El descensor - A01N09 - Al viento

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Contenido

Derechos de uso

Editorial ..................................................................... 4

El descensor y todo su contenido original, sea cual sea su naturaleza, están protegidos bajo los términos Atribución - No comercial - No Derivadas 3.0 de una licencia Creative Commons, la cual establece que:

El viento que nos mueve ....................................... 4 Ágape ....................................................................... 4 Viento .................................................................... 4 Historias casi verdaderas .......................................... 5 Pedro Ponce .......................................................... 5 La almadraba ............................................................ 6 Poema XVIII .......................................................... 6 Desde el otero ........................................................... 6 Rosa al viento ........................................................ 6 La casa en el ciruelo ................................................. 7

Usted es libre de copiar, distribuir y comunicar públicamente la obra bajo las condiciones siguientes: 

El sahuaro ............................................................. 8 Memorias de una bruja… y loca ................................ 9

Atribución. Debe reconocer los créditos de la obra de la manera especificada por el autor o el licenciador (pero no de una manera que sugiera que tiene su apoyo o apoyan el uso que hace de su obra).

Aires de naturaleza ................................................ 9 Diario de un estafador ............................................. 10

No comercial. No puede utilizar esta obra para fines comerciales.

Sin obras derivadas. No se puede alterar, transformar o generar una obra derivada a partir de esta obra.

Poema 30 .............................................................. 7 El séptimo duende .................................................... 8

Cometas de otoño ............................................... 10 Poesía desde el otro lado del estercolero................ 11 El hijo único de la decepción ............................... 11 Camagüebax ........................................................... 11 ¡Muchacho al agua! ............................................. 11 Letras hispanas ....................................................... 15 Dos poemas ........................................................ 15 En nombre de todas las letras ................................. 15 La hija de Santa no lo es ..................................... 15 Mujer de aire ........................................................... 16

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La casa del viento ................................................ 16 El sillón de orejas .................................................... 18 Sopla el viento ..................................................... 18 Letras al viento ........................................................ 22 Briefing de la colina ............................................. 22 Lectores opinantes .................................................. 23 Participan en esta edición ....................................... 24

Número 09/2009

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Editorial

Ágape

El viento que nos mueve

Viento

La redacción

Francisco Cenamor

El viento es, sin duda, el elemento que más representa a la libertad, por su capacidad de movimiento, pero también a las actitudes caprichosas, voluntariosas y a la energía que mueve y da vida.

La fábrica abandonada está en alto. Al otro lado de la estación. Asoma tras los trenes parados que se disponen a partir. Preside nuestras vidas. Transcurren claras a este lado de la calle. La puerta oxidada, rotas todas las bombillas. Los cables arrancados. El Guinda rompió el último cristal. Un pedazo cuelga aún de una ventana del techo, amenazando vengarse de los niños que juegan a ser adultos. Dentro, las paredes ennegrecidas por el humo de las fogatas. Ya no queda nada de madera en la vieja serrería.

Viento que lo mismo juguetea y se divierte con un papalote que con una simple hoja de papel, llenando de regocijo a las almas infantiles de los niños, y no tan niños, que sueltan figuras de papel, de vivos colores, atadas a un pedazo de hilo de cáñamo y se llevan con ellas, mezcladas en una extraña combinación, las sonrisas y las penas. Que mueve veletas o molinos, unos para indicar su presencia, intensidad y sentido, como las almas de los muertos que piden, exigen, no ser olvidadas por los que acá se queda, y los otros para generar energía necesaria para la diaria faena. Que da vida cuando encuentra a su paso la semilla que cae y la lleva a mejores destinos, a suelos más propicios para germinar y crecer y dar frutos. Viento de temperamento fuerte e intempestivo, que destruye y asesina cuando en un arrebato se arremolina, se huracana, y arrasa con todo lo que encuentra a su paso, sin conmiseración ni piedad, sin miramiento ni respeto, mostrando así, en un instante, la fragilidad de la condición humana. Y es pues el viento, este de tan diferentes rostros, el pretexto que hoy nos mueve a expresar sensaciones y sentimientos, en libertad plena, e igual nos llega de frente, por la cara, juega con nuestros cabellos y se despide de nosotros dejándonos atrás con esa sensación de frescura en la piel, de vacío en las manos y de calidez en el corazón.

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En verano echamos la siesta sobre los poyetes de cemento. Los pájaros de la tarde vienen a despertarnos. Reclamando las migas de pan y bollos que robamos en casa cuando nuestras madres duermen. Hay ratas. Permanecen ocultas. Acechan. En invierno, sobretodo. En verano salen a recorrer las noches por nuestras calles. Los días de viento, la fábrica respira, se despereza, nos llama. Nerviosos, aguantamos el tedio de Don Lorenzo, las piernas de la Señorita Carmen por debajo de la mesa. A mediodía se calma el viento. Con el bocadillo de las cinco en la mano cruzamos el oscuro subterráneo que lleva a la fábrica. Dentro, el silencio hace que nos juntemos al abrigo de algún rincón. Nos miramos a los ojos. Limpiamos nuestras manos

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El descensor Textos para leerse de izquierda a derecha y de arriba abajo sudorosas en los raídos jerseys. Tumbados esperamos. Una ráfaga de aire fresco rompe el olor a humedad. El viento entra y sale por los huecos. Escuchamos sobrecogidos sus gritos, sus susurros. A veces creemos oír las voces de los muertos.

mate cocido con un trocito del único pan que les quedaba, comenzaron los hijos a preguntar por el padre. Decidió inventar una historia para calmarlos. -Papá no puede volver todavía porque está muy enfermo. Lo mordió una víbora ponzoñosa y está en el hospital de la ciudad. Pero cuando ya esté bien, se vendrá con nosotros. -Papá no nos quiere más y no volverá -lloriqueó la más chiquita.

Historias casi verdaderas

-No digas eso. Él los quiere a todos, mucho, pero mucho, mucho y yo misma lo iré a buscar esta noche.

Pedro Ponce Edgardo Castillo "Zumm”

-¿No podemos ir todos a verlo? Y si ya está bien lo traeremos- dijo el mayorcito, muy seguro de si mismo.

Al fin los chiquillos se durmieron, exhaustos de tanto correr y saltar para tratar de calmar el hambre.

-No puede ser, porque el hospital está muy lejos y yo deberé ir a la noche para caminar con la fresca ¿Me prometen que se van a portar bien, si los dejo solos, mientras voy allá?

La mujer se acercó al camastro donde dormían los tres muy juntitos, para no tener tanto frío y los acarició, pensativamente. -¿Porqué te escapaste, Pedro Ponce?- susurró -Los niños no te molestaban para nada y te querían tanto. Aunque no trabajaras todos los días, eso poco que ganabas, junto con lo que me pagaban por lavar ropa de otros, nos bastaba para vivir y comer. Yo me conformaba con que trataras bien a los chicos y no me importaba trabajar todo el día. El mayor de sus hijos se movió intranquilo en la cama. Abrió los ojos somnolientos y le preguntó a su madre: -¿Volvió papá? Ella lo tranquilizó con unas palmaditas:-No, hijito, todavía no terminó el trabajo que le encomendaron. Pueda ser que mañana regrese… Unos sollozos reprimidos le indicaron cuanto sufría su hijo por la ausencia del padre. -Maldito seas, Pedro Ponce, que sin motivo haces sufrir a mis hijos. Te esperaré hasta mañana en la noche y si para ese entonces no has regresado, te saldré a buscar y te traeré de vuelta. Si estás con otra mujer, no me importa y te perdono, pero debes volver por tus hijos.

-Siii, mamita -contestaron a coro Esa noche, le pidió prestada la mula a su compadre Juan y luego lo buscó en todos los bares y fondas del pueblo sin resultado. En el hospital, no había nadie que se llamara Pedro Ponce En el cuartel de policía un viejo sargento lo conocía y le dio los datos para encontrarlo. -Creo que está con la Zunilda. La he visto con él. Esa no le hace asco a ninguno… Muy cerca de la madrugada, llegó la mujer a su casa, donde todavía dormían sus críos. Bajó de la mula el tieso bulto que traía atravesado en su lomo y lo entró al rancho. Al sentir movimientos en la cama, les habló a sus hijos: -¡Sshh! No enciendan la vela. Papá llegó a casa. Una semana después, las cenizas de Pedro Ponce volaban al viento.

A la hora del desayuno, que esta vez fue un tazón de Número 09/2009

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El descensor Textos para leerse de izquierda a derecha y de arriba abajo La almadraba Poema XVIII Nela Rio

Desde el otero Cuando la palabra se inscribe voluntariosamente con vocación de eternidad… Inmensos torbellinos desparraman estas hojas que yo escribo con sangre entre las sombras y mis brazos como alocadas gaviotas aletean sin poder retenerlas.

José Luis de la Fuente Rosa se levantó violentamente de su asiento y abandonó la estancia dando un portazo. Mientras bajaba los escalones de dos en dos en dirección a la calle, pensó en como liberarse de la angustia vital y de la rabia que atenazaban su alma y sus sentidos.

Todo se pierde en los círculos de la orden y el castigo. Viento viento lleno de aullidos viento arrasador. Lucho creando alambradas para detener al encabritado invasor lleno de condecoraciones inservibles para sostener lo que cuelga entre sus piernas como un péndulo oscilando suspendido por la gravedad y la impotencia bufando resoplando tratando desaforadamente de erguirlo en erecta fetidez y vuelan mi vestido y mis cabellos violados por el centauro cabalgando sobre huesos.

Cuando desembocó en el bulevar como un torrente, tenía decidido que gritar pudiera ser una buena forma. Comenzó a gritar cuando echó a andar a trancos entre la gente, que se apartaba sobresaltada a su paso. Siguió gritando mientras cruzaba la avenida repleta de vehículos, sin hacer caso del ruido de claxon, de las frenadas bruscas, de los improperios que salían desde los automóviles. Gritó mientras una lluvia fina caía espesa y perezosa desde un cielo gris plomizo que hacía que su pelo, largo y negro, se envolviera en su cuerpo, se pegara a su cara. Gritó mientras corría hacia la arboleda cercana. Gritó hasta llegar a la pequeña loma que dominaba el parque. Se detuvo un momento exhausta, y apoyó la espalda en un árbol.

