A le xis F igueroa
NÉMESIS y otros poemas de H.P. Lovecraft
A le xis F igueroa (tr a ducciรณn)
Nร MESIS y otros poemas de H.P. Lovecraft
©: Alexis Figueroa (Traducción) ©: Fabián Rivas, ilustración de portada e interiores. Diseño portada y libro: Hernán Rodriguez I. Impreso en Santiago de Chile ISBN: 978-956-368-449-0 Registro de Propiedad Intelectual: 275534 Todos los derechos reservados. Queda prohibida la reproducción total o parcial de este documento por cualquier medio sin el previo y expreso consentimiento por escrito del autor.
Nร MESIS y otros poemas de H.P. Lovecraft
A le xis F igueroa (tr a ducciรณn)
Prólogo Howard Phillips Lovecraft nació en Providence, Estados Unidos, el 20 de agosto de 1890. La ciudad era la segunda más grande de Nueva Inglaterra. Territorio por naturaleza y cultura propenso a lo sobrenatural y la brujería –en las cercanías se dio el célebre caso de las Bujas de Salem, a la vez que los grandes bosques erguidos en su cercanía guardaban un salvaje misterio- brindó al joven Lovecraft motivos para su imaginación. De talante esquivo y acaso hosco, en el sentido de no practicar las virtudes de la sociabilidad, logró construir un círculo de relaciones artísticas que en directa relación consigo mismo y su obra, la multiplicaron, construyendo los elementos simbólicos de un universo fantástico – de tintes góticos, seculares y oscuros- que expresado en literatura, habita el mundo hasta hoy, mucho más allá de la perecedera figura del autor. Su obra, mezcla de terror y ciencia ficción visita tanto los adelantos científicos de época, como las tradiciones de todo lo extraño presente en lo mitológico y religioso de la humanidad. Su propia mitología, construida con clara conciencia de lo apócrifo, apunta a lo que se ha nominado “horror cósmico”, con sus seres primordiales y razas extra humanas, la conciencia del espacio-tiempo como una mixtura moldeable y sus varias dimensiones y las fuerzas y amenazas de carácter estelar. Por sí mismo, Lovecraft es poeta, cuentista, novelista ensayista y gran epistológrafo. De hecho, sus casi diez mil cartas reconocidas, constituyen un discurso paralelo que explicita, refuerza y comenta, en el marco de las relaciones personales, la directa creación literaria del autor. Este volumen, recoge alguna de sus poesías, traducidas al español. Sirvan como muestra e introducción al conocimiento y aprecio de esta esfera artística de H.P. Lovecraft. -----------------------------{ 5 }-----------------------------
El traductor es un actor, un intĂŠrprete, que no tiene escenario al cual subirse. Robert Wechsler
Némesis es un poema del escritor norteamericano H.P. Lovecraft, publicado en la edición de Junio de 1918 de la revista The Vagrant. Némesis es originalmente el nombre de una deidad griega, pero no una deidad olímpica, sino primordial. Y como tal no está sometida a las leyes del Olimpo. Némesis, más antigua que estos mismos dioses, era la diosa de la justicia retributiva. Como tal, lo era también de la venganza en la medida de que esta era concebida como un castigo destinado a restablecer el equilibrio en un sentido moral. Capaz de juzgar la felicidad y desdicha de los mortales, se encargaba de reprender la soberbia y equilibrar el mismo infortunio con sus intervenciones. Justamente, en el poema, Némesis es presentada como una entidad primigenia, solitaria y añosa.
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Némesis. A través de las puertas del sueño que necrófagos custodian, tras la noche y su abismo de palidez lunar, he vivido, vida a vida sin contar tiempo ni número, y aunque he sondeado todo, con mi vista, sin dudar, lucho y grito cuando la aurora florece, y siento la locura, con su horror llegar. He girado con la Tierra desde su amanecer -aún llama vaporosa era el vasto cielo de antesy he visto bostezar al universo oscuro donde negros planetas rotan sin objeto, errantes, rondando silentes en su indiferente horror, sin fama, nombre y sin razón. Sobre eternos mares he vagado a la deriva, bajo siniestros, grises y ensombrecidos cielos, que relámpagos feroces desgarran sin medida, resonando allá en la bóveda con histéricos chillidos; surgiendo de las verdosas aguas, un gemir sordo, de demonios escondidos. Me he lanzado como el ciervo a través de la floresta, en la inmemoriosa espesura original, allí donde los robles sienten una presencia manifiesta, que vigila, adonde ningún espíritu se asoma:
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escapo de algo que me asecha con lascivia y mira allá en lo alto, través del enramado de hojas muertas... Montañas horadadas de cavernas mi paso han detenido, surgiendo estériles, desoladas, en el llano. Y he bebido en fuentes de niebla nauseabunda, que rezuman lentamente, borbotando en la marisma. Y en las calientes, malditas aguas empozadas, he visto cosas… que no espero volver a ver jamás. He explorado el palacio vasto, enlazado por la hiedra, y caminado por sus estancias ausentes y vacías, donde la luna se eleva y asciende entre la piedra iluminando cosas estampadas en sus muros: losa fría, en que extrañas figuras se entretejen ornando formas que no soporto recordar. Desde las ventanas, con asombro he contemplado las silentes praderas que rodean el lugar, donde un pueblo de múltiples tejados maldito yace entre las tumbas que ciñen su heredad. Vigilo atentamente esas urnas de tallado mármol blanco… ¡si acaso en ellas alguien o algo llegase a murmurar! He penado en los sepulcros de los siglos, Y en las alas de los miedos he volado
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por sobre Erebo, vomitante, humoso y enrabiado; allí donde las cumbres se ciernen nevadas y sombrías, en reinos donde el sol de los desiertos reseca aquello que jamás animará. Ya era anciano cuando los Faraones ascendieron, al enjoyado trono rodeado por el Nilo, ya era viejo en épocas que sin número se fueron… Un tiempo cuando yo, tan solo yo, era el infame, y aún sin mácula y feliz, moraba el hombre, glorioso en una lejana isla de Hiperbórea. Oh, mi espíritu: fue de espanto su pecado, y sin cifra la duración de mi condena. La piedad celeste jamás vendrá a mi lado, y en la tumba no habrá tranquilidad para mi pena: abajo los eones infinitos se agitan con sus alas de cruel tiniebla, innominada. A través de las puertas del sueño que necrófagos custodian, tras la noche y su abismo de palidez lunar, he vivido, vida a vida sin contar tiempo ni número y aunque he sondeado todo, con mi vista, sin dudar, lucho y grito cuando la aurora florece, y siento a la locura, con horror llegar.
