Selección del Primer Encuentro Iberoamericano de Minificción,

Page 1


Ana María Shua: Minificciones. Antología personal, prólogo de Marco Antonio Campos, Ciudad de México: Ficticia, 2016.


Ganadora del I Premio Iberoamericano de Minificción Juan José Arreola, 2016

ANA MARÍA SHUA

Dentro del marco del I Encuentro Iberoamericano de Minificción 2016, organizado por la Secretaría de Cultura de la Ciudad de México y el Seminario de Cultura Mexicana, el jurado deI Premio Iberoamericano de Minificción Juan José Arreola ha decidido otorgar por unanimidad este reconocimiento a la escritora argentina Ana María Shua. En su fallo se ha considerado, en primer lugar, la incuestionable aportación de la autora a la minificción, gracias a la escritura de cinco títulos canónicos reconocidos por la crítica internacional. También se ha atendido el reconocimiento que significa la publicación de su obra literaria en varios países de habla hispana y en traducción a otras lenguas. Y, por último, se ha ponderado su notable trabajo de difusión a través de numerosos talleres, conferencias y entrevistas acerca de la escritura breve. El jurado estuvo conformado por Raúl Brasca, Francisca Noguerol y Lauro Zavala.


Índice

Curaduría: Javier Perucho

Alanís, Armando - México

4

Avilés Fabila, René - México

5

Avilés, Édgar Omar - México

6

Benza González, Alberto - Perú

7

Bernal, Bibiana - Colombia

8

Brasca, Raúl - Argentina

9

Calderón, Mario - México

11

Cerda, Martha - México

12

Cutillas, Ginés S. - España

13

Chávez Fócil, Luis Alberto - México

15

Chavezmaya, Marco Aurelio - México

16

Elphick Latorre, Lilian - Chile

18

Espada, Manu - España

20

Fernández, Marcial - México

22

Garrido, Felipe - México

23

Grijalva, Dina - México

25

Guedea, Rogelio - México

27

Krauze, Ethel - México

29

López Araiza Bravo, Hugo - México

31

Lupián Soto, Miguel Antonio - México

32


Mergruen, Érika - México

33

Monsreal, Augustín - México

34

Navagómez, Queta - México

35

Nutte, Juan Luis - México

36

Orozco, Felipe - Colombia

38

Ortiz Soto, José Manuel - México

40

Pardo, Edmée - México

41

Pedraza, Alfonso - México

42

Pérez, Luis Bernardo - México

43

Ramírez Vasillas, Jeremías - México

44

Ramos, María Cristina - Argentina

45

Rascón, Cristina - México

46

Rodríguez Romero, Nana - Colombia

47

Rodríguez, Adriana Azucena - México

48

Sánchez Argüello, Alberto - Nicaragua

49

Sánchez Clelo, Fernando - México

51

Shua, Ana María - Argentina

52

Vásquez Guevara, Rony - Perú

53

Vizcaíno, Laura Elisa - México

54

Zúñiga, Javier - México

55

La minificción como un indicio de la capacidad de asombro - Lauro Zavala

56


ARMANDO ALANÍS (Saltillo, Coahuila, México, 1956)

Radica en la Ciudad de México. Autor del libro de cuentos La mirada de las vacas; de las novelas Alma sin dueño, La vitrina mágica y Las lágrimas del Centauro; y de los libros de microrrelatos Fosa común, Narciso, el masoquista y Coitus interruptus. Colabora con su espacio alfileres en el suplemento Laberinto del periódico Milenio. Sus cuentos y microrrelatos han sido traducidos al francés y rumano.

El color del deseo –De rojo me gustas más – dijo el hombre todavía con el puñal en la mano. De paseo En este luminoso domingo, los perros llevan a sus amos a pasear al parque. H de hotel La h de ese hotel no era muda: gemía cada siete minutos.

4


RENÉ AVILÉS FABILA (Ciudad de México, México, 1940 - 2016)

Licenciado en Relaciones Internacionales por la UNAM e hizo estudios de posgrado en la Universidad de París. Entre más de 35 libros que escribió destacan Los juegos, El gran solitario de Palacio, El amor intangible, Hacia el fin del mundo, El Evangelio según René Avilés Fabila, El bosque de los prodigios, Memorias de un comunista y Antigua grandeza mexicana. Sus cuentos figuran en multitud de antologías nacionales e internacionales y ha sido traducido a diversas lenguas. Ha obtenido el Premio Nacional de Periodismo, el Premio Colima, la Medalla al Mérito Cultural de la Asamblea Legislativa de la CDMX y la Medalla Bellas Artes.

La comida del distraído Llegó al lujoso restaurante y el mesero, por descuido, en lugar de ofrecerle la carta, le entregó la cuenta. El cliente vio la abultada suma y, sin más, pagó añadiendo una generosa propina. Salió a la calle sintiéndose terriblemente satisfecho: la comida había sido magnífica, los vinos también y el postre insuperable; caminaría un poco para ayudar a la digestión. Los fantasmas y yo Siempre estuve acosado por el temor a los fantasmas, hasta que distraídamente pasé de una habitación a otra sin utilizar los medios comunes. El más extraño de los animales prodigiosos Dentro de esa jaula de grandes proporciones pasta tranquilamente una rara especie. Ningún letrero la anticipa. Algunos expertos en zoología señalan que se trata de un Pegaso sin alas, otros afirman que es un unicornio sin cuerno. La gente sencilla, que se remolina en el lugar, prefiere decirle caballo.

5


ÉDGAR OMAR AVILÉS

(Morelia, Michoacán, México, 1980)

Autor de un libro de minificciones No respiramos: Inflamos Fantasmas (Posdata Editores/INBA, 2014), Cabalgata en Duermevela (Tierra Adentro, 2011; Premio Nacional de Cuento Joven Comala); Luna Cinema (Tierra Adentro, 2010; Premio Nacional de Cuento de Bellas Artes San Luís Potosí); Embrujadero (Arlequín, 2015) y La Noche es Luz de un Sol Negro (Ficticia). La VALÍStica de la realidad (SECREA, 2013; Premio Michoacán de Ensayo María Zambrano). Este año se publicará la novela corta Vudú Cósmico en la editorial Resistencia. Incluido en una treintena de antologías de cuento.

El brujo decapitado Cuando el hacha del maestro verdugo cercenó la cabeza, en la plaza todo el pueblo aplaudió aliviado, libre, al fin, de la malevolencia del brujo, de su risa oxidada, de sus promesas de muerte. Pero al caer la cabeza, del cuello surgió otra diferente. Ésta también fue cortada, mas otra brotó como capullo. Las cabezas decapitadas se apilaban, nacidas una tras otra del insólito cuello del brujo. Aunque los brazos del verdugo estaban cada vez más cansados y los aplausos menguaban, repetía la operación concentrando el mismo coraje en cada tajada, hasta que un par de horas después todo empezó a dar vueltas al ritmo de la risa oxidada. En ese instante el verdugo vio que en la plaza todo el pueblo yacía decapitado, mientras su cabeza rodaba junto con las demás. La ley Dios se disponía a fulminar a ese hombre que estaba por dispararle al tigre que estaba por saltar sobre el águila que estaba por clavar su pico en la comadreja que estaba por desgarrar a la serpiente que estaba por engullir a la rata que estaba por desentrañar a la tarántula que estaba por envenenar al escarabajo que estaba por atenazar al gusano que estaba por morder la hoja. Dios se disponía a fulminar a ese hombre pero, lleno de pánico, volteó hacia atrás. Extravías Las calles se aparean. Aprendieron de los hombres y mujeres nocturnos. Y de sus amores prohibidos nacen hijos legítimos y bastardos. Monstruos y superdotados. Callejones y cerradas, avenidas redundantes y carreteras sinsentido. Así se gestó el laberinto. Y nadie, nunca, podrá volver de nuevo a casa. 6


ALBERTO BENZA GONZÁLEZ (Lima, Perú, 1972)

Periodista, escritor y director de la primera editorial en el Perú dedicada estrictamente a la minificción: Micrópolis. Cursó estudios de escritura creativa en el Taller de Hiperbreves de la escritora argentina Clara Obligado (Madrid, España 2011). Como coordinador de las Jornadas Peruanas de Minificción en la Feria Internacional del Libro de Lima organizó las seis ediciones (20112016). Ha publicado tres libros de microrrelatos: A la luz de la luna (2011), Señales de Humo (2012) y Entre vivos y muertos (2015). Además, compiló y prologó la antología de microrrelatos eróticos 69 (2016).

Acto de magia El mago Giorhini fue contratado por Vladimiro Montesinos para fiestas patrias: el pueblo peruano le pedía actos de magia jamás vistos. Giorhini levantó su varita mágica y dijo: “¡Que desaparezca la pobreza!”. El pueblo en un segundo tenía dinero en abundancia. El mago otra vez agitó su varita y con un gesto dijo: “¡A la cuenta de tres que desaparezca la corrupción!”. Uno, dos y justo cuando iba a decir tres Montesinos hizo un gesto con la mano y desapareció Giorhini. Gastón Un buen día Gastón desempolvó un libro de la antigua biblioteca de su casa, el volumen se titulaba Cómo hablar con los muertos. En la contratapa se podía leer “Para los que creen en el más allá, este libro les proporcionará información científica y anecdótica, que explora la comunicación entre vivos y muertos. Sugiere, además, posibles medios y técnicas para lograrlo”. Después de una semana intensa, terminó de leer el libro y recién pudo comunicarse con su familia, la cual vivía todavía en su domicilio y solía recordarlo con mucho cariño. Paranoia Todos los psiquiatras le diagnosticaron esquizofrenia paranoide. Los sonidos que escuchaba eran cada vez más frecuentes. Aquel día sintió un temblor. El ruido sonó como una pisada que se acercaba. Él solamente atinó a taparse con las frazadas. Los pasos se escuchaban más fuertes. Aparecieron grietas en las paredes. El ruido sonó, aún más, al acercarse. Y esa fue la última vez. 7


BIBIANA BERNAL

(Calarcá, Colombia, 1985)

Poeta, narradora, editora y gestora cultural. Sus textos narrativos y poéticos han sido publicados en antologías y revistas nacionales e internacionales. Su poesía ha sido traducida al griego, inglés y rumano. Directora de la Fundación Pundarika, la editorial Cuadernos Negros y la revista Minificciones. Ha publicado las antologías de minificción: Mujeres minicuentistas, 8 Cuentistas Quindianos, Minificción Quindiana, Ellas cuentan menos, panorama de la minificción colombiana escrita por mujeres y Dos veces breve, minificción de México y Colombia.

Viaje de invierno El rostro dulce y la voz excitada del niño irrumpieron en el estudio. –Papá, papá, mamá sigue aquí, suena y suena. –Lo sé, también escucho su violín todas las tardes de lluvia. –Papá, silencia un momento tu oboe y ven conmigo al jardín. Mamá ahora interpreta Viaje de invierno para nosotros. La mano del oboísta no alcanzó a viajar desde su instrumento hasta la mano de su hijo. Justo cuando el niño la extendió, su padre se desvaneció, integrándose con la lluvia que caía tras la ventana. Confusión Mami, anoche soñé que podía volar y recorrer grandes distancias en poco tiempo. Fue un sueño muy bonito. Paseé por todo París durante el tiempo que tardamos en llegar a la escuela en el autobús. Cuando fui a despedirme de ti, estabas vestida igual que cuando te acostaste, yo tenía el mismo pijama y también era lunes. Aproveché para visitar a papá. Lo encontré pintando, como siempre. Al verme se sorprendió y preguntó cómo llegué. Le dije que volando pero no me creyó y me encerró en su habitación. Por eso te llamo, mami, para que le expliques que es un sueño y me deje ir. Encuentro Entra al café, me mira y se acerca. Permanece. Nos saludamos con un gesto. Sonreímos. Le permito sentarse. Trae restos del aguacero que hasta hace un momento yo contemplaba a través del cristal. Ha entrado para refugiarse. También yo... aunque llegué mucho antes de que lloviera. Se acerca aún más y entramos en comunicación. Al cabo de un rato, abandona el lugar, porque alguien hace que salga. Lo hace. Regreso entonces la mirada al cristal, para verlo cruzar la avenida. Allá va, en medio de la lluvia, ha retomado su ruta incierta de perro callejero. 8


RAÚL BRASCA

(Marcos Paz, Provincia de Buenos Aires, Argentina, 1948) Autor de libros de ficción breve y brevísima, compiló once antologías de microficciones, publicó ensayos y artículos en libros académicos y revistas literarias de diversos países y escribió numerosas reseñas bibliográficas para el prestigioso diario argentino La Nación. Entre otros, obtuvo los premios del Fondo Nacional de las Artes y de la Municipalidad de Buenos Aires Ganó el Certamen de Cuento brevísimo de la revista mexicana El Cuento en dos oportunidades. Desde 2009 organiza y conduce las Jornadas Feriales de Microficción en la Feria del Libro de Buenos Aires. Todo tiempo futuro fue peor (2007) y Las gemas del falsario (2012) reúnen sus piezas brevísimas. Amor A ella le gusta el amor. A mí no. A mí me gusta ella, incluido, claro está, su gusto por el amor. Yo no le doy amor. Le doy pasión envuelta en palabras, muchas palabras. Ella se engaña, cree que es amor y le gusta; ama al impostor que hay en mí. Yo no la amo y no me engaño con apariencias, no la amo a ella. Lo nuestro es algo muy corriente: dos que perseveran juntos por obra de un sentimiento equívoco y de otro equivocado. Somos felices. Pretende que yo estoy enamorada del amor y que a él sólo le interesa el sexo. Dejo que lo crea. Cuando su cuerpo me estremece, lo atribuye a sus muchas palabras. Cuando mi cuerpo lo estremece, lo atribuye a su propio ardor. Pero me ama. Y no lo saco de su engaño porque lo amo. Sé muy bien que seremos felices lo que dure su fe en que no nos amamos. Perplejidad A Guillermo Martínez La cierva pasta con sus crías. El león se arroja sobre la cierva, que logra huir. El cazador sorprende al león y a la cierva en su carrera y prepara el fusil. Piensa: si mato al león tendré un buen trofeo, pero si mato a la cierva tendré trofeo y podré comerme su exquisita pata a la cazadora. De golpe, algo ha sobrecogido a la cierva. Piensa: si el león no me alcanza ¿volverá y se comerá a mis hijos? Precisamente el león está pensando: ¿para qué me canso con la madre cuando, sin ningún esfuerzo, podría comerme a las crías? Cierva, león y cazador se han detenido simultáneamente. Desconcertados, se miran. No saben que, por una coincidencia sumamente improbable, participan de un instante de perplejidad universal. Peces suspendidos a media agua, aves quietas como colgadas del cielo, todo ser animado que habita sobre la Tierra duda sin atinar a hacer un movimiento. Es el único, brevísimo hueco que se ha producido en la historia del mundo. Con el disparo del cazador se reanuda la vida. 9


El pozo A Cristina Fernández Barragán In memoriam Hacía tres minutos que cavaba en la arena cuando el pozo le tragó la palita. Desconcertado, el chico miró a la madre. La mujer lo vio hundirse, corrió, alcanzó a tomarle las manos aterrada, y se hundió con él. Los otros bañistas aún no habían reaccionado y el pozo ya devoraba una sombrilla. Se miraron con estupor, vieron que ellos mismos convergían hacia allí, y por un instinto soterrado desde siempre que se acababa de revelar, intuyeron que no podían salvarse. Era tan natural como el ocaso: el mundo se revertía. Muchos trataron de huir, despacio, con la misma aprensión sin esperanza de los animales que buscan esconderse de la tormenta. Pero la arena se deslizaba más rápido y todos terminaron cayendo mansamente. A su turno, se derrumbaron en el pozo casas, ciudades, montañas. Del mismo modo que la mano invisible da vuelta la manga de una camisa, una fuerza poderosa arrastraba hacia dentro la piel del mundo poniéndolo del revés. Y cuando los últimos retazos desflecados de mares y tierras fueron engullidos, el pozo se consumió a sí mismo. No dejó siquiera un hueco fugaz en el espacio, tan sólo quedó el vacío, homogéneo y silencioso, la inapelable evidencia de que el mundo había sido el revés de la nada.