Viento viento he de tragarte a bocanadas inmensas para gritarte en hojas que no habrá viento que pueda borrar.

Nadie había a su alrededor.

De Túnel de proa verde / Tunnel of the green prow Número 09/2009

Rosa al viento

El ruido de los vehículos quedó atrás. Todo estaba en silencio. Solo se oía el ligero murmullo de la suave lluvia rozando las hojas de los árboles, que quedó roto cuando Rosa volvió de nuevo a gritar. Y gritó mientras sentía en el rostro una brisa ligera.

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El descensor Textos para leerse de izquierda a derecha y de arriba abajo Y gritó a la ventisca, que antes era brisa. Mientras gritaba, el ventarrón exigió silencio, y desarboló su pelo y amenazó con arrojarla al suelo... Pero no podía parar de gritar. Y gritó hasta sentir como su garganta se desgarraba y la boca le sabía a sangre.

Rosa levantó la vista y observo a su compañera durante unos segundos como si despertara en ese momento de una pesadilla y tomara conciencia de donde estaba. - Sí. Un mal día. Pero ya estoy mejor. -contestó con la voz rota.

Y gritó cuando la suave lluvia se convirtió en aguacero y terminó de empapar su ropa. Con los ojos cerrados, Rosa continuó gritando al viento durante mucho tiempo, como jamás había gritado, como nunca creía que pudiera gritar nadie... Y de repente cesó de gritar.

La casa en el ciruelo

Extenuada, se sentó en el suelo mojado intentando respirar y recuperar el resuello.

Poema 30

Escupió sangre.

Sergio Manganelli

El viento cejó en su empeño. La lluvia volvió a caer con desidia. Todo quedó envuelto de nuevo en el silencio y Rosa se quedó escuchándolo durante largo tiempo.

Las campanas de la aurora sueltan a pastar al viento, que se desgrana silbando entre claveles inquietos.

Despacio, se levantó. En los claveles que baten sus alas de terciopelo, como pegasos en llamas, como cangrejos sedientos.

Intentó colocarse el vapuleado pelo. Trató de secar, sin éxito, su ropa con un pañuelo. Se dirigió a la salida del parque. Atravesó carreteras.

Como golondrinas rotas heridas por el invierno.

Anduvo entre le gente. Desanduvo lo andado.

Como uvas del crepúsculo bajo la parra del cielo.

Subió las escaleras. Abrió la puerta. Cerró con suavidad. Atravesó la oficina sorteando las miradas curiosas de sus compañeros y se derrumbó en la silla de su mesa. A tres metros, sentada en el borde de la mesa cercana, una compañera se limaba las uñas de sus cuidadas manos. De vez en cuando, echaba una mirada desatendida por encima de sus gafas de pasta y examinaba el aspecto desaliñado de Rosa. - ¿Un mal día? -al fin preguntó. Número 09/2009

El agua gime acunando el pedregal de su lecho, que el arroyo, como sangre, lo va empapando en secreto. Y una neblina rosada da un pincelazo de enero. Los cisnes en el remanso blandiendo sus cuellos negros,

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El descensor Textos para leerse de izquierda a derecha y de arriba abajo pescadores de esmeraldas con sus puñales de ébano, y un plateado pez de plata erizado de reflejos.

El séptimo duende

// Los cipreses son eclipses del otro lado del médano.

I

Una araucaria golpea su copa contra el lucero, mientras estallan jazmines como marfiles perfectos. Y se estremece en un pino, la luna, como un gran péndulo. De golpe el mundo se inquieta, de pronto se muere el viento. Desde la boca embriagada de enamorados jilgueros se abre un nuevo canto, amargo, tañir de badajos negros: “-el hombre viene matando, con sus balas y sus perros, por su fuego y con sus sierras. Con su soberbia y su estiércol” Las campanas en la noche llaman al sepulturero. /// El hombre viene matando, el hombre viene muriendo. Los cisnes en el remanso con un balazo en el pecho.

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El sahuaro Ana M. Gutiérrez

Se quiere meter el diablo, exclamó Matiana santiguándose mientras intentaba atrancar bien la puerta para que no azotara con el ventarrón de los mil demonios que se soltó esa tarde de octubre. Apenas lograron cruzar la puerta de la pequeña casa de adobe cuando se dejó venir el terregal que revolvió el viento por enésima vez filtrándose por rendijas, las ropas, la piel, la nariz. Tener que masticar –por más que te protegieras-, esas finas piedritas que hacían rechinar los dientes y te dejaban el gusto a resequedad, comezón y sed era lo que menos importaba. Esta tierra no deja. A estas alturas ya deberíamos estar acostumbrados dijo Vicente mientras intentaba sacudirle la tierra a la tapa del recipiente donde guardaban el agua. Ya oíste al señor cura, polvo eres y en polvo te convertirás, y sirviéndose un poco en el pocillo bebió intentando no pensar el sabor a tierra del viento. A arena y fierro. Se asomó por la ventana. El silbido del viento le removió la memoria y un escalofrío de tristeza y duda le recorrió el cuerpo, ¿Cómo hacerle? -Pensó. Ya qué. A resistir. Era esa hora de la tarde en la que el día no se quería ir y la noche pretendía instalarse. Borrosos de tierra los ojos y secos los labios se concentró ver los sahuaros que resistían estoicos el paso del ventarrón. Matiana encendió la lámpara de petróleo gimiendo todavía y diciendo quien sabe qué. Triste y lenta. El, ajeno; observaba esos gigantes invulnerables al viento, de gruesa corteza y humedad por dentro. Se le van a volar las flores a la niña, la oyó decir. Déjalo mujer, la niña ya no está ahí, se escuchó a sí mismo desde lejos y llevándose la mano al rostro aspiro resto del aroma de los octubres que una hora antes llevaba en las manos y que seguramente a aún estarían siendo llevados sin rumbo por aquel ventarrón. Polvo eres y en polvo me he de convertir. Quiso llorar y no pudo, ¡ya qué! Si ahí afuera el sahuaro resistía el ventarrón que todo se lo lleva ¿por qué no habría de resistir él? Al viento http://sites.google.com/site/revistaeldescensor/

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El descensor Textos para leerse de izquierda a derecha y de arriba abajo Memorias de una bruja… y loca II Déjalo mujer, la niña ya no está ahí –oyó decir a Vicente. Y se le aguaron los ojos de nuevo. Terminó de encender la lámpara y pensó en dormir y ya no despertar. Si tan sólo ese sonido afuera la dejara. Y el dolor. El sonido del viento le parecía un gemido, la tierra envolviendo la casa completa. Se imaginó lejos, pensó que la niña le llamaba. Se acordó de los octubres blancos que esa mañana había cortado, del aroma penetrante que la sabia del tallo recién cortado le había dejado en las manos. Pensó en la humedad de la flor y la resequedad del ambiente, los ventarrones llevaban muchos días. El señor cura le dijo ya está en el cielo y se le figuraba que el viento se llevaba también esas palabras como a todo últimamente: A la niña, los octubres que le llevaban, su ánimo, todo menos el aroma de las flores. Lloró. Ella no es tan resistente como tú –escuchó que le decía el señor cura a Vicente mientras ella lloraba quedo deseando un poco ser arrastrada también-. Se imaginó a sí misma arrastrada entre los chamizos y los octubres que volaron junto con la tierra mientras intentaban fijar la cruz en la tumba recién cerrada. Sintiendo la tierra en los ojos se recostó en la cama e intentó dormir. Afuera, escuchaba a la niña llorar. Polvo eres y en polvo me quisiera convertir. Pasaría de los sahuraros que no mueren, pasaría del sol de las lágrimas el dolor. III

Aires de naturaleza Claudia Palatucci “Jezabel” Al viento las palabras… Volando lento, Como recogidas de un muladar, Sin ton ni son… Solo al viento. Al sol, sin miramientos, Regocijando la vista Como quien va por el camino Construyendo castillos vanos Deslumbrando al sol… Al mar, Igual que quien conoce y pisa Por primera vez, Esa sensación de sal al caminar… Sin objeciones ni profesiones Todos iguales ante su faz, Grande, orgulloso, impío... el mar. Y las risas, Esas coquetas traviesillas Que vienen y van sin cesar… Corren su campo, apretaditas Regresan y vuelven, junto al palmar.

¿A dónde vas? Mi padre me ha encomendado un mandado. Debo llevarle esta gallina al señor cura ahí en el tempo de San Ignacio. De regreso hace sol y empieza el viento. Me resguardo junto al sahuaro. Pronto pasará el viento y llegaré a casa. De pronto el cascabel, su mordedura y la tierra. Todo es tan rápido. Polvo soy y en polvo me he convertido. El sol en alto. Y el sahuaro que resiste estoico al viento.

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El descensor Textos para leerse de izquierda a derecha y de arriba abajo que al final le mantendrá en el cielos; cortar las varas con cuidado para que no se escobillen ni nos queden más cortas de lo que necesitamos para formar la cruz que no será la pasionaria sino una más festiva, aunque no por ello menos mística, amarrar el cordel que sale del carrete al corazón mismo, al entrecruce de los ejes, no dejarlo al final para que el intento no lastime al papalote una vez que hayamos terminado de armarlo.

Diario de un estafador Cometas de otoño Jesús H. Olague Alcalá Adiós al verano, terminan los tiempos de sudor en pañuelo, de piel pegajosa y mejillas chorreadas, de bebidas preparadas, de camisas en telas vaporosas y manga corta. Llega el otoño, con su suave brisa de aroma a tierra colorada, no es un viento arrebatado como el de primavera que sube y a la mitad del viaje cae de pronto al suelo, esta asciende lentamente, como virgen santísima que mira a sus hijos y se despide de ellos mientras eleva sus plegarias al hijo que le espera, viento suave que pasa en los valles y las campiñas pero se arremolina en las cañadas, viento que va por ahí añadiendo peligro a las tardes de toros y levantando las faldas a las jóvenes que aún no guardan en la parte alta del armario la ropa de verano, en el espacio que han abierto las ropas de lana y las chamarras tejidas.