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Némesis Thro’ the ghoul-guarded gateways of slumber, Past the wan-moon’d abysses of night, I have liv’d o’er my lives without number, I have sounded all things with my sight; And I struggle and shriek ere the daybreak, / being driven to madness with fright. I have whirl’d with the earth at the dawning, When the sky was a vaporous flame; I have seen the dark universe yawning, Where the black planets roll without aim; Where they roll in their horror unheeded, / without knowledge or lustre or name. I had drifted o’er seas without ending, Under sinister grey-clouded skies That the many-fork’d lightning is rending, That resound with hysterical cries; With the moans of invisible daemons that / out of the green waters rise. I have plung’d like a deer thro’ the arches Of the hoary primoridal grove, Where the oaks feel the presence that marches And stalks on where no spirit dares rove;
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And I flee from a thing that surrounds me, / and leers thro’ dead branches above. I have stumbled by cave-ridden mountains That rise barren and bleak from the plain, I have drunk of the fog-foetid fountains That ooze down to the marsh and the main; And in hot cursed tarns I have seen things / I care not to gaze on again. I have scann’d the vast ivy-clad palace, I have trod its untenanted hall, Where the moon writhing up from the valleys Shews the tapestried things on the wall; Strange figures discordantly woven, / which I cannot endure to recall. I have peer’d from the casement in wonder At the mouldering meadows around, At the many-roof’d village laid under The curse of a grave-girdled ground; And from rows of white urn-carven marble / I listen intently for sound. I have haunted the tombs of the ages, I have flown on the pinions of fear
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Where the smoke-belching Erebus rages, Where the jokulls loom snow-clad and drear: And in realms where the sun of the desert / consumes what it never can cheer. I was old when the Pharaohs first mounted The jewel-deck’d throne by the Nile; I was old in those epochs uncounted When I, and I only, was vile; And Man, yet untainted and happy, / dwelt in bliss on the far Arctic isle. Oh, great was the sin of my spirit, And great is the reach of its doom; Not the pity of Heaven can cheer it, Nor can respite be found in the tomb: Down the infinite aeons come beating / the wings of unmerciful gloom. Thro’ the ghoul-guarded gateways of slumber, Past the wan-moon’d abysses of night, I have liv’d o’er my lives without number, I have sounded all things with my sight; And I struggle and shriek ere the daybreak, / being driven to madness with fright.
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Unda, o la novia del mar, es un poema escrito en 1915 y publicado en el periódico The Providence Amateur en 1916. El poema en sí no tiene grandes dificultades para su traducción. Sin embargo, es en sus epígrafes donde el asunto se complica. En el primero, se nos presenta una dedicatoria, que según se consulte tiene dos versiones: “Respectfully Dedicated without Permission to Maurice Winter moe, Esq.” Y “Respectfully Dedicated with Permission to Maurice Winter moe, Esq.”. Estas corresponden a dos momentos de la dedicatoria del autor, siendo la última, la definitiva. La abreviatura Esq. es Esquire, una rango de nobleza, no oficial, de respeto. Más abajo viene una frase “A Dull, Dark, Drear, Dactylic Delirium in Sixteen Silly, Senseless, Sickly Stanzas” que podrías traducir como “Un aburrido, oscuro, pesado delirio dactílico de dieciséis absurdas, incoherentes y enfermizas estanzas”, aunque con esto arruinarías la aliteración d-d-d-d-d-s-s-s-s que el autor se empleó en conseguir.. Finalizan los epígrafes con una complicación más. Es la frase “Ego, canus, lunam cano” -un apócrifoque Lovecraft atribuye a Maevius Bavianus, un personaje inventado por él. La frase misma, es un invento de Lovecraft, y por lo tanto es legítima la duda sobre su construcción. Existe al menos un versión en que se lee “Ego, canis, lunam cano”, que traducido es “Yo, el perro, canto a la luna”. Esto es al menos los que sostiene y analiza Manuel Perez-Campos, en su artículo sobre Unda, en The Lovecraft Annual Nº 4, 2010. Un dato especial: hay una versión del poema en que Lovercraft revela su voluntad de juego y parodia –tal como lo manifiesta en variadas ocasiones-, que le hace estar consciente de su propio trabajo y como lo manifiesta, distanciarse de su “seriedad”. Es una versión publicada con el título “La novia del mar”. Anota en ella en forma irónica: “$ 5000.00 Reward for the Apprehension, Alive or Dead, of the Person or Persons who can
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prove that This is the Work of HOWARD PHILLIPS LOVECRAFT”. Así, con mayúsculas. Ofrece, jocosamente, 5000 dólares de recompensa por la captura, vivo o muerto, de la persona o personas que puedan probar que el poema es de Howard Phillips Lovecraft, ya que es una versión publicada con el seudónimo de Lewis Theobald Jr. Opté finalmente, por no colocar los epígrafes para aliviar su lectura, aunque sí advertirlos en esta suerte de presentación. Para terminar: este poema tiene un epílogo de diez líneas que por lo general no figura en las versiones más comunes del poema. Se trata de un “epílogo” añadido bastante más tarde por el mismo autor, en 1937, que desafortunadamente rebaja la calidad fantasmal del poema a una escenificación moral. Tampoco lo incluí. Como sea, es uno de los poemas más interesantes de Lovecraft, al mostrar su relación con los tópicos y paisajes del romanticismo oscuro o gótico, en una línea que entronca a través del mar, con Coleridge y Poe.
