Notas para una melodía

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Notas para una melodía Lola López-Cózar



Vocaciones De pequeña quise ser pianista. Tenía el interior lleno de música y el exterior escuchaba en silencio. Una vez lo rompí para pedirle a mi madre que alguien me enseñara. Ella me observó durante días y nunca me vio cantar, tararear bajito, nada. Tan solo advirtió cómo mis manos iban posándose sobre cualquier superficie y mis dedos la golpeaban uno a uno, sin descanso, sin sonido. Entonces pensó que tenía el interior lleno de palabras y me mandó a estudiar mecanografía. Aprendí a escribir el dolor de una música encerrada cuando mis dedos finos se colaban entre las teclas de la olivetti. Aún hoy sigo dándole palabras a la música que tengo, y a pesar del teclado más sensible que mis manos, en cierta notas sigo sintiendo el dolor de mis meñiques.



Nota 1. Do

Dolor Tengo las manos manchadas de tinta y un leve sabor a plomo en las palabras. Hay que cerrar este libro aunque se queden dedos dentro, desenlazar el nudo hasta el principio, airear bien la vista hacia otra parte y partir de romper y de marcharse.


Origen Explicar el origen del llanto, cuando el hombre está solo y el mundo no se entiende. Explicar, carente de lenguaje. Aprender a nombrar montañas de silencio, latigazos de sombra, el origen del miedo. Callar, caer, correr mil pasos y un cerrojo, alambradas y abismos. Esperar la llegada del sueño, el sobresalto, el tripe mortal, la huida sin escondite de los años y al principio el origen, las respuestas viciadas, el pensar para qué, hasta cuándo, por dónde, por dónde queda ahora un mundo que se entienda o el final de ese llanto.


Demanda En la mañana haces un eje con tu café aguado, giras todos los grados y repites, hasta la lluvia cambia de tamaño y el cielo muta en agujero negro y los mineros mueren como siempre. Desarrollo no sé. Sostener no es así. Todo se rompe menos las cajas fuertes de los bancos. Se derriban las viviendas desahuciadas como se quema el grano que de tanto hunde los mercados. Excedente de hambre, de miedo, de amenazas. La oferta, la demanda, la crueldad humana. Giras todos los grados y repites la historia tan reciente. Una generación para sentirse a salvo y la vida vuelve a tener el precio del que puede pagarla.


Cosas que son y no se llaman Mancharte de dolor con una imagen como la vida que hiere, el olor de la muerte que espera poco tiempo en encontrarte, el hambre que se siente en la cabeza nublando la mirada, el silencio instantĂĄneo e interno que provocan las armas que te observan de cerca. Mancharte de dolor es mi objetivo porque hay cosas que son y no se llaman a pesar de su nombre, el nombre que conforma una letra pequeĂąa en los diarios. Y mancharte de amor con olor a probable, mancharte de esperanza y de sonrisas, mancharte del cansancio que no cede, el que busca prefijos en todo lo imposible y cambia su lugar y su discurso. Mancharte de mi vida con la tuya, tocĂĄndote el resorte que siempre nos iguala.



Nunca La tarde tiene sol en los cristales y una lenta impresión a frágil contagiosa. Pienso en nunca y no me traga, nunca como amenaza de infinito, nunca como no más y el miedo ya se ha ido. Puedo darme la vuelta y hacer de todos tú, pero no quiero. Puedo leer la oscuridad de los océanos y escribir a ciegas lo que te trajo aquí sin preguntarte nada. Durante muchas noches me asustaron las armas que apuntan visados que no llegan. Salía del país por carreteras secundarias con los brazos cargados de todo cuanto quiero. Cuanto quiero lloraba de cansancio, hasta que nos caíamos cerca de un río, una frontera sitiada por fronteras, y esa voz tan dulce, herida de miseria, hacía de mí un animal salvaje que se arranca las uñas pero escapa.


Puedo darme la vuelta y hacer de todos tú, pero no quiero. También yo sé lo que es no tener un idioma, esperar una firma para salvar la vida, perder las referencias del mundo conocido y bracear como un náufrago en la temible oscuridad de los océanos. Y sé que está mal visto llorar como una loca en tierra firme el agua que has tragado, la sal del nunca más, las algas que se enredan en la deriva de lo que no comprendes. Y aprendes a callar como si este mundo primero fuese el mundo, y lo obvio nada más que lo obvio, la educación un derecho, la seguridad social algo innato, el salario base lo mínimo, y se extiende la alfombra que coloca a cada cual en su sitio. Y aprendes a callar como si alguna tierra estuviese libre de hacer aguas. Y sales a la calle para que lo obvio continúe siendo así de obvio, para que las casas que forman esas calles sean hogares y no cifras, y entre la multitud que grita por lo mismo sabes que está mal visto llorar como una loca en tierra frágil las madres que una vez te ofrecieron sus hijos para que los salvaras, llorar como una loca la impotencia, llorar la indignación y la injusticia, llorar la piel que no sabe sentir con otra piel más dañada, y sí cabe, que la suya. Puedo darme la vuelta y hacer de todos tú, pero no quiero.


Hay días que son noches Hay días que son noches y paredes donde escribir vacíos. Ningún lugar se ajusta, no encuentras acomodo en este incómodo momento que te vive. Rebelar contra nadie, revelar la verdad de un sueño mudo que se va desgastando sin remedio. Remediar los centímetros de aire y los centímetros de suelo que golpean las sienes. Pensamientos sin dueño y sin destino. Aceptar el sorteo calculado de lo que hoy te toca e intuir un mañana parecido. Hay días que son noches sobre una cama fría. La escarcha en las ventanas como una estalactita, gota a gota los días que han pasado, golpe a golpe los pasos que han de darse sobre el plano trazado de tu ausencia. Vivir se puede. Vivir es respirar, desatender momentos, migajas que se barren para no distinguir el tiempo que se ha muerto sin que tú regresaras. Contenedor de esperas que buscan sin saberse halladas, envases deformados que dan cobijo al miedo, el miedo de esperar y de no hacerlo.




Nota 2. Re

Reflejos Te veo con el brillo que no tienes, reflejo en el cristal que me deslumbra. Me acerco y te retiras de mi lado, reflejo en el cristal que me abandona. Te miro bajo sombras que no existen y dejas de existir bajo las sombras. Escucho el movimiento de tu boca, tan lejos del sonido que no veo, tan lejos ya de ti que siento frĂ­o, un frĂ­o de cristal como mis ojos.



