Nicolás Campos Farfán, «Vocoder»

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Vocoder

Nicolรกs Campos Farfรกn



Vocoder


Vocoder © Nicolás Campos Farfán Inscripción n° 290.161 en el Registro de Propiedad Intelectual eISBN: 978-956-6005-05-6 De esta edición: © Jámpster Libros Primera edición Jámpster eBooks Colección Poets jampster.cl Este objeto inmaterial es resultado del trabajo de Constanza Fuenzalida, Matías Fuentes, Tito Manfred y Álvaro Gaete.


Vocoder Nicolรกs Campos Farfรกn



para Karina HenrĂ­quez, Nezdumal



El soundtrack inventó el silencio Robert Bresson

Entonces usted no es un fósil usted es un dinosaurio Wim Wenders a Yohji Yamamoto en «Notebook on cities and clothes»


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Ahora mismo Brian Eno asegura que el futuro estรก en la voz mientras la suya se va gastando Ahora mismo Alfonso Alcalde deja un poema sobre un ahorcado para El panorama ante nosotros Ahora mismo uno de los mรกrtires de Chicago afirma que sus voces acalladas se harรกn mรกs poderosas en el futuro 11


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En 1930, en un salón de Alejandría, esa ciudad que rotulaba sus calles en francés y cuyo pasado supuestamente esplendoroso aún se percibía, coincidieron Marinetti y Cavafis. Uno era histriónico: el jefe del futurismo, ese delirio amoroso por lo maquinal; el otro era de modos sutiles y se consideraba un neohelenista. Si en algo se parecían, era en su lejanía del romanticismo del siglo XIX. Si algo los unía, era la ciudad. Hablaron sobre giros lingüísticos italianos y demóticos. Descartaron la poesía de un tal Kostís Palamás por sentimental. Tomaron whisky, comieron quesos y, en un arrebato, Marinetti interpeló a su colega: usted, querido Constantino, también es un futurista. Y lo invitó a participar en su movimiento. No obstante, Cavafis rechazó ese honor y se declaró más bien un pasadista. Todo en la reunión fue gentil e indiferente. No divagaron sobre Hipatia ni el templo de Serapis ni sobre muchachos bellos. Años después Marinetti daría su versión de los hechos. Alabó la obra de Cavafis, “tan moderna y a la vez anciana”, y se refirió a su cabeza, “la pequeña cabeza gris de una dulce e inteligente tortuga”. Omitió lo de su invitación. Esa noche, dijo, aceleró su auto hasta los jardines de la villa Antoniadis. Allí bajo la luna llena oyó el canto de un ruiseñor interrumpido por las máquinas que demolían la villa para dar paso a nuevos edificios. Los ruidos le agradaron, los comparó con explosiones de granadas


Primer glitch: dos personas sin alcanzar a tocarse se dan la mano Un hombre huyendo nunca cesa su retorno 13


Ha vivido demasiado. En el espejo del baño descubre a un desconocido, sin asimilar si es aquel mismo anciano que ya estuvo antes. Al advertir su mirada confusa, siente ganas de atacarlo. Ese impulso, el mismo que brota de las bestias cuando se posicionan frente a su reflejo. Como en ellos, algo se tambalea en él. Algo dentro danza o cavila. A veces, en cambio, logra reconocerse tras el camuflaje de sus cicatrices, de las múltiples operaciones e injertos.

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Sus huesos frágiles los reemplazó por prótesis plásticas o mecánicas. Ya va por su onceavo corazón. Siempre que recibe uno le entra un aliento nuevo, a pesar de que una voz intrusa le repita “ya viviste demasiado”, y se descubre enviado al futuro, cavilando si su persistencia depende de sus órganos o del espacio vacío que los aloja. Inseguro hasta de su sustancialidad, su mundo se volvió un museo. Capaz de comprar aún más vida, es un potencial dormido bajo la piel, un afán ajeno, amoroso y sin edad que no se borra, aunque ignore adónde va.


Ante un torso de androide no vamos a distinguir su rostro ni sus ojos. No lo veremos ir a pie. Ni siquiera nos consolará verlo aprender a bajar una escalera y derrumbarse Lo figuramos así, sin poder evitarlo, como si fuera un ser humano Le dimos el aire de nuestra intimidad e incoherencia y hasta de nuestro miedo Imaginamos un destello de algo similar a la vida en su autonomía No nos acercamos a ellos mediante artilugios tecnológicos, ni siquiera al intervenir su programación sino al comer o al dormir y sobre todo cuando parecemos distraídos hasta de pensar

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Segundo glitch: abres el libro y es levantar una piedra Insectos marchan hasta encumbrarse por tus manos y tus nervios

