Ética kantiana

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Etica kantiana o del deber

Desde la antigüedad hasta la época modema, la moral del hombre occidental estuvo orientada por la teología moral cristiana, que articuló los ideales de üda del

Evangelio sobre los principales modelos éticos antiguos, aristotélico, estoico y neoplatónico, asumidos en formá sincretista. Ya en pleno siglo XVItr, Kant elabora rur nuevo modelo áico, que busca un flmdamento diferente para la üda moral. Las éticas anteriores tenían rur fi.¡ndamento heterónomo, es decir, fundamentaban sus exgencias o principios en realidades exteriores y trascendentales al hombre mism o'. Dios, la idea del bien, la nafitraleza, lafelicidad. El interés de Kant consiste en darle a la moral un flindamento autónomo: que la moralidad misma del hombre constituya el

fundamento último y la fuente original de todas las normas morales. Esto equivale a decir en un lenguaje sencillo: no importa si el objetivo de mi acción es en sí mismo bueno o malo; lo importante es la intención que r1e mueve a realizarla.

Kant llqa así a determinar que el único fundamento de la norma moral es el dcber El valor moral sólo puede radicar en la voltrntad del hombre, en "querer hacer el bien", ertla buenavoluntad. La voluntad de cumplir el deber es el criterio máximo de bondad moral. "Obra siempre de tal manera que la máxima de tu voluntad pueda valer como principio de legislación universal". En esta fórmula el mismo Kant sinte' tiza el principio práaico del obrar moral. De este modo se construye una moral autónoma y formalista, cuyo influjo ha sido enorme en la sociedad modema y actual. El hombre encuentra la perfección moral en el cumplimiento del deber por el deber mismo. No importan las consecuencias de las acciones, el beneñcio o perjuicio que de ellas se siga; lo importante es haber cumplido exactamente con el deber; y el deber me lo indican las leyes de la sociedad. Cuando en la formación moral de los niños y jóvenes se insiste tanto en el cumplimiento del deber, en la observancia de los rqlamentos, en el orden institucional, se eslá poniendo en práctica la etica kantiana, aunque uno cre¿t que está dando una educación cristiana.

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TEXTO REPRESENTATIVO KA].IT: Tránsito del conocimiento moral vulgar de la rozón al conocimiento filosófico. (Tomado de Fundamentación de la metaftsica)

Ni

el mundo, ni, en general, tampooo fuora del mundo, es posiblo pensar nada que pueda no sor tan sólo tra buena voluntod. El ontondimionto, el gracejo, el luicio, o como quioran llamarso los talentos dol oqpíritu; el valor, la dooisión, la porsovorancia en los propósitos, como cualidados dal ternperamento, §r., sin duda, en muohos respectos, buonos y deseablos; pero también puede,n Ilogar a ser extraordinariamento malos y dañinos si la voluntad que ha de haogr uso do estos dones de la naturaleza, y ouya peculiar oonstitución se llama por eso carácter, no os buena. Lo mismo sucode oon los dones de la fortuna. El poder, la riqueza, la honra, la salud misnaa y la oompleta satisfaoción y el contonto dol propio estado, bajo el nombro do felicidad, da¡ valor, y tras é1, a veoos arrogmcia, si no,existe una buona voluntad que rpotifquo y aoomodo a un fin universal ol influjo de esa felioidad y con él el prinoipio todo de la aooióm; sin contar con que un espectador razonable e imparcial, al oonterylar las inintemrmpidas bionm.danzas do un set que ne ostenta el menor rasgo de una voluntad pura y buena, no podrá nunca tenor satifaoción, y así parece constituir la buena voluntad la indiqponsable condición que nos hace dignos de ser felioes (...). oonsiderarso como bueno sin roshicción, a

I¿ buena voluntad no es buena por lo quo efeotúo o realice, no es buena por su adeouación para alcanzar alíun fiÍ que nos hayamos propuesto; es buena solo por el querer, es docir, es buena en sí misma. Considerada por si misma, os, sin oomparación, muohísimo más valiosa que todo lo quo por medio de ella pudiéramos verifioa¡ eú provecho o gracia do alguna incünación y, si so quiere, de la suma do todas las inclinacionos. Aun cuando, por particularos enconos dol azx o por la mezquindad de una nafuraloza madras'ha, le faltase por.coryleto a esa voluntad la faoultad de saoar adelante su propósito; si, a posar de sus mayores editerzos, no puüera llevar a cabo nada y solo quedaso la buena volunt¿d -no dosdo luego como un mero deseo, sino como el aoopio de todos los modios que están en truesko podor-, soria esa buena voluntad como lma joya brillante por sí misma, como algo quo en sí mismo poseo zu pleno valor. La utilidad o la esterilidad no pueden ni añadi¡ ni quitar nada a eso valor. Serían, por decido así, como la monfira, para poderla tener más a la mano on el comeroio vulgar o llamar la atención de los poco versados; que los peritos oo nocositan de tales reclamos para detorminar su valor (...). La segunda proposioión es ésta: una aooión hecha por debor tiene su valor moral, no et el propósito que por medio de ella se quiere úcmzar, sino en la máxima por la oual ha sido rezuelta; no depende, pues, de la realidad dol o§eto de la acción, sino meramente dol principio del quereri *gtn el oual ha sucodido la acción, presoindiendo de todos los o§etos de la facultad do desoar. Por lo anteriormente dioho se ve con claridad quo los propósitos que poda-