Depende de la luz, así te veo Hay días oscuros, donde no te deslindo, donde todo está plano y sin relieve, se apagan los caminos y las ganas y casi no distingo tu mirada. Hay días grises, sin apenas contornos, que tocan la indolencia y no la notan, el ocho y el ochenta tienen igual sentido, el sentido del cero que te anula. Hay días de colores definidos, donde todo es más nítido que nunca, aunque el nunca sea falso como el todo, donde la vida grita incontinente, enfocando caminos y relieves, donde el cero no anula, sólo rompe un extremo, se convierte en elipse sin final, te agarra de los ojos para empezar de nuevo lo que ya está empezado.


La ignorancia de la luz ¿Y qué sabe la luz del agua o del asfalto?, ¿qué sabe la luz del color de tus ojos que ella determina?, ¿qué sabe la luz de la miseria ciega, de la estupidez humana, de las divinidades huecas con nombre de señora?, ¿y qué sabe la luz de tus piernas largas, de la actuación del día, de los falsos actores que no encuentran guión?, ¿y qué sabe la luz del tiempo muerto, de la espera intangible, de la mirada perdida en el fondo oscuro de lo que no comprende?, ¿qué sabe la luz de mi nombre y tu vida, de las imágenes que no son más que miedos repetidos?, ¿qué sabe la luz de la distancia, de los pájaros que vuelan en racimos, de las calles armadas contra todo lo extraño, y de extrañar qué sabe, de echar de menos, de echar de más, de hacer sin más y para nada?, ¿qué sabe la luz de la lluvia que moja la tierra, de la tierra que cubre la muerte, de los muertos mojados que ayer se tapaban contra el frío?, ¿y qué sabe la luz de lo que muestra?, ¿y qué sabe la luz de lo que oculta?


La ignorancia de las sombras La ignorancia de las sombras. Obstáculos. Lagunas. Rocas impuestas, puestas, interpuestas. Explicar la oscuridad del tiempo. Decir violencia y bordear caminos. Explicar para olvidar. Olvidar para ser otros, para ser libres y creérnoslo. Ser otros y al mismo tiempo no. Figuras que se alargan y comprimen. La erosión de la luz. Los sueños que persisten bajo un sol de injusticia. Las sombras, lo que somos, huellas de espuma. Los tamaños mudando su importancia. De tú a tú XS nos basta, XL nos mata, titanes desmedidos sobre el llanto más chico de los días. Las sombras, resguardo de versiones que mejoran el son de un reloj implacable, que nos hacen seres significantes en parcelas pequeñas, que nos tapan a ratos la lucidez tremenda cegando sinsentidos.


Hágase la luz No fue tan sencillo como cuenta la frase, nadie tuvo tal claridad o tanta confianza para decir "hágase la luz"... pero en algún momento se atisbó el reflejo de lo que podría ser otra forma de ver las cosas y eso fue suficiente.

Cada tanto A veces me canso de ser fuente, de ser nube o ser calle, de unir caligrafías diciendo quiero, no hay más, me basta. A veces me canso de escuchar, se me llenan los oídos de admiraciones que me van inflamando cada hueco. A veces me canso de ser sol como algo ahí incuestionable, fijo en su órbita para darnos calor o darnos luz. Me canso de todas las mentiras porque yo tengo frío casi siempre, la luz es muy precaria y me mandan facturas cada tanto.




Noviembre equivocado No ha dejado de llover sobre la sed del suelo seco. Mojados los recuerdos. Cortinas de aguaceros desvirtuando lo que ocurre al otro lado. Escenas. Personajes. Trajes a medida hilvanados en mírame y no toques demasiado. El frío es otro. La luz se ha hecho vieja en las gafas de sol que detienen las nubes, y en las nubes la lluvia, la sed del suelo seco enemiga del tiempo inmaculado, del hielo cristalino, resistente al paso de estaciones, vías vacías para un tren que no aguarda apeaderos. Chimeneas con eco y sin incendios. Tinta líquida dibujando una herida letra a letra con el azul princesa de los cuentos sin fin que ya no quedan. Espuma de mar. Sobres cerrados. Olor a nuevo y roto. Noviembre equivocado. Sola de mi, sin fijarme en la estela de los sueños privados, de la vida que cuesta cuando todo es tan fácil, de la muerte que viene cuando quieres quedarte.


Continuidad Déjame seguir buscando allí donde la luz desvela su horizonte, en los rectos renglones de los guiños, donde ningún rencor enquista su amargura. Déjame decir reflejos de metal, amor sagrado, vapor de la memoria recién hecha.




Nota 3. Mi

Posesivos Me invade el miedo de la nostalgia anticipada de tus manos. Sé que vas a marcharte, que no quieres hacerlo, que no puedo pedir un tiempo que no es tuyo. Alargo la mañana acariciándote, retrasando la ducha. Percibo tu calor rodeando mi cuerpo, ese calor que es tuyo, sólo tuyo, sin que tenga más explicación que el posesivo. No sé por qué desemboco en tus manos, da igual de donde parta. Podría describir cada milímetros de ti desde dentro hacia fuera, desde arriba hacia abajo, bordeándote. Podría adelantarme a tus palabras, subtitular tus gestos y sin embargo siempre me quedo con tus manos. Me entretengo en tus manos, las estrecho y les digo lo que a ti no te digo. Les hablo de mi miedo en cada roce y ellas me contestan sin que tú sepas nunca qué decimos. Me despido de ellas, opongo resistencia, les grito que no quiero, intervienen los labios, los ojos, las pestañas, interviene la boca que dice ten cuidado. Ten cuidado es muy poco para un maremoto con sus olas gigantes asiéndose a todos mis recuerdos. Ten cuidado no es más que dejarte escapar aunque no quieras irte. Ten cuidado no es nada que detenga tus manos sobre este momento.


La medida perfecta No olvides que me quieres, que eres el tamaño perfecto de mi yo que contigo se queda practicando ese tacto con el que siento el mundo estar en orden, a salvo de reptiles, no quiero sangre fría, de anfibios que acorralan los besos para luego venderte. Persigo tu mirada que escapa del contacto sin intención de huir, de flor en flor se posa en mi miedo a perderte, tú, la medida perfecta de mi yo, la paz que necesito para sentirme viva, para correr por todas las mañanas y encontrarte a la sombra de los gestos más simples. Persigo tus manos para hacerlas conscientes del roce que te ama, que te desea aquí, ahora tras ahora hasta agotarnos. Persigo tus oídos y les lanzo palabras para que no ensordezcan al tono de mi voz y sigan descifrando como nadie el significado de todo lo que siento. Persigo el egoísmo de tenerte, la presencia que cambia lo que toca, el brillo de los días con sus nubes, la ternura en la noche bajo capas de lluvia que no pueden herirnos. Persigo lo que eres, la medida perfecta de mi yo, y golpeo la ausencia por miedo a que te marches de tus ojos y olvides cómo amarme así como respiras, así como me escuchas interrumpiendo el soplo de ese aire lejano que vuelve haciendo daño.


