M O N S E R R AT
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PU B L IC AC IÓ N DE L C OL E G IO N AC IO N A L DE MO N S E R R AT
Texto: María Elena Tarbine Fotografías: Diseño: José Ignacio Moyano
Texto:
© 2012, María Elena Tarbine
Fotografías:
© 2012, Alejandro Álvarez Archivo Histórico Monserrat Diseño y diagramación de tapa e interior:
José Ignacio Moyano
De la presente edición:
© 2012, Colegio Nacional de Monserrat
Obispo Trejo 294 - Córdoba - República Argentina www.cnm.unc.edu.ar
ISBN: 568-1354-06-1 Queda hecho el depósito que marca la Ley 11.723 EDICIÓN ARGENTINA
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Todos los derechos reservados según convenciones internacionales de copyright. Ninguna parte de esta publicación puede ser reproducida o utilizada, almacenada o transmitida en manera alguna ni por ningún medio, ya sea eléctrico, químico, mecánico, óptico, de grabación o de fotocopias, sin previo permiso del editor. Su infracción está penada por las leyes 11.723 y 25.446.
Autoridades Universidad Nacional de Córdoba
Colegio Nacional de Monserrat
Rectora Dra. Carolina Scotto
Director: Ing. Aldo Sergio Guerra
Vicerrectora: Dra. Hebe Goldenhersch
Vicedirectora Académica: Lic. Adriana Verdi
Secretario General: Mgter. Jhon Boretto
Vicedirector Administrativo: Arq. Hernán Enrique Moya
Secretario de Asuntos Académicos: Dr. Gabriel Bernardello
Regente Nivel Secundario: Ing. Marcelo Gómez Regente Nivel Secundario: Dr. Eduardo Antonio Villagra Regente Nivel Pre Grado: Ab. Fernando Lombroni Secretario Administrativo: Sr. Marcelo Rafael Ferrino Secretario Docente: Ing. José María Abdel Masih Secretario Habilitado: Cr. Ceferino Prado
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Comisión del Tricentésimo Vigésimo Quinto Aniversario de la Fundación del Colegio Nacional de Monserrat
Presidente
Personal de la Casa
Director Ing. Aldo Sergio Guerra
Prof. Gustavo Zanghi Prof. Mario Vilaró Prof. Aldo José Cima Prof. Santiago Flores Prof. Agustín Massa Prec. Matías Miguel Leuci Sr. Marcelo Ferrino Prof. Sebastián Suárez Prec. Luis María Freytes Prec. Mariano Sala Prec. Sofía Elena Britos Sr. Alejandro Álvarez Prec. José Ignacio Moyano Prec. Esteban Grand Grundy Prec. Araceli Dávila Prec. Estefanía Serrano Lic. Alejandra Aracena Prof. María Elena Tarbine Prof. Ramón Catramboni
Vicepresidentes Vicedirectora Académica Lic. Adriana Verdi Vicedirector Administrativo Arq. Hernán Enrique Moya
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Prólogo El paso del tiempo ha permitido reforzar la firmeza de los muros de nuestra Casa, impregnados por la alegría cotidiana de sus jóvenes estudiantes. Trescientos veinticinco años evocan mucho más que una fecha; marcan una historia con aciertos y errores, la tradición como fortaleza de compromiso por la sociedad y sobre todo, un presente jovial que nos asegura, que en el camino de la educación de nuestros jóvenes se abren todas la puertas de la libertad de nuestra Patria. La proyección que este camino habrá de tener, es el mejor legado que se puede dejar para las generaciones futuras. Celebrar esta fecha tiene la impronta de festejar un acontecimiento, que le da a nuestra institución un origen y un destino. Es compartir en cada rincón donde se valore el humanismo, el ser monserratense y su compromiso. Junto con la celebración, el compromiso tiene el cometido de completar lo que se espera de una institución. De esta manera, el compromiso se instaura como una misión, es decir, como la facultad que se da a alguien para desempeñar o desarrollar alguna tarea, aunque también el compromiso es la palabra dada. En educación, memoria y palabra constituyen las verdaderas guías por las que van a transcurrir los derroteros de una institución como nuestro
Colegio. “En virtud y en letras”, como asegura el lema que nos ilumina desde hace más de tres siglos. Estos trescientos veinticinco años que nuestro Colegio Nacional de Monserrat cumple, no pueden pasar inadvertidos ante la mirada de quienes, desde sus aulas y sus claustros, tenemos el extraño privilegio de haber vivido una buena parte de la historia que lo corona como una de las instituciones educativas más antiguas de nuestro país. Esto explica el sentido de este libro: celebrar es recordar los valores y la memoria de la institución, de nuestro Colegio Nacional de Monserrat. Y este libro adquiere su lugar de privilegio, a partir del momento en que se configura como el fruto del esfuerzo de uno de los docentes que forman parte de esta Casa. Porque la memoria y la palabra se hacen trazo concreto con la mediación de la Profesora María Elena Tarbine, quien ha tenido gesto de formalizar en texto, lo que su experiencia ha madurado en tantos años de ejercicio de la docencia en el Colegio. Ing. Aldo Sergio Guerra.
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Unas palabras Tulio, dice: “ La vida de los muertos está depositada en la memoria de los vivos”.
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Peramás
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o hace trescientos veinticinco años que la torre del reloj impone su presencia en el codo de la esquina de Trejo y Duarte Quirós. Ni que existe el segundo piso. Ni siquiera el edificio que hoy es el Monserrat. No hace trescientos veinticinco años que los que egresan se tiran a la Fuente. Lo que hoy vivimos, donde hoy estamos, ha sido el producto de cambios, refacciones, adecuaciones, renovaciones, crecimiento…
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Hoy, nuestro Monserrat, el Monse, cumple años. Sí hace trescientos veinticinco años del gesto fundador de Ignacio Duarte y Quirós, de su espíritu, del objetivo de educar a los jóvenes, de enseñar a razonar, de saber aprender de los errores, corregirlos y seguir adelante. Lo agasajamos dándole gracias, pero sobre todo, retribuyéndole con cada acción que hacemos y
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hagamos de por vida, en y para la comunidad y el mundo. Porque rendirle honor a Duarte es devolver con creces lo que su espíritu inspiró; nunca dejarnos abatir por los obstáculos y las crisis que salgan en nuestro camino, y continuar en la noble y fundamental tarea de educar, para el presente, con proyección de futuro. Si uno piensa en la historia del Colegio, en la historia de verdad, construida piedra sobre piedra, día a día, desde la idea y el deseo gestados en el corazón de Duarte, uno toma conciencia de que es un orgullo y una responsabilidad ser parte de esta historia. Ser del Monserrat…, ser monserratense, implica una pasión; sentimos con el corazón, no con la cabeza. Como toda experiencia, es intransferible, porque solo se adquiere viviéndola, siete años como estudiante, y los que sean como profesor, como autoridad, como no docente. No es soberbia. Es vocación. Es amor.
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Uno se da cuenta de que ser monserratense no tiene que ver con la cabeza ni con la razón, ni con ser varón o mujer… El ser monserratense se respira en los muros, las piedras, las tejas, las rejas, la campana, la fuente, la torre con su reloj, la presencia viva de Duarte en la estatua que domina majestuosa el Patio Mayor y en el espíritu que
emana de su corazón y penetra directo en el nuestro, nos abraza, nos posee. Si los siglos han pasado, si los tiempos mudan (que esa es su costumbre), los planes de estudio cambian, las personas transcurrimos y morimos, eso que llamamos el espíritu del Monserrat, su esencia y su duende, no, y es lo que hace que los muros se sostengan y que se siga educando a jóvenes en función de una futura vida universitaria, como fue desde un principio. Este libro no pretende reemplazar aquellas obras de consulta ni ampliarlas ni continuarlas; no es un texto de investigación histórica. Este libro desea constituirse en uno de los homenajes que se rinden al Colegio Nacional de Monserrat con motivo de cumplir sus trescientos veinticinco
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años de vida y ofrecerse a la gran comunidad de monserratenses como modesta pero apasionada e íntima mirada.
Si activamos pasado en presente, definimos nuestra identidad y la continuidad de lo que esencialmente somos en el tiempo.
El libro quiere confirmar y asegurarse de que no caiga en el olvido la historia del Colegio, porque su historia es la nuestra, de quienes lo vivimos, lo trabajamos y, al hacerlo, nos volcamos con convicción a la construcción de un mundo mejor. Es la materialización de los sentimientos del pasado activados en el presente, en función de expectativas futuras.
En la esquina de Duarte Quirós y Trejo, perdura y late el corazón de hombres y mujeres que, en el pasar de los siglos, colaboraron y colaboran con la construcción de la Patria. ¿No será demasiado, acaso, semejante afirmación? La respuesta es simple: no. En palabras del Dr. Enrique Martínez Paz (h), “el Colegio nació para la Universidad, vivió para ella y separado eventualmente, su
destino inicial afloró de nuevo (hacia 1907) para reunirlo con personalidad propia a la vieja casa que le había dado su razón de ser por casi dos siglos”. Y es un hecho que muchos protagonistas de nuestra historia, los conocidos y los anónimos, salieron de los claustros de la Universidad de la Ciudad Docta.
La historia del Colegio tiene, así, el movimiento de fuerzas centrípetas y centrífugas, ambas igualmente enriquecedoras y dignas de un lugar en la memoria colectiva. Por todo eso, reforzamos recuerdo, historia, identidad y futuro mediante estas páginas, humilde conmemoración para toda la comunidad monserratense.
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A vuelo de pรกjaro
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ació hace trescientos veinticinco años con la designación de Real Convictorio de Nuestra Señora de Monserrat.
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Su evolución histórica puede marcarse en tres periodos: el Periodo Jesuítico o Inicial, desde su fundación hasta la extradición de la Orden en 1767; el Periodo Intermedio o Inestable, desde 1767 hasta 1907, llamado así precisamente por la inestabilidad institucional, ya que pasó por cuatro etapas: la Franciscana, la del Clero Secular, la Provincial y la Nacional. Hasta y durante el siglo XIX no existía en la Patria un sistema educativo uniforme, con sentido nacional. Después de Caseros, los gobernantes tomaron conciencia de la obligación que les correspondía, al tiempo que vieron en la educación pública un poderoso instrumento de gobierno, para ofrecer la libertad, el desarrollo
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y el bienestar a los pueblos. Debido a que se reconocía a Córdoba como el centro educativo más importante de la época colonial, dieron el primer paso para organizar la enseñanza aprovechando el prestigio de la Universidad y del Colegio de Monserrat. Por último, el Periodo Actual o Universitario, en el que el Colegio ha actualizado sus Planes de Estudio (a lo largo del siglo XX, ha pasado por el Plan 1927, el Plan 1971 y el Plan 1999), refaccionado el edificio, extendido su campo de acción mediante nuevas carreras y áreas programáticas; en 1998 fijó un régimen mixto, con lo cual se admitió el ingreso de mujeres; en 2000 fue declarado, conjuntamente con la Manzana Jesuítica, Patrimonio Cultural de la Humanidad por la UNESCO y últimamente ha logrado la democratización en la elección de autoridades y representantes de los distintos estamentos. El siglo XX fue testigo, además, de dos conmemoraciones celebratorias: la de los Doscientos Cincuenta Años y la de los Trescientos Años.
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En 1937, el Colegio celebró los doscientos cincuenta años con conferencias, actos varios y un Acto Central, que contó con las distinguidas presencias del Ministro de Justicia e Instrucción Pública de la Nación Dr. Jorge de la Torre, el Rector de la Universidad Dr. Sofanor Novillo Corvalán y el del Colegio Ing. Rafael Bonet; el Gobernador de la Provincia Dr. Amadeo Sabattini, el Arzobispo de Córdoba Monseñor Dr. F. Eugenio Laffite, junto con el cuerpo docente y los alumnos del Colegio. En esa ocasión, se colocó y bendijo la piedra fundamental del monumento al Fundador, en el Patio Mayor, al tiempo que se presentaron dos proyectos al Congreso de la Nación: uno, para declarar al Colegio Monumento Histórico Nacional (cumplimentado en 1938); otro, para la expropiación de la Estancia de Caroya, para que volviera al primer destino que le asignara
Duarte (cumplimentada en 1964). En 1942, el Monserrat recibió por primera vez a un Primer Magistrado, el Sr. Presidente de la Nación Dr. Ramón S. Castillo. En 1987, los trescientos años merecieron igualmente una serie de festejos conmemorativos, con diversos actos, conferencias, concursos y la presentación del libro El Monserrat. En esta oportunidad, el Colegio fue engalanado por segunda vez por la presencia de un Primer Magistrado, el Sr. Presidente de la Nación Dr. Raúl Alfonsín. Hoy, en 2012, nos preparamos con el mismo espíritu jubiloso para festejar los trescientos veinticinco años de vida del Monserrat. Este libro es expresión de ello.
