Problemas fundamentales de la teorĂa sociolĂłgica John Rex
Amorrortu editores Buenos Aires
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'com o destructor da sistemas sociales, sino como algo
que tiene una función dentro de tales sistemas. Sin embargo, aquí hemos sugerido una noción de conflicto que es destructivo, y tiene importancia tratar de deter minar de qué manera se relaciona con la noción que utüisan autores como Coser,
VII
La teoría del conflicto y el cambio sociales
LA EXPLICACION DE C O SER DEL PAPEL DEL CON FLICTO EN LOS SISTEM AS SO CIALES En los últimos, años, la idea de “conflicto’? ha preocu pado cada vez más a los soáólogos~y7cs antropólogos, tanto en el nivel teórico como en el empírica. En. si primero, eso se observa en el resurgimiento dei interés por les escritos de Simmei y en la obra de Coser, que, a su vez, basó sus propias teorías en las de aquél.1 Entrelos antropólogos, Gluckroan ha destacado el papel de), conflicto en las sociedades primitivas 3 y recientemente Bahrendorf ha elaborado una explicación asi conflicto de clases en las sociedades industriales que, sí bien im plica una revisión de Man», está de acuerdo con éste en relacionar el concepto de “dase" can á de con ■ fjicto: ~ también se opone expuestamente aTareíps c insiste en la necesidad de un modelo csofKcíuai para complementar, si no reemplazar, el modelo de acutí da sistema social estable. Pero cabe dudar de que cualquiera de Ser autores mencionados realmente haya llevado sus criticas de la teoria “integracionista” y “{uncionalissa” suficiente mente lejos. El punto de vista del que pasten io indica ei titulo de la obra de Coser Las funciones del con flicto social, que implica la afirmación, que éste hac« explícitamente, de que ei conflicto pot-i- Kstiátarse w 1 C'OSír, T h e F u n etion s oi S o c ia l' C o n fiia /snctoat-j d e l í o n flic to s e c i d , M istes, F.C .E .
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El mismo Coser .establece una amplia distinción entre conflictos auef'no Contradicen ¡os supuestos básicos tebre ios que se fuñoa^la relación” y conflictos “en ios | j \
lores bisicoTícore icTqüe descansa, la. legitimidad del sistema ■social”.4 E! que hemos destacado hasta ahora es. por supuesto, el que conesponde al último tipo, pero por el momento será interesante seguir si análisis que Coser hace del primero. Lo que afirma acerca de éste es que " ja misma es tructura social contiene una. salvaguardia contra el con"ir"5 qua Hestntyfla base consensúa! da la rclaciSn; consiste m la instiíudonaliiaaón j» tolerancia del coíF f!líi¿L 5 Es decir, que entre las expectativa* dé las partes tí encuentra !a de que cierras cuestione.? no pueden considerarse como dirimidas de antemano, y que, cuan do surten, la decisión acerca de ellas y de la conducta :uf- :e permitirá depende del tipo de equilibrio de! po der prevaleciente en el momento. Así. en lugar de las relaciones sociales “instítucionali;’qus reposan tctalraents en normas, como en la •bt's C-: i «• d t >5 imctudonaJiacSáñ misma pucae consistir en permitir que ciertos problemas se as ¿óbri basa d ;' Vétú'Swdo de un conflicto entre 1 - i ''e j'u i palafarás'iJe'Coser,'la emergencia ds ü o r tb í o u e d i d epende” de la relación de equiliro i? n - c c ikaMado. ; votet, ’j f. ei-1.,
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“El conflicto — escribe— ayuda frecuentemente a revjtalizar las normas existentes o contribuye a la emer gencia de otras nuevos. En este sentido, e! conflicto social es un mecanismo para el ajuste de normas ade cuadas a nuevas condiciones. U na sociedad flexible se beneficia con el conflicto porque tal conducta, al ayu dar a crear y modificar normas, asegura su continuidad en condiciones modificadas." 4 Al afirmar esto, Coser llega casi a sostener que las relaciones de poder son el factor básico en las relacio nes sociales y que la estructura normativa es una varia ble dependiente. Podríamos preguntarnos, entonces, si no sería mejor comenzar inmediatamente el análisis de las relaciones de poder o el.conflicto de intereses que estas relaciona; supuestamente dirimen, en lugar de comenzar suponiendo la existencia de normas. Esto es en. esencia !o que ya hemos propuesto, y sus implica ciones serán desarrolladas más adelante, en este capí tulo. Sin embargo, viene ai caso una segunda observación que hace Coser acerca de la destructividad del conflic to social. Consiste en afirmar que la probabilidad de que los conflictos sean destructivos es mayor en grupos sociales en les que “ existe una elevada frecuencia de interacción y de participación oersonal de los miem bros” que en aquellos en los que “los individuos inte grantes solo participan fragmentariamente” . El punto central de la cuestión consiste en que, en los sistemas sociales reales, ¡a existencia de una situación conflictua! con respecto a un objetivo aislado no significa necesa riamente- que e! conflicto desquiciará todo el sistema social. Pero hay sistemas ea los que objetivos y rela ciones no se encuentran aislados unos de otras (por ejemplo, en pequeñas comunidades cerradas) y un con flicto en una esfera particular se dará entre personali dades totales, y no se limitará a esa cuestión concreta. En primera instancia la distinción que establece Co ser parece válida, pues hay sociedades en las que las relaciones están segmentadas o referidas a fines especificos y que tienen problemas totalmente diferentes ce aqueilas en ¡as cuales ias reiacior.es no se hallan espe-
