Revista socializa2

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Índice

 Editorial

 División del trabajo y su influencia en el desarrollo económico  Taylorismo o el conocimiento focalizado al puesto de trabajo.  El fordismo y Estado de Bienestar de la sociedad?  ¿Qué es el toyotismo?  Conclusiones

Autora: Anairis Freitez


Editorial El trabajo es un determínate de las sociedades como puede desarrollarse en el mundo tanto culturalmente como económicamente, de ahí su importancia desde la creación del hombre hasta la actualidad el modo de trabajo es la base de producción. Mucho se ha estudiado sobre el trabajo y la sociología como ciencia que estudia al desarrollo de las sociedades lo ha realizado. En esta revista se busca tocar cuatro formas diferentes que ha tenido la humanidad para estudiar los diferentes sistemas de producción como lo es la división de trabajo, el fordismo, taylorismo y toyotismo, de una manera simple se desarrollaran.


División del trabajo y su influencia en el desarrollo económico

La expresión división del trabajo hace referencia a la división de un proceso o tarea en partes, cada una de las cuales se lleva a cabo por un individuo diferente. Esta noción se usa para referirse a la separación por ocupaciones o profesiones dentro de la sociedad considerada en su conjunto (división social del trabajo) y también para referirse a la separación de tareas en el seno de la familia (división sexual del trabajo). Sin embargo, el significado más habitual que se ha dado a este término desde Adam Smith es el que lo identifica con la especialización por tareas en la empresa. Naturalmente esta acepción puede aplicarse a la especialización de empresas en determinadas partes del proceso de producción dentro de una industria específica; y también a la especialización territorial de industrias, cuando un país o una región geográfica, se orienta de modo preferente hacia determinadas actividades económicas. Lo que se planteó para justificar la división del trabajo, cuyo principal teórico fue Adam Smith como se mencionó y formuló muy bien Charles Babbage, está referido al planteamiento de que un individuo aislado no es suficiente para lograr lo requerido para satisfacer sus necesidades primarias o de lujo; más aún se decía que era tal la variedad de trabajos necesarios para cualquier comunidad, que sin la ayuda y la cooperación de miles de personas no se podría lograr satisfacer las necesidades de esa comunidad. La causa del éxito de la división del trabajo se debió el aumento de la pericia o habilidad de cada trabajador, en el ahorro de tiempo en el paso de un trabajo a otro y a la invención de la máquina que agiliza el trabajo y logra que un trabajador realice la actividad de muchos, y donde, sólo a través de la división del trabajo, se puede lograr que cada individuo se limite a ejercitar una actividad particular, lo cual explica la mayor riqueza de las sociedades evolucionadas, que consigue, a pesar de las desigualdades de la propiedad, extenderse aún a los más humildes de la sociedad; con lo cual permite que la gran producción de la riqueza anule los efectos de la desigualdad en su distribución, el mantenimiento cómodo de las clases ociosas y la provisión, a través del intercambio, de los bienes necesarios y útiles para la sociedad; todo esto siguiendo con los planteamientos de Smith. Se ha dicho también que la división del trabajo es una adaptación continuada de las tareas y que se debe a la diversidad de fuerzas humanas y al acoplamiento de éstas a la diferenciación de las tareas. Es decir, se debe ver al trabajo como una estructura unificada, en una comunidad de trabajo determinada y las tareas de trabajo dependiendo de la formación profesional, la


especialización, la división de la producción, la descomposición del trabajo y desplazamiento que significó la maquinización del trabajo. El conocimiento de la significación de la división del trabajo lleva a apreciar las ventajas de la especialización y a ver en la misma una fuente de mayores rendimientos, además conduce a una simplificación del trabajo por la máquina y aumentar la habilidad técnica del trabajador, logrando la producción en masa, donde esta producción en masa justifica todas las especulaciones sobre el mejoramiento del trabajo y crea la posibilidad de la utilización de máquinas que ahorren tiempo, dinero y energía. La división del trabajo, siguiendo con Adam Smith, no es fruto de la sagacidad del hombre que previó sus ventajas, es consecuencia lenta y gradual de una inclinación exclusivamente humana al trueque, al comercio y al intercambio, donde se requiere la cooperación de todos los hombres para alcanzar satisfacer sus necesidades, en particular y las de la sociedad, en general. Así mismo se encuentra en Carlos Marx una explicación teórica sobre la división del trabajo, la cual establece que en toda producción social existe una repartición de tareas y que mientras mayor sea la complejidad de la sociedad y más alto es su nivel de desarrollo, mayor es esa repartición de tareas. Marx plantea que se debe distinguir tres tipos de división del trabajo, la división de la producción social, que se refiere a la división social de la producción en diferentes ramas, sectores o esferas; la división técnica del trabajo, que se refiere a la división del trabajo dentro de un mismo proceso de producción y que está caracterizada por que los trabajos especializados no producen valor de uso que puede ir al mercado, no producen mercancías, lo que generan es parte del producto final y la división social del trabajo, que se refiere a la repartición de las diferentes tareas que los individuos cumplen en la sociedad y que son realizadas en función de la situación que ellos tienen en la estructura social, siendo las relaciones sociales de producción las que la determina. Smith considera la producción per cápita como criterio para medir el progreso de la opulencia y sitúa a la productividad (del trabajo) y a la proporción en la que se encuentra el trabajo útil respecto al que no lo es como los dos factores determinantes del crecimiento económico. Smith aclara sin embargo que la producción per cápita “parece depender más de la primera de aquellas dos circunstancias que de la segunda” y señala poco después que “el número de trabajadores útiles y productivos está, en cualquier lugar, en proporción a la cantidad de capital empleada en darles ocupación y al modo particular en que tal cantidad se emplea.”


