Taubenfüße (pies de paloma) - poesía - Patricia L. Boero Ricardi

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ÍNDICE

(…) Compendio Visión de Sebastián Señal Traición de cazador Acto fulminante A cara descubierta Ceremonias Definiciones Germinal Larga es la noche Linaje Pocas palabras – Catorce compases Origen y destino Transubstanciación Yacer Visión de verde Un sueño Bajo las ruedas de un tren Cara y ceca de un lobo Trotstomo Cámara lenta Perdida fe Él Jardín de arena Lecciones de mirar en torno I Lecciones de mirar en torno II Lecciones de mirar en torno III Lecciones de mirar en torno IV Aurora Consurgens I Registro de un estado de cosas Sentencia final Conjunctio Dependencia de Senda


(...)

Soltar podría sobre el curso de esta cerca los ojos y perderlos vívida luz sobre los campos. Aquí y allá usurpando el inasible espacio, de todos modos enlazados, crecen y se espejan sobre un charco innumerables astros noche a noche. Lámparas, miradas de piedad completa pendiendo de una báscula. Y entonces ¿para qué sumar al transfinito un número y a la observación un ancla en la ría del cielo? En su falta permanece desovillado lo que alcanza esa eterna deriva del goce bajo los párpados cerrados estos ojos donde todo se cuenta en casi nada.


COMPENDIO Ni siquiera piedras para arrojar cuando la prisa desnuda cada clave, notaciones de música, altas encrucijadas. Caen sobre la mesa y da lo mismo el prospecto del jarabe, el protocolo médico, la enciclopedia de los cielos. Por detrás de las minuciosas recolecciones de palabras nos da piedad hallar sólo un afán coleccionista. He visto suicidarse mariposas contra un fanal de luz con tal de no llamarse: Danaus plexippus erippus


VISIÓN DE SEBASTIEN Al oído inerte entonan legiones párrafos de leve engarce en lengua de inocente alfabeto. La carne es la última estación del cazador. Desnudez de alto clamor dormición que coronan cautelosas flechas.


SEÑAL Pudor de azoramiento blanco al que accede la lengua papel de arroz envoltura del verbo arrullo dispersado trazo apenas la nieve que se inclina con el junco ante un acontecimiento de jardín


TRAICIÓN DE CAZADOR Poco me queda por restar para vivir quebrado. Mi voz desmantelada por las aspas del canto mi aparición mi ruina entre señales y estas manos —manos de tañedor de olvidos— que apuestan al destierro por lanzarte hacia el aire no como brasa ardiente como haces de espiga contra el cielo de octubre.


ACTO FULMINANTE Quieta como en la boca del túnel el exilio del grillo y su predestinación bajo las ruedas del último metro intento de saltar cuando el ojo se ciega y el temblor gana la partida Audaz como la ceremonia de esperar fricción de acero sobre brizna que alguna música acontezca de aquella conjunción Ceñida a su diáfana mitad cuando la urgencia de luz hace la sombra sobre el riel Y esa rara belleza de un pequeño animal que fue hasta el fondo a sostener los andamios del canto con tan poco


A CARA DESCUBIERTA Erguirse apenas con el hábito de la muerte propia sobre la trémula palabra desnuda de réditos. Sin estiletes ni arrebatando al mendigo el don de la pobreza poner el pie en poemas como si fuesen templos.


CEREMONIAS Frío. Quebradas agujas de aliento en hielo. Cacerías urbanas. Dos piernas caminan la sangre de cuatro pasos. A un lado viento, roce suelto de abrigo. Al otro, tibieza de convite. Sobre una balanza a la cuenta de cien el ojo se remonta. Duplicación de miradas. Infancias que se nivelan. Retén boca el sabor de una corta estadía y déjalo pasar presente adentro.


Es tiempo de emprender la ruta del hermano.


