Jesús Hombre Nuevo

Page 1

CARACTERÍSTICAS Y ALCANCES DE LA HUMANIDAD DE JESUCRISTO1. En Jesucristo el ser humano encuentra respuestas a sus grandes interrogantes: qué puedo saber, qué puedo hacer, que puedo esperar (tres preguntas kantianas) a las que J. Sobrino agrega, qué podemos celebrar hoy en la historia, puesto que la celebración también es esencial a lo humano y en Cristo encontramos también esa dimensión. En Cristo sabemos que se ha dado lo humano en su mejor expresión y realización, que podemos recorrer su camino, que esperamos entrar en comunión definitiva y sin ambigüedades con Dios y celebrar la presencia humanizante y salvífica de Dios en Jesús. En Cristo los humanos nos sabemos llamados a la comunión con Dios y a la plenificación de lo humano. Hemos sido creados en Cristo, primogénito entre los hermanos y nos espera lo que ahora en Jesús es plenitud y comunión, sólo que habrá que saber hacer como Jesús, ese camino de humanidad, porque no cualquier lugar es bueno para proseguir la causa de Jesús. La plena humanidad de Jesús no compite con su divinidad. La humanidad de Jesús sí compite y entra en lucha contra la inhumanidad que en la historia crea víctimas entre los seres humanos. Su divinidad nos revela el rostro verdadero de Dios y cómo se llega a ser, ser humano en plenitud. Jesús es la máxima autocomunicación de Dios y la mayor expresión de la humanidad. Desde el NT y la mejor tradición de la Iglesia ha sostenido que Jesucristo ha sido igual a nosotros, excepto en el hecho de que no se constituyó pecador. Pero no es necesario que Jesús sea también un “pecador” como nosotros para que sea más humano, porque el pecado no constituye un ingrediente que por sí perfeccione nuestra condición, sino al contrario. Jesús sí compite contra el pecado, no contra lo humano, Jesús

asume todo lo humano, pues si algo quedara fuera, eso no estaría en el presupuesto de la redención, de la salvación. Todo lo humano ha sido asumido en Cristo, por tanto, todo lo humano está llamado a la comunión con Dios. Pero si eso humano asumido en Jesús, no es asumido en el Hijo (divinidad) de nada sirve, porque sólo Dios salva. Así vemos que la competencia no es Jesús humano-Jesús divino, sino Jesús contra las situaciones y estructuras de pecado (anti-reino). Lo humano en Jesús En lenguaje habitual solemos decir que alguien es muy “humano” no porque cuente con conciencia y libertad, sino por su cercanía a las personas, su trato cordial, su tolerancia, su amistad, su capacidad de comprender, perdonar, acompañar sin condiciones ni ventajas.... “Humano”, porque sin ser cómplice se involucra con las penalidades del prójimo, y para ayudar a superarlas, comparte su destino. Este concepto de humanidad se aplica por antonomasia a Jesús. La actitud benévola y liberadora de Jesús para los pobres y pecadores de su tiempo muestra que no es insensible, inconmovible, sino justo y bondadoso. La misericordia de Jesús revela el sentido último de la misma humanidad. Es Jesús misericordioso y no el promedio de los humanos lo que determina qué significa “ser humano”. Nada ilustra mejor la humanidad de Jesús que los amigos que tuvo y los lugares que frecuentó. No es una persona que acompañe la suerte de los débiles por encima o exteriormente, sino desde dentro. Presupuestos antropológicos para creer en Jesús2. ¿A quién podrá interesar hoy la persona concreta, ese ser histórico de nombre Jesús de Nazaret? En principio podríamos decir que a los cristianos. Sin embargo habrá que aclarar que la 2

1

.- Cf. COSTADOAT C, J., Características y alcances de la humanidad de Jesucristo, en: Teol y Vida 3 (1997) 163-174.

.- Cf. SEGUNDO, J. L., Verdadero y falso interés por Jesús de Nazaret, en: La historia perdida y recuperada de Jesús de Nazaret, Sal Terrae, Santander 1990, 13-37.

