01 ESTUDIO HISTÓRICO & VALORACIÓN

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DOCUMENTO TÉCNICO DE SOPORTE / PRE - DIAGNÓSTICO INSTITUTO DISTRITAL DE PATRIMONIO CULTURAL

01 ESTUDIO HISTÓRICO Y VALORACIÓN _____________________________________________ Página | 1


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ESTUDIO HISTÓRICO Y VALORACIÓN

1.1 Introducción _____________________________________________ −¿Esas luces de abajo serán Teusaquillo? Elsa saca la cabeza por la ventana. Ahí en la oscuridad, le llega el olor a acacias mojadas, aspira con gana cerrando los ojos, es como si viera las calles del barrio. Entre poste y poste de luz, una acacia bajita, casi raquítica. La casa de Rogelio queda en el sector de arriba, cerca del Parque Nacional, pero Elsa y Enrique vivían más allá de la carrera catorce, en esa urbanización que se adentraba en el campo. Sí. Teusaquillo. Una hacienda parcelada, que allá por los años treinta comenzaron a urbanizar. Por coincidencia o por azar, el barrio había prosperado durante la república liberal. Elsa solía decir burlándose que Teusaquillo formaba parte de la Revolución en Marcha. Además, uno de aquellos memorables gobiernos había levantado un busto al general Herrera en la esquina de la carrera catorce. ¿Y arriba, en la séptima, no quedaba acaso el monumento del general Uribe Uribe? ¡También los Mil Días! Ese barrio era un cerco, un feudo, un fortín. En avenidas bordeadas de acacias raquíticas se alineaban construcciones de ladrillo o de concreto, la fachada casi siempre lisa, rara vez un friso o una arcada. Sí, a la tradición colonial del centro y al decadentismo de Chapinero, Teusaquillo oponía un estilo sobrio y funcional. Elsa decía que más bien eran casas de funcionarios, para molestar a Enrique. Helena Araujo, Fiesta en Teusaquillo, 1981.

En la novela Fiesta en Teusaquillo (Araujo, 1981), a través de su personaje Elsa, Helena Araujo describe para nosotros al tradicional sector capitalino no tanto como un lugar tangible de Bogotá, sino mejor como un concepto supra-físico que se soporta principalmente sobre la memoria. No es que Araujo no ubique a Teusaquillo en unas coordenadas espaciales concretas, es que en su narración al llamado de la palabra “Teusaquillo” múltiples imágenes acuden a la mente y al olor de las acacias se suma la imagen de las casonas de ladrillo “de estilo sobrio y funcional”, la historia de la hacienda que se parcela, las avenidas, la vida de sus habitantes, los monumentos, el movimiento político de la primera mitad del siglo XX, en fin. Este breve fragmento literario ilustra bien lo que el sector de Teusaquillo significa para la ciudadanía: un barrio representativo de la capital colombiana y un “fortín”, para usar la palabra de Araujo, que custodia múltiples riquezas patrimoniales para el bogotano y la bogotana, consistentes no solo en su arquitectura de notable calidad, sino en su historia, su memoria, sus condiciones naturales y su significado cultural e inmaterial.

Consciente de esta multiplicidad de valores que se fundamentan en la memoria ciudadana, el Plan Urbano de Teusaquillo requiere entre sus herramientas para la salvaguarda del Sector de Interés Cultural (SIC) de un “estudio histórico y valoración”, en observación igualmente del Decreto 2358 de 2019 que establece tal estudio como un tema mínimo para la formulación de Planes Especiales de Manejo y Protección. Es notable que tal estudio histórico esté comprendido, como señala el decreto, en la “fase de diagnóstico” dentro de estos planes especiales, y ello no es una obviedad: lo que se está diciendo es que la historia es una herramienta tanto para valorar un bien de interés cultural, como para diagnosticar o entender cuál es la naturaleza o el estado actual de las cosas. Entre la compleja multiplicidad de objetos, ideas, sentimientos que representa el sector de interés cultural para la ciudadanía, ¿cómo históricamente se pueden discernir los elementos que podrían comprenderlo?, ¿y cómo se puede identificar el valor de cada una de estos?

Por otro lado, el Decreto 2358 de 2019 que modifica y adiciona el Decreto 1080 de 2015 “Reglamentario del sector cultura, en lo relacionado con Patrimonio Cultural Material e Inmaterial”, pese a establecer la necesidad de un estudio histórico, no precisa los temas particulares que este debe tratar, y tal estudio no es requerido en el decreto de 2015 ni en sus antecesores: la Ley 1185 de 2008 (que modifica la Ley General de Cultura de 1997) y el Decreto 763 de 2009 que la reglamenta. Las directrices se encontrarán en la cartilla Formulación e implementación Planes Especiales de Manejo y Protección (Ministerio de Cultura, 2011), que es la primera en hablar de la necesidad de un estudio histórico para planes Página | 2


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especiales de protección en SIC y en establecer unos temas que este debe cumplir: •

Identificación de los acontecimientos más relevantes en el proceso de desarrollo histórico y en la consolidación de las características de la estructura urbana.

Identificación de rasgos morfológicos y arquitectónicos del territorio.

Identificación de los elementos de valor patrimonial que sustentan la declaratoria del BIC.

Análisis del proceso de consolidación del BIC y sus transformaciones en el sector.

Identificación de bienes transformados o desaparecidos, e identificación de las causas de dicha transformación.

Valoración de elementos pertenecientes al patrimonio inmaterial.

Para dar respuesta tanto al objetivo general de entender las causas y los procesos relativos a los ciudadanos y su relación con el espacio que dieron forma a este sector de interés cultural, como a los requerimientos establecidos en la cartilla del Ministerio de Cultura que propenden por la identificación de los valores del bien de interés (aunque, como se ve, estos no planteen una estructura analítica de tales valores), se adelantó una investigación enmarcada en los estudios históricos urbanos que propende por la concepción del área de estudio no como el contenedor o el reflejo de las relaciones que allí se establecen, sino como un tipo de fenómeno social en sí mismo. Se puede asegurar junto con Manuel Castells (Mejía, 2000) que la ciudad no es simple contenedor de fenómenos humanos porque (…) (…) grande o pequeña, la ciudad es mucho más que la suma de sus casas, de sus monumentos y sus calles, mucho más también que un centro económico, comercial o industrial. Como proyección espacial de las relaciones sociales, aparece atravesada y estructurada por el haz de líneas fronterizas que separan lo

profano de lo sagrado; el trabajo del ocio; lo público de lo privado; los hombres de las mujeres; la familia de todo lo que le es ajeno. Y proporciona una admirable clave de lectura. En este sentido, naturaleza y cultura no se reflejan en la ciudad sino que se relacionan en ella al tiempo que la producen: Las ciudades no están en la historia, ellas son historia. (p. 17)

Así las cosas, se entenderá en este estudio histórico urbano que la evolución del sector de estudio es el resultado de distintos elementos que se superponen en el espacio físico y de diversos procesos que se cruzan y se complementan; por ello se plantea que el territorio se ha configurado históricamente a partir de la relación de cuatro “capas” o “estratos” que en el devenir del uno al otro ora parecen generar tensión, ora parecen amalgamarse y dar forma a un nuevo elemento. Estos estratos son los de naturaleza, trazado, arquitectura y comunidad. Gracias al diálogo entre estos estratos es posible identificar el valor del sector de Teusaquillo como parte del paisaje urbano que ha sido creado por los habitantes de Bogotá, entendiendo por “paisaje urbano” al resultado de la relación entre un contexto natural, un espacio construido y una comunidad que se los apropia. (Mejía, 2000)

Si por paisaje urbano entendemos la relación que se establece entre la naturaleza en que está inmersa una ciudad y dicha ciudad en cuanto lugar construido por el hombre, tal paisaje es eminentemente histórico; esto es, cambia o permanece con relación directa al modo como los hombres actúan sobre el sitio en que están congregados. (p. 29) De esta forma, la “disección” del sector de interés cultural en estratos que se relacionan entre sí nos ayuda a comprender la aparición de sus distintos valores y cómo la interacción de estos da forma a un territorio único, pleno de significados culturales y valores históricos, dentro de la gran urbe bogotana. No se trata, entonces, de hacer una Página | 3


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historia de la naturaleza, la traza, la arquitectura o la comunidad de Teusaquillo como elementos singulares y acotados que se suceden históricamente uno detrás del otro, sino de la transformación, permanencia y surgimiento de nuevos elementos urbanos a través de la relación entre los distintos estratos. Por ello, este estudio histórico y de valoración se compone de tres capítulos planteados a manera de “diálogos”: el primero es el diálogo “naturaleza y urbanización” que se da entre el primero y segundo estrato; el segundo es el diálogo “morfología y tipología” que se da entre el segundo y tercer estrato, y el tercero es el diálogo “espacio construido y espacio habitado” entre el tercero y el cuarto estrato. En el diálogo “naturaleza y urbanización” se busca entender cómo el sustrato natural de las quintas y haciendas originales del territorio fue transformado a través de un proceso conocido como “urbanización”. Este tuvo que negociar con las condiciones precedentes del territorio para dar forma a la traza de ciudad del siglo XX. Por su

parte, en el diálogo “morfología y tipología” se analiza cómo se buscó aplicar un modelo urbano afín a la "Ciudad Jardín" y cómo la implantación de unos determinados tipos arquitectónicos tuvo un papel determinante en este proceso y, finalmente, en la consolidación de un patrimonio inmueble en el área de estudio. Por su parte, en el diálogo “espacio construido y espacio habitado”, a través de la revisión de crónicas y fragmentos literarios se quiso aportar elementos para reconstruir la memoria del sector de interés cultural: sus habitantes destacados, los eventos significativos y las percepciones de transformación del territorio habitado por parte de los ciudadanos. Metodológicamente hablando, los dos primeros capítulos fueron una investigación basada en el análisis de fuentes primarias (Archivo de Bogotá, Archivo General de la Nación), de material bibliográfico y de material de campo suministrado por el grupo del componente de inventario. Por su parte, el último capítulo se trató de la revisión y el análisis de fragmentos literarios, artículos de prensa y entrevistas consignadas en libros y tesis de grado.

Ilustración 1. Estructura general del estudio histórico y de valoración (estratos y capítulos).

Fuente: Elaboración Propia, IDPC (2020).

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1.2 Primer Capítulo: Diálogo naturaleza y urbanización _____________________________________________

El sustrato ambiental y geográfico de la sabana desde la falda de los cerros orientales hasta la ronda del río Bogotá desde tiempos tempranos tuvo una función primordial en la implantación y posterior crecimiento de la ciudad de Santafé y de Bogotá, bien porque desde la fundación sus bosques y cursos de agua brindaron los recursos materiales necesarios para la subsistencia, bien porque tales tierras posteriormente se convertirían en unidades productivas de gran importancia para la economía de la ciudad.

Tras la implantación del dominio español los antiguos territorios del reino muisca fueron entregados bajo el título de “merced real” o recompensa a los conquistadores que arribaron con Gonzalo Jiménez de Quesada al altiplano, quienes establecieron allí sus quintas. Estas primeras quintas y haciendas modificaron las condiciones ambientales prehispánicas del territorio: los bosques de flora nativa fueron talados por la necesidad de los colonos de proveerse de madera, pero también para acondicionar el territorio para el sembrado y para la ganadería; así se dio forma a un paisaje en la periferia rural de Bogotá descrito por historiadores y viajeros en los siglos XVIII y XIX como de extensos campos verdes con muy escasos árboles.

Ya a finales del siglo XIX y comienzos del XX el naciente negocio inmobiliario que buscó la conversión de las antiguas quintas periurbanas en territorio urbano transformó una vez más los valores ambientales y paisajísticos de la sabana

inmediata a Bogotá; pero este cambio de uso de la tierra no significó por ende la eliminación absoluta de tales valores, sino mejor una negociación de los emprendimientos urbanizadores con las condiciones naturales propias del territorio, como cañadas y ríos por ejemplo, y un diálogo de la traza con las marcas particulares del territorio. Así, los cursos de agua se instituyeron tempranamente en límites naturales de las antiguas quintas y estancias que, a su vez, fueron heredados a las urbanizaciones que los integraron como parte de su trazado vial, o bien los ignoraron deliberadamente, pero se convirtieron entonces en marcas que pueden hallarse en la estructura predial actual. Una de estas quintas que se convertirá en ciudad fue la llamada “Teusaquillo” hacia finales del siglo XIX, que no debe confundirse con el poblado indígena de “Teusaquillo”, que existió a la llegada de los conquistadores españoles.

1.2.1 Sobre el origen del nombre “Teusaquillo” La palabra “Teusaquillo” al parecer es un diminutivo español de la palabra chibcha Teusaca o Teusacá que significaría “cercado prestado” (Acosta, 1938). Este era el nombre del asentamiento de descanso del Zipa que encontró el conquistador Gonzalo Jiménez de Quesada y en el que decidió asentarse con sus hombres, lugar que hoy correspondería a parte del centro histórico de Bogotá. Al respecto, vale citar la disertación que Página | 5


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hizo el historiador Eduardo Posada (1906) sobre este nombre: El lugar donde Quesada fundó la ciudad de Santafé se llamaba, como hemos dicho, y es de todos sabido, Teusaquillo. Don Vicente Restrepo en su notable obra Los Chibchas, escribe Teusaquiyo, y se funda para ello en que los chibchas no tenían el sonido de la ll española. Cierto es esto, pero hallamos que tampoco tenían el de la y, pues ninguna palabra con este sonido traen el padre Lugo ni Don Ezequiel Uricoechea en sus Gramáticas Chibchas. En ellas aparece esa letra y, pero no para ser pronunciada como consonante sino para denotar la pronunciación de una vocal entre i y e, como en quichyquiy (la comida). Quizá los chibchas decían Teusaquiio o Teusa, simplemente, y los españoles convirtieron las dos ies en ll, o le dieron un diminutivo español al segundo nombre. Nos inclinamos, pues, por eso, a escribir Teusaquillo, no obstante la respetable opinión del Sr. Restrepo. Además, así escribieron tal nombre Ocáriz, el Padre Simón y los demás historiadores primitivos. Uricoechea, grande autoridad en la materia, dice en su Gramática Chibcha (página LVI): “No era Bogotá el nombre que le daban los chibchas a nuestra capital sino Theusa, Theusaquillo”; y él no pone la ll entre las pronunciaciones que faltaban a los chibchas sino la l. Piedrahita escribe Thybsaquillo, y lo mismo el padre Villamar en la Vida de la monja bogotana Francisco del Niño Jesús, que publicó en 1720. (p. 910) De acuerdo a Mejía (2012), Teusacá o Teusaquillo fue por tanto también el nombre de la encomienda de indios nativos de este territorio que se le otorgó a Gaspar Méndez, ballestero de la tropa de Jiménez, Cristóbal Ruiz, rodelero, y Hernando de Rojas, de oficio desconocido. Esta comunidad indígena fue asignada como feligresía a la parroquia de Santa Bárbara, hecho por el cual algunos historiadores como Alberto Corradine señalan que Teusaquillo debía por tanto quedar al sur del río San Agustín, en lo que serían los barrios Santa Bárbara y Las Cruces, aunque digamos que

no es nada improbable que tal grupo indígena se hubiera obligado a moverse a la entonces periferia de la ciudad de Santafé. El nombre de Teusaquillo hubiera quedado parcialmente desconocido por la población santafereña en general si no lo hubiera recuperado, seguramente de los no muy numerosos tratados de historia en el siglo XIX o de documentos como la Guía Oficial I Descriptiva de Bogotá de 1858 que lo menciona, el estanciero Ricardo Jaramillo al bautizar así a finales del siglo XIX a su quinta ubicada al parecer sobre la actual carrera 13, la cual debió desprenderse en algún momento de la hacienda de La Merced. Añádase que no hay ningún tipo de registro o testimonio histórico sobre la posible existencia de un asentamiento indígena en el área de la actual localidad de Teusaquillo.

1.2.2 El paisaje natural y humano del norte próximo en el siglo XIX La historia de las tierras al norte del casco urbano de Bogotá en el siglo XIX está ligada estrechamente con la existencia de dos caminos: la carrera séptima, antigua Carretera a Usaquén, y la carrera trece, antiguo Camellón del Norte. Del primero se señala que fue el camino indígena del comercio de la sal hasta las minas de Zipaquirá. Posteriormente, en la Colonia, fue el Camino Real que partía desde el corazón mismo de la ciudad, la Plaza Mayor, para llegar a Tunja, pasando por el resguardo indígena de Usaquén. Por su parte, el camellón fue trazado hacia finales del siglo XVIII como un camino en línea recta que unía el puente del común con la alameda de Bogotá y que tenía una función militar: permitir a las tropas llegar ágilmente a la ciudad en caso de un ataque por parte de las provincias del Socorro, Tunja y Pamplona. Es natural, entonces, que las quintas y estancias del norte de Bogotá –entre esas las quintas que componen la actual área de estudio de Teusaquillo- dieran su frente y el acceso a sus casas principales primero hacia la Carretera a Usaquén y, años posteriores, hacia el Camellón del Norte, mientras que los terrenos al occidente de estos fueron zonas despobladas. Al sur de esta Página | 6


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zona existía adicionalmente otro camino que era el del Salitre o de Suba, la actual diagonal 28, que en general era muy poco transitado debido a que la mayoría del año se hallaba inundado o en pésimo estado (Mejía, 2000).

casualmente al lado de importantes quintas como La Magdalena y Versalles, esta última al lado de la primera y lugar de encuentro de conocidos bogotanos según Cordovez Moure (2000).

Imagen 1. “Río del arzobispo”, por Eugenio Peña (1920).

Imagen 2. Detalle de plano de Bogotá (1915).

Fuente: MAMBo, 1990.

El paisaje que existía por entonces en la actual área de estudio era de amplios y bucólicos campos verdes con muy pocos árboles y con una pendiente suave sin accidentes geográficos. Estas condiciones harían de este un lugar apto para la ganadería más que para la siembra, uso que se describe en algunos relatos de propietarios en el siglo XIX e incluso en las primeras décadas del XX. No obstante, desde la segunda mitad del siglo XIX estas quintas y estancias cercanas a Bogotá por el norte dejaron de ser solo unidades productivas, para ser también lugares tradicionales de recreo y descanso para sus propietarios que, además, eran los más prestantes de la sociedad santafereña. Cordovez Moure en sus Reminiscencias (2000) nos cuenta, por ejemplo, que solo las personas más adineradas de la ciudad poseían carros tirados por caballos en el siglo XIX, y que tales carros a su vez solo podían transitar, fuera de la ciudad, por la calle 13 o Alameda Nueva y por el Camellón del Norte porque eran las únicas vías que tenían “paréntesis” o rotondas para que los carruajes pudieran girar. Para el caso del Camellón del Norte, el único paréntesis de giro estaba en proximidades del río Arzobispo, no muy

Fuente: Cuellar, M. y Mejía, G., 2007. En el centro el Camellón del Norte y el “paréntesis de giro” cerca al Colegio del Sagrado Corazón. Curiosamente, aún puede verse una huella de este paréntesis de origen colonial en el andén curvo a la izquierda de la carrera 13 con calle 36.

Esta zona fue también un famoso lugar de “veraneadero” y de disfrute para los capitalinos, no solo por los tranquilos campos verdes y el paisaje de los cerros, sino también por sus cursos de agua ideales para lo que hoy conocemos como “el paseo de olla”. Actualmente el único curso de agua reconocible en el sector es el río Arzobispo, pero antiguamente numerosas quebradas menos caudalosas que este río, como son la Pardo Rubio, Tequenusa y Choachí, descendían desde los cerros orientales, atravesando la actual área de estudio de Teusaquillo, para alimentar al Arzobispo en su camino al occidente.

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Plano 1. Reconstrucción de los antiguos cursos de agua que atravesaban el área de estudio.

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Fuente: Elaboración Propia a partir de Colón (2011), y Cuellar y Mejía (2007). IDPC 2020.

El río Arzobispo recibe su nombre por el arzobispo Fray Luis Zapata de Cárdenas, quien hacia 1598 compró una “estancia de ganado menor” en la cercanía de su cuenca (Carrasquilla, 1989). Hacia finales del siglo XIX así se describía el río en una guía de Bogotá:

El Rio del Arzobispo; nace en la laguna Verjón, única del distrito, á 3,260 metros sobre el nivel del mar; su dirección general es al Norte, estrechado entre dos serranías y después al Oeste saliendo á la Sabana por una quiebra de la cordillera en el cerro de Monserrate. Su curso es de 1,5 miriámetros y su anchura de 3 á 6 metros; tiene un puente de calicanto construido en la época de la colonia y reedificado después, en el punto que lo corta la

carretera del Norte [actual carrera 7]; recibe como afluentes á los rios San Francisco y San Agustín, y algunas otras quebradas. (Se transcribe con su ortografía original). (Vergara, 1881, págs. 55-56)

De este río existía en el siglo XIX un acueducto construido para abastecer con sus aguas en particular a la zona de San Victorino. Este acueducto proveía al Panóptico de Cundinamarca, al asilo y convento de San Diego, al chorro de la calle 23, al parque del Centenario, a la pila de San Victorino, a la pila Chiquita ubicada sobre el Camellón de Occidente, al parque de los Mártires, a la quinta de Segovia y a varias otras fincas que debieron comprar el derecho a una paja de agua (Mejía, 2000). Regresando al río como importante lugar de esparcimiento de los bogotanos, un lugar Página | 8


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que quedó en la memoria de varios cronistas del siglo antepasado fue el Pozo de los Colegiales que debía quedar hoy en terrenos del Parque Nacional:

El Pozo de los Colegiales, en el río del Arzobispo, y el de San Cristóbal, en Los Laches, eran los sitios escogidos por los que deseaban tener un día de expansión en el campo con poco gasto y buen provecho. Frecuentemente se veían parrandas en los días feriados, compuestas de familias de la clase media o del pueblo, llevando el fiambre para saciar el apetito despertado después de un baño vivificante, terminando el paseo con bailes nacionales a la pampa y volviendo a la ciudad en las primeras horas de la noche, que pasaban en sueño reparador, para levantarse al día siguiente ágiles y contentos a continuar las tareas impuestas por la inexorable ley del trabajo. Ogaño pasó a la historia el Pozo de los Colegiales, porque sus linfas quedaron secuestradas a perpetuidad para apaciguar la sed de los bogotanos, y el de San Cristóbal está amenazado de correr la misma suerte. (Cordovez, 1910, págs. 969970) Imagen 3. “Lavanderas”. Luis Alberto Acuña, 1910. Este grupo de mujeres lava la ropa en pequeños pozos que hicieron de la quebrada Choachí, a su paso por los Altos de San Diego.

Fuente: Museo de Bogotá.

Por su proximidad, pronto las aguas del sector comenzaron a recibir las implicaciones de la lenta pero segura expansión de las actividades relacionadas con la urbe bogotana. Como lo señala Cordovez Moure más atrás, el afluente del río Arzobispo se redujo tras la construcción del acueducto. Las quebradas de Tequenusa y Choachí fueron lugar de divertimento, pero también de trabajo para lavanderas y acarreadores de agua que transportaban el líquido en grandes vasijas de barro. Luego de pasar por las lavanderas, el curso de la quebrada Choachí pasaba junto a la Fábrica de Cerveza Bavaria fundada en 1889 frente al Panóptico de Cundinamarca- y se convertía entonces en “el desagüe de la fábrica Bavaria”, tal como se le nombra en las escrituras de las propiedades cercanas. Por su parte, la quebrada Tequenusa debió recibir al menos desde 1886 los residuos de la Tenería de Bogotá, luego Tenería de los Hermanos Penen ubicada a su lado sobre la carrera 13.

La línea del Ferrocarril del Norte fue trazada hacia 1874 y su construcción inició en 1884 (Arias De Greiff, 1986) con una estación en Chapinero. En paralelo, luego de varias negociaciones con diversos empresarios, finalmente se inauguró el 24 de diciembre de 1884 el trayecto del tranvía de mulas que unía a Bogotá, a través de la carrera 13, con ese creciente foco urbano que era Chapinero. Es decir que ya al finalizar la década de 1890 los capitalinos y capitalinas que viajaban en tranvía por el Camellón del Norte hallarían, al dejar atrás la recoleta de San Diego, la Fábrica de Cerveza Bavaria y algunas humildes casas que disminuirían al alejarse de la ciudad, para luego, entre algunos campos despoblados, encontrar los buitrones de unas pocas fábricas y cientos de metros más allá, mirando a la izquierda, las casas juntas de la Quinta Teusaquillo y la Tenería de los Hermanos Penen en La Bearnesa. Luego de estas vendrían la zanja de la quebrada Tequenusa y el “paréntesis”, e inmediatamente a la derecha de este la casa de la Quinta de La Magdalena. Allí el viajero sabría que debe apearse, antes de ver el río Arzobispo, porque ha llegado al Club de Polo o al Hipódromo de La Magdalena. Página | 9


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Imagen 4. Detalle del plano “Lotes de Antonio Izquierdo en Chapinero” (1900). El ilustrador se esmeró en detallar el paisaje sobre las tres vías que atraviesan el sector: la carrera séptima o carretera a Usaquén, la carrera trece o Camellón del Norte y la futura Avenida Caracas o línea del Ferrocarril del Norte, entre el río Arzobispo y la Fábrica Bavaria. En la parte inferior las elipses marcan el Hipódromo y Velódromo de La Magdalena.

Fuente. Archivo de Bogotá. Imagen 5. Izquierda: línea del Ferrocarril de Norte aproximadamente en la actual esquina de la calle 39 con Avenida Caracas mirando hacia el sur, s.f. Derecha: línea del Ferrocarril de Norte aproximadamente desde la actual esquina de la calle 42 con Avenida Caracas mirando hacia el sur, s.f.

Fuente. Izquierda: Sociedad de Mejoras y Ornato (IV-245a). El pie de foto en el álbum de la Sociedad dice: “A un lado del bosque de eucaliptus quedaba el Campo de La Magdalena, donde se jugaban los más interesantes partidos de polo y de futbol. El terreno que aparece en esta curiosa foto es hoy el centro del barrio residencial del mismo nombre”. Derecha: Sociedad de Mejoras y Ornato (IV-244a). El pie de foto en el álbum de la Sociedad dice: “En el centro vemos una alcantarilla destapada desafiando a los más elementales principios de la higiene”.

