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Pasión por educar valores
a través del fútbol
Christian Díaz
Colaborador IACC, equipo de Admisión
Llegó a IACC a fines de 2014 y con él venían años de trabajo desinteresado por los niños de su comuna: Maipú. Con total confianza, nos permitió conocer su historia en torno al fútbol y el modo en que este deporte le permitió no solo encontrar el amor, formar su familia y ayudar a los niños de su sector, sino –y por sobre todo- perpetuar la memoria de su padre.
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Pasión por educar valores a través del fútbol Todo
partió gracias a un vecino malhumorado, del barrio donde pasó su niñez, que un buen día, cansado de los pelotazos, les devolvió el balón roto con un puñal. La señal era clara y elocuente: no jueguen más aquí. Habían perdido su tesoro –el balón- y también el lugar donde divertirse. Así lo entendió Christian Díaz, su hermano y el lote de amigos de pichanga de barrio. Sentados en la cuneta de una típica población de Quinta Normal, los encontró don Luis, un hombre mayor y respetado, que no dudó en acercarse a los muchachos y preguntarles qué pasaba. Luego de escuchar sus pesares, el hombre hizo la pregunta de rigor: -¿por qué no crean un equipo de fútbol y hacen partidos como corresponde? Los niños se rieron, incrédulos y algo nerviosos. De vuelta recibieron la mejor frase de sus vidas: -vamos a hacerlo. Yo les ayudó. La escena tuvo lugar en el año ´82 y lo que comenzó como una idea para
devolver la sonrisa a un puñado de amigos locos por el fútbol, es hoy una Escuela Deportiva, hecha y derecha, con 70 niños y jóvenes reunidos en torno al fútbol, el compañerismo, la disciplina y el trabajo en equipo.
Su líder ya no es don Luis, sino su hijo, Christian Díaz –colaborador de IACC desde fines de 2014-para quien esta historia ha sido y seguirá siendo, una de las motivaciones de su vida. -Me emociono cuando recuerdo los inicios de Brasil Juniors. Todo surgió gracias al empuje de mi papá y sus ganas de ayudarnos a través del cultivo del deporte, en especial, del fútbol. Partimos con muy pocos implementos. Me acuerdo que organizó una rifa con la que juntamos 10 mil pesos de esos años y con ese dinero mandamos a confeccionar 10 camisetas a una señora del sector. ¡Estábamos tan felices! El colegio del sector nos abrió las puertas y
empezamos a entrenar ahí y muy pronto, a organizar partidos. La voz se fue corriendo y a poco andar ya no éramos los 5 o 7 pichangueros iniciales, sino 50 niños, de distintas edades, soñando en ser futbolistas. El nombre de la academia, Brasil Juniors, vino del gusto de don Luis por el “juego bonito”. Consideró que el fútbol brasileño sería una buena inspiración para los niños y siempre los instó a pensar y jugar fútbol como
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esos grandes del balompié. Y de paso, pensando siempre en cómo conseguir más recursos para mejorar las condiciones de la escuela deportiva, aprovechó el nombre para pedirle a la Embajada Brasileña, su apoyo. -La idea era una locura. De hecho, muchos vecinos le dijeron que jamás conseguiría que lo escucharan. Pero mi papá era de aquellos que hacía todo para lograrlo. Escribió una carta de 2 páginas, explicando quiénes éramos y qué necesitábamos. A las 2 semanas recibió el llamado de respuesta en casa de una vecina, anunciando que la embajada vendría a entregar un regalo para el club. En ese tiempo, el teléfono y las comunicaciones eran un lujo, entonces él se quedó con esa buena noticia y se consiguió recibir la donación en el colegio donde entrenábamos. Para nuestra sorpresa y la de mi papá, apareció una comitiva grandota de autoridades, con el mismísimo Severino Vasconcelos, jugador insigne de Colo Colo, una estrella de la época. En el colegio y la población quedó la escoba. Y nosotros felices de recibir de manos de este gran jugador, los 5 equipos completos de fútbol, con balones e implementos profesionales.
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Brasil Juniors sin su fundador Los años pasaron y, al alero de don Luis, la escuela deportiva siguió concitando el interés de niños y jóvenes. Su esfuerzo fue siempre ofrecerles un espacio de sana recreación y diversión, buscando que la experiencia fuese lo más parecida a la del fútbol profesional, manteniendo a los niños ligados a la vida ligada al deporte y viviendo los valores del compañerismo, el respeto y la sana competencia. Por eso, cuando falleció don Luis, la Escuela quedó huérfana y la magia que él hacía posible quedó stand by. – Cuando falleció mi papá, fue un golpe duro. Yo estaba grande. Me había casado y estaba esperando a mi primera hija. Sin embargo, él era una figura muy fuerte, muy sobreprotectora, y quedarme sin él fue verme solo, sin rumbo y sin
claridad. Me encomendé a él y le rogué que no me dejara solo. Que me mostrara el camino. Y así fue. Los años que vinieron para Christian fueron de arduo trabajo para construir los cimientos de su familia. Se mantuvo ligado al fútbol, como profesional un tiempo, y luego en el fútbol adulto amateur. Pero el cansancio y la necesidad de tener tiempo del fin de semana para su familia, lo llevaron a estar alejado del balompié 2 años. Poco tiempo duró la lejanía, porque fue su hijo menor, quien le recordó lo importante del deporte en la niñez y lo empujó a hacer lo mismo que su padre había hecho por él y sus amigos, en los ´80. – A mi hijo le gustaba el fútbol y entonces lo vi y recordé lo feliz que mi padre me hizo creando la escuela.
