Devocionario por nuestros difuntos Devocionario por nuestros difuntos
Pbro. Jaime Quispe Palomino
Para rezar en el campo santo (cementerio), en casa, en familia, cuerpo presente y otras ocasiones
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Jaime Quispe Palomino, Pbro.
Devocionario por nuestros difuntos Para rezar en el campo santo (cementerio), en casa, en familia, cuerpo presente y otras ocasiones
Jaime Quispe Palomino, Pbro.
PRESENTACIÓN
La Conmemoración de los Fieles Difuntos es conocida también como el “Día de los muertos” o el “Día de los difuntos”. Esta conmemoración tiene lugar, dentro el calendario litúrgico de la Iglesia, el 2 de noviembre de cada año. Es el día en que los católicos visitan los cementerios y recuerdan a sus familiares y amigos mediante oraciones habladas y meditaciones en silencio. En la Conmemoración de los Fieles Difuntos, nuestra Iglesia, Madre y Maestra, nos invita a recordar y orar por todos aquellos hombres y mujeres que vivieron aquí en la tierra, según el designio divino y, después de la muerte, partieron a encuentro con Dios; como Cristo, murió y resucitó “para darnos vida en abundancia” (Jn 10,10). La oración por los difuntos procede de una tradición bíblica del Antiguo Testamento donde “mandó Juan Macabeo ofrecer sacrificios por los muertos, para que quedaran libres de sus pecados” (2 Mac 12,46). De allí, este día se asume como un día de oración por la purificación de nuestros fieles difuntos para que resuciten, en el último día, “y lleguen a aquella asamblea celestial, a la que sólo llegan los santos, para cantar a Dios aquella alabanza que, como nos dice la Escritura, le cantan al son de la cítara: Grandes y maravillosas son tus obras, Señor, Dios omnipotente, justos y verdaderos tus caminos, ¡oh Rey de los siglos!” (San Ambrosio). Este día sagrado es un tiempo intenso de vida porque las familias unidas se trasladan a los cementerios para ofrecer, aunque diversificadamente, oraciones, rogatorias, comida y música que agradaban a sus familiares difuntos; pues, tam-
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bién, de esta manera pretenden recordar y la vez invocar la presencia espiritual de aquellos que ya partieron de este mundo al encuentro con Dios, Padre de infinita misericordia. Es por eso que les presento, en esta oportunidad, un “Devocionario por los Difuntos” para facilitar la oración en el cementerio. En efecto, este Devocionario es una selección de oraciones y estructuras litúrgicas extraídas del Ritual de Exequias de la Sagrada Congregación para el Culto Divino y adaptadas para ésta ocasión y, también, para otras ocasiones exequiales como en la hora de la muerte, velorio, entierro y otras ocasiones exequiales más. Como Iglesia orante y peregrinante, invito a vivir el día de la Conmemoración de los Fieles Difuntos como el día de la esperanza al saber que “nuestros hermanos y hermanas están en la presencia de Dios y también nosotros estaremos allí, por pura gracia del Señor, si caminamos por la senda de Jesús…También la esperanza nos purifica, nos aligera; esta purificación en la esperanza en Jesucristo nos hace ir de prisa, con prontitud. En este pre-atarceder de hoy, cada uno de nosotros puede pensar en el ocaso de su vida: «¿Cómo será mi ocaso?»” (Papa Francisco, Solemnidad de todos los santos, 1 de nov. Del 2013). Con afecto de amigo y hermano. Jaime Quispe Palomino, Pbro
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ORACIÓN de visita a los difuntos EN EL CEMENTERIO Esta oración se reza cuando los familiares y amigos están reunidos en torno a la tumba del ser querido que ya descansa en la paz de Dios. En otras oportunidades, también, se puede rezar en casa. Este oracional ha sido preparado para que presida el Papá o la Mamá o algún otro familiar.
En el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo. Todos: Amén. Presidente: El Dios de la vida, que resucitó a Jesucristo, rompiendo las ataduras de la muerte, esté con todos ustedes. Todos: Y con tu espíritu. Presidente: Oración: Dios Padre de bondad, nuestra fe proclama la muerte y resurrección de tu Hijo; por la eficacia del misterio pascual concede a nuestro (a) hermano (a) N., que duerme en Cristo, resucite por él a las alegrías eternas. Por nuestro Señor Jesucristo tu Hijo, quien contigo vive y reina en la unidad del Espíritu Santo y es Dios. Por los siglos de los siglos. Todos: Amén. Presidente: Ahora escuchemos, querida familia, la Palabra de Dios con devoción y apertura de la mente y el corazón. Presidente:
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Lectura del libro de Tobías: 14,3ª.8-9ª-10ª Cercana ya su muerte, llamó a su hijo Tobías y le recomendó: “Hijo mío toma tus hijos y vete a Media. Ahora, pues, hijos, yo les recomiendo que sirvan a Dios en verdad y hagan lo que es agradable en su presencia. Manden a sus hijos que practiquen la justicia y la limosna, que se acuerden de Dios y bendigan su nombre en todo tiempo, en verdad y con todas sus fuerzas. Tú, hijo, sal de Nínive. No te quedes aquí. El día que me sepultes a tu madre junto a mí, ya ese mismo día, no te quedes en este territorio, porque he visto que se cometen aquí muchas injusticias y muchos engaños, sin rebozo. Palabra de Dios. Todos: Te alabamos, Señor. A continuación, se hace un breve silencio delante de la tumba del familiar y se medita en torno a la Palabra de Dios que se ha leído.
Querida familia: Oremos a Dios nuestro Padre quien resucitó a su Hijo, nuestro Señor, e invoquémoslo con fe por la salvación de N., diciendo: Todos: Padre, que estás en el cielo, escucha nuestras súplicas. • Para que la Iglesia, a través de su testimonio de fe, anuncie sin desfallecer el mensaje del consuelo y la esperanza. Roguemos al Señor. • Para que aquellos hermanos que sufren espiritual y corporalmente nunca se sientan abandonados de Dios. Roguemos al Señor. • Para que Dios se digne librar a su siervo (a) N., del reino de las tinieblas y del lugar de las pePresidente:
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nas. Roguemos al Señor. • Para que Dios se digne misericordiosamente olvidar todos sus pecados y admitirlo (a) a N., en el Reino de la luz y de la paz. Roguemos al Señor. • Para que lo (la) corone de felicidad y lo (la) admita en la asamblea de los santos y elegidos. Roguemos al Señor. Presidente: Dios, creador y redentor de los hombres, concede a tus siervos cuanto te han pedido con fe y esperanza, por mediación de tu Hijo, quien vive y reina por los siglos de los siglos. Todos: Amén. Presidente: Querida familia: ahora invoquemos a Dios Padre que ha recibido en el cielo a nuestro (a) hermano (a) N., la oración que Cristo mismo nos ha enseñado: Todos: Padre nuestro, que estás en el cielo, santificado sea tu Nombre; venga a nosotros tu reino; hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo. Danos hoy nuestro pan de cada día; perdona nuestras ofensas, como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden; no nos dejes caer en la tentación, y líbranos del mal. Amén. Presidente: De la muerte eterna. Todos: Libra, Señor, el alma de tu siervo (a) N. Presidente: El alma de tu siervo (a) N., descanse en paz. Todos: Amén.