DEFINICIONES Yo soy el que siendo. Apartado de nombres se me nombra: la letra que falta. Atributos que caen uno a uno sobre mí. No hay resistencia. La palabra es llovizna dulce sobre salado. Desde lo alto puede considerarse la demiurgia de las nacientes aguas como agitación — confirmación de selva y espesura excesiva descontrol. Pero el ojo que se demora en el arrodillarse del fondo ve miríadas de pequeñas criaturas


y lo mucho que hubo que sembrar en lentitud para que la abundancia sea arriba. En el vientre nueve lunas largas reverencian y bullen. Debajo del agua quieta el corazón en calma parece desbocado. El principio no es el caos sino el retiro de algún dios su apartamiento. Tengo nervios— los que sostienen la caja de madera olorosa como un encordado de ignorancia modal, tonal sin género preciso de música huérfano de partitura unos ven agitarse de redes se distancian otros arpegio de instrumento se aproximan eso dice la palabra Verbo: polifonía sobre el silencio. Alguna vez fui yo cantar en ciernes,


enamorado salmo del nombrar se me nombraba hoy, viento que inclina ningún mástil quebrado — flexibles son las ramas— ante la pregunta: ¿Quién eres? ¿Cómo eres? Comparación, medida, desconcierto. Sigo siendo el que siendo, el nombrador pudoroso de su boca, el que corre como la tortuga. Rayo para le gestación de la simiente, demora para Aquiles. Una versión distinta del anterior metrónomo una igual música una sordera conocida. Celular, multiplicado y diversificado y sin embargo uno. La mayor deficiencia de la letra


es que se acumula. Yo soy el que siendo: también el libro santo donde todo quedará tallado. La traición del espacio saturado al presente inubicable. Pedernal de sílex para lo sin voz. Hubo un hombre que rompió sus artejos un día contra el muro de vehemencias y alcanzó el otro lado de intensidad serena. Se desamarraba en demasía paradojas de lo quedo. La historia tiene capítulos censurados pero todo se consuma de acuerdo a su naturaleza: los dedos masacrados la levedad del alma en una sola no correspondencia


con la actual vestidura. La memoria tiene hojas tachadas: se recordará a su maestro como el más manso y humilde multiplicador de panes y de peces. No habrá látigos en la iconografía de los templos, ni cansancios, ni sandalias de correas gastadas, ni vulnerabilidad. No habrá memoria para el insistente ni recuerdo para el que caminaba sobre mí su propia conjunción de estrellas. El vacío es la exuberancia del hacer espacio pleno, la riqueza del mísero que no se parapeta. La paz del constructor de puentes y el frenesí del cosechador iletrado suelen medirse desde afuera. Pero el fiel de la balanza no responde a las músculos sino a los interiores de la casa. El movimiento de la desesperación


puede saltar abismos en cámara lenta crear lazos que ahorcan sin advertencia previa cantos de sirena para los marineros de Ulises. Los navegantes un solo corazón una sola mirada en la incompletud de sí se amarran juntos en el fatal peligro. Y son salvados. La carencia es la palabra en fuga la falta cuya existencia nos confirma lanzados. Nunca hiere el que busca y rebusca un cuchillo con más o menos filo, un pliegue por detrás de lo liso, una ola nueva para la marejada. El que busca, no matará: se morirá primero antes de perpetrar la muerte ajena. En su buscar abandona hasta la última defensa de la torre, el timón seguro de la nave, el muro por el cielo. El habla es un modo


de deponer las armas. Una forma de la muerte digna. Jamás es la rosa ya ordenada lo que entrega el que pétalo a pétalo dice y desdice su corola. El arquitecto de las rosas sufre de marcha y contramarcha. Las rosas se hacen. La completud, en cambio, es el ahogo en sí la exactitud de lo efectivo, lo poco que da en el blanco sabiéndolo, lo que no dice y vestido de parquedad, desnuda la viva llaga del indigente que hace de sí banquete diseminado porque no tiene nada. El mísero alimenta de su única espiga, decora la mesa de la boda. El rico acumula en los graneros. Parte y reparte pan amargo de discordia, los silos henchidos las bocas hambrientas. Las palomas que acuden se mueren de aturdimiento,


girando. La completud que se viste de mutilaciones es la muerte del otro, la caída del huésped del aire. La espera es no saber: una tensión tranquila de apertura de puertas. La compasión no desconoce las entradas ni persevera sobre los candados. No todo se ocluye de la misma manera. El misterio es la puerta que se abre sin tocarla siquiera. La violencia es multiplicación de cerraduras en la habitación de un niño. Un destrozo es la imagen un amontonadero de escombros un dinamismo que arrastra entre guantes de seda. Yo soy el que siendo. No me agoto en la superficie del reflejo


