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BRUCE LEE
PERSONAJE
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Be water,
my friend
Bruce Lee (1940-1973) cumpliría 82 años este 27 de noviembre. Como sus fans hemos querido rendirle un homenaje a su persona y a su manera de ver la vida.
Escribe Carlos Franco F.
Conoces a las personas escuchándolas; las conoces también leyéndolas. Bruce Lee dejó textos que hoy se pueden leer como un testimonio de su inmenso amor por las artes marciales y ese arte mayor que es la vida. Para alguien todavía joven como yo, que lo vio partiendo narices y lanzando patadas a diestra y siniestra en sus películas allá por los noventa, encontrarme con ese lado espiritual del maestro ha sido como beber de un manantial claro y fresco. Vamos, Bruce Lee… ¿con qué vinculas su nombre si no es con otra cosa que con artes marciales? ¿Con destreza física y puños como el acero capaz de quebrar jetas y abrir bocas, de hacerte soñar –si te alcanzaban– con chanchitos voladores? Bruce Lee no solo fue un artista marcial y actor de primera categoría; fue, antes que nada, un ser humano como cualquiera de nosotros, con debilidades, problemas y fortalezas.
El asunto que me ha llevado a escribir sobre él tiene que ver más con esto que con su fama en la pantalla. Y no es que no importe su fama: un hombre no está hecho solamente por lo que hace, sino
Su estrella en el Paseo de la Fama de Hollywood.
por cómo lo hace. Y es ahí en donde se puede decir que Bruce Lee, imbuido como estuvo de filosofía oriental y occidental (estudió Filosofía en la Universidad de Washington, ¡ajá!), supo o intentó vivir de la mejor manera que pudo: conociéndose a sí mismo, entendiendo que lo único que había que hacer en esta vida era vivir. Vivir, vivir y vivir. Tan sencillo como eso.
Una de sus más famosas enseñanzas postula que hay que ser como el agua (su be water, my friend es lema en escuelas de kung fu alrededor del mundo), pues el
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Bruce Lee en San Francisco en 1959. (Foto archivo de la familia Bruce Lee). La bibliografía sobre el actor es enorme. Izq.: El libro editado por el escritor John Little.
agua, por naturaleza, puede golpear, puede transformarse, fluye y se adapta por donde avanza. Rompe, se abre paso sin importar qué pueda rodearla o tentarla. La idea, claro, es aplicable a las artes marciales (el kung fu es considerado un arte de la defensa con un eje puesto en el conocimiento del yo –el Camino–, según el taoísmo), pero, vista con un prisma, puede expandirse y adaptarse a todo tipo de ámbito: al ámbito mismo de la vida, de nuestros oficios de cada día, en nuestras relaciones con los demás.
Lao Tse decía: “Ser y no ser nacen juntos; fácil y difícil se completan; largo y corto se dan forma; alto y bajo se nivelan… antes y después se suceden”* . ¿Qué sería de nosotros sin los desafíos de cada
día? ¿Acaso sin ellos sabríamos lo que significa el esfuerzo, el amor, la satisfacción de haber superado una tarea, tal como Lee concebía? ¿No estamos ante el famoso yin y yang? El complemento –diría el maestro– es la esencia del mundo. Del mundo y de la vida misma.
Este texto habría acabado en la línea anterior de no ser por mi editora, que me escribió un email diciéndome: ¡Carlos, el texto me dejó con hambre de saber más! (los signos de admiración son míos). Y yo me pregunto: ¿cómo no? ¿Cómo no se puede tener más hambre de Bruce Lee cuando se lo conoce mejor?
Dejo a continuación algunos datos. Puede que sean conocidos. Puede que otros no lo sean tanto. Pero algo es seguro: un pequeño dragón sigue volando en lo más alto.
Pequeño dragón
Así era como le decían. Lee medía 1.72. Era pequeño para los estándares del cine gringo, pero tremendamente rápido y fuerte. Se dice que de niño ya sabía sacar los puños y encajarlos en las narices de sus oponentes. Era un buscapleitos. Pensaba, como todo chico inmaduro y loco, que ganar, vencer al oponente, era lo más importante. La victoria por la victoria. Años más tarde entraría en contacto con el Tao y con los escritos de pensadores como Krishnamurti y Alan Watts, y dejaría atrás esas ideas iniciales.
Una industria adversa
Vemos a Bruce Lee en sus películas como un héroe de las artes marciales. Claro que lo era, pero para llegar a ese lugar tuvo que superar situaciones difíciles, pro-
* Texto adaptado y extraído del Tao Te Ching de Lao Tse, traducción de Ursula K. Le Guin, Ediciones Kōan, 2021.
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Letras de su puño
Lee escribía a mano cuando podía. Este poema refleja su cálida sensibilidad.
La hoja caída*
El viento retoza con la lluvia fuera del jardín, una hojita amarilla se aferra desesperada a su madre, la rama.
Recojo la hoja y la pongo en el libro, dándole un hogar.
Con su hijo Brandon en 1966.
*Poema extraído del libro Bruce Lee, un artista de la vida, Ediciones Kōan, 2020.
vocadas principalmente por la xenofobia y la discriminación racial. Estados Unidos y su cine eran entonces un producto hecho por blancos y para blancos. Con actores blancos y uno que otro chino ejerciendo roles menores, estereotipados. Con Bruce Lee eso cambiaría. Gracias a él, el mundo occidental conocería las artes marciales chinas. Y otros actores chinos entrarían en escena.
Ser humano
Bruce Lee tuvo dos patrias: China y Estados Unidos. Fue migrante, mucha de su formación inicial la tomó en Hong Kong, que era donde su padre (actor y comediante) trabajaba. Aunque se haya movido en diferentes culturas, Lee tenía claro quién era. En una entrevista hecha por el periodista canadiense Pierre Berton, en 1971, se le pregunta si se veía a sí mismo como chino o estadounidense. Lee respondió: “¿Sabes cómo quiero concebirme a mí mismo? Como un ser humano”.
Enseñanza del no-estilo Antes de su muerte, Lee no solo había logrado penetrar el cine con su arte y su visión, sino que había logrado transmitir su mirada filosófica (el ya citado be water…) de las artes
marciales a estudiantes de todo tipo y edad. Actores y deportistas lo buscaban para aprender de él. Las enseñanzas tenían un trasfondo espiritual y físico. Lee hablaba de su arte y de su estilo, que era a su vez un no-estilo, el jeet kune do, que traducido quiere decir: “el camino del puño interceptor”.
Mente inquieta
Aprender y aprender, por eso Lee leyó mucho durante su vida. Leyó a Platón y a Descartes y a otros filósofos occidentales. Tuvo una mente inquieta, abierta a las experiencias y al conocimiento. Por suerte, mucho de lo que pensó lo dejó escrito; hay libros dedicados a él con sus ideas (uno de los más recientes, Bruce Lee, un artista de la vida, editado por el escritor John Little, fue publicado en 2020 por la editorial española Kōan) y las cartas que escribió a amigos y familiares, y también su poesía.
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