Patrocinia Caal Cú y Justa Xoná
La creatividad, diseño, diagramación y proceso metodológico para la realización de esta publicación fue llevado a cabo por las estudiantes Melissa Perusina y Dulce Pérez como parte de la asignatura Diseño Visual 7 del octavo ciclo del año 2020 de la Licenciatura en Diseño Gráfico de la Escuela de Diseño Gráfico de la Facultad de Arquitectura de la Universidad de San Carlos de Guatemala para la Institución Yo’o Guatemala. Lic. Jairo Choché Asesor Diseño Visual 7
Fotografías: Edin Noé Mejía López/Edin López Instagram:@edinlopez_photography Facebook: Edin López German Velásquez Teléfono: 5420-4368 Facebook: German Velasquez Fanpage: German Velasquez fotografía Instagram @gvelasquezfoto Revisión de estilo: María José Gomez García. Biografía y traducción: Sandra Caal.
Empatía
y consciencia social
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a Universidad de San Carlos de Guatemala -USAC-, siendo esta una institución de educación superior estatal y autónoma, con una cultura democrática, y un enfoque multi e intercultural, la cual esta vinculada y comprometida con el desarrollo científico, social, humanista y ambiental con una gestión actualizada con lo que sucesos dentro del país, de manera dinámica, efectiva y con recursos óptimamente utilizados por los estudiantes y profesionales de esta casa de estudios, para alcanzar sus fines y objetivos, formando así, a los profesionales con principios etilos y excelencia académica.1 Por lo cual, como futuros profesionales, que estamos siendo formados dentro de esta casa de estudios, por los docentes que trabajan en ella, instruyéndonos con las enseñanzas y metodologías correctas para superar cada obstáculo que se presente dentro del ámbito laboral, y social, así como el enfrentamiento de los problemas del diario vivir. Todos estos elementos, son lo que nos formarán como mejores ciudadanos que harán que el país progrese y mejore, ya que solo con el ejemplo y acción de cada uno de los guatemaltecos podremos avanzar.
Y es allí donde entra las enseñanzas de que no solo la USAC nos deja, sino también dentro de nuestra propia escuela, en este caso, la Escuela de Diseño Gráfico, que con sus objetivos de formar profesionales en diseño gráfico, orientados a atender con ética, eficacia, equidad y productividad las demandas de la sociedad guatemalteca, tomando en cuenta como la sociedad en la cual vivimos va en constante movimiento y cambiando frecuentemente, también, tiene como objetivo el de contribuir con el desarrollo de la sociedad guatemalteca mediante los programas de Extensión e Investigación, vinculadas con la estructura curricular de la carrera.2 Con estos objetivos, plantados sólidamente dentro de cada uno de los profesionales que prepara la Escuela, ha logrado crear ciudadanos que han ayudado al país de diferentes maneras. Entre ellas, podemos ver, que en los diferentes semestres de la carrera, existen proyectos en conjunto con instituciones sin fines de lucro, que ayudan a los guatemaltecos en tiempos de crisis. La Escuela de Diseño Gráfico, toma estos proyectos para entregárselos a los futuros profesionales en la carrera, enseñando así la realidad que se vive en el país, fomentando más valores dentro de ellos, y cultivando la idea de que se debe regresar lo que el pueblo ha hecho por nuestra casa de estudio. Teniendo así, un gran impacto, no solo en la sociedad, y a las personas que se ayudan con dichos proyectos, sino en cada uno de los estudiantes que se ven involucrados en dichos proyectos, creando así empatía en cada uno de ellos, haciendo más humano cada proyecto. Teniendo todo esto en consideración, se puede hacer una reflexión profunda, sobre como incide en cada uno de los estudiantes, el hacer proyectos que respondan de manera directa con los problemas sociales que sufre el país. En este caso, con el proyecto de este año, el de #AdoptaUnAbuelito, podemos ver a estás personas de la tercera edad, siendo marginadas y no ayudadas, viviendo en extrema pobreza, y dándonos cuenta que no es solo ese el problema mayor que sufren estás personas. Siendo una de las afectadas por lo que vive el país de momento con la pandemia del COVID-19. No hace tener una perspectiva diferente de la vida que llevamos cada uno de nosotros, comparada con lo que esas personas viven día a día. Viendo esta realidad, podemos observar que si existe un gran impacto, no solo en la sociedad, recibiendo nuestra ayuda, sino nosotros también como estudiantes y futuros profesionales que se desarrollaran en la sociedad. Como futuros profesionales podemos entender, y apreciar cada una de las enseñanzas de nuestros docentes, y de como estos inciden en nuestro diario vivir, creando esa conciencia más humana dentro de cada uno de nosotros.