Tocar Tocar tus ojos, las ascuas de noviembre, el llanto de los gatos, las páginas de un libro y dibujar errores. Tocar tus letras, las notas que te sobran, la tierra que te pisa, la infancia que me falta y soñar mariposas. Tocar la silueta imaginada, la sensatez prohibida, carreteras sin norte y con estrellas, imprevisible tú, mujer fuera del tiempo, mujer calor y privilegio, mujer temblor, estallido y sosiego. Tocar y quedar ya marcada por las luces que emergen del contacto, el color del frío soleado, del barro entre las manos, de la noche sin fin ni lentejuelas. Fantasías. Peinar reservas y pedir perdón por sospechar que no somos iguales, que hay niños que meriendan sin pensar nunca en nada, que hay casas donde todo sucede según está previsto. Trenzar mi pelo y atajarlo en la nuca oyendo las tijeras, tocarlo mutilado fuera de mí, como un animal dócil y muerto. Tocar tu risa, la brisa del verano, el murmullo del río, las postales de lejos y un mañana distinto. Tocar tus cuentos, las canciones de siempre, el fuego que te aviva, la niñez de por vida y saber que te tengo.



Anticuerpos sedados Tú me alejas del mundo, me haces extraña, conviertes el lenguaje en un secreto donde todo está oscuro y las palabras son lo que no cuadra. Creer que somos otros cada día, que mudamos la piel a doscientos por hora, que todo el globo, con todos sus países, nos mira como el centro de su trama. Tu yo, tu vida, tu parcela. Las rejas que te inventan. Las raíces de espuma. El dolor de algodón que de tanto enfocarlo no sabe detenerse. Infancia eterna. Peter panes y peces. Milagros de abundancia y tiempo libre. El ocio de hastiar la vida entera. Obesidad de fuerzas que no arden. Los gases del tormento alimentado. Vacuna de la muerte. Anticuerpos sedados.


Serpientes en los labios No es un mundo por dentro. Conciencia de vivir otra cosa. Llueve. Eres parte de mi cuerpo. Miro los caminos del agua en el cristal. Acaricias mi mano. Regreso de la música y pienso en simetrías bifurcándose. Somos el centro de estas notas. Acaricias mi mano, pero no puedes verlo. Llueve. La afonía de los años hoy me duele. No sé lo que me une. Esta piel que tú tocas es la misma que el tiempo multiplica en su sigilo. Sin embargo morimos muchas veces, nos deshacemos en motas de polvo y nos crecen serpientes en los labios. Llueve. Preguntas si te quiero. Las gotas se unen, se separan. El vaho. Voy soñando los días que han pasado y los que quedan. Un giro de muñeca retuerce la distancia. Ondas, círculos, gotas. Cierro los ojos. Acaricias mi mano a través de las horas y el silencio. Nos deshacemos en motas de polvo. Noto tu llamada en la piel diminuta que debe estar muriendo.

Barcos en el cielo Y en la humedad de la tarde busco tu nombre a tientas por mi boca. La lluvia es gris y hay barcos en el cielo. Las campanas tocan los gestos de tu agrado, la calma apasionada que te retiene aquí, en las manos que te escriben y recuerdan, en el sonido líquido de arquímedes, en el vapor de ojos que siempre te desea.

Páginas Cuántas páginas para cerrar amores que no mueren, amores que palpitan, se estresan, se confunden, amores que olvidaron amarse mientras se poseían. Dame tus ojos, tus dedos, tus lunares, la suavidad inenarrable de tu piel. Pedir lo que ya forma parte de ese yo que vamos destruyendo camino de una reconstrucción poco probable. Pedir la piel y el derecho a estar en desacuerdo. Pedir los labios y convertirse en dueño de todas las palabras. Pedir los dedos hasta alcanzar las manos y anudarlas. Cuántas páginas para cerrar la última, para saber que la próxima despliega alas, alas pintadas sobre el gran decorado del amor. Territorios marcados, animales en vela, celo ciego que arrasa cuando pisa.




Camino Y los silencios que gastĂŠ en tu cuerpo, y la risa ahogada de las noches en vela, y los pasos perdidos con los relojes sordos, y el cruce de miradas consumiendo el oxĂ­geno, y el mar como promesa rompiĂŠndose en tu cama, y los pies sobre el suelo lanzando los zapatos, y el sol de aquel desierto derretido en tus ojos, y el baile de tus manos al ritmo de mi boca, y el caminar desnudo sobre ascuas ardiendo


Deseo Solo quiero tu olor que no pregunta los sueños que quemé hasta esta noche. Ese olor que presiona aun mi vientre, que recorre mi piel hasta la lengua de un idioma que no cree en palabras. Solo quiero tu olor rodando cuesta abajo, retándome a apresarlo en un gemido. El olor que se funde y nos confunde sobre la claridad de estos ojos cerrados. Solo quiero tu olor como presagio de un presente sin muchas tachaduras, presente sin ausencias de dos cuerpos fluyendo por un río navegable hacia ese olor a mar que quiero solamente.

Antídoto Me meteré bajo tu lengua con efecto inmediato a través de tu cuerpo, directa al corazón, nadando en tus latidos lentamente, explorando el fondo de tus venas, los compuestos orgánicos que forman lo que sientes, penetrando las células que no son más que tuyas. Me meteré bajo tu lengua, bordeando tus límites, rompiendo las barreras del amor que te crece, del amor que me mengua hasta tu boca, navegando incansable por toda tu saliva, buceando en tus miedos hasta hacerlos pedazos, dejándome llevar por el deseo de que vengas conmigo y mires dónde empiezo y dónde acabo, y me pongas un nombre y una fecha que me haga existir muy cerca de tus labios.




