Cuentos Ilustrados #6

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CU EN TOS

I L U S T R A D O S 06

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ISIL S.A. 2017 Av. Benavides 778, Miraflores. Lima- Perú www.isil.pe Facultad de Diseño y Comunicación Coordinación y Producción Gabriela Romero, Carlos Barrientos, Fernando Zapater. Diseño de Cubierta Silvia Fonseca. Diseño y Diagramación Ana Lozada. Silvia Fonseca. Corrección de Estilo Arturo Vargas. Ilustraciones Jorge Centeno, Greysi Gamboa, Erika Heshiki, Estephani Lazo, Almendra López, Renato López, Álvaro Luyo, Eddy Pérez, Luis Quiroz. Escritores Adriana Cárdenas, Marianne Casazola, Omar Céspedes, Diego Contreras, Geraldine Del Carmen, Melissa Martínez, Alejandra Núñez, Mónica Rengifo, Edwar Seclén, Angélica Velásquez.

Todos los derechos reservados Prohibida la reproducción total o parcial del libro, por cualquier medio, sin consentimiento de Isil.


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A TODAS LAS PERSONAS QUE PARTICIPARON EN ESTE PROYECTO Y A TODOS LOS QUE AMAN LOS CUENTOS Y LA ILUSTRACIÓN.

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POLILLAS

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Edwar Seclén Ilustra Luis Quiroz

LA NIÑA DE MIS SUEÑOS

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Angélica Velásquez Ilustra Erika Heshiki

SALSA DE MI CORAZÓN

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Mónica Rengifo Ilustra Álvaro Luyo

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UNA VEZ MÁS

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Omar Céspedes Ilustra Eddy Pérez

UN AGUJERO EN EL CORAZÓN Geraldine Del Carmen Zapana Ilustra Almendra López

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Marianne Casazola Ilustra Greysi Gamboa

GUILLERMINA Y SU COCINA

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Adriana Cárdenas Ilustra Estephani Lazo

PEDALEANDO VA POR LA VIDA

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L A C A S A R O J A 47

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Alejandra Núñez Ilustra Jorge Centeno

MALA PRÁCTICA Melissa Martínez Ilustra Jorge Centeno

EL MEJOR SEGUNDO ABRAZO DEL UNIVERSO Diego Contreras Ilustra Renato López

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Sexto concurso de cuentos ilustrados El proceso creativo, la inventiva y el recrear lo vivido se da en las múltiples facetas de nuestro quehacer diario, nos define como individuos, como profesionales, como seres humanos.

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Aprender haciendo es la filosofía de Isil y la innovación es una capacidad que cultivamos en nuestros alumnos. Innovar significa observar nuestro entorno e interpretarlo desde nuevos enfoques y posibilidades. ¿Y qué es la creación literaria y artística sino en esencia la reinterpretación de todo aquello que nos rodea? Esta selección de cuentos escritos e ilustrados por nuestros alumnos es reflejo de esa misma inquietud por descubrir nuevos horizontes.


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Anécdotas, relatos con toques de fantasía, reflexiones personales, recuerdos conmovedores se transforman en pequeñas historias construidas con palabras e imágenes pero sobre todo con mucha generosidad y dedicación. Desde la realización de nuestro primer concurso de cuentos ilustrados en el 2012 pudimos comprobar el potencial creativo de nuestros jóvenes alumnos, su inquietud por comunicar y trascender. En cada una de las páginas de esta nueva publicación de cuentos ilustrados palpita la esencia de nuestros alumnos y de Isil. El deseo inagotable de aprender y de crear. De hacer.

Francisco Tafur Gerente de Gestión Académica

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POLILLAS Edwar Seclén Luis Quiroz


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A MI MADRE, QUIEN ME RESCATÓ DE AQUEL DESOLADO AGUJERO.

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NA POLILL A SE POSABA EN L A VENTANA

DE L A PARED IZQUIERDA DE SU CUARTO POR L A CUAL ENTRABA UN RAYO LUNAR.


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Matías, con tan solo diez años, estaba sentado a un lado de la

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cama, observando su reflejo mientras lloraba. Eso lo distrajo por un instante, dibujándole una pequeña sonrisa mientras imaginaba que dicho insecto era una suerte de mariposa de muerte. Tú eres uno de los culpables de su llanto. Efectivamente, tú, la persona que está leyendo esto, sin importar desde donde lo hagas, eres uno de ellos. Su cabello negro lucía repleto de arena aquella mañana. Nada era distinto, no era la primera vez que un empujón pasaba desapercibido en educación física y mucho menos si se trataba del mariquita de la clase. Los días lluviosos quedaban a cargo de Diego, quien se encargaba de llenarlo de arena hasta que llorase. Los soleados eran de Eder, quien con su metro ochenta lograba enarenar el día de aquel debilucho. Mientras que los plomizos, como aquel lunes, pertenecían a Miguel, quien disfrutaba con rociarlo de arena y golpearlo mientras estaba sentado encima de él, ahogándolo hasta que suplicase que parase. Cómo detestaba aquella esquina llena de arena y barras para ejercitarse, en la que estoy parado ahora, viendo transcurrir todo como un recuerdo.


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Terminada la tortura que simbolizaba el colegio, la rutina diaria continuaba. Matías se sentaba en una esquina de la movilidad, miraba al piso y esperaba pasar desapercibido hasta llegar a su casa. Una vez en ella, abría la puerta principal; deteniéndose levemente para saludar a su abuelo y subía directamente a su cuarto. Su único refugio lejos del mundo se hallaba tras aquella puerta color caoba llena de letreros de “No molestar” en la que pasaba horas y horas tirado en su cama, dejando su mente en blanco y disfrutando de la soledad. Tres de la tarde o cuatro, quizás siete, ¿qué más daba? Mientras más tiempo a solas, mejor; sentía que la soledad era una buena compañía, sin saber que en realidad esta era un camino. Aún puedo observarlo sentado en una esquina, sin terminar de acostumbrarse a ser el blanco de burlas. Él observaba cómo con suma paciencia sacaban una liga, arrancaban pedazos de papel y los doblaban meticulosamente para convertirlos en proyectiles que acabarían estampados en su espalda. Nunca pasó a ser parte de su rutina el que jugaran con su mochila, o su cartuchera, o quizás su lonchera; siempre había ingenio a la hora de acosarlo.

EDWAR SECLÉN Escritor 21 años Carrera de Comunicación Integral LUIS QUIROZ Ilustrador 20 años Carrera de Diseño Gráfico

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“MI ABUELO FALLECIÓ POR MI CULPA”, “DEBÍ FALTAR A CLASES HOY”, “NO PUDE DESPEDIRME DE ÉL”, “TE QUIERO MUCHO ABUELO”, “CUÁNTO TIEMPO HE DESPERDICIADO TUMBADO EN MI CAMA LLORANDO POR ESTUPIDECES”.


