BY Las escritoras de la revista BY; Ivon Álvarez, Victoria De La Rosa, Dafne Méndez y Monserrat Sánchez, visitaron la cuidad de Guanajuato.
El monumento Al Pípila lo apodaban así ¿Por que?
El cerro del cubilete un templo que afronto hasta la guerra Cristera.
En la espeslusnante hacienda del cochero aquí podras conocer toda clase de tortura
La Hacienda es un ‘agradable’ lugar ubicado en las afueras de la ciudad de Guanajuato y que alguna vez fungiese como Convento de monjes (y frailes) agustinos, pero que hace unos años, la propiedad fue adquirida en oportunidad por un empresario con la esperanza de encontrar allí un tesoro, pues había escuchado rumores de que en el sitio espantaban espíritus que resguardaban algo muy valioso. Ya una vez como dueño, ni tardo ni perezoso comenzó a buscar; y aunque buscó mucho, la verdadera sorpresa se le dio cuando empezó a excavar, no creo que fuese lo que andaba buscando, pero fue lo que encontró: ¡un cementerio! Cuando buscó en los registros del municipio qué nombre tenía o de cuando databa, ¡no encontró nada, pues era clandestino! Pero ¿Quiénes eran, cuando fueron sepultados y porqué justamente allí?
De Guanajuato son muy famosas sus ‘Momias’, pero esas son extraídas del Cementerio Municipal, pero ¿qué hace que se conserven en ese estado? Se dice que su agua y los minerales de su tierra. Pues ese factor fue el mismo que contribuyó para que los cadáveres de la Hacienda del Cochero se conservaran, Sí, ¡hasta su ropa! Este fue uno de los elementos que facilitó saber cuándo habían sido sepultadas esas personas. Las vestimentas correspondían al siglo XVII y XVIII, de nuestra era, (aunque algunos dicen que ciertos modelos se utilizaron a principios del s. XIX también). Las excavaciones continuaron; y al fondo del cementerio donde solo parecía haber pared, encontró una puerta. ¿Qué tipo de ‘portal’ sería ese? ¿La puerta que lo conduciría al éxito o al tan ansiado tesoro? La empezó a abrir, más nunca se imaginó que la puerta que abriría,
Una hacienda que guarda mucha historia
sería prácticamente la ‘antesala del infierno’. Dicha ‘antesala’ más bien parecía ser una sala de espera, pero ¿de qué? Su silla parecía elegante pero no muy confortable que digamos, pues ¡tenía clavos y puntas en el asiento, respaldo y coderas! ¿Y la puerta contigua? ¡Es una mazmorra… y hay alguien allí esperando el acceso! ¿Adónde? ¡A una Cámara de Torturas de la “Santa Inquisición”! Al traspasar el portal un monje agustino católico está supervisando que se les aplique la condena dictaminada, y ¿si todavía no hay de qué condenarlo? Pues, ¡con las torturas algo confesará! Pero ¿cómo llegaban hasta aquí las personas? LA INQUISICIÓN: EL “SANTO OFICIO” IMAGÍNESE que se halla ante un tribunal religioso que pretende obligarlo a aceptar los dogmas de su fe. Usted desconoce a sus acusadores y el contenido de la acusación. En vez de revelársele los fundamentos de la denuncia, le corresponde a usted exponer los cargos por los que cree que se le ha arrestado y descubrir a sus denunciantes. ¡Cuidado con lo que dice!, pues podría confesar un delito que no se le ha imputado y empeorar su situación. Asimismo, podría complicar a otras personas que no tienen nada que ver con las acusaciones que pesan en su contra. ¿CÓMO EMPEZÓ ESTO?
