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Empresarios y empresas en el norte de Me´ xico Monterrey: del Estado oliga´ rquico a la globalizacio´ n Mario Cerutti, Isabel Ortega y Lylia Palacios*
Comentarios introductorios ¿Pueden haber surgido durante el siglo XIX o principios del XX, en sociedades perife´ ricas1, grupos empresariales regionales de cierta importancia, perdurabilidad, alta capacidad de adaptacio´ n y con condiciones de liderazgo a escala del Estado-nacio´ n donde operaban? ¿Pudieron hacerlo, adema´ s, impulsando procesos de desarrollo industrial? Y lo ma´ s importante: ¿existen todavı´a? Y si existen, ¿esta´ n en condiciones de sobrellevar la feroz reconversio´ n planteada durante los an˜ os ochenta e insertarse con relativo e´ xito en un mundo globalizado? Aunque de manera somera, el caso que aquı´ se estudia procura describir un ejemplo latinoamericano – Monterrey, en el norte de Me´ xico – que hasta el an˜ o 2000, al menos, habrı´a logrado salvar tales requisitos. Sus orı´genes pueden remontarse a los tiempos ma´ s convulsivos de la historia mexicana, a mediados del siglo XIX: cuando Estados Unidos – en plena expansio´ n territorial y en vı´speras de su revolucio´ n industrial – se apropio´ de ma´ s de la mitad de la geografı´a del inestable vecino del sur. Fue en esos tumultuosos an˜ os, precisamente, cuando en Monterrey se comenzo´ a perfilar una burguesı´a comercial alimentada por las oportunidades que gestaban la tosca frontera del Bravo, por guerras y eje´ rcitos dedicados ya a las luchas civiles, ya a combatir apaches y comanches, ya a repeler invasiones externas. Desde esos tiempos se conocieron en Monterrey apellidos y familias que – durante de´ cadas – prosiguieron menciona´ ndose en el escenario regional de los negocios: Zambrano, Madero, Garza, Caldero´ n, Belden, Milmo, Herna´ ndez, Rivero. Entre 1860 y la revolucio´ n se sumaron nuevos apellidos: Sada, Armendaiz, Muguerza, Ferrara, Maiz. Este conjunto de apellidos – que agrupaba comerciantes auto´ ctonos e inmigrantes – alento´ la primera fase de crecimiento industrial en la ciudad, entre 1890 y 1910. Este trabajo sugiere que una de las posibles bases de la perdurabilidad de este empresariado habrı´a sido la continuidad histo´ rica de muchos de esos apellidos en el siempre incierto mundo del capital. Las redes familiares – apenas discutidas por falta de espacio – parecen haberse tornado un elemento decisivo para el desenvolvimiento y sobrevivencia de esta burguesı´a con cimientos regionales. * Los autores agradecen el apoyo del Consejo Nacional de Ciencia y Tecnologı´a en México (CONACYT) brindado al proyecto ‘Monterrey 1940-1998. Desarrollo industrial y formacio´ n de grupos empresariales’, del cual derivo´ el presente trabajo.
4 앚 Mario Cerutti, Isabel Ortega y Lylia Palacios Otro aspecto estrate´ gico – claramente perceptible desde la historia econo´ mica – es el usufructo de la estrecha relacio´ n que desde el principio mantuvieron estas familias con la economı´a de los Estados Unidos y, en particular, con Texas. Se trata de una constante que funciono´ desde los primeros mecanismos de acumulacio´ n – gracias al intercambio propiciado por el rı´o Bravo – hasta el Tratado de Libre Comercio. Si en los an˜ os sesenta del siglo pasado la Guerra de Secesio´ n puso al noreste de Me´ xico en el corazo´ n de la economı´a atla´ ntica, el TLC (NAFTA) ha disparado las ventas a Estados Unidos a casi cien mil millones de do´ lares anuales. Bases familiares y vı´nculos con Estados Unidos – ambos fueron, adema´ s, elementos propiciatorios del mismo proceso de industrializacio´ n – deben sumarse a una dina´ mica regional que es propia del norte de Me´ xico, y cuya explicacio´ n se encuentra en un dato geogra´ fico: el norte mexicano es un a´ rea adherida territorial y econo´ micamente al ma´ s grande mercado gestado por el capitalismo. Los lazos y posicio´ n del norte mexicano frente a los Estados Unidos hacen recordar – por ma´ s de un motivo – las intensas vinculaciones que espacios regionales de otras sociedades perife´ ricas (dotados tambie´ n de un elevado dinamismo econo´ mico) mantuvieron desde la segunda fraccio´ n del XIX con sociedades que estaban protagonizando la revolucio´ n industrial: el Paı´s Vasco, en Espan˜ a, y el norte italiano podrı´an sobresalir en esa comparacio´ n. El cuarto componente a tener en cuenta es la alta capacidad de adaptacio´ n que habrı´a presentado este empresariado de bases regionales y densas articulaciones familiares. Si se recuerda que sus orı´genes se remontan al ciclo de guerras que trastorno´ la frontera mexo-estadounidense entre 1847 y 1867, que tras la consolidacio´ n del Estado oliga´ rquico Me´ xico vivio´ – entre 1911 y 1920 – una profunda experiencia revolucionaria, que luego se manifesto´ la crisis de 1929, que tras los convulsionados an˜ os de La´ zaro Ca´ rdenas se monto´ el modelo de industrializacio´ n protegida, que este proyecto termino´ de estallar en los ochenta y que – finalmente – la reconversio´ n mexicana supone adecuarse al ma´ s desigual tratado de integracio´ n comercial que se conozca (el NAFTA), si se recuerda todo esto y se verifica – a la vez – que el empresariado con base en Monterrey sigue funcionado y (algo que parece evidente) continu´ a realizando buenos negocios, algunas de las conclusiones adelantadas serı´an: a) que a este empresariado – como conjunto de agentes sociales dedicados a la reproduccio´ n ampliada y rentable del capital – no le ha faltado capacidad de adaptacio´ n a tan azaroso devenir; b) que es posible encontrar en sociedades perife´ ricas empresariados con las caracterı´sticas que se mencionaban al comenzar estos comentarios introductorios.
Geografia, historia y oportunidades (1850-1910) Monterrey y el norte mexicano Ciudad ubicada a menos de 200 kilo´ metros de Texas, Monterrey ha logrado sobresalir en el contexto mexicano contempora´ neo por tres razones: a) su desenvolvimiento industrial; b) su empresariado; c) la formacio´ n local de cuadros gerenciales2. Las caracterı´sticas de su inicial brote industrial (1890-1910, sus-
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tentado en sectores de la industria pesada) la ha diferenciado de manera parcial a escala latinoamericana. Punto de partida fundamental para la interpretacio´ n de la historia econo´ mico/empresarial de Monterrey es ubicar la ciudad en el contexto ma´ s general del norte de Me´ xico, en particular de su porcio´ n centro oriental (situada en su totalidad debajo del estado de Texas). Al norte mexicano – un enorme espacio geogra´ fico que ocupa ma´ s de un millo´ n de kilo´ metros cuadrados – conviene reconocerle adema´ s una especie de peculiaridad estrate´ gica: desde mediados del siglo XIX se convirtio´ en prolongacio´ n territorial del mercado de los Estados Unidos. So´ lo existe otro espacio a escala planetaria que comparte esa peculiaridad: el sur de Canada´ . Esta condicio´ n significo´ la posibilidad de un contacto directo con una economı´a que, desde 1870, ingreso´ con plenitud en la segunda revolucio´ n industrial. La posicio´ n central de Monterrey dentro de un a´ rea de frontera que se abrio´ con celeridad al capitalismo le ha conferido a la capital de Nuevo Leo´ n – por lo tanto – cierta significacio´ n en el escenario ma´ s global de las sociedades perife´ ricas. Tras la guerra con Estados Unidos3 Apenas formalizada la nueva lı´nea divisoria que resulto´ de la guerra contra los Estados Unidos (1846-1847), las poblaciones del flamante noreste de Me´ xico (Coahuila, Nuevo Leo´ n, Tamaulipas, ver mapa) debieron readecuar sus funciones de manera profunda. El inmenso desierto que las separaba del expansivo mercado estadounidense quedo´ suprimido. La transformacio´ n de Texas en un estado fronterizo abrio´ para aquellas poblaciones posibilidades novedosas de conexio´ n con el mercado atla´ ntico. Monterrey serı´a la ciudad ma´ s beneficiada con tan drama´ tico cambio. Lo que para Me´ xico represento´ una histo´ rica tragedia, gesto´ ine´ ditas posibilidades para la capital de Nuevo Leo´ n. Fueron razones polı´ticas y militares – derivadas del ciclo de guerras civiles abierto en 1854 – las que obligaron a un reordenamiento del flamante noreste mexicano y convirtieron a Monterrey en eje de un sistema regional de poder que incluyo´ Coahuila y la marı´tima Tamaulipas. Las polı´ticas aduanales, arancelarias y de reglamentacio´ n en la circulacio´ n/ exportacio´ n del meta´ lico impulsadas por el propio poder regional, ası´ como su amplia vinculacio´ n con los grupos de comerciantes locales y del sur de Texas, tuvieron un impacto considerable sobre el funcionamiento mercantil y colocaron a Monterrey como eje del sistema. Las necesidades militares generaron un riesgoso pero fructı´fero tra´ fico, siempre estimulado por la proximidad del rı´o Bravo. Cuando se desato´ la guerra de Secesio´ n estadounidense, en 1861, la experiencia previa en uno y otro lado del Bravo, las gigantescas y urgentes necesidades del Sur confederado y el aparato militar y administrativo regional que funcionaba desde 1855 se entrelazaron para configurar una coyuntura comercial de signos espectaculares. La dimensio´ n que alcanzo´ el tra´ fico mercantil en el a´ mbito binacional que rodeaba al Bravo – abruptamente instalado en el corazo´ n de la economı´a atla´ ntica debido a las exportaciones de algodo´ n sure-