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Los inicios
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odo comenzó cuando Ignacio Duarte y Quirós tuvo un deseo y una idea.
No…
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Todo comenzó cuando tres jesuitas provenientes de la Ciudad Real de Lima llegaron a la recién fundada Córdoba en las calendas de marzo de 1599. La labor de exploración, colonización y fundación es incuestionable. Estos tres, como tantos otros en otras regiones de Sudamérica, venían a establecerse y a fundar su Casa o Residencia, donde los jesuitas enseñaban las primeras letras, para aprender el catecismo, y los estudios superiores, para profundizar las verdades de la Fe. A los pocos días, las autoridades les donaron una manzana desocupada (la misma que hoy ocupan la Iglesia
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de la Compañía, el Rectorado de la Universidad y el Colegio Nacional de Monserrat), donde solo existía un pequeño oratorio construido pocos años antes, con paredes de piedra. Todo era muy rudimentario. Pese a eso, fueron verdaderos y osados visionarios al crear, en un villorio pobre, el Colegio Máximo, que con el tiempo se convirtió en Universidad El Colegio Máximo fue fundado en 1610 y su finalidad era preparar en los estudios superiores (Latinidad, Artes y Teología). Sin embargo, una crisis económica trajo como consecuencia que los estudios superiores se trasladaran al Colegio de Chile, y que los menores continuaran en Córdoba. Por esto, en 1613 el Doctor Trejo y Sanabria ofreció y prometió medios para que el Colegio Máximo de Córdoba continuara con los estudios mayores. Con esta donación generosa de sus bienes, los estudios superiores volvieron a funcionar en Córdoba, en 1614.
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Un Breve Pontificio del Papa Gregorio XV, en 1621, y una Real Cédula del Rey Felipe IV, en 1622, transformaron el Colegio en
Universidad, lo cual implicaba que concedía diversos grados (bachilleres, licenciados, maestros, doctores). Asimismo, el crecimiento académico e intelectual del villorio estuvo acompañado de un progresivo mejoramiento de los métodos de construcción en las obras de los jesuitas: al emplear piedra, en lugar de materiales transitorios, las construcciones resultaban más resistentes y perdurables. Aunque parezca un dato anecdótico, es en realidad una prueba de que llegaban y fundaban Colegios y Universidades, y su intención era establecerse y proseguir con la obra educativa. A fines del siglo, el emprendimiento fue complementado con la creación del Colegio de Monserrat. Y ahora sí… Todo comenzó cuando alguien, iluminado y generoso, tuvo un deseo y una idea para concretarlo. 31
El sueño se materializa “Los valientes engendran a los valientes y bravos; las águilas rapaces no engendran a la tímida paloma.” Peramás, Primera Laudación
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n 1619, Simón Duarte, un modesto mercader portugués casado con María Oladilla de Quirós, compra una propiedad donde edifica la casa familiar y la tienda con depósito, en la esquina de las calles Universidad y Real (Trejo y Caseros). En 1620 nació Ignacio, quien años más tarde cursó sus estudios en la Universidad de Córdoba y se recibió de Maestro de Artes y Doctor en Teología, y a la edad de treinta años (en 1650) fue ordenado sacerdote.
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Al morir los padres, heredó un patrimonio, ya crecido significativamente: la casa paterna, algunos solares1, bienes inmuebles y en efectivo. Esta situación le permitió concretar su sueño: fundar un Convictorio que albergara a los
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Solar 1. (De suelo). 3. m. Porción de terreno donde se ha edificado o que se destina a edificar (http://www.rae.es/, vigésima segunda edición).
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estudiantes procedentes de tierras lejanas y colaborar, al mismo tiempo, con la Universidad en su formación. Este es el espíritu noble y magnánimo del Fundador. Este es el espíritu primigenio del Colegio Monserrat: nacido para colaborar en la formación de los jóvenes que ingresarían e ingresarán en la Universidad. Monserrat y Universidad existen hermanados indisolublemente en origen y destino. Una vez expedida por el Rey la Cédula Real correspondiente (porque era la que autorizaba a que en su nombre y bajo su patronato se ejecutara la fundación) en 1685, Duarte hizo efectiva la donación a las autoridades de la Compañía de Jesús de todos sus bienes de la ciudad y la estancia de Caroya (comprada por él a la Orden en 1661). Redactó las Constituciones o Reglas que fueron firmadas y dadas a conocer el 1 de agosto de 1687, fecha asumida como la de la fundación propiamente dicha (recordemos que fundar equivalía a crear y mantener).
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Un Colegio con identidad
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undado el Colegio con la aprobación real correspondiente, recibió el nombre que lo identificó en funciones y espíritu: Real Colegio Convictorio de Nuestra Señora de Monserrat.
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Real aludía al permiso de emplear el Escudo y amparo del Rey. Por ello, sus estudiantes eran conocidos como reyunos o colegiales del Rey. El empleo de este escudo y el del Fundador en vestimentas, documentos y ornamentos, daba al Colegio una especial dignidad y respeto. Si volvemos a ubicarnos en el villorio pobre y poco desarrollado que Córdoba todavía constituía por entonces, podemos comprender que esa dignidad y respeto tenía una doble causa: la de ser futuros bachilleres,
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maestros, licenciados, doctores; y la de estar amparados por el mismísimo Rey. He aquí un antecedente significativo que pervive en el sentimiento traducido en lucir con orgullo su escudo, proclamar que se es monserratense con honor y emoción, porque responde al largo recorrido de los siglos que tiene el Colegio, y el reconocimiento de la sociedad es lo que sostiene aquello de la estirpe monserratense. Mas, como todo, es una herencia, una responsabilidad con la historia y con el presente, y un compromiso con el futuro. Colegio, como algo compartido, que además fue Convictorio porque era espacio donde comulgaban vida, estudios, descansos, recreaciones, y se consolidaban los lazos de fraternidad. Si bien desde 1879 ya no es convictorio en el sentido etimológico de la palabra (el cum vivere que implicaba el internado), no ha perdido en su espíritu la esencia de compartir en la convivencia diaria las experiencias de siete años de estudios, búsquedas, logros, fracasos, transgresiones, noviazgos, ni la capacidad de entrelazar amistades tan sólidas que persisten por el resto de la vida. ¿Por qué…? Porque los más de trescientos años de vida y de historia (de la Historia Nacional y las pequeñas valiosas historias íntimas) significan. Pesan. No como carga. Como alimento del espíritu.
Lo amparaba el poder del Rey, que ya no es así por el devenir mismo de la Historia. Pero sí lo sigue amparando la Stella Matutina, Nuestra Señora de Monserrat, la Virgen Morena del Monte Aserrado de la tierra catalana a quien Duarte encomendó su fundación y la nombró Patrona.
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La época denotaba evangelización, cristianización; la ciudad era ese villorio pobre que no tenía medio siglo de existencia, pero sí la presencia de varias órdenes religiosas (franciscana, mercedaria, dominica y jesuita). Quiero decir que era impensable, en ese entonces, que religión y estudios teológicos no tuvieran un papel preponderante.
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Hoy no es igual. El Colegio no es confesional. En una sociedad que intenta ser y educar en la tolerancia y el respeto, asisten alumnos de diversas creencias religiosas, e incluso de ninguna. Sin embargo, de alguna manera, para los creyentes la presencia de la Morenita es una de las más fuertes y sólidas, a la hora de entrar a clases, de rendir un examen, de aprobar la última materia…
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El otro elemento, que no es solo un objeto físico, sino un concepto, es el Escudo del Fundador, que marca la alcurnia de quien lo recibe y es hereditario. Representa defensa y manifiesta identificación con el Alma Máter que moldea el espíritu. La simbología que encierra concentra los elevados ideales intelectuales y espirituales de Duarte y de la orden de los jesuitas en la empresa de educar y evangelizar. ¿Con cuáles valores nos reconocemos los que portamos esta insignia? Con el sentido de comunidad de todas las generaciones (las ramas del ciprés), con la Virgen como Madre Universal, que ilumina y guía; con las letras, el conocimiento, la sabiduría, y la virtud para el encuentro con Dios y con los semejantes, con la ciudadanía; la pureza y la caridad para ser caballeros en la vida; por último, el equilibrio que la razón exige a los estudiantes.
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El escudo, que resumía el ideal de los jesuitas y del Fundador, hoy se actualiza en la formación de hombres y mujeres de bien, para que trabajen responsable y solidariamente por la sociedad, por la Nación, y por la construcción de un presente y un futuro mejores y más justos. Así como el Colegio Máximo y el Colegio Convictorio se levantaron piedra por piedra, así nos toca hoy y siempre a cada generación monserratense levantar los muros de un mundo mejor. Ese es el objetivo constante: educar con proyección en el futuro.
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Fundado el Colegio, Duarte se estableció en la estancia de Caroya. Asentarse allí es igual a decir que se responsabilizó de la producción del establecimiento, que estuvo más ligado al sostenimiento económico del Colegio. Poco a poco, se convirtió en lugar de descanso para los jóvenes del Monserrat. Una placa señala la habitación donde la tradición oral afirma que Duarte murió, el 2 de febrero de 1703. Sus restos descansan en la cripta de la Compañía de Jesús. Sabemos de su vida y virtudes gracias a las Laudationes Quinque, del Padre José Manuel Peramás, quien las escribió, de acuerdo con la usanza, para enaltecer la figura del Fundador. Esta obra tiene, además, el mérito de ser el primer libro salido de la imprenta del Monserrat, y primera del Río de La Plata. De su figura y semblante dan testimonio un óleo de autor desconocido en la actual Sala de Profesores, y dos estatuas, una en el Seminario de Córdoba; la otra, más reciente (1940), se yergue en el Patio Mayor del Colegio. Pertenece al escultor Roberto Delgado y es
resultado de la serie de obras conmemorativas de los 250 años del Colegio. Junto con los árboles, la estatua de Duarte completa el marco que la Fuente tiene en el Patio. Pero no es solo marco. Es homenaje y presencia materializada y coronada con el lema del colegio, En Virtud y Letras. Duarte callado. Mirada serena. Rostro contemplativo. Postura que acompaña el gesto reflexivo. En sus manos, las Reglas del Convictorio. En su anular derecho, el anillo de graduado, símbolo vitalicio del compromiso asumido con el grado académico obtenido. Se eleva como una figura respetada por toda la comunidad…, como materialización de un espíritu de lucha, de generosa entrega en pro de un servicio a los jóvenes, a la comunidad universitaria y a la sociedad; a favor de la educación, intelectual y espiritual, en virtud y letras. Su presencia va más allá de la representación escultórica… Invade el Patio matizado por el verde de las enredaderas, los arcos de las galerías, los claustros, desde los comienzos y atravesando todas las remodelaciones edilicias sufridas… Se adentra en los corazones de quienes transitan esas losetas de piedra, enseñando, estudiando.
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De la vida del Colegio ¿No es acaso un patrimonio intangible, pero no menos real, el dolor por la partida y por dejar inconclusa una obra objeto de especial dedicación? Ese desgarramiento, el sentir como propia esta tierra es ya un documento patrimonial que vale tanto como los monumentos visibles. 2
Lila Perrén de Velasco
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Perrén de Velasco, Lila. “Prólogo”. Peramás, José Manuel, S.J. Diario del destierro, p.11
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a vida del Colegio Monserrat transita, desde su fundación, por tres periodos, en relación directa con la serie de circunstancias político-sociales de las que ha formado parte.