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Unda, o la novia del mar. Negro telar de riscos en las altas tierras, atrás. Y oscuras también las arenas, de la más lejana playa. Sombríos son los senderos que me evocan tristes años, en un perdido Ya Jamás. Suaves las olas golpean la pulida roca, familiar y dulce es su sonido en mí: Ah, – mientras su cabeza en mi hombro ella colocahe caminado con Unda, la novia del Mar. Era la aurora de mi juventud cuando un día la vi, dulce como la brisa, que sopla sobre el verde prado. Caí, rápido, en las férreas cadenas del placer amado… Yo y ella, felices éramos viviendo aquí. Nunca pregunté de dónde y cómo su presencia vino, y no preguntó ella cosa alguna de mis tiempos idos. Felices como niños, vivimos sin pensar –y acaso sin soñargozando de los dones de la tierra y el mar. Mas, una vez, cuando la luna rielaba entre las olas, y sobre un alto acantilado, mirábamos las aguas, -una guirnalda de sauces trenzaba sus cabellos, lavados en la fuente de un bosque de pájaros de ensueño-
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asombrada vio a sus pies las amplias ondas retumbantes, y en trance por la luz, y envuelta en el sonido, el canto oyó: las olas salvajes la llamaron –con su deuda- tremolantes, severas como el océano y como la noche oscuras. Partió entonces dejándome lloroso y sin aliento en medio de las legiones líquidas que ahora bendecía; bajando, descendiendo, suavemente, deslizándose caía: acercándose, dulce Unda, a las secretas regiones de la mar. La calma creció sobre las aguas, y las crestas tumultuosas midieron su embates mientras Unda, bella, hermosa sobre las húmedas arenas con cariño caminaba, de pronto, ocultóse su figura y en un momento ¡ya no estaba! Largo tiempo estuve en la playa donde desapareció. Alta subió la luna para descender después. Gris apareció el alba desvaneciendo la oscura noche mientras mi corazón gimiendo, casi el latir paró. A todo el ancho del mundo he buscado a mi amada, recorriendo todas las tierras y navegado los mares, hasta que en una ola, mientras rugía el tifón, vislumbré un bello rostro que me alegró el corazón.
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Nunca, en la inquietud, mi alma ha tropezado, y buscando y anhelando he atendido al camino, mas hoy, me pierdo entre las olas y el sonido, del mar, de vuelta al paisaje ayer abandonado. ¡Mira! sobre las brumas del mar se alza la roja luna, eleva su ominosa estampa, digna de aprecio y figura; extraña la cara tiene, como mis agostadas pupilas que miran el reflejo vasto de un encandilante azul. Directo desde la luna, hasta la playa en que peno, surge un puente brillante, de rayos y suaves olas… frágil se puede ver, pero qué simple intentarlo: andar desde la firme Tierra, al orbe del dulce sueño. ¿Cuál es el rostro que veo en ese claro de luna? ¿He encontrado por fin a la doncella que huyó? Al puente de luz de luna mis pasos, prestos, se acercan, sus dulces señas aumentan el ritmo de mis pisadas. Las olas me van rodeando, muelles y somnolientas. Lejos, allá en el sendero, veo su dulce faz, ansioso camino y avanzo, respiro con fuerza, audaz, hasta que con esfuerzo alcanzo aquella visión.
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Y la susurrante agua sobre mĂ ya se cierra. Suave, la visiĂłn dulce se acerca con tranquilidad. Ya han concluido mis pruebas y mi corazĂłn hoy se aferra, seguro, a la hermosa Unda, la novia del mar.
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Unda; or, The Bride of the Sea Black loom the crags of the uplands behind me; Dark are the sands of the far-stretching shore. Dim are the pathways and rocks that remind me Sadly of years in the lost nevermore. Soft laps the ocean on wave-polish’d boulder; Sweet is the sound and familiar to me. Here, with her head gently bent to my shoulder, Walk’d I with Unda, the Bride of the Sea. Bright was the morn of my youth when I met her, Sweet as the breeze that blew in o’er the brine. Swift was I captur’d in Love’s strongest fetter, Glad to be hers, and she glad to be mine. Never a question ask’d I where she wander’d, Never a question ask’d she of my birth: Happy as children, we thought not nor ponder’d, Glad with the bounty of ocean and earth. Once when the moonlight play’d soft ’mid the billows, High on the cliff o’er the waters we stood, Bound was her hair with a garland of willows, Pluck’d by the fount in the bird-haunted wood.
