Filosofía para no filósofos: una posibilidad de hacer filosofía fuera del aula Jairo Alberto Cardona Reyes Universidad del Quindío-Colombia
Según Martínez (2010) si nos preguntamos ¿Quiénes son los no filósofos? contestamos con cierta ligereza, los que no estudiaron filosofía. Sin embargo, en cierto modo, los no filósofos no existen, ya que en algún momento de la vida todos nos hemos preguntado para tratar de comprender el mundo, a los otros y a nosotros mismos. Podríamos decir que, en cierta medida, todo ser humano tiene algo de filósofo, ya que es inevitable que surjan preguntas en nuestro interior y que tratemos de responderlas, de esta manera, podemos pensar que existe una condición pre-filosófica que alienta nuestra curiosidad y reflexión. Así, si decimos que hacer filosofía es abordar algún tema con razonamientos filosóficos, para tal trabajo se hace necesario un presupuesto pre-filosófico que todos tenemos, la capacidad previa que nos permite preguntar, comprender y dar razones de nuestras propias realidades y acciones. En esta medida, corresponde a la filosofía y a sus instituciones, promover y reforzar las habilidades dadas por naturaleza a todos aquellos que se encuentran fuera de sus muros. Este es el objetivo que deben plantearse las facultades de filosofía: tratar de instaurar una filosofía para no filósofos, creando espacios de discusión en torno a temas propiamente filosóficos, pero también inscritos en la cotidianidad de la vida para que puedan ser comprendidos con mayor facilidad. La característica más importante de dichos espacios es pensar en la posibilidad de una filosofía fuera del aula de clase, es decir, sacar la filosofía de un contexto académico restringido para llevarla a otras personas, inscritas en diversas disciplinas o vivencias que de un modo u otro pueden interactuar con los contenidos filosóficos propiamente dichos. Una filosofía para no filósofos debe tener un carácter interdisciplinar, desde el cual sea posible debatir, argumentar, contradecir y valorar posiciones determinadas, enriquecidas por diversas inclinaciones profesionales o experiencias cotidianas de aquellos que se sumergen en el diálogo.
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Lo que más se destaca de este proceso es, no tanto la organización o el contenido, sino más bien la propia discusión, la integración entre los participantes y la transversalidad que se intenta dar a las ideas, complementando posiciones de una disciplina a otra, a pesar de sus grandes diferencias. Lo anterior nos hace comprender que la filosofía hoy en día es un punto de fusión, de complementariedad; un espacio generador de propuestas nuevas, que puede vincular presupuestos de otras disciplinas, explotando en ellos grandes riquezas, y en otro sentido, la filosofía también puede aportar a dichas disciplinas en cuanto que es una herramienta de clarificación conceptual y discursiva que enriquece y crea mundos posibles. La responsabilidad de espacios de discusión como éste recae sobre los estudiantes de los programas de filosofía de todas las universidades, en cuanto que éstos pueden ofrecer parte de su tiempo en el acompañamiento de otras personas interesadas en el campo específico de la filosofía, pero incapaces de comprenderla plenamente por sí solos. Un estudiante de filosofía no posee obligaciones directas con la institución, es decir, no tiene que responder, como los profesores, por horarios de clase, asesorías y demás, correspondientes a sus exigencias laborales. El estudiante de filosofía debe sensibilizarse y pensar que otros sienten la misma inquietud que éste sintió al emprender el camino de la filosofía. Es fundamental crear y mantener espacios de discusión, tanto para la filosofía como para otras disciplinas, pues es la oportunidad de crear un nuevo conocimiento y de hacer filosofía con otros. Sin embargo, no podemos decir que aquí la filosofía presta un servicio, ya que en este ejercicio, ella es la más enriquecida y beneficiada. Si enseñar filosofía puede ser entendido como un ejercicio filosófico, enseñar filosofía a personas que están fuera de la filosofía, es crear un nuevo conocimiento: una nueva filosofía. “hacer filosofía” no puede quedarse sólo dentro de la academia. La filosofía debe abrirse de manera que no sólo se quede en repetir lo que otros han dicho, en un análisis meticuloso de sistemas filosóficos y de conceptos abstractos; más bien debe combinar los contenidos teóricos con la práctica filosófica, es decir, aplicando propuestas propias en el campo de la ética, la enseñanza, la política, la problemática social, etc; mostrando nuevas alternativas, proponiendo nuevas soluciones, restableciendo el valor de una filosofía comprometida con la sociedad y con su tiempo, sirviendo de herramienta concientizadora que ayude a comprender y transformar. La filosofía es mucho más que un conjunto de saberes 2
sistematizados, se trata de una “experiencia del pensar”, cuyo movimiento se inicia con la pregunta (momento de fractura de lo establecido), que nos invita a encontrar sentido para aquello que no conocemos. Dicha experiencia transforma nuestra visión del mundo y a la vez transforma lo que somos, por lo cual, se trata de algo subjetivo que no puede ser comunicado o enseñado. Lo único que queda es provocar para que otros (conmigo) tengan su propia experiencia filosófica, pero dicha provocación sólo tiene efecto si hay un querer que nos impulse a crear (una condición pre-filosófica). La filosofía es creación de conceptos, es pensar en nuevos problemas, pero ¿cómo pensar nuevos problemas en donde todo ha sido dicho? Debemos aprender a ver el mundo de un modo propio creando nuevos sentidos y contemplando la realidad como un compendio de problemas que necesitan ser tratados. Sí, alguna vez tendremos que tomar prestada la teoría de otros, remitiéndonos a la doctrina filosófica establecida, pero ésta no puede ser nuestra camisa de fuerza sino más bien la herramienta que nos permita analizar y entender la realidad con más fidelidad y certeza. Esa creación de nuevos problemas a la que estamos llamados no puede darse de mejor manera que en el diálogo, en el cual se piensa “lo propio”, y “lo otro”, en donde la diferencia nos obliga a ir más allá de lo subjetivo, configurando y reconfigurando la manera en que comprendemos el mundo; así, “el otro” y “lo otro”, se presentan como una posibilidad más de llegar a lo nuevo. Resumiendo: podemos decir que en todos los hombres existe una condición pre-filosófica que nos permite preguntar y comprender el mundo y que es un deber de los institutos de filosofía promover tales habilidades dadas por naturaleza, suscitando al mismo tiempo el ejercicio reflexivo en las comunidades. Hay que sensibilizar a la comunidad en general, creando espacios de discusión para personas de otras disciplinas o experiencias de vida, acompañando sus inquietudes en torno a la filosofía. “Hacer filosofía” no puede quedarse en la academia, analizando lo abstracto, se deben combinar los contenidos teóricos con la práctica filosófica, estableciendo un compromiso con la sociedad. La idea es despertar la inquietud en otros para que abandonen su actitud irreflexiva, fomentando así un pensamiento crítico. El futuro de la filosofía está fuera de ella, en diálogo con “el otro” y “lo otro”, en las sociedades mismas, ayudando a pensar sus problemas y proponiendo puntos de vista alternativos que vislumbren posibles soluciones.
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Filosofía para no filosófos: una posibilidad de hacer filosofía fuera del aula. Repliegue. Sección de Filosofía Cotidiana.Universidad Valparaíso. Chile. 7 de abril 2015. Disponible en: http://revistarepliegue.blogspot.com/search?updated-max=2015-04-07T10:19:00-07:00&maxresults=7
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