Contigua a la Quinta La Bearnesa, de la cual se separaba por la quebrada de Tequenusa, y pasando la alameda de eucaliptos que comunicaba el lote oriental de La Magdalena (abajo de la carrera séptima) con el más occidental (abajo de la actual Avenida Caracas), se hallaban el Club de Polo y el Hipódromo de La Sabana o de La Magdalena. El Club de Polo o Polo Club de Colombia tomó en alquiler un lote de La Magdalena entre la carrera trece y la línea del ferrocarril desde 1896 hasta 1923; mientras que el hipódromo, ubicado con su solitaria tribuna de modestas proporciones al occidente del campo de polo, fue fundado por los dueños de la quinta, Carlos y Rafael Espinosa, gracias a un permiso (-)

concedido por la municipalidad en 1891, aunque solo entrará en funcionamiento hasta 1898 (Moreno, 2017). Actualmente estos lugares corresponden a parte de los barrios Sagrado Corazón y La Magdalena, al sur del río Arzobispo. La existencia en la capital de este tipo de lugares de disfrute representa la conformación de una nueva ciudadanía que comenzaba a demandar nuevos espacios de esparcimiento y de distinción, y tal vez no sea casual que estos se establecieran en las antiguas quintas y haciendas donde se reunieron décadas atrás lo más nutrido de la sociedad santafereña. Así fue la inauguración del hipódromo: Página | 10


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Se viajaba al hipódromo en fiacres, landós victorias y calesas o en los coches de la empresa de don Santiago de la Guardia… Algunas damas viajaban en tranvía, lo cual junto con el ciclismo, les fue duramente criticado…

A la inauguración acudieron nuestras damas engalanadas con larguísimos trajes de seda, de talle muy ceñido, sombreros llenos de flores y botas terminadas en agudísima punta. Los caballeros lucían apretadísimo pantalón de fantasía, sombrero duro de ala enroscada, saco levita corto de punta de lanza, bastón o fuete del más puro estilo británico, y botas de charol. La guardia usaba quepis francés, largo levitón rojo y pantalones blancos… La primera carrera se hizo en honor del Polo Club, acabado de fundar. (Mejía, 2000, pág. 213)

Imagen 6. Carreras en el Hipódromo, s.f. Fuente: Revista Cromos.

Imagen 8. Cuenca del río Arzobispo y estructura ecológica y paisajística desde los cerros orientales hasta la sabana de Bogotá. (1934)

Fuente: Sociedad de Mejoras y Ornato.

En las pocas fotografías disponibles hoy en día de este sector sobresalen la alameda y bosque de eucaliptos en La Magdalena y los pinos en la ronda del Arzobispo; pero, pese a lo que esto pudiera dejarnos pensar, lo cierto es que la arborización en los alrededores era escasa. A pesar de ello, hay un hecho en cuanto al paisaje que llegará al siglo XX que debe señalarse: que ya para la década de 1920 la totalidad de la carrera trece se hallaba franqueada de construcciones en al menos uno de sus dos costados con excepción del área de estudio, lo que convertía esta zona junto con el área del futuro Parque Nacional y la ronda del río Arzobispo, en un conector ambiental efectivo de los cerros orientales con la sabana de Bogotá hasta el río Bogotá. Este continuo como unidad ecológica y paisajística persistirá hasta la urbanización del área de estudio en los años treinta.

Fuente: Revista Cromos.

Imagen 7. Hipódromo de La Magdalena. Al fondo la alameda y bosque de eucaliptos en el lote central de La Magdalena.

Fuente: Sociedad de Mejoras y Ornato

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1.2.3 Tenencia de las quintas periurbanas Imagen 9. “Tenencia de tierras Santafé Bogotá y aledaños (1875 a 1900).

Fuente: Elaboración propia (IDPC 2020), sobre plano de Juan Carrasquilla, Biblioteca Luis Ángel Arango de Bogotá. El área sombreada de rojo corresponde a la actual localidad de Teusaquillo y el contorno azul es el área de estudio del SIC Teusaquillo.

Imagen 10. Simulación del plano de Carrasquilla en el territorio actual de la localidad.

De acuerdo con el riguroso estudio de la tenencia de tierras que elaboró Juan Carrasquilla a partir de la década de los setenta, la actual localidad de Teusaquillo se halla comprendida en lo que fueron, casi que a lo largo de todo el siglo XIX, las tierras llamadas “Chapinero centro” de la familia Carbonell (que son distintas de la Hacienda de Chapinero), la Quinta La Merced, la Hacienda El Salitre y el globo de los antiguos ejidos de la ciudad. Salvo por este último globo, el área de estudio del SIC Teusaquillo se compone de partes de todas las anteriores fincas, y estas a su vez tuvieron su origen remoto en la progresiva subdivisión de las tierras de Jacinto Cuadrado de Solanilla, que se encontraban entre el río Arzobispo y la Hacienda de Chapinero, y las tierras de Juan de Alonso o de Gabriel de Limpias, al sur del río Arzobispo. Esto último se obtiene de los linderos de las “dos estancias de pan y ganado” que compró en 1598 Juan el Cacique de Guatavita: por un lado, con el río “que llaman del Arzobispo”, por el otro con la sierra (o sea los cerros orientales) y por el resto, camino de por medio, con las estancias de Alonso y de Gabriel de Limpias (Carrasquilla, 1987, p. 140). Estas tierras probablemente se les adjudicaron por merced real de la Corona Española y ello explicaría por ejemplo que “La Merced” sea el nombre de la vastísima hacienda sobre la que actualmente se halla el Sector de Interés Cultural de Teusaquillo. Veamos ahora con más detalle la tenencia de estos territorios y sus subdivisiones hasta entrado el siglo XX.

Fuente: Elaboración propia (IDPC 2020), sobre plano de Juan Carrasquilla, Biblioteca Luis Ángel Arango de Bogotá.

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Plano 2. Propiedad de la tierra a mediados del siglo XIX en el área de estudio.

Fuente: Elaboración propia (IDPC 2020), a partir de (Carrasquilla, 1989)

Plano 3. Propiedad de la tierra a comienzos del siglo XX en el área de estudio.

Fuente: Elaboración propia (IDPC 2020), a partir de (Carrasquilla, 1989)

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1.2.3.1 Chapinero Centro y La Merced Nos dice Juan Carrasquilla en Quintas y estancias de Santafé y Bogotá (1989) que el terreno que se conocería como “Chapinero centro” en el siglo XIX, ubicado entre el río Arzobispo y la Hacienda de Chapinero, perteneció en el siglo XVII al bachiller Francisco Martín Jiménez (o Ximénez), quien lo adquirió de Jacinto Cuadrado de Solanilla y fundó en él la “capellanía de Nuestro Amo de Las Nieves”. (p. 195). Por “capellanías” se conocen a un tipo de obras pías mediante las cuales una persona dejaba en su testamento una propiedad o cantidad de dinero a una orden religiosa para que, con la renta que estos produjesen, se hicieran misas por la salvación de su alma. De la lectura de Carrasquilla (1989) se infiere que previo a 1823, José Tomás Jiménez, capellán de la capellanía de Nuestro Amo, vendió a Cándido Nicolás Girón el terreno llamado “Rosales”, comprendido entre la quebrada Pardo Rubio y el río Arzobispo (área actual de los barrios Palermo y Santa Teresita). A su vez, en 1823 Girón vendió la estancia al general Rafael Urdaneta, y este a los hermanos Pedro y José María Briceño que la vendieron finalmente en 1830 a Petronila Castro. Por su parte, Castro vendió la propiedad Rosales a Andrés Corcino Rojas en 1833, quien segregó la parte comprendida entre las actuales carrera séptima y carrera trece y vendió el conjunto a Antonio Malo en 1845.

En este punto para Carrasquilla no es claro cuándo o cómo Malo adquirió el terreno comprendido entre el río Arzobispo y el camino del Salitre, el caso es que el gran globo conformado por las dos partes fue heredado a su hijo José María Blanco, quien murió asesinado por su hermano en 1859. Tras ello, La Merced fue dividida y tras varias transferencias entre sus hijos herederos la parte al norte del río Arzobispo quedó en manos de Arturo Malo y se siguió llamando La Merced, mientras que la parte sur quedó para Antonio Malo (p. 148-149) y tras su muerte se dividiría una vez más (escritura 563, Notaría 1 de 1892) para dar forma a tres fincas: Armenia, Las Mercedes y La Soledad.

En cuanto a la capellanía de Nuestro Amo, esta pasaría luego a manos de la familia Carbonell en el siglo XIX. Que para 1896 Antonio Izquierdo ya le estuviera comprando tierras a la familia Carbonell en el área de estudio ya no con un fin agrario o ganadero, sino para urbanización (el barrio Quesada) da muestras de unas nuevas lógicas de subdivisión y tenencia de tierra en inmediaciones de la cuenca del río Arzobispo a finales del siglo XIX.

• Armenia, Las Mercedes y La Soledad Imagen 11. Cédula catastral de la fracción sur de la finca Armenia (1936).

Fuente: Archivo de Bogotá. En la portada se ilustra el croquis de la finca franqueada por la calle 26, la urbanización Las Mercedes, la urbanización Equidad y la carrera 14.

Lo que se conoció como la finca Armenia fue una agrupación que logró la familia Sierra Cadavid de distintas pequeñas parcelas que se originaron tras la mortuoria de Antonio Malo en 1892 y como resultado de un acelerado proceso de compraventa luego de la construcción de la línea férrea. Así, al matrimonio del famoso terrateniente José María –Pepe- Sierra y Zoraida Cadavid le tomó al menos cinco años conformar la finca tras varias adquisiciones: •

Por remate ante el juez primero el 12 de agosto de 1902 en la sucesión de Waldina Dávila de Ponce. Por compra a Guillermo Murillo por escritura 2703, Notaría 2, de 1903. Página | 14


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Por remate ante el juez cuarto en 1904, en el juicio divisorio de José María Sierra contra Emilio, Guillermo, Carlos, Eduardo y José de Jesús Murillo (estos adquirieron en la mortuoria de Eloísa Chapul de Murillo, Jerónimo Sánchez y Julio Murillo en 1903). Por adjudicación en el juicio de sucesión de José Francisco Pereira en 1905 (este habría adquirido de la división con Nicolás Pereira y Fortunato Pereira por escritura 854, Notaría 3, de 1892). Por compra a Carolina O’Leary de Portocarrero por escritura 736, Notaría 2, de 1906 (esta adquirió por la mortuoria de Ricardo Portocarrero escritura 809, Notaría 1, de 1898).

de la primera, sus hijos Zoraida, Joaquín, Luis y Bernardo Jaramillo Sierra quienes dividieron la finca en cinco partes por escritura 2343, Notaría 4, de 1933.

Las hermanas Rosaura y María de Jesús Sierra adquirieron por herencia (escritura 315, Notaría 3, de 1931) de sus padres José María y Zoraida la finca alinderada así:

De otra parte, luego de la sucesión de Malo, otra facción que se llamó luego la Quinta de Las Mercedes, también conocida en algunas ocasiones como La Merced por provenir de esta gran quinta, fue adquirida por el comerciante Francisco Sáenz. Este la heredó luego a su esposa Ana María Londoño y a sus hijas María Teresa Sáenz de Silva y María Sáenz de Montoya por escritura 1498 de 1919, Notaría 3. Al norte de esta, la fracción de un terreno de Antonio Malo que luego se llamó La Soledad1, se traspasó por sucesión directa a su viuda, Julia Carrizosa (escritura 563 de 1892, Notaría 1), quien la poseyó hasta entrado el siglo XX.

Por el oriente, con la zona del Ferrocarril del Norte, y en una pequeña parte con terrenos de herederos de Manuel Samper; por el norte, con la zona destinada para la servidumbre de tránsito establecido a favor de las fincas “Cintra” y otras; por el occidente, con terrenos de herederos de Francisco Sáenz P., y por el sur, en parte con la calle veintiséis y en parte con zona de propiedad del municipio de Bogotá.

Imagen 12. Detalle de plano de Bogotá, (1923)

Fuente: Cuellar y Mejía, 2007. En el centro se presenta el croquis de la Quinta de Las Mercedes, llamada acá “La Merced”.

Imagen 13. Plano de la finca La Soledad de Julia Carrizosa (1936).

Este lindero descrito al norte corresponde a un pequeño camino llamado en algunos planos históricos como “camellón de Cintra”, que daba acceso a la quinta de Las Mercedes y que actualmente corresponde con la diagonal 33 bis A, mientras que “la Cintra” pudo haber sido una pequeña quinta que actualmente ocuparía, grosso modo, el terreno entre las calles 33 y 34, entre carrera trece y Avenida Caracas. Por su parte, es claro que el terreno de los herederos de Francisco Sáenz se refiere a la Quinta de Las Mercedes. Al morir María de Jesús, la finca quedó entonces en manos de Rosaura Sierra y de los descendientes

Fuente: Archivo de Bogotá.

Esta quinta pudo recibir este nombre bien por Soledad O’Leary, madre de Antonio Malo, o bien por Soledad Malo Carrizosa, hija de este. 1

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1.2.3.2 La Magdalena Imagen 14. “Plano de la Magdalena en Bogotá” (1907).

No solo el Hipódromo fue un hito urbano de importancia asociado a esta quinta; también lo fue la casa misma de La Magdalena, construcción “republicana” que inspiró a pintores como Luis Núñez Borda y que se mantuvo en pie como un acceso al Colegio del Sagrado Corazón hasta la década de los cincuenta del siglo anterior.

1.2.3.3 El Descanso Ilustración 2. Reconstrucción de la posible división de la Quinta El Descanso realizada entre 1864 y 1872.

Fuente: (Carrasquilla, 1989)

Aunque Carrasquilla no la incorpora en su cartografía, el historiador también se ocupó con detalle de indagar los distintos propietarios de la Quinta de La Magdalena. Con mucha probabilidad, esta hizo parte de la Quinta de La Merced, aunque el propietario más antiguo que se ubica es Antonio de Vergara, quien heredó a sus hijos Margarita, Pedro y Juana de Vergara. Posteriormente, la quinta pasó a manos de Petronila Castro en 1806, de José Luis Carbonell en 1833 y de Isabel Sixta, Rafael, Ricardo, y Manuel Peña en 1837. Estos la remataron a José María Portocarrero en 1874, quien la traspasó al matrimonio conformado por Honorato Espinosa y Paulina Carrasquilla en el mismo año. Al morir Espinosa, el terreno quedó en manos entonces de Paulina y de sus hijos Ana Rita y Carlos Espinosa (uno de los fundadores del Hipódromo de La Magdalena) en 1886. Tras varias sucesiones más dentro de la familia Espinosa, los últimos propietarios del terreno en cuanto quinta fueron Rosa María Ponce León viuda de Espinosa y sus hijos Honorato, Guillermo y Alberto Espinosa hasta el año de 1941 (Moreno, 2017).

Fuente: Elaboración propia (IDPC 2020), con base en información de las escrituras 1500 de 1889, Notaría 2; 1303 de 1892, Notaría 4, y Carrasquilla, (1989).

Ilustración 3. Reconstrucción de la posible división de la Quinta El Descanso realizada entre 1889 y 1891.

Imagen 15. Casa de La Magdalena sobre la carrera trece, s.f.

Fuente: Elaboración propia (IDPC 2020), con base en información de las escrituras 1500 de 1889, Notaría 2; 1303 de 1892, Notaría 4, y Carrasquilla, (1989). Fuente: Sociedad de Mejoras y Ornato. Página | 16


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Aunque es la más pequeña con respecto a sus vecinas decimonónicas y muy probablemente se haya originado de una subdivisión de la Quinta de La Merced, la revisión de la tradición de la Quinta El Descanso resulta fundamental para entender la aparición de Teusaquillo y la consolidación de la estructura de tenencia en el sector.

De acuerdo con Carrasquilla (1989), en 1864 Joaquín Piñeros vendió a Tirso Piedrahita la Quinta El Descanso que colindaba al oriente con el camino del norte (carrera séptima), al norte con el señor Manuel Peña (La Magdalena) y al occidente y sur con los herederos de José María Blanco Malo (La Merced) (p. 128). Antonio Samper compró a Piedrahita la quinta y una vez en su poder

extensión a sus dos hijas Liboria y Rosa Pérez. A Liboria en la mortuoria se le adjudicó dos terceras partes del territorio y la casa de El Recreo (es decir, la media casa). Estas dos quintas son los orígenes de la Quinta La Bearnesa y de la Quinta Teusaquillo.

• La Bearnesa Imagen 16. Plano catastral de la fracción occidental de la Quinta La Bearnesa (resaltada en amarillo) y la Quinta La Magdalena (1935).

Mejoró la casa, la aumentó y la dividió en dos casas y los potreros los mejoró y ha demarcado una división en ellos, dejando casi el todo a una de dichas casas y una pequeña parte a la otra casa, formando así dos quintas, una hacia el norte que conserva el nombre de El Descanso, y otra hacia el sur que tiene el nombre de El Recreo. (p. 127).

Se entiende entonces que El Descanso y El Recreo poseían dos casas, una casa al lado de la otra, que antiguamente habían sido una sola. La parte de El Descanso fue al parecer vendida a Zoila Pinzón de Gómez, quien heredó, entre otros, a su hijo Pablo Gómez (escritura 309, Notaría 3, de 1889). Este segregó de El Descanso la Quinta La Panacea, que quedó alinderada así: por el norte con La Magdalena, por el oriente con el “camellón de San Diego” (carrera trece) y por el sur y occidente con El Recreo y con el resto de la Quinta El Descanso. Es decir que la casa de La Panacea era la media casa de El Descanso. A su vez, se sabe que El Recreo fue vendida por Antonio Samper al escritor y Político Felipe Pérez por la escritura 1383, Notaría 2, de 1872, quien entre 1889 y 1891 debió haber adquirido el restante de la quinta El Descanso (sin la Quinta La Panacea) y la reenglobó con El Recreo ya que a su muerte en 1891 heredó lo que correspondería a toda esta

Fuente: Archivo de Bogotá.

Pablo Gómez vendió a Agustín Alba, Gerente de la compañía Tenería de Bogotá (fundada en 1886), la Quinta La Panacea por la escritura 1500, Notaría 2, de 1889. A su vez, la compañía vendió el lugar en 1889 al ciudadano francés Pierre Penen (o “Pedro Penen” como aparece en las escrituras) con el “derrame de aguas” de la quinta al oriente (o sea El Recreo) y el derecho a media paja de agua y la indemnización del municipio por un globo utilizado para el ferrocarril a Zipaquirá. Posteriormente, Penen adquirió de Liboria Pérez por escritura 1303, Notaría 4, de 1892 un terreno Página | 17


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al occidente del que compró en 1889, el cual fue fraccionado de la Quinta El Recreo. El resultado de esta operación es que para 1892 Penen conformó una quinta a la que llamó La Bearnesa (españolización del gentilicio de Béarn, provincia del suroeste de Francia), cuya casa debía ser entonces la media casa de El Descanso.

Fuente: (Posada, 1918)

Imagen 18. detalle del plano “Lotes de Antonio Izquierdo en Chapinero” (1900).

Penen murió el 6 de noviembre de 1898 y heredó en 1913 (escritura 863, Notaría 1) a su hermano Abel y a los hijos de este Ana, Pedro, María Luisa, Aristides y Bernardo Penen los terrenos de la quinta en donde tenía su casa de vivienda y la curtiembre o “Tenería Francesa” (que como vimos era originalmente la Tenería de Bogotá). La quinta en realidad eran dos lotes divididos por la línea del ferrocarril: Uno desde la carrera trece hasta donde pasa la línea del Ferrocarril del Norte, lote en que está situada una situada una casa baja de adobe y teja de barro que da sobre la mencionada carrera trece y otra casa de media agua de teja de barro que da sobre la carrilera del ferrocarril de Norte y en el cual está igualmente situada la fábrica de cueros compuesta de un edificio de ladrillo y teja metálica. El otro lote está demarcado así: por oriente, con carrilera del Ferrocarril del Norte; por el occidente, con terrenos de herederos de Francisco Sáenz P.; por el norte, con la quinta de La Magdalena y por el sur, con terrenos de Ricardo Jaramillo, Eduardo Guarín y herederos de Francisco Sáenz P., ya nombrados. Este lote tiene una casa de media agua de adobe sobre la línea del Ferrocarril. (Escritura 3409, Notaría 4, de 1934)

Fuente: Archivo de Bogotá. En el centro se ilustra la construcción de ladrillo y dos pisos en la que funcionó la Tenería de los Hermanos Penen, en la parte trasera de la Quinta La Bearnesa, y a la derecha de esta última la antigua casa de El Recreo.

• Teusaquillo Imagen 19. Reconstrucción de las posibles forma y constitución de la Quinta Teusaquillo en 1893.

Imagen 17. Publicidad de la Tenería Francesa de los Hermanos Penen (1910.

Fuente: Elaboración propia (IDPC 2020), con base en información de la escritura 936 de 1928, Notaría 3, y Carrasquilla, 1989. Página | 18


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Ricardo Jaramillo, que de acuerdo al Directorio General de Bogotá de 1893 se desempeñaba como comisionista, adquirió al sur de La Bearnesa un globo de terreno de Liboria Pérez de Gaitán “con la parte de casa o edificio construido en él […], al occidente de la carretera del norte” por escrituras 1934 de 1892 y 404 de 1893, ambas de la Notaría 2, y de Margarita Pereira por Escritura 1074, Notaría 1, de 1893. El terreno comprado a Pérez con seguridad es el restante de la Quinta El Recreo, ya sin la fracción que vendió a Penen y sin la parte que era de su hermana Rosa Pérez, mientras que el terreno de Pereira debía ser una de las varias fracciones en que se dividió La Merced tras la mortuoria de Malo O’Leary.

Nos cuenta Carrasquilla (1989) que la quinta que Jaramillo conformó así la nombró como “Teusaquillo” y que esta “es recordada, por todos los que con frecuencia viajaban en los años quinces y veintes de este siglo, por los bellísimos ojos negros de las señoritas Jaramillo cuando, como era de costumbre entonces, se asomaban por las tardes a los balcones” (p. 127). Esta casa alta de Teusaquillo que fue la residencia de la familia Jaramillo hasta bien entrado el siglo XX pudo haber sido construida sobre la carrera séptima, aunque muy probablemente se trataba mejor de la casa pareada al lado de La Bearnesa, antigua casa de El Recreo, sobre la carrera trece frente a la esquina suroccidente de la actual calle 36.

1.2.3.4 El Salitre

Fuente: Biblioteca Luis Ángel Arango.

Esta famosa hacienda fue conformada por don Sebastián de Herrera en 1821 a partir de la unión de dos grandes globos de antiguo origen ejidal: uno perteneciente a Matías de Abondano y otro de María Teresa Rivas y Pedro Rodríguez. El primero de julio de 1850, Herrera fue herido de muerte en el vientre, y el terreno de 2.200 fanegadas, al no tener Herrera descendencia, fue heredado a sus sobrinas políticas María Josefa y Teresa Escobar, hijas de Joaquín Escobar. La primera de estas compró los derechos de propiedad a la segunda y en 1876 la gran hacienda le fue heredada al hijo de María Josefa Escobar y León Vargas Calvo, el famoso terrateniente José Joaquín Vargas Escobar (más conocido como J. J. Vargas), quien falleció en la década de 1930 sin descendientes. Tras su mortuoria en 1937, todos sus bienes fueron dejados a la beneficencia. (Carrasquilla, 1989)

1.2.4 La urbanización de la periferia norte en los siglos XIX y XX Hacia finales del siglo XIX empezó a consolidarse en Bogotá un mercado de finca raíz que tuvo por principal objetivo las antiguas quintas periurbanas, pero esta vez ya no para el tradicional uso agrícola o ganadero, sino para albergar en estas viviendas con características urbanas. Imagen 21. “Lotes en Chapinero”. Ruperto Ferreira (1884).

Imagen 20. Detalle del plano “Tenencia de tierras Santafé de Bogotá y aledaños. 1900 a 1925”, de Juan Carrasquilla. Debajo de las urbanizaciones de Chapinero se muestra el gran globo de la Hacienda El Salitre.

Fuente: Archivo General de la Nación. Página | 19


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Si tomamos las cifras demográficas presentadas por Alberto Saldarriaga en Bogotá siglo XX (2000) basadas en censos poblacionales lo que se observaría es que la población bogotana fue más que duplicada en poco menos de tres décadas: de 1905 a 1928 se pasó de 100.000 habitantes a 235.421. Fenómenos como el aumento neto de la población, motivada en parte por la migración y en parte por la estabilización de las tasas de natalidad y mortandad, la creciente importancia del caserío de Chapinero como nodo poblacional y la entrada en operación de nuevos medios de transporte que trajeron, para el bogotano y la bogotana del siglo XIX, una nueva concepción de las distancias de la ciudad y del territorio en sí mismo, contribuyeron a que las áreas alrededor del caserío y entre este y la ciudad tradicional se convirtieran en interesantes laboratorios donde se elaboraron nuevas formas de tenencia de la tierra. No es casual, entonces, que hacia 1886, año de la conexión de Chapinero con Bogotá mediante el tranvía de mulas, apareciera uno de los casos pioneros de la “urbanización” en periferia: los esposos Juan Clímaco Arbeláez y Enriqueta Urdaneta parcelaron en manzanas y lotes la totalidad de su Estancia Camargo situada al norte de la iglesia de Lourdes en lo que hoy se conoce como Chapinero Norte.

No obstante, la parcelación de Camargo está lejos de parecerse al trazado de las urbanizaciones o barrios que hoy conocemos: las gigantescas manzanas con predios de hasta 6.000 metros cuadrados se tratarían mejor de una división del terreno en parcelas semirregulares con el objetivo de facilitar la compra y el posterior reenglobamiento en forma de quintas, evitando al máximo las servidumbres de acceso (Farfán, 2018). Lo interesante aquí, más que si en efecto la parcelación de Camargo se convirtió o no en 1884 en una “urbanización”, es decir, en una zona dividida en predios destinados a albergar viviendas urbanas, es el hecho de que terratenientes tradicionales que acumulaban hectáreas a largo plazo posiblemente como una forma de protección del capital ante la inestabilidad económica del siglo XIX, lograran innovar en un modelo de negocio basado en la adquisición de tierras para su inmediata parcelación y venta.

El comerciante Antonio Izquierdo fue el mejor representante de este nuevo modelo de finca raíz: su estrategia comercial tuvo tal agilidad que en julio de 1896 hizo la compra de tres globos en cuatro días, y solo un mes después estos ya es (-)

Imagen 22. “Lotes de Antonio Izquierdo en Chapinero”, 1900.

Fuente: Archivo de Bogotá. La tensión inmobiliaria hacia finales del siglo XIX sobre los territorios ubicados entre el tradicional casco urbano de Bogotá y el nuevo polo de crecimiento que fue Chapinero terminó por consolidar el negocio urbanizador en la zona.