1


respuesta no se ajusta, ni es justa siempre. La pregunta supone que existe continuidad entre Jesús y lo que hoy llamamos cristianismo. Pero si Jesús viviera hoy, ¿cabría en las estructuras y prácticas que tenemos? ¿Tales prácticas y estructuras soportan, sin romperse, a Jesús, el Hijo de Dios enviado? Esto nos lleva a preguntarnos por los presupuestos que hacen posible que alguien o algo pueda llamarse, sin abuso del nombre, cristiano. La pregunta sería ¿qué tipo de existencia es la que se debe corresponder para aclamarse como cristiano?, porque entre ser cristiano y Jesús debe haber continuidad, no sólo discontinuidad. Plantados aquí, cuál sería lo mínimo antropológico para interesarse seriamente por el evento Jesús y no se trata aquí de fe, pues el supuesto mínimo al que se aduce no es de religión o de fe, sino simplemente de humanidad. Quien no esté dispuesto a poner ciertos valores humanos como criterio previo y superior a cualquier religión determinada no será capaz de reconocer la importancia histórica y el significado de Jesús. Y el que luego, eventualmente, lo declare Mesías, Hijo de Dios o Dios mismo, no impedirá, sino todo lo contrario, que haga de Jesús un ídolo. En otras palabras, sin un soporte humano y humanizador, la fe en Jesús se torna idolatría, porque se le puede confesar por razones falsas y dejar de creer en él por razones verdaderas. Para quienes, p.e. el riesgo de “no creer” en Dios es mayor que el de creer en “un Dios que no es”, el Jesús real no será jamás accesible, porque se trata de interesarse en Jesús por razones verdaderas. En este sentido no es lo mismo ser ateo de un Dios que no es, de uno que sí es. Esto es bueno para el ateo, pero es imprescindible para el cristiano. Pero elegir a Jesús supone una apuesta, un riesgo. Nadie primero recorre el camino del segui-

miento para retornar al punto de partida y sabiendo ya si vale o no la pena, toma una decisión. La decisión la tomamos con los factores de viabilidad que se nos presentan y con la carga de incertidumbre propia de todo acto humano. Nadie que no comporte esa fe antropológica puede decidirse por Jesús religiosamente. Nosotros aprendemos a tomar decisiones viendo la experiencia de otros y los resultados relativos obtenidos. Nos fiamos de la experiencia de otros para transitar nuestra propia experiencia. Es así que nuestra fe religiosa tiene como soporte la confianza (fialidad) de quienes nos han transmitido que decidirse por Jesús es una buena determinación. Aquí encontramos el testimonio de los primeros seguidores y el propio testimonio de la Iglesia. Confiamos en que el camino recorrido en el seguimiento de Jesús es digno de ser reproducido y entonces nuestra fe antropológica adquiere una dimensión teológica, pero a partir de una base humana. En otras palabras, decidirse por Jesús inicia con la toma en serio de nuestra propia humanidad y que en esta humanidad se puede tomar en serio a Jesús que se hace presente. JESÚS: HOMBRE NUEVO Cuando nos acercamos al hecho Jesús y lo relacionamos con la revelación, nos podemos preguntar sobre el Dios que revela Jesús con más frecuencia y pocas veces sobre el ser humano que en Jesús queda revelado y menos frecuentemente sobre el Dios o el ser humano que cada quien, cuando deja actuar a Dios en él revela, u oculta cuando decide caminar en contra-sentido de Dios y de sí mismo. El título de Hombre Nuevo aplicado a Jesús pudiera dar la impresión de querer darle un título que muestre la simpatía sobre su persona. Pero si así fuera el asunto entonces tendríamos que aceptar que en Jesús no existe novedad alguna y que el título refleja a lo más un deseo que busca una respuesta o que cree encontrar una respuesta en Jesús. Ante esto tendríamos que preguntarnos sobre lo apropiado y verdade2


ro del título, lo cual supondría en principio una fe, pero para que tal no sea sólo una declaración a su vez requiere de algún tipo de testimonio que la avale. Si Jesús no se hubiera mostrado como el Hombre Nuevo en su caminar en la historia y si desde la fe no aceptamos que Dios lo ha reconocido (glorificado) en la resurrección como lo digno de ser llevado a la plenificación, entonces nuestra confesión resultaría a lo más, de buenas intenciones. Porque sabemos y vivimos que Jesús es el Hombre Nuevo y que nada más humano cabe esperar, lo podemos reconocer, seguir, nombrar y celebrar también con ese título. En otras palabras, más allá del evento Cristo no es posible esperar algo más humanizador y humano. En Cristo lo humano ha revelado su plenitud y desde la resurrección de Jesús todo lo humano está llamado a esa misma plenitud, pues la resurrección no acontece sólo como un hecho individual, sino personal, lo cual connota una dimensión social, histórica, cósmica. Nada de la creación queda fuera de la plenificación en Cristo, por eso Dios lo ha constituido Señor y Juez; medida de lo humano. Ese reconocimiento de Dios en la persona de Jesús no resulta un capricho, pues se corresponde con una vida entregada en confianza y obediencia al Padre y al servicio de los hermanos, en especial de los pobres y pecadores, aunque ciertamente existe una discontinuidad y no sólo continuidad con la historia, pues la respuesta de Dios es pura gratuidad y nada existe que la pueda comprar o pagar. Jesús, Hombre Nuevo, respuesta de Dios al anhelo humano. Si partiéramos del hecho de que la bondad de Dios quiere beneficiar al ser humano y a toda su creación sin contar ni con los humanos, ni con la creación, sería a lo más una imposición tal vez bonita pero arbitraria, lo cual desdibujaría como buena la bondad de Dios y anularía como verdadera la libertad del hombre. Pero no es así, dado que esa bondad de Dios se encuentra con el an-