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Strangely she gaz’d on the surges beneath her, Charm’d by the sound or entranc’d by the light. Then did the waves a wild aspect bequeath her, Stern as the ocean and weird as the night. Coldly she left me, astonish’d and weeping, Standing alone ’mid the regions she bless’d: Down, ever downward, half gliding, half creeping, Stole the sweet Unda in oceanward quest. Calm grew the sea, and tumultuous beating Turn’d to a ripple, as Unda the fair Trod the wet sands in affectionate greeting, Beckon’d to me, and no longer was there! Long did I pace by the banks where she vanish’d: High climb’d the moon, and descended again. Grey broke the dawn till the sad night was banish’d, Still ach’d my soul with its infinite pain. All the wide world have I search’d for my darling, Scour’d the far deserts and sail’d distant seas. Once on the wave while the tempest was snarling, Flash’d a fair face that brought quiet and ease.
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Ever in restlessness onward I stumble, Seeking and pining, scarce heeding my way. Now have I stray’d where the wide waters rumble, Back to the scene of the lost yesterday. Lo! the red moon from the ocean’s low hazes Rises in ominous grandeur to view. Strange is its face as my tortur’d eye gazes O’er the vast reaches of sparkle and blue. Straight from the moon to the shore where I’m sighing Grows a bright bridge, made of wavelets and beams. Frail may it be, yet how simple the trying; Wand’ring from earth to the orb of sweet dreams. What is yon face in the moonlight appearing; Have I at last found the maiden that fled? Out on the beam-bridge my footsteps are nearing Her whose sweet beckoning hastens my tread. Currents surround me, and drowsily swaying, Far on the moon-path I seek the sweet face. Eagerly hasting, half panting, half praying, Forward I reach for the vision of grace.
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Murmuring waters about me are closing, Soft the sweet vision advances to me: Done are my trials; my heart is reposing Safe with my Unda, the Bride of the Sea.
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Publicado en The Vagrant en diciembre de 1919, figura generalmente en el volumen “Hongos de Yuggoth”. El poema ejerce un mecanismo clásico en la literatura de Lovecraft: una visión de espanto que se va develando poco a poco al lector y que cambia el sentido del paisaje entrevisto. En efecto, el descubrimiento, se hace menos por el cambio psicológico o auto revelación del narrador y sí más bien por la descripción física de paisajes y parajes, seres y engendros ya animales e incluso vegetales, presentados entre elementos tales como el agua y el fuego, en sus diferentes manifestaciones. El tiempo, la noche, y en ella la luna, son otros de los elementos que se presentan frecuentemente en los poemas del autor.
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El lago de la pesadilla. Existe un lago en el Zan lejano, más allá de los refugios por el Hombre amados, donde anida solo en espantoso estado un espíritu inerte y desolado; un fantasma anciano e infeliz, cargado de una atroz melancolía, en las aguas mustias, ausentes de alegría, convoca los malditos vapores de la peste. En los bancos de arcilloso cieno agreste grotescas criaturas se estacionan, y los pájaros que en la orilla el canto entonan no han sido vistos por mortal jamás. Durante el día brilla un sol crepuscular, iluminando vidriosas soledades, y por la noche fluye la palidez lunar cayendo a los abismos sin nombre ni final… Solo una pesadilla podría figurar las escenas que ocultan los celajes, eternamente viejas para la visión humana, no pueden ser miradas, contadas ni narrar su suceder: yacen sumergidas en la noche arcana. ¡En estas profundidades solo pasan, las sombras mudas de una silente raza!
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Una noche, impregnada de fragancia enferma, dormido el lago vi con su indolencia, mientras sobre el cielo cárdeno flotaba una gibada luna, que en brillo insomne se mostraba. Pude contemplar la extensión pantanosa de la orilla y las cosas horribles que aburren los pantanos: lagartos y serpientes, convulsos, moribundos cuervos y vampiros inconcebiblemente arcanos; todos ellos visitados por la muerte y sus legiones, mortífagos que se alimentan de sus restos. Trepaba el firmamento la terrible luna aventando en el cielo las estrellas, y vi las turbias aguas fosfóricas prenderse, mostrando en el abismo, las hundidas criaturas. Y aún más abajo, en la profundidad sin nombre, perfilábanse columnas de pueblos olvidados, paredes musgosas y malsanas y domos oxidados, agujas, cubiertos capiteles de bejuco enmarañado, templos desiertos, oscuras criptas de ínclito pavor y calles que hace tiempo perdieron su esplendor. Todo eso contemplé, mas también vi, una horda de sombras amorfas, deslizantes, una nociva turba que rampante ejecutaba acaso una siniestra danza, en torno a unos sepulcros que yacían, al costado de caminos sin memoria, abandonados.