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Imagen 23. “Plano de Chapinero”. S. Pearson & Son (1907).

Fuente: Elaboración propia (IDPC 2020), sobre plano de Cuellar y Mejía, 2007. Este plano ilustra bien la evolución del trazado urbano y las etapas de urbanización del sector de Chapinero hasta la década de 1900: en morado oscuro, el área de trazado irregular que cor

Imagen 24. “Plano de la ciudad de Bogotá”, 1911.

Fuente: Achiardi, (2019). En amarillo se demarca el área de estudio de Teusaquillo.

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Imagen 25. “Plano de estado de la ciudad”, 1923.

Fuente: Achiardi, (2019). En amarillo se demarca el área de estudio de Teusaquillo.

Imagen 26. “Plano de estado de la ciudad” (1933).

Fuente: Achiardi, (2019). En amarillo se demarca el área de estudio de Teusaquillo.

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Imagen 28. “Plano de estado de la ciudad” (1938).

Fuente: Achiardi, (2019). En amarillo se demarca el área de estudio de Teusaquillo. Imagen 27. “Plano de estado de la ciudad” (1954).

Fuente: (Achiardi, 2019). En amarillo se demarca el área de estudio de Teusaquillo.

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(-) taban de nuevo en el mercado en forma de lotes urbanos (Farfán, 2018). La figura del parcelador y vendedor de tierras cobra así con Izquierdo el aspecto de un intermediario “fugaz” entre el antiguo gran terrateniente y el demandante de tierras para vivienda.

A diferencia de los esposos Arbeláez Urdaneta y de otros parceladores anteriores, el cambio fundamental que introdujo Izquierdo fue la parcelación de las estancias en lotes ajustados propicios ya no para albergar quintas productivas, sino viviendas una al lado de la otra, y a estas parcelaciones las promocionó como “barrios” tal como se conocían las zonas de la Bogotá del siglo XIX. Estos fueron los barrios de El Mercado, Quesada y Mariscal Sucre, muy próximos a la zona de estudio de Teusaquillo. Esta división en lotes del territorio se soportó sobre dos principios definitivos: la racionalización económica y la regularización predial. La racionalización aquí no solo se refiere a la consigna de obtener la mayor ganancia gastando lo menos posible, sino también a la estandarización de los procedimientos del negocio. Para nuestro caso, Izquierdo estableció un mismo valor de venta por vara cuadrada en los lotes de sus urbanizaciones (por ejemplo, de $ 1,1 para los lotes del Mariscal Sucre) y un sistema estándar de pago por mensualidades. Así mismo, de las grandes y poco regulares manzanas y lotes del ejemplo de la Estancia Camargo, se pasó a la simetría geométrica del trazado y a la serialidad de los lotes en los planos de Murat Romero, ingeniero español que se encargó de parcelar para Izquierdo.

Finalmente, la opción que ayudó a consolidar Izquierdo de comprar pequeños lotes y pagarlos por mensualidades les permitió a comerciantes de ingresos medios e incluso ciudadanos de ingresos bajos a ser propietarios de tierras. Esto transformó no solo la figura del vendedor, sino del comprador de tierras en Bogotá, que ya no se trató más del gran terrateniente decimonónico que acumulaba tierras como forma de protección del capital. Los siguientes empresarios dedicados al oficio de la “urbanización” incorporaron bien las enseñanzas del laboratorio urbanizador de la zona norte y en

particular de Izquierdo: en primer lugar, los siguientes emprendimientos urbanizadores en la periferia bogotana, que corresponderían al sector de Ricaurte al occidente del caso tradicional en la década de 1910, emplearon igualmente un trazado de manzanas regulares a partir de usar como unidad de composición el lote de frente reducido y fondo amplio de dimensiones estandarizadas. Segundo, las nuevas urbanizaciones se aseguraron bien de promocionar sus lotes mediante medios masivos como la prensa o la radio. Tercero, estos empresarios de la tierra dirigieron la venta de lotes hacia un tipo particular de cliente como obreros, personas de ingresos medianos, empleados, familias que querían edificar su vivienda o pequeños empresarios que podían adquirir a través del pago a cuotas. Así nacieron “las urbanizaciones obreras” al sur y norte de la ciudad a finales de la década de 1910 y en la década de 1920, y los barrios “para empleados” o de clase media al noroccidente de la ciudad, entre las décadas 30 y 40. Por último, por lo general la venta de lotes se acompañó de la promesa de la pronta llegada de servicios públicos como acueducto o electricidad. (Farfán, 2018)

En nuestra área de estudio en particular, las antiguas quintas que vimos más atrás fueron parceladas una vez más para albergar 15 proyectos urbanizadores entre finales del siglo XIX y mediados del XX. En términos generales se puede concordar con Achiardi (2019, p. 24) en que: •

“El desarrollo urbano de los barrios como Teusaquillo, la Magdalena y Palermo no fue continuo, su urbanización fue desarrollada por zonas no homogéneas”.

“Las zonas occidentales del SIC de Teusaquillo fueron las últimas en urbanizarse, especialmente el barrio la Soledad”.

“En el año de 1952 aún no se terminó de consolidar el SIC de Teusaquillo, el barrio la Soledad tuvo un crecimiento tardío en contraste con otras zonas de la ciudad”.

“Los primeros sectores desarrollados fueron los bordes contiguos a las vías de comunicación”. Página | 24


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Plano 4. Urbanizaciones en el área de estudio

Fuente: elaboración propia con base en documentos del Archivo de Bogotá y Colón y Mejía, 2019.

Ilustración 4. Esquema de ocupación del área de estudio con trazado urbano, de acuerdo con protocolización de planos de urbanización y aerofotografías

Fuente: Elaboración propia (IDPC 2020), Página | 25


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1.2.4.1 Quesada Imagen 29. “Barrio Quesada”, 1904.

Fuente: Colón y Mejía (2019). En amarillo se resaltan las manzanas comprendidas dentro del área de estudio del SIC Teusaquillo.

El 20 de julio de 1896 Cecilio Antonio Izquierdo de la Torre adquirió de Luisa Carbonell, Amelia Moreno de Montoya y Federico Montoya, dos lotes en cercanías de la línea del Ferrocarril del Norte y del tranvía de Chapinero. Previamente, Izquierdo había contratado al arquitecto e ingeniero español Lorenzo Murat Romero con la siguiente indicación en su contrato:

efecto hizo con el plano del barrio Quesada. Este trazado de manzanas cuadradas obedece al Acuerdo de 15 de septiembre de 1875 “Por el cual se confiere cierta autorización al síndico municipal para contratar con los que quieran edificar nuevas manzanas”, en el cual se establece que: •

Las calles tendrán unas dimensiones de 100 metros de largo por 10 metros de ancho.

Las manzanas, en consecuencia, serán de 100 metros por 100 metros.

Por cada 15 manzanas que se erijan se dejará una plaza.

Dado que se trataba en realidad de un contrato opcional a cambio de “una indemnización por el valor del terreno de las nuevas plazas, calles y solares que tome la Municipalidad”, no sería correcto asignarle a este Acuerdo un carácter normativo rígido. En este caso vemos que Murat e Izquierdo sí hicieron el traspaso de las vías y la plaza a la ciudad y por ello se acogieron a las disposiciones urbanas del acuerdo.

1.2.4.2 La Constructora Imagen 30. “Proyecto de urbanización del Barrio La Constructora” (1923).

MURAT ROMERO medirá dichos lotes en su totalidad; los dividirá en manzanas o sea en rectángulos o cuadrados de dimensiones previamente convenidas con el señor Izquierdo, dejando entre dichas manzanas calles bien marcadas y separadas; subordinará las manzanas en solares o lotecitos propios para edificar una casa en cada uno. (Farfán, 2018, pág. 170)

Adicionalmente, Murat Romero debía elaborar un plano de parcelación y protocolizarlo en notaría para proceder a la venta de los lotes a los treinta días siguientes de recibido el terreno, lo que en

Fuente: Colón y Mejía (2019). En amarillo se resaltan las manzanas comprendidas dentro del área de estudio del SIC Teusaquillo. Página | 26


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Parte de los terrenos de la antigua finca conocida como “Chapinero Centro” de la familia Carbonell pasaron al iniciar el siglo XX a manos de Francisco Montaño, quien a su vez debió vender al comerciante Salomón Gutt en 1919, justo al occidente del barrio Quesada que se hallaba en pleno proceso de consolidación urbana. La urbanización fue promocionada en prensa en el año de 1920 y con seguridad hubo una segunda etapa ya que apareció luego un plano protocolizado en 1923 que llevaba la urbanización hasta el extremo occidente donde colindaba con la Hacienda de El Salitre, río Arzobispo de por medio.

Este último plano es firmado por el ingeniero Alberto Dupuy, seguramente el responsable del trazado en general de toda la urbanización. Al respecto, nótese que Gutt no se acogió a las manzanas cuadradas del Acuerdo de 15 de septiembre de 1875, pero sí cumplió con el Acuerdo 10 de 1902 que, entre otras cosas, les demandaba a las nuevas urbanizaciones que prolongaran las calles y carreras ya existentes, en este caso las del barrio Quesada. Lo que sí no cumple la urbanización de Gutt es el Acuerdo 6 de 1914 que establece unas “fajas urbanizables” fuera de las cuales no se podrían aprobar planos urbanos. La Constructora quedaba para la época fuera de estas fajas, pero que el plano de parcelación tuviera el visto bueno de la Dirección de Obras Públicas Municipales no es más que una muestra de la tradición del Distrito en el siglo XX de contradecirse a sí mismo. La Constructora luego fue renombrado como barrio Alfonso López.

1.2.4.3 Santa Teresita Imagen 31. Detalle del plano “Bogotá Futuro” en el área de Santa Teresita (1923).

Imagen 32. “Urbanización de Santa Teresita”, s.f.

Fuente: (Colón & Mejía, 2019)

La Quinta La Merced al llegar al siglo XX pertenecía a las dos herederas de Arturo Malo: Isabel Malo de Nieto y Beatriz Malo de Brigard. La parte de Isabel Malo fue aportada en el año de 1926 a la Sociedad Dávila, Holguín y Liévano para su urbanización. El loteo del terreno y trazado de calles seguirían los lineamientos del plano de Bogotá Futuro, diseñado por el ingeniero Enrique Uribe Ramírez y pre-adoptado para la ciudad con el Acuerdo 74 de 1925: este proyecto pionero de planeación urbana a escala metropolitana proponía un completo sistema de “plazas comerciales”, “plazas artísticas” y plazas de mercado interconectadas por una red de diagonales o “boulevares”, con una clara inspiración del proyecto parisino del Barón de

Fuente: (Cuellar & Mejía, 2007) Página | 27


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Haussmann. Este modelo de ciudad es el origen del parque en la calle 42 con Avenida Caracas, y de la diagonal 45d que se desprende del parque hacia el norte.

Esta urbanización fue uno de los primeros barrios en ofrecer a sus compradores red de acueducto, colectores de alcantarillado, pavimentación de vías y provisión de energía, en consonancia con su promoción como modelo de las nuevas “urbanizaciones sanitarias” y modernas de Bogotá. No obstante, estas obras fueron un procedimiento barato para los urbanizadores. Así lo señalan Colón y Mejía (2019):

La urbanización inicialmente se denominó La Merced, pero cambió a Santa Teresita luego de que los padres carmelitas iniciaran la construcción del convento y la iglesia en el año 1928 (Achiardi, 2019).

Imagen 34. Publicidad de las “urbanizaciones sanitarias” en Bogotá (1931).

[En 1926] la sociedad hipotecó una parte del predio al Banco Hipotecario de Colombia con el propósito probablemente de disponer de los recursos necesarios para las obras de urbanización. En 1929 la sociedad adquirió otro préstamo de Henry H. Beaudoin por 50.000 dólares y se comprometió a pagarle renta vitalicia de 7.500 dólares anuales, para lo cual hipotecó dos manzanas del barrio. La compañía debía hacer los pagos en Nueva York o Montreal. Beaudoin tenía en el momento del contrato 54 años y 4 meses y gozaba de buena salud. (p. 202)

Fuente: (Ospinas & Cía, 2009)

Imagen 33. Cuenca del río del Arzobispo, al fondo la iglesia de Santa Teresita (1950).

Fuente: Archivo de Bogotá.

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1.2.4.4 Teusaquillo y Las Mercedes Imagen 35. Detalle del plano “Bogotá Futuro” en el área de Santa Teresita (1923).

cuadradas de su quinta y Jaramillo 125.105 varas cuadradas de la suya, que correspondían estas últimas a toda la zona al occidente de la línea férrea (es decir que excluyó el terreno de la casa de Teusaquillo) más una pequeña parte que compró en 1919.

Imagen 37. Detalle del plano “Bogotá Futuro” en el área de Santa Teresita (1923).

Fuente: (Cuellar & Mejía, 2007)

Imagen 36. “Urbanización y construcciones de Bogotá” (Teusaquillo), 1932.

Fuente: (Cuellar & Mejía, 2007)

Imagen 38. “Urbanización de Las Mercedes”, 1931.

Fuente: Archivo de Bogotá.

Lo que actualmente conocemos como el barrio Teusaquillo se compone principalmente de dos emprendimientos urbanizadores distintos que son los de Teusaquillo y Las Mercedes. El primero de ellos inició su desarrollo cuando Ana María Londoño de Sáenz, poseedora de la Quinta Las Mercedes, se asoció con Ricardo Jaramillo, poseedor de la Quinta Teusaquillo, para conformar la Compañía Urbanizaciones y Construcciones de Bogotá, constituida por escritura 936 de 1928. Para esta sociedad Londoño aportó 160.000 varas

Fuente: Archivo de Bogotá.

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En paralelo, en 1930, Londoño de Sáenz y sus hijas María Teresa Sáenz de Silva y María Sáenz de Montoya conformaron la Sociedad Urbanizadora Las Mercedes que tenía por objetivo la urbanización del resto de la quinta del mismo nombre, para lo cual Julio Montoya Balén, esposo de María Sáenz, se encargó de todo el negocio inmobiliario (por ello Montoya Balén aparece en otros estudios como el directo responsable de la urbanización, pero esto no es del todo cierto). Aunque algunas fuentes refieren que la urbanización de estas fincas pudo comenzar a finales de la década de 1920, los planos de cesión de vías de Las Mercedes y Teusaquillo fueron protocolizados en 1932, el primero elaborado por Belisario Arjona y el segundo por Emilio Sáenz, ambos ajustándose al plano de trazado de Bogotá Futuro de Enrique Uribe Ramírez que se hallaba en vigencia en el momento. De acuerdo a las convenciones del plano de Bogotá Futuro, la manzana del actual parque de Teusaquillo estaba destinada originalmente para plaza de mercado. También debe resaltarse que la urbanización Teusaquillo continuaba al otro lado de la Avenida Caracas entre las calles 33 A y 34, una zona que no está comprendida en el área de estudio.

Imagen 40. Publicidad de Teusaquillo (B), ca. (1932).

Fuente: (Ospinas & Cía, 2009)

1.2.4.5 La Magdalena y Nueva Urbanización de La Magdalena Imagen 41. Detalle de plano de Bogotá, (1933).

Resulta curiosa en el plano de Arjona la segunda diagonal que se desprende del parque principal y que no hace parte del diseño de Uribe Ramírez. Esta segunda diagonal corresponde a la zanja de la quebrada Choachí, marca del territorio ignorada (con otras de mayor tamaño e importancia como el río Arzobispo) en el diseño del plano de Bogotá Futuro. Imagen 39. Publicidad de Teusaquillo (A), ca. (1932).

Fuente: (Cuellar & Mejía, 2007)

Actualmente el barrio de La Magdalena está compuesto principalmente por dos operaciones urbanizadoras distintas: La Urbanización de La Magdalena y la que se llamó luego como la Nueva Urbanización de La Magdalena. La señora Rosa María Ponce de León y sus hijos Honorato, Guillermo y Alberto Espinosa conformaron en 1933 la Sociedad Urbanizaciones de La Magdalena, Espinosa Ponce de León & Compañía con el objetivo de parcelar y vender por lotes urbanos su Fuente: (Ospinas & Cía, 2009) Página | 30


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Quinta de La Magdalena. La primera parte en ser vendida fue la parte de la quinta que quedaba entre la carrera trece y la proyectada Avenida Caracas; mientras que de acuerdo con Moreno (2017), la zona al occidente de esta avenida inició su urbanización tras aprobarse el 25 de mayo de 1934.

Imagen 42. Reclamo de avalúo de la Cía. Urbanizadora La Magdalena, (1935).

plenamente en 1934. La urbanización en efecto acogió el trazado propuesto entre la Avenida Caracas y la carrera 17, y entre las calles 39 y el río Arzobispo, quedando para una segunda fase la urbanización al occidente de esta. Al respecto, es bien diciente la comunicación que la sociedad urbanizadora remitió a la Oficina de Catastro en 1935 en la cual se quejaba del alto avalúo impuesto al lote al occidente de la carrera 17, ya que este para la fecha aún no había sido desarrollado: “No tiene servicios de ninguna especie, ni plan aprobado por el municipio para su urbanización, ni cesión de calles; es simplemente un predio tan rural como puede considerarse la vecina y colindante finca de La Soledad”. El avalúo pasó de $122.000 a $91.500.

Finalmente, el lote al sur de la calle 39 se urbanizó con plano protocolizado en 1941 y se le llamó, para diferenciarlas de las anteriores fases, “Nueva Urbanización de La Magdalena”.

Imagen 43. “Urbanización La Magdalena”, (1941).

Fuente: Archivo de Bogotá.

No obstante, es evidente que el trazado de la urbanización estaba ya determinado en 1933, pues aparece ilustrado en el plano de este año de Bogotá. Esta fecha es de relevancia porque fue la de la creación del Departamento de Urbanismo de Bogotá, lo que explicaría que este plano ya no siguió las directrices de Bogotá Futuro; sin embargo, tampoco sería un diseño de Karl Brunner pues su contrato con el Departamento se aprobó en diciembre de este año, para iniciar funciones

Fuente: (Colón & Mejía, 2019)

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1.2.4.6 Palermo Imagen 44. Publicidad de la Urbanización Palermo.

Fuente: El Tiempo, julio 7 de 1934.

Imagen 45. “Urbanización de Palermo”, s.f.

En 1934 el restante de la Quinta La Merced fue aportado por Beatriz Malo de Brigard y su esposo Arturo de Brigard a la Sociedad Urbanizadora Palermo S.A, a la cual también entró la empresa Tulio Ospina y Cía. representada por Mariano Ospina Pérez. El total del capital de la sociedad era de 10.000 acciones, 8.000 en propiedad de la familia Brigard Malo, y él área del terreno era aproximadamente de 27 hectáreas (Colón y Mejía, 2019).

Esta fue quizás la primera urbanización en la que intervino directamente el urbanista austriaco Karl Brunner como director del Departamento de Urbanismo de Bogotá. Con la fundación de este Departamento y la llegada de Brunner a la ciudad, el proyecto de Bogotá Futuro y sus “urbanizaciones higiénicas” quedarían completamente superados para ser reemplazados por un nuevo urbanismo que tendría sus bases en los movimientos de la City Garden y City Beautiful (tema en el que se profundizará en el siguiente capítulo). De esta forma, por el Acuerdo 48 de 1934 el Distrito privilegió la planeación urbana por “sectores parciales” para los cuales estableció directrices diferenciales (antecedente directo de los “planes parciales”), en vez de un solo y único gran plano homogenizante de la ciudad. Así por ejemplo, en palabas del mismo Brunner, “El trazado del Barrio Palermo obedeció al deseo de darle su estructura propia y característica y de independizarlo de los sectores adyacentes al norte y sur, de categoría distinta” (citado en Colón y Mejía, 2019).

Hacia 1938, la firma Ospina permitió a la municipalidad que en la zona al occidente de la transversal 17, que no había sido urbanizada aún, se llevara a cabo la Exposición Nacional del IV Centenario de Bogotá. En tres meses de trabajo intenso se levantaron los pabellones de las más importantes empresas colombianas, para una exposición monumental que solo duró 23 días y de la cual no quedó ninguna huella física (Rodríguez, 2005). Posteriormente, la urbanización de este sector se dio a inicios de los años cuarenta. Fuente: Archivo IDPC (2020). Página | 32


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Imagen 46. Portada de la revista Cromos de agosto 20 de 1938 en la que se ve los jardines y pabellones en lo que actualmente es la zona occidental del barrio Palermo.

Tras la muerte de Abel Penen, propietario de la Quinta La Bearnesa y de la Tenería Francesa, sus cinco hijos herederos decidieron dividir en 1931 el terreno para generar cinco segmentos de manzana que se repartirían entre Ana, Pedro, María Luisa, Aristides y Bernardo Penen. Para ello, el ingeniero Joaquín Martínez elaboró un plano de parcelación en 1931; sin embargo, la mortuoria de Abel Penen y la división del terreno solo se hicieron efectiva en 1934 (escritura 68, Notaría 4), por lo que el plano de 1931 debió ser modificado para ajustarse a las nuevas disposiciones del Departamento de Urbanismo. En la escritura 2640 de 1934, Notaría 4, que trata sobre la sesión de vías se señala que el nuevo plano fue “levantado por el profesor Brunner”. Aunque en el plano, la carrera 13 A cruzaba justo por encima del tradicional edificio de ladrillo y dos plantas de la Tenería Francesa, esta sobrevivió varios años más en la década del 30 de acuerdo con aerofotografías.

1.2.4.8 Teusaquillo sur y Armenia Fuente: revista Cromos.

1.2.4.7 La Bearnesa

Imagen 48. “Plano del Loteo en la Urbanización de la Continuación Sur De Teusaquillo”, (1935).

Imagen 47. “Proyecto de urbanización ‘La Bearnesa’”, (1934).

Fuente: Archivo General de la Nación.

Fuente: Archivo General de La Nación.

El barrio Armenia que conocemos hoy en día se compone de dos urbanizaciones distintas sobre los lotes que alguna vez conformaron la finca del mismo nombre. Esta finca que perteneció al terrateniente Pepe Sierra y a su esposa Zoraida Página | 33


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Cadavid se encontraba hacia la década de 1930 en propiedad de su hija Rosaura Sierra y de los sobrinos de esta, Zoraida, Joaquín, Luis y Bernardo Jaramillo Sierra. La finca fue dividida en dos partes por escritura 2343 de 1933, Notaría 4: una al norte de mayor tamaño para los hermanos Jaramillo Sierra, y una al sur de menor tamaño, pero de mejor ubicación para la tía Rosaura Sierra.

Los terrenos de los hermanos Jaramillo Sierra fueron vendidos por Luis Jaramillo a la Compañía Urbanizadora Equidad en 1934, compañía en la cual este participaba junto con Eduardo Gutiérrez. La urbanización producto de la compañía se conoció como “Continuación Sur de Teusaquillo” o Teusaquillo Sur, la cual hizo cesión de sus vías al municipio en 1934 y se protocolizó su plano de parcelación por escritura 1120, Notaría 2, de 1935. De su parte, en 1940 Rosaura Sierra se asoció con la firma de Tulio Ospina y Cía. para llevar a cabo la urbanización de su fracción a la que dejó el nombre de “Armenia” (Colón y Mejía, 2017). Ambas urbanizaciones siguen, con algunas variaciones, el plano del “Proyecto de transformación de la parte central de Bogotá” elaborado por Brunner en 1934 (Ospinas, 2009).

Imagen 49. Publicidad de Armenia, S.F.

Fuente: Ospinas & Cía., 2009.

1.2.4.9 Prolongación de La Magdalena y La Soledad Imagen 50. Detalle del plano “Propiedad de la señora Julia C. de Malo”.

Fuente: Archivo de Bogotá.

De acuerdo con Colón y Mejía (2019), Julia Carrizosa de Malo murió en París en 1941 y un año después lo haría también su hija Soledad Malo de Carrizosa, dejando sin herederos directos la gran extensión de la Quinta La Soledad. Se realizó entonces un juicio de sucesión entre sus primos en el que, a través del remate del 16 de octubre de 1942, corrido en el Juzgado 8, Alberto Baptiste adquirió una pequeña parte de la sucesión que al parecer desenglobó en manzanas bajo la figura de la Urbanizadora Bogotá Limitada. Esta urbanización de seis manzanas recibió el nombre de Prolongación de La Magdalena.

Otros dos herederos de la sucesión traspasaron sus derechos a la Universidad Javeriana, otros dos más a la Sociedad Urbanización Central La Soledad Ltda., y nueve herederos traspasaron su parte a la Compañía Urbanizadora de La Soledad, de la cual formaba parte la firma Ospinas y Cía. Finalmente, el plano de la Urbanización La Soledad fue elaborado por Hernando Espinosa, ingeniero que trabajó con Karl Brunner en el Departamento de Urbanismo, y protocolizado en 1945 por la escritura 5399 de la Notaría 4. Página | 34


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Imagen 51. “Urbanización de La Soledad”.

Fuente: Colón y Mejía, 2019.

Imagen 52. Carta de la Urbanizadora La Soledad S.A. a la Oficina de Catastro Municipal de Bogotá, (1945).

Fuente: Archivo de Bogotá.

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1.3 Segundo Capítulo: Diálogo morfología - tipología _____________________________________________

Los campos verdes que en el siglo XIX pertenecieron a las quintas y estancias muy próximas a Bogotá, hacia comienzos del siglo XX fueron transformados por un naciente negocio de la urbanización que llegó a conformar lo que es hoy la actual área de estudio de Teusaquillo. Pero la ciudad que conocemos no llegaría automáticamente con el solo hecho de lotear las tierras; haría falta que estas retículas demarcadas sobre explanadas aún percibidas como lejanas de Bogotá se llenaran de edificaciones y conformaran así los nuevos sectores capitalinos. Este proceso, desde la puesta en venta de los lotes de las urbanizaciones hasta su ocupación completa, tomó varios años e incluso décadas. Sucedió también que amplias zonas iniciaron su urbanización con una determinada idea de ciudad y terminaron con otra, o presentaron en sus primeros momentos unas ciertas formas de hacer arquitectura para terminar con otras muy distintas.