Plazos Quiero oírte llegar como quien no te espera, como un regalo incierto que agradece el tiempo que no es suyo. Quiero que rompas los esquemas, el instante oportuno no es más que un segundo robado a lo imposible, atreverse a querer más allá de los pactos del deseo. Quiero saber que vienes con mi nombre colocado en tu frente, delimitando las fronteras que te forman, comprender que eres tú destrozando los plazos que nadie te ha marcado y marcarte en un plazo tan fugaz que dé miedo, y no saber decirte qué ocurrirá mañana, qué llegada, qué espera, qué nombre o qué deseo romperá los esquemas destrozando los plazos que nadie marca nunca. Bella durmiente Tendría que dormir como cien años, soñar con un cansancio deshojado, pétalo a pétalo flotando sobre un sí creciente y firme. Tendría que forjar la paz sin dueño y no esperar que el tiempo crezca, y no esperar que el tiempo cure, y no esperar que olvide y que amanezca. Tendría que mezclar los ingredientes para hacerte el amor con la mirada, crear una señal como un imán alerta que te atraiga hacia mí sin que yo abra los ojos, que te haga besarme mientras duermo, y bostezar tumbándote a mi lado, y meterte en mi cuerpo y en mi sueño, pétalo a pétalo, sin esperar al tiempo o a la nada.



Nota 4. Fa

Facilidad Cuando quisiste conocerme en persona dijeron mierda. Una impresión malísima. Aquí los dos extremos, poético y prosaico. Yo te defendí. En persona no. Que sepa que no hablo. Cabezota a la par. Fue un no hablar mirando todo el rato. Un hablar sin mirar nunca a los ojos. ¿Qué pasa con mis ojos? Mi primer regalo, una novela extraña sobre la felicidad de otra manera. Tu primer regalo, confirmando el temor a lo contrario, sólo calor. Ninguna flor, ningún poema. Una manta eléctrica escondida en las sábanas y mis ojos se llenaron de lágrimas hasta hoy. Esto sigue siendo todo, una extraña definición de felicidad y este calor de risa que me hace llorar. Ahora sé qué hace falta para ser necesario.


Regalos Me regalas la tarde que no espero, la intimidad de los monosílabos, el tacto conocido de las horas que escapan sin querer sobre el espacio común de los afectos. Me regalas los pasos repetidos que descubren tesoros a la vuelta de una ida sin rumbo y sin esperas. Me regalas la fe y los conceptos, la vida excepcional de cada día, el afán de mirar sin buscar nada más allá de sentir que estamos vivos.


Fantasmas Para matar fantasmas hay que subir tan alto como el vértigo pueda, mirar el horizonte de tu altura real y no culpar a nadie. Pensar tan solo que cada fantasma tuvo su fantasma y así infinitamente hasta el miedo más viejo de la historia. Un vez libre de todos los rencores, extender la mano hacia cada deseo, mirar al cielo y saber que es de todos, pero que cada cual lo alcanza a su manera. Aprovechar la corriente de aire que sientas que te quiere y dejarte flotar en sus brazos un tiempo. Contagiada de amor los fantasmas no existen. Ahora te quieres tú con tu altura real, las manos, los deseos, tu manera y tus ojos mirando lo posible. Solo tener cuidado de no instalarse en cumbres o en distancias, poder es suficiente, más allá surge el riesgo de mutar en fantasma.


Días Dejando a un lado la vida como suma o como resta, el optimismo ciego que persigue espejismos, el pesimismo tuerto centrado en su dolor, hay una clave más para el presente, la construcción de un día cuando termina otro. Un día y lo que trae de la mano, el aporte esencial que lo transforma, el menguante que sobra y se retira, una forma de ver lo que no vuelve, sin tremendismo incluso, consciente del abrazo que no surge, del beso que a empujones no valdría.


Perfiles Miro de frente y la no simetría de los rostros se confunde en un todo que me alerta. El ojo derecho acostumbra a engañar sus sentimientos, dice puedes venir, aquí te espero y nunca está en el sitio señalado. Sonríe desde fuera, se cierra sin cansancio. El izquierdo en cambio se fatiga, lo dice, suele ser el más viejo, se expresa con un músculo propio que no altera la cara. Cuando llora apenas si se nota, se escurre silencioso dejando espacio al otro que disimula airoso llamando la atención sobre otro tema. De perfil es distinto, se elige la verdad o el disimulo y sólo un golpe inadvertido nos vuelve del revés las intenciones.


Sobran yos Sobran yos, faltan nosotros. Nosotros como puentes. Tus palabras siguen penetrando mi silencio, ahora puntual, continúan llenando mi memoria. Nosotros como memoria de quereres. Querer acompañarte, que no me dejes sola aunque yo te lo pida. Querer que el caso sea el justo y necesario, el que se prestan dos personas de sobra conocidas. Querer con tus miedos y los míos, con los subtítulos que leo en tu sala cambiada para estrenar lugares o en ese pelo a la brisa de un sueño que no quiere ser viento. Un día dijiste que te había conocido muy mayor, que no te iba a dar tiempo de tomarme cariño. Yo pensé que el afecto prendía en el mismo momento en que dos personas se reconocen en sí mismas, sin que sirvan de espejo para ser la más guapa, en que dos personas no son más que pronombres. De tú a tú te hablo cargada de salinas, con biedma y su amistad tendida a nuestros pies. Aumentando el nosotros llegaron nuestros hijos. Ahora que veo al mío mirar con tanta atención al tuyo y seguirlo como un pato a un ídolo mayor, o bromear con esa ironía “superdotada”, nos veo a ti y a mí, plurales y singular nosotros, y no puedo evitar sentirme en un lugar seguro, resguardado, el único lugar común que quiero de por vida, la vida entera, sí, debajo de este puente.



Sin palabras el mar Y luego viene el mar que no tiene palabras, porque la luz borra la angustia de las listas sin tachar, el afán del quehacer línea a línea marcado, como una amenaza a la desmemoria, porque la espuma elimina plazos y miedos, necesidad de ser, hacer, pensar, luchar, y sólo queda estar flotando en un tiempo sin horarios, porque el sonido se transforma en el ritmo de un silencio que no pide más nada si lo imitas, porque todo es posible de cara a la belleza, aunar espacio y tiempo sin consciencia, y perderse en lo inmenso o en lo eterno, y encontrarse en lo eterno o en lo inmenso.



Azul No necesito más que este instante de azul sobre mi pecho. La brisa de poniente, la nitidez del aire, la risa de mi hijo contagiando el paisaje. No necesito más que el vuelo de los pájaros, bandadas como vientos que impulsan la energía de las olas, que impregnan con su luz cada mirada. No necesito más que el calor de este sol difuminado, que la sal en la piel cerrando el malestar de los días oscuros. Y todo vuelve a ser posible nuevamente, el futuro en su incierta lotería de estrellas, la esperanza en su fe de seguir adelante, el ritmo de un pausado corazón que respira o las horas que quedan en la arena mojada, acariciando el sonido de mis pies en la vida.




