Cuentos y poemas ganadores del I Concurso Caupolicán Ovalles

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Cuentos y Poemas ganadores del

I Concurso de Cuento Corto y Poesía “Caupolicán Ovalles”

SISTEMA NACIONAL DE IMPRENTAS

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Cuentos y Poemas Ganadores del I Concurso de Cuento Corto y Poesía “Caupolicán Ovalles”

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© Autores Varios © Fundación Editorial El perro y la rana, 2014 Centro Simón Bolívar, Torre Norte, piso 21, El Silencio, Caracas - Venezuela, 1010. Teléfonos: (0212) 768.8300 / 768.8399. comunicaciones@fepr.gob.ve editorialelperroylarana@fepr.gob.ve www.elperroylarana.gob.ve www.mincultura.gob.ve/mppc/ Sistema Nacional de Imprentas, Miranda Centro de la Diversidad Cultural “San Benito”. Santa Lucía, Calle La Línea. Municipio Paz Castillo del Estado Bolivariano de Miranda Código Postal: 1215 Teléfonos: 0426-904.56.05 / 0416-404.79.01 snimprentas@fepr.gob.ve snimiranda@fepr.gob.ve Red Nacional de Escritores Socialistas de Venezuela Capítulo Miranda

El Sistema Nacional de Imprentas Regionales es un proyecto editorial impulsado por el Ministerio del Poder Popular para la Cultura, a través de la Fundación Editorial El perro y la rana, en corresponsabilidad con la Red Nacional de Escritores Socialistas de Venezuela. Este sistema se ramifica por todos los estados del país, donde funciona una imprenta que le da paso a la publicación de autoras y autores, principalmente inéditos. Cuenta con un Consejo Editorial integrado en su mayoría por promotoras y promotores de la cultura propia de cada región. Tiene como objetivo fundamental brindar una herramienta esencial en la difusión de ideas y saberes que contribuyan a la consolidación del Poder Popular: el libro, como documento y acervo del pensamiento colectivo.

Consejo Editorial Popular: Marcelo Seguel Bon / Julio César Colmenares / Ana Karina Rondón / Leonardo Delgado / Ana Gloria Palma / Cristóbal Alva. Corrección, diseño y diagramación: Isaac Morales Fernández Impresión y montaje: Julio Valderrey Depósito Legal: ISBN 978 -980-14-2874-9

IMPRESO EN LA REPÚBLICA BOLIVARIANA DE VENEZUELA

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Ganadores en Rengl贸n Cuento Corto

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El anciano que miro José Gregorio Padrón Sentado sobre sus propias arrugas, con el tiempo atornillado en su rostro, como un muelle desgastado por las olas que nunca dejan de golpear. Parecía más bien un edificio arrasado, una estructura cuyas articulaciones ya se había rendido al pasado, llena de grietas y escombros tumbados a sus pies. Sobre su rostro, un laberinto de líneas profundas cruzaba toda la cara. Tuve la idea de que en cualquier momento se derrumbaría y me quedarían sus pedazos esparcidos frente a mí. El cabello, hecho de la misma carencia con la que se construyó todo el cuerpo, yacía derrotado por los años, sobre aquel manojo de pliegues que se habían acumulado sin remordimiento, en dicho espécimen. Acomodadas sus manos sobre las rodillas; el cuerpo era un desierto inmóvil. Aquél anciano parecía ser masticado por el recuerdo. En todo caso, yo lo seguía mirando, mientras su memoria, silenciosamente, continuaba devorándolo.

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¿Era una galería? Ni siquiera estaba en un museo, todo era producto del dolor en la espalda baja e incluso las nalgas me dolían. Como yo sé, el arte es energía que se transforma, bien sea en algo bueno o esto. Ay, quién sabe. A lo mejor soy una prostituta que juega a ser un chico muy gallo que fuma cuando escribe y toma café frío para no quemarse la lengua. Probar la gramita para recordar que soy parte de esta tierra que primero era plana, que debió quedarse plana, tal vez así la mente humana fuese menos cuadrada o no, no sé, nunca sé nada... Ay, mi Sofía, tú siempre haciéndolo en grande tipo Vargas Llosa tipo Cortázar tipo Beethoven tipo la Mierda, mierda que a mí me encanta y me dijeron que debía escribir un cuento pero es que yo no sé más que mi propia narrativa. ¿Se vale escribir el diario personal de uno mismo con las redundancias repetitivas que indican que se ha vuelto a expresar la misma vaina con la cosa equivalente con que se bicha esa verga? No sé. Como sea, no seré bueno contando un cuento a menos que usted me crea y a la vez que me cree dude e imagine lo que se le venga en gana, ¿oquei? OK. Bueno, está este loco despeinado de cabello negro con esos reflejitos marrones, audífonos enterrados en las orejas, caminando de prisa y desvelado como es normal en estos chicos con apariencia indie o hipsters y esas güevonadas, oliendo, observando, esperando que lo externo