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Los ángeles y los santos acompañen en el cielo a tu siervo (a) N. Y Dios lo tenga en su reino haciéndole participar del Banquete del Reino de los Cielos. Amén. Pidamos la intercesión de nuestra santísima madre la virgen María por nuestro (a) hermano (a), con la oración que la Iglesia nos ha enseñado: Dios te salve María llena eres de gracia el Señor es contigo; bendita tú eres entre todas las mujeres, y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús. Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros, pecadores, ahora y en la ahora de nuestra muerte. Amén. El Señor nos bendiga, nos guarde de todo mal y nos conduzca a la vida eterna (En este momento todos se hacen la señal de la cruz). Amén. Terminemos nuestra oración cantando: Resucitó, aleluya
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Resucitó, Resucitó, Resucitó, Resucitó. ¡Aleluya!, Aleluya, Aleluya, Aleluya. ¡Resucitó! La muerte, ¿dónde está la muerte?, ¿dónde está mi muerte?, ¿dónde su victoria? Gracias sean dadas al Padre, que nos pasó a su Reino, donde se vive de amor. Alegría, alegría, hermanos, que si hoy nos queremos es que resucitó. Si con Él morimos, con Él vivimos, con Él cantamos: ¡Aleluya!
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ORACIÓN BREVE POR NUESTROS DIFUNTOS EN EL CEMETERIO En el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo. Todos: Amén. Presidente: Para encomendar a Dios con el corazón limpio en favor de nuestro (a) hermano (a) N., reconozcamos sinceramente nuestros pecados ante el Señor. Todos: Yo confieso ante Dios Todopoderoso, y ante ustedes hermanos, que he pecado mucho de pensamiento, palabra y omisión. Por mi culpa, por mi culpa, por mi gran culpa. Por eso ruego a santa María siempre virgen, a los ángeles y a los santos y a ustedes hermanos que intercedan por mí ante Dios, nuestro Señor. Presidente: El Señor todopoderoso, tenga misericordia de nosotros, perdone nuestros pecados y nos lleve a la vida eterna. Todos: Amén. Presidente: Escuchemos, ahora, brevemente la Palabra de Dios. Del evangelio según san Juan 6,39-40 La voluntad del que me envió es que no deje que se pierda ninguno de los que me dio, sino que los resucite en el último día. Esto Presidente:
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Todos: Presidente
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es lo que quiere el Padre: Que todo el crea en mí tenga vida eterna; y yo lo resucitaré en el último día, dice el Señor. Palabra del Señor. Gloria a ti, Seños, Jesús. Renovemos ahora nuestra confianza a Dios, Señor de la resurrección y la vida, rezando el credo. Creo en Dios, Padre Todopoderoso, Creador del cielo y de la tierra. Creo en Jesucristo su único Hijo Nuestro Señor, que fue concebido por obra y gracia del Espíritu Santo. Nació de Santa María Virgen, padeció bajo el poder de Poncio Pilato, fue crucificado, muerto y sepultado, descendió a los infiernos, al tercer día resucitó de entre los muertos, subió a los cielos y está sentado a la derecha de Dios Padre, todopoderoso. Desde allí va a venir a juzgar a vivos y muertos. Creo en el Espíritu Santo, la Santa Iglesia católica la comunión de los santos, el perdón de los pecados, la resurrección de la carne y la vida eterna. Amén. Hermanos y hermanas encomendemos a nuestro (a) hermano (a) N., con la oración que Cristo mismo nos ha enseñado: Padre nuestro, que estás en el cielo, santificado sea tu Nombre; venga a nosotros tu reino; hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo. Danos hoy nuestro pan de cada día; perdona
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nuestras ofensas, como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden; no nos dejes caer en la tentación, y líbranos del mal. Amén. Presidente: Oración: Escucha, Señor, nuestras súplicas, y concédenos que al proclamar nuestra fe en la resurrección de tu Hijo, se afiance también nuestra esperanza en la resurrección de nuestro (a) hermano (a) N. Por Jesucristo, nuestro Señor. Todos: Amén. Presidente: Pidamos la intercesión de nuestra santísima madre la virgen María por nuestro (a) hermano (a) N., con la oración que la Iglesia nos ha enseñado: Todos: Dios te salve María llena eres de gracia el Señor es contigo; bendita tú eres entre todas las mujeres, y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús. Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros, pecadores, ahora y en la ahora de nuestra muerte. Amén. Presidente: Oración: Padre santo, te encomendamos a tu siervo (a) N., para que muerto (a) para este mundo, viva para ti, y ya que por la humana fragilidad pecó, tú que eres la bondad misma, dígnate perdonarlo (a). Por Jesucristo nuestro Señor. Todos: Amén. Presidente: Concédele, Señor, el descanso eterno. Todos: Y brille para él (ella) la luz perpetua.
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Presidente:
Nuestro (a) hermano (a) N., y todos los fieles difuntos por la misericordia de Dios, descansen en paz. Todos: Amén. Presidente: Dios, Padre Nuestro, descienda sobre tu pueblo tu santa bendición, para que evite cuanto le sea perjudicial, y logre alcanzar los bienes del cielo. Por Jesucristo nuestro Señor. Todos terminan haciéndose la señal de la cruz) Presidente: Terminemos cantando. Todos: Quien cree en ti, Señor.
Quien cree en ti, Señor, no morirá para siempre. Yo sé que mi Redentor vive, y el último día resucitaré de la tierra. Al cual yo mismo he de ver y no otro, y mis ojos le mirarán. El salario del pecado es la muerte, pero el don de Dios es la vida eterna, por nuestro Señor Jesucristo. Por un hombre entró el pecado en el mundo y por el pecado la muerte. Dichosos los difuntos que mueren en el Señor. Desde ahora descansan de sus trabajos porque sus obras los acompañan.
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ORACIÓN EN PELIGRO DE MUERTE En el momento de expirar, mientras el moribundo lucha con la muerte, puede trazarse el signo de la cruz sobre su frente u ofrecer un crucifijo para que lo bese. Mientras besa la cruz, los presentes repiten la siguiente oración: Todos:
El Señor guarde tu salida de éste mundo y tu entrada en su reino, en su paz y en su amor.
Cuando el moribundo ha entregado su alma a Dios, al cerrarle los ojos, uno de los familiares puede decir: Presidente:
Todos
Concede, Señor, a nuestro (a) hermano (a) N., cuyos ojos no Verán más la luz de este mundo, contemplar eternamente tu belleza y gozar de tu presencia por los siglos de los Siglos. Amén.
A continuación, los demás familiares pueden trazar sobre la frente del fallecido, con mucha fe, la señal de la cruz. Después de haber hecho la cruz permanecen en oración alrededor del difunto con las manos juntas. Presidente:
Presidente: Todos:
Éste primer mundo ha pasado definitivamente para nuestro hermano (a) N. Pidamos, pues, al Señor que le conceda gozar ahora del cielo, de la tierra nueva que él ha dispuesto para sus elegidos. Vengan en su ayuda, santos de Dios; salgan a su encuentro ángeles del Señor. Reciban su alma y preséntenla ante el Altísimo.
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Todos:
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Cristo, que te llamó, te reciba, y los ángeles te conduzcan al regazo de Abraham. Reciban su alma y preséntenla ante el Altísimo. Dale, Señor, el descanso eterno, y brille para él la luz perpetua. Reciban su alma y preséntenla ante el Altísimo. Hacia ti, Señor, levantamos nuestros ojos; contempla, Señor, nuestra tristeza, fortalece nuestra fe en éste momento de prueba y concede a nuestro (a) hermano (a) N., el descanso eterno. Amén. Supliquemos al Señor por nuestro (a) hermano (a) N., que acaba de dejar este mundo y prepara su alma para irse al encuentro con Dios, diciendo. Te lo pedimos, Señor.
Que Jesucristo, que sufrió la muerte de cruz por nuestro hermano (a) N., le conceda la felicidad verdadera. Roguemos al Señor. Que Cristo, el Hijo de Dios vivo, lo reciba en el paraíso junto a los ángeles y los santos. Roguemos al Señor. Que Cristo, el Buen Pastor, lo cuente entre sus ovejas y lo (la) coloque en el reino de los elegidos. Roguemos al Señor. Que Dios perdone de todas sus faltas cometidas por el pecado o por la humana fragilidad. Roguemos al Señor.
