El descensor - A02N01 - El escapista

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Colaboran: Carlos Alberto Olague Alcalá Martha Silva Sergio Manganelli Jesús H. Olague Alcalá Ulises Varsovia Francisco Arriaga Claudia Palatucci José Luis de la Fuente Carlampio Fresquet Pérez Mayde Molina Lino Carmenate Milián Ana M. Gutiérrez Fernando Sabido Sánchez Carolina Fernández Gaitán Carlos Oriel Wynter Melo Marcelo Choren J. G. Ballard

Ilustraciones: Emin Ozkan Alecsandro Ferreira Melo Andrew C. Taro Taylor Charles Williams Esther Seijmonsbergen Douglas Gomes de Souza james.spector Barbara Din Josep Tomàs Giuseppe Crimeni Palma Gabriela Ruelan


El descensor Textos para leerse de izquierda a derecha y de arriba abajo El tema para el próximo número es:

Lluvia de verano Se recibirán colaboraciones hasta el día 31 de marzo de 2011.

Para mantenerte informado sobre los temas que iremos preparando, te sugerimos visitar la sección Convocatorias de nuestro sitio web.

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Sitio web: http://sites.google.com/site/revistaeldescensor Correo electrónico: descensor@gmail.com


Año 2

EL ESCAPISTA

Contenido

Número 1

Diseño de portada Carlos Alberto Olague Alcalá *

Editorial_____________________________________________ 4 En nombre de todas las letras ___________________________ 5 La casa en el ciruelo ___________________________________ 8 Diario de un estafador ________________________________ 10 Ulises y sus sirenas ___________________________________ 13 A tiro de piedra ______________________________________ 14

* México. Soy publicista, director general de una agencia BTL. Nacido en la ciudad de México, pero radico en Zacatecas. Soy candidato a portador de la vela perpetua, aunque la vela perpetua no está muy de acuerdo. También soy monero, y la mayor parte del tiempo no sé qué hago aquí además de ser el responsable del diseño de portada. Se le puede encontrar en En mi opinión (http://carlosolague.blogspot.com).

Memorias de una bruja… y loca ________________________ 23 Desde el otero _______________________________________ 24

Imágenes en portada

Poesía desde el otro lado del estercolero _________________ 27 Mujer de aire _______________________________________ 28 Palabras son palabras ________________________________ 37

Fish sequence de Emin Ozkan (http://www.eminozkanphotography.com/).

El séptimo duende ___________________________________ 38 Letras al viento ______________________________________ 44 En breves ___________________________________________ 45 La almadraba _______________________________________ 46 El sillón de orejas ____________________________________ 53 Derechos de uso _____________________________________ 75

Las imágenes utilizadas para ilustrar esta publicación, y todos sus derechos son propiedad de sus respectivos autores. Si el uso de imágenes obtenidas de sitios públicos va en contra de algún derecho de uso, favor de notificarlo enviando un correo electrónico a descensor@gmail.com.

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EL ESCAPISTA

Año 2 Número 1

Editorial Del arte de escapar La redacción ¿Quién no se ha sentido atraído alguna vez por el misterio de encierra el arte circense del escapismo?, soñado con convertirse en el nuevo Gran Houdini, y superar las hazañas que le han hecho trascender en la memoria colectiva. ¿Quién no ha deseado alguna vez desaparecer por un instante?, para escapar de un problema, sea simple o complejo, ocasional o cotidiano, o simplemente por el placer de desaparecer, para ver desde fuera lo que desde dentro, desde la rutina, nos es imposible apreciar. Es también en una suma de factores, fortuitos y planificados, un acto para el que se requiere tanto de un cierto valor artístico como del desarrollo y depuración de la técnica, de encontrar o fabricar el momento y la circunstancia adecuados. Escapar es un arte como la pintura, la música, la escritura, con los que también es posible abstraerse de la realidad y encontrar nuevas rutas hacia la libertad o el desarrollo del espíritu. Es lo mismo un reto que una necesidad. Durante un largo tiempo, trece meses para ser más precisos, este número se nos ha venido escapando de las manos, pero al fin, en esta suma de esfuerzos y circunstancias hemos podido atraparlo para presentar a ustedes este ejercicio de escapismo de nuestros colaboradores.

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Año 2

EL ESCAPISTA

Número 1

En nombre de todas las letras Garras Martha Silva “MarthaX” * * México. Irónica, introspectiva y (pseudo)intelectual trata de reinventarse bajo el amparo de la sonrisa chueca señalando con dos líneas cruzadas el lugar donde habrá de encontrarse. También escribe desde la apariencia de una persona normal en el blog lafamosax (http://lafamosax.com).

Luego de miles o millones de años, las características de este animal eran la cúspide de la evolución de su especie. Resistente, inteligente, ágil, con una gran capacidad de adaptación y una dieta variada, le estaban permitiendo florecer en esa región del planeta. A cada nueva generación, algo nuevo, mejor. Su capacidad cerebral seguía siendo pequeña pero los músculos eran fuertes, la vista aguda, el olfato, extraordinario. Aparte de los fibrosos helechos y pastos, de los carnosos hongos, de los insectos y de los diminutos huevecillos que conseguía robar de otros nidos, había comenzado a capturar peces. Además, tenía garras que más de una vez le habían permitido escalar árboles, salvándole la vida no tanto por subir muy alto sino para ocultarse a la fácil vista de los lentos, enormes y casi ciegos lagartos que poblaban su hábitat. Él ya no lo recuerda, pero hace algunas horas vio algo extraordinario: una bola de fuego cruzó el cielo y se estrelló lejos. Pero él cuida su nido y su maravilloso tesoro, sus huevos. Toda la atención la tiene puesta en ellos. Por eso, a pesar de percibir algo extraño en el ambiente, no tiene ojos más que para su futura prole. Y en mantenerse con vida al menos hasta que eclosione. Él no puede saber cuáles, entre esta cordillera de

Cuando un gran depredador aparece, basta que un pequeño grupo llame su atención

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Año 2

EL ESCAPISTA

Número 1

pequeñas cimas, son sus hijos. De alguna manera su especie encontró que desovando en lugares cercanos unos de otros y estando todos, jóvenes y adultos al cuidado del gran nido, había más probabilidades de sobrevivir. Cuando un gran depredador aparece, basta que un pequeño grupo llame su atención y lo aleje del sitio. Cierto: algunas vidas se pierden pero la colonia estaría a salvo. Nuestro protagonista, en particular, había desarrollado una curiosa técnica de columpiarse entre los árboles y había conseguido escapar más veces que cualquier otro de los poderosos y enormes tritura-huesos. Humo. Hay humo… Y el bosque se está llenando de ruidos, de sorpresa, de desconcierto… de desesperación. Sus compañeros no saben qué ocurre, él tampoco, están inquietos. Su tesoro está en peligro, lo intuyen por la súbita aparición de animales que huyen de algo. El fuego aparece lentamente pero inexorable. Él sabe que es peligroso, así que toma un huevo y lo aprieta contra sí. No hay más que pueda hacer, no hay suficientes garras para cargar las preciosas perlas. Es hora de correr, huir del calor que ya abraza las copas de los árboles sobre su cabeza. No puede subir, no debe.

Dinossauros Sousa-PB-Brazil de Alecsandro Ferreira Melo (http://www.sxc.hu/profile/aferreiram)

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EL ESCAPISTA

Número 1

Los ruidos animales lo aturden, pero aún así trata de alejarse del peligro. Sale a un claro, aquí el pasto también ha comenzado a quemarse. Se encuentra con algunos compañeros, el que está más cerca no lleva huevo, es más viejo pero por eso decide seguirlo. Lagartos, pequeños mamíferos, insectos enormes pasan a lado suyo sin mirarse unos a otros. No hay un enemigo contra el qué pelear, a quién atacar, de quién correr. No hay espacio ya entre los helechos que, abrasados, los cubren de ceniza. Los árboles van aplastándolos cual manotazos infernales. Entonces, el horror: su precioso huevo resbala de entre sus garras y se estrella en el piso. Ya no ve a ninguno de sus compañeros, ni a ningún otro animal. Todo es confusión. Quiere escapar una vez más pero ¿a dónde? Esquivando algunas brasas al rojo vivo, encuentra la laguna donde alguna vez encontró deliciosos peces. El contacto del agua con su piel quemada le da cierto alivio. Se sumerge todo lo que puede, mientras ve un espectáculo terrible: el bosque entero se consume por el fuego. Pero él no entiende nada. En su mente sólo hay dolor y la imagen del huevo vaciando su contenido entre las piedras…

Ya no ve a ninguno de sus compañeros, ni a ningún otro animal. Todo es confusión

Ve un enorme monstruo que no conoce, que volaba pero ahora ha caído. No está quemado, y sin embargo, parece muerto. El humo, debe ser el humo. El tiempo pasa. Algunos animales se refugiaron como él en la laguna. Pero ninguno de su misma especie. Garras saldrá del agua y tratará de encontrar el rastro de su manada. No lo hará, su especie habrá de extinguirse. Pero su cerebro es tan pequeño que eso no le preocupa. Escapó a la muerte una vez más, eso es lo que importa, el futuro… el futuro no lo conoce, no importa. Dichoso él.

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Número 1

La casa en el ciruelo Poema 22 Sergio Manganelli *

Hoy no distingo bien si es sombra o luz, la estela de mis manos, el goce de mis ojos, la prisa del espanto. No descubro fronteras, ni degusto amarguras, ni reniego al valor de la distancia.

No acudo a comprender si van o vienen, si es rumbo o extravío, o eutanasia. Salvo el fuego, no quedan más que grietas en los muros, que suaves maremotos, reversos y fantasmas. Péndulos del deseo, vientre de la historia.

* Argentina. Nació en Haedo, Provincia de Buenos Aires, Argentina, el 28 de febrero de 1967. Reside actualmenteen San Antonio de Padua, al oeste del conurbano bonaerense. Sus poemas y artículos han sido publicados en una importante cantidad de diarios argentinos, de México, Colombia y España. Asimismo en revistas culturales y literarias de Argentina, Brasil,España, México, Estados Unidos, Puerto Rico, Francia, Colombia, Venezuela, Chile, Italia, Cuba, Nicaragua, etc... Obtuvo entre 1991 y 1999 una treintena de premios y menciones en su país. Se encuentra trabajando en la edición de “Sangre de Toro” -poemas y banderillas-, que se editará inicialmente en Buenos Aires y posteriormente en España. Para ponerse en contacto con él, deje un mensaje en la sección Contacto de nuestro sitio web.

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Año 2

EL ESCAPISTA Quizás no sea niebla, ni sal, ni meridiano trágico, parodia o hermetismo, desnivel temporal, sinrazones, adverbios. Tal vez no haya aprendido a transitar, ambiguamente. Y el horizonte huele a tiempo ido, a deshoras agónicas,

Número 1

a realidad pretérita imperfecta, a subsuelo del mundo, a sabor propio. Y cuando caminar me duele en el costado, (la costilla de Adán, precisamente) anuncio cascabeles en el aire, abandono al atril la partitura y hago de mis palabras mercancías, revelación de espejos, felicidad ficción o muerte súbita. El pasadizo azul de la utopía.

Imagen: Cracks de Andrew C. (http://www.sxc.hu/profile/andreyutzu)

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EL ESCAPISTA

Número 1

Diario de un estafador El equilibrista Jesús H. Olague Alcalá * * México. Ingeniero en Sistemas Computacionales que, aunque no tiene experiencia en temas editoriales, es el inventor de este invento. Nacido en la Ciudad de México, es zacatecano por todas las leyes; escribe por afición y pudo ser médico pero siente repulsión hacia las heridas; le gusta casi toda la música, en especial la trova, y casi toda la lectura, principalmente la de escritores latinoamericanos; prefiere las ciudades coloniales a las playas y las corridas de toros a las peleas de gallos; y que tiene el gran problema de que todo lo demás se le olvida si tiene un aparato de TV frente a él, aunque esté apagado. Puede ser encontrado en Lo que es no tener que hacer (http://jholaguepersonal.blogspot.com).

El acto está por comenzar, mi acto, el que he ejecutado miles de veces, no sé cuántas, por tantos años que perdí la cuenta antes de siquiera comenzar a contar.

Observo desde mi sitio habitual, desde mi plataforma, al hombre mil veces visto del que en momentos como este no recuerdo su nombre, no sé si producto de la concentración que debo tener para mi acto, de la falta de ella o de los estragos de la edad y los vicios, si es que a lo mío se le pueden llamar vicios o solamente malos hábitos; le miro pues desde las alturas, ahí está el hombre gordo, de bigote largo y casaca roja, con sombrero de copa y bastón de empuñadura de marfil, que camina con paso cansino hacia el centro de la pista principal, arrastrando los pies, con una sonrisa grita mi nombre forzada que refleja en su rostro lo que esperan él seguido de una sarta y los demás compañeros, incluso yo mismo, de mi presentación; veo que toma el micrófono para de calificativos exigir silencio a la multitud que no calla, sólo baja rimbombantes que no un poco el volumen de la voz, pide un redoble a la supuesta banda que, gracias a la me interesan tecnología, ha sido desplazada por un reproductor de discos compactos, grita mi nombre seguido de una sarta de calificativos rimbombantes que no me interesan y

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Número 1

me inventa un origen y una herencia funambulística productos de una imaginación que sabrá Dios donde encuentra tanta tontería para decir. Las luces de los reflectores apuntan al alto cielo de la carpa, y ahí aparezco, encandilado, hastiado, cansado de tanto repetirme, que igual es repetirme aunque vaya a veces sobre monociclo, otras haciendo saltos, igual con red de protección que desprovisto de ella, como en esta ocasión, no importa, las diferencias son pequeñas cuando de lo que se trata es de mantener el equilibrio a unos cuantos metros, o a unos centímetros, del piso, porque esto está tan visto que la gente ya no se asombra, ya no aplaude emocionada, sólo espera que termine con lo que hago para que lleguen los magos, los payasos, las jóvenes semidesnudas, los tigres, no sé, cosas más vistosas y espectaculares, o más vulgares, que eso también es parte de lo que viene a buscar el populacho para satisfacer el morbo.

High on life de Taro Taylor (http://www.sxc.hu/profile/tjt195)

Calla el redoble y miro hacia abajo, hacia el lugar en donde mi cuerpo y mi cerebro avejentados piden una red de protección, pero eso no vende y si quiero seguir con esto debo de hacerlo de la manera más decorosa posible, si no ya habrá quien lo haga en mi lugar, que yo podría dedicarme a limpiar las jaulas de los animales y a vender frituras y souvenirs, o quedarme a vivir en algún sitio tranquilo, en una casa pequeña rodeada de calma y tranquilidad, de silencio y soledad; pero eso no es lo mío, el hombre simple puede hacer cosas simples, pero el artista necesita del aplauso, aunque sea escaso, para

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sentirse, no digamos importante, sino vivo, comprendido y un poco menos solitario. Camino un poco, finjo que resbalo, ya la poca gente que me observa con un poco de atención sabe que actúo y no se inmuta, sólo un par de niños que exclaman algo con asombro y aplauden cuando ven que mantengo el equilibrio; continúo mi camino pensando que tal vez la vida sería muy diferente si me hubiera dedicado a otra cosa, si llevara una vida de cerrojos y cadenas, de camisas de fuerza, de cajas de fondo falso y fuegos de artificio, de asistentes hermosas que me ayudaran a entrar en un cajón y tras asegurar todo perfectamente con cadenas, cerraran bien candados y cerrojos, de contorsionismo, de desapariciones misteriosas y reapariciones espectaculares, ¡sí!, otra cosa sería si fuera escapista, un escapista famoso y no un mediocre equilibrista.

