Ética de las virtudes

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TEXTO S REPRESENTATIVOS ARISTOTELES. La virtud es la verdadera felicidad' (Tomado de Etica a Nicómaco)

Volvamosalaprimeraouostión,quo.homossentadomteriormente;ollapuedemuyfáoilproponomos' mento conkibuir a resolvor la quo ahora'nos

Siesprocisosieryree§Poralyverel6n,ysisoloentonoessopuodente,rofpordiohosos

sino porquo lo fuoron en oho tiempo; ¿no los hombros, no porque to.so'o tn aquol momonto' vordiohoso, no rooonooef, respecto de é1, una soda ua absurdo, cuando r¡no es aotuilmonto la¡ a quiero f-o]Llaf so no que nrocfam. I ¿t q* es inoontostablo? Es vano protoxto dooir l".itl* de la felicidad y quo üven por tomor lo, ruvo*t quu po"am sobtovenirles' l:u 1:gT " oomo *" ooL inmutablo y quo no oambia fáoilmente; y, en fn, quo la nos la rqnesentamos mris divdrsas en un mismo irdiüduo' corfol fortuna causa muchas ,uo", i". pefurbaciones

a

meaesterazonamientoosolaloq*sqoi.ie,,-osseguirtodaslasmudm-1.d"l"fortunade dichoso y dosgraun hombno, sucedería muohas .ru"u, qoá

["-rrir-.s

a un mis¡no indiüduo

oiado,haciendodelhombredichoso^ooauryooiedecamaleónydounalatttralezamoümamentemudabloypobre.¡Peroqué!,¿osprudentodartantaimpoilmciaaloscambiosdela * t, io.t -" donde so oncuentran la folicidad o la dosgraoia' fortuna do los hombrert Ño ostando ra vida human"

;;";*",

,

est¿s üoisitudes ineütabres, oomo ya hemos

dioho; sino

quosotr'losactosdovirtudtosimicosquodooidenmbormamontodelafelioidad,comoson

La cuestió¡r misma que diluoidamos los aotos oontrarios los que deoidon ¿ol o«¿do oonhario. do nuesha definioion do felicidad' No' no hay en o$o mome¡rto es un tostimonio más on favor

nadaealasoosashummasquesesoons¿ateysggufohastaelpürtoquolosonlosactosyla establos que la cioncia misma' Adomás, práoüoa de la vktud; estos iotos nos Erafocetr más

más honor al hombre son también los más entro todos los hábitos virtuosos, los que hacen

durables,procisamentopofqueenüviroone:*oomplaoenoonmásconstanoialasperso: la oausa do -quo no olüden jam.ás nas vordaderamemto aforttJadas; y he aquí, oüdentomente, ol praoüoarlos.

Así,puos,lapersovoranoiaquebuscamoseslatlelhombrodiohoso;álaconservarádu.

lo que es oonforme oon la virtud, o por rmto toda su üda, y solo praoticará y tomará en cuenta oosas y soportará los azares do la domrís las todas quo más 1o menos, so se.tirá ug"io , e[o -que dotado de una vi¡tud sin taoha es' si así puedo fortuna oon admirablo ágre fría. El dig¡idad a todas las pruebas. ouailrado po. * br-.u, ."¡n6."ignrrre siempte oon decirso,

y teniendo ¡aa irtrFortmcia muy divorsiendo los aocidentes tlo la fottuna muy numofosos, lo mismo que 1as ligoras desgraoias' pooo importmtos' sa, ya gmde, ya pequoña, los sucosos grmdos y ropotidos' si aoontocimiontos los Pero viaa. ta ¿e ourso el en aponas ejoroon influjoporquo oontribuyem. naturalmento a embellecoda' y son favorablos, hacem la üda mrás diohosa;

