30 AÑOS POR LA CALIDAD DE NUESTRA FRUTA Desde la perspectiva que brindan 30 años ejerciendo la profesión de Ingeniero Agrónomo en la Fruticultura rionegrina, es posible en una mirada hacia atrás, encontrar verdaderos hitos que pueden explicar la evolución del sector y plantear su impacto en el futuro cercano. El propósito de este análisis es mostrar a jóvenes colegas que como verdaderos Agentes de Cambio, nuestras acciones profesionales individuales, técnicas y cotidianas tienden a lo largo del tiempo a convertirse en una trascendente construcción social colectiva. Partamos reconociendo que en la década del 80 comenzamos a valorizar los enemigos naturales de los insectos perjudiciales al implementar en la región el Control Integrado de Plagas, que rápidamente tomó una mayor jerarquía ecológica convirtiéndose en Manejo Integrado de Plagas al aceptar umbrales de daño e incluir algunas prácticas culturales afines a las técnicas tradicionales del control de plagas. Poco a poco especialistas en manejo del cultivo sumaron sus conocimientos a los de sanidad vegetal y llegamos a los tiempos de la Producción Frutícola Integrada, con una mayor consideración en el respeto del medio ambiente. De esas reuniones nacieron las “Pautas Tecnológicas” para la reconversión frutícola y el manejo de manzanas, peras, frutas de carozo y uvas de mesa y para vinificar, incluyendo el más reciente “Manual de la Pera William´s”,
aunque lo más trascendente fue la
implementación del “Programa de Producción Integrada de Frutas-Patagonia”, el primero en la región con Certificación privada de tercera parte. Sin lugar a dudas llegamos a fines del siglo XX con las bases de una fruticultura moderna, aunque los violentos cambios a principios del siglo XXI nos llevaron a resolver nuevos e importantes aspectos de higiene y seguridad alimentaria. En Europa la enfermedad de la Vaca Loca, las Dioxinas en alimentos animales y las contaminaciones en gaseosas enlatadas entre otros episodios no menores sumió al consumidor en una crisis de confianza responsabilizando al estado y sus proveedores de alimentos. Más rápido que volando los organismos oficiales de la UE respondieron con la creación de la Autoridad Europea de Seguridad Alimentaria, imponiendo el concepto de Trazabilidad a todo envase minorista y así responsabilizando al productor por cualquier incidente derivado de la condición de un alimento. Del otro lado del mar, en USA, el Bioterrorismo emergente convirtió los alimentos importados en potencial armamento contra sus ciudadanos por lo que mediante una rápida reorganización nació el Organismo Federal de Aduanas y Protección de Fronteras, incluyendo agentes del Departamento de Agricultura, ahora con instrucción militar. Como si esto fuera poco en todo el mundo se revalorizó el patrimonio fitosanitario de cada Nación por lo que el intercambio comercial sólo sería posible bajo el paraguas de un Protocolo bilateral para cada combinación plaga-producto. Como respuesta a estos cambios de paradigmas las grandes cadenas minoristas se esforzaron por atraer, cultivar y cautivar la confianza de un consumidor receloso pero a la vez expectante de las señales que recibía del estado y sus proveedores sobre la calidad de los alimentos ofrecidos. De un día al otro, las trabajosas Directivas de Producción, armonizadas en cada región frutícola durante los años 90 dejaron de ser funcionales al polo supermercado/consumidor por tratarse de creaciones originadas en las zonas de origen, verdaderos “trajes a medida” para cada región productora. Fueron así reemplazados por los primeros Protocolos de Aseguramiento de