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El primer periodo es el Jesuítico o Inicial (1687-1767). No solo fue obra y propiedad de la orden, sino que estuvo organizado y regulado por sus doctrinas y sus Constituciones. Los estudios estaban reglados por la Ratio Studiorum. El escenario es la antigua casa de Duarte, refaccionada, en la esquina de las calles Universidad y Real (Trejo y Caseros). Es tan fuerte el sello jesuítico de nacimiento, que ha perdurado más allá de los siglos y de quien gobierne el Colegio. Ha quedado, como impronta indeleble, en el lema (que era de Duarte y de la orden) de educar en Virtud
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y Letras. Es parte de lo que hace al férreo sentido de identidad y pertenencia de quienes protagonizamos la tarea educativa. Toda esta etapa se caracterizó por la calma y la tranquilidad. El final, sin embargo, sucedió de manera violenta y humillante. En 1767, el Rey Carlos III de España, Indias e Islas Filipinas, firmó la extradición de la orden como consecuencia de las reformas borbónicas en general, que en su intento de modernizar el imperio, realizaron cambios en la educación, tanto en la Península como en las tierras del Río de La Plata. En Córdoba, un enviado del Gobernador de Buenos Aires, Don Fernando Fabro, llegó para intimar a los jesuitas y tomar posesión de Universidad, Convictorio, dependencias, almacenes. El Padre Peramás, testigo y protagonista inevitable, relata en primera persona las horas vividas… 54
… en nosotros no había la menor sospecha del golpe que nos amenazaba… Algunos [seculares]… vinieron a darnos parte del rumor… … a las tres [de la madrugada]… tocan la
campanilla de la portería y llaman al P. José Páez para una confesión… al abrir el portero… entran en tropel… todos estaban en sus lechos entregados al descanso… Fabro… pidió las llaves al portero y, cerrando la portería, mandó le condujesen al aposento del P. Rector… [todos fueron bajados] a toda prisa al refectorio… [donde se leyó] la Cédula Real. … en este punto se vio arruinado lo que con tantos sudores habían allegado en 200 años (que en este se cumplían) nuestros primeros PP. En este punto nos vimos encarcelados y presos… se vio en este punto aquel Colegio, que había sido escuela de virtud y letras, convertido en cuartel de soldados. Nos trajeron los colchones al refectorio… las 13 mesas con sus asientos fijos hacía la pieza muy incómoda para 133 sujetos… las esquinas últimas se destinaron para los vasos inmundos… Por esto era insoportable el hedor… En la puerta del refectorio se puso un buen piquete de soldados… (Peramás 20-28) Posteriormente, se informó que el Colegio Máximo se reabriría, esta vez con los franciscanos a su cargo. El periodo siguiente es el Intermedio, también llamado Inestable, puesto que pasó por cuatro etapas a lo largo de un siglo XIX igualmente
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inconstante y convulsionado política y socialmente en el proceso de organización nacional. Cada etapa tuvo una dependencia orgánica diferente: Etapa franciscana (1767-1807): tanto el Colegio como Caroya pasaron a manos de los franciscanos, para evitar que se entregara su gobierno al Clero Secular, pues su formación intelectual y cultural era jesuítica. Se creó la Cátedra de Instituta, origen de la Facultad de Derecho. Debido a que era inconveniente que la Universidad continuara siendo regida por las Constituciones del Padre Rada, S.J. (databan de 1664), el Obispo San Alberto dio las Constituciones que llevan su nombre en 1784.
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Se realizó el traslado del Colegio al solar que ocupa actualmente a instancias del Obispo San Alberto, quien tenía especial interés en fundar un colegio para Niñas en la antigua casa de Duarte. De tal manera, en 1782, los estudiantes volvieron de sus vacaciones de Caroya y se instalaron en la nueva ubicación, al tiempo que abrió sus puertas la Real Casa de Niñas Huérfanas Nobles, administrada por las Hermanas Carmelitas de Santa Teresa de Jesús.
En 1800, el Rey Carlos IV firma una Real Cédula que disponía la erección de una Universidad Mayor, con privilegios y prerrogativas de las de esta clase, y que el Colegio Convictorio se incorporara a ella. Quedarían separados los franciscanos del gobierno universitario. Pero la Real Cédula no se obedeció. Recién en 1807, por intermedio de los hermanos Gregorio y Ambrosio Funes, el Virrey Santiago de Liniers hizo cumplir la cédula de 1800. El dominio quedó en manos del Clero Secular. Etapa del Clero Secular (1807-1820): en enero de 1808 se designó Rector de la Universidad a quien ya era Rector del Convictorio desde fines de 1807: Deán Gregorio Funes. Reformó usos, costumbres y el Plan de Estudios por uno que buscaba dar un valor universal a la Universidad de Córdoba. Etapa Provincial (1820-1854): en 1820, con la caída del Congreso y del Director Supremo, desaparece la autoridad nacional, por lo que la Universidad Mayor y el Colegio de Monserrat quedan bajo la dependencia del gobierno de Córdoba. Los Doctores Sarachaga y J. M. Bedoya elaboraron nuevas Constituciones en 1824, pero no se aplicaron más que en lo referido a la elección del Rector. El Plan del Deán Funes fue reformado mínimamente.
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Es importante decir que en este periodo el Gobernador Bustos consiguió reunir el dinero para adquirir una nueva imprenta, que hasta 1853 fue única en Córdoba y llenó el vacío cultural dejado desde la expulsión de los jesuitas. Etapa Nacional (1854-1907): Universidad y Colegio quedaron sujetos al gobierno de la Confederación, después que en 1852 cayó el poder de Juan Manuel de Rosas. Sin embargo, esta última etapa fue, quizá, la más inestable: • 1857: se dictó una Constitución Provisoria; aumentó el número de Cátedras, se repararon los edificios y modificaron los Planes de Estudio; • 1861: luego de la batalla de Pavón, volvió a quedar a cargo de la provincia; el Doctor Eusebio Bedoya, nombrado Interventor de la Universidad y del Colegio por el Presidente Mitre, separó los estudios preparatorios (en el Monserrat) de los universitarios (en la Universidad); • 1864: desapareció la Facultad de Teología de la Universidad. • 1879: se suprimió el internado.
• Domingo F. Sarmiento (Presidente desde octubre de 1868) y Nicolás Avellaneda (Ministro de Justicia, Culto e Instrucción Pública) modernizaron los estudios de la Universidad de Córdoba y de los Colegios Nacionales. Promovieron las Ciencias Exactas y el conocimiento de las Ciencias Naturales, y prepararon su Plan de Estudios y Reglamento: nació la Academia Nacional de Ciencias. Con la nacionalización de 1854, Colegio y Universidad quedaron desvinculados; en 1907 volvió a depender de ella, unión que se ha prolongado hasta nuestros días. El tercer y último periodo es el Actual o Universitario (1907-…), cuando el 22 de febrero de 1907 el Colegio fue incorporado definitivamente a la Universidad Nacional. La decadencia del Positivismo en las primeras décadas del siglo XX hizo que resurgieran las concepciones más espirituales, que se volviera al humanismo y se abandonara el enciclopedismo: se volvió a dar importancia a la enseñanza del Latín (formador de mentes claras y camino para dominar el Castellano); la Filosofía se convirtió en materia esencial, por ser instrumento de cultura y pensamiento por excelencia. Esta
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vuelta a las fuentes humanistas que le dieron nacimiento al Colegio, fue responsable de la formación de sucesivas generaciones, protagonistas en la vida nacional. En estos ciento cinco años transcurridos desde 1907, el Colegio ha actualizado en tres ocasiones sus Planes de Estudio (1927, 1971, 1999). El edificio volvió a ser refaccionado, en su fachada y en su interior. Su campo de acción se extiende a nuevas carreras de Pregrado, Cursos Interno y Externo de Preceptor y Auxiliar Docente, espacios extracurriculares, y un Área de Extensión, que lo vincula con otras instituciones y actores sociales a partir del desarrollo de actividades y proyectos educativos, solidarios y culturales, en los que participan estudiantes, docentes y no docentes.
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Por todo ello, ser parte de la Universidad (como en el origen) no es solo compartir la vida, sino que es sinónimo de compromiso en la formación de futuros universitarios, que son los que van a regir los destinos de la sociedad, de la Patria, del mundo. El lema En Virtud y Letras, mucho más allá de los jesuitas, sigue vigente, actualizando su significado y manteniendo prendida la llama que encendiera el Fundador.
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De lo cotidiano en el Colegio
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esde un comienzo, la vida en el Convictorio estuvo marcada por las Reglas o Constituciones en lo referido a la organización de horarios, actividades, deberes, y por la Ratio Studiorum en lo concerniente al método de estudios jesuítico.
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El Monserrat era un espacio de convivencia diaria; las actividades incluían oración, meditación, estudio, recreación y vacaciones de verano en la casa de Caroya. Para individualizarlos, vestían, a modo de uniforme, una indumentaria propia: túnicas de paño y una doble estola, cuya forma indicaba el grado académico de quien la portaba. Debían rendir un Examen Público y, al término del Ciclo Lectivo, se organizaban disertaciones diarias en el refectorio durante la cena. Al final de la carrera, ya casi Doctores, se celebraba una solemne colación de grados, de la que participaban la
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comunidad académica y los mismos vecinos, que saludaban al futuro Doctor a su paso. Habitualmente, la comida era frugal y poco apetitosa, de acuerdo con las Reglas y con una realidad inevitable: los medios disponibles eran bastante escasos y no permitían una mesa abundante; solo los domingos y días festivos, los alumnos podían levantarse una hora más tarde, desayunaban chocolate y dulces, y los almuerzos eran más abundantes; iban a misa y estudiaban las lecciones.
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En lo que hacía estrictamente a los estudios, los jesuitas entendían que se trataba de enseñar a hablar, escribir y comunicar las ideas con elegancia, con claridad y sin dificultad, pero que también consistía en desarrollar la capacidad de razonar, de sentir, de actuar, en perfecto equilibrio de la virtud con las letras. Si bien en el marco de una orden religiosa, la pedagogía ignaciana implicaba formar líderes en el servicio y la imitación de Cristo, y personas para promover lo humano, el espíritu del lema En Virtud y Letras se proyectó a lo largo de toda la vida del Monserrat, y permanece vigente el significado de que educar en lo humano implica ayudar a respetar y comprender a los otros; a ser tolerante, a producir y hacer circular el saber y alcanzar el objetivo de preparar ciudadanos probos y virtuosos.
Esto es a lo que generaciones de egresados de todas las épocas se refieren al hablar de la estirpe monserratense. Es el escudo que les da identidad con el conjunto de significados que encierra simbólicamente; es el haber sido, en el origen, los colegiales del rey; es el legado jesuita plasmado en la síntesis, siempre actual, de virtud y letras. Las actividades pautadas por las Constituciones, tanto las relativas a la vida espiritual como a la académica y recreativa, siempre estuvieron acompañadas por la presencia indispensable de las campanas. Campanas de la espadaña en el primer solar que ocupó el Convictorio…, campanas de la
Compañía de Jesús…, la campana del Colegio hoy. Todas participaron con sus tañidos, y a su manera, de las labores de los jóvenes, fueran alumnos del Monserrat o ya pertenecientes al Colegio Máximo. En el patio del Museo San Alberto, primer albergue de los jóvenes monserratenses, los cinco esquilones distribuidos en seis nichos de la espadaña en ángulo, de origen potosino, marcaban cada día el ritmo de la oración, del recogimiento, del estudio y la recreación. Amanecía, y con sus repiques llamaban a los feligreses, por un lado, y a los convictores, indicando que era la hora de asistir a clases.
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La Iglesia de la Compañía también participaba de lo cotidiano con sus cuatro campanas. Nos interesa la más pequeña, instalada en 1750: era la que cumplía exclusivamente la función de llamar a las aulas a los estudiantes de la Universidad, incluso después de haber sido expulsados los jesuitas. Calló su sonido en 1918. A más de llamar a clase, las campanas de la Compañía saludaban en un alegre repiqueteo al flamante Doctor que paseaba por las calles de la ciudad, en dirección al acto solemne de Colación de Grados.
