ÍNDICE
El despertar Oculto entre las hojas Stalker Moras En la edad de la madera Francisco De largo Acecho y ensoñación Trapecio Sine Nomine De los aprendizajes del reverso Blade runner Frontera Despedida Detención de puente DoDes’KaDen Don Buena fe Camino de Damasco Carta de presentación Cero Conjugación Eje de sucesiones El ángel Chiara El principiante Entre paréntesis Excursiones al campo Junto al fuego (Candelaria) Caída libre Límite apenas (Ocho) Límite apenas (Uno) Los monstruos
Mapa del cielo Meditación previa (Assisi 1997) Movimiento calculado Tiempo cumplido Visión Todavía no Tránsito Correspondencia A Horin Daigyo Philippe Jaroussky Adán Adiós After the rain Ajedrez Al mirar de Alejandra Karesansui En vela
EL DESPERTAR I Pequeña y extraviada flor de invierno donde anidan las aves de los nombres: Miho que se hunde en la suave neblina de la estera, Miho en el mar atravesando el pórtico del agua, Miho de cuya herida la niña hace cordel, mientras devana frágiles vellones y ovilla tres palabras en una lengua extraña. II Monótono es el hambre del soldado dormido en la estación, a quien juré el secreto de los árboles y la renunciación al salto de la yesca en la pupila con que miro llover. Del diario que guardaba tomé la senda del claro deambular en los rincones, polvo, ceniza, pátina del tiempo, el emergente idioma de los astros y el desvarío extático ante el llamado de no olvidar el rostro de quien se acuarteló.
III Nunca moriste en mí como deseabas morir entre el batiente revuelo de los pájaros. Nunca en un firmamento más alto que tu frente, tu propio corazón, tu mano propia. IV Pero yo escribo y habito un precario continente de inmutable piedad donde la flor que cae es mi cabeza. V En ese tren conviven las balas con la suerte. La vía he sido yo. También el blanco. VI Pasaron los inviernos de la desesperanza como pasó la furia de la luz, el brote en el tejado y las ofrendas del desasimiento. Ante mí cayó la humana desazón y el haz de espigas que enlazó el signo de la voz con las arenas.
Pero recuerda siempre que es sólo un ejercicio, no lo olvides jamás, de la mano que aprieta la garganta, señalar horizontes para reconocerse. VII Entonces, no hables, no dictamines ni pronuncies, Miho, palabras como esquirlas sobre un campo de nubes, al ojo exacto revélale la gracia de los goznes sutiles que sostienen la puerta de tu rostro. Tú, a quien el tallo frágil enseñó el abandono que alienta en los dominios de toda quebradura y el afán de la seda en patria de puñales. Tú, la que ha desembarcado del desdén, no digas nada. La luna no responde como espejo. La luna no responde. VIII Llevo bajo los párpados la insignia del jardín, el verde instante de la enajenación, las briznas arrancadas
y el cancionero leve del palacio donde el ciego trenzó relatos de países cercados por la lluvia, emblemas, monumentos, ajenas efemérides y el silencio final por todo cántico. IX No decline tu olvido ni tu amor ni en duermevela decline tu cansancio. No lo olvides jamás: el daimon de la letra exige que te eleves hacia abajo: del tropiezo casual a la sentencia, de la aurora hasta el limo. Y que seas extremos porque sólo lo extremo se puede condenar. X Partida por el sol, la flecha tuerce el tránsito inminente hacia el pronunciamiento y se clava en la noche donde la mano enciende una ausencia salvífica.
XI Detrás de los cristales donde estalla la luna se guardan los misterios de dioses abatidos, los restos de la joya: Miho que se deshace en la leve llovizna del invierno, Miho en la luz difusa de invisibles linternas de papel, Miho de cuya espera el aire ha hecho jirones mientras ahogan las aguas su memoria y deslavan los trazos y el perfume de la última estación antes del sueño.
OCULTO ENTRE LAS HOJAS Soy el tenzo hago el hielo, la hoguera el vibrante deseo de las bocas. Libro un diestro combate contra la cifra exacta de la muerte. Persevero en sus huecos, disminuyo hasta rozar al animal oscuro del antiguo jardín la niebla luminosa. Conozco el hambre elemental, la sed callada y el puntual desconcierto de los hombres. Soy el tenzo y traiciono. Abrí hacia el cielo el pecho de mi último señor le di a beber el agua del soldado un suelo de arrozal donde no se posaran las aves migratorias con ajenos decretos y mi perdón magnánimo
hundí el cuchillo hasta alcanzar su verde corazón y vi saltar mi sangre retenida en el perímetro de vuestras prescripciones yo fui el ajeno su hermano su testigo. El tajo eran mis ojos. Aún duelen en mi carne las rosas que comimos las flores que aguardaron la estación de los justos y vivieron cercadas en el huerto por nuestro miedo a la belleza. Soy el tenzo y desnudo mi naturaleza verdadera ante vosotros mis fiscales mis árbitros purísimos mis reincidentes muros. No espero en vuestra luz sino en aquella herida.