Desconcertados, algunos contienen el aliento mientras otros aplauden tímidamente

Detengo el paso en este punto, en este pensamiento, justo cuando camino sobre el centro de la pista principal y decido que ha llegado el momento de intentarlo una vez, sólo una vez, un gran escape, un único escape. Cierro los ojos, aprieto la quijada en un gesto decidido, es el momento; suelto la pértiga, espero durante unos cuantos segundos que parecen horas, la escucho rebotar contra el suelo, las voces se diluyen en una quietud expectante, ahora sí hay silencio, y atención, me siento menos viejo, mucho menos, aflojo las rodillas y siento el cable vibrar bajo mis pies, como expresándome su apoyo decidido, como impulsándome a seguir con lo que ya he iniciado, con la que ya está decidido.

Desconcertados ante este impulso inesperado y la calma tras, algunos contienen el aliento mientras otros aplauden tímidamente, atentos todos, porque intuyen que están a punto de ver lo nunca visto, a un equilibrista que cambió de acto sobre la marcha y sólo habrá de presentar, una vez, el único y final acto del nuevo maestro de escapismo.

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Ulises y sus sirenas Fuga Ulises Varsovia * Un hogar para la poesía en la intemperie de su viudez, en la inclemencia de no poder recobrar la dote perdida de su difamada doncellez.

Cálamo el mástil de tu bajel errante por la mar bravía con su carga de abúlica fe, con su pesarosa desnudez de toda humana eucaristía.

Rumbo a la hospitalaria Babel, en fuga a la vieja guarida de todas las lenguas reunidas en el vagido de su niñez, y volver a sentirlas mías.

* Chile. Nace el año de 1949 en Valparaíso, lugar cuyo mar y tempestades marcaron definitivamente su personalidad y su poesía. Estudió varias asignaturas humanísticas y trabajó en tres universidades al mismo tiempo que escribía poesía en su país natal, de donde salió a Alemania a estudiar un doctorado. Radica en San Gall, Suiza, en cuya universidad imparte un par de lecciones. Ha publicado 28 títulos de poesía entre los que destacan Jinetes nocturnos (1974), Tus náufragos, Chile (1993), Capitanía del Viento (1994), El Transeúnte de Barcelona (1997), Madre Oceánica, Valparaíso (1999), Megalítica (2000), Ebriedad (2003), el más reciente, Anunciación, ángeles y espadas (2008), y las antologías Antología esencial y otros poemas 1974-2005 (2006) y Vientos de letras (2007), en colaboración con el poeta Alexis R. Ha sido publicado por más de 70 revistas literarias, en diferentes idiomas. Puede ser encontrado en su blog personal (http://ulisesvarsovia.tripod.com).

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Paris de Charles Williams (http://www.sxc.hu/profile/kalyano)

En fuga por la geografía de los habitáculos de Babel, en fuga por la loca grafía de sus lenguas enrarecidas sobre una ebria balsa de papel.

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A tiro de piedra Lapsus memoriae Francisco Arriaga * De mortuis nil nisi bonum. * México. Escritor zacatecano que nació en Aguascalientes y vive en Tamaulipas. Coleccionista de libros, impresos o electrónicos, que también le hace a la música, la patrología, la historiografía, y en sus ratos libres escribe para algún periódico zacatecano, pero ya el lector verá qué va descubriendo en sus propias palabras. Se le puede encontrar en Qvod ago (http://www.qvodago.info).

La niña no quiso decirme del viaje. Su madre la consintió demasiado; aunque a decir verdad el carácter lo heredó no de mí ni de ella, sino de su abuelo. El abuelo tenía sangre de verdadero italiano en las venas, le hacía hervir la cabeza y cuando esto sucedía absolutamente todos cedían a sus indicaciones, al menor gesto. Su madre no quiso seguir sus pasos, se mantuvo alejada de él. Por eso me gustó tanto, verla asistiendo, atenta a cada movimiento rebosante de energía que su padre realizaba con la seguridad de que sería obedecido sin chistar.

También decir que Sonia siempre fue una niña resulta exagerado. Cómo creció es algo que nos pasó de lado, imperceptiblemente. El recuerdo aún es claro, ella reía feliz de tenerla allí, y mi niña también atenta, mirándome desde el regazo de su madre; pero los años pasan y un buen día ya tienes enfrente a una mujercita caprichosa capaz de enfrentarse con su madre, o una mujercita encantadora que hará todo por verme sonreír. Años hubo también que no fueron fáciles; a pesar de esos cuatro años de distancia ella regresó y

no vi cómo mi pequeña Sonia dejó de ser una niña para convertirse en una mujer

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se mantuvo a mi lado. Nadie habló de divorcio, sólo de separación. Ella se llevó a mi hija, no vi cómo mi pequeña Sonia dejó de ser una niña para convertirse en una mujer. Sonia tiene los ojos de su abuelo. Es quizá más atrevida que su madre, tiene talento innato para la música, para la fotografía, la pintura. Cuando su abuelo le preguntó qué era más sencillo, seguir su profesión o la mía, contestó que la suya: ‘Director. Es más fácil’. Sonreímos de buen gusto, Arturo a nadie más le hubiera tolerado eso, jamás. Pero la niña siempre supo muy bien lo que hacía y decía. En cambio, su madre me preocupó constantemente. Sé que le han dolido los rumores y que los ataques no han faltado. Ojalá ella no supiera de esta lucha constante -no la de ser judío o no, Sonia era la niña parece que ya a nadie le importa-, aunque tampoco se trata del descaro o de la vida doble en fáciles pasajes de peleas y discusiones con los perdones, encuentros y mimada por propios y reencuentros que tarde o temprano terminan siendo siempre los mismos. Ella no hablaba ruso. Y mi italiano di merda tampoco ayudaba, decidimos hablar en francés. Nostro francese funziona, me decía. Nostro francese è brutale, le respondía, y los dos reíamos gustosos.

extraños, su abuelo la consentía en todo momento

Pero aquel francés era nuestro, era nuestra lengua. Lo usábamos en la noche, en la casa y en público. Un año después de casarnos civilmente Wanda la dio a luz. Sonia era la niña mimada por propios y extraños, su abuelo la consentía en todo momento. Esos años llegué a olvidar el deleite y la admiración que me irremediablemente me impulsaba a buscar a los hombres jóvenes y apuestos que también por alguna razón no cesaban de buscarme. Como si todo el mundo supiera. Cuando la niña cumplió seis años Wanda fue tajante. Era necesario hacer algo, era ab-so-lu-ta-men-te necesario. Merda di Dio, ella no era practicante aunque seguía siendo católica. Y ya entonces no recordaba cuándo fue la última vez que pisé una sinagoga. Así que la solución que encontramos fue la más sensata y cuerda, rebosante de lógica razonable: EL DESCENSOR | Textos para leerse de izquierda a derecha y de arriba a abajo | A tiro de piedra

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acudí al psiquiatra. Nadie ignoraba mi debilidad, Arturo alguna vez lo gritó a los cuatro vientos, que ‘en nuestro ámbito todos sabían y aceptaban mi homosexualidad’. Se decía fácil, rápidamente, en una sola frase, como un leitmotiv de Schumann, o una apoyatura de Mozart. Pero la niña y su madre, que eran mis dos mujeres, ellas no tenían culpa alguna. La vergüenza de un rumor que todos daban por cierto y no había manera de desmentir era algo que ni ellas ni yo podíamos soportar. Incluso no faltó el sagaz observador que afirmó -Arturo, Arturo… qué cabrón fuiste- que mi boda fue sólo un intento de distraer la atención de mi sexualidad ‘desviada’.

la solución que encontramos fue la más sensata y cuerda, rebosante de lógica razonable: acudí al psiquiatra

Los intentos de terapia surtieron algún efecto, veinte años pudimos vivir como la gente, eso era ganancia, pero a decir verdad, las cosas entre Wanda y yo no podían andar peor. Aquellos encuentros nocturnos eran cada vez más escasos y no me causaban placer alguno, la vida de cama terminó entonces, y el único que jamás reclamaba nada era el Steinway. Mi hija, mi querida Sonia muy pronto se fue de nuestro lado. No puedo culparla, ella tenía el valor del abuelo, un valor que no había heredado de mí. Ojalá de mí no hubiera heredado la maldita depresión; quizá mis inclinaciones poco maschili por fin habían cambiado mi complexión psicológica tornándome una mujercita encerrada en el cuerpo sin gracia de un pianista judío.

¿Cuántas salidas puede haber para algo que todo mundo nombra, pero ni siquiera puede enfrentarse cuando lo sufrimos cabalmente? ¿Cómo escapar de lo que somos, de lo que hemos sido, y de lo que seremos por siempre? Wanda volvió a tener esperanza. También yo quería tener esa esperanza, deseaba más que nunca que compartiéramos algo y no sólo la casa, los viajes, las presentaciones. Cuando puse las cosas en la balanza el resultado fue claro, inmediato. Nunca tuve estilo para sufrir. No quería sufrir, pero de los dos sufrimientos que tenía en sendos platos esperando el pesaje, supe de antemano cuál sería más fácil y llevadero. Me daban un protector bucal. Lo acomodaba cuidadosamente hasta que podía sentir la saliva humedeciéndome encías EL DESCENSOR | Textos para leerse de izquierda a derecha y de arriba a abajo | A tiro de piedra

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y cada uno de los dientes. Ya recostado en la camilla, las manijas de hule acolchado se amoldaban a las manos. Eran cinco o seis descargas por sesión, cronométricamente calculadas. Un minuto y medio la primera, un minuto la segunda. Las últimas eran de cincuenta segundos, cuarenta y treinta. Los médicos daban otras indicaciones, relajantes musculares combinados con las sesiones controladas de descargas eléctricas. ‘El tratamiento es desgastante y para que realmente funcione es necesario que se siga al pie de la letra’.

Deseaba más que nunca que compartiéramos algo y no sólo la casa, los viajes, las presentaciones

Nosotros veíamos otra cosa. El tratamiento servía poco, pero era lo único que teníamos. No había más. Entonces pienso que no fue la mejor decisión, tomarme ese descanso y alejarme de los discos y micrófonos, aunque no falto el bribón que llevó sus equipos portátiles y cuatro o cinco carretes de cinta, por si hacía falta, a los recitales privados y ensayos en teatros y salas de concierto. Me cago en esas grabaciones piratas, eran la peste. Cuando los críticos exigieron mi regreso, pocos sabían que en verdad nunca me fui. El miedo era distinto, ya no sólo la inquietud que sentí al tocar en bares y burdeles hacía cuarenta años; Wanda afirmaba que era la depresión, cuando ella decía ‘depresión’ con todas sus letras era como si deletrease ‘tu omosessualitá, tu maledetta omosessualitá’.

Si a nadie le importaba que yo fuese judío en cambio a todos importó el concierto en el Carnegie. Antes de comenzar se hizo el silencio. Qué distinto el silencio de aquella sala, y la mirada atenta de los asistentes -¡each one of them paid for their own ticket!, dijo mi representante- de aquellos conciertos con Milstein y Piatigorsky ante fumadores y bebedores de frac que nos miraban noche tras noche, y las mujerzuelas que reían ofreciendo pechos y caderas al mejor postor. Apenas unos años antes sólo me pagaban con pan, mantequilla y chocolate. Era lo único que había, y no necesitaba más. Cierto que nadie me acusó, ni me juzgó por haber escapado, los soldados que revisaron mis papeles casi exigieron que regresara cuando fuera alguien famoso, y sobre todo que nunca olvidara mi patria. Mi país. EL DESCENSOR | Textos para leerse de izquierda a derecha y de arriba a abajo | A tiro de piedra

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Jamás lo olvidé. Sonia rebosaba el carácter de Arturo, pero tenía alma rusa. Por eso su inestabilidad emocional se acentuó con la muerte del abuelo, ella tenía veintitrés años entonces. Cuando Wanda y yo nos separamos, quince años después de casados, la niña nada preguntó. Contaba con él, con el abuelo Arturo, pero Wanda -al principio muy dolidase dio ánimos y regresó. Los cuatro años que vivimos distanciados parecían alargarse y ahondar más y más el foso que nos separaba, pero ella era ante todo y sobre todo una Toscanini. Los Toscanini jamás se rinden, por dolidos que estén. Mi niña tampoco quería rendirse. No recuerdo cuándo fue la primera vez que alguien me comentó sus gustos. Drogas o fármacos eran lo mismo, sólo remedios transitorios para algo mucho más profundo, escapes fáciles de algo que nadie se atrevía a nombrar. Ella parecía empeñada en seguir al abuelo recién fallecido, buscando el escape en todo lo que representara el riesgo, la aventura exacerbada. Hoy sé que aquel lejano accidente pocos meses después de la muerte del abuelo era el anuncio de lo que vendría después.

Piano de Esther Seijmonsbergen (http://www.sxc.hu/profile/unit25)

La niña no quiso decirme del viaje. Preferí no hacer caso, no quise saber entonces, creo que Wanda tampoco le dio demasiada importancia. Pero ¿cómo pude ver a la hija de ojos negros encendidos hundirse poco a poco en un tránsito que no lleva a ningún lado? ¿Cómo pude aceptar sin reclamos que la niña se torna mujer,

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pero una mujer a medias, mientras la madre acusa sin acusar, tal vez pensando que ha salido igual a su padre que es hombre sólo a medias? Pasaron diez años y volví a las terapias. El psicólogo consiguió poco, entre lo poco hacerme ver que era quizá no un sodomita o un homosexual vulgar y común, y me abarató la factura repitiendo otros rumores en mi cara, dándoles certificado médico: bisexualidad. Sabía lo que me esperaba, habían pasado diez años más y ahora la niña era una mujer apartada y huraña que buscaba deleites que yo jamás comprendería. Su primer accidente grave quedó muy atrás, casi en el olvido, y ahora ella buscaba otros caminos, parecía tener miedo de lo que su propio cuerpo iba mostrándole. Seguía teniendo el mismo encanto que su madre, un encanto que ni las drogas ni los fármacos pudieron destruir, pero pasados los treinta años el hombre, y sobre todo las mujeres, comienzan a sufrir un proceso aceleradísimo de envejecimiento. Ella tenía treinta y cinco años y yo sesenta y seis. Qué patético, ya casi un anciano que no puede amar a los jovencitos que le atraen, a quien su mujer soporta y aguanta lo mejor que puede en público y privado -más que nada por un amor propio capaz de soportarlo todo- y un piano que recibe más cuidados que mi hija, que mi esposa, que mi propio cuerpo.

