Capital metropolitana, Pinacoteca , yo la peor de todas , imprenta en MĂŠxico y el vestido en el virreinato.
DESCRIPCIÓN En el Zócalo de la Ciudad de México se
encuentra la hermosa
Catedral
Metropolitana, obra procedente de la arquitectura virreinal en el continente americano, la más grande de Latinoamérica y uno de los templos de la cristiandad más emblemáticos en el mundo.
La Catedral Metropolitana es una especie de libro de historia del México Virreinal y uno de sus capítulos sería la narración en piedra de sus diferentes estilos arquitectónicos. Fue construida a lo largo de trescientos años, es posible reconocer en su diseño elementos renacentistas, barrocos y neoclásicos que de manera armoniosa integran una gran obra estética, de riqueza cultural y espacial única en su género. Hernán Cortes colocó la primera piedra de la Catedral en 1524 en un acto de gran significado simbólico al ubicarla en el cruce de las calzadas que desde los cuatro puntos cardinales conducían al centro religioso de México-Tenochtitlan. Las piedras que habían sido parte del Templo Mayor de los aztecas antes de su destrucción, fueron utilizadas en la construcción del templo cristiano. Posteriormente en 1547 la Santa Sede otorgó a este templo la jerarquía de Catedral. Años después se lleva a cabo la demolición del templo original y el Arzobispo Pedro Moya y el Virrey Martín Enríquez colocan la piedra fundacional de la actual catedral. En 1623 se termina la construcción de la Sacristía, espectacular recinto que alberga diversos tesoros religiosos y pinturas murales de los dos pintores más destacados de la Nueva España, Juan Correa y Cristóbal Villalpando. Todo el interior de la catedral fue concluido e inaugurado el 22 de diciembre de 1667, 44 años después.
Tras siglos de trabajos el exterior de la catedral es terminado hasta 1813 cuando, fue designado Manuel Tolsá para diseñar las fachadas y campanarios. A él se deben las esculturas de la portada principal la Esperanza, la Fe y la Caridad, la cúpula del transepto así como el remate de las torres en forma de campanas. El diseño de este impresionante templo fue dotado de una planta en forma de cruz latina con tres puertas principales orientadas hacia el Zócalo, la puerta del centro es la jubilar que sólo es abierta en ocasiones especiales. El recorrido se realiza a través de un deambulatorio que rodea el coro y el área de feligreses, en torno al cual se ordenan 14 capillas así como los altares principales. El coro es uno de los elementos más destacados del interior, ornamentado en estilo barroco, con dos órganos monumentales y mobiliario de las colonias asiáticas del Imperio Español. El retablo de los
Reyes
Capilla Real obra
del
Guillermo
Balbás, requiere
de
mención situados
la
arquitecto
especial, detrás
del altar principal
una
fantasía barroca
columnas
estípites
muestran de
y
recubiertas por chapa de oro que sirven de marco a diversas obras pictóricas con temática referente a distintos reyes y reinas que por sus actos fueron elevados al grado de santidad. En el costado oriente de la Catedral se ubica el Sagrario Metropolitano, posiblemente la fachada churrigueresca mejor ejecutada en Iberoamérica que en contraste contiene un interior que funciona como parroquia para diferentes celebraciones.
La altura de las torres de la Catedral tiene entre 64 y 67 metros. Están rematadas en forma de campana. Entre las dos hay espacio suficiente para albergar 56 campanas más, aunque solamente son treinta las que han sido colocadas. La campana mayor tiene el nombre de Santa María de Guadalupe y pesa alrededor de trece toneladas. La más antigua, Santa María de la Asunción (conocida como Doña María), es de 1578. La más nueva es del año 2002 y fue colocada con motivo de la canonización de Juan Diego. Fue bendecida por el papa Juan Pablo II. En la parte superior de cada torre hay escaleras de madera de forma elipsoidal, de que hay escasos ejemplos en el mundo. Son poco utilizadas por su deterioro, por lo cual solo son usadas por los campaneros. La próxima ocasión que visite la Catedral no deje de observarla en cada uno de sus detalles porque en cada rincón se encuentra una obra de arte.
YO LA PEOR DE TODAS Sor Juana Inés De La Cruz, fue una de las más grandes escritoras
que ha dado el país y
muestra de ello sus muy famosos poemas que todos hemos oído al menos una vez, es importante destacar que Juana Inés decidió entrar al convento, porque en aquel momento histórico el conocimiento estaba negado a las mujeres, pero su ávido deseo de aprender la incitó a adentrarse al mundo que veinte años después la condenaría y mataría lentamente su viveza. A través de la película se observa un machismo fatal que no deja espacio para que las mujeres puedan respirar sin sentir alguna culpa, detalle que puede verse en la película cuando las monjas se flagelan por los males provocados por manos de la naturaleza. Lo cual es realmente fuerte digo se sabe de los castigos que se auto otorgaban ellas mismas pero es un tema muy fuerte y además de que las oportunidades estaban prácticamente para las mujeres es increíble imaginar que esto existió realmente en nuestro país hace apenas algunos años.