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Área de influencia comercial de Monterrey (1850-1885)
P. del Norte
ESTADOS UNIDOS
TEXAS
Presidio del Norte
CHIHUAHUA
Chihuahua Zaragoza
Piedras Negras
Múzquiz Rosales
COAHUILA
San Antonio Progreso
Parral
N. Laredo
S. Buenaventura Camargo NUEVO LÉON Mier Brownsville Monclova Monterrey Reinosa Matamoros Saltillo
Gómez Palacio Nazas
C. GuerrerQ
Cuatrociénegas
Mapimí
Lerdo
Matamoros Viezca
Jiménez Parras Padilla
Mazapil
Durango
Catorce
ZACATECAS Fresnillo
Zacatecas
Ciudad Victoria
Matehuaia
TAMAULIPAS S.L. POTOSÍ San Luis Potosí
·
Capitales de estado Otros puntos con los que se comerciaba (no incluye Nuevo León)
GUANAJUATO
Tampico
UZ CR RA VE
Aduanas
GOLFO DE MEXICO
DURANGO
Límites entre estados
n˜ o4 – facilito´ la formacio´ n de grandes fortunas y propicio´ la adquisicio´ n de una experiencia empresarial apta para operar con e´ xito con los principales nudos econo´ micos de Europa y los Estados Unidos. Un grupo burgue´ s de visible importancia habrı´a de estructurarse desde esos an˜ os en Monterrey. Su capacidad de accio´ n, su dina´ mica y los mecanismos que utilizaban no eran muy diferentes a los que mostraban sus colegas del sur texano. El tra´ fico mercantil a trave´ s del Bravo fue uno de los pilares fundamentales para la configuracio´ n de este segmento social y – junto con el pre´ stamo – lo
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continuarı´a siendo hasta 1890, cuando muchos de estos mercaderes, o sus descendientes, emprendieron el brote industrializador, se reunieron en mu´ ltiples sociedades ano´ nimas y delinearon la articulacio´ n de un empresariado local. Porfiriato e industria pesada Desde los an˜ os noventa – agotado ya el ciclo de reformas liberales y consolidado el orden porfiriano – Monterrey se convirtio´ en una de las ma´ s dina´ micas urbes del norte mexicano. Perfilada como un nudo ferroviario de primer orden, su empresariado en formacio´ n acuno´ un significativo proceso de desenvolvimiento fabril, utilizo´ en la produccio´ n y bifurco´ territorialmente los importantes capitales acumulados antes de 1890, usufructuo´ con firmeza un mercado nacional en plena construccio´ n y aprovecho´ su cercanı´a relativa de uno de los escenarios fundamentales de la segunda revolucio´ n industrial: el Este y medio Oeste de los Estados Unidos. Aunque el brote fabril que emergio´ en la ciudad incluyo´ la industria liviana – de manera ana´ loga a lo que acaecı´a en Sa˜ o Paulo, Buenos Aires, Santiago de Chile y el centro de Me´ xico – su matiz principal fue la gran metalurgia ba´ sica. En los primeros an˜ os de la de´ cada de los noventa fueron instaladas tres plantas de fundicio´ n: la Nuevo Leon Smelting, la Compan˜ ı´a Minera, Fundidora y Afinadora ‘Monterrey SA’ y la Gran Fundicio´ n Nacional Mexicana (luego American Smelting and Refining Co., ASARCO). Su objetivo era abastecer la creciente demanda de metales industriales – sobre todo plomo – del noreste de los Estados Unidos. La experiencia empresarial adquirida, la centralizacio´ n de capitales que facilito´ el flamante re´ gimen de sociedades ano´ nimas, las solicitudes del sistema ferroviario y la integracio´ n de un mercado de rasgos nacionales llevo´ a la puesta en marcha – en 1903 – de un cuarto establecimiento: la Compan˜ ı´a Fundidora de Fierro y Acero de Monterrey SA, primera siderurgia integrada de Ame´ rica Latina que supuso una inversio´ n inicial de cinco millones de do´ lares. De las cuatro plantas de metalurgia ba´ sica fundadas a partir de 1890 so´ lo la American Smelting se sustento´ en capitales procedentes del extranjero. Las restantes mostraron una notoria influencia regional. Pero todas estas plantas utilizaron una avanzada tecnologı´a, emplearon una significativa cantidad de trabajadores y contribuyeron a perfilar un empresariado que, desde entonces, ha jugado un papel preponderante en el desarrollo industrial y capitalista de Me´ xico. Sociedad ano´ nima y redes matrimoniales Una ra´ pida revisio´ n de las sociedades fundadas entre 1890 y 1910 por el empresariado que se articulaba en Monterrey permite destacar otros dos matices: a) la muy marcada diversificacio´ n de las inversiones; b) el fuerte entrelazamiento familiar en muchas de estas sociedades. Las inversiones de los an˜ os previos a la revolucio´ n pusieron en marcha tanto industrias dedicadas a abastecer el consumo productivo (grandes fundiciones, cemento, vidrio, alguna maquinaria) como al consumo personal (cerveza y otras bebidas, textiles, artı´culos para higiene, materiales para la construccio´ n,
8 앚 Mario Cerutti, Isabel Ortega y Lylia Palacios alimentos elaborados). Pero, a la vez, la diversificacio´ n alcanzo´ con vigor al ramo minero y se prolongo´ al cre´ dito y los bancos, la propiedad y explotacio´ n de la tierra, los servicios y el transporte. Si se adopta como referencia el conjunto de familias que fue objeto especial de estudio5, se detecta que poco ma´ s de cuarenta personas con apellidos Armendaiz, Belden, Caldero´ n/Muguerza, Ferrara, Herna´ ndez/Mendirichaga, Madero, Milmo, Rivero, Sada Muguerza/Garza y Zambrano estaban vinculados de una u otra manera a ma´ s de 260 sociedades (entre ellas, 170 dedicadas a la minerı´a, 40 a la industria fabril y 19 al sector agropecuario). Estos grupos parentales ofrecı´an una excelente evidencia sobre las caracterı´sticas de las familias ma´ s prominentes del perı´odo, de las cuales ma´ s del 50 por ciento habı´a destacado en la fase previa a 1890. En algunas de las familias los cuadros empresariales eran visiblemente numerosos. Resaltaban los Zambrano, herederos y multiplicadores de la fortuna que en 1873 dejo´ Gregorio Zambrano, uno de los grandes comerciantes de las dos de´ cadas que siguieron al cambio de frontera. Grueso fue tambie´ n el caudal de los Madero, aunque no todos residı´an en Monterrey de manera permanente. La modernizacio´ n que se implementaba demando´ la instrumentacio´ n de me´ todos nuevos, tanto en la esfera de la produccio´ n como en la unio´ n de capitales. La sociedad ano´ nima, que distribuı´a los riesgos y canalizaba la centralizacio´ n de capitales individuales o familiares, emergio´ como un arma excelente que condujo a la fusio´ n de capitales y a la asociacio´ n de diferentes apellidos. Alrededor de cincuenta sociedades conformadas antes de 1905, por ejemplo, contaban la caracterı´stica comu´ n de que en todas habı´a representantes de por lo menos tres de las familias indagadas. En ocasiones, frecuentes, cada grupo incorporaba ma´ s de uno de sus integrantes. Adema´ s de las asociaciones directas entre empresarios prominentes, las articulaciones se ampliaban tambie´ n por vı´a matrimonial. No debe exagerarse esta arista, pero sı´ resulta indispensable registrarla por dos razones: a) como un mecanismo complementario de imbricacio´ n socioecono´ mica que acompan˜ o´ la centralizacio´ n del capital durante la fase formativa de este empresariado; y b) porque sera´ un instrumento que perdurara´ como componente estrate´ gico de consistencia interna y fortaleza a largo plazo6. La informacio´ n recogida sugiere otras caracterı´sticas del momento formativo de este empresariado: la diversificacio´ n de actividades, la ramificacio´ n de sus inversiones. Un dinamismo y una capacidad de ramificacio´ n/expansio´ n que encontraremos hasta la actualidad. Al rastrear las firmas fundadas antes de la revolucio´ n se detectaron inversiones en la industria de bienes de consumo personal, en industrias de bienes para el consumo productivo, en minerı´a, transportes de pasajero y carga, en bancos, en comercio, en el ramo agropecuario y en servicios complementarios. Aunque se estaba constituyendo un empresariado de base fabril, en te´ rminos cuantitativos se percibio´ cierto predominio del rubro minero: los componentes de esta burguesı´a en configuracio´ n, como ya se dijo, sostenı´an vı´nculos con unas 170 compan˜ ´ıas del ramo, lo que no deja de ser impresionante. La diversificacio´ n de actividades se verifico´ tambie´ n al analizar una familia o un empresario en particular. Los racimos de empresas en las que se desempen˜ aban entre 1890 y 1905 los Madero o Francisco Armendaiz (alrededor de 60 en cada caso) podrı´an servir de muestra.
