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Negarse a ser imagen y semejanza: pecado

LA REALIDAD DEL PECADO INTRODUCCIÓN El lenguaje sobre el pecado es, en cierto sentido, el reverso del lenguaje sobre la imagen de Dios. Al pecado lo veremos primero como una negación al proyecto y vocación de ser imagen y semejanza de Dios. Que el pecado sea el reverso de lo anterior quiere decir que no es fruto sólo de la contingencia o finitud humana, ya que el animal es también contigente y no por ello pecador; es limitado pero no es lábil. La posibilidad de pecar nos viene porque llevamos entre nuestras manos algo más que lo finito y creatural que compartimos con los otros seres animales no humanos. No cualquier limitación es ya posibilidad de “caer”, sino nuestra limitación específica y particular que consiste en no coincidir consigo mismo en su contexto social, hitórico y cultural. ¿Cómo nombrar esa realidad? ¿Qué categorías de significación le convienen? Lo que necesitamos aquí es un concepto particular, no general que de razón de esa peculiar limitación. Y, sin embargo, al contrario del lenguaje sobre la imagen de Dios, el lenguaje sobre la realidad del pecado tiene mala prensa. El que no sea un tema público, reconocido, es para algunos una especie de calamidad, pues consideran que “...se está perdiendo el sentido del pecado”. La cuestión será corroborar si lo que se está perdiendo es el sentido del pecado, o una cierta concepción sobre el pecado y si esa concepción, si ha sido o es significativa para buenos sectores del pueblo de Dios, su caída o sustitución no será la que deja la impresión en esos sectores de que la conciencia de pecado ya no es tan seria y cada día es más débil. Algo se está perdiendo ¿será la conciencia de pecado? ¿Por qué tiene “mala prensa”?

Otros lo ven como una liberación humana y una conquista de madurez y liberación de patologías adjudicadas a la religión. El hecho es que no goza de buena prensa y ni siquiera de posibilidades de ser entendido. No entra dentro de los intereses del hombre-mujer modernos. La culpa y la conciencia de pecado no están de moda, tal vez por lo que dice E. Schillebeeckx: “La culpa y la conciencia de pecado no están de moda. Y ello se puede explicar por varias razones. Las Iglesias y las religiones dirigieron, durante siglos, su predicación acerca de la culpa y la pecaminosidad a la gente sencilla e indefensa, mientras dejaban en paz a los grandes y poderosos. Además, los hombres ya socialmente oprimidos se mantenían en su condición bajo el miedo a la culpabilidad y a las penas del infierno, con lo cual no salían de su insignificancia, miedo e inmadurez...”, con lo que podemos entender que liberarse de esa tradición suena a ser mayores de edad y ser libres. La anterior afirmación nos puede situar en un horizonte más apropiado para ubicar nuestro tema y su problemática. Lo que no se pone en duda es que la situación histórica como se manejó la cuestión del pecado es criticada y superada, con razones creíbles para los hombres y mujeres de hoy. Pero el hecho de que se ponga en crisis la teología y práctica histórico-pastoral sobre el pecado ¿hace que la realidad del pecado desaparezca? ¿No será que hay una confusión y asimilación de dos realidades que aunque unidas, se pueden diferenciar: la del pecado y la de su desarrollo teológico y pastoral? Si las asumimos como iguales, superar lo segundo, equivale a deshacerse de lo primero. Hoy pues, entre otras cosas, como distinciones metodológicas, nos urge un leguaje apropiado que al menos pueda ser entendido y no produzca reacciones mayores de descalificación. A pesar de ello el teólogo deber abordar el asunto desde el hecho de que la mala pren-


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rales, como parte del proceso. Van teniendo su propia “vida”.

sa es teológicamente normal y hasta cierto punto constituye una prueba de la realidad del pecado, ya que la esencia última del pecado en la tradición bíblica radica en su ocultamiento, en su no conciencia. El pecado será en consecuencia algo que necesita ser desenmascarado, que es materia de revelación y se conoce con ésta.

Este desenlace es coherente, aunque de haberle pronosticado este final a David le hubiera parecido absurdo, pero ahora no lo es. Sucede que de David se ha posesionado otra lógica, la lógica del deseo, que impide que David vea. Y este hombre que no se ha irritado contra sí, lo hace con el rico del ejemplo de Natán y por esa irritación firma su propia sentencia, pues ha hecho lo que reprueba y ello le lleva a la conciencia de su culpa.

Esto pareciera ser contrario al clásico discurso moralista, que nos decía que para cometer pecados era necesaria “la plena conciencia” de lo que se estaba haciendo.

EL PECADO EN LA BIBLIA

Si David hubiera tenido esa conciencia antes, hubiera resultado el hecho menos grave. Lo que la hace tan monstruosa es esa naturalidad con que David concluye la historia sin ser consciente de lo que ha hecho “llamando a Betsabé a palacio y tomándola por mujer” (11,27).

Para ayudarnos y como método pedagógico recurriremos a dos narraciones bíblicas; la primera se refiere al adulterio de David con Betsabé y la segunda al ciego de nacimiento. En ambos casos habrá un fallo importante en el VER lo que hay, pues inventando la “propia realidad” no es posible ser fiel a lo que hay, sino a la realidad “creada”, para no hacerse responsable de la real.

El otro caso es el que nos presenta Juan en el capítulo 9: el del ciego de nacimiento. El primer ejemplo es un paradigma de lo que llamaremos el “pecado pagano” y el del ciego de nacimiento es un ejemplo del pecado “religioso” o “judío”.

