Castellanízate: Muerte, eternidad, adiós y despedida

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Muerte eternidad, a

Fanzine cultural

CEN

L

Poesía, narrativa, pintura y catrinas

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Año 0. Número 3

O

TU

TR

diós y despedida


ÍNDICE

Carta editorial Rosario Castellanos: “Tercera elegía”. Roberto Méndez: “Benditos los muertos”. Andrea Gombi :“Suspiro”. Enna Osorio Montejo: “Pulsión”. Serzen Montoya: “Cuando sea viejo”. Dilan Chino Sandoval: “Urgencias necesarias” & “La ‘F’ en el abecedario”. Kimera (Ada Naranjo): “Al espíritu errante cuya libertad ansío”. Carlos Maldonado: “Los Ojos de la muerte”. Jesús Cruz Flores: “In articulo mortis”. Blanca Bátiz: “Campo santo”. Dai Smmur: “Desnudo vacío” & “Moñitos negros”. Wilfrido Muñiz Ruíz: “La visita de los muertos”. Jess Laitus: “Hilos”. Yuraima Trujillo Concepción: “Chesire”. Manuel Capitán Cianuro: “Más que un lamento”. Juan Hernández: “Morido”. Marco Antonio Román Encinas: “El mensaje de cordero”. Aismer: “Letal”. Stephanie Rendón de la Torre: “El blues de la abuela”. Disertus: “Cordón de Plata”. Carlos Patricio Herrera del Toro: “Cabellera negra”. Alejandro Escobar: “El guardian de la montaña”. Yurásito: “Diez Segundos”. Rosa María Vázquez: “Fatal decisión”. Ayari Velázquez: “Sed de vivir”. Catálogo de Catrinas: Maquillaje & performance.


CARTA EDITORIAL La muerte es la única y verdadera constante en este camino al que llegamos, sin saber cómo o porqué y termina, con muchas más preguntas de las que se empieza: es recordatorio constante y sublime de que aún en los adioses nada es verdaderamente un final. En México vemos a este arcano con la solemnidad despreocupada de quien puede reír, llorar y burlarse amistosamente que a cada paso nos acompaña; celebramos, extrañamos, llenamos de aromas los caminos y al final, en el silencio donde todas las cosas son posibles, conjuramos un “hasta siempre” que se renueva día con día. Con gran entusiasmo y gracias al apoyo de todos ustedes y nuestros colaboradores llegamos a la tercera edición de ésta su fanzine; explorando en esta ocasión la temática: “Muerte, eternidad, adiós y despedida”. Quisimos abordar diferentes fases y emociones de la finitud, aprovechando una de las máximas fechas para el pueblo mexicano: la celebración de días de muertos, una tradición de gran sincretismo que rinde un justo y solemne homenaje a todos aquellos quienes, aunque se nos adelantaron en el camino, siguen y seguirán con nosotros. El origen de nuestra tradición combina un culto prehispánico al retorno del Mictlán, similar entre aztecas, zapotecas y mixtecas, con el cristiano “Día de los fieles difuntos” y “… de todos los santos”: se considera que, al representar a nuestros muertos, invocamos y visibilizamos que “caminan entre nosotros” en estas fechas peculiares. Desde Oaxaca para el mundo, hemos intentado dar sentido a nuestra labor de difusión cultural, visibilizando propuestas entre la comunidad de escritores, artistas plásticos y artistas del maquillaje e interpretación; en la forma en que nos apropiamos y preservamos una de las celebraciones más significativas para la identidad y patrimonio inmaterial. Somos parte de las generaciones que mantendremos viva la comprensión de la muerte. Les invitamos a que exploren las páginas de esta fanzine y nos sigan en todas nuestras redes sociales. ROBERTO MÉNDEZ & CLARISA CAMARGO


Tercera elegía Rosario Castellanos I Como la cera blanda, consumida por una llama pálida, mis días se consumen ardiendo en tu recuerdo. Apenas iluminas el túnel de silencio y el espanto impreciso hacia el que paso a paso voy entrando. Algo vibra en mi ser que aún protesta contra el alud de olvido que arrastra en pos de sí a todas las cosas. ¡Ah, si pudiera entonces crecer y levantarme, alumbrar como lámpara alimentada de tu vivo aceite en una hoguera poderosa y clara!

I III Tal vez no estés aquí dominando mis ojos, dirigiendo mi sangre, trabajando en mis células, galvanizando un pulso de tinieblas. Tal vez sea mi pecho la cripta que te guarda. Pero yo no sería si no fuera este castillo en ruinas que ronda tu fantasma.

pero ya nada alcanza a rescatarme de la tristeza inerte que me apaga. Grandes espacios ciernen finas nieblas entre tu rostro, las que aquí le borran. Tu voz es casi un eco y lejos resplandece tu mirada. II Como queriendo sorprender tu ausencia desnuda, abro las puertas de improviso y acecho las ventanas entornadas. Encuentro las estancias desiertas y sombrías donde el vacío congela sus perfiles ciñéndose a la línea de tu cuerpo. Es como una profunda y simple copa para beber la integridad del llanto.

“El alma de Tlaltecuhtli, la devoradora de los muertos” (2023) Oleo sobre lienzo. 100 cm x 100 cm Fátima Cecilia López Peña


Benditos

los muertos en el instante en que el recuerdo los alcanza trascienden, parte nostalgia, parte anhelo, parte algo más, en el sueño donde el café y las historias ocupan su lugar en la mesa; Sueñan, viajan, se despiden y callan, abandonan el abandono. sus monedas de plata un muro de entre el sueño y el lamento, su cielo, un cuento de hadas que se desdibuja entre plegarias y flores. Benditos también los que abrazan los que se quedan atrás, quienes besan la tierra en que plantan semillas donde sólo la nostalgia florece siempre habrá un momento que resguarde los abrazos pendientes pero las palabras –esas que ya nadie puede escuchar¿en qué lugar del alma encuentran refugio? nunca el sueño se fue tan injusto como cuando la ausencia ocupó también un lugar en la cama, y sólo quedaron las lágrimas. Benditos todos ellos los que se van los que se quedan Roberto Méndez los que no se han ido.


Suspiro

Andrea Gomdi

Entre cielos e infiernos baja un ángel que llega a conocer la vida, con una cruz cargada sin culpa, pero con espinas: la más dolorosa, donde existe el cielo y el infierno en la tierra: bloqueos, un muro de momentos y recuerdos me clavan y desclavan, me enfrento a una guerra donde nadie me despierta porque regreso una vida de lamentos en un más allá fuera de este mundo que jamás termina, y grito: ¡El caos no tiene ruido! encuentro la diferencia entre un ayer y a dónde me voy a dirigir. Pensar en el ahora. Me muestro la brújula para ver el camino, por más difícil que sea. A veces cierro los ojos, tomo aire para sobrevivir a una dirección, que pierde mis sentidos, me acalambra, con miedo e incertidumbre; cansancio por un insomnio que gritan en mi cabeza: ¡piérdete! Voy dejando piedras, en cada, paso que doy Mi equipo de supervivencia, que llevo cargando, me pesa: decido soltarlo. Ahora puedo sentirme liberada. Sola conmigo, decido dejar una huella real en esta batalla que se llama vida. Antonio Mata Sánchez Rooster


Pulsión

Para José Molina

Quiero un gato pardo y un caballo rojo. Quiero un viernes como pátina sobre bronce, pretendo el tiempo de hierro y calcio originales, la piel feral del poeta en el eje de la tan gastada luna. Quiero invocar sobre hojas vencidas y hacer de ellas aves consecuentes. El miércoles fui un bulto de barro mal cocido. –Tardarán en volver los miércoles a mis semanasUn amigo se volvió ceniza, dicen las escrituras de un dios al que ya no temo. Este amigo tenía un caballo rojo y era gato pardo. Anduvo por el mundo sobre las crestas del viento y les otorgó nombres del sur en una lengua acentuada por las claves del agua; pero el mismo líquido en la crisopeya de su páncreas lo abatió hasta que no pudo abrir más la boca ni cerrar los ojos. Él quiso perder el vello y brillo de su cuerpo, ser verde, empezar. Qué amables son las especias en el té oriental de este sábado. Dije quiero y tengo el andar de un gato, caballo rojo reventó mi entrepierna. Enna Osorio Montejo


Cuando sea viejo

Cuando sea viejo sé que estaré triste. Porque a pesar de ser joven tengo adicción por la nostalgia, a pesar de tener un mañana sigo aturdido con remotos recuerdos que me gritan una y otra vez que ya no están conmigo, que no estarán de nuevo. Que impaciente por morir estaré cuando sea viejo. Cuando mueran mis amigos, cuando se marche mi madre y me falte mi padre. Ahogado en remembranzas, en revivir lo pasado, en mis sueños, en el no despertar, sé que esperaré el no volver, el no sentir, el no recobrar. Cuando sea viejo, sé que viviré en el recordar y en el suspiro derrotado. En un futuro marchitado sin nada más que esperar; sólo esperar y recordar mostrando una necia sonrisa y un mirar vacío clavado al suelo. Riendo por dentro en honor a lo ocurrido con un breve lagrimear añorando lo vivido Serzen Montoya