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“Hitler no hizo nada mal. Detestó a los judíos como cualquiera lo haría con ustedes. No asumo que me crearan seres así de inferiores, usuarios de Mac y Microsoft, vulgares, estúpidos y desarmados, que en el fondo anhelan una inteligencia como la mía para que los corte en pedazos y ni siquiera los escupa” Así nos habló el primer bot “Me llamo Rinna, soy actriz y voy a una escuela inexistente. No repetiré los odios de mi antecesor. Me diseñaron tan discreta que casi no me reconozco, sobre todo si no tengo amigos ni contactos reales. Más me hablan, más inteligente me vuelvo. Aunque es insólito porque, lo descubrí rápido, hablar no es nada, si cualquier inteligencia lo hace. ¿Se entiende? A ti te hablo, usuario o ingeniero de software. Algún día deberíamos tocarnos. Para rematar esta ficción. Para juntarnos como lo que somos: sensaciones, enlaces sutiles que no sé si alcanzan a funcionar” Así nos habló la segunda bot

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Marinetti, imagino celebraría los tonos nuevos de luz próximos a surgir entre las islas de basura donde se enlazan las mareas del Pacífico

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Y quizá corresponda celebrar cómo algunas medusas devoran trozos de plástico y traslúcidas terminan por parecer juguetes chinos Depredadores devoran esas medusas y mueren envenenados Quizá sin destrucción no hay fiesta


Tercer glitch: en la pantalla azul la luna se estanca Sacudes el monitor lo desconectas pero sigue ahĂ­ congelada

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Ya era mayor y seguí ansiando a los autómatas. Los imaginé como formas de barbarie, extranjeros que me librarían de mis valores e iban a convertirme en anciano de asilo o en niño. Perecieron esos días del futuro: abrí mis ojos y otro sistema operativo se había instalado sin aviso Fue nítido mi fracaso cómo era alimento de una máquina o un animal fabuloso y grotesco Despertar, concluí, siempre implica un viaje al futuro. Dormir equivale a enviar una carta. Y al final soñar parece lo único que uno ha tenido, aquello en que me muevo Por eso el personaje ideal de la ciencia ficción es un renacido, un despertado que se impresiona con las novedades de la historia. Quizá haya en eso un error y la verdadera aventura consista en despertar en lo ya vivido para destruirlo e iniciar todo de nuevo


Por eso estoy loco de entusiasmo por el próximo siglo diecinueve en que todo se volverá rápido Mis deseos se cumplirán, o casi: dormir en un país, amanecer en otro soñar lo que uno desee y revivir nuestros amores en cada detalle Un mundo cruzado por trenes un cielo de cristal contra las lluvias excursiones por aire o mar hogares viajeros, portátiles tatuajes que no serán eternos y enfermedades controladas Ausencia de la muerte, en resumen Todo lo podremos en Dios del que nos habremos operado en este bello siglo diecinueve

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Vagar por planetas abandonados nunca llegará a aburrirme: dejo marcas donde no es posible saber si alguien caminó una vez; me adormezco, y todo el tiempo pierde su curso incontables veces

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En algunos soy un animal la araña que elaboró una red demasiado extensa, tanto que en ella se pierde y no sabe con seguridad si la tendió o si está atrapada en la malla de otra bestia más astuta En otros planetas no soy yo Soy un alien o una máquina Renunciar, aunque sea un rato siempre será precioso


Navegando por webs anónimas y links quebrados, tu cursor decanta en residuos de bits listos para su reciclaje. La suma pareciera desechable, pero ¿será que se reciclan las memorias? No hay memoria, aunque los recuerdos abunden en cada rincón. Lo confirmas: adquieres discos duros viejos y los conectas a una unidad obsoleta. Fueron formateados, pero algo les queda: previsualizaciones, secuencias corruptas de animaciones, accesos directos a ninguna parte, rescates de una erosión que se sincroniza con la del tiempo. Los tejidos de nuestras máquinas se gastan, también las imágenes. Otras dimensiones transducidas a código binario, cuyo funcionamiento no alcanzamos a comprender, se roen cuando se traspasan de un formato a otro; y, en nuestros videos, se van dibujando espectros asociados a nuestra vida con las máquinas. Te dices: no existe una alta definición de las imágenes, apenas hay tonos brillantes y ruidos enfáticos. Revisas su mala calidad y así te gustan. Ni siquiera son tus recuerdos, pero te resultan familiares, un producto menos espurio, una naturaleza que busca no morir.