Luego el corte preciso del papel al tamaño de la cruz, atar o pegar fuertemente las esquinas a los extremos de las varas ensamblada previamente, se vale poner doble lienzo para hacerlo más resistente pero cuidando que no nos vaya a quedar muy pesado y entonces el viento de levante y la carrera infantil no sean lo suficientemente fuertes para llevar a la cometa hasta donde vientos más fuertes habrán de mantenerla, observadora inconmovible de los alrededores que se van llenando de gente que sale de sus cuevas, en donde se refugiaban del sol que quema y el calor abrasador.

Viento que nos invita a tomar la navaja y el carrete de cáñamo trenzado, y a salir al descampado, presurosos, bajo el brazo el diario de ayer o pliego de papel que ayer era deshecho y hoy es necesario, imprescindible, con la bolsa llena de retazos de tela que le sobró a la abuela cuando reparó las cortinas de gasa de la sala o hizo las sábanas frescas para la recién terminada temporada de verano.

Finalmente armar la cauda, que sacrifica el vuelo del cometa pero le da más lucimiento, una cola de hilo con retazos de telas o papeles de colores, cada uno separado entre cinco y diez centímetros del otro, cada uno con vida propia, cada uno una muestra de las habilidades del que armó el artefacto volador, y en cada retazo van un poco del alma y las esperanzas infantiles, a las que no les importa si mañana habrá qué comer o dinero para el pago de facturas y la renta, ahora no hay diferencia de condición económica y social, no interesan las calificaciones escolares ni la capacidad físico-atlética, lo único en verdad relevante es que vuele la cometa, que sea la mejor, la envidia de los otros.

Y así el particular ritual tempranero de los fines de semana, buscar las varas de carrizo o de mezquite, si encontramos algunas más o menos derechas, seleccionarlas como si en ello nos fuera la vida, y sí que nos va una parte en ello, porque han de tener la longitud precisa para que el rombo de papel pueda ser visto desde mil kilómetros a la redonda, y ser tan resistentes para no romperse al golpe de viento en el levante ni una vez alcanzada la altura deseada, pero lo suficientemente flexibles para que el lienzo de papel pueda hacer circular la mayor cantidad de aire

¡Ahora sí!, poner cuidadosamente el papalote en el suelo, panza arriba, soltar algunos metros de hilo y, como en las playas esperan los surfistas a la ola precisa, aguardar al viento bajo que garantice que elevará a la primera, al tiempo que pegamos la carrera, con la boca abierta y la lengua reseca, volteando de vez en vez a ver si ya levantó lo suficiente para detenernos y que el aire alto la mantenga allá arriba, junto al cielo, en donde las aves la mirarán con celo y ángeles y querubines se asomarán a verla.

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El descensor Textos para leerse de izquierda a derecha y de arriba abajo Los abuelos nos ayudan, al fin que ellos ya llegaron a la edad en que heredaron los problemas y se dedicaron al disfrute de los nietos, mientras los adultos nos miran con un poco de nostalgia y un mucho envidia de correr cometas de papel. ¡Ah!, la vida de los niños, vida de papel e hilo de cáñamo a la que se amarran las penas y se lanzan al viento.

madrugada. Aún no he dormido y ya el cansancio se apodera de mí. Uno de los estudiantes, desesperadamente alerta a la tripulación: - ¡Caballeros! ¡Miguelón ha caído al agua! Surgen los comentarios, la incredulidad y las dudas: - ¿Estás seguro de lo que dices? - se cerciora el patrón del barco que aún soñoliento se pone en pie. - Sí, Miguelón estaba acostado aquí encima de esos sacos, al lado mío y sentí cuando cayó al agua. - ¡Carajo! ¡Ahora esto! ¿Qué estaban haciendo ustedes ahí? - En los camarotes hay demasiado calor.

Poesía desde el otro lado del estercolero

- ¿Hace mucho que lo viste caer?

El hijo único de la decepción

- No, no, no. Fue ahora mismo. Debe estar cerca.

Carlampio Fresquet

El patrón se pone las manos sobre la cabeza. - ¡Utilicen los reflectores! ¡Continúen girando en la misma trayectoria! ¡Preparen los salvavidas! - indica el patrón al timonel y a los tripulantes.

Aunque el viento mece las ramas, las raíces muertas del árbol se aferran a la tierra yerma. Las palabras me pudren por dentro agarradas en mi garganta amarga. Al vomitar el esputo desde el hedor de mis entrañas soy el hijo único de la decepción.

Pronto el reflector alumbra una palizada. Todos llaman al muchacho. - ¡Ahí está! ¡Miren! - señala un alumno. Falsa alarma. Es solo una boya. - Hay que pasar un mensaje al otro barco y a puerto, pero antes volvamos a buscar- ordena el patrón. Todo es inútil, parece que en ese rumbo no daremos con Miguelón. Está condenado a morir ahogado y despedazado por los peces. En los camarotes no queda nadie. - ¡A babor se ve algo moviéndose!

Camagüebax

La voz de alarma viene del piloto. El Patao comienza a girar. El patrón toma el timón y detiene la máquina.

¡Muchacho al agua!

- ¡Caballeros! ¡Caballeros! ¡Aquí, aquí estoy! responde con su voz ronca y angustiada.

Lázaro David Najarro Pujol

- Sí, allí está. ¡Aguanta! ¡Aguanta! ¡Allí está! El tiempo transcurre lento. Se observan pocas estrellas en el cielo. Se levanta un viento imperturbable que hiela el cuerpo. Los huesos los tengo adoloridos y calados por el frío de la Número 09/2009

El reflector se dirige al lugar de donde viene la voz cansada. Ahí está Miguelón luchando contra las olas y nadando desesperadamente. Lanzan salvavidas al mar y pronto Miguelón, un muchacho mulato y

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El descensor Textos para leerse de izquierda a derecha y de arriba abajo regordete, está en cubierta rescatado de las aguas del Golfo de Batabanó en esta oscura madrugada. Está pálido. Tiembla de frío y miedo por el susto. Todos nos asustamos. Después que Miguelón cayó al agua no he podido dormir. Amanece, y el amanecer nos proporciona una imagen perfecta de estos parajes marítimos. El cielo y el mar se confunden en el horizonte. Subo al puente de mando por las escalerillas humedecidas. Todos los camarotes están ocupados por la tripulación. El marinero de guardia, un mulato fuerte de hablar pausado, está firme en el puesto de mando. Con las manos tercas y fuertes sujeta el timón.

al Este. - Muchacho, las profundidades del mar alrededor de estas cayerías tienen desde medio metro hasta unos doce o más, aunque al centro del Golfo de Batabanó oscila entre los 6 y 7 metros.

- ¿Qué van a hacer en Cayo Largo? -pregunta. - Vamos a realizar prácticas de marinería. - ¿Prácticas de marinería? ¿Y qué edad tú tienes, muchacho? - En diciembre cumplo 15 años. - ¿Tú no eres de aquí de La Habana, ¿verdad? - No, no, yo soy de Santa Cruz. ¿Conoces a Ezequiel? - ¿Ezequiel? - Sí, el mecánico del taller de Cayo Largo. - Claro, que sí. Él está, temporalmente, reparando los motores de unas embarcaciones de la Coloma. - Él es mi hermano. Nos vamos a conocer por primera vez - le digo con entusiasmo. - Precisamente, anoche él estaba en el Surgidero. - Sí, me dijeron que esperaba, pero el ómnibus nuestro se retrasó. Permanecemos en silencio unos segundos mientras el barco navega por las tranquilas aguas del golfo. - Te doy un voto de confianza. Toma el timón y sigue ese mismo rumbo. Guíate por aquellos cayos. El marinero habla de su vida de pescador: - Yo me crié en la mar. Esto representa mi propia vida. Aquí en mi barco paso la mayor parte del tiempo. Para disgusto mío, al poco rato el marinero toma nuevamente el timón y abre rumbo unos grados más Número 09/2009

Las corrientes del Mar Caribe, en los laberintos, han formado canalizos blancos. Sus fondos se ven con facilidad desde cualquier embarcación, porque toda el agua de los Canarreos es así: transparente. - Generalmente una gran parte del año reina aquí una excelente brisa, -me explica el marinero- aunque no exento de los azotes de huracanes como el ciclón del 26 que dejó huellas en todo el Archipiélago de los Canarreos. A pesar de esos fenómenos naturales la travesía se realiza sin la presencia de grandes oleajes, debido a la existencia de esos bajos fondos y la leve intensidad de las corrientes marinas. Durante toda la mañana nos siguen el rumbo los delfines, ligeros, juguetones semejando toda una representación danzaría, como si nos dieran una amistosa bienvenida. Las aves marinas, de vistosos plumajes, completan el espectáculo. Tocan con el pico las suaves olas en busca de alimentos. Aves y acuáticos danzan con armonía. - Es un encanto que nos regala la naturaleza en este pacifico mar -digo. - Es un paisaje único -confirma el piloto.