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ciaíizadas y son difusas. Podemos también admitir que. aun cuando en el pnmer tipo de sociedad puede haber un conflicto totai en un ámbito particular (es decir, sin ningún elemento de consenso en la relación parti cular), este conflicto no se difundirá necesariamente ni trastocará todo el sistema social. Pero debemos hacer también otra disdnción por cuanto ias diferentes relaciones fragmentarias pueden no estar relacionadas entre sí de manera totalmente arbitraria o fortuita sino que entre ellas puede existir algún dpo de relación de medios afines. Si se da este caso, es posible que en el sector dominante o último haya un conflicto que se difunda a ¡o largo de toda la cadena áa medios y fines. Este pur.to es especialmente importante en relación con las teorías de Dahrendorí. quien sostiene que los conflictos d i ciases surgen entre quienes poseen autori dad y quienes no ia poseen, y, por ende, pueden darse en cualquier tipo d e institución (p. e;., en ia industria, en ia religión, en la política, etc.). Dahrendorí arguye que el carácter destrucdvo y revolucionario de los con flictos de ciases depende de que éstos se superpongan unos a otros en los contextos institucionales separados. Pero el inconveniente del análisis de Dahrendorí es que simplemente ignora la enorme masa de investiga ciones sociológicas e históricas que demuestran que ios conflictos se difunden de un contexto institucional a otro porque las instituciones separadas se vinculan en tre sí en relación de medios-a fines. Nadie habría su puesto que un sociólogo de !a misma nación de Max Weber pudiera plantear ingenuamente una situación teórica en la cual les conflictos ocurridos en esfera reli giosa no tuvieran ninguna conexión con ios da !a esfera económica e industrial, pues precisamente lo que la obra de M ax Weber muestra, es que dichos conflictos tienen implicaciones en la organización económica, y su observación de que solo examinaba un extremo de una cadena causal sugiere que también suponia que puede darse una relación inversa. Tanto Coser como Dahrendorí, se basan, de hecho, en una situación que no es ea modo alguno ia única posibilidad teórica. La aitemaáva posible respecto de una sociedad en ia oue las relaciones no están segmen-
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tadas puede no ser una sociedad en la. cual todo un conjunto de relaciones fragmentarias varían indepen dientemente unas de otras, sino una en la que ¡a estruc* tura de una relación segmentada está vinculada causal o fundonalmente con otra. For supuesto, no es menes ter afirmar que todas las rekdoaes je ajustan a un
único esquema funcional o a «na única cadena, de me dios y fines. En realidad, parte del peso da nuestro argumento ha sido hasta ahora que puede haber con flictos tanto entre partes de la estructura social como dentro de ellas; pero el concepto de sectores que va rían de manera inconexa, es tan artificial como él de la integración funcional completa. Debemos suponer que los conflictos se difunden en ias sededades segmentadas tanto como en las sociedades r.c segmentada- y estre chamente integradas. Puede haber más odio personal en el último ripo de sociedad, pero eso es otra cuestión. Aquí nos condeme el sistema soda! y no el sistema de personalidad. Esto nos lleva 3 la tercera aíirrnaáón de Coser, que establece que el conflicto reúce a aqueüos que se m ea contra el enemigo común, y que cuando en un sistema sedal hay todo un conjunto de conflictos entrecruzado! un enemigo en determinada situación conñictual puede ser un aliado en otra, lo que asegura la solidaridad social Esto dependerá, por supuesto, de la mecida en que sea verdadero que la vida social se realiza total mente a través de coaliciones s ¡2 h a . Ei modelo del análisis de Coser seeü ei sistema de '‘cabildeos5’ de ¡a poüdca congresal norteamericana. Pero en cambio s á y ;e también d sistema británico bipartito, que muestra que para #1 pueblo británico ei enemigo en un frente lo es también en ¡os otros. Debe observarse que Oiuckman exriend?. esta aíitrtt;!ción ai -ámbito de ias sociedades primitivas, es posibb que en este caso tensa mayo? razón, pues en un ai ve.primitivo puede ser factible comprender ¡as rdadones y actividades sociales como ¿j rígidas hacia ?! lojro Oc una serie de fines discreto: (aunque ésta no es, en ab soluto, la opinión de la antropología. íuncionalista). Pero evidentemente en toda sociedad hay un ¡imite p a « jas posibles combinaciones de individuas que pueden entrar en coaliciones -Jd hoc, y este hecho limita el
principio de éstas como medio para asegurar la solida ridad. Lo que deseamos destacar aquí es que, al oponerse a la idea de que los conflictos deban ser destructivos, Coser, C-luckrnan y Dahrendorí han dado posiblemente un énfasis exagerado a la otra direcdón. Es derto, por supuesto, que el modelo simple de dos partidos y dos dases es demasiado esquemático para suministrar una herramienta adecuada para el análisis, especialmente el de sociedades industriales avanzadas; pero la teoría de las coaliciones, si podemos llamarla asi, subesdma 1a medida en que en la sodedad moderca ios conflictos tienden a unirse o a entrar en relaciona unos con otros. La última categoría de conflictos que menciona Coser tiene, probablemente, menor importancia. Se trate de los del tipo “válvula de escape”. En estos casos se pro duce “un desplazamiento de objetivos en el actor". Éste ya no necesita aspirar a lograr una soiudón de la situa ción insatisfactoria sino simplemente a liberar la ten sión que surge de ella. Éste es ei caso que Parsons exa mina en su análisis de la conducta desviada.1 Según, este autor, cuando alScr no se ajusta a las expectativas fle ígo puede darse una de dos alternativas: o bien zoo desarrolla nuevas expectativas con éxito y sin com binaciones patológicas; o bien desarrolla una ambiva lencia tal que hace evidente una conducta que indica diversos tipos de liberación ce la tensión, y el proceso de acomodar a sgo a los requisitos de la sociedad debe dar cabida a esta válvula se "escape” . Parsons omite ia alternativa de que ego pueda persistir en. sus exigencias originales de manera totalmente racional, sin desarrollar síntomas o ambivalencias patológicas [alternativa que conduciría a conflictos realmente destructivos); pero no obstante esto, nadie negará que muchos conflictos to man el curso aue él y Coser sugieren, y que ellos son compatibles con el mantenimiento del orden social (aun de acuerdo con el análisis propuesto por Parsons en el que se sugieren diversas categorías sociales para lo am bivalente, lo compulsivo y io desviado). ' Ps-jons, Tkt Social Sptem, cap. 7. El sistema ;ocío/, Madrid Rcvíit» dt Occidente.