ni me defino en las profundidades. Para abrazar la letra del origen sólo hay que atravesarme de horizonte a horizonte de cielo a cieno en tiempos simultáneos: movimiento simple de dos coordenadas. La estrella se encenderá en la detención del medio punto como en las catedrales, cuando se acabe el gesto y el corazón señale: el centro de la noche en la rosa del centro. Soy la puerta abierta desde el día primero. La arena es la acumulación desierta que me guarda. La llave no permanece en las palabras del tratado que se ha hecho sobre mí: no hay claves de puerta entornada ni combinaciones para el que no espera el saqueo de tesoros. Yo soy esta infrecuencia de la playa calma borrada por la ola, este lenguaje de bordes interceptados. Ni paralelo


ni angular Yo soy la cruz el centro de un escándalo geométrico el mar, menos que una pregunta


GERMINAL Pacían ovejas la mano, terrón y hierba, ramo de herencia y lodo a su justo alcance. Nuestro rozarnos era un mínimo yacer sin añoranza, largo mirar consecutivo de graneros dispuestos a saltar entre los picos vibrantes de las aves del verso. Sílabas de púrpura seda acariciada por largas incisiones reflejas, chispeante caladura de vocablos en el pulso del fuego. Fuimos una danza de cabras rodeando el ojo peregrino de la estrella, promesas que batían sus amplias


alas blancas como velas, el latido en la permeable membrana del oído, el pelaje de una sola tibieza, sílabas de agua recostadas sobre lechos de piedra, hábiles salpicaduras de lenguaje, laudes en los riscales. Alboreábamos el mundo en sembradío de pies y arena húmeda — huellas, cóncavas cicatrices sin dolor corríamos cual onda de concéntrica piel hasta el desliz de las vertientes, esclavos de nuestra propia levedad, gozosos infinitamente. Nada nos fue preciso ni fe de alumbramiento, ni padres fundadores de la dicha, ni atavíos de espuma para orlar las rompientes y desnudos, cubríamos la flor, prosperaba en las mieses nuestra boca


de mutuo devanarse. La identidad del agua con el canto se enredaba en la lluvia, el vagido, la lágrima; abrevaba en la perfección de las mejillas una sed de pañuelos desplegados por la ruta del sueño y de la seda; el común encendenderse del abrazo nos traía la leña, sarmentosas canciones pulsando las costillas del al‐ud, recinto de suaves crucerías y al pie del árbol el tiempo, solícito, moría por nosotros en nieve y el reverdecimiento de danza y contradanza extendía su dorado silicio y la frutal exuberancia del verano deshacía en sus motas herrumbre de agujas. Bastaba la inocencia para saber nacer, ese oscilar del niño en la estrechez del Siq, sobre los altos farallones, con su batir de manos y palomas, al aire los cabellos y los brazos al aire invocando a la hierba y al padre


de los grandes ramajes florecidos. Siempre fue igual y en distinción se unieron la boca de la noche, el talle de la tarde, la insolencia del día y me dieron a luz hasta caerme. Aurora quebrada de los sellos partida al incidente de la negra marea a una distancia ardiente uno del otro como ojos trastocados en el pecho del año. Aún te acurrucabas en el sueño cuando se violaban nuestras tiendas y las madres parían de pie mascando hiedra para auscultar oráculos y afincada ya en carne la sed saciarse aún admitía en el bebedero de los llantos — saber del mar primero particulares proporciones, sal adentro que se navega.


En el exilio yo vi primero el mundo, su llana intrepidez a lomo de camello; verde era todavía tu estancia que llamaba y llamaba en el tacto del hombre y la mujer como campana para el rezo. Supe tu nombre antes del estallido de la primera historiam caído dardo en llamas que no acierta y se pierde en haz de sombras haciendo arder el aire. Corrido el velo persistieron las albas, el almizcle de los próximos vientos, la voz del que acopiaba las semillas esta es la vida en el atajo del mundo, febril curva inexacta, esta la mano del hacedor de niebla que resguarda el tesoro del que quedó a la espera, es esta la mirada del vencido alentando una rebelión de sílabas


para el día de mañana en cavidades que un solo canto guardan y restablecen la unción de cada templo devastado. Las telas se rasgaban y detrás otras sedas y más allá las tramas y al final las urdimbres— nacer al mundo desahuciarse del cielo y aún así y aún tanta intrincada geografía en la piel de El‐Khazneh, denodadas maniobras, predicciones, astros, arqueologías, señales sin agotamiento previsible y aún así, más allá, en la suave extensión de la caricia en el corazón de El‐Khazneh nos refugiamos, alabarderos del latido, misterio que alienta tras los huecos y hermanos de una sola bebida en la única copa y aún así y aún fuimos deshilachados como bestias atadas a una rueda de molino y más velos, más velos de inminente inocencia


