Niños pequeños en la agenda de políticas para la infancia: representaciones sociales y tensiones Fúlvia Rosemberg
La educación y el cuidado de los niños durante sus primeros años1, sobre todo después de la década de los sesenta, han ido sucediendo también fuera del espacio doméstico y de la exclusiva convivencia familiar: un número cada vez mayor de niños de estas edades, en innumerables países, comparten experiencias educativas con otros de su misma edad bajo la responsabilidad de un adulto experto o adulta experta (se trata casi exclusivamente de mujeres), en lugares colectivos tales como guarderías, salas cuna, parvularios, centros de preescolar o jardines de infancia. Así pues, la crianza de niños de estas edades, junto con el cuidado de los niños mayores, constituye quizá una de las últimas funciones que se desprende –parcial, gradual y ambiguamente– del espacio doméstico y de la exclusiva tutela y responsabilidad familiar sin que por ello se piense que la familia se ha convertido en una institución anómicamente insuficiente. Si es verdad que, por lo menos desde el siglo xviii, diferentes sociedades ya recurrían a instituciones complementarias a la familia para el cuidado y la educación de los niños de corta edad (como las casas cuna o las guarderías), en el siglo xx, sobre todo a finales del mismo, aparecieron novedades: la tendencia a la extensión progresiva de la educación en contextos institucionales antes de la escolaridad obligatoria para todos los segmentos sociales, por un lado, y, por otro, la concepción de que esto constituye un bien, una conquista, un derecho infantil, incluyendo el caso de la guardería, que tradicionalmente se pensaba como una institución destinada de forma exclusiva a los hijos de madres trabajadoras pobres. “Últimamente se ha defendido la idea de que la guardería, como contexto educativo, es un derecho del niño además de serlo de la mujer y que, en este sentido, está potencialmente destinada a todos los niños” (Bondioli y Mantovani, 1989, p. 14). Excluyendo determinaciones macroeconómicas, la bibliografía suele mencionar que este nuevo concepto de educación infantil compartida entre la familia y las instituciones colectivas respondería a las nuevas necesidades: las de la familia, en especial necesidades que tienen que ver con Existe una dificultad con el vocabulario disponible, en portugués y castellano, para referirnos a los niños desde el nacimiento hasta los 3 años. Los términos bebé, párvulo y niño pequeño han recibido críticas (Fujimoto y Peralta, 1998). Sin embargo, la propuesta de subsumir toda la franja de edad de 0 a 6 años en una única expresión (primera infancia, menores de 6 años, párvulos) también acarrea efectos negativos en la medida en que se refiere sobre todo a los niños de 4 a 6 años. La realidad, como han analizado informes recientes, es que la atención educativa entre 0 y 6 años no es igualitaria, perjudicando sobremanera a los niños de 0 a 3 años (UNESCO, 2008).
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