En términos generales, podemos decir que el proceso de consolidación urbana de las primeras expansiones de Bogotá fuera de su núcleo histórico, lo que incluye al área de estudio de Teusaquillo, pasó por dos grandes momentos: un primer momento dominado por unos empresarios de la finca raíz a los que se les llamó “urbanizadores” y que tenían como modelo de negocio comprar grandes extensiones de tierra “rural” para devolverla al mercado como tierra “urbana”, cobrando hasta cinco veces más su valor original por metro cuadrado y obedeciendo en mayor o menor medida una normativa urbana que, en todo caso, a veces resultaba confusa e (-)

(-) ineficiente para regular armónicamente el territorio. A estos es a los que se hace referencia en la siguiente opinión publicada en una revista capitalina a comienzos de los años cuarenta:

A ningún “urbanizador” –por si tal nombre se les pudiera dar a aquellos comerciantesse le ha ocurrido planear técnicamente la lotificación de las manzanas, ni la distribución científica de las calles; por aprovechamiento comercial se entendía dibujar las calles lo más estrechas posible, con el fin de reservarse o poder disponer para la venta la mayor cantidad de tierra o varas cuadradas. Alcantarillados, servicios de acueducto, pavimentos, andenes, etc.; no había ni para qué mencionarlos o pensar en ellos; ese gasto y esas obras los debían hacer los compradores de los lotes o el municipio, pero allá dentro de muchos años, cuando el “urbanizador” hubiera vendido todos sus lotes. (Ospinas & Cía, 2009)

Luego de este hay un segundo momento en el que se inauguró en Bogotá con el proyecto de Bogotá Futuro un “urbanismo científico” que buscó principalmente, por un lado, regular el crecimiento de Bogotá con un trazado preestablecido e “higiénico” y, por el otro, conectar las recientes urbanizaciones que se hallaban relativamente desperdigadas mediante un proyecto general de ciudad. Luego de Bogotá Futuro, se fundó en 1933 el Departamento de Urbanismo de Bogotá que Página | 36


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buscó concretar en Bogotá, y en particular en el área de estudio, un concepto de ciudad que se conoció como Ciudad Jardín a través de maniobrar principalmente con dos elementos: una morfología urbana y una tipología constructiva.

En esta tarea asumida por el Departamento fue fundamental crear regulaciones no únicamente para el trazado de calles, lo cual era solo una parte de la tarea, sino para los predios al interior de las manzanas y para sus construcciones; pero tales construcciones iban a tener unas propias dinámicas que a veces escapaban de la órbita municipal. Estas arquitecturas respondieron a unas necesidades que no solo fueron funcionales: debían ser confortables, pero además ser “modernas”, “elegantes”, obedecer a unos modelos estéticos propios de su época y también a unas posiciones sociales… o a la aspiración de estas. Así, la conjugación del trazado urbano con unas arquitecturas transformó estas simples “urbanizaciones” en lo que hoy conocemos como “barrios” y, finalmente, ayudaron a consolidar los valores patrimoniales materiales del área de estudio de Teusaquillo.

1.3.1 De Bogotá Futuro a la Ciudad Jardín.

Lorenzo Murat Romero con base en el Acuerdo 15 de 1875, el cual establecía las condiciones que debían cumplir los urbanizadores que quisieran ceder las vías de sus urbanizaciones al municipio a cambio de un pago, pero en sí no había nada que los obligara a ceder sus vías y de hecho llegado el siglo XX hubo barrios, ahora en el centro de Bogotá, cuyas calles fueron de propiedad privada durante largo tiempo. Entonces este acuerdo no tenía un carácter normativo rígido ni general para la ciudad.

Por su parte, el barrio La Constructora obedeció al Acuerdo 10 de 1902, que determinaba que toda nueva urbanización debía prolongar las calles preexistentes de los barrios aledaños consolidados, lo cual nos hace entender que el municipio concebía las nuevas urbanizaciones como meras expansiones del trazado urbano. Es notable también que mientras esta urbanización cumplía el Acuerdo 10 de 1902, por otro lado, infringía el Acuerdo 6 de 1914 al estar fuera de “las fajas urbanizables” que este establecía, pero lo cierto es que Salomón Gutt, propietario del proyecto, obtuvo el permiso requerido para adelantar la urbanización y el negocio inmobiliario, lo que es muestra de la falta a veces de coherencia que tuvo el municipio en su accionar.

1.3.1.1 Bogotá Futuro en Teusaquillo En el capítulo anterior se observó cómo se adelantó el proceso de ocupación de la actual área de estudio con trazado urbano por distintos emprendimientos comerciales, y cómo estos trazados a su manera respondieron a unas determinadas normativas de su momento sobre la expansión urbana. De acuerdo a lo visto, fue el barrio Quesada, en el extremo norte del área de estudio, el primero en ser trazado en 1896, seguido del barrio La Constructora o Alfonso López en 1920. El trazado del primero de estos fue elaborado por el ingeniero y arquitecto español Página | 37


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Plano 5. Áreas de diseño de acuerdo con la normativa: en rosado las urbanizaciones diseñadas siguiendo el Acuerdo 74 de 1925 que adoptaba el proyecto Bogotá Futuro. Esta marca principalmente los barrios de Santa Teresita y Teusaquillo. En amarillo, las áreas diseñadas diseñadas siguiendo las regulaciones del Departamento de Urbanismo de Bogotá a partir del Acuerdo 48 de 1934. Estas marcan principalmente los barrios de Palermo, parte de La Magdalena, La Soledad y Armenia. En azul, las áreas planeadas bajo otro tipo de normativa anteriores al Acuerdo 48 de 1934. Estas marcan principalmente los barrios Quesada, Alfonso López y La Magdalena.

Fuente: Elaboración propia IDPC (2020).

Luego de estas primeras normas, de carácter parcial y no obligatorio, en la década de 1920 el proyecto de Bogotá Futuro fue la primera iniciativa de planeación urbana con un impacto real en la ciudad y en particular Teusaquillo. La propuesta de elaboración de un plano de crecimiento para Bogotá que obedeciera a unos postulados modernos, higienistas, cientificistas y estéticos fue formulada en 1917 por el ingeniero Ricardo Olano, quien fue uno de los primeros promotores del movimiento del city planning en Colombia. En 1910 Olano diseñó el plano Medellín Futuro y, tras este, impulsó el debate de la planeación en el país en -

varias revistas y congresos, así como también promovió un proyecto de ley para que todos los distritos municipales diseñaran un plano urbano futuro con una proyección de cincuenta años (Alba, 2013, pág. 185). Como resultado, en 1920 se aprobó la Ordenanza 22 de 1920 que dispuso el diseño del plano Bogotá Futuro por el entonces Jefe de Obras Públicas de Cundinamarca, el ingeniero Enrique Uribe Ramírez. Aunque el plano estuvo listo para el año de 1923, tras múltiples debates este solo fue aprobado para Bogotá mediante el Acuerdo 74 de 1925. Página | 38


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Bogotá Futuro fue, entonces, una estrategia que buscó dar solución a los problemas de la Bogotá de comienzos del veinte como crecimiento desorganizado, densidad y hacinamiento en el casco urbano consolidado, falta de espacios públicos, falta de las plazas de mercados y otros equipamientos, etc. Para ello, el proyecto combinaba elementos del urbanismo “higienista” como avenidas amplias, ventiladas y arborizadas; zonas verdes, parques y plazoletas abiertas. Formalmente, el proyecto tenía una notable semejanza con el urbanismo francés y su sistema de bulevares hausmanianos, y tal vez por ello en estudios contemporáneos se le tilda más de “romántico” o “idealista” que “funcional”, pero lo cierto es que sí hubo unos principios técnicos que guiaron la formulación y por ello el plano es una de las primeras manifestaciones del “urbanismo científico” en Bogotá:

La anchura de las calles resultaba del cálculo entre el tamaño y la cantidad de vehículos. Algunas lecturas de orden cualitativo también fueron realizadas, pero siempre en relación a las conclusiones del análisis cualitativo. Así pues, la higiene y la comodidad de otras ciudades constituían para Uribe Ramírez beneficios resultantes de una proporción entre los espacios libres y construidos en la cual las zonas verdes o libres constituían más de 24 o 26% de la superficie urbana. Por lo cual, la propuesta de Bogotá Futuro establecía 35% de espacios libres con el fin de garantizar una ciudad agradable y salubre. Higiene y salubridad se convertían entonces en conceptos cuantificables, medibles y comparables y que resultaban de proporciones y cálculos matemáticos. (Arango, 2016, pág. 186)

2

En negro se resalta la zona que correspondería a la actual área de estudio del PU Teusaquillo y en azul la grilla propuesta por el proyecto que corresponde grosso modo al trazado existente hoy en día. El plano marca en rojo las zonas

Imagen 53. Plano Bogotá Futuro, ca. (1925).

Fuente: (Cuellar & Mejía, 2007)

Imagen 54. Detalle del plano Bogotá Futuro, ca. (1925).

Fuente: Elaboración propia IDPC (2020), sobre plano de Cuellar y Mejía, 2007.2

que ya estaban en proceso de urbanización: los barrios La Constructora, Santa Teresita y Sáenz. Página | 39


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El trazado urbano de Bogotá Futuro era en esencia una cuadrícula homogénea que era atravesada por un sistema de vías diagonales, que en el punto donde se encontraban formaban un conjunto de plazas el cual debía tener un remate visual “monumental”:

La calle ideal en el concepto artístico, debe formar un conjunto cerrado. El cuadro será más perfecto entre más limitadas sean las impresiones que reciba el espectador. Un lugar o espacio donde la visual no se pierda el infinito produce la más agradable sensación. Según esto, las calles no deben tener una longitud demasiado grande, ni ser absolutamente regulares: las vías sinuosas de la antigüedad, cerrando sin cesar la perspectiva, presentaban a cada instante al ojo del espectador un cuadro nuevo. (…) Los romanos construían calles rectas de efectos grandiosos; su perfección dependía de las buenas proporciones entre su longitud y anchura y en su terminación monumental. Si la línea ondulada es más pintoresca, la línea recta es más monumental. Lo conveniente es guardar el término medio.” (Uribe Ramírez, 1924, citado en Sánchez, 2017, p. 205).

El resultado de este trazado era una serie de manzanas principalmente rectangulares y cuadradas de entre 50x50 y 100x100 metros. Por su parte, los lotes que componían tales manzanas podían variar entre los 10x20 y los 25x50 metros dependiendo si eran construcciones “de primera”, “segunda”, “tercera” o “cuarta clase” (Arango, 2016). Como se reseñó en el primer capítulo, las urbanizaciones de Santa Teresita, Teusaquillo y Las Mercedes debieron adoptar la normativa de Bogotá Futuro para la aprobación de sus planos por parte de la municipalidad, y por ello su trazado corresponde con algunas variaciones a la grilla propuesta para la zona por Uribe Ramírez en 1923. Sin embargo, el loteo interno de las manzanas sí se diferenció completamente del sugerido en el proyecto: en Santa Teresita, por ejemplo, encontramos predios de entre 7 y 10 metros de frente por 17 metros de fondo; mientras en

Teusaquillo hay predios de entre 12 y 15 metros de frente con hasta 36 metros de profundidad. Llama la atención que en ambas urbanizaciones los distintos tamaños de lote puedan encontrarse en una misma manzana –como en Bogotá Futuroaun sacrificando la regularidad simétrica –lo que era un leitmotiv en Bogotá Futuro-.

Ilustración 5. Esquemas de loteo de manzanas propuesto por Enrique Uribe Ramírez para el plan Bogotá Futuro.

Fuente: (Arango, 2016)

Ilustración 6. Esquemas de loteo de manzanas: izquierda, manzana de Teusaquillo (Mz. 007104009). derecha, manzana de Santa Teresita (Mz. 007102016).

Fuente: Elaboración propia IDPC (2020), a partir de información IDECA.

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Por otro lado, el diseño morfológico de Bogotá Futuro no fue acompañado de unas disposiciones tipológicas o constructivas, dejando el tema a la libre decisión de los propietarios de predios. De hecho, es muy diciente que el Acuerdo 223 de 1930 iniciara reconociendo “Que por falta de una reglamentación adecuada de los Acuerdos municipales sobre construcciones, no es posible el estudio de las condiciones técnicas e higiénicas de los proyectos que se presentan a la Secretaría de Obras públicas sobre edificaciones” (Departamento Municipal, 1935, p. 24). Luego de esto, el acuerdo dispone una serie de reglamentaciones encaminadas principalmente a asegurar el higienismo de las nuevas edificaciones, antes que su estética o su armonización con un proyecto colectivo de ciudad.

1.3.1.2 Aplicando la Ciudad Jardín en Teusaquillo Tras los diversos debates e impedimentos de diversas índoles para la aplicación de Bogotá Futuro, el Concejo de Bogotá en 1933 determinó lo siguiente:

El proyecto de dotar a Bogotá de un plano de la ciudad futura ha sido contemplado por varias administraciones anteriores, para lo cual se ha consultado con expertos norteamericanos. Sin embargo, esta Administración considera que la solución no está en la adquisición de un plano que pretenda fijar invariablemente hasta en sus menores detalles el crecimiento de la ciudad futura, y que sería abandonado muy seguramente a medida que se fueran presentando casos concretos de nuevas urbanizaciones donde los intereses de los propietarios no habrían sido consultados para ser armonizados con los de la ciudad. (Arango, 2016, p. 189)

Esta determinación municipal de abandonar el plano de Uribe Ramírez coincide en el mismo año con la citación en el Registro Municipal de Bogotá

de un artículo del español Luis Antonio Bolín sobre la ciudad jardín de Welwyn, Inglaterra, diseñada por el urbanista Ebenezer Howard (Ospinas, 2009, p. 72). Esto significa que para la época ya estaban en discusión en Bogotá las ideas de la garden city: con este nombre se denominaba a un movimiento urbanístico surgido en Europa en los últimos años del siglo XIX como respuesta a las ciudades insalubres de la ciudad industrial. Howard, su principal teórico, abogaba por la creación de ciudades satélites principalmente habitacionales donde residirían los trabajadores, poco densas, sin aglomeración de tráfico, con extensas áreas verdes, con vías exclusivamente peatonales (sin vehículos), no necesariamente rectilíneas para obtener mejores visuales y con un sistema vial adaptado especialmente a la topografía del lugar. Una muestra de esa primera influencia en Bogotá es justamente el trazado del barrio La Magdalena, incorporado en el plano de Bogotá de 1933. Solo una parte del barrio se desarrolló tal cual aparece planteado allí, pero lo cierto es que este trazado ya evidencia una superación del plan Bogotá Futuro (con la incorporación, por ejemplo, del río Arzobispo en la traza por medio de una avenida paralela).

Imagen 55. Plano de la población de Kagran-Freihof en Viena, (1924). En este ejemplo presentado por Brunner el diseño se articula a partir de una plazoleta central a la que dan unas vías pensadas para un flujo que no es rápido ni continuo.

Fuente: (Brunner, 1939-1940) Página | 41


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Imagen 56. Aerofotografía del parque Santos Chocano o de Mamatoco, (1947). Del primer trazado para el barrio La Magdalena se desarrolló efectivamente la parte oriental alrededor del parque con forma triangular que, al igual que en Kagran-Freihof, buscaba dar forma a un nucleo vecinal íntimo.

Fuente: IGAC, vuelo B-41.

También en 1933, por el Acuerdo 28 del 11 de agosto, se creó el Departamento de Urbanismo de Bogotá como parte de la Secretaría de Obras Públicas y se facultó en este mismo “al señor Alcalde para contratar los servicios de un técnico urbanista europeo que haya proyectado el plano de algunas ciudades suramericanas de más de trescientos mil habitantes”. Ese “técnico urbanista europeo” no era otro que el austriaco Karl H. Brunner, cuyo contrato como director del Departamento se aprobó mediante acuerdo fechado el 7 de diciembre de ese año. En febrero ya se le encontraba formulando medidas de ordenamiento para la ciudad como el Acuerdo 2 de 1934 que determinaba que a más tardar el 28 de febrero del mismo año el Departamento de Urbanismo de la Secretaría de Obras Públicas debía presentar ante esta última un plano delimitando el perímetro urbanizable y unas “zonas de urbanizaciones modernas”. Esta redelimitación del perímetro urbanizable que reemplazaría al de Bogotá Futuro solo se daría hasta 1940 con el Acuerdo 15 de este año con una posterior

zonificación por el acuerdo 21 de 1944, pero estos acuerdos no eran en sí mismo un plan regulador de la expansión de la ciudad como lo pretendió ser Bogotá Futuro. En realidad, la próxima ocasión en que se adoptó un plan de desarrollo urbano para Bogotá fue a través del Decreto 185 de 1951 que hizo lo respectivo con el “Plan Piloto” de Le Corbusier.

Pero el límite urbano de Bogotá no era el principal reto que debía asumir el Departamento de Urbanismo, sino la regulación de unas urbanizaciones dispersas y poco conectadas con el centro tradicional de la ciudad, más los antiguos problemas que en su momento buscó responder Bogotá Futuro como la falta de áreas verdes y de barrios salubres para la población. Brunner en sus años vieneses se había formado en los movimientos de garden city, cuyos postulados aplicó en el diseño de trazados para ciudades jardines autónomas pero conectadas a ciudades industriales en Austria. En Latinoamérica previamente había trabajado en Chile donde adelantó también grandes intervenciones urbanas en el centro de Santiago bajo los postulados de la city-beautiful, pero en Bogotá su trabajo se centró en la ocupación de los grandes vacíos urbanos resultado del crecimiento “por parches” de las urbanizaciones de la época y en la regulación de las urbanizaciones en desarrollo. Es decir que, a diferencia del origen teórico de la ciudad jardín que promovía asentamientos urbanos diseñados desde cero en áreas básicamente hasta entonces rurales y que tenían un sistema vial diseñado específicamente con este fin, Brunner tenía que “asegurar a los modernos barrios residenciales su carácter de ciudad-jardín deseado por todos” (Departamento Municipal, 1935, p. 28) a partir de legislar sobre un trazado que para una gruesa parte del área de estudio era preexistente, que había sido diseñado siguiendo una idea de ciudad que no era la misma y que además debía articularse con otras urbanizaciones que tenían unas características distintas. Así, en el proceso de consolidación de la actual área urbana de Teusaquillo, Brunner tuvo que tomar determinaciones tanto morfológicas para ocupar estos vacíos urbanos, como tipológicas para homogenizar las urbanizaciones existentes. Página | 42


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Como se vio más atrás, para cuando Brunner asume la dirección del Departamento de Urbanismo, ya se encontraban en pleno desarrollo en el área de estudio las urbanizaciones de Santa Teresita, Teusaquillo, Las Mercedes y en proceso de protocolización de plano el de La Magdalena. En los vacíos urbanos que quedaron entre estas urbanizaciones Brunner promovió el diseño de Palermo, Teusaquillo sur, Armenia y La Soledad, buscando que la armonía artística del trazado fuera una suerte de reflejo del organismo social, lo cual era uno de los principios de la ciudad jardín. Así nos lo dice el mismo Brunner:

Cada proyecto de urbanización verdaderamente ejecutado de acuerdo con los puntos de vista del urbanismo moderno, resulta como un dibujo de líneas amenas y artísticamente satisfactorias. En cambio un proyecto de urbanización que, considerado netamente como dibujo, demuestra algo incoherente, tendencias divergentes, curvas, ángulos o proporciones disonantes, revela a primera vista el mal proyecto, y adolece con seguridad de errores fundamentales. Es lógico que así sea: siendo el trazado de un sector urbano la proyección planimétrica del organismo sociológico “ciudad”, debe revelar algo de la armonía en la estructura orgánica de una colectividad bien compuesta, organizada y alojada. (Brunner, 1939, p. 96)

respeto de las leyes urbanísticas inéditas. (p. 16)

Tal vez el mejor ejemplo de este diseño de ciudad que obedeció a unos principios artísticos, que buscó la integración de una comunidad bajo la figura de la unidad vecinal y que quiso conservar en el espacio una particular identidad o genius loci, sea la urbanización de Palermo:

El trazado del “Barrio Palermo” obedeció al deseo de darle su estructura propia y característica y de independizarlo de los sectores adyacentes al Norte y Sur, de categoría distinta. Como ejes fijos hubo que considerar la prolongación de una avenida diagonal y una futura arteria. Las manzanas residenciales se agrupan sobre un parque y a ambos lados de la avenida central de la urbanización. (Brunner, 1939, p. 101)

Imagen 57. Aerofotografía de Palermo, (1952).

En este mismo sentido, en su Manual de Urbanismo (1939) Brunner citó como referente al arquitecto vienés Camilo Sitte, quien inició una campaña a finales del siglo XIX por el rescate de los valores artísticos y urbanos de las ciudades antiguas:

Plazas concebidas homogéneamente y la colocación de iglesias y monumentos en una relación bien calculada con respecto a su vecindad; la edificación de las habitaciones y ciertos conjuntos urbanos, obras éstas en que cada uno revela el

Fuente: IGAC, vuelo C-619.

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En la cita anterior es notable que Brunner señale que “hubo que considerar la prolongación” de la avenida diagonal que parte desde Santa Teresita y que fue diseñada en Bogotá Futuro, cuando sabemos que este urbanista no era afecto a la perpetuación sin sentido de las vías rectas y que en el Manual de Urbanismo no duda en recomendar “torcer” o “curvar” una avenida cuando fuera necesario. Aunque Brunner no se refirió en sus escritos a Bogotá Futuro, se puede demostrar que recogió parte de sus trazados en su propio trabajo por ejemplo para la zona central de Bogotá, en la perpetuación de esta diagonal y en el diseño de la calle 32 -que actualmente separa los barrios Teusaquillo y Armenia- como un conector entre la Avenida Caracas y la calle 26.

Así mismo, estas urbanizaciones debían aceptar “las obras de urbanización por la Secretaría de Obras Públicas” y, finalmente, se facultaba “a la Secretaría de Obras públicas municipales para que reglamente todas las condiciones técnicas que deban llenar las urbanizaciones”. Esto significa que, en vez de buscar que se acatara un plan regulador general para toda Bogotá, el Departamento de Urbanismo buscaba incidir en el desarrollo de las urbanizaciones determinando criterios específicos para cada una de ellas.

Imagen 59. Portada del cuadernillo Construcciones y urbanizaciones. Disposiciones vigentes en la ciudad de Bogotá. (1935).

Imagen 58. “Edificación ordenada, basada en la reglamentación del barrio contiguo anterior [Teusaquillo]”, Karl Brunner, década de 1930.

Fuente: Brunner, 1940. La zona fotografiada corresponde actualmente a la esquina noroccidental de la calle 33 con carrera 18. Fuente: Biblioteca Nacional.

Por su parte, en cuanto a las normas tipológicas con las que se buscó dar homogeneidad a las construcciones en las nuevas urbanizaciones, el Departamento de Urbanismo estableció por el Acuerdo 48 de 1934 (“por el cual se reglamentan las urbanizaciones en la ciudad”) que solo se darían licencias de construcción en las urbanizaciones que, entre otros requisitos, cumplieran con la “Presentación del proyecto de la urbanización […] ejecutado de acuerdo con las ideas que sobre el particular dará el Departamento municipal de Urbanismo”.

Estas disposiciones estaban contenidas en un cuadernillo titulado Construcciones y urbanizaciones. Disposiciones vigentes en la ciudad de Bogotá, fechado en 1934 pero con una aclaración al final del documento firmada por Brunner en enero de 1935. En este las disposiciones para la actual zona de Teusaquillo en general eran las mismas para todas las urbanizaciones y estas eran (Departamento Municipal de Urbanismo, 1935, págs. 55-56)

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“La altura máxima de las edificaciones será generalmente de dos pisos y solo se admitirán construcciones de tres pisos cuando se trate de lotes de una anchura de 20 metros o más”.

“Los edificios tendrán carácter residencial y solo se admitirá la disposición de almacenes para el abastecimiento de los menesteres de las casas residenciales del sector”.

“La línea de edificación hacia la calle (o sea la línea de paramento) puede ser el límite del lote o una línea retirada, dejando así un antejardín hacia la calle. El antejardín será obligatorio en las calles cuyos perfiles transversales tengan indicado dicho jardín y tendrán el mínimo exigido en el perfil. Se permitirá la construcción de partes sobresalientes dentro del área del antejardín hasta un área de seis metros cuadrados”.

“Las edificaciones se permitirán en forma continua-cerrada o en construcción a la par o en forma aislada o en combinación de los sistemas anotados. El cambio de un sistema a otro se hará de modo que no quede a la vista una muralla cortafuego”.

“Para lograr un aspecto armónico de este sector de la ciudad de situación preferente, se tendrá en cuenta un tipo homogéneo de cercas; para este fin se recomienda a los propietarios y constructores que limiten la línea de altura de la cerca, si se trata de murallas o de pilares para verjas de madera o hierro, a dos metros, y que dispongan la altura del zócalo macizo (para verjas) a 60 centímetros. Se recomienda prescindir en los antejardines de cercas o construirlas en forma de verjas bajas entre postes, con altura máxima de 80 centímetros.

“Con el objeto de que en este barrio residencial queden a la vista los jardines desde la calle, solo se permitirán las cercas en forma de muralla cerrada al tratarse de

lotes de 20 metros de frente y únicamente en una longitud máxima igual a la mitad del frente; por ejemplo, se aplicará el sistema moderno español o colonial, en donde el resto se construye con zócalos, pilares y verjas”. Imagen 60. Disposiciones del Departamento de Urbanismo de Bogotá sobre construcciones continuas (figura 2), pareadas (figura 3-A) y aisladas (3-B); sistema mixto (figuras 5 y 6) y cercas (figuras 7 y 8).

Fuente: Archivo General de La Nación. Página | 45


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Ilustración 7. “Reglamentaciones de las urbanizaciones”, (1935).

Fuente: (Departamento Municipal de Urbanismo, 1935)

Como se muestra en el previo cuadro, los únicos cambios entre las urbanizaciones del sector eran los frentes permitidos, el aislamiento lateral con respecto a las otras construcciones y el máximo de construcciones continúas permitidas.

Estas disposiciones particulares para cada urbanización permanecerían vigentes hasta 1944, cuando por el Acuerdo 21 se estableció para Bogotá una división en zonas cívico-comerciales y comerciales, zonas residenciales céntricas, zonas estrictamente residenciales, zona industrial, zonas mixtas, zonas de barrios de obreros y zonas de reserva para áreas verdes. El sector de Teusaquillo se clasificó como “zona estrictamente residencial” y a esta le correspondió las siguientes normas para sus construcciones3:

“El frente mínimo de cada solar no será inferior a diez (10) metros”.

“Todas las construcciones se harán retiradas de la línea de demarcación oficial permitiendo así la formación de un jardín delantero de propiedad particular. […] La anchura mínima de este retroceso será de tres metros cincuenta centímetros (3,50 metros). En la Avenida de Caracas el jardín delantero tendrá cinco (5) metros de anchura mínima”.