nos tejimos para anidar allí, aguardando. Nos arrojaron al muladar de las palabras y allí nos encontramos y encendimos candelas y llega todavía el olor a heno trabajado en la noche, toda afirmada en el temblor esta caída en brazos de ajeno arrullo y leche agria estas cuentas de rodar constante hacia tendidos puntos cardinales quemado firmamento, cascos labrados que cercan y acometen la casa y su encenderse en cálida raíz, e inhallable trueque de miradas. Mas ahora se alzan pasos por detrás del retoño de silencio que nos creció en la boca, empuja la garganta hacia la lengua el eco de los dientes apretados;


se abren esclusas, devociones largamente guardadas en cisternas y es que nos llega entre el polvo iracundo y la ceniza de los caravaneros una promesa de abierta reincidencia, esta suerte de dicha del destiempo quebrado donde la Piedra vuelve a levantarse sola, como entonces, al oír nuestras voces de consentido desamparo, esperada centella cabalgando la arena sobre el agobio del día y su exacta pala para el beso del río y el poema enterrado en la comba del cántaro. Es tu perfil dorado, germinal, que se adelanta, instante de relámpago sobre la frente mía, laberinto del paso nivelado que engendrará mis versos


otra vez, in Shah Allah, sin medida.


LARGA ES LA NOCHE Nieve. Utilidades y miserias del alma, el cuerpo, el arte del dibujo mortal. Necedades descendiendo del cielo. Se enciende un ángel bonzo. Subasta de vestidos y cenizas cayendo de bruces. Hombre crucificado en sus heridas Abrazos sin prontuarios. Un puerto es lo que se abandona el pasillo rejas. Unos tienen la mira puesta en el disparo, otros encomiendan a lo alto con religiosa hipocresía. Y la mujer yéndose de viaje con James Mason como si nada.


LINAJE Mi abuelo castellano vocablos ateridos garganta amordazada (greda y espinas) Los ingresos no constan. Barco habrá sido, mieses. Mi abuela de galicia sólo eso. Adusta entre rencores. Canas y foto de cumpleaños. Labios delgados. Orden. Lo no heredable al sur. Fila cerrada. Mi padre. Mi padre y yo en la línea de fuego de un horizonte blanco quietos, como aguardando voces (ese canto de orilla) y en nuestro nombre el desenlace el título de arraigo la salvación acabo de saberlo.


POCAS PALABRAS CATORCE COMPASES I Pleamar. Ese caballo blanco entrelazado con la luna en las playas de Tarifa. II Brocal. Coronación de una sed que se adelanta en cámara lenta.


III Minúsculo patio interior que no da hacia los cuartos. Alborozo sin descanso que gana la calle. IV Tu mano aún aquí como milagro ausente que no se desdice.


V Eres el que siempre regresa a conformar la noche. La cumbre del nido, su temblor. VI Yesquero. Raudal de sol entre las manos y un cigarrillo azul a veces. VII Lleno de sal el hocico de un perro


ladrando en el espigón de noche como un loco a la luna. VIII Hueco blanco en la caja del pecho. Encordado de huesos ya sin música. IX Una taza de té se bebe la mirada como si pudiese agotar toda la pena.


X Y el Piano. Primera palabra de un diccionario susurrado. XI Lejos. Donde la marea hace retroceder hasta al más intrépido de los nadadores. XII Tu nombre. Un giro completo


en el reloj. Letras engarzadas. Siempre. XIII Estrella guardada en el hueco de arena. Cielo para esta pequeñez humana que contempla. XIV Entregado a su canto todos lo vieron inclinarse hacia el mar. Ni la más densa neblina


pudo con su mirada fondeada en mí.