10


MARIO CALDERÓN (Yuriria, Guanajuato, México, 1951)

Poeta, cuentista y ensayista. Doctor en Literatura Hispanoamericana y actualmente profesor del Doctorado en Literatura Hispanoamericana en la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla (BUAP). Algunos de sus libros más recientes son Suma poética, Valparaíso, España, 2014; Donde el águila paró (cuento), BUAP, 2010; La luz del topacio, ensayos sobre cuento mexicano, BUAP, 2010; La estructura de la realidad derivada de la literatura, Red de Investigación en arte, 2013; Lenguajes en la poesía mexicana (entre el canon y el folclore), UNAM, 2015 y En la página del entorno (cuento), BUAP, 2016.

El bufón El bufón conversa con mi familia a pesar de mi desagrado. Yo siempre lo estoy vigilando. Él, como pidiendo aprobación, me mira a cada momento. Lo detesto porque en la calle dice de mí cosas falsas y la gente se las celebra. Siento vergüenza de que hable porque sé que está muerto. Ahora se presentó con muletas y sin dejar de hablar, sabe que sólo existe si se expresa. Se me acaba la paciencia, no puede fingir, y lo expulsó de la casa con la fuerza de mi mente. Cierro la puerta. Comienza a llorar amargamente sobre el tejado. La familia exige que lo deje entrar y él entra acusándome de haberle cerrado la puerta. Me cuido de un muletazo. Reflejos Nen limpia todo el día cocina, sala, baño y recámara. Descubrió una arista del entorno, “funciona como espejo.” Lo deja reluciente: desea encontrarse. El bicho Una noche faltó la luz eléctrica en mi casa y mis ojos aprendieron a mirar en la oscuridad. Con malicia rogué al bicho fatuo que se manifestara, que produjera el acostumbrado barullo con el que me molesta en otras ocasiones. Él, confiado en que nunca lo puedo visualizar, salió corriendo y lanzando gritos de un extremo a otro: era un quiróptero raquítico. Di un manotazo y lo atrapé con el puño derecho. Lo estaba asfixiando por su vanidad, pero lo liberé porque me aguijoneó intenso y porque mi mujer, que es presuntuosa, me recordó que el asesinato no está permitido. 11


MARTHA CERDA (Guadalajara, México, 1945)

Escribe cuento, novela, poesía, ensayo y teatro. Sus novelas La señora Rodríguez y otros mundos y Toda una vida, han sido traducidas al inglés, francés, italiano, griego, noruego y alemán. Su obra se ha publicado en Argentina y España. Sus cuentos han sido incluidos en más de 30 antologías nacionales y extranjeras. Su novela Y apenas era miércoles está publicada en edición bilingüe (inglés-español). Su obra de teatro Todos los pardos son gatos, fue puesta en escena por la Compañía de Teatro de la Universidad Veracruzana. Ha recibido numerosos premios y reconocimientos nacionales e internacionales.

Bestiario Cómo quisiera tener una pata de conejo, aunque ya nadie crea en la suerte, ni buena, ni mala. Los tréboles de cuatro hojas abundan en los jardines y nadie se fija en ellos; los gatos negros han optado por teñirse de güeros para no sentirse menospreciados. No he vuelto a ver que alguien tire sal por encima de su hombro, cuando pasa por debajo de una escalera o cuando rompe un espejo. Todos se ríen de las gitanas, de las bolas de cristal y de los amuletos, menos yo. Me estremezco al mirar una pata de conejo colgando de algún llavero. ¿Por qué no una pata de gato o de mosca?, me pregunto mientras mastico mis zanahorias. Mi mamá me ve con la roja tristeza de sus ojos, que resalta más por la blancura de su pelo, y me lame el muñón de la que fuera mi pata, antes de que me la cortara la trampa del cazador. Descuidos del olvido Después que ella murió, descubrí un abrazo guardado entre sus cosas. Lo desdoblé y me lo puse; era de mi medida. Ahora lo saco en cada navidad, en cada cumpleaños, cuando tengo miedo, cuando siento frío, cuando… Eternidad La puerta se cerró a la mitad del sueño: estaba en una escalera de caracol que no sabía dónde terminaba. Comenzó a bajar, siguió bajando durante toda la noche. Cerca del amanecer llegó al final y vio otra puerta, cerrada. Al día siguiente no despertó. Mientras lo lloraban tocaba desesperadamente a una y otra puerta, pero nadie sabía escucharlo.

12


GINÉS S. CUTILLAS (Valencia, España, 1973)

Autor de los libros: La biblioteca de la vida (Fundación Drac, 2007), Un koala en el armario (Cuadernos del Vigía, 2010), La sociedad del duelo (Editorial Base, 2013), Los sempiternos (Editorial Base, 2015) y Lo breve si bueno, etc. Decálogo práctico del microrrelato (Editorial Base, 2016). En octubre de 2016 aparecerá su segundo libro de microrrelatos: Vosotros, los muertos (Cuadernos del Vigía, 2016). Miembro del equipo de redacción de Quimera. Revista de Literatura, donde dirige la sección de microrrelatos.

Ahora que nuestros nombres se escriben en piedra ¡Qué raro que me llame Federico! Federico García Lorca Hasta los once años me llamé Federico, a pesar de que a mis padres no les convencía mucho el nombre. No está formado, decían. Cuando se le escriba en la cara, le pondremos uno más afín. Y así fue: a los doce, con el cambio de voz, decidieron que Federico ya no correspondía con mi talante, que el mejor nombre que me podía ir para la adolescencia recién estrenada era el de Francisco, Paco para los amigos. Este nombre me duró justo hasta la noche de bodas, cuando en pleno éxtasis, mi mujer me llamó Carlos. «Me casé con Paco y me desvirgó Carlos», era la típica broma que solía hacer a los conocidos. Desde entonces, he cambiado de nombre en cuatro ocasiones más. A veces incluso solapando épocas: en la oficina y en el gimnasio me sentía Luis, pero el cuerpo me pedía ser Raúl para echarme los faroles en la partida de póquer de los jueves. Mis amigos, los de toda la vida, se confundían. Para no marearlos demasiado y evitar malentendidos, consentí en colgarme al cuello una medalla bien visible con el nombre vigente grabado. Aun así les costaba, decían que no era normal, que ellos habían nacido con uno y que el mismo les habría de durar toda la vida. Yo les decía que habían tenido suerte, que sus rostros se habían amoldado a sus nombres, que los habían aceptado. Para tranquilizarlos les decía que algún día, todos nos llamaríamos igual. Asuntos de familia Siempre que saco la basura aprovecho para fumarme un cigarrillo a escondidas. A mi mujer no le gusta que lo haga delante de los niños. A través del gran ventanal que da al jardín de la urbanización, amparado en la oscuridad, contemplo la entrañable escena de mi familia mientras prepara la mesa para la cena, lo que 13


me hace disfrutar aun más de las caladas furtivas. Hace unos meses estaba fuera fumando cuando, sin saber muy bien a qué venía aquello, vi a mi mujer coger el cuchillo de trinchar pavos, y primero a uno de nuestros hijos y más tarde al otro, los enganchó por detrás sin previo aviso y los degolló allí mismo, en la cocina. Cuando quise reaccionar era demasiado tarde para hacer nada, así que me quedé petrificado rodeado de cubos de basura apurando el pitillo y esperando a ver qué hacía después de aquella atrocidad. Como si ya lo tuviera planeado, envolvió a los niños en plásticos y los metió en la parte baja de uno de los armarios. A continuación, limpió rauda la sangre del suelo. Yo, sin saber qué hacer, le di tiempo para que recogiera todo antes de regresar. Ella sirvió la sopa con total naturalidad. Fue la última vez que cenamos con cuatro cubiertos sobre la mesa. Nunca más hemos vuelto a hablar de los niños a pesar de que el infecto olor de la descomposición lo ha llenado todo desde entonces. Mi mujer sabe que fumo cuando tiro la basura. Nunca me dice nada. El equilibrio del mundo Del único hijo que estaba seguro era del pelirrojo. A los otros dos no los había visto en mi vida. Tras mucho pensar, llegué a la conclusión de que al salir del hipermercado, con la confusión del gentío, me los habían cambiado. No me importó. Los cuidé durante tres años, confiando que otros harían lo mismo con los míos. Hasta el día del parque de atracciones en que –con tanto crío– me cambiaron al pelirrojo y al mayor de los extraños por una niña y un mulato. A éstos los crié durante casi diez años pero un día, al volver de la universidad, me llegaron transformados: la chica por un joven que hablaba inglés y el que más tiempo había pasado conmigo por otro con gafas que parecía autista. Aun así, y pensando que la vida era esto, consentí pagarles los estudios hasta el final. El día que se casaba el inglés, los padrinos –que iban a ser sus pseudohermanos– fueron sustituidos por dos chicas gemelas. Nada feas, a decir verdad. Ahora, ya en el lecho de muerte espero, cada vez que se abre la puerta de la habitación y entran tres jóvenes extraños, que sean mis hijos, los de verdad, los primeros, para poder despedirme de ellos y de este mundo que ya no entiendo.

14


LUIS ALBERTO CHÁVEZ FÓCIL

(Frontera, Tabasco, México, 1949) Radica en Minatitlán, Veracruz. Estudió teatro en el Instituto Andrés Soler de la ANDA, y dos años de cine en el CUEC, Ciudad de México. Ha obtenido diversos premios de cuento y poesía. Becario 1992 por la SOGEM en Casa Internacional del Escritor, Bacalar, Quintana Roo. Becario en dos ocasiones por el Instituto Veracruzano de Cultura. Ha publicado libros de dramaturgia (ediciones de autor mayormente), cuento corto en género de humor, aforismos y prosa poética. Ejerce trabajo periodístico y es promotor cultural en Minatitlán Veracruz.

Consejos para ir de cacería a la India -Cuando vayas de cacería a la India- dijo mi padre- si ves a una cobra, quédate quieto, no te muevas. Y ya tiene más de un mes que estamos parados frente a esta cobra, necia y estúpida. Angustia El niño, inocente como todos, se acaba de tragar una moneda. La angustia del papá es enorme: la moneda es de oro. Ángulo de toma La cámara inicia con una panorámica desde la llanura, avanza sin cortes poco a poco hacia la cabaña que se observa al fondo; la puerta de la cabaña se abre, entra la cámara y continúa, para tomar a un hombre sentado a la cabeza de una mesa, la cámara se aproxima, avanza hacia el rostro del hombre, entra por la frente y sale dejándole un agujero atrás de la cabeza: sesos, sangre, esquirlas de hueso, brotan de la cabeza del hombre, que cae al suelo, la cámara rompe una ventana, sigue avanzando por la llanura, se escuchan sirenas de patrullas, bajan varios policías, le disparan a la cámara, ninguno logra atinarle, la cámara se pierde en el horizonte…

15


MARCO AURELIO CHAVEZMAYA

(Metepec, Estado de México, México, 1960) Narrador y poeta. Tiene 15 libros publicados entre narrativa y poesía. Entre sus reconocimientos destacan la Presea Estado de México, Sor Juana Inés de la Cruz, 1984; Premio Nacional de Cuento Gregorio Torres Quintero, Colima, 2008; Premio Nacional de Cuento Corto Agustín Monsreal, Yucatán, 2009; y Premio Hispanoamericano de Poesía para Niños, convocado por la Fundación para las Letras Mexicanas y el Fondo de Cultura Económica, 2009. Su más reciente libro es la antología personal Estética unisex, editada por el CEAPE, 2015.

Piropos Estaban presumiendo sus piropos, los que habían inventado en esos días. Dijo uno de ellos: —Oye éste, cabrón: Eres la mujer más hermosa del mundo y una mirada tuya haría florecer el desierto más inhóspito de la tierra. —Está muy pinche —respondió el otro—. Escucha, pendejete, para que aprendas: Si la belleza fuese pecado, tú no tendrías perdón de Dios y yo te haría cargar la amorosa cruz de mis brazos hasta el monte calvario donde el olvido no existe ni el arrepentimiento y sólo perdura la pasión inmaculada e incesante de la carne. Eh, quióbole, cabrón, ¿cómo te quedó el oído? Así estuvieron otro rato, fanfarroneando, soltando piropos extraños y cultísimos. En eso apareció una mujer hermosa, impecable y diamantina, buenísima, fresca, con una media sonrisa en el rostro. Los dos amigos la miraron pasar, sin decirle nada. Casanova —¿Y tiene usted vicios?— susurró la hermosísima monja. —Ninguno— respondió Casanova al oído de la deliciosa criatura—. Yo, de la casa al trabajo y del trabajo a la caza.