“Los jardines delanteros formados por el retroceso de las construcciones se limitarán con la vía pública, sobre la demarcación oficial, mediante un cerramiento formado por un zócalo cuya altura no será superior a sesenta centímetros (0,60 metros), rematado por una verja de hierro que permita la visibilidad de los jardines desde la vía pública. Este cerramiento no podrá tener una altura total mayor de un metro cuarenta centímetros (1,40 metros)”.

3

Tomado de https://www.alcaldiabogota.gov.co/sisjur/normas/Norma1.jsp?i=13420 Página | 46


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“Las divisiones entre predios vecinos dentro del área del jardín delantero tendrán una altura máxima de un metro cincuenta centímetros (1,50 metros), aceptándose preferentemente las separaciones hechas con setos vivos”.

“En las edificaciones, pareadas, los propietarios tienen que seguir la línea de construcción del predio vació en una longitud mínima de tres (3) metros, quedando en libertad de avanzar hasta la línea permitida o de retroceder”.

“Las construcciones podrán hacerse en forma continua y contigua, en forma aislada, en forma pareada o en combinación de los sistemas anotados, siempre que al pasar de un sistema a otro se dejen fachadas laterales, prolongadas hacia el interior del predio, en una longitud no menor de doce (12) metros contados desde la línea oficial de demarcación”.

“Sea cual fuere el sistema de edificación adoptado, no podrán construirse dentro del área del jardín delantero garajes, quioscos, ni anexos de ninguna especie”.

“Las construcciones en forma continua y contigua no podrán prolongarse por tramos mayores de cuarenta (40) metros de frente y rematarán siempre con fachadas laterales”.

“Las construcciones aisladas, semiaisladas y pareadas dejarán entre sus fachadas laterales y el lindero del predio vecino una distancia mínima de tres (3) metros”.

Aunque Brunner ya había dejado el Departamento de Urbanismo cuando se estableció este Acuerdo de 1944, puede verse que este siguió los lineamientos dados por el urbanista en 1934, por ejemplo en cuanto a regulación de frentes, antejardines, edificaciones continuas, pareadas o aisladas, y cercas.

Ilustración 8. Comparación entre las disposiciones del Acuerdo 48 de 1934 y las regulaciones del Acuerdo 21 de 1944.

Fuente: Elaboración propia IDPC (2020).

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1.3.2 Vías estructurantes de ciudad Un rápido vistazo a las primeras aerofotografías del sector nos muestra que las zonas que se consolidaron más rápidamente como tejido urbano fueron aquellas que estaban más próximas a los principales ejes viales de cada urbanización. Tales vías estimularon la construcción en sus proximidades porque eran funcionales y brindaban un acceso más rápido a los hogares; pero además porque fueron ideadas como de ejes representativos dentro del proyecto de ciudad y por ello tuvieron el carácter de vías paisajísticas y monumentales. Todas estas tuvieron además otros valores agregados como espacios verdes confortables que compensaban, por ejemplo, un relativamente bajo equipamiento de parques comunales. Así, por ejemplo, en Santa Teresita las manzanas que se ven más consolidadas en las aerofotografías históricas son aquellas en inmediaciones de la calle 44 y la diagonal 45 D; en Teusaquillo, la zona entre la Avenida Caracas y el parque Teusaquillo ya se halla consolidada hacia 1936, mientras que es claro que el trazado del Parkway en La Soledad fue un factor decisivo para su urbanización.

Ilustración 9. Detalle del plano Bogotá Futuro, (1923).

Fuente: http://cartografia.bogotaendocumentos.com/. En amarillo se destacan las “ramblas” o avenidas arborizadas diseñadas por Uribe Ramírez: la calle 44 y la diagonal 45 D. En rojo se destacan los remates visuales de estas avenidas: la Avenida Caracas, la Plaza del Norte (A), el Parque Brigard (B) y la Iglesia de Santa Teresita (C).

Ilustración 10. Imagen satelital actual

• Calle 44 y Diagonal 45 D Estas vías son unas de las pocas huellas urbanas que tenemos los bogotanos y bogotanas del plan Bogotá Futuro. Este proyecto contemplaba una serie de parques-avenidas que, siguiendo los principios del movimiento de la city-beautiful, buscaban conectar espacios significativos de la ciudad creando largas perspectivas que debían concluir en remates visuales monumentales. De acuerdo a Ricardo Uribe Ramírez, diseñador del plan, la estética urbana del proyecto se soportaba sobre estudios de “perspectiva para la colocación de edificios, jardines y paseos”, así como de monumentos, parques y plazas artísticas que debían representar “el sentimiento de hogar de los habitantes de la ciudad” (citado en Alba, 2013, 196). Para este caso, la importancia de estas dos vías en el proyecto general se resaltó en el plano a través de una arborización continua en cada acera a la manera del boulevard europeo.

Fuente: Servicios IDECA. Se presenta el sistema de vías proyectado en el plan Bogotá Futuro hoy en día.

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La actual diagonal 45 D se ideó como una avenida que debía conectar una especie de plazoleta en la entonces línea del Ferrocarril del Norte con una plaza cultural que se diseñaría sobre la actual calle 45. En los planos de la década de 1930 de la Sociedad Dávila, Holguín y Liévano, responsables de la urbanización de Santa Teresita, esta primera plazoleta sobre la línea férrea llevaría el nombre de “Plaza del Norte” (actual parque Santa Teresita 2) y de esta partiría la Avenida del Hipódromo, o sea la actual diagonal 45 D, que debía encontrarse en su camino con la fuente del Parque Brigard, que sería la plaza cultural señalada en el plan. Tal plaza, parque o fuente nunca se construyeron y el lugar es actualmente un simple cruce de vías, pero Brunner retomó este proyecto de Bogotá Futuro y prolongó la vía en la Urbanización Palermo hasta darle un remate en el colegio de este barrio. Imagen 61. “Perspectiva del proyecto para la Plaza del Norte”, ca. década de 1920.

Imagen 63. Detalle del plano de la Urbanización Santa Teresita.

Fuente: (Colón & Mejía, 2019). En amarillo se resaltan la diagonal 45 D y la calle 44.

Por su parte, la calle 44 se ideó como una vía mucho más corta que la Avenida del Hipódromo cuatrocientos metros- y tuvo como formidable remate visual la iglesia neogótica de Santa Teresita. En la actualidad, ambas vías perdieron sus características paisajísticas originales ante la transformación de las arquitecturas que las franqueaban, el cambio de alturas de estas y por la decisión de convertir en separadores arborizados lo que inicialmente eran senderos peatonales centrales, lo que hizo que con el tiempo perdieran la perspectiva monumentalista con que se pensaron inicialmente.

Fuente: Grupo de Facebook “Fotos antiguas Bogotá”. https://www.facebook.com/groups/fotosantiguasbogota/

Imagen 62. Perspectiva actual de la calle 42 desde la Avenida Caracas mirando hacia el occidente.

Fuente: Google Street View, 2012. Página | 49


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Imagen 64. “Barrio residencial de Santa Teresita”, Gumersindo Cuellar, ca. década de 1930.

Imagen 67. “Barrio Sanitario de ‘Santa Teresita’”, Gumersindo Cuellar, ca. década de 1930.

Fuente: Biblioteca Luis Ángel Arango.

Fuente: Biblioteca Luis Ángel Arango.

Imagen 65. Perspectiva actual de la calle 44 desde la Avenida Caracas mirando hacia el occidente.

Imagen 68. Perspectiva actual de la diagonal 45 D desde la carrera 16 mirando hacia el oriente.

Fuente: Google Street View, 2012.

Fuente: Google Street View, 2012.

Imagen 66. Arriba: La calle 44 entre carreras 16 y 18 A en una aerofotografía de 1947. Abajo la calle 44 entre carreras 16 y 18 A en una aerofotografía actual.

Fuente: Arriba - IGAC, vuelo B-37. Abajo - IDECA Página | 50


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• Avenida Caracas Imagen 69. Detalle de publicidad de Teusaquillo, ca. (1932).

Londoño para urbanizar el terreno, así como años atrás la construcción de la línea férrea impulsó el mercado de tierras de la zona. En una publicidad de Teusaquillo -probablemente hacia inicios de 1932 pues solo se ven dos construcciones en medio de los campos vacíos de la urbanización- ya se ve la avenida como una vía con calzadas en concreto, andenes al menos en el costado occidental y pequeños separadores. Lo que no se ve de forma clara en las fotos es la línea férrea que se encontraba en el gran separador central. En este mismo año por el Acuerdo 53 de noviembre 19 se estableció que (…)

(…) La carrera 14 desde la calle 26 en su prolongación hacia el Norte, se llamará “Avenida Caracas”. Fuente: (Ospinas & Cía, 2009)

Imagen 70. Publicidad de Teusaquillo, (1933).

Se inaugurará esta Avenida el 9 de diciembre próximo, aniversario de la batalla de Ayacucho, en que los ejércitos de la Gran Colombia, al mando del Mariscal Antonio José de Sucre, sellaron la independencia del Perú.4

En efecto, la inauguración de la Avenida Caracas fue cubierta por medios como la revista El Gráfico o El Tiempo el 10 de diciembre de 1932: esta ya contaba entonces con sus cuarenta metros desde los paramentos laterales, pero su extensión solo abarcaba las tres manzanas de la urbanización Teusaquillo y aún tenía en medio la línea férrea. Imagen 71. “Inauguración de la Avenida Caracas”.

Fuente: El Tiempo, junio 4 de 1933.

La actual Avenida Caracas fue desarrollada en el espacio de la antigua línea del Ferrocarril del Norte que fue trazada en 1874, para ser construida a partir de 1884 (De Greiff, 1986). Ya aparecía ilustrada en el plano de cesión de vías de Teusaquillo en 1932 bajo el nombre de “Gran Avenida”, y es plausible pensar que justamente la promesa de que una avenida pasaría por allí fue lo que animó a Ricardo Jaramillo y a Ana María

Fuente: El Gráfico, No. 1108, 10 de diciembre de 1932. El primer personaje a la derecha es el arquitecto y director de la Secretaría de Obras Publicas José María Montoya Valenzuela.

4

Véase https://www.alcaldiabogota.gov.co/sisjur/normas/Norma1.jsp?i=2020&dt=S. Página | 51


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Karl Brunner se posesionó como director del Departamento de Urbanismo a finales de 1933, un año después de la inauguración de la avenida, lo que significa que al contrario de lo que comúnmente se reseña, la Avenida Caracas no es un proyecto urbano concebido por Brunner, pero al parecer este sí fue el responsable del levantamiento de los rieles y del diseño en su lugar del sendero peatonal central. Es muy diciente del carácter que se le quiso dar a esta vía el hecho de que el urbanista la presentara en su Manual como un ejemplo en el capítulo “Avenidas monumentales o de representación urbana”, el cual comienza:

Entre las muchas categorías de las vías urbanas: la arteria principal, la vía de tránsito secundaria, la calle residencial, etc., ocupa un lugar especial la avenida monumental o representativa. Su creación no obedece siempre a necesidades de tránsito y circulación sino más bien al anhelo de intercalar en la estructura de la ciudad un elemento festivo y de amplitud con fines estéticos o de representación urbana. (Brunner, 1939-1940, pág. 235)

En la anterior cita, el término “representación urbana” puede entenderse como “hito representativo” para la ciudad, y ciertamente la vía lo fue desde sus primeros años al ser el corredor más amplio diseñado hasta entonces en Bogotá, además con una innovadora alameda central con banquetas. Para 1936 ya se hallaban construidos tres tramos con su diseño final: de norte a sur, el tramo frente a Palermo y Santa Teresita, el tramo frente a La Magdalena y el tramo frente a Teusaquillo. Esto para añadir que más al norte había áreas mucho más antiguas y ya consolidadas que aún tenían rieles férreos, entonces no es exagerado afirmar que la avenida surge como un proyecto ligado al proyecto comercial y a la consolidación urbana del sector de Teusaquillo. Como característica especial debe resaltarse que la avenida no actúo como una brecha urbana entre las dos zonas de Teusaquillo -pues recordemos que la urbanización se desarrolló a ambos lados de la vía-, sino que de cierta forma esta supo integrar sus costados oriental y occidental como lo demuestra la homogeneidad estética y arquitectónica de las edificaciones en ambos paramentos.

Imagen 72. “La avenida Caracas en Bogotá”.

Fuente: (Brunner, 1939-1940)

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Imagen 73: La Avenida Caracas entre calles 32 y 45 en una aerofotografía de 1936.

Fuente: IGAC, vuelo 46.

Imagen 74. La Avenida Caracas entre calles 34 y 37 en una aerofotografía actual.

Fuente: IDECA.

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El sendero de la alameda central fue transformado a partir de la década de 1970 y eliminado completamente entre 1990 y 1991 con la construcción de la troncal Caracas, al tiempo que las edificaciones de su contorno cambiaron su uso y muchas perdieron sus valores arquitectónicos originales. Imagen 75. “Avenida Caracas”, Gumersindo Cuellar, ca. década de 1940.

y cuya destinación excluye el tránsito comercial. (p. 328)

Es decir que eran vías cerradas a las calles secundarias. Más adelante en el Manual añade que el park way se diferencia de las alamedas y otras vías urbanas arborizadas, justamente como la Avenida Caracas, en que está destinada para el tránsito vehicular rápido a través principalmente de zonas campestres o boscosas, del mismo modo que una avenida circunvalar. Por ello en la obra es entendida como vías que unen dos poblaciones distantes y a la que se le da un tratamiento paisajístico, y no una vía urbana propiamente dicha.

Imagen 76. Ilustración de la obra The Design of Residencial Areas.

Fuente: Biblioteca Luis Ángel Arango.

• Parkway El Parkway en La Soledad es actualmente uno de los principales corredores viales del sector, pero también un importante lugar de encuentro y de paseo peatonal de todos los bogotanos y bogotanas; lo paradójico es que, al contrario de la Avenida Caracas o de la diagonal 45 D, no fue inicialmente concebido con esta intención.

Tal como lo conceptualiza Brunner (1940),

Se llaman “Parkways” las vías automoviliarias trazadas en una faja amplia arborizada (de una anchura de 70 hasta 150 m aproximadamente), sin construcciones en sus dos costados, sin acceso directo a las propiedades adyacentes ni a todas las vías secundarias,

Fuente: (Brunner, 1939-1940)

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El planteamiento de un park way para este sector dependió de un proyecto mucho más grande propuesto por Brunner como lo fue el de la ciudad satélite de Bogotá. En 1942 Brunner ya había salido de la dirección de Departamento de Urbanismo y trabajaba como planificador privado y como consejero del Gobierno; fue en este año que presentó el proyecto de una ciudad satélite al occidente de la Ciudad Universitaria con la intención de estimular el crecimiento de Bogotá hacia el occidente, en respuesta a la tradicional tendencia de crecimiento en sentido norte-sur de la ciudad (Hofer, 2003). El proyecto se trataba de una colosal ciudadela para unos 50.000 habitantes, la cual se conectaría con la ciudad tradicional a través de una vía rápida (o park way) que, en el primer diseño, partía de la avenida del río Arzobispo y continuaría por la ronda del mismo río hacia el norte de la calle 45, atravesando campos despoblados. Este park way también ayudaría a acceder al hipódromo y al estadio de una manera más rápida. Posteriormente, el diseño del Parkway apareció integrado en el plano de Bogotá de 1944 de la Sociedad de Obras Públicas (véase Cuellar y Mejía, 2007, p. 101), pero ya no iniciaba desde la calle 45 sino desde la urbanización Teusaquillo y cruzaría las tierras de la antigua Quinta de La Soledad, para ese momento en proceso de sucesión.

El plano de cesión de vías de la urbanización de La Soledad se radicó en 1945 y fue firmado por Hernando Espinosa, uno de los ingenieros que trabajó con Brunner en el Departamento de Urbanismo. En este se muestra un park way muy distinto al que teorizó Brunner en 1940, pues sobre este confluían todas las vías menores de la urbanización y daban su frente las manzanas vecinas. En este plano también se contempla la continuación del Parkway por el río Arzobispo al norte de la calle 45, pero lo cierto es que ni ese tramo que era el original ni la ciudad satélite que motivó todo el proyecto se construyeron. Algunas fotografías de la década de 1960 evidencian que para esta época el lugar era aún un gran separador sin el sendero peatonal central que hoy le es característico. En la actualidad, el Parkway es probablemente el principal referente del barrio La Soledad y uno de los espacios verdes con mayor apropiación por parte de la ciudadanía.

Imagen 77. El Parkway en la década de 1960.

Ilustración 11. Ciudad satélite propuesta por Brunner en 1942.

Fuente: Grupo de Facebook “Fotos Antiguas Bogotá”. https://www.facebook.com/groups/fotosantiguasbogota/

Fuente: (Hofer, 2003). En amarillo se resalta la propuesta de park way que conectaría a esta ciudad y al estadio El Campín. Página | 55


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Imagen 78. el Parkway entre calles 37 y 39A en una aerofotografía de 1956.

Fuente: IGAC, vuelo C-774. Imagen 79. el Parkway entre calles 37 y 39 en una aerofotografía actual.

Fuente: IDECA. Página | 56


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1.3.3 Cronología constructiva La fecha de aparición del plano de loteo, aunque nos da idea de cuán antiguo es el sector, resulta ser un dato insuficiente para entender la consolidación urbana de Teusaquillo, pues la ocupación de estos lotes con arquitectura tomó varios años e incluso décadas hasta el lleno total de la traza predial, lo que sucedió a final de los años cincuenta y comienzos de los años sesenta. Por eso se quiso hacer un ejercicio minucioso de rastreo de cuándo aparecen construcciones en cada uno de los predios de las más de 290 manzanas del área de estudio, a través de la comparación de cinco vuelos de aerofotografías del Instituto Geográfico Agustín Codazzi: el vuelo 46 de 1936 (fotografías 205 a 209), el vuelo C-335 de 1942 (fotografías 764 a 770), el vuelo B-37 de 1947 (fotografías 632 a 638), el vuelo C-636 de 1953 (fotografías 20 a 24) y el vuelo C-736 de 1954 (fotografías 1 a 8). De la comparación de estas aerofotografías se obtienen unos periodos que permiten estimar cuándo se da la aparición de construcciones: •

Primer periodo, edificaciones que ya están presentes en las aerofotografías de 1936.

Segundo periodo, edificaciones que fueron construidas entre las aerofotografías de 1936 y las de 1942.

Tercer periodo, edificaciones que fueron construidas entre las aerofotografías de 1942 y 1947.

Cuarto periodo, edificaciones que fueron construidas entre las aerofotografías de 1947 y 1953-1954. En este caso se usan los dos vuelos de 1953 y 1954 porque el primero fotografió solo la parte oriental del área de estudio y el segundo solo la parte occidental.

Quinto periodo, edificaciones que no aparecen aún en las aerofotografías de 1953 y 1954, lo que significa que son posteriores a estas fechas.

Así se puede observar cómo se llevó a cabo el ejercicio y cuál fue el resultado para toda el área de estudio:

Ilustración 12. Cronología constructiva de la Urbanización Teusaquillo Sur con base en varias aerofotografías. (vuelo 46, No. 205; vuelo C-335, No. 770; , vuelo B-37, No. 637; vuelo C-636, No. 20)

Fuente: IGAC Página | 57


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Plano 6. Cronología constructiva del área de estudio de Teusaquillo con base en aerofotografías históricas.

Fuente: Elaboración propia IDPC (2020).

1.3.4 Análisis tipológico Si detallamos el anterior plano, aunque vemos que en general la aparición de arquitecturas no fue un proceso homogéneo en todo el territorio, sí se pueden identificar unas zonas o “nodos” espaciales que se consolidaron en un periodo determinado y, en consonancia, presentan un tipo de arquitectura con unas mismas características. Aproximarnos a estos nodos como unidades de análisis podemos entender, por ejemplo, cómo se dio la consolidación de ciertos tipos arquitectónicos “dominantes” en determinados momentos y cómo fue la evolución en el sector no solo de unos lenguajes estéticos sino además, en suma, de unas formas de habitar el sector de estudio de Teusaquillo.

Metodológicamente hablando, estos nodos de análisis se refieren entonces a unos barrios particulares y se estructuran sobre los cinco (-)

Fuente: Elaboración propia IDPC (2020)

1. Nodo Santa Teresita. 2. Nodo Teusaquillo. 3. Nodos Armenia-La Magdalena-Palermo. 4. Nodo La Soledad, primer momento. 5. Nodo La Soledad, segundo momento.

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periodos determinados a partir de las aerofotografías del IGAC: previo a 1936, 1936 y 1942, entre 1942 y 1947, entre 1947 y 1954, y posterior a 1954. En los apartados que siguen se analizarán a partir de cada nodo unos tipos arquitectónicos que fueron dominantes en un periodo determinado; pero debe entenderse que esto es solo una estrategia expositiva: el que se aborde en profundidad la arquitectura inglesa en el nodo de Armenia-La Magdalena-Palermo no quiere decir que, por ejemplo, no se hicieran chalets en Santa Teresita o que antes de estos barrios no hubiera ya muestras de esta arquitectura, sino que es en este nodo y en este periodo donde se identifica un mayor uso de este tipo arquitectónico y sus muestras son representativas para toda el área de estudio. Dicho esto, es claro que con esta división por nodos y periodos no se pretende aquí construir una periodización o un marco de análisis morfotipológico que sea aplicable para toda Bogotá; lo que se busca en cambio es proponer un método que se ajuste a los fenómenos propios del área de estudio de Teusaquillo. En esta primera fase del estudio histórico y de valoración se analizarán los primeros cuatro nodos; el quinto nodo queda pendiente para una posterior fase.

De acuerdo al plano de cronología constructiva, tanto Santa Teresita como la urbanización de Teusaquillo ya tenían una consolidación importante para 1936; pero una mirada particular a sus arquitecturas nos demuestra que en realidad la primera tuvo unas características distintas y un proceso anterior en el tiempo con respecto a la segunda, por lo que merece hablarse en detalle de este barrio como un nodo particular. La urbanización Santa Teresita inició su urbanización a finales de la década de 1920; aunque el hallazgo de planos para la venta de lotes aún a mediados de 1930 muestra que en realidad el barrio tuvo varias etapas de consolidación, como se puede ver también en las aerofotografías históricas, y esto explica la diversidad de lenguajes arquitectónicos que pueden encontrarse en este tales como el “inglés”, el “modernista”, etc. Sin embargo, entre estos estilos debe resaltarse aquí particularmente el que los teóricos han llamado como “arquitectura republicana” que se manifestó principalmente desde finales del siglo XIX y comienzos del XX. Imagen 81. “Barrio Sanitario de ‘Santa Teresita’”, Gumersindo Cuellar, ca. década de 1930.

1.3.4.1 Nodo Santa Teresita: los últimos aires republicanos • El tipo. Imagen 80. Santa Teresita en aerofotografía de 1936.

Fuente: Biblioteca Luis Ángel Arango. En la fotografía se ve la diagonal 45 D diseñada con un sendero peatonal central.

En Bogotá, las primeras edificaciones que buscaron romper la herencia colonial para adoptar paradigmas constructivos y estéticos de influencia europea estuvieron ligadas con el poder político: el Capitolio Nacional es tal vez el más destacado Fuente: IGAC, vuelo 46. Página | 59


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ejemplo de arquitectura neoclásica en el siglo XIX, aunque su conclusión se haya dado ochenta años después de iniciado. En el siguiente escalón, fueron los edificios del poder económico, como los bancos y pasajes comerciales, los que comenzaron a presentar columnas, cornisas y tímpanos en sus fachadas. Posteriormente llegó a los lugares cosmopolitas como estaciones de tren y hoteles para llegar, por último, como un estilo mezclado con múltiples referencias y popularizado, a los lugares particulares de habitación. Este tipo de arquitectura acompañó, entonces, las primeras transformaciones habitacionales modernas en la Bogotá de fin de siglo y las primeras expansiones más allá del casco tradicional, por lo que actualmente Santa Teresita es una de las pocas urbanizaciones alejadas de lo que conocemos como el “centro histórico” que cuenta con ejemplos de este tipo de arquitectura.

Imagen 82. Barrio Santa Teresita.

nuevas urbanizaciones sobre las quintas periurbanas, buscando emular en parte el aspecto de “las grandes ciudades” con sus macizos edificios aún sin antejardines. No obstante, la casa republicana seguía teniendo en esencia casi la misma distribución de la casa prestante del siglo XIX. De acuerdo con Arango (1989), sus espacios se organizaron típicamente en torno a:

Dos patios interiores: uno ornamental y otro de servicio.

Un salón social principal con ventanas a la calle.

Un comedor en el centro de la vivienda, generalmente separando los dos patios y con vidrieras.

Una serie de alcobas alineadas y a veces comunicadas entre sí, a las que se accede a través de un corredor general paralelo a los patios.

noble

u

Imagen 83. Planta clásica de la casa republicana.

Fuente: El Gráfico, No. 1391, 06 de agosto de 1938. El separador central de la calle 44, pensada como bulevar, tenía palmeras sembradas.

Silvia Arango (1989) comenta que “la arquitectura republicana fue un fenómeno urbano, o más bien, que expresó la aspiración de urbanización” (p. 134). Con esto quiere decir que la arquitectura habitacional republicana se presentó no en los grandes lotes de la casa colonial, sino en sus subdivisiones y en los predios de frente corto y amplio fondo que se generaron típicamente en las

Fuente: (Brunner, 1939-1940) Página | 60


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Recordemos que Santa Teresita se promocionó principalmente como una urbanización “higiénica” o “sanitaria”5, entre otras cosas, porque contaba con servicios de acueducto y alcantarillado. El principal signo de la filosofía “higienista” de la época fue la aparición de los cuartos especiales para sanitarios, generalmente ubicados al fondo de la casa, por lo que no es exagerado decir que en los nuevos barrios como este se comenzaron a formar los hábitos de la vida moderna como el aseo corporal entendido una actividad personal, privada y diaria. Imagen 84. Trabajo ornamental de vanos en una casa de la carrera 16.

Fuente: Google Street View

Por su parte, el aspecto exterior sí presentó cambios visibles con respecto a la casa del siglo XIX. Los austeros frentes de herencia española se cambiaron por fachadas compuestas con un variado repertorio de elementos ornamentales, de los cuales los más populares fueron los vanos de las ventanas alargados y resaltados con molduras de yeso o concreto y rematados con dinteles, que podían ser de piedra, y con arcos de medio punto, rebajados, ojivales o apanelados; pórticos resaltados a veces con pilastras en concreto o por molduras y arcos de medio punto o rebajados; zócalos en piedra o tabletas de concreto; trabajo de mampostería a la vista en la fachada; balcones centrales o esquineros con elaboradas forjas de hierro o balaustradas de concreto, soportados sobre canecillos ornamentados. El cambio de nivel o piso solía marcarse en la fachada con molduras tipo “pecho de paloma”, los aleros coloniales fueron reemplazados por cornisas y tímpanos ornamentados que ocultaban de la vista la cubierta de teja de barro a dos aguas.