le transmita alguna emoción no tan secular, huele sin más el chocolate que preparan en aquel café. No hay café, puro chocolate caliente y tortica de naranja, pide su combo, paga los treinta y cinco bolívares, se sienta el muy hombre en la única mesita que queda sola y se ríe porque hay dos niños jugando y su madre que le dice a uno “te voy a joder, deja la mariquera”. ¡Ay, señor! El venezolano y sus manifestaciones, algo de Regina en los oídos. Saca su novela del bolso de lado que lleva y se quita la bulla. Sofía, ¡despierta porque es febrero otra vez! Debemos ser más viejos, y ¡ay!, qué bella es Regina, más bien su melodía. Como sea, despierta mi Sofía que todavía hueles al perfume de ayer, ya entiendo que no te bañaste y te pusiste una piyama limpia, ¡cochina! Despierta y mira los pequeños hilos de luz que se cuelan por la ventana, cual escena citadina de cine independiente, que podría ser francés o argentino o de repente hasta venezolano. Trascendental. Despierta, que hoy no somos tan viejos como mañana aunque sí mucho más que ayer y un siglo y un año y una hora. Baby baby baby baby baby baby baby baby baby baby it’s all about the moon, pero si no hay moon, no se ve, nou luna tudei. Le besa la espalda suevamente con sus húmedos labios, sí, suevamente, porque para mí la tierra ya no es plana y estoy afuerísima de la caja, acaricia, sí, acaricia con la yema de su dedo índice el centro de su espalda; ella sin más no resiste las cosquillas y reacciona con risitas de placer, después suspiros de flojera. ¿Y mi besito? ¿Acaso te vas a ir sin tocarme con esa jeta de diosa? Ah, vas a tener que respetar. Pero responde, ¿acaso te parecen los besos sobrevalorados? No sé, no quiero ser poco para tus ideales I mean bésame si quieres pero

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Cindy... ¿sin diente? Robert Hurtado

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no te obligo o no sé, tampoco es que quiera presionar... Su expresión es como la de un vegetariano sosteniendo una gallina mientras la despluman o la de un metalero cuando mira una pared rosada, como la de… Shit! Se quema la lengua, comienza a leer La ciudad y los perros del pana Mario, estaba por el primer cuarto del libro tal vez y sube la mirada al percibir una sombra de algún cuerpo de niña, una alta que tiene un morral que la toca detrás de las rodillas “¿será que en vez de teta le daban fororo?”. Vuelve a su lectura medio concentrado medio esperando, se concentra más y logra divertirse con cada inteligente párrafo, sube un poco la mirada y se encuentra con la de ella y “me voy a sentar acá ¿no hay problema?” “No, déjame quito…” Quita su bolso tipo cartera de la mesa y se la pone sobre las piernas, sigue leyendo, sube sutilmente la mirada y contempla muy brevemente su perfi l; delicado, blanco, par de ojos brillantes honestos y muy occidentales, un pecho bien tallado y unos labios semicarnosos pintados hace horas de un rojo muy suave como una flor en otoño, “no es tan niña” vuelve a leer sin entender ni parar bolas de nada, ladea la cabeza y mira hacia afuera “¿Qué estudias?” señalando la insignia de su franela “Ingeniería Eléctrica en la UNEFA”. Silencio. “¿Y tú?” “Ehh, Filosofía”. “Ay qué lindo… bueno, yo no entiendo muy bien lo que es, pero supongo que piensan mucho”. Hace un gesto de suposición y duda con su cabeza y un cuarto de sonrisa “bueno…” media sonrisa; él se ríe, ella lo sigue… Describir todo lo hablado no tiene sentido, sobre todo porque es mejor imaginarlo para no sufrir, así que eres libre bebé, no como-uno sino uno, un bebé, imagina lo que desees.

Perpetuamente embelesado, su silueta en la oscuridad, su calor. Nuestros cuerpos suspendidos. Abiertos de arriba abajo. Bésame antes de que te vayas… Entonces déjame algo más que el olor. Ella pide exactamente lo mismo, una torta de naranja con un vaso plástico de chocolate muy caliente y ejecuta esa mueca encantadora con sus labios y él ríe como quien es feliz y no teme por segundos mirarla directo a los ojos pero mueve los suyos como un pajarito sin pestañas. ¡Cuánta belleza en una mujer que parece niña! O al revés. Una amiga de un día a quien ama o quiere amar. “¡Ehhh!”, le grita, ella y su aspaviento de labios más sus ojos interesados, “dime”, y la voz -que tal vez escuche por última vez- tan grave como aguda, balanceada y precisa, barítono, con una melodía pacífica. “¿Cuál es tu nombre?” “Ehhh, Cindy… tú eres Robert ¿no?” “Ehh, sí. Como Roberto pero sin la última o”. ¿Sin diente? -pensé-. Ehh, chao, me voy... Me hiciste el día, ¡de verdad un placer!… Te quiero mucho –con voz tímida y aniñada-. Semana más tarde, el martes a las 12pm, pide esta vez sólo un chocolate y la ve a punto de marcharse. La sigue con café en mano. “Hola… ehh”. “Hola ¿cómo estás?” por la agudeza de su voz sin duda lo recuerda, parece una grata sorpresa. “¡Ay qué fino que te hayas acordado! Ehh ¿ya te ibas?” “Sí, ¿por?” “No sé, me preguntaba si querías salir o algo”. “Bueno, sí”. “Perfecto. ¿Te gustaría algo dulce?” “No sé, si quieres puedes proponer tú” “Ehh, bien… ¿quieres ir por un helado?” Con el celestial gesto en labios pero los ojos a punto de salirse, y él a punto de llorar entre risas. ¿Cuál será su nombre? Tiene cara de Sofía o Cindy... ¿Sin diente? –se burla-.