Cuando los españoles conquistaron lo que hoy es México, en el siglo XVI, también se produjo una conquista religiosa. La conversión de los indígenas fue apenas una sustitución de tradiciones y ceremonias, puesto que muy pocos sacerdotes católicos se interesaron en enseñar la Biblia; tampoco se molestaron en aprender la lengua de los nativos ni en enseñarles latín, el idioma en que impartían la doctrina. Humberto Bronx, sacerdote católico e historiador, explica: “Al principio bautizaban sin catequesis, prácticamente a la fuerza. [...] Los templos paganos fueron convertidos en iglesias o ermitas cristianas; los ídolos, reemplazados por cruces”. Algunos opinaban que los indios debían recibir una educación integral en materia religiosa. Otros, por el contrario, compartían la opinión de fray Domingo de Betanzos, quien, según el libro Zumárraga y la Inquisición Mexicana, de Richard E. Greenleaf, “creía que debía rehusársele al indio la instrucción en latín porque eso lo conduciría a entender lo ignorante que era el clero”. Por tanto, La Inquisición comenzó contra los indígenas. Los naturales del país que no abrazaban la nueva fe eran tildados de idólatras y se les perseguía cruelmente. Así pues, los discrepantes del culto católico sufrieron persecuciones, tortura y muerte durante cerca de trescientos años, contando desde 1539, año en que, ‘extraoficialmente’, pero comenzó a aplicarse la Inquisición. A
muchos mexicanos de nacimiento y de adopción se les castigó, y a algunos se les mató, por criticar o rechazar la nueva religión. La situación condujo a que los frailes, y posteriormente los obispos, pusieran en práctica un método inquisitorial. El Tribunal del Santo Oficio de la Inquisición se creó oficialmente en 1571 con la llegada del español don Pedro Moya de Contreras como inquisidor mayor, y funcionó hasta 1820. Al acusado se le torturaba hasta que confesara. El tribunal esperaba que abjurara de sus creencias y aceptara la fe católica. Solo se ponía al reo en libertad si demostraba su inocencia, si era imposible probar su culpabilidad o, por último, si confesaba y se arrepentía, en cuyo caso se leía en público una declaración en la que afirmaba que aborrecía su ofensa y prometía enmendar su error.
Antonio Fernando de Miera un “hombre de aspecto siniestro y mirada intimidante”. Se nombra inquisidor a los 12 días del mes de mayo del año de 1764.
Vicente Manuel de Sardaneta y Legazpi, primer Marqués de Rayas, fue el dueño y señor de la Hacienda del Cochero.
Texto: Dafne Lizbeth Méndez Merino. Fotos: Agen
UN JOVEN CON AGALLAS
Juan José de los Reyes Martínez Amaro, más conocido como el Pípila, nació el 3 de enero de 1782, en la casa número 90 de la calle el Terraplén, de San Miguel el Grande, Guanajuato. Sus padres fueron Don Pedro Martínez y Doña María Rufina Amaro. Aprendió a leer y escribir en su pueblo natal y en su juventud ingresó de barretero en la mina de Mellado. El insurgente Pedro García que conoció en Guanajuato al Pípila dice que era un hombre fuerte, valiente, poseído de una enfermedad silicosa común en las minas como cascado, que sabía leer y escribir; de tipo mestizo, con mucho de indio otomí o chichimeca, de color moreno, pelo lacio y oscuro, ojos rasgados y complexión musculosa. Partidario de la causa insurgente, pertenecía al ejército organizado por Hidalgo y Allende; hombres del pueblo armados con ondas, garrotes, lanzas y unos cuantos machetes y fusiles. Los mineros le habían apodado, desde muchacho, el Pípila, nombre que se le da en el bajío al guajolote o pavo doméstico, quizá por las pecas que llenaban su cara dándole el aspecto punteado del plumaje de esas aves.
Juan José de los Reyes apoyaba la causa independiente ya que en esos tiempos eran rudamente castigados por oponerse al rey Carlos III; y por la violencia autoridad de Riaño. Juan José de los Reyes Martínez Amaro decidió unirse a las filas insurgentes, donde conoció a Miguel Hidalgo. En Septiembre de 1810 participó en el levantamiento independentista del cura Miguel Hidalgo. Acompaño al ejército de Hidalgo, desde San Miguel el Grande, su pueblo natal, hasta Guanajuato, destacando en la Toma de la Alhóndiga de Granaditas todos los intentos de los insurgentes para apoderarse del edificio, que era una fortaleza en la cual se almacenaban granos para el tiempo de escacez. Hidalgo se presentó en Guanajuato el 28 de septiembre de 1810, instando a Riaño para que rindiera la plaza. Este se negó a entregarla e hizo fuerte dentro de la Alhóndiga. Los realistas resistián el ataque de los insurgentes, hasta que Hidalgo y los jefes insurgentes opinaron que sólo podría tomarse la Alhóndiga si se quemaba su puerta principal.