Drogas o fármacos eran lo mismo, sólo remedios transitorios para algo mucho más profundo

No entiendo de drogas ni fármacos, después de aquellas sesiones llegó el turno de probar el repugnante sabor de los antidepresivos. El licor parecía menguar un poco ese callado enjuiciamiento que Wanda hacía cada día, ya no me sometí otra vez a las terapias controladas de descargas eléctricas, había perdido toda esperanza. Y aunque algún amigo no fue capaz de callarse, rumor entre otros rumores mi reciente afición a las bebidas alcohólicas no encontró grandes ecos. ‘Es improbable’ afirmaba la misma caterva que buscaba en mis discos la ‘prueba irrefutable’ de que estaba sublimando mis infortunios sexuales.

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Sublimación. Mal diablo la lleve. Mi hija con su vida desgraciada, mi mujer infeliz pero a mi lado, siempre. La sublimación no sirve de nada. Y me pregunto si no habría sido mejor ceder a los impulsos ciegos de la carne, buscar aquello que sabía a la vuelta de la esquina en vez de buscar en el piano lo que el piano jamás podría darme: el aliento varonil y acentuado de un hombre seguro de serlo, y los brazos fuertes y sólidos de un amante, los amantes. Pero pensar en amantes a los ochenta años es ridículo y yo no quería ser un viejo homosexual ridículo; también tuve la suerte de que mi mujer me cuidara de llegar a serlo. Ella todo podía soportarlo, mi sexualidad ausente, hasta la muerte de mi preciosa, mi hermosa hija. Pero que soportara no significaba que no sufriera.

Y me pregunto si no habría sido mejor ceder a los impulsos ciegos de la carne

Los rasgos de su cara adquirieron la presencia pétrea de una matrona rusa. Con ese aire de varonil presencia que jamás se doblega. Aún sonreía alguna vez, y lo único que nos quedaba era la compañía mutua.

Ni ella ni yo quisimos saber. Mejor que todo quedara irresoluto. Mejor pensar en la tranquilizadora posibilidad de un accidente y no en la convincente prueba pericial de un suicidio. El primer accidente de nuestra hija debió bastarnos a Wanda y a mí para no continuar juntos en esa vida que no nos llevaría a lado alguno. Pero ellas eran ante todo unas Toscanini, lo llevaban en la sangre. ¿Y si mi hija no soportó su vida y decidió a sus cuarenta años arrancarse de este mundo? ¿Y si mi esposa continuó a mi lado sólo para ver cómo me desmoronaría poco a poco, feliz de verme sufrir por algo que bien merecido lo tenía? Incluso tomar antidepresivos o perderse en el desolador y brutal placer de la bebida requiere su dosis de valor. Y eso es algo que no tengo. Puedo quebrar las maderas, los mazos de lana y destemplar las cuerdas de mi piano con gran facilidad, puedo hacer que ese mismo piano gima como un jovencito dejándose amar por un compañero mayor. Puedo conseguirlo sin ningún problema. El único camino que me quedaba era el olvido. EL DESCENSOR | Textos para leerse de izquierda a derecha y de arriba a abajo | A tiro de piedra

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Año 2

EL ESCAPISTA

Número 1

Estúpidamente acepté una gira, una serie de conciertos dispersos a lo largo y ancho de los Estados Unidos de Norteamérica y que abarcarían también una parte de Japón. Era gratificante tocar aquellas piezas que conocía nota por nota, y de repente quedar con la mente en blanco. Los espectadores creían que era algo debido a la senilidad, a la depresión, resabios del alcoholismo que así cual llegó se fue. Pero el olvido era una bendición.

Ni medicamentos ni drogas ni alcohol, a duras penas la música y la compañía taciturna de mi mujer

Y entonces escondía tras una máscara de confusión la satisfacción de saberme vivo, y quizás por una sola vez, el dueño de mi vida, el dueño de la música. Que se joda Scriabin, que se joda Beethoven y Scarlatti, que se joda Bach y Rachmaninoff, alguna vez fui tan buen compositor como ellos. Alguna vez, antes de que el hambre pusiera un cerco alrededor de mi familia, de mi país. De mi patria. Entonces tenía sólo dieciocho años. Hoy tengo ochenta. ‘Ya no bebe alcohol. Ya no se medica.’ Son comentarios que tarde o temprano siempre llegan, aunque últimamente son menos frecuentes. Ni medicamentos ni drogas ni alcohol, a duras penas la música y la compañía taciturna de mi mujer. Es realmente poco lo que ha sobrevivido a este naufragio, manteniéndose en pie.

Sólo me resta una cosa. Regresar a mi país, a mi patria. Mi mujer está a mi lado, y mi hijita, mi adorada y hermosa hija no podrá acompañarme. Wanda no dice gran cosa, apenas llegamos a casa se acomoda en su sofá y me pide que toque algo. Sabe que tocaré lo de siempre, ella pensará entonces en la niña, y yo cerraré los ojos intentando recordarla, cómo se veía cuando iba de la mano con el abuelo Arturo.

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Año 2

EL ESCAPISTA

Número 1

Cuando regrese a Rusia terminará el olvido, mi salida momentánea. Cuando vuelva a Rusia Wanda será ‘la esposa de Horowitz, la hija de Toscanini, la madre de Sonia’. Entonces, y sólo entonces, ella será mi mujer. Aunque nunca vuelva a tocarla, ni a compartir su cama. El cuerpo no importa ya. Ahora sólo queda el tiempo disfrazado de olvido, carcomiendo lo que hemos sido alguna vez. Renuncié a ser compositor para convertirme en un gran concertista. También renuncié a otras cosas, a muchas otras cosas. Al alcohol, a los antidepresivos, a las terapias de electroshocks, a la terapia psicológica. Y a pesar de todo, no supe en qué momento, cómo fue que renuncié a Wanda y a Sonia. También renuncié a ellas, y no supe cuándo.

Ahora sólo queda el tiempo disfrazado de olvido, carcomiendo lo que hemos sido alguna vez

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Año 2

EL ESCAPISTA

Número 1

Memorias de una bruja… y loca Floating Margarita Claudia Palatucci “Jezabel” * ¿Huyes? o soportas el ambiente… pintándote las uñitas… El olor te carcome, las figuras te hipnotizan, y sigues creyendo en las hadas bonitas, los pacientes magos… las armas y los disparos… ojalá tengas amigos para cuando despiertes…

¡Aterriza! baja de tu nube etérea de champignon y arenas, baja tu falda blanca y sube la escalera real, que aún te falta terminar de limpiar esa mugre que no te deja avanzar. Ilusiones o realidades, vana comparación rompes la fuente de tu nombre auxilias a otros, invitas a tu mundo creyéndote la salvación…

es un juego de niños, dispara y ¡acción! Time to go? cuenta cuentos, hasta cuantos desees… si puedes salir, lo lograrás, si no llegases a madurar, te perderás como todos creyendo vivir una fantasía irreal. ¿Huyes… o te escapas?

Imagen: Bye Sun! 1 de Douglas Gomes de Souza (http://www.sxc.hu/profile/legalzona) * México. Oh, sicóloga (o psicóloga) (hocicóloga), de profesión; “metiche” con licencia, para dar crédito a la locura de los ajenos, nieta de mulatos y de ojiazules españoles, nacida en la tierra de los alacranes, Durango, México. Gusta de la música árabe, flamenco y brasileña; se le verá danzando por ahí de vez en cuando entre letras y dibujos; diseñadora gráfica de afición, editora de fulanas revistas independientes y organizadora de eventos especiales (sobre todo en familia). Su especialidad en la cocina: changüiches y sopas Maruchan. Se le puede encontrar en Jezabel Violeta - Bruja y loca (http://brujayloca.blogspot.com)

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Año 2

EL ESCAPISTA

Número 1

Desde el otero Espectáculo de escapismo José Luis de la Fuente * * España. Informático de profesión y cuentero de afición. Los cuentos son su salvavidas ante la tormenta diaria de máquinas, cables y bits. Le gusta escribir cuentos directos, breves, de fácil lectura, de literatura llana y sin preciosismos. Y lo confiesa totalmente arrepentido. No sabe hacerlo de otra forma pero promete mejorar con el tiempo -de mayor quiere ser cuentero-. Un antiguo profesor una vez le dijo: “cuando alguien pierde toda capacidad de sorpresa, de asombro, de fascinación... está muerto y no se ha dado ni cuenta”, así que le gusta pensar que con sus cuentos, es capaz de sorprender al menos durante un segundo al lector ocasional y contribuir con su granito de arena a que continúe vivo. Tiene cuentos publicados en www.loscuentos.net y se le puede encontrar en Desde el otero (http://www.desdeelotero.com)

Boldizsár supo que algo no iba bien. Esperó diez segundos más, se levantó impetuosamente de su butaca en la primera fila y se encaramó de un salto al escenario ante la sorpresa del público que abarrotaba el teatro de la opera de Budapest. Arrancó el cortinaje que cubría el gran tanque de agua donde, minutos antes, habían sumergido de forma invertida y cargado de cadenas y candados al famoso escapista. A través del cristal, éste apareció inconsciente y un halo tenue de sangre pululaba alrededor de su cara. El público se levantó de sus asientos y gritó asustado. Sin perder un segundo, Boldizsár cogió la barra de hierro de seguridad cercana y la estampó contra el cristal frontal que estalló con estruendo dejando brotar toda el agua del contenedor. Los ayudantes del gran escapista, que por fin habían reaccionado, le cogieron en volandas. Los médicos fueron requeridos a gritos y comenzaron apresuradamente a reanimar al artista desmayado. Boldizsár había creado, hacía ya algunos años, el espectáculo que se estaba representando en ese momento. Le vino a la memoria, mientras observaba el devenir de los médicos y de las maniobras que ejecutaban para salvar la vida del gran escapista, como tuvo que abandonar la primera vez que lo intentó ante el público y como estuvo a punto de morir en la segunda ocasión. Fue

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se encaramó de un salto al escenario ante la sorpresa del público

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Año 2

EL ESCAPISTA

Número 1

entonces cuando comprendió que su físico jamás le permitiría escapar del tanque de agua, a pesar de crearlo, a pesar de conocer punto por punto y paso por paso como había que realizarlo, a pesar de ser capaz de desembarazarse de cualquier cadena y de cualquier candado en seco sin ningún problema. Dentro del agua era imposible para él. El auditorio, caótico, no hacía sino entorpecer las tareas de reanimación por lo que fue desalojado. Mientras, Boldizsár observaba impotente y angustiado como el gran escapista no reaccionaba. El fracaso y las secuelas físicas de su infructuoso segundo intento, le llevaron a abandonar su pasión por el escapismo. Olvidado por todos, recordado por nadie, logró llamar, sin embargo, la atención del gran escapista que ahora yacía en el suelo inconsciente. Pese a las advertencias de Boldizsár, éste le compró el truco. Recordó la cara de asombro y fascinación del gran escapista, según le iba descubriendo los detalles y etapas que componían el espectáculo. Cuando terminó su explicación, el gran escapista reflexionó unos instantes y con gran determinación no exenta de arrogancia, anunció que él podría realizarlo.

Db_buried de james.spector (http://en.wikipedia.org/wiki/File:Db_buried.jpg)

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Año 2

EL ESCAPISTA

Número 1

Los médicos se miraban y negaban con la cabeza, pero no cejaban en su empeño de reanimar al artista. Boldizsár estuvo presente en los primeros ensayos y quedó maravillado de cómo la extraordinaria capacidad física del gran escapista, le permitía estar bajo el agua el tiempo suficiente para poder realizar el complicado truco sin demasiados problemas. A los pocos meses, Boldizsár leía en los periódicos con orgullo y con algo de envidia también, como el gran escapista contaba sus actuaciones por éxitos. El gran escapista comenzó a mostrar signos de que estaba volviendo en sí, lo que animó a los médicos a continuar. Eran conscientes de su increíble preparación física, por lo que no se daban por vencidos. Cuando el gran escapista anunció a bombo y platillo, como él acostumbraba a presentar todos sus espectáculos, que en Budapest representaría por última vez su gran número de escapismo acuático, pese a residir en Sarkad, muy cerca de la frontera con Rumania, Boldizsár fue de los primeros en comprar su entrada para poder contemplarlo en primera fila. Desde ese lugar privilegiado y siendo el creador del truco, pudo seguir y repasar mentalmente punto por punto como se iban sucediendo los pasos. Cuando no escuchó el sutil sonido de la trampilla de salida que solo el conocedor del truco podría intuir más que percibir, comprendió que algo no estaba marchando como debiera. Con un movimiento convulsivo, el gran escapista soltó toda el agua que había ingerido y recuperó súbitamente la conciencia. Con ademanes toscos y ásperos, apartó a los galenos y a la gente que merodeaba a su alrededor mientras se incorporaba con dificultad. Durante unos instantes sus miradas se encontraron y Boldizsár quedó desconcertado al enfrentarse a un mirar amargo, hostil y sin ningún atisbo de agradecimiento. Entonces comprendió que había arruinado el último gran truco del maestro. Supo que había malogrado la posibilidad de que el artista, en medio de un grandioso y último espectáculo final, pudiera escapar de su maldita existencia.

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Con un movimiento convulsivo, el escapista soltó toda el agua que había ingerido

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EL ESCAPISTA

Año 2 Número 1

Poesía desde el otro lado del estercolero Paraísos artificiales Carlampio Fresquet Pérez *

Dejemos que nos engañe la noche, otra vez, en nuestra frenética huida hacia los paraísos artificiales, dependientes del espíritu de Satanás. Dejemos que la noche nos engañe, que cuando la verdad entre por la ventana no estaremos preparados para seguir viviendo. * España. Artista Indisciplinar comprometido con el entorno. Estudiante de Bellas Artes.. Director de DIAL ART 2003 (proyecto de extensión universitaria para la difusión de la obra del alumnado de la Facultad de Bellas Artes de Valencia). Coordinador Artístico de ALEACIÓN: ANTOLOGÍA ARTÍSTICA. Sor Kampana 1991-2008. Miembro del grupo artístico interdisciplinar OROMATON (Poesía, música y pintura en vivo). Su libro ‘Somos sexo’ puede ser adquirido o descargado desde su tienda virtual en Lulu (http://stores.lulu.com/kafre09). Puede ser encontrado en Carlampio (http://carlampio.blogspot.com).

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Corridor sky de Barbara Din (http://www.sxc.hu/profile/BarbaraDin)

La ciudad vacía devuelve los gritos, vagabundo, a lomos de cien caballos, me río de la muerte, que se esconde, tras cada vergonzante escorzo cuando las paralelas se tocan al fin y su tangente es invisible.