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levantarse del pavimento y mantiene la botella de anís con el pico hacia arriba para no dejar caer el medio dedo que le queda,segundos después con un ruido seco la botella rueda a merced de la gravedad hasta encontrarse amistosamente con el bordillo de la acera

El barrio es poesía Richard Sabogal la ráfaga en el techo de zinc es el llanto de las nubes recibiendo a las criaturas de la noche héctor lavoe desde una ventana grita que él es el cantante que han venido a escuchar, los malandros uno a uno van saliendo de sus casas, las madres comienzan a rezar para verlos con vida a la mañana siguiente esta noche los gatos desde sus guaridas miran perezosos las gotas caer una moto vence el agua que corre por el medio de la calle empinada que es la espina dorsal del barrio, los ladridos de un perro son precedidos por otros si no fuera por tantas luces encendidas en las casas se podría pensar que son las tres de la mañana de un viernes cualquiera ya escampa y los gatos salen y comienzan a escarbar la basura, una gata en celo exclama su llanto, varios gatos le siguen, poco después los techos de zinc se estremecen, pronto carina, la mujer evangélica andará de puerta en puerta regalando gatos que aun no abren sus soles a la suerte que les espera las adolescentes intentan deslumbrar a sus admiradores compitiendo con la hermosura de la luna que silenciosa observa desde arriba, los que solo la desean por una noche les ofrecen paseos en sus motos que ellas aceptan con sonrisas etéreas que esconden malicia unos disparos lejanos que parecen pólvora estremecen a los oídos, una falsa esperanza ruega porque sean “fosforitos” en abril un borracho interpreta una canción de josé alfredo jiménez mientras intenta 14

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una de las adolescentes que minutos antes salió y se fue con el motorizado, sube de parrillera y observa como su padre gorgorea la canción y lucha por tomar la botella, vira su cabeza y observa el verdor del cerro e intenta enfocar los cristales de agua que se desprenden con sensualidad de las hojas una patota de motos de alto cilindraje con uniformados escopeta en mano suben lentamente viendo a los lados, algunos de las unidades se detienen a pedir cédulas y a buscar víctimas, la evangélica carina desde su ventana detiene su momento de oración para mirar y murmurar que esos vienen por alguien, algunas luces de las ventanas se apagan intempestivamente la canción de héctor lavoe ya hace rato que terminó, sonaba idilio de willie colón pero el silencio se apropió del barrio, ya ni los gatos se persiguen los motorizados de uniforme tal como subieron desandan sus pasos, pocos segundos después de haberse ido, el movimiento se activa,la música vuelve,una canción de chino y nacho elogia a las niñas bonitas, motorizados, adolescentes, malandros, todos salen y regresa la normalidad, la noche es larga y el barrio es poesía diría“chúo”aquel poeta y pintor caraqueño

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La mujer de la bolsa Álvaro Pacheco El tren se acercaba a gran velocidad hacia aquella antigua estación abandonada en antaño, donde desde lejos siempre se apreciaba el tumulto de tambores de bastimentos vacíos que fueron abandonados por los usuarios de las bodegas. Quedaban cercanos el viejo almacén y la casucha de la estación con sus tablones destartalados por la inclemencia del sol y del viento. De pronto, a lo lejos se desdibujó una figura de mujer en medio de aquel desierto. Me asaltó un halo de miedo y me persigné sentándome en mi asiento a la vez que escuché la algarabía del maquinista y los otros operadores que sobresalió por encima del rugir infernal del motor del tren. Eché una mirada al reloj y constaté que eran las Once y quince minutos, casi mediodía. Me extrañó que hubiéramos llegado tan rápido a esta parte de la vía. Habíamos adelantado, por lo menos, unos cincuenta minutos. En breve, el ruido producido por el silencio de voces, pensamiento de los pasajeros, rugir de motor y el roce de las ruedas del tren contra los rieles, fue roto cuando se escuchó el silbato repetido de la locomotora y el estridente sonido del sistema de frenado contra el metal de los rieles. El tren nos bamboleó hacia adelante y hacia atrás a medida que disminuyó la velocidad para irse a detener poco a poco en el viejo andén de muchos años sin visitantes. 16

