José Carlos Sanz Belloso JARDINERÍA MEDIEVAL EN TORNO A SEGOVIA
Introducción En este trabajo abordamos algunos aspectos ligados a la jardinería medieval en torno a Segovia, ilustrado con diversas imágenes que permiten advertir la importancia que tuvo en aquel periodo. Se trata de un resumen que se recorre en diez capítulos, que van desde lo general hacia aspectos más particulares, algunos de ellos que podemos considerar, aunque solo parcialmente, como novedosos dentro del panorama de la jardinería histórica española. La recopilación y sistematización de más de un centenar de imágenes daría pie a un trabajo que excede el sentido y orientación de este, dejándose abierto a posibles desarrollos a cargo de un equipo incuestionablemente multidisciplinar, en lo que es un mero avance o esbozo de una tarea de especialistas. Lo dilatado del periodo -toda la Edad Media-, hace que los temas de estudio sean intrincados y con infinidad de ramificaciones, al tratarse de una época tan dilatada en el tiempo, con una altísima complejidad social, política, económica y religiosa, más aún dado el panorama peninsular. En muchos aspectos, y a pesar de los avances científicos, en concreto los aportados por los medievalistas, se nos representa un campo casi abismal, no tanto inimaginable, ni incomprensible, sino más bien «inconcebible». Desde nuestra posición marcadamente cientificista, de honda raíz racionalista y positivista, es harto complicado un acercamiento sensible a una sociedad teocrática en la que lo simbólico imbuía la vida, el sentir, el pensar y el hacer (DAVIES, 2007: 427-428). La lectura de la historia desde el paso del tiempo, y en concreto desde la sucesión de los estilos en jardinería, introduce otro factor perturbador, derivado de la relatividad de las interpretaciones y reacomodaciones de procesos históricos anteriores desde premisas actuales, siendo el presente algo en continua redefinición y mutación. Como ejemplo citamos el de la recuperación de lo gótico y lo goticista en el periodo romántico que determinó, por ejemplo, la dirección del desarrollo de Los estilos históricos del jardín y Segovia
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las artes, en especial de la arquitectura, tanto en Francia como especialmente en Inglaterra. Lo neogótico se estableció como modelo ideal y paradigma incuestionable, que retrotraía el presente a una época mítica y de maravillas, posiblemente como oposición y reacción a un racionalismo radical, similar a los gustos de la actualidad, donde asistimos a unas nuevas miradas con derivas a lo medieval. Para poder dar a este estudio todo su desarrollo se ha contado con la colaboración, ayuda, apoyo, referencias y permisos de muchas personas e instituciones, que quedan consignadas en estas páginas, manifestando de antemano nuestro agradecimiento ya que gran parte de nuestro fruto ha surgido de las interrelaciones con un buen número de profesionales. 1. Francesco Fariello y la arquitectura de los jardines. Escritos y miniaturas. Francisco Páez de la Cadena: historia de los estilos en jardinería El texto que traemos al ciclo de ponencias de la Academia de San Quirce sobre jardinería, se ha de enmarcar desde una secuencia cronológica de los estilos históricos. Es por ello que tomamos nota, en primer lugar, de lo que al respecto plantearon Francesco Fariello y Francisco Páez de la Cadena en sus libros canónicos de jardinería. En los capítulos de ambos autores sobre jardinería medieval apeamos parte de la carga metodológica y conceptual. Fariello (FARIELLO, 2004) ofrece unas referencias que aún siguen teniendo bastante validez y hacen mención a jardines castellanos y conventuales, con un apartado específico sobre jardines hispanomusulmanes. Páez de la Cadena (PÁEZ DE LA CADENA, 1998), por su parte, revela las claves de la jardinería medieval, como ejemplos nítidos dentro de sus categoría de jardines cerrados, y propone su estudio desde los textos y en concreto las miniaturas, al reconocer la desaparición de los jardines originales y la escasez de datos que testifiquen fehacientemente sus materializaciones. En las miniaturas examinadas por Páez de la Cadena, las constantes que podemos encontrarnos en los territorios cristianos están ligadas a palacios y castillos, en concreto bancos encespedados, galerías, túneles, enramadas, cenadores o pabellones, celosías, rejas o trillages con plantas trepadoras, especialmente rosas, con frutas y hortalizas en espalderas o entutoradas, pequeños arriates-cuadros geométricos con plantaciones bajas, eras alzadas, conocidas también como cestos o macizos elevados, colmenares, delimitaciones mediante estacadas o empalizadas. Muy frecuentemente estas lo hacen con trenzados vegetales, dotados los cercados de cierres en ocasiones con una puerta de ingreso con tejadillo, asentados sobre praderas de mil flores, céspedes o prados de primor despejados, generalmente llanos, o con mínimas ondulaciones, fuentes de pila, casi invariablemente octogonal, 58
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o bien circulares, estanques cuadrados y no mucho más: plantas y algunos árboles de flor y fruto, en asociaciones felices. Todos ellos completan una estampa que podemos advertir en estos pliegos miniados. Son reveladoras las ilustraciones de Las muy ricas horas del Duque de Berry, fechado hacia 1410, a través de las que llegamos a comprender que un jardín medieval no necesitaba de un gran espacio ni desahogo, y que bien se podía acomodar en un rincón, al interior de la muralla, como en los meses de abril y de junio de ese libro, en sitios a resguardo, entre estancias y terrazas, o en zonas secundarias raptadas de usos y menesteres más prácticos como perentorios corrales, pajares, muladares, patios terreros de almacenamiento, establos, etc. Estos jardines no son ni centrales ni parecen indispensables en los trazados ni en la composición, ni quieren marcar jerarquía ni orden y se nos antojan oportunistas, buscando el momento propicio para emerger y ocupar su lugar, unas veces residual y otras suplantando ciertos usos previos como huertas. Cuando el sitio está bien asentado, defendido y suficientemente seguro el fortín, la casa fuerte, la torre con muralla, el alcazarejo o la alcazaba, es factible plantear organizados jardines. En otros casos, documentamos algunos jardines dispuestos en el campo, queremos imaginar que no muy lejos de poblaciones o fortalezas, siempre cercados por muros o vallados, en lo que sin duda llegaron a erigirse en bosques y selvas. En la Península Ibérica, y a pesar de las correosas campañas de Roma, con sus guerras civiles en nuestro territorio, y tras las invasiones godas y la ocupación islámica, podemos entrever un paisaje densamente poblado de árboles, con amplísimas extensiones boscosas de múltiples variedades autóctonas y otras de importación como los castañares que se documentan tras la romanización, tratando de domar una naturaleza hostil, cerrada y plagada de fieras, de entornos incipientemente roturados. La Reconquista redefine las relaciones del hombre y la tierra; en este momento se organizan en la Extremadura sur castellana las comunidades de villa y tierra, localidades casi autónomas con sus sistema de comuneros, pecheros y familias de linajes, comunidades religiosas en grandes centros-factorías que dominan y ordenan grandes extensiones de suelo, con aldeas, fincas y pueblos asociados, con encomiendas, y vasallos, siervos de la gleba… sin olvidar el capítulo fascinante de las presuras. Los núcleos urbanos se consolidan, cobran cuerpo y se fortifican, y sus entornos agrestes naturales, aún poco explotados, se empiezan a domeñar y domesticar; se reparten, organizan y ponen en producción, y por ello se despejan de forma incesante las monterías, los valles y las faldas de las montañas. El jardín medieval en campo abierto es fruto de una roturación de un bosque, sea alameda, encinar, robledal, fresneda, pinar o aliseda. En ciertas estampas del Codex Granatensis del siglo XV, siendo originario del XIII, se representan leñaLos estilos históricos del jardín y Segovia
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dores talando árboles, en tareas orientadas claramente a obtener madera y a producir carbón vegetal, en un parque cerrado con valla vegetal trenzada. Las cortas y rozas en masas boscosas abren claros, que con el tiempo, darán paso a montes huecos. En los meses de mayo y diciembre de las estampas de Las muy ricas horas del Duque de Berry, se representan sendas escenas; en la primera a una comitiva atraviesa un monte, posiblemente bosque, por un corredor ya despejado; en la segunda aparecen actividades cinegéticas en un «vacío» del bosque, en un paraje clareado y «ganado» a la floresta. La falta de perspectiva nos impide recrear un mundo vegetal medieval de frondosas, apretadas e ininterrumpidas masas arbóreas que crecían despreocupadas. Aún hoy España es unos de los países de Europa con mayor masa boscosa-arbolada. Lo medieval está más cercano al orden natural de las cosas, a lo concerniente a la tierra, a las plantas, y sus gentes se sentían formando parte consustancial de todo ello. Para disponer de una pradera medieval, extramuros o en campo abierto, en la naturaleza hispánica originariamente muy arbolada, era inevitable no solo talar sino también destoconar, excavar, terraplenar, aterrazar, allanar, cercar un entorno y finalmente plantarla y cultivarla. En otros terrenos más llanos, como los de las tierras galas, muy arrasados, quemados y rozados en seculares correrías y campañas belicosas, parte del trabajo estaría adelantado, y además con un clima benéfico y favorable. El jardín se configura como antítesis al ambiente natural salvaje y dentro de él, como un triunfo sobre las fuerzas implacables de la naturaleza, cerrado y aislado de sus peligros imaginados, pero sobre todo reales, recintos dónde se abren nuevas posibilidades estéticas, sensoriales, intelectuales y religiosas, que recoge buena parte del acervo cultural de las sociedades que los alumbran. Desde la literatura y los ambientes palaciegos se abarca un amplio repertorio de jardines: locus amoenus, conclusus, sanitatis, agrestis… Jardines del amor galante, el de la virtud y el esfuerzo en el amor, el íntimo jardín sensitivo y placentero, el de plantas medicinales, de rocas y otras formaciones naturales rústicas. En la Biblioteca Británica se custodian diferentes versiones del Roman de la Rose, libro muy difundido que compendia el saber y el sentir sobre el amor y la jardinería en la Europa medieval. El éxito de la publicación, con sus estereotipos y mistificaciones, no solo inevitables sino consustanciales, posibilita que en las diferentes versiones se diera una interpretación adecuada a los conocimientos de los transcriptores de cada momento. Con estos libros podemos establecer relaciones y diferencias entre los ambientes, estancias y fragmentos de jardines que se dibujan e iluminan, desde las más arcaizantes y esquemáticas, hasta otras más elaboradas y detalladas. En ellos abundan los elementos del repertorio descrito arriba como fuentes, bancos encespedados… en espacios no muy grandes, siempre cerrados, y con 60