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Un torbellino surgió de aquellas losas, quebrando el reposo de las aguas tenebrosas Mientras las sombras letales en lo alto, aullaban al sardónico rostro de la luna. Entonces el lago se hundió en su propio lecho, la muerte abrió su boca, oscuro nicho, y en la aflorante tierra, seca y pestilente, brotó, elevándose, un vapor fétido y pungente. Monstruosas, danzantes sombras cubrían todo, cuando con súbita agitación rompiendo el lodo las losas sepulcrales se abrieron. ¡Ningún oído puede oír este relato, ni lengua alguna hablar de los horrores que se vieron! Vi el lago –la torva luna con el ceño acongojadola ciudad y las cosas en ella… Entonces desperté. Y al despertar pedí que en sus orillas el lago de la pesadilla no volviese a hundirse jamás.
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The nightmare lake. There is a lake in distant Zan, Beyond the wonted haunts of man, Where broods alone in a hideous state A spirit dead and desolate; A spirit ancient and unholy, Heavy with fearsome melancholy, Which from the waters dull and dense Draws vapors cursed with pestilence. Around the banks, a mire of clay, Sprawl things offensive in decay, And curious birds that reach that shore Are seen by mortals nevermore. Here shines by day the searing sun On glassy wastes beheld by none, And here by night pale moonbeams flow Into the deeps that yawn below. In nightmares only is it told What scenes beneath those beams unfold; What scenes, too old for human sight, Lie sunken there in endless night; For in those depths there only pace The shadows of a voiceless race. One midnight, redolent of ill, I saw that lake, asleep and still; While in the lurid sky there rode A gibbous moon that glow’d and glow’d. I saw the stretching marshy shore, And the foul things those marshes bore:
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Lizards and snakes convuls’d and dying; Ravens and vampires putrefying; All these, and hov’ring o’er the dead, Narcophagi that on them fed. And as the dreadful moon climb’d high, Fright’ning the stars from out the sky, I saw the lake’s dull water glow Till sunken things appear’d below. There shone unnumber’d fathoms down, The tow’rs of a forgotten town; The tarnish’d domes and mossy walls; Weed-tangled spires and empty halls; Deserted fanes and vaults of dread, And streets of gold uncoveted. These I beheld, and saw beside A horde of shapeless shadows glide; A noxious horde which to my glance Seem’d moving in a hideous dance Round slimy sepulchres that lay Beside a never-travell’d way. Straight from those tombs a heaving rose That vex’d the waters’ dull repose, While lethal shades of upper space Howl’d at the moon’s sardonic face. Then sank the lake within its bed, Suck’d down to caverns of the dead, Till from the reeking, new-stript earth Curl’d foetid fumes of noisome birth. About the city, nigh uncover’d, The monstrous dancing shadows hover’d,
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When lo! there oped with sudden stir The portal of each sepulchre! No ear may learn, no tongue may tell What nameless horror then befell. I see that lake—that moon agrin— That city and the things within— Waking, I pray that on that shore The nightmare lake may sink no more!
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En una carta a Donald Wandrei –Lovecraft fue un inconmensurable escritor de cartas, en las que desarrolló lo que podríamos decir una “obra paralela”- escrita en agosto de 1827, nuestro autor señala que este poema es supuestamente una “parodia de esos excesos estilísticos que en realidad no tienen un significado básico”. Diez días después Wandrei responde diciendo: “Es un raro y curioso tipo de monstruo literario, una sátira demasiado buena, que en lugar de parodiar, posee su propia originalidad”. El poema, se publica en The Vagrant, 1927. Esta afición de Lovecraft por la parodia y el apócrifo como mecanismo estilístico está presente en mucha de su producción. En este texto, el autor estaba plenamente consciente de la sonoridad algo forzada de los nombres, que constituyeron para él el mecanismo paródico de lo exótico y extraño.
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Nathicana. Fue en el pálido jardín de Zais, en la tiniebla arbórea del fragante Zais donde el perfumado nephalot florece: blanco heraldo que en la medianoche crece. Ahí dormitan quietos lagos de cristal y los arroyos fluyen casi sin sonar, brotando suaves de las grutas de Kathós, donde los espíritus del ocaso suelen anidar. Y sobre los lagos y arroyos fluyentes hay puentes de alabastro blanco y puro puentes albos, tallados diligentes con figuras de hadas y demonios. Aquí refulgen extraños soles y planetas raros, Y extraño luce el disco de Benapís creciente, ocultándose tras la verde hiedra arborescente donde se empoza la tarde con su espesa oscuridad. Aquí caen los blancos vapores de Yabón, y allí, entre el remolino níveo del celaje entreví -por vez primera- a Nathicana, la divina… Allí vi, a la engalanada y blanca Nathicana, de adormecidos ojos, encendidos labios, rojos, de dulce voz, cálida, argentina, la pálida y amada Nathicana.
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Ah, ella fue la más querida desde tiempos en que el tiempo mismo no existía. Y nada era aún, aunque allí por siempre, nos, viviéramos, como niños inocentes de Zais en las plazas y la paz de los senderos, coronados con el blanco del bendito nephalot. ¡Cómo acostumbrábamos flotar en el ocaso sobre el dulce prado abierto en flor! y albas laderas hollaba nuestro paso al caminar junto al humilde, mas amado, el humilde, pero amado astalthon. Y soñábamos en un mundo hecho de sueños, sueños aún más claros que la misma Aidenn, brillantes sueños, sin razón pero más ciertos… Ah, soñamos y amamos a través de las edades, mas un día, allegóse la maldita estación de Dzannin; la maldita, endemoniada, estación de Dzannin; y de sangre brillaron los planetas y los soles, y roja fulguró Banapis en su creciente, y rojos cayeron de Yabon tenues vapores. De grana se vistieron las flores y vertientes, los lagos que yacían, y las aguas debajo de los puentes.