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El Conductor o Capitán del tren,un viejo corpulento y tozudo vino avanzando desde la cola y pasó por mi lado en unas zancadas apremiantes desapareciendo de mi vista, le seguía muy de cerca un ayudante. Me dejé llevar por la curiosidad y me incorporé para seguirles los pasos y encarar a la viajera que había osado detener el tren en tan remota estación. Mientras caminaba me pregunté acerca de donde había salido y cómo había hecho para llegar a ese lugar y cada vez que tenía la oportunidad de pasar por alguna de las ventanas me asomaba para atisbar alrededor de la estación y no veía vehículos ni otro medio de transporte,tampoco lograba observar a la mujer. Cuando llegué a las escaleras ya habían bajado del tren el maquinista, el conductor y algunos de los ayudantes, quienes estaban reunidos alrededor de una bolsa de tela de color gris con un amarre en mecate grueso. Se veía que la misma, por lo menos, debía tener en ese lugar unos veinte años.Todos estaban extrañados y manifestaban haber visto a una mujer en ese lugar haciendo ademanes para que el tren se detuviera, como los viajeros de otros tiempos. La sorpresa aumentaba por cuanto al bajar del tren y buscar, en la estación y en su contorno no había señales de alma viviente, solamente se habían encontrado con esa bolsa de aproximadamente un metro de altura por cuarenta centímetros de diámetro, conteniendo “No sé qué” en su interior y en ese lugar tan visible del andén. Las características de la bolsa hacían presumir que tenía muchos años a la intemperie y probablemente en ese mismo lugar. Esto se podía deducir por las marcas en el piso y las telarañas a su alrededor, sin embargo, esto parecía imposible por cuanto diariamente el tren pasaba por allí cerca de la una de la tarde y jamás la habían visto. 17

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De pronto todos dirigieron sus miradas a sus respectivos relojes,constatando que eran las once y veinte minutos, cercano al mediodía. Se vieron a las caras unos a otros sin argumentar palabras.Alarmados el maquinista, operadores y ayudantes, subieron al tren, mientras que el conductor y su ayudante se quedaron parados muy cerca de mí viendo a su alrededor, como tratando de identificar el lugar. Efectivamente, estábamos en la Estación 27, sector La Cañada.En la parte superior del quicio de la puerta de lo que fuera la oficina postal aún permanecía el letrero donde se leía “E – ESE – TE - PUNTO - ENE – O – PUNTO - DOS – SIETE (Est. No. 27)”. A la distancia se observaba el viejo almacén y depósito donde un letrero en su pared, con las letras casi borradas permitían leer la palabra “CAÑADA”. Quise percibir algo más que no fuera aquel pesado silencio y el calor aplastante del lugar. La brisa no se movía. El Conductor comenzó a mascullar entre dientes algo que para mi era inaudible y el ayudante espantado dejó escuchar sus pasos presurosos sobre las tablas que conformaban el piso del lugar, elevando un fino polvo gris que se me hizo pegajoso al contacto con la humedad de mis fosas nasales, escapándoseme un estornudo que me hizo cubrir el rostro con las manos y al levantar la mirada ya el conductor no estaba, tampoco estaba el tren, solamente la bolsa gris, misteriosa frente a mí. Intenté salir corriendo pero no supe hacia donde, apenas alcancé a dar unos pasos hacia atrás y tropecé con alguien a mis espaldas. Rápidamente giré sobre mis talones para enfrentarme con una mujer que llevaba un vestido largo, de aspecto sencillo, de color rosado, de falda ancha cuya parte superior o lo que sería la blusa iba muy ceñida al

cuerpo, terminando su parte superior en un cuello alto con apliques en forma de encajes y las mangas largas terminadas en un adorno similar al del cuello a una usanza antigua. La mujer estaba de pie, espaldas a mí, pero tan cerca que podía sentir el contacto de su cabellera castaña y el olor de su piel. ¡Oh no había olor!. No pude expresar ninguna palabra, ningún gesto, el pánico me había invadido. Creí que me iba a desmayar, pero algo dentro de mí me advertía que si lo hacía sería mi fin. De nuevo intenté correr, pero tropecé contra el voluminoso saco cuyas amarras cedieron desparramándose a mi lado y sobre mí una sustancia similar a la harina de trigo sucia, parecida mas bien a cenizas, donde había pedazos de huesos, y de cráneos; también observé pedazos de carne putrefacta y gusanos saliendo por todas partes, envolviéndome una fetidez impresionante. Comencé a gritar a medida que sentía que los latidos de mi propio corazón se incrementaban brotando por mis poros, por mi propia boca y una gran punzada se apoderaba de mis sienes perdiéndome en la nada. Inmediatamente me incorporé bañado en sudor y observé el preciso momento en que el tren se desplazaba a toda velocidad por el antiguo andén de la Estación 27, distinguiendo a lo lejos la figura de una mujer parada al lado de una bolsa, imágenes éstas que se perdieron en la distancia. Me persigné y con mi mano derecha recorrí mi pecho a la altura del corazón que palpitaba dislocadamente, persuadiéndome que no lograba tocar el crucifijo que siempre llevaba como dije en mi cadena de oro prendida al cuello. Busqué por todas partes y no la conseguí. Caminé entre el resto de pasajeros y me conseguí de frente al Conductor,