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el denominador común de la pequeña escala, pues esos jardines eran pequeños, de carácter casi doméstico, íntimamente asociados a la vida y las horas del día y a las estaciones, casi siempre para unos pocos. Uno de los aspectos más sugerentes es el del tratamiento y encuadre de las escenas o situaciones de los personajes. Antes de la invención simbólica de la unidad espacial, con la aparición y asunción general de la perspectiva focal renacentista, con líneas de fuga convergentes, tendremos perspectivas medievales dónde el espacio representado se encuadra en aparentes planos bidimensionales donde la superficie del suelo se confunde con el fondo, en sutiles y complejas yuxtaposiciones, contraposiciones y ambiguas reglas perceptivas (PANOFSKY, 1999; FLORENSKI, 2005). Valga como ejemplo la viñeta en la que Narciso se contempla ensimismado en un estanque de planta cuadrada, representado girado cuarenta y cinco grados, con un regato producido por el agua de rebosamiento, que discurre por una pradera de aspecto irremediablemente medieval. Definir lo que podía ser un jardín y diferenciarlo de un huerto en esos periodos no parece estar tan claro, aunque tampoco es cuestión que siquiera se deba entrar a debatir. Oscilaciones, alternancias, ambivalencias entre unos y otros sería la tónica general. Huertos que ocasionalmente se ornamentarían en transformaciones hacia huertas decoradas, o bien jardines que también serían comestibles, y utilitarios con nuestros criterios, en todas las posibles transiciones entre unos u otros tipos, serían la constante de una heterogénea realidad amoldada, en solución de continuidad, a necesidades y gustos cambiantes. Segovia es repoblada y reconstituida, o refundada, por Alfonso VI, el Bravo, o el rey repoblador, en el último cuarto del siglo XI. Una sucinta biografía de este monarca abre una ventana a la Historia que produce vértigo. Su relación fluida con Cluny y Roma, y directa con Borgoña da cuenta de fuertes conexiones ultrapirenaicas, y su trato con las diferentes taifas, luego su pugna contra los almorávides, pone a Castilla en ligazón con las tribus beréberes africanas, y por extensión e inferencia con todo al-Ándalus, por ende con sus tradiciones jardineras, en un capítulo todavía por escribir. La iglesia de San Millán de esta ciudad y a la que más adelante volveremos, se decora con elementos geométricos y vegetales similares a los de la Mezquita de Córdoba, en sus alfarjes de principios del siglo XII, y está en relación presumiblemente directa con la Aljafería islámica zaragozana. Antes y desde el siglo X, con el movimiento mozárabe, vemos estilizadas palmetas con arillos y trépanos en capiteles de iglesias y basílicas, como constante visigoda, a su vez de procedencia y tradición romana y bizantina. Las cortes medievales, con periodos invernales de descanso y estivales muy guerreros, desplazaban un contingente notabilísimo de personas, enseres y materiales, Los estilos históricos del jardín y Segovia
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en interminables bagajes, con sus avituallamientos y aprovisionamientos. Sin poder entrar en detalles imaginemos campamentos con imponentes pertrechos, enseres y aparejos, con su infantería, arqueros, ballesteros, caballería… con cientos de tiendas de campaña… con carpinteros de guerra, especializados en alzar cercas defensivas, dotadas de empalizadas, puertas y torres, máquinas e ingenios de asalto, etc., hasta llegar a los físicos o médicos de nobles y del propio rey. Sin duda estos protomédicos irían equipados de botiquines de campaña, con rudimentarios medios, de probada eficacia o manifiesta ineficacia, y por añadidura con un abastecimiento de remedios y plantas curativas, raíces, hojas, flores y semillas. Sin tener noticia contrastada, aún, imaginamos sus carretas y carromatos como enfermerías y boticas ambulantes, plagadas de elixires, ungüentos, pomadas, emplastos, destilados… y hasta recipientes para criar sanguijuelas, sierras, escarpelos y fierros de cauterizar, para atender a los horrorosos hospitales de campaña. El comercio, e incluso tráfico de plantas, por Europa, por el Mediterráneo (con los fenicios yendo y viniendo desde el siglo VI a C., hasta Gades) y sus extensiones por el cercano y hasta el lejano Oriente, sería objeto de otra intrincada deriva. Enlazando lo anterior con la etnobotánica y la farmacia medieval, podría avalar el postulado de que esas farmacias ambulantes, per se, o por aditamento y en complemento, fuesen también el germen de plantaciones salutíferas, es decir de esporádicos o efímeros hortus sanitatis ambulatorios, como incipientes o posibles precursores de huertos hospitalarios estables. Las plantas simples y curativas cobran difusión con la contribución, un poco posterior, del gran viajero segoviano Andrés Laguna, con la traducción del Dioscórides griego. Otra nota la aporta el hospital más antiguo con uso ininterrumpido en España, el que funda Arias Dávila en la ciudad, en época de Enrique IV, del que suponemos asociado a un jardín hospitalario propio, como el de otros hospitales antiguos segovianos. La ciudad alta murada, conocida como la roca, irá reescribiendo en su piedra caliza la historia de sus proto-huertos celtíberos, de los horti romanos y visigodos, de los huertillos y hortezuelos musulmanes, de las huertas mozárabes seguramente presentes, aceptándoles por lo expuesto, en todo o parcialmente, como posibles jardines medievales, participando de los mismos emplazamientos, al menos en algunos de ellos, con superposiciones, reemplazos o someramente retrepados sobre los restos de otros primigenios. Una cierta constante en jardinería tiende a comprender la permanencia del lugar ajardinado a través de los tiempos, en emplazamientos especialmente idóneos, utilizados continuadamente para este fin, y preservándolos vacíos. Volviendo al principio del capítulo se propone reconsiderar la verosimilitud de las descripciones literarias y de las imágenes y miniaturas medievales de jardines. Basculando entre iconicidad e imaginación, entre lo real y su representación, en una cosmovisión mágico-religiosa del universo, y hasta no contar con exhaustivos 62
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estudios arqueológicos, palinológicos, documentales críticos y otros, integrados en la restauración de jardines históricos, es harto difícil discernir qué de cierto tienen aquellas fuentes, qué es invención; el ingenio y sutileza del hombre medieval no debe ser desdeñado. Frente a lecturas cándidas sobre su aparente ingenuidad, en lo tocante a la manera de contar o representar gráfica o pictóricamente fragmentos de sus vivencias y hechos materiales, quizá tendríamos que adentrarnos en sus profundos significados y secretos, muchos pendientes de desvelar. Como muestra presentamos los jardines que promueve y auspicia don Pedro I (1334 - 1369), con uno de sus esponsales en Cuéllar, tanto en los Alcázares sevillanos, como en Tordesillas o Astudillo. Son de clara filiación nazarí y están emparentados con jardines almohades hispanos, como el de la Casa de Contratación sevillana. Estos jardines de crucero, de planta rectangular, con acequias en cruz, cuarteles rehundidos con plantaciones de naranjos, así como otros jardines con pabellones o quioscos, con estanques y macizos vestidos con plantaciones sofisticadas, ponen a Castilla en trato directo con Asia, reproduciendo miméticamente elaborados y sutiles jardines de raíz oriental en estos pagos. (SANZ BELLOSO, 2013). Los jardines en alto, junto con sistemas de riego en elevación, o con acopio en aljibes situados a cotas superiores, son los del castillo-palacio de época medieval de Olite, en Navarra, dan testimonio de unos pensiles nada sencillos ni convencionales, con estructuras que los soportaban y elevaban hasta los salones palaciales más altos; acoge a su vez unas salas con yeserías mudéjares, con motivos geométricos y vegetales, similares a los de la misma época en Segovia. 2. La fuente de la vida Centrándonos en el ámbito segoviano, y en la tarea de localizar jardines medievales, vestigios, referencias, relatos o imágenes, nos encontramos con el cuadro notable de la Fuente de la Vida, de la Gracia, o el Triunfo de la Iglesia sobre la Sinagoga, en la propia Catedral de la ciudad. Esta obra es una de las dos copias, en una versión ya del siglo XVI, de un cuadro flamenco que está en el Museo del Prado. Existe otra copia de Cristóbal de Velasco, también del siglo XVI, en la ciudad americana de Ohio. El original fue posiblemente encargado por don Juan II, y más tarde donado por Enrique IV al Monasterio de El Parral. La pieza medieval es una tabla de gran belleza y perfección, y ha sido objeto de reiterados estudios, suponiendo que se trata de un genuino pinsel de Flandes. Nos competen ambas al observar como en la banda central se representa una pradera medieval de primor, un prototípico césped simbólico con flores. Tratándose de una obra muy compleja, polisémica y con mucha información, creemos que con una renovada mirada se podrán obtener nuevas claves iconográficas, en concreto respecto a su interpretación espacial (FRANSEN, Los estilos históricos del jardín y Segovia