STALKER Todo lo que me marca —de lejos se observa su estela innegociable— está partido, pertenece al dominio de la ruina. La fértil añoranza — desaparéceme — el ruego del caído — sólo tú en la mudez me dices algo — la evidencia del mundo en algún cuarto — tu deseo podría ser letal. No pidas nada — Soy experto en vivir bajo las hojas, sé cómo se sortean las balas, los vestidos, el peligro de nuestros guardadores, las trampas de la fe, la voz del viento. De aquel merodeador lo aprendí todo.
MORAS Ahora. Has dicho ahora porque ahora tiembla en el hilo del funambulista. Somos, a nuestro pesar, lo que la espuma resta a la rompiente. Su violento aterrizaje. Cada mano en cada mano pareciera apaciguar todas las diferencias. Clavetear las muñecas, mofarnos de ese grillo de acero, incendiar el sueño de relucientes prisiones. La apariencia es el segundo de la interrogación. Sabemos que no antes de que se nos clave el último gancho de las dubitaciones. En diez veranos la morera de aquel campo aún pretende frutal engaño. Toda esta prisa por ahogarnos entre ramas crujientes, lívidos, emparejando las murallas, desparejos como siempre
lo fuimos en el color de ojos y más allá. Violamos el jardín. Tomamos por asalto el tallo abierto de la flor. Supimos que empujaba por dentro no savia, no el albor, sino el disciplinado ir y venir de un ejército de hormigas.
EN LA EDAD DE LA MADERA ni alfileres ni balas al remontar del aire su único peligro bofetada de viento dando de lleno alcance para caer, prenderse no al cuadro, no al trofeo.
FRANCISCO Despojado, raído, perfectamente permeable. En días así, hay veces que una rendición, se transforma en algo más que vivir con los dientes apretados.
DE LARGO A veces, tanto me duele la vida que no me vivió, la que pasó de largo sin siquiera invitarme, que apenas puedo perdonarle su desdén.
ACECHO Y ENSOÑACIÓN Se me ha dado la virtud de observar por largo tiempo cómo se logra la total sujeción de las palomas. Es un juego bonito verlas picotear su ración de alimento, alimentarlas de buen pan, buena semilla, adormilarlas en brazos de algún nido improbable y cada tanto comprobar si al golpear una mesa, por ejemplo, se quedan o se van. Repetido varias veces el ejercicio se logra una paciencia infinita, cercana al embotamiento. La ensoñación reclama amnesia y hasta se logra que el pequeño animal suponga insustancial el daño hecho.
No obstante, el sueño y el asedio deberían conformar cada uno en sí una unidad particular, al menos en teoría. Las palomas, por principio, no tienen visión tridimensional y alternativamente atienden a los granos y a las detonaciones no pudiendo hacer un diagrama de flujo de que hay poca distancia entre la mano que siembra y la que tiene garras. Aún con su pequeño cerebro nada globalizado, las palomas un día abren la boca y no para comer.
TRAPECIO El arte de la mariposa se adquiere remando vientos de las cuatro estaciones sin preámbulo el libro abrirlo puro horizonte llano cerrarlo gesto de atesorar surgente asombro bisagra de dos mutuas frágiles insistencias una mota de fuego sin ardides el corazón —por más que la ceniza fiel retoño es el pliegue donde se ensancha la voz de los candiles íntimo eje de pulsos, vida.
SINE NOMINE Ni siquiera piedras para morder cuando la prisa embiste cada clave, notaciones de música, anchas avenidas de líneas paralelas. Cayendo sobre la mesa da lo mismo el prospecto del jarabe, el protocolo médico, la enciclopedia de los cielos. Por detrás de las minuciosas recolecciones de palabras nos da piedad hallar sólo un afán coleccionista. He visto suicidarse mariposas contra un fanal de luz con tal de no llamarse: Danaus plexippus erippus
DE LOS APRENDIZAJES DEL REVERSO De a poco, la inermidad del escaso recurso se va volviendo un pasadizo útil. Nada más que el modo de exploración fallida hacia el manar del alba: entrañable vigilia mutuo otorgarse prendas de un imposible hablar por todo lenguaje.
BLADE RUNNER Entre todos los hijos perfectos primates del señor dios del cielo —raza de escribanos tranquilos en su árbol acechando la vejiga del presunto enemigo para contabilizar pérdidas y ganancias en el balance de la gracia en cueros, yo, vástago de una lágrima, el que borra la fronda de susurros el que desaparece límite, apenas uno.
FRONTERA De este lado está el para siempre, no saber que un día seremos olvidados por las palabras. Eso se llama muerte (cuando dejemos de decir) Del otro lado está el instante, la fugacidad en permanencia. Eso se llama vida: Las sombras hendidas por la chispa de un fósforo que nunca pudimos encender del todo.