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Tañidos y repiques de antaño se continúan en la pequeña campana de nuestro Colegio… Indica, igual que en esos tiempos pasados, la primera llamada del ingresante para rendir su examen de ingreso, la hora de inicio y término de una clase, los recreos, los actos… Convoca cuando es la hora de la Cena Académica de Egresados… Y redobla, con el redoble más esperado por la promoción de cada año, para anunciar que llegó el momento anhelado de tirarse a la Fuente…
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Después de seducirla mes a mes, la Fuente se deja conquistar el último día de clases. La campana suena para la promoción y por la promoción, y a su llamado estallan gritos de alegría y camaradería expresada en el abrazo fraterno, en un imperfecto círculo infinito, alrededor de la Fuente, para entonar, con más corazón que nunca, los versos del Himno del Colegio. Abrazo de hermanos. Abrazo a la Fuente. Abrazo al Colegio. La clásica Fuente de mayólica cumple una clara función ornamental. Su elegante belleza se despliega cuando el agua corre, salta, desborda y se desliza por la loza esmaltada de vivos colores. El cuadro es elocuente. Sin embargo, simboliza mucho más… La Fuente atesora en su cuerpo todos los libros, todas las lecciones, todas las campanas, toda el agua… La Fuente, corazón delator, late al ritmo de las almas en el centro del Patio Mayor. Hacia arriba, cruzando los pinos, atravesando todo el espacio, las corbatas cortadas y anudadas, que los futuros egresados nunca volverán a usar como alumnos; en galerías y ventanas de las dos plantas superiores, banderas de la promoción y un público exclusivo de cientos de rostros que presencian la extraña mezcla de euforia y
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llanto de los que han llegado al final de un camino… No lo saben, quizá sí, quizá solo lo intuyen: el agua es principio primordial de origen, de vida, de ablución. La ablución que se renueva ritualmente cada año constituye dejar atrás al niño y adolescente para nacer a la vida de adulto. La tradición de la Fuente tiene poco más de medio siglo, y comenzó como una travesura; progresivamente se resignifica como el escenario donde tiene lugar uno de los episodios de la juvenilia monserratense.
Las primeras promociones que dan cuenta de la tirada datan de los años 50 del siglo XX, cuando había piedras y peces de colores, y solo se arrojaba (o se amenazaba con hacerlo) al más estudioso, al más disciplinado o al más alcahuete. No era un acto voluntario. Sucedía el último día de clases, después de los trimestrales; sacaban los peces y arrojaban a dos o tres como broma, contra su voluntad. Esta conducta se inscribe en la línea de una transgresión al Reglamento, a modo de travesura o picardía, una especie de baño lúdico. Como el Colegio no lo autorizaba, los celadores corrían a los osados que aventuraban lanzarse
al agua, que al fin lo lograban como un acto de heroísmo individual, sin grupo ni espectadores. Se recuerda que el Rector Escuti era tan estricto, que a menudo hacía vaciar la Fuente para impedir tales gestas. Ya hacia el 63 se tiraban todos, de a uno, patinaban, caían, y los más chicos observaban desde los balcones el espectáculo brindado por los mayores. Era ya una fiesta más colectiva. Es curioso que alumnos de esa misma promoción del 63 recuerden haber contemplado, cuando estaban en los primeros años, a los mayores
tirarse, y haber creído que la travesura era una tradición centenaria. Poco a poco, la travesura se convirtió en una picardía tolerada; los ordenanzas, entre ellos un jovencísimo Negro Domínguez, retiraban las piedras y subían los peces al pilón de la Fuente. Eso era lo más organizado, el resto, el tirarse, era puro caos. Hacia los años 70, la relación entre Fuente y alumnos se estrechó, al punto que no se concebía un egresado sin la Fuente. El hecho era, sin
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duda, una violación permitida al reglamento. No había un permiso oficial de las autoridades ni estaba explícitamente prohibido, pero iban ocurriendo en los días previos signos preparatorios que alentaban la zambullida: nuevamente, los ordenanzas retiraban los peces y las piedras. El consentimiento era tácito. El distingo de la inmersión consistía en que debía realizarse en completo y pleno uniforme. Hacia el año 78, algo más organizados, todos se abrazaban, cantaban el Himno y saltaban adentro sin más prolegómenos.
Y la travesura se convirtió en costumbre, y la costumbre devino en tradición. Hoy se realiza el último día de clases, pero antes de los exámenes trimestrales. Es una tradición que comienza a prepararse, en los inicios del año lectivo, en los recreos largos de los viernes, cuando todos se abrazan alrededor de la Fuente y entonan el Himno del Colegio. Esa instancia, de ir rodeándola de a poco, la viven como un
¡presente! que grita la promoción, anunciando a toda la comunidad que ella es la que egresa ese año. Y lo asume con la responsabilidad de pasar la llama del amor al Colegio a las promociones que vienen por detrás. Hoy llaman bautismo a la otrora travesura. Bañarse y sumergirse en esas aguas marca el pasaje de algo que concluye para emerger a la nueva vida de adultos universitarios; corona el esfuerzo y el mérito de haber ingresado, transcurrido y concluido; en ese momento único, ellos mismos reafirman el valor del estudio y el trabajo para alcanzar un objetivo. Finalmente, es el sello del agua que no apagará nunca más la pasión encendida por Duarte, sino que renovará, a lo largo del tiempo, las vivencias de siete años. Es, simbólicamente, la rúbrica que confirma la pertenencia, en cuanto a que los egresados sienten que definitivamente forman parte del pasado, del presente y del futuro del Monserrat.
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De la vida y evoluci贸n de los edificios
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De Caroya La estancia de Caroya fue adquirida en 1616 por los jesuitas y vendida en 1661 a Duarte y Quirós, quien la donó en 1687 al Monserrat. Su función principal era abastecer al Convictorio, producir para vender y ser el lugar de descanso y vacaciones de los estudiantes.
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Con la extradición de la orden en 1767, muchos aprovecharon el caos que se originó y se apoderaron de algunas tierras de la estancia, lo que ocasionó, con el tiempo, serios perjuicios económicos. Desde entonces, fue cambiando sus funciones, y su uso y productividad estuvieron relacionados con las circunstancias históricas de nuestro país.
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Hacia 1780, ya en manos de los franciscanos (al igual que el Convictorio), no solo había dejado de producir utilidades, sino que además ocasionaba gastos para mantenerla. En los umbrales del siglo XIX, con la preparación de las gestas revolucionarias, el Movimiento de Emancipación la transformó en Fábrica de Pólvora y Fábrica de Armas Blancas. Volvió a funcionar como casa de descanso para los alumnos del Monserrat desde que, en 1816, la fábrica cerró. 80
En el transcurrir del siglo XIX, siguieron las malas administraciones, lo cual incidió en la situación del Colegio. Casco y hacienda se deterioraron. Hacia 1863, se firmó un contrato de arrendamiento de la estancia, en el que se obligaba al firmante a sembrar el terreno, enviar frutas y leña para el consumo del Colegio,
permitir que el Rector residiera allí en el verano y los alumnos pasearan por el campo y comieran frutas cuando deseasen. En los años de la formación de las Repúblicas Modernas (últimas décadas del siglo XIX), y ante la llegada masiva de inmigrantes, el Doctor Nicolás Avellaneda (ex alumno), en ejercicio de sus funciones presidenciales, loteó parte de la estancia para cumplir su plan de radicación de colonos, y dio origen a Colonia Caroya, en 1878. Mientras se adjudicaban los lotes respectivos, la Casona funcionó como hospedaje para los inmigrantes. En 1941 fue declarada Monumento Histórico Nacional. En 1964, el Gobierno Provincial la expropió.
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Desde el año 2006, y con la intención de recuperar la memoria histórica y consolidar el sentido de pertenencia a una Institución y a su tradición, alumnos de séptimo y primer años, preceptores, docentes, personal de la casa y autoridades, evocan la Estudiantina Monserratense con la recreación de la llegada a la Estancia portando antorchas, con vestimentas de época, estandartes y la talla en madera de la Virgen Morena. Acompañados por actores, reviven el momento cuando eran recibidos en el casco de la casa por Duarte y Quirós y el Prefecto, quien lee el Reglamento interno que regulaba la convivencia, la oración y las tareas laborales. Recién entonces, por la pequeña escalinata recorren el patio, las galerías, los claustros… Revivir esta añeja costumbre, volver a pasarla por las cuerdas del corazón, significa continuar llevando la luz del Monserrat y mantenerla encendida, en la casona y en los espíritus jóvenes. Es no dejar que se extinga, haciendo pie en el pasado y proyectándola hacia el futuro.
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Del Monserrat El Real Colegio Convictorio de Nuestra Señora de Monserrat vio la luz en la casa paterna de Ignacio Duarte, que ocupaba el solar en la esquina de las calles Universidad (Trejo) y Real (Caseros).
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La casa familiar sufrió ampliaciones y refacciones para ser convertida en el Convictorio; a principios del siglo XVIII, las instalaciones resultaron insuficientes y se construyó un nuevo edificio de cal, canto rodado y ladrillo, al que se estructuró con cuatro patios y sus respectivos claustros, capilla, cripta, sacristía, aposentos, refectorio, oficinas y sótanos. Después de la expulsión de los jesuitas, precisamente en 1780, el Obispo Fray José
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Antonio de San Alberto puso de manifiesto al Cabildo el estado deteriorado del inmueble, por el uso y la humedad. Con el argumento de que carecían de espacio y comodidades para desarrollar las actividades del Convictorio, propuso que se construyera un edificio nuevo en la parte abandonada del Colegio Máximo, en el solar que actualmente ocupa, y concretó así su interés especial de instalar un Colegio para Niñas en la que fuera primitivamente la casa de Don Duarte: el edificio se transformó en la Casa de Niñas Nobles Huérfanas. La vieja esquina de Caseros y Trejo, donde hoy funciona el Museo San Alberto, guarda vestigios de la época jesuítica, es decir, del Colegio de Monserrat, celosamente cuidados y preservados por sus directores. Allí funcionó la
primera Imprenta (y única hasta 1807), no solo de Córdoba, sino del Virreinato del Río de La Plata, para cubrir las necesidades bibliográficas de las cátedras universitarias. En España se adquirieron matrices, caracteres y letras, y la maquinaria fue instalada, pocos años antes de la expulsión, en dos sótanos comunicados entre sí, muy aptos para este propósito, debido a que, por el clima seco de Córdoba, para imprimir el papel se requería cierto grado de humedad (con el que contaban los sótanos); luego debía secarse lentamente para evitar que se quebrara. La iluminación provenía de dos troneras, todavía abiertas al exterior. En las paredes se observa un rasgo típico de la arquitectura jesuítica: los mechinales, empleados para introducir el madero que sostenía el andamio y continuar la construcción hacia arriba. Nunca
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los rellenaban, y por eso funcionaban, además, como sistema antisísmico. Al ser expulsada la orden, la imprenta quedó abandonada y luego, en 1780, trasladada por el Virrey Juan José de Vértiz a la Casa de Expósitos. El Monserrat recibió 1000 pesos, 500 menos de lo que había costado. Hoy se desconoce su paradero; en cuanto a los sótanos, se aprovecharon como depósito de la Casa de Huérfanas. Al pie de la escalera que da acceso a estos sótanos, se encuentran las únicas baldosas originales, recuperadas en la excavación arqueológica de 1978-1980.
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En 1782, se efectivizó el traslado del Colegio al sector Sur del edificio universitario. Para ese entonces, y desde que el Colegio Máximo había sido transformado en Universidad, la calle San Luis (Duarte Quirós) se había cerrado, de tal manera que unía la antigua manzana jesuítica con la siguiente, en dirección Sur (hacia el actual Boulevard San Juan). De esta manera, por ejemplo, el refectorio atravesaba la calle San Luis. En el mismo inmueble se alojaron Universidad y Convictorio, comunicados internamente a través de la puerta izquierda del frente de la Compañía, hasta que se abrió una nueva en la pared izquierda del pretil de la Iglesia.
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En nuestros días, en el sector Norte del edificio primitivo reside el Rectorado de la Universidad, dependencias y aulas; en el Sur, el Colegio Nacional de Monserrat, remodelado desde 1927.
Roca la remodelación, que debía adecuarse al estilo de las fachadas desde su fundación. Roca realizó el proyecto en estilo neocolonial, y el Colegio, con la cara remozada, se inauguró el 11 de octubre de 1927.
El aspecto edilicio volvió a modificarse significativamente desde las últimas décadas del siglo XIX. Lo primero fue la reapertura de la calle San Luis (Duarte Quirós) en 1875, por razones urbanísticas; implicó la demolición de las construcciones que la ocupaban y atravesaban hasta entonces. La fachada quedó trunca y la capacidad del Colegio, sensiblemente disminuida.