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2012). Otra de las cuestiones que realzan su importancia es su conexión con el gran políptico de la catedral de San Babón de Gante, de Jan van Eyck. En contraposición a esta, en la que el relato se posa sobre un campo abierto detalladísimo, la Fuente de la Vida encuadra los personajes y las situaciones en una arquitectura formal dividida horizontalmente en lo que los especialistas denominan registros. Aquí nuestro primer jardín medieval en Segovia, por orden de aparición, como gran ventana a la pintura de los Países Bajos, y a la aparición de la idea de paisaje, en pre o proto-paisajes medievales en la historia de la jardinería, a la que nos volveremos a asomar con el retablo de alabastro policromado de la Cartuja del Paular, en Rascafría, hoy en Madrid pero históricamente de Segovia. 3. Pasado forestal, hortelano y jardinero Desde la fotografía histórica se logra un acercamiento a las huertas de la ciudad y los ambientes semi-naturales y semi-rurales, a sus barrios bajos y arrabales localizados en los cauces del Clamores y del Eresma. Una de las intervenciones precedentes hablaba de árboles antes que jardines, en un pasado eminentemente forestal y arbóreo. No tendríamos que pensar que los jardineros que plantaron los horti romanos, de las edificaciones excavadas en el casco urbano, fueran inferiores en pericia a la de los artífices que dibujaron con teselas excelentes motivos geométricos y vegetales en mosaicos. Tampoco menos hábiles que los artífices del propio Acueducto, con su canal vivo. La escalinata localizada en los estratos inferiores de la denominada Casa Mudéjar, predispone a imaginar una escena urbana de cierto porte y, conociendo cada vez mejor la jardinería romana tras renovadas aportaciones, nos podríamos inclinar a ver factibles huertillos y hasta horti como jardines notables segovianos de época romana, aunque esta es materia para otros especialistas. Huertas en los valles y cercanas a la ciudad, en la medida que se podían aterrazar las laderas y protegerse de las crecidas, serían fuente de recursos hortofrutícolas desde muy temprano. Vistas fotográficas antiguas, en blanco y negro, del barrio de repoblación en torno a San Millán, con el reacomodo de parte la aljama morisca, darían fe de esa tradición. Las huertas actuales en la ribera derecha del Eresma serían la constatación de ocupaciones, a los pies de roquedales cretácicos, con sus manantiales, desde época prehistórica, ¿qué quedará presente del pasado medieval? Imágenes que se nos antojan como capturas de buena parte del hálito esas épocas, placas de tiempo detenido. La moda de la estereoscopía de finales del siglo XIX y principios del siguiente, a partir de una toma de Clifford, dejaron testimonios de un Alcázar con laderas peladas, muy distintas de la situación actual. Las faldas de la fortaleza y el valle del arroyo Clamores, sorprenden en estas vistas por su desnudez. Mantener los entornos 64
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de las inmediaciones de una plaza fuerte diáfanos, exentos de árboles y arbustos, no se justifica tanto por criterios de visibilidad defensiva, cuanto por estrategias militares para privar al asaltante de madera y leña, en un control de la vegetación radical, como política de tierra quemada preventiva. Con estas materias leñosas, los ofensores podrían calentarse, abastecerse para múltiples necesidades, construirse su propia cerca o empalizada defensiva, armar ingenios y escalas de asalto, y juntamente se evitaba que se prendieran fuegos que ahumasen a la población sitiada, o lumbres en oquedades bajo las muralla con las que arruinarla, en una variedad de los trabajos de zapa y minado. Los cerros, tesos, motas, etc. de enclavamientos de castillos, como en Gormaz, se siguen mostrando con pendientes ralas. Lo medieval en jardinería enlazaría la Antigüedad, en un extenso periodo de transición, con procesos de absorción, incubación y propiciación del renacer general de la Edad Moderna, dejando un marcado carácter en esta ciudad, que perdura, y se palpaba aún en los registros fotográficos iniciales. 4. El tiempo. El paso y peso del tiempo El factor que valida, sirve de aglutinante y que en definitiva constituye la materia esencial de un jardín es el tiempo, según Leandro Silva (GÓMEZ MUNICIO, 2002: 126). La forma actual de la ciudad es consecuencia de elaborados procesos de formación, consolidación, fijación, transformación, cambio, reedificación… La jardinería como una más de las manifestaciones culturales de la ciudad histórica, formando parte de esos fenómenos urbanos, como testificaciones físicas de su vida y evolución, ayudaría a comprender a todo el núcleo urbano, sus arrabales y entornos, con huertas y monasterios como un paisaje cultural, siendo en su conjunción un único bloque en el que todo se relaciona. Desde nuestra atalaya conceptual, dotada de potentes herramientas de estudio y análisis, integrando las nuevas ciencias medio ambientales y de la ecología, podemos comprender mejor como una ciudad-aldea. Como todas las de Castilla y sus extremaduras, constituían un organismo en íntima relación con los campos y pueblos circundantes; ciudad no por oposición a lo rural, sino complemento, extensión o condensación de lo campestre, en una larguísima Edad Media. Es el tiempo quien pudo acrisolar, decantar, estratificar y modelar, casi con la forma que nos ha llegado a nuestros días, y más palpable hasta los años sesenta del siglo pasado, la ciudad medieval. Una visión global, desde lo territorial, la enclava como nódulo de alta complejidad y mayor elaboración, dentro del entramado viario de redes camineras, cañadas reales, cordeles, caminos de herradura, sendas y veredas, en las que otras localidades, sexmos, pedanías… quedan en íntima conexión, mediante estrechos lazos de intercomunicación con los barrios, parroquias y colaciones urbanas y periurbanas, con todas sus tierras, Los estilos históricos del jardín y Segovia
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pastos, dehesas, ejidos, baldíos, brañas, matas, rasos, campos de pan llevar, alamedas, riberas, etc. Con un campo todo él puesto en producción, con una variedad de propiedades muy amplia, incluidas las manos muertas, y con una visión que al uso diríamos, anacrónicamente, sostenible. Todos los factores que atañen a los hechos anteriores, tendrían un cometido y finalidad, así se atenderían y cuidarían, gracias a una serie de experiencias verificadas a través de los siglos. Los montes estarían perfectamente controlados, como limpios montes huecos o como densos bosques, al igual que los ríos y arroyos, junto con sus márgenes y tierras asociadas. Lo patrimonial compete a todo lo detectado y aprehendido, incluido en las haciendas, con sus tierras y cultivos, de tal suerte que integrarían todos aquellos recursos capaces de producir cualquier tipo de bienes: vegetales, animales y minerales. Como muestra se tendría la de una gran casa o linaje, que poseería extensos dominios rurales, incluso sobre aldeas o pueblos, bosques, todo tipo de campos, pero también sus casas palacio urbanos, con sus corrales, huertas y jardines. Estos últimos serían una parte más, dentro del mundo vegetal, objeto de atención y esmerado tratamiento. Diríamos que bajo una única mirada, la del cabeza de familia, estaría asumida una amplia geografía con patrimonio heredado, a consolidar, acrecentar y transmitir a sus descendientes, en conocidos procesos de extracción y acrecentamiento del poder y el patrimonio. Los intereses e intenciones sobre los jardines en ciudad, como bienes patrimoniales no se distanciarían de los que se tendrían sobre los de unos pinares en Cuéllar, por poner un caso, dentro de una idea del territorio con posesiones estratégicas, como ecosistema diverso, complejo y en equilibrios regidos por una tradición de acreditada validez. Caso aparte, y que creemos novedoso en su referencia, es el de la propiedades del Concejo, los bienes de la Ciudad y Tierra, y por tanto comunales o comuneros, entre los que se encontraban incluidas dehesas, de alguna manera ciertos derechos y privilegios sobre leña y madera de los bosques de Valsaín, y varias casas en el casco urbano. Casas que contarían, algunas al menos, con huertillos o rincones ajardinados, pudiendo convenir que se trataría de recintos-huertos-jardines «comunales». Los Montes de Valsaín ocuparían el más alto estadio de desarrollo vegetal en su vertiente forestal. Pinares de caza y solaz, con los de las Muy Ricas Horas, que serían el exponente más agreste y selvático de todos los escenarios vegetales de recreo real, y por tanto, en el otro extremo respecto de los jardines urbanos, pongamos por caso de Enrique IV, estarían las Matas y Bosque Real de Valsaín, en cierto modo revelado como «proto-jardín forestal». Con uso además ininterrumpido, se erige como paradigma de la gestión de un paisaje cultural de primer orden. Este espacio sumamente complejo alumbraría en él, y en lugares cercanos una cuenta de jardines históricos notabilísimos: los de la Granja de San Ildefonso, los asociados al palacio de Riofrío, los de Robledo, y los desaparecidos de la Real Casa del Bosque de Valsaín, con traza de Felipe II. 66
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Todo eso solo se pudo conseguir y mantener durante muchas centurias, sin cambios apreciables, en una integridad rigurosa y tenaz. Este modelo se quiebra y comienza a desaparecer a mediados del pasado siglo. En él la jardinería sería una de las expresiones, más cercana a las manifestaciones culturales, a lo culto cultivado, frente a lo más agreste y natural, o lo no culto pero igualmente en cultivo, en lo culto del agro, la agricultura, como polos basculantes, pero no independientes, ni contrapuestos, ni ajenos a un todo que participaba de una realidad «medio ambiental» organizadora, de honda raigambre agropecuaria. Las leyes de formación, de asentamiento, de organización y tipo de operaciones urbanas de la ciudad medieval escapan a cualquier aproximación reducida. (ASENJO GONZÁLEZ, 1986; RUIZ HERNANDO, 1982). Sí hay que mencionar que existían, que eran precisas y detalladas estas leyes y que, por ellas, se consiguieron conjuntos gratamente entretejidos, a escala humana, y con una variedad de recursos compositivos, espaciales, tipológicos y morfológicos que, con algunas deficiencias relativas a la salubridad o rigidez, reúnen un compendio de soluciones capaces de crear un asentamiento cabal para la vida de las personas, propiciatorio de sus relaciones y su perduración. Enclaves medievales como Sepúlveda o Pedraza siguen funcionando como atractivos modelos de civilidad. Bien es cierto que la sociedad medieval podía ser agriamente cruel y reiteradamente violenta, pero incluso en ella los jardines eran recintos indispensables. Las fuerzas de cohesión, trabazón, yuxtaposición, compactación, adensamiento, enganche, hilazón y otras, fueron de tal naturaleza, sobre todo por la duración temporal, desde su génesis, con su reglaje y normalización y con una secular observancia, que determinaron una forma de ciudad nítida, precisa y difícilmente alterable. Así se evidencia en las vistas aéreas modernas a color de Segovia, en las que emergen manchas verdes en sus manzanas y patios interiores. La imagen paradigmática sería la del conocido Vuelo Americano de 1957. Sin reseñables procesos de destrucción de edificios singulares y de parte de la trama urbana, con una somera renovación del caserío tradicional, careciendo de ensanches y crecimientos, observamos, en lo fundamental y en muchas zonas concretas, una singular ciudad medieval, con lugares ajardinados, que aparecen fijados en zonas, manchas o puntos en casi un tono negro. Al colorearla se resaltarían un ingente número de geometrías verdes dentro de la muralla, y su perímetro inmediato, de disímiles dimensiones y contornos, aisladas o agrupadas, pertenecientes a las huertas y jardines del caserío, palacios, edificios religiosos, hospitales, plazas, calles, paseos y alamedas. El concepto relativamente moderno de paisaje cultural se haría extensible a la agrupación de la ciudad histórica, como conjunto histórico o ciudad patrimonio, con todo su territorio circundante, huertas, alamedas, riscos, lastras y otros suelos. La Los estilos históricos del jardín y Segovia