Smith no explica de manera expresa su idea de trabajo productivo (y, por oposición, su idea de trabajo improductivo) hasta el capítulo 3 del libro segundo de La Riqueza de las Naciones. Esta distinción suscitó un importante debate entre algunos economistas clásicos inmediatamente posteriores a Smith, como Say y McCulloch, y, posteriormente, entre los economistas que reavivaron el interés por la teoría del crecimiento económico de Smith a partir de la década de los cincuenta del siglo pasado. De la distinción entre trabajo productivo e improductivo de Smith y del resto de economistas clásicos se ocupa el capítulo siguiente de esta tesis. Baste decir aquí que la interpretación más aceptada sobre esta cuestión es la que considera que con la distinción entre productivo e improductivo Smith trata de diferenciar entre actividades que estimulan la acumulación del capital y actividades que no tienen tal efecto. División del trabajo, economías de escala y economías externas Smith relaciona expresamente el mayor grado de división del trabajo en las manufacturas con el concepto moderno de economías de escala en el capítulo 11 del libro primero de La Riqueza de las naciones. Aquí Smith escribe que “Como consecuencia de una mejor maquinaria, una mayor destreza y una más adecuada división y distribución del trabajo, todo ello efecto natural del progreso, se necesita una menor cantidad de trabajo para fabricar una pieza cualquiera y, aunque debido al estado floreciente de la sociedad el precio real del trabajo aumenta considerablemente, la gran disminución de la cantidad que cada pieza precisa compensará con creces cualquier alza que pueda darse.” Todo esto podía interpretarse diciendo que la extensión gradual del mercado que acompaña al progreso económico permite el aprovechamiento de una serie de economías de escala que se traducen en una reducción progresiva de los costes de producción. No obstante esta interpretación tan simplista presenta algunas dificultades. Con una tecnología dada, si existen economías de escala relacionadas con el tamaño de la planta, las empresas tienden a aumentar de dimensión. Esto ocurre a través de fusiones, o bien, simplemente, a través del crecimiento de las empresas más eficientes y la eliminación de las menos eficientes. Este proceso continúa hasta que todas las economías de escala han sido agotadas, o bien culmina en una situación de monopolio natural. La existencia de rendimientos a escala crecientes es pues incompatible con un mercado competitivo. Smith no pareció percibir esto.

En realidad hasta la época de Alfred Marshall no se percibió con claridad tal

incompatibilidad. Marshall intentó además reconciliar el concepto de economías de escala con su teoría del mercado competitivo introduciendo la distinción entre economías internas y economías externas. Para Marshall, las reducciones observadas en los costes medios de producción de las empresas son consecuencia tanto del aumento del tamaño de la propia


empresa (economías internas de escala) como del crecimiento general de la industria (economías externas). La aparición de economías externas a la empresa derivadas del crecimiento general de la industria genera desplazamientos hacia abajo de las curvas de coste de las empresas. La información que se produce como consecuencia del crecimiento de la industria y que se materializa en la publicación de revistas especializadas en las condiciones de mercado y en la tecnología aplicable a la industria. De un modo más general, Marshall se refirió a que el crecimiento de la industria, especialmente cuando se localiza en una región concreta, crea un mercado para trabajadores especialmente cualificados, fomenta el crecimiento de industrias subsidiarias y contribuye a la mejora de los medios transportes y de todo tipo de infraestructuras. Todo esto es perfectamente consistente con la idea de un mercado competitivo. No obstante, ha de tenerse cuidado al interpretar la naturaleza de las economías externas. No se pueden interpretar en un sentido estático, como algo perfectamente previsible y reversible, ya que en ese caso las empresas afectadas podrían asociarse para explotar dichas economías y éstas dejarían de ser externas. Las economías externas, del mismo modo que las nuevas ideas y las innovaciones tecnológicas, constituyen un proceso que ningún empresario puede prever con claridad y al que no puede ajustarse por anticipada


Taylorismo o el conocimiento focalizado al puesto de trabajo. Desde el punto de vista técnico, se puede decir que el sistema taylorista, también denominado sistema de organización científica del trabajo, que se inicia a principios del siglo XX y se prolonga hasta la mitad del mismo, analiza y estructura la secuencia de movimientos más apropiados en cada puesto de trabajo, de manera que el tiempo empleado para realizarlos sea el menor posible, para de esta forma mejorar la productividad en cada puesto de trabajo. Los fundamentos de estas ideas se pueden encontrar en los trabajos de Adam Smith, quien a través de la definición del Principio de la División del Trabajo, proponía la existencia de una estrecha relación entre la especialización y la división de tareas con el objeto último de incrementar la productividad de las operaciones, en base a tres motivos: - Aumento de la destreza de los obreros. - Ahorro de tiempo que se pierde al pasar de una clase de trabajo a otro. - El invento de un gran número de máquinas que facilitan y acortan el trabajo. El modelo taylorista, algunas de las principales características del mismo son: -Producción de mercancías estandarizadas para mercados de masas estables. - Descalificación de la fuerza de trabajo, pérdida del virtuosismo artesanal, parcelario y repetitivo, individualización del trabajo. - Control de métodos y tiempos para reducir el ámbito temporal de las operaciones. - Alto grado de estandarización de las tareas y de las máquinas empleadas. Para llevar a cabo estas características era preciso reunir, desde el punto de vista del conocimiento, tres condiciones: - Conocer los procesos mecanizados necesarios que permitan la transformación de las materias primas.


