Indicadores sociales y demográficos, atención a las necesidades básicas, cohesión social, derechos de la infancia Jorge Iván Bula
Durante cerca de tres décadas, los problemas del desarrollo de las sociedades se analizaron en torno a las necesidades humanas, independientemente del enfoque que se adoptara. Las perspectivas más economicistas centraron su reflexión sobre los problemas del crecimiento de la economía como una forma de “hacer crecer el pastel” para proveer las necesidades de los agentes del mercado. Otras perspectivas, más centradas en las condiciones de vida de las personas, también se preocupaban sobre cómo lograr satisfacer las necesidades básicas, o sobre cómo alcanzar una mejor distribución de la riqueza para que todos los miembros de la sociedad puedan acceder a los recursos necesarios para ello. En esta perspectiva, más que el tamaño del pastel, el problema era cómo se repartía entre los diferentes miembros de la sociedad. En la medida en que la literatura y la agenda sobre los derechos humanos han venido ganando terreno en foros académicos y políticos, las reflexiones sobre el desarrollo económico y social, y en particular sobre el desarrollo humano, han avanzado hacia nuevas perspectivas que algunos denominan como los enfoques centrados en el ser humano y que incorporan dimensiones esenciales del individuo, tales como las capacidades, las libertades y los derechos humanos. Buena parte de esta reflexión guarda una importante deuda con los trabajos del profesor Amartya Sen, premio Nobel de Economía. DE LAS NECESIDADES A LOS DERECHOS La evolución antes citada supuso ir más allá de una visión sobre los problemas del desarrollo, la pobreza y la calidad de vida simplemente vistos como la satisfacción de algunas necesidades humanas, ya se trate de las llamadas necesidades básicas (alimentación, vivienda…), ya se incorporen a la lista otras dimensiones psicológicas, morales y sociales de la vida de las personas. En esta última perspectiva, algunos (por ejemplo, Maslow) establecieron un enfoque jerárquico en el que las necesidades fisiológicas deberían ser satisfechas en primera instancia y, a partir de ahí, las sociedades podrían pensar en satisfacer necesidades de orden superior (por ejemplo, necesidades sociales y morales). Otros asumieron una visión más holística, en el sentido de que las necesidades humanas resultan de una compleja interacción entre necesidades fisiológicas o biológicas, sociales, psicológicas, etc. (Kamentesky, Max-Neef, Doyal y Gough). Pero, como lo señala Anisur Rahman (1992, p. 173), hablar de las cinco necesidades básicas tradicionalmente identificadas (alimentación, abrigo, habitación, cuidado médico, educación) no nos diferencia de las necesidades animales como no sea el grado de elaboración y complejidad con que las satisfacemos (así, la creación de un nido frente a la construcción de una vivienda). Pero es gracias a esto último, a las distintas posibilidades que tenemos de crear los medios de
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