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quien se me quedó mirando con un dejo de alegría, luego argumentó: ¡Gracias a Dios ya pasamos La Cañada y todos estamos completos! Le pregunté a que se refería y me contó la historia de un demonio con forma de mujer que salía en la estación con un enorme talego y fue la causa de muchos accidentes de avalanzamientos a los rieles por parte de pasajeros obligando a que se cerrara la estación y sin embargo, ocasionalmente desaparecen viajeros del tren. El Conductor me dijo entre tantos relatos, que en una ocasión estuvo a punto de perder la vida al bajar para recoger a la siniestra pasajera, pero se había salvado por cuanto al bajar y darse cuenta que no era la hora en que debía pasar por allí, comenzó a rezar y logró subirse al tren,mientras que uno de los pasajeros que se bajó detrás de él nunca volvió a subir. Han pasado más de treinta años de aquella horrible experiencia. Nunca me volví a interesar en escuchar otros relatos acerca de “La Mujer de la Bolsa”. Sin embargo aquí en la ciudad, una vez viajando sólo, cerca de las once y media de la noche en la estación del Metro de la Hoyada, se subió una joven mujer con un morral de tamaño mediano, sentándose dos asientos más adelante, para luego bajarse en la Estación de Agua Salud. Al quedarme sólo en el vagón me recorrió un escalofrío, pensé que era una corriente de aire o que el aíre acondicionado estaba muy fuerte, por lo que opté por cambiarme de puesto y caminar hasta el final del vagón y a medida que comencé a caminar sentí un fuerte vahído y que la temperatura subió hasta el grado de sentirme acalorado, por lo que decidí sentarme y bruscamente el efecto desapareció.

Lo extraño de toda la situación es que justamente donde me senté encontré un crucifico idéntico al que perdí en aquella experiencia en el tren,además que al persuadirme de la situación real me había sentado en el mismo lugar donde estuvo sentada minutos antes la mujer con el morral. Por eso, cada vez que viajo ya sea en tren o en metro rezo, rezo mucho para no volvérmela a encontrar y para que ese espectro no siga llenando su bolsa con los viajeros que extravía de sus caminos.

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Mario camina. La morgue es un pasillo frío y oscuro. Quiere irse rápido de este lugar. Piensa mientras recuerda el cuaderno sucio, pero legible que lo obliga estar ahí, abrirlo fue un compromiso con la vida, ¿investigar el caso? Lo último que haría en ese mundo al que nunca debió entrar,Pero el niño escribió su Diario con la ingenuidad que duele ante la incertidumbre de hacer o no hacer… 8 de junio, 2013 “Es el segundo día que veo a mi mami durmiendo en el piso, ahora le gusta. Le doy un besito y me voy a jugar con mis amigos”. Olía a una muerte diferente cuando se acercó a la camilla, era el refugio de su cuerpo flácido e inocente.Tenía doce años -le dice una voz característica de quien trabaja en la morgue. El caso era para Carlos y se lo dieron a él precisamente cuando iba a pedir la renuncia… 9 de junio, 2013 “Ya es muy tarde y mi mami sigue durmiendo en el piso,busco mi manta para acosarme con ella,está fría y tengo hambre…” “Era un niño de la calle, lo encontraron con una sobredosis y no soportó”.Agregó la voz que escudriñaba entre vísceras y el estómago de Mario se revolvía. Maldijo haber desayunado…