El rediseño respetó el claustro y las bóvedas de la planta baja, pero amplió el número de aulas y dependencias, al tiempo que recuperó y embelleció las fachadas con aberturas en arco de medio punto y medallones ornamentales entre ellas, el enmarque de puertas y ventanas; realzó la puerta principal de ingreso con columnas salomónicas a los costados y, coronándola, el escudo de Duarte. Incorporó una torre con la gran esfera de un reloj que, con las torres de la Compañía, equilibra el conjunto de la cuadra de una esquina a la otra.
En 1926, el Ingeniero Bonet, Rector del Monserrat, encargó al Arquitecto Don Jaime
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El hall de ingreso está revestido con mayólicas españolas (Talavera de la Reina), y presenta una cancela de hierro forjado, con el escudo del Fundador. En la Sala de Profesores, inicialmente refectorio, se colocaron dos piezas en piedra sapo sobre la chimenea: un antiguo escudo de Ignacio Duarte y el dintel (supuestamente original) de la entrada del Colegio primitivo, que exhibe la M de María, Patrona del Monserrat. La fachada de Duarte Quirós presenta dos patios cerrados por tapias a la calle; son testimonio del truncamiento del edificio en 1875. Uno de esos patios externos da entrada a lo que forma parte del acervo de anécdotas y leyendas del viejo edificio. Descendiendo
algunos escalones, se arriba a una dependencia subterránea, de techo abovedado, muros gruesos con grandes arcos, en cuyo fondo permanece un poyo o asiento de material. A la izquierda de esta habitación, comunicada por una puerta pequeña, nos encontramos con otra similar, prácticamente gobernada por la oscuridad. No se sabe exactamente la función que cumplían; la tradición oral, más vinculada con lo misterioso, explica que serían o bien cuartos de aislamiento y penitencia a donde se enviaba a reflexionar a quienes faltaban a las normas del Colegio; o bien el punto de partida de túneles que pondrían en contacto, desde el subsuelo, al Colegio con otros lugares. No obstante, alejado del ámbito de lo legendario, es muy probable que fueran dependencias comunicadas con otras que pertenecían al Colegio y quedaron del otro lado
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de la calle; o que funcionaran como despensa o depósito, pues por su ubicación se encuentran cerca de lo que era el refectorio.
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Frente a la Sala de Profesores, y desde 1930, un templete reproduce en cerámica la imagen de la Virgen Morena, obra del ceramista español Fernando Arranz. En el Salón de Actos del primer piso, una hornacina resguarda una talla en madera, réplica a escala de la Moreneta montserratina donada en 1992 por la Asociación de Relaciones Públicas de España, con la colaboración de la Generalitat de Cataluña y la Abadía de Montserrat. En 1937, se sumaron aulas, depósitos y una galería en la terraza sobre el patio, ubicada en el frente posterior del cuerpo sobre calle Trejo. De este modo, se ganó una planta más que no es percibida desde el exterior, pues
queda oculta en la pendiente del mismo techo, revestido de tejas españolas. En la Sala de Rectores, el Colegio cuenta con una pinacoteca: galería de retratos de algunos rectores, como del Doctor Eduardo Ramírez de Orellano, Fray Pantaleón García, José María Bedoya, Filemón Posse, Deán Gregorio Funes, Emiliano Cabanillas, Telasco Castellanos, Valeriano Torres, Rafael Bonet, Torrás Clavero, Rafael Escuti, Ricardo Pedernera, Fernando Beato. En el primer piso se readecuaron los gabinetes y laboratorios existentes, y se construyó un gran salón de actos, hoy ornamentado con un mural de Claudio Bogino, artista y alumno del Colegio al momento de pintarlo; la obra representa al Monserrat como centro y faro de la conquista cultural de estas latitudes.
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Declaraciones El Colegio Nacional de Monserrat, materialización local de la herencia de la orden fundadora, fue declarado Monumento Histórico Nacional por Ley 12.365, el 25 de julio de 1938. Su custodia y vigilancia quedó a cargo de la Comisión Nacional de Museos, Monumentos y Lugares Históricos.
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En noviembre de 2000, el reconocimiento del legado jesuítico presente en Córdoba, repartido entre las estancias (una de ellas, Caroya) y el conjunto céntrico de la Manzana Jesuítica (la Iglesia de la Compañía de Jesús, la Capilla Doméstica, la Casa de Trejo y nuestro Monserrat), se convirtió en Patrimonio Cultural de la Humanidad por declaración de la Asamblea Anual de la UNESCO.
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Sin dudas, uno de los grandes hitos del siglo XX en la vida del Colegio. Porque nos pertenece por herencia, pero le pertenece a toda la humanidad. Tenemos y cumplimos a diario la tarea de resguardarlo y preservarlo. Y eso se logra de manera viva; porque el Colegio es Museo, pero viviente: respira cada día al ritmo de los cientos de estudiantes, docentes, no docentes, autoridades que allí convivimos y procuramos conservar el patrimonio arquitectónico y espiritual del Fundador, así como el patrimonio intangible de la educación impartida durante trescientos veinticinco años. Las últimas remodelaciones en la infraestructura del Colegio guardan relación con el proyecto de Patrimonio que transformó la Manzana en un ámbito de Museos.
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En aquel 2000, una Comisión integrada por el Rector de la Universidad, el Decano de la Facultad de Derecho y Ciencias Sociales, la Directora de la Biblioteca Mayor, el Rector del Colegio Nacional de Monserrat y el Superior Jesuita de la Iglesia de la Compañía de Jesús,
entre otros, encargó al Colegio la creación de una sala de exhibición que marcó la continuidad con las salas contiguas en el área del Rectorado, donde se ubicó la Librería Jesuítica3. Para convertir los ámbitos existentes de toda la Manzana en Museo Histórico de la Universidad Nacional de Córdoba, se buscó recuperar la integración visual de las dependencias: puertas para conectar espacios y grandes paños vidriados ponen de manifiesto la continuidad y conexión interna que existía originalmente. El área ocupada hasta entonces por la Biblioteca del Colegio dio paso a la Sala de Exhibiciones del Museo Histórico del Colegio Nacional de Monserrat. La Sala, cuya visita se comparte con el Museo Histórico de la Universidad, exhibe una colección de máquinas de Física, Química y Astronomía, compradas en su mayoría en el siglo XIX a Francia y Alemania. Algunos instrumentos son, por ejemplo, Balanzas, Globo Pizarra, Globo Celeste, Telescopio, Máquina de Vacío, Episcopio, Máquina de Wehrsen, Modelo de Máquina de Vapor con Caldera… La mayoría fueron comprados en casas destacadas como Max Kolh, Deluil, Ducreteit, Leitz.
Alberga además el Archivo Histórico del Colegio, con libros como un Diccionario de Latín, T. IV, impreso en Italia en 1705; el Libro de bautismos de esclavos, T. IV, 1759 (contiene los bautismos de esclavos nacidos en las rancherías del Real Colegio Convictorio de Nuestra Señora de Montserrat, desde el año 1759 hasta el año 1792); Fundación del Colegio de Monserrat, T. II, 1687 (documentos relativos a la Fundación del Colegio, con los permisos reales, las donaciones del Presbítero Ignacio Duarte y Quirós, reglas institucionales para el Convictorio de la Compañía de Jesús, entre otros). La Biblioteca se reubicó en un ámbito cedido por la Facultad de Derecho; permaneció, de este modo, integrada totalmente al Colegio. 3
La recuperación de los libros que conformaron la antigua Biblioteca Jesuítica se gestionó por una comisión designada por el Rectorado de la Universidad Nacional de Córdoba; el Presidente Doctor Carlos Saúl Menem dispuso, por decreto 1376/99 del 25 de noviembre de 1999 la restitución del material que se hallaba en la Sala del Tesoro de la Biblioteca Nacional; el Presidente Doctor Fernando de la Rúa ratificó y efectivizó el traslado en un acto llevado a cabo el 29 de marzo de 2000.
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Ăšltimos grandes cambios
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L
os cambios que se fueron produciendo en la infraestructura del edificio del Colegio, desde aquella casa con tienda de la familia de Simón Duarte, la adecuación del sector Sur del edificio de la Universidad, la remodelación de Roca en 1927, hasta las últimas reformas en función del Museo de la Universidad y la recuperación de la comunicación interna de la Manzana, no son los únicos.
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Dos acontecimientos marcan una profunda transformación de la Institución, fruto de la adaptación a los tiempos, sin perder el espíritu, el Alma Máter monserratense; dos acontecimientos que significan dos grandes pasos en la vida del Colegio.
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El mixto: por Ordenanza del Honorable Consejo Superior de mayo de 1997, se reglamentó la inscripción de aspirantes sin distinción de sexo, transformándose de esta manera en una Institución de educación mixta. Aunque no han transcurrido tantos años, los debates y las rencillas han quedado muy atrás. Si en ese entonces se consideró anacrónico cuestionar el ingreso de las mujeres, hoy es anacrónico hablar del tema como si fuera algo extraño o raro. La reforma amplió la posibilidad de que los padres inscribieran a sus hijos, de ambos sexos, en un Colegio con orientación humanista. Esa orientación, ese plan de estudios y esa pedagogía continúan dando sus frutos en todo el alumnado que actualmente forma parte del Monserrat. La tradición que se mantiene es el Alma Máter del Colegio: la procuración de la formación académica de calidad, formar futuros estudiantes universitarios que ya son y serán los hombres y mujeres en cuyas manos descansa y descansará el país que todos queremos, el mundo mejor que necesitamos. Si la transición significó una adaptación, es lógico y esperable que así haya sido. Hoy no hay conflictos ni diferencias. Muchas egresadas y
egresados vuelven al Colegio y devuelven en amor y dedicación, como preceptoras, preceptores y docentes, lo que la Institución les dio. La personalidad del Colegio cambió con la presencia de las mujeres, pero solo para configurar una nueva: la mixta. El espíritu monserratense se mantiene imperturbable y se imprime en cada uno de los corazones de mujeres y varones, con la misma intensidad y pasión. Es nuestra obligación y nuestra responsabilidad procurar llevar adelante, con empeño, honestidad y por el bien común el proyecto de formar alumnos, mujeres y varones, con perfil humanista, preparados para enfrentar el mundo universitario, el mundo, en fin, como hombres y mujeres probos, responsables y solidarios, con hábito de estudio y esfuerzo para la consecución de los objetivos que se impongan en la vida. El sexo en el Monserrat ya no es un conflicto ni un debate. Es una actualidad. Es como la vida… afortunadamente, mixta. La democratización del Colegio: por Ordenanza del Honorable Consejo Superior, de agosto de 2009, el Monserrat se democratizó con la creación de Consejos Asesores y con la elección de las autoridades mediante la selección de ternas.
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Con la creación de Consejos Asesores (uno para el Nivel Secundario y otro para el Terciario) se incrementó la participación democrática en la vida del Colegio, y se posibilitó el asesoramiento de cada uno de los estamentos de la comunidad educativa. Por disposición del Honorable Consejo Superior de la Universidad Nacional de Córdoba, en el Reglamento del Colegio se debió reemplazar, en todos los casos, los términos Rector y Vicerrector por los de Director y Vicedirector, respectivamente. Director y Vicedirectores son seleccionados de entre la terna de fórmulas que proponen los Consejos Asesores del Colegio reunidos en plenario. Los Consejos Asesores tienen la función de asesorar al Director, formular propuestas y propiciar el intercambio de opiniones relativas a asuntos normativos, académicos, administrativos, de extensión y estudiantiles, en los respectivos niveles. 110
Valga agregar que, mientras se escriben estas líneas, están en pleno funcionamiento los Consejos y la primera terna de autoridades elegida democráticamente, de la cual forma parte, por primera vez, una docente mujer, como Vicedirectora Académica.