helo humano de querer vencer aquellas limitaciones que le impiden crecer en humanidad. Los humanos anhelamos más vida, más amor, más felicidad..., que el reino de la muerte, de la frustración, de la insolidaridad, la injusticia, el abandono, el egoísmo, etc., no sean lo que caminen como “Pedro por su casa”. Ansiamos y anhelamos un hombre nuevo, sin mancha. La misma ciencia ha proyectado un ser humano perfecto, sin defectos físicos ni morales, con grandes ventajas genéticas e intelectuales. Siempre se ha soñado con el ser humano perfecto. Pues bien, Jesús resucitado es la respuesta a ese anhelo. Esa es la novedad de la antropología cristiana; nuestra búsqueda no es vana, en el aire, no sólo es búsqueda, sino que tiene nombre y se llama Jesucristo. Tenemos una esperanza cierta en medio de la incertidumbre histórica, personal, social... Jesús Hombre Nuevo es la respuesta de Dios a un corazón anhelante y en búsqueda de realización. Jesús, signo humano de lo definitivo ¿Cómo saciar ese anhelo? ¿Puede el ser humano darse a sí mismo una respuesta satisfactoria? Por lo que hemos sido testigos, el ser humano para pecar se basta a sí mismo, pero dejado en sus propias manos no parece viable que pueda darse a sí misma la plenitud a la que cristianamente estamos llamados. Por mucho tiempo la teología cristiana para hablar de la obra de Dios que nos saca de nuestra propia postración privilegió la lógica de la ofensa y no la de la gracia, como hoy se hace. La lógica de la ofensa decía que los seres humanos por el pecado original habíamos caído no sólo en nuestra desgracia, sino en la enemistad con Dios y la creación y como el ser humano (ofensor) tiene un carácter de criatura y por lo tanto finito no podía satisfacer a Dios (ofendido) pues Dios es infinito y ni todas las obras buenas finitas eran capaces de volver a reconciliarnos con Dios, por lo que el amor misericordioso de Dios que según la lógica jurídica exigía un “pago” o satisfacción, dona al Hijo para que restaure la 3


ofensa y así recomponga la amistad perdida. Como el Hijo es divino, Dios queda satisfecho (de satisfacción) y como es humano, nos representa en el “pago”. Ciertamente lo anterior indica algo cierto y muy grave: el ser humano no puede salvarse a sí mismo, no se puede justificar a sí mismo, pero la lógica con la que se defiende esa verdad es la de la ofensa, la de contentar a un Dios enojado que exige al “pago” y el precio de la ofensa cometida, pues jurídicamente se suponía que una ofensa requería para su “sanación” de un pago o castigo. Esta lógica de la ofensa, que de fondo defiende algo cierto adolece de muchas debilidades, que no es el caso ahora discutirlas y aclararlas, sino tan solo poner de relieve que el objeto de toda esa “actividad” era Dios, que debía quedar “satisfecho”. En la lógica de la gracia el principio es igual. El ser humano por el pecado ha caído en su propia desgracia y se ha retirado-enemistado de Dios, pero el amor misericordioso de Dios que desde siempre había decidido autocomunicarse en el Hijo, es fiel a su proyecto original: creación para la comunión. El ser humano ha sido creado para la comunión con Dios y a ese proyecto Dios siempre ha sido fiel, por lo que la encarnación tiene como centro el proyecto salvífico original y en este sentido el centro y objeto de las preocupaciones son el ser humano y no tanto Dios. Lo que preocupa a Dios es nuestra salvación y no tanto la reparación de la ofensa para saciar el pago que exige su dignidad ofendida. La salvación no quiere contentar a Dios, sino que el ser humano sea salvo. Como dice la tradición patrística: la gloria de Dios es la vida del hombre. La lógica de la gracia nos privilegia a tal grado que el “privilegio” es Dios mismo que se da en la persona del Hijo. En resumen; el centro de las preocupaciones de Dios somos nosotros y no tanto el Dios ofendido. El interés de Dios es nuestra salvación y Jesús muestra con su praxis cuál es el camino del hombre nuevo, el camino que nos orienta y