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E incluso el alabastro calmo ardió en rosa con reflejos misteriosos, hasta que las esculpidas hadas y demonios miraron en la sombra, encendidos, lascivos y curiosos. Ahora, mi visión enrojecía. Y delirante me esforcé por traspasar estas tinieblas, vislumbrando el resplandor de la divina Nathicana, la pura, siempre pálida y amada Nathicana, la amada e inmutable Nathicana. Entonces, torbellinos salvajes de locura, nublaron mi visión. Por un momento, quedé a oscuras. Mas pronto, mi maldita vista cobró bríos, mostrándome un nuevo mundo ante los ojos: Un nuevo mundo de oscuridad y tintes rojos, un horrible coma llamado vida. Y en esta siniestra pantomima… yo vi los enlucidos fantasmas de belleza, los huecos, falsos espectros de lo bello, que ocultaban todos los demonios de Dzannin. Los ví. Con ansia infinita. ¡Tan parecidos a mi única amada! Mas, en sus ojos brillaba la maldad, y crueldad y desprecio se asomaban, más que Thaphron y Latgoz despiadados, nocivos dos veces por su disimulo, -----------------------------{ 40 }-----------------------------
atrayente y anhelado. Y solo en la duermevela de la medianoche Nathicana aparece, perdida doncella… tan pálida y tan pura. Y es ella quien se desvanece en la mirada del soñador. Una y otra vez la he buscado, invocándola con las libaciones del Plathotis profundo, mezclado con el vino de Astarté, denso trago, fortalecido con lágrimas de un llanto largo. Ah, tanto añoro los jardines de Zais, los amados, perdidos jardines de Zais, donde el nephalot blanco florece, oloroso heraldo de la medianoche. Ahora, preparo una última y potente mezcla, un trago hecho para deleitar demonios, un ensalmo líquido que lave y desvanezca, este horrible coma que llamamos vida. Pronto, pronto, si no falla el brebaje, la locura roja desaparecerá, y en la henchida de gusanos y densa oscuridad se pudrirán las cadenas que hasta hoy me han sujetado. Y una vez más los jardines del Zais amanecerán blancos ante mi visión. Y en medio de las exhalaciones del Yabón velado, Natuicana, divina, levantará sus alas. La eterna, renacida Nathicana, Como no es posible antes, encontrarla en vida. -----------------------------{ 41 }-----------------------------
Nathicana It was in the pale garden of Zaïs; The mist-shrouded gardens of Zaïs, Where blossoms the white nephalotë, The redolent herald of midnight. There slumber the still lakes of crystal, And streamlets that flow without murm’ring; Smooth streamlets from caverns of Kathos Where brood the calm spirits of twilight. And over the lakes and the streamlets Are bridges of pure alabaster, White bridges all cunningly carven With figures of fairies and daemons. Here glimmer strange suns and strange planets, And strange is the crescent Banapis That sets ’yond the ivy-grown ramparts Where thickens the dust of the evening. Here fall the white vapours of Yabon; And here in the swirl of vapours I saw the divine Nathicana; The garlanded, white Nathicana; The slender, black-hair’d Nathicana; The sloe-ey’d, red-lipp’d Nathicana; The silver-voic’d, sweet Nathicana; The pale-rob’d, belov’d Nathicana. And ever was she my belovèd, -----------------------------{ 42 }-----------------------------
From ages when Time was unfashion’d; From days when the stars were not fashion’d Nor any thing fashion’d but Yabon. And here dwelt we ever and ever, The innocent children of Zaïs, At peace in the paths and the arbours, White-crown’d with the blest nephalotë. How oft would we float in the twilight O’er flow’r-cover’d pastures and hillsides All white with the lowly astalthon; The lowly yet lovely astalthon, And dream in a world made of dreaming The dreams that are fairer than Aidenn; Bright dreams that are truer than reason! So dream’d and so lov’d we thro’ ages, Till came the curs’d season of Dzannin; The daemon-damn’d season of Dzannin; When red shone the suns and the planets, And red gleamed the crescent Banapis, And red fell the vapours of Yabon. Then redden’d the blossoms and streamlets And lakes that lay under the bridges, And even the calm alabaster Glow’d pink with uncanny reflections Till all the carv’d fairies and daemons Leer’d redly from the backgrounds of shadow.
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Now redden’d my vision, and madly I strove to peer thro’ the dense curtain And glimpse the divine Nathicana; The pure, ever-pale Nathicana; The lov’d, the unchang’d Nathicana. But vortex on vortex of madness Beclouded my labouring vision; My damnable, reddening vision That built a new world for my seeing; A new world of redness and darkness, A horrible coma call’d living. So now in this coma call’d living I view the bright phantons of beauty; The false, hollow phantoms of beauty That cloak all the evils of Dzannin. I view them with infinite longing, So like do they seem to my lov’d one; So shapely and fair like my lov’d one; Yet foul from their eyes shines their evil; Their cruel and pitiless evil, More evil than Thaphron and Latgoz, Twice ill for its gorgeous concealment. And only in slumbers of midnight Appears the lost maid Nathicana, The pallid, the pure Nathicana,
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Who fades at the glance of the dreamer. Again and again do I seek her; I woo with deep draughts of Plathotis, Deep draughts brew’d in wine of Astarte And strengthen’d with tears of long weeping. I yearn for the gardens of Zaïs; The lovely lost garden of Zaïs Where blossoms the white nephalotë, The redolent herald of midnight. The last potent draught I am brewing; A draught that the daemons delight in; A draught that will banish the redness; The horrible coma call’d living. Soon, soon, if I fail not in brewing, The redness and madness will vanish, And deep in the worm-peopled darkness Will rot the base chains that hav bound me. Once more shall the gardens of Zaïs Dawn white on my long-tortur’d vision, And there midst the vapours of Yabon Will stand the divine Nathicana; The deathless, restor’d Nathicana Whose like is not met with in living.
