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Relatos Cortos de APCH
Letras Brillantes
Les presentamos las primeras menciones honrosas del concurso de Relatos Cortos organizado por APCH en las categorías Cuento y Anécdota.
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Caleta Panteón
Autor: Fernando March
Primera Mención Categoría Cuento
Su verdadero nombre es César Enrique Medrano Álvarez, pero en el mundo literario se ha hecho conocido como Fernando March, seudónimo con el cual ha ganado con sus obras Desahuciado (2016) e Impudicias virtuales (2017) el concurso de microteatro en Loja, Ecuador. En 2019 participó en el Concurso de Cuentos Angels Fourtine, en España, y obtuvo el segundo lugar con El trovador menesteroso de la calle del Encanto. Su ascendencia china en cuarto grado, según le relató su padre, lo llevó a interesarse en la literatura y la cultura china, creando el personaje de Caleta Panteón, pero recogiendo hechos y escenarios históricos acerca de la llegada de los culíes a Perú. Estudió medicina en la Universidad Nacional de Piura.
Aquel amanecer aterido en que divisaron, a lo lejos, aquel islote remoto de acantilados fragmentados, azules y fríos, ya no quedaba, en aquellos pobres infelices, el más mínimo resquicio de aquella creencia esperanzadora que habían alimentado durante días, semanas y meses de deshonroso cautiverio: el hecho de que, al final del mismo, les esperaba el arribo a un país de promisión y abundancia, cuyas arenas y rocas resplandecerían al recibirles, y así se darían cuenta de que, en realidad, no eran arenales comunes, sino aquel oro acendrado y legítimo; comprimido y reducido a polvo por la mano benevolente de los dioses de jade.
Aquella creencia que había hecho soportable aquel viaje inadmisible se había hecho trizas apenas arribaron a aquellas costas grises y neblinosas. El barco terminó de atracar en un muelle destartalado.
Dos mozos de cuerda (oriundos del país) abrieron la puerta de la bodega infernal y dieron la orden de salir. Ya incorporados, fueron saliendo, uno a uno, un conjunto de individuos famélicos, entumecidos, azorados y visiblemente desorientados. Entonces lo vieron: las playas estrechas; las arenas amarillas; pedriscos tugurizados; aves y lobos grises retozando sobre las rocas afiladas y húmedas, vapuleadas por el latido espumoso del mar. Un poco más allá, la que sería su ruina: los cuarteles de sanidad.
Uno de los mozos de cuerda gritó, en cantonés perfecto: ¡圣洛伦佐岛! (Shèng luò lún zuǒ dǎo)1. Y se pusieron en fila. Fueron ingresando uno por uno a la caseta de sanidad, para ser observados, antes de ser distribuidos en rutas diversas. Fue a uno de ellos a quien se le preguntó en mandarín si sufría de alguna enfermedad. Aquel individuo les dijo que toda la travesía había estado con 腹瀉 (Fùxiè)2 y que sus ropas estaban tan malolientes que necesitaba un baño. Sus interlocutores iban anotando todo con signos ininteligibles. Desencadenaron y desnudaron al hombre. Fueron contando cada una de sus costillas, para deducir si era apto o no para las futuras labores. Asqueados de su pésimo olor, le obligaron a salir a un descampado arenoso y frío donde había unas cubetas grandes de madera llenas de agua de mar. Provistos de odio infernal, fueron sacando agua y le iban tirando cubetazos helados, entre risas. Aquel individuo parecía resistir, con dignidad y resignación semejante ultraje. Luego de la algazara, a pesar suyo, procedieron a cortarle la coleta y posteriormente le fueron alcanzadas las ropas de un cantonés, muerto en la víspera. Ya con todo aquello, decidieron su suerte. Trajeron sus escasas pertenencias en una bolsita de lino azul, que un abuelo
1 ¡San Lorenzo! 2 Diarrea.
suyo le había entregado. Así pudieron explorar su contenido: semillas de Qingguo3, para sus problemas de diarrea constante; monedas de los antepasados de su abuelo: un Wen de bronce del extinto Emperador Daoguang; dos Wen (uno de cobre y otro de bronce) de tiempos del Emperador 乾隆(Qiánlóng); un cepillo de hueso, fichas 麻将(mahjon)4 y dos fai chi5 para comer; un contrato con un nombre: Li You. Se los devolvieron.