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Últimas palabras Trescientos veinticinco son muchos años de vida para que todo permanezca inalterable. El Colegio tiene vida, pertenece a una comunidad y, en una especie de retroalimentación, se ve afectada por los cambios de la sociedad al tiempo que él mismo los ha generado y los genera. Está visto, por el recorrido histórico realizado, que no se encuentra exento de sufrir las consecuencias de mezquindades e intereses individuales, de tomar una línea ideológica u otra, de acuerdo con quién tenga su dominio. Por todo ello, el mixto, la democratización son, sí, grandes pasos, pero al mismo tiempo es natural que así haya sido, porque así es la vida, y el Colegio Nacional de Monserrat no es solo un conjunto de muros históricos, es un ser vivo, pues cada uno de los que pasamos por sus pisos y sus claustros lo llenamos de risas, llantos, esperanzas, deseos, enojos, a diario. Todo lo demás ya es anécdota. Que hubo un mixto en el turno noche, allá por la década del 50, que según dicen quienes lo cursaron, tenía el mismo plan de estudios, duró cinco años y contaba con diez mujeres. Que la que todos llamamos la primera promoción mixta en el siglo XXI vivió con igual intensidad los siete años camino a la Fuente; que hoy resulta graciosa la dificultad de muchos profesores, en aquel entonces, de no saber cómo dirigirse a las alumnas y nombrarlas jóvenes o señores; que todos, varones y mujeres, no miraron diferencias, se incluyeron, sintieron
los mismos nervios y miedos y admiraciones, y en todos se generó el sentido de pertenencia que tanto nos caracteriza. Pues que trescientos veinticinco son muchos años para que todo permanezca inalterable. O casi todo. Porque sí persiste un algo intangible que no muda con el tiempo y los avatares de la historia: el espíritu que el Fundador talló para siempre en el destino y alma del Colegio. Educar en Virtud y Letras. Inculcar valores humanos en la convivencia diaria. Enseñar a razonar, a pensar, como herramienta valiosa para toda la vida. Enseñar a ser humildes para reconocer los errores y ser capaces de enmendarlos. Formar mujeres y hombres respetuosos, tolerantes, preocupados por el bien común, aún más en la sociedad de hoy en la que se han desdibujado los límites del respeto al otro. Quizá siga siendo una empresa quijotesca. Quizás haya más de un molino en el camino, y soplen muchos vientos adversos, y caigamos. Pero sabemos que vale la pena levantarnos y continuar la ciclópea tarea de educar y aprender, en virtud y letras. De educar. Es lo que nos define. Es lo que hacemos. Es lo que somos. María Elena Tarbine Abril de 2012
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Rectores del Colegio Nacional de Monserrat
Periodo Inicial o Jesuítico R.P. Blas de Silva S. J. (1703) R.P. Cristóbal Gómez S. J. (1703) R.P. Ramón de Yegrós S. J. (1704/1708) R.P. Lorenzo Rillo S. J. (1714) R.P. Bruno Morales S. J. (1732/1744) R.P. Luis de los Santos S. J. (después de 1732) R.P. Ladislao Orosz S. J. (1734/39 – 1758/66) R.P. Juan de Escandon S. J. (antes de 1747) R.P. Ignacio de Leiva S. J. (1754/1756) R.P. Manuel Querini S. J. (1757/1758) R.P. Domingo Muriel S. J. (1757) R.P. Gaspar Pfitzer S. J. (1767)
Periodo Intermedio Etapa franciscana R.P. Francisco Javier Barzola Fr. (1767/68) R.P. Pedro Nolasco Barrientos Fr. (1768/77) R.P. Pedro José Parras Fr. (1778/84) R.P. Pedro Guitian Fr. (1784/93) R.P. Pedro José Salivan Fr. (1793/1802) R.P. Pantaleón García Fr. (1802/07) 114
Etapa del Clero Secular Deán Gregorio Funes (1807/10) Dr. José Ariza (Interino) (1810) Dr. José Felipe Funes (1810/12) Dr. Tomás de Aguirre (1812/15) Dr. Manuel Calixto del Corro (1816)
Dr. Bernardo Bustamante (1816/17) Dr. José Alberto Alberro (1817/19) Etapa Provincial Dr. José María Bedoya (1819/28) Dr. Estanislao Learte (1829) Dr. Saturnino de Allende (1830) Dr. Benito Lascano (1831) Dr. José Hipólito Ramallo (1831/35) Dr. Gaspar Martiarena (1836/48) Dr. Eduardo Ramírez de Arellano (1838/55) Etapa Nacional Dr. Tiburcio López (1856/61) Dr. Eusebio Bedoya (1862/64) Dr. Emiliano Cabanillas (1864/76) Dr. Filemón Posse (1876/81) Dr. Telasco Castellanos (1882/91) Dr. E. Palacios (1891/92) Dr. Temístocles Castellano (1893/95)
Dr. Ricardo Pedernera (1966/78) Dr. Fernando Beato (1984/96) Ing. Jorge Bobone (1996/2006) Lic. Héctor Martínez (Vice Rector Académico a cargo del Rectorado) (2006/10)
Equipo de Gestión Institucional Director Ing. Aldo Sergio Guerra (2010/…) Vicedirector Administrativo Arq. Hernán Enrique Moya (2010/…) Vicedirectora Académica Lic. Adriana Verdi (2010/…)
Periodo Universitario o Contemporáneo Dr. Rafael García Montaño (1895/1918) Dr. Fidel Bazán (1918/20) Dr. Justiniano Torres (1921/22) Ing. Rafael Bonet (1922/46) Dr. Valeriano G. Torres (vicerrector a cargo) (1947/48) Dr. Valeriano G. Torres (1949/54) Dr. Miguel A. Torrás Clavero (1955 – 1978/84) Dr. Rafeal Escuti (1955/66)
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Cuerpo de docentes y no docentes del Colegio Nacional de Monserrat
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Abdel Masih, José María Acosta, Hernán Alfredo Aghemo, Franco Ezequiel Agüero, Clara María Aguirre Littvie, Ana Alcázar, María José Alonso, Mario Alejandro Álvarez, Alejandro Álvarez, Cecilia Amaya, Alejandro del Valle Ambrosio, Julio Cesar Angeloni, Daniel Alberto Angilello, Daniel Horacio Angilello, Sebastián José Aracena, Alejandra Micaela Aranciva, María Elvira Astrada, Estela María Astudillo, Pablo Daniel Atea, Elías José Bajo, Juan Manuel Baldi, Elena Baldi Víctor Fernando Barbarini, Natacha Bario, Rosa María Bario, Verónica Barrale Rubén Darío
Barrios, Marcelo Emilio Barros, Florencia Soledad Basile, Diana Patricia Bastet, Georgina María Basualdo, Flavia Silvina Bazán, Blanca Bellessi, Pedro Javier Benavides, Marcela Hiede Bianchettin, Marisa Bianchi, Juan Carlos Bonaterra, Mónica del Valle Bonetto, Guillermo Brito, Hugo Eduardo Britos, Sofia Elena Brizuela, Patricia Al. Brocca, Agustina María Brusco, María Alejandra Burba, Elizabeth Cabral, Agustín Francisco Caeiro, Ana Alejandrina Camaño, José Ernesto Camino, Mario Guillermo Candela, María Adela Cápolo, Marco Alberto Caputto, Daniel Roberto Caravello, María José
Carena, José Carini, Silvana Carreras, Elvio Alberto Carreras, José María Carreras, Roberto Castaños de Maussion, Alejandra Casas, José Alberto Casañas, Hugo Martín Casermeiro, Carlos Antonio Casini, Juan Alberto Casini, Maximiliano Alberto Castro, Arturo Eduardo Catramboni, Ramón Ceballos, José Ceballos, Walter Cejas, Efraín Gabriel Cejas, Walter Eugenio Centurión, Gabriela Soledad Chaij, María Pía Chueca, Marta Isabel Cima, Aldo José Cima García, Carlos Ezequiel Clariá, Carlos Julio Colmenares, Emilce Constenla, María Cristina Coppa, Margarita
Coraglio, Oscar Alberto Córdoba, José Domingo Cornet, María Eugenia Corrales, Raúl Guillermo J. Damiani, Andrés Tomás D’amico, Nélida del Valle Dávila, Araceli De La Rosa, Adolfo Javier Delicia, Darío Daniel Deluca, Julio Eduardo Degiorgi, Gabriela Maricel De María, Mariela Díaz Gavier, Felisa Díaz, Martha Susana Díaz, Sonia Noemí Dichiara, Marco Di Tofino, Ezequiel Dondio, Sergio Alejandro Ebole, Carlos Leonardo Echavarría, Luis Alberto Echavarría, Mariana Escalera, Jorge Alberto Escalera, Miguel Ángel Estrada, Fabián Martín Eusebio, Hugo Adolfo Fanto, Silvia
Ferla García, Víctor Hugo Fernández, Marcela Fernández, Mario Victorio Fernández, Marta Beatriz Fernández, Roberto Leandro Fernández, Salvador Ferrer Pelliza, Francisco Nicolás Ferrero, Mariano Guillermo Ferrero, Carlos Esteban Ferrero, Leandro Ferreyra, Ángel Gustavo Ferreyra, Carlos Ferreyra, Mariana Ferrino, Gabriela Elizabeth Ferrino, Marcelo Rafael Fillol, Patricia Flores, Beatriz Margarita Flores, Santiago Alejandro Fontana, Alberto Forte, Jorge Alberto Forte, Mario Antonio Fosch, Ana Inés Fourcade, Graciela Noemí Fragueiro, Miguel Ángel Freytes, Daniel Humberto Freytes, Luis María
Frontera, Ramón Emmanuel Frontera, Ramón Humberto Furlan, María Gina Gallardo, Marcelo Gabriel García Montaño, Carolina García, Rogelio Martín Gargiulo, Hebe Ester Garutti, Silvia Mónica Gatti, Raúl Oscar Gerbauer, Verónica Gelonch, Francisco Javier Gelosa, Ernesto Gabriel Gerolin, Carlos Gezmet, Sandra Gigena Basualdo, María Noel Giménez, María Constanza Gómez, Marcelo Martín González Achával, María José González, Marcelo Rafael González, Marta Elena González, Verónica Gor, Guillermo Daniel Graffigna, Fernando Bautista Granero, Oscar Andrés Grand Grundy Esteban Greiff, Sergio Gustavo
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Guerra, Aldo Guzmán, Marcelo Nicolás Helale, Gabriela Amelia Infanzón, Jorge Daniel Iparraguirre, Silvia Jacobo, María Rosa Jaime, Marcelo Sandro Jerez, Susana Lascano Buteler, Francisco Lazarte Gauna, Rubén Ledesma, María Belen Lencinas, Roberto Eduardo León, Verónica Lescano, Nestor Leuci, Matías Miguel Leyba, Roberto Lombroni, Fernando Carlos López Carusillo, Manuel López Fabre, María Gabriela López, Guillermo López, Jorge Alberto López, Leoncio Madussi, Exequiel Enrique Manavella, Atilio Mancini, Leticia Manzano, Manuel Eduardo
Marangonzín, Maximiliano Marcucci, Elsa Beatriz Mariani, Anabella Leticia Mariani, Leonardo Márquez, Horacio Martínez, Hernán Ignacio Martínez, Miguel Ángel Martínez, Silvia Martino, Walter Osvaldo Massa, Agustín Abel Mateos, Cecilia Inés Medina, María Cristina Méndez Casariego, Guillermo Mensio, Silvia Susana Micolini, Armando Minuet, Miguel Miranda, Adrián Rubén Moisset de Espanes, Gastón Montoya, Pastor Eduardo Morales, Ernesto Martín Moya, Hernán Enrique Moyano, José Ignacio Muchaga, Nora Patricia Muiño, Mariana Navarro, Daniel Leonardo Nazar, María Rosa
Nicotra, Guillermo Nievas, Miguel Ángel Noya de Cano, Carmen Olcese, Francisco Olmedo Ferreira, Alfredo Ontivero, Mario Tomás Orellano, Pío Cándido Ortiz Morán, Ignacio Adolfo Ortiz Quirós, José Marcos Pacheco, Jesús Pacheco, Santiago Gastón Paleo, Marta Palmisano, Mónica Panzetta, Mariana Parodi, Lucía Hipatía Patoco, Carlos Daniel Patoco, Oscar Alfredo Pedroli, Juan César Peralta, Marina Estela Peralta, Miguel Pereyra, Sara Pérez, Segundo Pericola, Guillermo Piqueras, Daniel Osvaldo Pistone, Estela Pizzi, Mario Alberto