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El descensor Textos para leerse de izquierda a derecha y de arriba abajo El pescador me enseña un mapa. Está identificada una zona que cautiva por la presencia de arrecifes de cresta, principalmente en las aguas profundas o en el mar abierto. Me dice que la acción de esa barrera coralina, que crece hacia arriba a una altura de dos o tres metros, actúa como una coraza natural que rompe las olas que se desplazan hacia la costa del Surgidero. Es impresionante la grandeza de la naturaleza. La manifestación de pastos coralinos ratifica la belleza de esta esplendorosa y cristalina extensión del Archipiélago de los Canarreros. - En estos mares del sur es frecuente localizar el arrecife de Nirvana de gran belleza y prodigalidad dice el piloto con orgullo. Abre una gaveta y me enseña una muestra. En el curso de la travesía nos hemos encontrado con una inmensa ciénaga cubierta de pintorescos cayos y mangles de diferentes variedades. Es temprano. El timonel señala hacia el horizonte un punto oscuro y poco visible por la distancia que nos separa de él. - ¿Puedes ver aquel cayo? - Por supuesto que sí. ¿Qué sitio es ese? -pregunto. - Cayo Largo - responde el piloto - . Pues hacia él nos dirigimos. Dentro de dos horas estaremos allá. En el horizonte edificación.

observo

con

insistencia

una

Entramos al canalizo. Iniciamos la maniobra de atraque. - ¡Mira! Allí está tu hermano. Ezequiel me espera en el muelle. Tiene mucho parecido a mi padre, pero más alto. Realmente no imaginé que en mi primer viaje a través de estos mares sosegados y tranquilos del Archipiélago de los Canarreos me encontraría con mi hermano. El canalizo parece que se pierde en el horizonte. Algunas ramas de mangle rojo son arrastradas de sur a norte. - ¡¿Pero qué es esto?! -quedo anonadado, perplejo, atónito… - Es verdaderamente un paraíso. - ¿Qué distancia hasta aquí? - Unas 93 millas náuticas ¿Lo conoces? - No. ¡Jamás! Ni me lo había imaginado así, tan bello. - Le recomiendo que recorra todo el islote. - ¡Vaya! Claro que lo recorreré. La máquina del Cárdena ronronea fuertemente. El timonel pone la marcha atrás y la banda de estribor topa en el muelle de madera y troncos de yuraguana. Lanzamos los cabos. Ezequiel abre los brazos. Nos abrazamos. Miro el reloj y las agujas indican la una de la tarde.

- ¿Qué ve usted, muchacho?...

Mi hermano me habla de la Coloma. Dice que tuvo acceso a los nombre de los estudiantes que viajarían y que casualmente leyó el mío.

- Me llama la atención aquella torre -le contesto.

- ¡Y aquí estoy!

- Es un tanque elevado para almacenar agua y una especie de Jardín Botánico - repuso el timonel.

Me abraza nuevamente. Los profesores me autorizan a quedarme un buen rato con mi hermano.

En la medida que avanzamos, Cayo Largo del Sur se observa con mayor facilidad. A lo lejos está la inmensa torre que emerge entre la vegetación.

- No dispongo de mucho tiempo. Solamente vine al cayo a recoger unas piezas de motores y a llevarnos aquel barco. Debemos zarpar en minutos rumbo a la Coloma.

- No es tarea fácil navegar por estos canalizos -dice el timonel.

- ¡Tan pronto!

- Me recuerda en algo a Las Doce Leguas, en el sur de Camagüey - le digo.

- Ya teníamos que estar de regreso. Sólo esperaba verte.

- Claro. Yo estuve por allá hace pocos meses. Es muy linda aquella zona.

Un barco pesquero está con el motor en marcha. La tripulación aguarda por Ezequiel para soltar las

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El descensor Textos para leerse de izquierda a derecha y de arriba abajo amarras. Se despide con lágrimas en los ojos y me abraza otra vez. Aborda el barco que se despega del muelle. Se aleja. Quedo muy triste. - Coño -evoco el refrán- Cuando la felicidad llega, dice que se va. Regreso al barco a recoger mis equipajes. Sobre la mesa del patrón, en el puente de mando, está abierta la Carta de Navegación. La brújula indica en este preciso momento que Cayo Largo está ubicado a veintiún grados y 40 minutos de latitud oeste.

paraíso, con una ubicación que la protege de vientos y oleajes. Nos llama la atención en esa hermosa playa la existencia de nidadas de quelonios, porque es el lugar elegido por centenares de careyes para desovar sus huevos en las apacibles arenas. De la contemplación nos sustrae una voz: - David, el sargento Geño quiere hablar con usted dice la profesora Mercedes.

¡No caben dudas! Este paisaje es el más hermoso de los Canarreos. Un islote entre tanta belleza que se puede contemplar en el extremo meridional de Cuba. En el mapa se ve largo y estrecho. Todos ocupamos las habitaciones. Inmediatamente caminamos por las calles del pequeño poblado. En el suroeste está un diminuto aeropuerto para aviones de poco porte. Todo es fascinante aquí. El sitio está rodeado por vegetación tupida, inmensos pinares y extensas áreas de humedales. Muy cerca de las cabañas, en la orilla de la playa, emana un manantial de cristalinas aguas. Pudimos advertir que los fondos de algunas de sus playas cuentan con poblaciones de corales negros. Un viejo pescador nos explica: - El islote está dotado de grandes barreras coralinas. Los buzos han encontrado barcos hundidos. Se afirma que entre los años 1563 y 1784 ocurrieron en la zona alrededor de 200 naufragios. Desde la cooperativa distingo atractivos paisajes. Cayo Rico posee magníficas riberas. Todo esos pequeños islote están hechos por la naturaleza a la perfección: Cayo Iguana, hábitat de esa especie de lagarto inofensivo que da nombre al sitio; Cayo Los Pájaros, dominio escogido por las aves y Cayo Rosario, con gran cantidad de peces. También embelesan Cayo Cantiles y Cayo Sigua en los que se puede apreciar una mágica armonía de flora y fauna. Todas estas maravillas naturales conforman, con la Isla de Pinos, el Archipiélago de los Canarreos

Me encamino, refunfuñando, hacia la cabaña del sargento. «Para qué me habrá mando a buscar?» Pienso mientras me aproximaba a la edificación. Toco la puerta. - Permiso -Geño me responde con un ademán de cabeza-. Me dijo la profesora que usted quería verme. - Sí. Tome asiento. En su expediente aparece que usted es un buen tirador -dice el sargento. En sus manos tiene abierto mi expediente académico. Apunta hacia una metralleta. - No tan así. Solo con escopeta marca U. Eso es una cosa seria. Pero me gusta. La tarde nos sorprende bajo un enjambre de mosquitos y las indicaciones del militar. Mientras el sol se esconde, nos dedicamos, un grupito, a cazar mosquitos; 525 ejemplares es el desempeño de mi cacería. Los guardo en un estuche de madera como evidencia de mi hazaña.

Se destacan varias playas, entre ellas Sirena, considerada como la más hermosa y de aguas tranquilas y transparentes de color turquesa de este Número 09/2009

Del libro en preparación Vientos del sur.

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Letras hispanas

En nombre de todas las letras

Dos poemas

La hija de Santa no lo es

Jorge Castillo Fan

Martha Silva “MarthaX”

Contribución de la Asociación Letras Hispanas Vino a esta ciudad a enfrentar su destino. Sin título

Dejó San Pedro, no porque allá no hubiera lo que ella vendría a hacer aquí, sino porque al haber lo que buscaba no tendría el valor para cumplirlo.

Mi nombre que es un puente y un destino y que transmuta el destino y el puente de tu nombre como una entrega roja del pincel del cielo sueña o danza tiembla o canta en tus adentros Me llamo Viento O lo que el viento de tu ser quiera llamarme.

Cuando llegó a la central de autobuses, se movió entre la gente con aire confundido, habían sido muchas horas de viaje. Así que cuando se le acercó ese hombre y le preguntó cosas, con tono amable y llamándola “Reinita”, se forzó a sí misma a contestar. ¿A quién buscas?, ¿tienes a donde llegar?, ¿a quién conoces?, ¿tienes trabajo? ¿Qué más daba ocultar la verdad? El camino estaba marcado desde el momento en que su madre la buscó.

De Lámpara de Fiebre -----

Pájaro-Viento A Michael Diogar Un pájaro es un pájaro en el viento El viento es el viento entre los pájaros Un pájaro es el viento que se empluma El viento es un pájaro de aire El viento es el viento y es el pájaro El pájaro es el pájaro y el viento Y además un pájaro de viento Y además pájaro – viento. De Alto Voltaje (inédito)

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Pasaron dieciséis años antes de tener noticias de ella. Su tía la crió. Santa le hacía honor a su nombre. Pero aunque le dio cariño, su forma de pensar era muy diferente a la de ella, por eso la hizo batallar mucho, le dio más problemas de los que merecía la pobre mujer… Un día oyó una conversación que no debía: su madre la estaba buscando. Cuando la vecina susurró “pero ¿cómo se atreve? es una puta” y el shhh censurador pronunciado por Santa le abrió de golpe la conciencia: su origen, su destino. Dejó pasar unos meses antes de decidirse. El impulso que necesitaba se lo dio un borracho que solía comprar cerveza en la tiendita de abarrotes donde ella acababa de entrar a despachar. “Las mujercitas como tú sólo encuentran buen trabajo en la maquila o en la vida galante”. Ella le lanzó una mirada de desprecio y se refugió en la bodega. Ahí, junto a los envases viejos de refresco, miró con detenimiento su aspecto desaliñado y pensó que la vida galante no debía ser tan mala. Al menos, no debía ser peor que esto.

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El descensor Textos para leerse de izquierda a derecha y de arriba abajo Abandonó San Pedro sin hacer escándalo, sin lágrimas. Dejó su cama segura y el tierno amor de su tía y se lanzó a la aventura. Había violado el cajón de la cómoda de Santa buscando la dirección de su mamá. La anotó con dedos sudorosos. Tomó el autobús al norte y no dejó nota tras sí. Luego, se prometió, hablaría por teléfono a la que a la mañana siguiente descubriría un cuarto revuelto y una vida vacía… vaciada. De vuelta en la realidad, el hombre que la llevaría a esa casa horrible le hacía preguntas amables pero aprovechaba cualquier oportunidad para rozarle la pierna al manejar. Ella le había pedido dar una vuelta a la playa antes de que la llevara con la Señora. Quería conocer el mar antes de… bueno, antes que cualquier otra cosa. Se pusieron en marcha. La gente subía y bajaba de la vieja camionetita. Hasta la tercera vez no se dio cuenta que debía ser una especie de taxi. El océano surgió de pronto. Había poca gente y el mar estaba picado. Cuando el hombre bajó del vehículo y abrió la puerta de su lado, ella se extrañó de la acción: nadie había tenido esas gentilezas antes. Caminó un poco alrededor. La playa estaba sucia. Había una pareja con una bebita tomando el sol, estaban separados por las rejas que dividen a este país del sueño americano. Ella le daba de comer a la bebé y no sonreía. Estaba nublado. El mar no era como lo imaginó. Todo parecía menos vivo que en sus sueños. Entonces el hombre del taxi se le acercó y le puso un brazo en el hombro. El “Reinita” esta vez le dio asco. Sin embargo, se encomendó a Dios y abrió los dedos al viento. El papel se le escapó y cayó al suelo, lo había empapado de sudor y no volaba, sólo se arrastró. Ya era tarde para arrepentirse. Su madre era Santa, nadie más, pero su sangre hervía desde hace mucho tiempo y San Pedro era un desierto de hielo que no iba a apagar su espíritu fogoso. En San Pedro también había maquila y… casas de citas, por supuesto, pero no había mar. Su imaginación siempre se había desbordado, así que quizá abrir las piernas a cualquiera no sería tampoco tan horrible. Se enfrentó a la mirada lujuriosa del hombre y trató Número 09/2009

de no ver nada más que el camino de regreso al auto. Dio pasos firmes, sus manos ya no sudaban, estaban heladas. No volvería a San Pedro nunca.