En el primer caso (cf. 2 Sam 11, 1-12,13) David no parece tener conciencia de la pecaminosidad de lo que ha hecho hasta verse desenmascarado por Natán, cuando ya está en la vía del perdón. Pero antes su conciencia estaba totalmente ocupada por la belleza de Betsabé, lo que le impide ver otras cosas que no sean la satisfacción de su deseo. Le impide ver lo obvio; que es mujer de otro y eso lo sustituye por otro ver: “ve” que es rey y por ello le pertenece.

Y cuando hacemos la distinción entre pecado “pagano” y “judío”, no estamos hablando de dos tipos de seres humanos, unos que cometen un tipo de pecado y otros, el otro. Se trata de la forma que los humanos tenemos de pecar a lo “pagano” o lo “judío”. Para el segundo caso, vamos a poner como telón del fondo el caso que nos relata el Evangelio de Juan en el capítulo 9, donde se nos dice que Jesús ha curado a un ciego de nacimiento, que en el contexto puede llevar a los fariseos a reconocer la mesianidad en Jesús (16b), lo que conlleva un precio; desautorizarse a sí mismos que acaban de prohibir reconocerlo como tal (v.22) y supone una amenaza para su posición privilegiada, dado que si lo aceptaban

Embarazada Betsabé intenta con amabilidad que Urías,esposo de Betsabé duerma con ella para “justificar” el hecho. Como no lo logra, se vuelve frío y calculador, colocando en un duro trance a su tropa para deshacerse de Urías. Puede soportar la muerte de otros como un “pequeño detalle” (11,17). Entrado en la lógica de su ver, las consecuencias van resultando como natu-

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podía provocarse que “vengan los romanos y perezcamos todos” (cf. 11,48).

tú. Jesús dice: “si estuvierais ciegos no tendrías pecado; pero como decís que veis, vuestro pecado persiste”.

Al igual que David, los fariseos son víctimas de su deseo: el instinto de conservación de su propia honorabilidad. Este instinto se posesiona de ellos y les cierra su campo de percepción y no verán, teniendo conciencia sólo para aquello que salve su honorabilidad, siguiendo el siguiente proceso: -convertir en argumento a su favor que Jesús hubiera curado en sábado. A ellos no les revela el hecho de que Dios prefiera la liberación de los hombres a las leyes del sábado, -intentan que el curado se convenza de sus razones y les falla el medio más fácil (como a David), el de recurrir a la autoridad de los padres. Pero ya no pueden salir del camino, -y viéndose en ridículo por un “iletrado” que no conoce la Ley y que por ello debía ser maldito (cf. Jn 7,49 y 9,34) , se unen todos en defensa de su honorabilidad y usan su autoridad para beneficio propio -consiguientemente el ciego es expulsado como hereje de la sinagoga, en nombre de Dios y como si Dios lo pidiera. (Suerte que están ellos para salvar la honorabilidad de Dios).

Con ello queda claro que la conciencia del pecado forma parte de la salida de pecado. Así pues: el enmascaramiento o la mentira, es lo que constituye el pecado de estos seres tan honorables.

La ceguera y el pecado. Según estos ejemplos y la vida de Jesús no son los malos lo que parecen quedar mal, sino los buenos (David y los fariseos). Hay dos rasgos, en la conducta de los hombres, según los evangelistas, que entristecen a Jesús: la dureza de corazón y la hipocresía. Ambos hacen al hombre malo y tienen que ver con el enmascaramiento del pecado. La palabra hipócrita en los evangelios sólo aparece en boca de Jesús. Se discute si la dijo en griego, porque ambas palabras están tomadas del teatro. El hipócrita es el que representa un papel, el farsante, el hombre de doble vida cuya conducta empieza por engañar a los demás y termina por auto-engañarse. El hipócrita termina por creerse su propia mentira.

(Esto se parece al caso del arzobispo Carranza, condenado injustamente por la inquisición, y para ocultar su error les parece que “es menor inconveniente que padezca uno, que no hacer sospechosa su autoridad y oficio”. El mismo Carranza escribió que si aprendían a alguien sin razón, le inventaban algo para que no pareciera que prendían livianamente).

El duro de corazón es el que se hace impermeable a las razones de la misericordia y la humanidad, que le hace “no ver cuando mira y no oír cuando oye” (Mc 8,17-18), y que siempre exige nuevas señales y argumentos para decidirse a hacer el bien, pero que suele buscar nuevas razones para responder a las anteriores y no hacer el bien. (Mc 3,4). Son ciegos de corazón.

En este momento entra en escena Jesús., como Natán con David y dice: “he venido para que los ciegos vean y los que ven se queden ciegos” y como los fariseos se presentaron como “los que ven” en la excomunión del ciego, se sienten aludidos, sienten que su superioridad peligra, lo que los lleva a plantear una pregunta indiscreta (v.40) a la que Jesús responde con el último paso del desenmascaramiento, como cuando Natán dijo “ese hombre eres

Podemos decir de estos pecados gozan de cierta inconsciencia, lo cual no borra la responsabilidad. Aquí se da una especie de incurabilidad por la ceguera, de no verse también como pecador.