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mos tener al ¡ealtzat las acciones, y los efectos de éstas, considerados como ñ¡es y motores de la voluntad, no pueden proporcionar a las aociones ningún valor absoluto y moral. ¿Dónde, pues, puede residir este valor, ya que no debe residir en la voluntad, en la relación con los efectos esperados? No puede residir sino en el principio de la voluntad, prescindiendo de los fines quo puodan realizarse por medio de la acción, pues la voluntad, pues'ta entre su principio a priori, que es formal, y su resorte a posteriori, que os material, se encuentra, por decirlo así, en una enorucijada, y oomo ha de ser detorminada por algo, tendrá que ser determinada por el principio formal del quorer en general, cuando una acción zucede por deber, puesto que todo prinoipio material le ha sido sustraído.

La te¡oera proposioión, consecuencia de las dos anteriores, la formularía yo de esta manees la necesidad de una acción por respeto a lo ley. Por el objeto, como efecto de la acción que me propongo rcalizar, puedo, sí, lenet inclinación, fras nunca respeto, justamente porque es un efeoto y no una acüüdad de una voluntad- De igual modo, por una inclinación en

n: el deber

general, ora sea mía, ora sea de cualquier ofuo, no puedo tener reqpeto: a

lo sumo, puedo, en el

primer caso, aprobarla y, en el segundo, a veoes incluso amada, es decir, conside¡arla oomo favorable a mi propio provecho. Pero objeto del reqpeto, y por endo mandato, solo puede serlo aquello que se relaoiono con mi voluntad como simple fundamento y nunca como efeoto, aquello que no esté al servicio de mi inolinación, sino que la domine, al menos la descarte por oompleto en el cómputo de la eleooióu, esto es, la simple ley en sí misma. Una aooión realizada por deber tiene, empero, que excluir por oomploto el influjo do la inclinación, y con ésta todo objeto de la voluntad; no queda, pues, otra Qosa quo pueda determinar la voluntad, si no es, objotivamente,la'ley y, subjetivamente, el respeto Wro a esa ley práctica, y, por tanto, la máxima de obodecer siempre a osa ley, aun con pet'uioio de todas mis inclinaoiones. Así, pues, el valor moral de la acción no reside ea el efeoto que de ella se espera, ni tampoco, por oonsiguiente, en ningun principio de la acoión que necesite tomar su fundamento detorminanto en ese efecto esperado, pues todos esos efeotos --el agrado del estado propio, o inoluso el fomonto de la felicidad ajena- pudieron realizarse por medio de otras causas, y no hacia falta para ollo la voluntad do un ser raoional, que es el único en donde puode, sin embargo, encontraxso ol bien supremo y absoluto. Por tanto, no otra cosa, sins sólo la representación de la ley en sí misma -/a cual desde luego no se encuenlra más que en el ser racional-, en. cuanto quo ella y no el efecto oqperado os el fundamento determinante do la voluntad, puede

oonstitui¡ eso bion persona mismá qu6

tm

exoelento quo llamamos bien moral, ol oual está prosonte ya en la

otra según la loy, y que no

os

lícito esperar de ningun efecto de la accién.

Pero ¿ouá puode ser esa ley cr¡)¡a representación, aun sin referimos al ofeoto que se eq)era de ella, üene que determinar la voluntad para que ésta pueda llamarso buona en absoluto y sin restricción alguna? Como he sustraído la voluntad de todos los afanes que pudieran apartarla dol oumplimiento de una ley, no queda nada más que la universal logalidad de las aooionos

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generalos -que dobe ser ol únioo principio do la voluntad-; es dooir, yo no dobo obrar nunoa más que do modo que pueda queret que mi mátcimt deba convertirse en lqt universal. Aquí es

máia logalidad en geroral -sin poner por fundamont6 ninguna ley detorminada a ciofias accioree- la quo sirvo de prinoipio a la volunta{ y tieno que sorvido do principio si ol deber no ha do ser por doquiora una vma ilusiolr y wr oonc€lrto quimérico; y con tdo o6to cotrcuel' da pedoctamonte la nzim volg¡r ,1" los hombres en sus juicios práoüoog y ol prinoipio citado no so aparta tunca do sus ojos.

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