Nota 5. Sol

Soledad Las rendijas de mis manos dejan pasar la tristeza amarilla de los sueños. Toco los bordes de hielo de los gestos amables. Busco dentro del blanco la nada que encierran las promesas. Muerdo la ceniza desprendida del miedo y el silencio del sol huele a madera. Me como la impotencia de traducirme en trozos. Mutilo esta realidad que no es de nadie y a nadie la dedico. He ofrecido el sonido de mi piel, el tacto de mis ojos ilegibles, los subtítulos del olor de mi oído en la penumbra de un círculo sin fin, el sabor de la lluvia de cada amanecer, las formas que adquieren los kilómetros, la gama decreciente que separa semanas, la escalera que aloja las palabras sin dueño, la distancia violeta que acepta la derrota y es todo lo que tengo. La soledad es un país con fronteras gigantes, un código privado que no alcanza otra boca, otra rendija, otros hielos, el blanco de la nada y sus promesas, la ceniza del miedo, el desorden del sol, lo amorfo de las formas que no tienen un nombre. La soledad es un idioma indescifrable, una ciudad sin plano, una semántica atrapada en ese continente que siempre estuvo lejos, estos pasos sin rumbo camino del silencio


Constantes vitales Las constantes del frío, del silencio que va rompiendo en gritos, irreparable soledad, muro de acero, cráneo contra cráneo y corazón de esponja. Hagas lo que hagas ya quédate desnuda. Permeable la piel que eriza en llanto. Una copa de vino a la salud de nadie, otra constante más como una piedra, objeto arrojadizo que lanza y vuelve. El futuro es ayer y ya no vale. Vas soltado semillas pero en la tierra es tarde. Amanecer en bucle hacia la noche. Espejo que detiene horas en años. Culpable de no estar ni haber nacido. La vejez se anticipa muriendo lenta. Escapar es el verbo que rehuías.


Ciclo ÂżDĂłnde el tiempo de los rayos de sol, de las semillas nuevas bajo la lluvia lenta? Pedales. Olor a tierra. Estaciones de luna. Calendarios. Cosechas.

Sol El sol aun va a tardar en encontrar tu piel. Amanece despacio. Despacio van los dĂ­as a buscarte. La noche te protege de la luz insolente, de la cruda verdad, de la oquedad intratable que deja la tristeza.


Fragilidad Te desnudas despacio, muy lejos de la urgencia que no espera. Los trenes ya se han ido. El billete es de vuelta solamente. Regresar a la soledad del uno desdoblado y mirar los espejos que hoy no te conocen. La bañera con piedras de colores, con el calor exacto de un cuerpo que se olvida, retiene tus burbujas de llanto humedecido, simulando aquel pez y su memoria, el saco roto y las preguntas lanzadas al vacío. Te ocultas tras el vaho y sueñas con la lluvia, con el sonido sordo de la piel que transpira. Y respirar no basta, no basta la desidia, no bastan ya los puertos sin salida. Y al salir amanece tan cerca de tu herida que las nubes se rajan rio abajo y los ritos se quiebran calle arriba. Vas dejando tu ropa en los andenes. Tus manos no son más que puro frío. Levantas la cabeza como puedes para hacer ver que te has rendido, que el agua no conoce ya tu nombre, que el fuego no recuerda tu mirada, que la tierra no sostiene tu sombra y el aire no traspasa tu garganta.


Meta Llegar a lo más alto y decir que es volar escalar el bombeo constante de estar vivo, y mentir sonriendo en la cumbre del tiempo que no para, y gritar por los poros buscando el sol tras una noche fría, y creer que llegar es la meta de un sueño, fragmentos inconexos latiendo a contraluz, que llegar y partir son dos verbos opuestos, que <después> no es más que un adverbio de tiempo mirando qué te inventas, un planeo, una caída, un descenso hacia la otra cara de esta misma ladera. Llegar es la palabra que nunca se pronuncia, la que siempre se esconde para no estarse quieta, la que rompe en el pecho bajo un sol implacable, aguardando ese frío de la noche más fría, de la luna intocable, de la estrella que cerrando tus ojos se disculpa y se apaga.



Nota 6. La

Latitud Voy camino de ti, huyendo de la muerte que me habita y otra muerte idéntica te lleva al limbo que puebla la tristeza. Me hace daño mirarte y que no entiendas, ver que tu atención se parece a un gusano que sueña ser crisálida y volar, aunque sea al infierno o al centro de ese sol que de grande te ignora. El camino a la inversa se ha marchado, desquererte se toma a la derecha, cuando doblas la esquina del no quiero buscarte. Lejos de todo lo que ama y que lastima, me invento los paisajes como si fueran míos y existieran con solo abrir los ojos. Me desnudo, te hablo, miro al cielo y lo rompo en mil pedazos. En mi mano un puñado de palabras, tus lugares comunes donde yo no me encuentro, formalismos vacíos, que huelen a la nada del mucho tiempo muertos.


Te está soñando el mar Te mecen las olas tras los ojos cerrados, valiente travesía madrugando el amor a fin de no perderlo. Meses y fotos mar adentro, la niña de tus sueños, la mujer que te espera y las postales. Te mece la brisa de poniente esa mirada limpia, fuera de dudas, la sonrisa impecable que agradece a la vida, el amor día a día y las flores pequeñas. Las décadas se llenan de salitre pero no la ternura, esa mano que busca, que roza la belleza cuando pasa a tu lado, y acaricia la demencia del tiempo que quiere separarte, y tu voz es respeto, amor que no se esconde. Nuevamente el amor que se repite en cada párrafo, en cada gesto, como la tierra firme que acoge los naufragios y el sol que seca cuerpos ateridos de injurias y empapados. Estás soñando la vida que forjaste, amistad perdurable, placer sencillo, paciencia que es espacio para que cada cosa ocupe su lugar y el tiempo nos lo diga. Te está soñando el mar, la máquina del barco, los puertos que te esperan, las flores que sembraste, la tierra de tu infancia y tu sonrisa.




Todo lo que importa Abrir las manos a favor del viento, a favor del olvido voluntario. Días en blanco dibujando las cosas que ocurren y se pasan. Bandadas de pájaros que ya no se detienen a quererte, que ya no dañan el recuerdo mudo de todas las mentiras que sembramos. Abrir el viento a favor de las manos. Volar despacio por todo lo que importa. Qué más da si te falta la vida, si la vida te sobra, si nada será nunca lo que baste. Pensaba en las raíces, en la marca que deja la luz para ser sombra. Pensaba en las miradas fugaces que no se pueden demostrar, en la temperatura de la oscuridad. Abrir las manos a favor del viento vacías como un saco roto. Saber que a cada palabra que pronuncias sola yo sé que estoy más lejos de tu mente. La chica de ida y vuelta. Entrar. Volver. Volver a entrar. Que la vida te ofrezca lo que das, que la vida te quite lo que aceptas.