Los aodélcgca de ia escuela cottffieaial han destaca do, en verdad,, un punte ia p c r a a t e : aun ua análisis estníctural-íunñcnal debe dar mayar sabida al desarro llo de situaciones coníEctuaies y Parsons ao ha «nid o esto en cuenta, excepto sa a t análisis de ia conducta desviada, que «oio s& «Hete al «venes importante de los conflictos deí dpe “válvula da escape'5, Obtendremos un modelo mucho raás fleábie oara ei análisis de jode-, dades compíeias si adm isnos i’¡¿ aorraaa que tíepenátí; en parta de un equilibrio de podares ' ios conflicto* ar. srecmzades qus conducen a coaliciones suficientemttttó fuertes coma Lriaateasr unida ana iodediri abierta flexible. Pera « to no iújraisca en modo alguno aue éste sea ei único t i p se conflictos, per lo que deten©* ahora dirigir n u cirá ¿tención, ai estudio de aqaeiks. qus destruyes >.:¡níquier ¿enero de interacción, funcional teta! de un ¡utaraa ¿acial.
El. CONFLICTO 211 V02Z?:f MANNHEÍM i' M'/RDAL £¿ curioso ei hecho da que. excepto en. ei Im perante casa áe M m s, ei análisis de este dpo de conflictos solo aparees cama u& subproducto da una «adición meto dológica. p a rá c a k r. Maches autores han señalado que ea las cseacsaí-scdalía la objetividad no es posible en el siisase sentido que en ias deacias satúrales. Pero esto se debe al hecho ds aue las relaciones y actividades s o c a la puaien ser consideradas necesarias o innecesa rias. fu n tb n au s o diitundonaíes, ¡sgún ios puntos de vista canílictuaías desde ios que se ias considere, y éstos puedan ser les puntos de vísta de individuos, grupos o dases pam dpaníés en la sociedad. Asi, podemos esperar octener alguna visión de importancia acerca de los corjlicta# destructivos en la obra de aquellos sociólogos que nao hecho un análisis serio ds! problema d i la objetividad sa la ciencia social, especialmente en ia de Wsbar, M anaheán y Myrca!. £ a su ensayo “Objetividad en ia ciencia social” ; .We ber dice que "no existe ningún análisis científico absolu tamente objetivo de la cultura., o, dicho en términos
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quizás mái restringidos pera en esencia similares para nuestros propósitos, de ¡os fenómenos sociales indepen dientes de le-;- puntos ce vista especiales v uniiatera•es Je acuerdo cor. les que — expresa o tácitamente, consciente o inconscientemente-- se los selecciona, a n t uca. v tlfcsnica can fines expositivos. Las rosones de e»to residen en el carácter de la finalidad cognoscitiva ce toda investigación de ¡a ciencia social que trate de tras cender ei tratamiento puramente formal de las normas légale» o convencionales que regulan la vida.” 8 Ahora bien, en el contexto que hace tai afirmación. Weber sé refiere al hecho de que toda actividad, insti tución o relación social puede ser considerada desde un pumo de vista económico, religioso o de otro tipo; pero cisne cambien otras dos implicaciones. Una de ellas es qee el esquema conceptual del sociólogo puede depen der de ¡a actitud valora ti va particular que aquel adqpte; es decir, ei sociólogo puede tener interés por estudiar cuáles son las actividades que conducen ai estado de cosas que ¿1 desea. L a otra as que estas actividades pueden ser juzgadas según si grado en que contribuyen a que ios actores participantes logren sus fines. Mannheim, cuya posición debe mucho a Marx por una parte, y a Weber y sus predecesores por 1a otra, vio las implicaciones da esta última observación: si ia socología se ocupa de mostrar la reladón entre las actividades y ios prepósitos de los actores de un sistema social, entonces r.o existe la objetividad en. el senddo de dejar que ios hechos hablen por sí mismos. La nece sidad de éstos depende del punto de vista adoptado y les que, desde la perspectiva áe un conjunto de actores, son necesarios para ei logro de cienos fines, pueden no serio para otros y, por ende, es probable que con el tiempo sean eliminados.6 L a misma observación hizo Myrdal, quien insistió en que en lo que respecta a las relaciones radales, no hay hechos objetivos simples, sino solamente hechos relativos a premisas valoratívas. Pero lo que nos interesa ahora no es primordialmente el problema de la objeti* Weber, Th¿ M tth a d th ty ° í th i Sotisi Seitnett, pág. 72. ' Mannheim, Id toíoay and UtopU. En el capítulo IX examiaaremoí con mayor detalle ias ideas de Mannheim. Id iolañ a 7 a¡o pía, Madrid, Agmüur.
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vidad, al que volveremos más adelante, sino el del conflicto en los sistemas sociales, y sobre este problema Myrdal nos dice algo de importancia directa. Al hablar de la selección de los puntes de partida valoraávos, afirma: En un tratamiento científico d i lo? aspectos prácticos de los problemas sociales, t i necesario no elegir arbitrariamente loa conjuntos alterna tivos de premisas valcratívas hipotéticas. El prin cipio de selección debe ?er su relevancia respecto áe elios, que está determinada por Ies intereses e ideales de personas y grupo» de personas reales. Así, no hay ninguna necesidad de Introducir pretnisas valoratíyas aue radie sostiene. Dentro del círculo de relevancia dstirsiinado de este modo, puede fijarse otro círculo de signi ficación aún a i s estrecho, para denotar las valo raciones que hacen grupos importantes de peno* ñas o grupos pequeños pero de gran poder social. La investigación realisa. de problemas prácticos deberá concentrar *u atencHn en 1*3 premisa.? va■cradv?! eenespcTvisentes ? valaneicnet dotadas de elevada ag riS caááa social o q*>-c tengan pro babilidades áe conquistarla, Por otra parte, no a necKcric adoptar idamente esas premisas valor&tivas que sustenta U mai’Oría de h población o un grupo polidcamcnte dominante.10 Myrdal hace tres supos¡íbn« que díbeocs destacar: 1} que hay conflictos de “premisas valorativas” o. en otras palabras de aspiraciones c- finalidades entre dis antos grupos ae u sociedad norteamericana: 2) que estos conflictos abarcan un ánbifo lo suficientemente amplio corr.c para influir en ia estructura de la socie dad en casi todos la: puntes ca ios que ia estudiemos {decido a esto, Myrdai insiste ecs que debemos aclarar nuestras premisas vaioraávas en cualquier estudio da esta estructura); 3) que el curso reai áe ios sucesos está probablemente determinado per ei peder de que disponen ios grupos, y cue ei equilibrio de poder puede cambiar de modo que cierta; premisa; vitoca tivw par» 10 Myráa!, Vsim in Sedel Thiery, pigt-
ticulares pueden ganar significación social. En otros términos, Myrdal da por supuesto un modelo conflictual de los sistemas sociales similar al que esbozamos en el capitulo anterior y al cual debemos volver ahora.