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Que pueda contemplar cara a cara a su Redentor y gozar de la visión de su Señor por los siglos de los siglos. Todos: Amén. Presidente: Querida familia: ahora invoquemos a Dios Padre por nuestro (a) hermano (a) N. que acaba de dejar este mundo con la oración que Cristo mismo nos ha enseñado: Todos: Padre nuestro, que estás en el cielo, santificado sea tu Nombre; venga a nosotros tu reino; hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo. Danos hoy nuestro pan de cada día; perdona nuestras ofensas, como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden; no nos dejes caer en la tentación, y líbranos del mal. Amén. Presidente: Oración: Te pedimos, Señor, que tu siervo (a) N., que ha muerto ya para este mundo, viva ahora para ti y que tu amor misericordioso borre los pecados que cometió por la humana fragilidad. Por Jesucristo, nuestro Señor. Todos: Amén. Presidente: Pidamos la intercesión de nuestra santísima madre la virgen María por nuestro (a) hermano (a), con la oración que la Iglesia nos ha enseñado: Todos: Dios te salve María llena eres de gracia el Señor es contigo; bendita tú eres entre todas las mujeres, y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús. Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros, pecadores, ahora y en la ahora de nuestra muer•
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te. Amén. El Señor nos bendiga, nos guarde de todo mal y nos conduzca a la vida eterna (En este momento todos se hacen la señal de la cruz). Amén. Terminemos nuestra oración cantando:
Cuántas veces siendo niño te recé, con mis besos te decía que te amaba, poco a poco, con el tiempo, alejándome de ti, por caminos que se alejan me perdí, por caminos que se alejan me perdí. Hoy he vuelto, Madre a recordar, cuántas cosas dije ante tu altar, y al rezarte puedo comprender, que una Madre no se cansa de esperar, que una madre no se cansa de esperar. Al regreso me encendías una luz, sonriendo desde lejos me esperabas, en la mesa la comida aún caliente y el mantel, y tu abrazo en mi alegría de volver, y tu abrazo en mi alegría de volver. Hoy he vuelto… Aunque el hijo se alejara del hogar, una madre siempre espera su regreso, que el regalo más hermoso que a los hijos da el Señor, es su madre y el milagro de su amor, es su madre y el milagro de su amor. Hoy he vuelto…
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ORACIÓN EN LA CAPILLA ARDIENTE Cuando los familiares y amigos acuden al lugar del velatorio, en las horas que precedan al sepelio, se ora por el eterno descanso del alma del difunto y por los dolientes que sufren la partida de su ser querido. Presidente:
Pueden ponerse de pie. Preparémonos, ahora, a esta oración por el eterno descanso de nuestro hermano (a) N., entonando el canto:
A ti levanto mis ojos, a ti que habitas en el cielo. A ti levanto mis ojos, por que espero tu misericordia. A ti levanto mis ojos, a ti que habitas en el cielo. A ti levanto mis ojos, por que espero tu misericordia. Como están los ojos de los esclavos, fijos en las manos de sus señores, así están nuestros ojos en el Señor, esperando su misericordia. Misericordia Señor, misericordia, que estamos saciados de burlas; misericordia Señor, misericordia que estamos saciados de desprecios. Nuestra alma esta saciada del sarcasmo de los satisfechos; nuestra alma esta saciada del desprecio de los orgullosos.
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Presidente: En el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espí-
ritu Santo. Todos: Amén. Presidente: El Dios de la vida, que resucitó a Jesucristo, rompiendo las ataduras de la muerte, esté con todos ustedes. Todos: Y con tu espíritu. Presidente: Oración: Dios Todopoderoso, que por el Bautismo nos has hecho partícipes de la muerte y resurrección de tu Hijo; concede a nuestro (a) hermano (a) N., que acaba de dejar este mundo y estamos vigilando sus restos mortales; que libre ya de la muerte, pueda gozar de la compañía de tus elegidos. Por nuestro Señor Jesucristo, quien contigo vive y reina por los siglos de los siglos. Todos: Amén. Presidente: Dispongámonos a escuchar con fe la lectura del santo Evangelio, cantando:
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Tu Palabra me da vida
Tu Palabra me da vida, confío en ti Señor. Tu Palabra es eterna y en ella esperaré. Dichoso el que con vida intachable, camina en la ley del Señor. Dichoso el que guardando sus preceptos, lo busca de todo corazón. Postrada en el polvo está mi alma, devuélvame la vida tu Palabra; mi alma está llena de tristezas, consuélame, Señor, con tus promesas. Escogí el camino verdadero, y he tenido presente tus decretos; correré por el camino del Señor, cuando me hayas ensanchado el corazón. Este es mi consuelo en la tristeza, sentir que tu Palabra me da vida; por las noches me acuerdo de tu Nombre, recorriendo tu camino, dame vida. Repleta está la tierra de tu gracia, enséñame, Señor, tus decretos; mi herencia son tus mandatos, alegría de nuestro corazón.
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Del Evangelio según san Juan 12,20-33 Entre los que habían ido a Jerusalén para dar culto a Dios en la fiesta había algunos griegos. Éstos se acercaron a Felipe, el de Betsaida de Galilea, y le dijeron: —Señor, queremos ver a Jesús. Felipe se lo fue a decir a Andrés; Andrés y Felipe se lo dijeron a Jesús. Jesús les respondió: —Ha llegado la hora en que va a ser glorificado el hijo del hombre. Os aseguro que si el grano de trigo que cae en la tierra no muere, queda infecundo; pero si muere, produce mucho fruto. El que ama su vida la perderá; y el que odia su vida en este mundo la conservará para la vida eterna. El que quiera ponerse a mi servicio, que me siga, y donde esté yo allí estará también mi servidor. A quien me sirva, mi Padre lo honrará. Ahora estoy profundamente angustiado. ¿Y qué voy a decir? ¿Pediré al Padre que me libre de esta hora? No, pues para esto precisamente he llegado a esta hora. Padre, glorifica tu nombre. Entonces dijo una voz del cielo: —Lo he glorificado y lo glorificaré de nuevo. La gente que estaba allí y lo oyó, dijeron que había sido un trueno. Oros decían que le había hablado un ángel. Jesús replicó: —Esta voz no ha venido por mí, sino por vosotros. Ahora es cuando va a ser juzgado este mundo; ahora el príncipe de este mundo va a ser echado fuera. Y yo, cuando sea levantado de la tierra, a todos los atraeré hacia mí. Decía esto indicando de qué muerte iba a morir. Palabra del Señor. Presidente:
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Gloria a Ti, Señor, Jesús. Presidente: Queridos hermanos y hermanas: invoquemos a Dios, Padre de Misericordia, por nuestro (a) hermano (a) N., en esta noche de vigilia para que Dios disponga el camino de su alma al cielo hasta llegar a la vida eterna, diciendo: Todos: Te pedimos por nuestro (a) Hermano (a) N., Señor. • Que Cristo, el Hijo de Dios vivo, lo acoja en su paraíso. Roguemos al Señor. Todos:
Te pedimos por nuestro (a) Hermano (a) N., Señor. • Que Cristo, el Buen Pastor, lo cuente entre sus ovejas. Roguemos al Señor. Te pedimos por nuestro (a) Hermano (a) N., Señor. • Que le perdone de todos sus pecados y lo agregue al número de los elegidos. Roguemos al Señor. Te pedimos por nuestro (a) Hermano (a) N., Señor. • Que pueda contemplar cara a cara a su Redentor y gozar de la visión de su Señor por los siglos de los siglos. Roguemos al Señor. Te pedimos por nuestro (a) Hermano (a) N., Señor. • Que Dios dé consuelo a los familiares que sufren la partida de éste ser amado. Roguemos al Señor. Te pedimos por nuestro (a) Hermano (a) N., Señor. Presidente: Hermanos y hermanas: ahora invoquemos a Dios Padre por nuestro (a) hermano (a) N. a quien estamos vigilando este día con nuestras oraciones, con la oración que Cristo mismo nos ha enseñado:
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Padre nuestro, que estás en el cielo, santificado sea tu Nombre; venga a nosotros tu reino; hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo. Danos hoy nuestro pan de cada día; perdona nuestras ofensas, como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden; no nos dejes caer en la tentación, y líbranos del mal. Amén. Oración: Te pedimos, Señor, que tu siervo (a) N., que ha muerto ya para este mundo, viva ahora para ti y que tu amor misericordioso borre los pecados que cometió por la humana fragilidad. Por Jesucristo, nuestro Señor. Amén. Pidamos la intercesión de nuestra santísima madre la virgen María por nuestro (a) hermano (a), con la oración que la Iglesia nos ha enseñado: Dios te salve María llena eres de gracia el Señor es contigo; bendita tú eres entre todas las mujeres, y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús. Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros, pecadores, ahora y en la ahora de nuestra muerte. Amén. El Señor nos bendiga, nos guarde de todo mal y nos conduzca a la vida eterna (En este momento todos se hacen la señal de la cruz).