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sociedad medieval coordina, cohesiona, y ensambla el poder civil de nobles con el real, el religioso y, en este caso, el comunal. Los ciudadanos no se sienten parte de esta tela, sino que son telar y tejedores consustanciales, en colaboración y trabajo acompasado, pican montañas para de las canteras horadadas sacar prismas con los que levantar alcázares y catedrales. Canteras que, como vacíos generados antrópicamente, van a posibilitar componer masas pétreas en nuevas geologías, como contra-geologías que retan a la gravedad y a la entropía natural. Extraer volúmenes de un lugar para con ellos reconformados, crear nuevos espacios, abiertos o cerrados, de poderosa y desafiante presencia contra el cielo; excavar para alzar con materiales, generalmente provenientes del mismo sitio y entorno. El paisaje modificado y redefinido con materias del mismo paisaje, ilustrándolo con los vaciados del foso del Alcázar y de los picados de los aterrazados de sus laderas, como canteras de las que nutrir las fábricas de los lienzos de sus muros y torres. La proa de la roca, se irá retallando a lo largo de milenios; incluso algún apoyo rocoso de la fortaleza se labra imitando hiladas de sillares, como si se tratase de una intervención o performance de un artista conceptual. Castillo alcazareño de piedra, cal y canto, enclavado sobre la peña, piedra a piedra montado encima, emergente e integrado en ella, con laderas igualmente intervenidas, con unos juegos de muretes zigzagueantes, de planos quebrados formando terrazas superpuestas en sucesión ascendente. Operaciones que se nos antojan como una virtuosa labra escultórica del paisaje, a manera de un land art trouve, en felices ejercicios prácticos de escultura al aire libre, sobre todo medieval; además de poder albergar huertillos o jardines secretos. En una fotografía aérea que enfrenta el Alcázar, con la Catedral detrás, y la Sierra nevada al fondo, se condensa buena parte de lo anterior, y a la que habría que añadir, para comprender su origen geológico, las canteras cercanas de las que se obtuvo toda la piedra. Con los vacíos de esas explotaciones extractivas se erigirían grandes edificios, en una «supra geología» vertical, con las manifestaciones respectivas del poder real, el poder religioso y el de las fuerzas sociales (intuyendo la Plaza Mayor con su concejo), en apiñada reunión. 5. Croquis, esquemas y otros dibujos Diferentes lecturas fueron requiriendo de la ayuda de algunos esbozos, rasguños y bosquejos de las cosas que iban vislumbrando o entreviendo. Con ellos hemos intentado informar algo parecido a una reconstrucción de la evolución del paisaje, no desde sus orígenes prerromanos o posteriores, sino desde finales del siglo XI, que dan fe de una parroquia de San Miguel, en lo alto del poblado, que comenzaba a 68
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emerger de la mano del monarca de las grandes repoblaciones, en un paraje agreste, con vestigios de pueblos anteriores, pero sobre todo rodeada de viñas. Viñedos con factibles emparrados que como proto-paisaje darían la nota clave para los siglos futuros, en una ciudad cuajada de vides, parras y emparrados. En la vid, la uva y el vino se deposita una buena porción de nuestra cultura grecolatina y las costumbres y necesidades de todo el Mediterráneo. Pan, aceite y vino. El vino como medio energético, pieza clave de la dieta, fuente directa de calorías, combatido eficaz y asequible contra el frío, agente socializador, bien o recurso económico, de comercio, cambio y sisa. Las primeras colaciones emprenderían las faenas de domesticar sus entornos. Aparecerían los primeros corrales, huertos, y zonas con frutales y parrales, al igual que cementerios en atrio o aledaños a ermitas y parroquias, con plantas y árboles de fruto y sombra. La destreza de hortelanos, plantadores, injertadores, podadores, y afines, propiciarían que algunos de esos hortezuelos tendiese a su disfrute como jardincillos. Aquí, la circunstancia extraordinaria del canal abundante del Acueducto, atravesando la ciudad, impone unas dinámicas únicas y propias, y con sus distracciones, mercedes y derivaciones, se establecen unas pugnas y tensiones, en un recorrido lineal, sobre los posicionamientos físicos y los derechos sobre el uso y disfrute del líquido vital. Contigua a la plaza de las Arquetas se situaron los palacios del rey y de la reina, en época de Enrique IV, con sus patios y jardines, sobre unas casas palacio precedentes, y estas con sus patios y jardines propios, casi con toda seguridad. Recurriendo a las indicaciones que nos dan los geólogos especialistas, se conoce que la lastra central en la que reposa la ciudad no cuenta con apenas retención. Sin existir estratos inferiores arcillosos, o niveles de roca más compactos y sin fisuras ni fallas, el agua de lluvia se pierde indefectiblemente hacia abajo. Algo de ella resbala en escorrentías por las laderas, en desigual grado saturadas y una pequeña parte se puede recoger en aljibes y cisternas estancas enterradas. El fenómeno de disponer de agua, no solo para consumo humano y animal, sino para el riego de vegetales, desde albercas, pilas, piletas o pilones, en fuentes con pilares y arquetas con tornillo será posterior (ASENJO, 1986), al menos documentalmente, derivados el resto de los suministros del agua del canal romano. Los huertos y jardines, sobre todo en cotas altas del núcleo, dependerían de una concesión de una parte, seguramente no continua ni excesiva, en alternancias o turnos con otros, de dicho curso hídrico enterrado. Posibles dobles vidas, o triples, del agua serían las habituales, pasando de unos usos primeros y principales a otros secundarios y subsidiarios. En esta composición de las formas de los lugares se evidencian otras circunstancias que por no más imprescindibles resultan más evidentes. Las actividades cotidianas, domésticas, de relación, de reunión, en fiesta o liturgia, y casi todas las Los estilos históricos del jardín y Segovia
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demás vienen realizándose en lugares o espacios preferentemente horizontales, desde las ágoras griegas, los foros y basílicas romanas, las plazas mayores de aldeas y pueblos, campas, campos de justas… Elegido el lugar, o bien es el lugar el que elige a sus moradores se procede, si es preciso, se le labra un recipiente contenedor, se excava y terrapleFig. 1. Esquema de la ermita de San Miguel rodeada de viñas na hasta hacerlo suficientemente cómodo, es decir plano y con la menor pendiente posible. Las casa igualmente se levantan con suelos y forjados horizontales, mínima pendiente, con similares procedimientos. En lugares escarpados y laderas es incuestionable que la obtención de niveles planos se efectúa picando y rellenando; repicando la roca para aterrazarla y terraplenarla, en innumerables recintos llanos, entrelazados, superpuestos, maclados, en sucesión, escalonados… Una ciudad subterránea habla de estratos geológicos y de una continuada superposición de ciudades históricas, resueltas con planos horizontales, en una labra laboriosa de la roca (PÉREZ; SANTOS y SANTOS, 2011: 127). El caserío y edificios exigieron de trabajosas explanaciones (Fig. 1), a veces de rellenos ingentes, compactados y afirmados, como fundaciones de aquellos; en paridad muchas plazas y algunas calles. Sustrato lítico tallado, picado y retallado incesantemente, en el que un sinfín de peldaños y escaleras salvan y cosen vías, terrazas, plazuelas, etc. (Fig. 2) Diedros y triedros orientados en todas Fig. 2. Esquema de aterrazamientos por desmontes las direcciones, obtenidos y picado de roca. por desocupaciones activas 70
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de la materia y completados por cuñas confinadas por muros y rellenadas selectivamente. (Fig. 3) Los jardines a su vez, y de igual manera, se colocan sobre plataformas artificiales, como grandes recintos o jardineras quizá por vaciado de la caliza, y en terrazas alzadas y rellenadas con parte del sustrato picaFig. 3. Esquema de desmontes y rellenos con terraplenado. do. Arriba la capa de tierra fértil sería mínima o inexistente, con guijarros o fragmentos de rocas calcáreas, quizá algunas zonas se fuesen colmatando con el abono sobrante de los corrales (en solares y descampados intramuros cercados, habituales en ciudades medievales) de las caballerías, que serían importantes, y de ganado vacuno y ovino, a resguardo o estabulado, a esto se sumarían los desechos y detritus de diversa procedencia y su suma daría lugar a vertederos y a capas de material heterogéneo apisonadas, por el paso y tránsito o compactaciones, que en oleadas de materia en incesante producción, e inopinadamente, rellenarían grietas, hoyos y baches. Los jardines, huertas y huertos, en la ciudad alta se aprovisionarían de copiosas e interminables cargas de tierra, gravas, cantos, etcétera, para poder darles sus formas reales y soportar su cultivo. El barrio románico de las Canonjías expandiría el campo de estudio hasta lo impensable. Al igual que los restos románicos que ve Antonio Ruiz en obras y remodelaciones (ZAMORA CANELLADA, 2010) en episodios arquitectónicos con aparición de fragmentados románicos, y por analogía, cercanos ellos, agazapados abajo y guardados por capas de historia, en una suerte de tell arqueológico, Fig. 4. Esquema con plataformas, elementos subterráneos, hidráulico y jardines en caja. los restos de los jardines meLos estilos históricos del jardín y Segovia
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Fig. 5. Esquema de un inmueble con terrazas, excavaciones, rellenos, muros de contención, aljibe y cajeados para huertos.
dievales están igualmente allí depositados. Según su posición y ocupación de lugares sugerimos varios tipos de jardines: adosados a la muralla, por fuera y a sus pies; interiores, de arrimo, pegados a ella por dentro y encima; interiores, dentro de manzanas o tocantes a su perímetro; internos, alojados en patios de edificios y seguramente otros por investigar.