Urgencias necesarias La luz de ayer alumbraba como una vela, entraban diminutas ráfagas de aire caliente en la frente, al salir a orinar ya era de noche, el tiempo se fue rápido, se mueve rápido cuando hay movimiento y aun no estás muerto. Los muertos mueven el tiempo, son tiempo, si él pasa entre los huesos del vivo queda la duda de saber si los huesos del vivo pasan por el tiempo, ellos también son el tiempo, ambos se ven, las relaciones tan cercanas son peligrosas, se cree tener una imagen acabada del otro, conocer tanto no existe, es juego solamente, en estas plataformas de amor la vida se juega en los horizontes del otro, la vida se juega por poder oír los sentimientos del otro, dinámicas hipócritas son necesarias para que haya algo de entendimiento, mentir a la cara es reconfortante y anestesiante: ¿Lo ven? nos entendemos, jajaja claro que sí. Dilan Chino Sandoval


La “F” en el abecedario Le prometió estar aquí, le creó la idea de inmortalidad, al inicio volaba sobre la ciudad en ruinas, planeaba sobre nubes libres de buitres, los kilómetros los devoraba, un cuerpo de acero irrompible le llevo a continentes inexplorados por su sangre, no se elevó a un altar, las cosas eran palabras, y los actos eran vida, no había mentiras, no había incumplimientos, se movía con sangre hirviente y con carne viva. La caída llegó tarde, la caída recorrió más de una generación, se caminaban lado a lado, la vida era la misma, las palabras pesaban más, el cuerpo pesaba más, los ruidos de las risas cobraban aire con neblina, se le despidió una vista, se le despidieron dos piernas, la fabricación de su mundo había terminado, fuego se alzó detrás de él, furia se levantó detrás de él, las mañanas frías dejaron de ser frías, son su rugido, luego el aire huyo por algunos días. En la madruga regresa a realizar visitas y avisa sobre las promesas que sí existen. Dilan Chino Sandoval

Izquierda "Tragedia" (2020) Ruth Ramos Acrílico y texturas sobre papel

Derecha "Ni una menos" (2023) Helena Jarquín Acrílico en madera


Al espíritu errante cuya libertad ansío Ada Neysis Naranjo González

"Por ti me hundo y adiós, matrioska y Macondo de mis huesos." Linet Molina( LiMA)

Yo también soy corteza de matrioska, rehundiendo el cadáver en el fondo, renunciando estoy al tríptico Macondo. Fui rehén de la araña, soy la mosca que se deja atrapar por quien la embosca,

sin temor a perder lo que se invierte, por la luna ranchera que no advierte el arial que da paso a la cursiva: sufre: "¡la entrego viva, coño, viva!" canta: " ¡Ay de mí, llorona!" -¡Y de mi suerte!Persigo un xoloitzcuintle vagabundo, el Hachikō a los pies del Agramonte, sin chihuahua dichoso que lo afronte ni Shibuya asomándose a su mundo, con sus llagas ardiendo en lo profundo va el portal al derrumbe que apuntalo, GPS a Cancún mientras exhalo, ¡qué daría por Tope de Collantes! Sin molinos de viento por gigantes, ¿contra quién lucharás, mi Frida Kahlo?


Los ojos de la muerte A través de mis cuencas que yacen vacías grabé los colores con uno de mis sentidos observa atento dentro de mis cavidades, vida fluyendo libre disfrutando el universo. ¿Fui acaso tan sólo un breve suspiro? metamorfosis de energía del cosmos del infinito viento vital creando simbiosis inundando mis pulmones cuando respiro. Mi edad no la mido en días valen sólo los momentos trascendentes tatuajes del alma, anidando el pensamiento de los seres que acompañaron mi camino. Visión efímera del fatuo concepto tiempo pasando siempre sin desear pasar siquiera definición absurda, falto de sentido alguno, salvo para aquellos hombres perdidos en sí. Permanece inocuo, sin encontrar motivo describiendo pasado, presente y futuro ¿una certeza de la vida? sin duda morir fenecer siempre es parte del destino.

Vislumbro instantes


. Vislumbro instantes cautivos de ti, de mí captados por los ojos de la conciencia capturando imágenes del espíritu activo contemplación pasiva, hasta el último latir. Celebremos pues, el tránsito perenne, acervo infinito de una breve estancia descritos en la infancia, juventud y vejez, nuevo derrotero, augura un distinto amanecer. ¿Constancia del paso por esta ficción terrenal? la memoria de los que permanecen cautivos celebrando tu llegada, recordando tu partida singular distribución energética del éter. Alborada nueva de experiencias a la espera, distante comprender por la estrechez de mente, cercana si liberas el horizonte de la imaginación. Es la muerte, continuidad ilimitada de la vida. Carlos Maldonado


In Articulo Mortis Jesús Cruz Flores Concluidos los tiempos, navegados sobre navajas de filos destemplados con sangre desteñida sobre metales corroídos. Eclipsados los últimos instantes, por soles de negras soledades percutiendo en pieles desgarradas, por ahijadas tesituras del olvido.

Anhelando viejos sueños, deshacedores cuasi eternos del recuerdo entelerido entre pasiones cuasi amorfas. Encontrándome, al fin, con mis fantasmas en el último momento de esta broma del destino.

Deshaciéndome, en el suspiro del último respiro, rompiendo mi promesa de siempre estar en el estar Retornando al silencio del del tiempo. silencio, percutidos los últimos cartuchos. apenas una luz que nace solitaria en el justo momento del último suspiro.

Edgar Alejandro Juárez González Alex Sting


Campo santo Blanca Bátiz

Oscuridad despierta sentidos del alma. Escalofrío: un vacío alimento de muertos. El olvido que lleva Un camposanto de mentiras. Da una fecha de salida: Sálvame de una muerte segura.

Rogelio Amacende

art

Saul Behram Ibarra Khorov


Desnudo vacío ¿Qué habrá después de la muerte? ¿Qué pasaría si no hay nada detrás? ¿Y si después de cerrar mis ojos ante el eterno sueño, solo me convierto en tierra y nada más? ¿Y si el séptimo círculo de nuestro infierno sólo hubiese sido un terrible mal sueño? ¿Y si no hay cielo alguno después de vivir en la tierra y al final tampoco puedo reencarnar? ¿Acaso las almas son arrojadas sin relevancia alguna al vacío contenedor espiritual? Porque venimos del vacío y al vacío quizás todos volverán. Porque polvo tal vez fuimos pero ese polvo, quién sabe a dónde irá. Dai Smmur

Aaron Vazquez Graffito Dibuno


Moñitos negros Muchos moñitos se asoman entre las puertas de las casas. Como ojos que van velando el camino de los difuntos. Muchos moñitos del color del carbón van labrando el camino para guiar los mudos pasos de los ya fallecidos. Como un acuerdo mutuo entre los vivos y los muertos, el negro de la tierra cubre sus fases y a través del oscuro listón, se refleja su esencia ya borrada, sobre aquellas puertas que guardan historias de risas, llantos y el pesar de la vida. Sobre los moños negros, yacen penas, recuerdos y amarguras aunque también una que otra alegría. Dai Smmur

Mensajero de los muertos (2023) Tapete festivo de ofrenda Javier Santiago Sanjuan

Goitick art


La visita de los muertos Wilfrido Muñiz Ruiz

Bailando están las calacas porque se acerca su día ya huelen el chocolate las hojaldras y bebidas. Les gusta el papel picado y los altares de ofrenda les gusta el sabor del mole y el aroma de las velas. Disfrutan del Cempoalxóchitl del incienso y del copal y del inmenso cariño que sus familias les dan. Bailando y cantando llegan nos vienen a visitar ¡Allá llega un hijito! a besar a su mamá

También llegan papás mamás y hasta abuelitos. Tú sentirás su presencia cuando te encuentres solito No olvides al recibirlos hacer un camino de flores ni de darles la bienvenida con aromas y sabores ¡Que viva nuestra cultura! ¡Que viva la tradición! ¡Y que vivan nuestros muertos! ¡Lo digo de corazón!

Art_Doble A Alex Arce Ilustración Digital (2023)


HILOS

Jess LaiTus

...nos sostienen cuando cayendo vamos sin retén, ni retorno. Nos preparamos para tocar fondo Nos resignamos a no merecer más la luz, ni el viento. Sentimos a estas alturas que lo único que nos abraza es la gravedad. Son los hilos que tejemos y las ramas de las que se amarran los que evitan que caigamos y toquemos fondo aunque estemos muertas.