DESPEDIDA a Coca Veintinueve de enero Demasía de luz cortejo de tres gatos sus reales presencias terciopelo. Y es que tu muerte amaba el sol los maullidos celestes el suave tacto de las telas también estas flores.
DETENCIÓN DE PUENTE Fijeza de ropa negra viento que insiste en tensiones de arco del linaje nivelan el horizonte los extremos rasero de los días avance quieto de hermandades silentes. Al declinar la ola caen al mar las ansias de las navegaciones azarosas superficie de arribo en la palma del mundo puente pontífice cuerda anudada y firme único acontecer de la otra orilla.
DoDes’KaDen He conocido la vía de los ciegos. Sin accidentes. Fina escucha para tejer arpegios. Vuelvo a buscarte en el nombre de la seda. Sudario de orugas, batientes alas en el cordel de tu temblor. Tú. Ardiente broche.
DON Todavía hay un último gesto cavando el surco de la ausencia en el fondo de un plato vacío un rodeo mordiendo lo que queda de un sueño unas manos que hilan el polvo de un hueso partido. Hay un día a cuya lentitud se llega comulgando palabras consagrando hasta el fin el borde vacío de la boca y su hambre sin reveses.
BUENA FE Cuanto dice y ha dicho nudo de verbo y mano blanca filigrana de apenas respirar entra y se graba lacre latir desnudo unísono no hay error ni afán de interpretar ni tan siquiera constatación o prueba de absoluta verdad no hay ordalía la desconfianza ha mellado el rostro de muchos vanos intercambios sólo que aquí se trata de otra perplejidad más virtuosa que la que alienta en los tratados preventivos
CAMINO DE DAMASCO por el cansancio de haber sido soldados con el diestro cauterio del domador de incendios —cada llaga de luz con su correspondiente prescripción de ʹno te propagues ni prodigues y mucho menos te transformes en manatial, surgente auroraʹ— algunos animales se quitan, poco a poco, la piel y en un acto de arrojo abandonan el corro de otros muchos perplejos animales y se lanzan desnudos gozosa carne viva tras la distante caravana de hombres azules —esos que arden arenas, esos que comen rosas— En la cureña de sus ojos llevan en andas su deseo como en una procesión: que me beba tu sed que el dolor sea compuerta de un gran amor en el desierto Una es la noche para aquellos que fueron tienda y peregrinar arco de extremos tensados por la cuerda de un idioma común
Toda sombra es humana cuando se encienden las fogatas y es preludio de lluvia cada palabra conjugada.
CARTA DE PRESENTACIÓN Soy Petra. A la otra de la otra, encadenada. Sofía y el área en sombras. Triángulo de marinerías cuando acabas de dar el salto. Mujer de arroz y néctar de consecuente esparcimiento. Soy María doblemente versionada, bíblica y descalza, imán de los guijarros guardadora de ungüentos. Soy de la moteada estirpe de las piedras que ruedan cuando acuden los temblores a la pupila de los faros. Prolífica me reproduzco en sueños y con los pies en tierra entro en tu nombre. Soy la desertora del legal desastre, la exiliada por propia voluntad del arte del convenio, la suspensiva inmediatez del roce, ladrona de espinas. Soy la que a la muerte dijo no.
CERO apurar el trago atisbar en el fondo de las palabras decantadas romper las copas no hay más mirada que ésta que acaricia el alfabeto con un arma filosa. sin rodeos ante el último recodo de la noche: zarpazo de la muerte. hay una palabra rendida ante otra. capitulan las letras cada fragmento se duele de su herida no hacemos otra cosa que escribir desde el último peldaño del fracaso donde la risa nos asalta con su mueca virgen. mientras la noche nos desea su misma pulcritud sin promesas alguien cercano muere y se consume la sangre que pedimos prestada
entre un estallido de vidrios el último abandono perpetrado tienta la suerte de una última bocanada de aire propio.
CONJUGACIÓN que sea la ínfima hormiga la abeja su minúscula potestad de mieles junto al inmenso abandono del cielo al goce de lloverse sobre mí que soy hoja de hierba celdilla de panal paso de nube. en vísperas de siempre.
EJE DE SUCESIONES No hay dos días iguales, y todos los días igual. R.M.
Corro de vértigos que hace volver los ojos hacia el punto ¿fijo? en torno al cual un ala multiplica presencias. Eje y bucle desprendido del árbol, a distintos niveles de exhalación aérea cada vez que se siembra vórtice ignoto, previsible dibujo del mismo invierno en la distinta nieve Semilla de pino. Yo. Peculiaridad que se repite.