6. Cartografía y planimetría Para acercamientos gráficos a una jardinería medieval de cierta precisión nos limitaremos a muy pocas referencias. El plano en planta del monasterio de época carolingia de San Galle ha venido siendo diseccionada recurrentemente en la Historia de los estilos de Páez de la Cadena citado. Fariello en su obra mencionada da su ver-
Fig. 6. Esquema de sección por una calle de las Canonjías, con sistema de patios, terrazas posteriores con huertas, sistema hidráulico y perfil geológico.
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sión ideal de un jardín prototípico medieval, aunque seguramente no se pueda tomar como modelo de referencia, por su regularidad y perfección. Se conocen algunas imágenes y un grupo reducido de estudios relativos a sistemas hidráulicos medievales, siendo el más conocido el de la catedral y convento de Canterbury. Fig. 7. Plano del entorno urbano del Colegio de la Compañía de Jesús y el de Niños de la Doctrina en Segovia. El resto de documentación histórica por interpretar se encontraría en los estudios y seguimientos arqueológicos de todos los solares de esa época que se hayan documentado. Habrán de ser los expertos, integrados por equipos de arqueólogos especializados, documentalistas y otros investigadores, que con el rigor oportuno, abran estos fondos históricos a los círculos de expertos y los divulguen en ámbitos más generales. La arqueología de jardines lleva funcionando en otros países europeos con comodidad desde hace unas décadas. Estudios de resistividad, de georradar, excavaciones con estudios palinológicos y carpológicos y seguimientos específicos de sistemas y elementos hidráulicos, deberían estar prescritos en toda restauración arquitectónica, que estaría incompleta sin la afección sobre los espacios libres y vacios, con someros restos ajardinados, o con jardines replantados. Para este trabajo se han localizado dos planos en el Archivo de la Real Chancillería de Valladolid. Al respecto se presentan un dibujo de las propiedades de los Jesuitas en el casco urbano como una mera llamada hacia un estudio riguroso sobre el desarrollo urbanístico de esa manzana, con estrechos callejones y huertas interiores1. La segunda planimetría, jugosísima, es un plano de una casa y jardín junto a la muralla y el acueducto de Segovia2, con doble acometida, o merced, desde el canal del Acueducto, y un preciso detalle de las líneas de agua, en rojo, hacia 1 Archivo de la Real Chancillería de Valladolid. Plano del entorno urbano del Colegio de la Compañía de Jesús y el de Niños de la Doctrina en Segovia. ES.47186.ARCHV/7.6//PLANOS Y DIBUJOS, DESGLOSADOS, 531, Plano de 1663. 2 Archivo de la Real Chancillería de Valladolid. Plano de la casa y jardín de José López Pantaleón, situada junto a la muralla y el acueducto de Segovia. PLANOS Y DIBUJOS, DESGLOSADOS, 296. Plano de 1826.
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Fig. 8. Plano de una casa y jardín junto a la muralla y el acueducto de Segovia.
lo plantado, fuente octogonal, pila y depósito de las aguas sobrantes; dobles y triples vidas del agua. Es un diáfano exponente del binomio huerta jardín, según se representan los diseños y cultivos de sus arriates, aquí señalados como jardín. Siendo ambos planos modernos sirven para impeler estudios que rastreen su pasado, sus antecedentes, en la idea repetida de una tradición en dejar verdes los lugares que siempre lo fueron, con todas las excepciones posibles. Si un recinto histórico ha llegado a la actualidad desocupado, es muy posible que lo estuviese desde muy antiguo, o desde un principio, o eso nos gustaría creer. Sin desmerecer, se puede amortizar o demoler una construcción o parte de la misma, en cualquier momento, y por necesidad o capricho, plantar un jardín; lo que con las herramientas y campos del saber también se lograría establecer en algún grado. 7. Orlas vegetales Empeñados en seguir buscando jardines se recurre a disciplinas tangenciales pero de posible utilidad, se examinó un manuscrito medieval custodiado en el Archivo Municipal de Segovia, un privilegio rodado de Enrique IV. Este monarca a la vez que planifica palacios, suponemos que con sus huertos y jardines, como el de los Leones, en San Martín, promueve la iluminación de manuscritos. La escuela de miniaturista es la de Juan de Carrión, artista que vería, en sus visitas a la corte, ciertos lugares ajardinados, o huertas, a la vez que procede a decorar 74
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las orlas vegetales de su rey, con motivos vegetales típicamente jardineros. Pero no solo eso, sino que recrea un perímetro vegetal, con plantas y animales, en repertorios habituales como al ballestero, el oso, las aves, etc. En la parte inferior una rúbrica o galanura deja semi-abierto el rectángulo florido. Por un momento damos rienda a una mera especulación imaginativa, o breve ensayo experimental: Lo que se podría ver, relajando la mirada, en una especie de analogía, sería un jardín cerrado por un seto vivo, en espalderas, celosías, o enrejados, con hojas, flores y frutos en composiciones entrelazadas, con seres vivos cazando, jugando y Fig. 9. Orla vegetal de un privilegio rodado de Enrique IV de 1467. mirándonos. Las propias letras en renglones funcionarían como surcos plantados o rastrojera. La letra central iluminada, en azul ¿una alberquilla? Y en estas simulaciones: ¿tendría algo que ver, consciente o inconsciente, con los jardines reales coetáneos? La representación formal, visual… de orlas vegetales en iluminaciones de pergaminos medievales podría estar o no en relación con los jardines que se estuviesen plantando en la época. En todo caso habría un sincronismo temporal, entre escritores, iluminadores y jardineros. Aportamos en un soberbio documento con miniaturas de inspiración orgánica botánica. Un privilegio rodado de Enrique IV (F9) por el que confirma un privilegio otorgado por él mismo, en junio de 1467, en Segovia3, en el Archivo de la Real Chancillería de Valladolid. 3 Archivo de la Real Chancillería de Valladolid. Privilegio rodado de Enrique IV por el que confirma un privilegio otorgado por él mismo, en junio de 1467, en Segovia, por el que las villas de Santoyo, Boadilla del Camino e Itero de la Vega, todas en Palencia, son eximidas de la jurisdicción de las villas de señorío de Castrojeriz (Burgos) y Melgar de Yuso (Palencia). ES.47186.ARCHV/7.5//PERGAMINOS,CARPETA,112,1. 1467-6-22. Segovia.
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Fig 10. Detalle de orla vegetal de un privilegio rodado de Enrique IV.
Otras orlas estudiadas pertenecen a pergaminos del Archivo Municipal de Segovia, en otro privilegio rodado de Enrique IV4, (F11) y a un libro fascinante de la Catedral. Asociaciones y relaciones en periodos de tiempos comunes a diversos oficios y artes, podían favorecer transvases, transferencias o contaminaciones entre unos y otros, incluso de motivos formales y simbólicos afines en sus temas de trabajo. La gran tradición bizantina y romana, se perpetuó, y se recuperaron segmentos de sus programas iconográficos, pasando por los tiempos de dominio visigodo y el episodio mozárabe. Lo que se dio por denominar como mudéjar, hoy en revisión, se pospone. Entrando en un primer estadio o aproximación reproducimos los comentarios de una botánica, Dolores Belmonte, facilitados directamente: La base de los dibujos es siempre la misma, hojas de acanto, con la curiosidad en el segundo documento, de que partiendo de ellas, unas veces surge un tipo de flor por ejemplo peciolada y otras de otro tipo de flor bien distinto, una flor sentada y coniforme. Tratándose de recreaciones artísticas, se evidencian claramente cúpulas basales diversas de los frutos de Fagáceas (roble, encina, etc.); entre las florecillas, las más comunes, son el corazón de Compositae o Asteraceae (como margaritas o manzanillas, etc.) que han perdido los pétalos periféricos y guardan la parte central del capítulo (normalmente amarillo). Salvo algún caso particular solo se puede llegar a reconocer la familia o el género, siendo otra cosa algo aventurado y especulativo. Se podría empezar a verificar que la base foliar en las dos primeras orlas, o grecas, es del género Acanthus tan utilizado en épocas romanas, en todas sus construcciones, pilastras, etc. El pseudocono sito en la axila del acanto no es más que su inflorescencia en espiga al inicio de su desarrollo. De vez en cuando y misteriosamente incorporan, a esas hojas y saliendo de sus axilas, nada menos que los frutos maduros y semiabiertos en cápsula loculicida de una Onagraceae (Epilobium hirsutum). 4 Privilegio Rodado de Enrique IV, 1454. A.M.Sg., Carp. IX, Doc.5. folio recto. Segovia. 76
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Abundan las inflorescencias capituliformes de una Asteraceae (Globularia sp,) además de inflorescencias en capítulo de Bellis sp. (margaritas); cúpulas de bellota de encina (Quercus ballota) y cúpulas de Lauraceae (en concreto parecen del género Cinnamomun pero este es de zonas tropicales). Extrañamente aparecen unas cúpulas con «pelos tiesos» saliendo de ellas que son típicas de algunas Myrtaceas como es el caso del Eucaliptus cuya capsula con hipanto leñoso es aplanada, género que llega oficialmente a Europa en 1860 aprox., con la pregunta sobre qué hacen en este manuscrito medieval unas F11. Privilegio rodado de Enrique IV de 1454. plantas exóticas. Sueltas y de mayor formato surgen flores dialipétalas tetrámeras (y con los cuatro pétalos en cruz) y bajo estos, alternando con los pétalos se disponen cuatro sépalos, un carácter típico de la familia Bressicaceae o antiguas Cruciferae. Otra flor tetrámera y actinomorfa, pero de pétalos cuasi redondos, y con cuatro sépalos alternos, también redondos es típico del brezo (Ericaceae) y este es de climas húmedos, atlánticos o de alta montaña, con cuestionamientos sobre climas, regiones y estilos decorativos, y parece que los artistas se inspiraron en dibujos de estudiosos o láminas de botánicas, en escuelas o talleres de iluminación con amplias difusiones geográficas. Sale por duplicado una flor actinomorfa (simetría radiada) pentámera sin sépalos, solo petaloidea gamopétala (pétalos soldados en la base) hipogina, una Vinca major (Apocinaceae). Otros frutillos redondos pedicelados y péndulos, de superficie lisa y azulada parecen bayas de Mirto. Y por estudiar una flor asalvillada (= hipocraeriforme) con pétalos que se semisolapan helicoidalmente. Estudios sobre decoración y miniaturas son los campos propios y especiales del profesor medievalista Joaquín Yarza. Solamente tras un estudio detenido y profundo Los estilos históricos del jardín y Segovia