Podio, Marta Patricia Portela, Agustín Prado, Ceferino Rahal, María Josefina Requejo, Sergio Alberto Rivero, Cecilia del Valle Rivero, Rosanna Noemí Robledo Gerardo Lucio Robledo, Natalia Marcela Robles, Enrique Carlos Rocha, María Cristina Rodríguez, Jorge Romero, César Francisco Romero Despontín, José Luis Ruiz, Belen Ruiz De Los Llanos, Octavio Russo de Arias, Patricia Alba Sabaté, Juan Carlos Sablich, Miguel Sala Díaz, Mariano Ezequiel San Martín, María Gimena Sánchez, Ivana Soledad Sandín, Daniel Lucio Santamaría, Cecilia Scarafía Altamira, Diego Serrano, Diana
Severi, Norma Beatriz Sienra, Axel Souberan, Sofía Spinassi, Miguel Ángel Suárez De Guzmán, María Beatriz Suárez, Sebastián Sylvester, Federico Tapia, José Antonio Tapia, Virginia del Carmen Tarbine, María Elena Teobaldi, Daniel Timossi, María Belén Toledo, Marcelo Alejandro Torres, Cecilia María Torres, María Luisa Torriglia, Pablo Agustín Torti, Miguel Tortone, María Victoria Trucchi Golaños, Carlos Ulla, Roberto Pascual Vale, Silvia Beatriz Vargas, Norma Vargas, Rubén Héctor Vargas, Natalia Vázquez, Martín Ángel Vázquez, Ramón
Vega Ponce, Paula Velásquez, Enrique Venezia, Ricardo Fabián Venezia, José Damián Venezia, Juan José Verdi de Rodríguez, Adriana Vilaró, Mario Lamas Vílchez Cabrera, Gabriel Alejandro Villada, Marcela Villada, René Ricardo Villafañe, Cecilia Villagra, Eduardo Villegas, Omar Edgardo Villanueva, Silvia Ángela Yadarola, Juan Zanghi, Gustavo A. Zárate, Jorge Zdero, Yohana Belén Zigarán, Alicia Zingone,Paulina
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Monserratenses destacados
Asistentes al Cabildo Abierto de Mayo de 1810, que votaron por el reemplazo del Virrey y nombramiento de una Junta de Gobierno: Manuel Alberti Domingo Belgrano Joaquín Campana Juan J. Castelli Agustín de Elía Juan Dámaso Fonseca Mariano Irigoyen Juan José Paso Juan Francisco Seguí Pascual Silva Braga Andrés F. Ramírez Ramón Vieytes José de Zeide
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Miembros de las dos primeras Juntas de Gobierno Manuel Alberti Juan J. Castelli Deán Gregorio Funes
Juan Ignacio Gorriti Juan José Paso Constituyentes de la Asamblea del 1813 Francisco Argerich Pedro Ignacio de Castro Barros Agustín Pío de Elía Gregorio Ferreyra Valentín Gómez Nicolás Herrera Nicolás Laguna Pedro F. Pérez Pedro Somellera Representantes en el Congreso de Tucumán de 1816 José Antonio Cabrera Pedro Ignacio de Castro Barros José Eusebio Columbres José Figueroa Alcorta Pedro León Gallo José Ignacio Gorriti Tomás Godoy Cruz
José Agustín Molina Juan José Paso Eduardo Pérz Bulnes J. Salguero de Cabrera José Thames Pedro Francisco Uriarte Delegados al Congreso promovido por Bustos, en Córdoba, 1821 José Dámaso Gigena (Córdoba) José Posidio Rojo (San Juan) Francisco Delgado (Mendoza) Felipe A. Iriarte (Jujuy) Nicolás Laguna (Tucumán) Pedro Ignacio de Castro Barros (La Rioja) Juan Cruz Varela (Buenos Aires) Constituyentes del Congreso de Santa Fe de 1853 Juan del Campillo Salvador María del Carril Santiago Derqui Agustín Delgado
Francisco Martínez Regis Juan F. Seguí Facundo Zuviría (Presidente) Convencionales de la convención Nacional de Santa Fe, de 1860 Valentín Alsina Carlos Bouquet Salvador María del Carril Francisco de las Carreras Pascual Echagüe Mariano Fragueiro Mateo Luque Octaviano Navarro Modestino Pizarro Juan Francisco Seguí Antonio Taborda Dalmacio Vélez Sarsfield Manuel M. Zavalla Presidentes de la República Nicolás Avellaneda Santiago Derqui José Figueroa Alcorta
Otros monserratenses destacados José Saturnino Allende Amancio Alcorta José Antonio Balseiro Juan Pablo Bulnes Ramón Bustos Gerónimo del Barco Elías Bedoya Eusebio Bedoya Manuel Vicente Bustos Felipe J. Cabral Agustín Gaspar Caeiro Cayetano Campana Telasco Castellanos Donaciano Campillo Arturo Capdevila Dionisio Centeno Justino César Ramón J. Cárcano Miguel Calixto del Corro Antonio Esquerrenea José de Elía Facundo Escalera
Alfredo Fragueiro Pedro J. Frías Ambrosio Funes José Felipe Funes Roque Funes Clodomiro Ferreira Froilán Ferreira Manuel B. Gallardo Rafael García Paulino José Gari Féliz T. Garzón Alejo del Carmen Guzmán Joaquín V. González Juan M. Garro Valentín J. Gómez Juan Felipe Ibarra Manuel Isasa Simón de Iriondo Marcos Juárez Estanislao Karlik Juan Crisóstomo Lafinur Saturnino Laspiur Pedro León Pedro León Feit
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Santiago de Liniers Juan de Dios Liniers José Liniers Tomás Liniers Estanislao Learte Manuel Lucero David Luque Enrique Martínez Paz Fernando Martínez Paz Ildefonso de las Muñecas Julio Méndez Juan Baltasar Maziel Mariano Medrano Pedro Medrano Juan Antonio Moldes Tristán Narvaja Manuel J. Navarro Miguel J. Nougués Rafael Núñez Alfredo Orgaz Arturo Orgaz Jorge Orgaz Raúl Orgaz Miguel Otero
Gabriel Ocampo Ramón E. Olavarrieta José Severo Olmos José A. Ortiz y Herrera José Santos Ortiz Juan Gregorio Pujol José María Paz Benjamín Paz Cleto Peña Domingo T. Pérez Genaro Pérez Manuel D. Pizarro Andrés Piñero Ambrosio Pérez Bulnes Filemón Posse Manuel Río José Vicente Reinafé Deodoro Roca Ernesto Romagosa Roque Sáenz de la Peña Marcos Sastre Norberto del Signo Mariano Torre y Vera Manuel Tezanos Pinto
Ignacio Vélez Luis Vélez Manuel Vidal Pedro Vella J. Vera y Pintado José del Viso Jorge Vocos Lescano
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Datos biográficos de algunos Monserratenses destacados
Manuel Alberti. Sacerdote nacido en Buenos Aires. Participó en las reuniones preparatorias de los sucesos de Mayo de 1810. Miembro de la Primera Junta de Gobierno Patrio. Nicolás Avellaneda. Tucumano. Abogado, periodista y orador notable. Ministro de Justicia e Instrucción Pública durante la Presidencia de Sarmiento. Presidente de la República. Inició la exportación de nuestro trigo. Se interesó por la educación y fue autor de la Ley que lleva su nombre, que garantizó la autonomía de las Universidades Nacionales. Intervino en la creación de la Academia Nacional de ciencias, en Córdoba, la que dio origen a las Facultades de Ingeniería y de Medicina. Fue Senador y Rector de la Universidad Nacional de Buenos Aires.
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José Antonio Balseiro. Cordobés. Doctor en Ciencias Físico-Matemáticas. Trabaja en la Universidad de Manchester en temas de física nuclear bajo la dirección del Prof. León Rosenfeld. Su vida estuvo dedicada en buena parte al avance de la física atómica y nuclear en la Argentina. Participó en la creación del Instituto de Física, de Bariloche, que hoy lleva su nombre, y fue su primer director. Agustín Gaspar Caeiro. Cordobés. Rector Interventor de la Universidad Nacional de Córdoba, designado por el Presidente Provisional Eduardo Lonardi. Ejerció el cargo desde septiembre de 1955 hasta mayo de 1956, cuando presentó la renuncia.
Arturo Capdevila. Cordobés. Abogado, Juez y Profesor de Filosofía y Sociología en su ciudad natal. Profesor de Literatura Argentina e Hispanoamericana en la Universidad de La Plata. Es considerado un verdadero polígrafo, ya que es autor de una producción tan extensa como variada: fue poeta, novelista, dramaturgo, historiador, ensayista y jurista. Su vida y su obra influyeron en la formación cultural de las generaciones jóvenes de su Patria. Ramón J. Cárcano. Cordobés. Ministro de Ambrosio Olmos en el Gobierno de Córdoba, promovió la creación del Parque Sarmiento, la construcción del Banco de Córdoba, del Teatro Rivera Indarte, del tendido de líneas férreas en la Provincia. Diputado Provincial y Nacional. Presidente de la Convención Constituyente de la Provincia. Gobernador de Córdoba en dos oportunidades no consecutivas. Embajador argentino en el Brasil. Juan José Castelli. Porteño. Jurisconsulto erudito. Participó en las reuniones secretas preparatorias de la Revolución de Mayo. Miembro de la Primera Junta de Gobierno. Extendió hacia el Norte los ideales de la Independencia. Pedro Ignacio Castro Barros. Riojano. Sacerdote y Doctor en Teología. Adhirió a la Revolución de Mayo. Representó a su provincia en la Asamblea del año 1813 y en el Congreso Constituyente de Tucumán, en 1816. Rector de
la Universidad de Córdoba durante dos períodos. Diputado por Córdoba y por Corrientes. Vicario Capitular del Clero de Córdoba. Santiago Derqui. Cordobés. Jurisconsulto. Presidente de la Legislatura Provincial de Córdoba. Secretario del general Paz. Diputado por Córdoba al Congreso General Constituyente de Santa Fe, de 1853. Durante el gobierno de Urquiza, fue Ministro de Justicia, Culto e Instrucción Pública. Sucedió a Urquiza en la Presidencia de la Nación, cargo interrumpido por la batalla de Pavón. José Figueroa Alcorta. Cordobés. Doctor en Derecho. Senador Provincial. Ministro de Gobierno de Córdoba. Ministro de Hacienda. Senador Nacional. Gobernador de Córdoba. Vicepresidente y luego Presidente de la Nación. Presidente de la Corte Suprema de la Nación.
corte Suprema de Justicia de la Nación, diplomático. Gregorio Funes (El Deán). Cordobés. Sacerdote y Doctor en Teología. Rector del Seminario de Loreto. Deán de la Catedral. Rector del Colegio de Monserrat. Rector de la Universidad de Córdoba. En 1810, adhirió a la Revolución de Mayo y a la Primera Junta. Fue representante de Córdoba ante la misma. Redactó el Reglamento del Primer Triunvirato. Autor del primer libro sobre nuestra historia, Ensayo de la Historia Civil del Paraguay, Buenos Aires y el Tucumán. Juan M. Garro. Sanjuanino. Doctor en Derecho y Ciencias Sociales en la Universidad de Córdoba. Jurisconsulto. Ministro de Justicia, Culto e Instrucción Pública del Presidente Dr. Roque Sáenz Peña, en cuyo período se aprobó la Ley Electoral que estableció el voto secreto y obligatorio.
Alfredo Fragueiro. Cordobés. Se recibió de Abogado en la Facultad de Derecho y Ciencias Sociales de la Universidad Nacional de Córdoba. Enseñó Filosofía del Derecho y dictó Cátedra de Derecho Natural.
Tomás Godoy Cruz. Mendocino. Representó a su provincia en el Congreso de Tucumán de 1816. Diputado por Mendoza y posteriormente Gobernador. Desarrolló una intensa actividad industrial. Colaborador, consejero y amigo de San Martín.