ORIGEN Y DESTINO De la mano como por un camino pedregoso lo tomaba en arenales de insumisa sequía y en las estancias de brocal y pozo lo tomaba y en las fuentes de oscura mansedumbre y en medio de borrascas en navío extraviado lo tomaba. Se dejaban tomar el uno al otro y al declinar vecindades bebían transparencia. De la mano el dulce acompañar de la cifra desnuda la letra revelada en la quieta paciencia de la incontable noche. Verde recogimiento el sembradío madurado de palabra a palabra que el silencio custodia en el hueco sonoro de coincidentes cuencos. De la mano y su curvatura entrelazada con la cavidad del tanteo del semejante templo, relicario del hálito. Y en el salmo de nieve y en el error del día más humano


y en la materia madre del vértigo y el hambre y en la cita de elementales carencias en los bordes del sueño y después de la última palabra despojada matriz de todas las palabras venideras y antes de la apertura de los ojos cuando el vagido era el único lenguaje sin prisas ni presiones ni inconstancia lo tomaba. De la mano. Como un pequeño nos toma en la infancia sigilosa de los días azules y umbrales presentidos en el pecho del tiempo. Como se toma a un niño que descansa en el tibio decirse del verbo recobrado. De la mano, como siendo llevado, conducido después de la tormenta por una calle de húmedos milagros


TRANSUBSTANCIACIÓN La vida quiere unirse, alma, de nuevo, por encima de los suplicios... Juan L. Ortiz Tú, mi cuerpo bordado aquí monograma del pecho blanco como acaecido antes de toda exposición corredor entre el claro y el bosque por donde te deslizas manso y máximo borde puntada de letras el origen arpegia cardinales costuras trama instrumental de pertenencia hilada no posesión mueve el deseo en cántiga y elevación de cáliz límite de la madrugada besa tus hojas


durmientes, visitación de pan sobre los labios, amor, en mí


YACER Plegar las telas, como por la caricia de texturas hiladas en la tarde, atesorado territorio al que irán a verterse lentitud y confianza aptitud para el riego cántaros acariciados. Luego tumbarse cerrar los ojos dormir. Que venga la raíz del tiempo, la savia de todos los días de simpleza, la noche del instante claro y que un sueño de arroyos en la banca, juncos peinados dentro ningún alarde navegante sean apenas el mecer de los párpados, del bote, de la cuna. Y cayendo en el sueño abandonados


la infancia reconcilie al niño con su canto al astro con su niebla al mar con su tormenta procelosa. Los brazos se han encontrado en la sospecha de que lo dicen todo: oración del sol que va en pendiente, racimo de la boca muda: árbol de resucitada transparencia.


VISIÓN DE VERDE Pasillo vegetal, densa enramada móvil. Choques de certidumbre contra los troncos. Se espesan las humaredas con fuerza agreste. Resinoso olor a senda emancipada. El lecho tras el sueño llovizna de hojas. Cruje tu nombre.


UN SUEÑO El lujo del poema se afinca, leve aprendiz del sueño en un claustro de espejos. Desnivelado el cuerpo en tambaleo escribe giros de pasaje: encadenada línea recta directo al corazón. En el fondo una habitación de sacramentos trepida de hostias consagradas. Has de llegar arrodillada deshojándole un voto. Que el alma aún perdida siga llamándose cordero entre los llanos


eco de nombradía esposa.


BAJO LAS RUEDAS DE UN TREN renunciar a algo propio fácil tentación que estruja papeles e incendia siembras no habidas campos de desolación. otra cosa es el viento y su móvil partiendo letras al goce de la sirena. en el andén esperan mis mendrugos. la cama de hojas dispersas en las vías de plata. hay una luna que me escribe hasta cerrarme los ojos.


CARA Y CECA DE UN LOBO un manojo de letras exponen el cuerpo al riesgo de caer bajo los dientes del disparo o a rendirse bala de plata o de fogueo o beso ametrallado nadie sabe con qué apunta arma o amor vulnerable a las palabras que hacen centro no deja de buscar sus esquirlas en la boca de la escopeta cicatrices de lobo que se abren para invocar a la caricia


de la mano desnuda.


TROTSTOMO Navegación de quilla hendida inmóvil poco tendrán que reparar cuando se parta en dos todo barco hace agua, nos dijeron, sin necesidad de vendavales. si el horizonte nos niega su promesa la mirada despejará sus caminos hacia adentro llegar o nunca haber estado partir o dejar que las cadenas hagan lo suyo por lo bajo anclar


se ha transformado en un riesgo nada calculado TROTSTOMO ‐el barco destrozado‐ sólo finge avanzar y el ancla tira como los mil demonios.