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Regresando un poco para concluir este apartado recordemos que el hombre es finito, pero además es consciente de ello y por lo tanto es algo más que finito porque al ser consciente de su limitación se trasciende y se sitúa fuera de ella y por eso se puede captar como limitación y en esa captación el hombre finito es algo más que finito. El hombre “se sale” de su finitud en cierto modo. Pues bien, de forma parecida, reconocer el propio pecado como mal, aun sin arrepentimiento, indica que algo de nosotros está todavía (o está ya) fuera de ese pecado: indicando que el pecado no se ha posesionado totalmente de nosotros y que una voz de nuestro yo no ha quedado totalmente acallada por la maldad y está libre para darle ese nombre. Reconocer el mal hecho es parte de la salida de la culpa. Resulta abominable ni siquiera tener conciencia de estar cometiendo una injusticia y peor, cometerla como quien actúa con toda normalidad y según los cánones del buen gusto moderno. Esta ceguera de no ver al que no come, al que no tiene, al que no es de los míos y vivir con toda tranquilidad es parte del pecado del hombre.

de sus opresores: los egipcios. Habrá que añadir que para que el pueblo cobre conciencia del pecado de sus opresores, hace falta que surja también el profeta que lo denuncie, en este caso Moisés (Ex 2,11, 3,11 y 4,1) Israel reproduce aquí un dato de la conciencia humana: el hombre comienza por hacer la conciencia del pecado en el pecado de los otros, sobre todo si le afecta a él, si se siente tratado con injusticia. En esta experiencia el hombre empieza a constatar que hay bien y mal o si es no creyente o no cree en estas categorías usa otras similares, pero no iguales.

El pecado propio Israel empieza por captar el pecado en los otros y en esto empata con la experiencia humana en genera. Aún hoy eso sigue siendo vigente. Los lugares donde menos se duda sobre la existencia del pecado son p.e. los pueblos del tercer mundo que se saben víctimas, de la minoría blanca en Sudáfrica, p.e., pero la lucha contra el pecado debe ir más allá de la lógica culpablevíctima.

Completemos diciendo que la revelación del pecado se hace normalmente en el seno de la revelación del perdón. El hombre se sabe pecador, porque se sabe un perdonado, ya que no somos capaces de cargar por sí mismos nuestra propia culpa y si esa revelación no se hace en el seno del perdón puede llevarnos a la desesperación y a la neurosis.

En estos lugares la lucha contra el mal aparece primero como la lucha contra “los malos”, y la primera experiencia de un pecado propio se hará bajo la forma de resistirse a esa lucha, por miedo, por comodidad o por otras razones. Como con Israel, la primera experiencia de su propio pecado tiene la forma de negativa a salir de Egipto, de añorarlo o de temor al desierto. En ese proceso de descubrirse pecador terminará por calificarse como pueblo infiel, pueblo de dura cerviz y en definitiva no mejor que sus opresores, en el sentido de que en su propia existencia se la experiencia del pecado, de la explotación, la exclusión, la injusticia, etc...

Sin embargo la ceguera sobre el pecado o el rechazo del lenguaje sobre el pecado no deciden nada sobre su inexistencia, no facilita ningún acceso positivo al pecado, por lo que sigue pendiente buscar un mejor acceso al pecado. PROCESO HACIA LA EXPERIENCIA DEL PECADO.

En ese constatarse pecadores se preguntan a la luz de la fe en Yahvé, cuál es la raíz del pecado y llegan a la conclusión de un pecado “inicial” que ha ido desvirtuando

Al parecer la primera experiencia codificada de pecado en Israel es la del pecado 4


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todas las realizaciones con Yahvé, con los otros, con la creación. En cada proceso de su historia descubren la presencia del pecado, por lo que concluyen que el hombre es el malo y no tanto Egipto o Israel, tentación muy común y que suele nombrársele como concordismo y a veces fundamentalismo. Tiene la ventaja que ubica fácilmente el problema y la desventaja que lo simplifica y a veces lo caricaturiza.

Los pobres no quedan excluidos de la experiencia del pecado, aunque no cometan los mismos pecados que otros. A ese nivel no existe un privilegiado o desprivilegiado. Todos son pecadores y la conciencia de su propio pecado es ya un camino hacia la conversión y lo son, como dice San Pablo por ser simplemente hombres, pero no como una necesidad, como como un dato histórico ya probado. Sin embargo no basta sólo la claridad conceptual sobre el pecado.

Generalización del pecado

Para el mundo privilegiado tampoco el camino de sólo la claridad conceptual le es suficiente, pues tales claridades por sí solas no bastan para desenmascarar el pecado, es preciso abrirse a la interpelación del otro, sin defensas ni autoengaños.

Israel en su libro sobre los orígenes trabaja mucho esta idea de un pecado inicial que va degradando todo aquello de lo que Dios decía: “y vio Dios que era bueno”, hasta llegar a afirmar: “y vio Dios la tierra, y he aquí que estaba toda viciada” (Gen 6,12) y Dios se arrepintió de haber creado al hombre (Gen 6,6). Algunos autores creen que Pablo se fundamenta en esto para hablar de que “todos son pecadores”

Esa interpelación les viene fundamentalmente de la lucha que les dirigen los condenados de la tierra (aunque no les venga de ahí, ni toda la verdad, ni toda la solución). Y cuando la Iglesia se resiste a aceptar ciertas reivindicaciones marxistas, encarna de alguna manera la resistencia del primer mundo a que se le diga: eres pecador. Como ejemplo digamos lo que algunos dicen acerca de que la teología de la liberación se reduce al éxodo. Independientemente de la veracidad de esto, uno se pregunta ¿y no viven una situación “egipciaca”? Si esto es cierto no cabe sino una reflexión del Éxodo y esa presunta reducción no significa sino que “estamos en Egipto”. Gandhi decía que para el hambriento Dios tiene figura de pan y acusarlos de reducir a Dios a esa figura no es sino el pecado de quien no quiere darle de comer, compartiendo el pan.