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Revolucion, crisis y proteccionismo Un eje empresarial al sur del Bravo Los ritmos de ese norte – adherido umbilicalmente al pujante estado de Texas y frontera territorial con la segunda revolucio´ n industrial – se pueden palpar en forma ma´ s concreta si se sigue el comportamiento de un eje empresarial y de movimiento de capitales que atravesaba su vasta geografı´a. Dicho eje estaba definido, en vı´speras de la revolucio´ n, por tres eslabones clave: la ciudad de Chihuahua y su entorno, la comarca algodonera de La Laguna y Monterrey (mapa). Mientras en Chihuahua – en medio de un desierto recie´ n abandonado por apaches y comanches – surgı´an destacadas instituciones y proyectos financieros, y empresarios como Enrique C. Creel, la comarca que termino´ definie´ ndose como La Laguna presentaba a fines del XIX un desarrollo espectacular. Si en Chihuahua sobresalı´an bancos, minerı´a y ganaderı´a, y surgı´an fa´ bricas dedicadas a abastecer el consumo liviano (textiles, cerveceras, harineras), La Laguna se convirtio´ en el reino del algodo´ n: las aguas de los rı´os Nazas y Aguanaval, controladas y bifurcadas poco a poco desde la de´ cada de los setenta, junto con los capitales de origen mercantil que fluyeron sobre este espacio regional – y que financiaron inicialmente su veloz transformacio´ n – habrı´an de generar uno de los ma´ s sobresalientes nichos de especializacio´ n agrı´cola del Me´ xico finisecular. La firmeza adquirida por el brote fabril de Monterrey, por otro lado, podrı´a comprobarse por tres datos: a) por la perdurabilidad que asumio´ , dada la importancia y plasticidad que adquirio´ con el devenir del siglo XX (uno de los temas principales de este artı´culo); b) por la aparicio´ n, desde el comienzo, de sectores de base: metalurgia pesada/siderurgia, cemento, vidrio; c) por la calidad del empresariado que emergio´ , que logro´ prolongar sus labores a la minerı´a, los bancos, los servicios y la explotacio´ n de la tierra. El eje Chihuahua-La Laguna-Monterrey quedo´ entrelazado por la fusio´ n de capitales: la sociedad ano´ nima, precisamente, facilito´ la articulacio´ n de recursos, propiedades, accionistas y familias del norte centro oriental y gesto´ resultados tan llamativos como la Compan˜ ı´a Industrial Jabonera de la Laguna (1898), Cementos Hidalgo (1906), Banco de La Laguna (1908) y Vidriera Monterrey(1909).7 El impacto de la Revolucio´ n Este a´ gil conjunto de actividades, sin embargo, fue duramente truncado por la revolucio´ n. Su estallido golpeo´ con severidad las a´ reas productivas bajo el dominio del capital y precipito´ la desintegracio´ n de un mercado en pleno proceso de definicio´ n como mercado nacional: un feno´ meno en el que mucho influyeron el uso militar de los ferrocarriles, la caı´da de la creciente demanda de bienes y servicios, y la impotencia para cubrir el abastecimiento de materias primas estrate´ gicas – como los combustibles – ante el desmantelamiento de las redes de circulacio´ n gestadas desde la de´ cada de 1880. Esta es al menos la imagen que presentan los documentos empresariales, los papeles privados de quienes actuaban cotidianamente frente al mercado.
10 앚 Mario Cerutti, Isabel Ortega y Lylia Palacios Cuando los ferrocarriles quedaron desquiciados, cuando se tornaron inalcanzables muchas de las franjas del mercado interior que hasta 1912 eran a´ reas normales de competencia y venta, cuando debieron detenerse las fa´ bricas porque no llegaban el carbo´ n, el petro´ leo, el mineral de hierro y otros insumos fundamentales, cuando – como en el caso de Cementos Hidalgo – la baja del consumo fue tan pronunciada que ya no tenı´a sentido poner en marcha otra vez la produccio´ n, la conclusio´ n de los industriales fue terminante: el mercado se habı´a derrumbado. Tan notoria era esa evidencia que no pocos de los siempre atentos empresarios del norte sobrevivieron gracias a una vieja costumbre regional: utilizaron la frontera, el estado de Texas y los puertos estadounidenses del Golfo de Me´ xico para buscar alternativas en el mercado externo. Fa´ bricas como Fundidora de Fierro de Monterrey o Jabonera de la Laguna lograron aprovechar esa opcio´ n y, ası´, pudieron continuar operando. En el plano sociopolı´tico y militar la revolucio´ n ataco´ , en el norte, de forma diversa, no homoge´ nea, a los propietarios y grupos empresariales de raı´z porfiriana. Los ma´ s ligados a la tierra y los involucrados de manera ma´ s abierta con el aparato oliga´ rquico de poder soportaron las mayores agresiones. De los tres casos sen˜ alados – Chihuahua, La Laguna y Monterrey – el ma´ s afectado fue el que habı´a crecido a la sombra del general Luis Terrazas. El apellido Terrazas – perfilado como sı´mbolo de la opresio´ n porfiriana y del despotismo terrateniente – resulto´ tenazmente golpeado. La dina´ mica econo´ mica del grupo que lo rodeaba – con el banquero Enrique C. Creel a la cabeza – jama´ s pudo ser restablecida en el siglo XX. En La Laguna tambie´ n se protagonizaron acontecimientos de extrema gravedad, principalmente con el avance de las tropas de Francisco Villa y las batallas desatadas en torno a al ciudad de Torreo´ n, en 1913 y 1914. Pero el vendaval paso´ y hubo que esperar hasta los tiempos de La´ zaro Ca´ rdenas – con su radical reforma agraria – para que se terminara de desgajar el poder de los antiguos agricultores del algodo´ n. De los tres grandes nudos de desarrollo empresarial surgidos en el norte desde 1870, el menos afectado resulto´ el asentado en la capital de Nuevo Leo´ n. Por su condicio´ n esencialmente urbana e industrial – y por no ser responsable directo del ejercicio del poder polı´tico –, el empresariado de Monterrey fue el menos lastimado por esta tormenta sociopolı´tica y militar: su pro´ spero devenir en el medio siglo posterior a 1930 fue, en buena medida, enmarcado tanto por ese antecedente como por la amplia capacidad de adaptacio´ n a las nuevas condiciones que se configuraron en los an˜ os veinte. Los difı´ciles veinte La de´ cada de los veinte metio´ de lleno a este empresariado regional en lo que entonces se llamaba la reconstruccio´ n. Enrique Krauze8 ha sintetizado el fervor que se desplego´ en esos an˜ os en la edificacio´ n del nuevo orden. En el plano econo´ mico esta polı´tica fue particularmente visible desde que asumio´ Plutarco Elı´as Calles, en 1924. El reordenamiento global del aparato productivo, financiero y de servicios incluı´a la implementacio´ n de programa carreteros, obras de irrigacio´ n e intentos de reestructuracio´ n ferroviaria y bancaria. Pero en el plano sociopolı´tico la revolucio´ n au´ n arrojaba coletazos. El asesi-
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nato de Venustiano Carranza (mayo de 1920), el alzamiento Delahuertista de fines de 1923, el asesinato de Francisco Villa ese mismo an˜ o, las guerras cristeras del perı´odo callista y el asesinato del candidato presidencial Alvaro Obrego´ n – julio de 1928 – generaron un clima de inestabilidad y desorden social que afectaba – a veces de manera muy directa – al mundo empresarial. Hay que sumar a todo esto al menos tres datos ma´ s: a) la creciente movilizacio´ n de los trabajadores urbanos y mineros, alentados por una reglamentacio´ n que permitı´a negociar salarios, contratos colectivos e intervenir al Estado en los diferendos profesionales; b) la incautacio´ n de buena parte del sistema bancario desde los tiempos de Carranza (1916 a 1925); c) las difı´ciles negociaciones que se manejaban con los Estados Unidos, cuyos gobiernos dudaban en restablecer relaciones normales con tan convulsionado paı´s. Haber9 ha mencionado co´ mo el clima de relativa inestabilidad derivado de la revolucio´ n influyo´ negativamente en la actividad empresarial, especialmente en el sector fabril. La crisis de confianza entre los inversionistas fue uno de los resultados del temor que desperto´ tan excepcional hecho histo´ rico, del ‘significativo efecto psicolo´ gico que tuvo sobre los industriales de Me´ xico’, pese a que las plantas manufactureras habı´an soportado escasos dan˜ os fı´sicos durante la guerra civil. La reconstruccio´ n econo´ mica procuraba desenvolverse mientras los grupos de poder gestados por la revolucio´ n proseguı´an su lucha por el control del Estado, cuando arreciaba la caı´da de la produccio´ n y exportacio´ n del petro´ leo, y – para agravar el paisaje – cuando Me´ xico empezo´ a resentir desde 1926 un nuevo descenso en los precios de la plata. La de´ cada de los veinte comenzo´ y termino´ , pues, en medio de severas dificultades econo´ micas: las derivadas del proceso revolucionario, al inicio; una recesio´ n virulenta, que hacia 1930 engarzarı´a con la crisis mundial, al final. Pese a todo, Monterrey logro´ restablecer su ritmo a mediados de la de´ cada. Calles instauro´ una mayor precisio´ n en la polı´ticas econo´ micas y de reconstruccio´ n, y muchas empresas locales – Fundidora de Fierro y Acero, por ejemplo – comenzaron a salir del tu´ nel al que habı´an entrado en 1913. La recuperacio´ n de mediados de los an˜ os veinte sugiere que los empresarios de Monterrey arribaron a la gran depresio´ n con fuerza parcial. Una referencia muy viva la suscribio´ en tal sentido el acucioso visitador del Banco Nacional de Me´ xico, Atanasio Saravia. Tras recorrer el centro y el sur del paı´s, llego´ a Monterrey en 1926 y su informe a la casa central incluı´a pa´ rrafos tan ilustrativos como el siguiente: La ciudad de Monterrey es una de las plazas de la Repu´ blica que no obstante el generalizado decaimiento de los negocios se mantiene en plena actividad, sin que se note ningu´ n decaimiento… por el contrario, parece encontrarse prosperando de una manera franca. Sus grandes industrias continu´ an proporciona´ ndole muy buenos elementos de vida, y, al mismo tiempo que favorecen de manera constante el excedente entre sus exportaciones e importaciones, dan buen movimiento al comercio por las grandes sumas de dinero que demanda la ciudad… Esta vida comercial activa, poco frecuente en la actualidad en muchas plazas del paı´s, ha hecho que en Monterrey tengan ma´ s alicientes los capitales bancarios que se encuentran aquı´ en mayor proporcio´ n que en otras plazas.10