12 de junio, 2013 “Hace varios días que no puedo escribir, estoy preocupado y nadie me ayuda, creo que mi mami está enferma, hoy vino el señor ese que le pega, lo bueno fue que hoy no lo hizo, aunque pateó mi barriguita y me duele, todavía mi mami está acostada, es muy dormilona.” Jamás le había parecido tan largo el camino hacia la oficina a donde debía dar una respuesta. “En mala hora se enfermó Carlos- se dice una y otra vez”, pero sabe que fue escogido por él, por ese niño que murió pidiendo la ayuda que nadie escuchó. Lo atrapó la desesperación infantil grabada en el cuaderno con la esperanza de que alguien un día pudiese leerlo, aunque lo sucedido no pase las fronteras de un escrito… 13 de junio, 2013 “A la casa llegaron unos señores muy extraños y me escondí, se llevaron a mi mami en una bolsa oscura, quería gritarles que la dejaran, pero tenía miedo.” Mario piensa en la soledad del pequeño frente a un mundo que no le regaló su mejor cara,en la oscuridad que lo utilizó como banquete, en ese cuerpo delgado casi imperceptible entre sábanas verdes… 14 de junio, 2013 “Hoy conocí a Rodrigo, es muy divertido y me enseñó un juego nuevo; cómo quitarle el dinero a los turistas. Casi nos agarran, pero él no lo permitió, dice que es bueno fumar porro y me dio a probar. Así no pienso tanto en mi mamá.” Aprieta el paso y el sobre que lleva en las manos es como el tesoro esperado toda una vida, lo lleva sobre su pecho protegiéndolo de la casualidad. Tenía que ajustarle

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El niño de la calle Alejandra Velásquez

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cuentas al destino del pequeño,sentir que un día hizo lo correcto ante el verdugo de tantas almas pueriles que se traga el tiempo, pero no es posible, no ahora… 15 de junio, 2013 “Hoy Rodrigo se molestó conmigo porque no quise jugar, esos turistas tenían cara de malos y no quise quitarles el dinero, me pegó fuerte y se fue, no quiero verlo más, me duele todo el cuerpo.” Increíble que todos los días Mario haya visto niños en la calle haciendo de todo para sobrevivir, pero estar cerca de uno de ellos de esta forma despierta en él la rabia y la ansiedad por hacer justicia y ver a los culpables condenados, ¿Culpables? Tendría que ir más allá de Rodrigo y su maldad… 16 de junio, 2013 “Hoy Rodrigo se disculpó conmigo. Me trajo comida y chicha, de nuevo me sentí feliz, pues me colaboró con porro y fui a las nubes, él dice que mañana me va a traer algo nuevo, pero mejor, que es un polvo blanco como el azúcar, qué bueno, así no pensaré tanto…” Ese fue el último día que escribió, el diario de los días que aparecían en el cuaderno no tenía ni un antes ni un después, ¿la causa? Eso era lo que faltaba por saber y a Mario, le habían dado esa misión, tenía que decidir. Llegó a su destino con el sudor perceptible en la camisa, abrió la puerta, entró sin el permiso acostumbrado y frente a su jefe que lo miraba extrañado, dijo: tomaré el caso.

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Rod Medina UN PEZ SIN NOMBRE cabizbajo en medio de la nada sojuzga las verdes luces más allá de los cuarenta ajenjo y dolor de pies la aleta cruzada sobre el dorso de la página húmeda fosa de salitre y moras En la cumbre de la nube hay un ojo que martilla la piedra sobre las olas el pez se ahoga en un campo trillado cae desde el abismo y calla -.NO SÉ QUÉ DECIRTE al abrir las manos en tu lecho esta es la hora me apresuraré a contar las semillas de sésamo con el pretexto de besarte en la frente Hoy te vas de tu casa la dibujaste hace diez años –veinte quizás– en aquel lienzo de mantequilla sin sal 27

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escondido detrás de las montañas que refleja tu ventana Estás diciendo adiós me quedaré solo Sin fuerzas me acerco a tus labios a beber el suspiro de primaveras recuerdo de mi última visita al estreno de tu vientre No encontré nada más para obsequiarte mi dolor abierto como el cielo que te espera -.LA BOCA ES MIVECINA entre la corva y la bolsa de plástico cabe una punta de grafito dedo sobre dedo se tuerce en la tachadura silente oquedad sin lágrimas Abrió y supo decir mi nombre sola se muere de castidad sola sin andares sola con las ganas entre las rendijas La boca es mi vecina ella calla y yo me salvo

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Jesús García Elegía Cambia nuestra suerte, acribilla las plagas comenzando por el tiempo Arthur Rimbaud

POCOS POETAS SOBREVIVIRÁN al inexorable espasmo de los anocheceres gastados cubrirán con la sal del tiempo sus tristes rituales y tocará ser ceniza del fuego que no existió lo más sensato es que la amada póstuma quede colgada en los rincones del olvido nuevamente tocará ser los pasos robados en esos corrugados amaneceres la gracia remota de la fingida nostalgia en los infantes transgredidos por los sueños perturbados y varias dudas golpearán el cielo recién estrenado por vándalos bohemios llorando sin mayor falta (la exaltación de los difuntos) ¿valdría la pena aquella gloria perseguida y secuestrada a tajos? ¿un instante de luz difuminada en las planicies ? si vuela de nuevo la interrogante debes usar la capa del juez para asfixiarle acariciar su miedo con la soga del verdugo no debe haber dolor que me obligue a dejar la palabra pateada 29

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entre espera y espera háblale de amor y te mostrará el manantial de balas donde creció su asco! el fósil quebrantado tras la cortina blanca y la cinta negra ahora entenderás los poemas ocultos en el corazón de las piedras esparcidas por qué la calle te hace poeta y verso y asesino y amante… la insana perturbación de los arcoíris extintos la copa de sangre derramada sobre el mármol purificado besa el puñado de cruces y pide perdón por qué has nacido sin alegría alguna el miedo es un sentimiento puro pero pesa tanto como la obligada palabra del poeta igual al llanto que sorprende a los menos afortunados su debilidad es esa calle por donde la rabia anda la soledad fiel que siempre llega la botella esperando su paso atravesando el umbral la exclamación de su suerte… háblale de amor y te mostrará el manantial de balas donde vomitó su pasado!