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Amén. Terminemos nuestra oración cantando:
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Caminaré en presencia del Señor, Caminaré en presencia del Señor... Amo al Señor porque escucha mi voz suplicante, porque inclina su oído hacia mí, el día que lo invoco... Me envolvían en redes de la muerte, caí en tristeza y en angustia, Invoque el Nombre del Señor: ¡Señor, Salva Mi Vida!
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VIGILIA DE ORACIÓN POR EL DIFUNTO EN CASA Presidente: Todos: Presidente:
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En el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo. Amén. Bendigamos al Señor, que, por la resurrección de su Hijo, nos ha hecho nacer para una esperanza viva. Bendito seas por siempre, Señor. Amados hermanos: El Señor, en su amorosa e inescrutable providencia, acaba de llamar de éste mundo a nuestro (a) hermano (a) N. Su partida nos ha llenado a todos de dolor y de consternación. Pero, en éste momento triste, conviene que reafirmemos nuestra fe, que nos asegura que Dios no abandona nunca a sus hijos. Jesús nos invita a esta confianza cuando dice: “Vengan a mi todos los que están cansados y agobiados, y yo les aliviaré”. Con ésta certeza, pidamos ahora al Señor por nuestro (a) hermano (a) N. Para que el Señor perdone sus faltas y le conceda una mansión de paz y bienestar entre sus santos en el reino de los cielos. Y que a nosotros nos dé la firme esperanza de encontrarlo nuevamente en su reino. Concédele, Señor, el descanso eterno.
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Y brille para él (ella) la luz perpetua. Presidente: Tú, el primogénito de entre los muertos. Señor, ten piedad. Todos: Señor, ten piedad. Presidente: Tú, el vencedor del pecado y de la muerte. Cristo, ten piedad. Todos: Cristo, ten piedad. Presidente: Tú, la resurrección y la vida. Señor, ten piedad. Todos: Señor, ten piedad. Presidente: Oración: Oh Dios, siempre misericordioso y dispuesto al perdón, escucha nuestra oración en favor de tu siervo (a) N., a quien (hoy) llamaste a tu presencia; concédele llegar a la verdadera patria y gozar de las alegrías eternas, ya que creyó y esperó en ti. Por nuestro Señor Jesucristo, quien contigo vive y reina en la unidad del Espíritu Santo y es Dios, por los siglos de los siglos. Todos: Amén. Presidente: Les invito a sentarse. Ahora vamos a orar con los salmos, pidiendo por nuestro (a) hermano (a) N., que el día de mañana su alma partirá a la presencia de Dios y aquí en la tierra daremos cristiana sepultura de sus restos mortales. Presidente: Salmo 129 Todos: Mi alma espera en el Señor. Presidente: Desde lo hondo a ti grito, Señor; Señor, escucha mi voz; estén tus oídos atentos Todos:
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a la voz de mi súplica. R. Todos: Mi alma espera en el Señor. Presidente: Si llevas cuenta de los delitos, Señor, ¿Quién podrá resistir? Pero de ti procede el perdón, y así infundes respeto. R. Todos: Mi alma espera en el Señor. Presidente: Mi alma espera en el Señor, espera en su palabra; mi alma aguarda al Señor, más que el centinela a la aurora. R. Todos: Mi alma espera en el Señor. Presidente: Aguarda Israel al Señor, como el centinela a la aurora; porque del Señor viene la misericordia, la redención copiosa; y él redimirá a Israel de todos sus delitos. R. Todos: Mi alma espera en el Señor. Presidente: Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo. Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Todos: Mi alma espera en el Señor. Presidente: Salmo 114. Este salmo lo vamos a rezar en dos grupos. La primera estrofa lo dirán las mujeres y la segunda los varones. Y, así, sucesivamente.
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Amo al Señor, porque escucha mi voz suplicante, porque inclina su oído hacia mí, el día que lo invoco. Me envolvían redes de muerte, me alcanzaron los lazos del abismo, caí en tristeza y angustia. Invoqué el nombre del Señor: «Señor, salva mi vida». El Señor es benigno y justo, nuestro Dios es compasivo; el Señor guarda a los sencillos: estando yo sin fuerzas me salvó. Alma mía, recobra tu calma, que el Señor fue bueno contigo: arrancó mi alma de la muerte, mis ojos de las lágrimas, mis pies de la caída. Caminaré en presencia del Señor en el país de la vida. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo. Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglo de los siglos. Amén.
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Salmo 50. Este salmo lo vamos a rezar, también a dos coros. Empiezan los varones y después las mujeres.
Misericordia, Dios mío, por tu bondad, por tu inmensa compasión borra mi culpa; lava del todo mi delito, limpia mi pecado. Pues yo reconozco mi culpa, tengo siempre presente mi pecado: contra ti, contra ti solo pequé, cometí la maldad que aborreces. En la sentencia tendrás razón, en el juicio resultarás inocente. Mira, en la culpa nací, pecador me concibió mi madre. Te gusta un corazón sincero, y en mi interior me inculcas sabiduría. Rocíame con el hisopo: quedaré limpio; lávame: quedaré más blanco que la nieve. Hazme oír el gozo y la alegría, que se alegren los huesos quebrantados. Aparta de mi pecado tu vista, borra en mí toda culpa. Oh Dios, crea en mí un corazón puro, renuévame por dentro con espíritu firme; no me arrojes lejos de tu rostro,
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no me quites tu santo espíritu. Devuélveme la alegría de tu salvación, afiánzame con espíritu generoso: enseñaré a los malvados tus caminos, los pecadores volverán a ti. Líbrame de la sangre, oh Dios, Dios, Salvador mío, y cantará mi lengua tu justicia. Señor, me abrirás los labios, y mi boca proclamará tu alabanza. Los sacrificios no te satisfacen: si te ofreciera un holocausto, no lo querrías. Mi sacrificio es un espíritu quebrantado; un corazón quebrantado y humillado, tú no lo desprecias. Señor, por tu bondad, favorece a Sión, reconstruye las murallas de Jerusalén: entonces aceptarás los sacrificios rituales, ofrendas y holocaustos, sobre tu altar se inmolarán novillos. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo. Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Presidente:
A continuación escucharemos la Palabra de Dios.