LA NATURALEZA ' DEL CONFLICTO SOCIAL a) La formación de grupos conflictuais; En su forma mi:- simple, este modelo comienza supo niendo que hay dos panes con aspiraciones o Enes conílictuales. El logro de estos fine* requiere, en cualquier caso, la cooperación de otros en complejas cadenas de interacción, y aun cuando no haya básicamente nin guna situación conflictual es necesario a s sistema de interacción social para cada una de las dos partes origi nales. Pero la situación conflictual suministra una razón adicional para depender de tal sistema de interacción, pues cabe esperar que, en el desarrollo de! conflicto, ios actores busquen aliados que refuercen las sanciones que puedan aplicar contra ¡a otra parte. Si j s encuentran aliados que están en una situación similar, y a parar de las alianzas se forman grupos estructurados para parti cipar en el conflicto, será posible hablar de los fines, las aspiraciones y los Intereses de los grupos en conflicto, y no solamente de laa aspiraciones y fines de los indivi duos. El carácter de éstos dependerá de ¡a naturaleza de la situación conflictual. Los conflictos básicos se referirán al acceso a los medios de vida. Tales conflictos pueden producirse den tro de algún tipo de contexto ordenado, en el que su forma básica sea la negociación y donde terminen con aigún género de intercambio o contrato. En el otro extremo, puede tratarse de un conflicto no pacifico, en el cual no haya restricción alguna sobre el carácter drástico de ios medios utilizados. Entre los dos extre mos, encontraremos una serie de categorías intermedias. Puede parecer que !a situación básica es de negociación pacífica, pero las partes —por su control de servicios esenciales para sus opositores— pueden estar en condi-
doñea de formar uti resultado que les sea favorable. Se llega a un punto en el que es difícil diferenciar este proceso del uso abierto de la violencia y la amenasa de violencia. Éste es, por supuesta, ei tipo básico de relación que existe entre los propietarios y los no propietarios de los medios de producción en las primeras sociedades in dustriales. Los propietarios necesitan del trabajo de los no propietarios y éstos de un. empleo pago para poder comprar los medios de subsistencia; &hks de llegar a un convenio, cada, parte tratará, de obligar a la oes. a aceptar sus propios términos negándole el uso fia ios medios que están bajo su control. Para lograrlo, todo individuo estará obligado a disciplinarse y combinarse ce ¡i otros individuos que están del mismo lado en el conflicto. En tai caso, es pasible esperar que surja algo seme jante a lo que Marx denomina clases. Por otra parte, ei conflicto puede estar solo indirecta mente vinculado con el acceso a ios medios de vida. Muy a menudo, puede surgir en el ámbito relativo a! control deí poder legítimo o de las ideas. Asi, en U his toria de muchos países, los grandes movimientos políticos populares 8 han centrado, no alrededor de la cuestión del empleo, sim de la independencia política o de k religión y U educación. Pero en tedas las circunstancias la consecueaoa. de la situación conflictual básica es el surgjnásato de.grupos en conflicto en los que las acti vidades de sus aucmfcros contribuyen a la conquista de los-fines, del grupo. Puede- daísa el caso, por supuesto, de que un con flicto quede- seminado a una. esfera, y también existe la posibilidad planteada por Coser, de una serie de con* ilictos entrm'taados. ■ También puede ocurrir qua se cree una situación tal que el p&k quede dividido en “dos naciones”. Se gún Disraeli, esta- idea parece ajustarse a ios hechos ds k Gran Bretaña victoriana, y ciertamente se aplica, en la actualidad a las sociedades pluralistas de Africa. Será útil, pues, elaborar teóricamente el concepto de manera pura, para discernir ei tipo de estructura social implicada.
b) La situación en la qus hayuna clase dominante
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La observación más importante qus puede hacerse con respecto a tal situación es que, en lugar de un conjunto de instituciones que abarque a todos ¡os miem bros de la sociedad, hay dos. Sí ia situación es tal que uno de los dos grupos en conflicto domina la sociedad, las instituciones que sirven a ios-prepósitos de.este grupo serán consideradas como propias del sistema social en su conjunto, Sus miembros pretenderán que su sistema de propiedad y ios tipos de poder que sustentan son las instituciones legítimas de la sociedad.11 Pero el grupo opositor negará esta pretensión da legitimidad y desarro llará su .propio sistema económico ideando maneras de limitar el poder asociado al sistema de propiedad de la clase dominante, su propio sistema político cor¡ ei que tratará de movilizar poderes para oponerse ai poder político de la clase dominante, y su propia religión, mitos y sistema educacional, con les que tenderá a establecer un nuevo patrón de legitimidad. £n el caso estreme, el grupo sometido tratará de destruir el sistema soda! de la dase dominante. Pero mucho antes de que esto suceda, las características de sus miembros se organiza ran en una-espede de contrasistema, opuesto al de la clase'gobernante. Esto no significa que ninguna de las actividades. de sus.miembros, tendrá una significadón independiente. Tampoco io creen, así quienes proponen el .modeio. de un sistema-social integrado. Pero en la medida en q u e, en d a’ conducta de los miembros del grupo en conflicto haya un determinante sedal,, se lo hallará en el pape! que éste desempeña en la situadón conflictual total y no en ¡as necesidades del sistema so cial como un todo. Aun suponiendo una situación en la que un grupo ejerza un poder efectivo, cabe esperar que éste trate de consolidarlo afirmando que es legítimo. Así, hará considerables esfuerzos ideológicos para que esta idea sea aceptada por los miembros del grupo domi nado y en esta tarea puede tener un éxito parcial y hasta U Para usa discusión detallada <ici concepto de le g iti midad’* ver Webcr, TKs Thcory of Social and Eeoaom ií O rganUdiicn, caps, i y 3.