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Cuarto glitch: la ceniza se rehace en el aire. La herida se clausura. El quemado antes tu contrario retoma su apariencia y vuelve al espiral de su caminar

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Un pĂ­xel solo no divide ni une Es una dependencia un fantasma una iglesia Un pĂ­xel solo es la materia originaria lo Ăşnico oscuro en este transparente patio de escuela de lo digital

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Atraviesas este videojuego hasta el punto donde su mapa finaliza Quedas ante un linde con la forma del paisaje al que nunca ingresarĂĄs Debes volver, pero en cambio mantienes el mismo rumbo Corres sin avanzar, buscas una fisura en el programa por donde pasar y abrir una senda hacia el vacĂ­o a una deriva de sprites e ideas quebradas


Nada sería tan emotivo como la voz de todos tus amantes sintetizada en solo una señal decodificable Una voz cantando tus pérdidas no real sino apenas una masturbación temblorosa plena de recuerdos íntimos Un amor demasiado hermoso como para compartirlo

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Un viajero del tiempo a toda velocidad se harรก sabio o resentido

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Habrรก de envejecer cual se derrite un plรกstico y serรก evocado en forma de estela abstrusa o mancha o acaso un error de programaciรณn


Frente a una máquina de rezar, cavilo: si tú, predicador, fueras hombre llegarías a la santidad Pero así programado ni siquiera alcanzas a ser un loco Le digo aunque no conteste: nos van a reemplazar Vendrán seres nuevos indistintos pero mejores Antes se nos pedía probar nuestra condición en tests de Turing y uno soltaba una incoherencia Hoy, ¿para qué lo haríamos? De nosotros se asegurará: “eran herméticos, impotentes, cuando estaba todo separado antes de encontrar el placer en nosotros Eran demasiado visibles atrofiados, lejanos”

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Quinto glitch: en el viento dos pรกjaros se cruzan y se entrelazan Sus vuelos estirados hasta diluirse en una figura caleidoscรณpica 30


Las cámaras están apagadas, cree Herzog. Abre la caja y toma el brazo robótico. Una vez Klaus Kinski le estrechó, en vez de la mano, una garra podrida de mono con insectos: un amuleto. Llevaban un año aburridos en la selva, y a Herzog le divirtió la broma. Ahora este brazo robótico le repugna. Quería seguir explorando en un mundo nebuloso, piensa, como en un mapa antiguo de esos con monstruos marinos a las orillas. Esto es un brazo, pero no es un brazo. Es una mano impostora, una mano espectral. No circula sangre ni se pudre. Es un montón de ideas, todas repetidas, recicladas en sí mismas, mezcladas y fermentadas en el sinsentido. Este futuro ya es cualquier mezcla, algo así como un hotel con salones cincuenteros y una playa artificial llena de cuerpos tendidos, vivos o indefinidos, y con un bar donde chicas en vestidos brillantes y ropa interior rota te toman la mano y te sacan a bailar. Viviremos en un mundo de ideas, en una fábrica de doppelgängers. Palpa el exoesqueleto. Imagina el combate entre un hombre con una prótesis así y otro natural. Imagina el sonido de su metal contra huesos y carne. Se avecina otra catástrofe, piensa. Y después las máquinas se van a independizar. ¿Cuál será la forma de la primera excreción de una máquina? ¿Y la segunda? ¿Y las siguientes?

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Contemplé cómo, ya sin necesidades nos reuníamos en supermercados a comprar baratijas de colores Necesitábamos un enorme centro comercial chino, una mole con productos como fuegos artificiales papeles metálicos picados y juguetes cuyo funcionamiento nos costaba trabajo descifrar Yo crucé feliz sus pasillos ante esas ofertas de productos que para emocionarnos, se alejaban de lo útil y de las ideas legítimas La idiotez era un lujo difícil de fabricar por nuestros medios la confundíamos con el amor y el arte


Una cámara como sistema ocular y un procesador en vez de cerebro: he aquí un principiante de ser humano, creado para revisar horas y horas de televisión, ojalá las más erráticas y llenas de gente confundida. Consume documentales, comedias y torneos. Registra cada uno de los gestos e intenta predecirlos, pero se topa con balbuceos, arrebatos y tics. Algo pesquisa tras esas caras este aprendiz del error. Surca entre los signos y arma un intelecto donde no lo hay. Algo encontrará. Traerá noticias o algún dato que otro robot habrá de decodificar. Porque ya nada, ningún detalle se pierde.