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Lectura del libro de la Sabiduría 2, 1-5. 21-23; 3, 1-6 Se dijeron los impíos, razonando equivocadamente: La vida es corta y triste, y el trance final del hombre, irremediable; y nos consta de nadie que haya regresado del abismo. Nacimos casualmente y luego pasaremos como quien no existió; nuestro respiro es humo, y el pensamiento, chispa del corazón que late; cuando ésta se apague, el cuerpo se volverá ceniza, y el espíritu se desvanecerá como aire tenue. Nuestro nombre caerá en el olvido con el tiempo, y nadie se acordará de nuestras obras; pasará nuestra vida como rastro de nube, se disipará como neblina acosada por los rayos del sol y abrumada por su calor. Nuestra vida es el paso de una sombra, y nuestro fin, irreversible; está aplicado el sello, no hay retorno. Así discurren, y se engañan, porque los ciega su maldad; no conocen los secretos de Dios, no esperan el premio de la virtud ni valoran el galardón de una vida intachable. Dios creó al hombre para la inmortalidad y lo hizo a imagen de su propio ser. La vida de los justos está en manos de Dios, y no los tocará el tormento. La gente insensata pensaba que morían, consideraba su tránsito como una desgracia, y su partida de entre nosotros como una destrucción; pero ellos están en paz. La gente pensaba que cumplían un apena, pero ellos esperaban de lleno la inmortalidad; sufrieron pequeños castigos, recibirán grandes favores, porque Dios los puso a prueba y los halló dignos de sí; los probó como oro en crisol, los recibió como sacrificio en holocausto. Palabra de Dios. Todos: Te alabamos, Señor. Se guardan unos minutos de silencio para meditar la Palabra de
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Dios y el mensaje que ésta nos deja para la ocasión y para nuestra propia vida. Después, si alguna persona está preparada para hacer la meditación, puede hacerlo en breves minutos. Presidente:
Todos:
Renovemos, ahora, nuestra confianza en el Dios de la resurrección y la vida, rezando juntos en el Credo. Credo
Creo en Dios, Padre Todopoderoso, Creador del cielo y de la tierra. Creo en Jesucristo su único Hijo Nuestro Señor, que fue concebido por obra y gracia del Espíritu Santo. Nació de Santa María Virgen, padeció bajo el poder de Poncio Pilato, fue crucificado, muerto y sepultado, descendió a los infiernos, al tercer día resucitó de entre los muertos, subió a los cielos y está sentado a la derecha de Dios Padre, todopoderoso. Desde allí va a venir a juzgar a vivos y muertos. Creo en el Espíritu Santo,
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la Santa Iglesia católica la comunión de los santos, el perdón de los pecados, la resurrección de la carne y la vida eterna. Amén. Presidente:
Todos: Presidente:
Todos: Presidente:
Todos: Presidente:
Todos: Presidente:
Con la confianza que Dios ha de acoger a nuestro (a) hermano (a) N., en su reino, elevemos nuestras plegarias a Dios, respondiendo a cada invocación: Tú que eres la resurrección y la vida, escúchanos, Señor. Recuerda, Señor, que tu ternura y tu misericordia son eternas, y no te acuerdes de los pecados de nuestro (a) hermano (a) N. Roguemos al Señor. Tú que eres la resurrección y la vida, escúchanos, Señor. Por el honor de tu nombre, Señor, perdónale todas sus culpas y haz que viva eternamente feliz en tu reino. Roguemos al Señor. Tú que eres la resurrección y la vida, escúchanos, Señor. Que habite en tu casa por días sin término y goce de tu presencia contemplando tu rostro. Roguemos al Señor. Tú que eres la resurrección y la vida, escúchanos, Señor. No rechaces a tu siervo ni lo olvides en el
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reino de la muerte, sino concédele gozar de tu dicha en el país de la vida. Roguemos al Señor. Todos: Tú que eres la resurrección y la vida, escúchanos, Señor. Presidente: Sé tú, Señor, el apoyo y la salvación de cuantos a ti acudimos; sálvanos y bendícenos, porque somos tu pueblo y tu heredad. Roguemos al Señor. Todos: Tú que eres la resurrección y la vida, escúchanos. Presidente: El mismo Señor, que lloró junto al sepulcro de Lázaro y que, en su propia agonía, acudió conmovido al Padre, nos ayude a decir: Padre Nuestro. Roguemos al Señor. Todos: Tú que eres la resurrección y la vida, escúchanos. Presidente: Escucha Padre Santo nuestras oraciones en favor de nuestro (a) hermano (a) N., que te dirigimos con fe. A ti que vives y reinas, por los siglos de los siglos. Amén. Presidente: Hermanos y hermanas: fieles a la recomendación de nuestro salvador Jesucristo y siguiendo sus divinas enseñanzas, nos atrevemos a decir: Todos: Padre nuestro, que estás en el cielo, santificado sea tu Nombre; venga a nosotros tu reino; hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo. Danos hoy nuestro pan de cada día; perdona nuestras ofensas, como también nosotros per-
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donamos a los que nos ofenden; no nos dejes caer en la tentación, y líbranos del mal. Amén. Presidente: Oración: Oh Dios, gloria de los fieles y vida de los justos, nosotros, los redimidos por la muerte y resurrección de tu Hijo, te pedimos que acojas con bondad a tu siervo (a) N., y, pues creyó en la resurrección futura, merezca alcanzar los gozos de la eterna bienaventuranza. Por Jesucristo, nuestro Señor. Todos: Amén. Presidente: Pidamos la intercesión de nuestra santísima madre la virgen María por nuestro (a) hermano (a), con la oración que la Iglesia nos ha enseñado: Todos: Dios te salve María llena eres de gracia el Señor es contigo; bendita tú eres entre todas las mujeres, y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús. Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros, pecadores, ahora y en la ahora de nuestra muerte. Amén. Presidente: El Señor nos bendiga, nos guarde de todo mal y nos conduzca a la vida eterna (En este momento todos se hacen la señal de la cruz).
Todos: Presidente:
Amén. Terminemos cantando:
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Jesucristo
Jesucristo, Jesucristo, Jesucristo. Yo estoy aquí. Jesucristo, Jesucristo, Jesucristo. Yo estoy aquí. Miro al cielo y veo una nube blanca que va pasando, miro la tierra y veo una multitud que va caminado, como esa nube blanca la gente no sabe adónde va, quien les podrá decir que el camino cierto eres tú Señor. Toda esa multitud que en su pecho lleva amor y paz, por eso para ellos sus esperanzas no momrirán, viendo la flor que nace en el alma de aquél que tenga amor, miro hacia el cielo y veo que ya se aferran a ti, Señor.