Aquello era todo lo que un hombre necesitaba para ser feliz en la peor de las desgracias.
Luego de una rápida deliberación encargaron que uno de los mozos de cuerda le hablara en cantonés: - ¡没有人愿意这样接待你! (Méiyǒu rén yuànyì zhèyàng jiēdài nǐ)6 –le dijo–, ¡你病得很重! (Nǐ bìng dé hěn zhòng)7 . -我从事水稻种植多年(Wǒ cóngshì shuǐdào zhòngzhí duōnián) zài nàlǐ shēngbìngle)9 –le dijo– ¡你將去隔離!( ¡Nǐ jiāng qù gélí!)10 . 8 –respondió–你可能在那里生病了(Nǐ kěnéng Fue entonces que, al escuchar semejante decisión, uno de los cantoneses encadenados que esperaban su turno para ser reembarcados jaló de sus mangas y le dijo en lengua nativa: ¡你沒有機會!(Nǐ méiyǒu Jīhuì)11 . -¿你點樣知道你講緊乜嘢法? (Nǐ diǎn yàng zhīdào nǐ jiǎng jǐn miē yě fǎ)12 . (D -¡佢哋會分開你嘅! ¡島上嘅寒冷會殺咗你 ǎoshàng kǎi hánlěng huì shā zuo nǐ)13 . ! (Qú diè huì fēnkāi nǐ kǎi)
No pudo terminar de escucharle. Los mozos procedieron a sacarle, casi a rastras, del cuartel de sanidad. Ya era muy avanzada la tarde. Fue entonces que lo llevaron al otro lado de la isla. Iba anocheciendo. Los vientos y el sonido del mar se hacían cada vez más intolerables. Al fin, luego de cruzar aquellos enormes arenales, llegaron al otro extremo del islote. En esa parte, al parecer, solían arrojar a los cantoneses muertos. Luego, delante de lo que parecía ser una fosa cavada en la arena (para albergar algún cadáver) vieron llegar a otros dos mozos de cuerda trayendo un fardo enrollado con algo o alguien en el centro. Esperaron en silencio.
Al fin, llegaron jadeando y arrojaron violentamente el fardo y su contenido al foso. Alguien parecía respirar y moverse dentro del envoltorio. Al parecer, era un ser humano, aún vivo, y en serios problemas.
El individuo se inclinó. Grande fue su asombro al descubrir, entre los fardos, a un muchacho al parecer de origen cantonés, de unos quince a veinte años, todo ensangrentado y casi por completo destrozado. El individuo se horrorizó. Les miró. Les escupió. -¡卑鄙嘅殺手!(Bēibǐ kǎi shāshǒu)14 –les gritó.
Le golpearon con una palana. El individuo cayó. -¡埋葬!¡同你自己,如果你能!(¡Máizàng!¡Tóng nǐ zìjǐ,rúguǒ nǐ néng!)15 –dijeron.
Cogieron sus fardos, sus palanas, y se fueron riendo. Maldecían el hecho de que tales chinos hubieran llegado.
La ventisca era cada vez más insoportable. El azote del mar parecía haber venido en ayuda de aquellas bestias innombrables. El individuo se puso a pensar: “Yo aquí, fuera de las barracas abrigadoras. ¡Cuánto daría por estar en una de ellas, a pesar de tantos hedores nauseabundos! ¡Dioses de mi lar, apoyadme! Yo, con un chico moribundo al que no conozco. Yo mismo expuesto a un frío que
3 Olivo blanco de China. 4 Juego de dominó. 5 Palillos para comer. 6 ¡Nadie quiere recibirte así! 7 ¡Estás muy enfermo! 8 He trabajado durante años en el cultivo de arroz. 9 Es posible que allí te hayas enfermado. 10 ¡Irás a cuarentena! 11 ¡No tienes ninguna oportunidad! 12 ¿Cómo puedes estar seguro? 13 ¡Te separarán!¡El frío de la isla… 14 ¡Asesino sucio! 15 ¡Entierra! Contigo mismo, si puedes.
cada vez es más agobiante. El mar es un dios que se eleva contra el débil que se aproxima ante su presencia. Su único fin es amedrentarle y hacerle sentir pequeño”.
