Víctor Lorenzo Cinca. Fernando Remitente. Informadas la Unión de la Juventud y el Buró de partido, y elevada la petición al Cómite Central, donde salió adelante por un total de 325 votos a favor, 235 en contra 36 abstenciones y 13 votos nulos, la respuesta es sí, señorita, puede usted invitarme a un helado.
Modelo Reproductivo.
Lapsus.
Rony Vásquez Guevara. Cierto día, una rosa le preguntó a otra: -¿Por qué nos llamamos así? Entonces, ambas se abrazaron y se marchitaron pensando.
Pregunta vital. Edición conmemorativa Encuentro de M ic ronarrad ore s Pat i LLimona Barc e l ona, 19 d e ju l io d e 2012.
No puedo quedarme collado: me gastas. Quiero hacer el humor contigo, que fallemos como animales. Y luego, si quieres, nos coseremos. Y haremos un viejo, donde tú profieras. Jamás me iré de tu lodo, por muy mal que lo posemos. Veremos la tela de plasma, tarados en el sofá, enlozadas las monas. Dedicaré mi veda a hacerte feliz. Y tendremos un ojo, o dos, y procuraremos que cometan los mismos horrores que nosotros. No te quedes ahí pirada. Ven. Sógame.
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Fuga.
Pequeña guía para conservar la buena suerte.
Las habitaciones variables.
Parece que las cosas comienzan a cambiar. De la nada, mi mujer recupera el deseo perdido y me brinda la noche más intensa de la que tengo memoria. En el trabajo, el jefe me llama a su oficina y me da el resto de la semana a cuenta de vacaciones extraordinarias. El lunes hablaremos del ascenso que está pendiente, agrega. Hace mucho que no camino por la ciudad a esta hora. Las avenidas, apenas transitadas por unos cuantos carros, se ven vacías. El cielo —de un azul clarito, casi trasparente— permite fisgonear a pleno sol la silueta opaca de la luna y las estrellas. ¿Adónde voy? No tengo idea. Solo sé que así estoy bien y no volveré atrás.
Para asegurarse una vida sin desgracias, usted no debe cruzarse con un gato negro, pasar por debajo de una escalera, romper un espejo, barrer de noche, cortar una cadena de la felicidad, levantarse con el pie izquierdo, coleccionar caracoles de mar, abrir un paraguas dentro de la casa, sentarse a una mesa de trece personas, brindar con agua, derramar la sal, ver a la novia antes de la ceremonia, ni leer este instructivo.
En casa de la abuela, las habitaciones se cambian entre sí de manera aleatoria. Si uno quiere entrar a la de la tía Lola, puede encontrarse con la del tío Normando o si la abuela quiere trabajar el telar de su cuarto, lo más seguro es que se tope con la colección de estampillas que está en la del tío Ernesto. Entrar a la habitación que quieren se volvió asunto de azar y por eso la abuela y los tíos han llegado al acuerdo de que las habitaciones son de todos (y a la vez de nadie) y, por ende, las cosas que le pertenecen a cada cuarto. Al final, tuvieron que acostumbrarse. Ya que vivo no se aguantaron mis travesuras, al menos que muerto sí.
José Manuel Ortiz Soto.
Martin Gardella.
Esteban Dublín.