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LETANÍAS PARA DAR EL ÚLTIMO ADIOS EN LA TUMBA Tú que libraste a tu pueblo de la esclavitud de Egipto: • Recibe a tu siervo (a) N., en el paraíso. • Tú que abriste el mar Rojo ante los israelitas que caminaban hacia la tierra prometida: • Recibe a tu siervo (a) N., en el paraíso. • Tú que diste a tu pueblo posesión de una tierra que manaba leche y miel: • Recibe a tu siervo (a) N., en el paraíso. • Tú que quisiste que tu Hijo llevará a realidad la antigua Pascua de Israel: • Recibe a tu siervo (a) N., en el paraíso. • Tú que, por la muerte de Jesús, iluminas las tinieblas de nuestra muerte: • Recibe a tu siervo (a) N., en el paraíso. • Tú que, en la resurrección de Jesucristo, has inaugurado la vida nueva de los que han muerto: • Recibe a tu siervo (a) N., en el paraíso. • Tú que, en la ascensión de Jesucristo, has querido que tu pueblo vislumbrara su entrada en la tierra de promisión definitiva: • Recibe a tu siervo (a) N., en el paraíso. Presidente: Oremos: Te encomendamos, Señor, a nuestro •
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(a) hermano (a) N., a quién en esta vida mortal rodeaste con tu amor infinito; concédele ahora que, libre de todos los males, participe en el descanso eterno. Y, ya que este primer mundo acabó para él, admítelo en tu paraíso, donde no hay ni llanto ni luto ni dolor, sino paz y alegría eternas. Por Jesucristo, nuestro Señor. Presidente: Escuchemos la Palabra de Dios y meditémosla con fe sabiendo que sus palabras son verdaderamente palabras de vida eterna. Del Evangelio según San Mateo 27, 33-50 Cuando llegaron al lugar llamado Gólgota, que significa «lugar del Cráneo», le dieron de beber vino con hiel. Él lo probó, pero no quiso tomarlo. Después de crucificarlo, los soldados sortearon sus vestiduras y se las repartieron; y sentándose allí, se quedaron para custodiarlo. Colocaron sobre su cabeza una inscripción con el motivo de su condena: «Este es Jesús, el rey de los judíos». Al mismo tiempo, fueron crucificados con él dos ladrones, uno a su derecha y el otro a su izquierda. Los que pasaban, lo insultaban y, moviendo la cabeza, decían: «Tú, que destruyes el Templo y en tres días lo vuelves a edificar, ¡sálvate a ti mismo, si eres Hijo de Dios, y baja de la cruz!». De la misma manera, los sumos sacerdotes, junto con los escribas y los ancianos, se burlaban, diciendo: «¡Ha salvado a otros y no puede salvarse a sí mismo! Es rey de Israel: que baje ahora de la cruz y creeremos en él. Ha confiado en Dios; que él lo libre ahora si lo ama, ya que él dijo: «Yo soy Hijo de Dios». También lo insultaban los ladrones crucificados con él. Desde el
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mediodía hasta las tres de la tarde, las tinieblas cubrieron toda la región. Hacia las tres de la tarde, Jesús exclamó en alta voz: «Elí, Elí, lamá sabactani», que significa: «Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?». Algunos de los que se encontraban allí, al oírlo, dijeron: «Está llamando a Elías». En seguida, uno de ellos corrió a tomar una esponja, la empapó en vinagre y, poniéndola en la punta de una caña, le dio de beber. Pero los otros le decían: «Espera, veamos si Elías viene a salvarlo». Entonces Jesús, clamando otra vez con voz potente, entregó su espíritu. Palabra del Señor. Todos: Gloria a ti, Señor, Jesús. Presidente: Oremos con el Salmo Sal 22, 1- 3ª. 3b- 4. 56 Todos: El Señor es mi pastor, nada me falta. Presidente:
El Señor es mi pastor nada me falta en verdes praderas me hace recostar, me conduce hacia fuentes tranquilas y repara mis fuerzas. R.
Me guía por el sendero justo, por el honor de su nombre. aunque camine por cañadas oscuras, nada temo, porque tú vas conmigo: tu vara y tu cayado me sosiegan. R.
Preparas una mesa ante mí, enfrente de mis enemigos; me unges la cabeza con perfume, y mi copa rebosa. R.
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En presencia del Señor se estremece la tierra, en presencia del Dios de Jacob; que transforma las peñas en estanques, el pedernal en manantiales de agua. R.
Tu bondad y tu misericordia me acompañan todos los días de mi vida, y habitaré en la casa del Señor por años sin término. R.
Pidamos al Señor que escuche nuestra oración y atienda las súplicas de su Iglesia por su siervo (a). Todos: Ábrele las puertas del paraíso, Señor. Para que el Señor y hacedor de todo reciba en su reino a nuestro (a) hermano (a) N., que como primicia de su familia, ha salido ya de este mundo. Roguemos al Señor. Ábrele las puertas del paraíso, Señor. Presidente:
Para que el árbitro de la vida y de la muerte se compadezca de las faltas y debilidades de quien era como el heno y la flor del campo. Roguemos al Señor. Ábrele las puertas del paraíso, Señor. Para que nuestro (a) hermano (a), que mientras vivía en éste mundo confió en la benignidad de nuestro Dios, goce ahora de los bienes que esperó. Roguemos al Señor. Ábrele las puertas del paraíso, Señor. Para que todos los amigos y familiares que convivieron
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n este mundo con nuestro (a) hermano (a) y nos han procedido ya en la morada eterna gocen ahora con él de la compañía de los santos. Roguemos al Señor. Ábrele las puertas del paraíso, Señor. Para que el Señor vele por nuestras vidas mientras moramos aún en éste mundo y, cuando nos llegue el momento de dejarlo, nos presentemos ante él cargados de buenas obras. Roguemos al Señor. Ábrele las puertas del paraíso, Señor. Para que Dios no permita que en la hora de nuestra muerte, desesperados y sin acordarnos de él, nos sintamos como arrancados y expulsados de este mundo, sino que, alegres y bien dispuestos, lleguemos a la vida feliz y eterna. Roguemos al Señor. Ábrele las puertas del paraíso, Señor. Presidente:
Todos:
Presidente:
Hermanos y hermanas: Antes de dar cristiana sepultura a nuestro (a) hermano (a) N., encomendémosle a Dios con la oración que Cristo mismo nos ha enseñado: Padre nuestro, que estás en el cielo, santificado sea tu Nombre; venga a nosotros tu reino; hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo. Danos hoy nuestro pan de cada día; perdona nuestras ofensas, como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden; no nos dejes caer en la tentación, y líbranos del mal. Amén. Oración: Escucha, Señor, nuestras súplicas, y concédenos que al proclamar nuestra fe en la resurrección de tu Hijo, se afiance tam-
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Todos: Presidente:
Todos:
Presidente: Todos: Presidente: Todos: Presidente:
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bién nuestra esperanza en la resurrección de nuestro (a) hermano (a) N. Por Jesucristo, nuestro Señor. Amén. Pidamos la intercesión de nuestra santísima madre la virgen María por nuestro (a) hermano (a) N., con la oración que la Iglesia nos ha enseñado: Dios te salve María llena eres de gracia el Señor es contigo; bendita tú eres entre todas las mujeres, y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús. Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros, pecadores, ahora y en la ahora de nuestra muerte. Amén. Dale, Señor, el descanso eterno. Y brille para él (ella) la luz perpetua. El alma de nuestro (a) hermano (a) descanse en paz. Amén. El Señor nos bendiga, nos guarde de todo mal y nos conduzca a la vida eterna (En este momento todos se hacen la señal de la cruz).
Todos:
Amén.