16


El anuncio El anuncio decía: “Se solicita estilista. Solicitud elaborada. Buena presentación”. El primero en llegar se llamaba Flaubert. Era un hombre grueso, de corbatín y bigotes segundo imperio. No tenía buena presentación. Fue rechazado. En el curso de la mañana llegaron otros. Algunos olvidaron la solicitud elaborada. Otros no eran estilistas o pretendían disfrazar su desaseo. Al filo de las seis llegó el último. En su apariencia se reunía la exquisitez del dandy y el aire juvenil, entre asombrado e impertinente, de quien anhela, por sobre todas las cosas, comerse la lumbre a puños. Extendió su solicitud. En la primera línea estaba escrito “Capote” con una letra palmer, pulcra y cuidadosa. Tomó asiento y cruzó la pierna con un gesto amanerado, pero de pronto se irguió y dio unos pasos de claqué. Olía a bourbon, y fue rechazado también, como los otros. El anuncio continuó en su sitio al otro día y los días que siguieron. En el interior de la peluquería amorfos peluqueros, con las uñas sucias, se afanaban en la cabeza petrificada de la Medusa y chasqueaban la lengua como cerdos.

17


LILIAN ELPHICK LATORRE (Santiago de Chile, Chile, 1959)

Escritora y directora de talleres literarios desde 1990. Ha publicado La última canción de Maggie Alcázar (cuentos, 1990); El otro afuera (cuentos, 2002); Ojo Travieso (microrrelatos, 2007); Bellas de sangre contraria (microrrelatos, 2009) (Premio Mejores Obras Literarias Editadas del CNCA, categoría cuento, Santiago, 2010); Diálogo de tigres (microrrelatos, 2011), Confesiones de una chica de rojo (microrrelatos, 2013) y K (microrrelatos, 2014). Dirige la revista Brevilla. Mantiene el blog Ojo Travieso desde 2006.

Blatta orientalis Un corrido mexicano me inmortalizó. Su música es pegajosa, como yo. Pero, hay algo que me inquieta: un hombre escribe de insectos. Él no me ve cuando paso entre sus zapatos y no sospecha que cuando duerme yo trepo a la mesa y cabalgo las hojas tatuadas. Leo y leo; no me canso. A veces, mastico las esquinas. Su sabor es muy similar a la corteza de los árboles. Al amanecer vuelvo a mi escondrijo y sueño con Gregorio y Grete, con esas vidas tan trágicas. Sueño con Ottilie, Gabriele y Valerie exterminadas en Auschwitz y Chelmno; sueño que no puedo comer y que muero en un sanatorio creyéndome un grajo. Fuga IV “Suponía que el personal del ferrocarril quedaría aterrado con esa tos; pero ya la conocían; la llamaban tos de lobo. Desde entonces empecé a identificar los aullidos en mi voz”. “Recuerdo del tren de Kalda”, en Diarios, de Franz Kafka Mi padre dijo que quien se acuesta con perros, amanece con pulgas, pero yo era un lobo tuberculoso que hacía temblar la estación de trenes con su tos. Los otros funcionarios me construyeron una caseta acolchada para que pudiera toser a mis anchas, sin molestar a nadie. Me dejaban niñas, abuelas y cazadores que yo devoraba con fruición. Botaba los restos para que los lobos verdaderos, que huían de los cuentos de hadas, pudiesen alimentarse.

18


K en la risa A Pau El arte es un espejo que se adelanta, como a veces los relojes. Carta de Franz Kafka a Max Brod, julio de 1912 Había que reír, Gregorio, abrir la boca y pronunciar la carcajada. Tú sabes a lo que me refiero; tú y la manzana incrustada en el caparazón recreado, manoseado, ultrajado por mi mano escritora. Había que reír mientras te dictaba las frases de tu propia vida, pequeño inútil. Miraba y escribía, miraba y escribía, mientras la risa se desgranaba sola en esos papeles del olvido, tan inmaculados, sin la sangre que nacía de mis pulmones y pulsaba por salir al mundo y salpicarlo. Había que reír mientras mis hermanas tatuaban su juventud en el ghetto de Lódz y mi padre recordaba a sus ancestros carniceros en los mostradores de su negocio textil. Yo pensé en el fuego y sólo obtuve llamaradas.

19


MANU ESPADA (Salamanca, España, 1974)

Licenciado en Periodismo y Máster en Radio por RNE y la Universidad Complutense de Madrid. Ha publicado los libros El desguace, Fuera de Temario, Zoom. Ciento y pico novelas a escala, y Personajes Secundarios. Ha ganado varios galardones literarios, entre los que destaca la II edición del premio Relatos en Cadena, de la SER, y el concurso de la Revista Eñe. Forma parte del libro Antología del microrrelato español (1906-2011) El cuarto género narrativo, de la editorial Cátedra que recoge la historia del microrrelato en España. En octubre de este año verá la luz Las herramientas del microrrelato, un manual práctico de escritura creativa, con la editorial Talentura.

Agujero de gusano (La bala) La bala sale del cuerpo de JFK el 22 de noviembre de 1963, golpea contra la carretera de Dallas por la que circulaba su limusina Lincoln Continental y, con las matanzas de Vietnam de fondo, sale disparada hacia 1914, donde penetra en el uniforme del archiduque Francisco Fernando, provocando la Primera Guerra Mundial. El proyectil rebota en un edificio de Sarajevo y se dirige hacia el 17 de julio de 1918 para agujerear la cabeza del zar Nicolás II, desencadenando los episodios más sangrientos de la revolución rusa. Al golpear contra el paredón del sótano, el plomo gira hacia el Viernes Santo del 14 de abril de 1865 y perfora la cabeza de Abraham Lincoln, incitando la venganza yanqui en tierras confederadas. Al rebotar contra una esquina del teatro Ford de Washington, va hasta el 11 de septiembre de 1973, y Salvador Allende cae fulminado en La Casa de la Moneda de Santiago de Chile, dando inicio a las matanzas de militantes de izquierda. Cuando la bala cruza el Atlántico a velocidad de crucero acaba en el 4 de noviembre de 1995, causando la muerte de Isaac Rabín y poniendo fin al proceso de paz en Palestina. La bala rebota contra el muro de las lamentaciones y viaja hasta las 17:17 horas del 30 de enero de 1948, acabando con la vida de Mahatma Gandhi en Nueva Delhi. Una vez asesinado el líder de la no violencia, la bala mágica retorna a la mano de un siniestro desconocido con sombrero y gabardina burdeos y la introduce en el rifle modelo Mannlicher-Carcano calibre 6.5 mm. de Lee Harvey Oswald, que, apostado en lo alto de un edificio de Dallas, está a punto de provocar una hecatombe mundial en cadena. Coleccionables Con el primer número de septiembre, el periódico traía el bracito rosado de un bebé. Me propuse acabar el coleccionable. Quería ser madre. “Nancy, no eres constante, nunca acabas nada, igual que mamá”, me dije a mí misma. El año pasado, mi madre empezó 20


a encajar las piezas de un galeón, pero dejaron de editar la revista y tuvo que dejar el barco a mitad de hacer. Lo quemó. Ahora, su esqueleto carbonizado flota en la piscina. El año anterior intentó compilar todas las selecciones nacionales de fútbol del mundo, pero nos destrozaban el mobiliario con el balón y decidió cortarles los pies. Hace años tiró la toalla con la colección de árboles de la Amazonía. Se dejó llevar por la desidia, y taló los más importantes, aunque dejó algunas especies raras en las macetas. En el jardín ya había plantado a aquellos asquerosos zombis en cuyos brazos colgó, a modo de frutos, la colección de cabezas reducidas. Yo tengo la intención de construir mi bebé al completo. Ya le he colocado las piezas de la columna vertebral, le he puesto el otro bracito, el hígado, los pulmones y una pierna. Me hizo mucha ilusión encajar el cerebro en el cráneo y enroscar su cabeza pelona en el cuellito. Mi mamá decía que yo no tenía cerebro. “Cabeza hueca”, me llamaba. Pero yo nunca abandonaré a mi hijo en un armario, como hizo ella. Tuve que dispararle con uno de los tanques de la colección de la Segunda Guerra Mundial que había empezado el abuelo. Deberían haberla enterrado en un ataúd coleccionable, un féretro de piezas blancas ensambladas a mano cada domingo. Mañana llega el sexo de mi bebé con el suplemento de la prensa dominical. Si es niña, pintaré de rosa el sótano. Si es niño, pintaré el garaje de azul. Y viviremos felices aquí, en esta casa de muñecas inacabada, inconclusa, incompleta, como los fascículos de un coleccionable de septiembre. Cantantes zombies (Microrrelato pulp) Amo el “Soul”. Para disfrutar del género compré un tocadiscos en una subasta, un antiguo Westinghouse propiedad de Eric Wilson. Eric fue un cantante de cierta relevancia en los años setenta, pero devorado por las deudas acabó de segundón haciendo coros a la sombra de viejas estrellas como, James Brown, Eva Cassidy, Ray Charles, Ella Fitzgerald, o Curtis Mayfield. Nada más llegar a casa estrené el aparato de Eric Wilson con un vinilo de Nina Simone. A los dos días, las manos putrefactas de Nina llamaron a mi puerta. Le colgaba el ojo izquierdo. Se le veía el cráneo. Le faltaba un brazo. Su piel, verdosa. Conservaba algunos dientes y tenía las tripas fuera. Olía a pepinillos en vinagre caducados. Una zombi. Educada, pero zombi. Había salido de su tumba para venir a verme. No me fiaba. Cogí el atizador de la chimenea y le arranqué el brazo que le quedaba de un golpe. La encerré en el cobertizo de mi granja. Su voz había perdido algo de timbre, pero aún era capaz de llegar a las tres octavas y yo soy un fetichista. ¡Tenía el cadáver de Nina Simone en casa! Emocionado por mi hallazgo puse otro disco, esta vez de Otis Redding. Otis intentó entrar rompiéndome una ventana, pero le estaba esperando con mi escopeta de caza. Le volé las piernas a tiros. Tenía un agujero en el estómago provocado por el accidente de avión en el que murió, por lo que su caja de resonancia estaba algo tocada, aunque lo planté sobre la mesa (no tenía piernas, claro) y se marcó unos dúos impresionantes con Nina. Y así pasaron los días, entre zombi y zombi. Llené mi cobertizo de cantantes muertos que venían a mi casa desde todos los puntos del país cada vez que ponía un vinilo en mi tocadiscos. Conseguí domarlos. Me daban conciertos en el salón. Allí no cabía ya ni un alma. Decidí poner el disco de algún autor vivo, a ver qué pasaba. Cogí uno de Eric Wilson, el antiguo propietario del tocadiscos Westinghouse. Debía vivir cerca, porque nada más sonaron los primeros compases, llamó a la puerta con la mirada perdida. Una de mis zombis, Ella Fitzgerald, pareció reconocerlo. Se echó sobre él y le arrancó un trozo de cuello de un bocado. El resto del grupo se acercó al banquete y tuve que asustarles con un soplete para que se alejaran. Es una pena. Eric ya no canta igual, pero tiene buenos bajos. Lo he encadenado junto al tocadiscos. Durante unos días él será el solista. Las estrellas le harán los coros. 21


MARCIAL FERNÁNDEZ (Ciudad de México, México, 1965)

Sus libros más recientes son Máscara de obsidiana (novela), Un colibrí es el corazón de un dios que levita (2014, literatura fragmentaria), Los mariachis asesinos (2011, cuentos), Balas de salva (2003, novela) y Andy Watson, contador de historias (1997, microrrelatos).

Ouija Su soledad era tan grande que recurrió a la ouija. —Espíritu, ¿estás ahí? Y el Espíritu, que era malvado, respondió: —No. El bronce Era un político que siempre buscó el reconocimiento, la admiración y la envidia de los demás. Por eso, a su muerte, el pueblo le construyó una estatua para que, desde entonces a la eternidad, lo caguen las palomas. Secuestro Creí ganarles la partida, pero los secuestradores arruinaron mi matrimonio. Desde el día del plagio, fui paciente en la negociación. Recibí de los criminales una oreja. Luego, un dedo, el pie, la mano y poco a poco la reconstruí. Cuando los delincuentes se percataron de su error, no quisieron entregar la última pieza. Mi esposa, entonces, se volvió fría, distante, ajena a cualquier sentimiento, una mujer sin corazón.

22


FELIPE GARRIDO (Guadalajara, México, 1942)

Su primer cuento corto apareció en 1984, en La urna, y otras historias de amor. Ha publicado casi 700 minificciones, recogidas en Garabatos en el agua (Grijalbo, 1985), la Musa y el Garabato (FCE, 1992), Historias de santos (Conaculta, 1995), Tepalcates (Ermitaño, 1995), La primera enseñanza (Aldus, 2002), Conjuros (Jus, 2011), (La estética del relámpago / De mujeres, UANL, IQCA, 2013) y No tengas miedo (NaveLuz, 2016). Ha recibido los premios de Traducción Literaria Alfonso X, el Villaurrutia y el Nacional de Ciencias y Artes.

Monedas Yo lo vi todo, pero no pude hacer nada. Mi hermano estaba sacando unas monedas del cajón de la cocina. Volvió a contarlas y las guardó en el bolsillo derecho del pantalón. Cerró el cajón con cuidado, despacito, para no hacer ruido. Luego dio media vuelta y se quedó petrificado. Recargada en el vano de la puerta, con los brazos cruzados sobre el pecho, mamá había observado el saqueo. “Es para comprar un cuaderno”, mintió. “Te lo iba a pedir”, volvió a mentir. Mamá lo miraba callada. El dinero no sobraba en casa. Los tres lo sabíamos. Yo estaba asustado porque a veces también yo iba al cajón y sacaba unas monedas. Para una paleta, para una rebanada de jícama, para unas papas con chile y limón. Mi madre no abría la boca. Gabriel metió la mano al bolsillo, para devolver la lana, pero mamá lo detuvo con un gesto. ¿Y para qué creen ustedes que yo dejo allí esas monedas?, nos dijo sin alzar la voz y se fue por el corredor para que no la viéramos llorar. Nocturno -Hace tanto tiempo –me dijo al oído, jadeante todavía, y se acodó a mi lado, desnuda como el viento. Sombras sobre sombras; una línea de luz en las caderas. Sus ojos brillaban en secreto. Comencé a besarle las axilas; bajé a mordiscos por el perfil de luna; me detuve en las corvas; la escuché suspirar. -Sígueme soñando –le supliqué-. No vayas a despertar.