EL ÁNGEL
No separes la sombra de la luz que ella ha engendrado. J.A. Valente
Aquí no yace el que escribía la fricción tenue de la sombra contra la luz la yesca y el salto silencioso de la chispa en la muda raíz garganta afuera. El que inmoló al desierto y dijo arenas como dijo agua y el cuerpo entregó a la transparencia para que nunca se cortara el hilo de su canto. La noche lo inclinó entre duermevelas. Incendió su oído y su alfabeto. El tenaz amanuense, el raptado del dios, el auscultante insomne pronunció mi nombre alguna vez y habló por mí ante el rojo zarzal de la palabra. Un hombre se desliza por un bosque de hojas no hay ave que no tenga más luz que la mañana ni hay ojos donde el tiempo aposente más llanto… Yo ardí con él. Fui material memoria, luminosa ceniza. Aquí no yace el ángel.
CHIARA Tu opacidad ilumina el sordo centro de la escena el brillo no está más la aridez del brillo Se ha amparado la gracia en mis ojos La gracia de no tener La suprema pobreza.
EL PRINCIPIANTE me aproximo a esta cátedra de palabras al sesgo hojas volcadas sobre una mesa rota con hambre de traicionar hasta al último maestro grabo piedras para el próximo discípulo del loco ni proyectiles ni defensas ni excusas del tropiezo mi cincel es oficio de caída gracia de jamás haber levantado la cabeza a ras del suelo escarbo urdo el umbral del que vendrá a separar la piedra de la piedra nada más que ahondar lo que ya estaba la puerta de salida aquí me quedo
ENTRE PARÉNTESIS Sólo por haber profanado en el real sentido de la palabra transparente el destino de un verbo raptado por la virtud dudosa de insistir lo que llamamos poema deja de ser moneda y ripio costumbre demasía Atanor de la voz primera letra Todo está aquí donde no cabe el ojo También la inconmensurable levedad
EXCURSIONES AL CAMPO En la colonia el viento comparece. Filtra el aliento de súplicas comunes la roja simetría de la puerta metálica. El blanco rebautiza con brevedad contigua y destreza observante del detalle cada perfil novicio dado a nacer de nuevo. En este apartamiento algo se precipita. La historia en el susurro de entretiempos muestra vértices romos. Vigía y confinado pueden morir de asfixia con notable igualdad también el niño —que visita a su padre— cuyo patio de juegos termina donde se alza el filo del perímetro. Adentro es también mundo ajusticiado cuchillos para el pan y para el duelo y una legión de penas que no traspasa el muro. Adentro es sombra anónima. Afuera purísimos pastores alientan los espasmos de nobles ciudadanos con prontuarios sin mácula.
Preparan una guerra dudosamente santa. El asco tiene rostro. * * * El asco tiene rostro y se enmascara de legítimo ardor. Afuera llueven restos de un orbe miserable. Adentro, en la colonia, los ojos se uniforman por obra del dictamen. Una rara hermandad surge del fuego, la innegociable luz niveladora. Por la indistinta gracia del cerrojo, relicario común, el cuidador se alinea con la suerte de la pieza cobrada en cacería. Se incluye en el recuento como fiscalizable. Los índices ordenan las fronteras hasta que el hambre de un oído derrumba la estadística. En la colonia, la piel de todo el mundo se parece. De allí la conclusión. La piel es superficie del estigma. Y el mundo es este campo. * * *
El mundo es este campo sumergido en barro elemental y frutos rojos. Linaje de intramuros que no brinca la cerca. El arte del sujeto al enigma vacío del letrado. En salas de inmensa claridad concurren las miradas como en el pueblo el roce, la música interdicta y un largo territorio de promesas. Afuera el aire escupe expertos, señas particulares y el rostro impresentable del venal estadista. En la colonia la noche suelta sus caballos de plata mientras el miedo atávico a lo oscuro organiza el desdén del ciudadano. Adentro es también vástago de sombra. * * * Es vástago de sombra la alborada la suerte entre balidos, la oveja con que juegan los niños inocentes, la oveja que alimenta el temblor de sus manos, la que irá al matadero donde su roja lana será emblema. Las voces son cordeles que aprietan la garganta. Adentro es la estación de los ahorcados, temporada de nudos en las sábanas. Hasta los muertos aprenden a pronunciar su nombre en el recuento. La sílaba se esconde entre la escarcha.
JUNTO AL FUEGO (Candelaria) La ocasión de tu verbo en la ocasión de mi silencio lo que de ti se escribe en lo que en mí se calla.
CAÍDA LIBRE La desnudez es un acto de arrojo don callado de la vergüenza que se viste de ofrenda: cita a ciegas del temblor compartido. Noches de casi todo en casi nada se deponen las armas del ocultamiento y se besan los márgenes de la luz, de la sombra. Salva distancias el siempre recibido haz que se hunde, lentamente, y hace nacer la carne de la piel, su más adentro tacto de palabras que horadan, que señalan.