- Conocer que procesos hay que realizar en cada puesto de trabajo. - Definir de manera exhaustiva que tareas ha de realizar cada trabajador en su puesto y adiestrarle. Al amparo o conjuntamente con el desarrollo del modelo taylorista surgió al inicio del siglo una escuela de sobre motivaciones cuya aportación en el campo de la organización empresarial derivó en la Teoría X propuesta por McGregor y basada en tres supuestos: - Al individuo corriente no le gusta trabajar y lo evitará siempre que pueda. - Si la organización quiere obtener provecho de sus trabajadores habrá de obligarles, controlarles y dirigirles. El ser humano corriente prefiere ser dirigido, procura eludir toda responsabilidad, tiene relativa poca ambición y procura la seguridad. Esta línea de pensamiento es recogida por Hayek, F. quien sitúa sus orígenes en la corriente de pensamiento liberal evolutiva procedente del Reino Unido, entre los siglos XVIII y XIX, cuyos principales exponentes fueron Adam Smith o David Hume, entre otros, y cuya corriente de pensamiento considera que "el hombre es por naturaleza perezoso e indolente, imprevisor y malgastador ..." - Esta conjunción de ideas, tan incapacitantes para los trabajadores, estructuran las empresas durante la primera mitad del siglo XX, ejemplo de ello lo da Linhart, R. cuando refiere en uno de sus trabajos como en la cadena de montaje de Citröen la organización es absolutamente intervenida, existiendo un continuo control, seguimiento y supervisión sobre el trabajo y actividades que se realizan a los trabajadores, y es una clara diferencia entre los trabajadores de cuello blanco y los trabajadores de cuello azul, así como que a pesar de que los movimientos y gestos de trabajo son siempre los mismos, es necesaria una gran habilidad y práctica en el desempeño del puesto. Esta forma de estructurar el trabajo y el conocimiento, a larga contradecía el principio de productividad del sistema taylorista, al negar toda posibilidad de conocimiento y desarrollo de las capacidades individuales de los trabajadores en su puesto de trabajo. .Nuevos sistemas o el inicio del conocimiento expandido en la organización. La idea de Hayek, F. ya apuntada, donde la contradicción entre los conocimientos incorporados y la estructura se podría extrapolar al sistema taylorista, de tal forma que


esta contradicción de su propio principio fue relegando al sistema taylorista, dando paso en la década de los sesenta a nuevos sistemas organizativos orientados al reconocimiento de los valores individuales de los trabajadores, incorporando paulatinamente a los procesos productivos las experiencias de los propios trabajadores obtenidas a lo largo de su quehacer diario. Obviamente, además de la referida contradicción del principio de productividad, el modelo taylorista no permitía dar respuesta a un nuevo marco económico caracterizado por: - Mercados más competitivos, inestables y heterogéneos. - Competitividad establecida en base a precios, calidad y diseño. - Orientación a las necesidades de los clientes. - Estrategias de producción y distribución más flexibles. - Mayores niveles de cualificación y profesionalidad de los trabajadores. En base a todo lo anterior, el modelo taylorista se había vuelto insuficiente y limitado, ya dijimos que el mejor conocimiento de hoy no permite dar soluciones a los problemas de mañana, siendo preciso evolucionar. En consecuencia las bases del conocimiento, sustitutorias del sistema anterior habrían de articularse bajo: - La producción basada en series cortas. - Trabajo sin stock. - Polivalencia y multifuncionalidad de la fuerza de trabajo. - Control de la calidad a lo largo de todo el proceso de trabajo. - Flexibilidad laboral. - Subcontratación. - Destrucción de los sindicatos fuertes. Bajo estas nuevas formas organizativas la eficiencia del trabajo ya no se encuentra en cada puesto de trabajo sino que depende de la interrelación de todos los puestos. Se pasa por tanto de un conocimiento individualizado en el propio puesto de trabajo, a un conocimiento compartido que relaciona los distintos puestos de trabajo de una empresa. Para ello, sucesivamente las organizaciones empresariales irán incorporando en sus


políticas nuevos instrumentos que favorezcan el desarrollo de los trabajadores. De esta manera, se fue pasando desde la rotación de puestos, a la ampliación de tareas, posteriormente al enriquecimiento de tareas hasta llegar en la década de los setenta a los círculos de calidad, precursor de las De Loach, S. recoge como los trabajos llevados a cabo en el Tavistock Institute of Human Relations, en esa misma década, toman en consideración conjuntamente la importancia de la tecnología, la estructura organizativa y las cualidades humanas de los trabajadores, a través de la constitución de grupos de trabajo de la empresa, donde prima el intercambio de conocimientos y experiencias entre los miembros del grupo. Con este enfoque, y en oposición a la homogeneización mantenida por Taylor, las diferencias existentes entre experiencias personales, creencias, etc. son fuentes de conocimiento aprovechables por la organización empresarial. Si a las características del nuevo marco empresarial le unimos el desarrollo de la automatización del proceso vos avances tecnológicos, tenemos un nuevo trabajador, cuya aportación a la empresa es diametralmente opuesta a la promovida por el sistema de taylorista. Las características de este trabajador van más allá de la destreza propia de los oficios tradicionales. Su participación comienza a ser decisiva en el análisis de los problemas, aportando puntos de vista diferentes a los de la dirección al estar más cerca del proceso de trabajo, y al implicarse con más interés en su actividad laboral. Retomando todo lo hasta ahora descrito se puede observar como a lo largo del siglo XX el conocimiento ha pasado de ser utilizado por las organizaciones empresariales de manera parca, bajo un enfoque dirigido al puesto de trabajo y asumido de forma pasiva por

los

trabajadores,

a

una

utilización

floreciente,

bajo

un

enfoque expandido donde en un principio se fomenta el carácter individual del conocimiento, devolviendo a cada trabajador su condición de ser pensante, para posteriormente iniciar, en la última década del siglo XX, el camino del conocimiento grupal que permita desarrollar organizaciones inteligentes. Bajo este proceso para favorecer el conocimiento, se pueden extrapolar las reflexiones que Hayek, F. realiza sobre la Sociedad al manifestar que "la libertad en última instancia, tan solo pretende vigorizar la capacidad de los humanos para sobrepasar las realizaciones de sus antepasados...".


