La primera infancia (0-6 años) y su futuro

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Principios y retos de la educación inicial que queremos para la generación de los Bicentenarios Jesús Palacios y Elsa Castañeda

Algunas afirmaciones han ido apareciendo a lo largo de las páginas de este libro como auténticos mantras, esas frases sagradas que se reiteran en el curso de invocaciones destinadas a conseguir algunos propósitos. Afirmaciones una y otra vez repetidas, en cada pasaje del libro con palabras diferentes, pero siempre con el mismo significado y con idénticos objetivos. Desde las primeras líneas, escritas por el secretario general de la OEI, hasta las últimas frases de este capítulo que cierra el volumen, unas cuantas ideas fuerza han quedado reiteradas, como si los autores y las autoras de los distintos capítulos quisiéramos asegurarnos de que de ninguna manera pasaran desapercibidas para quienes nos lean. Lógicamente, en un volumen como este, esas ideas fuerza tienen todas que ver con los niños más pequeños, aquellos que todavía no se han incorporado a la educación primaria. Son ideas que, en general, han ido forjándose en el curso de los últimos años y que ya están aquí para quedarse entre nosotros, así como para ayudarnos a mirar hacia delante con más claridad respecto a los objetivos a alcanzar. El propósito de este capítulo final no es tanto el de aportar ideas nuevas, cuanto el de integrar algunas de las más importantes que han ido exponiéndose a lo largo del volumen, tratando de dejar algunos subrayados y unos cuantos apuntes hacia el futuro, pensando en la educación que queremos para los niños pequeños que han de convertirse en la generación de los bicentenarios. PRIMERA INFANCIA, ETAPA CLAVE Una de las afirmaciones más básicas y más repetidas, algo así como el mantra sobre el que los demás se justifican, tiene que ver con la indiscutible importancia que tienen los primeros años de la vida humana. La importancia que tienen, para empezar, por sí mismos y para el niño concreto de que se trate, pero también la importancia que tienen por su influencia en años posteriores, tanto para el individuo como para la sociedad en su conjunto. Resaltar la importancia de los primeros años de la vida tiene sin duda poco de original. Pero todas las investigaciones neurológicas, psicológicas y sociales han ido afianzando ideas que en otro tiempo se sostenían sobre la base de la intuición y de la sabiduría popular. Ahora sabemos cómo se forma el cerebro infantil, la importancia determinante, por ejemplo, de unas condiciones de vida adecuadas de la madre gestante, de su nutrición correcta y completa, de los cuidados de su cuerpo y su persona mientras está alimentando en su interior el crecimiento de una nueva criatura. Sabemos de la importancia de los primeros años de la vida en la configuración del cerebro, de las redes neuronales sobre las que se van a asentar todos nuestros aprendizajes futuros. Unas redes neuronales cuya sustancia se irá concretando en función de las experiencias, de la estimulación, del entorno humano, de los afectos y los estímulos, de la educación.

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