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de algunos de sus estudios podríamos intentar entrar en estos «jardines», de orlas y decoraciones vegetales5 y en otros estudios afines6 . 8. Espacios interiores con decoración vegetal: en decoración, geometría o vegetación, al igual que en jardinería La denominada Casa Mudéjar de Segovia, muy próxima a la Plaza Mayor, depara unas decoraciones vegetales que recrean o evocan estancias ajardinadas con bastante verosimilitud. Entre los salones más impactantes destacan los que tienen alfarjes de madera con policromía, con lienzos verticales con zócalos y frisos altos igualmente decorados con refinamiento, organizando estos últimos una especie de banda superior de arrocabes fingidos, representada como una crestería ya gótica, en trampantojos arquitectónicos (Fig. 11). Los techos se ornamentan con un programa iconográfico que explora diferentes representaciones de frutos de granadas, entre hojas de acanto. En la cara inferior de las viguetas se dibuja una guía lineal, a manera Fig. 12. Detalle de una estancia de la de tutor horizontal, o vara de madera, en el Casa Mudéjar en Segovia. que los elementos vegetales de ciñen, sujetan y desarrollan. Las tabicas entre viguetas, en sentido perpendicular a esas, sugieren una vegetación superior superpuesta, con dos órdenes de elementos, de piezas de madera. El motivo continuo que remata los paños perimetralmente es un fino dibujo en gris de unas formas geométricas, con arquillos y palmetas que pueden muy bien representar una celosía con arquillos o crestería. El zócalo original, con formas geométricas, flores y otros motivos decorativos fun5 YARZA LUACES, J. (2003): La nobleza ante el rey. Los linajes castellanos y el Arte en el siglo XV. 6 LACARRA DUCAY, Mª C. (2012): La miniatura y el grabado en la Baja Edad Media en los archivos españoles. Institución «Fernando El Católico». C.S.I.C. Excma. Diputación de Zamora. 78
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cionan como una banda continua, confinadora como tapiz inferior, no solo de protección física de los paramentos, sino de elemento compositivo dentro del juego que se establece con los elementos antes descritos. En un dibujo confeccionado al caso se puede llegar a entender que los artistas han ideado una sala prismática, de techo no muy alto, con una formación vegetal superior que semeja un emparrado, de granadas, con sus varales de guiado y sujeción y plantas entrelazadas en un nivel superior, con colores ilusionistas de fondo realista (F14); esta estructura se apoya lateralmente en una formación en tonos grisáceos, que podrían indicar una greca, celosía o crestería calada de piedra, mientras que el zócalo operaría como cierre inferior del espacio aquí transforFig. 13. Detalle de una sala del Monasterio de San Antonio el Real con alfombras colgadas. mado en la recreación de un lugar exterior (Fig. 12). Lugar sin luz natural que podría recrear un jardín cerrado, con un entoldado superior de plantas, o enramada sobre una pérgola o emparrado, en un recinto enmarcado por muros fingidos, en una estructura tradicional de zócalo o basamento, cuerpo central y remate, este último detallado con esmero y precisión en un delicado trampantojo. Se desconoce el tratamiento original de las bandas centrales verticales, hoy blancas, pero sí las imaginamos con tapices (Fig. 13); un suelo con alfombras, acompañadas con cojines bordados con motivos geométricos y vegetales, o preponderantemente vegetales, pailas con agua y flores, y pétalos, llegaríamos a una factible recreación de un ambiente ajardinado. Un jardín cerrado de placer. La tradición de habitaciones con muros con pintura con motivos campestres y jardineros era muy habitual en la Antigüedad; especialmente en las domus y villae romanas, con ejemplos notables en Pompeya, y desde Bizancio, se sigue igualmente cultivando. Para el historiador Fernando Regueras Grande estaríamos ante unos de los temas recurrentes en el tratamiento Los estilos históricos del jardín y Segovia
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parietal de salas y habitaciones de edificios, ante un thopos de la ornamentación clásica. Según él nos indica se ha localizado un estudio sobre decoración con vegetales en mosaicos romanos, con motivos ligados a la huerta y el jardín, apuntando a un arte musivario que querría tejer alfombras florales, tesela a tesela, como mosaicos a manera de jardines7. Las alfombras de flores vivas son comunes en las tradiciones populares, no solo en las fiestas del Corpus Cristi, sino en otras muchas celebraciones. Tradición esta muy rica y abierta a nuevos campos de estudio desde la antropología y la etnobotánica. Alfombras vivas que Fig. 14. Esquema de estrados y elementos tienen su reproducción en los recudescompuestos de la estancia con alfarje a manera brimientos textiles extendidos sode emparrado de granados: enramada de granados, bre los solados. Alfombras turcas y entrevigado con varales guía, paralelepípedo espacial cerrado, y vista interior en perspectiva. persas que viajan por todo el Mediterráneo y áreas de influencia, y con esas sus motivos decorativos, sus orlas vegetales y sus esquemas o representaciones, simbólicos o realistas, de los jardines de diferentes culturas. La contemplación de estos cuartos medievales con estas claves nos introduce en una interpretación simbólica o alegórica de la arquitectura, generalmente presente en esa vasta época, aquí específicamente «mudéjar». Mundo en el que las configuraciones espaciales dotadas de unas decoraciones, con unos códigos interpretativos bien conocidos, extendidos y asumidos por la sociedad, remitirán a recreaciones de jardines o recintos verdes u hortezuelos de primor, dentro de la vida cotidiana y doméstica. ¿Dónde estar mejor que en un ameno jardín? Se supliría el disfrute de los jardines exteriores, con plantas vivas, en largas estaciones invernales, y con un clima generalmente frío, por otros representados, quizá a su imagen, en ambientes 7 LÓPEZ MONTEAGUDO, G. (2012): In Durii Regione romanitas. Estudios sobre la presencia romana en el valle del Duero en homenaje a Javier Cortes Álvarez de Miranda. Los jardines de La Olmeda. Fernández Ibáñez, C. y Bohígas Roldán, R., eds. Palencia-Santander, 96. 80
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cerrados, resguardados y a cobijo. Es imprescindible vivir los espacios para sentirlos y comprenderlos, siendo necesario visitarlos.8 Perseverando en lo de encontrar jardines medievales regresamos a San Millán, parroquia que puede datar de un asentamiento mozárabe, donde se reubicó gran parte de la morería en un momento Fig. 15. Detalles de piezas de los techos de San dado. En unas dependencias Millán. Página Web de la iglesia: http://www. soterradas se recopilan madeparroquiasanmillansegovia.com/fotos.html. ras de los alfarjes de primeros del siglo XII, que cubrían las naves. Piezas labradas y policromadas de gran valor e interés, estudiadas por Enrique Nuere9 y otros especialistas locales10 . La recreación de cielos en techumbres de salones, salas doradas, en iglesias, en palacios, etc.; ya sean en representación de cielos diurnos o nocturnos, es una de las constantes más sobresaliente, casi una invariante recurrente, del mundo medieval europeo e hispano. Junto con estos, otro género de techumbres se constituye recurriendo a temas orgánicos de tipo botánico, es decir, con decoración decididamente vegetal; siempre con bases organizadoras geométricas, que sirven para armar el sistema compositivo a la vez que el material constructivo. Todos los artesonados, con sus tablas, los que componen el arrocabe, los aguilones, cuadrales… y hasta los aliceres, se tratan con una rica decoración de fundamento orgánico vegetal. Cubiertas plagadas de representaciones del mundo natural verde, muy similares a las de la Aljafería zaragozana o de la Mezquita de Córdoba, y a su vez coetáneas entre sí. Las de San Millán forman la mejor y más extensa colección 8 La Casa Mudéjar, que es ocupada por un hotel del mismo nombre, se revela como una fantástica caja de sorpresas, con otras encapsuladas, que llegan hasta los sótanos, con restos de época romana, y otras singularidades de alto valor patrimonial; se sitúa en el tramo inicial de la calle Isabel la Católica (C. Real). 9 El maestro en lacerías y carpinterías de armar, Enrique Nuere, dedicó un preciso estudio a estas piezas desde su disciplina: Hipótesis sobre la techumbre de San Millán. 10 Se debe a la mano del Arquitecto Técnico Municipal, Valero Herrera, una copia por calco de todas las tablas labradas, y estudios sobre su decoración que aportan datos relevantes sobre otras similares en diferentes lugares de influencia islámica, desde Córdoba hasta el Cairo, partiendo de Segovia.