LÍMITE APENAS Ocho I Balbucir como fruto hendido de la boca y no obstante plantar banderas de sauces, entregado temblor de cabellera medianoche de mástil que se inclina y no cede la gracia de la primer caricia húmedos dedos como lenguas. II Si costura, cicatriz o espejo llama a esta línea de azogue ‐árbol de plata, yo‐ si tacto de mil ojos de rama, flexible declinar para horadar la piedra, el sílice, a lo que empuña su mano de raíces, un vivo testimonio de eclipse sol y luna se produce y alguien calca los astros uno encima del otro multiplicación de círculos abiertos. Cala en los huesos medio camino, tregua, medio sueño navegación pirata que no roba muesca de propiedades compartidas que esperan riego mutuo. Una serán también estaca, tierra: cruz que evoca flor y camposanto.
III El cielo se escribe: exploración del perímetro a la estancia del centro reflejado y circunda primero la alborada de puntos, el contorno une cada incisión con la siguiente línea que avanza quieta y borda redondeles de cuerda de infinitos nudos luminosos señales y brazadas enseñan el temblor. Sobre el último tramo se decide el destino final de los naufragios. IV Ese barco llevado mano experta en caricias de timones, allí, qué incierta lumbre pasajera recoge el viaje desde la estrella al pozo, de lo negro a lo blanco. V Ojo del huracán abre puños cerrados que el velamen se hinche nuevamente ya no ceniza gris, frágil arena de los fondos sino hojarasca rojo encender la llama el ave peregrina que se abrasa canta todos los fuegos. El centro es sólo arder arriba es siembra de agua.
VI Mendigamos palabras a una garganta ahogada. Sed que nos hace hablar mar de lunas perdidas. Todo calla en el uno abismal del tercer tiempo convocado y susurra: ‐ los árboles se enlazan, antes del agua se inclinó la ladera que es el punto de apoyo de lo verde, el manantial es un canto de dos cuerdas templadas. VII Entremos al lugar donde florecer y latido flanquean las corrientes. Lengua de los regalos e intercambios don del estanque quieto que corre por lo bajo, superficie de bruñida blandura se deja atravesar ‐savia que palpa. VIII De una orilla a la otra el sol arroja su moneda a cara o cruz: plateado relumbrar/sombra anegada. El lenguaje es un pez entre el corazón y la rosa.
LÍMITE APENAS Uno Jamás objetivamente estos poemas como necrosario. Y es que tampoco olvido. Ni ejercitación, ni crónica, tampoco herrumbre de goznes y ocuparme en aceitar. Esta puerta no admite acumulaciones extrañas a su propio vaivén. No necesita de mi sostenimiento. Es el viento y una alborada en sus inicios la pareja de porteros.
LOS MONSTRUOS Adentro están, embozados mirando nuestro pulcro afuera. No se engañan. Proceden de la grieta. Y pretenden hacer una hendidura en la más fija pared de nuestro noble muro. Ofician de martillo. Toda violencia llega encaramada a la inocencia. Como una fruta podrida en el plato de un Ministro.
MAPA DEL CIELO todas las casas se han vaciado de golpe ni pan ni agua ni barrote de celda ni la escudilla del mendigo que guerrea contra su propia espada un barco blanco navega un pañuelo sin precisión de iniciales mapa celeste donde el viento del desierto crece y arrastra todo hacia la casa doce.
MEDITACIÓN PREVIA Assisi 1997 No a mí, no a mi cuidado, al vuestro, al cuidado de la perfección de la fachada con múltiples intervenciones (el superior de la orden no ignoraba que vigas de concreto en reemplazo de vigas de madera hacen más sólida la estructura hasta que sobreviene el gran temblor pero apostó e hizo sus cuentas en favor de las estampas —bellas estampas del seráfico) Sembró en la sacristía una intrincada estructura de puentes, pasamanos, coronas de rectas intenciones, los mejores materiales, los de aparente suavidad y férrea resistencia; con cuánto amor se entregaba a observar la solidez de la basílica encantando serpientes, bendiciendo a los niños y besando en la boca a cada ángel de los muros. Pero no a mi cuidado, al suyo,
no para que me mantuviera en pie. Para que no se cayera el campanario, que la espadaña en su lugar, vórtice del mundo, siguiera incólume y la garganta del templo resonara siempre clara y alta y veraz, y su elevada habitación, siempre lindando con el feroz límite del alto cenizal y la hostia amasada por manos diligentes, lo expulsara del mundo, ese desorden —mordiente para el caos. Ya véis las consecuencias de la meditación. Mas no por mí, el inhallable soporte de tanto anecdotario desprendido de golpe, no a mí, no al cuidado de mí, no de mí, el geólogo, con el cielo del derrumbe salmodiando en mi frente mordiendo polvo bajo los escombros esparcidos del Giotto.
(Y sin embargo, entre el encalado de mis ojos y el hundimiento de todas las costillas de mi frágil manera de soportar el cielo, aún continúa en pie mi amor por esos frescos italianos)
MOVIMIENTO CALCULADO El cuerpo es una flecha de corto alcance la mano no se ha movido de la mesa y sin embargo la mejilla acusa la bofetada los ojos siempre en su lugar y la mirada en otra parte.