23


Minerva Treinta años esperé a Minerva. En un tiempo la aguardaba a la puerta de la iglesia, la seguía en la calle, podía pasar la tarde frente a su casa. Su padre detestaba mi timidez y en cuanto hubo un pretendiente serio la casó. Soy hombre cabal. Si antes no le había hablado, entonces menos. Si ella pasaba por mi tienda, yo veía a otros clientes y mis empleadas la atendían. Nada tuvo que reprocharme su familia, y menos su marido. Guardé una soltería impoluta, hasta que enviudó por segunda vez. Cuando la primera, yo estaba en los Estados Unidos; Minerva tenía tres niños y la gente aprobó su matrimonio con un ganadero ocho años menor que ella. Regresé con fortuna, volví a verla y suspiré de nuevo. Para entonces Minerva tenía tres hijos más, y estaba más bella que nunca. Volvió a enviudar y terminado el luto empecé a cortejarla. Nos casamos rodeados por sus hijos y nietos. He ido envejeciendo; veo mal, uso bastón. Ella está rozagante, firme, garbosa. Dicen que espera volver a enviudar.

24


DINA GRIJALVA

(Ciudad Obregón, Sonora, México, 1959) Doctora en Letras por la UNAM. Dicta clases de literatura –con énfasis en estudio de cronopios- en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Autónoma de Sinaloa. Ha publicado los libros de minificción: Goza la gula y Las dos caras de la luna. Imparte talleres de minicuento, cultiva un bonsái y sueña con habitar en Liliput. Sus minificciones han sido incluidas en una docena de antologías y publicadas en España, Argentina, Chile, Colombia y Perú. Ha sido traducida al mixe, zapoteco, mixteco y francés.

Amar al acampar Alán habla a Marta, a Ana, a Blanca: vayan a la playa, a Málaga, a La Habana, al mar. Ana aclara: ama la cabaña, las amapas malvas, las jacarandas anaranjadas, la lavanda. Para acampar, la amada Ana –falda blanca, arracadas amanzanadas- nada avara, arma cajas, canastas. Halla pan, caña, calamar, pasas, pasta, garbanzas, habas, alcaparras, algas, fabada, papayas, calabazas, manzanas, naranjas, granadas, nata, mazapán; para la salsa para la lasaña: albahaca, azafrán. Al alcanzar la cabaña, la casa amada, la grata Blanca arma: camas, hamacas. Al alba, Marta martaja la masa para la tarta. Cada mañana, Alba asa a las brasas garnachas, patatas, castañas caras al paladar; gambas a la plancha, al acabar, apaga la llama. Ablanda al flan. Garrafas, jarras, naranjada, champán, grapa, cachaza. Crack. Blanca y Adán aman la danza. Van al palmar, allá cantan, danzan: cancán, chachachá, samba, lambada. Arman la pachanga, la bachata, la jarana, la parranda. La dálmata llamada Alma ladra. Alán y Ana van a la sala clara, Ana abraza a Alán, pasan a la cama, tras la mampara, tapan la pantalla a la lámpara, apartan las mantas, aplanan las sábanas. Ana saca la falda, la faja, las bragas; Alán, la chamarra, la casaca, la tanga. Ana palpa a Alán. Para acá, para allá, para atrás, hasta alargarla, hasta agrandarla. Alán aclama a la agasajada Ana, palpa, apalanca, afana. Para acá, para allá. Llamarada. Al acabar: catarata, cascada, alabanza a Alá.

25


Crianza Cuando siente que lleva dentro de sí una minificción, la conserva en su interior el tiempo necesario. Al sentir que ya tiene la madurez suficiente, la deja salir poco a poco por las yemas de sus dedos. Siempre siente ternura al verla tan pequeñita y desvalida. Antes de dejarla reposar en la pantalla de su ordenador, le limpia alguna palabra o coma que puedan dañarla y se va a atender a otras de sus crías o a otros quehaceres. Después se dedica días y días a limpiarla, borra una a una las palabras sobrantes, la suaviza, la acicala; algunas veces agrega algún discreto adorno, siempre evitando recargarla. En ese tiempo, si la invitan a salir, dice: ahora no puedo, estoy criando. Sed de sangre Samuel y Santiago solicitan a sus socios sesionar el siete de septiembre, por ser sábado. Sesionaron sembradores de la sierra, de Sanalona, del Salado, de todo Sinaloa. La sesión es en el solar de Solano. Se sentaron en sillas y sillones de Sigfrido. Sirvieron sándwiches de salami, salchichas y sopes, sandía. Para saciar la sed: sangría. A las seis sucedió lo siniestro: sicarios sedientos de sangre sorpresivamente sometieron a Silvestre, Serafín, Sergio, Santiago y Saúl; sacrificaron a Salomón, Samuel, Sancho, Sandra, Sara y Socorro; sacudieron, seccionaron, segmentaron, secuestraron, sentenciaron, sesgaron, sojuzgaron, sometieron, sepultaron. Ni sexagenarios ni septuagenarios se salvaron. Una de las sobrevivientes, Soledad, sollozando susurró: soldados y sacerdotes son sobornados. Ni soldados ni sotanas nos salvan de la saña, lo sórdido y lo sombrío: sentimos susto por lo siniestro, sicosis; es un suplicio, sufrimos sin sosiego y nos sobresaltamos siempre. En el sexenio sucumbieron en Sinaloa, sin sacramentos, más de siete veces setecientos: suman más de seis mil seiscientos (6648).

26


ROGELIO GUEDEA (Colima, México, 1974)

Escritor, abogado criminalista y Doctor en Letras. Es autor de la Trilogía de Colima, publicada por Penguin Random House e integrada por las novelas Conducir un trailer (2008/Premio Memorial Silverio Cañada 2009), 41 (2010/Premio Interamericano de Literatura Carlos Montemayor 2012) y El Crimen de Los Tepames (2013/ Finalista del Premio Películas de Novela). Sus libros más recientes son Historia crítica de la poesía mexicana, vol. I y II (Conaculta-Fondo de Cultura Económica, 2015) y El último desayuno (Literatura Random House, 2016). Fue incluido en El mundo en las manos. Creadores mexicanos en el extranjero (2015), publicado por la Secretaría de Relaciones Exteriores de México. Luego de once años de enseñar literatura latinoamericana en la Universidad de Otago (Nueva Zelanda), es actualmente profesor de tiempo completo en la Universidad de Colima (México). Supermercados Ayer en la noche fui al supermercado. Suelo ir por la mañana, muy temprano, porque la fruta y la verdura preservan mejor el olor de su frescura. Pero esta vez fui por la noche. Cogí el carrito y empecé, como siempre, por la sección de frutas y verduras. Al lado mío estaba una mujer de cabello largo, rubio, que usaba pants y tenis blancos. La miré de reojo mientras escogía jitomates. Cuando iba por las mandarinas, vi que la mujer de cabello largo ponía en mi carrito una bolsa de zanahorias. Pensé que se había equivocado, pero luego vi que fue a su carrito y lo empujó hacia la sección de ensaladas. Minutos después, mientras echaba cebollas en una bolsa, vi que la mujer ponía en mi carrito media arpilla de naranjas, para luego avanzar hacia los betabeles y los puerros. Entonces no pude evitarlo. Llené media bolsa de papas y, aprovechando que la mujer estaba desatando un manojo de betabeles, puse en su carrito una piña y un racimo de plátanos. Luego, me di la media vuelta y fui hacia la sección de aderezos. Cuando volví con un par de ellos, me di cuenta de que había en mi carrito una bolsa de betabeles y dos pimientos rojos. Entonces avancé lentamente hacia el carrito de la mujer, mientras ella hurgaba entre las lechugas variopintas, y al paso cogí media sandía, que puse en su carrito en una posición estratégica para que no le costara trabajo descubrirla. Lo mismo sucedió en la sección de cereales, en la de carnes, en la de vinos. Ella ponía en mi carrito pechugas de pollo y yo en el suyo carne molida. Ella una botella de vino tinto y yo una de espumoso. Avena ella. Café yo. Así hasta que salimos del supermercado, ya bastante noche esta vez, subimos al mismo automóvil y durante el trayecto a casa nos fuimos convirtiendo, otra vez, en el marido ejemplar que era yo y en la esposa intachable que nunca ha dejado de ser ella. La mujer que compraba botones para la camisa rosada Cuenta la fábula (que no es de Esopo ni de Monterroso, sino de un escarabajo apellidado 27


Kafka) que en aquel pueblo fantasma vivía una mujer con carita de garza que, un día, conoció a un hombre fornido con ojos de sapo, quien, a la menor provocación, le preguntó a la mujer con carita de garza que, de no tener inconveniente, le gustaría saber a dónde se dirigía, porque a él, es decir no al escarabajo apellidado Kafka, inventor de esta fábula, sino al hombre fornido con ojos de sapo, le gustaría acompañarla. La mujer con carita de garza, que caminaba como una garza y era elegante como una garza y que por eso a veces la confundían con un cisne, le dijo al hombre fornido con ojos de sapo que iba a comprar botones para la camisa rosada, y que, si él quería, podía acompañarla. Sin más preámbulo, la mujer con carita de garza cogió del brazo al hombre fornido con ojos de sapo, que ese día llevaba un sombrero amarillo y un saco de lana, y, más o menos con estas palabras, cuenta la fábula, le dijo que se sentía este día la mujer más dichosa y más por su manto de amor necesitada, por lo que, en lugar de ir a la tienda a comprar botones para la camisa rosada, fueron a un motel que estaba muy cerca de la casa del escarabajo apellidado Kafka. Lo que hicieron después de cerrar la puerta de la habitación 33, cuando la mujer con carita de garza se quitaba las medias y el hombre fornido con ojos de sapo se deshacía la corbata, no lo cuenta la fábula. Filosofía de las dos ruedas y un peatón El otro día, mientras miraba pasar transeúntes, vehículos, etcétera, en la banca de la plaza central, no pude evitar detenerme en las bicicletas y las motocicletas que también iban y venían, y en las respuestas que pueden darnos cuando pensamos en aquello que es el poder, y que tanto enloquece a quienes lo detentan como a los que a él aspiran. Pensaba, por ejemplo, que hay esencialmente dos tipos de poder. El poder que viene de afuera, que sería el propio de los motociclistas, y el poder que viene de adentro, que sería el correspondiente a los ciclistas. Con respecto al poder que viene de afuera, pensé que era, en cierto modo, el poder más ilusorio, porque residía básicamente en la fuerza propiciada por el motor del armatoste y no por la del propio motociclista. Uno se sube a la motocicleta, enciende el motor y va uno a la busca o al encuentro de su destino, sin tener que realizar ningún esfuerzo físico más, más que el que implica acelerar o desacelerar, poner el freno o quitarlo. De forma que cuando el motor se descompone, ese poder se acaba, esto es ya no podemos ir a la busca ni al encuentro de nada, con lo cual el hecho de poder acelerar o desacelerar, poner el freno o quitarlo, no nos sirve de nada, que es lo mismo que les pasa a los hombres que dejan los altos cargos que detentan para convertirse, apenas al siguiente día, en unos fantasmas, pues valen por el poder que detentan y no por ellos mismos. En este tipo de poder, por ello, es el cargo el que engrandece a la persona, y no a la inversa. Otra cosa es el poder que viene de adentro. Este poder, lo pensaba, es un poder más real, más evidente, y menos ilusorio. Es el poder de los ciclistas y está puesto en la fuerza de las piernas que mueven los pedales de la bicicleta y no en la bicicleta misma, que apenas bajarse el ciclista, termina siendo lo que realmente es: un montón de fierro pegado a dos llantas y un manubrio. En el poder que viene de adentro es la persona la que engrandece y dignifica al cargo, y no a la inversa. Hay un tercer poder, distinto a los dos anteriores, pero goza de poco o nulo prestigio, aun cuando es mejor que sus adversarios. Es el poder del peatón. Su grandeza radica en que no necesita de nada para avanzar, ni de motocicleta ni mucho menos de bicicleta, pero como tarda mucho en llegar a su destino, porque él mismo es el destino, todos han terminado por no tomarlo en serio. 28


ETHEL KRAUZE

(Ciudad de México, México, 1954) Doctora en Literatura. Autora de 40 obras publicadas en diversos géneros literarios. Su libro Cómo acercarse a la poesía se ha consolidado como un clásico en Bibliotecas de Aula y Salas de Lectura de la Secretaría de Educación Pública de México. Parte de su obra ha sido ampliamente antologada y traducida al inglés, francés, checo, ruso, esloveno, italiano, entre otros. Ha inaugurado en su cátedra universitaria la línea de investigación sobre el proceso creador en literatura y es creadora del exitoso modelo con perspectiva de género Mujer: escribir cambia tu vida, que inició con la Secretaría de Cultura del Estado de Morelos, México. Ha recibido numerosos reconocimientos a lo largo de su multifacética trayectoria como escritora. En 2016 publica la novela El país de las mandrágoras y el poemario La otra Ilíada. Tratando de recuperarse -Los hombres son muy inconscientes, en cambio la fortaleza de la mujer es innegable en todos los aspectos. Ellas llevan casa, hijos, trabajo, aguantan más las enfermedades, los problemas –dice Maura dando un sorbito a su sake. -No te creas –comenta Irene después de pensar unos segundos-. Las mujeres se desmoronan por cualquier cosa, y por cualquier cosa mandan a la borda sus planes. En cambio los hombres dejan los problemas cotidianos donde deben estar y se van a trabajar y se concentran en lo suyo. -Es cierto, pero… -titubea Maura en creciente palidez- …eso es porque son muy despegados, no demuestran sus emociones. Mira, les falta nuestra sensibilidad para la minucia y el matiz. -Yo diría que son más sólidos: son ellos los que construyen puentes, viajan al espacio y escriben libros –recita Irene. -No todo lo que hacen es maravilloso. -No, pero al menos ¡hacen! Nosotras somos de una fragilidad imperdonable, basta que no te hable por teléfono el galán a la hora prometida, para que te pegues al aparato llorando el día entero. Y lo mismo pasa si se te descompone la lavadora. Somos tan minuciosas y matizadas que nos quedamos en el pasmo y la parálisis. ¿Qué ganaríamos alabándolos? Es mejor reconocer nuestros defectos. -Bueno… pero ellos… ni siquiera reconocen los suyos… -suspira Maura, tratando de recuperarse.