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total, socavando así la creencia de aquéllos en los valores de 5a propio grupo. Debe observara que Weber discute ia noción de legi timidad en irn contexto semejante. La introduce en un capítulo titulado “Formas de coordinación imperativa”, y la manera en que lo hace indica que considera el hecho de la coordinación imperativa como algo que debo ser explicado. No surge espontáneamente de! consenso normativo de una-sociedad; La creenda en la legitúnidad de un orden es la última de una seri: ds razones para aceptar ¡a coordinación imperativa, y sn t! otro extremo de ja serie se encuentra la mera su b crfead ca trente a Ja fuerza superior, Pero es probable que esta prsteiuwu i ’ legitimidad sea más frecuentemente presentad;! qce' «cestada. En algunas situaciones, el grupo domiiu¿o. aunque incapaz de rebelarse efícavamecte, puede íamane ?. la resis tencia pasiv-, cayo objeto es obligar a '.páeses dominan a respaldar sus edgendas era a. s sació a da h que realmente dependen, a saber, la violsacia física; «a eiend a,'la.resét»d a pasiva ar ámpleaeo¡» fe. a e g * á 6 n de una tínstensicsr "e íutorisisd fetndmr. En otre? aunque en dera cedida * aceptr iejíórüAjd d« h posición ds Sa 'dase donsaante, ssfü no es ••~ccc:p?t:bls con el contenoiiento en at.r» taáM-ínos v hasta ar, los mismos, di actitudes qus k niegan, \;¡i, quienes tie nen autoridad dentro csi grupo domínsdo Uevárin con tinuamente una lucha ideológica para rep ectr la ¿tiltradón de Sos valores di h clsas dominante y aun después de que esta haya estableado eáíoíansente bu autoridad habrá una minoró, qus adhiera a iss viejos valores de los días de Sucha. En ¡:r; capiculo posterior veremos de qué manera esto iÍ K t í -i .:uer.;óa d t 1?. identificación de das? ea la sociedad ooatemperánes. La batalla ideológica a la qus .tierno* •■y.jriido ros llera a otra etapa :n la elaboradla cíe nuestro mcáeio conflictual. La primera etapa consistía en esbozar el modo en que puede concebirse la emergencia cié los grupos en conflicto o ias dos nadones El intento por establecer un orden legitimo y su aceptación o rechazo por los dominados indicar, «na de las maneras en ouí los grupos comienzan a interactuar. Ál parecer, Wright Mills piensa que un modelo semejante es el apropiado 156
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dice, en d pasaje ya citado, que la importancia sodat de los ‘‘símbolos de legidmadón del amo residen en su uso p.ara justificar o para oponerse al ordenamiento del
poder y las pesidones que icupan en él los poderosos”.
c) La situación revolucionaria Hasta ahora hemos supuesto que d ordenamiento del poder es aigo fijo e inmutable. Sin embargo, esto no es así. Tan pronto como se comprende la naturaleza ásl poder se hace evidente por toda una variedad de razones que éste debe cambiar constantemente, pues los {actores implicados en la situadón del grupo dominado, tales como el vigor de sus aspiraciones, su capaddad para la acción cooperativa, su número, y el grado en que su papel soda! frente a sus dominadores es indis pensable son muy variables. L a fuerza de ias aspira ciones de tal grupo dependerá de la afectividad del adoctrinamiento y de 1a calidad de sus líderes, ds la intensidad de su explotadón y del ejempio de grupos semejantes de otras sodedades; ju capaddad para la acción' cooperativa dependerá también de los lideres y de su capacidad organizativa, asi como de lo? ejem plo:; de organización provenientes del exterior del grupo, incluyendo entre éstos el ejemplo de ia cia.se dominante. Los otros factores cambian continuamente a causa de los avances de la tecnología. Los cambios tecnoló gicos crean nuevos roles en el sistema social, dan mayor importancia estratégica a algunos de los antiguos o aumentan el número de personas que se bailan en situaciones particulares. Esto es cierto no solo con res pecto a las instituciones sociales vinculadas con la pro ducción sino también en reladón con otras esferas, por ejemplo, el camco de ias comunicaciones de masas y el de ias orsanizadones militares. Guando en ei sistema de poder vigente ocurren tales cambios puede haber dos resultados posibles: o bien se produce una revolución completa en el sistema soda!, o bien se llega a algún tipo de compromiso entre las clases. Si la revolución es completa, no solo des truirá 1a dominación de la clase gobernante sino tam bién la base misma de su existencia. Por supuesto, 757
existe la posibilidad, a !a que Pareto otorgó un Silgar fundamental en su sociología política, de que una / lite de ¡os dominados desplace al personal que ocupa las posiciones de la vieja ciase dominante. Pero en un cambio real y súbito en ei equilibrio de poder, la dase sometida hallará que no puede realizar conquistas pro porcionadas con su nuevo poder si no destruye total mente la vieja situación conflictual. Esto no significa que no surgirán nuevos conflictos; puede haberlos, pero éstos girarán alrededor de nuevos problemas. Así, por ejemplo, la destrucción del capitalismo puede dar origen a un orden social en el que termíne el viejo conflicto, entre el capital y al trabajo, pero pueden sur gir otros nuevos entre quienes controlan el poder po lítico y económico y el resto- dei pueblo. -Sin embargo, no pueda predecirse el tipo de orden social que creará una ciase que ha conquistado recien temente el poder sobre ia base del conocimiento de su conducta pasada y de .'.os tipos de contra-instituciones que creó antes. Tal conducta y tales contra-institucio nes solo tenían sentido en relación con los intereses de los grupos en ¡a situación conflictual y carecen de im portancia o de significación con respecto a! problema de un nuevo orden social no relacionado con ella. Tampoco se lo puede predecir a partir dsi conocimiento ds las declaraciones de propósitos u otros tipos de declaraciones elaborados para describir las¡- utopías del futuro durante ei periodo da sujeción, pues tales decia. raciones habitualmente asían escritas- en ios términos más generales y afuman posibilidad de realizar todas ías aspiraciones ¿ei grupc- (rastradas por la vieja clase dominante, aunque éstas sean incompatibles entre sí. La ideología de ios aias de iucha y las utopías imagi nadas durante esa época pueden sobrevivir en la nueva situación y pueden hacerse referencias a ellas en los de bates ideológicos que surjan: pero los valores reales de la nueva sociedad íen d rin que s«r forjados en la práctica con relación a ios nuevos objetives que la gente se propone alcanzar. Hav aquí una útil armazón socio lógica para ei análisis de los conflictos políticos en ias so ciedades posrevoíucicnarias que parecería ser parti cularmente apropiada para el tipo de debates que se produjeron en la Rusia de Stalin.