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Para Diego, Eder, Miguel y todo aquel que quisiese demostrar su hombría o superioridad, era rutinario lanzar al menos un insulto hacia aquel niño enclenque y amanerado. Han pasado cerca de diez años y la vida sigue siendo una guerra en donde los que se muestran o resultan débiles tienen el deber de hacerse fuertes, o caer y dejar de estorbar a quienes desean ganarla. Claro está que siempre estarán aquellos que en vez de ser oprimidos son los que ejercen presión. Esa noche, la polilla observaba mediante los ojos dibujados en sus alas cómo la sonrisa desaparecía, convirtiéndose otra vez en lágrimas que recorrían el rostro de aquel niño. Su reflejo hallado en la cuchilla que sostenía era cada vez más borroso. Aquella cuchilla con la que su abuelo se afeitaba y a la cual relacionaba el ser adulto para dejar de asistir a su tortura diaria. Aquel martes, su escondite no era suficiente; su cabeza era un mar de pensamientos: “Mi abuelo falleció por mi culpa”, “debí faltar a clases hoy”, “no pude despedirme de él”, “te quiero mucho abuelo”, “cuánto tiempo he desperdiciado tumbado en mi cama llorando por estupideces”. En aquel momento se dio cuenta de que no había sido un mal día, sino una mala vida. Notó también que no le quedaban fuerzas para luchar contra la arena, los puñetazos, las burlas, los misiles de papel y, mucho menos, momentos como los que había vivido aquel martes, sintiéndose indefenso cuando lo acorralaban en un círculo de seis chicos, en el baño, mientras todos se rozaban hacia él mientras le decían: “Esto es lo que te gusta, ¿verdad?”.

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La vida suele ser dura para los indefensos y esa noche aquel pequeño sentía que el dolor le permitía ver con claridad: el colegio no era lo peor. Luego de haber estado en seis antes que aquel, sabía que todo iba a empeorar, pero la diferencia era que su superhéroe no iba a estar ahí para darle aliento. Quisiera haber podido abrazarte y decirte que superarías la ausencia de tu abuelo, los maltratos, las burlas, aquella violación que yacía escondida en un rincón de tu mente; pero no pude, y henos aquí, abrazados los tres, volando hacia un vacío, observando cómo la sangre se convierte en polillas y estas se tiñen de colores para florecer como mariposas, mariposas de muerte. He aquí por qué tú también eres culpable: Todos hemos hecho alguna broma pesada o nos hemos reído de ella, o hemos juzgado a alguien, o hemos querido matar alguna polilla, tal vez sin saber que algún día podría ser una mariposa que brota de las venas cortadas de alguien.

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fin


Angélica Velásquez Erika Heshiki

LA NIÑA DE MIS SUEÑOS


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ODAVÍA RECUERDO L A PRIMERA VEZ QUE L A VI. SU MIRADA

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PERDIDA, SUS OJOS MARRONES, SU MORENA Y L ARGA CABELLERA, SU VESTIDO AZUL.


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Era verano aún y me encontraba jugando en el parque del vecindario. Era viernes y jugábamos en aquel parque a la hora habitual, después de ayudar a mi madre con las labores de casa y almorzar. Era viernes por la tarde y teníamos un sol radiante cuando la vi: la iluminaba como a un ángel. En ese mismo instante, Mario me pegó en la cabeza con la pelota tan fuerte que caí al suelo. Tardé unos minutos en reponerme. Fue tan fuerte ese golpe que pensé que la había soñado.

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Una semana después la vi de nuevo, pasaba justo frente a mi casa con unos libros en las manos. ¡Y yo peleaba con Matías!, mi pequeño hermano, quien logró arrancharme la gorra con un salto cuando me quedé mirándola. Ella también me miró. Pero fue como si no me hubiese visto porque siguió su camino. En cambio yo supe que no la había soñado, que era real. Días después la vi en mi escuela caminando por uno de los corredores con sus libros en mano como buscando algo. Quise acercarme, presentarme y ayudarla, pero no pude. Tenía el cuerpo como paralizado, no podía hablar, tampoco moverme. Carlos me empujó y casi arrojo mi mochila al suelo. Él y Mario habían notado cómo la miraba, y empezaron a molestarme. Yo me hice el que no entendía nada y cambié de tema rápidamente, sin darles opción a responderme. Sonó el timbre y corrimos al aula, teníamos clase de literatura.


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El maestro Rodríguez enseñaba literatura, era alto y esbelto, con una voz como poética, casi de novela. Tenía en su enorme armario un sinfín de objetos interesantes con los cuales nos contaba historias asombrosas. Las chicas adoraban sus clases cuando hablaba de poesía y de amor. ¡Ay, el amor! Romeo y Julieta era la historia preferida, la contaba una y otra vez y las chicas siempre lo escuchaban con el mismo entusiasmo. En cambio nosotros, los chicos, nos aburríamos. ¿Romeo y Julieta romántico? ¡Qué tiene de romántico morir! Absurdo. Nosotros preferíamos las historias donde reinaba la emoción: piratas, tesoros, aventuras, submarinos, dragones, monstruos marinos ¡Vaya!, era fantástico. Tomaba un largo palo del fondo del armario y lo blandía como espada, subía a la silla, al pupitre y peleaba como un caballero. Desarmaba a un bandido, mataba a un dragón. Luego llegaba a un enorme castillo donde se hallaba prisionera una princesa a la cual rescataba, y de quien se enamoraba perdidamente nuestro valiente caballero. ¡Ay!, el amor, ¿es que acaso no puede haber una sola historia sin una damisela en peligro? Pero después de verla, yo era el caballero quien la rescataba de rufianes, bandidos y temibles piratas en las historias del maestro Rodríguez. Cruzaba mares y desiertos, escalaba montañas y heladas cumbres, vivía mil y un peligros contados por nuestro maestro. Pero siempre sucedía lo mismo, justo cuando se hallaba a salvo y se proponía a decirme su nombre…

ANGÉLICA VELÁSQUEZ Escritora 28 años Carrera de Comunicación Integral ERIKA HESHIKI Ilustradora 25 años Carrera de Diseño Gráfico

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–¡Benjamín!, ¡Benjamín!, despierte. Espero que haya tenido una mala noche, de lo contrario significaría que mi clase le parece aburrida. Y después las risas de todos mis compañeros. Era realmente vergonzoso. Sin embargo, lo único que quería saber era su nombre, pero no me atrevía a hablarle; escucharlo en mi sueño era mi esperanza.

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Durante el descanso salimos todos al patio. Carlos y Mario corrieron al quiosco en busca de golosinas, yo la busqué con la mirada esperando encontrarla pero nada, no estaba en ninguna parte. Entonces la vi nuevamente conversando al lado de la escalera con el Sr. Martínez, nuestro profesor de geografía. De baja estatura y entrado en años, su ojo derecho era algo desviado, y daba la impresión de estar mirando a ambos lados a la vez. Era el más aburrido, intrigante y exigente maestro. Todos los días llegaba puntual al aula, dejaba su viejo maletín marrón de cuero en el armario, nos decía “Buenos días, alumnos” fuertemente y se sentaba a examinar el aula. Pero aquel día me pareció el profesor más querido de todos. Tenía intenciones de acercarme y preguntar cualquier cosa de la clase anterior y así tener la excusa de presentarme con aquella linda niña. Levanté la cabeza y caminé directo hacia donde estaban, decidido, completamente decidido. Me encontraba muy cerca de ellos cuando escuché un grito, un fuerte y sonoro “No…” miré a la izquierda y nada, luego a la derecha y allí estaba el balón directo a mí. El Sr. Martínez y la niña de mis sueños estaban mirándome, así


“PERO DESPUÉS DE VERLA, YO ERA EL CABALLERO QUIEN LA RESCATABA DE RUFIANES, BANDIDOS Y TEMIBLES PIRATAS EN LAS HISTORIAS DEL MAESTRO RODRÍGUEZ. CRUZABA MARES Y DESIERTOS, ESCALABA MONTAÑAS Y HELADAS CUMBRES, VIVÍA MIL Y UN PELIGROS CONTADOS POR NUESTRO MAESTRO”.