Pedro J. Frías. Cordobés. Doctor en Derecho de la Universidad Nacional de Córdoba. Profesor Emérito y Doctor Honoris Causa de la misma. Colaboró en la Universidad Católica desde su fundación. Jurisconsulto y constitucionalista. Miembro de la
Joaquín V. González. Riojano. Abogado. Dos veces Diputado Nacional por La Rioja, y Gobernador. Autor del Proyecto de Constitución para su provincia. Ministro de Justicia e Instrucción Pública de la Nación. Fundador de la Universidad de La Plata. Dos veces Ministro
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del Interior de la Nación. Miembro de la corte Permanente de Arbitraje de La Haya. Miembro de la Corte de Justicia Internacional de la Sociedad de las Naciones. Cardenal Estanislao Karlic. Cordobés. Fue Obispo auxiliar de Córdoba. Arzobispo emérito de Paraná. En 2007 se convirtió en el segundo Cardenal cordobés de la historia, luego de una extensa y prolífica trayectoria en la Iglesia argentina. Fue Presidente de la Conferencia Episcopal Argentina desde 1999 a 2002. Titular de la Comisión de Fe y Cultura, y de la Pastoral Universitaria. Consejero de la Pontificia Comisión para América Latina, en 1989. Secretario de la Asamblea Especial de Obispos del Sínodo para América.
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Juan Crisóstomo Lafinur. Puntano. Cursó en la Universidad de Córdoba los grados de Bachiller, Licenciado y Maestro de Artes, pero fue expulsado en 1814 por su prédica liberal. Participó del Ejército del Norte. Realizó artículos periodísticos para El Censor, El Curioso y El Americano. Como docente de Filosofía, trabajó por transformar la educación nacional con la secularización de los estudios. Escribió en El Mercurio, El Liberal, El Tizón Republicano, El Observador chileno y El Despertador Argentino. Pedro León. Cordobés. Jurista. Militante de la democracia. Se desempeñó en la cátedra de Derecho Civil, en congresos científicos, en la Dirección del Instituto
de Derecho Civil, en el Rectorado de la Universidad Nacional de Córdoba, en la Presidencia de la Academia Nacional de Derecho y Ciencias Sociales de Córdoba. Subsecretario del Ministro de hacienda de la provincia. Abogado del Banco Hipotecario Nacional. Procurador del Tesoro. Ministro de Hacienda de la Provincia en dos ocasiones. Pedro León Feit. Cordobés. Vicerrector de la Universidad Nacional de Córdoba. Abogado. Doctor en Derecho y Ciencias Sociales. Profesor de Derecho Civil. Secretario de Asuntos Académicos del Rectorado. Miembro de número de la Academia Nacional de Derecho y Ciencias Sociales de Córdoba. Miembro de la Cámara Federal de Apelaciones de Córdoba, y Presidente de la misma en dos periodos. Manuel Lucero. Cordobés. Doctor en Derecho Civil. Diputado en el Congreso de la confederación. Miembro y luego Presidente de la Suprema Corte de Justicia. Senador y más tarde Presidente de la Cámara de Diputados de Córdoba. Rector de la Universidad de Córdoba durante tres períodos. Organizó la Academia Nacional de Ciencias separándola de la Universidad; incorporó a esta última la Facultad de Ciencias FísicoMatemáticas. Creó nuevas Cátedras en la Facultad de Derecho. Logró la creación de la Facultad de Medicina luego de prolongados esfuerzos. Leopoldo Lugones. Cordobés. Poeta, ensayista y cuentista. Colaboró durante largo tiempo en el diario La Nación.
Obtuvo el Premio Nacional de Literatura. Enrique Martínez Paz. Civilista. Estudió Derecho en la Universidad Nacional de Córdoba. Decano en esa Facultad. Enseñó Sociología; Derecho Civil Comparado, Filosofía del Derecho. Miembro del Tribunal Superior de Justicia de Argentina, del que llegó a ocupar la Presidencia. Apoyó a los estudiantes en la Reforma de 1918. Fue miembro del Tribunal Superior de Justicia de la Provincia de Córdoba durante unos 20 años, desde que se instituye el Tribunal, hasta que se jubila, en 1946. Lo presidió muchas veces. Fernando Martínez Paz. Cordobés. Abogado. Doctor en Derecho y Ciencias Sociales de la Universidad Nacional de Córdoba. Profesor de Introducción al Derecho en esa Universidad. Miembro de la Academia Nacional de Educación. Ministro de Educación y Cultura de la provincia de Córdoba, durante el gobierno de Miguel Ángel Ferrer Deheza. Alfredo Orgaz. Cordobés. Abogado. Presidió el Colegio de Abogados de Córdoba y la Federación Argentina de Colegios de Abogados; en ambos cargos se manifestó en contra del avance del gobierno militar sobre el Poder Judicial. Asimismo, se opuso a las intervenciones políticas en el Poder Judicial y al deseo de cada gobierno de contar con jueces del mismo signo político. Renunció a su cargo como Juez de la Suprema Corte de Justicia, de la que era Presidente, aduciendo cansancio moral.
Arturo Orgaz. Cordobés. Estudió en la Facultad de Derecho. Participó activamente de la vida política de la provincia y de la Nación. Fue uno de los intelectuales que apoyó a los estudiantes que realizaron la Reforma Universitaria. Senador provincial como miembro del Partido Socialista. Candidato a Vicepresidente de la Nación y a Gobernador en dos oportunidades. Jorge Orgaz. Médico, Profesor de Patología y de Clínica Médica. Humanista. Rector de la Universidad de Córdoba. Ensayista. Su obra revela sus fundamentos de doctrina médica, clínica y de ética. Candidato a Gobernador de Córdoba. Su gestión universitaria fue muy importante, ya que se destacó como actor de la auténtica Reforma del 18; luego, como profesor, fue uno de los pocos que aplicó los principios reformistas. Su gestión como Rector de la Universidad se caracterizó por la importancia de lo hecho y la mesura y ecuanimidad en sus procederes: un verdadero ejemplo para los universitarios. Raúl Orgaz. Santiagueño. Doctor en Derecho por la Universidad de Córdoba. Su figura se destaca en el ámbito de la Sociología dentro del espacio intelectual cordobés de comienzos del siglo XX. Juan José Paso. Porteño. Jurisconsulto. Intervino activamente en los preparativos de la Revolución de Mayo. Participó en el Cabildo Abierto del 22 de mayo. Secretario de la Primera Junta de Gobierno. Integrante del Primero
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y Segundo Triunvirato. Participó en la Asamblea Constituyente de 1813. Secretario del Congreso de Tucumán de 1816. José María Paz. Cordobés. Estudiante de Derecho. Intervino en numerosas acciones de guerra contra los caudillos Bustos y Quiroga. Gobernador de Córdoba. Ministro de Guerra de la Nación. Uno de nuestros más grandes estrategas militares. Modestino Pizarro. Cordobés. Médico. Ministro de Gobierno de su provincia durante la administración de Roque Funes. Constituyente en la Asamblea de 1860, en Santa Fe.
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Deodoro Roca. Cordobés. Fue quien redactó el Manifiesto Liminar, documento fundamental de la Reforma Universitaria de 1918 iniciada en Córdoba. Entre sus principios se encuentran la autonomía universitaria, el cogobierno, la extensión universitaria, la periodicidad de las cátedras y los concursos de oposición. Defendió siempre el rol protagónico de la juventud. Condenó el imperialismo y encabezó campañas en contra del fascismo. Fue un verdadero activista por los derechos humanos. Dalmacio Vélez Sarsfield. Cordobés. Graduado en Derecho Canónigo y en Derecho Civil. Diputado en el Congreso de 1824. Fundamentó jurídicamente los derechos de la Argentina sobre regiones en litigio con Chile. Ministro de Gobierno de Buenos Aires. Autor del
Código de Comercio de la Nación. Ministro de Hacienda de la Nación. Autor del Código Civil. Luis Vélez. Cordobés. Doctor en Derecho Civil y Canónigo. Ministro de Gobierno del Gobernador Roque Ferreyra y después de Félix de la Peña. Diputado y Senador Nacional. Sarmiento lo designó Interventor en San Juan. Jorge Vocos Lescano. Cordobés. Poeta. Miembro de la Academia Argentina de Letras. Escribió en Ínsula y Correo Literario, de Madrid, en Sur y Criterio, de Buenos Aires, y en Laurel, de Córdoba. Creó y dirigió el suplemento literario del diario El Liberal de Santiago del Estero. Actuó como jurado en representación de la Sociedad Argentina de Escritores. Facundo Zuviría. Salteño. Diputado y Presidente de la Legislatura salteña. Redactó la primera Constitución de su provincia y la tercera de la Nación. Delegado por Salta a la Convención Constituyente en Santa Fe, y nombrado Presidente de la misma. Bajo su conducción fue redactada la Constitución Nacional de 1853. Junto a Urquiza, desempeñó la cartera de Relaciones Exteriores y Culto, y luego la de Ministro de Justicia, Culto e Instrucción Pública.
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Bibliografía AAVV. El Monserrat. Córdoba: Pugliese Siena, 1987. AAVV. La Ratio Studiorum en América Latina. Su vigencia en la actualidad. Córdoba: Copiar, 2001.
PAGE, Carlos. La manzana jesuítica de la ciudad de Córdoba. Córdoba: Eudecor, 1999.
CALVIMONTE, Luis - MOYANO ALIAGA, Alejandro. Historia de la Estancia de Caroya. Junta Provincial de Historia de Córdoba, 2003.
PERAMÁS, José Manuel, S. J. Laudationes Quinque. Universidad Nacional de Córdoba. Instituto de Estudios Americanistas. Colección de la Imprenta Jesuítica del Colegio de Monserrat. Córdoba: Imprenta de la Universidad, 1937.
DE DENARO, Liliana. Buscando la identidad cultural cordobesa. Córdoba: Corintios, 2008, TI.
PERAMÁS, José Manuel, S. J. Diario del Destierro. Córdoba: EDUCC, 2008.
FURLONG, Guillermo, S. J. Los Jesuitas y la Cultura Rioplatense. Montevideo: Urta y Curbelo, 1933.
VERA DE FLACHS, María Cristina. Finanzas, saberes y vida cotidiana en el Colegio Monserrat. Del Antiguo al Nuevo Régimen. Córdoba: Copiar, 1999.
JELIN, Elzabeth. “¿De qué hablamos cuando hablamos de memoria?”. Los Trabajos de la Memoria. Madrid: Siglo XXI, 2002.
Créditos fotográfícos 130
Todas las fotografías fueron tomadas por Alejandro Álvarez, excepto: p. 24, p. 25, p. 36 (arriba), p. 37, p. 48, p. 54, p. 55, p. 57, p. 72, p. 75, p. 80, p. 94, p. 95, p. 96, p. 97, p. 98, p. 99, y pp. 114 a 131 (imágenes de fondo) que fueron obtenidas del Archivo Histórico del Colegio Nacional de Monserrat.
Índice Autoridades ............................................................................................................................................... 5 Comisión del 325º aniversario de la Fundación del Colegio Nacional de Monserrat ...................
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Prólogo ....................................................................................................................................................... 9 U nas palabras ........................................................................................................................................... 10 A vuelo de pájaro ...................................................................................................................................... 18 Los inicios .................................................................................................................................................. 26 El sueño se materializa ............................................................................................................................. 32 Un colegio con identidad ........................................................................................................................ 38 De la vida del colegio ............................................................................................................................... 50 De lo cotidiano en el colegio .................................................................................................................. 62 De la vida y evolución de los edificios ................................................................................................... 76 Últimos grandes cambios ....................................................................................................................... 104 Rectores del Colegio Nacional de Monserrat ...................................................................................... 114 Cuerpo de docentes y no docentes del Colegio Nacional de Monserrat .......................................... 116 Monserratenses destacadados ................................................................................................................ 120 Datos biográficos de algunos monserratenses destacados .................................................................. 124 Bibliografía ............................................................................................................................................... 130 Créditos fotográficos ............................................................................................................................... 130
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La presente edici贸n se termin贸 de imprimir en el mes de julio de 2012 en Alsapema Servicios S.A. Paso de los Andes esq. Achaval Rodr铆guez, C贸rdoba. Tirada: 3000 ejemplares.
Sones que evocan rostros, lecciones, travesuras, despedidas, remembranzas de todos los colores... vínculos de por vida... A todos los que portan la llama viva del espíritu del Monserrat y la vuelcan a la sociedad que lo vio nacer, crecer y ser, por ella y para ella. 1º de agosto de 1687 - 325 años - 1º de agosto de 2012