TIEMPO CUMPLIDO De la caja tómense cuatro pétalos, un yeguarizo despeñado, una docena de rodantes piedras, la sangre acumulada en las venas del desierto en alta sed (por lo bajo las cisternas pulsan, calladas y atropellan los fríos corredores tallando el liso embate sobre la piel del verbo), la medida del continente, las lenguas con que el mar profudiza sus goces de límpidos alfanjes— la espera que no se aquieta ya sino que embiste haciendo con su galope de costa a costa azahares macerados el sexo de la fauna, la estrella, la madrépora móvil, el cuerpo de la luna que me viste y desviste, el solar del deseado, el punto ciego y el grito a voces de los demorados arrullos, de las manchas de luz sobre sábana ajena, todo lo mío, lo suyo, lo del aire y desestímese. Pura poesía, al cabo, nada útil peces a la deriva en aguas estancadas.
Tómese mi voz, la arena caliente de mi voz, la encendida fogata de mi voz que en su revés es calma quietud de planeo suave y lleva enredaderas de selváticas pulpas, desmesuras y don pudor y desfallecimiento y desestímese. Palabrerío, razón de nunca estar lo suficiente. Perfecta y torpe desnudez al público consumo. Indigestión y adioses. Atísbese su voz, la ignorancia de su son y el instrumento de su aullido (nuestros lobos mezclarán su sangre en un abrazo, el día menos pensado) Celebración bajo los escenarios caricias bajo los escenarios. La fiesta y la ceniza de la fiesta. Todo lo beso con esta boca mía, fronteriza. Esta boca oculta bajo musgos, bajo lianas. Y desestímese.
VISIÓN Los ojos se recuestan. La casa tiene bordes. El tacto de la página en esa pupila oscura que se tiende emancipa de límites. Hay barcos, niñez reconocida, galopes por la playa de la ciudad que arde. Arde la nieve, como zarza, el plumón, la lana y el cobijo. Acércate. En el hogar del fuego todo murmullo es agua.
TODAVÍA NO Madadayo Afuera, la noche adeuda un cincel a la talladura de la memoria del anciano—, bogan desperdigados guijarros sobre la arena blanda, cuando ellos llegan en brazos de brújulas, aleteos de bancos de escuela, ese otro patio de lentitudes mudas, cámara lenta— y desde el fondeadero de limos y letras le alcanzan la caña de pescar; escurridizo aleteo de plateado tesoro el pez, en el estanque. Luego pasan las estaciones, el estro que siempre en armonía blande horas de nieve, voladura de flores de cerezo y el sosegado arribo de la lluvia en ojos húmedos a la grillera de la noche en vela, un gato desaparece y el mundo anhela maullidos que habiten el hambre de ver un deslizar de cuerpo entre las matas, sedas resgadas,
edredón de plumas y desde la hendidura del cerco el azar no defrauda el llanto que el pañuelo recoge y de un sigilo hace presencia cierta y los hijos de los hijos toman la copa hasta el borde del desafío de los años, el globo de papel y la mujer, el alba transparente donde la tibia voz del señor del sueño último pregunta: ¿Estás listo? el campo es fraterno juego Todavía no... recomenzado destello de opalina ¿Ya lo estás? el pequeño kimono flamea su cabellera de algas No, no aún... en el ojo del anhelo se entrecruzan las voces Hay brillo de aletargada niñez debajo de la parva.
TRÁNSITO El presente deja constancia del infinito azar. Y el paso ya no se mide en pies sino en olivos.
CORRESPONDENCIA Soltar podría sobre el curso de esta cerca los ojos y perderlos vívida luz sobre los campos. Aquí y allá usurpando el inasible espacio de todos modos enlazados crecen y se espejan sobre un charco innumerables astros noche a noche. Lámparas miradas de piedad completa pendiendo de una báscula. Y entonces ¿para qué sumar al transfinito un número y a la observación un ancla en la ría del cielo? En su falta permanece desovillado lo que alcanza esa eterna deriva del goce bajo los párpados cerrados estos ojos donde todo se cuenta en casi nada.
A HORIN DAIGYO De esos cachorros que fuimos en torno a ti la indisciplina de un jubiloso hallazgo y jamás los sumisos perfectos alineados por color de pelaje detrás del cazador (pues nos querías librados a la suerte del paso montañés y de faltarnos) de esos perros pequeños sólo quedo yo.
PHILIPPE JAROUSSKY Tú no puedes morir. Te está prohibido. La belleza, el dictamen del luminoso ardor, La infancia pura donde alienta la sangre Te han marcado. Tú no puedes morir ni darte el abandono su estocada final. Desafía la cuerda la puntual despedida y el tiempo —esa emergencia oscura que linda con el barro— termina de caer; Por tu garganta sólo la aurora existe Y existe la promesa, el alba, el don del aire que nos vuelve a habitar como entre sueños la voz que susurraba: Ya estás donde estarás. Aquí es tu casa. Tú no puedes morir. * * * Una ignorancia es puente si no caigo a las aguas de la figuración. Yo no me miro en ti, sólo te miro. y eso es veneración: esta distancia que confía a la mirada muda y al canto la suerte de este viaje. Yo no me miro en ti.