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Literalmente, Astrophobos podría traducirse como “astrofobia” o terror astral, atendiendo a que en la Grecia antigua, Phobos, –como hijo de Ares, el dios de la guerra y Afrodita, la del amorera quien encarnaba el miedo y el terror. Se dice que en el centro del escudo de Hércules, “estaba labrado Fobos inflexible, indescriptible, mirando atrás fijamente con ojos que brillaban con fuego”. En esta poesía, es la inversión del mundo celeste y la revelación de su engaño trasmutado en amenaza y ruina lo que se nos presenta, en los que podríamos llamar una pesadilla platónica, aunque también se acomoda a la Mara budista, concepto que sin embargo está distante del autor. El poema, se publicó en noviembre de 1917 y puede ser encontrado en la antología “The Ancient Track: The Complete Poetical Works of H. P. Lovecraft.
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Astrophobos. A medianoche, en el ardiente cielo, allá, en los abismos etéreos y distantes, una vez vi, con inquietante anhelo una estrella de esplendores rutilantes: Cada víspera encendíase en lo alto brillando cerca de la Osa, tintineante. Místicas ondas de belleza se mezclaban con maravillosos rayos de oro; fantasías de encanto descendían del reino celeste en aromadas nubes, y en el son de la lira se extendían bellos Himnos, de Lidias armonías. Pensé que el placer reinaba allí, junto a la libertad y la armonía, y en cada instante un tesoro aparecía transportado en un lotófago conjuro, flotando en un líquido sonido emanado desde el laud de Israfel. Allí, me dije, brillan mundos de felicidad desconocida, donde la paz y la inocencia juntos van, en un trono coronado de virtud.
Y hombres de mejores pensamientos, / dan su luz, a los que apenas pueden ver. Mas, entonces cambió lo que miraba, roja y delirante tornóse la visión, la esperanza, en burla se mostró y lo bello figuróse una extraña distorsión. Los Himnos, deformes se escucharon Y espectrales visos sin final proliferaron. Carmesí ardió la estrella en su locura, ¡Cómo si tras los rayos viera ahora que era aflicción lo que antes alumbraron… Y lo que antes verdad era, marchito hoy se presentara!… Miríadas de demonios delirantes cruzaron mi incendiada mirada vigilante… Y yo… ahora conozco la fábula diabólica que brillaba en aquel dorado resplandor. Y aunque evito el incrustado firmamento, que antes miraba ansioso, con amor, el instalado horror, fijo y estable, no dejará mi alma nunca más.
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Astrophobos. In the midnight heavens burning Thro’ ethereal deeps afar, Once I watch’d with restless yearning An alluring, aureate star; Ev’ry eye aloft returning, Gleaming nigh the Arctic car. Mystic waves of beauty blended With the gorgeous golden rays; Phantasies of bliss descended In a myrrh’d Elysian haze; And in lyre-born chords extended Harmonies of Lydian lays. There (thought I) lies scenes of pleasure, Where the free and blessed dwell, And each moment bears a treasure Freighted with a lotus-spell, And there floats a liquid measure From the lute of Israfel. There (I told myself) were shining Worlds of happiness unknown, Peace and Innocence entwining By the Crowned Virtue’s throne;
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Men of light, their thoughts refining Purer, fairer, than our own. Thus I mus’d, when o’er the vision Crept a red delirious change; Hope dissolving to derision, Beauty to distortion strange; Hymnic chords in weird collision, Spectral sights in endless range. Crimson burn’d the star of sadness As behind the beams I peer’d; All was woe that seem’d but gladness Ere my gaze with truth was sear’d; Cacodaemons, mir’d with madness, Thro’ the fever’d flick’ring leer’d. Now I know the fiendish fable That the golden glitter bore; Now I shun the spangled sable That I watch’d and lov’d before; But the horror, set and stable, Haunts my soul for evermore.
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CODA Finalmente, esta sección agrega dos poemas –además de “Festival”- que pertenecen a la Poemata Minora, Volumen II. Aparecidos originalmente en The Tryout Nº 2, abril de 1919, el tema de ambos es el lamento por los tiempos idos. Los tiempos de la antigua religión, las visiones de un mundo panteísta y natural, cuando la tierra era habitada por múltiples dioses, que no desdeñaban relacionarse directa, feble y salvajemente con los seres humanos.
