interjeições SUR / Geografias das Violências

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interjeições

SUR

Geografias das Violências


Apresentação

Interjeições SUR / Geografias das Violências é um projeto

ar tístico tr ansdisciplinar com for te apoio nos processos de busca e investigação, e pretende reconhecer as ações sociais, institucionais, políticas, cultur ais e ar tísticas que tr abalham contr a as violências que se inscrevem em nossos cor pos-ter r itór ios atr avessados pelos processos de colonização, tais como, as que contém as desigualdades de gêneros; a homogeneização e desaparecimento de toda a diferença, a escalada sem pausa dos femicídio e feminicídio; o r acismo e a cr iminalização dos movimentos sociais; dos migr antes, de toda a comunidade LGBTI e das prostitutas, além das per seguições e discr iminações por diver sas expressões de gênero. Esta proposta busca visibilizar e aumentar a capacidade de ação frente às violências, atr avés da cr iação ar tística como uma maneir a de manifestar e subver ter o sentido, bloqueando os modelos e as representações de poder.


Exposição


Artistas


8 d e Marz o. Nues tros sue ñ o s n o mu e re n K a r in a Bidasec a Marcha d e Mujeres Origin a r i a s p o r e l B UE N VI V I R Mo ir a Millán S e m Título N an c y G arín e A n to in e Sil ve s t re Publicações

C ruz ar los A ndes, quebra r f ro n te r a s y a l z a r l a vo z An drea Beltr amo Poemas Tula P ilar Narrativas fora d o lugar [e sp e r a do ] I z abela Mo i Manifesto Mu lh eres da Per ifer ia S e r ou não ser não é uma o p ç ã o J uny Kr aic zy k Te cnomagias F a b ian a Bo r ges


1800 muer tas por feminicidio 700 desaparecidas en Ar gentina Y más en Amér ica Latina y en el mundo. Cuando er a de esper ar que no sobreviviríamos...

Karina Bidaseca 8 de Marzo. Nuestros sueños no mueren “ Par a aquellas per sonas que vi vimos en la or illa sobre el filo constante de la decisión, cr uciales y solas, par a quienes no podemos abandonar nos al sueño de la elección, a quienes amamos en los umbr ales, mientr as vamos y volvemos, en las hor as entre amaneceres, mir ando hacia dentro y hacia fuer a, al tiempo antes y después, buscando un ahor a que pueda alimentar futuros, como el pan en la boca de las per sonas pequeñas, par a que sus sueños no reflejen la muer te de los nuestros: Par a aquellas per sonas de nosotr as que fuimos marcadas por la impronta del miedo,


esa línea leve del centro de nuestr as frentes, de cuando aprendimos a temer mamando de nuestr as madres porque con esta ar ma, esta ilusión de que podría existir un lugar seguro, los pies de plomo esper aban silenciar nos. Par a todas nosotr as per sonas, este instante y este tr iunfo: supuestamente , no sobreviviríamos. Y cuando el sol amanece tememos que no per manezca en el cielo, cuando el sol se pone tememos que no vuelva a salir al alba, cuando nuestro estómago está lleno tememos el empacho, cuando está vacío tememos no volver a comer jamás, cuando nos aman tememos que el amor desaparezca, cuando estamos en soledad tememos no volver a encontr ar el amor, y cuando hablamos tememos que nuestr as palabr as no sean escuchadas ni bienvenidas, pero cuando callamos seguimos teniendo miedo. Por eso, es mejor hablar recordando que no se esper aba que sobreviviér amos. “ “Leta nía de la super vivencia” 1978 . Audre Lorde


Escr ibo este texto en el Día Inter nacional de la Mujer,

luego de nueve meses de tr anscur r ido el acontecimiento inter nacionalmente

conocido

como #NiUnaMenos . Junto con La Casa del

Encuentro; la Campaña Nacional contr a las Violencias a las Mujeres; la Comisión Provincial de la Memor ia; la comunidad Siluetazo contr a los feminicidios y las desapar iciones de mujeres, la Colectiva de ar tistas, per iodistas

y activistas #NiUnaMenos , entre otrxs, el 3 de junio de

2015 más de 200 mil per sonas pusimos el cuer po en las plazas bajo la consigna que se vir alizó por las redes sociales con el nombre de un hashtag.

El espesor de este movimiento es propio de este tiempo.

Concentr ación de cuer pos reclamando justicia

por

las

mujeres

asesinadas en México, Guatemala, Perú, Ar gentina, Chile , Br asil, Ur uguay, y otros sitios del Sur por el sistema capitalista y patr iarcalr acista y en nombre de él. Se encuentr a inscr ipto en la genealogía de las luchas de los movimientos de mujeres y feministas de la región. Este acontecimiento que nombr amos como #Ni Una Menos es una revolución profunda, un hecho cultur al de gr an significación, del cual, pienso, no hay regreso.

Profundo dolor sentimos por el feminicidio de la líder indígena

hondureña, Ber ta Cáceres, asesinada vilmente hace pocos días. Ber ta fue la pr incipal promotor a de una campaña contr a la constr ucción de una represa hidroeléctr ica en el Río Gual carque , lugar sagr ado par a el pueblo lenca. Por los feminicidios de otr as tantas mujeres indígenas, cuyas muer tes son silenciadas pero sus voces se escucharán el 21 y 22 de abr il cuando la Marcha de Mujeres Or iginar ias se haga presente por derecho al Buen Vivir. Por la detención injusta de otr a dir igente indígena, Milagro Sala en la provincia ar ge ntina de Jujuy. Todas ellas nos enseñan que las luchas contr a el sistema patr iarcal r acista continúan.

Recient emente ,

asistimos

a

un

juicio

histór ico

en el


Caso

Sepur

Zarco“Maak’alchikinloq’a ”, se tr aduce al castellano

como “me quedé sin respeto/sin dignidad ”. Todo el tiempo sus rostros per manecieron cubier tos y protegidos espir itualmente por el ar te de sus mantas y huipiles, mientr as tr anscur rían los veinte días que duró la audiencia en el Tr ibunal de Mayor Riesgo A. En ese bellísimo país de Centroamér ica llamado Guatemala, la “Vietnam de Amér ica Latina” al decir de la antropóloga Rita Segato, once mujeres q’eqchis que sólo hablan su propia lengua, tuvieron que esper ar por más de 30 años par a presencia r la sentencia a los responsables de violación sexual, esclavitud sexual y doméstica en contr a de las sobrevivientes, así como los responsables de desapar ición forzada en contr a de siete hombres [esposos de las sobrevivientes] y del ases inato de una madre y sus dos pequeñas hijas. En 2010 las mujeres logr aron romper el silencio en el “Tr ibunal de Consciencia”. Su valentía las homenajea como la pr imer a gener ación de mujeres mayas que enfrentó la colonialidad de poder y género Guatemala. Un que

ya

dur a

más

de

pueblo 500

que

años,

sobrevive

a

una

masacre

la colonialidad del poder – al

decir de Aníba l Quijano - se presenta en for ma aguda en el sur del Quiché, uno de los 21 depar tamentos de Guatemala donde el ejército cometió la mitad de las 626 masacres, según el repor te de la Comisión de la Verdad Guatemala: Memor ia del Silencio . En total, las fuerzas del estado cometieron

93 % de todas las violaciones; y en un 83%

las

víctimas per tenecían a uno de los 21 gr upos étnicos.

Tr as décadas de lucha de familiares y movilizaciones

desde

Ciudad Juárez, allí donde Susana Chávez acuñar a la consigna Ni Una Más que ident if ica la

lucha contr a los feminicidios en México. La

escr itor a y act ivista, que escr ibier a Sangre en homenaje a una de las tantas mujeres muer tas, apareció ella misma asesinada en 2011. A esa consigna le siguió Ni una mujer menos, ni una muer ta más. No se tr ataba tan sólo de un problema del lenguaje . Er a un tema de cuentas.


La cuenta que no [nos] cier r a. No queremos que nos ar rebaten a otr a mujer de la comunidad de mujeres. Por eso las contamos: 1808 asesinadas, 700 desaparecidas, 400 huérfanos…

El filósofo Jacques Rancière escr ibiría en un notable libro El

desacuerdo. Política y filosofía [1996]: “La política existe cuando el orden natur al de la dominación es inter r umpido por la institución de una par te de los que no tienen par te . […] La política es aquella actividad que rompe la configur ación sensible donde se definen las par tes y sus par tes o su ausencia por un supuesto que por definición no tiene lugar en ella: la de una par te de los que no tienen par te [...] Es la que desplaza a un cuer po del lugar que le estaba asignado o cambia el desti no de un lugar ; hace ver lo que no tenía r azón par a ser visto, hacer escuchar un discur so allí donde sólo el r uido tenía lugar, hace escuchar como discur so lo que no er a escuchado más que como r uido.”

Las contamos todas y todos. Los familiares, las mujeres, los

movimientos de mujeres, las feministas, la sociedad. Y nos faltan. La cuenta no nos cier r a. Pedimos por eso que el Estado nos br inde los datos. Queremos la cuenta exacta. Sus vestidos [están] colgando de las perchas, sin los cuer pos. Los zapatos rojos esparcidos calles, par a tr aer las a la memor ia. Las contamos humanidad.

Pero

aún

par a

el

poder,

par a

debemos

por

exigir

comprobar

las lesa la

sistematicidad. Lo que impor ta es que hoy todas y todos compar timos el mismo lenguaje y exigimos que la cuenta cier re . De una vez por todas. Que nos devuelvan a las desaparecidas por la tr ata. Ni Una Mujer Menos, Ni Una Muer ta Más. Las queremos a todas de regreso a casa. Ni Una Menos. Tiempo al tiempo. “La revolución no es limpia, ni bonita ni veloz ” nos inter pela Pat Par ker, feminista afroamer icana.


#LasMujeresOriginariasNosParamos ParaDetenerElGenocidio #36NacionesContraElGenocidio Foro Pueblos Originarios Genoci dio y Argentinización

Moira Millán Marcha de Mujeres Originarias por el BUEN VIVIR

En este 8 de Marzo en el marco del Paro Inter nacional de

Mujeres, La Marcha de Mujeres Or iginar ias por El Buen Vivir, que nuclea a Mujeres Indígenas de las 36 Naciones Or iginar ias en Ar gentina, Manifestamos lo siguiente:

Nosotr as las Mujeres Indígenas de las 36 Naciones y las mujeres

negr as, somos conscientes de que per tenecemos al estr ato social más opr imido de este país. También identificamos la violencia exter na e inter na que padecemos, convencidas de que en este tiempo debemos ar mar nos de cor aje y decisión par a quitar las vendas que ciegan a la sociedad ar gentina y no le per mite ver la esclavitud y la violencia que padecemos, como así también ignor an que somos la opor tunidad par a tr ansfor mar la política de muer te en prácticas de vida.

En el ámbito labor al las Mujeres indígenas confor mamos la

mayor par te de la mano de obr a esclava en el empleo doméstico, esto significa en la mayoría de los casos tr abajos en negro sin obr a social, con muy baja remuner ación, expuesta al abuso sexual y la


sobreexplotaci ón de nuestro cuer po, so bre todo par a las her manas que tr abajan cama a dentro, donde se viola sus derechos labor ales con jor nadas que super an ampliamente las 8 hor as.

La falta de aplicación de los derechos lingüísticos nos hace

sentir extr anjer as en nuestro propio ter r itor io, dificultándonos el acceso a la justicia, educación y el tr abajo.

El despojo ter r itor ial, los desplazamientos forzados que nos

obligan a vivir en las ciudades nos conducen a debilitar nuestr a identidad, sufr iendo humillaciones constantes, maltr atos descalificaciones y todo tipo de estigma tización, que no nos deja otr a opción que invisibilizar nos, camuflándonos par a ser aceptadas.

