I Entre corchetes [...] se indica el número de página del párrafo precedente, en el original. Fuente: Alison, James, El retorno de Abel: las huellas de la imaginación escatológica, Herder, Barcelona 1999, p.21-30.
LA TEORÍA MIMÉTICA A VUELO DE PÁJARO James Alison
La teoría mimética es cierta comprensión de las relaciones humanas que implica, al mismo tiempo, una manera de entender la cultura humana. Es decir que ofrece una percepción simultánea de lo que mueve a los humanos en sus relaciones y de lo que los forma en las estructuras que son anteriores a, y muchas veces escondidas de, sus relaciones. Tal vez nos ayude a darnos una perspectiva sobre esto si decimos que esta única idea ayuda a romper la barrera entre dos aproximaciones a la comprensión de nosotros mismos que hasta ahora no han sido capaces de encontrar un vínculo interno: la aproximación psicológica, siguiendo a Freud, que se concentra en la persona individual, concibiendo sus problemas como internos a la persona, y la aproximación sociológica, que concibe los problemas como «allí fuera» -objetivos, independientes de los motivos tuyos o míos, de nuestras intenciones, sentimientos y así sucesivamente. Ustedes se dan cuenta, imagino, y aunque no le hayan dado muchas vueltas, de que esta escisión tiene marcados efectos en la teología: consideren la manera en la cual se había confinado el discurso sobre el pecado en el mundo de lo «personal», como luego el intento de rescatarlo de aquella esfera, para enfatizarlo como algo estructural, intento éste que, por razones que tal vez se aclaren en la medida que avancemos, no ha dado el fruto esperado. De cualquier forma, la teoría mimética propone una manera [21] de entender lo humano que es a la vez personal y social, puesto que trata a la persona como absolutamente dependiente del otro, social y personal, que le es anterior, y de este modo concibe como clave para cualquier comprensión de lo que pasa la relacionalidad entre este otro y la persona. Intentaré describir esta manera de enfocar lo humano en los términos más sencillos. La primera pregunta que nos hace es: ¿cuál es tu deseo? La respuesta que da es: deseo a imitación de alguien. Para que algo me tenga valor o interés, alguien, otro, tiene que haberle dado aquel valor o interés. Este proceso comienza en todos nosotros en la más tierna infancia, cuando fue de hecho el proceso de la imitación en todos nosotros, movido por la atracción gravitacional hacia el otro, lo que nos condujo a articular sonidos y hacer gestos. Fue la capacidad de repetir sonidos lo que condujo a la formación de la memoria, y de allí al lenguaje, puesto que no hay lenguaje sin memoria. Es decir que la posibilidad misma de que seamos creaturas conscientes del todo se debe al mecanismo de la imitación. Imitamos no tan sólo lo que las personas hacen, y como aparecen, sino que nos mueve una atracción gravitacional aún más fuerte: nos mueve un deseo de ser. En el caso de que haya buenos padres, al bebé se le permite recibir un sentido de ser, y no tiene que agarrar para adquirir un sentido de ser. Al otro extremo de la gama, hay infantes que no reciben ningún sentido de ser, y para los cuales pueden pasar años durante los cuales