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Año 2

EL ESCAPISTA

Número 1

Mujer de aire La zíngara y el ilusionista Mayde Molina * La última tarde de febrero se diluía entre el murmullo de las gentes. Era sábado y el paseo de las Ramblas, estaba aquel día muy concurrido. Se podían encontrar a derecha e izquierda de la calle una infinidad de estatuas humanas; sorprendentes personajes a cual más original y llamativo, que se encargaban de despertar la curiosidad de la gente que paseaba a lo largo de la rambla relajadamente ramblas abajo.

iban cobrando vida un sinfín de personajes

A la altura de Canaletas, había un hada pintada de verde que sobre su pedestal danzaba moviendo un manto lleno de pequeñas flores.

Unos metros más abajo, un Napoleón muy logrado guiñaba el ojo a quien lo mirara y con su mano en el pecho, cambiaba de postura cada vez que escuchaba el tintineo de una moneda cayendo bajo sus pies. A pocos metros más de distancia, casi ya frente al Liceo, un griego que parecía hecho de alabastro fruncía de repente el ceño ante los ojos risueños de los niños. Alguno de ellos, hasta se atrevía a acercarse para tocarlo y comprobar si era o no una persona de

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* España. Nace en Barcelona el 7 de junio de 1968. Estudia radiología y más tarde medicina tradicional china. En octubre del 2003, empieza a asistir a los talleres literarios de “Aula de Escritores” en el barrio de Gracia de Barcelona, bello y multicultural donde los haya, donde todos los viernes tertuliando entre cafés y amigos se empiezan a hilvanar sueños, prosa y poesía. Desde entonces no sale de casa sin papel y pluma, porque sabe que en el lugar más inesperado se puede encontrar con una nueva historia. La escritura es su forma predilecta de comunicar, dar la cara a la vida y a las nostalgias de la infancia y recoger el mundo de los sueños poniéndole alas de aire a su fantasía. Se le puede encontrar en Mujer de aire (http://www.mujerdeaire.com/).

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EL ESCAPISTA

Año 2 Número 1

verdad. Y así, a lo largo de la rambla iban cobrando vida un sinfín de personajes más. Aquello era arte; un arte espontáneo y colorido que se mostraba libremente en cada esquina y rincón del paseo más pintoresco de la ciudad de Barcelona. Al llegar a la altura de las Atarazanas, justo unos metros antes del puerto, un nuevo corrillo de gentes empezaba a formarse en torno a otra nueva pareja de artistas. Él se había sentado con las piernas cruzadas sobre una gran caja rectangular, esperando a que el círculo de gentes se completase en torno a ellos. Situada de pie, unos pasos por delante de él, la silueta de una preciosa mujer empezaba a captar con sus movimientos toda la atención de los que se acercaban. Era zíngara. Tenía la tez morena, los ojos grandes y rasgados y un cabello muy negro y ensortijado que sostenía alzándolo entre sus manos mientras movía de un lado a otro las caderas y sobre su falda una ristra de monedas plateadas tintineaba al ritmo de la música.

Él se había sentado con las piernas cruzadas sobre una gran caja rectangular

Sonreía abiertamente, invitando a acercarse más y más a aquel pequeño grupo espontáneo que se detenía por momentos frente a ellos. Una nueva melodía húngara empezó a sonar mientras ella danzaba descalza sobre el asfalto. Él, detrás, vestido con un traje de pantalón y chaleco negro repleto de dibujos oro y grana, aplaudía cada uno de sus pasos animando más aún al público.

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EL ESCAPISTA

Año 2 Número 1

Ya apenas quedaba espacio para una sola cabeza más. Fue justo entonces, cuando él se levantó y sosteniendo la mano de su compañera en alto hizo junto a ella una reverencia presentándose a la gente. - ¡Damas y caballeros… van ustedes a contemplar ahora el espectáculo más insólito que jamás hayan podido imaginar!dijo alzando la voz. Su tono de voz era grave, su acento parecía ruso. Empezó a contar a todos la historia de cómo había encontrado a Erika años atrás en un crucero por el Danubio, aquel lugar del mundo en que desde entonces, habían unido sus destinos. Les habló también de su largo deambular por circos y teatros; recorriendo cada rincón de la vieja Europa, hasta que un día no muy lejano habían decidido al fin ser libres, alejarse del frío y perpetuo invierno de las ciudades europeas y viajar solamente por España mostrando su arte en las calles a cambio de las monedas que su público pudiese ofrecerles… - ¡Señoras y señores!- decía él muy convincente- Este espectáculo que van a contemplar a continuación les costaría al menos 20 o 30 euros en cualquier teatro de la ciudad. ¡Hoy van a poder disfrutarlo sólo por unas monedas!

Empezó a contar a todos la historia de cómo había encontrado a Erika años atrás

Y ceremoniosamente, se acercó hasta el gran rectángulo que había en el suelo. La sábana de satén azul que lo cubría voló por los aires a golpe de varita mágica, dejando al descubierto una preciosa caja dorada labrada con incrustaciones de soles y estrellas. Entre los dos la abrieron y sacaron de su interior otra caja más pequeña que estaba decorada con los mismos motivos. Empezaron a mostrar a todos las cosas que había en su interior.

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Año 2

EL ESCAPISTA

Número 1

Lo primero que sacaron de ella, fue una alfombra persa que desplegaron frente a la caja más grande, extendiéndola sobre el suelo. Después vaciaron sobre ella todo el contenido de la caja pequeña: un par de sogas gruesas y largas, un montón de pañuelos de seda, unas esposas y un arnés… Varios espectadores ya iban imaginando lo que iba a suceder mientras ella se disponía a empezar con su trabajo.

cogió las esposas y llevando los brazos del joven ilusionista detrás de su espalda, las situó sobre sus muñecas

Primero, cogió las esposas y llevando los brazos del joven ilusionista detrás de su espalda, las situó sobre sus muñecas, cerrándolas. Caminó de puntillas hasta el público y entregó sonriendo la llave a un niño lleno de pecas, que sostenía la mano de sus padres.

Después regresó junto a él, cogió el arnés y se lo pasó entre ambas piernas hasta situarlo a la altura de su cintura. Luego, cogió del suelo una soga gruesa y larga, se arrodilló y ató fuertemente las piernas de su compañero; anudándola primero sobre los tobillos, luego sobre las rodillas y finalmente a la altura de las caderas. Con la otra soga que le quedaba, hizo un gran nudo corredizo que le deslizó alrededor del cuello, se la bajó por delante del pecho, pasándola después por el interior de cada brazo y le dio un par de vueltas sobre el tronco hasta que unió el extremo con la otra soga que venía de haberle amarrado antes las piernas. Finalmente, enlazó ambos extremos en un gran nudo doble que cerró anclándolo con una vaga metálica al arnés. Erika se acercó de nuevo hasta el público e invitó a un hombre de mediana edad, que llevaba un sombrero gris, a que la acompañara para comprobar ante los ojos de todos la verdadera solidez de aquellos nudos y que el interior de la caja más grande estaba completamente vacío y sin fisuras. El joven escapista se encontraba perfectamente amarrado frente a su público: sus manos esposadas detrás de la espalda, las sogas rodeándole todo el cuerpo, el arnés amarrado a su cintura… EL DESCENSOR | Textos para leerse de izquierda a derecha y de arriba a abajo | Mujer de aire

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EL ESCAPISTA

Cerraron la caja con un gran candado. Ella unió el extremo de la cuerda con un gancho a un grueso brazalete plateado que llevaba en el tobillo derecho y se dispuso a anudar pequeños pañuelos de colores a la cuerda, empezando en el extremo que nacía del brazalete de su pierna y llegando hasta el final visible de la soga que luego se perdía tras el orificio de la caja. Se giró para inclinarse ante todos haciendo de nuevo una reverencia. - ¡Damas y caballeros! -les dijo sosteniendo entre las manos los extremos de su falda- Mientras el gran Kabir se deshace de sus nudos, yo voy a ofrecerles una danza de mi tierra. ¡No se distraigan demasiado y no pierdan ni un momento de vista la caja! Y empezó a bailar sonriendo, alzando la pierna y creando un movimiento ondulante en los pañuelos de colores que había anudado sobre la soga.

Número 1

JTS_2473, de Josep Tomàs (http://www.flickr.com/people/thundershead)

El hombre del sombrero ayudó a Erika a situarlo en el interior de la caja más grande. Sólo había un pequeño círculo por debajo de la cerradura para dejar paso hacia el exterior a la soga que sostenía el arnés que él llevaba anclado a la cintura.

Año 2

Giraba sobre sí misma; movía de lado a lado las caderas, ondulaba su cintura dibujando ochos en el aire, mientras aquellas monedas tintineaban y sus brazos se agitaban serpenteando al ritmo de la EL DESCENSOR | Textos para leerse de izquierda a derecha y de arriba a abajo | Mujer de aire

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Año 2

EL ESCAPISTA

Número 1

música. Era una danza preciosa, delicada y llena de armonía. Los ojos negros de Erika brillaban destellando las últimas luces de la tarde. Su inmensa sonrisa, repartía entre aquellas gentes un manto de ilusión más grande que toda su tierra de Hungría. Era curioso observar las caras de los espectadores; casi todos movían rápidamente la vista paseándola entre la caja y la joven zíngara, pero otros habían olvidado la caja por completo y no podían dejar de contemplarla a ella.

empezó a bailar sonriendo, alzando la pierna y creando un movimiento ondulante en los pañuelos de colores

En el interior de la caja, el gran Kabir ya estaba agitándose por dentro…Su pulso se había acelerado. El ritmo de la música le ayudaba a controlar el tiempo que le quedaba. Podía imaginar perfectamente los pasos que ella estaba dando sobre la alfombra. Los había visto tantas veces… No había dejado de hacerlo, desde aquel día en que la había conocido, justo en aquel momento de su vida en que todo empezaba por fin a asentarse y cobrar un nuevo sentido. Él que había escapado de todo hasta entonces…

De las inmensas palizas que su padre le propinaba cada vez que llegaba a casa cargado hasta las cejas de vodka… De los nudos con que le amarraba a la silla de su habitación durante horas, aquellos días en que se sentía tan miserable y desgraciado, que lo castigaba sólo porque no podía soportar que el muchacho le recordara en cada gesto a su madre… Llegó el día en que aquel cretino, dejó de encontrárselo llorando cuando llegaba completamente ebrio a casa.

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Año 2

EL ESCAPISTA

Número 1

Él pequeño, había aprendido al fin a huir… Y de cada una de las miserias en que se había desarrollado su dura y triste infancia, había escapado antes de que llegara a hacérsele demasiado insoportable… Hasta que se convirtió en un hombre y siguió escapando de todo cuanto intuía que podía llegar a someter de alguna manera su espíritu… Y esquivó de nuevo, la rigidez de un trabajo convencional y rutinario al emigrar hasta Yugoslavia. Y huyó de aquel país, años después, ante la incertidumbre de que de seguir allí tendría que ir a luchar a la guerra de Bosnia… Pero ya en Hungría, no pudo escapar de ella cuando la vio por primera vez bailando a orillas del Danubio. Ahora sólo pensaba que tal vez algún día, podría darle todo cuanto se merecía…

siguió escapando de todo cuanto intuía que podía llegar a someter de alguna manera su espíritu

Y una casita frente a la playa donde realizar sus sueños… Quimeras, quimeras, quimeras. El tiempo transcurría demasiado deprisa, no era aquel el mejor momento para ponerse a soñar. Y tuvo que volar veloz de aquellos pensamientos, para concentrarse en el único escape que verdaderamente tenía que hacer en aquel momento. El último nudo que había unido ambas sogas al arnés de su cintura se deshizo al fin entre sus dedos. Estaba EL DESCENSOR | Textos para leerse de izquierda a derecha y de arriba a abajo | Mujer de aire

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Año 2

EL ESCAPISTA

Número 1

completamente libre en el interior de la caja. Fuera, el ritmo creciente de la música y los movimientos de la bailarina indicaban que el espectáculo estaba llegando a su fin. Y así fue, porque Erika dio un último paso en el que giró nuevamente sobre sí misma y se paró de golpe deteniéndose en un hermoso gesto mientras extendía los brazos hacia el cielo. El público empezó a aplaudir.

se dirigió hacia ellos cogiendo de la mano al mismo caballero del sombrero gris, que antes la había ayudado

Ella, risueña, se dirigió hacia ellos cogiendo de la mano al mismo caballero del sombrero gris, que antes la había ayudado y lo llevó de nuevo frente a la caja. Entre ambos la abrieron: en su interior no quedaba ni rastro del Gran Kabir. Misteriosamente y en el interior de aquella caja dorada, el joven escapista se había desvanecido del mundo, ante la sorpresa del gentío que se aglomeraba en aquel rincón de las Ramblas de Barcelona. Allí solamente estaban las sogas, el arnés y las esposas aún cerradas, que sacaron mostrando a todos.

La gente no daba crédito a lo que estaba viendo. Aplaudían exaltados mientras algunos de ellos gritaban bravos con energía. Unos instantes después, el Gran Kabir aparecía por detrás de todos ellos. Lucía una gran sonrisa y caminaba hacia el centro del círculo haciéndose paso entre la gente, mientras sostenía sobre su cabeza una gran daga dorada que nadie había visto antes.

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Año 2

EL ESCAPISTA

Número 1

Todos, sin dudarlo un momento, empezaron a acercarse a depositar sus monedas en una pequeña cajita que Erika había colocado sobre la alfombra. Se iban acumulando una tras otra, hasta que la caja volvía a llenarse una vez más al final de espectáculo y sin tener que entregar comisión alguna al dueño de un circo o de un teatro. El día había sido largo; habían realizado más de diez números sólo durante la tarde y aquella noche, cuando ella completamente agotada se quedó dormida sobre el camastro que tenían alquilado en una pensión del barrio gótico, él la abrazó por detrás uniéndose a su cuerpo. Inspiró con fuerzas y reposó las manos en el incipiente vientre que crecía día tras día, mientras su hermosa madre danzaba sobre una alfombra persa amarrada a la soga que la unía a él. … Al gran mago que una y mil veces, en el interior de una caja dorada, deshacía cada uno de sus nudos y de sus miedos más antiguos y oscuros. Y así debía de ser. Porque sabía perfectamente que en unos meses, el pequeño ser que crecía en el cuerpo de Erika haría cambiar para siempre el escenario de su vida

El día había sido largo; habían realizado más de diez números sólo durante la tarde

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EL ESCAPISTA

Número 1

Palabras son palabras Escapar Lino Carmenate Milián * Escapar, que remedio nos queda cuando solo acompaña la suerte de escapar, del miedo, de la sombra, de la nada. Escapar, que remedio nos queda cuando solo acompaña la suerte de escapar, del miedo, de la sombra, de la nada. Escapar, como mejor salida, de la risa que deje moribunda de la muerte que deje risueña, de la historia que nunca contaré para que no crean que deliro.

