Desde que no somos un diálogo

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DESDE QUE NO SOMOS UN DIÁLOGO

JESÚS RAMÍREZ-BERMÚDEZ

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I . DE SC ONEX I ÓN . Cuando atiendo a una mujer que ha perdido la capacidad para entender mi discurso, y simultáneamente, la facultad de elegir los sonidos que expresarían su mundo subjetivo de ideas y emociones, me encuentro frente a frente con su sonrisa, con su intención de comunicarse, y me siento realmente en una situación al borde de la humanidad, pues recuerdo la lección de Heidegger: Nosotros los hombres somos un diálogo. El ser del hombre se funda en el habla; pero ésta acontece primero en el diálogo. Y sin embargo estoy ahora frente a una persona que quiere, pero no puede establecerlo. Al perder las palabras, esta mujer me muestra, en la paradoja de su enfermedad, lo que ocultan y revelan los signos del lenguaje, pues las

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personas con afasia de Wernicke, sumergidos en el problema de la incomprensión, nos dan, sin embargo, expresiones corporales, musicales, o gráficas de una vida cognoscitiva y sentimental que no ha perdido su riqueza: tan sólo el gran camino simbólico de su expresión. Al perder las capacidades para decodificar el lenguaje hablado o escrito, ponen de manifiesto, a la vez, que nuestra vida de relación depende en general del lenguaje, pero que lo valioso de una persona, sus sentimientos y recuerdos, y las fuentes del pensamiento, no se pierden completamente con el lenguaje: sólo quedan aislados del mundo externo, desconectados de la red simbólica de la comunidad humana.

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I I. EL SE ÑOR T RA NST RÖM ER. A pesar del glamour del premio Nobel de literatura, no me enteré en televisión o en los periódicos del reconocimiento al poeta sueco Tomas Tranströmer, en el año 2012, sino en un pequeño boletín electrónico inglés, llamado Aphasia News, que no trae el mejor reportaje sobre la noticia, pero a cambio tiene el mérito de ser escrito y editado enteramente por personas con afasia, para personas con afasia; obviamente, mi lectura trasgrede el lema de la publicación, pero espero que los editores disculpen mi falta de afasia y la intercambien por el hecho de que al menos escribo un libro sobre el tema.

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Es bien sabido que Tranströmer estudió psicología y ejerció esa profesión en el ambiente penal para jóvenes delincuentes, que ha dedicado más de cincuenta años a su matrimonio y a la música, y que escribió en 1974 el poema épico Bálticos, en donde se refiere a la historia del compositor ruso Vissarion Shebalin, quien padeció una hemorragia cerebral, parálisis del hemicuerpo derecho y afasia, pero que conservó la capacidad para la composición musical y logró completar su quinta sinfonía tras la enfermedad. A la manera de la literatura de anticipación, Bálticos predijo la enfermedad neurológica que ha marcado las últimas décadas de la vida de Tomas Tranströmer: a los 59 años de edad sufrió un infarto de la arteria

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cerebral media, que provocó una parálisis de la extremidad superior derecha y un síndrome afásico que persiste hasta la actualidad; todo indica que se trata de una afasia de Broca pues comprende el lenguaje de los demás pero sólo puede expresar monosílabos. Hoy tiene 83 años. Pero Tomas Tranströmer continuó escribiendo poesía, lo cual me parece un enigma, pues la afasia afecta severamente la escritura. En busca de información médica, localicé en una base de datos científica un artículo de la revista Progress in Brain Research, escrito por Iván Iniesta, un investigador que ha desarrollado su carrera en el mundo británico. Le escribí en inglés por correo 6


electrónico, para solicitar una copia de su ensayo. Me contestó al día siguiente, desde Nueva Zelanda, donde trabaja como neurólogo de un hospital en Palmerston:

Apreciado Dr. Ramirez-Bermudez Permítame contestarle en español, entendiendo que es la lengua materna que ambos compartimos y, por tanto, la menos afásica y/o disgráfica. Con mucho gusto le hago llegar el trabajo solicitado. Reciba un cordial saludo, Iván Iniesta Leyendo el artículo de Iniesta me entero de que Tranströmer tiene una estrecha relación con la música, pues ha tocado el piano desde joven, y su poesía está llena de referencias a Hayden, Schubert, Balakirev, Wagner, Liszt. Hay una búsqueda formal en los 7


dominios del ritmo y la melodía a lo largo de su creación literaria; del poema Bálticos el propio Tranströmer dijo que se trataba de su intento más consistente por escribir música. Tras el infarto, el piano ha sido una herramienta expresiva invaluable, aunque sólo puede tocarlo con la mano izquierda, pues la derecha nunca se ha recuperado de la parálisis. Para su fortuna, Richard Strauss y Prokofiev realizaron composiciones para la mano izquierda. La pieza más célebre de este género es probablemente el Concierto para la mano izquierda, de Ravel, escrito para el hermano de Ludwig Wittgenstein, Paul, quien perdió la mano derecha en la primera guerra mundial.

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El movimiento de la mano izquierda es dirigido por el hemisferio derecho (el hemisferio no dominante o menor, como se le llama a veces en forma condescendiente, desde el más puro prejuicio logocéntrico), por lo cual permanece intacto generalmente tras lesiones graves del hemisferio izquierdo, al igual que otras funciones mentales, entre ellas, la capacidad para expresar y apreciar la música. Es posible que ciertos recursos literarios, como el pensamiento metafórico y la ironía requieran también un procesamiento hemisférico derecho, lo cual explica (en parte) la preservación de las habilidades poéticas de Tomas Tranströmer tras el infarto cerebral, aunque Iniesta analiza los cambios en su creación literaria a

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partir de los 59 años de edad: en síntesis, los poemas se hicieron más sucintos, a la manera de imágenes poéticas condensadas en unas cuantas palabras; con frecuencia, ha recurrido al Haikú, un género cultivado desde antes de su infarto, pero mucho más presente en los años tardíos de su obra; el Haikú, opina Iniesta, es el género ideal para un sujeto cuyas habilidades gramaticales se han deteriorado, pues es esencialmente agramático, o al menos, no depende de tanto de la gramática como otras formas poéticas, narrativas o ensayísticas. El género epistolar, altamente dependiente de las habilidades gramaticales, es el menos cultivado por Tranströmer tras el advenimiento de su enfermedad, 10


y todas las entrevistas publicadas a partir del otorgamiento del Premio Nobel han sido respondidas por su esposa o generadas por correo electrónico. Son documentos breves, telegráficos. Una entrevista de la poeta Jenny Morelli, publicada en 2007, ilustra bien la fractura superada de la comunicación: ella padece un déficit auditivo, él padece afasia, y la entrevista se genera a través de gestos, lenguaje mímico, correspondencia electrónica, pero ante todo mediante la intervención de Mónica, la mujer de Tomas durante más de cincuenta años. En persona, él sólo puede decir “sí”, “no”, y “bien”. ¿Cómo escribe entonces? La redacción de esos textos periodísticos es casi siempre de la esposa, dirigida por 11


Tomas; los textos son leídos y aprobados por él, pero generados por ella, y al parecer la transcripción de los poemas generados a partir de 1959 sigue un proceso similar: él logra escribir un poco con la mano izquierda, pero muy poco; ella debe ayudarle, proponer palabras que él rechaza o aprueba, hasta que se genera el Haikú o el poema condensado tras varios círculos de propuesta y escritura, de lectura y decisión, a la manera de un autor bicéfalo, de un ser simbiótico como lo imaginaba el escritor británico Olaf Stapledon en su sombría novela El hacedor de estrellas: el futuro de la inteligencia es para quienes aprenden el arte de la interdependencia sin perder la libertad.

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