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que pensé: “Esta es mi oportunidad para demostrar mis talentos”. Detendría la pelota y la devolvería con mucho estilo al grupo de alumnos que jugaba con ella, pero no sucedió así. Todo fue un desastre. Mientras se acercaba la pelota empecé a dudar, ella me miraba y yo temblaba de miedo. No pude detener el balón, en su lugar lo pateé en dirección al Sr. Martínez y a la niña de mis sueños, quien por poco y recibe el balón en el rostro; entonces respiré aliviado. Pero lo que vino fue peor. Mayra bajaba por la escalera con el experimento de ciencias, el balón golpeó la bandeja que llevaba en las manos y el recipiente que tenía encima voló por los aires y aterrizó en la cabeza de mi bella niña bañándola de una sustancia gelatinosa color verde fosforescente.

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La pobre solo lloraba al escuchar todas las risas, y yo paralizado a unos metros preguntándome qué hice mal. El Sr. Martínez la tomó del brazo y dijo: “Lucía, acompáñeme”, y se la llevó rápidamente a la oficina del director. Carlos y Mario corrieron a sacarme de mi estado de petrificación y entonces entendí que todo se había acabado. Pude al fin escuchar su nombre, pero perdí mi oportunidad de impresionarla. Miré a mis leales amigos y con resignación dije: “Vámonos”. Fieles como siempre, me siguieron al aula.

fin


Mónica Rengifo Álvaro Luyo

SALSA DE MI CORAZÓN


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EBO ADMITIR QUE MIS HABILIDADES

EN L A COCINA DEBEN SER

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IGUALES QUE L AS DEL INGENIERO DE SISTEMAS INTENTANDO HACER ARTE ABSTRACTO, ES DECIR, NUL AS.


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Y, siendo muy franca conmigo misma, nunca me ha importado mucho el no saber cocinar. Gracias universo por poner en mi camino chicos cocineros. Sí, es gracioso, pero siempre salí con chicos que les gustaba cocinar, a mí me encanta comer, así que eran mi complemento perfecto.

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Recuerdo la única vez que intenté cocinar, las recetas parecían escritas en chino y no, no hablo el mandarín. Pero ahí estaba él, intentando explicarme y sonriendo cada vez que lo miraba con cara de “¿me estás insultando?”. Su risa era bella, era contagiosa y hasta melodiosa. Parecía la risa de un niño que te causa ternura y risa a la vez. A veces pienso que lo veía así porque estaba enamorada, o tal vez era realmente así, tal vez. Estábamos haciendo tallarines en salsa blanca, uno de mis platos favoritos, y digo estábamos porque yo prendí la cocina y puse aceite. El resto de la magia la hizo él. Y ¡uf!, ¡qué bien olía todo! El espagueti recién cocinado, el ajo, la mantequilla quemada, su perfume. No, espera, el perfume no. Aunque sí, también olía rico, ya sabes, un olor fuerte y varonil, de macho. No como el Axe, sino como uno de Antonio Banderas. –¿Por qué sonríes tanto? –me preguntó curioso.


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–Porque huele demasiado rico –respondí suspirando con los ojos cerrados. –No sabía que la salsa blanca me había salido tan bien –me dijo con aires de superioridad. –Estaba hablando de tu perfume –le refuté sonriendo. Sus cachetes se pusieron rojos como las manzanas, me lanzó una mirada seductora y regresó su atención a la salsa. No sentía mariposas en el estómago, sentía la tercera guerra mundial. Este chico cada vez me gustaba más y tenía miedo de volverla a cagar. Y resultó que esa primera cita cocinando tallarines en salsa blanca marcó el inicio de una serie de salidas diferentes. Fue algo así como nuestro primer beso, la primera vez que dices te quiero. Como te repito, nunca tuve interés en aprender a cocinar. Y de las pocas veces que estuve ahí, la única vez que estuve “atenta” a todo el ritual que realizan los chefs fue cuando estuve con él. Y no te imaginas lo muy enamorada que estaba, tanto que hasta cuando se le salaba algo, para mí estaba rico. ¿Que si sigo con

MÓNICA RENGIFO Escritora 23 años Carrera de Comunicación Integral ÁLVARO LUYO Ilustrador 22 años Carrera de Diseño Gráfico

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él? No, se mudó a otro país después de dos años. Es algo muy extraño terminar con alguien porque ya no se verán; ya sabes, aún existe el amor, no lo odias. Simplemente ya no está. Aparte de fotos, conversaciones, entre otros, cada vez que como tallarines en salsa blanca me acuerdo de él y es inevitable comer feliz después de esos recuerdos. Creo que lo mejor que me dejó fue que ahora, por lo menos, puedo cocinar un plato.

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fin


UNA VEZ MÁS

Omar Céspedes Eddy Pérez


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E PRONTO ANALICÉ L A SITUACIÓN Y RECORDÉ CÓMO

FUE QUE COMENZÓ TODO.

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ME ATORMENTABA EL NO SABER QUIÉN ERA EL CULPABLE DE LO QUE ESTABA PASANDO O, A LO ME JOR, QUERÍA BUSCAR UN CULPABLE.


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Mis vacaciones iban a la mitad, apenas tenía quince días libres

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después de muchos años de trabajo. Era martes 14 de mayo y como todos los días iría a recoger a Julio al colegio. Sí, Julio, mi hijo, aquel niño que hizo de mi vida una vida hermosa, una vida diferente y por quien todo comenzaba a tener sentido desde hacía trece años. No sé cómo describir precisamente el amor de un padre a un hijo y mucho menos explicar el terrible dolor que implica el perder la vida de uno. Esa tarde llegué al colegio de mi hijo esperando que saliera y me diese un abrazo como el que me daba todos los días al salir de la escuela. Esperé veinte minutos aproximadamente después de que todos sus compañeros salieron de clase. De pronto, sentí un temblor en mi pecho y la situación se tornó extraña. Decidí entrar. Me acerqué a su maestra, Luisa, una tipa poco tolerante y con poco interés por su trabajo, en realidad parecía que no amaba lo que hacía. De pronto, le dije: –¡Profesora! Buenas tardes, acabo de ver salir a todos los compañeros de mi hijo, menos a él.


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–Lo más probable es que siga en el patio o en el baño como siempre lo hace –dijo ella. Así se fue la maestra, dejándome con la duda y preocupación de encontrar a mi hijo. Al rato escuché gritos que venían del baño de hombres del pabellón de primaria, todos gritaban pidiendo ayuda. Entonces me acerqué a ver qué sucedía, comencé a pensar lo peor y lo vi, desplomado cerca al urinario de la escuela, con las muñecas ensangrentadas y los ojos cerrados. Me pidieron calma, que no me acerque, cosa que era imposible por lo que opté por coger a mi hijo y a costa de todo llevarlo a un hospital entre lágrimas y desesperación. En el camino pensé qué fue lo que pude haber hecho mal, pensé en buscar responsables, pensé en culpar al bullying, pensé en querer despertarlo y que me diga qué pasaba por su cabeza para hacer eso, lo estaba perdiendo y solo quería tenerlo ahí. En ese instante recordé las veces que llegaba tarde del trabajo y solo cenaba para luego recostarme, pensé en los domingos que salía por unos tragos y lo dejaba al lado de su madre sin dar mayor explicación de lo que yo haría, pensé en las muchas veces que quizá quiso contarme algo que pasaba en el colegio. En casa, a lo mejor todo era regaños y “haz tus tareas y ordena la casa”. Quería

OMAR CÉSPEDES Escritor 21 años Carrera de Comunicación Integral EDDY PÉREZ Ilustrador 22 años Carrera de Diseño Gráfico

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ERAN LAS 21:00 HORAS EXACTAMENTE CUANDO EMPECÉ A CONVERSAR CON LA MUCHACHA DE APENAS DOCE AÑOS. DE PRONTO, LOS MINUTOS CORRIERON COMO SI FUERAN MICROSEGUNDOS, LA SALA SE QUEDÓ VACÍA Y ERAN LAS 22:32.