CÁMARA LENTA En el puro instante de la fuga cuando todos corran con sus niños a cuestas, sus muebles para repartir, sus cachorros de raza, en el momento de la exhalación, cuando todos pidan sus rosas, sus memorias en alto, sus últimas palabras, en el momento de la destrucción cuando todos quieran escapar de su dolor más próximo, de su noche, de su crispación, del aluvión que viene, en ese puro instante tú sólo verás la flor y su osadía por crecer, el señuelo que te puso Dios y la palabra FIN.


PERDIDA FE En eso que nos toca quién pudiera sin alivio sin pausa nada anudar con nada si oscura herida no fuera el tiempo que ordena explicar lo indecible, como aquí y allá el requerimiento que traiciona lo único, cómo eso no nos hace morir de tanto inútil haber dicho. ¿Quién dijo: el abandono próximo será tu último sorbo? ¿Quién dijo que al final se suelta hasta lo prometido en el inicio? ¿Quién dijo que morirás de vulnerable? El incendio que queda más allá de las sombras de la noche en el bosque cerrado. El poema lo dijo. No simple asedio, no, desfallecerle, trabajados por él, a él consagrados. Que fueran alineados, silenciosos, que fueran tras los pasos del agua, de la llama, que fueran prometidos a ninguno. En nombre de un temblor mayor se dice sí, al tremor se abren sendas, se desdicen palabras. Qué solo puño en la captura


del misterio inasible de la rosa fue confesar lo que apenas supimos y enmendarnos por lo que de esbozo tenían nuestras letras ‐quién sabe‐ si la última brazada del ahogado. ¿Y qué fulgores habremos abatido, qué demoras y qué sangre nos habrá traicionado sin más cuando debimos haber dejado todo en estado de infancia?


ÉL Él es lo escabullido, lo que queda de las prendas del odio, la hoja del rescate. Se da forma acabada obligado a convertirse en lo que es: ese rumor de fresno que se despliega a espaldas del que alza el estilete de las causas ganadas, ese olvido de heridas esa tenaz memoria de insurgente


JARDÍN DE ARENA Ve, la rosa y la arena todo jardín y casa desmantelando muros a calicanto levantados como danzan cobijo e intemperie abrazo en torbellino cáliz en el desierto. Un rigor de látigo florecido entre dunas hace caer el rayo de luz, polvo y adobe y se hunde la guedeja de la niña —nombrada devoción — en el pozo de almizcle aromado silencio peregrino moja la boca de los vendavales. Pasan los camelleros dioses del agua escasa y sin artesas del pétalo hacia el limo de la arena a la rosa rueda el camino lejos dádiva rota del tiempo detenido sábana de cristal con su aliento de impermanente superficie la cueva de rocío las resguarda


aquí dentro hace sangre flor de rojo latido sobre pieles de espejo fértiles alboradas húmedos ojos


LECCIONES DE MIRAR EN TORNO I Inocente conjuro de un niño ante el espanto de hallarse solo (sin nadie que lo vigile desde la casa). Ausente salvación del aferrarse al nombre, inútil amuleto de letras aprendidas. Cuando llega el olvido del guardián, se le entregan las llaves de la infancia. Y todos los fantasmas, sometidos a la regla de su juego, se tornan amigables.


LECCIONES DE MIRAR EN TORNO II Duermevela del pez en la garganta. Agua encendida. Fuera de la casa paso a paso, el río se desangra por sus venas marrones y la vida se escurre en la enramada por los atajos de la siesta.


LECCIONES DE MIRAR EN TORNO III Acostado en la hamaca (entre pliegues, vaivenes) cediendo sus jornadas al perfil de la hoja callaba por plegaria arrebatado e inmerso en su bajel de luna tentado por el cielo. (y los demás dijeron: pierde el tiempo, cuando, en verdad, estaba haciéndose su amigo).


LECCIONES DE MIRAR EN TORNO IV En el dominio de mí mismo yace la oscura pretensión de un tirano. Mi más cercano prójimo esclavizado por mi más cercano dictador.


AURORA CONSURGENS ( I ) El uno cambia su aliento sobre el vaso de estrellas pasa por el cedazo el alfabeto remite toda nada hacia su gesto táctil talladura del ojo, de la boca, del hambre de tocar mesa tendida copas, que no se alzan. El otro, aterida la mano que penetró en lo hondo y abrió un pozo en el pecho la extiende hacia el vacío. La sangre se coagula, y esboza un corazón de alas batientes. Hijo de todas las rozaduras de la espina se exilia de raíz, puertas afuera. La casa es su abertura y hasta el final del escalón hacen los vientos remolino. ¿No es acaso el desierto


canto de mares que no se han retenido? También lo hueco vibra con lo que fue arrancado.