Se puede entender, por tanto, que tras el taylorismo se devuelve a los trabajadores una libertad que se encontraba retenida.

El fordismo y Estado de Bienestar de la sociedad? El concepto de fordismo describe un modo de regulación específica de los Estados nacionales centrales que ayudó a muchos países a la estabilización de los regímenes de acumulación entre los años 1945 y 1970/80. El centro estaba puesto en la producción masiva para atender la demanda masiva. El keynesianismo fue la política económica dominante. La derrota del fascismo y el ascenso de la Unión Soviética y la crisis de legitimación del capitalismo crearon las condiciones, después de la segunda guerra mundial, para un amplio proyecto de reforma en el que el ingreso salarial fue una forma estructural determinada. Los contratos colectivos de trabajo y una amplia gama de derechos laborales y sociales regularon las relaciones de trabajo. La acumulación alcanzó un considerable espacio nacional porque la producción y el consumo nacional llegaron a ser determinantes. El crecimiento fue alcanzado mediante la intensidad. El aumento de la productividad fue significativo con la incorporación de la cadena de producción y otras innovaciones tecnológicas. Esto significó un fortalecimiento positivo del ciclo de la producción masiva que conducía al consumo masivo. Esto debía impedir las crisis temporales como en el periodo de entreguerras. Sirve como ejemplo al respecto los cambios introducidos en la industria automotriz por lo que ese modo de regulación se llamó también fordismo. La vida en conjunto, desde la organización de las áreas de vivienda y las fábricas, hasta la zonificación de las ciudades se organizó de acuerdo a esas normas estandarizadas de producción y de consumo. El mercado de trabajo es un mercado jerárquico porque las fuerzas de trabajo se someten al tiempo de los empresarios. En el fordismo emergió la fuerza de los sindicatos, los que a través de la mediación del Estado lograron derechos sociales que les permitieron mejorar el trato desigual que hasta entonces conseguían los trabajadores en forma individual por parte de los empresarios individuales: Indemnización por despidos, vacaciones y pensiones pasaron a ser derechos universales de los trabajadores, de tal suerte que condujeron a la clase trabajadora en su conjunto a una mejor posición frente al capital. Así comenzó en el siglo XX una transformación que convirtió a los proletarios sin derechos en ciudadanos, no sólo en Europa y USA, sino también en zonas limitadas social y espacialmente de la periferia. De tal manera que el Estado de bienestar con su clase trabajadora y los derechos sociales y laborales hicieron posible que, en el fordismo, las desigualdades existentes entre las clases fueran atenuadas. Durante el fordismo surgió una amplia clase media que caracterizó política y económicamente largas décadas y significó un límite al predominio del capital. Como ya mencionamos el fordismo fue hasta mediados de la década de los setenta el modelo de producción de la sociedades capitalistas. La lógica de este sistema se apoya


en los altos salarios que permiten vivir la vida de consumo de masas y que al mismo tiempo generen demanda de los productos. En todo caso, se trata de un modelo de desarrollo populista, democrático y modernista. Sin duda, este modelo depende de que el Estado Nacional asuma un rol muy especial dentro del sistema global de regulación social conocido como círculo virtuoso-fordista. Se destaca que el modelo fordista tiene como objetivo central lograr que los aumentos en la productividad, resultado de la organización científica del trabajo, fueran acompañados, por un lado, del crecimiento de las inversiones financiadas por las ganancias y, por otro, del crecimiento del poder adquisitivo de los asalariados el marco político que consiste en el consenso para que los representantes de los trabajadores negocien con los empresarios, bajo la supervisión de las burocracias estatales, los marcos referenciales de regulación del crecimiento económico. Y por la otra, un componente netamente económico consistente en la creación de las estructuras sociales, por las cuales se canaliza una importante masa de recursos económicos que funcionan con salarios indirectos, y aumentan en forma real el nivel de vida de los sectores asalariados. Por otra parte, es necesario insistir que el Estado de Bienestar trata de un proceso en el cual se han abandonado en la práctica algunos elementos de la teoría liberal del Estado. En efecto, supone que el estado ha dejado de ser no intervencionista y ha pasado a preocuparse por su responsabilidad de conseguir una situación de pleno empleo, un sistema de seguridad social que cubra la totalidad de la población y la generalización de un alto nivel de consumo y la garantía de un nivel de vida mínimo incluso para los más desfavorecidos. Sobre estas bases, se soporta el fundamento de la intervención del Estado y el principio de solidaridad, es decir, el reparto de la riqueza, a través de los sistemas de protección social, producto de la solidaridad de unas generaciones con otras, a través de una política fiscal, más justa y equitativa. De igual manera, cabe mencionar a Miralles (2003) quien sostiene que a nivel social el Estado de Bienestar establece un conjunto de reglas que se inscriben en los siguientes aspectos: a. Un salario monopólico caracterizado por una contractualización a largo plazo de la relación salarial y por un sincronismo marcado entre el salario nominal y el costo de la vida. b. La instauración del salario indirecto a través de las prestaciones sociales e instituciones de bienestar que incluye educación, Seguro Social y política de subsidio a los bienes, para garantizar la reproducción de la fuerza de trabajo y acrecentar la capacidad de consumo. c. La estructuración de la asistencia social o políticas sociales destinadas a preservar las reservas de mano de obra.