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CELEBRACIÓN DE LAS EXEQUIAS DE UN NIÑO BAUTIZADO Queridos familiares y amigos: La muerte de su querido (a) hijo (a) N., ha congregado en torno a él y entorno a ustedes una numerosa asistencia. Ante la dolorosa desgracia que (tan inesperadamente) ha azotado a su familia, sus amigos y conocidos desean testimoniar su amistad y su solidaridad. Y también la Iglesia, representada por aquellos amigos suyos que se sienten cristianos, y por mí mismo, deseamos en este momento de dolor confortamos y pedirle también por ustedes, que el padre de misericordia y Dios de todo consuelo, les conforte en esta gran tribulación. Presidente: En el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo. Todos: Amén. Presidente: La oración que estamos teniendo ahora nos congrega aquí, junto a sus padres y demás familiares, desolados por la muerte de su hijo (a) N., nos sume a todos en una angustia casi indecible. Resulta realmente difícil aunar la niñez con la muerte, el inicio de una vida que apenas había comenzado con este fin brusco que estamos contemplando. Si siempre la muerte nos conturba y nos llena de interrogantes, la Presidente:
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muerte de un niño casi nos escandaliza. La fe cristiana, que ilumina siempre el camino de los creyentes en Jesús, en esta circunstancia no llega a ahuyentar ni el dolor ni el desconcierto. El mismo Jesús - recordarlo en este momento puede aliviar nuestras lágrimas- se conturba ante la muerte de su amigo Lázaro y se mueve a compasión ante la desolación de una viuda que llora a su hijo. La voz del (de la) pequeño (a) N., a todos nos anuncia, a su manera, una vida nueva, la vida sin fin del reino de Dios, aquella vida en la que seremos amados sin oscuridades ni turbación, sin lágrimas y sin muerte: “El amor –dice el Cantar de los cantares- es más fuerte que la muerte”. El (la) niño (a) a quien hoy lloramos nos invita a todos a creer en este amor y en esta vida. Presidente: Oremos: Dios de amor y de clemencia, que en los planes de tu sabiduría has querido llamar a ti, desde el mismo umbral de la vida al (la) niño (a) N., a quien hiciste hijo tuyo de adopción en el bautismo, escucha con bondad nuestra plegaria y reúnenos un día con él en tu gloria, donde creemos que viva ya contigo. Por nuestro Señor Jesucristo tu Hijo, quien contigo vive y reina en la unidad del Espíritu Santo y es Dios por los siglos de los siglos. Todos: Amén. Presidente: Escuchemos la lectura del profeta. Isaías 25, 6ª. 7-9
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En aquel día, preparará el Señor de los ejércitos para todos los pueblos, el paño que tapa a todas las naciones. Aniquilará la muerte para siempre. El Señor Dios enjugará las lágrimas de todos los rostros, y el oprobio de su pueblo lo alejará de todo país -lo ha dicho el Señor-. Aquel día se dirá: “Aquí está nuestro Dios, de quien esperábamos que nos salvará; celebremos y gocemos con su salvación”. Palabra de Dios. Todos: Te alabamos, Señor. Presidente: Oremos pausadamente con el siguiente Salmo 24, 4bc- 5ab 6 y 7 bc. 20-21 Todos: A ti, Señor levanto mi alma. Señor, enséñame tus caminos, instrúyeme en tus sendas, haz que camine con lealtad; enséñame, porque tú eres mi Dios y Salvador. R. A ti, Señor levanto mi alma. Recuerda, Señor, que tu ternura y tu misericordia son Eternas; acuérdate de mí con misericordia, por tu bondad, Señor. R. A ti, Señor levanto mi alma. Guarda mi vida y líbrame, no quede yo defraudado de Haber acudido a ti. La inocencia y la rectitud me protegerán, Porque espero en ti. R. A ti, Señor levanto mi alma. Presidente: Escuchemos ahora la lectura del evangelio. Lectura del santo evangelio según San Mateo 11, 25 - 30 En aquel tiempo, Jesús exclamó: Te doy gra-
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cias, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque has escondido estas cosas a los sabios y entendidos, y se las has revelado a la gente sencilla. Sí, Padre, así te ha parecido mejor. Todo me lo ha entregado mi Padre y nadie conoce al Hijo más que el padre, y nadie conoce al Padre, sino el Hijo y aquel a quien el Hijo se lo quiera revelar. Vengan a mi todos los que están cansados y agobiados, y yo los aliviaré. Carguen con mi yugo y aprendan de mí, que soy manso y humilde de corazón, y encontraran vuestro descanso. Porque mi yugo es llevadero y mi carga ligera. Palabra del Señor. Todos: Gloria a ti, Señor, Jesús. Presidente: Pidamos al Señor que se compadezcas de nuestras lágrima, él que atendió la voz de su Hijo cuando en la cruz le presentó sus oraciones y súplicas con gritos y con lágrimas. Todos: Te lo pedimos, Señor. Presidente: Para que el Señor, que lloró ante la tumba de su amigo Lázaro y se compadeció ante las lágrimas de la viuda de Naím, que lloraba la muerte de su hijo único, se compadezca también de los padres (y familiares) del (la) pequeño (a) N.
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Roguemos al Señor. Te lo pedimos, Señor. Para que les dé fuerza necesaria para superar esta pena, a fin que sepan hallar en la fe consuelo y esperanza. Roguemos al Señor. Te lo pedimos, Señor. Por todos los que han muerto en la esperanza de la resurrección, para que Dios los ilumine con la claridad de su rostro. Roguemos al Señor. Te lo pedimos, Señor. Por todos los que hemos reunido aquí en la fe y en el amor, para que Dios nos reúna también en su reino glorioso. Roguemos al Señor. Te lo pedimos, Señor. Para que afiance el pueblo cristiano en la fe y en la unidad, y libre al mundo entero de todos los males. Roguemos al Señor.
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ORACIÓN POR LOS DIFUNTOS EN DIVERSAS OCASIONES ORACIÓN POR UN NIÑO BAUTIZADO Dios de bondad, por designios de tu providencia amorosa llamaste desde el umbral de su vida a este (a) niño (a), tu hijo (a) de adopción por el Bautismo; escucha benigno nuestras plegarias para que, así como creemos que N. vive ya en tu casa, nos concedas también a nosotros participar con él (ella) de la vida eterna. Por Jesucristo nuestro Señor. Amén ORACIÓN POR UN NIÑO NO BAUTIZADO Señor, Dios nuestro, consuelo de los que lloran, recibe las súplicas de tus fieles, y a quienes ves afligidos por la muerte de su hijo (a) N., concédeles la plena confianza de tu misericordia. Por Jesucristo nuestro Señor. Amén. ORACIÓN DE CREMACIÓN Oh Dios, siempre dispuesto a la misericordia y al perdón, escucha nuestras súplicas por tu siervo (a) N., que acabas de llamar a tu presencia, y, ya que creyó y esperó en ti, condúcelo (a) ahora a tu reino, su verdadera patria, para que goce con-
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tigo de la alegría eterna. Por Jesucristo nuestro Señor. Luego asperja el agua bendita, bendecida en la Iglesia por el Sacerdote, sobre las cenizas, diciendo:
El agua que vamos a derramar ahora sobre las cenizas de nuestro (a) hermano (a) nos recuerde que en el Bautismo fue hecho (a) miembro del cuerpo de Jesucristo, que murió y fue sepultado, pero con su gloriosa resurrección venció la muerte. ORACIÓN POR UN DIFUNTO POR ACCIDENTE Señor, escucha nuestras súplicas acompañadas por las lágrimas en la trágica muerte de nuestro (s) hermano (s) N. y N.; consuélanos con tu misericordia y haz que ellos gocen para siempre en la vida eterna que ya nadie podrá arrebatarles. Por Jesucristo nuestro Señor. ORACIÓN POR EL DIFUNTO Y SUS FAMILIARES DE DUELO Señor Jesucristo, nuestro redentor, que te has ofrecido voluntariamente a la muerte, para que todos los hombres se salven y pasen de la muerte a la vida, mira a éstos fieles tuyos que gimen en el dolor e invocan tu clemencia por su querido difunto. Oh Señor, infinitamente santo y misericordioso,