Aquí Quiero tenerte aquí, al alcance de mis ojos, compartiendo el silencio de esta lámpara concentrada en dos libros distintos. Quiero poder mirarte al final de este párrafo subrayado, y seguir la línea invisible hasta tus manos, y saberte tan cerca que ninguna palabra sea necesaria para hacerte presente. Quiero seguir sintiendo cómo amas mi cabeza desastre y sus preguntas, la forma de ordenar la ropa sobre el cuerpo. Quiero seguir sintiendo cómo amo tu manera de resolver la vida en cuatro trazos, de no pedirme nada porque nada te falta, de darme tu calor asiéndome las ganas de seguirte por todos los rincones de la calma. Quiero seguir sintiendo la limpieza del aire que me ofreces, la humedad del espacio que te ocupa, el giro de los ángulos cuando vemos opuesto. Quiero quererte siempre de este modo y saber que vendrás si yo te espero, que mi isla sin ti no tiene mapa y el norte no se encuentra por mi casa.


Cualquier calle Me alimento de esquinas, de farolas, de la lluvia o la luz que existe en cualquier calle. Me alimento la vida con la vida que va pisando charcos o se olvida el paraguas, se confunde y retoma cuando puede. Me alimento del aire que te toca y aspiro, de los sueños que empiezan con el día o que invaden las noches mientras cuentan estrellas. Me alimento de paredes manchadas de rozarse, desconchadas en mapas o en figuras. Lo sagrado me queda siempre lejos, no entiendo bien su idioma venerable. La admiración como punto de enfoque no llega a la simpleza de mis manos, al tacto de la vida que pasa y te despeina, la sencillez de amar, de andar equivocado, de luchar cada día por no cerrar los ojos.


A ras de suelo A ras de suelo esta paz pactada que mide, pesa, traga y escupe la única sílaba que escapó del control, el único gesto que olvidó disfrazarse ante un espejo. A ras de suelo la paz se rompe, gritos como un juego de bolos haciendo pleno, zonas minadas en la impaciencia del insomnio y lluvia, mucha lluvia. Diluvia la tristeza que no quiere perderte. A ras de suelo, insultos y migajas. A ras de suelo frío. Treguas vislumbran la impotencia de no saber besarte sin romper a llorar. Me basta sólo un beso, el mismo que toma aire y continua recorriendo tu cuerpo, a ras de ti, rozando estas dos órbitas que bailan sin esfuerzo, dejándote con mis labios el sabor de tu deseo en la boca, y en tu boca el deseo, sílabas sin control, gestos sin vestiduras. A ras de suelo, amor, a ras de ti.


Ida y vuelta Cualquier parecido con la realidad es pura coincidencia, cualquier semejanza con los sueños es azar solamente. Se llenaban de pájaros los folios, dibujaban la luna en semicírculos, querían escribirte con las plumas que desisten en otoño, con las que caen para ser palabra, para ser sonrisa y daño irreversible, para ser reflejo sesgado de la vida. Partían del viaje, del constante viaje de las olas, ida y vuelta cuando nada es lo mismo. Acariciaban el cristal donde se muestran los paisajes y una mano volteaba lentamente, plataforma de despegue, impulso y despedida. Decir adiós es siempre tan difícil, arrancar las huellas de la superficie de los días y saber que el final es un punto y aparte que no supo seguir de otra manera. Sin nada que explicar, los pájaros, la luna rota de menguar, las olas con su ida y su vuelta tan distinta, llenaban el papel con su reflejo sesgado de la risa, amortiguando en sílabas su daño irreversible. Alguien quiso ser musa de profesión estable, alguien quiso ser nadie aunque no la creyeran, alguien vio demasiado y se instaló en el frío, alguien dijo poeta con la boca inclinada de la rabia y nadie fue escribiendo con las plumas perdidas el azar de los sueños, la realidad escindida, los puntos suspensivos donde acaba la vida…


En mí me quedo Rotos los eslabones que aspiran la vida de otra boca, roto el impulso ciego de no dejar en tierra, sabiendo que la tierra te cubre hasta la asfixia, que haciendo que se aparta cae sobre sí misma y sepulta las manos que se dan, los brazos que se toman, la intención de ayudar aunque sea escuchando. Roto el miedo a gritar que se salve quien pueda, que cargue con su peso cada cual, que estar es otra cosa y amar es muy distinto. Roto el tiempo que vigila las sombras como amenazas vivas de un futuro que teme repetir el pasado, me quedo en mí sin ti desatando cadenas, posando la mirada sobre lo más sencillo, desoyendo el rencor, las trampas, la codicia, respirando tranquila y acariciando calles, como si no pudieras encontrarme.




Nota 7. Si

Silencio Si te contara tendría que ser con los ojos, no existen palabras para tanto, o tal vez sí existen y se fueron rompiendo y así, hechas añicos, no pueden ya significar, no quieren ya significar. A veces se escapan mutiladas, con el poco pudor que deja la erosión, y van tocando manos como pidiendo ayuda, como ofreciendo ayuda, sin salvarse. Dicen, nadie puede seguirme donde estaba yo sola, y entonces la cerradura es la ventana, la mirilla que muestra y que deforma, y esa deformidad traduce a un código común y extraño al mismo tiempo. Escribo con el tono de voz que tienen los silencios porque solo desde el silencio soy, solo desde el silencio estoy y estar es un espacio de coordenadas que no tienen medida. Invéntate un nombre para poder llamarte, un nombre que no conozcan los metales pesados como puños para que no te hieran mis imanes. Y déjame decirte que yo sí sé quién eres, que tu voz es el agua que cae sobre la roca y el pájaro pequeño que esquiva las tormentas. Mira conmigo este pozo de arena permeable. Tira los lastres. Del otro lado es todo diferente. Detrás de la sombra, la luz constante. Detrás de la reja, el vuelo. Detrás del vuelo, el cielo en todas partes.


Memoria de los siglos Recuerdo ser un pez y que te amaba sin preguntar quién eras, pasaba junto a ti llenando tu horizonte de burbujas para que imaginaras las estrellas fugaces de la noche, te iba dejando un rastro de estelas diminutas y cambiantes, queriendo sin saber dejar mi huella en la memoria del mar y de los siglos. Rozaba el silencio en blanco y negro de mi cuerpo y pensaba en crecer envuelta en música. No sabía que el tiempo y el espacio juegan fuerte, que los peces olvidan y comienzan, que no existe un final que los convenza del cansancio que arrastra todo empeño. Recuerdo que volabas en un globo bajando el aire frío de mi miedo. entonces yo buscaba por el cielo el tacto de las nubes, su certeza. Buscaba planear con las corrientes, deshacer la sed de todas las preguntas y perderme en un cuerpo sin palabras que ahuyentara las sombras. Recuerdo que un día serás danza y yo el sonido que desprendan tus gestos por la tierra, serás la huella y la memoria de los siglos, las estrellas fugaces de la noche, la sed del mar y mi silencio.