Podemos discutir si esta fórmula paulina sea un buen acceso para hablar de la realidad de pecado. ¿Esta afirmación no podría convertirse en una injusticia? ¿No está claro que los “egipcios” y “faraones” de este mundo no sólo no se sienten pecadores, sino bendecidos por Dios? ¿No está claro que en los sectores marginados, donde se viven experiencias límites puede casi sólo percibirse el pecado de los otros, de los opresores? ¿No será que el dicho evangélico de ver la paja en el ojo ajeno, ahora no funciona y se trata de ver más bien la viga en el ojo ajeno? Esto nos plantea serias cuestiones sobre si es posible hablar de la pecaminosidad universal. No podemos negar a los pobres su dato primario; su marginación, como tampoco la negó Yahvé a Israel. Podemos intentar que no repitan el proceso malogrado de Israel, que no se autoreduzcan a su propia situación para que comprendan que hoy los hombres son más que sus circunstancias, que la historia es más ancha que estrecha.

Es esta interpelación a la que el primer mundo y lo primero del mundo se niega, porque ello les obligaría a reconocerse en el Faraón. Y si no se pasa por el arrepentimiento es imposible entrar en la antropología, puesto que se da una fallo fundamental: infidelidad a la realidad, a la que se prefiere esconder y se producen mejor cantidades enormes de teorías libe5


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radoras (del pecado original, de la mitología, etc.) que permiten seguir en el privilegio.

En los versos 19-23 Pablo no dice que conocieron a Dios y obraron mal, sino que conociendo a Dios no le dieron gracias ni gloria como a Dios (v. 21), por lo que la contraposición no está entre un saber un obrar, sino entre un saber y otro saber de especulaciones vanas de corazón en tinieblas. Pasa algo parecido con David quien sabía que el que había quitado la única oveja era reo de muerte y David que sabe eso cambia el saber por otro: que él era rey. Al cambiar un saber por otro, al poner un saber por otro, David se engañó: ésa fue su mentira. y su falseamiento de la verdad. Esa misma mentira es el pecado del pagano: una determinada lógica, que es la lógica del yo y sus deseos se coloca como la lógica de la realidad. La particularidad del propio deseo se erige en universalidad de la verdad (una cultura como La cultura, etc..). Lo que sería cierto si sólo existiera el yo (y los míos) se establece como absolutamente cierto y con ello se dice que sólo existe ese yo y los míos negando la realidad, negando algo que todos sabemos muy bien: que los demás existen y conviven con nosotros. Al negar eso el yo del pagano se diviniza porque se absolutiza y su falta de consideración (del resto de la realidad y de los demás) ha sido su mentira y su pecado

DESENMASCARAMIENTO PAULINO DEL PECADO La conclusión de Pablo, de que todos somos pecadores es la conclusión de un proceso de desenmascaramiento que pone en evidencia a paganos y judíos, no como dos pueblos sino como dos formas de ser humano (p.e. la razón y la religión: pagano y judío). De estos dos modos de ser es de los que Pablo afirma que todos somos pecadores. Pablo ofrece en los dos primeros capítulos de romanos un ejemplo de desenmascaramiento. Pablo dice en Rom 1,18: “La cólera de Dios se revela contra la impiedad e injusticia de los hombres, que encarcelan la verdad en la injusticia” y en Rom 2,1 dice; “Pero tú, quienquiera que seas, eres inexcusable si juzgas a otro, pues al juzgar te condenas a tí mismo, ya que, juzgando, haces tú lo mismo”. La “cólera de Dios” (inexcusabilidad) designa aquello que es contrario al hombre y por eso contrario a Dios y por lo mismo aborrecible a Dios. Lo que destruye al hombre es lo que contraría a la creación y a la verdad de lo real. Que eso contradiga a Dios se expresa hablando de su cólera. El pecado que produce esa cólera es descrito como la impiedad e injusticia (todo el que juzga), designando una dimensión teológica y otra antropológica del pecado y el medio de realización del pecado sí es típicamente antropológico: “oprimir la verdad con la injusticia” (juicio), que quiere decir, falsificar la realidad creada por Dios, falsear su imagen mediante el daño al hombre y a sí mismo.

Las consecuencias de ésta lógica nos las pone en los vv. 24-32. Del absurdo absolutizado se sigue cualquier cosa; de la injusticia como lógica se sigue cualquier atrocidad. Una vez establecida la lógica de la particularidad funcionará casi automáticamente. El ejemplo de David sigue siendo iluminador. Una vez que él como rey se ha absolutizado, ha establecido que no hay más que él y su deseo (Betsabé), se sigue tanto la no-dignidad de Urías, como la noexistencia de Urías. Por tanto, el primer “castigo” o consecuencia de David ha sido el tener que aceptar esas falsedades y obrar de acuerdo con ellas, degradando su propia persona. Esto significa que de la premisa pervertida o in-vertida se siguen consecuencias que pervierten o in-vierten

El pecado pagano. Aquí se formula la acusación de fondo: una verdad conocida es falsificada 6


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del todo la realidad. La verdad de Dios, que es la verdad de lo real queda sustituida por la mentira (v. 25a) ¿Por qué mentira? Por la mentira de la absolutización del propio deseo. Y esto tendrá como consecuencia la mentira de la divinización de la criatura.(V.25b). La mentira consiste en sustituir la verdad de Dios, no sólo en decir cosas falsas, sino que esa falsedad ocupa lugar con esa mentalidad réproba. Esa mentalidad es fruto de no tomar en consideración la alteridad de lo real, como la forma mínima en la que Dios es captado y conocido y por ello tienen un modo indigno de considerar las cosas.

ella se sigue cualquier cosa. La verdad de Dios, que es verdad real queda sustituida por la mentira (v. 25a) y con ello se sigue la divinización de la mentira y su autor.