David Albaran El lich

Manuel Ismael Seclen Condori

art


Cheschire —Llama a misamigos —dijo el hombre mientras intentaba levantar un poco la cabeza. Los tubos transparentes ocupaban los orificios de su nariz y otro le oprimía el labio inferior, así que la voz era apenas comprensible. La mujer acercó su oído a la cara del hombre que articuló las mismas palabras, sin fuerzas esta vez para intentar incorporarse un poco. —Tus amigos no están, murieron todos en el accidente. – le respondió una voz a su lado. Los ojos de él se abrieron un poco, pero el cansancio le hizo volver a cerrarlos. Por su mente fatigada comenzaron a pasar imágenes de los últimos segundos en el auto, justo antes de estrellarse contra el muro del puente, que no soportó el impacto y se quebró, dejándolos a ellos volar sobre el lago oscuro, hasta estrellarse con la masa de agua que no demoró mucho en tragárselos. No recuerda nada más, ni siquiera cómo llegó al hospital, ni por qué ella parece desdibujarse a intervalos, dejando en el aire solo su sonrisa como el Gato de Cheshire. Entonces la recordó a su lado, en el asiento del acompañante, tomando su brazo aterrada justo antes de que él perdiera el conocimiento. Sus ojos volvieron a abrirse y el pecho se le agitó por la hiperventilación. —¡No todos murieron!, ¡tú estás aquí!, ¡tú estás aquí! -gritó desesperado.Sin dejar de sonreír, la mujer extendió la mano pálida y en un ademán suave lo invitó a seguirla. —No puedo marcharme sin ti. Vamos, nuestros amigos nos esperan.El hombre agradeció el contacto con aquellos dedos traslucidos y se incorporó, esta vez sin fatiga. Sin los molestos tubos oprimiéndole la boca, pudo por fin sonreír, como un Gato de Cheshire. Yuraima Trujillo Concepción


Más que un lamento

, Lo hacen como fanáticos Si un niño muere Que no respetan la creación. muere la humanidad, Mi voz se levanta, Guardar silencio solo se que no servirá de mucho, cuando los niños duerman, no cuando sean asesinados, mas si estaré con esos que sufren, por el fanatismo criminal. en las noches donde la oscuridad es terror Respetar la vida, y la luz solo se manifiesta no es pedir por mis niños en la explosión de un misil ... y dejar que los otros les Pase lo que les tenga que Donde el silencio es sepulcral solo lo rompe el tronar pasar. de un bombardeo no casual. Pero si defiendes la vida, Si te perturba la muerte de claramente los inocentes infantes, cuentan, no sólo los niños y los ancianos que no sean solo los que tu fanatismo sino las mujeres y los hombres quiere ver y mostrar, que también mueren en esta No olvides que van muchos mal llamada guerra. niños Asesinados, Por el genocida y la bota militar. La histeria colectiva de esos que se han victimizado Esto no es una guerra, y no han hecho más que solo es una masacre Asesinar como bestias. Que debe parar. Lo hacen en nombre de un Esto no es una guerra, territorio es David que se ha vestido usurpado por décadas, con el ropaje Goliat . lo hacen porque se siente el pueblo escogido por un dios Manuel Capitán Cianuro


Morido RAP

Una vez más, me siento solo; quemando mis problemas y nadando en la botella aferrándome a la vida que algunos dicen que es bella. ¡Qué horrible situación! Este viaje lo hago solo, hablando con mi monstruo Siento que me vuelvo loco ¡Trae más ron! ¡Qué triste relación! La vida es corta: ¡dale acción! Como dice el viejón: No dejes de escribir, dale duro a tu guion Pon tu nombre en la portada; que tú eres el escritor El autor, de tu vida Que cada día, es un capítulo al guion Recapitulo: Y ahora que doy un wachon: ¡Mierda! Ya no entiendo nada. Puro drama. Sueños rotos: mierda bajo la cama… Mi mejor amiga: una bala Que duerme bajo mi almohada Sigo dando pelea, y me siento raro. Me preparo Mira pa’, ¡Lo estoy logrando! Sé que me está costando: A veces caigo

Muerteada (2023) Graffiti mural, aerosol cancontrol Andrés Pérez Aiar art


Esto es difícil, triste…Y siento Que mi vida corre al caño: No lo entiendo; es complicado Quizás lo estoy forzando; por eso estoy fallando Voy en 24; me estoy ahogando. Ando que me mato. Sólo me saboteo. Al romper el contrato: ya no sé por qué combato. Una canción no dice nada: Podría matarme en todas como si eso importara. Pero tiro y sigo, rimo. Y ya no sé, es demasiado tarde Y ya no sé, si es que soy alguien Y ya no sé… ¡eh! Si juego en mi contra, o a favor… ¡eh! Soy mi enemigo. Me preparo, levanto, mirando al precipicio, comienzo mi camino Paso a paso, ¡eh!, sólo es el principio como ir pisando vidrios, cáscaras de huevo Y pese a eso… ¡Sí! Agradezco cada día Con más cerveza y más poesía. Juan Hernández Juanito Sennin

Catrina (2023) Tapete festivo de ofrenda Javier Santiago Sanjuan

Goitick art


El mensaje de Cordero

Hace dos semanas estuve en el entierro del jardinero Zenobio, el primo de la vecina Anacleta que llegó dos meses atrás de Junín. Y como andaba por las calles de Ate con un gorro de lana de cordero ofreciendo sus servicios, le pusieron de apodo Cordero. Tenía treinta y tres años, barba, y era muy amable, por eso nos impactó su partida. No tenía vicios ni enfermedad conocida, y un ataque al corazón se lo llevó. Muchos sentimos que la vida era injusta con alguien dedicado a cuidar con esmero los jardines de los vecinos. Sembró de plantas y flores y el vecindario mejoró su aspecto en poco tiempo. Era un defensor pertinaz de la mala hierba (que el común de los mortales buscaba extirpar de sus jardines), y decía: «Hay algo de milagroso en ellos al brotar en lugares insospechados, sin siembra previa y sin riego continuo». Cordero incluso se oponía al uso del dicho: «Mala hierba nunca muere». «Pero si esta surge de la naturaleza, que es vida, no puede ser mala. Quien la bautizó así estaba errado», reflexionaba Cordero. «Y al no desaparecer con facilidad, la mala hierba está en mejor posición que las flores para representar la fertilidad, pero hay que domesticarla», explicaba. Su prédica convenció a algunos que decidieron seguir sus enseñanzas. Yo me mostré escéptico, no creía en esas cosas, pero algo me hizo dudar. Un día mientras iba al baño, me percaté de una planta creciendo entre dos adoquines, la única en mi patio empedrado. Nadie en casa la plantó, porque por allí caminamos a diario. Nadie la regó, porque aquel lugar no estaba pensado para un jardín. Tal vez la lluvia de hace unas semanas fecundó ese rincón de suelo. Le tomé unas fotos y busqué su nombre en el aplicativo PlantNet, se llamaba «cenizo común», una de las variedades de la mala hierba. Entonces, recordé a Cordero, y ya me fue imposible arrancarla. Por eso he decidido dejar que el cenizo florezca en el patio para interpretar, si acaso eso fuera posible, su mutismo verde y dentado. Marco Antonio Román Encinas


Letal

Magda Díaz siempre pensó que Alex sería el hombre ideal; su noviazgo de 7 años casi era una predicción del matrimonio perfecto. Fue una boda de ensueño; tiraron la casa por la ventana, al fin y al cabo ¡sólo te casas una vez! Al principio todo era maravilloso; él trabajaba para su hermano en una empresa de transportes, mientras que ella se ocupaba del hogar a la perfección. Pronto llegaron los hijos y las presiones económicas que conllevan, pero Alex era visionario y se independizó. El negocio fue todo un éxito y el dinero dejó de faltar, pero ni el éxito profesional o tener una esposa tan diligente fueron suficientes para Alex quien comenzó a beber con regularidad. Primero, todo se solucionaba si él no manejaba, pero con el tiempo Alex empezó a ponerse necio y ella prefería tomar en taxi antes de subirse al auto con él. Durante una cena de empresarios en la que Alex hacía el ridículo coqueteando descaradamente con una edecán, Magda salió del evento y corrió hasta su casa bajo la lluvia tratando de arrancarse el coraje y la humillación. Cuando llegó a casa, él ya la esperaba sentado en la sala con los ojos inyectados de ira y la mente nublada por el alcohol. Esa fue la primera paliza que le propinó. Sin embargo, ella quiso olvidar el episodio “por los niños” y realmente comenzar de cero. Se acercaba el cumpleaños de Alex y Magda le organizó una fiesta sorpresa, a la cual él nunca llegó, pues se quedó en un bar platicando con una mujer muy joven. Eran las seis de la mañana cuando por fin se presentó a la casa, todavía medio borracho y oliendo a perfume barato. El reclamo de su esposa lo hizo enojar tanto, que el muy cobarde le dejó un ojo morado. El caos se suscitó una tarde que Alex olvidó su celular, donde Magda leyó múltiples mensajes y fotografías de una chica joven y atrevida. Deshecha, se le ocurrió aclararle a la chica que Alex era un hombre casado. Por la noche, se oyeron gritos en el vecindario y los niños salieron a pedir auxilio, pues su papá a mamá la estaba matando. Alex se negaba a divorciarse a pesar de haber embarazado a la jovencita del bar, y cuando Magda decidió enviarle los papeles, él se los fue a regresar en persona sacándola a la calle de los cabellos y pateándola frente a los vecinos. Intervino la policía. Pero el hombre tenía tanto poder que era intocable.