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perdona todos sus pecados. Tú, que al morir en la cruz, haz abierto a los fieles las puertas de la vida, no permitas que nuestro (a) hermano (a) se separe de ti sino acoge su alma en la morada de la luz, de la dicha y de la paz. Por Jesucristo nuestro Señor. Amén. ORACIÓN POR LAS ALMAS OLVIDADAS Oh Dios, cuyo único Hijo, en el misterio de la Pascua, pasó de este mundo s la gloria de tu reino concede a nuestros hermanos y hermanas difuntos, en particular a los más olvidados, que puedan compartir su triunfo sobre la muerte y te contemplen eternamente a ti Padre misericordioso, que los has creado y redimido. Por Jesucristo nuestro Señor. Amén. ORACIÓN EN LA CONMEMORACIÓN DE TODOS LOS FIELES DIFUNTOS Oh Dios, que viven a tu lado los que han dejado este mundo y por ti nuestros cuerpos no quedan destruidos sino transformados en una mejor condición divina, escucha la oración que te dirigimos, en la conmemoración de los fieles difuntos, por nuestros hermanos y hermanas que reposan sus cuerpos mortales en este camposanto, para que sean acogidos en el cielo por las manos de los ángeles y llevados al paraíso en espera de la resurrección, en el día del juicio universal. Y si
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en esta vida quedan en ellos y ellas las huellas del pecado y la humana fragilidad, borra en ellos toda culpa por la acción de tu amor misericordioso. Por Jesucristo nuestro Señor. ORACIÓN POR UN JOVEN DIFUNTO Oh Dos, que determinas la duración de la vida y los acontecimientos de los hombres, te encomendamos a tu siervo (a) N., cuya muerte prematura deploramos, para que viva la perenne juventud en la alegría de tu cada. Por nuestro Señor Jesucristo, quien contigo vive y reina, en la unidad del Espíritu Santo, y es Dios por los siglos de los siglos. Amén. POR UN DIFUNTO QUE PADECÍA LARGA ENFEMEDAD Oh Dios de amor, que diste a tu siervo (a) N., servirte en dolor y en larga enfermedad; concede, te rogamos, que así como ha compartido el sufrimiento de tu Hijo, disfrute también el premio de tu gloria. Por nuestro Señor Jesucristo, quien contigo vive y reina, en la unidad del Espíritu Santo, y es Dios por los siglos de los siglos. Amén. POR QUIEN MURIO REPENTINAMENTE Dios inmortal, muestra el poder de tu soberana
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bondad, a quien deploramos la muerte repentina de nuestro (a) hermano (a) N., nos consuele la esperanza de que él (ella) vive ya a tu lado. Por nuestro Señor Jesucristo, quien contigo vive y reina, en la unidad del Espíritu Santo, y es Dios por los siglos de los siglos. Amén. POR EL CONYUGE DIFUNTO Padre misericordioso, perdona en tu bondad a tu siervo (a) N., y conforta con tu amor a su esposo (a) N., y a quienes ligó amor conyugal en esta vida, los una la plenitud de tu amor en la eterna. Por nuestro Señor Jesucristo, quien contigo vive y reina, en la unidad del Espíritu Santo, y es Dios por los siglos de los siglos. Todos: Amén. POR AMBOS CONYUGES Padre misericordioso, perdona en tu bondad a tus siervos N. y N., a quienes ligó el amor de esposos en esta vida, los una la plenitud de tu amor en la eterna. Por nuestro Señor Jesucristo, quien contigo vive y reina, en la unidad del Espíritu Santo, y es Dios por los siglos de los siglos. Amén.
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POR LOS HERMANOS, PARIENTES Y BENEFICIARIOS DIFUNTOS Oh Dios, generosos en le perdón, que deseas la salvación de los hombres; por intercesión de la bienaventurada virgen María y de todos los santos, concede en tu bondad, a nuestro (a) hermano (a) N., pariente N. y benefactor (a) N., que ha dejado ya este mundo, alcanzar la eterna bienaventuranza. Por nuestro Señor Jesucristo, quien contigo vive y reina, en la unidad del Espíritu Santo, y es Dios por los siglos de los siglos. Amén. LECTURA DE LA PALABRA DE DIOS EN EL CEMENTERIO De la segunda Carta del Apóstol San Pablo a los Corintios 5,16-10 Hermanos: Nosotros sabemos que si esta tienda de campaña –nuestra morada terrenal– se destruye, tenemos una casa permanente en el cielo, no construida por el hombre sino por Dios. Así, pues, nos sentimos siempre seguros, aunque sabemos que habitar en este cuerpo es vivir en el exilio, lejos del Señor, porque nos guía la fe, no la vista. Pero nos sentimos seguros, y hasta preferimos dejar este cuerpo para estar junto al Señor: Por eso, ya vivimos en este cuerpo, ya fuera de él, nuestro único deseo es agradable. Porque todos debemos comparecer ante el tribunal de Cristo, para que cada uno reciba, de acuerdo con sus
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obras buenas o malas, lo que mereció durante su vida mortal. Palabra de Dios. Te alabamos, Señor. LECTURA DE LA PALABRA DE DIOS EN EL CEMENTERIO De la Carta del Apóstol san Pablo a los Romanos 14,7-9.10c-12
Hermanos: Ninguno de nosotros vive para sí mismo ni tampoco muere para si mismo. Si vivimos, vivimos para el Señor, y si morimos, para el Señor morimos: Tanto en la vida como en la muerte, pertenecemos al Señor. Porque Cristo murió y volvió a la vida, para ser Señor de vivos y muertos. Todos tenemos que comparecer ante el tribunal de Dios, porque está escrito: “Juro por mi vida –dice el Señor–: ante mí se doblará toda rodilla, y toda lengua dará gloria a Dios”. Por lo tanto, cada uno de nosotros tendrá que rendir cuenta de sí mismo a Dios. Palabra de Dios. Te alabamos, Señor. SALMO PARA REZAR EN EL CEMENTERIO Salmo 120 Todos: El auxilio me viene del Señor. Presidente: Levanto mis ojos a los montes: ¿de dónde me vendrá el auxilio? el auxilio me viene del Señor,
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que hizo el cielo y la tierra. El auxilio me viene del Señor. No permitirá que resbale tu pie, tu guardián no duerme; no duerme ni reposa el guardián de Israel. El auxilio me viene del Señor. El Señor te guarda a su sombra, está a tu derecha; de día el sol no te hará dueño, ni la luna de noche. El auxilio me viene del Señor. El Señor te guarda de todo mal, el guarda tu alma; el señor guarda tus entradas y salidas, ahora y por siempre.
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Queridos hermanos y hermanas: En la conmemoración de los Fieles Difuntos, me dirijo a las familias cristianas que honran, con sus oraciones y visitas a los cementerios, la memoria de sus antepasados que ahora descansan en la paz de Dios. Recordemos que un día compartieron con nosotros, aquí en la tierra, una misma fe en Jesucristo muerto y resucitado, una misma esperanza de que todos nuestros familiares que han muerto resucitaran y un mismo amor con el que debemos compartir con nuestros hermanos a fin de alcanzar la salvación. Este el momento propicio para reflexionar el misterio de la vida, muerte y resurrección en la Persona de Jesucristo, que ha entregado su vida por nuestra salvación; ”porque tanto amó Dios al mundo, que dio a su Hijo unigénito, para que todo el que cree en él no se pierda, sino que tenga vida eterna” (Jn 3,16). Que este día podamos contemplar con amor la vida aquí en la tierra y prolongarla hasta la eternidad, haciendo la voluntad de Dios en el ejercicio de una vida más humana, más fraterna y más solidaria. El Apóstol san Pablo, en la epístola a los Romanos, nos recuerda que “si hemos muerto junto a Cristo, debemos creer que también viviremos con él” (Rm 6,8). Les invito, entonces, a renovar su fe en Jesucristo vivo y resucitado que ha venido al mundo “para que tengan vida y la tengan en plenitud” (Jn 10,10). Como Iglesia orante y peregrinante a la casa paterna, hago propicia la oportunidad de invitarles a adquirir este Devocionario por nuestros difuntos, preparado por el Pbro. Jaime Quispe Palomino, para orar en el cementerio, en la casa, en el cuerpo presente y demás ocasiones. Huancayo, 2 de noviembre del 2014.
Mons. Pedro Ricardo Barreto Jimeno S.J. Arzobispo Metropolitano de Huancayo.