El pagano por esa falsedad actúa falsamente convencido de que eso es lo que toca hacer (avaricia, envidia, maldad, asesinatos, peleas, engaños, mala entraña, difamaciones, altanería (vv.29-31), aunque en otro nivel de su conciencia sabe que esas acciones son dignas de castigo. Lo que hace es cambiar y sustituir este segundo saber. Los paganos intuyen que esas acciones son dignas de muerte, pero lo que aprueban es otra cosa y con ello invierten la realidad. Ahí está su engaño, su pecado y su monstruosidad.

Su maldad tiene que ver con su negativa a reconocer sus necesidades, sus limitaciones, su pobreza y con ello su referencia a Dios, presentándose como autónomo, libre, sin esclavitudes, ni siquiera la de la religión... de manera que cuando la realidadlimitación aparece tal, la enmascara como si fuera un acto de libertad, un derecho. La consecuencia es que se pasa de la egolatría a la idolatría, (del ateísmo a la idolatría). Sus deseos lo vuelven dependiente como ante un Dios.

Es un pecado de auto-engaño sutil que diviniza al yo absolutizando su deseo (deseo luego existo) y desde esa absolutización se define lo primario y lo secundario, lo urgente y lo no urgente, lo que es bueno y lo que no, etc. Ya no es Dios el que dicta el bien y el mal (prioridades) sino el propio yo personal, familiar, social... Este pecado suprime la alteridad, la trascendencia por sus absolutizaciones.

Sin embargo existen momentos en que ve sus limitaciones y sus aberraciones, entonces puede nacer la rebelión ante ese solipsismo, puede nacer el deseo de liberarse de ese ídolo, o por el contrario busca más terca y decididamente la forma de encubrirlo y empecinarse más.

Pero por otro lado, a la vez que percibenintuyen eso, dan buena conciencia de los que obran así. Esa incoherencia es también el pecado de los paganos: la mentira de lo que justifica lo que sabe que no es justificable; la falsificación de lo humano, colocando como proyecto de hombre un ser monstruoso que sustituye al proyecto de hermano que Dios nos tiene reservado.

Un ejemplo. Juan Pablo II y la mayoría de las últimas encíclicas sociales denuncian al capitalismo y especialmente a su motor: la ganancia. ¿Puede el capitalismo moderno ser un buen ejemplo de este pecado pagano del que todos participamos? En él, todo cede ante el imperativo de la máxima ganancia, del máximo beneficio. Y no que no sea lícita la ganancia, sino que lo que se le critica es que se la absolutice en la práctica, así como David no cede ante el deseo de tener a Betsaida, el empresario no cede ante la lógica del máximo beneficio. Este

Es la mentira (que se sobrepone a la realidad) el pecado pagano; es la imposición de su lógica como la lógica que es real y verdadera, hasta absolutizarla haciendo que sólo lo suyo exista. CONSECUENCIAS Esta lógica cuando inicia su camino, camina por inercia, se autorreproduce y de 7


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también pasa por el uso de la razón. No podemos hacer un reduccionismo de la razón y hacer un juicio unilateral, fundamentalista. El problema no es la razón en sí, sino cuando esta se vuelve idolátrica.

absoluto hace imposible un beneficio moderado, pues sucumbiría por falta de competitividad vía un ahorro sí limitado. Si pretendiera humanizarse se perdería, por lo que es un imperativo no ceder ante la caridad por ejemplo, además parecería dañino al deseo de los demás si diera a precios más razonables y pagara más razonablemente.

El pecado judío. Aquí, como en el pecado pagano no se trata de una raza o religión sino de una forma de pecar en la que como humanos participamos judíos y gentiles.

Si los individuos no consumen al máximo colapsan al sistema y a sí mismos, pero si intentan el máximo consumo necesitan también obtener el máximo beneficio. Así la legitimidad del máximo beneficio se convierte en verdad evidente avalando su absoluta necesidad. De esta tergiversación original se siguen muchas inversiones; hay que pagar lo menos posible y vender al mayor precio, hay que desprenderse de la mayor mano de obra, hay que deshacerse de todos los competidores posibles, hay que disponer de las riquezas de las naciones,... y todo es deducible del presupuesto del máximo beneficio, donde limitarse o contenerse resulta estúpido, como si David sólo se conformara con ver.