12 앚 Mario Cerutti, Isabel Ortega y Lylia Palacios Los treinta: ‘las empresas-madre’11 Tras los an˜ os de la reconstruccio´ n post revolucionaria, la formacio´ n de un nuevo Estado obligo´ a este empresariado de raı´ces porfirianas a aceptar una ma´ s resuelta intervencio´ n gubernamental en la esfera socioecono´ mica. Entre sus respuestas deben recordarse: a) el desenvolvimiento de un sindicalismo local dependiente de las propias empresas (sindicalismo blanco), lo que en tiempos de La´ zaro Ca´ rdenas servirı´a para limitar la influencia regional de la Confederacio´ n de Trabajadores de Me´ xico (CTM); b) la organizacio´ n de la Confederacio´ n Patronal de la Repu´ blica Mexicana (COPARMEX), en 1929, que servirı´a de contrapeso a organizaciones empresariales ma´ s pro´ ximas al poder federal y ma´ s propensas a subordinarse al nuevo orden. Ni el nuevo Estado y sus polı´ticas sociales ni la gran depresio´ n, empero, modificaron algunas antiguas costumbres: a) la capacidad de negociar – en diversos te´ rminos – con el poder pu´ blico12; b) el aprovechamiento de la condicio´ n semifronteriza de Monterrey con una de las ma´ s grandes potencias industriales del mundo; c) la afirmacio´ n de las redes familiares y la diversificacio´ n de la inversio´ n que – desde mediados de los treinta – comenzo´ a engendrar aute´ nticos grupos empresariales. Lo primero se reflejo´ en 1927, cuando el gobierno del estado de Nuevo Leo´ n amplio´ o profundizo´ una legislacio´ n – existente desde 1888 – favorable al capital y al especı´fico desarrollo industrial, ley que se anticipo´ con claridad a las que a escala nacional se sancionarı´an en los an˜ os treinta y los cuarenta.13 El segundo aspecto se tradujo en la utilizacio´ n del gas natural como combustible industrial, gracias al gasoducto tendido en 1929 entre Monterrey y el sur de Texas. Esta iniciativa brindarı´a claras oportunidades de renovacio´ n tecnolo´ gica, descenso en los costos y otras ventajas que, desde los treinta, permitieron competir en un mercado nacional cada vez ma´ s protegido. En cuanto a familias, entre la revolucio´ n y los an˜ os treinta habı´an quedado lastimados algunos apellidos y – a la vez – se habı´a estimulado la emergencia de otros, nuevos: Santos (alimentos), Benavides (comercio), Maldonado (papel), Clariond (productos meta´ licos) se contaban entre estos u´ ltimos. Todos estos apellidos – como los que surgieron en los cuarenta (Lobo, Ramı´rez) – estaban destinados a integrarse por una u otra vı´a con las familias fundadoras de la industria y, ası´, renovar y fortalecer las redes parentales que se manejaba en el mundo de los negocios desde 1890. La expansio´ n que se manifesto´ a partir de mediados de los treinta, por su lado, incluyo´ modalidades que se acentuarı´an en la de´ cada de los cuarenta. Una de ellas fue la tendencia a la integracio´ n industrial, camino abierto en buena medida por Cervecerı´a Cuauhte´ moc (fundada en 1890), Vidriera Monterrey (1909) y sus directivos, las familias Garza Sada y Sada. Tambie´ n la Compan˜ ı´a Fundidora de Fierro y Acero de Monterrey (1900) se volco´ a una polı´tica de integracio´ n vertical que comprendı´a desde yacimientos de hierro y carbo´ n hasta la elaboracio´ n de una gran diversidad de productos sideru´ rgicos. Una caracterı´stica adicional fue la puesta en marcha de plantas productivas en diferentes lugares del paı´s: estrategia que harı´a ganar espacios importantes dentro de un mercado nacional que, en vı´speras de la Segunda Guerra, se encontraba en plena expansio´ n. El caso ma´ s conocido y popular fue Cervecerı´a Cuauhte´ moc, que desde 1936
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– y favorecida por una nueva legislacio´ n14 – comenzo´ a transformar sus departamentos internos en empresas auto´ nomas. En menos de diez an˜ os establecio´ Malta SA, para proveerla de materia prima; Empaques de Carto´ n Tita´ n, destinada a producir las cajas para embalar cerveza; Almacenes y Silos, bodegas requeridas para el almacenaje de sus productos: y finalmente fundo´ Productores de Lu´ pulo, que elaboraba insumos para su utilizacio´ n final. Igualmente reconocido fue el caso de Vidriera Monterrey SA, refundada en 1909 tras la amarga experiencia vivida entre 1899 y 1903 (cuando se denomino´ Fa´ brica de Vidrios y Cristales de Monterrey). En los an˜ os treinta y cuarenta gesto´ Vidrio Plano, productora de la´ minas de este material; Cristalerı´a, elaboradora de manufacturas de mayor complejidad; Fomento de Industria y Comercio (FIC) – conglomerado en ciernes –; Vidrios y Cristales, productora de ampolletas; Industrias del Alcali – elaboradora de silicatos, uno de sus insumos fundamentales –; y Fabricacio´ n de Maquinarias, para producir y reparar maquinaria para la industria del vidrio. Fundidora de Fierro y Acero – productora de acero y hierro, abastecedora de los ferrocarriles, fabricante de estructuras meta´ licas y gran empresa minera – siguio´ un proceso similar que, como en los dos casos anteriores, podrı´a resumirse ası´: a) integracio´ n vertical a trave´ s de empresas jurı´dicamente independientes; b) cobertura del mercado nacional en te´ rminos crecientemente oligopo´ licos, c) instalacio´ n de plantas en otros lugares del territorio mexicano. En realidad, estas empresas-madre (y los grupos que impulsaron) intensificaban su ciclo de adaptacio´ n al nuevo re´ gimen polı´tico, superaban la crisis del 1929 y comenzaban – con evidente plasticidad – a usufructuar el aparato de proteccio´ n, subsidios, concesiones, cre´ ditos y consumo dirigido que montaba un Estado dedicado, con el mayor e´ nfasis, a estimular la industrializacio´ n en Me´ xico.
De la Segunda Guerra al auge petrolero Guerra y crecimiento acelerado En el desarrollo ma´ s contempora´ neo de los grupos industriales regiomontanos – a partir de 1940 – se pueden entrever dos grandes momentos de expansio´ n: a) despue´ s de la Segunda Guerra Mundial (finales de los cuarenta y de´ cada de los cincuenta); b) los an˜ os del boom petrolero. La coyuntura de guerra, la escasez de manufacturas y la ampliacio´ n del mercado interno tornaron cada vez ma´ s necesaria, en Me´ xico, la produccio´ n interna de bienes transformados. Las polı´ticas econo´ micas fueron deliberadamente disen˜ adas para proteger e impulsar la industria manufacturera (incentivos, subsidios, exenciones de impuestos, cre´ dito pu´ blico). Si la proteccio´ n del Estado iba a permanecer vigente durante medio siglo, los equipos empresariales con mayor experiencia para aprovechar tales circunstancias eran los de Monterrey. Surgieron o se desenvolvieron, ası´, numerosas empresas ligadas a la meta´ lica ba´ sica, los minerales no meta´ licos, la fabricacio´ n de productos meta´ licos y ele´ ctricos, entre otros ramos: Hojalata y La´ mina (HYLSA, 1943, productora de acero); Fruehauf Trailers de Monterrey (1946, fabricante de remolques y vehı´culos de transporte); Protexa (1947, inicio´ con impermeabilizantes y conti-
14 앚 Mario Cerutti, Isabel Ortega y Lylia Palacios nuo´ con tuberı´as, para rematar con plataformas submarinas); Manufacturas Meta´ licas Monterrey y Conductores Monterrey (1956) se contaron entre ellas. Muchas de estas empresas prosiguieron su expansio´ n – tanto vertical (desde la obtencio´ n de materia prima hasta el bien terminado) como geogra´ fica – hasta reforzar su presencia nacional. Hacia finales de la de´ cada de los cuarenta y principios de la siguiente se profundizo´ el desenvolvimiento de ramas dedicadas a bienes de capital. En los an˜ os sesenta irrumpieron los productos electro´ nicos y se amplio´ la industria automotriz y de transporte. Es evidente y verificable que durante el periodo sustitutivo de importaciones la industria en Monterrey presento´ un ra´ pido crecimiento, muy por encima de la media nacional. El proteccionismo, acentuado tras la Segunda Guerra Mundial, aunado a una impresionante cantidad de acciones gubernamentales tanto a escala federal como estatal (incluı´a desde inversiones en infraestructura hasta participacio´ n pu´ blica en industrias estrate´ gicas, y desde estı´mulos fiscales hasta una agresiva polı´tica arancelaria), brindaron un ambiente propicio para el desarrollo de la industria urbana.15 Entre 1940 y 1960, por lo tanto, se manifesto´ el segundo auge industrial de ´ rea Metropolitana. El crecimiento del sector fabril se caracMonterrey y su A terizo´ por una decidida