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saber qué era lo que tanto dañaba la vida de mi hijo, qué era lo que lo lastimó, qué fue lo que hizo que él mismo quiera quitarse la vida cuando apenas era un niño. En la sala del hospital, mientras esperaba al médico, sentí una mano tocando mi hombro y una voz muy ligera diciéndome: “Señor Jorge, buenas noches”, volteé sorprendido y era Lucía, una compañera de mi hijo a quien pude ver unas dos veces, una un domingo mientras me dirigía a casa de mi jefe y otra en alguna salida del colegio hacía poco. Eran las 21:00 horas exactamente cuando empecé a conversar con la muchacha de apenas doce años. De pronto, los minutos corrieron como si fueran microsegundos, la sala se quedó vacía y eran las 22:32. Salí a una ventana, prendí un cigarrillo y recordé las palabras de la niña diciéndome todas las veces que Julio lloraba por la burla de todos después de haber sido rechazado por una chica llamada Michelle en público una tarde saliendo de clases. Esa fue una de las razones que me contó la pequeña, además de mencionarme todas las veces que mi niño fue agredido por patanes mayores que ellos. No imagino la soledad y pena que él pudo haber sentido al no tener a alguien que lo oiga, alguien que lo defienda. Odio el no haber estado ahí, quisiera retroceder el tiempo y darle otro tipo de vida, una infancia a mi lado, una niñez completa al lado de sus padres y no dejándolo solo a la deriva. Quiero protegerlo en este instante, no

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solo decirlo sino hacerlo, darle un beso por las noches y que me diga qué fue lo que pasó en el día, calentar su comida y que me dé un abrazo viendo un partido de fútbol, salir de paseo los domingos y que sea feliz a sus trece años, defenderlo del mundo y vivir a su lado. Sé que todos tenemos errores y no somos perfectos, nadie nos enseñó a ser padres pero perderlo va a devastar mi vida, va a derrumbar mi mundo. Pueden haber culpables, pero no hay uno más que yo, por no ser quien él esperó. Eran las 23:00 horas, mis ojos estaban hinchados cuando el doctor salió por aquella puerta y me dijo: “Pudimos salvarlo, todo va a estar bien”.

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UN AGUJERO EN EL CORAZร N Geraldine Del Carmen Almendra Lรณpez


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A MI PADRE, EN DONDE QUIERA QUE ESTÉ.

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ENGO EN MI MEMORIA LOS MÁS SUBLIMES RECUERDOS DE AQUEL

HOMBRE CON EL CUAL VIVÍ UNO DE MIS ME JORES MOMENTOS.


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De aquella persona que hizo de mi vida la más emocionante.

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Aquel que me arrullaba cada vez que sentía miedo, quien con su mirada desnudaba mis mentiras de niña traviesa. Aquel que aguantaba mi risa de mono inquieto y quien abrigaba mi inocencia de chiquilla engreída. El que corría a la tienda de la Tía Olga todas las tardes para comprarme mi galleta de Oreo favorita, y solo era con una condición; cantarle la canción que a ambos nos hacía reír. No era la de mis tiempos, pero sí era la de él: “Papi deja de fumar” de Nubeluz. Efectivamente, le gustaba andar con sus puchos y le divertía que su hija le cantara. Cada vez que llegaba de la escuela lo encontraba allí, parado cerca de la ventana de la cocina con sus dos cigarros, uno puesto en la oreja y el otro botando humo por la boca. Era una costumbre verlo así. Suponía que le ayudaba a botar el estrés después de un día tan agitado. En comparación con mamá, mi padre lo era absolutamente todo, no renegaba por casi nada; salvo cuando agarraba su cajetilla de cigarrillos y jugaba con ellos. Él era un hombre muy apuesto, muy amable y sobre todo muy dedicado a su familia. Todas las mañanas madrugaba junto a mamá para alistar las cosas del negocio. Pelaban las piñas, deshojaban las fresas, picaban las manzanas, pelaban las papayas, entre otras cosas. Tenían que tener todo ya listo, y así, al momento de que ingresaran los clientes a la tienda, estos ya pudiesen hacer su pedido y disfrutar de cada delicioso jugo exótico que ellos


SALIÓ DE LA HABITACIÓN, CRUZÓ MI CUARTO, LA SALA Y LLEGÓ HASTA LA PUERTA DE LA ENTRADA, DE SU BOLSILLO SACÓ UN CIGARRILLO, LO PRENDIÓ Y SALIÓ DE LA CASA.


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les ofrecían. Un trabajo muy jodido y agotador. De por sí, estar metido en un negocio de venta de comidas o desayuno es muy estresante. Había días en las cuales los clientes llegaban renegando por una u otra cosa. La gran mayoría llegaba apurado, no era novedad. El tráfico en Lima es demasiado horrendo. Algunos de ellos muy exquisitos, otros con billetes muy grandes, ¡cien lucas para un jugo que te cuesta cuatro soles! Realmente eran unos desubicados. Mis padres no se podían dar el lujo de rechazar a ninguno de ellos, pues de por sí eran muy detestables. Los fines de semana siempre ayudábamos a mis padres en el negocio, que eran los días donde había tiempo, ya que los otros días íbamos a la escuela. En vez de jugar, trabajábamos junto a ellos. La necesidad económica que teníamos era muy grande. Llevaban catorce años en la venta de jugos, en la cual había temporadas altas y bajas. Para nosotros, el invierno era catastrófico porque las ventas disminuían, la gente ya no consumía mucho jugo por el frío. Eran esas temporadas en donde papá y mamá discutían porque el dinero no alcanzaba; tenían que ingeniárselas para salir del apuro y agregar nuevos productos al negocio para que los clientes sigan consumiendo. Ya estaba próxima a cumplir doce años, y una noche donde el frío congelaba gran parte de mi cuerpo, mi padre decidió quedarse conmigo antes de ir a la habitación donde descansaba con mamá y la bebe. En ese momento quería decirle muchas cosas, quería llenarlo de besos, de caricias, hacerle cosquillas y reír como locos. Mientras me abrigaba con la frazada y


Esa noche ambos discutieron, mamá empezó el griterío diciendo que no había dinero para comprar las cosas de la casa, le decía a mi padre que salga a buscar trabajo en la calle, porque los dos juntos en el mismo negocio ya no era rentable. En ese momento, solo escuché decir a mi padre que se iría a buscar trabajo donde un amigo de él. Salió de la habitación, cruzó mi cuarto, la sala y llegó hasta la puerta de la entrada, de su bolsillo sacó un cigarrillo, lo prendió y salió de la casa. Pensé que había ido a tomar aire, pero la sorpresa fue que no regresó. No regresó en días, semanas, incluso meses. Se marchó y nos dejó. Creo que la discusión de aquella noche hizo que papá se fuera. Quizás se dio cuenta de que no estaba listo para enfrentar la vida en la calle sin mamá, no se sentía lo suficientemente capaz de hacer nuevas cosas porque ya estaba acostumbrado

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sonreía me decía: “Ya muy pronto estarás convertida en toda una señorita y papá tendrá que espantar a cualquier insecto que se te acerque”. Acariciándole el rostro y mirando sus bellos ojos, esos ojos que parecían como dos esmeraldas bien definidas, le respondí entre risas: “Ningún insecto se acercará mientras te tenga a ti cuidándome”. De pronto, se escuchó la voz de mamá vociferando el nombre de mi padre, la sentí temblorosa. Quizás algo malo había pasado, pensé. Antes de que mi padre saliera de mi habitación, le agarré muy fuerte la mano y le dije: “Papá, nunca olvides que te quiero”. Papá me dio un enorme beso y salió de mi habitación.