Pablo en los vv. 21-23 enumera una serie de obras que los judíos prohiben pero que ellos también practican, haciendo lo que prohiben. Además en los v. 4 y 5 les critica su negativa a reconocer la bondad de Dios y que son de corazón duro, incapaz de cambiar y en los vv. 19-20 les dice que son guías de ciegos y maestros de necios.. Según Pablo esto los hace diferentes de los paganos, porque aunque no cometan los pecados de los paganos, su “endurecimiento”, su forma dura, envidiosa y presuntuosa conque el judío deja de hacer esto equivale a como si lo hiciera. Es como en la parábola del publicano y el fariseo, donde el fariseo no hace lo que el otro, pero eso no le sirve para justificarlo sino para despreciar al publicano. O como el de la parábola del hijo pródigo, donde el mayor no hizo las fechorías de su hermano, pero eso no lo hizo tener un corazón bueno, sino que “despreció” la benignidad del padre y sí le sirvió para tener un corazón duro. Todo el mal que dejó de hacer sólo le sirvió para hacerlo malo.

Con todo esto se ha dado un maquillaje de lo real donde sólo existe lo económico, lo redituable y lo demás en todo caso no es una realidad vital o necesaria. Aquí como al individuo puede llegarle una crisis por el desempleo, la ecología, los desastres químicos o nucleares, el hambre, etc., que puede suscitar conversión. Quienes quieren cambiar se ven amenazados por un ´mal mayor” (el colapso, la paralización económica, ...). Así, el sistema, como dice San Pablo ha quedado en manos de su propio e insensato corazón, en manos de su mentalidad réproba.

Para el judío las cosas que no ha hecho son como ídolo en su corazón. El no haber hecho esas cosas lo autoriza absolutamente a despreciar al pagano, a no amarlo y a sentirse superior a él, por eso es tan inevitable que el judío juzgue.

Este es el pecado pagano, el de la “razón”, el de la sabiduría de este mundo. Pecado que en nombre de lo humano siembra irracionalidad e inhumanidad, lo cual no significa que toda forma de ejercicio de la razón es pecado, pues el camino de la gracia

Tiene además otras consecuencias, como son la conformidad no creativa. Se busca no violentar leyes y no tanto construir el 8


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Reino de Dios. Busca cómo no ser, no tanto cómo ser y esto puede servirnos no para hacernos mejores sino para hacernos malos, como al mayor de los hijos de la parábola mencionada. Otro riesgo es colocar la Ley por encima de Dios, por encima del amor y llegar a confundirla con Dios o con lo central del amor. Trastoca los valores (él se salva), lo hace egoísta (busca su salvación y por sí mismo), hace confundir el orden de los factores y su importancia.

de que uno debe no ser así, aún así se tiene la experiencia del pecado, haciendo lo que uno no quiere, como dice San Pablo, haciendo lo que se aborrece y no tanto por auto-afirmación sino más bien por debilidad humana. Estamos divididos entre esa doble tendencia y el ser humano se constituye en esa conflictividad. En este caso el hombre no se engaña, quiere el bien, pero hace lo que no quiere por su debilidad. Se trata de que estamos divididos entre dos quereres y no entre querer y obrar. Estamos divididos y nos construimos en esa conflictibilidad. Esto es ya más que sólo ser débiles. Es como un ser humano que quiere ser bueno pero que como un país se ve invadido por una potencia que parece más fuerte y puede pactar con ella, pero en el fondo el ciudadano es el bueno, aunque ahora se vea esclavizado por otra potencia, de modo que podemos decir que es lo bueno lo que más dice de quién es alguien. Cabe decir que ese ser que obra mal puede ser bueno de igual modo como Pablo dice que el judío que no obra mal, puede ser malo. Por eso no podemos juzgar, puesto que hemos visto que el pecado hasta en la obra buena se puede dar y muchas veces el pecado está menos presente de lo que pensamos en la obra que aparece como mala. Por eso, el tema del pecado no se puede abordar con un moralismo de fácil manejo.

Esos juicios se hacen usurpando o manipulando el nombre de Dios, para autoafirmarse. El judío o la actitud judía hace ira de la maldad del otro y eso le sirve para justificarse, para autoafirmarse (yo no soy como el otro), lo cual hace que no repare en él. Un ejemplo puede ser el terrorismo. Un terrorista puede tener tanta razón como la que tenía un judío sobre los paganos. Puede creer que la vida de uno o más de uno es un precio justificado si debilita el poder que combate y favorece su posición, haciendo lo mismo que aquellos que combate. O cree que desde su manera de ver está autorizado para eliminar a alguien que considera culpable, absolutizando su perspectiva. Aquí se critica no que no diga verdad, sino que la absolutice, haciéndose igual que los que combate. Sin embargo, aún teniendo conciencia de que cada uno lleva algo de pagano y judío,

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EL LENGUAJE PECADO

SOBRE

EL

desvinculando del interior y de la persona. Puede llevar a pagar con cuestiones externas o a tratar de evitar el pago en vez de la transgresión. De esta forma la idea de pecado se corre peligrosamente hacia el mundo de lo jurídico.

La mancha. Este lenguaje es ambiguo. Da idea de suciedad, de contaminación. Así por ejemplo tocar algo considerado de “intocable” (partes físicas por ejemplo) vincula peligrosamente la idea de pecado con la de tabú, sacándolo del campo de la responsabilidad para introducirla a la del escrúpulo y neurosis, confundiendo el pecado con ese sentimiento de tipo psicologista, que suele sentir el hombre o mujer ante lo nuevo o desconocido, sobre todo cuando es “la primera vez” que se enfrenta a ello.