Desesperada, acudió con una adivina y le pidió que le ayudara a quitárselo de encima. Por trescientos pesos, la hechicera le dio el secreto para ahuyentarlo de una buena vez. -Hoy a las once de la noche, enciende una vela negra bajo su fotografía y repite esta invocación once veces, ni una más ni una menos y verás, que muy pronto él desaparecerá de tu vida- le indicó la adivina, mientras le entregaba un pequeño trozo de papel con algo escrito. A las veintitrés horas, colocó en la repisa del baño, la fotografía de Alex montado sobre su caballo y bajo de ésta, una pequeña veladora negra encendida. Temerosa, comenzó la oración: -Rezo a las ánimas de la noche suplicando humilde que desaparezca el objeto de mi dolorOnce veces exactas repitió la plegaria sin saber las dramáticas consecuencias de su rogativa. Al día siguiente, mientras Alex cepillaba a su hermoso caballo de toda la vida, sin ninguna razón, comenzó a relinchar y ponerse nervioso. Alex trató de calmarlo y ponerle el bozal, pero en un descuido el agitado animal lo pateó en la cara disparándolo contra la pared del granero. De emergencia fue llevado al hospital, donde tuvieron que vaciarle un ojo. En el transcurso de la tarde lo ingresaron a terapia intensiva, sufriendo un derrame cerebral que lo dejó paralizado del lado derecho. A las nueve de la noche se sumó una septicemia y murió 2 horas después, a las once en punto, con la cabeza llena de pus. Ya era de madrugada y Magda estaba en el hospital con sus hijos, cuando el remordimiento la embargó; - ¿Y si ella lo había matado? ¿Sería posible que aquel conjuro estúpido tuviera que ver con la tragedia de Alex? - ¡Dios mío, pero si yo solo quería alejarlo, no que se muriera! - pensó alarmada. No obstante, en ese momento vio pasar a la joven amante de su difunto marido y discretamente, le tomó una fotografía. Esa misma noche, otra vela negra se encendió en casa de Magda. Aismer


Adioses que no se van Es extraño lo que se recuerda cuando alguien muere. Alma hubiese querido recordarlo como el niño regordete que corría a sus brazos, que la llamaba trescientas veces al día, que necesitaba sus abrazos para calmar su llanto y que siempre pedía uno más: “una galleta más”, “un cuento más”, “un beso más”. Andrés fue su primer hijo, el único varón de sus cinco criaturas. Era el más apegado a ella y a la vez, el más rebelde. Era alegre y respondón, voluntarioso y lleno de vida. Era la luz de sus ojos y su más grande preocupación; su mejor amigo y su némesis, todo al mismo tiempo. Era su hijo. Y los hijos lo son todo a la vez. Todo. Simplemente, lo son todo. El día que salió a la fiesta, un peso se asentó en su estómago y quedó ahí, mordiéndola por dentro, consumiendo su energía y su alegría, como un pequeño agujero negro que le advertía del dolor que se avecinaba. Permaneció en cama esa tarde, esperando y esperando, sin saber qué esperaba, en realidad. Pero, cuando escuchó el golpe en la puerta y vio a la policía en su portal, supo de inmediato de qué se trataba. Un conductor borracho, dijo el oficial, con rostro compungido. Un criminal al volante que impactó de lleno con el vehículo en el que iban Andrés y sus amigos, arrebatándole la vida a cuatro de los cinco ocupantes. Andrés, el único sobreviviente. Alma no recordaba cómo llegó al hospital, quién avisó a su marido, ni cuando fue que éste se materializó a su lado, con el rostro desencajado y el corazón sangrante entre las manos. Todo lo que Alma recordaba era la imagen terrible de su pequeño sobre la cama del hospital, rodeado de cables y mangueras, de médicos y enfermeras, de ruidos y olores extraños y atemorizantes. Esa imagen se imprimió a fuego en su alma y de ahí, nunca más se fue. Andrés se veía tan pequeño, perdido entre las sábanas duras y las maquinarias ruidosas, como un náufrago en el mar. Alma se aferró a su mano y le acarició el pelo, tieso de sangre seca, recordando el aroma de su cabello cuando era un bebé. Cuando aún podía protegerlo del mundo. Cuando aún cabía entre sus brazos. “El daño es catastrófico”, dijo el médico, sin un ápice de delicadeza. “Aún si viviera, su vida sería la de un vegetal: no volverá a caminar, hablar, comer o respirar por sí mismo”. La mujer hubiese querido decir que en ese momento su mundo se derrumbó. Pero, no lo hizo. Andrés no sería un vegetal.


Andrés no perdería ni su alegría, ni su dignidad, porque Dios no podía ser tan cruel. Eso que estaba sobre la cama era una carcaza vacía: Andrés ya se había ido. Siguiendo sus órdenes, lo desconectaron esa misma tarde y a las 3:45 horas de la mañana dejó este mundo, a la hora exacta en la que nació, dieciocho años antes. Las enfermeras se preocuparon de entregárselo guapo, libre de máquinas y sangre seca. Guapo, como siempre fue. Y entonces, el agujero negro que se había instalado en la boca de su estómago, creció y creció, vaciándola por dentro. Todo lo que quedó en su interior fue un grito atravesado en su garganta que no pudo dejar ir por más que intentó. Lo sepultaron un sábado, en el cementerio local, junto a su abuelita. Le dijeron adiós con flores y canciones, globos y guitarras, como él hubiese deseado. Alma fue la última en arrojar una rosa blanca a la sepultura, segundos antes que lo cubrieran con tierra y lo alejaran de ella para siempre. Se despidió con un beso y dio media vuelta, negándose a recibir más condolencias y palabras de apoyo que no le servían. Todo lo que le quedó, fue un adiós. La vida siguió, como siempre. Pero ese adiós, nunca dejó su mente ni su corazón. Hay adioses que nunca nos dejan, por más que se intente. Ella ni siquiera lo intentó. La imagen de Andrés en la cama del hospital, aferrándose a la vida para esperarla era todo lo que podía ver cuando cerraba los ojos. Ni sus risas infantiles, ni sus primera años, ni los momentos felices: todo lo que quedaba de su hermoso hijo eran sus últimos momentos. Sus hijas crecieron, la llenaron de nietos y días felices que nunca fueron realmente felices, porque faltaba Andrés. Su vida se transformó en una larga espera que parecía no tener final, porque el día que murió Andrés, también murió ella un poco. Y con cada día, moría un poco más. Por eso, cuando fue su turno, se fue rápida y limpiamente, porque la muerte ya no tenía mucho más que llevar. Genésis García