Escapar entre cielo y tierra y mar y estrellas cuando el gris es húmedo y cómplice cuando el azul es frio y azaroso cuando aún queda tan solo la esperanza de salvar, a algún alguien, del naufragio. Escapar, cuando no quedan remedios, ni tiempo, ni espacios, ni augurios, ni palabras a donde sea que amanezca, hacia la suerte, a donde sea que este solo, hacia el encuentro, a la razón última y oculta, hacia el espanto.

* Honduras. Hondureño nacido en Cuba. Doctor en medicina. Escritor, más que bueno, comprometido, más que de ocasión, de corazón. Para ponerse en contacto con él, deje un mensaje en la sección Contacto de nuestro sitio web.

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Año 2

EL ESCAPISTA

Número 1

El séptimo duende Olivos Ana M. Gutiérrez * * México. Contadora cuentacuentos bajacaliforniana que reside en Tecate. Se inició temprano en la lectura y tarde -porque se le da bien eso del destiempo, en la escritura de prosa poética principalmente. Aprecia humor negro y opina que es una cualidad especial en las personas. Le encantan los cuentos de finales infelices. Sus favoritos son los escritores latinoamericanos, aunque ha husmeado en uno que otro europeo principalmente en narrativa y novela. Adicta a la luna y a todo lo que tenga que ver con el desierto. Publicó alguna vez y aunque se acuerda donde apenas la conocen en su casa. Escribe desde marzo del 2004 en 7DuendeS (http://www.7duendes.com ) y esta es la primera vez en un proyecto colectivo.

San José de Cupertino asistió a la muerte de su madre en su pueblo natal sin abandonar el convento de Asís donde residía. Estando ella a punto de expirar gritó con gran acento de dolor: "¡Oh fray José, hijo mío, ya no te veré más!" Al instante apareció una gran luz que iluminó la habitación, y la moribunda, viendo a su hijo, gritó de nuevo llena de júbilo: "¡Oh fray José, hijo mío!". Al mismo tiempo el bienaventurado se encontraba en Asís; salía llorando de su celda, encaminándose a la Iglesia a orar. El padre guardián le encontró y le preguntó la causa de su llanto. Su respuesta fue: "Mi pobre madre acaba de morir". La carta que llegó muy pronto confirmó la noticia; pero también se supo que el Santo había asistido personalmente a su madre moribunda. EL DESCENSOR | Textos para leerse de izquierda a derecha y de arriba a abajo | El séptimo duende

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Año 2

EL ESCAPISTA

Número 1

I Rufina se creyó siempre mujer de Dios. Huérfana de padre y hermana de otros cuatro, a su madre no le quedó más remedio que dejarla en el convento de las hermanas de la Orden de Santa Brígida apenas cumplió los ocho años. Un sacerdote de mirada severa pero compasiva las recibió aquella tarde en el convento de Las Brígidas y aún sin recibir muchas explicaciones aceptaron quedarse con la niña y se encargarían, le dijeron, de hacer de Rufina una chica educada y dedicada a las labores que se le encomendaran y, si todo salía como debía y era llamada, Rufina se convertiría más tarde en una mujer piadosa de corazón ferviente de amor de Dios y al prójimo, dedicada a servicio de la iglesia. La primera noche de Rufina en el convento, fue la hermana Lucía la encargada de guiar a la niña en su nueva vida, darle los horarios, decirle las reglas, mostrarle el espacio donde dormiría, proporcionarle baño y ropa limpia. Rufina asentía a todo con carita de susto, con mirada traslúcida y temerosa pero fuerte ante la cual una sensación extraña recorrió la espalda de la monja. La vida que conoces queda atrás, le dice a la niña mientras dispone todas las cosas del baño, desde hoy empieza tu nueva vida en compañía de Dios, le dijo intentando definir lo que la Rufina se mirada de esa niña le causaba.

convertiría más tarde en una mujer piadosa de corazón ferviente de amor a Dios

II El padre Albino Reyes es un viejo monje español que a pesar de aceptar con orgullo y de buena manera la misión encomendada de trabajar con los huérfanos, ayudado por las hermanas del convento de Santa Brígida, sueña con regresar a su tierra natal. A veces, mientras le sirven la cena, platica de su juventud en Mora en los campos de olivo cornicabra y describe, mirando hacia la nada; las podas del olivo y la pizca de aceituna. Con voz nostálgica habla del aroma de la aceituna durante el proceso para extraer el aceite, ese precioso oro verde a sus ojos, el más hermoso recuerdo de su infancia en España, país que tuvo que dejar para emigrar a esta América con aroma a guayaba y mango en la que ha pasado los últimos cuarenta años de su

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Año 2

EL ESCAPISTA

Número 1

After the rain 4 de Giuseppe Crimeni (http://www.sxc.hu/profile/krimeboy)

vida, tierra que por clima no es propicia ni para vides ni olivo, pero que ha sido buena para la atención a tantos huérfanos que durante todos estos años ha sacado adelante. Nunca pudo regresar a su natal España y ahora que se encuentra enfermo, viejo y cansado, le es imposible regresar, sabe que es así y se resigna, pero cómo extraña los árboles de Olivo y las aceitunas que de tan grueso aroma impregnaron su infancia, recuerdos nada más, dice apesadumbrado mientras le sirven el café. III Rufina tiene siete años recién cumplidos. Intenta calmar y dormir a sus hermanos mientras su padre discute en la cocina con su madre. Imposible no escuchar los gritos en aquella casa de tan solo dos cuartos y una mini cocina. Les cuenta una historia con princesas y cachorritos que se pierden en la nieve y cree quedarse dormida mientras lo hace, Imposible no lo piensa y sabe que es mejor dormir y va cerrando los ojos mientras cuenta, va escuchar los cayendo en el profundo sueño de un gritos en aquella mundo mejor en el que pretende casa de tan sólo escapar por unas horas -con suerte-, del mundo real, o al menos eso cree. Rufina dos cuartos y una intenta calmar y dormir a sus hermanos. mini cocina Imposible no escuchar los gritos en

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aquella casa si se escuchan en dos cuadras a la redonda y nadie interviene. Rufina duerme esperando soñar un mundo mejor, pero en vez de eso, en la pantalla en blanco le da la imagen de su padre riñendo a su madre. De un momento a otro le está dando tremenda golpiza. El sueño es cruel, en ese sueño se levanta furiosa y deja en cama a sus hermanitos para salir a la cocina y tomar un cuchillo y con éste, lanzarse sobre su padre gritándole ¡deja a mi mamá! encajándoselo en la espalda, el brazo y finalmente, accidental pero certero, en el cuello, empapándose las manos y la pesadilla de color rojo. La niña se despierta muy de madrugada con la mandíbula doliéndole de tanto apretarla y el cuerpo como si se lo hubieran apaleado pero en su cama, sintiendo que todo es pesadilla tanto si duerme como si está despierta, y en esas está cuando su madre apresurada y nerviosa entra a la casa como un torbellino hablando de irse mientras prepara una pequeña maleta y le pide que despierte a sus hermanos para salir luego a la boca de la madrugada fría todavía a oscuras. Escapaba por primera vez. Las trescientas

cincuenta y nueve noches siguientes las pasarían en un circo de húngaros, ambulante y raquítico

Las trescientas cincuenta y nueve noches siguientes las pasarían en un circo de húngaros, ambulante y raquítico que por contar entre sus atracciones con una amplia gama de ladrones y otras calañas procuraba instalarse siempre en los pueblos más escondidos. En esos lugares Rufina lo mismo ayudaba repartiendo folletos con publicidad del circo, pegando afiches, dándole de comer a los animales, hasta que desafortunadamente no pueden ocultar mas la condición de la niña y vuelven a escapar. La madre de Rufina se entera entonces del Orfanato de Santa Brígida y después de hablar con el padre deja a la niña prometiendo volver por ella apenas se acomode un poco mejor la vida. Viene el periodo más dulce de Rufina donde no siente necesidad alguna de estar en otro lugar mientras está en la oración, las clases, el bordado y el estudio de la vida de los santos. Fue así como la Hermana lucía se encargó de conducirla correctamente, de

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instruirla en la oración, en hacerle ver que el don que tenía era un regalo de Dios y que estando en el convento al amparo de la religión ya no tenía necesidad alguna de escapar. Muchas cosas vio la hermana Lucía con el sobresalto propio de quien no sabe como guiar a un ser humano diferente, muchas veces tuvo que cubrir a Rufina cuando se desdoblaba para acompañarla a recoger algún donativo o cuando a la vez que dormía plácidamente en su cama también estaba rezando en el templo. La vida entonces para nuestra pequeña escapista como solía llamarla a solas la hermana Lucía; se apaciguó dulcemente y la niña fue creciendo. Los desdoblamientos cesaron entonces y los siguientes diez años pasaron suavemente entre rezos, bordado y labores del convento convirtiendo a Rufina en una etérea chica diligente y piadosa. IV Rufina siempre se creyó mujer de Dios. Entró a la casa parroquial para dar servicio en las labores de la casa, cocina, limpieza, por las tardes el catecismo, bajo la tutela siempre de la hermana Lucía. Con qué atención escucha Rufina al Señor cura hablar de su niñez en su tierra natal, con cuanto fervor desea que el Padre tan bueno pudiera regresar a su tierra. En realidad Rufina hubiera querido tener un recuerdo así de su niñez, un recuerdo de que en esa época al menos algo había sido bueno. Con qué Rufina se creía a sí misma una buena mujer de Dios, por eso cuando el padre enfermó y en su delirio se le mezcló el recuerdo de su vieja España con su vida presente. Lamentaba tanto no haber regresado mientras deambulaba en su casa aturdido y enfermo inmerso ese paréntesis que se te vuelve la vida cuando ya no eres útil pero tampoco te recoge Dios al bien morir. Rufina lo veía ir y venir inquietándose tanto que esa misma noche se desdobló y viajó al viejo pueblo del padre Albino mientras a la vez dormía iluminada. En el catre de al lado la hermana Lucía presenciaba el hecho entregada a la oración y rogando para que nada malo le pasara a la muchacha.

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atención escucha Rufina al Señor cura hablar de su niñez en su tierra natal 42


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V Otro día temprano junto con el desayuno y el medicamento de rutina el padre recibe de la muchacha una pesada rama de olivo aún con frutos, un envase con aceite de oliva etiquetado de su mismísimo pueblo natal, el suave aroma impregna la habitación. El viejo sacerdote en su delirio enfermo se sorprende, toma el gesto como cosa del diablo, -¡Aléjate de mí mujer del diablo!- grita furioso el padre Albino -Sólo alguien entregado al mal puede crear tales pruebas en una sola noche, ¡aléjate mujer! No harás que sucumba ente la tentación de creer que tener por fin en mis manos algo tan anhelado puede ser obra de Dios cuando eso no es otra cosa más que la evidencia del mal!- grita mientras arroja las ramas de olivo lo más lejos posible.

el padecimiento brota como un espumarajo y un estertor propio de su enfermedad se hace evidente, mermando el intento de oración

Irritado, con ojos desorbitados, intenta el cura rezar el credo mientras el día se le oscurece; el padecimiento brota como espumarajo y un estertor propio de su enfermedad se hace evidente, mermando el intento de oración -Creo en un solo Dios, padre todo poderoso…-. VI Momentos después sus ojos se quedan sin vida mientras la chica asustada sale corriendo y escapa de nuevo,... … va sola, única, en cuerpo y cuerpo, en cuerpo y alma, pero esta vez para no volver jamás.

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Letras al viento El travestido Fernando Sabido Sánchez * De El paso del tiempo En el ceremonial íntimo del solitario las lágrimas se confunden con la cobardía, es un proscrito por la realidad de lo distinto maquillaje que juzga la sociedad de irreverente Ya en la calle cruza la frontera misántropo en sus sentimientos de mujer y la noche le sorprende saldando su deuda con la naturaleza Allí donde nadie conoce su secreto le han visto del brazo del mendigo sufriendo por amor en la prisa de las horas,

mordiéndose el deseo en la esquina del coraje, aprendiendo a convivir en los sueños con las brasas Hoy se siente el protagonista de su vida encerrada en el baúl de la infancia tantos años y en la acera del placer prohibido comparte con las putas la desgarrada melodía de un blues, que estalla en el silencio de un destino encadenado a la ambigüedad maldita de su sexo.

Imagen: La Palma drag queen de Palma (http://en.wikipedia.org/wiki/File:La_Palma_drag_queen.jpg) * España. Nací en Peñarroya-Pueblonuevo, Córdoba y actualmente resido en Alcalá de Henares, Madrid. Soy pintor abstracto y poeta, autor de varios libros, entre ellos El paso del tiempo, Las diosas esconden su sexo detrás de la luna y Vivencias, mentiras y algún matiz utópico. También colaboro con antologías y revistas de varios países. Administro el blog Poesía española contemporánea (http://fernando-sabido.blogspot.com).

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En breves Disimulados Carolina Fernández Gaitán *

* Argentina. Mendoza (1973). Docente, escritora y amante del microrrelato, microcuento, minificción, microficción, cuento brevísimo, minicuento. Punto, el resto sobra. Puede ser encontrada en Todo es como tiene que ser (http://todoescomotienequeser.blogspot.com).

José sueña en la calidez de su lecho matrimonial con Adriana, la escribana del piso de abajo. Adriana, totalmente dormida, gira en su cama murmurando el nombre de Martín, quien descansa a dos departamentos de distancia en medio de una visión onírica con la rubia del 3º “B”. La rubia sueña con Pedro, mientras a su lado, Diego, recibe caricias oníricas de Paola, la mujer de José. En la mañana todos se encuentran en el ascensor y se saludan como si nada.

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La almadraba El escapista Carlos Oriel Wynter Melo * * Panamá. Ciudad de Panamá, 1971, es autor de los libros El escapista (1999), Desnudo y otros cuentos (2001), El escapista y demás fugas (2003), Invisible (2005), El niño que tocó la luna. Narraciones sobre la etnia indígena emberá (2006) y El escapista y otras reapariciones (2007). En el 2008 editorial Norma publicó su libro Cuentos con Salsa. Y en el año 2010 apareció Vivir donde América se hace cruz. Y otras notas sobre leer, bailar, (re)nacer y el futuro, con la editorial La Propia Cartonera. En 1998 recibió el Premio Nacional de Cuento José María Sánchez. En mayo de 2007 fue seleccionado como uno de los 39 escritores menores de 39 años más importantes de América Latina.