GERALDINE DEL CARMEN Escritora 26 años Carrera de Comunicación Integral ALMENDRA LÓPEZ Ilustradora 22 años Carrera de Diseño Gráfico

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al negocio de años; todas esas cosas pasaban por mi mente. No entendía por qué me había abandonado. Su ausencia nos alborotó, mamá se volvió más amargada de lo que ya era, mi hermano mayor andaba hasta tarde en la calle con sus amigos y ya no ayudaba a mamá, mi hermana se enfermaba de todo, y yo… yo extrañaba aquellos ojos dulces que un día me contemplaron. Ya han pasado aproximadamente siete años desde la última vez que vi a mi padre, la última vez que lo acaricié, desde aquella última vez en que repite una y otra vez esa palabra llamada “Papá”.

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fin


LA CASA ROJA Marianne Casazola Greysi Gamboa


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A MI ABUELO, POR SER PADRE Y POR EL POSTRE HELADO EN FORMA DE CUBO CADA VERANO.

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RA UNA MAÑANA FRESCA DE VERANO, DE ESAS EN L AS

QUE EL SOL BRILL A CON INTENSIDAD,

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PERO NO LO SUFICIENTE PARA QUEMAR L A PIEL Y L A BRISA ACARICIA LOS ROSTROS DE QUIENES SALEN DE SUS HOGARES TAN TEMPRANO.


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Mariana, una niña de piel pálida y figura delgada, acompañaba a su abuelo quien rutinariamente regaba las plantas de un pequeño jardín que constaba de un imponente árbol y algunas pequeñas flores. La pequeña amaba jugar con el agua que salía de la manguera, le gustaba posicionar sus dedos contra el agua mientras jugaba con la dirección de esta para que el sol creara un pequeño arcoíris, aunque eso no era el único motivo por el cual salía todas las mañanas. La razón llevaba nombre y vivía al frente de su casa. Adrián, un niño de casi la misma edad que Mariana, salía a jugar con ella todas las mañanas exactamente a la misma hora en la que su abuelo se la daba de jardinero. –Mira Mariana, acaba de salir el niño ese que te gusta –dijo el abuelo mientras sostenía la manguera.

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–Él no me gusta, no soporto a los niños –dijo Mariana un poco avergonzada. ¿Cómo su abuelo podía decir esas cosas? Adrián era un niño muy delgado, de cabello y ojos oscuros, con una sonrisa juguetona e inocente como la mayoría de niños. El pequeño no sabía cómo acercarse a su compañera de juegos. Algunas veces solía llamarla por su nombre y decirle que viniera a jugar con él, pero en otras ocasiones, como en esta por ejemplo, solo jugueteaba con su patineta y la buscaba con la mirada en un intento de captar su atención. –Hola, Adrián, ¿a qué vamos a jugar hoy? –dijo Mariana, quien después de haber cruzado miradas con el niño, decidió acercarse.


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–Vamos a jugar carnavales –dijo Adrián, quien parecía haber salido de su casa con un plan premeditado. Adrián fue rápidamente a su casa para sacar una bolsa de globos para carnavales que tenía guardado. Dentro de la pequeña bolsa se encontraban los típicos globos de todos los colores que se vendían todos los años para esas épocas. –Vayamos a llenar los globos en mi casa. Tengo un caño que podemos usar –dijo Mariana mientras tomaba la mano de Adrián para llevarlo adonde se encontraba aquel caño. La casa de Mariana contaba con dos puertas. La primera era una reja de color negro que daba paso a un pequeño patio de color rojo antes de llegar a la gran puerta de madera que separaba la sala de este mismo. En la esquina derecha del patio, casi como si estuviera escondido, se encontraba un caño ya muy viejo y oxidado, como si todas las generaciones pasadas de Mariana hubieran llenado de agua globos en el mismo lugar. –Abuelito, ¿puedes sacar la manguera de ahí?, queremos jugar con los globos –dijo Mariana asomando su cabeza por la reja negra que se encontraba entreabierta. –¿Ya van a jugar a los carnavales? ¡Pero si ni siquiera es domingo! –dijo el abuelo de Mariana en tono fuerte.

MARIANNE CASAZOLA Escritora 19 años Carrera de Comunicación Integral GREYSI GAMBOA Ilustradora 22 años Carrera de Diseño Gráfico

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–¡Pero estamos en febrero! –dijo Mariana con una voz desafiante y a la vez divertida. –Está bien, pero me dejan todo como lo encontraron, cierran el caño y se me ponen a secar el piso luego –dijo el abuelo de Mariana, un hombre de tez morena quien siempre usaba un gorro color azul marino para cubrirse del sol. Dichas estas palabras, los dos niños empezaron a llenar de agua cada globo. Mariana los ponía en el caño y Adrián los amarraba para que el agua no se saliera de ellos y también porque la niña de cabello oscuro no sabía cómo atarlos. Después de haber terminado de desperdiciar el agua llenando los globos, los sacaron del patio de tres en tres para que fuera más rápido y pudiesen empezar a jugar.

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–Jajaja, ahí tienes por fea –le dijo Adrián a Mariana mientras ella esquivaba el globo color naranja. –Eres un tonto, el globo no me ha caído –dijo Mariana haciendo el ademán de lanzarle un globo–. Yo no soy fea. Después de un largo rato de lanzarse globos y de gritarse los insultos más tontos posibles, los demás niños de la cuadra empezaron a salir de sus casas para disfrutar de un día de vacaciones de verano. Niños de todas las edades salían con sus juguetes a la calle, algunos con sus bicicletas, otros con patinetas, todos queriendo ser amigo de todos, llenando de alegría la cuadra enrejada.


DESPUÉS DE HABER TERMINADO DE DESPERDICIAR EL AGUA LLENANDO LOS GLOBOS, LOS SACARON DEL PATIO DE TRES EN TRES PARA QUE FUERA MÁS RÁPIDO Y PUDIESEN EMPEZAR A JUGAR.


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–Yo tengo más globos en mi casa, si quieren los traigo –dijo Luis, un niño regordete de baja estatura al observar que Mariana y Adrián se quedaban sin municiones. Mucho antes de que Luis tuviera la oportunidad de acabar con la crisis de globos, el abuelo de Mariana la llamó desde la puerta de su casa para decirle que ya era hora de que regresara. –Abuelito, ¿puedo jugar un rato más? –No. Ya has estado dos horas ahí afuera y el sol se está poniendo más fuerte y te puede dar una insolación–. Mariana renegaba mentalmente, su abuelo exageraba con eso de la insolación, ella solo quería seguir reventando globos con agua a Adrián.

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–Te he dicho que pases, no me hagas llamar a tu mamá–. Apenas mencionó la palabra con “m”, se despidió rápidamente de Adrián y Luis. No es que su mamá le inspirara alguna clase de temor, pero es que cuando su madre le llamaba la atención su voz se ponía muy aguda como de caricatura y eso le fastidiaba. –¡Odio mi vida! –exclamó Mariana disgustada por encontrarse ya en casa. El señor de barriga prominente llevó a Mariana a la cocina con la intención de enseñarle el postre helado en forma de cubo de sabor a lúcuma que había preparado. –¿Qué decías?

fin


Adriana Cรกrdenas Estephani Lazo

GUILLERMINA Y SU COCINA


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UILLERMINA DESDE CHIQUITA FUE AMANTE DE L A COMIDA

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Y SU LUGAR FAVORITO

SIEMPRE HA SIDO L A COCINA. POR ESO, CUANDO CRECIÓ, ABRIÓ SU PROPIO RESTAURANTE.