Mujer de aire La casa del viento Mayde Molina Se había levantado caminando de puntillas, tarareando una musiquilla para si misma como cuando era niña. Tuvo la sensación de que empezaban a quedar atrás aquellos días de tristeza, que habían estado atormentándola desde que él se había marchado de su lado. Volver a despertar en aquel lugar era como una liberación para el espíritu, una sensación de auténtica armonía al reencontrarse con los recuerdos de la infancia, con la quietud de la montaña, escapando de los días grises que en la ciudad se solapaban haciendo que todo pareciera siempre tan igual y monótono. Aquel fin de semana iba a ser diferente, había regresado después de mucho tiempo a la casita de la montaña. El lugar donde sus padres veraneaban. Le encantaba conducir por aquellos caminos, se sentía feliz y segura. Avanzaba veloz, con la ventana bajada sintiendo como el aire golpeaba su rostro. Había aún rincones cubiertos por las últimas nieves y la luz del sol penetraba a través de las sombras descubriendo aquel bosque que empezaba a despertar del largo letargo del invierno. Aquella mañana se respiraba un frescor diferente, crecía un rumor a su alrededor y una brisa muy suave, como de primavera, se enredaba entre las ramas casi desnudas de los árboles. Era como si todo se preparara para recibirla y esa mañana de febrero, se podía sentir su aroma ya flotando en el aire. Paró el coche en un claro soleado del bosque para

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El descensor Textos para leerse de izquierda a derecha y de arriba abajo que sus hijos jugaran. Empezó a correr tras ellos intentando atraparlos, pero se escabullían retorciéndose entre risas porque ella nunca los alcanzaba. Ya cansados de jugar, se sentaron en la hierba para desayunar. Después caminaron hacia un mirador que quedaba allí cerca y recogieron piedras pequeñas del suelo para tirarlas al vacío. Aquel mirador era el lugar favorito de su infancia, el escondite secreto donde con sus amigos pasaba las horas buscando fósiles, tirando piedras al vacío y gritando sus nombres contra el eco de las montañas. “La casa del viento”, así habían llamado a ese lugar desde niños. Una casa abandonada, sin puertas ni ventanas donde circulaba siempre el viento a su antojo y la montaña se vertía inmensa y solitaria a sus pies. Recordó el día en que habían encontrado allí mismo un muerto tirado sobre la hierba; un ajuste de cuentas, un preso acuchillado que alguien había abandonado sin compasión en el mirador, a los pies de la casa. Desde entonces las gentes del lugar le llamaron “La casa del hombre muerto”, pero para ellos siguió siendo siempre la casa del viento y allí regresaban a escondidas de sus padres que ya no les permitían volver como antes a aquel extraño lugar. Lucía estaba sentada cerca del borde del mirador con sus hijos, contándoles aquella historia, cuando de repente, vio que subía un coche por la carretera. Llevaba algo enorme de colores amarrado sobre el techo: era un ala delta. Se emocionó al instante relacionando aquella visión con la aventura de un día de su infancia. Se levantó rápidamente, cogió a los niños de la mano y se los llevó hacia al coche mientras les decía: -Hoy es nuestro día de suerte chicos… ¡Vais a ver volar! De niña, subía en bicicleta con sus amigos por aquellas carreteras, aunque por aquel entonces no estaban aún bien asfaltadas. Solían inventar que eran los protagonistas de la pandilla de una famosa novela juvenil. Un día, mientras estaban en la casa del viento planeando nuevas aventuras, vieron como subía una Número 09/2009

furgoneta grande por el camino de tierra. Llevaba un ala delta amarrada sobre el techo y se dirigía hacia el montículo que quedaba frente a ellos. Uno de los chicos se levantó diciendo: “¡Vamos a ver lo que hacen!”. Y cogieron sus bicicletas y se pusieron en marcha pedaleando con fuerza. Aún no imaginaban que iban a contemplar cómo alguien se lanzaba al vacío con aquel gran pájaro de colores. Por fin llegaron sin aliento al montículo y allí se encontraron con unos hombres jóvenes desplegando el ala delta sobre el suelo, preparando todo para la gran hazaña. Tardaron más de una hora en montarla. Había uno de ellos que caminaba con el brazo extendido hacia arriba, mientras sostenía en su mano un extraño aparato. Cuando los muchachos le preguntaron que hacía, les dijo que estaba midiendo la velocidad del aire y aquel instrumento emitía unos ruiditos agudos mientras él caminaba sosteniéndolo. Lucía y sus amigos miraban intrigados mientras seguían haciendo más preguntas al joven. Los demás parecían demasiado ocupados montando el gran pájaro de colores. Eran gente agradable, procedente de diferentes puntos de la comarca. Cuando todo estuvo listo, el joven se acercó a ellos y les dijo: “Bueno muchachos, si os quedáis ahí bien quietitos podréis ver como me lanzo con mi ala delta y vuelo bajo vuestros pies, pero sobre todo no os acerquéis demasiado al precipicio”. Estaban emocionados, aquello si era una aventura de verdad. El joven sonreía radiante, todo estaba preparado y su pequeño público lo esperaba lleno de ilusión. Se acercó hasta sus compañeros y los abrazó, después se situó en una especie de soporte que había en el interior del ala y les guiñó un ojo a los chicos, mientras levantaba el dedo pulgar en señal de listos. Ya muy cerca del borde del precipicio, inspiró profundamente mirando hacia el cielo. Todos estaban paralizados esperando el momento de la caída cuando finalmente, hizo una pequeña carrera respirando de nuevo con ansias y se lanzó al vacío… Unos instantes después un grito salvaje inundaba el valle. Era un grito impresionante que rebotaba contra

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El descensor Textos para leerse de izquierda a derecha y de arriba abajo su propio eco y volvía velozmente a oídos de aquel público entusiasmado. Todos empezaron a aplaudir, y de repente, Lucía sintió como se le erizaba el vello al escuchar aquel sonido humano dominando la montaña. Fue entonces cuando empezó a pensar que un día ella también lo haría; se lanzaría al vacío y gritaría bien fuerte, sintiendo aquella sensación de libertad y descubriendo el placer de oír su propia voz rebotando en las montañas, mientras planeaba en el aire sobre el valle. Y muchos años después de aquel día de su niñez, estaba de nuevo allí; con su niña de ayer, con sus niños de hoy, viendo como alguien se lanzaba de nuevo al vuelo poniendo la piel en tan apasionante aventura.

Aquella noche en sus sueños

Esta vez era una mujer. Morena, de estatura pequeña y aunque no aparentaba ser demasiado fuerte, se movía con energía y parecía muy valiente.

Su corazón quiso volar Sentir el canto de los valles Y con sus alas inmensas multicolores

Lucía sintió una gran envidia, cerró los ojos y pudo imaginarse así misma lanzándose al precipicio con sus alas de colores. Imaginó también como saldría de su pecho aquel grito salvaje, mientras vería la sombra de su silueta reflejada en la llanura.

Surcar el viento

Y aterrizó de su propio sueño, justo a tiempo para ver el salto. Sus hijos aplaudían entusiasmados, tal como ella había hecho 22 años atrás. Esperó impaciente el grito, sabía que lo oiría de nuevo… Apenas transcurrieron unos segundos cuando se estremeció de pies a cabeza al sentir la voz de la mujer desgarrando el silencio de la montaña. - ¡Es el grito de la libertad! -les dijo con entusiasmo a los niños. Y sintió que empezaba a vivir la suya propia, saboreándola como nunca antes lo había hecho. Tantos años que habían pasado y aún no había aprendido a volar. Y esa mañana de febrero, mientras el viento volvía a golpear su rostro al borde del precipicio y la primavera ya era un presagio, se atrevió a pensar que aún no era demasiado tarde para hacerlo.

El sillón de orejas Sopla el viento Marcelo Choren Katherine Mansfield es el pseudónimo de la escritora Kathleen Beauchamp, nacida en 1888 y fallecida en 1923. Escritora de origen neocelandés, sus textos revelan una extraordinaria sensibilidad ante lo “invisible” para el común de la gente. Adelantándose al psicoanálisis, Mansfield retrata las corrientes internas de sus personajes con una nitidez deslumbrante. Convertida a la vida Bohemia, Katherine, que tiene una amante (Ida Baker), conoce al joven Garnet Trowell, del que queda embarazada. Su bisexualidad confesa, situada en los albores del

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El descensor Textos para leerse de izquierda a derecha y de arriba abajo siglo XX, hizo que su madre la trasladara a Bad Wörishofen, en Baviera, con la intención de mantener su embarazo en secreto y “curar” su lesbianismo. En Alemania sufre un aborto natural, decide establecerse en Londres, donde ya ha vivido antes, y no vuelve a ver a su madre.

perro flacucho, tan esquelético que su cuerpo parece "una caja sostenida por patas de palo", corre calle abajo. En cierto sentido, Katherine Mansfield siente que el perro es la calle. Y en todos estos fragmentos creemos hallarnos en medio de narraciones inacabadas; aquí vislumbramos un principio, allá un fin. Sólo necesitan un lazo de palabras para que queden listas...”

