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El dragón ganador de Álvaro Macalopú Chiu

Dualidad Creativa. Álvaro Macalopú Chiu, artista ganador del primer premio del concurso de escultura organizado por APCH, “Dos Culturas, una Visión”.

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Escribe: Teresina Muñoz Nájar Fotos: José Vilca

Mientras sus abuelos Augusto Chiu Shin Hian y Fermina Faching Fu atendían a los clientes en la ferretería que tenían en el Callao, Álvaro, que por entonces tendría tres o cuatro años, descubría el secreto de las herramientas (formones, uñetas, combas) con las que podía construir, manipular o fabricar sus propios juguetes y modelar barro, madera o plastilina. También, escuchaba con atención a sus queridos abuelos (maternos), con quienes pasaba largas horas, y aprendió de ellos lo mejor. “Como mis papás trabajaban todo el día, me dejaban a su cuidado”, dice.

Álvaro tiene ahora 25 años y con una sonrisa de pura felicidad nos muestra los bocetos de la escultura con la que acaba de ganar el primer premio del concurso “Dos culturas una visión”, organizado por la Asociación Peruano China, en el marco de la conmemoración por los 170 años de la Inmigración china al Perú.

Preside su estudio –el taller, por las dimensiones

de sus obras, lo tiene en otro lugar– una foto de su abuela Fermina –“mi apu"–; en una esquina del cuarto descansa el baúl con el que su abuelo llegó de Cantón; en una caja están los recuerdos de papel: fotos de los abuelos casándose; de sus bisabuelos, Mario y Virginia Chiu; de su papá, Alberto Macalopú (apellido norteño de origen tallán), y de Susana, su mamá, cuando era pequeñita. Guarda asimismo los pasaportes de su abuelo, incluido el que tiene el sello de su primer ingreso al Perú. Son sus tesoros.

Álvaro también tiene cuatro orquídeas que crecen hermosas y cría peces. Y es que sus abuelos le enseñaron lo mejor: su amor por la naturaleza. Pegado en la pared, justamente, hay un dibujo que ha hecho en honor del abuelo, que este año habría cumplido un siglo de vida: “Lo he dibujado rodeado de peces porque él me enseñó a criarlos. Y en esos tres ideogramas chinos se puede leer su nombre, el año en que nació y la provincia de donde vino”. Ama profundamente a sus abuelos aunque ellos ya no estén presentes. Augusto se fue cuando él tenía 5 o 6 años. Fermina le sobrevivió una década más.

El ser mitad peruano y mitad chino le permite jugar, todo el tiempo, con dos lenguajes y dos conceptos. “Me nutro de mi identidad”, dice.

El joven artista colecciona caracolas marinas y piedras fósiles de todo tipo… Ni un objeto es más importante que otro en su pequeño estudio. “Los orientales como los andinos creen en la dualidad. Y yo trato de reflejarla en toda mi obra”.

Luego de terminar el colegio, y aunque en el transcurso ganó varios premios de pintura que sus

padres celebraron, tuvo que batallar con ellos para poder estudiar arte. Finalmente, ganó la contienda y está a punto de graduarse de la Facultad de Arte y Diseño de la Universidad Católica.

“Empecé con el dibujo y quiero retomarlo, así me aproximé al arte. Pero, en la universidad, una vez que toqué el barro más a profundidad y me di cuenta del significado de la

Se presentaron 26 obras de gran calidad y creatividad.

volumetría, descubrí otro mundo”. Más adelante se le reveló la piedra. “Fue después de ver la última exposición de Lika Mutal en el MAC. Quedé deslumbrado. Ese día ella me regaló un libro autografiado en el que puso frases como ‘abraza el silencio’ y ‘corta todo lo que roba tu energía’. Aunque no la conocí mucho, aprendí de ella. Por ejemplo, antes de comenzar a trabajar hago una ofrenda a la tierra. Le pido permiso a la piedra", revela el joven artista.

En su proceso creativo, Álvaro también percibió que lo oriental y lo andino tienen mucho en común en un aspecto: la dualidad. “Como el ying y el yang. Unos y otros juegan mucho con lo vertical y horizontal, donde está el sol, está la luna, el frío y el calor, el blanco y lo negro. Respeto mucho la dualidad en mi obra… y la naturaleza”,

Esto último es muy importante para él. En todos sus trabajos se empeña en incorporar elementos de la naturaleza –“traerla a lo urbano"–. Con ello pretende “sensibilizar a las personas para que se encuentren, de verdad, con el mar, las montañas". Álvaro añade: "Me alejo lo más que puedo de la tecnología. Ese es, por cierto, el único defecto que tienen los chinos: su desesperación por la tecnología”.

El Ing. Erasmo Wong anunció, durante la inauguración de Chinarte, el primer puesto y entregó el diploma al artista.

Atesora los recuerdos de sus abuelos Augusto Chiu Shin Hian y Fermina Faching Fu.

La pieza será levantada en el frontis del Centro de la Amistad Peruano China en Jesús Maria.

Pool Guillén, con su obra 'Abrazo', ocupó el segundo puesto del concurso.

Una cuestión de identidad

“Siempre he buscado reafirmar mi identidad. Recuerdo que cuando estaba en el colegio me ‘chineaban’ y no sabía si era peruano o chino. Pero ahora, luego de un trabajo de introspección, me gusta tener las dos posibilidades, jugar con ambos conceptos y lenguajes", revela.

No por nada, en su portafolio Álvaro escribe: “La escultura es un recurso potente para expresarse, volcar inquietudes, pensamientos, reflexiones. En mi caso, dicha práctica busca un encuentro con mi propia identidad (las raíces peruanas y las orientales). Estas dos vertientes que me componen poseen congruencias o matices si

milares; por ejemplo, en cuanto a sacralizar los elementos de la naturaleza, el respeto a los ancestros, en su sensibilidad y destreza para crear y expresarse en las artes”.

Y esto se evidencia en la escultura ganadora del concurso “Dos culturas, una visión”. “Mi intención era crear un emblema protector de la ciudad. Por eso elegí el dragón. Ambas culturas, la peruana y la china, lo tienen como símbolo. En la mitología china está asociado con el intelecto, la fuerza, la prosperidad y el agua. Para los antiguos peruanos, sobre todo los moche del norte peruano, quienes representaban una suerte de dragón en su iconografía, era una criatura que habitaba en el océano y a la que debían enfrentarse", sostiene. Para Álvaro, el dragón, en los dos lados del mundo, separados por el mismo mar Pacífico, significa: luchar contra la adversidad, adaptarse, migrar, prosperar. Que así sea.

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