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A la vieja religión pagana. Dioses del olimpo ¿Cómo puedo dejaros partir en el olvido, y sujetar mi fe al cristianismo balbuceante? ¿Cómo puedo a las deidades conocidas dejar ir y amar a quien por todos, cuelga en su cruz, sangrante? ¿Cómo puedo, en mi flaqueza, acogerme al poder de un dios potente, mas ¡ay! tan solo uno? ¿Por qué de Júpiter las huestes no ha de haber, ayuda para calmar mi pena y mi infortunio? ¿No hay hoy dríades en los boscosos montes A los que desolado encamino mi vagar? ¿No quedan náyades en las cristalinas fuentes O nereidas en la espuma alba de la mar? La nueva fe se extiende y la vieja ya declina, el nombre de Cristo resuena por el aire, mi perturbada alma, en soledad se inclina ante los ausentes Dioses, y entrega su última plegaria.
To the Old Pagan Religion. Olympian gods! How can I let ye go And pin my faith to this new Christian creed? Can I resign the deities I know For him who on a cross for man did bleed? How in my weakness can my hopes depend On one lone God, though mighty be his pow’r? Why can Jove’s host no more assistance lend, To soothe my pain, and cheer my troubled hour? Are there no Dryads on these wooded mounts O’er which I oft in desolation roam? Are there no Naiads in these crystal founts? Nor Nereids upon the Ocean foam? Fast spreads the new; the older faith declines. The name of Christ resounds upon the air. But my wrack’d soul in solitude repines And gives the Gods their last-receivèd pray’r.
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A Pan. Un día, en que en un boscoso claro y a orillas de un somero arroyo meditaba mis ojos somnolientos se cerraron y descendí sin darme cuenta hacia los sueños. Del manantial surgió entonces la figura, parte macho cabrío y parte hombre, adornándole sus pies duras pezuñas y una barba crecida en su espesura. Una flauta de cañas soplaba suavemente llenando el aire de raras melodías, Y olvidé toda necesidad, todo cuidado pues sabía que era Pan el que venía… Y vi ninfas y sátiros que anhelantes, en la floresta se allegaban, vigilantes… Mas de pronto, demasiado pronto, desperté. Y volví a las preocupaciones de los hombres. En los valles rurales yo soñé… vivir para escuchar de nuevo la Flauta de Pan.
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To Pan Seated in a woodland glen By a shallow reedy stream Once I fell a-musing, when I was lull’d into a dream. From the brook a shape arose Half a man and half a goat. Hoofs it had instead of toes And a beard adorn’d its throat On a set of rustic reeds Sweetly play’d this hybrid man Naught car’d I for earthly needs, For I knew that this was Pan Nymphs & Satyrs gather’d ’round To enjoy the lively sound. All to soon I woke in pain And return’d to haunts of men. But in rural vales I’d fain Live and hear Pan’s pipes again.
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FESTIVAL Originalmente, era un poema de navidad enviado por Lovecraft a Farnsworth Wright, quien lo publica con el título de “El horror de Yule”. Aparece en 1926 en la que fue una famosa revista dedicada a la fantasía, el terror y la ciencia ficción. Me refiero a Weird Tales. El poema se presenta generalmente, tanto en inglés como en español, sin la última estrofa, que coloco entre paréntesis, y que contextualiza efectivamente su tema. El nombre mismo original, “Festival”, es más acertado que “El horror de Yule”, pues apunta, menos artificiosa y espectacularmente a su verdadero sentido, que no es tanto la reivindicación de rituales paganos, sino a su sobrevivencia como un chispazo o distante eco, en el atavismo que las fiestas cristianas intentan domesticar. Tras nuestra “navidad” se ocultan los ecos de un “festival” en los bosques, y entre los árboles– los mismos que hoy decoramos en la fiesta cristiana- se vislumbran danzantes de extraña figura.
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Festival o El horror de Yule Sobre el campo nieva, en el valle sopla el viento helado, y la noche oscura negra abraza el mundo, una luz que asoma allá en la colina a medias revela festejos secretos y antiguos. Hay muerte en las nubes, hay miedo en la noche, pues los muertos, entre sus sudarios, celebran la puesta del sol, y cantan salvajes y en el bosque danzan rondado de Yule su blanco y fungoso altar. Un extraño viento, aparte del mundo cruza y mece ramas en el robledal: gimen enredadas en una maraña / de ahogante muérdago. Son poderes propios de la oscuridad, Que guardan su hálito en las viejas tumbas de los idos Druidas.
(Y podrías en tales sucesos, ser abate y pastor, cantando con caníbales ecos, en cada fiesta de horror. Y a todo el incrédulo mundo mostrar el signo de la bestia, velado…)
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Festival. There is snow on the ground, And the valleys are cold, And a midnight profound Blackly squats o’er the wold; But a light on the hilltops half-seen hints of feastings unhallow’d and old. There is death in the clouds, There is fear in the night, For the dead in their shrouds Hail the sun’s turning flight, And chant wild in the woods as they dance round a Yule-altar fungous and white. To no gale of earth’s kind Sways the forest of oak, Where the sick boughs entwin’d By mad mistletoes choke, For these pow’rs are the pow’rs of the dark, from the graves of the lost Druid-folk.
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(And mayst thou to such deeds Be an abbot and priest, Singing cannibal greeds At each devil-wrought feast, And to all the incredulous world shewing dimly the sign of the beast).
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Este libro fue compuesto con tipografía Donatora y diseñado por Hernán Rodríguez I. El papel interior es bond ahuesado de 80 gramos y la tapa de cartulina dúplex de 250 gramos. Fue impreso en Santiago, Chile, en 2017.