Su corta vida -muere a los 34 años- es un vaivén entre amantes de ambos sexos, matrimonios fugaces y relaciones difíciles. Virginia Wolf, en sus Ensayos, habla así de la autora:

Juan Carlos Onetti le dedicó este pensamiento: “... ¿Desde qué ángulo está contemplando la vida mientras permanece ahí, sentada, tremendamente sensible, registrando una tras otra todas esas variadas impresiones? Katherine Mansfield es escritora, una escritora nata. Todo cuanto experimenta, oye o ve no es fragmentario y disperso, sino que pertenece unitariamente a la escritura. A veces encontramos un apunte destinado directamente a ser una narración. "Cuando escriba sobre el violín debo recordar ese modo de subir levemente y de hundirse lastimeramente; el modo como busca", anota. O bien, "Lumbago. Es algo muy extraño. Tan inesperado, tan doloroso; debo recordarlo cuando escriba sobre un viejo. El gesto de levantarse, la pausa, la expresión enfurecida, y, cómo, por la noche, en la cama, uno tiene la impresión de quedar confinado"... Otras veces es el instante fugaz el que, de repente, cobra significación, y se apresura a esbozarlo, como si quisiera preservarlo. "Llueve, pero el aire es suave, cálido, humoso. Grandes goterones caen salpicando las lánguidas hojas, las flores del tabaco se doblan. De pronto se oyen unos crujidos en la hiedra." "Wingly viene del jardín vecino; salta la cerca. Y delicadamente, levantando las patitas, irguiendo las orejas, temeroso de que la gran ola le alcance, sale chapoteando del lago de hierba verde." La monjita de Nazareth "mostrando sus pálidas encías y sus grandes dientes descoloridos" pidiendo caridad. El Número 09/2009

“Aparte de su talento, K. Mansfield debe su triunfo a esto: por primera vez, y por última, hasta ahora -pese a la legión de bas-bleu anteriores y posteriores- una voz de mujer dijo de un alma de mujer. Katherine Mansfield tuvo mucho de milagro: no fue cursi, no fue erudita, no se complicó con ningún sobrehumano misticismo de misa de once.” ----“Sopla el viento” pertenece a la antología “Felicidad y otros cuentos”, editada por primera vez en 1921, aunque la autora comenzó a publicar sus historias siendo una niña, en una revista escolar. En el texto, por debajo de una historia aparentemente anodina, se percibe la fuerza singular de lo no dicho. Es allí, en lo que subyace, donde “sopla el viento” con la fuerza de un huracán. ----Sopla el viento Katherin Mansfield Repentinamente... horriblemente... ella se despierta. ¿Qué ha ocurrido? Ha ocurrido algo horrible. No, no ha ocurrido nada. Es sólo el viento que estremece la casa, sacudiendo las ventanas, golpeando un hierro del techo y haciendo temblar su cama. Las hojas

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El descensor Textos para leerse de izquierda a derecha y de arriba abajo pasan aleteando frente a su ventana, alejándose hacia arriba; en la avenida un periódico completo se agita en el aire como una cometa perdida y cae clavándose en un pino. Hace frío. El verano ha terminado... es otoño, todo es feo. Los carros pasan ruidosamente, balanceándose de lado a lado; dos chinos avanzan a pasitos cargados con un balancín de madera del que penden los cestos cargados de verduras... sus coletas y sus blusas azules volando al viento. Un perro blanco de tres patas pasa aullando frente a la cerca. ¡Todo ha terminado! ¿Qué ha terminado? ¡Oh, todo! Y ella empieza a recogerse el pelo con dedos temblorosos, sin atreverse a mirar en el espejo. En el vestíbulo, mamá habla con la abuela. - ¡Una perfecta idiota! Imagínate, dejar todo en la cuerda con un tiempo como éste... Ahora mi mejor mantel de Tenerife está hecho jirones. ¿Qué es ese olor tan raro? ¡Se quema el guisado! ¡Oh, cielos, este viento! A las diez tiene lección de música. Ante esta idea, empieza a sonar en su cabeza el movimiento en tono menor de Beethoven, con sus trinos largos y terribles como el redoble de pequeños tambores... Marie Swanson corre por el jardín de la casa de al lado para recoger los crisantemos antes de que se destrocen. La falda se le vuela por encima de la cintura, ella trata de bajársela, de metérsela entre las piernas mientras se agacha, pero de nada sirve... el viento se la levanta. Todos los árboles y arbustos se agitan a su alrededor. Ella arranca las flores tan rápido como puede, pero está muy aturdida. No sabe lo que hace: arranca las plantas de raíz y dobla y retuerce los tallos, patalea y maldice. - ¡Por el amor de Dios, dejen cerrada la puerta del frente! ¡Entren por atrás! -grita alguien. Y después la voz de Bogey: - Mamá, te llaman por teléfono. Teléfono, mamá. Es el carnicero. ¡Qué horrible es la vida... un asco, simplemente un asco! Y ahora, para colmo, se le ha roto el elástico del sombrero. Por supuesto. Se pondrá su vieja boina y se escabullirá por atrás. Pero mamá la ha visto. - Matilde! ¡Matilde! ¡Regresa de inmediato! ¿Qué diablos te has puesto en la cabeza? Parece un cubretetera. ¿Y por qué tienes esa melena Número 09/2009

cubriéndote la frente? - No puedo demorarme, mamá. Llegaré tarde a mi clase. - ¡Regresa de inmediato! No lo hará. No lo hará. Odia a su madre. - ¡Vete al infierno! -grita, y corre calle abajo. En olas, en nubes, en grandes remolinos el polvo golpea, trayendo con él briznas de paja y pedregullo y abono. Los árboles de los jardines rugen y, desde el fondo de la calle donde vive el señor Bullen, llega el lamento del mar: “¡Ah... ah...!” Pero la sala del señor Bullen está silenciosa como una caverna. Las ventanas están cerradas; entrecerrados los postigos, y ella no ha llegado tarde. La chica-que-está-antes ha comenzado a tocar “A un iceberg”, de MacDoweIl. El señor Bullen le lanza una mirada y esboza una sonrisa. - Siéntate -le dice-. Siéntate en un rincón del sofá, damita. Qué divertido es. No es que se ríe de uno, exactamente... pero hay algo... ¡Oh, qué tranquilo está todo aquí! Le gusta esta habitación. Huele a sarga, a humo rancio y a crisantemos... hay un gran jarrón lleno de crisantemos sobre la chimenea, junto a la desteñida fotografía de Rubinstein... a mon ami Robert Bullen... Sobre el negro y reluciente piano está colgado “Soledad”, un cuadro que representa a una mujer morena y trágica vestida de blanco, sentada sobre una roca con las piernas cruzadas y el mentón apoyado en las manos. - ¡No, no! -dice el señor Bullen, y se inclina sobre la otra chica y toca ese pasaje en el piano, pasando sus manos por encima de los hombros de la otra. ¡La muy estúpida... se sonroja! ¡Qué ridícula! Ahora la chica-que-está-antes se ha ido, la puerta del frente se cierra de un portazo. El señor Bullen regresa y camina de arriba abajo muy suavemente, esperándola. ¡Qué extraordinario! Sus dedos tiemblan tanto que no puede deshacer el nudo de su carpeta de música. Es el viento... Y su corazón late con tanta violencia que le parece que le levanta y le baja la blusa con cada latido. El señor Bullen no dice

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El descensor Textos para leerse de izquierda a derecha y de arriba abajo una palabra. En el ajado y rojo taburete del piano entran dos personas. El señor Bullen se sienta junto a ella.

- Siéntate en el rincón del sofá, damita -le dice a Marie.

- ¿Empiezo con las escalas? -pregunta ella, retorciéndose las manos-. También tenía unos arpegios.

*

Pero él no responde. Ella cree que ni siquiera la ha oído... y entonces, de repente, su fresca mano, la que tiene el anillo, se extiende y abre el tomo de Beethoven.

El viento, el viento. Es aterrador estar aquí sola en su cuarto. La cama, el espejo, el jarro y la jofaina blancos relucen como el cielo. La cama es lo más aterrador. Allí está, profundamente dormida... ¿Acaso mamá se imagina por un momento que ella zurcirá todos esos zoquetes anudados sobre la colcha que parecen serpientes? No lo hará. No, mamá. No veo por qué debo hacerlo... ¡El viento... el viento! Hay un raro olor a hollín que se cuela por la chimenea ¿Alguien le ha escrito poemas al viento...? “Traigo flores frescas a las hojas y lluvia”... ¡Qué tontería!

- Vamos a hacer algo del viejo maestro -dice. Pero por qué le habla con tanta amabilidad... con tantísima amabilidad... y como si se conocieran desde muchísimo tiempo atrás, y lo supieran todo uno de otro. Lentamente, él vuelve la página. Ella observa su mano... es una mano hermosa y siempre parece recién lavada.

- ¿Eres tú, Bogey?

- Estamos aquí -dice el señor Bullen.

- Vamos a caminar por la explanada, Matilde. No aguanto más.

Oh, esa voz amable. Oh, ese movimiento: en tono menor. Aquí vienen los pequeños tambores...

- Ahora mismo. Me pondré el impermeable. ¡Qué día espantoso!

- ¿Hago la repetición?

El impermeable de Bogey es igual al de ella. Abrochándose el cuello, se mira en el espejo. Tiene el rostro pálido, los dos tienen los mismos ojos excitados y los labios calientes. ¡Ah, qué bien conoce a esos dos del espejo! Hasta luego, querido, regresaremos pronto.

