UNA AVENTURA INOLVIDABLE Había una vez, una niña llamada Juana, a la que le gustaba vivir muchas aventuras. Un día fue con amiga María a una montaña, donde había una cueva. Se metieron dentro de ella y descubrieron que había un mapa del tesoro. Al día siguiente, fueron las dos amigas a investigar y descubrieron por la zona del dia anterior un estrecho pasadizo. Siguieron caminando y se encontraron un pasillo que daba a la luz exterior. Pasaron unas horas y ya habían andado bastante, pararon a descansar cuando, a María se le subió una serpiente al hombro. -Ahhhhhhhh – grito María desesperada. -¿Qué pasa? - dijo su amiga sorprendida. - Tengo una serpiente en el hombro¡ - exclamo la niña casi sin aliento. -Tranquila, yo te la quito – contesto Juana. Tardaron un buen rato en quitarsela porque necesitaban buscar un palo muy largo puesto que a Juana le daba asco cogerla con la mano.
Continuaron con su camino, escalaron una montaña gigantesca que era de grande mas o menos como un edificio de 20 pisos incluso pelaron contra caimanes hambrientos y a la pobre María, que tenia tan mala suerte, se le rompió la ropa. Pero por suerte, se encontraron una tribu que le prestó un poco de ropa, pero a cambio tenian que bailar samba para ellos. Al rato, se despidieron y decidiron continuar su camino. Más tarde, María y Juana se encontraron un inmenso templo, como las pobres e indefensas niñas estaban cansadas, decidieron descansar en una roca que estaba por lo menos a cinco metros del el. – Si mis cálculos son correctos, el tesoro deberia estar por aquí cerca – dijo Juana muy segura de sí misma. – Genial¡ - le contesto María extremadamente alegre. Pasaron unos cinco minutos aproximadamente, y Juana decidió levantarse para estirar las piernas, sin querer tocó un pequeño botón incrustado en la ropa y se abrió un pasadizo subterráneo. Estaban bajando cuando, la pequeña María resbaló y rodó por las escaleras, Juana, preocupada, decidió bajar las escaleras corriendo para asegurarse de que no le había pasado nada.
– ¿Estas bien? - Le preguntó Juana preocupada. – Si, solo me he hecho unos pequeños rasguños. – Me alegro- respondió Juana, aunque en realidad ella quería el tesoro para ella sola. Las dos niñas miraron a su alrededor y vieron algo resplandecer. – ¡Es el tesoro!- gritaron las dos amigas eufóricas. Abrieron el cofre, y se encontraron un montón de chocolate, se lo llevaron a casa y se lo comieron hasta hartarse. Y colorín colorado, el chocolate se ha acabado y las niñas han engordado.