Entonces decidí hacer lo mismo por mi hijo, ahora en Maipú, comuna donde vivimos. Entonces se vio a sí mismo repitiendo la historia de su padre: consiguiendo recinto para entrenar, camisetas, implementos, armando partidos, buscando entrenadores… Todo desde el cariño, la buena voluntad y el deseo de brindar a los niños un espacio de entretención sano y formador de valores. -La mayor satisfacción que tiene para mí, es caminar con mi señora por la calles de Maipú y encontrarme con un joven o un niño y que me grite “profe”, me abrace y me cuente cómo va su vida. Verlos crecer y convertirse en personas de bien, es lejos el mejor sentimiento que uno puede vivir.
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La familia Tanta es la pasión por Brasil Juniors que solo Christian no sería suficiente para sustentar el proyecto. En la actualidad, su señora, Gilda González –a quien conoció muy joven, precisamente en una cancha de fútbol- es la administradora de la Escuela. Sus hijos, Nadia y Fabian, también colaboran. Nadia estudia kinesiología y aplica sus conocimientos en la escuela, además de tener a cargo una serie como entrenadora. Fabian, en tanto, ya declaró su deseo de convertirse en entrenador profesional y se prepara para eso. Hoy, Brasil Juniors tiene 70 niños y jóvenes en la escuela, organizados en 5 series. Christian es el director técnico de la academia y es su responsabilidad el planear los campeonatos, mantener el estándar
de calidad de los implementos y reportar a los apoderados el desarrollo de la escuela. –Es una academia de estilo familiar. Los papás pagan una mensualidad de 8 mil pesos y con ese dinero pagamos el funcionamiento de la escuela. Cada niño tiene su buzo, su equipo de entrenamiento, su equipo de partido y su equipo alternativo, y financiamos todo con esos aportes más eventos especiales y proyectos concursables de fondos municipales. Ya suman 3 las generaciones de jóvenes egresados de la academia y en sus filas cuentan 3 promesas del fútbol asociadas a los clubes de Melipilla, Magallanes y Cobreloa, más una mujer que entrena con Audax Italiano. -De todos ellos conocemos su historia y nos involucramos en su crecimiento, porque a fin de cuentas, uno les abre el corazón.
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Tratarlos como profesionales Una de las cosas que Christian tiene grabada a fuego, es el espíritu fundador de su padre. Allí es donde encuentra inspiración y rumbo. Allí también alimentó la idea de hacer posible una premiación anual para sus chicos al estilo ANFP. Cuando planteó la idea a los apoderados, no faltó quién le dijo que era una locura, pero no le importó. No sería ni la primera ni la última vez que le dirían eso, pero más valía intentarlo. Así fue como con el apoyo de muchas personas, logró hacer una premiación anual de gala, donde premió a sus chicos tal como lo hace el fútbol profesional. –Asistieron con tenida formal y fueron ovacionados por sus familiares y amigos. Entregamos el premio balón de oro, guante de oro y otros premios. Se tomaron fotos que después subimos a la web www.brasiljuniors.cl y todo fue una fiesta. Pero como era de esperarse, las locuras no quedaron ahí. Christian tenía aún en mente otro gran hito para la escuela: llevar a sus chicos a un campeonato fuera de Santiago y brindarles la posibilidad de vivir una concentración. –En enero de 2015, viajamos al campeonato de Pichilemu. Estuvimos ahí una semana, el equipo técnico y unos 50 niños. Ningún apoderado tenía permiso para ingresar o para llamar. Se trataba de una concentración. El enlace con el mundo era el equipo técnico y por
supuesto que cuando veíamos que extrañaban mucho o que necesitaban contacto, arreglábamos que pasara. Fue una experiencia maravillosa, de mucho compañerismo y de trabajo duro. Entrenaron en la playa, en la piscina y enfrentaron rivales complicados. Todo resultó a la perfección y esperamos repetirlo. Para eso, Christian y su mujer dedicaron una semana de sus vacaciones familiares a la tarea. Cuando le pregunto si no se cansa a ratos de tener tanta responsabilidad, se sonríe y me cuenta: - igual a veces es difícil. Los apoderados no siempre están contentos o reclaman por detalles. Una vez hasta quise dejar todo botado, pero mi señora y mis hijos me lo impidieron. Al final Brasil Juniors no me pertenece a mí… yo involucré sin quererlo a toda mi familia y ahora no podemos vivir sin ellos.
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