- Sí, pequeña. Su voz es demasiado, demasiado amable, las corcheas y los trinos bailan de arriba abajo en el pentagrama como negritos sobre una cerca. Por qué es tan... Ella no llorará... no tiene por qué llorar... -¿Qué te pasa, pequeña? El señor Bullen le toma las manos. Su hombro está justo junto a su cabeza. Se apoya un poquitito en él, pone su mejilla contra la áspera tela. - La vida es tan horrible -murmura, pero no siente en absoluto que sea horrible. Él dice algo acerca de “esperar” y “marcar el tiempo” y “ese raro ser que es una mujer”, pero ella no lo escucha. Es tan cómodo esto... para siempre... De repente la puerta se abre y aparece Marie Swanson que ha llegado horas antes de su clase. - Toca el alegretto un poco más rápido -dice el señor Bullen, y se levanta y empieza a caminar de arriba abajo una vez más. Número 09/2009

- Esto es mejor, ¿no es cierto? - Agárrate de mi brazo -dice Bogey. No pueden caminar tan rápido como quisieran. Con las cabezas gachas, apenas rozándose las piernas, dan zancadas como una sola y ansiosa persona a través de la ciudad, por el asfalto que zigzaguea y junto al que crece salvaje el hinojo, hasta llegar a la explanada. Oscurece... empieza a oscurecer. El viento es tan fuerte que tienen que esforzarse por avanzar, tambaleándose como dos borrachos. Todas las pobres plantitas de pohutukawa de la explanada se doblan hasta el suelo. - ¡Vamos! ¡Vamos! ¡Acerquémonos más! El mar está muy alto por encima de la escollera. Se quitan los sombreros y el pelo se les vuela hasta la

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El descensor Textos para leerse de izquierda a derecha y de arriba abajo boca, con gusto a sal. El mar está tan revuelto que las olas no rompen sino que golpean contra el áspero muro de piedra, absorbiendo las algas de los goteantes peldaños. Una fina llovizna de agua de mar azota la explanada. Bogey y ella están cubiertos de gotas, en la boca siente un sabor frío y húmedo. A Bogey le está cambiando la voz. Cuando habla recorre todos los extremos de la escala. Es divertido... hace reír... y de algún modo está de acuerdo con el día. El viento se lleva sus voces... lejos vuelan sus frases como delgadas saetas. - ¡Más rápido! ¡Más rápido! Ya está muy oscuro. En el puerto, las barcazas carboneras tienen dos luces: una en el mástil y otra en la popa. - Mira, Bogey. Mira allí. Un gran vapor negro que deja escapar una larga columna de humo, con las escotillas iluminadas, con luces en todas partes, está saliendo al mar. El viento no lo detiene, corta las olas en dirección al paso que se abre entre las rocas puntiagudas, en camino a... Es la luz lo que lo hace parecer tan bello y misterioso... Ellos están a bordo, con los brazos entrelazados y apoyados en la barandilla. - ¿Quiénes son? - Son hermanos. - Mira, Bogey, allí está la ciudad. ¿No parece pequeña? Allí está el reloj del correo dando la hora por última vez. Allí está la explanada por la que caminamos aquel día ventoso. ¿Te acuerdas? Aquel día lloré en mi clase de música... ¡Cuántos años atrás! Adiós, islita, adiós... Ahora la oscuridad extiende un manto sobre las aguas revueltas. Ya no se ven las siluetas de esos dos. Adiós, adiós. ¡No nos olviden!... Pero, ahora el barco se ha ido. El viento... el viento.

Letras al viento Briefing de la colina Marina Loux Contribución recibida por correo electrónico. Lunes por la mañana, amanece nublado y con jirones de sol entre las nubes. Un viento suave mueve las hojas de los árboles. La hierba brilla, recién nacida. Cuando llega la supervisora todas las operarias están ya reunidas en el centro de la zona de pastos. En la parte superior de la colina, la jefe de grupo va dando las pautas de comportamiento para la semana que acaba de comenzar. Mira a la supervisora y comienza: - Jimena: tu producción de leche ha descendido considerablemente, te voy a asignar esta semana el cuadrante siete. Aprovecha bien todos los cardos picudos. Y nada de tumbarte a rumiar tus pensamientos. Te quiero espabilada todo el día. Al final de la semana te mediré de nuevo el rendimiento y si no has aumentado la producción, serás amonestada. - Lagartijana: Esta es la última semana que voy a tolerar que aparezcas a las tantas de la noche por el establo. Por la noche se duerme y punto. A partir de esta noche dormirás al fondo, junto a la señora Blanca, que controlará cuando entras y sales. - Hortensia: Una vez más me han informado de que anoche te escapaste de nuevo camino del establo de los toros. Tu título de “Vaca del año” no te da derecho a esa vida disipada que quieres llevar. No puedes preñarte sin que tu pareja te haya sido aprobada por la dirección. No vuelvas a salir del establo. - Esmeralda: Aunque tu producción de leche ha aumentado considerablemente, tengo que llamarte la atención, tus compañeras se me han quejado de tu falta de solidaridad. Apareció en tu zona la hierba lechera y te la comiste enterita, sin informar a la dirección ni compartir con tus compañeras. A todas en general: hemos detectado algunos incidentes en la cola de ordeño automática. Ya saben

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El descensor Textos para leerse de izquierda a derecha y de arriba abajo que la cola ha de hacerse por turno riguroso según el ranking de producción mensual asignado. Utilicen los forfaits de ordeño de forma adecuada, y recuerden que son de uso personal e intransferible. Como actuaciones especiales para esta semana, quiero recordarles que no descuiden el cortado de hierba del contorno perimetral de nuestra parcela, que aparece un tanto descuidado. Ya conocen la normativa a seguir en la zona de deposiciones, no la olviden aunque esté lloviendo y la ladera resbaladiza. Terminado el briefing, la supervisora se dirige a la cima de la colina, donde el Consejo de Administración ha convocado una reunión, con el siguiente orden del día: 1º. Elección de sementales para organizar la próxima monta. 2º. Presentación de resultados del análisis de las aptitudes de las trabajadoras del área, según las Normas de Evaluación de Competencias, elaborado por la responsable de Recursos Bovinos, que será presentado en “Power Mosca”. Ella va subiendo la colina con gesto preocupado. Espera que los miembros del Consejo de Administración no se den cuenta de que se ha olvidado quitarse el maquillaje de la fiesta de la noche anterior. Sabe que las vacas lesbianas tienen muy mala prensa.

Lectores opinantes En esta edición no contamos con opiniones de lectores, esperamos que, con tu participación, tengamos mucho que contar de gente que comparte nuestro interés por expresarse.

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El tema para la próxima edición se publica en la sección Convocatorias de nuestro website, para participar en un tema en particular, por favor envía un correo a descensor+colaborar@gmail.com o llena el formulario Colaborar en la sección Contacto en nuestro website.

Número 09/2009

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El descensor Textos para leerse de izquierda a derecha y de arriba abajo

Participan en esta edición

Edgardo Castillo “Zumm” (Chile/Argentina)

Carlos Alberto Olague Alcalá (México)

Nació en Viña del Mar, hace ya mucho tiempo. Por motivos que no vienen al caso, vivió muchos años en un generoso país de Europa, donde quedó la mitad de su vida. Hace 17 años que vive en la Argentina, a la que considera su segunda patria, pero sin olvidar sus raíces. Trata de escribir siempre con humor, para no tener que pensar. Se declara ateo y considera que la amistad es lo más valioso de la vida. Ha escrito una gran cantidad de libros entre los que destacan 'Mujeres. Manual de uso y mantenimiento', 'Las aventuras de Mirinda', 'Vida de ladrones y algo más...' y una serie de libros de cuentos, entre otros; disponibles para descarga gratuita en su tienda en Bubok (http://zumm.bubok.com/). Puede ser encontrado en Todo cuento (http://todocuentomauri.blogspot.com).

Soy publicista, director general de una agencia BTL. Nacido en la ciudad de México, pero radico en Zacatecas. Soy candidato a portador de la vela perpetua, aunque la vela perpetua no está muy de acuerdo. También soy monero, y la mayor parte del tiempo no sé qué hago aquí además de ser el responsable del diseño de portada. Se le puede encontrar en En mi opinión (http://carlosolague.blogspot.com).

Francisco Cenamor (España) De formación autodidacta, comienza tarde a escribir poesía. En 1999 Talasa Ediciones publica su primer libro, Amando nubes, lo que le posibilita viajar por toda España dando recitales. En 2003 sale su libro Ángeles sin cielo, editado por Ediciones Vitruvio, editorial que publica en 2007 su último libro, Asamblea de palabras. Ha sido incluido también en numerosas antologías y revistas impresas y digitales. Ha organizado y organiza numerosas actividades poéticas. Dirige la revista digital Asamblea de palabras. Es coordinador del Club de Lectura de la Universidad Carlos III de Madrid. Profesionalmente se dedica a la interpretación, apareciendo en televisión, teatro y cine. Se le puede encontrar en Asamblea de palabras (http://franciscocenamor.blogspot.com).

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Nela Rio (Argentina/Canadá) Poeta, escritora, artista e investigadora. Nacida en

Argentina y ciudadana canadiense desde 1977. Con dos libros publicados en España y siete en Canadá (bilingües), ha sido finalista en trece concursos internacionales y sus poemas y cuentos individuales se han publicado en antologías y revistas de más de doce países. Crea “metáforas visuales” (arte digital) y expone “libros de Artista” en donde combina su poesía y arte. Organizadora de más de dieciocho exposiciones internacionales de Poemas Póster con participación de más de trescientos poetas. La Red Cultural Hispánica organizó en el año 2008 un Simposio sobre su obra poética y narrativa en la sede de la Universidad Autónoma de México en Gatineau, Canadá. Se le puede encontrar en su página dentro del sitio de la Asociación Canadiense de Hispanistas (http://fis.ucalgary.ca/ACH/Registro/Nela_Rio/).

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El descensor Textos para leerse de izquierda a derecha y de arriba abajo Toro” -poemas y banderillas-, que se editará inicialmente en Buenos Aires y posteriormente en España. Para ponerse en contacto con él, deje un mensaje en la sección Contacto de nuestro sitio web.

José Luis de la Fuente “Kmikc” (España) Informático de profesión y cuentero de afición. Los cuentos son su salvavidas ante la tormenta diaria de máquinas, cables y bits. Le gusta escribir cuentos directos, breves, de fácil lectura, de literatura llana y sin preciosismos. Y lo confiesa totalmente arrepentido. No sabe hacerlo de otra forma pero promete mejorar con el tiempo -de mayor quiere ser cuentero-. Un antiguo profesor una vez le dijo: “cuando alguien pierde toda capacidad de sorpresa, de asombro, de fascinación... está muerto y no se ha dado ni cuenta”, así que le gusta pensar que con sus cuentos, es capaz de sorprender al menos durante un segundo al lector ocasional y contribuir con su granito de arena a que continúe vivo. Tiene cuentos publicados en www.loscuentos.net y se le puede encontrar en Desde el otero (http://www.desdeelotero.com).