29


La prueba Acaban de conocerse en un congreso. Él ha hecho todo lo posible por aislarse con ella la segunda noche y cenan al fin, juntos. La luna, caviar y una botella de vino. Él entrecierra los ojos hablando de amor, el de dos almas gemelas, la magia, el toque poético… Ella tose. Dice sonriendo: -Qué bonito fue todo eso. ¡Aquellos tiempos! Pero ahora con el sida… Él se atraganta: -Ya me hice la prueba. -¿Y? -Todo bien. ¿Y tú? -Yo también. Pausa. Suspiros. -Hace cuánto te la hiciste –pregunta ella. -Tres meses –dice él, y agrega-: Mis parámetros están entre Mike Tyson y Magic Johnson. -¿Cómo? -Si la mujer dice no, es no. Si dice sí, tomo todas las precauciones. -¡Ah! –sonríe ella- Pero de todos modos, tres meses son… como para pedir la segunda botella, ¿quieres? -Bueno –dice él con resignado alivio. Violencia en la cantina Son cuatro. Piden whisky, tequila, vodka y vino. Un plato de pulpo, bacalao y setas que circulan. Mucho picante. Mediodía. -Yo me suicido. Sí, lo prefiero. -Sí, no hay que perder la dignidad. -¿Que te limpien el trasero? ¿Que carguen contigo? No, gracias. -Mi hermano dijo: “Es un chimpancé”. Fue la última vez que visitó a mi mamá. Las amigas suspiran. Van por los postres. Primero dicen que no. Ante la lujuriosa carta, deciden finalmente compartir un modesto panqué de elote. Han arreglado su futuro. Antes de claudicar en la vejez y ser una carga para los hijos, como ahora sus madres lo son para ellas, se retirarán de la vida con dignidad. Llega el panqué, rey de la mesa. Otro suspiro. Lo dividen, pero salen cinco pedazos. El último queda intacto. ¿Gordas? ¡Mejor muertas!

30


HUGO LÓPEZ ARAIZA BRAVO

(Ciudad de México, México, 1989) Publicó su primer cuento en la revista-club La Pluma del Ganso. Estudió filosofía en la UNAM. Su primer libro Infinitas cosas (Alfaguara, 2011) ganó el 4º Virtuality Literario Caza de Letras. En 2012 ganó el Concurso 43 de Punto de Partida, con la traducción de un fragmento de la novela de Amélie Nothomb. Actualmente estudia la Maestría en Traducción en el Colegio de México.

Falso ídolo Por fin acorralaron al hechicero vudú. Con un tajo de machete lo derribaron. Por el suelo se regó el aserrín de su relleno. Plagio Después de haber memorizado a la letra sus setecientos mil volúmenes, Anónimo prendió fuego a la Biblioteca de Alejandría. Strip tease Se agachó sensualmente y se arrancó la piel. Sólo quedó el escenario.

31


MIGUEL ANTONIO LUPIÁN SOTO (Ciudad de México, México, 1977)

Cursó el Diplomado de “Literatura fantástica y ciencia ficción” en la Universidad del Claustro de Sor Juana. Ex alumno de Sogem, la EME y la Universidad de Edimburgo. Sus cuentos han sido traducidos al inglés, francés e italiano, y publicados en revistas literarias y en diversas antologías. Autor de diez libros de minificciones y cuentos cortos fantásticos, de una micronovela y de una novela juvenil. Cofundador y director de Penumbria, revista fantástica para leer en el ocaso. La telescopista Anímula, a partir de aquella noche febril donde tuvo la epifanía, destinó toda su vida a la fabricación de un telescopio tan potente que le permitiera ver más allá de las estrellas. Al conseguirlo, después de años aciagos que minaron su juventud, lo único que consiguió observar fue el ojo enorme de un microscopista. El pasadizo Antes de explorar el pasadizo secreto que encontré en el ropero, Papá me besó la frente y dijo que no tardaría. Desde entonces no lo he vuelto a ver, aunque a veces me parece escucharlo arañando las paredes, corriendo por el techo y gritando mi nombre en las tardes lluviosas. Solovino Solovino anhelaba dormir de largo aunque sólo fuera una vez. Ya no quería ver a los fantasmas, criaturas espectrales y almas en pena que le espantaban el sueño. Deseaba, con todo su corazón, que la muerte ya no se paseara frente a él. Por eso, al darse cuenta que los hombres podían conciliar el sueño noche tras noche, decidió salir en busca de un par de ojos humanos. Después de dos semanas regresó con sus ojos nuevos. Miró para todos lados... ya no veía cosas inexplicables. Por fin podría descansar. Se echó dispuesto a dormir de largo. Pero tan pronto cerró los ojos, escuchó el chapoteo viscoso, el reptar, el aleteo y el quejido de los fantasmas, de los seres espectrales y de las almas en pena. La risa de la muerte reverberaba en su cabeza. Solovino no había considerado que seguía teniendo sus orejas de perro. Suspiró y salió en busca de un par de orejas humanas.

32


ÉRIKA MERGRUEN (Ciudad de México, México, 1967)

Ha publicado los poemarios Marverde (1998); El Osario (2001), y El sueño de las larvas (2006); los libros de cuentos Las reglas del juego (2001) y La piel dorada y otros animalitos (2010); el libro de minificciones El último espejo (2013); el libro La ventana, el recuerdo como relato (2002) con el que obtuvo el Premio Autobiografías, Diarios y Testimonios de Mujeres Mexicanas, DEMAC 2001-2002; y las novelas La casa que está en todas partes (Suburbano Ediciones, 2013) y Todos los vientos (Cal y Arena, 2015). Hansel Nada es para siempre, ni siquiera los kilos de confites, almidones, chocolates y betunes de la otrora casita en el bosque. Pero ya no importaba saberlo, porque la oportunidad de conservar aquel lugar icónico para organizar visitas guiadas se había derretido una bola de helado bajo el sol. Aunque tampoco hubiera servido no comerse las paredes, los pisos y los muebles del lugar: el mantenimiento hubiera resultado imposible. Qué estúpidos fuimos, pensó Hansel, debimos exigirle las recetas a la bruja antes de arrojarla al fogón. Gretel Desde el entierro de su padre, regresaba de vez en vez al claro. Le gustaba recordar aquellos días felices, aunque de la casa apenas quedaban los cimientos cristalizados. Gretel cerraba los ojos y recreaba los ladrillos de bizcocho, la chimenea de caramelo y las gomitas que funcionaban como adoquines del camino que llevaba a la puerta principal. Mas siempre terminaba abriendo los ojos y decía, entre lágrimas: esa casa mató a mi padre. No era una metáfora ni un acto de animismo. Los años de ingesta de golosinas y su trabajo de leñador fueron los ingredientes de aquella herida mínima que no pudo sanar. A su padre, la muerte lo glaseó de gangrena. Gretel Por lo que había escuchado, el mar debía ser así. Sólo faltaba algo de imaginación, porque los canales de Discovery y las charlas de los comensales se oían mal desde su caja de hojalata. Pero cobraba seguridad conforme se sumergía en aquella superficie, porque así debía ser el oleaje, y aquella línea del líquido adhiriéndose a algo parecía el horizonte donde, decían, ocurrían hermosos ocasos. Sintió cómo el líquido frío recorría sus extremidades, su torso y sus botones de grageas. Ya no quiso dudar, porque aquella blancura seguro era la espuma de las olas que rompían en la orilla. Su última visión fue la de un cardumen de peces insólitos; ya no supo que eran las migajas de galleta de jengibre que flotaban dentro del vaso de leche. 33


AGUSTÍN MONSREAL (Mérida, Yucatán, México, 1941)

En 1995 se instituyó en la ciudad de Mérida el Premio Nacional de Cuento Corto Agustín Monsreal. En 2016, la revista La Otra creó el Premio Internacional de Minificciones Mínimas (Pigmeísmos) Agustín Monsreal. Entre su obra destacan los títulos: Mínimas minificciones mínimas (BUAP, 2016), Deslealtades del destino (Fondo Editorial del Estado de México, 2016), Esto que pasa en mi corazón (Naveluz/ UNAM, 2016), Los Pigmeos vuelven a casa (Ficticia 2016), Mamá duerme sola esta noche (JUS 2016), Cuentos para no dormir esta noche (Voz Viva de México, UNAM 2016)

Blancanievesmente Cadenciosa provocativa seductora fascinante embaucadora apetitosa cautivadora exuberante continuaba su juego alargaba la intención de sus contorsiones; al espejo, insobornable, le seguía pareciendo la misma muchachita fea, descuerpada e insípida de siempre. En cambio su madrastra… Complicaciones sentimentales Cuando dices que darías cualquier cosa por la Mujer de tu Prójimo, deberías tomar en cuenta el dineral que cuesta mantenerla (casas, vestuario, viajes, caprichos, autos, cenas), bendecir la suerte que tienes al permanecer tan lejos de que se cumplan tus deseos, y agradecer a ese pobre infeliz todo lo que hace por ella. Destino de madera Cuando experimentó el peso de la vejez, Pinocho decidió arrojarse al mar en busca del vientre de la ballena como su sepulcro eterno. Pero no lo halló, y su cadáver fue a dar a una playa desierta donde se pudrió, se llenó de moho cual si fuese un pedazo de barril o de embarcación y acabó siendo guarida de algunos bichitos que pululan por la arena.

34


QUETA NAVAGÓMEZ (Bellavista, Nayarit, México, 1954)

Licenciada en Educación Física. Miembro de la Revista Club La Pluma del Ganso desde 1997. Hizo un Diplomado en Creación Literaria, en la Escuela de Escritores de la SOGEM, 2003-2005. Escribe cuento, poesía y novela, y en los tres géneros ha ganado reconocimientos. Tiene publicados 6 libros de cuento, 4 de poesía y 3 novelas. Su obra ha sido incluida en antologías de cuento y poesía en México, Argentina, Estados Unidos, Francia y Perú. Algunos de sus cuentos se han traducido al inglés y al francés.

Tal para cual Pulgarcito, agobiado por mayúsculos temores, consultó al psicoanalista. El diagnóstico fue rápido: complejo de inferioridad. Cuestión de tonos El lobo -conocedor de atajos- alcanzó a Caperucita Blanca a la mitad del bosque. Cargó solícito la canasta mientras la acompañaba por aquellas soledades. Pero, afanado en limar la desconfianza, inició unos relatos que fueron subiendo de tono, hasta que a la pobre Caperucita Blanca no le quedó otra alternativa que ponerse roja, roja... roja Eterno síntoma Tés de manzanilla con miel y limón, cataplasmas de tomates asados alrededor del cuello, terramicina en trociscos, penicilina inyectada, extractos de propóleos, traguitos de tequila, gárgaras con bicarbonato… Ni remedios caseros ni medicina de patente: nada le quita la sensación de ardor, de quemadura que crece y palpita en su garganta. El pequeño dragón se desespera.

35


JUAN LUIS NUTTE (Ciudad de México, México, 1972)

Vive en San Cristóbal Ecatepec, Estado de México. Estudió Letras Hispánicas en la Universidad Autónoma Metropolitana-Iztapalapa. Colaboró en el suplemento cultural El Búho del periódico Excélsior (1994-1999). Egresado de la Escuela de Escritores de la Sogem. Fundador y editor de la revista literaria Cuiria. Publicó los libros de cuentos Anécdotas sedientas (UAM-Xochimilco, 1999) e Imágenes ligeras (Praxis, 2006), Bestiario amoroso (Ediciones de Autor, 2015), además de la novela Mi ventana es una tumba (FOEM, 2014). Sus cuentos están incluidos en varias antologías. Beneficiario del Programa de Estímulo a la Creación y Desarrollo Artístico del Fondo Especial para la Cultura y las Artes del Estado de México (FOCAEM, 2007, 2009 y 2012). Una exhibición Aun hoy, cada vez que viene a darme de comer, no puedo dejar de sentir comezón y amor por ella. Desde que nos conocimos, Areli dejó de ser para mí una mujer de carne y hueso para convertirse, como por arte de magia, en una obsesión, de ésas que se meten en la cabeza a cualquier hora, ya en la calle, el metro, el cine y no puedes hacer nada para deshacerte de ella. Cuidado, Juan, no insistas, no te hará caso, todos se desbaratan por ella y terminan mal, quedarás hecho piltrafa, dijeron mis amigos al verme dolido, pero yo seguí aferrado. Al pensar en Areli, sentía dolor, picazón y mi piel se llenó de ronchas; mientras más la pretendí, más me brotaron. Luego de algunos meses la comezón empeoró. No podía dejar de pensarla y rascar mis extremidades hasta sangrarlas. El malestar se hizo insoportable; de tanto refregarme un brazo, se me cayó, no sentí dolor, sólo desconsuelo… Yo quiero un hombre completo, no a un bulto, me bufó cuando hice el último intento por conquistarla y perdí las piernas; me arrastré tras ella ayudado por el brazo que aún tenía. Areli soltó tremenda carcajada, pateó mi brazo que se perdió en la arboleda del parque y ella se echó a correr, yo quedé tumbado, retorciéndome como lombriz agónica. De pronto, apareció Areli acompañada de un hombre, éste cargaba una jaula. Esta cosa es, mételo a la jaula, dijo Areli mientras me arrojaba un escupitajo… Y por eso estoy aquí, al lado de la mujer barbada que, junto con el pollo de cuatro alas, me rascan cuando tengo comezón. El escritor Todos estaban satisfechos con la lectura de sus cuentos. Había llegado el momento para que su público cautivo preguntara lo que le viniera en gana. -¿Qué escribiría usted, maestro, si supiera que hoy es su último día de vida? -Fin…- balbuceó el escritor.

36


Hiena La conocí en el parque zoológico. Corría entre la arboleda, huía de los curiosos. Inútil tentativa. Los arbustos y las varicosas piernas de los árboles la enmarcaban en un ambiente salvaje. Semidesnuda, fiera acorralada, mostraba los dientes prodigando insultos. La rescaté de las autoridades del parque. Inventé una excusa: demencia en su descargo. La hembra algo bueno debió haber percibido en mí, no quiso evadirse cuando la arropé con mi saco, luego la desenredé de la telaraña de miradas hasta un taxi. ¿Qué me atrajo de ella? Su rostro hocicudo: promiscuidad de cerdo, ratón y perro, su mirada taimada, mustia, su olor imperioso de sangre recóndita y celo fértil. Y su risa, fulgor cínico de sus entrañas. Reía a la menor provocación. Hambrienta musitaba ronroneos que estallaban en depravados carcajeos ante un plato de fiambres. Y su cuerpo, oh, seductor, salvajismo, voluptuosa desproporción: torso ancho y escurrido hasta sus macizas nalgas, senos tácitos, oscuros y altivos; se burlaba de los rizadores, despreciando los jabones; nunca se lavó, ni siquiera en el abrevadero. Comprendí al paso del tiempo que ella rehacía el mundo. Ella mataba en todo lo que nos rodeaba el tedio, con todo lo que hacía demostraba que el único modo de vivir consistía en adoptar la más ruda, la más fascinante, la más esencial sencillez de los deseos. Esto era la justificación de su desnudes en aquel parque. Yo le regalaba trozos de carroña, a cambio se dejaba montar mientras me deleitaba en su impostora piel de tigre, el tufillo de su almizclado sexo me urgía hendirla, yo gozaba, ella reía y reía. Luego de vaciarme, se alejaba con su fiambre entre los dientes. Una mañana desapareció. Ahora la busco. Sus compañeras enjauladas no ríen, ahítas reposan engrosando el vientre. No la encuentro. Quizá olvidó el placer de reír.