Se nos categor iza de viller as, cabecitas negr as, migr antes

negr as, sin embar go desde el fondo de nuestro ser percibimos que somos otr a fuerza identitar ia que tiene r aíz, histor ia, memor ia, cultur a y nos vamos descubr iendo y desper tando.

Desde la confor mación de este Estado hasta la fecha, todos los

gobier nos de tur no se han encar gado de violentar nuestr a mater nidad, valiéndose del empobrecimiento a los que nuestros pueblos han sido sumer gidos. Aun hoy nos ar r ancan nuestros hijos mediante una apropiación legal de nuestros niñas/os que justifican como adopciones necesar ias. Desconocemos el par adero y el destino de nuestros hijos, que nos son ar r ancados por la propia Justicia.

El tráfico de niñas/os van en aumento en la Ar gentina, algunos

son extr aídos de su Familia por estr ategias engañosas de ONG o de par ticulares que llegan con supuesto animo de ayudar nos, llevándose a nuestros hijos a los cuales nunca más volvemos a ver, otros son secuestr ados por gr upos mafiosos que oper an en las redes de tráfico de niñas/os par a la explotación sexual o labor al. Otr as mamás nos testimonian que han encontr ados los cuer pitos de sus bebes y niños muer tos vaciados de sus ór ganos y cocidos ar rojados como si fuesen


basur a.

“Esto está aconteciendo en este País llamado Ar gentina no es

ciencia ficción, es la realidad que vivimos y queremos cambiar.”

La política Hospitalar ia agresiva, maltr atador a y deficiente

ar roja como resultados índices crecientes de muer te en par tos, dar alumbr amiento en un hospital se está convir tiendo par a muchas de las mujeres or iginar ias un r iesgo.

La desnutrición infantil, también crece, dónde había una

natur aleza verde , generosa, fér til y abundante , hoy hay desier tos, con ríos y aguadas secas, o en algunos casos altamente contaminados. Según estadísticas elabor adas por médicos en los ter r itor ios Wichi, en la provincia de Salta infor man que 6 cada 10 niños no llegarán a cumplir doce a ños mor irán entre los 7 y 9 años aproximadamente . Las niñas son en la totalidad de las 36 naciones indígenas el sector más violentado y afectado por la pobreza, y el maltr ato.

La viol encia institucional de los gobier nos y sus políticas

represivas, se van instalando con natur alidad e indiferencia social sobre los cuer pos de nuestros pueblos, fundamentalmente el de las mujeres or iginar ias.

Un ejemplo de ello es el caso de Mar ia Mendoza, lidereza de

su comunidad Nam Qom, que junto con su mar ido y miembros de su comunidad luchan contr a la instalación de una planta de cianuro en sus ter r itor ios, Dioxitec , ha sido apresada al igual que su mar ido, amedrentada, han golpeado a sus hijas, y está amenazada de muer te .

Las mujeres que integr an la comunidad mapuche Lof de

Resistencia Cushamen, provincia de Chubut. Fueron repr imidas juntos con sus niños, encer r adas en una casita precar ia todas juntas con sus hijos resistieron contr a los ataques de centenares de efectivos de la gendar mería nacional, que luego de tir ar les la puer ta abajo las ar r astr aron de los pelos sacándolas de las viviendas en las que se


hallaban, sus hijos fueron testigos, aún hoy per siste en ellos el pánico y el tr auma de este enero sangr iento.

En la quebr ada de Huamhuaca, Tilcar a, las her manas Mir ian

Alfaro, Verónica Mamaní y otr as her manas y miembros de su comunidad, han llevado adelante una fir me resistencia contr a el desalojo de su comunidad, que les ha significado per secución, intimidaciones, y presiones de todo tipo.

El gober nador de Chubut le ha d eclar ado la guer r a al pueblo

mapuche , su ensañamiento no solo con el lonko Facundo Huala, a quién tr ata de ter ror ista sino también en todas sus inter venciones en la prensa difama, miente y descalifica, a la activista mapuche Moir a Millán, quién en la pr imer a gestión de Mar io Das Neves como gober nador, debió exiliar se junto con sus hijas en Buenos Aires, tr as haber sido amenazada con un revolver por un sujeto que en nombre del gober nador le advir tió que tenía cinco minutos par a ir se de la provincia. Si bien han pasado 7 años de aquel suceso, este nuevo mandato del mismo per sonaje adquiere hoy más violencia e impunidad. Aun así las mujeres indígenas no par aremos de luchar aunque tememos que en algunos casos el costo sea la muer te .

¿Quién sino vos, cuándo sino ahor a?

#36NacionesContraElGenocidio Mail: contacto@or iginar ias.net Facebook: Foro-genocidio-y-pueblos-or iginar ios Twitter : @ForoYGenocidio Telegr am: @ForoGenocidioOr iginar io Web: or iginar ias.net


Nancy Garín e Antoine Silvestre

El sistema colonial ha siempre usado la producción de legalidad

como fundamento de lo que se puede denominar como el mito de la univer salidad occidental. El mantenimiento y el for talecimiento del sistema económico y de dominación ha requer ido forjar en Occidente un conjunto legislativo pero aplicar lo globalmente , a medida que las potencias europeas invadieron las tier r as car togr afiadas en los 5 continentes. Tomando su mayor desar rollo par tir del siglo XV, tal pensamiento europeo ha sido atr avesado por lo que De Sousa denomina las líneas abismales.

La supuesta univer salidad del “código” europeo convivió con

una diferenciación r adical entre el ter r itor io de la metrópolis y los ter r itor ios de l as colonias. Se establece un doble estándar que sopor ta y esconde el mito de la univer salidad occidental: la “civilización” europea moder na es a la vez univer sal y a la vez reser vada a un solo lado de la línea abismal. Tal montaje simplemente invisibiliza, pone en abismo los ter r itor ios coloniales, dejando campo libre a la barbar ie del mayor desar rollo de acumulación capitali sta.


La histor ia no se repite , pero sus efectos vuelven una y otr a

vez. La producción de legalidad sigue escondiendo el mismo mito, sigue bor r ando el Sur. Clar amente , las nuevas líneas responden hoy a una violencia institucional que tr aza los abismos contemporáneos no geográficamente sino ver ticalmente sobre los pueblos, entre los cuer pos. La categoría del ciudadano toma especial relevancia bajo tal per spectiva. La figur a del ciudadano sir ve por una par te como retór ica de reclamo de derechos humanos en este lado de la línea abismal. Por otr a par te , al otro lado, su ausencia y los dédalos que ella representa, nor malizan y legalizan las más flagr antes violaciones de derechos.

Del mismo modo las luchas decoloniales hoy no se limitan a

los ter r itor ios de las ex colonias, sino que crecen y se hacen cuer pos en las propias metrópolis de poder. Desde el campo del ar te , las diáspor as metropolitanas enuncian y luchan contr a la colonialidad sostenida en el tiempo y sus efectos.

Tr abajos desar rollados en las propias metrópolis coloniales, por

numerosxs ar tistas, investigadorxs, creadorxs que se han desplazado o circulan desde las ex colonias a los centros de poder occidental [Europa, EE.UU] centr an sus tr abajos en cuestionar la estr uctur a y evidenciando que la colonialidad no es pasado, sino que es matr iz de presente .

Es el caso de ar tistas como Dani ela Or tiz [Cusco/Barcelona],

Fr ancisco Godoy [Santiago de Chile/Madr id], y Duen Sacchi [Aguar ay/ Bilbao/Bacelona] que desde un sostenido tr abajo de investigación ar tística y comisar ial vienen cuestionando las política de control migr ator io, las fronter as más allá de lo geográfico, la r acialización y discr iminación del cuer po migr ante , cuer po mujer, cuer po tr ans, otros cuer pos que no hacen par te de la “legalidad ciudadana” del Estado Español y Europa, que per petúan el orden social colonial en la contempor aneidad y denota las lineas ab ismales dester r itor ializadas.


La Inter nacional Er ror ista, sin ter r itor ialidad única nació un Sur

del mundo en el 2005 cuestionando el nuevo orden mundial basado en el discur so sobre el Ter ror ismo. La estigmatización y producción del imaginar io visual sobre el nuevo “enemigo global” r acializado, marcado por la diferencia de clase , de sexo, habría la justificación perfecta par a la nueva etapa de explotación capitalista. El enemigo global vs una resistencia global en la idea sostenida del inter nacionalismo como posibilidad.

Luchas globales y tr ansver sales de muchos sures, como los que

la ar tista Mireia Sallarés [México/Barcelon]) quien aborda la condición política de ser mujer, condición que marca una más de esas líneas abismales contemporáneas, con ter r itor ialidad difusa.

En el movimiento casi inver so ar tistas como el colectivo

murciano-viscaino Jeleton,

marca esa diáspor a desde la metrópoli

haciéndose car go de su condición de pr ivilegio metropolitano colonial, pero dando cuenta de esos “otros sures” dentro del nor te ter r itor ial.

La re-configur ación ter r itor ial de la colonización en cuanto a

matr iz de poder, explotación, nor malización y violencia; reconfigur a las for mas de lucha, nos abre la necesidad y posibilidad de pensar e imaginar, de redibujar discur sos y for mas donde la visualidad y el campo del ar te pueden ser her r amientas potenciador as.


Andrea Beltramo Cruzar los Andes, quebrar fronteras y alzar la voz

Mir ar desde adentro y par a adentro. ¿Qué sería? Algunas

propuestas teór icas hablan del Sur par a el Sur, quebr ando el binomio de poder que i mplica responder siempre a un Nor te , entendiendo los puntos cardinales como las relaciones de fuerzas, mater iales y discur sivas, los ejes de poder geopolíticos que constr uyen pensamientos, prácticas y saberes en la división jer arquizada del mundo desde la moder nidad a esta par te . De hecho, la suma de procesos que nombr amos moder nidad y capitalismo, así en su univer sal singular, si pudiese ser vista como una moneda, en una de sus car as estaría inscr ita la huella de los viajes de conquista como la condición fundacional.

¿Cómo se constr uyó, cómo se inscr ibió en los ter r itor ios

patagónicos la lógica de la colonialidad? Par a comprender qué es lo que está en disputa cada vez que encarcel an a un referente indígena, se desaloja un ter r itor io, se usur pan los recur sos par a intereses pr ivados como los de Lewis, Bennetton, las empresas miner as, petroler as y compañía, echamos mano del tr abajo de Adr ián Moyano, per iodista y


licenciado en Ciencias Políticas, autor de “Crónicas de la resistencia mapuche” y “Komütuam descolonizar la histor ia mapuche en Patagonia”, dos obr as imprescindibles. En el comienzo de la segunda desar ma de for ma contundente el mito acerca de la extr anjer ización del pueblo mapuche:

“[…] Si antes de 1492 Amér ica no figur aba en ningún mapa, la

Patagonia tampoco. Los pueblos que por entonces vivían en el Puelmapu no pensaban en tér minos patagónicos. Cr uzaban las montañas desde el este hacia el oeste y vicever sa […] pero no constr uyeron sus espacios ter r itor iales en referencia a los poster iores contor nos de la región. Fueron los españoles quienes después de bautizar al continente que intentaban conquistar, denominaron Patagonia a los dominios de las parcialidades mapuche y gününaküna. La identificación recién comenzó a difundir se en el siglo XVI, aunque exclusivamente entre los winka. Quizá resulte difícil aceptar la conclusión, pero ni mapuches ni tehuelches vivieron en Patagonia. Claro que el ter r itor io existía y sus habitantes también, pero éstos daban sus propios nombres a los espacios donde residían […] La faceta cur iosa del asunto es que , par a el sentido común, parecier a que la Patagonia se llamar a así desde siempre […]”

Lo que tiene el r acismo es que es efectivo, se instala en lo más

profundo de nuestr as subjetividades y se reproduce sin cesar, como un r umor, hast a que alcanza políticas públicas, estr ategias militares y el objetivo de exter mino lento, sin pausas, par a ir aplacando cualquier for ma de constr ucción alter nativa que haga perder pr ivilegios a los que hace apenas unos pocos cientos de años decidieron hacer patr ia en color celeste y blanco.