Mordiscos FotografĂ­o el silencio que dejas en mi vida, un espacio de ausencia mordido por la tierra.


Un cuerpo y un silencio Después de contestar a tus preguntas, cualquier tú, idénticas preguntas, el estómago me lanza una patada de reproche. Comienzo a equivocarme nuevamente. Roto el silencio las palabras avanzan y se exigen, se masturban, copulan, tienen hijos, los mandan a una escuela de palabras que tienes que pagar todos los meses, se ponen a crecer, a conocerse, multiplican aún más y luego mueren, pasa un duelo y un luto, ni siquiera un silencio. Siempre hay otras que rezan sobre ellas sin dormir un momento. Mi cuerpo está invadido de palabras, quiere marcharse y no puede besarte, dejarte entre las sábanas y cerrarte la puerta. Las palabras me exclaman, me preguntan, esperan más palabras hasta que el tiempo de alejarse ha concluido. Otras veces sólo quiero tu boca entrando o saliendo de la mía, interminablemente. Deslizo mis manos apartando tu ropa, lucho con dos palabras que se escapan, las muerdo, las ignoro, las tiro por el suelo, las palabras-testigo denuncian a mi cuerpo, malos tratos, desprecio, intento de homicidio. Me esposan las muñecas, interrogan mi boca con la mitad de un beso entre los labios y mis ojos responden cerrando la mirada a las palabras, condenándome a muerte más tarde o más temprano.


Búnker Para el amor la isla, si la miras con miedo el búnker del deseo solo es presente. Los nombres quedan fuera y el silencio es un pacto sin mentiras, lejos de amaneceres, de fechas señaladas, de detalles al margen de tu cuerpo, palpando la ignorancia de tu historia inmediata y el balance de todos tus recuerdos. Si la isla te asusta, su escaso territorio, las mareas de sus tantos costados, los barcos que hacen falta y el riesgo de naufragios, el búnker delimita el temor a la intemperie, sellado a los pronósticos del tiempo, es primario, es presente, un cuerpo y un silencio, un lenguaje sin nombres ni balances, sin esperas o plazos, sin más amaneceres.


Sila, la isla Isla sila, tristeza de unos ojos como espejos de frente a la verdad sin anestesia. Isla nostalgia, coordenadas exactas de un cielo irrepetible, de una ola en estado de vigía que suplica aprender a anhelar golpe tras golpe. La isla es un escueto sueño aislado. El sueño es esta isla sitiada por el mar, toneladas de agua, belleza indiscutible con todos sus naufragios recurrentes. Una isla rodeada de batientes que no duermen, atando cabos sueltos de sus barcos a pique, sumideros de dolor esculpiendo sus golfos. Hay que soltar amarras, hacer de la hermosura un lugar inasible donde ningún navío ose clavar sus anclas. Hay que pedir silencio, huir de las leves palabras migratorias. Hay que romper los nidos como camas calientes, resguardo de ventiscas, sucedáneos de amor en tierra firme. La isla es un planeta distinto por completo pero a la vez cercano, es un corazón que bombea su vida sin preguntar qué buscas, por qué has venido aquí, hasta dónde te quedas. La isla es la tramoya de otra historia, le sobran decorados, caballeros y fuerza. Su paisaje no encaja con la vida, prescinde de su alma y va sintiendo las cosas como puede. Habla a solas a punto de llorar, isla nostalgia, y escucharse la calma y la retira del daño sin maldad que la sacude. Hay tantas maneras de mirar al cielo. Hay tantas formas de pisar la tierra. Hay tantos modos de afrontar el agua. Hay tantos estilos de encarar el fuego. Isla sila, túnel secreto, indestructible, túnel de aire, de hierba verde sin barreras. Isla que mengua hasta ser nadie, nada que crece hasta ser isla, hasta ser todo y en ese todo, todos. Hay que darle cuerda a la música, llamar a las leves palabras migratorias. Hay que recomponer los nidos como camas calientes, resguardo de mentiras, de frases incompletas, de ese amor puro y duro que trae y lleva la corriente. Porque hay tantos modos de mirar al cielo, tantas maneras de pisar la tierra, tantos estilos de afrontar el agua, y tantas formas de encarar el fuego.


Inasible isla sila, sueño aislado que alisa tempestades, que destrona añoranzas con sus trucos de maga desmedida, y el espacio es llegar y el tiempo no es más que lo que alcanza para decir ahora, te quise, en otra vida te haré el amor cada momento. Isla nostalgia de lo que pudo haber sido, de lo que puede ser y de lo que al fin será como quien no lo espera, porque esperar no basta en esta isla fuerte como un pájaro pequeño, mudada por ciclones de energía de una costa al centro del océano, mecida por la certeza de amar sin paliativos, lisa y llanamente vulnerada esculpe sus relieves sobre leves palabras migratorias. Y es que hay tantas maneras de mirar al cielo, y tantas formas de pisar la tierra, y tantos modos de afrontar el agua y tantos estilos de encarar el fuego.



Nota 8. Do

Dominio Formado de retazos, eres un rascacielos de cimientos muy pobres, estancado en la rabia de la muerte temprana, del huir adelante con todo a medio hacer. Volar por encima de todas las carencias y allí la lluvia, el frío, la provisionalidad de los días que pasan y no valen, esperando un mañana frente a la luna insomne. De retazos de ausencia, fijado sobre el barro, la ciudad te contempla y esquiva tu derrumbe, la humedad de tus techos cambiando de color y de textura, del llanto hasta la risa, de la risa al diluvio y al portazo. Rascacielos. Multitud. Soledad y orgullo. El poder del dinero sobre cimientos pobres. Encharcada nostalgia de un futuro hipotético marcado por la constante urgencia de la vida que huye de la muerte y escapa de sí misma. Afán de cielo, retazo incoherente, del llanto hasta la risa, la soledad, el portazo. Afán de luna, espía de las noches que escapan a tu encuentro. Niñez perenne y sin medida que inventa nubes en los ríos que pasan y no vuelven. Tu cuerpo es un ciclón robando besos, marcando cada esquina y destruyendo el olor de las manos que se buscan, el tacto de los sueños, añicos de cristal y ruido inmenso.