d} La situación de tregua L a otra iír.ca alternativa de desarrollo es ia que «ur giría si ¡a vieja clase dominante se adaptara rápida mente a¡ nuevo equilibrio de poder. En este caso, el beneficio de no llevar el conflicto hasta sus consecuen cias más extremas superaría el costo de renunciar al iogro total de ¡os objetivos del grupo. Así, por ejemplo, se dice que Joseph Chamberlain advirtió a las clases medias, británicas que deberían “pagar el precio” por ■conservar algunos de...sus. privilegios.” Por otra parte ha habido muchos políticos reformadores que se han contentado con conquistas a medías, porque recono cieron e¡ elevado .costo-, que implicaban las conquistas totales en cuanto a. ruano de, obra y esfuerzos. Tales-compromisos permiten-la emergencia de un sistema, valorativo y de instituciones sociales que no son propioj de ninguna clase sino que corresponden a 1a misma situación de tregua. Marx sostuvo alguna vez que la ley de ¡as diez horas era .una victoria de la economía política de la ciase obrera sobre la de la bur guesía. Esta afirmación ha sido rechazada por algunos marxistas que consideran que todas las medidas de bienestar social son estratagemas de la dase dominante para mantener intactos sus privilegios.- Pero ninguna de estas concepciones es correcta. El hecho es que la tre gua abre un .-.ámbito limitado, para la. cooperación en tre: ias clases.-, y; que las; nuevas-instituciones de bienes tar :30CÍah no- pertenecen'a la: economía. política de la. “clase obrera.” ni.a la de ¡a “burguesía’1, sino al “sistema social de tregua”. . ’ ./ Que las nuevas instituciones puedan ser desarrolla das hasta convertirse, realmente, en las de una nueva sociedad unitaria dependerá de cuánto daré el equi librio prevaleciente de poder.. Si éste se prolonga, sur girá ur;a nueva generación para la cual las instituciones del conflicto no serán más que un recuerdo popular, pues únicamente habrán internalizado las instiniciones y valores da la tregua. En este caso, puede ¡legarse a una etapa en la que éstas adquieran, ante los ojos de toda V er Halevy, A H útory o f the En¡lish P t o p h , vol. 5
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ia población, una legitimidad da la que nunca gozaran las viejas instituciones de ia clase dominante, por efi cientes que fueran sus sacerdotes y n a hombres da relaciones públicas. Pero hay también otra posibilidad^ Si h. clase do minante ha hecho concesiones solo fíense ai poder d<; que disponían ¡as masas, ei debilitamiento á<¡ á te debido a la mengua de espíritu de lucha durante U írsgua puede hacer que aquélla retome ras antiguas pautas de conducta. De este modo, parecería que. ¿a coopera ción de la tregua solo puede prolongarse ri sa mantiene en alguna medida al equilibrio de poder dí» <Í*i' pende fundamentalmente, E sa observación respecto de ¡os sistemas sociales totales 11 similar a ia que hace Coser en cuanto a las relaciones fragmentarias patdculares, cuando afirma qus la posibilidad de conflicto puede contribuir realmente ai fortalecimiento de ¡as normas. Pero aquí hay una Especie de dilema, porque al mantenimiento de la situación de equilibrio de poderes depende da ia existencia permanente de les grupos en conflicto y de sus valore? s instítudones. Así, la situa ción de tregua planea continuamente conflictos de valores a todo individuo: par una paite debe cooperar con el adversario y, por otra, estar preparado para par ticipar en actividad» d i r i j a s c o a l a í l En el plano psicológico; descubrí qu e su:; ictitudet hacia ei adver sario son ambivalentes; cor ende, .ia Situación Ja tregua siempre será precaria v wio ar. condidonss excepcionalmente favorables p<»ua convertirse en h base de un nuevo ardes social.
LA Na T ü K RESUMEN*
■i U
Los iineamientos p rácp iies d i m a c a modelo conflictual para e! aa¿Sas do sistemas «dales xas ahora bastante ciares, S<9 k» puede «sumir del siguiente modo: l. Puede concebirle- qi¡¿ los si',temas sociales no están organizados alrededor de un consenso .tabre va ICO
lores, sino que implican situaciones coaflicruales en puntos fundamentales. Éstas pueden ubicarse en cual quier lugar situado entre los extremos de ¡a negodadón pacífica en la plaza d d mercado y la violencia dedarada. 2. La existencia de tal situación tiende a crear, no una sociedad unitaria, sino una sodedad pluralista, en la que hay dos o más ciases que brindan a sus miem bros ua sistema sedal relativamente autocontenido. Las actividades de los miembros adquieren significado soaolófico y deben ser explicadas con referencia a los intereses de los grupos en la situación de conflicto. En un principio, las relaciones entre los grupos solo están definidas ep. términos de la situadón conflictual. 3. En ia mayoría de los casos, la situación conflictuai estará caracterizada por un desequilibrio de po deres, de modo que una de las clases surgirá como ciase dominante. Esta continuará tratando de obtener ú reconocimiento de la legitimidad de su posición entre ¡os miembros de ¡a dase sometida, mientras que los líderes de la última negarán esta pretensión y orga nizarán actividades tendientes a demostrarlo (p. ej., resistencia- pasiva)., 4, La relación de poder entre la ciase dominante y la sometida puede modificarse como resultado de cam bios ocurridos en una serie de factores variables que aumenten ia posibilidad de una resistencia exitosa o de una verdadera revolución efectuada por esta última. Entre estos, factores variables se cuentan ei liderazgo, la fuerza de las aspiraciones de los miembros, su ca pacidad de organización, su oosesión de medios para poner en práctica la violencia, su número y su papel ín el sistema sodal creado por la ciase dominante. 5, £n el caso de un gran cambio en el equilibrio de peder, la dase sometida puede encontrarse repentina mente en una situación en la que, no solo pueda im poner su voluntad a la antigua clase dominante, sino también destruir la base misma de su existencia como clase. Es posible que en la nueva clase dominante se produzcan nuevas divisiones, pero ellas pueden tener un carácter muy diferente de ¡as que existían en la anterior situadón conflictual. S. Las instituciones sociales y la cultura de la dase 161