Imagen 86. Ejemplo de casas de estilo “republicano” en el barrio Santa Teresita, construidas en el primer periodo (entre 1926 y 1936).

Imagen 85. Adorno floral de concreto en el zócalo de una casa de la carrera 16.

Fuente: IDPC (2020)

5

Entendamos el contexto: menos de una década atrás, a partir de 1918, Bogotá fue azotada por la llamada “gripe española” que diezmó la población. Los más afectados fueron aquellos que vivían hacinados en ranchos poco higiénicos y ventilados, sin servicio de acueducto o alcantarillado. Esto motivó una mayor

apropiación del discurso higienista y la toma de una serie de decisiones municipales como el desalojo de los ranchos en el Paseo Bolívar (Zambrano, 2007). Página | 61


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Imagen 87. Edificaciones con antejardines en la calle 42. Esta manzana por estar en el borde de la urbanización se ocupó con posterioridad, como lo da cuenta los antejardines y el cambio hacia un estilo arquitectónico más similar a las edificaciones del barrio Teusaquillo.

Fuente: Google Street View.

El conjunto en general era de volúmenes compactos con esquinas achaflanadas, sin antejardines, y de los que tal vez sobresalía, pero no mucho, el balcón. Los motivos ornamentales más socorridos fueron guirnaldas, flores, cintas u otros diseños característicos del neoclásico, neogótico, románico o art-nouveau. Todos estos elementos decorativos demuestran el grado de acogida que tuvieron los símbolos del “buen gusto” promovidos por las escuelas de bellas artes europeizadas, lo que hizo buen juego con el modelo urbano de la “rambla” o el bulevar que proponía Bogotá Futuro.

Fuente: Google Street View.

Si bien el tipo de arquitectura descrito se puede hallar en otros barrios incluso más antiguos como Ricaurte, Alfonso López o Quesada, estos dos últimos con presencia en el área de estudio, la diferencia está en que en estos se dieron principalmente sencillas edificaciones de un piso; mientras que en Santa Teresita se llegó a un particular grado de calidad y refinamiento en acabados, ornamentación, espacios y arquitectura en general para casas de dos pisos, y la razón está en que mientras estos otros barrios fueron pensados para la “clase obrera”, Santa Teresita lo fue para la clase media e incluso un poco más alta. Otro barrio bogotano que tuvo unas características similares fue el Liévano o San Bernardo, en la calle sexta hacia el sur, pero este contó con mucho menos suerte para su conservación. Página | 62


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Por otro lado, el segundo periodo, esto es entre 1936 y 1942, dejó en Santa Teresita interesantes muestras de otro tipo de “arquitectura de fachada” que estuvo guiado por el mismo interés de crear un escenario moderno y ante todo urbano. Se trata del “estilo geométrico moderno” o “art decó”, que consistió en el abandono de los ornamentos decimonónicos para reemplazarlos por composiciones geométricas, volúmenes, cintas y franjas tanto verticales como horizontales que buscaron hacer la fachada más “sobria” y “dinámica”. Salvo algunos ejemplos excepcionales que muestran un verdadero cambio, en general este estilo era un ropaje distinto para fachadas organizadas de la misma manera republicana y para casas con las mismas plantas arquitectónicas de comienzos del siglo XX. (Arango S. , 1989)

Imagen 88. Ejemplo de casas de estilo “geométrico moderno” en el barrio Santa Teresita, construidas en el segundo periodo (entre 1936 y 1942).

Fuente: Google Street View.

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Imagen 89. construcción del convento de Santa Teresita, 1929. (Actualmente demolido)

Imagen 91: “Iglesia de Santa Teresita – Bogotá – Chapinero”, Gumersindo Cuellar, ca. década de 1940.

Fuente: Grupo de Facebook “Fotos Antiguas Bogotá”. https://www.facebook.com/groups/fotosantiguasbogota/

Imagen 90: construcción de la iglesia de Santa Teresita (1944).

Fuente: Biblioteca Luis Ángel Arango. Esta iglesia fue proyectada por el arquitecto holandés Antonio Stoute y su primera piedra se colocó en 1928. Con su arquitectura neogótica y su ubicación rematando el eje de la calle 44, se convirtió pronto en un referente urbano del sector y símbolo del barrio.

• Las transformaciones En las últimas décadas varias de las construcciones habitaciones originales del barrio Santa Teresita, construidas a finales de la década de 1920 y comienzos de 1930, han sido reemplazadas por edificios de apartamentos con alturas muy superiores a las del contexto, rompiendo así el perfil tradicional del sector. En la década de 1980 fue demolida una manzana entera compuesta de construcciones erigidas a comienzos de los años treinta, salvo una casa: la del político Jorge Eliécer Gaitán. Se construyó allí un proyecto de centro cultural diseñado por Rogelio Salmona que a partir de la década de 1990 quedó en obra negra y parcialmente abandonado. El gigantesco complejo es una oportunidad de revitalización del sector que espera pacientemente su momento. Fuente: Grupo de Facebook “Fotos Antiguas Bogotá”. https://www.facebook.com/groups/fotosantiguasbogota/ Página | 64


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Otros inmuebles fueron demolidos y son actualmente parqueaderos y bodegas. De las casas existentes que puede identificarse que pertenecen al primer periodo de la urbanización, en general la mayoría han experimentado reformas que han alterado sus valores estéticos originales como apertura de nuevos accesos en la adecuación del primer piso para comercio o para garajes; transformación del zócalo o de toda la fachada con pañete o baldosas cerámicas, cubriendo el trabajo de mampostería original; eliminación de molduras en vanos de ventanas y pórticos; transformación de vanos y pórticos; apertura de vanos para ventanas y adición de nuevos pisos.

Los inmuebles de “arquitectura geométrica moderna” han tenido en general una mejor conservación de su fachada con casos de apertura de nuevos accesos. En cuanto a la morfología del sector, estos han experimentado la desaparición de la arborización original. Los siguientes son perfiles en tres vías que tuvieron un papel significativo en el diseño de la urbanización: la calle 44, que vimos se pensó como un bulevar que remataba en la Iglesia de Santa Teresita; la Avenida Caracas entre calles 43 y 44, y la calle 42 que desembocaba en la “Plaza del Norte”:

Ilustración 14. Perfil de la calle 44 entre carrera 15 y Avenida Caracas, costado norte.

Fuente: Elaboración propia IDC (2020)

Ilustración 13. Perfil de la Avenida Caracas entre calles 43 y 44, costado occidental.

Fuente: Elaboración propia IDPC (2020)

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Ilustración 15. Perfil de la calle 42 entre carreras 14 A y 15, costado norte.

Fuente: Elaboración propia IDPC (2020)

1.3.4.2 Nodo Teusaquillo: una ciudad de casas de campo • El tipo Imagen 92. Aerofotografía de 1936.

por ejemplo con Santa Teresita, que tardó un poco más de una década en consolidarse. El plano de Bogotá de 1933, publicado especialmente para la promoción de Teusaquillo como “El mejor barrio residencial de Bogotá”, muestra que un año después de protocolizado el loteo ya estaban ocupadas unas siete manzanas entre la calle 33 y la calle 36, y entre el borde occidental del parque principal y la Avenida Caracas. En efecto, si recorremos la carrera 15 entre calles 33 y 35 vamos a encontrar las huellas de las primeras épocas de la urbanización como casas aún influenciadas por el “estilo republicano” y sin antejardín. Imagen 93. Plano de Bogotá (1933).

Fuente: IGAC, vuelo 46.

Tal como se muestra en el plano de cronología tipológica, a su vez basado en la aerofotografía del IGAC de 1936, vuelo 46, para este año la urbanización de Teusaquillo ya tenía una ocupación importante a ambos lados de la Avenida Caracas. Esto ilustra que se trató de un negocio inmobiliario mucho más eficiente en comparación

Fuente: (Cuellar & Mejía, 2007) Página | 66


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Imagen 94. Distintas publicidades de la urbanización Teusaquillo de los años 1933 y 1934.

Tal vez este éxito se deba a la masiva campaña de promoción de la urbanización a través de la prensa. En una publicidad de El Tiempo del 4 de marzo de 1934 se lee: “El barrio de Teusaquillo está dotado de todas las comodidades, y la vida es allí tan confortable como puede serlo en el centro de la ciudad, pudiendo disfrutar a la vez del aire puro y la belleza del campo”; el 9 de abril de este mismo año otro anuncio dirá: “Es un barrio con calles, andenes, alcantarillado, acueducto, etc. y donde se han construido ya más de cien residencias”; y en otro anuncio más el 22 de julio se lee:

¿Podrán convertirse estos en realidad? Formar un nido amable y risueño con su esposa y sus nenes; disfrutar de la paz y de la tranquilidad que proporciona el hogar, lejos del bullicio de los negocios; tener en su casa todo el confort moderno, y un jardincito que lo distraiga y lo entretenga: en una palabra, poseer un chalet en Teusaquillo.

Fuente: El Tiempo

Pues bien, si en Santa Teresita el discurso propagandístico era el de la “urbanización higiénica” o “sanitaria” porque contaba con una infraestructura urbana (como vías públicas, acueducto y alcantarillado) que auguraba la consolidación de una ciudad ordenada – justamente la Bogotá Futuro-; en Teusaquillo, además de los conceptos de “modernidad” y “prestigio”, el discurso con el que se buscaba motivar a los compradores era el del “buen vivir” o el “saber vivir bien” de la nueva clase burguesa. Tal manifiesto iba a estar acompañado de la ponderación de la vida campestre, lejos de la mundanal ciudad, y esto se correspondía con la tendencia de las últimas décadas por parte de las fracciones adineradas bogotanas de trasladar su residencia a Chapinero y otras zonas más verdes, menos densas, más pintorescas. Dentro de este ideal la arquitectura tenía un papel muy importante que cumplir, y las casas que comenzaron a aparecer en Teusaquillo recordaron menos a las construcciones urbanas y sí más a las quintas de verano. Página | 67


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Imagen 95. “Parque del barrio residencial de Teusaquillo”, Gumersindo Cuellar, ca. década de 1930.

Fuente: Biblioteca Luis. Ángel Arango

Imagen 96. “Residencia construida en Chapinero por A. Manrique Martín”.

del estilo “inglés” con el que tradicionalmente se asocia al sector. Sobre esto, señala la arquitecta Silvia Arango (1989) que el construir habitación en los barrios de cierto nivel económico durante las primeras décadas del siglo XX estuvo marcado por el gusto por “hacer casas nuevas que parezcan antiguas" (p. 181). Del otro lado de la discusión se encuentran posturas como la del mismo Karl Brunner: El argumento tan alegado por los arquitectos modernos, según el cual el hombre moderno no debe construirse un hogar estilo Tudor, Colonial o Empire, por la sencilla razón de vivir en otra parte y en otro siglo, aunque no carezca de lógica, no logra convencer plenamente. Nuestra época es mentalmente mucho menos homogénea que aquellas épocas históricas en que evolucionaron los diferentes estilos. El estilo moderno “internacional”, no aplicado por un artista de refinado gusto y sensibilidad, es algo utilitario, seco y frío y no está más de acuerdo con nuestra afinidad regional que la imitación de algún estilo pasado, que pertenecía al mismo ambiente racial y geográfico. ¿Además en todas partes no sobreviven edificios de algún estilo histórico pasado que siguen albergando a seres humanos de nuestros tiempos? Hasta las personas más cultas y exigentes buscan precisamente los edificios con algún valor histórico, las mansiones del pasado o los castillos, apreciándolos con un valor mucho mayor del que tiene su valor utilitario. […]

Fuente: Revista Cromos, enero 7 de 1933.

Si hacemos una revisión de las primeras fotografías del barrio, como por ejemplo las presentadas en el plano promocional de Bogotá de 1933 que muestran lo que para entonces debían ser de los primeros perfiles constituidos del barrio, lo que más resalta es el empleo de un lenguaje arquitectónico neocolonial español que transita entre el mudéjar y el mission style aun por encima

La selección de algún estilo histórico para una nueva urbanización no parece del todo inaceptable; claro está que no se pretende copiar minuciosamente detalles decorativos, sino establecer únicamente una base en la formación arquitectónica en cuanto a materiales, proporciones y ritmo, dejando dentro de esta orientación general, la solución individual de cada uno de los edificios al cuidado de los arquitectos encargados de las construcciones. (Brunner, 1940, p. 117-118). Página | 68


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Imagen 97. “Country Club de Bogotá”, Gumersindo Cuellar, ca. década de 1930.

Imagen 99. Construcción contemporánea con elementos “neo-inglesa” erigida en el lugar donde estuvo la casa diseñada por Manrique Martín, calle 35 entre Avenida Caracas y carrera 15.

Fuente: Biblioteca Luis Ángel Arango.

Pero ¿por qué el estilo español? ¿Y por qué su éxito? Dentro de las múltiples redes simbólicas de una élite bogotana ávida de cosmopolitismo, una hipótesis tiene que ver con el célebre Country Club de Bogotá: de acuerdo con el arquitecto italiano Vicente Nasi (1983), su diseño para el Country Club, construido en 1928, “fue probablemente el primer ejemplo de la modalidad vasca en Bogotá” (p. 214) e influenció directamente un sinnúmero de residencias suburbanas. Por otro lado, también pudo tratarse de una popularización local del mission style, un movimiento que tomó elementos arquitectónicos de las misiones hispánicas en territorios ahora estadounidenses y que entre 1920 y 1930 fue el favorito de las glamurosas mansiones en California, epicentro de la industria fílmica para el momento, por lo que pudo llegar a Colombia a través del cine y las revistas.

Fuente: Google Street View.

Imagen 100. Ejemplo de casas de estilo neocolonial español en el barrio Teusaquillo, construidas en el primer periodo (entre 1932 y 1936).

Imagen 98. Casa de estilo español diseñada por Alberto Manrique Martín, (1932)

Fuente: Prieto et al., 2017. Página | 69


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acceso o un volumen central con vanos, a veces decorados a la manera “barroca” con conchas, hojas y arabescos; ménsulas de madera en aleros y balcones; vanos de ventanas con forjas de hierro; arcadas en la fachada como un elemento compositivo y hasta escudos de armas coronando las fachadas.

Esta diversidad de elementos nos puede hacer pensar que erigir una casa neocolonial era en realidad apegarse a unas formas ornamentales más que seguir una escuela arquitectónica propiamente dicha, y tal vez por ello veremos a arquitectos consagrados dentro de la arquitectura inglesa haciendo en paralelo casas españolizadas, como los chilenos Julio Casanovas y Raúl Mannheim. Pero finalmente de lo que se trataba todo era de dar gusto al cliente y seguir sus directrices, por lo que los arquitectos se promocionaran como constructores “en variados y elegantes estilos” y las mezclas de formas estarán a la orden del día: no importa que el cliente no quisiera en su puerta española un alero de teja, sino un frontón neoclásico; o que el torreón mudéjar se viera mejor con molduras horizontales tipo “art-decó”.

Fuente: Google Street View y equipo de inventario PU Teusaquillo.

El estilo neocolonial español consistió entonces en el uso de unos elementos que fueron constantes dentro de las más diversas volumetrías, tales como torreones mudéjares con cubierta a cuatro aguas, balcones y cubiertas de teja de barro con poca inclinación y a la vista. En cuanto al repertorio ornamental, los elementos más comunes en las fachadas fueron vanos de puertas y ventanas con arcos por lo general de medio punto, y con menor frecuencia rebajados; fachadas de muros estucados y zócalos de piedra; accesos con aleros de teja de barro, pórticos en piedra o resaltados con columnas “salomónicas” o entorchadas; balcones con aleros de teja de barro, forja de hierro, con antepecho o en madera, abiertos o cerrados con vidrieras a la manera de gabinetes; remates “ondulantes” o espadañas que marcan el

Vemos ahora que para cuando entraron en vigor las disposiciones de Karl Brunner sobre construcciones en 1934, Santa Teresita ya tenía un desarrollo importante y Teusaquillo estaba casi en su totalidad consolidado hasta el costado occidental del parque principal. Si bien muchas de las primeras casas construidas en la urbanización contaron con antejardín, esto sucedió por una cuestión de moda y no por una normativa que así lo exigiera. En apariencia esto iba en el mismo sentido de los postulados de la ciudad jardín que se buscó implantar, pero a su llegada al Departamento de Urbanismo lo que Brunner encontrará serán edificaciones con exiguos antejardines o sin ellos, o bien con amplios antejardines que no empataban con los de los predios vecinos y creaban entonces muros medianeros a la vista, así como edificaciones de dos o tres pisos en el mismo tamaño de lote y con todo tipo de volumetrías. De hecho, años después Página | 70


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Brunner utilizó en su Manual de Urbanismo (1940) –con cierto pudor porque no quiso decir de qué ciudad se trataba- una fotografía de estas primeras construcciones de Teusaquillo sobre la Avenida Caracas entre calles 34 y 35 como un ejemplo de lo que NO debía hacerse. Entonces, el rango de acción del Departamento de Urbanismo ante un Teusaquillo ya avanzado no era tan amplio y se centró entonces, aparte de regular las nuevas edificaciones con las normas que vimos muy atrás, en exigir para la parte aún no desarrollada de la urbanización -que eran las carreras 18 a la 20 y parte de la calle 34- unos antejardines de tres metros y una continuidad de construcciones de máximo 30 metros. En la práctica, el ancho de antejardín en general se cumplió, pero el máximo continuo no.

Imagen 102. “Edificación desordenada en un barrio residencial que carecía de una reglamentación”, Karl Brunner, década de 1930.

Fuente: Brunner, 1940. La zona fotografiada corresponde actualmente a la Avenida Caracas entre calles 34 y 35, costado occidental.

Imagen 101. “Perfiles transversales de vías Urbanización Teusaquillo”, 1935.

Fuente: Elaboración propia IDPC (2020), con base en información del Centro de Documentación de la misma institución.

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Por su parte, de acuerdo con Silvia Arango (1989), la distribución interna de estas casas de cierta forma también perpetuó la forma de entender los espacios de las casas campestres de algunas décadas atrás, con su forma compacta y sin los clásicos patios internos. El zaguán y el salón social de la casa republicana fueron reemplazados por el hall, que ya era en sí mismo un espacio social, alrededor del cual se distribuían una serie de espacios dedicados al confort y a la socialización: dependiendo del tamaño y del nivel económico, esta nueva casa podría tener una sala, un comedor, un estudio o biblioteca, un salón de música e incluso un salón de fumadores. Si el primer piso era social y de servicio, el segundo piso era exclusivamente privado y contenía las habitaciones particulares que seguían con pocas variaciones la división espacial del primer piso. Los elementos innovadores del periodo serán las chimeneas, los closets y los garajes. No es fortuito encontrar entonces a arquitectos como Alberto Manrique Martín, uno de los preferidos años atrás de las quintas chapinerunas, construyendo casas en Teusaquillo con la misma distribución. En Teusaquillo también encontremos firmas como Martínez, Perry y Naricci; Prodema S.A., Uribe García Álvarez y Cía., Trujillo Gómez & Martínez Cárdenas y los ya mencionados Casanovas y Manheimm, desarrollando otras arquitecturas como la inglesa con notables resultados, pero de esta nos encargaremos más adelante.

Fuente: Google Street View y Centro de Documentación IDPC. Los planos recientes de las plantas muestran que la casa ha tenido una buena conservación arquitectónica.

Imagen 104. Fachada y planta del primer piso de una casa del primer periodo en Teusaquillo (carrera 16 #34-14).

Imagen 103. Fachada y planta del primer piso de una casa del primer periodo en Teusaquillo (calle 36 #15-73).

Fuente: Google Street View y elaboración propia IDPC (2020), Teusaquillo con base en información del Centro de Documentación IDPC. Tanto la fachada como la distribución interior muestran profundas intervenciones, como modificación de vanos y demolición de muros, que han alterado sus valores patrimoniales materiales. Página | 72


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Imagen 105. Edificios de apartamentos. Arquitectos: Cuellar Serrano Gómez.

Imagen 107. Casa en la calle 35 entre las Carreras 15 y 16, acera sur.

Fuente: Grupo de Facebook “Fotos Antiguas Bogotá”. https://www.facebook.com/groups/fotosantiguasbogota/ Fuente: Google Street View. Imagen 106. Iglesia de Santa Ana. Arquitectos: Luis Alberto Martínez y Jorge A. Perry. Imagen 108. Intervención en la casa para adecuación a oficinas.

Fuente: Archivo personal IDPC (2020) de Hassen Perilla.

Fuente: Wikicommons.org. Estas dos edificaciones están una al frente de la otra y son hitos arquitectónicos y urbanos de Teusaquillo: la primera fue construida hacia 1935, por lo que fue uno de los primeros edificios de apartamentos del área de estudio y de Bogotá que se anticipó a su tiempo dominado por quintas neocoloniales. La segunda fue concluida en 1942 y posee interesantes elementos propios de la arquitectura moderna geométrica.

• Las modificaciones

El barrio Teusaquillo hacia mediados del siglo XX experimentó la migración de las familias que lo habitaron originalmente hacia el norte de la ciudad, en busca de zonas más cómodas para vivir. A raíz de ello las casonas, un poco a la deriva, experimentaron grandes intervenciones que tuvieron por objetivo cambiar su uso habitacional original a uno comercial como oficinas, centros educativos y centros de salud. Las modificaciones más evidentes se observan en las fachadas de Página | 73


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estos inmuebles: adiciones de pisos, eliminación de los elementos ornamentales, eliminación del antejardín para convertirlo en zona de parqueo, modificación de vanos y apertura de nuevos accesos para locales comerciales, son las intervenciones más comunes. Desafortunadamente, el barrio muestra un notable detrimento patrimonial material; los inmuebles con mayor pérdida de sus valores arquitectónicos originales son aquellos ubicados sobre la calle (-)

(-) 34 y la Avenida Caracas entre calles 33 y 35 – que son a su vez los más antiguos sobre esta víay este detrimento aplica en comparación no solo con el conjunto del barrio Teusaquillo, sino con todos los demás inmuebles sobre tal avenida en el área de estudio. Por su parte, las calles y carreras del sector han presentado en varios tramos la desaparición de la arborización y zonas verdes originales.

Ilustración 16. Perfil de la carrera 19 entre diagonal 34 bis y calle 36, costado occidental.

Ilustración 17. Perfil de la calle 33 A entre carreras 17 y 18, costado sur.

Fuente: Elaboración propia IDPC (2020).

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1.3.4.3 Nodo Armenia–La Magdalena–Palermo: la consagración inglesa • El tipo. Imagen 109. Los sectores de Armenia, La Magdalena y Palermo en aerofotografías de 1943.

La protocolización del plano de loteo de La Magdalena y Palermo se dio en 1934, mientras que la de Teusaquillo Sur –actualmente parte de Teusaquillo y Armenia- se dio en 1935, por lo que es consecuente que, de acuerdo a la comparación de aerofotografías, la consolidación arquitectónica de estos se haya dado en el segundo periodo de estudio, es decir entre 1936 y 1943. Es claro que la urbanización de Teusaquillo abonó las condiciones para que posteriormente se presentara el loteo de La Magdalena y Armenia; pero tal vez sucedió que Armenia o “Teusaquillo Sur” supo aprovechar de una forma más “evidente” el éxito que significó Teusaquillo, como lo indica esta nota en una publicidad de Teusaquillo del año 1934:

Advertimos al público que los lotes que se venden al sur de la avenida 33 no forman parte de nuestra urbanización, aun cuando se haya tomado indebidamente para ellos el nombre de “Teusaquillo”, abusando así del prestigio de que disfruta nuestro barrio y de las garantías que en cuanto a servicios sanitarios completos (acueducto, alcantarillado, pavimentación, etc.) ofrecemos a nuestros clientes. (El Tiempo, julio 8 de 1934)

Pues bien, como es esperable para unas urbanizaciones que iniciaron al mismo tiempo y que se encuentran ubicadas en la misma zona, estas presentaron también en las fachadas de sus construcciones unos gestos estéticos similares que correspondían al estilo “de moda” para la época; la diferencia consistirá en cambio en la distribución interna y la generosidad de los espacios de acuerdo al nivel socioeconómico a la que se perteneciera: así por ejemplo, Armenia (Teusaquillo Sur) estuvo dirigido principalmente a una clase con ingresos medios, Palermo con ingresos medios y altos, y La Magdalena principalmente a unos ingresos altos. El estilo “de moda” será aquel denominado como “inglés” y bajo este término se englobaría a un conjunto de referencias constructivas variopintas provenientes de la arquitectura normanda, la arquitectura rural escocesa, la arquitectura tudora, suiza y victoriana, entre otras. Así, es muy diciente que en la publicidad de las nuevas urbanizaciones de la década de 1930 la palabra “chalet”, que proviene de la Suiza francoparlante, se usara indiscriminadamente para referirse a una casa “moderna”, confortable y con antejardín.

Fuente: IGAC, vuelo C-335. Página | 75


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Imagen 110. Ejemplos de construcciones “inglesas” del segundo periodo (1936 a 1943) en el barrio Armenia.

Fuente: Street View

Imagen 111. Ejemplos de construcciones “inglesas” del segundo periodo (1936 a 1943) en el barrio La Magdalena.

Fuente: Street View Página | 76


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Imagen 112. Ejemplos de construcciones “inglesas” (1936 a 1943) en el barrio Palermo.

Fuente: Street View Imagen 113. Casa sobre el parque Santos Chicano o Mamatoco, en el barrio La Magdalena. Arquitecto: Karl Brunner.

Ya en Teusaquillo se habían dado formidables ejemplos de arquitectura “inglesa” como el grupo de casas de los chilenos Casanovas y Manheimm en el costado occidental del parque principal; por su parte, en La Magdalena el mismo Karl Brunner, esta vez como arquitecto, fue uno de los primeros en promover – incluso airadamente, como se citó en el apartado anterior- la construcción de casas de lenguaje inglés. Una posible diferencia entre estas primeras muestras y su consolidación en años posteriores fue, por una parte, el creciente número de arquitectos bogotanos que luego adhirieron al estilo como los hermanos Herrera Carrizosa, la firma Rocha Santander, la firma Trujillo Martínez Cárdenas, los arquitectos Gonzalo Samper y Manuel de Vengoechea, entre otros (Arango, 1989). Por otra parte, otro factor importante que marcó la diferencia fue el acceso cada vez más fácil en Bogotá de catálogos y guías de arquitectura sobre cómo hacer vivienda inglesa, desde los más académicos hasta los que eran simples compilaciones de fachadas para copiar. Aunque estos catálogos, como el popular Tudor homes of England (1929), fueron importados con destino a las firmas arquitectónicas, a la postre terminaron en manos de avezados maestros de obra que desmonopolizaron el saber-hacer de la titulación académica y abarataron la aspiración de tener una casa inglesa.

