Primera infancia: una agenda pendiente de derechos Nashieli Ramírez
“No podemos olvidar que hablar de derechos humanos es mucho más que hablar de instrumentos jurídicos, organismos, comités e informes. Es hablar de un paradigma para la convivencia […]. Es permitir que la realidad nos confronte, dejarnos tocar por ese padecimiento y comprometernos con la gran tarea –aún pendiente en esta transición milenaria– de la construcción de un mundo verdaderamente humano.” Carmen Posada
Las últimas décadas se caracterizan por un incremento en la generación de conocimiento alrededor de la importancia de la infancia temprana en el desarrollo de los seres humanos. Las primeras iniciativas a nivel internacional que colocan a los niños pequeños como sujetos de particular atención son las educativas, como lo deja ver la Declaración Mundial Educación para Todos (1990). Por su parte, la Organización de Estados Americanos (OEA) ha venido apoyando acciones y proyectos de atención y desarrollo educativo de la primera infancia. Los hallazgos en el campo de las neurociencias han mostrado que los primeros tres años de vida constituyen un período crítico en el desarrollo del cerebro y confirman la importancia de las experiencias tempranas en la maduración neural y los comportamientos futuros (Greenspan, Shartz y Nash, 1997). También se ha generado abundante demostración científica en torno al impacto positivo de los programas de desarrollo de primera infancia, especialmente en los futuros comportamientos sociales y educativos (McEwan y Shapiro, 2006; Berlinski, Galiani y Manacorda, 2006). Si bien los argumentos científicos se han utilizado para resaltar la importancia de la temática, son los estudios económicos los que, hacia finales de los noventa, comenzaron a dominar la arena argumentativa. Los análisis en este campo se han relacionado con la atención a la primera infancia en general, y a la educación inicial (y preescolar) en particular, como inversión. Los estudios de tasa de retorno, que establecen retornos de entre 7 y hasta 17 dólares por cada dólar invertido en primera infancia (Rolnick y Grunewald, 2003; estudios longitudinales de Perry Preschool, 2004). Otros han analizado la inversión en primera infancia como una estrategia de desarrollo económico, destacando su participación en la generación de capital humano en la medida en que una parte importante de las posibilidades de ulterior éxito académico y laboral se determina por el desarrollo de habilidades y hábitos en la etapa preescolar (Heckman y Masterov, 2004). Finalmente, otro eje que está ganando terreno es el que aborda la búsqueda de la equidad, referido al planteamiento de una mayor efectividad de los programas en primera infancia en el combate contra la pobreza y por la disminución de las brechas de desigualdad (Currie, 2001, y Reporte de Desarrollo Mundial 2005 del Banco Mundial).
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