El chico empezó a temblar en su feroz agonía. Se abalanzó junto a él, esperando que estuviera lo suficientemente cuerdo para reconocer una voz amiga. Y le habló así, en cantonés puro: -¿你係邊個? ¿你從哪裏來的?( ¿Nǐ xì biān gè?¿ Nǐ cóng nǎlǐ lái de?)16 . Pero nunca le respondió. Jamás lo haría. Era muy posible que su alma ya estuviera caminando a las orillas del río Amarillo. A punto de surcar el puente de jade que llevaba al palacio de 天公,Tiān Gōng, el mismo que tuvo que atravesar牛郎, Niúláng, el “boyero”, para encontrarse con 织女, 織女, Zhīnǚ, “la muchacha tejedora”, hija del Emperador de Jade.
Procedió a buscar algunas pertenencias del agonizante. Sus manos estaban pegajosas por la sangre que envolvía a aquel pobre muchacho masacrado. Apenas pudo sacar de entre sus carnes derruidas una bolsita como la suya, conteniendo algo que había quedado a salvo de la hemorragia que desfallecía a su dueño.
Revisó su contenido: una peineta de madera; un peine doble para extraer piojos y liendres; un soporte de bambú para los Fai Chi; un ovillo de hilo azul marino envuelto alrededor de una mazorca y algo que le llamó la atención: un origami en forma de fénix. Tal vez el muchacho era un creyente en el poder evasor de los origamis. Tal vez su espíritu cobraba residencia en aquellas figuras que su destreza creaba. Los origamis venían a ser, por mucho, las únicas formas de evadirse de aquella realidad que les condenaba a consumir la peor hez de la vida. Solos. Abandonados. Sometidos a una condición de abominable servidumbre, por tan poco.
El viento era cada vez más insoportable para “Li You” (que era el nombre del contrato). Frígido y azotante. Era mejor disponerse junto a aquel pobre muchacho, en aquella fosa, donde podrían cubrirse con la arena y recibir el calor de la tierra. Salvaguardándose así de aquel frío paralizante que amenazaba con matarlos. Li You aposentó como pudo el cuerpo, aún tibio. Le cubrió con arena y él también se dispuso a compartir el mismo foso. Las arenas, alrededor suyo, le calentaron los huesos. Tuvo cuidado de no enterrar la cara del joven. No, hasta que no estuviera muerto. Al menos uno, de ambos, tendría que sobrevivir para defender al otro del acecho voraz de los lobos marinos, que amenazaban con aproximarse. Sin duda, aquellos animales se habían acostumbrado a cebar con las carnes de aquellos cadáveres a la intemperie. Pero Li You estaba allí. Y jamás permitiría que aquel chico tierno, inferior a su edad, fuera destripado por el hambre voraz de las aves y los lobos de mar. Defendería su cuerpo hasta que estuviera consciente o tal vez, ya ausente, de los sufrimientos inmemoriales de este mundo. Soportó así, junto a su amigo “en la desgracia”, varias horas de gélida brisa y el abominable acecho de los animales. Al fin la marea subió y la tierra donde se habían sumergido quedó ensopada. Li You salió de la fosa y tocó la cara del muchacho. Ya no era de este mundo. “Al fin alcanzó la benevolencia de los dioses de jade”, pensó. Decidió algo que sería crucial para el porvenir: en la bolsita de aquel jovenzuelo, sin nombre, colocó su contrato. Aquel papel que testimoniaba su presencia y su razón de ser en el mundo: un coolíe contratado por un tal Domingo Elías. Despreciaba aquella condición infrahumana. En realidad, había sido su abuelo 敏感龍 Mǐngǎn lóng (Dragón Sensible), Mandarín de Tierra al servicio del Emperador Xiangfeng, quien le había vendido al tratante peruano, con el fin de salvaguardar a su nieto de las terribles purgas a que estaban siendo sometidas las castas de los Mandarines por supuestas “altas traiciones” durante las guerras del 天王 (Tiānwáng)17. El abuelo esperaba congraciarse con su Emperador, antes de ir, en persona, a rescatar a su nieto de su condición de eventual servidumbre. “Algo que, indudablemente, después de esta noche puede que no sea más…”, pensó “Li You”, que en realidad sabía que no era tal, sino 金公雞 Jīn gōngjī (Gallo dorado) y nacido en
16 ¿Eres el elegido? ¿De dónde eres? 17 Rey Celestial.