Fuente: (Brunner, 1939-1940)

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Imagen 114. Portada de Tudor homes of England (1929).

Imagen 116. Ejemplo de casa estilo “Ben Avon” en la reedición de 1946 de The book of 100 homes, uno de los libros que llegaron a Bogotá.

Fuente: Chamberlain (1929).

Imagen 115. Ejemplo de diseño de buitrones de chimenea en el libro Tudor homes of England (1929).

Fuente: The book of 100 homes (1946).

Imagen 117. Casa en el barrio Palermo presentada en la revista Vida (No. 11, abril de 1937) como ejemplo de residencia moderna.

Fuente: Chamberlain (1929).

Fuente: Revista Vida (1937).

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El decir que este tipo de estilo fue introducido con gran éxito porque satisfacía las aspiraciones de refinamiento de la élite bogotana es solo una respuesta parcial: ¿por qué el estilo inglés y no otro en una ciudad con una irrisoria migración inglesa? ¿Por qué en otras ciudades latinoamericanas similares el estilo “moderno” y “refinado” de este periodo fue el geométrico o art-decó, el barroco italiano o incluso el neocolonial español que ya vimos, entre otros? Esto es aún tarea de discusión; sin embargo, podemos decir que favoreció a este proceso la notoriedad en la sociedad capitalina de figuras “aristocráticas” e “internacionales” promotoras de este estilo como Raúl Casanovas, Julio Manheimm y el mismo Karl Brunner (y nótese una cosa en común entre ellos: los tres habían llegado de Chile); la influencia, de nuevo, de la arquitectura del Country Club que aunque, en palabras de su arquitecto, era “vasca” en realidad constructivamente se parecía a un chalet normando; y no menos importante, la perfecta adaptación material y constructiva de una arquitectura de ladrillo en una ciudad de tierras arcillosas, y de tejados a varias aguas en una ciudad de lluvias. La arquitectura inglesa bogotana bebe principalmente de dos fuentes: el timber frame (-)

inglés de siglo XV que se caracterizó, a su vez, por emplear elementos constructivos de la arquitectura normanda como una exo-estructura de madera a la vista; y el tudor propiamente dicho, posterior al siglo XV, caracterizado por una construcción integral de ladrillo. En el área de estudio de Teusaquillo y en otros barrios simultáneos que adoptaron el estilo, como Quinta Camacho y posteriormente La Merced, esta arquitectura presenta unos elementos usuales muy definidos y fácilmente identificables como cubiertas a varias aguas (originalmente de pizarra, adaptadas aquí con teja de barro) con fuertes inclinaciones y en algunos casos con ventanas lucarnas; chimeneas con un elaborado trabajo en mampostería; fachadas en ladrillo o una combinación de ladrillo, estuco y vigas de madera (o de concreto imitando las vigas de madera); visibles frontones triangulares; vanos en puertas y ventanas enmarcados con molduras en piedra o concreto; pórticos de piedra o concreto con arcos tudor; vanos de ventanería con arcos ojivales y esquinas enmarcadas en piedra o concreto. El balcón característico de los periodos anteriores aquí se vuelve poco común, para ser reemplazado mejor por la famosa ventana-mirador o bow-window, y será inexistente en este estilo la esquina achaflanada.

Imagen 118. Construcciones de estilo inglés sobre el parque Guernica del barrio Palermo. Ca. década de 1930.

Fuente: Grupo de Facebook “Fotos Antiguas Bogotá”. https://www.facebook.com/groups/fotosantiguasbogota/

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Imagen 119. “Residencia de la Avenida Caracas”, Gumersindo Cuellar, ca. década de 1940. Arquitecto: Vicente Nasi.

pero que seguramente no podía pagarse algo como las casas de dimensiones palaciegas que estaban de moda. En este punto hay que destacar que la consagración de la arquitectura inglesa residió en que, a diferencia los demás estilos vistos más atrás, esta logró ser tanto un estilo característico de mansiones grandilocuentes, como un ropaje estético reproducible para casas en serie, y además un lenguaje aplicable también a los nuevos edificios de apartamentos.

Imagen 121. Perspectiva del conjunto de casas en serie sobre la carrera 15 entre calles 28 b y 30, costado occidental.

Fuente: Biblioteca Luis Ángel Arango.

Imagen 120. “Avenida Caracas” Gumersindo Cuellar, ca. década de 1940. En el centro, una mansión “francesa”, arquitecto: Manuel de Vengoechea.

Fuente: Google Street View

Fuente: Biblioteca Luis Ángel Arango.

Por otra parte, algo significativo sucedió en este proceso de consolidación del área de estudio: durante este periodo, al tiempo que se concluyó el diseño del sendero peatonal central para la Avenida Caracas de Brunner y la vía se afirmó entonces como una vitrina bogotana de mansiones -de lo que da cuenta por ejemplo la construcción en estos años de algunos de los palacetes más notables en la vía-, también incursionó en el área la construcción de vivienda en serie con la consecuente aparición de una clase social media que buscaba una vivienda “con la comodidad de los barrios modernos”, como rezaba la publicidad,

Observemos concretamente el ejemplo del conjunto de casas en serie ubicado en la manzana entre calles 28 b y 30, carreras 15 y 16, barrio Armenia. Aunque ya era una práctica común que un propietario construyera dos o hasta cuatro casas idénticas para su familia o como inversión, este podría ser el primer ejemplo en el área de estudio de edificación en serie: se trata de quince casas construidas en el periodo de consolidación del barrio, o sea entre 1936 y 1943, que presentan dos tipos distintos de fachada, uno en cada carrera, pero al parecer un solo tipo de planta, y cuyo arquitecto o diseñador es aún desconocido. En ambos modelos de fachadas se partió básicamente de un cuerpo compacto y pareado a los que se les añadió, como cumpliendo una lista, unos elementos identitarios como la bow-window, los accesos con arcos tudor, la chimenea en Página | 80


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ladrillo, las molduras en los vanos y el frontón triangular. Lo que encontraremos en su interior será más sorprendente que su fachada: básicamente estas tienen la distribución prototípica de la casa republicana de las décadas anteriores, con un comedor separando patios internos, un único espacio social situado adelante y servicios en la parte trasera. El elemento innovador será el garaje.

Por otra parte, desproporcionada resulta la comparación de esta casa inglesa-republicana con, por ejemplo, la casa diseñada para el mismo periodo por la firma Rocha Santander en la Avenida Caracas con diagonal 40 a, barrio La Magdalena. La mansión presenta un juego de volumetrías que recuerda más a las quintas chapinerunas exentas en medio de grandes lotes y un énfasis en los espacios sociales (tres en total, más el comedor) que será propio de la vivienda moderna. Claramente los habitantes de una y otra casa no tienen las mismas características. Por demás, claramente la manzana de estas casas en Armenia no cumplió la especificación del Departamento de Urbanismo para esta urbanización que establecía predios de mínimo 14 metros de frente, cuando estas tenían 8.3, ni con los máximos 50 metros de largo para construcciones continuas. Siendo justos, en este periodo solo La Magdalena cumplió con ambas disposiciones, pues ni siquiera Palermo, diseñado por el mismo Brunner, cumplió aquello del frente mínimo de 14 metros.

Fuente: Google Street View y Centro de Documentación del IDPC.

Imagen 123. Fachada y planta del primer piso de una casa construida en el segundo periodo (entre 1936 y 1943) en el barrio La Magdalena. Arquitecto: Rocha Santander y Cía.

Imagen 122. Fachada y planta del primer piso de una casa en serie construida en el segundo periodo (entre 1936 y 1943) en el barrio Armenia.

Fuente: Google Street View y Centro de Documentación del IDPC.

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Imagen 124. Edificio Arturo de Brigard. Este edificio de apartamentos fue diseñado por José María Montoya Valenzuela, se comisionó en 1940 y se concluyó en 1943. Actualmente es uno de los símbolos del patrimonio arquitectónico del barrio Palermo.

Fuente: Google Street View.

• Las transformaciones

Varios de los inmuebles que han reemplazado su uso habitacional por el de oficinas han experimentado transformaciones en su interior como subdivisión de espacios o bien eliminación de paredes divisorias. Por lo demás, se destaca la buena conservación material de los barrios La Magdalena y Armenia, tanto en la fachada de sus construcciones, como en el arborizado y zonas verdes de su trazado, salvo en algunos puntos críticos que corresponden a los principales ejes viales como la Avenida Caracas, la calle 32 y la calle 45, donde la transformación de los inmuebles para adaptarlos a un uso comercial afectó sus valores arquitectónicos originales. El barrio Palermo, por su parte, es el que presenta mayores pérdidas de sus cualidades materiales por el detrimento físico que presenta en proximidades de las Avenida Caracas y calle 45, y de la Universidad Católica. También este es el barrio, de los tres vistos en este apartado, que tiene un mayor reemplazo de sus edificaciones originales por edificios habitacionales con alturas muy superiores a las del perfil de la calle. Los dos perfiles que se muestran a continuación pertenecen al barrio La Magdalena, y los dos siguientes a Palermo, y nos ejemplifican bien algunas de las transformaciones más comunes en estos sectores.

Imagen 125. Casa de estilo español construida en el segundo periodo (19361943), transformada en lavadero de carros. Transversal 16 bis con calle 45 f, barrio Palermo.

Fuente: Google Street View.

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Ilustración 19. Perfil de la carrera 16 entre calle 37 y 38, costado oriente.

Ilustración 18. Perfil de la calle 39 entre carreras 15 bis y 16, costado norte.

Ilustración 20. Perfil de la calle 47 entre carreras 14 A y 15, costado sur.

Fuente: Elaboración propia IDPC (2020). Página | 83


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Ilustración 21. Perfil de la transversal 19 bis entre diagonal 46 y calle 48, costado oriente.

Fuente: Elaboración propia IDPC (2020).

1.3.4.4 Nodo La Soledad, primer momento: redescubriendo la habitación urbana • El tipo Imagen 126. Aerofotografía de La Soledad en 1954.

Fuente: IGAC, vuelo C-736.

El barrio de La Soledad comenzó su proceso de conformación urbana desde la segunda mitad de la década de 1940, cuando el terreno de la quinta del mismo nombre fue parcelado a partir de los diseños que Brunner realizó en colaboración para la firma Ospinas (Ospinas, 2009). A diferencia de Teusaquillo, por ejemplo, su ocupación urbana no se dio automáticamente recién acabado de trazar el terreno en 1945, sino que se dará unos años más adelante entre 1947 y 1954, es decir en nuestro cuarto periodo de estudio. Para este momento, Bogotá experimentaba el comienzo de una importante migración del campesinado a la urbe, en parte por la compleja situación política y social que se vivía en el campo. La capital colombiana dejaba atrás lo que quedaba de su imagen de pueblo y se perfilaba ya como la ciudad densificada y masiva que fue en el siglo XX. Entonces, factores urbanos como la ocupación de los vacíos urbanos y la consecución de un tejido que ya era continuo en el norte de la ciudad, la paulatina consolidación urbana de las urbanizaciones de periferias, el desarrollo de mejores vías de conexión y de rutas de transporte, entre otros, pudo desembocar en la aparición de un particular tipo de arquitectura habitacional que de nuevo tendría la pretensión de ser urbana como fue el caso de Santa Teresita, esto es: arquitectura que se sabía dentro de una ciudad y que ya no pretendía ser una pequeña quinta en un territorio remoto y pintoresco. Página | 84


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Imagen 127. Publicidad de la urbanización La Soledad, ca. década de 1940.

continuas de esquina a esquina. Tras acoplarse a estas condiciones materiales, fueron dos tipos de hogar los que dominaron el paisaje barrial de La Soledad: la casa entre medianeras y el edificio de apartamentos.

Imagen 128. Ejemplos de casas “modernistas” del cuarto periodo (1947-1954) en el barrio La Soledad.

Fuente: Grupo de Facebook “Fotos Antiguas Bogotá”. https://www.facebook.com/groups/fotosantiguasbogota/

Una muestra de este proceso que podríamos llamar “volver a la ciudad” consistió en una mayor estandarización de las dimensiones prediales que, entre otras cosas, ya no permitió la construcción de la quinta aislada en medio del lote (a menos, claro, que se compraran dos predios para una sola casa, lo que tampoco fue usual en La Soledad). Esto llevo a que La Soledad y sus barrios contemporáneos, como San Luis y Sears, fueran típicamente de construcciones pareadas y

Fuente: Google Street View Página | 85


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Imagen 129. Ejemplos de edificios de apartamentos del cuarto periodo (19471954) en el barrio La Soledad.

La arquitecta Silvia Arango nos ofrece una reflexión más clara sobre este tema:

Si bien en la década de los 30 tanto en los barrios residenciales como en las unidades modelo para obreros y empleados se estaba llegando a fórmulas distributivas similares, la noción estandarizada de un “tipo” ideal de vivienda solo se entroniza hacia los años 50, una vez aceptadas socialmente la idea de privatización, la de la familia nucleada y la creencia de que la arquitectura debe responder a las “necesidades básicas” propugnadas por el CIAM: espacio social, espacio de servicios y espacio de dormir, con minimización del área de circulación y de todo lugar que poseyera un uso definido. Es interesante anotar cómo este tipo distributivo es idéntico en todos los sectores sociales y solo varía el tamaño de los espacios y la calidad de los materiales utilizados. (p. 221)

Imagen 130. Casa en la transversal 18 A bis entre calles 37 y 39. Arquitecto: Vicente Nasi.

Fuente: Google Street View

Ya en Teusaquillo, una década atrás, había notables ejemplos pioneros de casas entre medianeras que pueden citarse como pertenecientes al “movimiento modernista”, como el conjunto diseñado por Vicente Nasi en la transversal 18 A bis entre calles 37 y 39; pero será entre las décadas de 1940 y 1950 que este tipo de arquitectura dejará de ser el sello de exclusividad de unos arquitectos virtuosos, para volverse mejor el común denominador en el diseño habitacional.

Fuente: (Nasi, 1983)

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En este punto ya no será posible hablar de un repertorio ornamental o de los elementos estilísticos repetitivos en las fachadas de las casas, toda vez que el quehacer arquitectónico modernista se centró en el diseño de “una correcta” y funcional distribución de los espacios interiores, mientras que el exterior se concibió como el “resultado natural” de tal distribución. Como se podría terminar, por ende, en una fachada completamente aburrida que solo tenía por función envolver una planta, esta se buscó dinamizar mediante el juego de volúmenes y la combinación de acabados como ladrillo, piedra y estuco. Entonces si estas fachadas tenían un carácter “espontáneo”, sorprenderá, como lo afirmó Arango más atrás, que la distribución casi fuera la misma en este tipo de casas: al contrario de la casa quinta de años atrás que traía adelante las zonas nobles y dejaba en la parte trasera del predio las de servicio, esta casa se caracterizaría por organizar en una sola franja, desde el antejardín hasta el patio trasero, todos las áreas sociales que se habían reducido a dos: la sala y el comedor; en otra franja al lado de la primera todas las áreas de servicio y, dependiendo del tamaño de la casa, en una tercera franja el garaje y los espacios complementarios.

Imagen 131. edificio en Teusaquillo. Dirección por ubicar. Arquitectos: H. Vargas Rubiano Leiva y Cía.

Fuente: Google Street View y elaboración propia IDPC (2020) con base en información del Centro de Documentación de la misma institución.

De otro lado, es claro que el edificio de apartamentos ya tuvo una aparición sutil, no tan visible, desde la década del 30 en el área de estudio, pero fue en este periodo (1947-1954) que se dio su popularización. Para ello varios cambios tuvieron que gestarse en la mentalidad bogotana: uno, que se dejara de asociar la prestancia de una persona con el tamaño y la pomposidad de su casa, y dos, que se asimilara por fin el concepto de “propiedad horizontal”. Formalmente, la casa y el edificio de apartamentos tuvieron muchas similitudes en cuanto a la composición de su fachada y a su distribución interior. Aunque algunos autores han hecho énfasis en que estos primeros edificios de apartamentos no fueron “casas apiladas una encima de la otra”, sí es muy diciente que en revistas como Proa a este tipo de edificaciones se les llamara muy al inicio como “casas de apartamentos” y que estas presentaran unas primeras formas organizativas que fueron propias de la casa, las cuales luego desaparecerán cuando el edificio hubiera instituido su propia espacialidad: una entrada principal y otra para el servicio, “patios” traseros, una separación tajante entre zonas sociales y zonas de servicio, etc.

De otro lado, es claro que el edificio de apartamentos ya tuvo una aparición sutil, no tan visible, desde la década del 30 en el área de Página | 87


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estudio, pero fue en este periodo (1947-1954) que se dio su popularización. Para ello varios cambios tuvieron que gestarse en la mentalidad bogotana: uno, que se dejara de asociar la prestancia de una persona con el tamaño y la pomposidad de su casa, y dos, que se asimilara por fin el concepto de “propiedad horizontal”. Formalmente, la casa y el edificio de apartamentos tuvieron muchas similitudes en cuanto a la composición de su fachada y a su distribución interior. Aunque algunos autores han hecho énfasis en que estos primeros edificios de apartamentos no fueron “casas apiladas una encima de la otra”, sí es muy diciente que en revistas como Proa a este tipo de edificaciones se les llamara muy al inicio como “casas de apartamentos” y que estas presentaran unas primeras formas organizativas que fueron propias de la casa, las cuales luego desaparecerán cuando el edificio hubiera instituido su propia espacialidad: una entrada principal y otra para el servicio, “patios” traseros, una separación tajante entre zonas sociales y zonas de servicio, etc.

Imagen 133. “Piso típico”. Arquitectos: H. Vargas Rubiano Leiva y Cía. . Llama la atención que la revista se refiera a una forma tradicional bogotana de organización: “La distribución de las plantas, conforme a la usanza bogotana, deja prever ventajosas utilidades en la renta, y para cualquier negociación facilidades de operación”.

Imagen 132. Edificio en Teusaquillo. Dirección por ubicar. Arquitectos: H. Vargas Rubiano Leiva y Cía.

Fuente: Revista Proa, No. 45. Marzo de 1951.

Imagen 134. La Soledad y el Parkway. Leo Matiz, ca. 1960.

Fuente: Revista Proa, No. 45. Marzo de 1951.

Fuente: Archivo de Bogotá

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Estas transformaciones en la vivienda estuvieron acompañadas, por supuesto, de unas transformaciones al interior de la sociedad bogotana. Puntualmente, la emergencia de una clase media que demandaba espacios de calidad pero que fueran igualmente económicos, hasta cierto punto, fue el motor en este periodo de importantes proyectos de vivienda masiva a las que se le llamó “vivienda para empleados”, que sería muy distinta a la vivienda obrera en ejecución para el momento. Para ubicarnos, es la coyuntura de icónicos proyectos de vivienda en serie como el barrio Alcázares, barrio Quinta Mutis o el Centro Urbano Antonio Nariño, este último como ejemplo de vivienda en altura. En el área de estudio de Teusaquillo ya vimos que hubo un antecedente de vivienda en serie en el barrio Armenia para el segundo periodo, esto es entre 1936 y 1943, pero este por ejemplo no tuvo la magnitud del “conjunto de casas económicas” que el Banco Central Hipotecario promovió entre 1952 y 1953 para sus empleados, con diseños de la firma de arquitectos Cuellar Serrano Gómez. En este caso “lo económico” de las casas se refería a lo relativamente pequeños de los espacios de habitación y a lo modesto de sus acabados, aunque eran casas con garaje, un generoso patio trasero, varios baños y hasta con cuarto y baño propio para una empleada doméstica interna. Imagen 135. Aspecto de dos de los modelos de “casas económicas” para empleados promovidas por el BCH en La Soledad. Arquitectos: Cuellar Serrano Gómez.

Imagen 136. “Casa E”, 2019. Arquitectos: Alfonso Noguera y Jorge Santander. Si bien La Soledad puede reconocerse como un barrio de habitación predominantemente para clase media, también es posible hallar mansiones modernistas como esta casa de la familia Sefair, construida sobre el Parkway entre 1959 y 1960. El primer piso se destinó al garaje y áreas de servicio, el segundo a las áreas privadas, mientras el tercero fue una terraza jardín. Actualmente es un conocido centro cultural, referente obligatorio del Parkway.

Fuente: Elespectador.com

• Las transformaciones En términos generales, hay una buena conservación arquitectónica de los inmuebles del barrio, con claras excepciones en las principales vías comerciales del sector como son la carrera 19 y la avenida carrera 24 o Parkway, en donde se encuentran intervenciones como eliminación de antejardines, modificaciones en los primeros pisos o nuevas construcciones en altura que han roto los perfiles tradicionales de dos y tres pisos. Por otro lado, varias de las edificaciones originalmente de vivienda han pasado a ser sedes de oficinas, restaurantes o instituciones educativas, por lo que es posible encontrar importantes transformaciones espaciales al interior de los inmuebles. En cuanto a sus vías, estas conservan el arborizado y zonas verdes originales, salvo en algunos tramos de la carrera 19. A continuación a manera de ejemplo veamos dos perfiles del barrio en la carrera 19 y en el Parkway:

Fuente: revista Proa No. 70, abril de 1953. Página | 89


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Imagen 137. Casa abandonada de la carrera 19 entre calles 39 y 39 A, 2012.

Imagen 138. La anterior casa de la carrera 19 entre calles 39 y 39 A, reformada para albergar un almacén de cadena, 2019.

Fuente: Google Street View

Ilustración 22. Perfil de la carrera 19 entre calles 39 A y 39 B, costado occidental.

Ilustración 23. Perfil de la avenida carrera 24 entre calles 39 A y 39 B, costado occidental.

Fuente: Elaboración propia IDPC (2020).

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1.4 Tercer Capítulo: Diálogo espacio construido – espacio habitado _____________________________________________ También mi vieja casa del barrio Teusaquillo tenía un patio en el que hoy no vive nadie, y yo le pregunto a mi padre si en ese patio las hojas secas se estarán arremolinando. Laura Restrepo, Delirio, 2004.

Claro, nadie se puede imaginar el verdadero sabor de la fiesta, lo que realmente va por dentro, las intrigas, los riesgos, las entrevistas a alto nivel, la cita de un militar con un diplomático, de un sindicalista con un decano, los chantajes de un senador izquierdista, las obsesiones de un periodista con tragos, las quimeras de una muchacha impresionada por las calles de un barrio, sí, esa imaginación exaltada de Elsa, esos cuentos que se inventa, esas leyendas, como si tantos años de ausencia de Teusaquillo se pudieran compensar con episodios imaginarios. Y todo por estar hoy en Teusaquillo. Claro, hay que tomar en cuenta la ubicación de la casa, recordar que está situada a diez cuadras del busto del general Benjamín Herrera y a cinco del monumento de Uribe Uribe. Sí, casi en el mismo sector donde vivía Jorge Eliécer Gaitán, junto al parque donde asesinaron al boxeador Mamatoco y a la avenida donde cayó Vicente Echandía. Sí, sí, calles históricas, residencias históricas… Helena Araujo, Fiesta en Teusaquillo, 1981.

Al hablar de las urbes donde vivimos, desde cualquiera que sea el campo de conocimiento, es usual que se haga la analogía de que la ciudad “es un ser vivo” y esto es correcto porque, al igual que un cuerpo animado, esta posee una estructura que la sostiene, que crece y que se conserva gracias a un torrente sanguíneo que lleva el soplo de vida a cada diminuto espacio y sin el cual el cuerpo sería solo un objeto inerte, un cúmulo de materia junta y nada más. En tal sentido, las ciudades sin ese flujo de vida que son las comunidades que las habitan solo serían espacios construidos inertes, sin sentido alguno y destinados a desaparecer. En los dos capítulos anteriores vimos cómo a un territorio con unas condiciones naturales se le implantó una traza que agregó nuevos valores al territorio, y cómo posteriormente en esta traza se dieron unas construcciones que llenaron el espacio y dieron forma a un tejido urbano. Sin embargo, a este

conjunto de condiciones físicas en un espacio todavía no se le puede llamar “ciudad” sin los ciudadanos que hacen uso de estas, por la misma razón que un barrio es mucho más que la sumatoria de sus casas.

Por supuesto, el lector suspicaz podrá decir que el hombre y la mujer ya estaban presentes desde el primer capítulo cuando se mencionaban unas condiciones naturales del territorio que en realidad no son tan “naturales”, si con esto se quiere decir que no han tenido ninguna intervención humana. Las quintas periurbanas, el trazado y las arquitecturas que en este territorio se dieron ya dan cuenta de una intención de dar forma al espacio; la culminación entonces de este proceso se da cuando tal espacio deja de ser una finca productiva distante de la ciudad o el negocio de finca raíz, para ser el lugar donde una comunidad habita y se mueve a diario para ir al trabajo o al estudio, o el barrio de clase media y alta donde esta tiene un pequeño recuerdo infantil, o donde se reúne con amigos para tomar el tinto y charlar.

En este último capítulo se quiere dar una mirada a cómo los habitantes y los capitalinos en general han tejido unos vínculos afectivos, personales, identitarios, con el sector de Teusaquillo y lo han dotado así de unos valores simbólicos que se movilizan a través del tiempo para llegar hasta nosotros, como un patrimonio cultural intangible que aún tiene la capacidad de tocarnos. Se trata de “dar una mirada” ya que no es propiamente un riguroso estudio etnográfico de los habitantes de Teusaquillo con unos resultados objetivos; al contrario, en comparación con los anteriores Página | 91


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capítulos en los que el método consistió en ceñirse juiciosamente al dato histórico concreto, a la fuente documental comprobable, en este último capítulo se parte de la consigna de que una forma de habitar el espacio es también narrándolo o construyendo una representación de este, y en ese sentido pretende ser también una invitación a acercarnos a Teusaquillo no solo como un espacio físico tangible sino también como un espacio imaginado por los bogotanos y bogotanas.