El modelo fordista no sólo responde a una lógica de acumulación sino que también considera que la clase obrera debe ser parte del sistema de administración, mediante la institucionalización de los sindicatos y de las contrataciones colectivas, es decir, por intermedio de estas instancias colectivas el estado puede lograr la regulación de los trabajadores al reconocer el papel de los sindicatos en la negociación colectiva y en la formación de los planes públicos. Es por eso que una aplicación de los principios fordista es el llamado Estado de Bienestar ya no solo a nivel de una empresa sino a nivel de toda la sociedad. Consiste en que se garantiza a los trabajadores el empleo y buenos salarios, logrando que los trabajadores sean muy productivos gracias al desarrollo tecnológico. La idea es que si los trabajadores ganan bien, compraran los productos no solo de su empresa sino de todo el sistema productivo, manteniendo así a la economía creciendo. A su vez, si las empresas las va bien, generaran más empleo, y se produce una cirulo virtuoso de generación de crecimiento y empleo. A la época del Estado de Bienestar a veces se le llama también fordista. Pero la realidad es que el fordismo (a nivel social y en la empresas) junto al Estado de Bienestar entró en crisis en la década de 1970, cuando sus métodos (taylorismo, cadena de montaje, producción en masa) dejaron de producir avances en la productividad y disminuyeron las ganancias de la empresas. Desde entonces las empresas empezaron a utilizar métodos más flexibles, que implicaran mayor iniciativa y participación del trabajador y no simplemente la ejecución de órdenes como sucedía en el taylorismo

¿Qué es el toyotismo? Los economistas burgueses, e incluso algunos con un tinte de izquierdistas, nos responden: "Es el Just in Time, más el Kan Ban, más los EQ (Equipos de Calidad), más la Calidad Total, más las normas ISO 9.000, es la empresa como una gran familia en donde los trabajadores cantan el himno de la corporación antes de comenzar cada jornada y se "sienten" orgullosos de pertenecer a ella, etc.". Sin embargo, Muto Ichiyo* demuestra aquí, con la simple contundencia de narrar los hechos, que esa respuesta es parcial y por lo tanto falsa. Trasmitiendo el testimonio vital de Kamata Satochi 1, nos advierte que la esencia del toyotismo, del "mundo de la empresa", es: "trasladar la competencia interempresa, a la competencia-rivalidad entre obreros". Ichiyo retoma el análisis de Marx que privilegia las relaciones sociales como categoría central respecto a las económicas o a las técnicas, aunque todas están relacionadas. Así, Ichiyo nos lleva a ver que lo central del toyotismo es la irrupción de nuevos patrones de dominación del


capital sobre el trabajo para aumentar la productividad y extraer una mayor cuota de plusvalía que permita una nueva superación de las crisis capitalistas, lo que obviamente no significa eliminarlas. Estas nuevas formas de dominación social tienen una de sus vertientes centrales en el propio proceso de producción. El proceso de producción de las grandes fábricas fordistas basadas en la parcialización del trabajo, descompuesto en gestos simples que ejecutaban trabajadores sujetos a la velocidad de la cadena de producción había generado una unidad objetiva en la clase trabajadora que, a su vez era soporte de poder relativo del trabajo en el proceso de producción. La clase obrera ejercía permanentemente ese poder y la "libertad" del patrón se veía limitada por las rigideces tanto de los convenios colectivos de trabajo, como del poder institucionalizado en los sindicatos, en los delegados y comisiones internas de las empresas. Este poder relativo del trabajo en el proceso de producción tenía profundos vasos comunicantes con todos los ámbitos de la sociedad. La unidad objetiva de los trabajadores en el proceso de producción se extendía más allá de cada fábrica, de cada "mundo de la empresa" y ello se manifestaba en la identidad obrera conocida mundialmente como los trabajadores de mameluco azul. La burguesía, temiendo que la Revolución Rusa de 1917 pudiera despertar emulaciones (independientemente de que el hecho trágico de su degeneración burocrática alejaba cada vez más esta perspectiva) y conmovida por la crisis de los '30, con todas sus consecuencias, reconoció institucionalmente el poder relativo del trabajo, como una táctica para desviar la ola revolucionaria que recorría el mundo en las primeras décadas del siglos. El reconocimiento institucionalizado al poder del trabajo se focalizó en legalizar los nuevos sindicatos de masas por industria que nacieron al calor de las grandes fábricas fordistas. En el plano más general, este reconocimiento se manifestó en la aceptación de las llamadas conquistas sociales y en la elaboración de políticas activas tendientes al "pleno empleo". En el terreno del derecho nació un amplio tejido de leyes, reglamentos y convenios incluso el derecho de huelga, o hasta "el control obrero" se estamparon en las constituciones (en Argentina es el Artículo 14 bis) y aunque sabemos que la Constitución es pisoteada cuantas veces pierde efectividad como instrumento de dominación del capital sobre el trabajo, el derecho a la huelga cuestiona el centro del andamiaje de dominación, basado en la exclusividad del Estado al uso de la fuerza, pues la huelga es un hecho de fuerza. El "derecho" a negarse a trabajar es, en su más puro sentido, el derecho a la rebelión, a negar la relación de opresión establecida por el trabajo muerto, el capital, sobre el trabajo vivo. Las regulaciones, las rigideces, las llamadas leyes sociales, la Seguridad Social, la jornada de 8 horas, fueron conseguidas por las luchas mundiales del movimiento obrero y reconocidas por la burguesía mundial quien terminó aceptándolas de mala gana ante la posibilidad de que el movimiento obrero avanzara por la vía de la revolución socialista.