Civilización y barbar ie .

La

cr iminalización,

per secución

y

represión

hacia

las

comunidades i ndígenas - todas, no sólo las mapuches - por par te


del Estado ar gentino de este lado de los Andes y del Estado chileno al otro lado, es un hecho que diferentes asociaciones en defensa de los derechos humanos vienen denunciando a ambos lados de la cordiller a. La civilización er a esto, instalar la barbar ie , la violencia y la represión. Existe un despliegue de medios funcionales a la colonialidad aún vigente , las políticas económicas extr activistas; los medios de comunicación al ser vicio de empresar i os locales y tr asnacionales, ellas mismas propietar ias de esos espacios de [des]infor mación; la implementación de un sistema policial de vigilancia y control militar en las fronter as a par tir de las leyes antiter ror istas de ambos estados; la militar ización de las fronter as inter iores y de la región en gener al; la folclor ización esencialista de la identidad indígena y la demonización de la lucha de las comunidades, entre otr as tantas for mas en las que los poderes fácticos despliegan el sostenimiento del pr ivilegio colonial, nacional y popular.

La violencia del gr an maestro de las aulas y la ar gentinidad

alfabetizada, de guardapolvos blancos, muy blancos y unifor mados, fr ente a los colores de la diver sidad de los pueblos indígenas. Mientr as en los ter r itor i os se homenajean los colores de la tier r a, la civilización patr iótica que pensar a Sar miento mir a al cielo de dioses europeos y constr uye el celeste y blanco. Subjetivar nos blancos y blancas no es una cuestión de fenotipos sino de hor izontes de per tenencia, una r acialización que jer arquiza y da poder a unos sobre otros. Por eso ur ge quebr ar las fronter as del ‘ser nacional’ y problematizar sus orígenes, sus tr ayector ias y su presente .

Publicado en Der rocando a Roca em agosto 2016.


Sou uma Carolina Tr abalhei desde menina Na infância lavei, passei, engr axei... Filhos dos outros embalei Sou a negr a escr itor a que virou notícias nos jor nais Foi do Quar to de Despejo aos progr amas de TV Sou uma Carolina Escrevo desde menina Meus textos for am r asgados, amassados, pisoteados Tula Pilar Poemas

For am tantos beliscões Pelas bandas lá de Minas Eu sou de Minas Ger ais Fugi da casa da patroa Vassour a não quero mais A caneta é meu troféu Borda as palavr as no papel É tudo o que quero dizer Sou uma Carolina Feminino e poesia A negr a escr itor a que foi do Quar to de despejo aos progr amas na TV Hoje uso salto alto Vestido decotado, meio cur to e com babados Estou na sala de estar No meu sofá aveludado Porque ... Sou uma Carolina Feminino e poesia Pobreza não quero mais A caneta é meu trofé u Borda as palavr as no papel É tudo o que quero dizer... Carolina...


O amante secreto O encontrei perdido, naufr agado nas mazelas da vida... afundado no br igue imundo Com o olhar tão tr iste que parecia não ter mais um ser dentro de si De repente sor r iu, feliz com minha presença Seu olhar reluziu e seu ser pareceu iluminado, r adiante ... Num abr aço car inhoso, acar iciou-me a nuca com mãos macias Com um ar repio pelo cor po aconcheguei-me Retr ibui-lhe um beijo ousado, carente e cuidadoso mas, um medo de amar endureceu meu cor ação Liber to em seguida pela confiança de seu toque Em um bar r aco precár io, uma condição desumana O telhado de zinco, nem tão alto, a nos espreitar ,com remendos de cimento br anco, encardidos talvez pela poluição da cidade ... Em seu inter ior, o aconchego par a o amor Er a como estar com o homem que eu quer ia, na cama


que escolhi Nessa madr ugada, tantas carícias romper am nossos medos mais desconhecidos... Sua ereção volumosa alterou meus neurônios Como se eu usasse um potente alucinógeno A maciez de nossas pele s, o cheiro bom de nossos cor pos Um êxtase tão for te que me fez chor ar... E o amante secreto, gemeu alto espalhando seu gozo quente , há muito opr imido, por sobre meu ventre Amanheceu o dia! A clar idade penetr ante pelas frestas do bar r aco Ao longe , um cantar da sabiá... Bar ulho de fábr icas funcionando, Bar ulho dos homens, bem cedinho, jogando bola na quadr a ao lado da favela O cor ação do amante pulsava ofegante junto de meus ouvidos, junto de meus cabelos desgr anhados ... Um momento perfeito par a que duas pessoas trocassem seus desejos.


Os pés me levam para meus sonhos Caminho pela cidade Caminho pelo mundo Buscando meus desejos.. Estive aqui Estive lá Estou junto de mim Volto na infância Onde os pés liber tar am-me Pelos campos de ter r a ver melha das Minas Ger ais Cor r i par a br incar de pique-esconde Pular corda, amarelinha -Joga a bola! -Olha a pipa no céu junto com o arco-ír is! -Choveu! A água da chuva na enxur r ada Nossa roupa cheia de bar ro -Xiii! A mãe vai bater na gente .. -Vamos lavar na cachoeir a! -Não! Lava na lagoa! -Na água do r io! -Bate os pés! Nada rápido senão, afunda! Está de noite -Vamos par a casa! - A mãe vai chegar! -Tia, acenda a lampar ina! -Machucou o pé de novo,menina! Pés com eter nas marcas de infância Dor mem par a descansar... Acordam cedo par a tr abalhar Caminham par a o centro da cidade Os pés me levam par a onde quero ir... Par a onde posso sonhar!


Tetas que deram de mamar ao mundo Nua, simplesmente nua Deusa ador ada em flor! Negro, veludo,cetim Tetas caídas a alimentar bocas estreitas Tetas caídas, far tur a ancestr al par a as bocas aber tas Centenár ias tetas far tas par a as bocas rosadas Tetas que der am de mamar ao mundo... Amas de leite abençoadas! Pelos

car apinha,

opiniões,

espantosa

vontades,

maciez

capr ichos...

Tetas

Emar anhando retalhadas,

retr atadas Botões pregados em manifesto Costur ados par a enfeitar Ador nando os pescoços das YABÀS Por entre as tetas a balançar Botões nas costur as das bisavós Nós nos retalhos a desatar as cicatr izes, as dores, as doenças de mulher... Retalhos e costur as desatando nossas amar r as Representando a força tir ada da bar r a das saias nos porões escuros dos navios Crespos esvoaçantes! Nuas, as tetas fotogr afadas Nú, o ventre saliente Ador nos em botões, tetas caídas nuas Representando as for mas da mulher Nua, simplesmente nua...


Izabela Moi Narrativas fora do lugar [esperado]

Eu acredito que o jor nalismo está par a a democr acia assim

como as histór ias, contadas, estão par a a for mação de uma sociedade . Um não vive sem o outro. É mais que simbiose , é pur a dependência.

As hist ór ias que contamos de nós mesmos, do que fomos,

do que somos, do que seremos [ou queremos ser] é a maneir a que encontr amos par a nos fazer existir como indivíduo e como coletivo. Como indivíduo é como explico a mim mesmo e aos outros a minha identidade , minha relação com o espaço e o tempo, com a realidade e os sonhos. Como sociedade , é como me conecto com outros que vivem parcial ou integr almente essa mesma histór ia.

Por isso a nar r ativa dessa histór ia, quem conta, quem par ticipa,

o que faz, como faz, é tão impor tante . Por isso cuidar e pensar sobre isso é fundamental.

Na ponte par a o jor nalismo & democr acia, desde que o

pr imeiro jor nal foi “inventado” [ou publicado], continuamos podendo fazer a análise análoga.

Pense numa cidade do tamanho de São Paulo. 96 distr itos


na cidade , 38 cidades adicionais fazendo a região metropolitana da Gr ande São Paulo.

No total, cerca de 21 milhões de pessoas que mor am, tr abalham,

alimentam-se , diver tem-se , deslocam-se diar iamente e compar tilham a mesma geogr afia. Na “idade mídia” que vivemos, onde quase toda a comunicação é “mediada” e onde o conhecimento é matér ia mais car a na hor a de tomar decisões e poder viver melhor, o jor nalismo tor nouse moeda cor rente .

E par a mover-se , estas mulheres e estes homens, habitantes

da megacidade , precisam mais do que nunca de infor mação. E par a conviverem, par a não se acharem diferente do outro, par a enxer garem o bem comum, enfim, par a que vivam em uma democr acia.

Na última década, pr incipalmente , os recur sos reduzidos

dos meios de comunicação, a velocidade de publicação exigida pela revolução tecnológica e a crescente complexidade do contexto urbano fizer am com que o noticiár io na capital paulista [que aqui é apenas um exemplo ao lado de tantos outros!], a maior cidade da Amér ica do Sul, se concentr asse cada vez mais no “fácil, rápido e simples”.

Ou seja, no que acontece nas proximidades das redações dos

jor nais, revistas e televisões, em mundos muito próximos e conhecidos de seus jor nalistas, que também vivem nas imediações – o “centro”, onde fica concentr ado o poder econômico e político das gr andes áreas urbanas.

As

per ifer ias

porque

está

nas

mar gens, nas

bordas,

“distante” geogr aficamente — ficar am de for a da cober tur a de boa qualidade ou for am mal-representadas p or relatos de atos violentos, pelas estatísticas de pobreza e em uma ou outr a atr ação cultur al. Invisibilizou-se , simplificou-se , ocultou-se a realidade de mais de 80% da população par a a própr ia população.

Convivemos então, placidamente , com a “simples” violência da


nar r ativa constr uída por poucos par a muito poucos. A violência da exclusão pela ignorância [voluntár ia ou involuntár ia] de muitas outr as histór ias.

É contr a isso que tr abalha a Agência Mur al de Jor nalismo das

Per ifer ias, desde seu for mato inicial de blog, iniciado em 2010. Um dos eixos que nor teiam nosso tr abalho cotidiano é que não acreditamos que fazemos um jor nalismo de gueto. Não há a bandeir a de escrever “como per ifer i a” — nós recusamos a geogr afia da exclusão. Não há o discur so “de nós par a nós”.

Nós somos todos nós. As per ifer ias, no plur al, porque são

diver sas, só são per ifer ias porque for am abandonadas pelo Estado. Senão, apenas par a voltar ao exemplo da cidade de São Paulo, Campo Limpo ser ia uma Vila Mar iana. Jardim Damasceno, Santana. Per us, Vila Madalena.

Ou sej a, produzimos notícias — nar r ativas — sobre uma

deter minada região geográfica, como o faz um cor respondente de Nova Yor k. Ou Londres. Ou Fer r az de Vasconcellos. Ou Par aisópolis. Que diferença faz? O cor respondente da Agência Mur al é local. É um “mur alista”.

Aliás, não é à toa que aqui podemos fazer um breve inter valo

de reflexão e voltar ao movimento mur alista de ar te fundado por River as e outros: a ar te ao alcance de todos [ou da maior ia], a ar te incluindo todos os temas [ou não excluindo mais a maior ia]. Todos er am mur alistas. Todos são mur alistas, de novo.

Nosso nome me faz, com alegr ia pelo acaso, relembr ar o

manifesto do movimento mexicano que invocou o direito à ar te no início do século 20.

