Mi hermana Maria Luisa

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MI HERMANA MARIA LUISA Recuerdo a mi hermana María Luisa alegre y sonriente, tocando el piano cuando vivíamos en Villanueva de la Serena y al anciano vecino recostado junto a la entornada ventana animándola. - ¡Muy bien por ese tres por cuatro! El verano de 1946 fue muy feliz. El médico de Madrid que seguía su enfermedad le dijo que estaba curada y podía hacer su vida normal. Y eso hizo: montó en bicicleta, se bañó en las playas de Torrevieja donde estábamos veraneando la familia… Ella fue feliz y así mis padres y todos los hermanos. Pero el médico se había equivocado. Fue una mejoría de solo unos meses. La enfermedad que arrastraba ya durante más de un lustro seguía implacable destrozándole los riñones. Cuando al principio de los cuarenta por alguna razón, posiblemente banal, se le puso un suero, comenzó el calvario. Con toda seguridad debía estar en malas condiciones, cosa bastante normal en época de mantenimiento incontrolado de los medicamentos que por otra parte no llevaban fecha de caducidad. Inmediatamente surgieron en ella rojeces en la piel, un edema generalizado y una picazón irresistible. La consecuencia fue una septicemia, tan difícil de curar ahora y nada digamos entonces. De todas formas, años después la aparición de la penicilina la hizo resolver en parte su situación si no fuera porque la destrucción de la células renales era ya irreversible e imparable. El deterioro, como puede suponerse no pudo evitarse. Cuando llegué a pasar las vacaciones de Navidad la encontré postrada en su cama, casi irreconocible. El edema le dificultaba hasta abrir los ojos pero su alegría y su sonrisa no se habían borrado de su pálida carita. El día 20 de diciembre su estado era terrible. El médico dijo que le faltaban solo unas horas de vida. No sé si alguien se lo dijo o ella, que era muy lista, comprendió la situación y la aceptó con heroica paz. Todo lo que dijo aquella noche demuestra tu entereza, su piedad y su bondad. Unos días después recogí en unas notas cuanto dijo en las vísperas de su santa muerte. Entre otros papeles acaban mis hermanas Juana y Ángela de encontrarlos y ahora lo transcribo. Son frases que se hace difícil atribuirlas a una niña de quince años, pero todas salieron de ella. Lo transcribo tal como yo lo escribí con la excepción de unas frases que borré y otra que está repetida. El orden puede no corresponder al que se pronunciaron pero responden literalmente a lo que dijo mi hermana según se despedía de los que estábamos con ella.


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