sometida se ajustan a los intereses de- la clase en si tuación conflktual y son explicables en función áe ellos. En cuanto a sus objetivos a ¡argo plazo, éstos tienden a expresarse en formas vagas y utópicas. Cuando la ciase sometida llega al poder, todavía íe falta elaborar sus métodos prácticos, Pero probablemente se los jus tifique en relación con la moralidad de la época da con flicto 7 da las declaraciones formales y utopías prerrevoíucionarias y hasta reciban influencia de ellas, 7. Un cambio en el equilibrio ds poder puede con ducir, no a una revolución completa, sino al compro miso y la reforma. En este caso, es-posible que surjan nuevas instituciones que no se relacionen limpies;ente can la prosecución del conflicto,. sino- que saaa rsco» nocidas como legítimas por áralo* pirtss. Tai siiandón de •tregua,’ ¿n; tírránJtanciar-favontWes, puede dar origen por un- largo-período-;: a un 'nuevo arden social unitario- en, el que los derechos de propiedad limitados y el poder político limitado son considerados como posesión leritíxna de los individuos. Pero tales sitúa debi cior.es sor. intrínsecamente inestables, porgue litamiento del poder equilibrante - de la., antigua dase sometida conducirá a la - antígta. d a se dominante & •retomar sus* viejos- métodos., y- d interés-pos.m antener este, poder- puede estimular fácümestí» ¿ la. dase so. m edás: a. recurrir a la alternativa, reyoludoraíia. ■ Estas- observaciones parecen íuxasnss&ar-un esquema úálj e a . ténnims del cual podrían, analÉan© mucha3 importantes, situador.os lodaks-eonJem poíáasas. Dentro da ¿1 ca b a i la-clasificación d8'steuasjaa3s.ccBÍ]ieti¡ales^ básicas* el estudio ds! nacamente y de._la- estructura de los grupos eonfüetuaies,, d. problema á t la legiti mación; del poder, el «radio de los, agsnteí «te adoc trinamiento y de sedalizadós,- el. proteSasu.da lo*^ con flictos ídeoiSgicm ca s tu a c a is a •pflssvoUsáonanas y en situaciones, da compromiso y de tregisa,, si ístudío de las relaáccfflt entre las z c tm s í- y íes é s t e n s e de poder, etc. Dicho modelo ha sid« eiabosade, por su puesto, en- reladón, eos ei estudio da a s teaa¿ socales totales y con especial énfasis en wat aspsctoí^pcKtíct» manifiestes; pero no es en ¡nodo alguna inútil para el planeamiento de la ínvesdgací&s ds. problemas re¡odales. Sativos a instituciones particulares y segmestes se
Como ha señalado correctamente Dahrendorí. sea ctai fuere e! contexto institucional, siempre hay conflicto;, declarados o potenciales, entre los que ejercer. v-íorid...; / aquellos sobre los que se la ejerce; cuando aquéllos aparecen, e! modelo sugerido es aplicable, por ’.c- menos, a un análisis parcial de los problemas de las institucio nes implicadas. A veces puede servir para complementa: ci modelo de un sistema estable y cuando el conflicto es fundamental para la vida de la institución, puede des plazarlo totalmente. Quizás valga la" pena hacer una observación final con respecto- a este modelo y es la de que desplaza en absoluto al. tipo de análisis detallado de la organi zación social planteado en el capítulo V. En él su gerimos ,.que cualquier" .tipo de análisis funcional' estructuralista; de' iin sistema o subsistema social debe "rd'adonSrse^fen. ültiina' instancia, no solo con algo tan vago e inéxplicado como las'necesidades del sistema, sino también con un'fin u'objetivo claramente definido del sistema como un todo. Esto se ajusta.totalmente ai análisis presenta, porque ésta comienza suponiendo subsistemas organizados alrededor de tales objetivos y luego analiza las relaciones que existen entre ellos. £1 tipo .de análisis al que nos referíamos en el capí tulo V puede "emplearse-' aquí" - como' un medio para analizar !a estructura interna de los grupos sn conflicto.
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Hemos; dedicado-'!a; ca d '‘ío¿Hdad de este capitulo a discutir' fe* cuestiáo^rdativa; al conflicto, más que al cambio social,' porque el tipo de teoría deí conflicto que hemos-- sugerida»' teoría del cambio, Pero respecto a-este-último-tema debernos hacer tina o des abservadones. ■adicionalís.' La primera, de ellas es- que- todas las formas de teoría fundonalista, tal como se la entiende habituaimente, sor. lógicamente incapaces de-constituir usa teoría so ciológica del cambio. Esto- se debe a que todo el es fuerzo funciona lista está dedicado a- mostrar por qué las cosas- son como son. Son; así, porque- lo eaisren las /6 J
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DUPLICAR D n b n c v u
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necesidades de ¡a estructura social y puesto que esta misma se concibe como algo que no presenta problemas, no se plantea la cuestión de su cambio. Por ende, solo hay tres posibilidades de vincular una tacna del cambiocon la de los sistemas sociales estables. Las tres pueden ser formuladas en términos de la analogía orgánia. La primera seria una teoría da las mutaciones por azar y de la selección natural. Pero, con toda razón, nadie la ha tomado seriamente en cuenta (excepto, qui zás, Sumner), en parte porque la noción del azar, to mada en sí misma, es una virtual negación de ¡a 3plícabilidad de las explicaciones científicas, y en parte porque deja sin resolver la cuestión de los patrones sobre los que se produce ia selección natural. La segunda alternativa se basa en la fijación de estos patrones. La analogía coa ia biología sugiere inmediata mente que debe buscarse el secreto en la ncdón de adaptación al medie, y mucho» escritas sociológicos -acerca dd cambio .se han ocupado de la* modificaciones . del. sistena, social, provocadas por variación?» en el medio ambiente" del sistesas. E¡ “medio imbien te” no solo incluye el medio íbice, sin© también todcs aqueltoa ' factores que no son explicables en término* ds bs ■va riables del siisesss. Así, se lias hacho ifflentte por ex plicar eí cambio en !i sociedad como una adaptación del sistema a factores ¡alas como ei cambio tecnológico, el contacto culturaLla creciente sensibilidad moral, etc. El cambio qus el funcionalismo halla difícil de í:ipiscar no es el del medio ambiente, sino ei que se pro duce dentro dd propio sistema. Sin embarco, !a tercera aplicación de la analogía bidones ccmáíuye un intento por explicarlo en estes términos. Se trau de !a idea de que los sistemas sccialu, corao ios o r a b a » , pueden ser concebidos como sí “cretístaa". Z ttt « ia inica posibilidad de cambio centra del sistema que !a analogía orgánica permite. Pero ia dificultad reside « t que, ni aun en biología, se comprende adecuadamente ei erecimiento en términos teóricos genersJíí. Parsora se refiere a eso cuando afirma: Es muy posible -—en realidad, es común-— de* terminar qus cienos procesos á s cambie k pro ducen típicamente en ciertas condidosies, sf.í pe» ¡64