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Ella, con el tiempo, aprendió nuevas recetas, algunas muy sabrosas y otras un tanto locas. El tiempo pasaba y a Guillermina con su restaurante le iba de maravilla, hasta que un día, un hombre alto, canoso y bigotón entró, y Guillermina, como a todos, con amabilidad lo trató. –Buenas tardes señor, ¿qué va a pedir? –preguntó Guillermina. –Por ahora nada –respondió el señor–, pero mañana espero algo sorprendente. Dicho esto, el señor se retiró. Guillermina quedó confundida hasta que una comensal de su confusión la sacó.

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–¡No te asustes! Parece malo, pero no lo es –dijo la señora–. Lo que sí debes saber es que él es el crítico más famoso de la ciudad, así que sorpréndelo. Guillermina se pasó el resto de día pensando qué hacer para sorprender al crítico, hasta que decidió preparar sus famosos ‘huevos rellenos’. Luego de cerrar, Guillermina se fue corriendo a la cocina, dejó listos todos sus ingredientes y, cuando terminó, apagó las luces y se fue a descansar. La luz de la luna por la ventana se asomaba y las cosas en la cocina vida cobraban.


–¿Jugar a qué? –replicó la harina. –¡Ya sé! –exclamó la sal–. Juguemos a las escondidas.

CUENTOS ILUSTRADOS . 6 .

–¡Al fin! –exclamó la manteca–. Ahora que Guillermina se fue, podemos jugar.

–¡Sí! –gritaron todos. –¡Yo cuento! –gritó la leche apoyándose en la jarra y cerrando los ojos para contar. Todos empezaron a correr y ocultarse, y así se la pasaron toda la noche hasta quedarse dormidos en cualquier lugar. A la mañana siguiente, Guillermina se levantó y adormilada se dirigió al restaurante, entró en la cocina y comenzó a preparar su delicioso manjar. Lo que ella no se había dado cuenta, es que ya nada estaba en su lugar. Si necesitaba la sal, iba donde la guardaba y la metía en el bol; y lo mismo hizo con los demás ingredientes. Una vez terminado todo, corrió a vestirse, pues pronto llegaría el crítico y ella quería que todo saliera como lo planeó. Sus comensales cotidianos se hicieron presentes. Pedían sus platillos y disfrutaban con deleite, pero las cosas no siempre salen como uno lo espera. El crítico llegó, Guillermina nerviosa le sirvió y ansiosa esperaba la respuesta del señor. Este cogió su tenedor y un bocado probó, en seguida la cara del crítico cambió; y

ADRIANA ANDREA VILLÓN CÁRDENAS Escritora 27 21 años Carrera de Comunicación Integral YOVANA ESTEPHANI JANAMPA LAZO Ilustradora 22 21 años Carrera de Diseño Gráfico

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no era para menos, la mayonesa sabía a flan, la salsa blanca a merengue, la crema a queso y los huevos a dulce de leche. El crítico se levantó y amargo se retiró del lugar. Guillermina no entendía lo que pasaba, hasta que su platillo probó. –¡Esto no puede ser! Todo es un desastre –dijo Guillermina entre sollozos. Un comensal le preguntó qué pasaba y ella solo atinó a pasarle el plato. El señor cogió el tenedor y probó los huevos. –¡Pero si esto está exquisito! –dijo el comensal.

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Guillermina no lo podía creer, el comensal llamó a tres más para que probaran ese manjar y estos se quedaron maravillados. Y fue así como Guillermina, sin pensarlo, creó los platillos más exóticos de la ciudad; y sobre su ventana puso un letrero que decía: “Comida disparatada, para gente alocada”.

fin


Alejandra Núñez Jorge Centeno

PEDALEANDO VA POR LA VIDA


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U NIÑEZ Y JUVENTUD DISCURRIÓ COMO LOS DEMÁS MUCHACHOS

DE SU EDAD DE AQUELL A ÉPOCA. NO CONOCIÓ A SU PROGENITORA CUENTOS ILUSTRADOS . 6 .

PORQUE MURIÓ CUANDO ÉL ERA PEQUEÑO Y FUE SU ABUEL A PATERNA QUIEN CUMPLIÓ EL PAPEL DE MADRE.


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Esa casa ahora sin número fue el hogar donde Santiago, mi queridísimo abuelo, vino al mundo. Cuando cumplió nueve años, su abuela le regaló una bicicleta azul de segunda mano. No era la primera vez que montaba una bicicleta, él sabía perfectamente cómo montarla, solo que esta vez la emoción que sentía era aún más grande, ya que esta era suya y solo suya, no le importó en absoluto que alguien más la hubiera usado y que estuviera un poco dañada. Le agradeció a su abuela y salió apresurado para presumir ante sus amigos su nueva adquisición, empezó a dar vueltas alrededor de la manzana sin necesidad de utilizar sus manos, para poder lucirse mejor.

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En pleno acto de presunción, pudo notar que a lo lejos se empezaba a acercar un niño de su misma edad y de su mismo porte, pero lo que captó su atención era el artilugio que manejaba, una bicicleta verde, compacta, ancha, de tubos macizos, gruesos aros, rayos y llantas. Parecía una aplanadora tratando de nivelar el desigual empedrado del viejo Callao. Ricardo se llamaba, “¡Pero me pueden decir Pupo!” exclamó el niño de la fascinante bicicleta verde que atraía miradas entre los que hace un instante estaban observando el vehículo de Santiago. Rodolfo, al que en ese entonces llamaban Vitamina por ser el más bajito e inquieto de todos, empezó a hacer comparaciones burlescas entre las dos bicicletas,


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ocasionando que floreciera un sentimiento de envidia en Santiago. Él no era una persona que mostrara mucho sus sentimientos ni mucho menos reacciones o comportamientos agresivos. Al sentir las burlas ante esta situación que le pareció muy incómoda, sin dar un solo comentario al respecto, se retiró como si nada hubiera pasado, aunque por dentro sintiera que sí le había afectado. Pedaleó con todas sus fuerzas hasta llegar a un banquito de la plaza central y se sentó un momento a calmarse, pero en ese mismo instante vio acercarse al mismo niño junto a su bicicleta. Santiago pensó lo peor, su mente ya estaba preparando las respuestas si estaba dispuesto a burlarse de él, estaba decidido a no quedarse callado por segunda vez, cuando de pronto… “¡Hola, soy Pupo! Nos vimos hace un rato, soy nuevo en el vecindario, me dirigía a mi casa cuando te vi sentado aquí y decidí saludarte, me disgustó mucho la manera en que se expresaron los chicos. Tómalo como algo gracioso, mientras nosotros somos aro veinticuatro, ellos aún no saben montar bien el aro doce”, dijo riéndose. Santiago se quedó atónito, todo lo que creía saber o pensaba de Pupo era totalmente erróneo, se había dejado influenciar por el momento y hasta se sintió un poco avergonzado de lo mal que se había comportado sin darle la oportunidad de conocerlo. A partir de ese momento, la bicicleta azul y la bicicleta verde, que a simple vista parecían muy diferentes, se volvieron una sola, recorriendo las calles del recordado Callao de antaño.

ALEJANDRA NÚÑEZ Escritora 23 años Carrera de Comunicación Integral JORGE CENTENO Ilustrador 45 años Carrera de Diseño Gráfico

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A finales de 1959 la familia Aguilar Lazábara se mudó a la dirección Libertad 674. A esta familia el barrio le puso por chapa “Los Rompeolas”. Les decían así porque eran peso supercompleto. El secreto estaba en que no cocinaban en ollas comunes y corrientes sino en unas que parecían barriles, cualquiera podía caer a la hora del almuerzo y salía satisfecho. Porque eso sí, eran gente muy acogedora y amistosa.