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hispana, con una factible concurrencia de talleres itinerantes afines, que pondrían en comunicación Segovia con la Quibla de la Mezquita cordobesa, decorada por alarifes o artífices bizantinos, con técnicas y recursos decorativos del mundo romano oriental. Palmetas con arillos, flores de loto, flores tetrapétalas, ramajes, tallos, piñas, etcétera, de un orientalismo innegable se van a poder igualmente encontrar motivos de periodos precedentes visigóticos y mozárabes. Vasta panorámica del mundo decorativo del Mediterráneo con influencias que llegarían desde Siria hasta Persia. Con el Islam se vuelve a organizar un intrincado sistema de interrelaciones culturales, en un gran arco que recorre desde la Península Ibérica hasta el Lejano Oriente, relaciones que afectan a la arquitectura y a los temas decorativos: por inferencia igualmente a la jardinería. Al margen de teorías simplistas, que abogan por una motivación meramente decorativista, como respuesta a una necesidad casi consciente de rellenar los planos de los interiores de las edificaciones, por temor pavoroso al vacío, horror vacui, y de otras que explican lo ornamental como un sistema de meras «pieles» tratadas con formas, letras y vegetales (como una epidermis igualmente ornamental), presentamos, de manera provisional y meramente especulativa en este estadio, otra, más compleja, que podría ser de cierto interés y presunta validez. Conocemos muchos edificios medievales en los que se siguen disfrutando decoraciones parietales con temas jardineros, vegetales, animales y geométricos. Desde piezas del Palacio de los Papas de Avignon como en la iglesia de Santa María de Poitiers, también en Francia, o docenas de ermitas y templos mozárabes y románicos españoles, como San Baudelio, la mencionada de San Cebrián de Mazote y en muchas iglesias de Segovia. Retomando lo relatado sobre los altos lugares de esas techumbres moras y mudéjares, con artesas y las deliciosas familias de lacerías, en fantásticos alfarjes, veríamos en San Millán, por medio de una recreación mental (o por sistemas de realidad virtual), un techo vegetal perfectamente estructurado, a una escala mucho mayor que en los ejemplos mencionados anteriormente; de tal forma que podría simular, creemos, un jardín suspendido, o un cielo ajardinado en un amplísimo emparrado, afín pero diferente de los de la Casa Mudéjar. ¿Jardines en el aire? Presumimos que en absoluto de manera fortuita. Los artesonados jabalconados del Monasterio de San Antonio el Real, y en la línea de lo expuesto, se asemejan más a galerías con enramadas, cenadores vegetales, o pabellones revestidos de vegetación. Las formas de madera quebradas simulan bien arcos mixtilíneos de galerías de verdor, en formaciones, por analogía formal y decorativa, a tramo de túneles verdes. En la sacristía, alfombras de Cuenca, colgadas en las paredes como tapices (Fig. 13), ayudan a crear esta impresión de 82
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ambiente de jardín. Jean Biolostoki, trata de las alfombras de las mil flores, género textil muy querido y difundido en el Medievo (BIALOSTOCKI, 1998). Los tapices que se colgaban, y se transportaban de unas residencias a otras, muchos con relatos silvestres, de caza, con escenas encuadradas en marcos naturales, semi-naturales, o con arquitecturas con fondos paisajísticos. Su conjunción, en unidad, con alfombras de trama eminentemente botánica y de verduras, con techos primorosos como los referidos, sin duda compondrían un posible escenario muy cercano a lo jardinero: al Fig. 16. Detalle de alfarje jabalconado de jardín. Ejemplos de indudable valor, San Antonio El Real, Segovia. como referentes, son famosos los tapices de la dama y el Unicornio, en el Museo de Cluny de París; en ellos bellas imágenes textiles representan fondos con todo tipo de hierbas, plantas singulares, flores y un unicornio con su doncella. La comprensión de estas estancias como recreaciones de espacios exteriores verdes, se apoyaría en mecanismos derivados de la denominada «paleo-psicología». Con recursos de esta índole, tras desarrollar otros científicos del tipo de una «historia comparada» aplicada al arte medieval, desde sus ondas nociones estéticas, se podría entretejer una teoría en la que respaldar estas hipótesis. Se intentaría comprender, desde una aproximación interdisciplinar, la opinión o conciencia que de lo medieval tenían sus sociedades, o cómo veían sus gentes su mundo. Quizá así podríamos entrever, de alguna manera, en estas estancias, qué especiales condiciones se daban, de distinto índole: iconográficas, simbólicas, asociativas, recreativas… Aproximaciones factibles a los procesos de activación de los resortes mentales, por los que sus moradores, creemos, se sentirían emocionalmente insertos en un cuarto escénico natural; rodeados de la naturaleza, o dentro de ella, en épocas en las que el hombre aún se consideraba plenamente partícipe de ella, incluso parte integrante de ella. Los perfumes, esencias y aromas conseguidos por diferentes medios, sin duda, contribuían a resaltar estos efectos, y con los acompañamientos musicales, iguaLos estilos históricos del jardín y Segovia
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les a los que deleitaban los parques y jardines, aún más. Jarrones, búcaros, pailas… y otros recipientes alojarían plantas muertas, y maceteros y centros de flores, incluso guirnaldas y otros trenzados de verdor, más frutas en las más variadas especies y presentaciones aportarían una componente viva y Fig. 17. Detalle de pintura en lienzo con representación de sensitiva nada desdeñable. entrada a un huerto. Anfitriones que en fiestas y veladas podrían disponer de embriagadores vinos y licores y de otras sustancia psicotrópicas en absoluto inocuas. Cortinas, veladuras, telas, cojines, almohadas, muchas con brocados y bordados de temática vegetal, en juegos de penumbras y claroscuros, en presencia de tenues luces naturales, y con velas, teas, candiles y lucernas, harían que la comodidad y la sensualidad fuesen excelsas. Y con la conjunción de todo ello ya no se sabría si se disfrutaría de un jardín, o de un quiosco en él, o de una ambientación cerrada de la casa, de la que formase parte ese mismo jardín o quiosco. En este caso y a la inversa: ¿podríamos pensar que los jardines exteriores fuesen similares a estas salas? Dispondrían con toda seguridad de toda suerte de emparrados de vides ¿y de granados? Con toda esta impedimenta acarreada con lo arriba expuesto, y antes de salir de San Antonio el Real, observamos, en una pared de una estancia, la representación de una puerta con tejadillo, una entrada típica a un huerto-jardín, y a sus lados unas cercas con urdimbre vegetal, al igual como en las miniaturas medievales se señalaba un lugar abierto cercado con platas: un huerto-jardín. En la nave de la iglesia se disfruta, Fig. 18. Detalle de retablo con la escena del Huerto de los Olivos. en un notable retablo «deconstruido», desarmado 84
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y vuelto a montar, una Oración en el Huerto, con la figura de Jesús orando y sus discípulos durmiendo; estando todos, no dentro de un cestillo como parece a primera vista, al ceñirse la escena a una rejilla vegetal trenzada, sino una representación típica de un cierre de un jardín-huerto, el Huerto de los Olivos. 9. Jardines de palacios, de casas fortalecidas y torreadas Actualmente son evidentes las presencias de antiguos jardines medievales en la ciudad. El Palacio de los Rueda, que muestra la torre y puerta medievales, conserva un área posterior, en comunicación con el Corral del Mudo, con zonas ajardinadas como vestigio de antiguas huertas-jardines. Este es un ejemplo no tanto de tenacidad y persistencia del lugar, sino de la más alta mira, clara conciencia y determinación de la familia Cannata, al salvarlo de los turbios procesos especulativos del urbanismo voraz. Se conserva casi intacto no solo el sabor, sino gran parte de la edificación del siglo XV, casi intacta. Un auténtico y maravilloso viaje al pasado. Esta construcción, con su espacio de entrada hoy abierto superiormente, se organiza en torno a un patio de honor, con la torre a la calle Escuderos, y con unos amplios jardines traseros; su conjunto condensa, mantiene y testimonia lo mejor de nuestra arquitectura, con gran parte del sustrato e impronta medieval patentes. Son otros muchos los edificios de similar calidad, como la Casa Museo Rodera-Robles, Casa del Hidalgo, que con otros palacios configuran un paisaje medieval que enlaza con el Renacimiento. Sin poder abarcar un completo estudio urbanístico, manzana por manzana, solar por solar, palacio por palacio, con la inexactitud de la generalidad, y en términos laxos, se vería que muchos jardines de palacios renacentistas segovianos no hacen sino ocupar, parcial o totalmente, antiguos huertos y jardines medievales. En algún jardín se evidencia ya su remodelación renacentista, con elementos ornamentales implantados en espacios luego transformados con estanques y albercas modernas (Fig. 19). Amortizaciones de casas, agrupaciones de parcelas, Fig. 19. Detalle de Jardín de la Casa de los G. Pérez, Segovia.. Facilitada por Antonio Ruiz. reorganizaciones de áreas Los estilos históricos del jardín y Segovia
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edificadas, con sus espacios vegetales interiores asociados en manzanas medievales, y todo tipo de ensamblajes, cohesiones, fusiones y particiones, segregaciones, desmembramientos, lotificaciones…, darían lugar a procesos de transformaciones dispares de los espacios «huecos», con reducciones de su superfiFig. 20. Patio de los Leones del palacio de Enrique IV en cie, incrementos, cambios Segovia. de configuración e incluso su desaparición, por ocupaciones derivadas de crecimientos interiores del caserío, de programas palatinos, de iglesias y conventos. Un ejemplo es el Patio de los Leones de Enrique IV. Lugar abierto con jaulas para fieras, mucho más habitual de lo que cabría pensar en esos tiempos, que se conserva diáfano. Sería otra modalidad de lugar de recreo ligado a palacios reales o de la nobleza, en una categoría de «jardín» de fieras. Otros jardines se completaban con estanques de peces o grandes pajareras de aves raras y exóticas. Este rey utiliza la granada como emblema propio, que aparece en su moneda propia como la divisa real, a los pies del león, en el reverso del maravedí enriqueño. Este fruto se toma como motivo recurrente e imprescindible en sellos, banderas, insignias y en adornos de las arquitecturas promovidas o detentadas por el monarca, como aparece en portadas interiores del palacio referido, en el monasterio de El Parral y en la portada y el púlpito del refectorio del monasterio de San Antonio el Real; otra vez la granada, tan abundante en la Casa Mudéjar reseñada. En el Alcázar se ha procedido a realizar una actuación que consideramos más que afortunada, brillante, al recrear un jardín del siglo XV, de lacerías geométricas de boj sobre base de ladrillo molido. Su diseñador, Carlos Herranz Cano de Rueda, tomó como motivo el artesonado de la Sala de la Galera del propio edificio. José María Avrial fue quien dibuja esta artesa, fechada en 1412, y por tanto se puede determinar que estos jardines aluden a un motivo formal medieval, contemporáneo en su materialización, a los jardines que en esas fechas se estaban plantando. Conocidas restauradoras de jardines, del equipo de Carmen Añón, ha empleado una técnica similar en el Claustro de Nuestra Señora de Guadalupe, monasterio a su vez íntima86