Ana M. Gutiérrez (México) Contadora cuentacuentos bajacaliforniana que reside en Tecate. Se inició temprano en la lectura y tarde, porque se le da bien eso del destiempo, en la escritura de prosa poética principalmente. Aprecia humor negro y opina que es una cualidad especial en las personas. Le encantan los cuentos de finales infelices. Sus favoritos son los escritores latinoamericanos, aunque ha husmeado en uno que otro europeo principalmente en narrativa y novela. Adicta a la luna y a todo lo que tenga que ver con el desierto. Publicó alguna vez y aunque se acuerda donde apenas la conocen en su casa. Escribe desde marzo del 2004 en 7DuendeS (www.7duendes.com) y esta es la primera vez en un proyecto colectivo.

Sergio Manganelli (Argentina) Nació en Haedo, Provincia de Buenos Aires, Argentina, el 28 de febrero de 1967. Reside actualmente en San Antonio de Padua, al oeste del conurbano bonaerense. Sus poemas y artículos han sido publicados en una importante cantidad de diarios argentinos, de México, Colombia y España. Asimismo en revistas culturales y literarias de Argentina, Brasil, España, México, Estados Unidos, Puerto Rico, Francia, Colombia, Venezuela, Chile, Italia, Cuba, Nicaragua, etc... Obtuvo entre 1991 y 1999 una treintena de premios y menciones en su país. Se encuentra trabajando en la edición de “Sangre de Número 09/2009

Claudia Palatucci “Jezabel” (México) Oh, sicóloga (o psicóloga) (hocicóloga), de profesión; “metiche” con licencia, para dar crédito a la locura de los ajenos, nieta de mulatos y de ojiazules españoles, nacida en la tierra de los alacranes, Durango, México. Gusta de la música árabe, flamenco y brasileña; se le verá danzando por ahí de vez en cuando entre letras y dibujos; diseñadora gráfica de afición, editora de

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El descensor Textos para leerse de izquierda a derecha y de arriba abajo fulanas revistas independientes y organizadora de eventos especiales (sobre todo en familia). Su especialidad en la cocina: changüiches y sopas Maruchan. Se le puede encontrar en Jezabel Violeta Bruja y loca (http://brujayloca.blogspot.com).

difusión de la obra del alumnado de la Facultad de Bellas Artes de Valencia). Coordinador Artístico de ALEACIÓN: ANTOLOGÍA ARTÍSTICA. Sor Kampana 1991-2008. Miembro del grupo artístico interdisciplinar OROMATON (Poesía, música y pintura en vivo). Su libro „Somos sexo‟ puede ser adquirido o descargado desde su tienda virtual en Lulu (http://stores.lulu.com/kafre09).

Jesús Humberto Olague Alcalá (México) Ingeniero en Sistemas Computacionales, chilango (del D.F., México) de nacimiento, zacatecano por herencia, adopción, convicción y querencia; que escribe por afición y pudo ser médico pero siente repulsión hacia las heridas; le gusta casi toda la música, en especial la trova, y casi toda la lectura, principalmente la de escritores latinoamericanos como Taibo II, Ibargüengoitia, Benedetti, entre otros; prefiere las ciudades coloniales a las playas y las corridas de toros a las peleas de gallos; y que tiene el gran problema de que todo lo demás se le olvida si tiene un aparato de TV frente a él, aunque esté apagado. Participa en algunos proyectos colectivos sobre temas tan diversos como su tierra, Zacatecas, amigos, música y cuentos, y aunque no tiene experiencia en esto, es el inventor de este invento. Puede ser encontrado en Lo que es no tener que hacer (http://jholaguepersonal.blogspot.com).

Lázaro David Najarro Pujol (Cuba) Santa Cruz del Sur, 1954. Licenciado en periodismo es autor de los libros de testimonios Emboscada (Editorial Ácana, 2000), Tiro de gracia (Editorial Ácana, 2000), Sueños y turbonadas, (Editorial Alaleph.com, 2007) y Nuevo periodismo radiofónico (Editorial Pablo de la Torriente Brau, 2007). Ha obtenido más de 30 premios y menciones en concursos periodísticos, literarios y festivales nacionales de la radio, entre ellos se incluyen el primer premio en Documental en el Festival Nacional de la Radio (1991), premio Sol de Cuba (1986), premio Primero de Mayo (1988), mención especial en el concurso literario 26 de Julio de las FAR (1999), el Gran Premio Nacional de la Radio (2000), premio Extraordinario 25 Aniversario de la ANIR (2002) y Premio Internacional de periodismo de la Revista Mira (2004). Labora en la emisora Radio Cadena Agramonte, de Camagüey, Cuba. Se le puede encontrar en su página personal (http://camaguebax.awardspace.com).

Carlampio Fresquet (España) Artista Indisciplinar comprometido con el entorno. Estudiante de Bellas Artes. Director de DIAL ART 2003 (proyecto de extensión universitaria para la Número 09/2009

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El descensor Textos para leerse de izquierda a derecha y de arriba abajo Asociación Letras Hispanas Organización sin fines de lucro cuyo objeto es promover y difundir la obra literaria de autores hispanoamericanos contemporáneos. Para tal fin, contamos con el respaldo de medios -sobre todo virtuales- que acceden a publicar textos de poesía, cuento, ensayo, artículos, reseñas, entrevistas, entre otros de interés para los cultores y amantes de las letras. El autor del material publicado en esta edición es: Jorge Castillo Fan (Perú) Piura, 1967. Miembro del Movimiento Internacional de Metapoesía. Es una de las voces más relevantes de la actual Poesía escrita en Lengua Hispana. Ha publicado Insurrección del Silencio (Sindicato de Petroperú, Talara, 1994), Eco del Fuego (Artetéreo Ediciones, Piura, 1995), Revólver del Amor (revista La Tortuga Ecuestre, Lima, 1996), Canción Triste de Cualquier Hombre (Ángeles del Abismo Editores, Talara, 1998; Editorial Delirio, Lima, 2003; Editorial Zignos, Lima, 2006), Lámpara de Fiebre (Editorial Delirio, Lima, 2003; Editorial Zignos, Lima, 2006) y Yo Soy Aquel Espejo (Editorial Delirio, Lima, 2003; Editorial Zignos, Lima, 2006). Poemas suyos han sido difundidos por diferentes canales de Arte, Literatura y Comunicación Social de América y Europa, así como en las antologías Homenaje al Centenario de César Vallejo, Poetas de la Región Grau (revista Intihuatana, Sullana, 1992), El Verdor del Algarrobo, Muestra de Ocho Poetas Piuranos (revista La Tortuga Ecuestre, Lima, 1997), Karminka, Antología de la Poesía Piurana, de Julio Aponte (Juan Gutemberg Editores, Lima, 2000), Literatura de Piura, de Harold Alva (Fondo Editorial Cultura Peruana, Colección PERÚ LEE, Lima, 2006), Poética Piurana de las Postrimerías: Sus Pulsaciones Seculares y Sus Rasgos Divergentes, de Ricardo Musse (Municipalidad Provincial de Piura, Piura, 2009), Antología de Poesía Hispanoamericana, de Blanca Orozco de Mateos (México: www.palabravirtual.com). Número 09/2009

Martha Silva “MarthaX” (México) Irónica, introspectiva y (pseudo)intelectual trata de reinventarse bajo el amparo de la sonrisa chueca señalando con dos líneas cruzadas el lugar donde habrá de encontrarse. También escribe desde la apariencia de una persona normal en el blog lafamosax.com.

Mayde Molina “Lucíabluesindreams” (España) Nace en Barcelona el 7 de junio de 1968. Estudia radiología y más tarde medicina tradicional china. En octubre del 2003, empieza a asistir a los talleres literarios de “Aula de Escritores” en el barrio de Gracia de Barcelona, bello y multicultural donde los haya, donde todos los viernes tertuliando entre cafés y amigos se empiezan a hilvanar sueños, prosa y poesía. Desde entonces no sale de casa sin papel y pluma, porque sabe que en el lugar más inesperado se puede encontrar con una nueva historia. La escritura es su forma predilecta de comunicar, dar la cara a la vida y a las nostalgias de la infancia y recoger el mundo de los sueños poniéndole alas de aire a su fantasía. Se le puede encontrar en (http://www.mujerdeaire.com).

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Mujer

de

aire

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Marcelo Choren (Argentina)

Arte fotográfico e ilustración

Nació en la Ciudad de Buenos Aires el 5 de septiembre de 1953. En la actualidad se encuentra radicado en España, país en el que desempeña labores de escritor y docente.

Las imágenes utilizadas para ilustrar las secciones, y todos sus derechos son propiedad de sus respectivos autores. Si el uso de imágenes obtenidas de sitios públicos va en contra de algún derecho de uso, favor de reportarlo a descensor@gmail.com.

Se dedica en especial a los cuentos, género literario que le apasiona. Parte de su obra se encuentra en periódicos, revistas literarias y otras publicaciones especializadas. Coordina talleres presenciales y virtuales, participa en tertulias, foros, y encuentros de escritores. Ha presentado libros, prologado antologías, escrito reseñas y administrado un club de lectura. También ha programado y coordinado talleres de escritura creativa, y de técnicas y recursos, destinados a escritores noveles. Colabora con las revistas electrónicas “Axolotl”, “Zona Moebius”, “Fin” y “Literatuya”. En 2006, se ha editado el libro Ritos, con varios cuentos representativos de su trabajo literario. Puede ser encontrado en su blog (http://marcelochoren.blogcindario.com).

personal

Portada, Windmill de Lars (http://www.sxc.hu/profile/sundstrom).

Sundström

Camagüebax, ¡¿Pero qué es esto?! y ¡No caben dudas! Este paisaje es el más hermoso de los Canarreos, imágenes originales proporcionadas por el autor. Memorias de una bruja… y loca, Imagen tomada del blog Mujer de aire (http://www.mujerdeaire.com/). Mujer de aire, imagen original proporcionada por la autora.

Marina Loux Cuentista desde siempre. Lectora impenitente. Escritora en ciernes. Número 09/2009

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