Três pr incípios ali têm a ver com o Mur al de hoje , e eu adapto,

livremente , do fazer ar tístico par a a ar te do jor nalismo: incluir as vozes não ouvidas e dividir com eles o fr uto do nosso tr abalho; acreditar


mais na colabor ação do que nos talentos individuais par a promover a cr iação e a cr iatividade; e que infor mar-se é tão impor tante quanto par ticipar da p rodução da infor mação.

Por isso, não há como negar, há, sim, um engajamento inevitável,

porque é preci so desconstr uir os pré-conceitos vigentes na cober tur a dessas áreas “geográficas” excludentes —a geogr afia que segrega classe social, “r aças”, gêneros.

A cober tur a do Mur al produz notícias que vão infiltr ar-se na

nar r ativa dominante par a negar o estereótipo solidificado ao longo de anos: de que par a as per ifer ias só sobr am dois tipos de histór ias, o da violência, ou o da “carência”. Negamos a ver são exótica da nar r ativa ou, como digo, o zoológico da pobreza. Ser mor ador das per ifer ias não é uma qualidade das pessoas, é um estado de residência.

Os mur alistas estão preocupados em cobr ir a realidade de suas

regiões. Aonde outros jor nalistas e veículos não chegam. Não sabem chegar. Não querem chegar.

E se esses locais são menos atendidos por infr aestr utur a e têm

menos opor tunidades de emprego, os mor adores têm o direito de enxer gar seu contexto a par tir de um processo de tr ansfor mação, não como uma fatalidade imutável. Reengajar o leitor par a que a infor mação seja útil e par a que , ao mesmo tempo, a audiência par ticipe de sua produção e cir culação.

Nossas histór ias, por tanto, tr atam sim dos problemas, mas

também das soluções. As repor tagens sobre a pujança cultur al das per ifer ias vêm menos prontas par a o consumo fácil do olhar “de for a” e , com suas complexidades, impelem a audiência a se conectar. Consumir a notícia sobre o sar au, o restaur ante “popular”, o show do r apper é impor tante , mas os mundos continuam separ ados. Por isso é impor tante quem escreve , quem é o repór ter, que inclui todas as nuances da realidade na notícia. Par a conectar lados e acabar com a


separ ação entre nós e eles.

Mas a missão do Mur al vai além. Não estamos satisfeitos em apenas

contar as histór ias. Queremos que elas circulem. Queremos que todos leiam. Se fazemos par te da mesma Gr ande São Paulo, quem somos nós, se não todos nós? Precisamos reintegr ar o olhar sobre a cidade .

Acreditamos que as pessoas que mor am nas per ifer ias da região

metropolitana devem ter opor tunidade de se enxer gar como par te do todo. No blog, e agor a com o tr abalho da agência, elas podem ter acesso a outr as visões sobre onde residem. Mor ar nas per ifer ias começa a ser nor malizado como uma posição geográfica – com todos os seus problemas –, mas não mais como um destino.

As repor tagens dos mur alistas reforçam que a saída não é nem

apenas valor izar as qualidades das per ifer ias nem fugir delas. A verdadeir a solução está em tr ansfor má-las, tr ansfor mar as per ifer ias em centro –de atenção, de foco de desenvolvimento, em novos centros da cidade .

Assim, fazemos outr as ações de jor nalismo que têm a ver com a sua

distr ibuição, ou seja, nossa audiência, os cidadãos dessa mesma gr ande área metropolitana. Na er a digital, nós optamos por não negligenciar o “ao vivo”, quando ocupamos um espaço em um evento cultur al em uma per ifer ia par a levar até os mor adores as nossas repor tagens e promover o contato direto com os própr ios cor respond entes locais.

Se um veículo não é relevante par a sua audiência, ele vai mor rer. Em

tempos de cr ise na indústr ia do jor nalismo, acreditamos que engajar o leitor não é apenas (como se fosse pouco) uma questão de acreditar que sustentar uma imprensa livre e ativa é condição pr imordial par a contr ibuir no for talecimento da democr acia. Hoje é questão de sobrevivência. Agência Mural de Jornalismo das Periferias http://agenciamur al.com.br/ Trechos do texto publicado em: http://obser vator iodaimprensa.com.br/tendencias-no-jor nalismo/nasce-aagencia-mur al-de-jor nalismo-das-per ifer ias/


Mulheres da Periferia Manifesto


“Somos maior ia. Somos minor ia. Pobres, pretas, br ancas, per ifér icas. Migr ante , nordestina, baianinha, quilombola, indígena. Somos aquela que , depois de 8h de tr abalho e 4h no tr anspor te público, – “Dá um passo mais pro fundo, colega”, que ainda passa a roupa e nina o bebê. Mas mesmo assim ar r uma tempo par a o lazer. A novela, a música, a dança, o livro, anestesia, faz sonhar, faz esquecer. Somos quem tir a a toalha molhada de cima da cama, e leva os copos par a a cozinha. – “”A janta tá pronta?”” Somos as mães que tr abalham par a as filhas estudarem. Somos as filhas que se for mam na univer sidade par a as mães voltarem par a a escola. Somos

operár ias,

empreendedor as,

manicures,

jor nalistas,

costureir a s, motor istas, advogadas. Somos esposas, mães, ir mãs, pr imas, tias, comadres, vizinhas. Somos a menina que não pode br incar de bolinha de gude , nem de car r inho de rolimã. Somos a ir mã que cuida dos ir mãos mais novos até a mãe voltar do ser viço. E que lava a louça do almoço enquanto o ir mão vai jogar bola. Somos a novinha insegur a que esconde que ainda tem vontade de pular amarelinha, e se produz pr a impressionar no baile . E lá desce até o chão. Somos aquela que , quando o car a pede , faz tudo o que


ele quer. – “Pir iguete , pir anha, vaca, vadia, vagabunda, puta””. Somos quem não pode andar sem acompanhante na r ua à noite . Somos proibidas de frequentar os bares e botecos. Somos aquela que não pode ter amizade com alguém de outro sexo. Somos aquela que é cr iticada por não ter mar ido. Somos apontadas na r ua ao buscar camisinha no posto de saúde . Somos cul pabilizadas por filhos indesejados. – “Quem gar ante que esse filho é meu?” Somos mães solteir as que registr am os nomes dos filhos de pais “desconhecidos”. Somos as “ ”mãezinhas”” que gr itam nos cor redores da mater nidade . – “Na hor a de fazer não gr itou!”. Somos avós que cr iam os fr utos da gr avidez na adolescência. Somos aquelas que amam os filhos da patroa. Somos quem dá conta do recado quando nossos homens faltam. As que segur am as pontas quando são presos. Somos quem chor a quando nossos filhos são mor tos por serem suspeitos. Somos mã es de maio, de junho, setembro… Somos quem vai ao posto atrás de remédio e pr a agendar consulta pr a daqui a cinco meses. Somos quem cr ia os abaixo-assinados par a pedir creches. Somos quem tr abalha em mutirão car regando bloco e fazendo mar mita. Somos quem denuncia que a vizinha apanha do mar ido. Somos amor, perdão, paciência, doçur a, for taleza. Somos esper ança. Somos Nós, mulheres da periferia!”


Juny Kraiczyk Ser ou não ser não é uma opção

Você sabia que o Br asil é o país que mais mata tr avestis no

mundo? Entre janeiro de 2008 e março de 2014, for am registr adas 604 mor tes no país. Os dados da rede europeia de or ganizações que apoiam os direitos da população tr ansgênero, Tr ansgender Europe [TGEU], É a cereja amar ga de um bolo que é feito com ingredientes cuidadosamente selecionados, par a que você mal perceba que faz par te desta histór ia.

Você já contr atou uma tr avesti par a tr abalhar na sua empresa?

Não? A invisibilidade das tr avestis no seu/nosso dia-dia realça a negação da sua humanidade , a segregação e a violência às quais elas estão, por nós, submetidas.

O jogo dos sete erros .

Violências banais como olhar par a uma tr avesti como uma

espécie de “Jogo dos Sete Er ros”, onde as regr as são clar as: perde-se um ponto a cada car acterística inconveniente . Qualquer coisa que fuja


ao que é consider ado própr io à tal “mulher de verdade”.

Quer jogar? É fácil: obser ve atentamente o tamanho do pé, os

pelos, as mãos e o tom da voz.

Mas não se perca com os detalhes banais, como as semelhanças

entre o tr ansfeminicidio e o feminicidio, ou a violência pr aticada pelos “homens de bem”, que se dispõem, com socos e pontapés, a apresentar a conta pelo mau compor tamento sexual de cer tas mulheres e tr avestis, assinaladas igualmente como “putas” ou “loucas” .

O mais relevante par a jogar bem este jogo é a adivinhação

inicial! Procure olhar atentamente no meio das per nas e descubr a que ór gão está escondido embaixo das roupas íntimas? Vagina? Pepeca? Buceta?

Ei, cuidado! Jamais confunda com pau, cacete ou falo.

Lembre-se é só este inigualável ór gão que impor ta!

Se todo o resto, gestos, vivências, amores, desejos e sonhos for

muito, muito semelhantes à gr ande maior ia dos seres assignados como per tencente ao gênero feminino, esqueça. É mer a ilusão!

Afinal, mulher de verdade é pur a, natur al, meiga, feminina, frágil,

passiva e blá, blá, blá. Bela, recatada e do lar. Não é? E se é, pelo jeito, é tudo culpa da “p epeca”. Assim se explica a obsessão em adivinhar sua existência, ou não, entre as per nas das pessoas.

A questão de ser ou não ser.

Depois de esclarecidas as regr as do jogo, voltemos à vaca

fr ia: consider ando que tr avestis se constituem a par tir de um ato tr ansgressor, não porque queir am necessar iamente , então não há opção. É imper ativo contr ar iar a nor ma e tr ansgredir a constituição cor pórea, dada biologicamente , par a poder adequar o aspecto de seu cor po ao que ela sente e deseja.

A “tr ansgressão”, no entanto, relacionada ao ato de tor nar-


se uma tr avest i, não é lá muito bem vista pelos nobres valores desta nossa sociedade .

Apontar alguém que escapa da nor ma heterossexual e binár ia

de gênero como “estr anho”, “anor mal”, é uma for ma de tor ná-lo[a] um “ser abjeto”, “menos humano”, cabendo-l he [quase como um destino] apenas as mar gens e as per ifer ias sociais como sempre nos repete a teór ica amer icana Judith Butler.

Neste caso, a concepção patológica atr ibuída às tr avestis

reproduzem relações de poder e de dominação de diver sas matizes, de classe , de “r aça” e de gênero. é

E como todos sabem, par a manter os poderes estabelecidos, preciso

que

o

indivíduo

per maneça

na

tal

situação

de

“heteronor matividade” e isto não ocor re de maneir a natur al, como muitos acreditam.

Muitas regras para quebrar.

Par a manter um indivíduo numa dada ordem social de gênero e

sexualidade , é indispensável que as nor mas que regulam e mater ializam a ordem [por exemplo: “sexo biológico, masculino, por exemplo = homem = práti ca sexual com mulheres”] sejam nor matizadas e que se estabeleça antes mesmo de seu nascimento [meninos de azul, meninas de rosa], e que sejam continuamente reiter adas, vigiadas e quando necessár io, impostas com punição.

Como algumas igrejas que prometem a cur a gay, a sociedade

que resiste ao uso do nome social e ou projetos de lei que querem impor que o tema identidade de gênero seja retir ado das escolas.

É assim que se mantém a “heteronor malidade” como regr a,

que tudo par ece se justificar no pressuposto da indigência de “nor malização”.