REGISTRO DE UN ESTADO DE COSAS

¿A quién el crédito de la mirada si desde allí se urden incidentes, fatales coordenadas o apenas se eluden, hasta no poder mantener en secreto el apremio de ese instante familiar y sin embargo a punto de acelerar la potestad del caos, esos desencuentros que en abierta persistencia precipitan el fin en la lenta certeza de que amar no es eso precisamente? ¿Y a quién que no reclame de esa misma mirada algo que sea menor a un punto de enlace inexorable y del amor que se resuelva en un acto de insensata costumbre la transparencia de esta vida absuelta de ferocidades cotidianas y del intento voraz de instalar una clausura entre ayer y memoria


como resguardo de las últimas certezas, para decirle aún?


SENTENCIA FINAL Ni siquiera esa dicha mezquina a la que aspiran ciertos fraudes cotidianos que al esgrimir sus trazados, conspiraciones, cálculos o entradas portentosas se alimentan puntualmente de la sangre cobijados en el puño de la muerte o lo que es peor, bajo mínimas fracciones de encanto hogareño, seducciones por las que aún la belleza termina destilando cierta imperfección hereditaria de la puesta en escena sin distanciarse de lo previsible y no obstante sobreviven aún siendo considerados preciosismos de calculada virtud— se salva de caer alguna vez en la azul superficie del cuadrante hacia donde alguno es lanzado por error si es verdad que allí se mide el calibre de las almas y que hay menos de inútil heroísmo en aquel que es eje de una ausencia que en el otro que corre tras su presa


en el intento de adjudicarse más tiempo y consistencia para sí de la que tendría un parpadeo.


CONJUNCTIO Grano de sal paralelo camino surgencia del amado desliz sin nombre que en las orillas nos visita cuando libre consuma el preciso enlazarse del vertedero con la letra y el poema se inunda por la hoja material desecho que se suelta de la mano del mundo y va a abrirse en beso sobre el labio dormido antes que todo y nada se amanezca ensayando y nivele razón o sinrazón de ser y de no ser la indivisible huella de la piel se anuncia ya destello líquida intermitencia que tira hacia abajo y da en el blanco lentamente acogiendo esta indefensa luz


desbarrancada la lengua del ajeno infinito que adentro húmeda me sabe.


DEPENDENCIA DE SENDA Alzada al aire diestra de bendición al cielo mira. Territorios de viraje lento arrecifes de su sangre timoneada por huecos y junturas que abrevaron en pan levado lodo pendiente del azar el aposento mínimo del alto palomar es un perfecto cielo que discurre: No caerás.


Patricia L. Boero Ricardi nació en Buenos Aires, en 1958. Es psicoanalista, restauradora de obras de arte y poeta. Creadora, diseñadora y directora de ZONA MOEBIUS, revista de literatura, arte y cultura www.zonamoebius.com activa en la red desde 2003 a 2010, interesándose por las relaciones entre arte, literatura e Internet y la creación de espacios alternativos para la difusión de propuestas originales de autores noveles en especial. Ha realizado diferentes proyectos con autores y artistas extranjeros a través de la red. Entre ellos el Proyecto ʹSave Twilight en españolʹ ‐ música electroacústica y poemas de Julio Cortázar en colaboración con el músico venezolano Arcángel Castillo Olivari y ʹCartas de la Nombradíaʹ, libro escrito en co‐autoría con el poeta español Antonio Mengs y publicado en noviembre de 2004 por la Editorial AdamarAmada de Madrid. En 2006 fue publicado en Zaragoza (España) su poemario ʹCuarto Crecienteʹ y cuenta con varias ediciones de poesía en la plataforma Issuu. Paralelamente a su profesión de base, se ocupa del diseño web para terceros, la edición de libros digitales y la realización de objetos relacionados con la época medieval (tableros estratégicos de juegos históricos y otros) además de dedicarse al miniaturismo realista. Administra el grupo de Facebook “Mujeres en la Edad Media” y es recreadora histórica medieval. contacto: casiopea06@gmail.com



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