El desvío Aquí el pecado es primero fallar, desviarse, no llegar a la meta, por que en el caso del ser humano fallar o desviarse es “perderse a sí mismo”. Pecar aquí es no sólo “pecar”, sino “pecar contra alguien”, no respondiendo a las expectativas justas de ese alguien. Esto se relaciona con Dios pues pecar contra Dios es no responder al proyecto de Dios sobre el hombre y en este sentido frustrarse a sí mismo. El pecado es pues, la frustración de sí mismo, pero una frustración que acontece ante Dios. Es desviar el camino de la meta en la que Dios mismo le espera. Aquí el pecado es algo más que puntual, que tiene día y hora, puesto que compromete todo el proceso, no sólo el final. Así, el castigo por el pecado es el pecado mismo que nos degrada y nos frustra como hermanos e hijos. Así quedamos en nuestras propias manos como en las manos del enemigo.

Esto abarata la idea de pecado porque esas experiencias son superables con la repetición por ejemplo. Esta es la razón por la que arrepentimientos que parecen sinceros duran a veces tan poco. Así la experiencia de la mancha desaparece por la costumbre o se desplaza mágicamente hacia lo ritual. El ser humano es limpiado por una serie de ritos exteriores a él. Pero lo que contamina al hombre no es lo que viene de fuera, sino lo que puede salir de él, como aparece en el NT. La transgresión. El lenguaje de la mancha puede sugerir del pecado pero no lo define. El lenguaje de la transgresión puede describirlo, pero tampoco puede definirlo. La transgresión es el reverso de la idea del deber. Cuando algo objetivo (exterior) se me impone como bueno debo seguirlo como un imperativo no porque se imponga, o porque sea arbitrario, sino porque expresa lo correcto (ley de Dios). Ir contra eso es lo que se considera pecado, ir contra un deber bueno. Ese quebrantar exige un pago que lo hace el pecador o alguien en su nombre ya denotando que se hace algo para alcanzar el perdón, no tanto la limpieza.

Ofensa a Dios El lenguaje de ofensa le da sentido teológico y cristiano a la noción de pecado. La ofensa se sitúa en el campo de las relaciones, de las donaciones, de la vocación. El ser humano no puede ofender en directo a Dios, aunque lo intente; puede lanzar sus piedras al cielo para golpear a Dios y siempre caerán sobre la tierra y sus habitantes. Dios es vulnerable sólo en su amor y porque ama. Le duele el mal sufrido de lo que ama. La ofensa a Dios es el daño al hombre, por lo que el daño al hombre o a sí mismo no se reduce sólo a lo humano, ni es cosa sólo del hombre. Hay “Alguien” más a quien le importa mucho que el hombre no frustre su camino.

El problema es que como es algo objetivo por lo tanto medible, queda exteriorizado al pecador. De esta forma el pecado se va

Esto el hombre no lo puede demostrar, sólo creer, puesto que el amor sólo puede ser revelado. Por eso el contexto último para 10


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hablar del pecado es el contexto de la fe. Lo que el hombre hace cuando peca a la pagana o a la judía es dejar de creer, dejar de fiarse en Dios, no creer que su ser hombre, su ser humano le viene de Dios y no se fía de ello y busca en “el árbol” una salida a su falta de fe. El pecado por lo tanto, como frustración del hombre y como ofensa de Dios, es siempre una ruptura de la filiación y la fraternidad.

munistas y subversivos. Y si dice tal (comunistas, subversivos, etc.) parte ya de unos valores que consideran que esos es digno de muerte y combatirlos no sólo no es malo, sino virtuoso. Su decisión está situada, está “estructurada”. Es a través del pecado estructural como actúa el pecado personal de quienes por ejemplo mataron a Jesús. Actuaron con mediaciones. San Juan acuñó la expresión de pecado en el mundo o pecado del mundo para hablar de esta realidad. Mundo es la humanidad estructurada en un orden socio-religioso contrario a Dios.

Todo esto supone que el pecado no puede ser medido tan fácilmente y con esto el teólogo o el eclesiástico sienten que pierden “poder” y así es efectivamente; les quita el poder de juzgar y les quita el poder de identificar la ofensa a Dios con la ofensa a ellos mismos, pequeña blasfemia a la que son proclives muchos hombres de iglesia. No con ello queremos silenciarlos, lo cual sería muy grave, sino afirmar que su análisis debe ser un servicio a la conciencia humana y no una violación de ella. Se trata de que no reduzca el pecado a la transgresión, dañando lo que pretende defender. Y la pérdida de la conciencia de pecado puede que no sea más que la consecuencia de una previa degeneración de la noción de pecado por parte de los mismos hombres de iglesia: una degeneración que es un afán oculto de poder y de prestigio.

El magisterio latinoamericano lo ha retomado. En Medellín se describe esta realidad como estructuras opresoras, injustas, situación de injusticia, o situación de pecado. Puebla retoma el lenguaje de estructuras de pecado. Que el pecado “cristaliza en estructuras injustas” equivale a decir que en las “estructuras creadas por los hombres está impresa la huella del pecado”. En resumen: el hombre al pecar, crea “situaciones de pecado” que, a su vez, hacen pecar al hombre.

El pecador y el pecado no se buscan como algo explícito. Nadie dice pecar por amor al mal. Si esto sucede es casi anormal, pues el hombre no es “decisión sola”, sino decisión rodeada de un ambiente. Los escolásticos decían que el mal se comete por el bien que parece contener, no por lo malo.