E ainda que as nor mas sejam r atificadas e endossadas a todo

instante , a existência de pessoas que escapam e não se ajustam às


mesmas, tais como as tr avestis e os/as tr anssexuais, é impor tante par a reafir mar e definir, por contr aposição, uma referência entre quem se adequa [os ditos “nor mais”] e os “outros”. Neste caso, os cor pos tr ans são pensados por par te da sociedade como a mater ialização do fr acasso do “homem e/ou da mulher de verdade”.

As tr avestis são por tanto as que questionam com a própr ia

existência este modelo homogeneizante , hier arquizado e binár io, desor ganizam as nor mas e provocam um desajuste no discur so da imposição “nor mal”.

Em ter mos de políticas públicas [e também pr ivadas], sob a

ótica de “vigiar e punir” [temos de lembr ar Foucault!], enquanto nas instituições escolares inexistam progr amas que discutam o direito univer sal ao estudo, diretores e alunos se per guntam “que banheiro se destinará às tr avestis?” alguém logo pensa “melhor não usar nenhum”. A par te visível [instituições] e a invisível [o dispositivo], per ver samente enamor am-se na cr iação de técnicas minuciosas e detalhadas do poder sobre o cor po, da vigilância e da punição, em prol da nor malização dos sujeitos.

As pessoas tr ans colocam par a nós, o desafio de escapar

de tal regime socialmente constr uído e a possibilidade de cr iar um novo modelo de sociedade que seja capaz de acolher e legitimar as demandas dos diver sos cor pos, de diver sas subjetividades e diver sas expressões de gênero e sexualidades.

Inc lusive a sua!


Fabiane Borges Tecnomagias

No pasto há uma porção de antenas feitas de madeir a, ar ame

e samambaia. As pessoas estão fazendo uma rádio telescópio par a detectar os sons emitidos pelos r aios do sol e de Júpiter. Elas apontam a antena ar tesanal par a as estrelas e ouvem o r uído. Gr avam o som e o tr ansfor mam em óper a noise . Faz algum tempo que pr aticam esses atos. Inver tem a lógica científica competitiva evolucionár ia, e voltamse par a processos mais lentos, colabor ativos, involucionár ios. Fazem isso por acaso, ativismo, talvez companhia.

A 10 metros da antena do sol há outr as dedicadas a captar

infor mações de satélites. Ao escutar conver sas aleatór ias do Bolinha, as pessoas lamentam que projetos como o Dove , não seja algo comum. Os satélites dever iam ser vir par a ampliar a comunicação sem restr ições diz um, o outro replica: ninguém disponibilizar ia a façanha sem lucro. Lhes resta decifr ar dados, interfer ir em algumas frequências e se proteger de um possível ataque dos sistemas de controle .

Escutar tem consequências. Escuta-se demais esses incessantes


dados. O que fazer com tudo isso? Quantos ouvidos precisam par a dar sentido a tanta infor mação? Alguns fazem música, outros incor por am a gagueir a das frequências, vir a estilo musical - fr agmentação das fr equências – vir a também pensamento. Modo de fazer pensamento. Como se o pensamento já não fosse assim, fr agmentado e cheio de fr equências. Ao invés de alma, antena.

Subjetividade antena: alta capacidade de captação de sinais.

Processamento de dados em velocidades var iadas. Sensibilidade a fluxos advindos de todo tipo de emissão: mater iais, humanos, extr as. Inconsciente

maquínico

producente ,

ininter r upto,

processual.

Intuição avantajada. Faz inter agir elementos semióticos heterogêneos. Disponibilidade par a ar ticulação de infor mações. Cr iatividade na reemissão de dados conjugados. Riscos: Excesso de infor mação. Falhas no processamento dos dados. Choque de velocidades ger ando par alisia. Insensibilidade a deter minados fluxos. Sobrecar ga de elementos heterogêneos. Impossibilidade de ar ticulação de infor mações. Reemissão de dados sem filtr agem. Catatonia.

O Zumbi-antena está em r isco, não consegue mais falar. Olhos

escuros, orelhas mais cumpr idas que o de costume , uma espécie de cansaço das orelhas. A boca também caída, r aros sor r isos. Um pouco de med o de qualquer interferência. Segue sinais demais, ouve infor mações demais, não sabe como fazer isso caber no cor po. Um cor po é pouco demais e ele se abate . É porque talvez o cor po se protege esvaziando-se . E como fazer um cor po vazio se sustentar?

Cor po

abatido

por

excesso

de

frequências. Ouve

tudo

fr agmentado mesmo que a coisa seja inteir a. Seja o link, o satélite , a música, as últimas descober tas, as últimas guer r as, o código aber to, mais links e não par a de codar - seu único jeito de se comunicar com as máquinas. Muita linguagem nova par a frequentar. Rola teus dedos na tecla e fábr ica tua digitofagia, tua antropofagia digital! Comeu tantos


dados que ficou obeso! Tacitur no o Zumbi-antena começa a duvidar das palavr as, a cha elas insonsa, sem gr aça, com pouca ativação. Tuas palavr as não ativam minha matér ia! Ele pensa como um gato esper to: a matér ia não precisa de tanta palavr a. Por isso só fala com os dedos e não faz mais que balbuciar. Se comunica por links, códigos e sua inteligência se manifesta na qualidade dos dados que envia. Quem tem ouvidos par a ouvir ouça o Zumbi-antena profer indo códigos abstr atos como quem profere metafísicas. Metafísica é ela própr ia código abstr ato, de uma outr a sér ie . Também os humanos são códigos abstr atos, de uma outr a sér ie ainda. Tudo que existe soa a abstr ação. O Zumbi-antena olha tudo em frequência fr agmentada.

Quando sua inteligência se estir a a ponto de ar rebentar sua

individualidade , cer tifica-se que ganha extensão, mas ao contrár io de tor nar-se mais encor pado, se dissolve . Sabe da Matr ix. Sabe que não se tr ata de ficção científica. Constantemente se vê no papel de Leo, que ao comer a píl ula ver melha é tr azido em velocidade abismal ao lugar em que seu cor po realmente está. Não é na cidade , nem na cama, mas em um tanque gosmento onde fica encubado enquanto sua ener gia vital lhe é ext r aída a fim de alimentar a gr ande rede . A pílula não gar ante nenhuma felicidade , nem uma mágica liber tação. É dolorosa a constatação de que sua vida é uma ficção. É assim que o Zumbi-antena se sente . Toda sua vida tem sido roubada: os campos magnéticos de seus elétrons, suas car gas elétr icas, suas produções mais poéticas, sua intuição. Por isso o estir aço, porque lhe dói soltar-se dos cabos, dos fios, de toda ar madilha que lhe empantur r a a pele . Já não dor me , acorda sobressaltado. Sua ansiedade é um desper tador constante . Está sempre assustado e desconfia de qualquer intensidade .

Com olheir as escur as como quem tem gr avidade , com passos

pesados como quem tem mais idade , com a cabeça cur va pro lado como quem tem cacoete , seguindo os impulsos e logo desistindo por


excesso de demanda, por não controlar nenhum comando, por ter medo do escuro, do lado de for a da casa, medo da chuva, medo da maldade dos pensamentos que lhe pens am. Sabe que está longe de soltar todos os cabos. Falar lhe custa muito. Ainda doem suas cicatr izes e teme que se insistir mais um pouco na gr ande rede , será consumido por ela. Desaparecerá.

O outro, o Alquimista está num gr au elevado de par anóia e se

agar r a nas pedr as, nos metais, no fogo como quem quer fazer o mundo inver ter sua ordem, ou pelo menos desenvolver uma nova abstr ação. Se pôs ele mesmo a fabr icar silício, a extr air ouro dos computadores e decompor ar tifícios digitais, devolvendo a matér ia ao seu entor no. Planta sementes e próximo delas coloca pepitas de ouro extr aídas dos hardwares. Alguns dizem: louco! Par a que tanto tr abalho se no final ficas sem nada? Por acaso a planta precisa dessa pedr a pur ificada com água de bater ia? E os ácidos que inalas não te ativam algum distúrbio? Gastas a vida entre placas mães destr uídas!

E todo esse lixo eletrônico que te rodeia não te intoxica?

Intoxicado por um mundo tecnológico em fr angalhos ele caminha de um lado par a o outro coçando o queixo enquanto procur a cabos de fios pelados que sir vam como condutore s de ener gia, de eletr icidade , de pensamento. Quando perdido em entr aves neuróticos segue os fios espalhados pelo chão, par a achar alguma condução par a seus r aciocínios. Pensamento ligado ao fio condutor por pur a atenção, já que seus cor pos não se atr avessam ainda. O fio é a mater ialização de algum sentido, é sua for ma de se relacionar com o lixo, que par a ele é gar impo, a segunda natureza, um meio de exercer sua profissão da juventude , arqueologia. Faz suas aventur as no entulho. Sozinho a tantos anos, naquela solidão dos beber rões que bebem sozinhos, já não sonha com nenhuma companhia humana. São essas latas, esses ácidos que lhe assegur am solidez. Obser va que aos poucos seus pensamentos


ficam mais simples, mexe nas coisas pequenas e o mistér io advém daí. Quando o mistér io se tr ansfor ma em um pai gigantesco, onipresente como Deus, fecha os olhos segur ando bem for te uma pedr a de quar tzo e sofre por excesso de humanid ade . Os objetos o salvam de um provável ostr acismo, ou ainda lhe per mitem sentir-se mais próximo da natureza. Pensa-a como um gr ande jogo de inter ação, movente e contingente . Sua vontade de descr istalizar os r astros civilizatór ios começou com a leitur a do livro de J.G Ballard, O Mundo de Cr istal, desde então imagina, ao seu modo, que a gr ande ambição dos homens é cr istalizar o mundo inteiro, tor ná-lo uma tremenda máquina asfaltada e esfumacenta. Seu dever de tr abalhador menor, é inver ter o processo desenvolvimentista, devolvendo par a natureza, suas matér ias em estado br uto. Dessa for ma atua com suas duas p r incipais fissur as: estar per to dos objetos técnicos, e destr uí-los. Sua visão de reciclagem difere das habituais, que vêem em um objeto o reaproveitamento de mater iais par a feitur a de um outro objeto. Ele prefere pensar que sua missão é a de ser um reciclador do planeta e não de objetos. no

Esses pensamentos megalomaníacos lhe produzem sobressaltos cor ação, nessas

hor as

sente

um

tesão

descontrolado, uma

insaciabilidade , fome de coisa. Se masturba esfregando-se na parede de monitores, nos eletrodos, e com ajuda de um conver sor de ener gia banha-se de el etr icidade em baixa voltagem, gozando com o choque . Raros momentos em que faz amor. Momentos r aros mas cada vez mais intensos. Sente-se afetuoso e consegue falar algumas palavr as doces par a essas cor rentes vivas. Com o cor po aliviado, acar icia seu meio com gr atitude . Tudo a sua volta tem vida!

O Zumbi-antena está acossado p or excesso de infor mação, o

Alquimista se entrega a sua própr ia tr ansmutação. Um se fr agmenta na cooptação da gr ande rede , outro se sustenta com a eletr icidade .

O Zumbi-antena e o Alquimista se encontr am:


– Z-a: O que você está fazendo?

– A: Quebr ando uma pedr a de malaquita

– Z-a: Par a que?

– A: Par a cr iar um oscilador de eletr icidade

– Z-a: Você vai colocar isso no micro-ondas?

– A: Vou dissolver a pedr a, vai vir ar líquido

– Z-a: (r isada exager ada, bate o pé no chão) diz: fascista!