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Doña Geraldina, la matrona de la familia, invitó a los dos amigos a almorzar y repitieron el plato... mejor dicho: repitieron la fuente porque en esa casa no se comía con platos sino con fuentes, y no volvieron a tomar bocado hasta después de veinticuatro horas porque sentían que se morían con todo lo que habían tragado, porque no comieron sino tragaron. Judith, hija de doña Geraldina, al llegar al barrio despertó el interés de los varones adolescentes y una tarde de verano Santiago, Pupo y un grupo de amigos le echaron un piropo. Esto llegó a los oídos de la madre de Pupo y no contenta con resondrar a su hijo, un día después resondró a Santiago. Santiago le comentó lo sucedido a Vitamina y él le respondió textualmente: “¡Pupo le cuenta todo a su mamá!”. Pero Pupo no le había dicho nada a su mamá, ella de pura metete habló con Santiago. Él no sabía lo que había ocurrido, pero se enteró cuando Santiago lo


PEDALEÓ CON TODAS SUS FUERZAS HASTA LLEGAR A UN BANQUITO DE LA PLAZA CENTRAL Y SE SENTÓ UN MOMENTO A CALMARSE, PERO EN ESE MISMO INSTANTE VIO ACERCARSE AL MISMO NIÑO JUNTO A SU BICICLETA.


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increpó: “Pupo, tu mamá me ha llamado la atención respecto al piropo que le hemos dicho a Judith, y Vitamina me ha dicho que tú le contaste porque tú le cuentas todo a tu mamá”. Dicho esto, Santiago se dio media vuelta y se fue. Días después, Pupo lo fue a buscar para hablar sobre lo sucedido porque, después de todo, eran mejores amigos, pero había ido en un mal momento. Le habían informado a la familia que debían cambiar de lugar los restos mortales de la madre de Santiago y colocarlos en un osario. Pupo siempre había notado el reiterado e insistente recuerdo que laceraba el corazón y el pensamiento de su amigo cuando evocaba a su madre, así que no dudó en acompañarlo y en darle un fuerte abrazo.

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Fue allí cuando Santiago vio a su madre por primera vez. Ella llevaba un rosario en el cuello y las prendas que le habían puesto al fallecer. Santiago tuvo sus huesitos en sus propias manos, los acarició y apretó contra su pecho, y en respuesta sintió la ternura materna que había anhelado durante tanto tiempo. Estos son recuerdos suyos que yo, su nieta, escuché desde niña, y que definitivamente confió a Pupo, su mejor amigo, cuando en las tardes pedaleaban juntos frente al mar para ver la puesta del sol y el fenecer del día.

fin


MALA PRÁCTICA Melissa Martínez Jorge Centeno


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ACE MUCHOS AÑOS VIVÍ UNA DE L AS EXPERIENCIAS MÁS

DOLOROSAS QUE NINGÚN NIÑO A ESA EDAD PODRÍA SOPORTAR. Y NO ESTOY EX AGERANDO.


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Era un verano cualquiera, con mucho sol, poco aire fresco y heladeros por todos lados. Estaba yo yendo muy emocionada a un campeonato a jugar el deporte que me apasiona hasta ahora, el voleibol. Para entonces solo tenía diez años, era la menor del equipo y me importaba poco pasar horas y horas bajo los rayos del sol con el único fin de ganar cada set del partido para obtener así el campeonato y tener muchas pero muchas medallas. Era ya casi finales de febrero, era el partido final. Recuerdo claramente a mi tía junto a mi madre en las gradas gritando histéricamente, dando, según ellas, algunas instrucciones para el juego, creyendo que yo las entendía, cuando en realidad me parecía más un juego de charadas en el que yo trataba de descifrar las palabras y gestos que ellas hacían. Obviamente, lo único que lograban era distraerme. Después de un largo partido, conseguimos el triunfo, alzamos la copa y nos dieron medallas. Pero algo no estaba bien en mí. De pronto, un dolor intenso se apoderó de mi cabeza, sentía como si varios globos inflados hasta más no poder se reventaban y reventaban ahí dentro, se me empezó a nublar la vista y sin darme cuenta un líquido acuoso empezó a salir de mi nariz. Primero salieron unas gotitas. Inmediatamente subí la mirada para impedir que la sangre siga saliendo, grave error. La sangre al no poder salir por mi nariz se desplazó por mi garganta. Me daba tanto asco que inmediatamente la expulsé por mi boca. De lo que pasó después no me acuerdo, lo único que entendí es que tantas horas durante varios días bajo el sol, estaban haciendo efecto.


Llegó el día de la intervención y lo que tenía que hacer el doctor era cauterizar, principalmente, las venas del orificio del lado izquierdo de mi nariz. Ingresé al consultorio y sin cruzar ninguna palabra, tan solo con la mirada, me indicó que me sentara en una silla especial para este tipo de intervenciones. Luego empezó a esterilizar unas pincitas, como las llamaba él. Pero para mí eran una especie de alicates demasiado grande para el huequito de mi nariz. Si había entrado muy tranquila, en ese momento tenía unas ganas de salir corriendo a la velocidad de la luz. Me alivié un poco cuando me colocó la anestesia. Si algo más grande que mi cara iba a entrar a un huequito muy pequeño, que entre pero sin dolor.

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Cuando me desperté, ya estaba en el hospital. Mi madre me explicó muy claro todo lo que había pasado. Felizmente, era algo no tan grave que se solucionaría con una pequeña intervención quirúrgica que le harían a mis venas nasales porque ambas estaban dañadas o rotas, más las del orificio del lado izquierdo de la nariz. Estaba siendo atendida, para mi mala suerte, en el seguro integral de salud más conocido como SIS. Pasaron muchas semanas hasta que por fin programaron la intervención quirúrgica, durante todo ese tiempo estuve cuidándome de no hacer mucho esfuerzo, obviamente no podía jugar voleibol. En ese momento sentí que era lo peor que me estaba pasando, pero no… lo peor vino después.

MELISSA MARTÍNEZ Escritora 20 años Carrera de Comunicación Integral JORGE CENTENO Ilustrador 45 años Carrera de Diseño Gráfico

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DESPUÉS DE UN LARGO PARTIDO, CONSEGUIMOS EL TRIUNFO, ALZAMOS LA COPA Y NOS DIERON MEDALLAS. PERO ALGO NO ESTABA BIEN EN MÍ.


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¿Sin dolor?, ni bien entraron esas “pincitas” a mi orificio, recuerdo que grité tan fuerte que los médicos de diversas aéreas entraron para verificar si todo estaba bien. Mi médico solo respondía diciendo que yo era una exagerada. ¿Una exagerada? ¿Yo, una exagerada? Esa “pequeña intervención” me estaba haciendo ver las estrellas, galaxias y hasta planetas sin descubrir. Si dicen que dar a luz por parto normal duele demasiado, en ese instante yo sentía que no paraba de dar a luz desde hacía tres días. Y a este dolor le tenemos que añadir las incontables ganas que tenía de estornudar sin poder hacerlo, porque tenía una voz repitiendo a cada momento: “Si estornudas te va a doler más”. ¿Qué me quedaba? Aguantar como las machas. Pasaron horas y la intervención finalizó. Veía mi cara hinchada de tanto llorar y me prometía una y otra vez que no volvería a exponerme tanto tiempo al sol. Lo peor había pasado, o eso creía yo; salí del hospital supuestamente como nueva. Semanas después, continué con mi rutina, cuando de pronto… La sangre volvió a bajar y en las mismas cantidades. Mi madre con mucha más preocupación me llevó rápidamente al hospital, pasé por emergencia; por primera vez me atendían muy rápido. Será que ellos también se preocupaban por mí o estaban preocupados por su piso que estaba ya, lleno de manchas rojas.