Reflexión teológica. El mal nunca es sólo personal, pues lo hombres no viven solos sino compartiendo una serie de instituciones: matrimonio, familia, vecindad, profesión, lugar de trabajo, economía, estado... El hombre como persona no puede ser separado de su mundo. Por lo tanto, hablar de pecado estructural es situarnos es esa circularidad persona-sociedad.

Nadie puede decirse que será malvado hasta el final puesto que no lo soportaría, como no soportan que nadie se los diga, como un dictador estilo Pinochet quienes mantienen en pie su honorabilidad y esto los hace más mezquinos y menos irredentos, porque ellos no dicen vamos a ser malos, sino que se dicen vamos a matar co-

El pecado estructurante. Al revés de lo que puede esperarse en la relación personal (don), es frecuente que en la relación social el hombre piense sólo en sí mismo y en su provecho y se cree que los demás también viven bajo este supuesto, como algo “deseable”, dañando visiblemente la fraternidad.

EL PECADO ESTRUCTURAL

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Que esto aparezca (como pecado) en las estructuras de convivencia no significa que el pecado nace ahí, sino que se implanta en él de forma peculiar porque ya está dentro del hecho individual. El hombre por su pretender absolutizarse se empeña en que su propio bien particular sea el bien de todos, el bien común y por eso estructurarán más pecado aquellos que tienen más poder y posibilidades para obtener el mayor bien particular y no sólo en lo económico sino en todas las esferas de la vida.

Lo que a nivel personal llamamos dureza de corazón en el campo social lo llamamos “ideología” en el sentido negativo del término. Pero en ninguna estructura es total y perpetua esa implantación del pecado, sino estaríamos ante la inconversionalidad social y personal como límite de los humanos. Ejemplos de estos pecados pueden ser las historia oficiales, que quienes la sustentan son gente de bien y si la ponen en duda son subversivos y no todos tienen oídos para escuchar esos disensos. Para la historia oficial Dios está en los templos, no en las cárceles, en las manifestaciones, en los suburbios, etc.

El pecado estructurado. Vamos ahora a ver la voz pasiva de lo anterior. A todo ser personal le es intrínseco un ser socialmente situado. Ser persona significa necesariamente tener un entorno y un entorno constituido por valores, ideologías y objetivos comunes que de una identidad compartida.

Otro ejemplo es el anticomunismo que se ha presentado como un valor en sí mismo, que da identidad. Aceptarlo como valor es una justificación de la injusticia y privilegios propios, una negativa al cambio y a escuchar el clamor de los otros, una opción por la defensa del status quo. Es dedicar las fuerzas a otra cosa y no a combatir el hambre, la miseria, etc. para quitar la justificación comunista. Y cuando esto se acepta como valor puede llevar a la tortura, a los desaparecidos en Chile, Guatemala, etc.

Afirmar el pecado estructural equivale a reconocer que es en ese entorno donde se implanta el mal El pecado como “ideología”. Toda sociedad tiene una red de intereses que se presenta como un sistema de valores, y tener valores es típico del hombre. Y son valores (que valen) al ser compartidos por otros, pues si sólo son míos o sólo del otro no son valiosos. Si alguien no comparte esos valores queda marginado de ese grupo o sociedad o es visto como traidor o enemigo. Los valores dan legitimidad a un grupo y a veces para defenderlos se usan medios dudosos que no se justifican por sí mismos, pero que son justificados por el valor que dicen defender, por decir, se hace la guerra para defender la fraternidad y con ello nos hacemos guerreros o vencedores y por lo mismo poco fraternos y la guerra impone mi voluntad por el hecho de ser más fuerte. El enemigo común puede servir para justificar mis medios y mis valores. Además, la estructura no tiene una autoconciencia que le “hable” como es el caso de los individuos.

Otro ejemplo es la defensa armada de la paz, que ahora puede que sea necesaria así, pero aceptado ese argumento con él van ligados otros como el desvío a las armas de un dinero de los pobres, la necesidad de armarse mejor (países pobres) despojándose de recursos para armarse, la “adicción” a los grandes beneficios que dejan las armas, la valoración tácita de la agresividad y la imposición. Se pueden dar más ejemplos, incluidos los religiosos ¿qué han hecho los creyentes para defender su fe en ciertos momentos históricos? Digamos p.e. la cristiada, las cruzadas, la inquisición, etc. ¿es justificable y son justos los valores por los que se hizo todo, incluidas muchas “atrocidades”?

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Por otro lado los seres humanos aprendemos a ser tales imitando a nuestros congéneres, así toda vida educa o des-educa. Esto es; todo ser humano es para los demás y es escándalo o camino. Toda vida humana configura algo de la bondad o maldad de los otros y es configurada en su bondad o en su maldad por la vida de otros. A esto se llama “estar situado” Por eso una situación mala o pecaminosa malea efectivamente al hombre. Esto es escándalo. Y desde ahí podemos afirmar que el pecado estructural no es algo extrínseco que puede no tener el hombre, sino que es como el aire, que está a la vez dentro y

fuera de mí, en una interacción imperceptible y constante. Mi culpa, siendo real está apoyada en la de otros. Tal vez si un individuo va solo no delinca, pero en compañía es más probable. La complicidad multiplica: si voy solo tal vez no me atreva. P.P. Passolini, el gran cineasta dice sobre el consumismo que todo individuo... está bajo la presión degradante de ser como los demás... sino quiere sentirse marginado. Nunca antes el ser distinto había sido un delito tan grave como en nuestra época de tolerancia.

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