Faz dez anos que a Ciber-br uxa manipula er vas, temperos e

r aízes. Sabe cr iar ambiente imer sivo, se or gulha disso. Tem visitado povos indígenas latino-amer icanos com quem tem par ticipado de r ituais com plantas de poder. Nos últimos anos tem se dedicado a guiar alguns r ituais com chá de ayahuasca. Vende o r itual par a conter râneos quando está na Europa, é a for ma que consegue financiar sua aprendizagem nos paises do sul. Quando consegue ver a ser pente em for ma de DNA e sente sua textur a, suas cores, a gr andiosidade do seus movimentos, aceita o fato de ser bem pequena e estar embrenhada no mistér io. Pensa constantemente em sua mãe mor ta, que lhe ensinou ser uma wicca.

A Ciber-br uxa também sente-se perdida, depois de tantas

r aves, tantas free par ties, tantos alucinógenos, tantos amigos perdidos por overdoses e doenças gr aves, conseguiu alguma independência. Encontrou na networ k um modo de viver seu delír io. Se por um tempo vislumbrou a inteligência expandida, a união dos cérebros produtivos em gr ande escala e se encantou com a possibilidade de multiplicar-se em rede , agor a sente-se vazia, sua ener gia sugada. Cada sujeito exige seu reconhecimento pessoal, profissional e precisa de amparo afetivo e técnico, isso a exaure . Foi quando notou que a demanda deixou de ser encontro par a ser reconhecimento que começou sofrer, escapar par a retiros cada vez mais longos, em busca de outro tipo de integr ação com o mundo. Sua estabilidade aparente não resolve o esvaziamento.


Sofre de ansiedade por vêr-se cercada de per seguições. Seus amigos mais honestos se entregam às instituições. Os mais idealistas sofrem punições judiciais. O mundo de aber tur a e liberdade prometido pela inter net dos anos 90, vai se tor nando autofágica, definha num consumismo ilimitado e per secutór io, em núcleos de ações cada vez menores, ou em redes sociais devastador as, que tor na a vida comum um espetáculo cotidiano, fr agmentado, sem impor tância. Não supor ta ver a inter net submetida aos or gãos de controle e financeiros, sente isso como um gr ande fr acasso da sua ger ação. Quando bebe ayahuasca encontr a com frequência um per sonagem, como de histór ias em quadr inhos, uma espécie de “cur inga” que lhe chama pelo nome e lhe convida par a caminhar. Ela teme encontr ar a figur a, pois pensa que ele é o príncipe do networ k. Ela diz não, ele insiste . Um dia andou uns passos em sua direção, mas pensou que ser ia tr agada pelo jogo. Embor a conheça o networ k e saiba dos seus encantos e r iscos, teme que ao seguir os passos do “cor inga” se ja tr agada par a uma espécie de Cubo, de onde talvez não consiga voltar. Todo esse burbur inho das coisas comunicantes cr iando relações incessantes, fazendo políticas e alianças que ela desconhece lhe dá medo. Tem medo de se fr agmentar, de não supor tar o r uído, de saber-se desprepar ada par a saber de tamanha afecção. Pressente que pode ser despedaçada, sua ener gia vital decomposta, como se entr asse em um liq uidificador gigantesco. Não é só o aber to desconhecido que a apavor a mas também a claustrofobia. Teme os ambientes fechados, as sociedades secretas, a compactuação com deter minados regimes, se assusta com as gar r as mor ais que neles se acendem. Os imãs que podem prendê-la, imobilizá-la. Pensa no cur inga como a per sonificação de um medo gener alizado. Como se o per sonagem se prestasse a levar par tículas do univer so par a um bur aco negro desintegr ador. Por isso ela foge , mesmo que esteja cur iosa, seduzida.


A Ciber-br uxa e o Alquimista se encontr am:

– C-b: Bebe esse chá, vai te fazer bem, é um chá xamânico.

– A: Bebe você o ouro, não é xamânico, é do mundo.

– C-b: Seus metais pesados fazem mal par a o or ganismo.

– A: Cada um tem a natureza que lhe convém.

– C-b: Você acredita mais em miner ais do que nas plantas.

– A: Eu não tenho medo do sólido e do que me resiste .

– C-b: Você dever ia se integr ar um pouco mais com a natureza.

– A: Por acaso os miner ais não são natureza? Tens preferência

por cores, text ur as? Qual é o cr itér io?

– C-b: Por acaso pensas que as cidades também são natureza?

– A: Sim, uma espécie de subnatureza, produto da caca humana,

uma floresta cr istalizada. Está aí par a ser dissolvida.

– C-b: Você pretende dissolver to das as cidades?

– A: Cada um tem a utopia que lhe convém.

Esse assunto é inter rompido por um gr ande bar ulho, como

uma cavalar ia, uma festa eletrônica. É uma pequena multidão queer que se aproxima. Conectadas em cabos, falos monstr uosos, máscar as de bur ro, autofalantes, ligam as caixas de som e os dois projetores, colocam pequeníssimos microfones nos bur acos dos cor pos, boca, cú, vagina e se pôem a invadir os espaços sonoros, espaciais e imaginár ios. A Cadela de guer r a gr ita: Cor po livre , alma livre! Combatemos a cultur a de gênero incr ustada nos nossos cor pos e nos seus cor pos. Por causa da sua conivência com a produção de subjetividade em massa, nossos sofr imentos são ter ríveis. Diante da demanda de escuta, todos lar gam seus afazeres e vão aproximando-se do local da cena.

A Cadela de guer r a está vestida d e gesso dos pés a cabeça. Ela

diz que é cur andeir a e for te o suficiente par a car regar a dor de todos os presentes. Alguém passa com uma bandeja de tinta e ela pede par a que as piores palavr as com que os prese ntes for am tr aumatizados na


vida, sejam escr itas no seu cor po enges sado. Um a um se aproxima dela escrevendo seus piores mar tír ios:

– Bur ro!

– Escr avo!

– Pobre!

– Delinquente!

– Bixa!

– Machista!

– Boiola!

– Miserável!

– Fr aca!

– Puta!

– Desonesta!

– Estúp ido!

– Mor to-vivo!

– Feio!

– Fútil!

– Sovina!

– Medroso!

– Cagão!

– Superficial!

– Fascista!

– Monstro!

– Mesquinho!

Seu cor po aos poucos vai sendo preenchido por todos esses

xingamentos até que a Cadela de guer r a se pôe de quatro. E quando os presentes par am definitivamente de colocar seus r ancores no gesso, aparece uma dominador a, com um chicote elétr ico conectados a duas caixas de som e começa golpear o gesso com um chicote , enquanto a cadela gr ita os nomes que lhe vão sendo ar r ancados do cor po. Um


por um. O som é extremo, as caixas de som vibr am com as batidas e os ber ros. De dentro dos fr angalhos sai um cor po nú, com r iscos de sangue em toda a pele . Diz algo como: Sobrevivi e vou vingar-me . Eu sou um Jesus que não mor re! E mesmo assim os salvo, cr istãos de merda!!!

Apesar de muitos não se consider arem cr istãos naquele

lugar, olham com olhar conivente par a a sessão de expur gação e de alguma for ma sentem-se um pouco mai s aliviados. Tr ata-se de uma outr a pur ificação, a crença na dor como um antídoto à dor comum. O fato de levar uma sur r a de chicote em frente a todos, em vez de enfr aquecê-la lhe faz for te . Não quer ser uma super heroína, muito menos uma santa. Quer ser por nográfica e violenta. Toda essa crendice politicamente cor reta dos amigos ativistas lhe dá náuseas. Não aceita a humilhação como for ma de controle , busca nesse estado comum a tanta gente , o motor de sua força. A estética destr utiva e dolorosa de suas apar ições são uma for ma de fazer o cor po pensar a si mesmo, tomar consciência de si e se empoder ar a par tir do seu movimento estático, da sua par alisia, do modo como consegue se equilibr ar dali de onde insiste em se manter, ou que os outros lhe mantém. Não forja um novo cor po par a produzir memór ia, mas força o cor po exager ar seu própr io humor, sua própr ia memór ia. Não é um r itual santo, é um r itual maldito, que leva ao gozo santos e per ver sos.

Cadela de guer r a e a Ciber-br uxa se encontr am:

– C-b: Bebe esse chá, vai te fazer bem, é um chá xamânico.

– C-g: Eu gosto de álcool destilado.

– C-b: Mas é bom par a tua saúde tomar esse chá.

– C-g: No momento o bom par a minha saúde é sentir meu

sangue escor rendo.

– C-b: Se você se cuidasse mais um pouco, ter ia mais ener gia,

não ficar ia alimentando esse espír ito de mor te , esse seu impulso de


destr uição vai te levar antes do tempo.

– C-g: A mor te não me preocupa, me preocupa é a repetição

dessa ladainha de autopreser vação há qualquer custo.

– C-b: Essa ladainha pode fazer com que a vida se tor ne mais

plena, que você sinta mais profundamente o sentido de existir.

– C-g: Tomamos o chá, depois tomaremos vodka, quero ver a

Ciber-br uxa bêbada.

– C-b: Fechado!

A pequena multidão queer retoma suas mesas de som, seus

instr umentos sexuais eletrônicos, seus apar atos técnicos e recomeçam suas práticas sexuais elétr icas. Os microfones enfiados em seus bur acos fazem vibr ar o cor po e provocam sensações eróticas inusuais. As perfur ações são feitas com agulhas ligadas por cabos a mixer s que amplificam enor memente o som da agulha atr avessando a pele . A luz também provoca vibr ações sonor as e vai sendo exper imentada nas pessoas e objetos presentes. Uma gr ande or gia eletrônica se inicia. Hacker s, progr amadores e eletr icistas se juntam na roda e começam decifr ar os dados emitidos da p ele dos convivas. O encontro da eletr icidade com a pele produz r uídos inauditos, que dizem da excitação que per meia o ambiente . O encontro da matér ia com o cor po emite luminosidades que combinam com a tarde ardida. A or gia eletrônica se mantém por vár ias hor as, até que alguém convida todos par a ir par a a cachoeir a. Roupas, pedaços de sensores, fios vão sendo lar gados pelo caminho, como marca, ou ainda, como pista.

A Cadela de guer r a e a Ciber- br uxa desviam do caminho,

querem conver sar. Se embrenham pelo mato com as antenas par a escutarem com pr ivacidade os satélites. Resolvem interfer ir em um dos canais da Vivo, já que o assunto delas, é vida.

– C-g: Teu ponto de equilíbr io é a busca desesper ada por

sobreviver a er a do controle , buscas na ancestr alidade uma bússula,


um resto par a que te conectes e já não sintas o peso da tua existência. Com esse contato só disfarças tua decrepitude .

– C-b: Tua apar ição violenta só ressalta o controle , você utiliza

a violência, a ar ma do inimigo, não cr ia nada diferente disso, teu instinto é homicida, você quer contaminar o mundo com o teu r ancor.

– C-g: Eu sou menos humanista do que você pensa, e se uso

a ar ma do inimigo é por pensá-la eficiente . Se é capaz de desper tar tanto desespero, é também capaz de desper tar alguma liberdade . Me alimento dela. Ela me supre . Mas ao contrár io de vir ar escr ava ou salvador a, me tor no menos pessoa, eu sou um monstro. E quero ser mais monstro ainda.

– C-b: Não gosto de violência, par a mim é falta de ar gumento.

É o regime do ter ror. O seu respeito é gar antido pelo medo que produzes nas pessoas. Elas não tem tempo de pensar, nem de cr iar alter nativas, elas ficam amedontr adas com tua postur a, e por medo te ador am.

– C-g: Eu nunca tive medo de nenhum mito. Gosto de ser

ador ada. O que faço pode ser admir ado. Mas você se engana em dizer que me ador am por medo, existe outr a palavr a, fascinação. É o que se sente pelas tempestades, pelos ventos for tes. As ações tem muitos outros sentidos par a além da tua lógica amedrontada.