Conocí a Vitorio Casagrande en una cantina. Sí, bebiéndose litros y litros de alcohol. Aunque rodeado de mujeres, se veía harto. Abordaba una, conversaban y, después de mirarla y remirarla, después de no encontrar algo buscado con insistencia, la despedía. Regresaba a las botellas. Si volvía a armarse de ganas, tomaba a una mujer diferente y repetía el procedimiento. Nada. Luego me aseguraría Al final de la su esperanza de ser sorprendido. La sorpresa era muy importante noche se fue para él; como en aquella cantina, la perseguía en cada cosa. Al final de la noche, se fue renqueando; para mí sólo era un renqueando; borracho más.

para mí sólo era un borracho más

No supe de su fama hasta que asistí a su espectáculo. Fue una presentación sublime. Vitorio ataviado de negro, se metía en una caja del mismo tono. Silencio y todo el asunto, sólo la figura de su asistente, vestida de hada madrina, mantenía el lugar vivo. Luego quitar la caja negra descubriendo una caja negra de menor tamaño, quitar la nueva caja y que pasara lo mismo, y de nuevo, como en las muñequitas rusas donde una esconde siempre otra, hasta que se llegó a una cajetilla como para cerillos. Y ¿dónde estaba Vitorio si antes de que lo guardaran se revisó el suelo y se mostró el interior de la caja? El público soltó un ¡aaahh! de admiración. El

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hada madrina mantenía la caja de cerillos a la vista de todos. La lanzó al suelo. Surgió una llamarada como con chispas y humo. Vitorio apareció, vestido de blanco y con una sonrisa vacía. Es decir, yo sentí su sonrisa vacía, como la noche de las botellas y las mujeres, tan de hastío. En ese tiempo yo tenía un hambre de revelación metafísica, que a todo le ponía significado. Percibí el acto de Vitorio como un viaje. Los misterios, como las cajas de la presentación, son negros. El detalle laberíntico, tipo muñequita rusa, me pareció simbólico. Tanto me agradaron esas imágenes que decidí meterme a su camerino y conocerlo, decirle que yo compartía su visión y que agradecía su forma hermosa de comunicarla. Me deslicé entre la gente, como yendo a los baños, crucé un pasillo y llegué a la puerta. Me miraban las letras doradas:

En ese tiempo yo tenía un hambre de revelación metafísica

"Vitorio Casagrande. Escapista".

Al principio me decepcionó: yo hablaba mientras él fingía bostezos y se limaba las uñas. Le parecí un frívolo buscador de autógrafos. Le dije que su acto era impresionante. Y me dijo que no si lo había visto la semana pasada. Le dije que el show era trascendente y contestó: "Comercio, hijo, comercio, cuando se repite para que la gente se lo aprenda el asunto es comercio". Pero me prestó atención cuando le hablé de lo alegórico. "...Usted viste de negro al principio, con las tinieblas de la ignorancia, se lanza a un dédalo de misterios, el mundo tal vez, su búsqueda llega a la ansiada profundidad, que resulta ser la navidad, entonces lo toca la gracia, la que usted de manera concordante representó con un hada madrina, y con ella, por medio de ella, ocurre la iluminación: reaparece pero vestido de luz, de blanco, de sabiduría". Durante mi explicación se había recostado en el asiento. Me miraba desde ahí con una ligera sonrisa. Exclamó: "Tenemos un filósofo entre nosotros, ¡aleluya!, invitémosle un trago".

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Nos fuimos a un prostíbulo cualquiera. Nos sentamos en la barra y después de pedir dos whiskys, me soltó más o menos estas cosas: "¿Así que te gustó mi acto?", asentí con la cabeza, "pero si te he dicho que es comercio: ya no hay sorpresa y la gente perezosa, la que quiere las vainas masticadas, lo compra. Por supuesto, no me refiero a ti, filósofo: tú le diste un giro que te asombró. ¿Cómo era lo que me decías del negro y los misterios y el hada madrina…? Si es verdad que no era la idea del acto decirte todo eso, también lo es que a veces se meten ese tipo de cosas, deseos, fantasmas, como duendes. Yo había soñado con un hada madrina que, no me lo vas a creer, me tocaba con su varita mágica y me llevaba a lugares increíbles. Después de eso, preparé mi acto y salió lo que tú interpretaste. Y me ha pasado varias veces, tantas que he perdido la cuenta. Trato de cambiar el acto lo más pronto posible y de que tenga algo de mí, íntimo. Me entristece el tedio, ver a la gente pasmada con lo mismo. ¿Me creerías que prefiero cuando no entienden, cuando se quedan, como con algunos actos nuevos, tan desconcertados que el agrado no les llega Durante mi hasta después? Es que eso es vivir, eso es vida. Yo tengo que arrancársela a los callejones, al fondo de un vaso, a las putas, y se la sirvo a mi público en bandeja de plata, en la explicación se comodidad de sus asientos, espantando el fastidio: ¡qué más quieren! ¡Hay tanto tedio en la había recostado calle, hombre, tanto tedio…!".

en el asiento

Mientras él pedía otra bebida, un vodka ("ya me cansó el whisky de mierda este"), yo le hablo de las metáforas: cosas que representan otras cosas. "Encuentras diferentes significados a la vida por medio de las metáforas. ¿Sabes lo que significa eso, hombre? No más tedio; vi-da-nue-va-cada-ma-ña-na". Él niega con la cabeza, con energía: "Yo he probado todas las metáforas. Yo soy un "metaforeador". Y te voy a decir algo, son finitas, tarde o temprano te encuentras con el tedio, el todo poderoso tedio, la-vi-da-li-mi-ta-da". Y eso discutimos el resto de la noche, en un bar, en un restaurante, finalmente en la acera. Nos fuimos a dormir. Algunos días después volví a colarme en su camerino. Se alegró mucho de verme: "¡Filósofo!", gritó, "siéntate, hombre, siéntate. Tienes que salvarme: dime algo nuevo, interpreta mis presentaciones. Ahora sí estoy aburrido, aburrido en EL DESCENSOR | Textos para leerse de izquierda a derecha y de arriba a abajo | La almadraba

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serio. ¿Crees que en Europa o en Oceanía o en Australia haya sorpresas para mí? Si te has dado cuenta, no se me ha ocurrido ningún espectáculo: sigo con lo de la caja negra, la cajita negra y el hada madrina, y ¿sabes qué es lo más doloroso?, que a la gente le gusta cada vez más. Algunos son los mismos, cada noche. ¿Puedes concebir semejante estupidez? Ya saben lo que viene: cuando entro en la caja, acompañan el redoble del tambor; cuando el hada lanza la cajetilla, ya tienen los ojos cubiertos. ¡Hazme el favor, filósofo…! Pero, ¿sabes dónde empieza el problema? En mí. El problema medular, filósofo, es que yo estoy vacío, no encuentro inspiración en la calle ni en las putas, nada me llena. Esto es grave, filósofo, muy grave...". - Cálmate, hombre -le digo-. Esto no es más que una crisis y la crisis es la antesala del cambio. Se quedó viéndome. Apareció su ligera sonrisa. - Me gusta eso, filósofo, me gusta. Fíjate que tiene mucho que ver con algo que me ha pasado: sigo soñando con el hada madrina. Sí, cada noche aparece y me toca con su varita mágica, me transforma. Yo tengo muchas ganas de que sea más que un sueño, de que una mañana mientras me afeito o tomo el desayuno, aparezca el hada, pero de carne y hueso, con poderes reales, y me lleve lejos de este eterno hastío. ¿Qué interpretación le das a mi sueño, filósofo? ¿Qué metáfora le encuentras?

Me dije, pero no le dije, que estaba loco: que había llegado a su delirium tremens

Se me ocurrieron varios significados al estilo de Jung. Pero él sólo se alegraba con uno: un cambio en su vida estaba a punto de ocurrir. Dejé de ver a Casagrande durante varios meses. Noté que me evitaba y supuse que me había sumado a la rutina que desecha. Me molestó y hasta me dolió: me había encariñado con el hombre y creí que él se había encariñado conmigo. Dejé de buscarlo pero lo que sí me digné hacer, fue verlo de lejos. Por un tiempo siguió como siempre: en todo tipo de cantinas y alternando con cualquier persona; persiguiendo la borrachera y a las prostitutas más raras. Durante el EL DESCENSOR | Textos para leerse de izquierda a derecha y de arriba a abajo | La almadraba

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trabajo, variaba lo más posible sus presentaciones. Después fue otro. Se le veía poco pero con una sonrisa enorme, andaba desaliñado y distraído. Estaba yo en algún bar cuando escuché su voz: - ¡Filósofo, qué gusto me da verte! ¿Sabes que te he estado buscando? Lo miré con indiferencia.

Vitorio cargaba una frustración del tamaño del mundo y no podía seguir así.

- Vamos, hombre, no me mires así. Entre tú y yo no caben esas miradas: nosotros entendemos. ¿Te acuerdas de las metáforas? ¡Cómo no las vas a recordar! Pues ellas son las únicas que caben ahora. Esos ojos que chispean son para los que ignoran. Le dije que estaba bien, que yo entendía y que soltara lo que tenía que decir. Se acercó para adoptar tono de confidencia. Me susurró algo. Desconcertado, pregunté: "¿Que vas a hacer qué?". Y me soltó el más increíble plan que he escuchado en mi vida. Me dije, pero no le dije, que estaba loco: que había llegado a su delirium tremens (ya era tiempo con lo que tomaba). Le dejé seguir por un rato y lo abandoné a la siguiente copa.

Dejamos de vernos nuevamente. Una vez que estuve a punto de entrar en su camerino, lo escuché mandando a todo y a todos a la mierda. La asistente temblaba en la entrada. El administrador del teatro trataba de calmarlo, pero con cuidado, porque de vez en vez volaban botellas de vodka, de whisky, de ginebra. Yo retrocedí, convencido de lo inoportuno de la visita. Un tiempo después, aparecieron carteles anunciando el último acto de Vitorio. El escapista tenía pensado retirarse de la vida pública por razones desconocidas. También se decía que el acto sería único en la historia de la magia. La curiosidad se extendió como pólvora. EL DESCENSOR | Textos para leerse de izquierda a derecha y de arriba a abajo | La almadraba

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No me asombró la noticia. Hasta me produjo alivio. Vitorio cargaba una frustración del tamaño del mundo y no podía seguir así. Era mejor que descansara. El pobre quería cambiar su acto y nada le venía a la cabeza; daba su mano derecha por irse a otro lugar, ver nuevas cosas, y se revolcaba en los mismos sitios, como queriendo sacarles nuevos rostros a fuerza de recorrerlos. Si no fuera por sus sueños, si no fuera por esa locura inminente que le daba luz, quién sabe qué sería de él. Llegó el día de la presentación. Aseguré mi lugar en primera fila. Salieron él y su ayudante. Saludaron entre aplausos. Vitorio vestía un frac blanco y lo iluminaba una sonrisa de oreja a En la última oreja. Me guiñó el ojo. Yo estaba tan impresionado con el ambiente que sonreí con todas caja, mientras mis ganas. Lo primero que hicieron fue descubrir la caja, ahora elegantemente pintada y con una serie de dibujos escarchados, un unicornio, me pareció ver algunos ángeles. Luego, redoblaban los después de que Vitorio efectuó pases que parecieron rezos, su ayudante lo encadenó: tres tambores, se cadenas, cuatro candados. Él ponía tal cara de aflicción, que parecía estar representando algo, comunicando al público algún tipo de sufrimiento. Vitorio se metió en la caja. La encontró un ayudante quedó sola. Música de fondo y descubrir cajas más pequeñas, con rítmicos y pequeño avión estudiados movimientos. Cada caja destapada tenía unicornios pintados. En la última caja, de papel, de mientras redoblaban los tambores, se encontró un pequeño avión de papel, de papel dorado. El pequeño avión se perdía entre los dedos del hada madrina. Lo lanzó. Todos papel dorado miramos con ojos de sorpresa cómo la nave, aun con zigzagueante vuelo, se elevaba a las alturas del teatro y se perdía en lo oscuro de la marquesina. La gente aplaudió, aplaudieron mucho. Luego esperar la reaparición. ¿Y Vitorio? ¿Dónde está Vitorio? Pero hombre, ¿cuándo va a aparecer el escapista? Hasta la ayudante estaba desconcertada. Vitorio no apareció. Ay Vitorio, ¿qué es eso de escaparse para siempre? Como debes suponer todavía algunos no cierran la boca, esperan pacientes en sus butacas que alguien vaya a explicarles; esos perezosos que lo quieren todo masticado. ¿Cómo iba tu plan? ¿Eso de soñar pero no dormir? ¿Eso de traerte al hada, a la verdadera, a esa que le EL DESCENSOR | Textos para leerse de izquierda a derecha y de arriba a abajo | La almadraba

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pedirías Oceanía, Europa y Australia? ¿Cómo iba? La verdad es que sigo sin creerlo del todo, pero como la gota de agua horada la roca, no lo descarto. Espero, sin mucha ilusión, una postal de París, Roma o Sydney. ¿Un avioncito de papel? ¡Qué metáfora, hombre, hermosa metáfora!

Flying code 1 de Gabriela Ruellan (http://www.sxc.hu/profile/Cyanocorax)

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El sillón de orejas Escape Marcelo Choren * James Graham Ballard (noviembre de 1930 - abril de 2009), autor de muchas distopías dentro de la ciencia ficción publicó desde la década del ’60, pero salta al público “grande” cuando Steven Spielberg adaptó, en 1987, su novela autobiográfica “El imperio del sol”. Spielberg no fue el único director que se fijó en la fuerza de Ballard para adaptar alguna novela, también lo hicieron David Cronenberg con "Crash" (1996), donde presenta la extraña relación entre sexo y accidentes de automóviles; y Jonathan Weiss con "The Atrocity Exhibition" (2000). ----Su obra, además de novelas como El huracán cósmico, El mundo sumergido, Compañía de sueños ilimitada, El día de la creación; incluye numerosos cuentos, entre los que se encuentra Escape -narración que nos arrastra a una situación imposible donde el tiempo se altera súbitamente, y sólo una persona es capaz de notarlo. Escape es el texto que elegí para este número de El Descensor.

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Argentina. Nació en la Ciudad de Buenos Aires el 5 de septiembre de 1953. En la actualidad se encuentra radicado en España, país en el que desempeña labores de escritor y docente. Se dedica en especial a los cuentos, género literario que le apasiona. Parte de su obra se encuentra en periódicos, revistas literarias y otras publicaciones especializadas. Coordina talleres presenciales y virtuales, participa en tertulias, foros, y encuentros de escritores. Ha presentado libros, prologado antologías, escrito reseñas y administrado un club de lectura. También ha programado y coordinado talleres de escritura creativa, y de técnicas y recursos, destinados a escritores noveles. Colabora con las revistas electrónicas “Axolotl”, “Zona Moebius”, “Fin” y “Literatuya”. En 2006, se ha editado el libro Ritos, con varios cuentos representativos de su trabajo literario. Puede ser encontrado en su blog personal (http://marcelochoren.blogcindario.com).