concentracio´ n del capital en un nu´ mero reducido de empresas y por una mayor especializacio´ n productiva o sectorizacio´ n dirigida a la produccio´ n de bienes intermedios, de capital y de consumo duradero16. Tambie´ n se acentuo´ crecimiento demogra´ fico de Monterrey y lo que comenzo´ a ´ rea Metropolitana fue de un 337 por ciento. Destacaba perfilarse ya como su A ya lo que algunos especialistas han denominado ‘primera fase del feno´ meno de metropolizacio´ n de las grandes ciudades latinoamericanas’. Urbe que sobresalı´a desde principios de siglo, Monterrey genero´ en 1940 el 7.2 por ciento del Producto Bruto Industrial del paı´s (con el 3.4 por ciento de los establecimientos fabriles y el 4.9 por ciento del personal ocupado). Hacia 1950 su participacio´ n habı´a pasado al 7.8 por ciento, mientras que en 1960 se acercaba al 10 por ciento17. Los sectores de vanguardia El perı´odo fue dominado de manera sensible por grandes plantas que ya habı´an vivido procesos de expansio´ n vertical y geogra´ fica, con presencia nacional. Fue en esta de´ cada de los sesenta cuando el ciclo de crecimiento estimulado por el sector manufacturero asumio´ , segu´ n Vellinga, las siguientes caracterı´sticas18: a) cambio continuo hacia ramas modernas, intensivas en capital, para la produccio´ n de bienes intermedios y de capital; b) acentuacio´ n de la concentracio´ n y centralizacio´ n de capital, muy superior a la que se perfilaba en otras a´ reas fabriles de Me´ xico; c) la industria encauzaba su organizacio´ n como grupo, anticipando las grandes transformaciones que en los an˜ os setenta desembocarı´an en los conglomerados de estilo estadounidense. Hacia 195019 la presencia de productos livianos o de consumo inmediato habı´a caı´do en te´ rminos relativos frente a los intermedios o de capital: estos u´ ltimos representaban ma´ s del 50 por ciento del valor producido y del PB Industrial de la ciudad. Textiles, vestido, cuero y calzado, artı´culos de madera, habı´an descendido notoriamente. Novedades llamativas resultaron la industria del papel, cuyos capitales aumentaron 35 veces entre 1940 y 1960, y la del
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tabaco: sus inversiones se quintuplicaron y llego´ a aportar el 21 por ciento del PB Industrial de Monterrey a fines de los cincuenta20. Los bienes intermedios y de capital – a la par que incrementaban su peso – se concentraban en ramas con una prolongada historia local o, tambie´ n, en otras que habrı´an de tornarse decisivas tras la crisis de 1982: sobresalı´an minerales no meta´ licos, meta´ lica ba´ sica y automotriz. El desenvolvimiento de los minerales no meta´ licos se sustentaba en cemento y vidrio, apoya´ ndose en empresas madre surgidas a principios de siglo (Cementos Hidalgo – fusionada en 1931 con Cementos Monterrey – y Vidriera Monterrey), y en respuesta a la demanda vigorosa provocada por la acelerada urbanizacio´ n de la sociedad mexicana. Si bien la cantidad de establecimientos de este tipo no se modifico´ en forma sustancial, el capital invertido entre 1940 y comienzos de los sesenta se multiplico´ en un 1500 por ciento21. La meta´ lica ba´ sica era la ma´ s significativa. Con orı´genes en tres plantas inauguradas a fines del XIX para proveer al mercado estadounidense, robustecido a comienzos del siglo actual con la aparicio´ n de la primera siderurgia integrada de Ame´ rica Latina (Fundidora de Fierro y Acero, 1903), este sector enfrento´ en los an˜ os cuarenta un impresionante tiro´ n por la demanda de acero propiciada por la coyuntura be´ lica. Monterrey vio emerger una segunda sideru´ rgica privada en 1943: Hojalata y La´ mina S.A. Mientras, en el vecino estado de Coahuila, se fundaba – como en otros paı´ses latinoamericanos – una empresa estatal: Altos Hornos de Me´ xico. En esos veinte an˜ os, la meta´ lica ba´ sica incremento´ en cuarenta veces sus inversiones, y hacia 1960 concentraba ma´ s del 40 por ciento de las inversiones fabriles en el Area Metropolitana de Monterrey. Por su lado la industria automotriz comenzo´ a cobrar fuerza en estas dos de´ cadas: se paso´ de la comercializacio´ n de automotores, la elaboracio´ n de accesorios y la reparacio´ n al armado y produccio´ n de automo´ viles, camiones y carrocerı´as. Se cuadruplicaron los establecimientos dedicados a este sector, la inversio´ n aumento´ dieciocho veces y surgieron empresas como Fruehauf Trailers de Monterrey (1946), Industrias Meta´ licas Monterrey (1950), e Industria Automotriz (1957), todas pertenecientes al grupo familiar Ramı´rez, gestado en estos an˜ os y cuya proyeccio´ n habrı´a de ser muy significativa. Adema´ s, y ya en los sesenta, los artı´culos ele´ ctricos empezaron a tomar importancia, en especial, electrodome´ sticos y conductores. Los sesenta y las vı´speras22 Tan largo proceso de maduracio´ n empresarial y productivo se expreso´ con plenitud en la de´ cada de los sesenta, en concordancia con el u´ ltimo tramo del milagro mexicano. Si en 1960 Monterrey aporto´ casi el 10 por ciento del PB Industrial del paı´s, en 1970 alcanzo´ su ma´ ximo histo´ rico: el 10.4 por ciento. La tasa anual de crecimiento en Monterrey era del 8.5 por ciento, mientras que a escala nacional fue del 8.1 por ciento23 La modalidad especı´fica de estos an˜ os – reiterando un feno´ meno verificable en el contexto latinoamericano – se sintetizo´ en la reproduccio´ n ampliada intensiva, una marcada inversio´ n en el cambio (o reconversio´ n) tecnolo´ gicos, una mayor concentracio´ n del capital, el surgimiento de lazos – hasta entonces no necesarios – con empresas extranjeras, y cierta tendencia a la expulsio´ n de fuerza de trabajo. Operando en un escenario de alta proteccio´ n al mercado
16 앚 Mario Cerutti, Isabel Ortega y Lylia Palacios nacional y extrema intervencio´ n estatal, las industrias que ma´ s contribuı´an al valor agregado hacia 1970 respondı´an a siete actividades: meta´ lica ba´ sica (20 por ciento del total); productos minerales no meta´ licos (12.2 por ciento); productos quı´micos (11 por ciento); tabaco (9.2 por ciento); alimentos (8.8 por ciento); productos meta´ licos excepto maquinaria y equipos de transporte (7 por ciento); y maquinaria, aparatos, accesorios y artı´culos ele´ ctricos y electro´ nicos (6.8 por ciento). Este grupo de sectores representaba el 75 por ciento del producto PB Industrial en 1970, y concentraba el 64.2 por ciento de la fuerza de trabajo ocupada en la industria de transformacio´ n.24 La antigua y siempre renovada industria meta´ lica ba´ sica absorbı´a ma´ s de 15 mil trabajadores, y durante el lapso 1960-1970 habı´a operado a una tasa media anual de crecimiento de casi el 12 por ciento. Minerales no meta´ licos ocupaba casi 19 mil asalariados, con tasas anuales promedio de crecimiento entre 1965 y 1970 poco menor al 13 por ciento. Es bueno reiterar que cinco de las siete actividades indicadas se dedicaban sobre todo a la fabricacio´ n de insumos y bienes intermedios. Es decir: abastecı´an el propio proceso productivo. Las siete ramas, adema´ s, eran encabezadas por grandes empresas que se habı´an fundado entre finales del siglo XIX y los primeros cuarenta an˜ os del siglo XX.25 En resumen: en vı´speras de la fase crı´tica del perı´odo sustitutivo (y de la muy especı´fica respuesta que protagonizo´ Me´ xico, con una formidable expansio´ n de la produccio´ n petrolera), Monterrey habı´a logrado consolidarse como polo fabril aplicado a la produccio´ n de insumos industriales y bienes de consumo duradero. Las empresas-madre y sus grupos comenzaban a cerrar un proceso de acumulacio´ n sustentado en una alta especializacio´ n productiva, con claros signos de madurez en cuanto a integracio´ n vertical. Adema´ s, el devenir empresarial empezaba a insinuar la necesidad de una profunda reorganizacio´ n: los corporativos de los setenta y de principios de los ochenta serı´an la respuesta. Crisis en ciernes y conglomerados Entre 1970 y la crisis de 1982 se constituyo´ en Monterrey, en te´ rminos formales, un importante nu´ mero de conglomerados o corporativos. En su enorme mayorı´a, sus raı´ces se remontaban a las empresas pioneras de principios de siglo o a las empresas-madre que aparecieron entre 1930 y 1950. Los mecanismos organizativos previos – que se venı´an experimentando desde los an˜ os treinta – y una densa capacidad financiera favorecieron este feno´ meno, acelerado adema´ s por los signos de agotamiento que presentaba el modelo proteccionista o sustitutivo de importaciones. De la integracio´ n esencialmente vertical se paso´ a la inversio´ n diversificada (antigua experiencia, por otro lado), poniendo en marcha un ciclo que tendı´a a compensar las limitaciones sectoriales del propio mercado interior. El Estado, en Me´ xico, contribuyo´ a fomentar la reestructuracio´ n empresarial. Hubo incentivos fiscales que alentaron el estatuto formal de los corporativos, como la Ley de Sociedades de Fomento promulgada en junio de 1973 que concedı´a subsidios fiscales para auspiciar ‘la integracio´ n de empresas en grupos denominados unidades de fomento’. Es decir, ‘empresas controladoras que consolidan resultados econo´ micos, financieros y fiscales’.26 Desde mediados de los setenta, la legislacio´ n favorecio´ la aparicio´ n de conglomerados sustentados en grandes empresas y de grupos financiero-industriales.