Tras horas de intensos combates, de los Reyes Martínez solicita la autorización del cura Miguel Hidalgo para quemar la puerta principal de la Alhóndiga con una antorcha. Para lograr su cometido, "El Pípila" decide ponerse en la espalda una laja de cantera, y con ella arrastrarse pecho tierra hacia la entrada de la Alhóndiga; en una mano portaba una antorcha y en la otra brea o aceite, el cual untó en la puerta lo que inmediatamente incendió el umbral, lo que permitió al ejército insurgente penetrar la fortaleza y pelear hasta adueñarse de ella. Al concluir la Guerra de Independencia de México, el Pípila volvió a trajar como minero, hasta que falleció el 25 de julio de 1863, víctima de los gases y el polvo de la mina. Hay documentos suficientes que prueban la existencia de este personaje. El heroísmo del Pípila fue realidad, su origen no fue un mito o una leyenda, fue el hombre valiente, el salvador indispensable de su tiempo, la llama sin la cual quizá nunca se hubiera encendido la puerta de la Alhóndiga de Granaditas y el ejército Insurgente de Hidalgo no hubiera vencido a los españoles que se encontraban protegidos en el lugar; tal vez hubieran pasado muchos años para que México fuera un país libre y soberano.
SE LO TENÍA BIEN MERECIDO El Pípila fue edificado en 1939, obra del escultor Juan Fernando Olaguíbel. Es una enorme estatua de cantera sobre basamento que representa al minero Juan José Martínez "El Pipila" en posición de avanzar, portando una antorcha en la mano derecha. En la base del monumento se encuentra la inscripción: "...aún hay otras alhóndigas por incendiar". La estatua se encuentra en una plaza con piso de adoquín, balaustrada que funciona como mirador de 360 grados, desde donde podemos tener una espléndida panorámica de la ciudad de Guanajuato, sobresaliendo construcciones importantes como: la Alhóndiga de Granaditas, el Mercado Hidalgo, la Universidad de Guanajuato, el Teatro Juárez, la Basilica Colegiata, el Jardín Unión, las bellas cúpulas del templo de San Diego y el templo de la Compañía, entre otras. En la parte posterior del monumento se encuentra un acceso que nos lleva por una escalera a la parte superior del mismo. La obra muestra columnas adosadas sobre las que descansa un entablamento decorado con metopas y triglifos; más arriba en relieve, el escudo de Santa Fe de Guanajuato, envuelto en guirnaldas y flanqueando por pilastrillas con estrías sobre las que descansa un frontón recto. Cada 28 de septiembre, un club de servicio social entrega la presea el "Pípila de Plata" a las personalidades guanajuatenses por su destacada labor en beneficio de la ciudadanía en diversos ámbitos; en la ciudad de Guanajuato hay un desfile donde participan escuelas, dependencias gubernamentales de los 46 municipios, además de clubes de servicio a la comunidad para conmemorar la Toma de la Alhóndiga de Granaditas y a este gran héroe.
La Alhóndiga de Granaditas se encuentra en la calle 28 de Septiembre, esquina con Mendizábal, en el centro histórico de la ciudad de Guanajuato, capital del estado de Guanajuato, en México, enfrente del Archivo Histórico de la Ciudad; atrás se encuentra la Iglesia de Belem, al lado izquierdo la avenida Juárez y a la derecha la escuela Carlos Montes de Oca. La Alhóndiga está rodeada por las calles San Javier, Insurgencia y Mendizabal, también de calle de la Galarza.