Organizados en cuatro pasajes, que representan cuatro aproximaciones distintas a la diversidad cultural de este territorio, a continuación se recogen y comentan una serie de crónicas y testimonios reales de personas que habitaron los barrios de Santa Teresita, Teusaquillo, Armenia, Palermo, La Magdalena y La Soledad, así como algunos fragmentos literarios extraídos de novelas que, al igual que los primeros, nos ayudan a reconstruir la memoria de estos sectores de interés cultural. El primer pasaje hace referencia a los sucesos del 9 de abril de 1948 y la forma en que estos se vivieron en los barrios del área de estudio; el segundo es un reseña histórica sobre las dos sinagogas que existieron en la zona, como una forma de dar cuenta de la presencia de la comunidad judía en Teusaquillo; en el tercero se hace una pequeña crónica a partir de extractos de prensa sobre la muerte de un conocido personaje que conmocionó a los vecinos del sector; por último, en el cuarto apartado se presentan distintas voces que reflexionan sobre un tema en común: lo que significó crecer en Teusaquillo. En estos cuatro segmentos se destacarán algunos de los más conocidos habitantes y personajes del sector, los eventos significativos en su historia, los lugares que custodian una memoria particular y las percepciones de transformaciones y desaparición de patrimonio material.

1.4.1 El 9 de abril en Teusaquillo El Bogotazo, todos lo sabemos, fue uno de los principales sucesos nacionales del siglo XX y tuvo unas coordenadas de tiempo y espacio muy precisas: su fecha, el 9 de abril de 1948; y su

mayor escenario, la carrera séptima de Bogotá, cuya imagen de edificios ruinosos y tranvías envueltos en llamas ya hacen parte de esos elementos grabados nítidamente en la memoria visual de los bogotanos. No obstante, la emblemática vía no fue el único escenario que se puede asociar con el 9 de abril; más al norte, en el barrio Santa Teresita, se encuentra la casa marcada con el número 15-52 de la calle 42 donde vivió el político liberal con su familia, la cual se instituyó por sobrados motivos en otro de los símbolos del Bogotazo. Por su parte, el sector de Teusaquillo también tendría sus propias historias para contar sobre aquel viernes lluvioso.

Imagen 139. Velación de Jorge Eliécer Gaitán en la sala de su casa en Santa Teresita. Fotografía coloreada digitalmente.

Fuente: Cuenta de Instagram: @LeonOrtizD.

El 9 de abril visto por los vencidos Por Gloria Gaitán

Tratándose de lo que se vivió en mi casa la casa de la familia Gaitán-, el viernes 9 de abril comenzó la víspera. Mi padre no había ido a trabajar ese jueves, pues nunca lo hacía cuando tenía una conferencia en el Teatro Municipal o una defensa penal, ya que sus intervenciones le representaban un gran esfuerzo físico, pues en ellas no sólo involucraba sus planteamientos científicos Página | 92


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o ideológicos, desarrollados con una gran rigurosidad analítica que llamó siempre la atención de críticos y tratadistas, sino que hacía gala de la más sofisticada técnica oratoria, que comportaba un manejo profesional de la expresión corporal y una educada entonación para las distintas fases del discurso, lo que le permitía subrayar, con los más variados timbres de voz, el sentimiento que quería expresar y transmitir con las ideas expuestas. Cuando regresaba a la casa, su camisa estaba completamente entrapada en sudor y mostraba una gran fatiga […].

Ese día, 8 de abril, llegué del colegio anegada en lágrimas y me boté en sus brazos sin poder hablar porque el llanto no me lo permitía. María Clara Samper, niñita pecosa, blanca, pálida y belicosa, prima hermana del presidente Ernesto Samper, me había gritado en el colegio que ojalá asesinaran a mi papá. Mamá, muy impresionada con el grito histérico de una niña que, sin duda, había oído en su casa tal monstruosidad, soñó esa noche que a papá, en efecto, lo asesinaban. Iba, en sus sueños, cogido del brazo de Plinio Mendoza Neira, quien lo agarraba fuertemente para colocarlo como blanco del asesino. Tres disparos y mi papá caía muerto. […] "Jorge -le dice en su llamada de la una menos cuarto de la tarde- anoche soñé que te asesinaban. Deja a los 'Plinios' y vete con los tuyos. Deja la Constitución tan bien encuadernada y tómate el poder. La oligarquía te va a matar antes de dejar que ganes las elecciones y subas a la Presidencia". "En la casa hablamos", le respondió impaciente, pues no era la primera vez que mi mamá lo instaba a hacer un golpe porque estaba segura de que lo iban a matar. Papá siempre respondía: "Ninguna mano del pueblo se levantará contra mí y la oligarquía no me

mata, porque sabe que si lo hace el país se vuelca y las aguas demorarán cincuenta años en regresar a su nivel normal". No había pasado una hora cuando sonó el teléfono. Mamá, impactada como estaba por el sueño de la víspera, supuso lo peor. Cuando en la Clínica Central se vio obligada a aceptar una realidad que ella, a pesar de las premoniciones, no quería creer, le pidió al médico Pedro Eliseo Cruz que embalsamara a papá, pues desde ya concibió la idea de no dejar enterrar el cuerpo de su marido hasta que no cayera el gobierno de Mariano Ospina Pérez, a quien mi padre le había dirigido dos meses antes la Oración por la Paz señalándole: "...os pedimos que ejerzáis vuestro mandato, el mismo que os ha dado el pueblo para devolver al país la tranquilidad pública. ¡Todo depende ahora de vos! Quienes anegan en sangre el territorio de la patria, cesarían en su ciega perfidia". […] [En la madrugada, mi madre fuera de la morgue] Encontró un zorrero muerto al pie de su caballo y lo tomó. Envuelto en sábanas ensangrentadas y papel periódico, mamá y Pedro Eliseo Cruz solos, pues nadie más se había quedado en la clínica, sacaron el cuerpo de mi padre ya embalsamado por el basurero de la clínica; el edificio había sido rodeado por el ejército para impedir la salida del cadáver desde el momento mismo en que mi madre manifestó su deseo de velarlo en su casa, esperando hasta que cayera Ospina. Atravesaron la ciudad tirando del caballo, pasando por encima de multitud de cadáveres y esquivando las balas. Una vez en nuestra casa, mi madre sacó el comunicado que dio inicio a una larga velación que buscaba la caída del régimen. Allí estaba mi padre, para siempre derrotado, en la misma sala donde el 6 de mayo de 1946, a la madrugada, yo había presenciado una escena que resume toda su estrategia de lucha. Acababa de saberse Página | 93


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que en las elecciones presidenciales de la víspera Ospina Pérez había obtenido las mayorías. En mis recuerdos de niña se me quedó grabada una imagen distorsionada por la imaginación infantil, donde Milton Puentes, un militante incondicional del gaitanismo, lloraba limpiándose las lágrimas con una inmensa sábana blanca que debió ser tan solo un pañuelo. Casi todos lloraban cuando entró mi padre, que había estado escuchando los resultados en las oficinas de Jornada, el periódico del Movimiento Gaitanista. "¿Qué pasa aquí?", pregunta. "Doctor Gaitán, que se cayó el partido liberal", dice alguno. "El partido liberal no se ha caído, porque el partido liberal es el pueblo y el pueblo nunca ha estado en el poder. Se cayó la oligarquía liberal, que es otra cosa. Ya no nos queda más que derrotar a la oligarquía conservadora. Hemos dado un paso adelante. ¡Hoy comienza la lucha!". Y esas fueron sus primeras palabras en el siguiente "viernes cultural" del Teatro Municipal, cuando invitaba al pueblo a reorganizar al partido, como un partido popular. […] Y allí estaba mi padre, embalsamado, inerme, contemplado por un sin número de doloridas gentes que venían a mirarlo por última vez. Eran colas interminables. Una ventana de la sala se había abierto a manera de puerta de salida para que las gentes pudieran circular por aquel pequeño espacio. Ni una sola corona en el salón, pues la huelga general tenía paralizado al país. Solo un gran óleo con la figura de Jesús crucificado por los nazis adornaba la sala despojada de todo su mobiliario para darle cabida al ataúd y al mar de gente humilde que se acercaba para darle un último adiós a quien fuera su esperanza. Y hoy pienso que esa pintura en que aparece 6

Gloria Gaitán Jaramillo es hija de Jorge Eliécer Gaitán, economista de la Universidad de los Andes e investigadora de historia agraria y política. Este

Jesús llevado a la cruz por hombres con cascos nazis presidió siempre mi casa, mientras que los dogmáticos que en vida de mi padre dirigían al partido comunista, ¡tuvieron la perversa osadía de llamarlo fascista! Mi padre respondía a esas calumnias diciendo: "Unos me llaman fascista, otros me llaman comunista, sólo podemos decirles que son gentes de mala fe" 6.

Cuenta Gaitán Jaramillo (1998) que Jorge Eliécer Gaitán llegó a vivir con su madre, Manuela Ayala Beltrán, a la casa de la calle 42 a partir de 1933 y que luego, pensando en que llegaría a ser presidente en las elecciones de 1950, mandó a construir otra casa al arquitecto español Santiago de La Mora en la Avenida Caracas entre calles 45 y 46. Al finalizar la construcción resultó que la nueva casa le pareció “demasiado lujosa” y en vez de mudarse decidió en cambio en 1947 remodelar y modernizar la casa de la 42, que lucía entonces como una casita neocolonial española. Doña Amparo de Gaitán, dice su hija, no quería dejar salir de la casa el cuerpo de Gaitán hasta que no renunciara de la presidencia el líder conservador Mariano Ospina, cosa que nunca pasó y por lo que finalmente fue enterrado en su propia sala. A las pocas semanas el lugar fue declarado Monumento Nacional y así adquirió los tres distintos significados que tiene hasta hoy en día: una casa de comienzos del siglo XX, una tumba reverencial y un museo de sí misma. En la década de 1980 el resto de la manzana fue demolida para dar cabida al proyecto del Centro Gaitán, obra de Rogelio Salmona. En el patio central de la gran edificación, aún inconclusa, actualmente reposa el cuerpo del caudillo.

relato apareció en la revista Credencial Historia, edición 96 de diciembre de 1997, p. 4-7.

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Imagen 140: Aspecto de la casa de Jorge Eliécer Gaitán antes de la remodelación de 1947.

Si ese viernes por el centro de Bogotá llovía, en los barrios residenciales del norte no escampaba. Aunque alejados de los disturbios del centro de Bogotá, los elegantes barrios de clase alta como La Merced, Teusaquillo, La Magdalena o más al norte Quinta Camacho y Nogal, entre otros, vivían su propio ambiente de caos ante la latente amenaza de los saqueos e incendios del pueblo enardecido. Entre múltiples escenas y personajes, el escritor Miguel Torres en su libro El incendio de abril nos cuenta las aventuras de Santamaría, un acomodado capitalino de Teusaquillo o de cualquier otro barrio de residencias “al mejor estilo de la english architecture”, que temiendo que “la chusma” llegara en cualquier momento para arrasar con su casa decide saltar el muro para esconderse toda la noche en la mansión deshabitada de su vecino, “el loco Campuzano”. Imagen 142. “Avenida Caracas”. Gumersindo Cuellar, ca. década de 1930.

Fuente: (Gaitán, 1998)

Imagen 141. “Monumento nacional ha sido declarada la casa que albergó el hogar del doctor Jorge Eliécer Gaitán”.

Fuente: Biblioteca Luis Ángel Arango

El incendio de abril Por Miguel Torres

Fuente: El Tiempo, 18 de abril de 1948.

Para mi alivio no había moros en la costa, o si los había no podía verlos, porque la costa estaba nublada: del otro lado de la calle, la niebla se fundía en la noche amasando una tenebrosa oscuridad que ni siquiera dejaba entrever la alambrada de Página | 95


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púas que cerca las inmensas propiedades de don Pepe Sierra, en cuyas verdes praderas, que se extienden hacia el norte de la sabana, pastan miles de cabezas de ganado. De este lado de la calle el paisaje era otro: a través de la niebla se filtraba el vaho dorado de los postes que alumbraban la acera, transparentando la vegetación del jardín y el aviso estancado a tierra con el mismo letrero que se ve en las ventanas. La misma argamasa de claroscuros rescataba de las tinieblas la verja de entrada a la casa y el arranque del sendero de gravilla que conduce a los garajes y se bifurca hacia la puerta principal, y el muro colindante entre la acera y el jardín, que, al contrario del muro de mi casa, es tan bajito que no me llega ni a la cintura (vanidad de rico del loco Campuzano para que la gente se muriera de la envidia al pasar y deleitara los ojos a la vista del jardín y de la fachada de la casa con los tejados en descenso, al mejor estilo de la english architecture, como la mía y muchas de las residencias que se han venido construyendo en este barrio desde los comienzos de los treinta). Ni una sombra sospechosa a la vista. ¿Y si todo es una falsa alarma? Esos locutores son muy dados a exagerar, a sembrar el pánico. Nada raro que se hayan propuesto asustarnos para no dejarnos dormir tranquilos mientras el centro de la ciudad arde y el comercio es saqueado. Por eso mismo. Porque vivimos en esos barrios y estamos lejos y a salvo de la hecatombe. Por pura envidia. Claro que si llega a ser cierto, si esa chusma desquiciada y sedienta de venganza viene en camino hacia estos lados con gasolina y armada hasta los dientes, será mejor ir encomendándose a todos los santos de nuestras familias, porque quién va a detener a esa horda de salvajes a la hora que lleguen a asaltar nuestras viviendas. Les bastará trepar los muros, atravesar los jardines y derribar las puertas. Si es que no les da por rociarlas de plomo antes de entrar a saquear a mansalva, por sobre los cadáveres regados puertas adentro.

Para sorpresa de Santamaría, a lo largo de la noche van a llegar otros vecinos a la casa de Campuzano buscando refugiarse de lo que se piensa es un ataque inminente. En las siguientes horas, como una imagen sacada de una película de Buñuel, este grupo de la élite bogotana esperará arrinconado y desposeído en medio de la mansión decadente:

Todos los que habían llegado eran vecinos y conocían la casa como asiduos invitados, la mía también, y yo las suyas. La diferencia de esta noche es que habían llegado a una casa que ya no era el hogar de una familia amiga, sino una mansión desmantelada, sin luz, ni agua, ni teléfono, en cuyos aposentos vacíos brillaban por su ausencia el lujoso mobiliario de la sala y el comedor, los candelabros, la cena servida con sus platos y aparejos, la champaña y el vino, los brindis, la música, la servidumbre atendiendo a los invitados repartidos en grupos que conversaban animadamente al calor de la chimenea, en las escaleras, en la biblioteca, en los mullidos sillones y sofás distribuidos por toda la sala, cuando no en los jardines, en las noches que el inclemente frío bogotano daba una tregua y se podía pasear por los prados y charlar alrededor de los crisantemos, de los jazmines y de los pinos bajo el resplandor de las antorchas, mientras el trago iba subiendo los ánimos y se prendía la fiesta y todos terminábamos bailando en medio de una ruidosa algarabía que se prolongaba hasta el amanecer.

Caí en la cuenta de que todos permanecíamos en absoluto silencio, quizás porque unos y otros estábamos evocando el mismo escenario de fiesta y alegría que parecía tan remoto y ajeno a esta noche, atravesada por circunstancias imprevisibles que ninguno hubiera podido imaginar que pudieran darse hasta el advenimiento de esa hora aciaga del medio día, que amenazaba con poner patas arriba al país del Sagrado Corazón. Página | 96


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El ruido del candado machacando la verja nos sacó de nuestras ensoñaciones. Villegas fue el primero en reaccionar 7.

Aunque barrios como Armenia, Palermo, Santa Teresita o posteriormente La Soledad terminaron por imprimirle al sector una clara vocación habitacional de clase media, en el imaginario literario todo este territorio fue retratado algo así como una fortaleza de la burguesía local. El escritor José Antonio Osorio, en la otra orilla desde la que escribe Miguel Torres, en su novela El día del odio (1954) nos habla de El Alacrán, un astuto ladrón del bajo mundo bogotano que hace de las suyas con total impunidad en los días que siguieron al Bogotazo. Su suerte cambiará cuando decide salir de su territorio habitual, el centro, para aventurarse a los barrios del norte con la intención de robar una mansión de Teusaquillo. Esta imagen del fortín (como también lo llamó la escritora Helena Araujo) aislado de la otra Bogotá tiene su razón de ser pues, en efecto, barrios como La Magdalena y Teusaquillo albergaron, principalmente de la carrera 19 hacia el oriente, algunas de las mansiones que fueron de presidentes y expresidentes, dirigentes políticos y acaudalados empresarios. Así por ejemplo Laureano Gómez y su enemigo político, Gustavo Rojas Pinilla, fueron vecinos de la misma calle; no había más de cinco manzanas de distancia entre la casa del jefe del partido liberal y la del jefe conservador… en fin, con suerte que hacia mediados de la década de 1940 el sector era una especie de mapa geográfico del poder local. No obstante, tal fortín de la élite dejará de serlo en la segunda mitad del siglo XX.

7

Miguel Torres es bogotano. Es autor de La Siempreviva, obra seleccionada

como una de las más importantes del teatro colombiano del siglo XX. El incendio de abril (2012) junto con El crimen del siglo (2006) y La invención del pasado

(2016) conforman la Trilogía del 9 de abril. Este fragmento fue tomado de Torres, M. (2019). El incendio de abril. Bogotá: Maxi Tusquets. P. 281-292.

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Después de que mi padre cierra los postigos yo voy tapando con el dedo, uno por uno, todos los agujeros que hay en ellos, porque mi madre dice que lo que sucede en las familias es privado, que nadie tiene por qué andar metiendo las narices en lo de uno, que los trapos sucios se lavan en casa. […] Los agujeritos que atraviesan los postigos de mi casa son redondos, astillados en los bordes, como ojos con pestañas sobre la cara verde de la madera. ¿Qué son esos agujeros, madre? ¿Qué son esos agujeritos, padre? Siempre me responden No es nada, No es nada. O sea que los postigos tienen agujeros y ya está, es lo propio de ellos, como tener ojos las personas. Una noche, durante la ronda de las llaves a la hora de nona, mi padre me confiesa que han sido los francotiradores del Nueve de Abril. Yo comprendo sus palabras: los francotiradores del Nueve de Abril han abierto esos agujeros en los postigos de nuestra casa. ¿Y con qué los abrieron, padre?, Con sus disparos, ¿Dispararon contra nosotros?, No contra la gente, me dice, pero no añade una palabra más. ¿Contra cuál gente, padre? La gente, la gente, las cosas son como son y no hay para qué estar hablando de ellas. ¿Y tuvimos miedo?, le pregunto entonces y él responde que yo no había nacido cuando sucedió eso. Fuente:

En otro episodio literario, la escritora bogotana Laura Restrepo nos va a llevar a estas mismas mansiones unos años más allá del 9 de abril, en la década de 1960, para narrar cómo se vivieron los hechos desde la distancia del recuerdo.

Delirio

Laura Restrepo Casabianca es una escritora y periodista bogotana. Es autora de varias novelas que representan bien la Bogotá de finales del siglo XX. Entre estas, Delirio le representó el premio Alfaguara de Novela de 2004. Este fragmento es tomado de Restrepo, L. (2000). Delirio. Bogotá: Santillana. p. 134-135.

1.4.2 Sinagogas en Teusaquillo

Por Laura Restrepo

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De acuerdo con el trabajo del investigador Enrique Martínez (2018), dos de las comunidades que mayor aporte hicieron al desarrollo material del área de estudio y que hicieron de esta su hogar en la primera mitad del siglo XX fueron las judías sefaradí y asquenazi germanoparlante. La presencia del judaísmo en Bogotá puede rastrearse incluso desde los primeros años de su fundación, pero fue a finales del siglo XIX y principios del XX que la comunidad judía comenzó a tener gran incidencia en el mercado de finca raíz capitalino: para no salirnos del área de estudio, hacia 1919 fue el inmigrante judío Salomón Gutt el empresario que urbanizó el barrio Alfonso López, inicialmente conocido como La Constructora.

Imagen 144. Proyecto de planta del primer piso para el Edificio Montefiore (1952).

Martínez señala en Quinta Sion (2018) que los inmigrantes judíos sefardíes y asquenazíes que habían llegado a comienzos del siglo XX a Bogotá y que se asentaron particularmente en los barrios Alameda y Santafé, al estabilizarse económicamente en la mitad de siglo se desplazaron -esta vez como propietarios de sus lugares de residencia- al norte de la calle 26 a los barrios de Santa Teresita, Teusaquillo, Armenia, La Magdalena, Palermo y La Soledad. De este desplazamiento resultó un próspero movimiento constructivo particularmente de edificios de renta, los cuales por sí mismos no hicieron visible la presencia de la comunidad salvo por ciertas placas con nombres bíblicos o algunas estrellas de David ornamentales en fachadas e interiores. Lo que sí puede dar cuenta de esta presencia son dos importantes templos construidos en la segunda mitad del siglo XX: la sinagoga de la Asociación Israelita Montefiore en La Soledad y la sinagoga del Centro Israelita de Bogotá en el barrio Armenia.

Fuente: (Martínez, 2018)

Imagen 143.: Proyecto de fachada para el Edificio Montefiore. 1952.

Imagen 145. Fachada actual del antiguo Edificio Montefiore.

Fuente: Google Street View.

La Asociación Israelita Montefiore, que congregaba a religiosos de origen judío-alemán, se conformó hacia 1943 y tras deambular por varios lugares alquilados, como casas e incluso teatros, en 1952 emprendió la construcción de su primera sinagoga allí donde vivían la mayoría de sus miembros: entre Teusaquillo, La Magdalena y La Soledad. El diseño estuvo a cargo de la firma Tejeiro Blumenthal & Cía, en la que participaba el arquitecto judío-alemán Ernst Blumenthal. El edificio fue Inaugurado en 1955 y en él actualmente tiene su sede la Casa del Teatro Nacional.

Fuente: Centro de Documentación IDPC Página | 99


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Imagen 146. Proyecto de fachada para el Centro Cultural Israelita (1963).

Imagen 147. Cortes laterales para el proyecto del Centro Cultural Israelita. (1963)

Por su parte, la comunidad de judíos asquenazíes organizada bajo el Centro Israelita de Bogotá tenía una presencia con más historia en Bogotá, y así mismo un mayor trasegar en busca de su propia sede. Finalmente esta se construirá y concluirá en 1957 en el barrio Alameda, con la intención de prestar sus servicios a los miembros que desde los años 40 vivían en la zona. No obstante, como lo indica Martínez (2018), para cuando esta fue terminada ya muchos integrantes de la comunidad se habían mudado a otros barrios más al norte, razón por la cual desde la misma década de 1950 otros miembros del Centro habían gestionado la compra de varios predios en el barrio Armenia. Sobre estos se construyó en 1970 el nuevo Centro Cultural Israelita con planos del arquitecto Enrique Hernández Porras, el mismo edificio que actualmente presta sus servicios como sede de la organización religiosa YMCA.

1.4.3 ¿Por qué el parque de Mamatoco se llama el parque de Mamatoco? 8

Imagen 149. “A traición lo sorprendieron los desconocidos criminales”, fragmento de la crónica sobre la muerte de Mamatoco.

Fuente: (Martínez, 2018)

Imagen 148. Fachada actual del Centro Cultural Israelita.

Fuente: Google Street View. Fuente: El Tiempo, julio 15 de 1943. 8

Este apartado se elaboró con información obtenida de la crónica de El Tiempo del 15 de julio de 1943 y de Patiño, O. (2018). Historia (privada) de la violencia. Bogotá: Debate. Página | 100


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El 12 de diciembre de 1940 se expidió la Ley 73 por la cual se honraba la memoria y se ordenaba levantar en Bogotá el busto del peruano José Santos Chocano, “poeta de América, grande amigo de Colombia”. El lugar escogido para ello fue el parque de La Magdalena, un barrio entonces con pocos años de existencia. El busto en efecto fue inaugurado en 1941 y a partir de esta fecha al lugar oficialmente se le llamó “Parque Santos Chocano”. Pese a ello, no es por este nombre con el que lo conocen los habitantes más antiguos del sector, por cierto cada vez más escasos, sino por el de “parque de Mamatoco” pues fue allí donde el consternado vecindario descubrió el 14 de julio de 1943 el cuerpo sin vida de este boxeador.

Francisco Anastacio Pérez hace parte del repertorio de aquellos personajes rocambolescos que tuvo Bogotá en la primera mitad del siglo XX. Nació en el municipio de Mamatoco, departamento de Magdalena (de allí su apodo). En 1934 tumbó de un poderoso golpe de izquierda a Bill Scott en el Salón Olimpia y esto lo hizo a una cierta fama en la época; sin embargo, fue más bien poco su éxito como boxeador y se le vio luego probando suerte como comerciante y como entrenador de boxeo en la Policía municipal. Allí hizo algunas amistades y conoció de cerca la institución, tan de cerca que fundó el semanario La voz del pueblo que tenía por misión denunciar supuestas irregularidades del cuerpo policial. En 1941 su nombre apareció junto con el de políticos conservadores, sacerdotes e incluso miembros de fracciones nazis en un informe del FBI que alertaba sobre un posible golpe de Estado contra el entonces presidente Eduardo Santos. Más adelante, durante el gobierno de López Pumarejo, su semanario se dedicó a despotricar del liberalismo y esto le granjeó que varias veces fuera encarcelado como presunto conspirador contra el gobierno (“conspiraciones pueriles” como lo llamó El Tiempo). Intentó incursionar en la política y se lanzó como diputado, pero no obtuvo los votos suficientes. Según El Tiempo, tenía 36 años cuando se le encontró aquella noche de julio con 19 heridas de puñal en la espalda.

Imagen 150. Parque Santos Chocano o de Mamatoco en 1943 .

Fuente: IGAC, vuelo C-335.

Imagen 151. “Parque Santos Chocano” ”, fragmento de la crónica sobre la muerte de Mamatoco.

Fuente: El Tiempo, julio 15 de 1943.

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Imagen 152. “Un cadáver”, fragmento de la crónica sobre la muerte de Mamatoco.

Un famoso vecino de La Magdalena, el conservador Laureano Gómez, hizo de su muerte el caballo de pelea contra todos sus enemigos políticos: desde su periódico El Siglo, Gómez se encargó de difundir toda suerte de acusaciones contra el liberalismo, como que a Mamatoco lo mandó a matar Eduardo Santos porque descubrió que este era amante de su esposa Lorencita. O que a Mamatoco lo mandó matar Pedro López, hijo del mismísimo presidente, porque lo pescó en el Parque Nacional haciendo cosas con una “distinguida dama casada” dentro de su coche. O, en una variante más intrincada de la historia, que Mamatoco fue asesinado porque había descubierto, y lo iba a publicar en su semanario, que Pedro López mandó a matar a un carabinero que lo había encontrado en el Parque Nacional haciendo cosas con una “distinguida dama casada” dentro de su coche. Casi un trabalenguas.

Fuente: El Tiempo, julio 15 de 1943.

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