EL VESTIDO EN EL VIRREINATO Por lo general, las mujeres de la colonia solían lucir vestidos de talle alto con escasos frunces, los cuales eran conocidos con el nombre de faldas de medio paso. Por otra parte, la confección de dichos vestidos en su mayoría se realizaba con telas livianas. La conformación de este tipo de prenda, siendo vestidos de telas finas, ceñidos por debajo del pecho, y de texturas suaves, traía consigo una fuerte reminiscencia de los quitones griegos.
En la mayoría de los casos se utilizaba como tela para la confección de este tipo de atuendos la llamada muselina, la cual si bien hacía lucir espléndidas a las mujeres, lo cierto es que tenía el gran defecto de provocar alergias al entrar en contacto con la piel. Los zapatos tenían un pequeño taco de cuero o forrados
de
seda.
Su
ropa
interior
era
confeccionada para cubrir lo más posible de su cuerpo: calzones de algodón y de seda y cresta generalmente apretadas para resaltar el busto y ceñir su cintura. Asimismo los caballeros de más alto rango usaban pelucas, puños de encajes en sus camisas, "shabeau" (puntillas sobre el pecho) pantalones ajustados y chaquetas casi siempre adornadas con galardones que indicaban su rango. Las chaquetas eran lujosas algunas cortas y de tipo militar y en ocasiones especiales lucían "chaquets" de estilo francés, su calzado podría ser botas o zapatos con tacos adornados con cintas o hebillas. Las clases populares usaban vestidos sencillos de preferencia de lino y cubrían su cabeza con pañoletas o mantillas en el caso de las mujeres, y mantones sobre los hombros. Los hombres criollos usaban trajes de telas de algodón, sombreros de paño, botas de cuero.
IMPRENTA EN MEXICO La primera imprenta en América fue establecida en 1539, en la capital de la Nueva España. Dichas gestiones para su establecimiento fueron realizadas por el obispo fray Juan de Zumárraga y el virrey don Antonio de Mendoza. En el desarrollo y evolución de la imprenta la Iglesia jugo un papel muy importante y a la vez contradictorio pues mientras a través de la Inquisición se prohibía la circulación de determinadas obras, obispos y misioneros promovían la introducción de la imprenta en el Nuevo Mundo y la edición de libros para evangelizar a los indios, como biblias, misales y otros textos religiosos.
Otras razones poderosas para introducir la imprenta en el México fueron la necesidad de imprimir trabajos burocráticos de la colonia española así como impresos educacionales .Estos acontecimientos ayudan, a entender y explicar el fenómeno de la imposición de los valores hispánicos sobre la población indígena y la transculturación europea, lo cual aclara el proceso formativo de la cultura en México. Juan Pablos de Bresca, Italia, fue quien estableció la primera imprenta en México, con su oficial, Gil Barbero, y un ayudante en la llamada "Casa de las Campanas", en la esquina de las actuales calles de Moneda y Lic. Verdad, como representante de Juan Cromberger, impresor alemán radicado en Sevilla. Cromberger había obtenido el privilegio y la merced de Carlos V de ser el único autorizado para imprimir y vender libros en estas tierras. El 12 de junio de 1539 Juan Pablos firmó un contrato con Juan Cromberger para trabajar la imprenta, el cual establecía, entre otras cosas, que las ediciones salidas de las prensas de la Nueva España ostentarían la leyenda "en casa de Juan Cromberger" durante diez años, lo que explica la ausencia del nombre de Juan Pablos en su primeras ediciones y, sólo hasta 1546, ya muerto Cromberger (1540), tras varias gestiones, estampa su nombre en los libros que edita. Concluido su contrato con Cromberger, Juan Pablos solicitó y obtuvo del Virrey de Mendoza el privilegio exclusivo para imprimir en la