lleva hacia la salvación que Dios nos regala (don) pero que exige el modo del Hombre Nuevo: Jesús de Nazareth. Praxis del Hombre Nuevo Aquí vamos a privilegiar la práctica de Jesús: palabras, gestos y acciones (todo el misterio pascual). Desde la práctica de Jesús resulta más común preguntarse por; ¿qué Dios revela Jesús? y menos ¿por qué ser humano o qué humanidad se revela en Jesús? ¿Cómo emerge lo humano en lo humano de Jesús? De igual manera podríamos preguntarnos, dado que el Espíritu que hemos recibido no es diverso del recibido por Jesús, ¿qué Dios y que ser humano revelamos u ocultamos con nuestra praxis? La praxis de Jesús no solo revela a Dios en su profunda entrega y amor por los seres humanos, sino que también revela al ser humano su vocación humana, su destino definitivo. En Jesús, en toda su vida encontramos revelado lo que es el hombre, puesto que Jesús es el Hombre revelado por Dios. Desde su praxis vemos que Jesús se revela como “el hombre” en una práctica de dar vida. Así lo muestran sus múltiples milagros, sus controversias o sus críticas a la Halaká y todas las demás acciones, gestos y palabras encaminadas a defender la vida de los pobres. Esto nos muestra a Dios en relación con el ser humano, como un Dios de vida y a la vez revela que la vida es la realización de lo humano. La lucha por la más mínima vida hominiza al hombre y lo diviniza. Y Jesús anuncia y da vida a los que menos la tienen (Mt 5, 3; Lc 6, 20). Jesús al anunciar a Dios como el Dios de la vida, anuncia también la vida como realización concreta de Dios. En la lucha por la vida de los marginados y pecadores encontramos que Jesús se revela como el Hijo de Dios y se realiza como el Hijo del Hombre. La experiencia de Dios como el Dios de la vida compromete al hombre con la vida amenazada y 4


en ese compromiso el hombre encuentra su alegría y propia humanidad. En otras palabras, entendemos que no hay acceso a Dios sin un encuentro humano y no hay un encuentro verdaderamente humano, sin un encuentro con la realidad de Dios, pues “nadie más humano que Dios mismo”, en tanto que nadie más ocupado y preocupado por nuestra historia y destino que Dios mismo. Y el ser humano encuentra que su encuentro con Dios se privilegia con los hombres “sin vida”: marginados, pobres, pecadores, etc.

historia, ahí muestra no sólo la acción salvífica de Dios que libera en la historia, sino su propia humanidad que cobra la altura a la que está llamada en el cumplimiento de la voluntad salvífica de Dios y a la que todas las personas estamos llamados.

En Jesús encontramos esa práctica que nos muestra la vocación del hombre por la vida, pero además Jesús devuelva la esperanza en y por la vida a los tradicionalmente marginados de ella. Jesús así se afirma con el Hijo del Hombre, humanizando a los deshumanizados. Los revaloriza y con esa práctica desautoriza a quienes tienen prácticas deshumanizadoras.

Con Jesús aparece una nueva lógica; la del Hombre Nuevo. Es una lógica contraria a la marginación, acumulación egoísta, privilegio, explotación y favorable a la lógica de la fraternidad, de la necesidad, la generosidad, el don, la ayuda mutua..., (Cf. Mc 10, 17-22).

Jesús se muestra como un “Gran Hombre” (no superhombre) justo con la gente que menos fama y grandeza podía darle, revelando que la verdadera grandeza o pequeñez del ser humano se juega en las relaciones con los otros, y en su caso, con los pobres y pecadores. Diríamos que su “pago” es su propia humanidad realizada y realizadora. No hay una exterioridad en el “pago”. Esa es su alegría: gracias Padre por que así te ha complacido. La vida que Dios quiere es su alegría y como esa vida está negada en esos rincones oscuros de la

Esa praxis muestra que Jesús es la verdad del ser humano. Lo que es el ser humano se nos revela en una mirada y acercamiento a Jesús y no tanto por definiciones y accesos científicos, que tienen su valor y su propia autonomía.

Pero para que el hombre Nuevo se haga partícipe de esa realidad necesita re-vestirse del Hombre Nuevo que es Jesús, asumiendo su estilo de vida al servicio de los otros (pobres, pecadores) y anulando las diferencias de privilegio entre los seres humanos, para que Jesús-Cristo al final de la historia pueda entregar el Nuevo Mundo al Padre. Por todo lo anterior podemos afirmar que desde Cristo la religión cristiana y el humanismo cristiano tienen una peculiaridad específica: nuestra religión es antropocéntrica (descentrada) y nuestra antropología (humanismo) es teocéntrico y específicamente cristocéntico.

5


Turn static files into dynamic content formats.

Create a flipbook
Issuu converts static files into: digital portfolios, online yearbooks, online catalogs, digital photo albums and more. Sign up and create your flipbook.