Esa política burguesa, conocida como keynesianismo consistía en aceptar hacer concesiones al poder del trabajo, a condición de pactar con la dirigencia burocrática del movimiento obrero que los conflictos se plantearían y encerrarían en el plano sindical, centralmente el salarial, castrando la lucha de los trabajadores por el poder en toda la sociedad con el fin de construir una sociedad sin explotación. El keynesianismo inaugurado a raíz de las crisis de los años 20 que desembocó en el crac de octubre de 1929, cobró fuerza después de la II Guerra Mundial y pudo sostenerse hasta los '70 por varios factores, entre ellos la traición de la dirección sindical y política de los trabajadores. Sin disminuir la importancia de los factores superestructurales creemos que adquiere gran relevancia el hecho de que la batalla por el poder, por liberarse de la dominación o por imponer nuevas reglas de dominación, se inicie en el ámbito de la producción, y en este sentido cobra una importancia determinante al extenderse a todos los ámbitos de la sociedad, de la nación y del mundo. John Holloway, refiriéndose a la implantación del toyotismo en la Leyland, afirma al respecto: "Si los cambios en la industria del automóvil son representativos de cambios más generales en el patrón de las relaciones empresa-trabajadores, entonces no resulta sorprendente que haya paralelismos entre los cambios del estilo empresarial y los cambios en el Estado. La dirección de las empresas y del Estado son dos aspectos de la misma cosa, son dos formas de relación de capital, la relación de dominación entre capital y trabajo... Por lo tanto, las condiciones de esa explotación, las luchas en torno al proceso de trabajo, son la clave para comprender no solamente los cambios en la dirección de las empresas, sino también el desarrollo del Estado. Más aún, dado que la dirección empresarial está más cerca del proceso de trabajo y responde a él más directamente, no es sorprendente que las tendencias en el desarrollo político sean preanunciadas por las tendencias en la dirección empresarial". Para Marx el sistema de producción capitalista no se trata de un proceso de trabajo sino de valorización del capital, pero ese sistema comienza en la producción en donde el paso de la manufactura a la industria cambia las relaciones sociales, el contrato entre el obrero y el patrón, porque la máquina no sirve al obrero sino que éste debe seguir el movimiento que imprime la máquina. Este sistema diceproducción.6 Se establece así una lucha constante por imponer el dominio sobre el "movimiento" o sea sobre quién y cómo domina el tiempo de trabajo. Este dominio es inestable y en las fábricas fordistas la conflictividad era permanente ya que todo cambio de máquinas o herramientas se encontraba frente a relaciones rígidas y no flexibles. Los trabajadores no eran sumisos a los cambios que les significaban un aumento considerable de la explotación. Por otro lado, el trabajo repetitivo en el uso de una misma máquina producía también un conflicto debido a la alienación provocada por el trabajo monótono, aburrido, en tanto el trabajo intelectual se concentraba totalmente en la Oficina Técnica y sólo quedaba el trabajo manual para el trabajador.


La conflictividad de las fábricas repercutía sobre todas las relaciones sociales y las luchas de los '70 pusieron al rojo vivo que los parámetros de dominación del fordismo basados en el contrato social del reconocimiento institucional de los sindicatos y del "bienestar social" había llegado a su fin. "Inflación creciente, gasto público en ascenso, ganancias decrecientes, altos niveles de actividad huelguística, todo evidenciaba que el equilibrio de posguerra estaba llegando a su fin" afirma Holloway en La Rosa Roja de Nissan, refiriéndose a la crisis de los años 1973 y 1974. En ese momento la productividad, como tasa, se volvía negativa y comenzaban a presentarse los primero signos del fin del "pleno empleo". Por otro lado, en el campo político internacional, el triunfo de las masas vietnamitas sobre el ejército de EE.UU. junto a "la rebelión" de los países productores de petróleo, y la actividad revolucionaria en los países del tercer mundo en forma de semiinsurrecciones como el Cordobazo argentino, o el Mayo francés de 1968 que volteó al hombre fuerte de la Europa continental, Charles De Gaulle, mostraban hasta qué punto había llegado la crisis. La burguesía enfrentaba el cambio de las relaciones sociales como un problema de vida o muerte para todo el sistema capitalista. Es en este marco que la burguesía focaliza su atención en Japón y en su forma de organizar la producción completamente diferente al taylorismo-fordista que imperaba en los países más desarrollados. Holloway sostiene que los métodos de la Nissan, similares a los de la Toyota: "Representan no sólo la expansión del capitalismo japonés sino también, mucho más importante, una tendencia significativa en la estructura de la dominación capitalista sobre el trabajo" No fue el toyotismo la única salida a la crisis capitalista de los '70. Sabemos muy bien que en países como los nuestros muchas burguesías se inclinan rápidamente hacia otros métodos caracterizados por la destrucción de todas las rigideces fordistas establecidas en los contratos de trabajo llamadas globalmente políticas de flexibilización laboral y además sabemos que hay un mix de combinación de diferentes proporciones de fábricas toyotistas coexistiendo con fábricas de alta flexibilización, taylorismo salvaje, que actúan como proveedoras de fábricas donde predomina la forma de producción toyotista. Aún en éstas últimas hay grandes sectores que trabajan en puestos de baja calificación, con trabajos repetitivos en donde el objetivo patronal se focaliza en aumentar la frecuencia de los ritmos de trabajo. En toda esta gama hay algo en común. Las "nuevas" relaciones son impuestas después y como consecuencia de grandes derrotas de los trabajadores. Respecto a lo central de la producción japonesa Holloway señala: "Es un estilo de dirección basado en la presunción de que los trabajadores son disciplinados y leales (al capital), de que no habrá paros imprevistos, y que la calidad de los productos en cada una de las fases del proceso será confiable. Presume por lo tanto que cuando un director dice: "Ve", el trabajador va.". Es acá donde nos reencontramos con Ichiyo. Porque Ichiyo nos cuenta historias paralelas entre el proletariado japonés y el inglés en este caso el occidental, en cuanto estos métodos se están generalizando en todo el planeta.