el 28 de septiembre del mismo año, las tropas realistas comandadas por el intendente del centro minero de la ciudad, el militar Juan Antonio Riaño, se acuartelaron dentro de la alhóndiga para resistir a las fuerzas insurgentes comandadas principalmente por el cura Miguel Hidalgo y Costilla, Ignacio Allende y Unzaga, Juan Aldama, Mariano Abasolo y Mariano Jiménez. Al movimiento insurgente se habían unido un contingente de trabajadores mineros, por lo que uno de ellos, de nombre Juan José de los Reyes Martínez Amaro, apodado El Pípila, tomó como caparazón una losa de piedra que cargó a su espalda para cubrirse del fuego cruzado, con lo que llegó hasta la puerta de la Alhóndiga y le prendió fuego con una antorcha y unas varas de ocote, con lo que el ejército insurgente pudo entrar al edificio, vencer a los realistas y tomar la ciudad. Todos los realistas, en su mayoría familias peninsulares de los alrededores refugiadas en el edificio, fueron masacrados, y la Alhóndiga saqueada, al igual que el resto de la ciudad de Guanajuato. Después de muertos los héroes independentistas: Miguel Hidalgo, Juan Aldama, Ignacio Allende yJosé Mariano Jiménez, sus cabezas fueron colgadas dentro de jaulas de cada una de las esquinas de la alhóndiga el 14 de octubre de 1811, donde duraron expuestas hasta marzo de 1821, al borde de la total liberación del dominio español.
Teatro Juárez Con el corazón mismo del organismo
urbano, el Teatro Juárez es un edificio significativo, es punto de referencia para los habitantes de la ciudad y también para los visitantes. Desde su inauguración, en el año de 1903, ha sido el centro y la sede de las manifestaciones artísticas más importantes de la ciudad de Guanajuato y su entorno regional. El Teatro Juárez de Guanajuato es un histórico teatro que data de finales del siglo XIX ubicado en la ciudad mexicana de Guanajuato en el estado del mismo nombre, en México. El recinto fue edificado de 1872 a 1903 por el arquitecto José Noriega, encargado por el general Florencio Antillón, posteriormente fue terminado por el arquitecto mexicano Antonio Rivas Mercado y el ingeniero Alberto Malo.
El recinto es uno de los teatros históricos más reconocidos. Su época de mayor auge ocurrió a finales del siglo XIX hasta el estallido de la guerra de la Revolución mexicana a principios del siglo XX, siendo un importante foro de actividad artística donde se presentaron afamados exponentes de la época. Fue una herencia arquitectónica de Porfirio Díaz.
Teatro Juรกrez
Vista de teatro Juรกrez por dentro.
Teatro Juรกrez desde otro punto.
La plata fue descubierta por primera vez en la región mexicana del bajío a mediados del siglo XV. Un siglo más tarde, Guanajuato fue el principal centro de minería de plata en el mundo. Hoy en día, la UNESCO ha designado tanto a la ciudad de Guanajuato, como a sus minas, Patrimonio de la Humanidad. La Valenciana se encuentra en el extremo norte de la ciudad y alberga la mina del mismo nombre, que alguna vez fue uno de los yacimientos más ricos y productivos del mundo. Originalmente fue propiedad de los españoles quienes también la operaban. Fue descubierta por Antonio Obregón y Alcocer, quien se convirtió en el propietario y nombrado Conde de Valenciana.
La minería trajo riqueza a la región y se construyeron magníficas iglesias y mansiones con el producto de sus ganancias. Gran parte del dinero pertenecía a los españoles, mientras que los habitantes de Guanajuato trabajaban como obreros. Después de la Revolución Mexicana, la mina de La Valenciana fue cerrada y reabierta en 1968 como una cooperativa que producía plata, oro, níquel y plomo. Hace tiempo dejó de operar, sin embargo, continúa siendo un importante atractivo turístico de Guanajuato. Una parte ha sido dividida en secciones para permitir recorridos guiados por mineros jubilados, quienes brindan experiencia de primera mano acerca de cómo era el trabajo en las minas.
Desciende a un pozo minero para explorar varias de las cavernas que exhiben una gran variedad de equipos de perforación y herramientas. La parte de la mina acondicionada para los recorridos ha sido restaurada con el equipo original y piezas históricas. Podrás admirar una figura de la Virgen María tallada en una de las paredes y estrechos pasillos que se extienden hasta las profundidades de la mina. Justo a las afueras de La Valenciana se encuentra el Templo de San Cayetano, que data del siglo XVIII, y se erige como un monumento a la riqueza de la mina. Este templo de cantera rosa fue mandado construir por el Conde de Valenciana. Al entrar podrás admirar la decoración interior con altares dorados, retablos tallados y enormes pinturas que datan del siglo XIX.