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DESCONOZCO GLORIA DESPUÉS DEL VERSO Y LA TINTA AGRIA de la rendición absoluta de las cigarras redimidas a orillas de los precipicios mi voz ronca a punto de desvanecer cada plegaria oscura luego de retar la noche y los olvidos ante los manantiales secos es un manifiesto la lagrima perdida en la ciudad desquiciada cada canción enterrada en los conucos enmontados hasta mi padre pudo ser verso sin querer la leve tonada el himno de los de los desasistidos esparcido en telegramas un olvidado coro de la abuela sin rezos sin escapularios ocultos en las sombras de los amaneceres esta desventura de saberse esqueleto de un recuerdo aquella maldición que se rompe con el suspiro de los locos ¡bienvenidos! este castillo es de todos adéntrense con las llaves de las penas descalzos de atardeceres moribundos con la sangre helada ante el fuego brutal del olvido somos la notoria burla sin despedida bebiendo la tornasol arena homicidas de una culpa que jamás fue nuestra.

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PUDO SER LA SOLEDAD tatuaje de agua el último eslabón de mi odisea la guitarra sin cuerdas persiguiendo mi quietud arrastra hasta el fuego en medio desierto helado un amargo jardín de cayenas secas el origen de las arenas sepultando mis días pudo ser mi soledad holgado traje para mis quimeras rotas pero prefirió llevar su nombre cubrirse de su frio ardiente ser empinada montaña donde no llegan los gritos ni las oraciones llegó a ser esta soledad el cristo que se sienta junto a mi frente a la barra y llora mi llanto logró ser este trozo de historia ambulante una guirnalda en medio del último novenario para los sueños el triste féretro de sonrisa petrificada en una fiesta de sordos el arlequín sin gracia apedreado por la noche y herido por la lluvia.

I Concurso de Cuento Corto y Poesía “Caupolicán Ovalles”

Cristina Gálvez Bahía de Juangriego Los pescadores trajeron joyas vivas de satén entre las redes Al mar le van a levantar las ropas al atardecer le van a salir luceros en las esquinas cuando vuelvan al muelle y la hora marque con ocre azul marino el contraluz de sus siluetas Las mujeres que fríen el pescado darán vuelta al mantel del alba: a recibir los comensales espantar moscas cantar con la radio mal sintonizada mientras retiran espinazos y los pelícanos revuelan Las lanchas esperan, sujetas a la tierra remojan los vientres en la orilla se posan las aves y digieren una tarde lenta. El día duerme.

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Tendedero

Escala de difi cultad

Que los pájaros sorprendan la penumbra dejar que se haga el día, tibio sobre la ropa que la calle te encuentre familiar y haya mercado hirviendo de hortalizas y pescado con gente tan cordial como un domingo

Hay que aprender desmadrar la nuca en la piedra quedar sin dientes posteriores destejerse con agujas de crochet poner mal el pie y venirlo viendo en la juntura del tronco y la serpiente

que las horas sigan besando sus extremos atender los asuntos como atender la casa: la planta creció, el perro llenó el muro de ladridos, de tanta espera se aflojó el aguacate alinearse a la prosa de la tarde a la ciudad abriendo su acordeón recordar otro enjambre de transeúntes saber llevar la vida del que siguió viviendo a la noche estar en paz con los oráculos no olvidarse nunca, sino de vez en cuando ventilar el olvido poner a secar las ropas del naufragio

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Completar el circuito muchas veces de principio a fin, venirlo viendo un tren a mecanismo divertirse por la curva del ocho festejar, dar un gritito de alegría quedar sin atisbo ni casa Hay que aprender apretarse al abrazo de lija, lloriquear como mocosa hay que quebrarse la cabeza más y más hasta tenerla clara la cabeza un globo de cristal insistir al lápiz y al papel mirar el lenguaje de todos los ángulos guindando con cuidado de una pierna un crío de cosa examinado

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Hay que abstenerse tragar grueso poner el corazón semiabierto en la bandeja ir al médico o al brujo leer el instructivo o arrojarlo pero con convicción en ambos casos Luego hay que aprender dejarse peinar los pelos lisos con menos polvo, insectos, hojas, adheridos irse suave por la vida; después viene fácil.