Ichiyo denuncia y muestra las nuevas relaciones de producción establecidas a partir de las derrotas de los trabajadores del Japón y lo hace no sólo viendo las luchas sindicales sino las luchas políticas y las relaciones que tienen éstas con la aplicación o no de los nuevos paradigmas productivos. Ichiyo escribió el trabajo que ahora publicamos antes de que asumieran Tatcher, Reagan, Mitterrand, o Felipe González, antes de la caída del Muro y de los Regímenes del Este de Europa y mucho antes de que el fantasma de la desocupación se constituyera mundialmente en consecuencia y causa a su vez de aplicación de los nuevos métodos de dominación. Por eso sus páginas no lo reflejan. Hay sin embargo una categoría crucial referente a las derrotas de los trabajadores y que es la derrota provocada por no conocer los planes del enemigo de clase, lo que a su vez ayuda a la peor de las derrotas que es la consecuencia de no haber dado la batalla. Para los que desprecian la conciencia de la clase, el toyotismo y los trabajos de Ichiyo y Holloway son irrelevantes en relación a los problemas políticos y organizativos que estos métodos condicionan, para nosotros que creemos en la necesidad de que las batallas de la clase trabajadora sean conscientes, estudiarlos es fundamental. Ichiyo nos sumerge en la historia y las particularidades del poder de los trabajadores nipones, en consecuencia su trabajo arranca en la posguerra. Después de la II Guerra Mundial la derrotada burguesía japonesa atravesó por un período de extrema debilidad. Dos gigantes libraron batalla en el Japón: por un lado las fuerzas de ocupación militar del imperialismo yankee y por el otro el movimiento obrero japonés que creció como un coloso. Su poder: "Se extendió como fuego en un pastizal seco. El crecimiento más rápido fue el de la Confederación de Sindicatos de Industria (Sambetsú), dirigido por comunistas que pasan de nada en el '45 a una organización de 1.600.00 a fines del '46. Una característica remarcable de esta precoz irrupción obrera de posguerra fue el control obrero sobre la producción, con la creación espontánea de Comités de Taller. Estos Comités se unieron a nivel regional y finalmente a nivel nacional para formar la Sambetsú... En estas empresas (donde la patronal se negaba ponerlas a producir bajo condiciones no rentables) los trabajadores tomaron el poder y volvieron ellos mismos a poner la producción en marcha, poniendo a los directivos bajo su control. Aun allí donde no habían tomado las fábricas en sus manos los trabajadores crearon, dentro de las empresas, situaciones tales que podrían llevarlos fácilmente al control de la producción. Fuera de las fábricas el control popular sobre la alimentación y sobre el sistema de racionamiento se extendió rápidamente..."(Muto Ichiyo). El imperialismo y la burguesía necesitaban retomar el control de la situación. El capital, en cuanto trabajo muerto, no puede existir si no mantiene la sumisión del trabajo vivo, si no reproduce permanentemente el sistema de explotación. De esta relación antagónica surge, para la burguesía, el imperativo de la búsqueda constante no sólo de mayor productividad, sino también de nuevas formas de organizar la producción que mantengan y/o refuercen su dominación, doblegando la abierta o sorda rebelión del


trabajo. Y eso como parte de una compleja y articulada estrategia que busca debilitar el poder latente u organizado de los trabajadores, impedir en definitiva que el levantamiento de los explotados abra el camino hacia la toma del poder y la revolución social. ¿Por qué los trabajadores japoneses aceptaron este método de producción? No creemos en las explicaciones de los analistas que contestan presurosos que ello se debe al tradicional "espíritu sumiso" del pueblo japonés. Muto Ichiyo también derrumba este mito. Demuestra que sólo se impuso este modelo a través de la derrota de enormes huelgas, algunas abiertamente políticas y antagónicas a la alianza contrarrevolucionaria del Japón con EE.UU. La burguesía japonesa, con el activo sostén de las bayonetas del ejercito de EE.UU. en la inmediata posguerra, y una clara estrategia antiobrera, pudo imponer a los trabajadores el "individualismo" y el "espíritu de sumisión" que tanto alaban los comentaristas burgueses. Muto Ichiyo nos dice que no hay toyotismo sin derrota de los trabajadores y con esto nuevamente apela a categorías marxistas, de relaciones sociales, y no a categorías económicas burguesas. En la lucha de los oprimidos contra los opresores y en el desenlace de esta confrontación, está la clave de cada período histórico. Zanahorias y garrotes Muto Ichiyo narra los hechos y las trampas. Nos alerta que una de estas trampas fue privilegiar la "lucha por aumentos de salarios", en desmedro del combate enderezado contra los planes de racionalización y la lucha política: "La ironía reside en que estos aumentos de salarios aceleraron precisamente las presiones para una rápida renovación de la maquinaria industrial y de una racionalización (toyotismo y flexibilización). El capital se vio compelido a pasar de la explotación de la plusvalía absoluta a la plusvalía relativa." Recuerda que los trabajadores japoneses solos y aislados, extraviados por la ceguera de la dirección estalinista (por no decir la traición), y "la falta de internacionalismo, impidió que las masas enfrentaran la realidad del mundo y en especial la de Asia". Ichiyo señala que encerrarse en el sindicalismo y, dentro de él, en el enfrentamiento salarial como sustituto de una lucha dentro de una estrategia social, política e internacionalista, termina debilitando al movimiento obrero. Tras la zanahoria de mejoras salariales para algunos sectores, llegaron los garrotes contra el conjunto de la clase obrera. Aquí y ahora No fue curiosidad histórica lo que nos movió a traducir y editar este trabajo. Si lo hicimos es porque creemos que conocer esta experiencia es muy importante para la lucha diaria y actual que deben llevar a cabo los activistas obreros en nuestro país y en todo el mundo, donde las burguesías están desenfrenadamente tratando de implantar, e implantando, los nuevos métodos de explotación. Con estos nuevos métodos de explotación y con su consecuencia en gran medida deseada, la desocupación, la burguesía mundial ha logrado debilitar el poder de los sindicatos y de las organizaciones