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La nostalgia hacia el pasado no es más que el reconocimiento de las carencias de nuestra vida actual. Nicholas Wells
Patrocinia Caal Cú
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i nombre es Patrocinia Caal Cú. Nací el 12 de mayo de 1956, tengo 64 años, vivo en Caserío el Mezcal. Mis padres fueron Valeriano Caal y Josefina Cú, quienes ya fallecieron a los 60 años de edad, somos 4 hijos, tres de nosotros vivimos aquí en Purulhá y una hermana vive en Río Dulce Izabal, a quien no he visto desde hace muchos años, ya que por la distancia y el gasto económico que esto representa no se me es posible visitarnos. El lugar de mi nacimiento fue en el Caserío el Comunal, vivimos unos años allí, luego mi papá compró un terreno aquí en el Caserío el Mezcal, con mis hermanos íbamos a traer agua al río para consumir y también íbamos a calzar milpa (limpiar) tapiscar y aporrear (desgranar) para comer. Era divertido ir con mis hermanos a traer agua, ya que cuando lo hacíamos podíamos jugar en el camino, era bonito también porque no habían cosas malas ni tampoco personas malas. Las personas eran más temerosas de Dios, luego sin darnos cuenta, todos crecimos y cada uno de nosotros tomó rumbos diferentes.
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Conocí al papá de mis hijos aquí en el mismo caserío donde vivo, su nombre fue Maximiliano Calel. Nosotros fuimos vecinos, con el tiempo nos fuimos enamorando y vivimos en unión por más de 35 años. Del fruto de ese amor que tuvimos nacieron 4 hijos, hasta que él un día tuvo un accidente con el cual quedó imposibilitado para llevar una vida normal. Con ello ya no pudo trabajar, estuvo en cama por cuatro años y hasta que falleció a la edad de 83 años. Él trabajaba en la siembra de maíz y frijol, yo también le ayudé en los gastos de la casa y cuando él se accidento también trabajé duro para poder sacar adelante a mis hijos. Tuve una venta de comida en el mercado municipal para tener algo de dinero aunque al final del día no me quedaba mucho de ganancia, solo me alcanzaba para comprar leña o un poco de maíz. En ese mismo mercado municipal donde tenía mi comedor hubieron cambios y ya no tuve mucha venta porque mi negocio ya no quedaba a la vista. Luego me puse a vender verduras, chile, cualquier cosa que pudiera sacar ganancia para darle sustento a mi familia. Tiempo después, me accidenté tres veces aquí cerca de la casa, en uno de esos accidentes me fracturé el brazo y me lastimé las piernas. A partir de ese momento, de haber fracturado, quedé mal y es por ello que ya no salgo a trabajar, por el dolor que me causa. Ya no puedo ir a buscar mi leña, me cuesta conseguir dinero.
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En la época en que crecí era todo diferente, y muy bonito porque se conseguía de todo, las cosas no eran muy caras, teníamos leña, una venta de comida y podíamos disponer de cualquier cosa, y también una de las cosas más importantes, es que teníamos salud y podíamos trabajar; la juventud era sin vicios ni malas costumbres, ahora las cosas han cambiado mucho, hasta el punto de que hay mucho peligro afuera.
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Uno vuelve siempre a los viejos sitios donde amó la vida Chavela Vargas
Tengo un hijo con Síndrome de Down, se llama Luis Calel tiene 25 años. Desde que él nació le he dado un cuidado especial, no habla mucho, solo sabe decir unas pocas palabras. Él asiste a la Biblioteca Municipal en donde lo atienden, le enseñan y le leen libros. Cuando él mira a su maestra o a la seño Brenda se pone muy contento, él ha cambiado mucho desde que va a la Biblioteca. Siempre tengo que estar cerca de él y muy al pendiente de lo que hace, ya que un día se perdió cuando fuimos a la iglesia. Él se salió, llegue a pensar que estaba cerca de allí o incluso en la puerta, hasta pensé que en el sanitario estaba. Sin embargo, él no estaba por ningún lado, las personas que estaban en la iglesia, y su maestra, la que lo atiende en la biblioteca, y conocidos me ayudaron a buscarlo por todo el pueblo, pero sin suerte alguno no lo encontramos, hasta que se hizo de noche y él caminando tranquilamente venía de regreso a la iglesia. Hasta el día de hoy no sé a dónde fue y que hizo pero regresó solito, pero estoy muy feliz que no le haya pasado nada.
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Todo eso ha sido difícil para mí porque ya estoy mayor, soy anciana y me preocupa saber que estoy enferma y no puedo trabajar. Tengo miedo, porque un día ya no estaré con mi hijo Luis y lo dejaré solo. Me entristece cuando llega la tarde, oscurece y estamos sólo mi hijo Luis y yo, a veces viene mi hija, ella vive en el Caserío el Comunal, nos visita para pasar tiempo con nosotros, ya que ella también es viuda con cinco hijos y a la única persona que tiene es a mí.