Guangzhou18, frente a la bahía del Choo-keang19, en la Ciudad Nueva. Bajo el imperio de Daoguang, en el año del gallo verde de madera20 .
Su abuelo había fraguado aquel documento lleno de mentiras para salvaguardarlo de una muerte instantánea; pero él, en estas tierras de falsa promisión, había descubierto una forma lenta y denigrante de llegar a lo mismo. Luego de enterrar por completo al muchacho masacrado miró lo que quedaba de su bolsita azul y se sintió aliviado: tres cigarrillos húmedos y el origami del fénix. Todo lo demás lo enterró con el que ahora era “Li You”. Avanzó feliz al encuentro de su anonimato. Libre y lleno del espíritu del origami que ahora estrujaba en sus manos. Estaba convencido de que el “fénix” había liberado al muchacho muerto de todo sufrimiento en esta tierra. El origami encierra no solo una porción de la vida del universo sino la vida propia de aquel que la forja con sus propias manos. Encierra el ciclo de su alma y le preserva de los lazos de ficción que esclavizan la voluntad del hombre a las necesidades opresivas del mundo. Sin duda así había sido. Pese a encontrarse casi destrozado, en su rostro y en su carne, aquel muchacho no se había quejado ni lanzado el más mínimo grito de dolor o estremecimiento. Y era porque antes de ser masacrado de la forma tan atroz, como lo fue, ya en sí mismo, había logrado traspasar la esencia de su alma al origami, que le acompañó, hasta su última morada. Logró salir como “fénix” de este mundo y surcar el puente de jade para llegar a 天公,Tiān Gōng. Ahora le tocaba a él desliarse de los lazos de este mundo que lo mantenían atado por el dolor, el frío atroz y la desesperación. Sabía que no saldría vivo de aquella noche de gélida ventisca y de mar estruendoso y azotante que sofocaba la isla. La voz de aquel pobre infeliz, como él, que le sujetó por un instante ya le había advertido lo que le pasaría sin decírselo del todo: -¡佢哋會分開你嘅! ¡島上嘅寒冷會殺咗你… (13)
Ahora, no muy lejos de allí, buscó su propio refugio entre las arenas, para lograr el descanso que merecía su doliente y desahuciada humanidad. Fue destapando la tierra con sus manos ateridas en aquella oscuridad llena de trombas acezantes y espumas de mar embravecido. Al fin logró hacerse un espacio entre la arena, aún caliente por dentro, y se fue enterrando a sí mismo para guarecerse del frío letal. Ya no pensaba en aquella tierra donde iba a dejar su cuerpo, sino en “su tierra”: los montes de Longshen, con sus terrazas suculentas y escalonadas. El fango, en el cual metía los pies y sembraba la semilla. Los matorrales tupidos que se remontaban por encima del nivel del agua. La fase del trasplante y luego las terrazas espejeantes con las primeras espigas doradas que se asomaban al final. Allí, donde iría ahora convertido en un enorme y feliz vertebrado inferior. Listo para retozar bajo laturquesa y la luz de aquel cielo limpio y generoso que le vio nacer, y al que jamás dejaría de volver, por mucho que su mal destino lo impidiera; por mucho que la distancia enorme lo impidiera; aun sin llevar aquel cuerpo famélico y aterido que abandonaba, al fin, a los vientos gélidos y los oleajes inmisericordes que un día le vieron sufrir... −°−
MARINA DE GUERRA DEL PERÚ. Callao, Marzo 2004:
El Comité de Investigación de Historia y Arqueología Marítima anuncia que en los últimos tres meses se han realizado excavaciones arqueológicas en la Isla San Lorenzo y como resultado de ello se halló lo siguiente: Entierro de Li You: Extremo NO del corte 2 del panteón. Bolsa azul de lino con numerosos utensilios y una hoja del contrato realizado con el señor Domingo Elías. En dicha hoja figura el nombre del ciudadano chino Li You. Entierro XVII del Panteón: Superficial, sin ataúd. Cuerpo a escasos 0,15 metros de profundidad. Aproximadamente de 25 a 30 años. En la parte interna del saco se encontró un bolsillo que contenía tres cigarrillos y un origami representando un sapo. Ciudad Coloma (2021)