37


FELIPE OROZCO (Bogotá, Colombia, 1962)

Arquitecto y urbanista. Su vida ha estado a caballo entre Colombia y España, entre la arquitectura y la literatura. Autor de los libros de microrrelatos Seré Breve y Ciudadano Mambrú: Historias de guerra Co-autor de la antología de microrrelatos de Colombia y Mexico Dos veces breve. Sus poemas y relatos han sido publicados en diferentes publicaciones. Invitado a diferentes festivales nacionales e internacionales como el Festival Internacional de Poesía de Medellín 2014.

Siriana El humo de los incendios es agitado por el mismo viento que peinaba las palmeras de la otrora bella ciudad de Aleppo. El diestro reportero de guerra se agazapa en la terraza de un hotel en ruinas y observa a través de su cámara por los agujeros abiertos a morterazos. Ha descubierto, por casualidad, un francotirador a sus espaldas, que enfoca con la mirilla de un fusil. Quizás un M40 americano o un PSG alemán. Se gira instintivamente, le apunta con su cámara pero no dispara. Sabe que la foto del miliciano no interesa a nadie: los tabloides están saturados de soldados sin nombre y aun más, ha dejado de importar de qué lado luchan. Como el tirador, el fotógrafo está al acecho de una buena oportunidad. Al igual que él, ha de apuntar con su cámara sin parpadear, casi sin respirar, para que la presa no denote su presencia hasta el momento del disparo. Su objetivo ahora es un niño que juega con un desvencijado balón en otra terraza y que caracoleando, celebra una y otra vez un gol que nadie ha visto. La cámara lo sigue hacia un lado y hacia el otro, corrigiendo permanentemente el enfoque, la velocidad y exposición. Y recuerda allí las palabras del francotirador serbio a las puertas de Sarajevo: -Es difícil disparar sobre un niño. -”¿Por qué? ¿Tiene hijos?”. -No es por eso. Es que se mueven mucho. El reportero confía en su olfato de veterano corresponsal y como si de otro tirador se tratase, espera en tensa calma. Su silencio ignora los cohetes que silban y retumban a lo lejos. Cuando suena el clic de la Nikon, el mundo entero y la guerra parecen haberse detenido. Ha capturado en un bellísimo claroscuro sobre los techos de la ciudad, ese momento largamente esperado, digno del próximo premio Magnum: el instante en que el niño, aún en pie, es fulminado por la bala.

38


Obediencia Para Beatriz Mesa Tantos meses de dura instrucción militar, no han borrado de sus ojos la ternura que invita al abrazo más que a la confrontación. Aún conserva la apariencia reposada del pastor de ovejas que fue hace poco. En este tiempo ha aprendido a responder con valentía y determinación las ordenes de sus superiores. Oportunos premios y merecidos castigos le han hecho comprender la disciplina del ejército. El destacamento se ha convertido en su hogar y sus miembros en su familia. Una vez más está agazapado en la trinchera, pero ahora va en serio. Lleva una mochila en su espalda. Se siente cómodo. Pesa menos que una de entrenamiento. Debe reptar en torno al campamento enemigo, a ras de suelo y en silencio para pasar inadvertido. Lo ha hecho muchas veces y ésta no será diferente. De vez en cuando levanta un poco la cabeza para ubicar a los guardianes de la garita y sigue avanzando sigiloso entre las alambradas. Se acerca al parque de vehículos enemigos y sabe que tiene muy poco tiempo para correr en zigzag los 50 metros que lo separan de allí. Vuelve la cabeza para ver una vez más la sonrisa cómplice de su instructor y a sus compañeros que esperan turno. Quiere que estén orgullosos de él. Estudia el entorno, espera unos segundos, respira profundo y corre. Al colocarse bajo el tanque, acciona -sin saberlo- la espoleta de su carga. Pero antes de explotar en mil pedazos con todo lo que le rodea, alcanza a ladrar reclamando otra galleta. Próxima función El cielo tiñe de rojo el último atardecer, que ya mira con nostalgia. Ha luchado como un verdadero Sioux contra el carapálida. Contra ese extraño hombre que en el bosque solo ve leña y en el río, una cloaca dónde arrojar su basura. Que dispara por puro placer a los bisontes y deja que se pudra su carne en la planicie. El que maltrata la tierra como si no fuese sagrada. Como si no fuese única. Ha sido un buen guerrero: sabe que la sensibilidad es fuerza, la integridad es poder, el rito es diálogo y la magia, sabiduría. Ha estado atento a su alrededor, porque en la búsqueda, cada cosa puede ser una señal. Muere defendiendo a los suyos, que mastican cueros viejos dentro de una miserable reserva donde más que el escorpión, anidan la rabia y el abandono. Con un hombro destrozado por una bala y derribado de un culatazo, espera de rodillas el tiro de gracia de algún soldado de los que -riéndose- le apuntan. Espera volar pronto con alas de águila a las praderas siempre verdes del Wanka Tatanka. En vano. Está condenado a repetir esta humillación una y otra vez. En cinemascope. Matinée, vespertina y noche.

39


JOSÉ MANUEL ORTIZ SOTO

(Jerécuaro, Guanajuato, México, 1965) Pediatra y cirujano pediatra. Ha sido guionista de cómics y autor de canciones. Ha publicado los libros de poesía Réplica de viaje y Ángeles de barro; minificción digital, Doble cámara falsa de Gesell, La moraleja del cuento, Las cincuenta cabezas de la hidra, Las historias de cada quien, Cuatro caminos y Las metamorfosis de Diana/Fábulas para leer en el naufragio; también ha antologado El libro de los seres no imaginarios. Minibichario y junto con Fernando Sánchez Clelo, Alebrije de palabras: Escritores mexicanos en breve.

Acecho Diana es una planta sexual que inunda con su aroma la atmósfera oscura del jardín. Hurto una de sus flores, pero el gruñido de la pantera que acecha entre la espesura me obliga retroceder. Con el corazón en un hilo, me agazapo a la espera del zarpazo definitivo, de la dolorosa y fatal dentellada. Un viento azul de muerte estremece mi carne. “Tómame”, susurra una voz vidriosa sobre la cama. Lleno con su imagen mi cabeza y caigo en el abismo de su cuerpo abierto. Pasos Ahí estaban, junto a la cama, los zapatos de papá. Los usaba siempre al volver a casa: pregonaban su andar inconfundible. Viejos, eternos, tan suyos. “Si por mí fuera, ya los habría tirado”, decía mamá con rastros de melancolía en la voz. Crecí mirando aquellos zapatos. Cada mañana, al despertar, iba hasta la habitación de mamá a ver si continuaban en su sitio. No perdía oportunidad de meter mis pies y sentir, en sus abismos, un poco de lo que había sido mi padre. Ayer, cuando mamá escuchó el sonido fantasmal de pasos acercándose desde el pasado, se sobresaltó. Su rostro se relajó al ver que era yo. “¡Cuánto has crecido!”, me dijo. Esta noche, mis zapatos descansan junto a nuestra cama. Fuga Parece que las cosas comienzan a cambiar. De la nada, mi mujer recupera el deseo perdido y me brinda la noche más intensa de la que tengo memoria. En el trabajo, el jefe me llama a su oficina y me da el resto de la semana a cuenta de vacaciones extraordinarias. “El lunes hablaremos del ascenso que está pendiente”, agrega. Hace mucho que no camino por la ciudad a esta hora. Las avenidas, apenas transitadas por unos cuantos carros, lucen vacías. El cielo —de un azul clarito, casi trasparente— permite fisgonear a pleno sol la silueta opaca de la luna y las estrellas. ¿Adónde voy? No tengo idea. Solo sé que así estoy bien y no volveré atrás. 40


EDMÉE PARDO

(Ciudad de México, México, 1965) Escritora, coordinadora de talleres de lectura comentada, escritura y creatividad; promotora de la lectura como herramienta de sanación, creadora de Leer para sanar y voluntaria. Ha publicados 30 libros entre cuentos, novela, cuento para niños y ensayo. Miembro del SNCA 20122015. Ha obtenido los premios nacionales Benemérito de las Américas 1999 y San Luis Potosí 2009; el Internacional de Narrativa 2004, UNAM, Siglo XXI Editores, Colegio de Sinaloa.

Té madrugada 80 Té con la reina, decía mi mamá con una sonrisa para llamarme a tomar té a media tarde. Se refería a la reina de Inglaterra y sus horarios, a los hábitos de la corte y sus emparedados de pepino. Pero yo creía que hablaba de ella, de tomar el té con ella, la reina de la casa, la reina de mi padre, la reina de mi lejana infancia, la reina todavía hoy con su cabello blanco y las manos frías que rodean la taza. Té con la reina, pienso, y sorbo un pequeño trago dando gracias por ella. Té madrugada 141 Las campanadas de la catedral acompañan la noche de quienes escogimos un hotel céntrico para pernoctar. Antes de dormirme suspiré en el balcón frente a la belleza de la ciudad histórica. Pero ya en la cama, el sonido del badajo llegó cada media hora sin dejarme descansar. Tristemente no había té, ni de bolsita en vaso de cartón, para acompañar el transcurso del tiempo a repiqueteos. Té madrugada 162 Miro tu torso desnudo mientras bebemos té en la cama. Con tinta negra uno los lunares de tu pecho y tu estómago: las líneas dibujan una constelación antes invisible. Si como es arriba es abajo, supongo que en algún lugar del universo las estrellas están dispuestas de la misma manera que como han quedado frente a mis manos, en tu cuerpo. Este es mi cielo, escribo, con la letra chueca y de derecha a izquierda para que puedas ver en el espejo lo que he hecho en tu piel: lo que has hecho en mi vida: proveerme de una bóveda celeste.

41


ALFONSO PEDRAZA (Ixmiquilpan, Hidalgo, México, 1956)

Médico cirujano. Compilador de Cien fictimínimos. Microrrelatario de Ficticia en 2012 y de un número especial “Cuentistas brevísimos de El Cuento, Revista de imaginación” en 2014. Formó jurado del Premio de Cuento Corto “Agustín Monsreal” 2011. Sus textos aparecen en numerosas revistas electrónicas, en diarios de México y países latinoamericanos y en antologías de microficción. Su blog personal es “Plasticidades”, del cual surge el libro homónimo en 2015. Produce y conduce el programa radial “Gente de pocas palabras” dedicado a la difusión de la microficción universal.

Tota pulcra ¿Cómo? ¿Es mi madre quien yace desnuda junto a mí? ¿En qué momento empezó a llenarme de besos, de caricias? ¿Cuál es esa sensación maravillosa que me recorre el cuerpo? ¿Qué fuerza impulsa mis manos para tocarla y asirme a sus pechos? Justo, cuando empiezo a penetrarla: comienza a tararear la misma nana de siempre y mi cuerpo, empequeñeciéndose, se introduce por completo en un viaje de retorno a sus entrañas. Y ya no siento frío. El nacimiento de un Príncipe Ese día, había decidido cambiar su perspectiva de la vida. ¡Fuera el pesimismo! ¡Nunca más mostraría inseguridad ni amarguras! A la sombra de una vieja y deslustrada estatua, dedicada a un personaje igualmente oscuro, cavilaba, cuando una urraca, posada en la cabeza del monigote metálico, dejó caer al centro de su frente una gran gota amarillenta y viscosa. Recordando su nuevo propósito, en lugar de maldecir al avechucho, Oscar extrajo unos maltrechos papeles de su bolsillo y empezó a anotar: Golondrina, golondrina, golondrinita… Fallo sincrético Los australopitecus ojeaban con recelo a los paranthropus, mientras los hommo erectus y hommo habilis, de reojo, los repasaban con desdén. Los ardiphitecus observaban idiotizados al grupo entero. Todos, expectantes, se miraban entre sí. Hommo sapiens, con aires de grandeza, pidió auscultarlos uno por uno y concluyó que ante la integridad de sus cuerpos, fue a Eslabón Perdido a quien se le extrajo la costilla en el edén. 42


LUIS BERNARDO PÉREZ (Ciudad de México, México, 1962)

Escritor, periodista y editor. Es autor de once libros de relatos y dos novelas. Ha recibido, entre otros reconocimientos, el Premio Nacional de Cuento Juan José Arreola, el Premio Nacional de Cuento Efrén Hernández y el Premio de Novela Juvenil Gran Angular.

Sirenas ¡Qué portento! ¡Qué voz tan sublime y pura la de aquella soprano! Después de la función decidí postrarme de hinojos ante ella y declararme su más devoto admirador. Sin pensarlo dos veces me colé por la entrada de artistas, y con una vehemencia capaz de hacerme olvidar toda norma de cortesía, abrí de improviso la puerta de su camerino. Al verme, no mostró sorpresa ni intentó cubrirse el torso desnudo. Permaneció inmóvil en el centro de la habitación mientras un hombre la desarmaba metódicamente con una llave de tuercas. Diva Las campanadas de la catedral acompañan la noche de quienes escogimos un hotel céntrico para pernoctar. Antes de dormirme suspiré en el balcón frente a la belleza de la ciudad histórica. Pero ya en la cama, el sonido del badajo llegó cada media hora sin dejarme descansar. Tristemente no había té, ni de bolsita en vaso de cartón, para acompañar el transcurso del tiempo a repiqueteos. Abracadabra Con motivo de mi octavo aniversario, papá y mamá organizaron una fiesta en casa. Hubo juegos, globos y serpentinas. También un mago. Durante la función, Shankar el Magnífico solicitó un voluntario y, como era mi cumpleaños, fui el elegido. Pasé al frente en medio de una gran expectación y me introduje en un baúl misterioso. Desde entonces nadie ha vuelto a verme.