d a r dedudr del conocimiento de las leyes del sistema. el esquema de lo» procesos y su resultado. También es posible adquirir considerable cono cimiento acerca de las variaciones en las condidones y de toda una serie de consecuendas den sificas que éstas tíenen para d sistema. Un ejemplo familiar de « te tipo de conocimiento es el de las líneas generales dd d d o biológico; en biología, no hay ninguna teoría, general dd d d o vital que permita explicar sistemáticamente d crecimiento, su cesadón en la madurez, su senectud y, final mente, su muerte en términos de leyes generales.1*
Así, describir el cambio en términos de nacimiento, credmiento, senectud, etc., a la manera de algunos autores como Toynfcee, no agrega nada a nuestro co nocimiento de sus causas. En todo caso, no hay aquí ninguna teoría científica sobre aquél; puede sí estar implicada alguna teoría metafísica pero, si la rechaam es, volvemos simplemente a nuestro punto ds par tida, enfrentados con el hecho e m p í r i c a del cambio. Tampoco- resuelven el problema, esos- autores que «emplazan ia idea de organismo- p o r la. de equilibrio. Muchos de- ellos han hablado de un equilibrio “en movimiento” pero esto es, en esencia, una contradic ción en ¡os términos. Un sistema está en equilibrio o se mueve de un equilibrio a otro, pero no puede estar en ambas situaciones s! mismo tiempo. Así, la nodón de un equilibrio en movimiento sigue riendo la paradoja fundamental de esa teoría sociológica. El marco de referencia de la acción nos brinda un ámbito mucho mayor para la elaboración de una teoría del cambio, pues incluye explícitamente la noción de fines y, por ende, 1a de un posible conflicto entre ellos. No obstante, debemos ser cautelosos con 'especio a la mecida en la que nuestra teoría del conflicto puede ser una teoría de! cambio y, en particular, con respecto a las afirmaciones que se hacen acerca de las leyes de éste y las dsi desarrollo. El caso de ia teoria social y política m ardsta pre senta aqui particular interés porque
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P arscn s, T h i S o c ia l S v j t i m , p á j.
M a d r id ,
R e v is t a d e O c c i d e n t e .
sí
ha basado en
487 . E t s ú l t m a i a c i a l .
la doctrina hegeliana de que debemos estudiar laa cosas como procesos y no car,-.o entidades estáticas. Engeis. por ejemplo, habla de! " x u i pensamiento básico de Hegel do que el mundo na debe ser concebido como un conjunto de cosas acabadas, smo de procesos en los que las cosas aparentemente estables están ininterrum pidamente sometidas al devenir y a 3a extinción”-1* La noción hegcliana de cambio dialéctico adquiere aún mayor importancia en d ámbito de la sociedad que en el de las ciencias físicas, pues en la primera ei término dialéctico se. entiende en su sentido origina!. £ ! modelo que hemos sugerido se basa en la idea de una argumentación más práctica que teórica, y no sw a excesivo identificar las propuestas cié organizaron sociai de una clase con !a tesis, las de la otra con !¿ antítesis y el resultado real del conflicto con ¡a sín tesis. En verdad, M arx mostró gran visión .1! iden".tilcar la dialéctica con í.i lucha de clases. Nuestro modelo exporte tn detalle las implicaciones de esta identi ficación. Pero debemos cuidarnos de o firmar que el conoci miento de la tesis y la antítesis basta para brindamos eí conocimiento de ia síntesis. Aunque comprendamos é sistema sociai de una ciase sometida durante la lase de conflicto, no sabemos cómo organizará la sociedad en una situación posrevoiucionaria; por lo tanto, es engañoso usar imágenes como la de que el germen de la nueva sociedad se encuentra ya en ei útero de la vieja. No lo está: todo lo que una revolución permite es que el grupo anteriormente sometido pueda crear un nuevo orden social pero no establecí} da raaníra concluyente la forma que adoptará este. Per ei momento, pues, nuestro modelo teórico li mita a sugerir ámbitos de investigación: debemos tratar de comprender la naturaleza -de les intereses ccn&ctuaies que anidan en ei centro de un sistema soaaí y estudiar el variable -equilibrio de poder entre Íes grupos de intereses y las ideologías en términos de ía4 cuales se justifican sus acciones en situaciones diversa* (por ejemplo, donde hay una clase dominante ¿n al
14 £ngeh, Luduiig Fíuirbuck litiá ihs E^d Germán Phüosophy (1955).
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poder, donde hay una situación de tregua, donde ha habido una revolución exitosa, e tc .). Todos estos fac tores serán importantes para comprender la nueva síntesis del orden social, pero hasta no disponer de una cantidad’ mucho mayor de material empírico, no podemos siquiera comenzar a especular acerca de las razones por las que una síntesis particular surge de un ipo particular de conflicto. Sin embargo, la importancia de nuestro modelo conílictuai reside en que por la naturaleza misma de sus conceptos no excluye el cambio. En la forma en que ios hechos se conceptualizan al aplicarles tal modelo, está implícita la expectativa del cambio que el modelo orgánico y el del equilibrio excluían. Asi. podemos formular una teoria sociológica que r.o solo explica la estructura y los procesos dentro de un sistema cerrado sino también los cambios que aparecen da un sisam a a otro. En d capitulo siguiente consideraremos algunos de los problemas que se plantean ai aplicar nuestro modelo a las cuestiones de la teoría de las clases sociales, en el sentido habitual de este término. Guando hayamos hecho esto, volveremos a examinar ¡os problemas de método científico que surgen al aplicarlo a la inves tigación empírica.