Ética comunicativa

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Etica comunicativa

La ética comunicativa o dialógica ha sido desarrollada en las últimas décadas del siglq XX sobre todo por K.O. Apel y J. Flabermas en Alemania. Es una ética formal, basada en el diálogo y la comunicación, que htmde sus raíces en Kant. Estos autores, preocupados por la justificación y la fi¡ndamentación de la ética en wra sociedad pluralista y democrática como.la actual, colocan el énfasis en el proc.edimiento paraller¿ar entre todos a una normativa moral universal. Segun ellos, descartadas desde Kant las fuentes de lqislación moral diferentes y trascendentes al hombre mismo, el diálogo es el único medio que nos queda para saber

si los intereses subjetivos pueden convertirse en normas universales. Esta ética se ñ¡ndamenta en la atrtonomía de la persona, que confiere al hombre el carácter de autolegislador, y en la igualdad detodas las personas, que les da derecho a buscar una

normativa universal mediante el diálogo. Para hácer posible la éuca dialógica, todos los miembros de la comunidad se deben reconocer recíprocamute como interlocutores con los mismos derechos y se deben obligar a squir las normas básicas de la argumentación. De este modo es posible ll€ar a establecer unas norrnas mínimas por consenso, las cuales regularán el comportamiento moral en la sociedad pluralista y democrática. Adela Cortina, en España, ha presentado este modelo de ética,como wra etica de la "responsabilidad solidaria". Con estas categorías, responsabilidad y solidaridad, trata de evitar el peligro de quedarse en la pura formalidad del diálogo. Orientando.la dirección del diálogo está la preocupación por el resultado práctico de las decisiones acordadas así como la búsqueda del bien para todos los implicados en dichas decisiones (sentido social o comunitario).

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TEXTO REPRESENTATIVO

A

CORIINA: Etico dialógica.

(Tomado da Rozón comunicativa

y

responsabilidad solidario).

Quion argumenta sobre cuestiones morales -hemos afirmado reitoradamente- ha testificado en esa misma acción que acepta que tales cuestiones pueden resolvorse mediante argumentos; que la raz6t está capacitada para responsabiüzarse de la acción argumentativamente. Obviamente, cuando los argumentos no son atendidos es preciso emplear otros medios. Pero quien quiera que argumente está demoshando quo éste sería el oamino más humano, si no lo impidieran ot¡os obstáoulos. No cabe, pues, encomendar por definioión la dirección de los asuntos morales a las emocionos o a las üsoeras; no es necesario abandonarse en manos de los "eqrertos" en política y en economía: la razón humana es práctioa, tiene capaoidad para asumir las consecuencias de las acciones oon vistas a la felioidad humana. Pero, ¿no es ésta la razón calculadora aristotélioa? ¿Dónde queda la autgnomia humma? Con estas dos preguntas etrtramos en la otra vertiente del factum apeliano de la razón plácüca: la ruz'6t no sólo se ¡evela como capaz de responder de las aooiones, sino que, al asu-ir tal responsabiüdad argumentativamente muestra su carácte¡ dialógioo.

Quien argumenta, comparte con una comunidad el sentido de los términos que emplea,

sigue las reglas lingiiísticas de tal comunidad y se ve obügado a recur¡ir a ella para discemir lo verdadero y lo correcto. En relación con lo correcto, y como ya dijimos, el dirilogo -con ofuos y consigo mismo- es el único lugar en que los hombres pueden averiguar si sus necesidades e intereses subjetivos pueden defenderse intersubjetivamente como exigencia-.. o bien deben permanecer en el ter¡ono de lo subjeüvo. Si una necesidad posee base argumentativa suficiente oomo parra plantearse como eúgencia (objetiva), es que puede pretender con todo derecho

oonverti¡so en fundamento para r¡na norma moral en la üda pública. Precisamente porque el dirílogo constituye la piedra de toque para que los hombres podamos calib,rar la objetiüdad de nueshos deseos, quien se interese por averiguar qué es 1o cor¡ecto no puede acudi¡ a la argumentación anteponiendo sus intereses subjetivos, sino buscando desinteresadamente el acuerdo en virtud del cual podrá conocerse a sí mismo desde el punto de vista moral.

El diálogo no es, pues, sélo el procedimiento del que un indiüduo ¡acional se si¡ve con vistas a persuadir a los demás pala que atiendan a sus intereses subjetivos. Tal instrumentalización es posible, pero no pertenece a la finalidad primaria del discurso. Para un set. que no sólo tiene intereses empíricos, sino que también presenta en su lenguaje pretensiones de corrección y verdad, el diálogo tendente a un cons€nso es el único medio posible para resolverlas; el único medio con que un ser racional cuenta para avedguar si se encuentra en la pista de la corrección y la verdad intersubjetivas, o en la del interés subjetivo y la apariencia. Por ello, quien sistemáticamente utilice el diálogo con fines empiricos, y no buscando el consenso conducente a la verdad y el bien, terminará haciérdose extraño pata sí mismo "te-

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nrmoiará, en ultimo término, a zu identidad oomo ser raoional". Por el cont¡ario, quion desee oon§ervar su idemüdad como homb,re, puodo y debo rostilver medi¡nte argumentos, tmto sus 'pretepsioaes do verdad como sus pr€tonsion€s,do validoz: dobo soaotsrso a un. impo.rativo catogórico dialógioo quo, sin atender a las condiciones oryírioas, m¡nda uülizar la argumentación para dlusid& l¿s ouostiones prácücas.

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