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Leonard Delgado Mujeres de su edad suelen pasearse con faldas manchadas de cera Acólitos desordenados Creyendo que alguien se acordará de ellos Nunca vi tanta benevolencia ante un par de pieles Soñar y arrastrarse como un perro muriendo de sarna después de orinar el viento besar el pasto hacer reverencia a las lombrices Mente desordenada mutilando transeúntes percibe caricias melómanas Inquietantes ripios de cariño Mohines fingidos indecoroso olor a miel azufre “Levántate y anda” dijeron una vez pues así fue Picabia y Breton destaparon la locura del “corazón a gas” de Tzara lanzándolo al afligido jirón dorado Llenando a los pequeños seres del más dadaístico desastre

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I Concurso de Cuento Corto y Poesía “Caupolicán Ovalles”

“Pero sin pensarlo daba una intención Lúbrica y sínica a su mirada” Leopoldo Alas “Clarín” A la regenta

Y allí estaba, cerrando los ojos cuando partía el viento, quebrando la ciudad y provocando alucinaciones a la Wamba de la gran torre. Empezaba el invierno y era fácil observar meretrices en cautiverio, con tonos obscuros sobre la paja del trigo. Casas de labranza esparcidas en el pensamiento de un catatónico ensimismado y teñido de malvas.

AVetusta Morla

No recuerdo el momento en que desaparecieron los sapos y Magnolia desagradecida se escondía de empuesta a los marfiles, con su voz arrugada y antes de afirmar que soy pagano discutimos con Reverón sobre sus voces y demonios. Solo una carta a mi padre antes de morir, luego la siesta de un esgrimista derrotado, la ausencia de rostros triviales, la casa de la abuela con tus zapatos colgados detrás de la puerta, mientras me ahogo de la zozobra soñando con alguna vez poder ser madera. Vuelve el residuo de mi espalda El amor no te hace feliz ni popular

Al fondo de su pensamiento se observa el mar, atontado en el horizonte periférico.

Son como putas se vestidas de Rey

Colores sin nombres exactos dibujándose entre el cultivo. Casi siempre se olvida que decir a las víctimas de un vicio. Casi siempre despertamos entre la peste y la ira.

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no saltes la noche es una cuerda floja 2:00 am el viento seduce la persiana, mi única compañera

Adrián Arias P. Insomne 9:00 pm el grillo aún no duerme hoy clamor nocturno mañana olvido. 10:00 pm la abertura en la ventana es pequeña, el hilo de brisa murmura palabras 11:00 pm detrás de la montaña esconde su luz, la luna sonríe. 12:00 am esta hora pesada la luz no parpadea, el espejo desnudo espera frente a mí. 1:00 am pequeña araña

3:00 am el cuarto inmóvil persianas estáticas, no hay viento ¡silencio! 3:30 am la luna es un farol, noche oscura no te vayas. La materia lunar es solo pestilencia, la luz está llena de malos augurios, la verdad y la memoria se derraman sobre la puerta, los ratones ya dejaron el miedo. La noche padece de una perfección insoportable. Solo el silencio resiste el plumaje de la noche, Un hombre se pierde en la oscuridad y otro se recobra. Estos cuartos invadidos de tanta luz están tan desiertos de miedos y fantasmas, solo la noche disuelve las máscaras, los ojos ya no se pudren ¿Cuánta sangre toca la lengua? ser feliz y mirar desde lejos la vida: la oscura resonancia de la sombra. un hombre sentado

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en una esquina de la casa ¿debe importarle el mundo? una esquina es quietud lado secreto el aire la suerte una esquina es un pedazo de mundo

Ganadores en Renglón cuento Corto

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origen y nacimiento

Ganadores en Renglón Poesía

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ÍNDICE

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Veredicto del I Concurso de Cuento Corto y Poesía “Caupolicán Ovalles” del Estado Bolivariano de Miranda *Ganadores en Renglón Cuento Corto: El anciano que miro de José Gregorio Padrón Cindy... ¿sin diente? de Robert Hurtado *Menciones honoríficas: El barrio es poesía de Richard Sabogal La mujer de la bolsa de Álvaro Pacheco El niño de la calle de Alejandra Velásquez

Cuentos y poemas ganadores del I Concurso de Cuento Corto y Poesía “Caupolicán Ovalles” Se terminó de imprimir en agosto de 2014 en el Sistema Nacional de Imprentas Sede Miranda, Santa Lucía República Bolivariana de Venezuela. La edición consta de 300 ejemplares

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*Ganadores en Renglón Poesía: Rod Medina Jesús García *Menciones honoríficas: Cristina Gálvez Leonard Delgado Adrián Arias P.

Jurado organizador: Celia Suárez (MCCA-Cuba) Beatriz Semino (MCCA-Cuba) Isaac Morales F. (SNIR-REDVE) Marcelo Seguel B. (MCCA-REDVE)

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