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Escape J.G. Ballard Ninguno de los dos estaba mirando el programa con demasiado interés cuando por primera vez noté algo raro. Yo estaba echado frente al fuego con mi crucigrama, gozando del calor y tratando de resolver el 17 vertical (¿Qué indicaban los relojes antiguos?: 6,7) mientras Helen cosía el dobladillo de una vieja enagua y sólo alzaba la vista cuando uno de los actores, un joven de enormes mandíbulas, cuello robusto y voz de bajo, suspiraba virilmente. La obra era «Hijos míos, hijos míos», uno de esos melodramas que el Canal 2 transmitía los jueves por la noche durante los meses de invierno, y ya hacía una hora que Yo estaba echado frente al había empezado; habíamos llegado a ese momento del Acto 3, Escena 3, poco fuego con mi crucigrama, después que el viejo granjero se da cuenta de que sus hijos ya no lo respetan. La obra debía de haber sido filmada, y fue muy gracioso pasar de los gemidos gozando del calor y entrecortados del viejo a la secuencia de quince minutos antes, cuando el hijo tratando de resolver el 17 mayor se golpea el pecho y hace declaraciones altisonantes. Había un técnico distraído, sin duda. vertical - Se confundieron de rollo -le dije a Helen-. Esta es la parte donde empezamos a verlo. - ¿Sí? -dijo ella, levantando la vista-. No estaba mirando. Cambia de canal. - Espera un poco. En cualquier momento toda la gente del estudio empezará a disculparse. Helen miró la pantalla. - Me parece que esto no lo vimos -dijo. EL DESCENSOR | Textos para leerse de izquierda a derecha y de arriba a abajo | El sillón de orejas

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- Estoy segura de que no. Cállate. Me encogí de hombros y volví al 17 vertical, pensando vagamente en clepsidras y relojes de agua. La escena continuaba; el viejo se mantenía en sus trece, farfullaba algo acerca de unos nabos y tronaba llamando a Mamá. Al parecer, los del estudio habían resuelto pasarlo todo de nuevo, y como si nadie hubiera notado nada. Aun así se atrasarían quince minutos. Diez minutos más tarde volvió a ocurrir. Me incorporé. - Qué gracioso -dije con lentitud-. ¿Aún no se dieron cuenta? No puede ser que estén todos dormidos. - ¿Qué pasa? -preguntó Helen, apartando los ojos del canastillo de las agujas-. ¿El televisor anda mal? - Creí que estabas mirando. Te dije que esto ya lo vimos. Es la tercera vez que lo pasan.

En cualquier momento un locutor soltaría su sándwich para irrumpir en la pantalla

- No -insistió Helen-. Estoy segura que no. Quizá leíste la obra. - Dios me libre. Miré con atención. En cualquier momento un locutor soltaría su sándwich para irrumpir en la pantalla y balbucear una apresurada excusa. No soy una de esas personas que llaman por teléfono cada vez que alguien pronuncia mal la palabra «meteorología», pero esta vez sabía que mucha gente se sentiría obligada a bloquear las líneas del estudio durante toda la noche. Y para cualquier comediante que estuviera prosperando en una emisora rival, el lapsus era un regalo del cielo. - ¿Te importa si cambio el programa? -le pregunté a Helen-. Veamos si hay otra cosa. EL DESCENSOR | Textos para leerse de izquierda a derecha y de arriba a abajo | El sillón de orejas

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- No. Esta es la parte más interesante de la obra. La arruinarás. - Querida, ni siquiera estás mirando. En seguida la vuelvo a poner, te lo prometo. En el Canal 5 un panel de tres profesores y una corista observaban atentamente una vasija romana. El animador, un académico oxoniense de voz acariciante, parloteaba acerca de excavaciones en un túmulo. Los profesores parecían encontrarse en un aprieto, pero la muchacha daba la impresión de saber exactamente para qué servía la vasija, aunque no se atrevía a decirlo. En el 9 se oían las risotadas del estudio y alguien le entregaba un coche sport a una mujer voluminosa con un sombrero que parecía una rueda. La mujer apartaba nerviosamente la cara de la cámara la muchacha daba la y miraba el auto con displicencia. El locutor le abría la puerta, y ya me preguntaba sí la mujer intentaría la hazaña de meterse en el auto cuando impresión de saber Helen intervino:

exactamente para qué servía la vasija

- Harry, no seas egoísta. Sólo estás jugando. Volví a la obra del Canal 2. Seguía la misma escena, y ya se aproximaba al final.

- Ahora mira con atención -le dije a Helen. Por lo general ella entendía las cosas cuando las veía por tercera vez-. Deja de coser, me pone los nervios de punta. Dios, ya me la sé de memoria. - ¡Chist! -protestó Helen-. ¿No puedes callarte un poco? Encendí un cigarrillo y esperé tendido en el sofá. Las disculpas tendrían que ser por lo menos grandilocuentes. Dos repeticiones a cien libras el minuto sumaban una respetable cantidad de doblones. La escena llegó a su fin, el viejo se miró melancólicamente las botas, se insinuó el crepúsculo y... EL DESCENSOR | Textos para leerse de izquierda a derecha y de arriba a abajo | El sillón de orejas

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Habíamos vuelto al punto de partida. - ¡Fantástico! -exclamé, levantándome para mejorar la imagen salpicada de puntos blancos. Es increíble. - No sabía que te gustaban estas obras -dijo Helen sin alterarse-. Nunca te gustaron. -Echó un vistazo a la pantalla y luego volvió a su enagua. La observé desanimadamente. Un millón de años atrás tal vez habría salido aullando de la caverna para arrojarme con gratitud a los pies del dinosaurio más próximo. En el ínterin, los peligros que amenazan a los intrépidos que incursionan en el matrimonio no se habían atenuado.

Me imaginé un estudio lleno de anunciadores y técnicos dormidos

- Querida -expliqué pacientemente, tratando de no elevar la voz-, por si no te habías dado cuenta, es la cuarta vez que pasan esta escena. - ¿La cuarta vez? -dijo Helen dubitativamente-. ¿La están repitiendo?

Me imaginé un estudio lleno de anunciadores y técnicos dormidos sobre los micrófonos y las válvulas, mientras una cámara automática se obstinaba en transmitir el mismo rollo. Pavoroso pero improbable. Había monitores, además de críticos, agentes, patrocinadores e, imperdonablemente, el mismo autor, sopesando cada minuto y cada palabra en distintos aparatos. Todos tendrían mucho que declarar en los diarios de la mañana. - Siéntate y deja de moverte de un lado para el otro -dijo Helen-. ¿No puedes estar tranquilo? Palpé los almohadones y pasé la mano por la alfombra debajo del sofá. - Mi cigarrillo -dije-. Debo de haberlo tirado al fuego. No creo que se me haya caído.

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Año 2

EL ESCAPISTA

Número 1

Volví a acercarme al televisor y puse otra vez el programa de entretenimientos. Me fijé en la hora, 9:03, y sintonicé de nuevo el Canal 2 a las 9:15. Cuando dieran alguna explicación, quería escucharla. - Pensé que la obra te gustaba -dijo Helen-. ¿Por qué lo cambiaste? Puse lo que a veces suele pasar por una cara compungida y volví a mi sofá. La mujer voluminosa aún seguía frente a la cámara, abriéndose paso a través de una pirámide de preguntas sobre cocina. La audiencia callaba, pero el interés era cada vez mayor. Cuando al fin contestó la pregunta definitiva, la audiencia rugió y brincó sobre los asientos como si todos hubieran perdido el juicio. El locutor llevó a la mujer por el escenario y le mostró otro coche sport. - Pronto va a tener un cobertizo atestado de autos -le comenté a Helen. La mujer estrechó la mano del locutor, y bajó tímidamente el ala del sombrero, con una sonrisa inquieta y nerviosa. El movimiento me pareció extrañamente familiar.

la audiencia rugió y brincó sobre los asientos como si todos hubieran perdido el juicio

Di un salto y sintonicé el Canal 5. El panel seguía observando la vasija. Entonces empecé a darme cuenta. Estaban repitiendo los tres programas. - Helen -dije por encima del hombro-. Tráeme un whisky con soda, por favor. -¿Qué te pasa? ¿Te duele la espalda?

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Año 2

EL ESCAPISTA

Número 1

- Rápido, rápido -dije chasqueando los dedos-. Espera. Se levantó y fue a la cocina. Miré la hora: 9:12. Luego volví a sintonizar la obra y pegué los ojos a la pantalla. Helen volvió y apoyó algo en la mesa ratona. - Aquí tienes. ¿Te sientes bien? Cuando ocurrió pensé que ya no me sorprendería, pero lo que vi me pareció demasiado. Me descubrí tendido en el sofá. Lo primero que hice fue buscar el whisky. - ¿Dónde lo pusiste? -le pregunté a Helen. - ¿Qué? - El whisky. Acabas de traerlo en la mesita. - Te quedaste dormido -dijo ella serenamente. Se inclinó hacia adelante y empezó a ver la obra.

Cuando ocurrió pensé que ya no me sorprendería, pero lo que vi me pareció demasiado

Entré en la cocina y encontré la botella. Mientras llenaba el vaso miré el reloj de la cocina: 9:07. Parecía evidente: atrasaba una hora. Pero mi reloj pulsera también marcaba las 9:05, y era un mecanismo muy exacto. Y en el reloj de la repisa también las 9:05. Antes de empezar a preocuparme tenía que estar bien seguro. Mullvaney, nuestro vecino del piso de arriba, abrió la puerta en cuanto llamé. - Hola, Bartley. ¿El sacacorchos?

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Año 2

EL ESCAPISTA

Número 1

- No, no -dije-. ¿Qué hora tienes? Nuestros relojes se han vuelto locos. Se miró la muñeca. - Y diez, casi. - ¿Las nueve o las diez? Volvió a mirar el reloj.

Detrás de él oí una oleada de aplausos, interrumpidos por la voz meliflua y pegajosa del locutor

- Las nueve, por supuesto. ¿Qué pasa? - No sé si no estoy perdiendo el... -empecé a decir, y me contuve. Mullvaney me observó con curiosidad. Detrás de él oí una oleada de aplausos, interrumpidos por la voz meliflua y pegajosa del locutor del programa de preguntas y respuestas. - ¿Cuánto hace que empezó ese programa? -le pregunté. - Unos veinte minutos. ¿No lo estás mirando?

- No -dije, y añadí como al azar-: ¿Tu aparato no tiene ningún problema? Meneó la cabeza. - Ninguno. ¿Por qué? - El mío anda embromando un poco. Gracias, de todos modos.

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Año 2

EL ESCAPISTA

Número 1

- Está bien -dijo. Me miró bajar las escaleras, y mientras cerraba la puerta se encogió de hombros. Fui al vestíbulo, tomé el teléfono y marqué un número. - ¿Hola, Tom? -Tom Farnold trabaja en mi oficina, en el escritorio de al lado-. Tom, habla Harry. ¿Qué hora te parece que es? - Hora de que vuelvan los liberales. - No, en serio.

Oye, Tom -proseguí-, aquí están pasando las cosas más raras

- Veamos. Las nueve y veinte. De paso, ¿encontraste esos pickles que te dejé en la caja fuerte? - Sí, gracias. Oye, Tom -proseguí-, aquí están pasando las cosas más raras. Estábamos mirando la obra de Diller en el Canal 2 cuando...

- Yo también la estoy mirando, así que date prisa. - ¿De veras? Bueno, ¿cómo explicas todas las repeticiones? Y todos los relojes parecen haberse detenido entre las nueve y las nueve y cuarto. Tom rió. - No sé -dijo-. Te sugiero que salgas y sacudas la casa un poco. Estiré la mano para recoger el vaso que había llevado a la mesa del vestíbulo, preguntándome cómo explicar... EL DESCENSOR | Textos para leerse de izquierda a derecha y de arriba a abajo | El sillón de orejas

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EL ESCAPISTA

Año 2 Número 1

De pronto me encontré de vuelta en el sofá. Tenía el periódico en la mano y miraba el 17 vertical. Una parte de mi mente pensaba en relojes antiguos. Olvidé los relojes y le eché un vistazo a Helen, tranquilamente sentada junto al cestillo de las agujas. Esa obra ya demasiado familiar volvía a repetirse y el reloj de la repisa señalaba las nueve y unos minutos. Volví al vestíbulo y llamé a Tom otra vez, tratando de no perder la calma. En cierto modo empezaba a entender: una sección de tiempo giraba en círculos, y yo estaba en el centro. - Tom -pregunté-. ¿Te llamé hace cinco minutos? - ¿Quién es? - Habla Harry. Harry Bartley. Lo siento, Tom -Hice una pausa y cambié la pregunta, tratando de que la frase pareciera inteligible-. Tom, ¿me llamaste hace unos cinco minutos? Aquí tuvimos un pequeño problema con la línea. - No -dijo-. No fui yo. De paso, ¿encontraste esos pickles que te dejé en la caja fuerte?

Esa obra ya demasiado familiar volvía a repetirse

- Muchas gracias -respondí, ya en brazos del pánico-. ¿Estás mirando la obra, Tom? - Sí, y voy a ver cómo sigue. Hasta pronto. Fui a la cocina y me miré detenidamente en el espejo. Una fisura del vidrio dividía mi cara en dos partes, una más baja que la otra, pero aparte de eso no pude ver ningún rastro de psicosis. Mi pulso era firme, de poco más de setenta; no había tics ni transpiración pegajosa y traumática. Lo que me rodeaba parecía demasiado sólido y auténtico como para tratarse de un sueño.

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Año 2

EL ESCAPISTA

Número 1

Esperé un minuto, volví a la sala y me senté. Helen estaba mirando la obra. Me incliné hacia adelante y moví la perilla. La imagen se debilitó y desapareció. - ¡Harry, estoy mirando! ¡No lo apagues! Me acerqué a Helen. - Mi amor -dije, conteniendo la voz-. Escúchame, por favor. Presta mucha atención, es muy importante. Helen frunció el ceño, dejó la costura y me tomó las manos. - Por alguna razón, ignoro por qué, parece que estamos apresados en una trampa de tiempo circular, y todo se repite una y otra vez. Tú no te das cuenta, y tampoco los demás, parece. Helen me clavó los ojos, perpleja.

Parece que estamos apresados en una trampa de tiempo circular

- Harry -exclamó-, ¿qué estás...? - ¡Helen! -insistí, apretándole los hombros-. ¡Escucha! Hace dos horas que una sección de tiempo de quince minutos se repite una y otra vez. Los relojes se han detenido entre las nueve y las nueve y cuarto. Esa obra que estás viendo... - Harry, mi amor -Helen me miró y sonrió resignadamente-. No seas tonto. Vuelve a encender ese aparato. Me di por vencido. Cuando encendí el televisor cambié de canal para ver si algo era distinto.

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Año 2

EL ESCAPISTA

Número 1

La gente del panel observaba la vasija, la mujer gorda ganaba un coche sport, el viejo granjero farfullaba. En el Canal 1, en el tradicional servicio de la BBC que noche por medio transmitía un espacio de dos horas, dos periodistas entrevistaban a un hombre de ciencia que aparecía en programas culturales. -Es imposible adelantar los efectos que tendrán estas densas erupciones de gas. No obstante, no hay motivo de alarma. Estas ondas tienen masa, y creo que podemos esperar muchos efectos ópticos extraños, en la medida en que desvíen la luz irradiada por el sol.