Nueva España. Históricamente corresponde a Juan Pablos el honor de ser el primer impresor de México y de América. De la primera etapa de la imprenta con denominación "en casa de los Cromberger se pueden mencionar las siguientes obras: Breve y más compendiosa doctrina cristiana en lengua mexicana y castellana que contiene las cosas necesarias de nuestra santa fe católica para el aprovechamiento de los indios naturales y salvación de sus ánimas, Manual de Adultos que se cree fue la primera obra impresa en México por las tres últimas páginas procedentes de la biblioteca Provisional de Toledo, España, este fue editado en diciembre de 1540 y mandado hacer por la junta eclesiástica de 1539, y La Relación del espantable terremoto que ágora nuevamente ha acontecido en la ciudad de Guatemala publicado en 1541. Con la muerte de Juan Cromberger la existencia del taller se debilito, ya que sus herederos no proporcionaban papel, tinta, y otros requerimientos, como lo estipulaba el contrato; sin embargo, Juan Pablos, logra re fortalecerlo y mejorar la calidad de las ediciones, para lo cual no sólo compró nuevos materiales, sino que contrató a tres oficiales y un ayudante: Tomé Rico como tirador o prensista, Juan Muñoz como componedor o cajista, Antonio de Espinosa como fundidor y cortador de letras y Diego Montoya como auxiliar, los cuales se contarían a partir de su desembarco en Veracruz. Se les daría el pasaje y alimentos para el viaje en el océano y una cabalgadura para su traslado a la Ciudad de México
DESCRIPCIÓN El 9 de septiembre de 1572 desembarcaron en San Juan de Ulúa los primeros jesuitas, dirigidos por el padre Provincial Pedro Sánchez. La intención de estos religiosos al venir a la Nueva España fue educar y robustecer espiritualmente a la sociedad criolla, así como mejorar el nivel cultural y teológico del clero secular que dejaba mucho que desear. Interesado en ayudarlos, el potentado don Alonso de Villaseca les obsequió un predio situado al noroeste de la Plaza Mayor, donde los indios de Tacuba construyeron provisionalmente un amplio templo al que llamaron Xacalteopan (templo de jacal), por tener su techumbre a dos aguas recubierta de paja. El templo fue dedicado a San Gregorio el mes de abril de 1573. En este sitio se levanta actualmente el templo de Loreto. En 1574, el ayuntamiento de la ciudad donó a los jesuitas un lugar céntrico para fundar su Casa Profesa y el Templo de la Compañía, en la tercera calle de San Francisco, entre la del Espíritu Santo y el callejón del mismo apelativo. Así mismo se entregaron al Padre Provincial 20,000 ducados para iniciar la construcción. UN POCO DE HISTORIA En 1592, los jesuitas efectuaron la fundación de su Casa Profesa e iniciaron la construcción del templo, ante la oposición de los dominicos los franciscanos y los agustinos, quienes alegaban que dicha construcción estaba dentro de su jurisdicción, iniciándose así un pleito que duraría tres años. Al ganarlo, los jesuitas demolieron las casas viejas y erigieron un edificio y un templo nuevos. Este último, de estilo barroco, fue construido por el arquitecto Pedro de Arrieta y dedicado en abril de 1720. Sus fachadas están recubiertas de tezontle en las entrecalles, fileteadas con cantera. Sobre la portada principal luce un bello relieve, también en cantera, que representa la Visión de la Storta (la aparición de Cristo cargando su Cruz a San Ignacio de Loyola), flanqueada por las esculturas de Santa Gertrudis y Santa Bárbara. La fachada lateral ostenta en el centro una hornacina con la imagen de San Ignacio.
Los jesuitas fueron enriqueciendo el templo y sus habitaciones
con bellas pinturas, esculturas y ricos ornamentos, logrando reunir una gran cantidad de obras de arte relacionadas con el culto religioso.