18 Cantón. 19 Río de las Perlas. 20 1824 d.C.
El Apuro
Autor: Marianita Vela Estrada Primera Mención Categoría Anécdota
Administradora de empresas y apasionada por la escritura, Marianita Vela Estrada se inclinó desde pequeña por el arte de Rubén Darío y en el colegio ganó concursos de poesía. Años después, obtuvo el primer lugar en una competencia literaria interna en la empresa donde labora. Es amante de la naturaleza, gusta de realizar caminatas en las que observa el comportamiento de aves y animales, así como descubrir nuevos paisajes y comunidades. Fue justamente durante una de sus últimas excursiones que protagonizó la anécdota que narra en el siguiente texto.
TÁVARA FOTO: ALBERTO
En una ocasión, Rosa y José Manuel iban a viajar a Miami pero tenían que hacer escala en Bogotá; debido al corto tiempo, no pudieron recorrer el aeropuerto El Dorado, aun así Rosa ingresó a los servicios para refrescarse, además que no le gustaba usar el baño del avión.
Pasaron 15 días, debían retornar a Lima, sería la misma ruta de regreso, harían escala en Colombia y tendrían que esperar dos horas en el aeropuerto, entonces decidieron recorrer las tiendas. José Manuel, tan observador como siempre, se tomaba su tiempo para contemplar las tiendas; sin embargo, Rosa, que había tomado dos vasos de gaseosa en el avión, esperaba llegar lo antes posible a los servicios higiénicos. No había más tiendas que ver y Rosa ya no podía resistir más, entonces miró hacia los servicios a los que había entrado a la ida, se quitó la mochila, la colgó en el hombro de José Manuel y corrió hacia los baños que tenían el ingreso con un diseño arquitectónico como el inicio de un espiral. Una vez adentro, se sintió más ali-
ILUSTRACIÓN: SHUTTERSTOCK viada, tenía su cartera colgada en el cuello porque la puerta del baño no tenía gancho para carteras. De pronto, escuchó un sonido masculino, un hombre aclaró su garganta con una tos fuerte. Entonces pensó que un empleado había entrado a limpiar, abrió la puerta y miró por la rendija. Se asustó al ver a un hombre de espaldas y a otro que entraba. Muy nerviosa, cerró la puerta; en ese momento se dio cuenta de que, con el apuro, había entrado al baño de caballeros. Estaba pensando cómo salir sin ser vista, cuando de pronto alguien le tocó la puerta porque estaba demorando demasiado. A lo único que atinó fue a engrosar su voz y responder: “está ocupado”. La persona le volvió a tocar la puerta, ella engrosó más la voz y repitió: “está ocupado” pensando que el hombre dejaría de tocar. Rosa sintió que algo se movía sobre su cabeza, levantó la mirada y vio que la mano del hombre estaba arriba de la puerta, moviéndose de un lado a otro. Nuevamente fingió ser hombre y, tratando de engrosar aún más su voz, volvió a decirle: “está ocupado”. Estaba asustada y, de repente, el hombre la llamó por su nombre. Era José Manuel que había acudido en su rescate. Esperaron que no hubiera nadie y ambos se retiraron riéndose a carcajadas por el error que Rosa había cometido debido al apuro. Después le agradeció a su esposo por haber ido en su ayuda, de lo contrario hubiera sido muy difícil y vergonzoso para ella salir sola del baño de caballeros.