La gente del panel observaba la vasija, la mujer gorda ganaba un coche sport, el viejo granjero farfullaba

Empezó a jugar con una colección de bolos multicolores de celuloide que rodaban en anillos metálicos concéntricos, y pasó los dedos por un recipiente estriado montado sobre un espejo horizontal. - ¿Y qué sucede con la relación entre la luz y el tiempo? -preguntó uno de los periodistas-. Según mis nociones de relatividad, hay una relación muy intima entre ellos. ¿Está seguro de que no necesitaremos otra manecilla en nuestros relojes? El hombre de ciencia sonrió. - Creo que podremos evitarlo. El tiempo es algo extremadamente complejo, pero puedo asegurarle que los relojes no empezarán a andar de pronto hacia atrás o hacia

el costado. Lo escuché hasta que Helen protestó. Sintonicé la obra y me fui al vestíbulo. Ese tonto no sabía de qué estaba hablando. No dejaba de preguntarme por qué yo era la única persona que notaba lo que ocurría. Si lograba comunicarme con Tom otra vez quizá pudiera convencerlo. Alcé el tubo y miré mi reloj pulsera.

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Año 2

EL ESCAPISTA

Número 1

9:13. Cuando lograra comunicarme, sobrevendría el próximo cambio. En cierto modo me disgustaba la idea de ser arrojado inopinadamente sobre el sofá, aunque fuera sin violencia. Dejé el teléfono y volví a la sala. El retroceso fue menos brusco de lo esperado. No percibí nada, ni siquiera un leve temblor. Una frase se clavó en mi mente: Viejos Tiempos. El diario estaba de vuelta en mi regazo, abierto en la página del crucigrama. Miré las claves. 17 vertical: ¿Qué indicaban los relojes antiguos? 6,7. Tenía que haberlo resuelto subconscientemente. Recordé mi intención de llamar a Tom.

Una frase se clavó en mi mente: Viejos Tiempos

- ¿Hola, Tom? -pregunté cuando contestó-. Habla Harry. - ¿Encontraste los pickles que te dejé en la caja fuerte? - Sí, muchas gracias, Tom, ¿podrías venir un rato esta noche? Lo lamento, sé que es muy tarde, pero se trata de algo urgente.

- Sí, claro -dijo Tom-. ¿Qué te ocurre? - Te lo explicaré en cuanto llegues. ¿Puedes venir en seguida? - Por supuesto. Ya salgo para allá. ¿Helen está bien? - Sí, está bien. Gracias de nuevo. Fui al comedor y saqué una botella de gin y un par de licores del aparador. Tom necesitaría un trago en cuanto escuchara mis explicaciones. EL DESCENSOR | Textos para leerse de izquierda a derecha y de arriba a abajo | El sillón de orejas

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Año 2

EL ESCAPISTA

Número 1

Entonces me di cuenta de que Tom nunca llegaría. Desde Earls Court tardaría por lo menos media hora en llegar a Maida Vale, y probablemente nunca pasara de Marble Arch. Llené el vaso con esa botella de whisky que parecía no tener fondo y traté de elaborar un plan de acción. El primer paso consistía en encontrar a alguien como yo, que tuviera conciencia de estos saltos hacia el pasado. En alguna parte había sin duda otras personas atrapadas en pequeñas jaulas de tiempo, preguntándose desesperadamente cómo salir. Podía empezar llamando por teléfono a todos mis conocidos y luego recurriendo a la guía telefónica. ¿Pero qué podíamos hacer para encontrarnos? En realidad no había otro camino que sentarse a esperar a que todo pasara. Al menos sabía que no me había vuelto loco. Una vez que estas ondas o lo que fueren En alguna parte había se hubiesen agotado podríamos abandonar la ronda. Hasta entonces contaba con una ilimitada reserva de whisky en la botella medio vacía que había junto a la pileta, aunque por supuesto con una desventaja: nunca podría emborracharme. Estaba pensando en otras posibilidades, y preguntándome cómo poder registrar lo que ocurría, cuando me asaltó una idea.

sin duda otras personas atrapadas en pequeñas jaulas de tiempo

Saqué la guía telefónica y busqué el número de KBCTV, Canal 9. La telefonista atendió la llamada. Después de regatear con ella un par de minutos la convencí de que me pusiera en contacto con un productor. - Hola -dije-. ¿La pregunta del premio de esta noche es conocida por alguien del público? - No, por supuesto que no.

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EL ESCAPISTA

Año 2 Número 1

- Ya veo. Sólo por curiosidad, ¿usted la conoce? - No -dijo-. Sólo el productor en jefe del programa y Mr. Phillipe Soisson de Savoy Hotels Limited conocen las preguntas. Son un secreto muy bien protegido. - Gracias -dije-. Escriba, si tiene una hoja de papel a mano: «Enumere el menú completo del Banquete de la Coronación de Guildhall en julio de 1953». Hubo murmullos y consultas, y una segunda voz irrumpió en la línea. - ¿Quién habla? - El señor H.R. Bartley, 129b Sutton Court Road, Noroeste... Antes que pudiera completar la frase me encontré otra vez en la sala. El salto hacia atrás me había obligado a retroceder. Pero en lugar de estar echado en el sofá me encontraba de pie, acodado sobre la repisa, mirando el diario.

en lugar de estar echado en el sofá me encontraba de pie, acodado sobre la repisa

Mis ojos enfocaban el crucigrama, y antes que los apartara para pensar en, mi llamada al estudio advertí algo que casi me hace caer de bruces. Era el 17 vertical había una palabra. Recogí el diario y se lo mostré a Helen. - ¿Tú resolviste el 17 vertical? - No -dijo-. Ni siquiera miro el crucigrama. EL DESCENSOR | Textos para leerse de izquierda a derecha y de arriba a abajo | El sillón de orejas

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Año 2

EL ESCAPISTA

Número 1

El reloj de la repisa atrajo mi atención, y me olvidé del estudio y de mi deseo de interferir en el tiempo de los demás. 9:03. El tiovivo estaba achicándose. Pensé que el retroceso había llegado antes de lo previsto. Por lo menos dos minutos antes, a eso de las nueve y trece. Y no sólo se acortaba el intervalo de repetición, sino que la curva plegada sobre sí misma no llegaba a cubrir la verdadera corriente de tiempo que fluía por debajo, la corriente en la cual mi otro yo, que La curva plegada ahora me parecía un desconocido, había resuelto la clave, se había puesto de pie, había caminado hasta la repisa y había llenado el 17 vertical. sobre sí misma

no llegaba a cubrir la verdadera corriente de tiempo

Me senté en el sofá y observé atentamente el reloj. Por primera vez en esa noche, Helen hojeaba las páginas de una revista. El cestillo estaba en el anaquel inferior de la biblioteca. - ¿Vas a seguir viendo esto? -me preguntó-. No es muy bueno. Volví a la gente del panel. Los tres profesores y la corista seguían jugueteando con la vasija. En el Canal 1 el hombre de ciencia seguía sentado a la mesa con sus maquetas.

- ...alarma. Estas ondas tienen masa, y creo que podemos esperar muchos efectos ópticos extraños, en la medida en que desvíen la luz... Apagué el televisor. El salto siguiente sobrevino a las nueve y once. Yo me había alejado de la repisa, había vuelto al sofá y fumaba un EL DESCENSOR | Textos para leerse de izquierda a derecha y de arriba a abajo | El sillón de orejas

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Año 2

EL ESCAPISTA

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cigarrillo. Eran las nueve y cuatro. Helen había abierto las ventanas del balcón y miraba a la calle. El televisor estaba encendido, de modo que esta vez resolví desenchufarlo. Arrojé el cigarrillo al fuego; como no recordaba haberlo encendido, tenía la impresión de que era el cigarrillo de otro. -Harry, ¿te gustaría dar un paseo? -sugirió Helen-. Sería bueno ir al parque. Cada sucesivo retroceso nos devolvía a un punto de partida distinto. Si conseguía salir con Helen y llegar hasta el extremo de la calle, el próximo salto nos devolvería a la sala, pero probablemente yo habría resuelto ir a tomar algo.

Di vueltas por la sala y me convencí de que estaba despierto

- ¿Harry? - ¿Qué? Lo siento. - ¿Estás dormido, mi amor? ¿Quieres dar un paseo? Te despejará un poco.

- De acuerdo -dije-. Ponte algún abrigo. - ¿Tú no tendrás frío así como estás? Helen entró en el dormitorio. Di vueltas por la sala y me convencí de que estaba despierto. Las sombras, la solidez de las sillas, todo era demasiado definido. Las 9:08. Normalmente Helen tardaba diez minutos en ponerse el abrigo. EL DESCENSOR | Textos para leerse de izquierda a derecha y de arriba a abajo | El sillón de orejas

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EL ESCAPISTA

Año 2 Número 1

El salto ocurrió casi en seguida. Las 9:06. Yo seguía en el sofá y Helen se había agachado a recoger el cestillo. Esta vez, al fin, el televisor estaba apagado. - ¿Llevas algo de dinero? -preguntó Helen. Hurgué mecánicamente en mis bolsillos. - Sí. ¿Cuánto necesitas? Helen se quedó mirándome. - Bueno, ¿cuánto pagas por tomar algo? Sólo beberemos un par de copas. - Ah, ¿vamos a tomar algo? - Querido, ¿te sientes bien? -se me acercó-. Pareces sofocado. ¿Esa camisa te aprieta mucho?

El televisor estaba encendido, de modo que esta vez resolví desenchufarlo

- Helen -dije, incorporándome-. He tratado de explicártelo. No sé por qué ocurre, tiene algo que ver con esas ondas de gas que irradia el sol. Helen me miraba boquiabierta. - Harry -balbuceó nerviosamente-. ¿Qué te pasa? - Me siento bien -le aseguré-. Sólo que todo sucede muy rápido y no queda mucho tiempo. Observé otra vez el reloj, y Helen siguió mi mirada y se acercó a la repisa. Lo, dio vuelta sin dejar de mirarme y oí el

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Año 2

EL ESCAPISTA

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sonido del péndulo. - No, no -grité. Aferré el reloj y lo empujé contra la pared. Un salto nos devolvió a las 9:07. Helen estaba en el dormitorio. Me quedaba exactamente un minuto. - Harry -dijo-. ¿Quieres o no? Yo estaba junto a la ventana de la sala, murmurando algo. Había perdido todo contacto con las actividades de mi yo auténtico en el canal de tiempo normal. La Helen que ahora me hablaba era un fantasma. Era yo, y no Helen y los demás, quien giraba en el tiovivo. Salto.

Observé otra vez el reloj, y Helen siguió mi mirada y se acercó a la repisa

9:07.15. Helen estaba de pie en la puerta. - ...vamos al... al -decía yo. Helen me observaba, inmóvil. Quedaba una fracción de minuto. Eché a caminar hacia ella. a caminar hacia ella cia ella la EL DESCENSOR | Textos para leerse de izquierda a derecha y de arriba a abajo | El sillón de orejas

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Año 2

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Salté de la trampa como un hombre catapultado por una puerta giratoria. Estaba tendido en el sofá y un dolor agudo me atravesaba la cabeza, desde la coronilla hasta el cuello, pasando por el oído derecho. Miré la hora. 9:45. Helen se paseaba por el comedor. Me quedé en el sofá mientras todo se ordenaba otra vez, y a los pocos minutos ella entró con una bandeja y un par de vasos. - ¿Cómo te sientes? -preguntó, ofreciéndome un alka-seltzer. Lo dejé disolver y me lo tragué,

un dolor agudo me atravesaba la cabeza, desde la coronilla hasta el cuello

- ¿Qué sucedió? -pregunté-. ¿Sufrí un desmayo? - No exactamente. Mirabas la obra. Parecías algo mareado así que te propuse salir a tomar algo. Temblabas de pies a cabeza. Me levanté con lentitud, frotándome el cuello. - Por Dios, no pude soñarlo todo Es imposible. - ¿Qué era?

- Una especie de tiovivo, algo enloquecedor -El dolor me apretaba el cuello. Me acerqué al televisor y lo encendí-. Es difícil explicarlo con coherencia. El tiempo estaba... -Tuve una nueva punzada de dolor. - Siéntate y descansa -dijo Helen-. Vendré a hacerte compañía. ¿Quieres un trago? - Gracias. Un whisky. Miré la pantalla. En el Canal 1 se veía la señal, en el 2 unos músicos, en el 5 un estadio iluminado y en el 9 un show de EL DESCENSOR | Textos para leerse de izquierda a derecha y de arriba a abajo | El sillón de orejas

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variedades. No había señales de la obra de Diller ni de la vasija. Helen trajo el whisky y se sentó a mi lado en el sofá. - Empezó cuando mirábamos la obra -expliqué, masajeándome el cuello. - Oh, ahora no me digas nada. Tranquilízate.

Apoyé la cabeza en el hombro de Helen y miré el cielo raso, escuchando la música del show

Apoyé la cabeza en el hombro de Helen y miré el cielo raso, escuchando la música del show. Reflexioné sobre cada vuelta del tiovivo, preguntándome si todo podía haber sido un sueño. -Bueno -dijo Helen diez minutos más tarde-, no estuvo muy bien, y van a repetirlo. Por Dios. - ¿Quiénes? -pregunté. Observé cómo el resplandor de la pantalla le temblaba en la cara. - Ese equipo de acróbatas. Los Hermanos algo. Uno de ellos hasta resbaló. ¿Cómo te sientes? - Bien -Volví la cabeza y miré la pantalla.

Tres o cuatro acróbatas con torsos musculosos y mallas de piel se apilaban unos sobre otros. Luego llevaron a cabo otra prueba, más arriesgada: lanzando al aire una muchacha vestida con pantalones de piel de leopardo. El aplauso fue ensordecedor. Pensé que eran discretamente aceptables. Dos de ellos iniciaron lo que parecía ser una demostración de tensión dinámica, oponiéndose entre sí como un par de toros catatónicos, con los cuellos y las piernas trabadas, hasta que uno se deslizó hasta el suelo. - ¿Por qué siguen? -dijo Helen-. Ya lo hicieron dos veces.

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Número 1

- Me parece que no -dije-. Este número es un poco diferente. El hombre pivote se estremeció, aflojando una poderosa masa de músculos, y todo el cuadro se derrumbó y se incorporó de un brinco. - La última vez resbalaron -dijo Helen. - No, no -me apresuré a señalar-. Antes se sostenían con las manos. Aquí estaban estirados en el suelo. - No estabas mirando -dijo Helen. Se inclinó hacia adelante-. Y bien, ¿a qué juegan? Es la tercera vez que lo repiten. Para mí el número era totalmente nuevo, pero no intenté discutir. Me incorporé y miré el reloj: 10:05. - Querida -dije, abrazándola-. No te sueltes. - ¿Qué dices? - Estás en el tiovivo. Ahora te toca a ti.

- Querida -dije, abrazándola-. No te sueltes.

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