43


JEREMÍAS RAMÍREZ VASILLAS (Ciudad de México, México, 1953)

Estudió Ciencias de la Comunicación en la UNAM. Ha publicado tres libros: Arañas en el silencio minificciones, La rebelión de la memoria y El guerrero, la doncella y otras estatuas. Ha participado en varias antologías de minificción. Ganador del concurso de cuento brevísimo en la revista El Cuento. Finalista del concurso Caza de Letras, de la UNAM. Becario de IMCINE y del Instituto Estatal de la Cultura de Guanajuato. Ganador del XXII Premio Nacional de Cuento “Efrén Hernández”. En cine, ha dirigido 6 cortometrajes y ha escrito varios guiones de corto y un largometraje para IMCINE. La bella durmiente Tuvo una pesadilla: se soñó presa de un hechizo: al contacto con un objeto puntiagudo se quedaría dormida para siempre. Despertó asustada justo en el momento en que la inyectaban en un brazo —No te preocupes linda, es sólo para que puedas dormir tranquila—le dijo la enfermera para consolarla. El lector Se abrió el libro de golpe. Las hojas quedaron sorprendidas con el enérgico acto. Un ávido y urgido lector ha llegado por fin a rescatarme del vacío, se dijo el libro. Sus letras se estremecieron de deseos por sentir el tibio calor de una mirada devorando sus signos. Nada. Esperaron minutos que se fueron sumando, sumando: ni ojos sobre sus páginas recogiendo los signos, ni manos acariciando los bordes. Un golpe de viento cerró súbitamente el libro. Comprendió: había sido sólo una jugarreta del inestable clima de un verano lleno de tormentas. El jinete Era el mejor caballo: negro, reluciente, de musculosas patas que se alzaban poderosas en su ligero galopar. Subía y bajaba devorando el horizonte. Con un animal de esta estirpe, él tenía que ser el mejor jinete, el más extraordinario. Y lo fue... hasta que el carrusel se detuvo.

44


MARÍA CRISTINA RAMOS (San Rafael, Mendoza, Argentina, 1952)

Poeta y narradora. Ha publicado La secreta sílaba del beso, En un claro del mundo y Cielo de relámpagos, antología de microficciones y otras instantáneas literarias de autores latinoamericanos. El trasluz, Azul la cordillera, Mientras duermen las piedras, Gato que duerme, ¿Dónde está?, El mar de volverte a ver, Desierto de mar y otros poemas, son otros de sus títulos. En 2002 La Fundación El libro le concedió el Premio Pregonero a Especialista por su tarea de promoción de la literatura. Ha publicado también en Colombia, Perú, Chile, Brasil, México y España. En 2014 fue candidata al Premio Internacional Hans Christian Andersen en representación de Argentina. www.mariacristinaramos.com.ar El manzano Ella hablaba con alguien que vivía en las ramas del manzano. Sucedía en primavera. Eran largos parlamentos en voz baja, como cuando se reza. A veces, solamente miraba hacia el manzano y sonreía. Es el ángel, dijo. Pero ella no creía en ángeles ni en brujas, en milagros ni en condenas. Por eso no le creí y seguí sin creer hasta el día en que al fin pude verlo. Más fugaz que la caída de la estrella, esa mirada que me reclamó algo, antes de evanecerse. Junté los pedazos de mi sombra y corrí a casa, para preguntarle. Pero ella también se había ido. Alambrado Sabiendo que iba a morir, el hombre miró su reloj. Algo casi invisible, como una hormiguita, avanzaba apenas entre las agujas. Inclinó el brazo para que el sol lo sacara de dudas. Era, sí, una hormiga dorada. Pero tan pequeña que había que mirarla como un niño para entender que tenía las patitas gastadas de tanto andar. Su primo se aproximó por detrás, sorprendiéndolo como siempre, le quitó la gorra y escapó. Y él tuvo que correr tras él, amenazándolo, pero sabiendo que no iba a alcanzarlo hasta después, cuando los dos se deslizaran entre los alambres y ganaran el potrero, para pelear a gusto hasta caer rendidos en la tierra blanda, y tener todo el cielo para los dos. La cena Ella armó la corona de harina, agregó el agua caldeada al sol y la levadura cosechada en el cuarto creciente. Sumó la sal de las lágrimas que caían de las goteras del invierno, y mezcló. Cantaba una canción que, como un pájaro, atravesaba el silencio. Hasta que la masa se fue alisando y creció al calor de sus manos. Luego vio en el pan la corona dorada que le daba la vecindad del fuego y cuando lo sacó, partió el pan, lo bendijo y lo dio a los niños invisibles que permanecían esperando en las orillas del mundo.

45


CRISTINA RASCÓN (Sonora/Sinaloa, México, 1976)

Autora de Hanami, En voz alta, Cuentráficos, entre otros libros de cuento, y de El sonido de las hojas, minificción. Traductora de haikú y verso libre directamente de japonés, ha sido escritora residente en China, Japón, Austria, Canadá y Brasil. Ganadora del Premio Latinoamericano de Cuento Benemérito de América, Premio Regional de Literatura del Noroeste y Premio Libro Sonorense. Sus relatos y poemas se han traducido a una decena de idiomas. Beneficiaria del Sistema Nacional de Creadores de Arte en 2011. Hoy dirige www.skribalia.com (Escuela Global de Escritores en Línea). Amor Con la palabra Roma no hay que jugar al Golem. Aviso El fantasma cruzó las piernas y encendió un cigarrillo. Vos estás muerta, dije yo, con el miedo temblando en los dientes. Vos también, rió con sadismo. Kandinsky La guía del museo dijo una sarta de historicismos. Yo veo una pareja haciendo el amor, dijo el cuadro. Y el público jadeó y transpiró lleno de colores hasta la hora de cierre.

46


NANA RODRÍGUEZ ROMERO (Tunja, Colombia, 1956)

Escritora de poesía y minificción. Ha publicado poesía: Hojas en mutación, Lucha con el ángel, El bosque de los espejos,El oro de Dionisios,La piel de los teclados,Vendimias del desierto; minificción: La casa ciega y otras ficciones, El sabor del tiempo, Efecto mariposa; estudio literario: Elementos para una teoría del minicuento. Seleccionada para varias antologías nacionales e internacionales en poesía y minificción. Becaria del Ministerio de Cultura de Colombia y ganadora del Premio Nacional de poesía Ciro Mendía 2008. Trabaja como docente de Humanidades en la Universidad Pedagógica y Tecnológica de Colombia. El sabor del tiempo En el siglo XVII, M. de Villager, angustiado por la oscuridad de la noche y la imposibilidad de calcular el paso del tiempo en sus desvelos, inventó un reloj de tacto cuyas manecillas marcaban las horas con un dispositivo que contenía el sabor de las especias en lugar de los números. Así Villager, si bien no podía ver los números, se hizo un experto catador del tiempo. Una noche al estirar la mano para saber qué hora era, se sorprendió pues no pudo reconocer ese extraño sabor en uno de sus dedos. Mucho después pudo comprobar que el tiempo en su infinitud, a veces se hace empalagoso. Ajedrez Se dice que el juego del ajedrez originariamente era una técnica de adivinación que interpretaba el resultado de la batalla entre las fuerzas eternas del ying y del yang. Más tarde en Praga, con la humedad de un sótano como testigo, un hombre de ojos triste vislumbró el ajedrez como un castillo habitado por reyes, damas, caballos y alfiles invisibles, custodiados por peones sonámbulos y torres que no duermen. Mientras en Buenos Aires, con fervor, un hombre de ojos que miran al infinito, poetizó que Dios mueve al jugador y éste a la pieza... ahora, yo solitaria, en el silencio de una ciudad sumergida, sobre mi cuadrícula de luces y de sombras, veo cómo el caballo traza una ele movido por mi mano y, relincha como una señal de la escritura de Dios, deseoso de que algún día esta secreta partida pueda finalizar en tablas. Al pie de la letra Un poeta críptico se hizo famoso porque acostumbraba poner notas a pie de página a sus poemas. Con el tiempo, los lectores ansiosos compraban sus libros para gozar la poesía que brotaba silvestre, de sus notas a pie de página.

47


ADRIANA AZUCENA RODRÍGUEZ

(Ciudad de México, México, 1973)

Doctora en Literatura Hispánica por el Centro de Estudios Lingüísticos y Literarios de El Colegio de México. Profesora investigadora en la Universidad Autónoma de la Ciudad de México y en la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM en áreas de teoría y creación literarias. Autora de libros de teoría y crítica como Las teorías literarias y el análisis de textos (UNAM, 2016) y de creación: Postales (mini-hiperficciones), De transgresiones y otros viajes y La verdad sobre mis amigos imaginarios. Película de terror A punto de ser devorado por el hombrelobo/zombi/alien, el muchacho dijo a la joven: -Te dije que no te movieras de ahí. -Y yo te pregunté qué significaba para ti, ¿por qué nunca escuchas? -... 1 de noviembre Su mamá iba a visitarlo a diario, le llevaba dulces, peluches y leche con chocolate. A la cabecera de su tumba, le leía libros sobre pollitos y vacas que hacían “mú”, le cantaba canciones como “Pinpón” y “A ro ró, mi niño”, y hasta le hablaba como bebé. El niño sólo escondía la cara con un rubor plateado mientras los fantasmas de la misma edad se burlaban de él. Líneas No es que no me gusten las líneas del tiempo. Es un gran dibujante, ya lo sé. Lo que detesto es que sus trazos cada día se parecen más a mí.

48


ALBERTO SÁNCHEZ ARGÜELLO (Tunja, Colombia, 1956)

Psicólogo, escritor, tuitero, bloguero e ilustrador. Fundó el colectivo microliterario nicaragüense y el sello digital Parafernalia. Ha sido publicado en antologías digitales. Ganador del II Concurso Centroamericano de Literatura Infantil en el 2016.

Vergüenza Era noche de luna nueva cuando Esther fue interceptada por tres hombres a una cuadra de su casa. Se la llevaron a un callejón y la violaron repetidas veces antes de acuchillarla. Un par de horas más tarde Esther se levantó y caminó hasta su hogar. Entró en silencio, se cambió de ropa, cocinó y sirvió la comida. En el comedor, su esposo le notó un goteo rojo en el abdomen y la condujo de inmediato a emergencias. Los médicos intentaron suturarla, pero no pudieron contener la hemorragia. La sangre se fue acumulando en pasillos y cuartos hasta inundar el hospital y luego el barrio. Llegaron los bomberos y comenzó la evacuación. Los canales locales de televisión mostraron las corrientes escarlatas que entraban a las casas y centros comerciales. Un mes después, helicópteros militares rescataban sobrevivientes en todo el territorio y el presidente cerraba un trato migratorio con países vecinos. Los últimos testigos que vieron a Esther, dicen que estaba en el techo del hospital, pidiendo disculpas, muerta de vergüenza. Descasarse Recogió en rincones, baños y corredores, todas las lágrimas que había llorado por su muerte. Lo sacó del féretro y le sacudió la naftalina del traje. Lo tomó de la mano para regresarle los últimos treinta años de rutinas y aburrimiento. Le devolvió las frases hirientes y los actos humillantes a cambio de todos los cuidados y comidas que le había preparado con esmero. Tomó los vestidos y regalos de los aniversarios y se los dio junto con las rosas marchitas del jardín. Empequeñeció a sus hijos, hasta lograr meterlos en el fondo de su vientre. Luego quitó de las paredes las fotos y arreglos primorosos de una vida dedicada al hogar. Se limpió las cicatrices de los golpes y vomitó las amarguras de incontables noches de espera cuando él salía de juerga con otras mujeres. Sólo le restó invitar de nuevo a todos los amigos y familiares, arrastrar su cuerpo a la iglesia, y ante la pregunta del sacerdote responder con voz bien alta: —¡No quiero! 49


Posesión Cada día, al regresar de la escuela, me detengo en el parque a un par de cuadras de mi casa. Está lleno de juegos rotos y hojas podridas cubren el lugar, excepto por un pequeño carrusel que ya no puede girar. Ahí fue donde lo encontré. Estaba sentado en un caballito sin cabeza. Tenía casi mi tamaño, con la piel oscura y escamosa. Me dijo que estaba sólo y que se quería ir conmigo. Yo le tomé su mano de uñas largas y le di un abrazo con los ojos cerrados. Cuando los volví a abrir ya no estaba ahí. De vuelta en casa mi madre me sirvió la comida y me mandó a hacer tareas sin notar ninguna diferencia. Al caer la noche, cuando todos estaban dormidos, me puse frente al espejo a platicar con él. Le pregunté si ellos provocan que las personas guarden secretos oscuros y hagan cosas malas a sus hijos. Me dijo que no. Ahora sé que mi padre no está poseído por un demonio, al menos no por uno como el mío.

50


FERNANDO SÁNCHEZ CLELO (Puebla, México, 1974)

Egresado de la Maestría en Estética y Arte, y del Colegio de Lingüística y Literatura Hispánica, ambas de la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla (BUAP). Autor de varios libros de minificción, entre los cuales destacan: Un reflejo en la penumbra (Ficticia, 2016), Ficciones a contrapunto (BUAP, 2012) y Jauría (Universidad Veracruzana, 2007). Compilador del libro Ráfaga imaginaria. Minificción en Puebla (2014) y coantólogo del libro Alebrije de palabras. Escritores mexicanos en breve (2013). Actualmente es profesor de educación superior y realiza estudios de Doctorado en Literatura Hispanoamericana. Zoo renglón Para psicoanalizar a las orcas asesinas, los biólogos marinos estudian las manchas Rorschach sobre la piel. *** A las orcas asesinas les gustan las películas noir en blanco y negro. *** Al acabarse las tintas multicolores en el pez arcoíris, Dios pintó a las orcas en blanco y negro. El hijo culto Guillermo Tell murió en batalla. En la sorpresiva embestida del ejército de Gessler, le gritó a su hijo Jemmy que le llevara la ballesta y las flechas, pero el niño le llevó El arco y la lira. Crimen perfecto A David Pedraza Furtivamente, después de matarla, Hugo Duarte salió de la casa. Nadie conocía sus motivos, nadie sabe que estuvo allí, nadie sospechará de él… nadie. De pronto, palidece al recordar la frase “no hay crimen perfecto”; levanta decidido su revólver y apunta al lector.

51


ANA MARÍA SHUA (Buenos Aires, Argentina, 1951)

Ganadora del I Premio Iberoamericano de Minificción Juan José Arreola, 2016. Autora de libros en varios géneros: novelas, cuentos, microrrelatos, poesía, literatura infantil. Ha recibido los premios más importantes de Argentina (Premio Ciudad de Buenos Aires y Premio Nacional) y varios premios internacionales (Beca Guggenheim, White Raven en libros infantiles). Sus libros de microrrelatos La Sueñera, Casa de Geishas, Botánica del caos, Temporada de fantasmas y Fenómenos de Circo, vienen reunidos en el volumen Cazadores de Letras. Su obra ha sido traducida a doce idiomas.