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Algunos de los ma´ s famosos grupos locales (ALFA, VISA, Protexa) diversificaron de manera ostensible su base de operaciones e incursionaron con vigor – durante los setenta – en ramos como alimentos, banca, turismo y bienes raı´ces.27 Uno de los rasgos tı´picos de estos corporativos – siguiendo el camino de las empresas-madre y sus grupos econo´ micos – fue el fuerte predominio unifamiliar o de unas pocas familias (Zambrano, Sada, Gonza´ lez Sada, Clariond, Garza Sada, Lobo, Maldonado, Ramı´rez, Santos). Y en casi todos los casos, hasta la actualidad, descendientes de las familias fundadoras mantienen su direccio´ n o siguen influyendo en su liderazgo. Esto ocurrı´a, curiosamente, mientras se cernı´a la crisis internacional del petro´ leo, que se profundizo´ con la desaceleracio´ n econo´ mica en los principales paı´ses industrializados (1974-1975). Si se detiene la mirada en los an˜ os 19701976, Me´ xico manifestaba con claridad los indicadores de agotamiento del modelo sustitutivo que, a su vez, golpeaba sobre el sistema polı´tico y las relaciones entre el Estado y los empresarios de Monterrey. Espiral inflacionaria, endeudamiento externo, incertidumbre, falta de confianza empresarial y conflictos sociales remataron con una formidable devaluacio´ n, en 1976, la primera en el paı´s en de´ cadas. El debilitamiento del ritmo econo´ mico arrastro´ a una virtual paralizacio´ n, en coincidencia con la salida de uno de los presidentes menos simpa´ ticos al sector empresarial de Monterrey: Luis Echeverrı´a Alvarez.28 El auge petrolero Entre 1977 y fines de 1981 Me´ xico se lanzo´ a la explotacio´ n y exportacio´ n de petro´ leo y – a diferencia de Brasil o Argentina – atenuo´ o postergo´ la crisis de mediados de los setenta. Los efectos de la devaluacio´ n del 76 fueron superados con rapidez, las relaciones entre el Estado y estos empresarios del norte mejoraron, y una enorme inyeccio´ n de recursos pu´ blicos y de cre´ ditos extranjeros brindo´ extraordinaria liquidez al mercado interior.29 Hacia 1978 la recuperacio´ n de la industria de Monterrey era visible: habı´a crecido ma´ s de un 14 por ciento respecto al an˜ o anterior. En orden de importancia las ramas que mejores resultados obtuvieron fueron fabricacio´ n de maquinaria, aparatos, accesorios y artı´culos ele´ ctricos, junto con autopartes y meta´ lica ba´ sica.30 Y, sobre todo, con el auge petrolero se desarrollo´ con e´ nfasis la petroquı´mica secundaria, cuyas raı´ces habı´an sido sembradas en los an˜ os cuarenta. Grupos con base en Monterrey – ALFA, Protexa y CYDSA – elaboradores de productos (poliuretanos, impermeabilizantes, fibras quı´micas) que requieren derivados del petro´ leo, se vieron ampliamente beneficiados. Protexa, estrechamente vinculada a Petro´ leos Mexicanos – y dedicada a la construccio´ n de plataformas submarinas de exploracio´ n, tuberı´as subterra´ neas y submarinas, y bienes conexos – resulto´ un caso espectacular. Para la mayorı´a de los grandes corporativos fueron los an˜ os de mayor crecimiento y expansio´ n. El auge econo´ mico y la so´ lida posicio´ n de los grupos ma´ s fuertes sirvieron para modernizar en algunos casos los sistemas productivos y ampliar la capacidad instalada. Cementos Mexicanos (CEMEX) – siempre bajo el liderazgo de la secular familia Zambrano – crecio´ bajo el estı´mulo del auge petrolero y los programas de edificacio´ n habitacional. Entre 1977 y 1981, CEMEX duplico´ su produccio´ n (desbordando los siete millones de toneladas anuales), cuadruplico´ sus ventas y multiplico´ once veces sus utilidades.31
18 앚 Mario Cerutti, Isabel Ortega y Lylia Palacios En 1980 la produccio´ n industrial de Monterrey subio´ un 10.6 por ciento respecto a 1979. Para ese an˜ o, adema´ s, Monterrey era la segunda ciudad fabril del paı´s: representaba un 25 por ciento de la industria asentada en la enorme ciudad capital y sus prolongaciones hacia el Valle de Me´ xico, y equivalı´a al valor conjunto generado por Guadalajara, Toluca y Puebla. La fa´ cil disponibilidad de recursos, los notorios estı´mulos gubernamentales y el acceso a cre´ ditos externos en do´ lares, habı´an permitido crecer con rapidez – bajo el paraguas del auge petrolero – a fines de los setenta. Pero, tambie´ n, endeudarse. El derrumbe de los precios del petro´ leo y la devaluacio´ n de 1982 abrieron paso a una de las peores crisis de la economı´a mexicana en el siglo veinte.
1982: El fin del proteccionismo La crisis de 1982 en Monterrey 1982 fue el colofo´ n de una crisis larvada, contenida durante una de´ cada. Definida por algunos como crisis de transicio´ n hacia un nuevo patro´ n o re´ gimen de acumulacio´ n32, termino´ de demoler el modelo de desarrollo forjado en los an˜ os treinta y cuarenta, del cual tan representativo es el caso mexicano. El cara´ cter estructural del feno´ meno se extendio´ hacia todas las sociedades latinoamericanas que se habı´an impuesto como meta la industrializacio´ n protegida con amplia intervencio´ n estatal.33 En Me´ xico, la marcada subordinacio´ n de su crecimiento ma´ s reciente a la produccio´ n y exportacio´ n petrolera propicio´ que la crisis se demorara, primero, que aterrizara – luego – con la caı´da de los precios del petro´ leo y rematara con otra impresionante devaluacio´ n y la moratoria en el pago de la deuda, en febrero de 198234. La crisis – la ma´ s aguda desde 1929 – resulto´ por otro lado el prolego´ meno a un profundo proceso de reestructuracio´ n tanto del aparato productivo como de los mecanismos de organizacio´ n empresarial, reconversio´ n orientada a operar en un nuevo escenario econo´ mico internacional. Buena parte de las empresas manufactureras no solo debieron recuperarse en te´ rminos financieros: tuvieron que emprender, a la vez, una serie de cambios, un proceso de adaptacio´ n acelerado a tendencias ma´ s generales que tornaban prioritario el mercado mundial, la integracio´ n econo´ mica de espacios plurinacionales y lo que luego se llamarı´a globalizacio´ n. ¿Cua´ l era el panorama general de la gran industria y de los ma´ s poderosos conglomerados en Monterrey en 1982? ¿En que´ condiciones tomo´ la crisis a los grandes corporativos? La industria regiomontana se conto´ entre las más afectadas en Me´ xico. Segu´ n organismos empresariales, al finalizar 1982 presentaba un 40 por ciento de capacidad ociosa, y la inversio´ n habı´a caı´do en una proporcio´ n similar. La contraccio´ n se manifesto´ asimismo en la reduccio´ n de sus importaciones: un 60 por ciento menos que en 1981 (de 1.333 millones de do´ lares a 547), lo que era casi el doble del promedio nacional (35 por ciento).35 Y la deuda del conjunto empresarial – que habı´a obtenido pre´ stamos externos sumamente baratos durante los setenta – se cuadruplico´ en te´ rminos de pesos nacionales por las sucesivas devaluaciones registradas en 1982. Si el empleo descendio´ en forma inmediata en te´ rminos globales entre 10 y 15 por
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ciento, era en las abultadas no´ minas de empleados de alto nivel, ejecutivos y gerentes donde se registraba un explosivo nu´ mero de despidos. Dedicada desde de´ cadas atra´ s a una especializacio´ n productiva orientada a bienes intermedios, duraderos y – parcialmente – de capital, la industria local fue sacudida de manera mucho ma´ s aguda que otras regiones fabriles del paı´s. Las actividades ma´ s deprimidas resultaron material para transporte (-276 por ciento respecto a 1981); productos minerales no meta´ licos (-37 por ciento); meta´ lica ba´ sica (-31.4 por ciento), maquinaria (-30.5 por ciento).36 Las dos empresas ma´ s importantes en meta´ lica ba´ sica (HYLSA y Fundidora de Fierro y Acero) debieron cancelar planes de expansio´ n. Recesio´ n, deuda e intervencio´ n estatal La de´ cada de los ochenta tuvo componentes profundamente recesivos para la industria de Monterrey: entre 1980 y 1988 presento´ un comportamiento negativo (-1.1 por ciento anual) frente al levemente positivo que mostraba el promedio nacional (0.8 por ciento anual). La participacio´ n global en el PB Industrial disminuyo´ del 10.2 por ciento (1980) al 8.8 por ciento en 1988. El inicio de la liberalizacio´ n comercial y el ingreso de Me´ xico al GATT (1986) puso fin al mercado cautivo y, con ello, a las numerosas ventajas que usufructuaban estos grupos econo´ micos dentro de las fronteras nacionales. Los grandes conglomerados se vieron obligados a enfrentar el muy serio problema de la deuda externa. ALFA, uno de los ma´ s comprometidos con el auge petrolero, declaro´ la imposibilidad de pagar a sus acreedores 2,300 millones de do´ lares y – como harı´an varios conglomerados – se apresuro´ a abandonar sectores como turismo, bienes raı´ces y otros servicios. En 1986 debio´ cerrar la legendaria Fundidora de Fierro y Acero de Monterrey (estatizada en los an˜ os setenta) que habı´a comenzado a operar casi cuarenta an˜ os antes que otra siderurgia de leyenda: Volta Redonda. Aunque el Estado anunciaba su retirada – cumplida sobre todo desde 1985 – se vio obligado a intervenir en defensa de no pocas de estas grandes empresas. Es que, en cierta forma, continuaba presionado por una inercia que llevaba de´ cadas, y que se habı´a acentuado en los setenta cuando pretendio´ alargar el ciclo de vida del modelo sustitutivo. Entre 1982 y 1985 se aplicaron medidas destinadas a atenuar la deuda de los grupos privados, refinanciar sus pasivos, facilitar la entrada de capitales externos para aliviarlos, condonar intereses moratorios, disminuir la presio´ n fiscal, absorber porciones de la deuda privada y garantizar su reestructuracio´ n ante organismos internacionales.37 Todos estos instrumentos fueron ampliamente usados por los empresarios de Monterrey, cuya deuda externa representaba la tercera parte del total de la deuda privada mexicana.38 La crisis de 1982 – que termino´ de desnudar la tendencia a reconvertir el modelo de industrializacio´ n en Ame´ rica Latina – arrastro´ otro importante efecto: la necesidad de tomar distancia del fra´ gil mercado interno y orientar buena parte del esfuerzo productivo hacia los mercados externos. En ese sentido, la cu´ pula empresarial de Monterrey habrı´a de mostrar una alta capacidad de adecuacio´ n – ya manifestada en e´ pocas previas – y se anticipo´ tanto a la polı´tica propugnada por el Estado en Me´ xico desde 1988 como a las negocia-
20 앚 Mario Cerutti, Isabel Ortega y Lylia Palacios ciones que desembocaron en el Tratado de Libre Comercio para la Ame´ rica del Norte.