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Justa Xonรก
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i nombre es Justa Xoná. Tengo setenta y dos años de edad. Nací en la Aldea Tres Cruces, del municipio Purulhá, Baja Verapaz. Estoy unida con don Guillermo Caal. Mis padres se llamaban Emiliana Xoná y Andrés Rodríguez, que ya fallecieron. Mi mamá nunca me contó sobre mi nacimiento, para ellos eso estaba prohibido. Mi papá solía tener veinte manzanas de terreno donde sembraban maíz y frijol piloy. Todos los días se dedicaba a trabajar con su familia. Hablaban el idioma Q’eqchi. Mi infancia fue muy difícil para mí, me gustaba jugar, Lamentablemente mis padres nunca me dejaron salir a divertirme con las niñas que llegaban a jugar al campo, que se encontraba a un costado de mi casa. Lo que me hacía feliz era que mi mamá me dejara jugar con las niñas, la condición era que antes le tenía que ayudar con los oficios de la casa. Y tenía que estar de regreso a las cuatro de la tarde, antes de que mi papá llegara. Así fue como fui creciendo.
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Cuando cumplí lo doce años, mi mamá ya no me dejaba salir, porque decía que ya estaba grandecita. Así que, una de las travesuras que hice siempre en mi infancia fue irme a escondidas. Un día me escapé para salir a jugar con mis amigas, y se me olvidó la hora de regresar a la casa. Mi papá estaba muy enojado, esperándome con un chicote (ramas de árboles de durazno). Me preguntó qué hacía jugando en el campo, que las mujeres no deben andar en las calles, que el trabajo era estar en la casa haciendo el oficio. Decía que los hombres son los que salen a trabajar, y que por eso no me dejaban salir. Después de lo ocurrido, ya solo jugaba con mis hermanas Elena y Cristina. Esos son los únicos nombres que recuerdo, éramos cinco hermanas. De las otras ya no me recuerdo porque viven en otros lugares, y yo ya estoy viejita.
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A los catorce años, mi mamá me mandaba al río a lavar ropa; siempre me acompañaba un hermanito. De repente, conocí por primera vez a un muchacho y el cual me llamo mucho la atención, él me gustó. Se llamaba Guillermo Caal. Él pasaba cerca de mi casa, siempre lo veía de lejos cuando iba al trabajo. Cuando mi mamá viajaba al pueblo y me llevaba con ella, yo me sentía feliz porque en mi mente siempre pensaba en poder verlo, y el poder sonreírle. En ese tiempo nos encontrábamos en la calle porque no había transporte y teníamos que caminar para llegar al pueblo. Cuando lo encontraba, me miraba con una cara y unos ojos, como si estuviera diciéndome que me quería y que sentía lo mismo que yo sentía por él.
No podíamos hablarnos porque tenía miedo que mi mamá me descubriera y no me diera la oportunidad de acompañarla la próxima vez. Él hacía lo posible para verme cerca de mi casa. Nos hicimos novios y poco a poco fue acercándose a mis papás. Un día se atrevió a decirles y explicarles cómo fue que nos conocimos. Les dijo que me amaba mucho y que yo era la mujer que quería que lo acompañara el resto de su vida. Para mí fue lo mejor que me había pasado en ese momento, pues no sabía qué decir por la emoción que sentía. Mis papás estuvieron de acuerdo. Así fue la pedida. Ese momento nunca lo olvidaré ya que pude sentir la felicidad verdadera de un amor.
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Aunque el Tiempo desgaste muchas cosas, te sigue Faltando algo cuando acaba un amor. Alejandro Sanaz.
Mi esposo era muy responsable, trabajaba y compraba cosas para la casa, pero tiempo después, conoció a unos amigos que lo invitaban todas las tarde a platicar y tomar boj (bebida fermentada de caña de azúcar). Así, poco a poco, se gastaba el dinero que ganaba en su trabajo para comprar el boj. Ya no me daba el gasto, nos quedábamos sin comida todo el día y así empezamos a tener problemas. Todo fue cambiando. Ya no era igual como cuando nos conocimos.
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Creció mi hijo y vino a buscar trabajo en el pueblo. Así fue como consiguió este terreno, Caserío La Cruz. Desde entonces, empecé a vender tortillas en la casa. Hasta la fecha mi esposo no deja de tomar. Veo la manera de cómo vender tortillas en el parque, aunque hay días en que me siento triste porque hay unas señoritas que se molestan si vendo más tortillas y me quitan mis clientes. Pero le agradezco y pido a Dios que me ayude. Tengo a una de mis hijas que me ayuda a hacer las tortillas. De la misma manera, estoy muy agradecida con la Biblioteca y con la seño Brenda que se encarga de gestionar los víveres que nos regala. Siempre oro por ella para que tenga fuerzas para seguir adelante y le agradezco por ayudarme bastante.
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La juventud es un desatino; la virilidad es Lucha, y la vejez nostalgia. Renjamin Disraeli