Yo no me escucho. Yo padezco tu voz como padezco la gracia de este mundo: con el gozo tenaz de un animal de paso, con la secreta insignia que portan los caídos, y con mi humanidad. Yo celebro tu voz que se ha quedado Con su tenue espesor Acorralándome. * * * Y tú estabas allí en uno de los incontables escenarios que te vieron robar el fuego puro Y tú estabas allí Y aquí nosotros Felizmente cercados, Por el aire Y la gloria Que no se puede asir. Y tú estabas aquí. * * * La música es mi graciosa compañera. La música que hiere, La única música que yo espero alcanzar * * *
Ahora es nuestra vida En la eterna presencia del misterio. Tú no puedes morir Mientras ejerzas El blanco oficio del que pule De todas las muertes las aristas Con la dulce paciencia Del niño que cantaba.
ADÁN a Ariel, sin apellido Caballo de tiro soy en manos de ese niño, brida la manga, se ensaña conmigo hasta domarme entera. Ojos vueltos más allá, al blanco terraplén no admiten sus vaharadas, juez supremo del hambre y de andar noche a noche tras la sierpe, el conejo, el bocado mezquino, los desechos. Negro, como el tizne que ahuyenta el tacto de las rosas. Oscuro, como la boca del lobo que no se besa hasta estar domesticado. Sucio hasta lo imposible de tanto arrodillarse. Defraudado en la miseria lejos de la estirpe de sol de los museos. A veces luminoso de penumbras.
Abre el secreto y me lo entrega: Cachorro con cachorro hacen el cielo. Cuánto de esta feroz ceguera que me enferma con sublime derecho entra directo a ti y allá en el fondo abre los ojos y te dice: Ven conmigo esta noche, con su hartazgo de mendicidades, la noche de la mutua compañía. Tu suciedad mi suciedad y la joya que asoma entre las piedras con su destello de silencio que con dulzor te roza y encienden toda el alba.
ADIOS Madrugada no asciende su tijera de luna y es sudario. Soy un nombre que rueda de boca tras la boca de tormenta y sin empeño, ni asidero se deja transportar como majada blanca. ¿Hacia dónde? Me llamo me respondo que cien veces morir que doscientas partirme y que otras tantas haber creído que esta cosa que se llama poema parábola indigente arrullo donde el monte se despierta salvado, contemplación, desguace de mí mismo alabanza de lengua destinada a acariciar multiplicación de hambres y de panes era patio y tablero
con sus cuatro esquinas dispuestas a servir de altar y rosa de los vientos fue también ignorar la arena que se quiebra a cada llanto mío a cada puño mío enarcado de miedo, de inocencia la eterna tejedora del sigilo entre pared y pared el desagüe de los templos sitiados que el derrumbe destempla la extensión de la suela que estudia las hormigas el asiento del hambre, del terror, de la muerte en la boca del beso la mano y su tirón y la resta del día que no avanza y el enmudecimiento necesario y el adiós blandiendo su estropicio de pañuelos y la oración que siempre confiesa lo que calla. Y ahora, que ya todo sea dicho versos quemados,
apariencia de espinas, ‐‐‐quién sabe a dónde fue a parar mi sangre‐‐ clavos lamiendo los cuatro puntos cardinales del canto y una inscripción que dice hasta dónde quise llegar y fui raptado por treinta desconsuelos de plata, que venga sobre mí lo consumado: que ya me abrí de sed soldado de mí mismo lanza de mi costado ni vestiduras ni reparto y he clamado al que me dio la dicha y la desdicha con ronco amor e impreciso latido claudicante de tierno brote y despuntado cielo en la garganta: ¡Elí, Elí! ¿lemá sabactaní? desde lo hondo.
AFTER THE RAIN Después de la lluvia inerme es la condición del día rendidos nos descubren peligro de asonada en sus corolas, picaduras de insecto. Juntas, herida contra herida sobre el hábito apretado, conoces hasta dónde la lengua desconoce los frutos: límites sobrepasados el paso que se adelanta bosquejando el paisaje, la realeza del hambre, cédula que acredita el amor a mansalva hace estallar burbujas dentelladas grietas de largos besos vestida de piedad tu mano seña frágil de mi rezo en la hierba inclinada tras la lluvia morada del equívoco fértil, señala y muere en este altar de arenas la palabra
AJEDREZ Acierto o error cómo saberlo dijo. Dobló en dos su arte lo consagró a su nombre y sin dejar ni una señal partió. ¿Quien es capaz de redimir a la distancia de su pavor nocturno, dar el segundo paso hacia la luz del jamás habitado casillero?