- C-b: Você prefere acreditar nas sensações como se elas fossem

a única fonte de conhecimento, tem outr as. Eu prefiro por exemplo existir mais integr ada, pensando que minhas verdades contam menos que a exper iência de estar viva. Prefiro acreditar mais na exuberância do que na falta. Quando vês a pororoca não a amas por fascinação, mas porque tu mesmo é pororoca, te tor nas conivente . Admitir a paz cer tamente não é tão fácil como admitir a guer r a. E isso não é uma oposição.

– C-g: A paz não é uma oposição a guer r a? O que ser ia uma


oposição à guer r a? A celebr ação? Você já esteve na guer r a? Já viu cor pos mutilados? O zumbido do bombardeio? Você acha que pode cultivar uma cultur a hippie no meio de uma catástrofe?

– C-b: Acho que o contrár io da guer r a é a negociação.

Considero bem mais fácil assumir a guer r a como algo inevitável, como cultur a humana, da qual não temos como escapar. Utilizar ar gumentos de guer r a só reforça a esdrúxula invenção. Se não tens meios de evitála, melhor ser sua cúmplice . É o que sua ação me faz pensar. Você se rende .

– C-g: Já seus chás xamânicos e sua pureza me fazem pensar

numa situação humana deplorável, mendiga, que sonha com o par alelismo e que acima de tudo, nega o mundo que vive . Perdoa todo sofr imento e por isso o repete .

Tinha gente escutando a conver sa, que parecia um progr ama

de rádio via satélite . Alguns caminhoneiros que seguiam pela BR 163 r umo a Santarém achar am o canal de emissão e começar am a tir ar sar ro delas:

– C1: Estou pagando par a ver essas quengas ao vivo!

– C2: Tão nos escutando gostosas? Vem discutir isso aqui no

caminhão suas matr acas.

– C-g: Sai for a linguar udo!

– C1: A moça é desbocada, coloca tua boca aqui linguar uda.

– C2: É ner vozinha a bixinha, ai se eu te pego ahahahaha.

– C-b: Amigos, se vão par a Santarém nadem no Rio Tapajós por

mim e aproveitem par a se pur ificar um pouco com algum povo indígena no caminho.

– C2: Oh tem uma boazinha na conver sa, a neguinha gosta de

chupar? boca!

– C-g: Chupa meu cú imbecil, que aproveito pr a cagar na tua


A Ciber-br uxa e a Cadela de guer r a já estão um pouco altas.

Feministas como são sentir am-se agredidas pelos caminhoneiros. Elas não entedem como uma conver sa tão impor tante como a que estavam tendo possa ser motivo de escár nio machista. Estão tr istes. Não querem pensar mal de todos caminhoneiros, nem de todos os homens. Sofrem um ter rível mal estar. Lhes custa ignor ar a cena. For am agredidas via satélite . For am violentadas. Pensam na condição das outr as tantas que não são vozes, mas cor pos no meio das estr adas. As cadelas sem direitos, as br uxas sacr ificadas. As que não tem par a onde fugir sem que signifiquem a mesma desmesur a, coisa sem cabimento, que ser ve pr a uma coisa só até não ser vir par a mais nada. Os gozos perdidos. A profunda infer ior idade , o tr abalho escr avo. As mulheres chantageadas pela religião, pela pressão do pecado, do mercado, os cor pos estupr ados e sem valor. A angústia as invade . Estão pequenas, diminuídas e chor am por algo muito maior que a zombar ia dos caminhoneiros. Muito maior que suas consciências políticas. Elas chor am pela impossibilidade da comunicação. Pelo binar ismo do mundo, pela incredulidade na espécie , por sua própr ia impotência. Tanto tr abalho desperdiçado! O mundo não muda com você. Nosso tr abalho no fundo, é de elite!

No sofr imento encontr am alguma afinidade . Os caminhoneiros

provocar am a sua aproximação. Saem do local da escuta e vão dir igindo-se meio automaticamente à cachoeir a, onde hacker s e queer s celebr am o encontro do cor po com a matér ia. Elas duas descobrem coisas em comum: não gostam de homens e apreciam se masturbar em ár vores. Estão nuas, bêbadas, ainda chorosas mas iniciam uma competição engr açada, de quem goza pr imeiro nos galhos das ár vores. A alegr ia volta, r i e chor a.

Os par ticipantes da pequena multidão queer fazem apostas,

r iem muito das cenas obcenas que a Ciber-br uxa e a Cadela de guer r a fazem com as ár vores, or a se sur preendem, or a entusiasmam


as competidor as em coro gr itando: ecosex, ecosex, ecosex!! Todos sabem que as condições estão propícias par a recomeçar a sur uba na floresta, os elementos estão disponíveis e aparentemente excitados. A água está excitada, as pedr as estão excitadas, as folhas estão excitadas, as ár vores estão muito excitadas, até o ar está excitado, e a pequena multidão queer responde a tudo isso agar r ando-se nos elementos, num clima de sensualidade sublime onde humanos e floresta se confundem. Os desavisados que por acaso passam na cachoeir a se impressionam com aquelas imagens chocantes, incovenientes e profundamente eróticas.

Os caminhoneiros seguem sua e str ada pela BR 163 r umo a

Santarém, continuam conver sando, não com a mesma felicidade despótica e machista como quando as mulheres estavam utilizando a frequência d e satélite que costumam utilizar, mas um pouco mais silenciosos, talvez pensando que se não tivessem sido tão ofensivos, as mulheres ser iam mais afáveis e talvez lhes diver tissem um pouco dur ante a viagem. Sur ge a dúvida se ainda os estão escutando. Um pingo de par anóia os invade . Chamam elas de novo, mas elas não respondem. Talvez estejam na escuta. Quem mais estará na escuta? Sabem que o que fazem é ilegal e que talvez estejam sendo r astreados. As mulheres dever iam ser menos mor alistas diz um, sempre esse choque quando encontr am homens de verdade! O outro responde , pois é... Eles estão levando car regamento de mater iais de constr ução par a Santarém.

O Alquimista e o Zumbi-antena continuam seu impasse . Um

pensando em porque ser ia fascista modelar a matér ia, enquanto o outro não pensa nada, pelo menos não consegue eleger nenhum pensamento, já que luta com seu própr io cor ação par a que este continue batendo nor malmente e não o faça ter uma cr ise de pânico nesse momento.

O Zumbi-antena sofre de ataques de pânico. Sabe quando isso

começa acontecer. Suas últimas estr atégias tem sido enviar sinais de


comando par a o cérebro. Mesmo que não acredite na divisão entre alma e espír ito tem algo que não entende . Quem manda sinais de comando par a o cérebro, o cérebro? Pensar em seu cérebro dividido enviando mensagens antagônicas só lhe aumenta a ansiedade . Não recor re a nenhum deus nessas hor as, tenta lidar com as mensagens tr uncadas que seu cor po recebe . Sabe que a sensação é de medo. Muito medo, como se uma situação de r isco cr ucial estivesse acontecendo. Seu cor po está alar mado. Seu cor ação bate desesper adamente , sente tontur as, falta a respir ação, está em um boeing em queda livre pegando fogo. Tenta respir ar profundamente e seus joelhos se dobr am, é vencido pela gr avidade , não tem par a onde cor rer, não confia em ninguém. Seu ouvido ouve um zumbido extremo, um noise , precisa encontr ar seu remédio mas não o encontr a, não sabe onde o deixou. Não sabe o que teme , mas sabe que pode mor rer. As cenas mais cr uéis invadem sua cabeça. Pensa em um sanatór io, está com medo de estar louco, não tem controle sobre os própr ios comandos, e começa gr itar ensandecido: mor re agor a! Mor re agor a. Mor re!

O Alquimista acompanha com o olhar esse desespero e pensa

em atar o Zumbi-antena com fios de cobre , colocar alguns metais encima dele . Sai em busca de sua medicina alter nativa e volta com uma sacolinha cheia de mater iais. Car inhosamente ata os pés e os br aços do Zumbi-antena, coloca todos metais disponíveis encima do seu cor po, sai em busca de pedr as e vai tapando o Zumbi-antena até que este some quase inteir amente . O Zumbi-antena não par a de emitir comandos. Me enter r a! Mor re! Me enter r a! Mor re agor a!

Este r itual está acontecendo há mais de uma hor a e aos poucos

o Zumbi-antena vai se acalmando. O Alquimista está ainda preocupado com quais metais colocou no peito e quais colocou no baixo ventre . As vezes volta a trocar um metal por uma pedr a. Tem jaspe , pr ata, cobre , cr istal, ametista, ágata, pedr as locais simples, fios, mouses e vár ios


pedaços de lata. O Alquimista senta-se ao lado do Zumbi-antena e começa r aspar uma das pedr as simples, par a extr air fer ro. Quando consegue algumas gr amas de pó, intuitivamente passa o fer ro no rosto do Zumbi-antena. Faz um círculo na sua testa, passa um pouco em suas têmpor as, depois atr as das orelhas. Assopr a delicadamente par a retir ar o excesso de pó de fer ro. Esper a que o Zumbi-antena se recomponha. Ele se recompõe . Balbucia algo excêntr ic o como: Por r a, estou vivo!

– Z-a: Tenho sofr ido ataques violentos. Não estou lidando bem

com a situação. Estou sendo per seguido. Rastrear am meus IPs, fechar am dois dos meus ser vidores, estou tentando tr abalhar co m a rede fechada, mas está com falta de acesso. As pessoas estão com medo. Tenho andado em círculos. Não estou conseguindo desenvolver nada. Acho que meu cérebro está sendo hackeado, estou cheio de vír us. Perdi o comando.

– A: (Vai retir ando vagarosamente as pedr as de cima do Zumbi-

antena)

– Z-a: O movimento está perdendo forças. Somos muito poucos.

Não estamos conseguindo fazer resistência. Estamos perdendo tempo, sobrevivendo.

– A: Você acha que seu ataque de pânico tem a ver com a

ciber guer r a16?

– Z-a: Já não há ciber guer r a, nós estamos perdidos. Sou um

cor po emprestado. Os inimigos me atacam constantemente , estou visibilizado demais. Por mais que tente me esconder, me r astream. É mais sér io do que parece . Ou sobrevivo ou hackeio, mas não tenho mais saúde par a hackear nada. Se eu sucumbir agor a, os outros também sucumbem. Eu sou uma espécie de major. Eu sofro do complexo 2501.