TLC y globalizacion: la respuesta empresarial Gran empresa y reestructuracio´ n Segu´ n Wilson Peres y Celso Garrido, los grandes grupos y empresas de capital nacional fueron ‘el resultado ma´ s avanzado’ que dejo´ en Latinoame´ rica la sustitucio´ n de importaciones ‘en el universo de las empresas privadas nacionales’. Tras quince an˜ os de reformas estructurales – derivadas en general de la crisis de 1982 aunque anticipadas en Chile durante la segunda porcio´ n de los setenta – esos grandes grupos empresariales ‘continu´ an siendo actores decisivos en la economı´a de los paı´ses de la regio´ n’.39 Esta inferencia parece ampliamente aplicable a Monterrey, aunque habrı´a que efectuar dos precisiones: a) Monterrey y su empresariado contaban con medio siglo de experiencias cuando aparecio´ la sustitucio´ n de importaciones ası´ como habı´an surgido los parques fabriles de Sa˜ o Paulo, Buenos Aires o el valle de Me´ xico40. En todo caso, la sustitucio´ n de importaciones les facilito´ un crecimiento sin precedentes; b) el aprovechamiento del modelo implementado durante los an˜ os treinta y cuarenta fue factible, en Monterrey, por motivos derivados de una ya antigua dina´ mica regional que – por ello – pudo usufructuar la ma´ s joven dina´ mica nacional. Los an˜ os ochenta y las nuevas polı´ticas del Estado en Me´ xico obligaron a una readecuacio´ n de los sectores empresariales, transformaciones que parecen haber sido satisfechas con suficiente rapidez entre los grupos y grandes empresas asentadas en Monterrey. Con la modificacio´ n de la Ley sobre Inversiones Extranjeras, en 1984, se eliminaron las barreras para el ingreso del capital externo.41 Ante las necesidades generadas por la ma´ s reciente crisis, se torno´ frecuente la venta de porciones de los paquetes accionarios, se intensificaron las coinversiones con capitales externos y la gestacio´ n de alianzas estrate´ gicas con estadounidenses, europeos o asia´ ticos.42 Reconversio´ n tecnolo´ gica, aceptacio´ n de la apertura comercial, usufructo abierto de los procesos de privatizacio´ n, actitud para ocupar nichos en el mercado internacional, inversiones en el exterior, reconocimiento de las nuevas condiciones dibujadas en el escenario mundial, alianzas diversas con empresas lı´deres a escala internacional, integracio´ n a/en la fa´ brica global y – en especial – aprovechamiento sistema´ tico de la economı´a estadounidense (en muy diversos sentidos) son algunas de las expresiones con que operaron estos grupos empresariales. La polı´tica de penetracio´ n en los mercados externos se imbrico´ con la decisio´ n de invertir en el exterior, planteamiento que desenvolvieron, entre otros grupos, Cementos Mexicanos (hoy la tercera productora del mundo), Vitro, IMSA, Pulsar, Protexa y ALFA. Esta salida hacia los mercados externos – y la alternativa de dejar de depender del inconsistente mercado interior – hizo posible a estos nu´ cleos empresariales sobrellevar un nuevo y feroz coletazo: la crisis de 1994-1995, que con tanta dureza golpeo´ la economı´a mexicana.
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Monterrey: la u´ ltima respuesta Marı´a de los Angeles Pozas ha efectuado un sucinto ana´ lisis de las ‘estrategias de globalizacio´ n’ de siete consorcios regiomontanos, muchos de los cuales se encuentran repetidamente citados en este trabajo, son descendientes de algunas de las empresas-madre mencionadas o continu´ an teniendo como base articuladora alguna de las familias fundadoras de la industria en Monterrey. Dichos conglomerados, sen˜ ala la autora, ‘presentan un alto nivel de globalizacio´ n en sus actividades productivas’ y han anudado en tiempos recientes un elevado nu´ mero de alianzas estrate´ gicas con empresas extranjeras. Otros elementos comunes que muestran estos conglomerados: ‘su gran taman˜ o, su amplia participacio´ n en el mercado nacional y sus experiencias previas de alianzas y convenios estrate´ gicos con socios extranjeros’. Esto u´ ltimo, remata la citada autora, explicarı´a ‘su ra´ pida respuesta al cambio en el entorno despue´ s de la apertura econo´ mica de 1986’43. La mayorı´a de las empresas adoptadas como objeto de estudio para esta fase conformaron corporativos claramente diversificados, ya en produccio´ n ya en te´ rminos geogra´ ficos. Resumimos aquı´ cuatro ejemplos: – ALFA: produce u opera en aceros, alimentos, petroquı´micos, telecomunicaciones, electricidad y automotores de aluminio. Fue el conglomerado ma´ s golpeado por la crisis del 82, y su capacidad de respuesta puede verificarse por su dina´ mica actual. Ha realizado alianzas estrate´ gicas o asociaciones diversas con firmas de Alemania, Be´ lgica, Holanda, Italia, Japo´ n y Estados Unidos, y con empresas nacionales como Pemex. – IMSA: produce acero, acumuladores ele´ ctricos, derivados del aluminio y estructuras meta´ licas para la construccio´ n. Cuenta con plantas en Me´ xico, Argentina, Brasil, Chile, Venezuela, Colombia, Estados Unidos y Costa Rica. – CEMEX: acompan˜ a su ultraespecializacio´ n en cemento con una notoria dispersio´ n geogra´ fica: plantas en Espan˜ a, Estados Unidos, Venezuela, Colombia, Panama´ , Repu´ blica Dominicana, Filipinas e Indonesia. – Pulsar: tras desprenderse de la elaboracio´ n del tabaco (Cigarrera La Moderna) se ha lanzado a la agrobiotecnologı´a, e incursiona asimismo en seguros, servicios financieros, servicios médicos y empaques de carto´ n. En agrobiotecnologı´a, su subsidiaria Seminis (California) produce la cuarta parte de las semillas que se consumen a escala mundial. Absorbe en la actualidad cerca del 40 por ciento del mercado estadounidense de legumbres, y suma centros de investigacio´ n y produccio´ n en ma´ s de cincuenta paı´ses.
Conclusiones En los ‘comentarios introductorios’ se adelantaron algunas conclusiones. La combinacio´ n de factores familiares, el cara´ cter y la experiencia derivadas de los vı´nculos con Estados Unidos y cierta dina´ mica regional explicarı´an la perdurabilidad – o capacidad de adecuacio´ n – del empresariado con base en Monterrey desde antes del Estado oliga´ rquico hasta los tiempos de la globalizacio´ n. La informacio´ n suministrada, empero, permite matizar o ampliar algunos de estos componentes explicatorios:
22 앚 Mario Cerutti, Isabel Ortega y Lylia Palacios – Familia y redes familiares: 1) no todas las familias fundadoras perduraron; 2) cada situacio´ n de crisis (guerras civiles, revolucio´ n, 1929, 1982) o cada momento de prosperidad (porfiriato maduro, segunda posguerra, auge petrolero) abrieron cauces para la incorporacio´ n de grupos familiares distintos, que se sumaron a los sobrevivientes de las etapas anteriores; 3) las nuevas familias terminaron integra´ ndose, con suma frecuencia, a las ma´ s antiguas; 4) el matrimonio y las sociedades por acciones estuvieron en el origen de estos procesos de articulacio´ n; 5) la empresa de conduccio´ n familiar – transformada en conglomerado – sigue viva, y no parece ser menos eficaz que la de conduccio´ n exclusivamente profesional. – El norte y Los Estados Unidos: 1) au´ n en los tiempos del mercado interno protegido, la vinculacio´ n con los Estados Unidos diferencio´ al empresariado de Monterrey en Me´ xico; 2) en realidad es el norte mexicano – en su conjunto – el que presenta una dina´ mica propia, alimentada por dos vertientes: pudo histo´ ricamente y puede, hoy, operar con el mercado interno y – a la vez o como alternativa – con el mercado estadounidense; 3) Monterrey habrı´a sido el nudo de operaciones ma´ s propicio – en el largo plazo – para el desenvolvimiento empresarial dentro del escenario norten˜ o. – Dina´ mica regional y polı´ticas del Estado: 1) esto significarı´a, en el contexto mexicano, que el norte es el a´ rea con mayor capacidad de adaptacio´ n a los actuales desafı´os de la economı´a internacional; 2) en el marco ma´ s general de las sociedades perife´ ricas, podrı´a incluirse entre los espacios multirregionales con mejores condiciones para responder a la globalizacio´ n (como sucede en Espan˜ a con Catalun˜ a y en Portugal con el a´ rea que rodea a Porto); 3) las polı´ticas a implementar por el Estado en Me´ xico debera´ n tener en cuenta esta cada vez ma´ s nı´tida diferenciacio´ n regional: de no hacerlo podrı´an plantearse severos conflictos, ya entre el poder central y los grupos dirigentes de las regiones ma´ s propensas a la globalizacio´ n, ya entre estos u´ ltimos y las regiones menos aptas para enfrentar los drama´ ticos cambios desatados a fines del siglo XX. * * * Mario Cerutti (Universidad Auto´ noma de Nuevo Leo´ n, Monterrey, Me´ xico). Ph.D por la Universidad de Utrecht (1989). Entre sus publicaciones se cuentan Burguesı´a, capitales e industria en el norte de Me´ xico, Me´ xico, 1992; Empresarios espan˜ oles y sociedad capitalista en Me´ xico (1840-1920), Colombres (Espan˜ a), 1995; Propietarios, empresarios y empresa en el norte de Me´ xico, Me´ xico, 2000; con Menno Vellinga, Burguesı´as e industria en Ame´ rica Latina y Europa meridional, Madrid, 1989; con Carlos Marichal, Historia de las grandes empresas en Me´ xico, Me´ xico, 1997; y con Miguel Gonza´ lez Quiroga, El norte de Me´ xico y Texas (1848-1880), Me´ xico, 1999. ⬍mcerutti@ccr.dsi.uanl.mx⬎ Isabel Ortega Ridaura (Universidad de Monterrey, Me´ xico). Socio´ loga con maestrı´a en Metodologı´a de la Ciencia. Su campo de investigacio´ n comprende polı´ticas de fomento industrial, sector energe´ tico y desarrollo empresarial. Su ma´ s reciente resultado fue ‘Polı´tica fiscal e industria en Monterrey, 1940-1960’, tesis de maestrı´a, febrero de 2000, Universidad Auto´ noma de Nuevo Leo´ n.⬍ioridaura_mx@yahoo.com.mx⬎ Lylia Palacios Herna´ ndez (Universidad Auto´ noma de Nuevo Leo´ n, Monte-