¡Arriad el foque! ¡Arriad el foque!, ordena el capitán. ¡Arriad el foque!, repite el segundo. ¡Orzad a estribor!, grita el capitán. ¡Orzad a estribor!, repite el segundo. ¡Cuidado con el bauprés!, grita el capitán. ¡El bauprés!, repite el segundo. ¡Abatid el palo de mesana!, grita el capitán. ¡El palo de mesana!, repite el segundo. Entre tanto, la tormenta arrecia y los marineros corremos de un lado a otro de la cubierta, desconcertados. Si no encontramos pronto un diccionario, nos vamos a pique sin remedio. La que no está Ninguna tiene tanto éxito como La Que No Está. Aunque todavía es joven, muchos años de práctica consciente la han perfeccionado en el sutilísimo arte de la ausencia. Los que preguntan por ella terminan por conformarse con otra cualquiera, a la que toman distraídos, tratando de imaginar que tienen entre sus brazos a la mejor, a la única, a La Que No Está. La pequeña Lucía Zárate En su edad adulta, la mexicana Lucía Zarate llegó a medir cincuenta centímetros. Pesaba dos kilos y medio y era perfectamente normal en cualquier otro aspecto. Fue la enana de circo mejor pagada de la historia. En 1880 ganaba nada menos que veinte dólares la hora. Murió una noche por congelamiento, cuando el tren en el que viajaba quedó varado en las Montañas Rocallosas. Aquellos que van en peregrinación hasta el lugar de su deceso, la consideran una intercesora ante la divinidad. Instalada a los pies del Trono del Señor, sólo ella en toda la jerarquía de santos sería capaz de resolver los pequeños problemas que los demás desdeñan. Se ruega a la mínima Lucía para que nos libre de los callos, el mal aliento, las visitas inoportunas, la gente que habla en el cine, las manchas de comida en la ropa buena y la picazón por alergia de contacto. 52


RONY VÁSQUEZ GUEVARA (Lima, Perú, 1987)

Director de Plesiosaurio. Primera revista de ficción breve peruana. Integrante del Comité Editorial de Internacional Microcuentista y del Seminario de Estudios sobre Minificción (UNAM-México). Ponente en temas de minificción en distintos congresos nacionales e internacionales. Jurado en diversos concursos de minificción. Fundador y editor de la Editorial Micrópolis. Ha publicado la antología Circo de pulgas. Minificción peruana (1900-2011) en 2012. Su taller de minificción El dinosaurio ha sido impartido en Santo Domingo (República Dominicana), Carabobo (Venezuela) y varios lugares de Perú. Sus minificciones han sido traducidas al inglés, ruso y francés. [Sin título] Imagine usted el final de esta historia si conociera al escritor. Imagine que le presenta un personaje. Imagínelo nuevamente. Solo imagine. Muñeca Acto único El Niño no puede dormir. Camina por toda la casa y finalmente decide entrar en la habitación maternal. Solo encuentra la vetusta Muñeca de su madre. Niño: (mirando tristemente a la Muñeca) ¿Extrañas a mamá? Muñeca: (gira lentamente su cabeza a ambos lados y concentra su mirada en ojos del Niño) Niño: Yo no. Ambos, fuertemente, se abrazan. El Niño se siente feliz. La Muñeca sonríe. Pregunta vital Cierto día, una rosa le preguntó a otra: —¿Por qué nos llamamos así? Entonces, ambas se abrazaron y se marchitaron pensando.

53


LAURA ELISA VIZCAÍNO (Ciudad de México, México, 1984)

Estudia el Doctorado en Literatura Latinoamericana en la UNAM. Sus investigaciones giran en torno al microrrelato y han sido publicadas en revistas especializadas. Ha publicado el libro para niños El barco de los peces pirata, en Fernández Educación; y sus minificciones han sido compiladas en más de diez antologías nacionales y extranjeras. En el año 2015, Ficticia Editorial publicó su libro de microrrelatos titulado CuCos, como abreviación de Cuentos Cortos.

Encogimiento Este es un vampiro tan tímido que, en vez de morder en el cuello, muerde en la entrepierna. Las mujeres con instinto maternal suelen consentirlo. Doble identidad Después de una noche de fiesta el Príncipe despertó sin acordarse de nada, pero al eructar estuvo seguro de que nadie lo había besado; con tristeza el sapo siguió saltando. Siempre astuta Si la minificción fuera un personaje, así como la Catrina es la muerte, sería un poco coja para que el hablador cayera más rápido.

54


JAVIER ZÚÑIGA (Cholula, Puebla, México, 1975)

Autor del libro Perdurable Memoria (2008), conjunto de minificciones y relatos experimentales y Casi bestia, casi humano (2016). Ha sido incluido en las antologías Alebrije de palabras, escritores mexicanos en breve (2013) y Ráfaga Imaginaria: Minificción en Puebla (2014).

Pulpo ¿De qué le sirven al pulpo tantos brazos, cuando está dibujado en un jarrón que cae inevitable desde lo alto? Obviedad Cómo le molesta a la Sirena que le pregunten si sus hijos se parecen a papá o a mamá: está harta de responder que mitad y mitad. (Ángel) Babilonio Buscando el camino de vuelta, localicé una construcción donde los albañiles se comunicaban en la lengua de mi Padre. Pensaban levantar una torre que tocara el cielo: un camino por el cual volver a casa, la que tanto extraño. Pude entender su proyecto y me integré a sus labores. Nada me hacía más ilusión. A mitad de obra, una nube dorada, de gases fulminantes, a todos nos extravió la cabeza. No pude comprender ni hacerme entender con ninguno de mis compañeros de trabajo. Ni pude convencerlos de continuar. Optaron por destruirla y destruirse unos a otros. Mi mayor calamidad, Padre, lo único que ahora lamento, no es haber perdido el camino a casa, sino haber olvidado por completo nuestras palabras: el mejor camino para maldecirte.

55


La minificción como un indicio de la capacidad de asombro

LAURO ZAVALA La minificción es todo texto breve con calidad literaria. Esta brevedad puede ir desde una página completa hasta los llamados cuentos atómicos (que no rebasan una línea) o las formas de tweeteratura (con no más de 140 caracteres). Para algunos lectores, “El dinosaurio”, que es un texto de siete palabras, es un fogonazo de iluminación textual. La brevedad seguramente se encontraba en las primeras formas de comunicación (y de poesía) que se produjeron cuando apareció en la especie humana el gen que permite utilizar el lenguaje verbal. Y se ha documentado su presencia literaria en todas las lenguas y todas las culturas desde hace miles de años, en forma de cantos, ensalmos, parábolas y aforismos. En el siglo XXI esta forma de literatura ha adoptado un tono lúdico y una naturaleza notablemente híbrida. Esto último significa que los textos literarios más breves no siempre son narraciones. Los textos más característicos de nuestro Weltanschauung, o temperamento cultural, surgen al adoptar el formato de los géneros más alejados de la literatura (como los anuncios de periódico o los instructivos electrónicos) para convertirlos en literatura pura y dura. Podemos concluir anunciando dos noticias de primera plana: el surgimiento del género más reciente en la historia de la literatura (tal vez a partir de los textos de Julio Torri, en 1917) y la creación, por primera vez, de una teoría literaria producida en lengua española (sin duda en las tesis doctorales, los congresos de investigadores y las antologías que están canonizando este género dentro y más allá de la lengua española). Los textos a los que llamamos minificción forman parte de la tendencia de la cultura contemporánea a la mayor brevedad acompañada por la mayor complejidad. Si establecemos una frontera arbitraria de una página (25 líneas), 100 palabras (7 líneas) o una única línea, la diversidad de variantes textuales se multiplica. Esto nos lleva a formular una primera observación paradójica: 1. Principio de Diversidad A menor extensión textual es mayor la diversidad de posibilidades genéricas

Enamorado Anónimo (México) Le propuso matrimonio Ella no aceptó Y fueron muy felices

56


La mayor parte de los textos que resultan literariamente efectivos y con la mayor polisemia textual son precisamente aquellos que se derivan de géneros textuales extraliterarios (como los instructivos, los epitafios, los silogismos, los avisos o los brindis). Esto nos lleva a una segunda observación paradójica: 1. Principio de Diversidad A menor extensión textual es mayor la diversidad de posibilidades genéricas

Aviso María Méndez (México) Se solicita espejo mentiroso.

Por supuesto, también encontramos textos muy breves que adoptan formatos literarios muy antiguos y de muy distinto origen idiomático y cultural, como los haiku, los sonetos, los juegos de palabras y los aforismos. En este caso la formulación paradójica es más sencilla: 3. Principio de Reciclaje Las versiones posmodernas de formatos tradicionales constituyen un retorno irónico a los géneros clásicos

Aviso Zindy Abreu (México) ¡Urgente! Necesito beso de buenas noches con o sin experiencia (servicio a domicilio)

La escritura literaria muy breve es inevitablemente intertextual, pues este recurso permite aludir a universos ficcionales que son familiares para los lectores. Esto ocurre con personajes mitológicos (Cupido, Narciso), personajes del cine (Rambo, Terminator), personajes de la literatura infantil y juvenil (Cenicienta, Blancanieves, Harry Potter) o personajes de la literatura universal (Lolita, Alicia, Quijote, Hamlet). Incluso encontramos figuras de la misma minificción (Dinosaurios, Sirenas). 57


4. Principio de Identidad La apropiación de personajes del canon apela a la memoria de los lectores para proponer situaciones inesperadas

Empleos Taller de Avisos Literarios (México) Empleos: Buscamos olas apacibles y cariñosas. Requisitos: Experiencia en playas de arena blanca. Habilidad para sonreír con abundante espuma. Costumbre de chapotear con la luz del sol. Ofrecemos: Cálida brisa del sur. Noches de luna llena. Playa sin muelle ni rompeolas. Premios por puntualidad.

La brevedad de estos textos no necesariamente significa que pueden ser leídos con rapidez. La prueba de que estamos ante una minificción es que nos exige una lectura cuidadosa, una relectura que nos permita establecer el sentido del texto. 5. Principio de Extensión A mayor brevedad, mayor complejidad textual

Receta para inventar la caricia Jaime Aníbal Niño (Colombia) 1. Se le pide permiso a la rosa 2. Se escucha la voz del respeto 3. Se procura el asombro en la piel 4. Se dibuja en el aire e l abrazo 5. Se tejen las alas de un beso 6. Se entretejen las manos del tiempo

Estos principios no se aplican a textos informativos, materiales didácticos ni novelas gruesas de fácil lectura. Una minificción no ofrece información, sino que puede contribuir a nuestra formación (como lectores). Esto se puede expresar como una variante del principio anterior. 58


6. Principio de Intensidad La complejidad de una minificción es inversamente proporcional a su extensión

Empleos Sorpresa súbita (Adivinanza) Dina Grijalva (México) Relámpago en medio de la noche, fugaz vuelo de mariposas, deslumbramiento de niño que recién abre los ojos, reverberación de solitaria nota de violín, corazón de encrucijada, destello de obscuridad, embrujo y fascinación, guiño risueño, estremecimiento súbito, carcajada en la soledad, sobresalto que serena, ropaje que desnuda, negrura que ilumina, palabra embriagadora, mínima porción que colma La minificción

Algunas minificciones son versiones muy breves de géneros canónicos (micro-ensayos, minicuentos, poemas en prosa). Y otras son hibridaciones de todos estos géneros. Si lo que leemos no parece cuento ni poema ni ensayo, es minificción.

Celogismo Juan Romagnoli (Argentina) Todos los hombres son mortales Mi hermano tiene una mujer muy atractiva Mi hermano es mortal

Todo esto nos lleva a reconocer que buena parte de los textos muy breves son lúdicos, irónicos, semánticamente ambiguos, estructuralmente tensos, genológicamente densos, intensamente intertextuales. Tienden a ser metaficcionales. 8. Principio de Indeterminación La complejidad de una minificción es inversamente proporcional a su extensión 89


Lluvia Juan Romagnoli (Argentina) La lluvia empapó tu vestido, dibujó tu figura, ciñó tus senos, erizó tu piel, mojó tus labios. Amo la lluvia.

Es por todo lo anterior que la minificción es parte de la literatura posmoderna. No son textos para lectores pasivos, espectadores cautivos de la televisión o burócratas del sentido. La minificción es una gragea para estimular la gimnasia mental. 9. Principio de Exposición Una exposición continua a textos de minificción puede tener como consecuencia la ampliación de los horizontes de lectura

Canción cubana Guillermo Cabrera Infante (Cuba) ¡Ay, José, así no se puede! ¡Ay, José, así no sé! ¡Ay, José, así no! ¡Ay, José, así! ¡Ay, José! ¡Ay!

Esta enumeración de recursos de la escritura muy breve podría continuar indefinidamente. Pero siempre es el lector quien tiene la última palabra, es decir, la interpretación que da sentido a la polisemia original. Es así que el sentido de un texto muy breve es resultado de un permanente proceso de relectura irónica. 10. Principio de Lectura

60


Naufragio Ana María Shua (Argentina) ¡Arriad el foque!, ordena el capitán. ¡Arriad el foque!, repite el segundo. ¡Orzad a estribor!, ordena el capitán! ¡Orzad a estribor!, repite el segundo. ¡Cuidado con el bauprés!, grita el capitán. ¡El bauprés!, repite el segundo. ¡Abatid el palo de mesana!, grita el capitán. ¡El palo de mesana!, repite el segundo. Entretanto, la tormenta arrecia y los marinos corremos de un lado a otro de la cubierta, desconcertados. Si no encontramos pronto un diccionario, nos vamos a pique sin remedio.

Leer significa releer, leer entre líneas, descubrir un fogonazo de sentido más allá de las palabras. Cuando esto ocurre en un texto muy breve, el instante de revelación puede abrir la puerta para salir a jugar. En conclusión, la minificción es el ADN que se encuentra en todo texto literario. Es el elemento que da vida a cada célula de cualquier cuerpo textual de carácter literario. Bienvenidos a la trascendencia del instante.

61


DiseĂąo: Cristhian Polo Barajas




Turn static files into dynamic content formats.

Create a flipbook
Issuu converts static files into: digital portfolios, online yearbooks, online catalogs, digital photo albums and more. Sign up and create your flipbook.