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Lograron parar el sangrado luego de muchos minutos. Al fin el doctor de turno pudo revisar mis orificios pero sin dejar de echarle un vistazo a mi historia médica. Su rostro proyectaba confusión, hasta que luego de unos minutos llegó a una conclusión, una dolorosa conclusión. Me habían cauterizado las venas del orificio incorrecto. Así es, soporté tanto dolor para nada, para que todo siga igual, para que mi nariz siga sangrando como esas tuberías con agua cuando tienen alguna fuga, sin parar. Al principio creí que era alguna mala broma del doctor para amenizar el momento pero no, era cierto. El idiota del doctor cirujano se confundió. Tanto dolor me tenía en ese momento en otra dimensión que ni yo me percaté en qué orificio estaba metiendo sus malditas “pincitas”.

CUENTOS ILUSTR ADOS . 6 .

Después de muchos minutos de silencio, el doctor hizo la sugerencia correspondiente. –Te tienen que cauterizar otra vez –expresó. A lo que yo muy educadamente y con todo el amor del mundo respondí: “Que cautericen otra vez a su vieja”.

fin


Diego Contreras Renato Lรณpez

EL MEJOR SEGUNDO ABRAZO DEL UNIVERSO


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MI PRIMERA ENAMORADA ERA MUY GORDA Y FEA;

BUENO, ESO ES LO QUE ME DIJERON TODOS CUANDO ORGULLOSAMENTE CUENTOS ILUSTRADOS . 6 .

SE L A PRESENTÉ A MIS AMIGOS. YO, EN ESE MOMENTO, NO ENTENDÍA EL PORQUÉ; PARA MÍ ERA MUY HERMOSA.


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Recuerdo esa primera vez que me miró a los ojos, lo hizo tan fijamente que no pude seguir viéndola; así que enseguida giré hacia el otro lado como si no la hubiera visto, en pocas palabras me hice el huevón. Ella solo quería ser gentil conmigo, trató de buscar mis ojos una y otra vez, era demasiada presión para una simple criatura, pero igual avergonzado giré a verla otra vez. Mariana solamente quería darme su último “Bon o Bon” que le quedaba, estaba guardándolo todo ese rato para mí.

CUENTOS ILUSTR ADOS . 6 .

Me sentí muy bien, me sonrojé un poco y le agradecí por el chocolate. Mariana me hacía sentir muy cómodo. Cuando eres un mocoso de solo ocho, eso conquista a cualquiera. Esa era la edad más sincera de toda la vida, era una época que sin tantas banalidades eras el chiquillo más feliz del mundo; te enamoras de los dulces, de los dibujos, de los juegos, de la música, de los abrazos y de todo aquello que te hacía sentir bien, así que por eso me enamoré de ella, porque me hacía sentir bien. El tercer grado la pasábamos juntos, tuve que tomar la enorme decisión de pedirle que sea mi chica. Había en el inmenso patio del colegio un gran pizarrón, que era de los que usaban los chicos de quinto de media. Estaba muy viejo, pero era perfecto para esconderse en un beso o para jugar escondidas en el recreo. La llevé hacia allá y la tomé de la mano; antes de que dijera algo, ella ya se había dado cuenta de todo y me dio un beso en los labios. Era más que oficial, mi primera enamorada.


CUENTOS ILUSTRADOS . 6 .

Tenía la felicidad a tope, sentía temor no sé por qué, creo que era la emoción de ahora tener novia. Ella estaba por salir y por supuesto como buen novio que debo ser, la acompañé a su casa, pero en eso recuerdo que ella me decía todas las tardes antes de irse: “Mi madre me espera, ¡tengo que irme!”. Recuerdo acompañarla por todo el pasaje hasta llegar a una avenida donde había mucha gente. Vendían desde ropa usada, pan artesanal, insumos chinos y si tenías hambre un buen estofado, carapulcra y hasta un considerable combinado desde un nuevo sol, más tu vasito de maracuyá de cortesía. Cuando llegamos me di cuenta que era el mismo lugar al que mi madre venía todas las mañanas a hacer las compras. Entramos a un pequeño puesto y quedaba muy cerca. Me sentía con suerte porque podía verla cuantas veces quisiera. En el puesto, Mariana ayudaba a su madre a lavar las zanahorias y hortalizas que después despacharían para la venta. Cuando notó que no venía sola, su madre solo atinó a sonreír y me dijo que podía venir cuando quisiera. Así que yo, agradecido, me fui entusiasmado a casa. Al día siguiente, casi corriendo y agitado, fui a decirle a mis amigos que tenía una enamorada, ellos por supuesto no lo podían creer, pero para demostrarles que mi historia no era ninguna mentira, les dije que los llevaría adonde ella estaba para que fuesen testigos de ello. Los llevé a todos de prisa, cruzamos la pista y los semáforos en rojo solo hacían que me pusiera más nervioso; quién

DIEGO CONTRERAS Escritor 25 años Carrera de Comunicación Integral RENATO LÓPEZ Ilustrador 22 años Carrera de Diseño Gráfico

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sabe, de repente ella ya se había ido. Cuando llegamos al mercado, allí estaba ella. Inflado de orgullo, señalé hacia el puesto de su madre y les dije: “¡Miren allí está! En ese lugar junto a su madre”. En eso uno gritó: “¡Tu enamorada es la hija de la ambulante del mercado, jajaja!”. Los demás también rieron. Yo por un segundo me puse a pensar qué era lo que estaba pasando. La ingenuidad de la edad me invadía y no sabía por qué tanto escándalo, aunque me sentía mal porque se estaban burlando de la niña que me hacía feliz todos los días. Con mucha bronca les exigí que me dijeran cuál era el problema, que por qué se estaban burlando así de la chica que con mucho entusiasmo me enorgullecía de ser su enamorado.

CUENTOS ILUSTR ADOS . 6 .

A lo que uno de ellos me dijo: “¿Aparte de vender verduras en el suelo? Bueno, está gorda y es muy fea. Solo mírala, ¿por qué te gusta tanto?, si es horrible”. Llegué a mi casa pensando en lo que sucedió, para después solo llorar. Mi madre preocupada porque no bajaba a cenar subió a mi cuarto y me encontró sentado en un rincón sollozando. Como era niño, le contesté de la manera menos detallada posible: “Mis amigos se han burlado de mi enamorada porque dicen que es gorda y fea. Aparte su


MARIANA SOLAMENTE QUERÍA DARME SU ÚLTIMO “BON O BON” QUE LE QUEDABA, ESTABA GUARDÁNDOLO TODO ESE RATO PARA MÍ.


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mamá vende verduras en el mercado”. Mi madre sorprendida, sonrió. Era una primicia el que le dijera que tenía enamorada. Así que me levantó de la cama lentamente, me abrazó intensamente y me preguntó: “¿Te gustó el abrazo que te di?”. “Sí”, le contesté. Entonces me dice: “Hijo mío, en esta vida las personas mientras más crecen, más triviales se vuelven. Yo estoy gordita y toda desarreglada, pero te doy los mejores abrazos del universo; debemos hacer las cosas más bonitas con el corazón, así que cuando siempre estés triste, estaré ahí para darte un gran abrazo”. Al día siguiente, al llegar a mi colegio, apenas vi a Mariana, me acerqué y le pedí que me diera un abrazo y ella inmediatamente me lo dio. Extrañada me preguntó por qué de la nada le había pedido eso, a lo que muy contento le dije: “Es que tú das los segundos mejores abrazos del universo y por eso te quiero”.

CUENTOS ILUSTR ADOS . 6 .

fin


CUENTOS ILUSTR ADOS . 6 .

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