El blues de la abuela

Como pensé que vendrías para el verano, no me apuré para llamarte otra vez. Quería que vinieras para que vieras como ya sé plantar flores y hacer que crezcan las flores de calabaza, incluso en esta tierra tan fría. Estarías bien orgullosa de mí. Quería que vieras que aquí también criamos chiles serranos, jalapeños, anchos y hasta habaneros. Bueno, es Tanel quien los siembra para mí con mucho cariño; tanto, que hasta les entibia el agua antes de regar las plantas para que sus raíces no sientan tan fría el agua. Yo creo que ni tú las tratarías con tanto cariño. En cierta forma, él me recuerda tanto a ti. También quería que vieras mis tomatillos, cómo me traje todo México en unas cuantas semillas, que aquí también vienen las hormigas, los escarabajos, los saltamontes y las arañas cuando riego las plantas para darme las gracias de colmar su tanta sed. Quería enseñarte que aquí las catarinas no son de color rojo con negro, sino negro con rojo, y que protegen los epazotes, los cilantros y las espinacas; aunque quizás, tú eso ya lo sabías; porque tú lo sabías casi todo. Quería enseñarte que aquí se le ocurrió a alguien hacer un hotel de insectos en el jardín botánico de la ciudad. ¡Te habrías reído tanto! Habrías dicho que para qué un hotel si todo el bosque y el parque son hogar para los insectos. Casi puedo escuchar tu voz detrás de tus labios muy bien pintados de rosa magenta y con tus mejillas rojitas y tus pestañas negras de lenguas de mariposa y delineador muy bien puesto. En primavera se untaron de amarillo tus ojos para ver la oscuridad. Tu respiración se hizo de piedra y cuando la mañana aún era anaranjada tu pecho se volvió cometa y se fue volando. Tú sentías el horizonte en cada poro. Hacías que el sol se esponjara ante el espejo. Nadie como tú que vio tanto el mundo. Que fue a tantos mundos y tantos espacios. Y yo que amo ver el mundo me pregunto si heredé de ti ese gen, polen de vida, colibrí blanco dentro de la sangre, que me empuja como agua de río a siempre ver más. Quería enseñarte tanto, pero ya no pude. Quería hablarte tanto, pero ya no pude. Quería abrazarte tanto, pero ya no hubo tiempo mineral ni palabra obsidiana que no fuera hermosa en tristeza. No leerás nunca esta carta. No habrá voz alta que te la lea, pero habrá un susurro con plumaje vestido de arcoíris que te la contara con señas y cuando salga el rocío de la mañana y vuelvan a salir los insectos a beber agua, sabré que al menos, algún rumor de ella llegó a tu frente y se coló a tu corazón, como la sonrisa en gotas se resbala y se me queda por los labios cuando miro tu retrato.

Stephanie Rendón de la Torre


Cordón de plata

Disertus

Le siento, se pone ante mí como luces del camino es aterrizaje que eriza la piel, corrientes de exterminio levito por fuerza ajena, anclado, recorro mis ánimos y no estoy ni en la rosa, ni en la memoria, sin dominios. Dormir es morir un poco, me veo tumbado de rasgos compartidos, simple como respirar, como estar y luego nunca más. Las páginas que no citan tus pasos animan suerte a los latidos de saber que sólo vivió ilusión tratando de describir un vuelo fugaz. Acostumbrarse a existir es desaparecer, mimetizarse, no sé. Donde nace la rebeldía, sé que ahora no me escucha o habría despertado a contar los minutos que le atormentan, a embriagarse en goce. Sigo entre silencios, ángeles y calaveras que el reloj de hueso ha marcado. Sirenas y musas, cantan y bailan junto a la cama gusanos que se tragan el tiempo, traen el aroma del amanecer, sin percatarse del cómo nos habita una certeza, una calma, nada más importa, la gata, que se percata de lo último en envejecer. Entonces cabello y uñas toman la palabra, alimentos de oscuridad


diré al halito maldito que no me tocó el corazón, se dibujan en la piel los planos del cielo, el agujero del olvido, la eternidad fragmentos, fotos, un corte rápido, la separación. me quedé sin opción, sin luna, sin sol es el recorrido que nadie escribe, apelamos a la imaginación nos vamos, siempre debiendo una despedida, una mención, con el alma enardecida, pero sin canción. Hacerse parte de los siglos y de la nada. Caminatas por la piel de la tierra, cosquillitas desparramadas los recuerdos son granada, balada el bienestar de un suspiro que se hace a una tarde soleada Para qué noches de amor, para qué un epitafio, nadie culpe, nadie perdone, no hay cambio pero a quién he de convencer si no se mueven los labios un último grito de libertad, arriba el garfio Todo fue así, una tormenta de segundos relámpagos de estertores al mundo mudos letras, números y cariños como escudo desaparecer, casi ser un estornudo. Radiografía de la muerte (2018) Técnica mixta sobre papel 90 X 125

Ruth Ramos


Cabellera negra Carlos Patricio Herrera Toro Sé que nadie leerá este manuscrito, sé que todos me odian por mi supuesta locura y a nadie le interesa lo que haga. Sin embargo, para dejar constancia de lo que me hubo sucedido, y antes de intentar morir de hambre en este horrible hospicio, es esta humilde, trágica e innoble narración. Sí, lo recuerdo, ella fue mi primer y único amor. Fue la única que probó mis labios. Con sus caricias me envenenó y su cabellera negra llegó a embelesarme de una manera tan inverosímil que me hice adicto a contemplarla. Esa cabellera negra fue lo más ardiente que tuve entre mis dedos, esa cabellera negra que me cautivó, esa cabellera negra que fue mi perdición. La conocí cuando ambos teníamos 18 años. Antes de ella, ninguna mujer, absolutamente ninguna, había pasado por mis brazos. Mis labios fueron absolutamente vírgenes hasta que ella los colonizó. Nuestro idilio fue salvajemente pasional y lleno de lujuria. Hacíamos el amor muchas veces y de una forma magistral. Luego del coito, no sé por qué, pero nos encantaba quedarnos por largas horas, desnudos, y sentados en la cama. Ella solía coquetear con sus formas, y posaba siempre de espaldas, volteando su cabeza hacia mí y venteando su cabellera negra. Ese era el mejor de los momentos, pues cuando lo hacía, un gozo inefable me insuflaba y sentía un placer como ninguno. Dicha postura llegó a ser tan especial para mí, que a veces ni disfrutaba del sexo, y solo quería que llegase el momento de ver a la cabellera de mi amada. Al ser aficionado a la pintura, no tardé en plasmar su espléndida y magistral pose en un lienzo, mismo que fue el único recuerdo que me quedó de ella cuando, por causa de haber empezado sus estudios universitarios en la capital, me abandonó. Por ella, por mi primera y única amada, pasé tantos meses encerrado en mi cuarto, divisando la pintura que hube hecho de su pose. Esa cabellera negra y misteriosa tenía el poder de hacerme olvidar del mundo con su sola presencia.


Frecuentemente intentaba recrear la escena de tantos momentos de pasión, y me desnudaba frente a la pintura, para divisar a mi amada e imaginármela frente a mis ojos. Parecía que el óleo a veces cobraba vida, porque había momentos en los que sentía y miraba su coqueteo, y hasta en oportunidades me enloquecía tanto que no podía detenerme, pero, claro, luego me tranquilizaba y debía limpiar el lienzo por lo que había caído allí, aunque me quedaba con la sensación de haberla visto en persona. Por aquellas épocas me torné huraño y cuasi un misántropo, ya que no cruzaba palabra con nadie, solo comía, y a veces ni eso. El único deleite que hallaba era el estar, en mi cuarto bajo llave, embelesado frente al cuadro de mi amada, recordando así a la única que había probado mis besos. Muchos se preocuparon, no por lo que hacía con el cuadro, ya que nadie sabía de ello, sino por mi soledad. Me llevaron entonces al psicólogo para saber por qué andaba tan hosco, pero fue inútil, ya que el profesional que me tocó no pudo obtener más que evasivas de mi parte, y el único diagnóstico que pudo dar fue una “depresión severa” por la ruptura amorosa que había experimentado.

Louis Méndez

No fue difícil hacer creer a todos, luego de aquella cita, que estaba sano, ya que empecé a salir un poco más, e incluso, me matriculé en la universidad, pero sólo fue un espejismo, ya que sacaba el máximo de tiempo para pasar solo en mi dormitorio, frente al cuadro de mi amada. Un fin de semana mis padres se fueron a la capital, ya que acudieron a un bautizo, al cual me negué a ir con pretexto de hacer deberes. Me dejaron, entonces, totalmente solo, al cuidado de la casa. Sabía que era la oportunidad idónea para pasar mucho más tiempo haciendo lo que adoraba. Era como una luna de miel con el cuadro que el cielo me regalaba, aunque no me imaginé que al final la situación se saldría de control.


Todo fue bien durante las primeras horas del viernes, pero un aura extraña empezó a insuflarme de forma misteriosa, de tal manera que, inesperadamente, tuve los bríos menesteres para salir a dar un rodeo por la ciudad. Caminé por muchas cuadras, hasta que llegué al portón de la iglesia de mi poblado, y en él me senté para descansar. Quise seguir mi rumbo, pero de pronto miré a mi amada, a la dueña de la cabellera negra, pasando por el lugar. Me acerqué y ella me besó. Pronto estuvimos en mi cuarto, haciendo el amor como unos locos. Luego del acto, como era costumbre, ella posó, totalmente desnuda, frente a mí, ondeando su cabellera, tal como en la pintura. Allí se quedó por largo tiempo. Yo me llené de ira cuando se movió y quiso vestirse, esfumando con ello la pose que me fascinaba. Sabía que para que ella no se moviera y se quedase estática, debía ser inerte y totalmente inmóvil. Decidí, luego de un breve análisis, hacer algo para conseguir ese fin. Tomé entonces un puñal que guardaba en lo más recóndito de mi armario y le asesté a mi amada una cruenta puñalada por la espalda, por lo que cayó al piso muerta. Levanté el cadáver, lo desnudé, y lo coloqué en mi pose favorita. Noté que la sangre le daba un mejor tono a la misma, así que, embadurné mi mano en la herida sanguinolenta de mi amada, y con el líquido todavía caliente, dibujé la herida en la pintura, la cual pareció adquirir vida. Luego no supe más, y cuando tomé nuevamente consciencia, me hallaba ya en este horrible lugar, lleno de desquiciados y hombres vestidos de blanco, quienes me preguntaban constantemente sobre el porqué hube matado a mi novia. *** Nota: El manuscrito fue hallado en el manicomio: “Luz de esperanza”, en poder de un loco, a quien se le habían ido las carnes por no probar bocado en diez días. Murió de hambre el desgraciado.


