares encabezados por hombres o por mujeres, con familias nucleares, extendidas, o abigarradas? 6 Algo que Picó sí nos dice en su ponencia es que la noción de la familia nuclear encabezada por un hombre casado no cumple con el rol normativo tantas veces idealizado a lo largo del recorrido de la historia cayeyana, desde la fundación del municipio en el siglo XVIII. Más aun, en la discusión más extendida del libro nos enteramos que existieron patrones
contradictorios de movilidad social en la compleja estructura de clases del Cayey de fines del XIX y principios del XX en donde familias enteras e individuos particulares aparecen subiendo o bajando precipitadamente en la estructura de clases de municipio entre las décadas de los años 1870 a 1930. 7 Dado estos breves comentarios, ¿cómo podemos amarrar lo que parecerían unos hilos sueltos? En primer lugar, una de las aportaciones principales de Baldrich es que intenta enfocar su estudio en un contexto más amplio, tanto en términos de teorización, métodos, y perspectivas comparativas de lo que aparece en la investigación mucho más minuciosa de Picó sobre el curso de la historia de Cayey. En cierta medida, un ʺpre‐ textoʺ para el estudio de Baldrich, con el cual él ha venido desarrollando un diálogo muy productivo por muchos años, es el muy bien celebrado estudio de Patricia Cooper sobre género en la industria tabaquera norteamericana a principios del siglo XX. 8 Me parece que precisamente ese tipo de diálogo es sumamente necesario para sacarle la mejor punta a nuestros lápices antes de comenzar a tomar notas en los archivos, o elaborar entrevistas de historia oral, o estudios etnográficos, según sea el caso. En este sentido, es importante también dialogar con la más novedosa literatura sobre género en la historia obrera latinoamericana que ha venido saliendo en la última década. Muchos de estos intelectuales han tratado de aplicar críticamente perspectivas teóricas tan diversas
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Luis Figueroa como las de Gramsci, Foucault, o Bourdieu en estudios sobre trabajadoras y trabajadores en lugares como Chile, Colombia, Costa Rica, y hasta el propio Puerto Rico. 9 Los análisis de Baldrich en su ponencia de Cayey, como en su reciente artículo ʺFrom handcrafted rolls to machine‐ made cigarettes: The Transformation and Americanization of Puerto Rican Tobacco, 1847‐1903,ʺ CENTRO Journal,17:2 (Fall 2005), 145‐169, me hacen recordar, para bien o para mal, los producidos por Marx hace siglo y medio atrás. Ver, en particular, la sección cuarta del primer tomo, titulada ʺLa producción del plusvalor relativo, especialmente los capítulos XII (ʺDivisión del trabajo y manufacturaʺ) y XIII (ʺMaquinaria y gran industriaʺ), en: Karl Marx, El Capital: crítica de la economía política, tomo 1, volumen 2. Traducción y edición de Pedro Scaron (México: Siglo XXI Editores, 1975). Entre los análisis más extensos y sofisticados del proceso de elaboración de dicha obra tan fundacional para las ciencias sociales (ya sea por filiación o por fobia), fue el de Roman Rodolsky, The Making of Marxʹs ʹCapitalʹ, trans. by Peter Burgess (London: Pluto Press, 1977). Un esfuerzo más reciente por reconsiderar la obra de Marx y muchas de sus interpretaciones que subyacen el trabajo de Baldrich lo es, por ejemplo, Moise Postone, Time, Labor, and Social Domination: A Reinterpretation of Marxʹs Critical Theory (New York and Cambridge: Cambridge Univeristy Press, 1993); en español, consúltese Marx Reloaded: repensar la teoría crítica del capitalismo (Madrid: Traficantes de Sueños, 2007).
1
Juan José Baldrich, Sembraron la no siembra: los cosecheros de tabaco puertorriqueños frente a las corporaciones
2
tabacaleras, 1920‐1934 (Río Piedras: Ediciones Huracán, 1988). Fernando Picó, Cayeyanos: familias y solidaridades en la historia de Cayey (San Juan: Ediciones Huracán, 2007).
3
Luis A. Figueroa, Sugar, Slavery and Freedom in Nineteenth‐Century Puerto Rico (Chapel Hill: University of North Carolina Press; San Juan: Editorial de la Universidad de Puerto Rico, 2005), especialmente los capítulos 5 al 7.
4
Fernando Picó, Cayeyanos: familias y solidaridades en la historia de Cayey (San Juan: Ediciones Huracán, 2007); 117.
5
En este sentido, sugiero que tomemos en serio algunos de los planteamientos críticos que recientemente ha hecho Carmen Luisa González en ʺOtra posible mirada: una lectura crítica de la ʹnueva historiaʹ puertorriqueñaʺ, en Carlos Pabón (ed.), El pasado ya no es lo que era: la historia en tiempos de incertidumbre (San Juan: Ediciones Vértigo, 2005); 171‐197. Mis reparos con este ensayo son de otra índole.
6
Picó, Cayeyanos, 109.
7
Patricia Cooper, Once a Cigar Maker: Men, Women, and Work Culture in American Cigar Factories, 1900‐1919. (Champaign: University of Illinois Press, 1987). Un examen más reciente del tema, pero no restricto a la industria tabacalera, aparece en Ileen A. DeVault, United Apart: Gender and the Rise of Craft Unionism (Ithaca, NY: Cornell University Press, 2004).
8
La historiografía norteamericana sobre el tema de género en la historia obrera de América Latina ha experimentado una transformación fundamental desde finales de los años ochenta. Entre los mejores ejemplos al respecto, los cuales encarecidamente recomiendo sean
9
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Luis Figueroa
examinados detalladamente, se encuentran Thomas Miller Klubock, Contested Communities: Class, Gender, and Politics in Chile’s El Teniente Copper Mine,1904–1951 (Durham: Duke University Press, 1998); Ann Farnsworth‐Alvear, Dulcinea in the Factory: Myths, Morals, Men and Women in Colombia’s Industrial Experiment,1905– 1960 (Durham: Duke University Press, 2000); y Lara Putnam, The Company They Kept: Migrants and the Politics of Gender in Caribbean Costa Rica, 1870–1960 (Chapel Hill: University of North Carolina Press, 2002).
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