El 25 de junio de
1767, el fiscal de la Real Audiencia, don José Areche, notificó a los integrantes de la orden jesuita el decreto de expulsión, emitido por Carlos III. Tres días después, los religiosos dejaron sus casas y colegios, saliendo para Veracruz en coches escoltados por tropas, desde ahí partieron a Italia. En 1657, una sociedad formada por sacerdotes que recibía el nombre de Unión, celebraba sus reuniones en la sacristía del templo de San Bernardo, primero, y después en una capilla de Balvanera. Esta sociedad dio origen a la Congregación del Oratorio de San Felipe Neri, cuya erección, con tal carácter se autorizó por Bula Papal de Inocencio XII el 24 de diciembre de 1697, aunque llegó a la Nueva España hasta 1701. Para el mes de enero de 1660, la Unión ya había comprado algunas casas en una calle sin nombre, al poniente de la llamada del Arco de San Agustín y antes de la del Puente Quebrado; en ese lugar establecieron un hospicio y una capilla. La dedicación del templo se efectuó el 24 de mayo de 1661 bajo la advocación de San Felipe Neri, del que tomó nombre dicha calle, siendo bendecida por el arzobispo don Francisco Aguiar y Seijas el 6 de junio de 1687. La construcción se efectuó en tres etapas más: en 1684, 1695 y 1701. El 5 de agosto de 1753 se inició la construcción de un nuevo templo. Un terremoto acaecido el 4 de abril de 1768 dañó gravemente el templo en construcción y la casa habitación de los Padres del Oratorio, situada en la hoy llamada calle República de El Salvador, por lo que se solicitó al gobierno virreinal el cambio de esas propiedades por la Casa Profesa, abandonada hacia menos de un año a causa del destierro de los jesuitas. El virrey marqués de Croix, con la anuencia del arzobispo Doctor Francisco Antonio de Lorenzana, aplicó dichas propiedades a los filipenses el 20 de abril de 1771, a cambio de los bienes raíces que estos poseían en la calle de San Felipe Neri y de la irrisoria cantidad de
Mucho tiempo después, en julio de 1874 se adaptó, en la inconclusa construcción, un teatro, el Arbeu, que fue inaugurado el 7 de febrero de 1875. En 1966, al demolerse lo que quedaba de dicho teatro, se descubrieron la antigua y muy bella fachada y la torre del templo de los filipenses, ambas de estilo churrigueresco. Terminada la restauración del edificio, por parte de los arquitectos Enrique y Agustín Landa, un Decreto Presidencial de Gustavo Díaz Ordaz, permitió que se instalara en él la actual biblioteca Miguel Lerdo de Tejada, administrada por la Secretaría de Hacienda y Crédito Público.
A su llegada a La Profesa, en 1771, los filipenses habían iniciado la construcción de una casa de ejercicios. Poco después, esta fue ampliada, dirigiendo las obras don Manuel Tolsá quien redecoró totalmente el interior del templo, sustituyendo los antiguos retablos barrocos por otros neoclásicos. Las obras concluyeron en 1802. La célebre casa de ejercicios tenía una hermosa capilla, decorada con magníficas es- culturas de Jesucristo y la Virgen de los Dolores, lo mismo que con cuadros de gran mérito de la Escuela Sevillana, los que por fortuna se salvaron de uno de los numerosos incendios que sufrió La Profesa. Algunas de estas pinturas enriquecieron las galerías de la Academia de Bellas Artes (San Carlos) y actualmente están en la Pinacoteca de San Diego.
Y aunque en la actual Pinacoteca de La Profesa se conserva una gran mayoría de las pinturas, estas perdieron su distribución original al destruirse el convento, porque estaban colocadas de tal manera que no sólo servían para adornar los amplios espacios del convento, sino que su uso era primordial para la evangelización, ya que mediante esas bellas imágenes, los filipenses explicaban la Doctrina Católica a modo de una Biblia ilustrada. Al desordenarse las pinturas, quedaron fuera de contexto, aspecto que de alguna manera se rescata en la Pinacoteca que formó hace muy pocos años el sacerdote Luis Ávila Blancas.
La mayoría de las pinturas que estuvieron en los conventos de San Francisco, San Agustín, La Merced y muchos más, se perdieron irremisiblemente al ser clausurados al aplicarse las Leyes de Reforma. Las obras que se salvaron están repartidas en algunos museos, en poder de particulares o dispersas en el resto del mundo. Es justo reconocer la labor de algunos coleccionistas como el alemán Franz Mayer, quien rescató para México muchas de estas obras y que hoy en día lucen su belleza en el museo que lleva su nombre.
Los salones de la Pinacoteca habían servido como salas de juntas, habitaciones, refectorio y bodegas de la congregación, permaneciendo cerrados al público de 1979 a 1984; durante ese tiempo se instaló un magnífico taller de restauración ordenado por el arquitecto Vicente Medel.
El templo y los anexos de La Profesa contienen una de las colecciones de pintura más completas de México, con 453 obras de caballete de los más reconocidos artistas como José Juárez, Baltazar de Echave Orio, Cristóbal de Villalpando, Juan Correa, Miguel Cabrera, Nicolás Rodríguez Juárez, José de Páez, José de Alcíbar, Miguel de Herrera, Juan Sánchez Salmerón, Alonso López de Herrera, Antonio Torres, Fernández Otaz, Juan Tinoco y Pelegrín Clavé. Fue inaugurada por vez primera como Pinacoteca el 26 de mayo de 1978 por el padre Octaviano Valdés, Presidente de la Comisión Arquidiocesana de Arte Sacro.
La inauguración definitiva la efectuó el entonces prepósito de la congregación, Antonio Ríos Chávez el 26 de marzo de 1988, después de largos años de costosas obras de reconstrucción en los salones en que está instalada la Pinacoteca, de las que se hizo cargo el padre Luis Ávila Blancas.