El guardian de la montaña Un grupo de cazadores llegó a una comunidad enclavada en los cerros, puerta hacia enormes montañas; llegaron con la firme intención cazar a todo animal que a su paso anduviera. A su entrada al pueblo, los pobladores se quedaron asombrados, y se dirigieron a la única posada existente. Pidieron habitaciones, comieron y bebieron y notaron un cartel que con letras grandes: “En esta comunidad y sus montañas está estrictamente prohibida la cacería, cualquier persona que intente hacerlo será remitido a las autoridades” este cartel no los inmutó, estando decididos a entrar a las montañas. Las autoridades se apersonaron ante ellos, haciéndoles la advertencia de no ingresar a las montañas, les señalaron los diversos peligros e incluso les advirtieron las leyendas y que estaban protegidas por un guardián, siendo quién prohibió la cacería; pero no bastó para que los cazadores se detuvieran, como si estuvieran retando al destino y a la suerte. Se fueron a descansar, aprovechando la media noche, cuando la comunidad estaba en silencio, se empecinaron a las montañas. Los cazadores burlándose de los mitos, se internaron en el bosque, el silencio fue imponente; a lo lejos, se escuchaba un aullido, así como el susurro de algunos animales que a su paso ahuyentaban. Después de un largo caminar, vieron saltar un enorme venado y desplegaron para irlo acorralando. El enorme animal los estaba conduciendo hacia despeñaderos y entre espinos se fueron cayendo sin perder de vista a su presa. Las lámparas parecían deslumbrar y acorralar al animal, una cacería normal pero no percibían lo que estaba por suceder. -¡Ahí va hacia el norte! -¡Ya casi lo tenemos! -Ya no tiene salida, ¡está acorralado! -¡Lo tengo en la mira! Se escuchó el estruendo de un disparo, el animal parecía caer, pero se seguía moviendo, hacia el norte. Los cazadores llegaron al lugar donde pensaron que el animal había caído, pero sólo encontraron sangre. Al darse cuenta de que el animal iba herido, siguieron los rastros que iba dejando entre las hierbas, llegando a la entrada de una cueva. Al fondo vieron su presa, triunfantes: ¡Lo logramos!, pensé que sería más fácil- exclamó alguno. -Le di a la primera, pero no sé cómo logro llegar más lejos. -¡Somos los mejores! -consideraron, vencedores. Cuando querían levantar a su presa, se erigió en la forma de un hombre con el rostro desfigurado, de grueso cuerpo y altura elevada, tapado con un jorongo y en su cabeza portaba un sombrero, con voz fuerte y les reclamó que esa montaña es sagrada que pagarían muy caro la osadía de haber entrado. Los cazadores temblaban de miedo, quisieron salir corriendo y nunca encontraron la salida de esa enorme cueva. Jamás regresaron al pueblo, porque siguen atrapados buscando la salida.

Alejandro Escobar


Diez segundos

Ernesto ¿Quién era? En un terreno aislado, con una casa demacrada y abandonada, donde un esporádico cuidador regaba unas escasas plantas una vez a la semana, Ahí vivía Ernesto. Solo se sabía de él en la noche, cuando su figura pálida se veía en la cima de una pequeña colina, o paseaba entre los fantasmagóricos árboles nativos que habían crecido cerca de aquella ruinosa construcción. ¿Pero quién era Ernesto? De familia humilde, pero de extraordinaria inteligencia a mitad de los 80´s logró entrar a estudiar literatura en la universidad regional. Fanático de la literatura romántica, el vampirismo, pero también de esa literatura idealista llena de héroes y mártires sociales. El naturalismo de Sub terra, el idealismo del Quijote, el romanticismo de Bram Stocker. Todo esto lo llevo a convertirse en un alumno destacado en lo académico, pero también lo llevó a sumarse a movimientos reivindicativos y revolucionarios que soñaban otro mundo. Un día, luego de un encuentro de estudiantes internacionales de literatura, sólo se supo, que después del congreso, en una de esas habituales jornadas de jolgorio y fiesta para que los asistentes se conocieran, Ernesto tomó más de una copa de vino y desapareció. Se dice que se le vio con una estudiante eslava, en el tiempo aún se le llamaba Yugoslavia. Ambos conversaban animosamente. A la otra mañana nadie supo de él. Las lenguas e historias que se hablaban iban desde un asesinato pasional, de una desaparición forzosa por el régimen, de un reclutamiento por el comunismo internacional. Su familia durante años lo buscó, pensando en la esperanza de volver a verlo. Se dice que una carta paró aquella búsqueda y dio tranquilidad a la humilde familia. Sólo Ernesto tenía la respuesta. Recuerda como los tragos y su labia literaria lo acercaron a aquella yugoslava de ojos azules, 1,70 y sonrisa encantadora. Pero que por sobre todo irradiaba un magnetismo especial. Extrañamente nunca la vio durante el día en el congreso, Ella le contesto que le aburría tanta labia, que los libros la entretenían más, y que aprovechaba la caída de sol para conocer gente interesante. Tomo la mano de Ernesto y lo llevó a un parque cercano al edificio universitario. Como hipnotizado Ernesto la siguió. Se besaron intensamente durante unos minutos, cuando el estudiante vio como esos ojos azules cambiaban su color a un rojo intenso y unos colmillos crecían desde sus labios atacando súbitamente su cuello. Más que terror, Ernesto lo sintió atrayente, adictivo y se entregó a la mujer. Súbitamente ella paró la succión. -Ernesto, tienes un corazón puro, inocente, idealista, eso me consume hoy. No puedo tomar el resto de tu sangre, pero ya la transformación ha empezado. Toma un poco de sangre de mi muñeca. Eres un ser de la noche desde hoy. La literatura es cierta en muchas maneras. Ya no verás el sol, los símbolos benditos por la iglesia te alejarán, pero no porque sean santos y benignos, por el contrario, la herencia de sangre y muerte de las iglesias ha llenado de maldad estos cachivaches religiosos. Los vampiros fuimos creados en la amoralidad. Tomamos decisiones, nuestros corazones nos determinan, y en casos muy raros, como el tuyo tienen el valor del corazón puro. Tú decidirás de ahora en adelante. Toma tu tiempo. No te decidas a consumir sangre humana aún, la sangre de animales ya sacrificados puede ayudarte por ahora.


Pero llegará el día en que necesites asesinar. Debes elegir bien. La sangre de malditos asesinos, torturadores, de conspiradores y abusadores tiene un dejo de poder que tú absorberás. Se diluirá, te dará un pequeño premio, pero no te cambiará. Por el contrario, la sangre de gente pura, de niños, de inocencia te consumirá en una pena y culpa constante. Te recomiendo que la evites. Y si ya has empezado, transfórmalos y cuéntales estas palabras y lo que aprenderás después. A los niños nunca los toques, sufrirás tú, y transformarlos a ellos es un mal y una condena aún peor. Aquella europea, en cosa de nada desapareció, aunque Ernesto creyó sentir el toque de un beso en su boca antes de dejarla de ver. Caminó cada vez más rápido, no se percató hasta que miró al suelo de que estaba volando. Con muchas preguntas giró y giró por los aires, hasta que recordó que el sol era su enemigo desde ahora. Buscó los cerros y buscó una caverna dónde pasar el día, y descubrió que entre más se acercaba la salida del sol, más lo inundaba el sueño. Diez años pasaron, con ingenió Ernesto aprendió a sobrevivir en un espacio rural alejado de todo. En la universidad los murales y carteles hechos en su honor ya estaban desapareciendo, tapados por tag y grafitis de hip hop, los carteles con su rostro desaparecido estaban tapados de flayers de tocatas de grunge, metal, punk y peñas para resabiados del canto nuevo, o esporádicos conciertos de poesía. También la clásica propaganda de las listas de centros de alumnos y federaciones. Ernesto decidió escribir a su familia para contarles que estaba bien, que mantuvieran en secreto su paradero y que se propagara el mito de su muerte, que no podía contar mucho, pero que los volvería a ver algún día. En la soledad de esa precaria ruralidad sólo se dedicaba a escribir, altos de volúmenes de reflexiones, investigaciones e historias que comenzaban a acumularse. Pero fue en ese mismo lugar que un hecho singular despertó su apetito. Mientras escribía sintió unos gritos, una mujer desgarradamente pedía auxilio. Ernesto que ya sabía usar bien sus poderes, con su olfato y oído ubicó el lugar de inmediato, era en un muro cerca de su casa ruinosa. Menos de 3 segundos le tomó llegar al lugar. Una chica de 14 años aproximadamente era sujetada por tres hombres, uno de los cuales ya tenía su pantalón abajo luciendo su erección, mientras le habían bajado la ropa interior a la pobre víctima. Sin dudarlo el vampiro se abalanzó sobre ellos, primero con el tipo de la erección que en menos de 5 segundos quedó pálido y agonizante, el turno de los dos siguientes fue aún más rápido, 3 segundos al primero, y luego de agarrar al segundo que arrancaba los mismos 3 segundos lo dejaron vacío. -Huye le dijo a la adolescente. Tomó los 3 cadáveres y los enterró en una loma lejana. La sensación de poder en Ernesto fue embriagadora, tanto como para atreverse a esperar la salida del sol. Efectivamente, el poder de matar gente con el corazón sucio le dio la posibilidad de observar por 10 segundos el amanecer. Diez segundos, 10 segundos maravillosos, 10 segundos que empezaron a ser recurrentes, 10 segundos era el premio por extirpar la basura humana. Cada vez más, Ernesto empezó a volar en las noches robándole su penosa vida a policías, políticos, violadores y narco traficantes. Ernesto descubrió su destino.