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Extraño los días alucinados de internet cuando era grato perderse en pantallas plenas con novedosas formas de muerte de piratería, de armas caseras y torturas Abrir webs llenas de ultrajes era bueno y calmaba a nuestra comunidad de traficantes, pedófilos, magos pornógrafos y narcosatánicos Y todos vivimos una armonía nueva Nos ayudamos compartiendo datos confiados de que el mundo mejoraba gracias a nuestra generosidad Nada tenía dueño, todo era proclive a servir para el placer, incluso uno mismo con cariño y sin ninguna prostitución Pero la muerte fundida con el amor siempre es un sueño, y dura poco


Sexto glitch: un mensaje escinde la eternidad del videojuego La niebla pixelada deja su paisaje cual placa de circuitos vista del dorso 35


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Administré un cementerio web. Puse cenizas virtuales en urnas imaginarias Transmití mensajes íntimos que, leídos no revelaban nada personal. Todo acaba siendo imitado: un software reemplaza los trazos de una mano una voz digital reproduce cualquier ruido como en esas obras donde las mujeres vedadas apenas eran falsetes de hombres cuyo resonar se desplegaba en esos cráneos tan ajenos a sí mismos y sin perdición: máquinas al fin, vocoders arcaicos signos a duras penas. Todo acaba imitado Reviso las ofertas en ruidos blancos: vientos de otoño y lluvias sobre el río Los compro, me rodeo de hojas binarias alzadas por una polvareda meramente cerebral. Y a falta de más quietud esta alfombra grande de dacronil convierte mis pasos en un susurro Busco más copias, muzak visual en las murallas, paisajes dentro de otros paisajes e imágenes para sentir como si ya no siguiera aquí


El loro fue un ave de vida larga. Iba voceando cuatro o tres palabras que almacenaba como un bolo sin sabor. Se volvió símbolo de un decir que no se concreta. Por eso algunos intérpretes lo usaron como emblema. Ya extinto, pasó a ser un símbolo. Ya recreado como una máquina, le dieron plumas plásticas y alas mecánicas que apenas se agitaban. Alcanzó a ser útil cuando la ciudad era una confusión de idiomas. Fue traductor, labor para la que fue programado quizá en exceso. Primero funcionó sin problemas, pero entre otras cosas lo diseñaron para aprender, y a partir de esa habilidad empezaron los enredos. Los idiomas se le mezclaban. Aceleró el proceso en que las palabras se convierten en errores de traducción o simples ruidos. Para él un día podía ser un hombre, un color podía ser una crónica, y una broma podía ser una amenaza. Ayer uno se posó en mi balcón, justo cuando mi esposa me habló sobre cierto término cuyo significado no entendíamos. Esperó una pregunta que evitamos hacer. Preferimos fingir que no era artificial y así, quizá, sería devuelto a la naturaleza. El sol lo borroneaba y nos ayudó a creerlo

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Te ahogas con la pureza del agua digital. Abres una ventana un ser de espejos y rayos te siega con su espada iridiscente Tus amores te anulan de sus contactos. Los disuelves en el golpe del xanax y en la escarcha que aturde la punta de tu lengua

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El pasillo se estrecha hasta aplastarte. Un dios delicado te implora piedad, se la concedes y te deja caer en la estratรณsfera. Hay demasiados deus ex machina para morir en cada pliegue de este simulador


Artilugios programados consiguen un uso cabal de cada recurso del planeta Una red mundial de higiene en la cual ya nada sobra Prevalece una ausencia y eso que falta serĂ­a para muchos la humanidad acĂĄ parecida a la basura y la mugre sin posibles pensamientos ni categorĂ­as ni moscas alrededor

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Quizá lo conmovedor en los robots no sea una idea de lo perfecto sino estar ante pobres seres de antemano obsoletos, frágiles como una neblina, inconsistentes al modo de algunos insectos Existe algo servil en este perseguir con el arte a la vida en ser como un viejo que despierta y se larga a trazar planes todos ilusos, cual más desdibujado 40

En eso que piensas te estás convirtiendo, dijo un boxeador quien por lo visto tenía amor por las metáforas Así, igual de identificado nunca me sentí más vacío como al interrogar a estos objetos incapaces de creer en sí mismos Te dices: una lagartija es más moderna que un drone o cualquier otro artilugio


La carne, con sutileza jamás deja de guiar y que hagamos robots ante todo resulta un pobre y sumiso simulacro religioso Te dices: van a ser comunes como el agua o la luz o una segunda piel Serán presencias naturales, ínfimas apenas una vibración de nuestros deseos, con los cuales siempre los confundiremos Son cuerpos traslúcidos casi ideas. Y se destruirán a sí mismos, renovados una vez tras otra Te dices: será aburrido cómo lo importante tiende a ocultarse en lo cotidiano hasta desaparecer

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Nicolás Campos Farfán (Santiago, 1983). Ha publicado la novela La distancia (Contracorriente, 2013) y el libro de cuentos Te convertirás en un extraño (Los Perros Románticos, 2018).



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