Co m p lex o 250 1 – Fi c c t i on Sc i i n c or p ora t i on: O dra m a de K us a na g i M ot ok o ( m a j or ) . A r ebe liã o do s a ndró ide s : E la s abe q u e n ã o é u m s er hum a no c om um . S ua me nte é c o ntro la da . Te m dúvida s s e s e u co r p o é d e g en t e v i va ou m or t a . Tem u m gho s t, um e s pír ito. S a be ide ntific a r a s i m e s m o de n t r o d a va s t a e i nf i n i t a r ed e . Te m ha bilida de s , s e ntime nto s . É uma fo r m a de v ida em p r oc es s o d e i nd i v i d ua ç ã o - nã o é e s tá tic a . Nã o c o nc o rda c o m o s q u e dife re n c i a m os hum a nos d os r ob ôs a pa r tir de s ua s a tr ibuiç õ e s ge né tic a s . N ão an t e p õ e o or g â n i c o e o n ã o or g â ni c o, p ens a que tudo que há é na ture za . S e u cé re bro é n e u r o- t ec n ol óg i c o, s ua m a t r i z a ntro po ló gic a é a info r ma ç ã o. É c a pa z de a u t o - t ra n s m ut a ç ã o. M od i f i c a - s e es t r u t ura lme nte e tra ns migra de c o rpo. S e u cibe r-cé re bro p od e i nc or p ora r out r os c or p os , c hega inc o rpo ra r e m trê s , qua tro co rp o s a o m e s m o t em p o. M a s i s s o t em c ons e quê nc ia s . Ca da c o rpo c a r rega s ua s p ró p r ia s bas es d e d a d os , a i nc or p ora ç ã o p r ovo c a c o ns ta nte s a lte ra ç õ e s e m s e us có digo s . S ão s i t ua ç ões d e r i s c o, p od e s er i nfe c ta da e s o fre r mo dific a ç õ e s no s s e u s is t e m a d e i nfor m a ç ã o. Tem q u e s e es c o nde r c o ns ta nte me nte do Es ta do, da p o lícia e d os ha c ker s a s er v i ç o d e a l g uma c o rpo ra ç ã o. S e to r na um s e r h íbr ido n a m ed i d a que en c a r na , m a s p od e pe rde r o c o ntro le c o m fa c ilida de e n e ce s s it a de a j u d a ex t er na p a ra m a n t er- s e a linha da . Es s a a juda exte r na é fe ita p o r ligaçõ e s a t i v i s t a s e a fet i va s . Sua i n t el i g ênc ia a r tific ia l é ma is rá pida que a do h u m a n o m éd i o, é a m p l i f i c a d a , d i na m i z a d a e s ua intuiç ã o ga nha ve lo c ida de na m e dida q u e é exer c i t a d a , p or i s s o s eu r i s c o é um po uc o me no r do que o s c o rpo s in co r p o rado s , q u e p od em en t ra r em c om p l exa s c r is e s o u s e re m c o la ps a do s . Ma s s u a a çã o t am b ém nã o é s eg ura . N o a m bie n te d o G hos t i n t h e Sh el l há muito s expe r ime nto s drá s tic o s que p rov o cam a m or t e t a nt o d os c or p os or g â n i c os c o mo do s c ibe r-c é re bro s . Cr ia nç a s s ão u t iliza da s c om o c a r c a ç a s ( c a va l os ) , e em s ua s me nte s s ã o impla nta da s mic ro m á q u in a s co nt r ol a d a s p or t od o t i p o d e c o o rpo ra ç ã o o u inte nç ã o te c no ló gic a . Mo t o ko p e n s a n a l i b er d a d e m a s c om p a d r õe s muito dife re nte s da s pa is a ge ns ge o grá f ica s e c u l t ura i s d os hum a nos . Su a p a is a ge m é info r ma c io na l e ma quínic a . A cre dit a n a di s s em i n a ç ã o d o s a b er t éc ni c o, me s mo s a be ndo que e s ta fé é inviá ve l dian t e do s u p er c on t r ol e . O c a r á t er d e huma niza ç ã o do s ro bô s é pre judic a do p e la fo r m a t aç ã o fec h a d a d os s of t wa r es , e o s que luta m c o ntra is s o s ã o leva do s a co n s t r u ír e m or g a ni z a ç ões s ec r et a s a r m a da s , pa ra s e pro tege re m do Es ta do s ó lido, q u e é c om o s e c ha m a p el o m enos um a da s má fia s que do mina m o s me io s de co n t ro le . Mo t o ko s a b e q u e a f u s ã o d a h u m a n i d a d e c o m a te c no lo gia nã o é tra nquila . E s s a in t ra n q u i l i d a d e é f r u t o d e u m a v i s ã o po lític a s o bre ma té r ia e má quina s cu lt ivadas n o s ei o c i v i l i z a t ór i o d u ra n t e m i l h a re s de a no s . O a ntro po c e ntr is mo cr ia a t e n dê n c i a d os h om en s s ent i r em - s e s upe r io re s a o re s to do mundo. O inv e s t im e n t o n es s a s up er i or i d a d e r ep r od uz um s is te ma de do mina ç ã o. A e s s ê nc ia im a n e n t e da s c oi s a s nã o é r es p ei t a d a , d e mo do que impe de -s e s ua a fir ma ç ã o


co m o s in gu la r i d a d e , s u a i nd i v i d ua l i z a ç ã o. As s im c o mo s e pe ns a a e s c ra vidã o co m o u m a fo r m a d e d om i n a ç ã o d e p es s oa s e a nima is que nã o pa s s a m de ma s s a br u t a, a m o rfa e s em d es ej o p r óp r i o, d a m e s ma ma ne ira pe ns a -s e o c o ntro le s o br e a m at é r i a e a m á q u i n a . E s s a for m a d e pe ns a r te m c o ns e quê nc ia s . Qua ndo a f u s ão h o m em - m á qui na c om eç a a c on t ec er e m la r ga e s c a la ge ra -s e to do tipo de co n f lit o e d e r es i s t ênc i a . Hom em e m á quina c o nvive m e m s o c ie da de , s ua f u s ã o é in ev it á v el , m a s p a ra que h a j a p ot en c ia liza ç ã o de s s a fus ã o e s s a re la ç ã o dev e s e e q u ilib ra r. O s r ob ôs r ec onhec em a do mina ç ã o, a s s im c o mo o s a ndró ide s . Co m o m a t é r ia s es c ra v i z a d a s s a b em d o es p a ç o de lic a do que o rbita m. S e nte m-s e de s p o s s u ído s . Seus p r oc es s os c on d uz i d os . Nã o s ã o s uje ito s livre s , s ã o pe ns a do s p a ra s e re m ú tei s e d es c a r t á v ei s . A f i c ç ã o c ie ntífic a c o nvo c a de libe ra da me nte a re be lião de r ob ôs e a nd r ói d es . Sã o m á q u i n as fus io na da s c o m huma nida de s que n ão a ce it am o p a p el s u b a l t er n o q u e l h es é da do. A re la ç ã o a rbitrá r ia pre c is a s e r re fe it a . M ot ok o p r om ov e es s a t ra n s for ma ç ã o. Z umbi-a nte na e o A lquimis ta ch egam a co n c l u s ã o que a m b os s of r em d o c o mplexo 2501 .

A pequena multidão queer entr a em um estr anho tr anse . A sessão

de amor com a natureza dá lugar a um profundo r itual sado-masoquista, ou ainda, um r ito de passagem. O bando se tor na uma communitas espontânea. As pedr as cor ta m. Os pedaços finos de madeir a vir am chicotes. As penetr ações anais, or ais, vaginais e também perfur ações da pele começam acontecer com mais incisividade . Uma das mulheres começa gemer, é a pr imeir a vez que é perfur ada. Diz: isso queima! Isso queima! Mas sabe da n ecessidade de passar por essa dor par a ser inser ida na coletividade . A Ciber-br uxa consider a a situação exager ada. O caráter dr amático da situação lhe desper ta temor, tenta interfer ir com um discur so de paz, mas é amar r ada na boca e nos br aços com pedaços de cipó. Uma espécie de onda obscur a toma conta da ocasião, já que a noite oferece suas própr ias insígnias. A Ciber-br uxa é atada na ár vore . Um galho em br asa ser ve par a ameaçar a Ciber-br uxa. Chegou tua hor a, vai mor rer na fogueir a! A Ciberbr uxa tenta pensar que é uma br incadeir a, mas sente a ambiguidade nas faces que agor a a olha com olhos pintados de bar ro, car as mar rons de pedr a, musgo verde escuro atr avessando os peitos e os sexos de for a.

De repente as pessoas estão sér ias, com uma concentr ação

desconhecida par a a Ciber-br uxa. Ela não sabe se isso acontece por causa


do chá xamânico, excesso de álcool ou alguma outr a influência. Sente medo, e com a boca entre-aber ta gr ita: me solta! Mas ninguém a ouve . Uma das mulheres começa desenhar na sua per na com um galho que parece em br asa. A Ciber-br uxa prevê dor. Exager a nos movimentos e nos gr itos. Alguém diz: lança tuas vidências agor a! O galho desce da sua entre-coxa ao joelho, e uma roda de pessoas se for ma em volta dela. As car as mar rom e cor de limo passam a emitir gr itos gultur ais, ancestr ais alguém dir ia, como fr iccionados por um comando invisível. Um olhar que não quer destr uir mas quer ver gr itar, ver pedir perdão. É preciso macer ar a Ciber-br uxa par a que ganhe um pouco mais de gr avidade . Par a que sinta mais o que passou as incendiadas, as assassinadas. É um r itual tr anshistór ico. Uma viagem no tempo. A conivência do gr upo é impressionante . Se limitam a respir ar juntos e fazerem movimentos repetitivos. Batem os pés no chão e incentivam a Ciber-br uxa aceitar a tatuagem. Ela es tá tensa, procur a o olhar da Cadela de guer r a. Esta faz um sim com a cabeça par a ela, diz: temos que passar por isso par a ter mos proteção. Os tatuados são protegidos, é o sinal de per tencimento. A que? Diz a Ciber-br uxa. Ela não gosta de bandos anônimos e par alelos. Não quer ter o sinal. Não quer ter nenhum sinal.

Um dos par ticipantes tem um celular com GPS com um

progr ama capaz de desenhar os passos da tr ibo, uma espécie de software de mapeamento, ele car togr afa os movimentos da pequena multidão queer. Ele oferece o desenho ao bando, diz: copia esse desenho na per na dela. O desenho foi decalcado na per na da Ciberbr uxa, com o sangue de outr a pessoa. Não foi machucada. O desenho desaparecerá em breve . Ela é solta. Abandona a cachoeir a. Está chocada, assustada, percebe um sentimento confuso entre r aiva e melancolia. Lhe dói não ter aceito fazer o r itual de passagem. Sente como se tivesse feito um rompimento r adical com uma cer ta for ma


de vida, como se tivesse negado per tencer a essa categor ia. Está livre e ter r ivelmente sozinha. Algo mudou dentro dela. Acha que não é mais a mesma. Talvez tenha que falar menos, se embrenhar mais no silêncio e na busca. Lar gar definitivamente o networ k e viver da ter r a. Aprofundar seus estudos de plantas. Ajudar somente quando quiserem ajuda. Par ar de ser a Ciberbr uxa dos encontros ativistas. Está confusa. Tem pena de si mesma. Senta-se sozinha na ter r a, pega uma pedr a fina e ar r anha a pele encima do desenho de sangue . Talvez fosse melhor per tencer e ser protegida. E faz um único furo na entrecoxa. Obser va o sangue caind o. Fica imobilizada. Sente a dor. A obser va como se não lhe per tencesse . E quando o leve escor r imento de sangue coagula, faz um outro furo encima do desenho, dessa vez sem fechar os olhos e de novo obser va que a sensação, além d e dolorosa, lhe provoca uma outr a sensação que se sobrepõe a pr imeir a. Talvez seja a pr imeir a vez que olha sua coxa com tanta atenção. Tenta super ar a dor e de repente lhe invade um estado de tor por e relaxamento. Essa sensação vai se tor nando pr azerosa, sente que está cheia de adrenalina. Sua coxa está em total evidencia e nada é mais impor tante que isso nesse momento. E por hor as fica fur ando sua própr ia coxa até o ponto de completar o desenho. Olha par a a pedr a, agor a resignificada e pensa: Quem tem dentes mais for tes o sangue ou a pedr a?

De for a todos esses acontecimentos parecem teatro, um

wor king process exper imental sem palco nem público. Mas não é. Essas pessoas esquisitas, disfor mes, perdidas, desesper ançadas, agressivas, por nográficas são ativistas cansados de ações inglór ias. Procur am conectar-se com forças par a além de suas identidades ou dos habituais espaços de convivência. Colocam-se como cobaias de seus própr ios desejos de liber tação. Estão em um encontro de tecnomagia, em um sítio no alto das montanhas, e esse encontro está longe de acabar, na verdade está só começando.


Esta publicação compõe a exposição Interjeições SUR / Geografias das Violências realizada entre abril e junho de 2017 em São Paulo.

REALIZAÇÃO


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