AL MIRAR DE ALEJANDRA a M.A.M. Con esos ojos Alejandra no es señuelo de la madrastra helada. Cotiza su precio: ralos vaivenes, cabeza calva, piernas amoratadas, casi reina de su gran secadío. Pero ni miedo, amuleto pizarra. Fuma su azul belleza. (Ya supo de esas progenituras tantear las telarañas) Baja hasta la indefensión que anhela sólo su resta del templo de muñecas. Rechaza su falsa comunión, su cínica mudanza. No hay puertas, ni ventanas desde donde rendirse. Calla. Recuerda una alta escuela de magia en la voz al teléfono y admite
no‐saberes eléctricos incapacidades técnicas para encender bombillas, papelitos no omniabarcativos, hojitas, letritas, dibujitos, buhardillas al desgarro, gruta, desván, depósito de lluvia. Almas. No sabe si tomarse de un envión y a la carrera toda esa fiera palabra que le muerde los hombros, si pescar en la lengua de esa desnuda inquilina de su sangre que avanza. No sabe que semejantes ojos sin protesta se alimentan de hambre. No necesita nada. Los raviolitos son niños que navegan el Lago Maggiore. No come, no es justo el mondadientes sobre carne tan blanda. Miente un freno atascado, una cinta muraria una vencida rama
en el jardín; destila esos brezos con que la barren. Viaja. Queda crucificada en verde avena aunque la oscuridad le de en el centro de los huesos. Maga. Por tener estos ojos Alejandra henos aquí jugando a las canicas con cuatro esferas lapidadas. Bosque de siempre joven siempre muerte. Rotos cristales. Gorrioncitos. Ábrelos bien, muñeca, multiquebrados y hasta el derroche intensos, rodeando el extravío. La salvación no llega por los ojos. Que no es sagrada la poesía y el Verbo estaba errado. También hay un infierno
para los niños buenos, Alejandra.
KARESANSUI Se cumple la heredad, se abren los puentes al instante abismal y a la carrera por ínfimos crepúsculos el día se abandona como el agua en la estela del cántaro del mar. Todo se ha de borrar del predio de los dioses: la plegaria y las cuentas, los cristales finísimos que sostienen las aguas, el deambular de sangre de peces invisibles. Todo se ha de borrar menos la arena y en la arena la flor y bajo los jardines la tenaz insurgencia del río y sus palacios. Los hábitos de sombra se adormecen. Con letras diminutas sus móviles terrestres desagotan el tiempo.
EN VELA Dejó a la sombra confiar su sigiloso movimiento de fuga —mira el oleaje y su dirección interceptada, mírame no mirarte— al perfil improbable de una costa de plata. Allá no hay nada, dijo, nadie más que sueño, prolifera extraviada la espuma del sentido, guijarros cual indicios de sucesivas fundaciones —allá no alienta mi palabra. Dejó encallada la deidad que distingue y separa música de aire vibrante, cuerdas de canto, tañido de campana, hasta llevar al mundo a su condición de observatorio. De él, solo entre verbos ásperos, la lengua desatada y dulces juegos si atravesado el pórtico bajo tierra durmieran hálito y verdores, si entregado a un vislumbre sobre extendida sábana la selva lo asediara. Para la tenue huella de luz que ahora enciende la procesión nocturna de los peces, la práctica del sol es un don sustraido. Mas en este palacio de agua muda la marea hecha cielo dispone el íntimo refugio de un antiguo jardín petrificado donde hundir el sedal. El cebo de toda esa blancura he de ser yo.
Patricia L. Boero Ricardi nació en Buenos Aires, en 1958. Es psicoanalista, restauradora de obras de arte y poeta. Creadora, diseñadora y directora de ZONA MOEBIUS, revista de literatura, arte y cultura www.zonamoebius.com activa en la red desde 2003 a 2010, interesándose por las relaciones entre arte, literatura e Internet y la creación de espacios alternativos para la difusión de propuestas originales de autores noveles en especial. Ha realizado diferentes proyectos con autores y artistas extranjeros a través de la red. Entre ellos el Proyecto 'Save Twilight en español' ‐ música electroacústica y poemas de Julio Cortázar en colaboración con el músico venezolano Arcángel Castillo Olivari y ʹCartas de la Nombradíaʹ, libro escrito en co‐autoría con el poeta español Antonio Mengs y publicado en noviembre de 2004 por la Editorial AdamarAmada de Madrid. En 2006 fue publicado en Zaragoza (España) su poemario 'Cuarto Creciente' y cuenta con varias ediciones de poesía en la plataforma Issuu. Paralelamente a su profesión de base, se ocupa del diseño web para terceros, la edición de libros digitales y la realización de objetos relacionados con la época medieval (tableros estratégicos de juegos históricos y otros) además de dedicarse al miniaturismo realista. Administra el grupo de Facebook “Mujeres en la Edad Media” y es recreadora histórica medieval. contacto: casiopea06@gmail.com