obreras. Las nuevas condiciones de la producción y sus consecuencias sociales y políticas ha cambiado totalmente el panorama y presentan nuevos desafíos. Estamos viviendo "la Globalización", con su nuevo modelo (combinación de modelos) que impone a los revolucionarios descartar ciertas herramientas de lucha e impulsar nuevas. Combatir al nuevo modelo capitalista pasa también por analizar lo que sirve y lo que ha dejado de ser útil en el programa de los revolucionarios. Muto Ichiyo nos brinda hechos, experiencias y conclusiones de lo acontecido en Japón, en la lucha del movimiento obrero desde el fin de la guerra hasta mediados de los '80. Durante 40 años el toyotismo se desarrolló sin que el movimiento obrero mundial, incluida nuestra corriente, advirtiera la magnitud y naturaleza del ataque. Es hora de superar semejante rémora. Ichiyo nos permite ver a Japón desde la óptica de un revolucionario, lo que no es frecuente, y esto otorga al presente trabajo importancia no sólo testimonial: puede servir como herramienta de lucha contra el "marketing ideológico" que presenta a Japón como el paradigma de la felicidad, de modelo deseable para el progreso de la humanidad y que se impone como una ineludible consecuencia objetiva del desarrollo de las nuevas técnicas y herramientas, como una realidad económica desvinculada del desenlace de las luchas entre el capital y el trabajo. Ichiyo se ubica desde este último ángulo. Narrando desde las desgarradoras historias de las mujeres trabajadoras de la Sony, hasta los problemas de las intencionales intoxicaciones de los trabajadores de Minamata. Denuncia también a los dirigentes sindicales que condujeron a la encerrona de luchar sólo por aumentos salariales, y dejaron expedito el paso a los planes de implantación de nuevas formas de explotación capitalista que disminuían el poder de los trabajadores. En el año 1918 Lenin tomó en consideración el hecho de que los métodos tayloristas y fordistas (por entonces recién inaugurados) aumentaban enormemente la productividad. Denunció que esos métodos en manos de la patronal significaba un aumento brutal de la explotación, pero advirtiendo también que contenían elementos de avance científico-tecnológico que la joven República Soviética debería adoptar, y rápidamente.

En la concepción leninista, la contradicción que esto planteaba se debería enfrentar con dos medidas complementarias: por un lado rebajar las horas de la jornada laboral y simultáneamente posibilitar que, aprovechando esas horas que quedaban libres, los obreros se elevaran política y culturalmente para ejercer efectivamente la administración del Estado y el poder. Lenin tenía una fórmula económico-social (bajar la jornada) y política (incorporar a la clase obrera efectivamente al poder del Estado). El estalinismo desnaturalizó esta perspectiva, adoptando métodos capitalistas bajo la forma brutal del stajanovismo y liquidando tanto el poder de los obreros a nivel del Estado como en los centros mismos de producción. El enfoque de Lenin sigue siendo ilustrativo, aunque no exista en ningún lugar del mundo un gobierno bolchevique leninista, puesto que hoy se trata de plantear la unidad de la lucha por una rebaja cualitativa en los tiempos de la


jornada laboral sin pérdida de salario, acompañada con el planteo de una batalla político-cultural por la toma del poder por los trabajadores en todo el mundo. Ahora, la desocupación como consecuencia inexorable del nuevo modelo, no aparece reflejada en este trabajo que estamos presentando, porque el mismo tiene ya más de una década y fue escrito desde un Japón que durante unos 40 años aplicó casi sin competencia los nuevos métodos de superexplotación, disfrutando de los privilegios de los que llegan primeros. Hoy, al generalizarse tanto el toyotismo como su contrapartida el taylorismo salvaje o sistema de máxima flexibilización en todo el mundo, se comienzan a ver palmariamente sus nefastas consecuencias universales. La destrucción ecológica del planeta, el hambre, y la desocupación masiva con medidas de flexibilización que a su vez provocan más desocupados, presionan en un círculo cerrado infernal para que sean aceptados los nuevos métodos. Quedan a la vista los resultados de barbarie a que conducen estos métodos de explotación en el sistema capitalista. Ichiyo nos da herramientas para profundizar el análisis que nos permita descubrir las debilidades de la aplicación en todo el mundo del "toyotismo". Avanzar en el camino que nos señalara Lenin comienza por asimilar la magnitud de los cambios operados en el mundo, y asumir el desafío de forjar en la lucha un nuevo programa internacionalista y revolucionario capaz de orientar a los trabajadores para enfrentarlo globalmente.


Conclusiones 

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La división del trabajo hace referencia a la división de un proceso o tarea en partes, cada una de las cuales se lleva a cabo por un individuo diferente. Esta noción se usa para referirse a la separación por ocupaciones o profesiones dentro de la sociedad considerada en su conjunto (división social del trabajo) y también para referirse a la separación de tareas en el seno de la familia (división sexual del trabajo. El taylorismo la organización científica de la revolución industrial

El fordismo describe un modo de regulación específica de los Estados nacionales centrales que ayudó a muchos países a la estabilización de los regímenes de acumulación entre los años 1945 y 1970/80. El centro estaba puesto en la producción masiva para atender la demanda masiva. El toyotismo una forma diferente de producción


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