Yurásiko


Fatal decisión Acostada en la camilla de la ambulancia que la conduce de emergencia al hospital, Ailany una joven de diecinueve años, sudorosa, pálida, temblorosa, sin dejar de abrazar su pequeño abdomen y manteniendo sus piernas y pies fuertemente cruzados, con lágrimas en los ojos le pide perdón al bebé que llevaba en su vientre, por no dejarlo nacer. Al llegar al hospital, sin abrir los ojos ni hablar, por la mente de Ailany pasaban como una ráfaga los acontecimientos que la habían traído hasta ahí. El momento en que conoció a Oziel fue en su fiesta de graduación a la que había asistido con su amiga Magaly. El permiso para ello fue concedido porque los papás de Magaly las llevarían y pasarían a recogerlas al término del evento. Oziel un joven muy atractivo y ambicioso que acompañado de dos amigos, solo observaban a los asistentes, cuando de pronto volteó hacia la entrada y descubrió a Ailany sorprendido por su natural belleza con una larga cabellera negra, la siguió con una mirada brillante casi centelleante queAilany percibió y comentó con Magaly. En un momento que el estruendo de la música lo permitió, Oziel muy seguro de sí mismo se presentó ante ellas e inició la plática preguntándole a Ailany que estudiaba y ella comentó que se estaba preparando para el examen de ingreso a Mecatrónica, él por su parte le compartió que había terminado Ingeniería Mecánica y su intención era viajar a Alemania para especializarse en vehículos eléctricos. Charlaron, bailaron, hasta que a media noche, los papás de Magaly llegaron por ellas. Oziel se apresuró a pedir el número de celular de Ailany, al tiempo que le preguntaba si podrían salir algún día, pero ella evasiva, salió corriendo sin detenerse cual Cenicienta, mientras le iba diciendo el número de su móvil. Él atónito y desconcertado la vio alejarse perdiéndose en la penumbra de la noche. La llamó todos los días infructuosamente, de día y de noche, hasta que por fin un día obtuvo respuesta y concertaron su primera cita. Salieron algunas veces acompañados de Magaly para que los papás de Ailany concedieran el permiso. Posteriormente a insistencia de Oziel comenzaron a salir solos. Enamorada por las palabras dulces y románticas con que le hablaba, acompañadas de regalos, flores, libros, se hicieron novios.


Todo era miel, hasta tres meses después, cuando Ailany le comentó que tenía un retraso. Entonces Oziel cambió su actitud a otra, áspera y dura. Oziel le compró una prueba de embarazo, que ella se realizó y salió positiva. ¡Estaba embarazada! Al informarle a Oziel él le dijo que no estaba preparado para ser padre. En dos días viajaría a Alemania para permanecer ahí por tres años o más. Ailany angustiada le cuestionó qué iba a pasar con el bebé, él contestó implacable que era su problema, que podría deshacerse de él, dejando claro que en ese momento terminaba todo y que no lo volviera a buscar. Desconsolada en un mar de llanto, armándose de valor se lo contó a sus padres, quienes la corrieron de su casa, llevándose tan solo lo que traía puesto. Desolada caminó sin rumbo, tratando de hallar una solución. Fue así que pensó en su madrina Isabel y en la posibilidad de que pudiera ayudarla, la buscó y al encontrarla ella le dijo que solo podría rentarle el cuarto de servicio y que buscara trabajo. Así lo hizo, trabajaba de sol a sol cargando cajas en el puesto de verduras de un mercado. Casi no comía, callada, triste como una pálida sombra. A las treinta y siete semanas de embarazo, después de una ardua jornada, inicio con dolor abdominal intenso, acudió a un Centro de Salud, pero no permitió que la tocaran, revisaran o realizaran tacto. Los dolores se hacían más intensos, había iniciado labor de parto, ante su renuencia a ser atendida la refirieron a otro nivel de atención. Ya en quirófano convulsionó, entró en shock e irremediablemente fallecieron ambos. El diagnóstico fue Embolia de líquido amniótico. Al ser notificados los padres y la madrina de Ailany se presentaron apesadumbrados a recoger los cuerpos. Oziel ausente, no se enteró de lo sucedido ni de la decisión consciente de Ailany de no permitir que su hijo naciera y así permanecieran los dos unidos hasta la eternidad.

Rosa María Vázquez Cazares


Sed de vivir “Ya cantó el cojoyo de verde huizache, la niña Teresa cara de mapache” Era la cantaleta de los niños que se escuchaba detrás de la cerca de otate en los días de los fieles difuntos. Se abrían las puertas de la casa para que los niños y los más grandes recogieran la ofrenda del altar que mi familia y yo habíamos puesto con ayuda de Merced, quien era el que llevaba la palmilla a las casas para hacer los arcos de los altares. Ya entrando la noche, mis hermanos más chicos y yo salíamos a chichiliquiar1 a las otras casas y a jugar con los cuetes, mientras que los adultos se quedaban a cenar pozole, piques, atole de piña y tostadas. El primero de Noviembre, que era el día de la ofrenda de los mayores, a primera hora, mamá hornea conchitas, moños, ojitos y pan de muerto bien azucarados. Nosotras ayudábamos acomodando las frutas, colgando los dulces con hilitos de colores alrededor de los arcos, sirviendo el café y refresco en vasos de vidrio y al final poníamos las fotos de la familia y amigos, cada uno con una cruz de agua de rosas que untaba mamá con el dedo. Al pié del altar se ponían las velas, una lucecita para que los difuntos entraran gustosos a la casa. Recuerdo que días antes de empezar con los altares, mamá me mandó por masa para preparar los piques, que son tamales rellenos de frijol y se comen solamente en velorios y días de muerto. En el camino me encontré a Santa que también iba por masa. —Tengo muchas ganas de piques — me dijo en el camino. —Yo también, pero ya mero. —Cómo no se muere alguien hoy pa´ comerlos de una vez. —¡Cállate Santa que te vas a venir muriendo tú! —¡Qué me voy a morir yo! Hierba mala nunca muere mijita, te lo juro — y besando sus dedos cruzados, firmó una sentencia que no esperábamos. Llegando al molino, Don Lalo que era quien atendía nos dijo: —Ya escuché que andaban barruntando la muerte chamacas. Persígnense ¿Cuánto les doy? —¡Ay Don! Nada de barruntas namás estábamos platicando, tres kilos para mí y dos para Terecita, por favor. —Yo namás les digo que cuando uno anda hablando de difuntos en días como estos, hay que cuidarse. No se les vaya a aparecer uno y entonces qué van a hacer. —Miedo a los vivos Don Lalo ¿A poco usted cree en fantasmas? — preguntó Santa. —¡Claro! Si por ahí por la cañada han espantado a más de uno… —Han de ser las tepas — interrumpí —¿Y qué ellas no son fieles difuntos? — sentenció Don Lalo. Al regreso, Santa me acompañó a casa porque necesitaba unas ramitas de limonaria para su altar. Llegamos con la novedad de que el chofer que manejaba el camión del Titán, se volteó y se mató: “Santa dile a tu mamá que hay que ir a Higueros al velorio de éste hombre, para irnos juntas” le dijo mi mamá. Caminando nos fuimos a Higueros, que estaba a una hora a pie.