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rrey, Me´ xico) Socio´ loga con maestrı´a en Metodologı´a de la Ciencia. Candidata al doctorado en Ciencias Sociales por la Universidad de Utrecht. Su campo de investigacio´ n incluye relaciones laborales, empresa y redes familiares. Su resultado ma´ s reciente fue ‘Crecimiento y diversificacio´ n de la gran industria en Monterrey (1970-1982)’, tesis de maestrı´a, Universidad Auto´ noma de Nuevo Leo´ n, abril de 2000. ⬍lpalacio@ccr.dsi.uanl.mx⬎
Notas 1. Es decir: sociedades que no consumaron su revolucio´ n industrial durante el siglo XIX o en vı´speras de la Primera Guerra Mundial. 2. Punto que no se considerara´ aquı´, pero que alude a la creacio´ n – en 1943 – del Instituto Tecnolo´ gico y de Estudios Superiores de Monterrey (ITESM), disen˜ ado expresamente para preparar cuadros gerenciales. 3. Los siguientes apartados esta´ n basados en Cerutti (1983, 1992, 1994, 1995, 1997); Barraga´ n y Cerutti, 1993; y Cerutti y Gonza´ lez, 1990, 1993 y 1999. 4. Cowling, 1926; Delaney, 1955; Diamond, 1940; Graf, 1942; Mayer, 1976; Owsley, 1931; Tyler, 1973; Cerutti y Gonza´ lez, 1993 y 1999. 5. La informacio´ n ba´ sica fue extraı´da de libros de notarios del Archivo General del Estado de Nuevo Leo´ n (AGENL), y complementada con datos de otros archivos regionales y nacionales. La constitucio´ n de sociedades ano´ nimas y las vinculaciones matrimoniales no so´ lo constituyeron ejes centrales en el ciclo formativo de este empresariado sino que, en perspectiva, se han definido como un comportamiento de ma´ s larga duracio´ n. Entre los grupos familiares seleccionados se estudiaron quienes ma´ s sobresalı´an en los documentos posteriores a 1880, lo que obligo´ a poner atencio´ n en la labor empresarial de 42 individuos, todas figuras relevantes en la industria fabril, la minerı´a, el comercio, las finanzas, la produccio´ n agropecuaria y/o los servicios. Una muestra de cuarenta y dos personas parece suficiente para observar el quehacer de un empresariado de bases regionales a comienzos del siglo XX y en una sociedad latinoamericana. 6. Cerutti, 1992. 7. Barraga´ n y Cerutti, 1993. 8. Krauze, 1981. 9. Haber, 1989. 10. Archivo Histo´ rico del Banco Nacional de Me´ xico (AHBMX), Informe de Sucursales, de Atanasio Saravia, 25 de marzo de 1926. 11. Los siguientes apartados esta´ n basados en Cerutti y Ortega, 1997) y Ortega, 2000. 12. Flores, 1991. 13. Perio´ dico Oficial del Estado de Nuevo Leo´ n, Ley sobre Proteccio´ n a la Industria, 3 de diciembre de 1927. Este ordenamiento declara el fomento industrial como de ‘utilidad pu´ blica’. A diferencia de los decretos anteriores, las franquicias se otorgaban no so´ lo a industrias nuevas sino tambie´ n a aquellas que ampliaban su taman˜ o, capital o nu´ mero de trabajadores. Se concedı´an hasta por veinte an˜ os, eximiendo hasta el 75 por ciento de los impuestos estatales y municipales. 14. Perio´ dico Oficial, Ley sobre Franquicias a la Constitucio´ n de Nuevas Sociedades Ano´ nimas, 16 de mayo de 1934. Beneficiaba exclusivamente a las sociedades industriales o las que fomentaran la industria en Nuevo Leo´ n y eximı´a del pago del 75 por ciento de los derechos de inscripcio´ n (en el Registro Pu´ blico de la Propiedad) a los inmuebles en que se montara la fa´ brica o el organismo de fomento industrial. 15. Los empresarios de Monterrey tuvieron una importante participacio´ n en la procuracio´ n de los energe´ ticos requeridos para sus procesos productivos. En 1943, doce empresas del grupo orientado por Cervecerı´a Cuauhte´ moc instalaron una planta generadora de electricidad. Luego, ante los problemas de abastecimiento de gas ocasionados por la Segunda Guerra, decidieron tender otro gasoducto desde la lı´nea del Bravo a Monterrey, que comenzo´ a operar en 1947. Intervinieron en este proyecto firmas vinculadas a Cervecerı´a Cuauhte´ moc, Fundidora de Fierro y Acero y Cementos Mexicanos. 16. El esquema de Gunnar Myrdal (1974) parece aplicable al caso Monterrey. Al describir un
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panorama de ascendente desequilibrio entre diferentes espacios regionales de un Estadonacio´ n, Myrdal sugerı´a que la regio´ n que dispone de ciertas ventajas iniciales tiende a aumentar esas ventajas en un proceso de causacio´ n acumulativa al atraer de otros espacios tanto inmigrantes altamente entrenados como capitales, generar economı´as de escala y mayores niveles de ingreso con el correspondiente ahorro interior. Serı´a durante las primeras etapas del desarrollo cuando las ventajas acumulativas tienden a concentrarse en regiones capaces de inaugurar altas tasas de crecimiento econo´ mico. Este tipo de feno´ meno imbrica tambie´ n acumulacio´ n con concentracio´ n de la poblacio´ n y de las actividades productivas en las a´ reas urbanas, de energe´ ticos, de infraestructura y de comunicaciones. Crecimiento superior a la media nacional, lo que subraya su calidad de receptora de migrantes. Menno Vellinga, 1988. En 1940 los productos livianos representaban el 64 por ciento del aporte al producto industrial, los bienes intermedios y de capital 33.8 por ciento, y otras industrias el 2.2 por ciento. Estas cifras se modifican a 45.3 por ciento, 53.7 por ciento y 1 por ciento, respectivamente, en 1950, para quedar en 48.5 por ciento, 50.8 por ciento y 0.7 por ciento en 1960. La relevancia de estas dos ramas radica en la importancia de su posterior desarrollo: fueron el origen de Cigarrera La Moderna y del Grupo Maldonado (que derivo´ en COPAMEX, en la actualidad el segundo consorcio papelero privado de Me´ xico). Estimaciones basadas en Sobrino, 1995. Los siguientes apartados esta´ n basados en Palacios, 2000. Garza, 1995:132. Boletı´n Bimestral, Centro de Investigaciones Econo´ micas, Universidad Auto´ noma de Nuevo Leo´ n, 73, febrero de 1975. Fundidora de Fierro y Acero, Vidriera, Vidrios y Cristales, Galletera Mexicana, Cementos Mexicanos, Cigarrera La Moderna, Hojalata y La´ mina (HYLSA), Industrias Meta´ licas Monterrey, Protexa, Manufacturas Meta´ licas Monterrey, Conductores Monterrey, Celulosa y Derivados y Papelera Maldonado, entre las principales. Basave Kunhardt, 1996. Entre 1970 y 1982 ALFA registro´ 33 empresas de las cuales 17 se ubican en la industria (alimento para ganado, minerı´a, metalurgia, siderurgia, productos meta´ licos, maquinaria ele´ ctrica, electrodome´ sticos, autopartes, motocicletas, impresos y accesorios para computacio´ n, quı´mica y petroquı´mica, y pla´ sticos); 8 empresas de servicios y comercio (turismo, servicios especializados, servicios administrativos, asesorı´a y fomento comercial y comercio acerero); 2 constructoras y 6 corporativos divisionales. VISA registro´ 35 empresas: 12 en la industria (alimentos, pesca, produccio´ n ganadera, fomento comercial, seguridad privada, derivados pla´ sticos, petroquı´mica, tanques de almacenamiento, estructuras meta´ licas, maquinaria para industria cervecera y refresquera y autopartes); 12 en servicios y comercio (transporte ae´ reo, alimentos avı´colas y agropecuarios, fomento comercial, fomento industrial, asesorı´as empresariales, servicios financieros, servicios turı´sticos y seguridad privada) y 11 corporativos divisionales. PROTEXA registro´ 45 empresas: 13 en la industria (alimentos, minero-metalu´ rgica, productos quı´micos, petroquı´mica, pailerı´a, equipos meta´ licos y ele´ ctricos, materiales para computacio´ n y equipo electro´ nico); 15 dedicadas a servicios y comercio (asesorı´as profesionales diversas, asesorı´a en disen˜ o e ingenierı´a industrial, asesorı´as empresariales, materiales para construccio´ n, maquinaria, transporte terrestre y marı´timo, promocio´ n del deporte y construccio´ n de instalaciones deportivas); 11 constructoras (construccio´ n civil e industrial) y 6 corporativos divisionales. Registro Pu´ blico de la Propiedad y el Comercio de Nuevo Leo´ n (RPPCNL). En septiembre de 1973 fue asesinado el empresario Eugenio Garza Sada durante un frustrado intento de secuestro por la guerrilla urbana. La virulencia del conflicto entre los empresarios regiomontanos y el presidente de la nacio´ n llevo´ a que los primeros responsabilizaran del suceso al gobierno de Luis Echeverrı´a. Eugenio Garza Sada habı´a fundado el Instituto Tecnolo´ gico de Monterrey, en 1943. La oferta de cre´ dito externo parecı´a ilimitada. Un ejemplo fue las ‘lı´neas de cre´ dito abiertas’ para las grandes empresas. La presencia de bancos extranjeros en el paı´s casi se duplico´ en pocos an˜ os: en 1972 eran 554 bancos con registro legal para operar en Me´ xico y para 1979 la cifra rebasaba los 940. Basave Kunhardt, 1996, p. 76. Boletı´n Bimestral, 97, febrero de 1979. Barraga´ n y Cerutti, 1999; El Norte, 2 de abril y 15 de mayo de 1982.
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