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mente ligado a los Trastámara, en especial a los Reyes Católicos, siendo Isabel hermanastra de Enrique IV. Paredes con pinturas mudéjares se localizan en los interiores de la Torre de Hércules, antes casa fortalecida, con esta imponente construcción, hoy convento de las Madres Dominicas. Los temas representados narran historias de personas con frutas y jarrones, de asedios a castillos, luchas de caballeros y otras con adornos florales y vegetales. Cenefas y otros adornos se dibujan con distintos motivos vegetales, y curiosamente muchas de estas composiciones motean sus fondos con flores tetrapétalas. Flor que es común en el ataurique africano del siglo XII, y que abre la puerta al mundo de Basilio Pavón (PAVÓN MALDONADO, 1980), con su reseña previa por Fig. 21. Detalle de jardines de lazo en el Real Alcázar de Segovia Antonio Ruiz (2006). ¿Son motivos que solo quieren animar el espacio pictórico en rojo almagre? ¿Se trata de florecillas que caen desde arriba? ¿Pueden ser alusiones depuradas no tanto de un fondo vertical, sino de praderas o campos con flores, es decir planos horizontales? Los jinetes en lucha no estarían ante un tapiz o un brocado de fondo, sino peleando en batalla en un campo, con plantas-flores, por las que quedaría indicado y representado, sintética y sucintamente. 10. Jardines de monasterios y conventos Un breve repaso a los conjuntos monacales más importantes de Segovia nos llevó a entrar en claustros y huertas de tiempo detenido (RUIZ HERNANDO, 1997). El acceso al Monasterio de Santa María y San Vicente el Real, supuso el reconocimiento de arquitecturas, juegos de llenos y vacíos, claustros rectangulares con fuente, sistemas hidráulicos antiquísimos… que en común dan testimonio de un genuino monasterio medieval, con privilegios reales muy remotos. La aparición de una de las hermanas, por unos de los zaguanes empedrados, en un frío día de invierno, con una luz raramente tamizada, fue un golpe para las retinas, en un déjà vu, compuso una estampa de esencia decididamente medieval, con un tipo de tiempo muy lento. Los estilos históricos del jardín y Segovia
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El monasterio de Santa María del Parral surge por o través de una parra; planta que hará de los emparrados unos de sus pasajes más gratos y sugerentes. A pie de ladera caliza aprovecha todos los manantiales y veneros: los juegos del agua, en fuentes, pilas y estanques organizan un conjunto iniFig. 22. Plano de planta de San Vicente el Real en Segovia, con gualable; la intervención de trama de claustros, patios y espacios de verdor. Del libro citado Leandro Silva hizo posible de Antonio Ruiz. recomposiciones de sutiles matices y evocaciones en parte de ellos. Una propiedad tan grandiosa, con zonas de valle, huertas en terrazas, paseos a mitad de ladera y monte hueco en lo alto de la lastra, lo convierten en un microcosmos no escaso de recursos. El mencionado Avrial, ilustra todos los grises posibles que se dan debajo de las parras, que enmarcan una fuente y unos personajes pintorescos, componiendo un rincón que resume y compendia lo identitario del monasterio. Regresando al Monasterio de San Antonio el Real ahora nos dirigimos a sus claustros y huertas (HERNÁNDEZ GIL, 2009). El claustro principal de planta rectangular alargada, se reviste de arcos apuntados, más cercanos a un ambiente oriental que a una ascendencia gótica europea, por lo que nos remite a una arquitectura de referencias islámicas. Muchas construcciones musulmanas presentan innegables afinidades con las proporciones, la escala general y sobre todo con los ritmos ojivales de las Fig. 23. Detalle de emparrado en el Monasterio de El Parral de arcadas perimetrales del Segovia. cuerpo bajo. 88
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Entendemos imprescindible el inicio de un estudio coordinado de arquitectura, arte y jardinería con miras a lo estilístico, lo decorativo, lo histórico y documental, así como métrico y modular de una serie de patios y claustros entre los siglos XI y XV, en la PenínsuFig. 24. Planta del Monasterio de San Antonio El Real de Segovia, con trama de los claustros, patios y espacios ajardinables. Del libro de la, tanto en Castilla Alberto García Gil sobre el monasterio. como en Andalucía, Aragón y Murcia, de las otras taifas y de los reinos cristianos ibéricos. A partir de ellos, junto con los correspondientes a otros contemporáneos del mundo islámico medieval, al menos hasta Damasco, pasando por los pueblos norteafricanos, se conseguirían resultados comparativos de gran relevancia. La Cartuja de El Paular de Rascafría, antes en Segovia, y de fundación real afín a la ciudad, ocuparía otra extensa área de análisis. Aquí se dan unas particularidades muy significativas: coexistencia de jardines (huertas) individuales por cada una de las celdas cartujas; la necesidad de un sistema hidráulico excepcionalmente elaborado, diverso y eficaz, para cada celda, y para fuentes, pilas, lavamanos, sierras hidráulicas…: la presencia de importantes estanques de pesca, e incluso de un criadero de galápagos o galapagar; y un gran retablo de alabastro policromado, con viñetas o cuadros enmarcados con fragmentos del campo, en encuadres de lugares naturales, como proto-paisajes prerrenacentistas. Otras persistencias de lo medieval en la vida cotidiana de la ciudad, en proximidad a este texto, se evidencia en la acequia de San Lorenzo, en uso por su comunidad de regantes, que la maneja desde el siglo XV. Cacera que remite a otras muy importantes de aprovisionamiento medieval a la ciudad de Valencia; pervivencia de estructuras hidráulicas musulmanas que aprovecharon a su vez la impronta o subestructuras de origen y fundaciones romanas, como desarrolla el libro Felipe II: los ingenios y las máquinas: ingeniería y obras públicas en la época de Felipe II. Los estilos históricos del jardín y Segovia
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(Organizado por la Sociedad Estatal para la Conmemoración de los Centenarios de Felipe II y Carlos V, 1998) Jardines-huertos medievales, son los de los bancales de la iglesia de San Miguel de Pedraza, en el arrabal de la Villa, con una intensiva utilización de un delicado y frágil sistema hidráulico. Este caso se ha estudiado en una comunicación del Congreso de Historia de la Construcción, que en 2015 se realizó en Segovia (SANZ et al., 2015). Se relatan, con cierta prodigalidad de datos y referencias, los mecanismos medievales de transformación lenta, constante y decidida del territorio, modificando parajes naturales y transformándolos en paisajes culturales, de origen medieval. Sería entonces nuestra responsabilidad estudiar, investigar, inventariar, difundir, preservar y recuperar nuestro patrimonio jardinero histórico tangible, intangible y documental, con muestras tan eminentes como se dan en la ciudad y entornos segovianos. Tabula gratulatoria A Dª. María Jesús Callejo, académica de San Quirce, por su confianza y deferencia en encomendar este estudio. Dirección General de Patrimonio de la Junta de Castilla y León. Delegación Territorial de Cultura de Segovia. Arquitecta Territorial, Dª. Ana Escobar. Archivo de la Real Chancillería de Valladolid. Dª. Cristina Emperador. Dª. Carmen Cuevas y Dª. Ana Tellería. Cabildo Catedralicio de Segovia. Secretario D. José Antonio García Ramírez., a D. José Rodríguez y especialmente a D. Bonifacio Bartolomé. Obispado de Segovia. Delegado de Patrimonio D. Miguel Ángel Barbado, al Subdelegado Diocesano D. Antonio Franco y los párrocos de San Millán, padres D. Jesús y a D. Jesús Cano. Real Alcázar de Segovia. Dª. Blanca Collar de Cáceres y especialmente a Dª. Lucía Herranz de Contreras, y a D. Carlos Herranz por los datos sobre el jardín de lazo de 1412. D. Mariano Gómez de Caso y Convento de las Madres Dominicas de Santo Domingo el Real, por las imágenes cedidas para la exposición. Monasterio de Santa María y San Vicente el Real. M. Abadesa. Monasterio de San Antonio el Real. MM, Superiora, y guías Dª. Mª Jesús y Dª. Mª José. Archivo Municipal de Segovia: D. Rafael Cantalejo, (Director de la Real Academia de San Quirce), y a Dª. Isabel Álvarez. D. Felipe Arroyo, jardinero municipal de Segovia, por el acceso al Monasterio de Santa María del Parral y a Fray José, por la visita a sus estanques, emparrados y huertas. 90
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D. Luis Alberto Martín de Frutos, en los asesoramientos geológicos. D. Giuliano Cannata, e hija, por la visita al Palacio de los Rueda y sus imágenes. BAB. Arquitecto por la información sobre la Cartuja Monasterio de Santa María de El Paular, en Rascafría. Hotel - Casa Mudéjar de Segovia: D. Santiago Calvo y Dª. Raquel Calvo. Dª. Dolores Belmonte por los discretos estudios botánicos iniciales. D. Jorge Soler Valencia. Maestro de agua. Dª. María Asenjo González. Historiadora: Planos de Segovia en La ciudad y su tierra a fines del Medievo. D. Fernando Regueras Grandes, por los «topos» y otras indicaciones. D. Ramón De Blas. D. Pedro J. Cruz Sánchez, historiador arqueólogo con saberes antropológicos. Por sus asesoramientos, indicaciones y su tiempo. D. Miguel Ángel Moreno Asenjo. Especialista en cuestiones segovianas, asesor y colaborador. Por todas sus inestimables indicaciones. Y especialmente a Dª. Alcázar Ruz, con sus conocimiento valiosos de historia y arte, asesora, acompañante, por su sensible sentir, y compartir frío y paseos, y a D. J. Antonio Ruiz Hernando, maestro en las cosas de la historia, y de la vida, y a quien va dedicado lo que de interesante se haya podido decir, en agradecimiento por las horas compartidas, las excursiones y por haber disfrutado de su limpia mirada sobre los jardines medievales en torno a Segovia.
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