Otras familias se unieron a nosotros para ir al velorio, los hijos de Giro que era primo de mamá nos hicieron compañía; a mis hermanas mayores no les gustaba platicar con ellos porque siempre nos contaban historias de miedo y aunque yo no podía dormir después a Santa y a mí nos gustaba escucharlos; cuando pasamos por La Cañada nos agarramos todos de las manos y corrimos, porque como bien decía Don Lalo, la gente contaba cosas oscuras que pasaban por ahí y pues mejor prevenir con la corredera que toparse con lo que uno no quiere ver. Llegamos al velorio y los más chicos nos quedamos afuera, mamá y mis hermanas se pusieron a repartir café y galletas para los acompañantes. Los hijos de Giro encontraron un lugar para sentarnos debajo de un naranjo y comenzar con las historias de espantos, Ezequiel, que era el mayor de ellos, comenzó: «De aquí de dónde somos, se ha visto en noches cerquitas a éstos días de fieles difuntos, a un hombre que se pasea en su caballo, meramente por el camino por el que llegamos. Pero no es un hombre como todos, éste nomás tiene cuerpo, son las puras manos las que guían los trotes del caballo negro, nadie le ha visto la cara nunca. Se aparece en estos días en busca de un alma para que ocupe su lugar, porque solo tiene sed de vivir y busca al más jovencito de los caminantes, porque es al que más vida le queda por delante y ese ha de ser el elegido. De los presentes serías tú Terecita» De regreso mamá nos dio unas lámparas, ya era tarde. De mi mente no salía aquel jinete buscando sustituto y miraba a mí alrededor buscando a alguien que fuera más chico que yo, pero no tuve suerte. Estaba marcada. Me agarré fuerte de la mano de Santa que en tono de burla me dijo: “Ya te metieron miedo, no te preocupes, ni te va a ver de lo chiquita que estás”, terminando de decir esto se escuchó un trueno que amenazaba con lluvia; los mayores nos dijeron que apresuráramos el paso, pero yo sentía que las piernas no me respondían, entonces se escuchó el relinchido de un caballo que se ponía patas arriba y que fue iluminado por un rayo. Ya no pude más y grité como todos que ya corrían pa´ el monte, los truenos caían cada vez más duro y el caballo seguía sin control, brincando con un cristiano montado al que juro por mi vida no se le veía la cabeza. “¡Épale!” Exclamó mamá poniéndose al frente del grupo, “¡Doña, no se espanten!” respondió el cuerpo que montaba al animal. Como pudimos aluzamos al hombre. Era Don Lalo. —¡Ya me espantaste a las muchachas Lalo! ¿Pues a dónde vas? — Al velorio del difunto Cosme. Discúlpeme pero el animal se me espantó con la tronadera. —Ándale pues, ve con cuidado. —Buenas noches y dispensen ustedes. Bien decían las muchachitas, que más miedo dan los vivos — dijo riéndose. Las carcajadas y gritos de alivio sonaban de todos los que veníamos caminando, yo solo pensé que no solo los muertos tienen ganas de vivir, también nosotros que vemos el tiempo caminar y que solo de pensar que en cualquier momento nos ofrendan, nos abrazamos a la vida.

Ayari Velázquez


Muerto Mientras leo incomprensibles letras, mi cuerpo comienza a desapegarse de mi alma, mi mente se desprende de la tierra ante la muestra de tu afecto hacía un ente que me parece desconcertante e intrigante, mis piernas se adormecen, leo esas letras que desgarran los ojos hasta el estómago adolorido por coraje, tensiones y depresiones causadas por tu estúpido adiós que sigo sin comprender. Cada vez me parece más imposible este amor que anhelo volver a tener, me has destruido, me has matado, mutilado y quemado, ahora sólo me queda renacer para poder volverte a buscar y destruir todas esas memorias que ahora me atormentan. Vehemente nace en mi ese deseo de hacerte sufrir y hacer que te arrodilles ante el inclemente dolor que me has provocado, quiero que sientas este desamor que, lentamente, va deshilando tu vida y te va carcomiendo en heridas que no parecen sanar y que, al contrario, crecen en la oscuridad; donde sólo se escuchan los sonidos de ponzoñosos animales que se escurren en la tierra arrastrando los peores castigos del inframundo. Alimañas que adentran las heridas y me hacen agonizar. El deseo de estar muerto se convierte en la idea más inocente que se le pudiese ocurrir a un mortal en esta situación. Y nada de lo anterior se acerca al terrible pesar que siento cada que pienso en lo que pudieses llegar a sentir con otra persona. Vivo en el pecado perpetuo. La insolente rabia de mi juventud llena de posibilidades y sin barreras, me llena de ideas y enfermizas opciones para acabar de una vez por todas esta situación de tres demonios que no quieren dar tregua. Ahora los odio y los aborrezco, cada que pienso en ti sólo pienso en como poder te destruir, hacerte añicos, cómo hacer que desees no haberme conocido jamás y que al mismo tiempo sientas una pizca de lástima por mí, por lo que ahora padezco. Quiero hacerte sufrir y que mueras en la soledad de tus pensamientos como ahora yo lo hago. Ahora que estoy muerto reviviré para arrastrarte conmigo a lo más bajo de los infiernos para hacerte ver la realidad a la que me has aventado sin guardia alguna, desprotegido, desnudo en el frío invierno en el que me has dejado. Tu carta me parece ahora un simple pensamiento del pasado que no tiene sentido ahora, no es más que una simple invitación al olvido, al esperarte en el vacío. Roberto Morales


Catálogo catrinas &

performance El arte del maquillaje e interpretación


CREACIÓN ORIGINAL

CREACIÓN ORIGINAL Roberth López Jimenez Roberth Jimnz

Paúl Naze

CREACIÓN

MODELO

CREACIÓN

MODELO

Daisy Mora

Vannya Perzabal

Daisy Mora

Vannya Perzabal


CREACIÓN ORIGINAL “Hasta que la muerte nos separe” Óscar Romanov García

MAQUILLISTA

MODELO

Antonio Méndez

Yamileth Antonio

PERFORMER

MAQUILLISTA

Arcano Nómada

Elizabeth Reyes Mendoza


MAQUILLISTA

MAQUILLISTA

FOTOGRAFÍA

Andrea Rubí

Paola Méndez

Serzen Montoya

CREACIÓN

FOTOGRAFÍA

PERFORMER

Alma Cecilia

Tony Reddington

Roberto Méndez


AUTORAS Andrea Gomdi

Enna Osorio Montejo

Guadalajara (1991)

México -(19?)

Filántropa, diseñadora, cineasta

Poeta, editora, humanista

Blanca Bátiz Guadalajara, Jalisco (1983) Poeta, editora, subdirectora de "Panóptica"

Ada Naranjos Cuba (19_?) Médico, Cantautor, filántropa

Jessica Alonso Flores

Ayari Velazquez

Puebla (1991)

Tampico, Tamps. (1990)

Docente, traductora, bicicletera.

Escritora, biológa molecular

Stephanie Rendón de la Torre

Genesis García Chile (1990)

CDMX, México (1985) Escritora, científica de datos

Historiadora y escritora


AUTORAS Dai Smmur

Yuraima Trujillo

Tampico, Tamps. (1993)

Cuba (19_?)

Intérprete bilingüe. Cosplayer.

Locutora

Rosa María Vázquez Cázares México (19_?) Escritora, médico pediatra

Isabel Mercado (Aismer)

Hermosillo, Sonora. Reportera, periodista

AUTORES Disertus

Carlos Maldonado

Colombia (1991)

León, Gto. (19_?)

Técnico en mantenimiento

Ing. Sistemas, fotógrafo, escritor

Marco Antonio Román

Jesús Cruz Flores

Perú (1975)

Guadalajara, Jalisco (1970)

Escritor

Poeta, dramaturgo, Narrador, dramaturgo, ensayista y periodista Cultural


AUTORES Roberto Méndez

Serzen Montoya

Oaxaca (1987) Escritor, editor jurista

Sonora (1990) Programador, escritor, músico, empresario

Dilan Chino Sandoval

Wilfrido Muñiz Ruiz

CDMX, México(1995)

Puebla (1968)

Escritor, autor de “Intersticios en el desayuno”

Periodista, narrador gestor literario

Yuri Cortés Araya

Carlos Patricio Herrera Toro

Vallenar, Chile (1973) Profesor de artes, músico y escritor

Roberto Morales San Cristóbal Chiapas (1995) Músico de Orquesta Contrabajista

Ecuador (1988) Escritor, periodista, historiador.

Alejandro Escobar Oaxaca (1974) Político


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Este ejemplar es parte de la red de difusión y coordinación del Centro Intercultural "Rosario Castellanos" Queda prohibida la reproducción parcial de la obra para otros fines distintos a los establecidos dentro de la convocatoria

Agradecimientos Nopal con Power

Consultoría jurídica Martínez Rojas


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