La ley del silencio Hay una distancia insalvable entre mi boca y tu oído. Mandas perros rabiosos a dañar cuanto quiero y cuanto quiero acaba mordido de injusticia. Me vas cercando los afectos, les inyectas el miedo a volver a mi vida, pero el tiempo dirá todo lo que destruyes ejerciendo el mediocre poder de los verdugos. Hay una distancia insalvable en el espacio de un tabique. Impones la ley del silencio dándole la vuelta a una historia muy simple, enredas cabos sueltos hasta volverte víctima de algo insostenible. Y el silencio es la ley que mira al cielo, que se traga palabras, bocanadas de aire que no puedes quitarnos. Y en el inmenso cielo, el cielo en todas partes, diluimos tu estrecha inteligencia de cuadrado, la capacidad emocional de un simple ombligo.


Ningún lugar Es de noche en mis ojos, tú te acercas como quien nadie, como quien nada y vas poniendo a prueba las condiciones de uso de tu manga. Fuera te digo, así, como quien echa, como quien sobra aquí, nuevamente un lugar, donde no saber estar sin secarse. Ningún lugar, lugar florero fijo como una columna, lugar fugaz que arranca, pone y tira. Y brilla, brilla ahora, una palabra mágica, una mirada cómplice, una palmada y luego de rodillas. Ningún lugar que no cueste, que no demande, que no diga cómo, que no ponga un nombre equivocado. Es de noche en mis ojos, dibujo con los dedos espirales y lleno las paredes de las calles caudal que me extravían. Tan honda es la tristeza de no saber estar mirando tus palabras como quien cree en sí, columna fija, flor de piedra, brillo fugaz como quien nadie, como quien nada y es eso lo que queda.


Dolencia

Definir el amor como una enfermedad. Verter perfume a la orilla del mar que te lame los pies, extend Las campanas se rompen de tañer. Una llamada. Aire. Las ondas del sonido. Las imágenes se rompen de teñir. Semejanza. Denominador común. La incógnita de resolver en uno

Persianas para inventar la dimensión de una ventana. Voces sueltas. Trozos de luz. Horizontes con fie Agua. Barcos a pique. Olor a arena. Hilo invisible.

Tiempo. Tiempo muerto. Hondonada. Licor espeso de la primera boca. Teñir. Tañer. Olvidar los erro Soltar amarras. Aire. Pájaros a pique. Sabor a cielo. Hilo invisible. Fuego. Combustión espontánea. Pulso. Realidad y derrota.

Tierra. Tierra dura. Suelo movedizo. Rencor y deuda. Consumo. La oferta que demanda. La demanda


dido y disuelto en el mundo global. Más allá es volver. Más acá no te alcanza.

los fragmentos que faltan.

ebre de llegar a una línea.

ores de todo acierto. Acertar en cada equivocación y parar a llorar en las cosas más chicas.

a vencida. Restos. Perfume y mar. Más acá no te alcanza.


Sin derecho a sorpresas La palabra escrita, aún leída en voz alta, no es más que pensamiento. Hay ausencias que se llevan consigo el peso de los lastres que hacen sangre. Las sirenas de las ambulancias no pronuncian mi nombre a la velocidad del miedo. Me detengo en la hierba para que todo el paisaje así se torne ajeno, desconozco entonces las curvas y las nubes y descubro impaciente la extraña luz que desprenden los ojos. Una cortina pende del cielo y la locura cubre las esquinas en sombra que recorres. Es el valle invisible que me habita el que me vuelve espejo, imán que gira sobre todos los avasalladores de la tierra. Hay perras que contonean sus miserias delatando la humedad hirviente del amor a sí mismas. Yo quiero besar las ojeras de la vida que cansa y que no brilla, no remendar los días con lingotes de encanto y dejar las lecturas ocultas en la noche. Muestras lo que no tienes como una piedra importunando lagos para escribir sus ondas y propagarse en ellas. No es un cambio de número, del singular al plural concéntrico, uniforme. Uniforme de multitud hambrienta, partes de ahí sin llegar nunca a nada. Yo quiero tocar la flacidez del tiempo que he vivido, sabiendo que de esperar no seré mariposa, el final es gusano o es incendio, el final es todo lo que soy sin derecho a sorpresas. Afán de parecer, ser, estar, estar presente treinta horas al día. No aspiro a entender para qué altavoces, mi mundo es de silencio. No preciso buscar la carencia tremenda que fabrica pantallas. No me ampara el desprecio para decir me he ido, el cansancio tal vez, hartura de mirar la vida que adolece adolescencia tapándose las canas del ombligo que explota. Yo quiero no encontrar nunca el norte, no olvidar que amanece metro a metro en la tierra. Quiero construirme en el tamaño de mis manos, aceptar los pliegues de todo mi mutismo, los bastas desmedidos que no explican historias. Quiero dejar mi valle intacto de los dominadores de miserias




A este lado del cielo A este lado del cielo, donde los ángeles no existen, desgastas el firme sin encontrar las huellas que te digan dónde queda el futuro. Tratas de enmendar el cinco por ciento de un destino que te roza y se marcha, partiéndote el alma si la hubiera. Imposible olvidar los guiños invisibles que te acercan. Vas sembrando la vida de pequeños detalles y los días se marcan con tu nombre, y tu nombre se vuelve una serpiente que inocula veneno, que marca de arañazos la mirada donde el amor se rompe, donde el amor te aleja sin querer retenerte por más tiempo. Pagaré ese precio que llevas en la lengua, a pesar de no querer comprar ni vender nada. Pero seré feliz a ratos como suelo, miraré todos los cielos en un cielo, seguirá importándome todo aquello que pasa por mi lado y contaré las estrellas sin nunca pedir nada. A este lado, donde los ángeles no existen, amar significará esto que siento, estar pendiente y joderme a veces, y llegar a la piel, al fondo de los ojos, al otro lado de una historia donde no soy el centro de todas las tristezas. Bajo este cielo partido cien mil veces, pegado con remiendos de saliva, existe un mundo que no te pertenece, una mirada que no puedes tocar aunque cierres mis ojos, unas palabras que seguirán fluyendo aunque tapes mi boca con tu fuerza, aunque cerques mis días de insultos y amenazas, de frases de amor con doble filo, y no seré culpable de ninguna locura, no seré responsable de que acaben las vidas que sin mí se abandonan. Bajo este cielo, donde los ángeles no existen, es tan fácil herir a quien no se defiende, es tan triste perder por querer serlo todo, por no entender lo que implica ser nadie.


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