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TEXTOS REPRESENTATIVOS ARISTOTELES. Lo virtud es la verdadera felicidad. (Tomado de Etica a Nicómaco) Volvamos a la primera cuestión, que hemos sontado anteriormente; ella puedo muy fácilmento contribuir a resolver la que ahoia nos Pro,ponemos. Si es preciso siempro osperar y ver el fin, y si solo entonces so pueden tener por dichosos a los hombros, rro polque lo sean en aquel momonto, sino porquo lo ñroron en oho tiempo; ¿no sería uu absurdo, cuando uno es actualmonto diohoso, tro rooonooef, respecto de é1, una verdad que os incontostablo? Es vano pretoxto deoir quo no se quiero proclamar a las personas que üven por tomor a los revoses quo puedm sobrevenidos, y alogar que la idea de la felicidad nos la rqrresentamos oomo lma oosa inmutable y quo tro cambia fácilmento; y, en fin, que la fortuna oausa muchas voces las porturbacionos más útorsas en un mismo individuo. Conforme a osto razonamiento es claro que si quisiéramos seguir todas las mudanzas de 1a fortuna de un hombro, suoedería muchas veces quo llamaríamos a un mismo inüüduo dichoso y desgraciado, haciendo del hombre diohoso una especio de camaleón y de una to.atluraleza medianamonte mudablo y potre. ¡Poro qué!, ¿es prudonto dar tanta importancia a los cambios de la fortuna de los hombres? No es on la fortüra dondo se enoue¡rtran la felioidad o la desgracia, ostando la üda humana oryuesta a estas üoisitudos inoütables, oomo ya hemos dicho; sino qu6 son los actos de virtud los únioos quo dooiden soberanamento do la feücidad, como son los actos contrarios los que deciden del esado conhario. La ouostióu misma que dilucidamos en este momento os ull tostimonio más em favor de nuesüa definioión de felicidad. No, no hay nada en las oosas hummas que sea constmte y seguro hast¿ el punto quo lo son los actos y la práoüoa do la virtud; ostos actos nos E)arecon más ostablos que la ciencia misma. Adomás, entro todos los hábitos virtuosos, los que hacen más honor al hombre son también los mrís durables, prooisametrto porquo on üvk con ollos se complaoon oon más oonst¿ncia las personas vordaderamonto afortunadas; y he aquí, oüdentemento, la causa do .quo no olütlen jamrís el praoticados. Así, puos, la persovorancia quo buscamos es la dol hombre diohoso; á la consorvará durmto toda su üda, y solo praotioará y tomará en cuenta lo quo es oonforme con la virtud, o por lo menos, so sontirá [gado a ello más que todas las demL¿is oosas y soportará los az¿¡es de la fortuna con admirable sangre fría. El quo dotado de una virtud sin taoha es, si así puede decirso, cuadrado por zu baso, sab,rá rosignarso sieryro oon dignidad a todas las pruebas. Siendo los accidentes de la fortuna muy numorosos, y terdendo una importmcia muy diverya grandg, ya pequeña, los suoosos poco iryortantes, lo mismo que las ligoras desgracias, apenas ojoroon influjo. en el curso do la üda. Poro los acontecimientos grmdos y repeüdos, si sa,

son favorablos, hacen

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la üda más dichosa; porquo oontribuyen naturalmente a embelleoerla, y


el uso que se hace de ellos da nuevo lust¡e a la virtud. Si, por lo contrario, no son favorables, intem¡mpen y empañan la felicidad, porque nos haen consigo disgustos y, en muchos casos, sirven de obstáculos a nuestra actividad. Pe¡o en medio de estas pruebas mismas la ürtud brilla con todo su eqplendor cuando un hombre con ánimo sereno soporta grandes y numerosos infortunios, no por insensibüdad, sino por generosidad y por gram'deza de alma. Si los actos virtuosos deciden sobe¡anamente de'la üda del hombre, como acabamos de deoir, jamás el hombre de bien, que sólo reclama la felicidad do la vi¡tud, puede hacerse miserable, puesto que runca comete¡á acciones repronsibles y malas. A nuestro parecer, el hombro verdaderamente sabio, el hombre verdaderamente viituoso, sabe sufri¡ todos los azares de la fortr¡na sin perder nadá de su dipidad; sabe sacar siempre de las circunstancias el mejor partido posible, como lm buen general sabe emplear de la manera más conveniente para el combate el ejército que tiene a sus órdenes; oomo el zapaferc sabe hacer el más precioso calzado oon el cuero que . se le da; como hacen en su profesión todos los demás artistas. Si esto es cierto, el hombre dichoso, porque es hombre de bien, nunca será desgriciado, armquo no será diohoso, lo con-fieso, si por acaso caen sobre é1 desgraoias iguales a las de Príamo. Pero, por lo menos, siempre resulta que no es un hombro de mil oolores, ni oambia de un instmte a otro. No se le arrancará fácilmente su felicidad; no bastarán para hacérsela perder infortunios ordinarios, sino que será preciso, para esto, que caigan sobre él los más grandes y repetidos desastres. Recíprocamente, cumdo salga de semejantes pruobas, no recobrará su dicha en pooo tiempo y do repente, después de habedas sufiido, sino que, si vuelve a ser diohoso, será después de un largo y debdo intervalo, durante el cual habrá podido gozar suoosivamento grandes y brillantos proqperidades.

¿Por qué, pues no hemos de declarar quo el homb,re diohoso es el que ob,ra siempre según

lo exige'la virfud perfeota, estando, además, suficientemente provisto de bienos oxteriores, no durante un tiempo oualquiora, sino durante toda su üda? ¿O bien, habrá de añadirse como condición precisa que deberá üür constantomente en esta proqperidad y morir en una situación no menos favorable, ya quo el porvenir no es desconocido y que la felioidad, tal como nosotros la comprondemos, es rm bien y un cierto perfeccionamiento definitivo en todos los conceptos? Si todas estas considoraciones son oxaotas, llamaromos dichosos entre los üvos a los que poseen o puedan poseer todos los benes que aoabamos de indicar. Téngaso entendido, por otra parte, que cumdo digo diohoso, quiero decir hasta donde los hombres pueden serlo. Pero no insisto más sobre esta materia.

JJ


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