Ética neoplatónica

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2.4 Neoplatonismo Siguiendo con las éticas del mundo grecorromano, tenemos la ética del neoplatonismo, muy emparentada con las anteriores. Esta corriente es marcadamente religiosa y recoge la tendencia mística del hombre a sumergirse en la divinidad. Ya el ideal de üda propuesto por Platón para alean:zar la felicidad qfattz.aba el cultivo de la sabiduría mediante la contemplación y la mo¡tificación de todos los deseos sensr¡ales que proüenen del cuerpo, la parte inferior y perecedera del hombre. Plotino, desarrollando el esquema del idealismo platónico, elabora toda una metafisica religiosa que influirá decisivamente en la ascética cristiana hasta mediados del siglo XX y que aún perdura en numerosos grupos religiosos, que siguen colocando la perfección de la üda cristiana en la unión afbrctiva del alma con Dios. El fundamento o principio supremo detpda la realidad es el Uno, que es el ser el nous, itrteligortclra o perfecto, primero, absoiuto. ñe á proviene, io, "rn*"ción, y perfección. La existe unidad realidades tres alma. En estas y el éste de espíritu, imperfección se encuentra en la materia. El alma del hombre ha sido corrompida al caér y quedar aprisionada en un cuerpo. La búsqueda de la perfección consistirá en una maicha ascendente hacia el Uno, siempre buscando ser reabsorbidos místicamente por é1. Para ello hay que com€nzar por la purificación de toda sensualidad mediante una ascética rigurosa. Así se logra el dominio del espíritu por la contemplación de las ideas hasta llegar al éxtasis de la intimidadtotal con Dos, priülqio de las almas más puras y anticipo de la felicidad que nos espera después de la muerte.

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TEXTO RDPRESENTATIVO PLOTINO: Sobre las virtudes y sobre el origen del mal (Tomailo de Enéada primera) I{abrá quo inquirir ahora si la purificación es lo mismo que la vfutud de que hablamos, o si es on realidad su guía, en cuyo caso la.virtud irá tras sus pasos. ¿Dfuemos que la virtud es el acto de purificarse o el estado de purifioaoión que con ello se alcanza? Indudablemente, la que éste es como el fin de virtud que está en acto es más imperfeota que el estado mismo, de todo lo que nos es en la separaoión consi$e pürificaoión estado de ese aquéI. Ahora bien, extraño, en tanto el bien es otra cosa distinta. Ciertamento, si el sor era bueno antes de volverse impuro, parece notorio que la purificación sería sufioiente. Lo que quodaría tras ella sería el

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bien y no la purifioación misma. Y eso precisamente es lo quo hay que indagar; polo, ¿estaremos seguros do que es el bien la rlattt¡aleza zubsistente? En ve¡dad, nos inclinamos a excluir tal afirmación, potque entonces el bien existiría on el ser malo. ¿Diremos, pues, que esa naturaleza es sólo buena en apariencia? Polque, por lo pronto, no es apta pafa pelmaneoel unida a lo roalmente bueno, sino que se inclina indistintamento hacia lo bueno y haoia lo malo. El bien do ella no es más que la conüvencia con algo afin, y el mal, la unión con sus contrarios. A dicha conüvenoia convendrá la purificaoión, y será de heoho posible si se vuelve hacia el bien.

Mas esa oonversión, ¿se da después de la purificación? sin duda, se afirma después de ella. Y ni la virtud -isma es otla cosa quo lo quo rosulta de la conversión hacia el bien. Pues, que es püesta y actúa en el ¿qué? Se trat¿ de la contemplación y figuraoión de lo inteligible, alma a la üunera como la üsión ocular en referenoia a su oampo visual Ciertamente, el alma poseía lo inteügible, aunque sin recordarlo; y lo poseia, no en acto, sino como lacente en una región osoura. Para ilumina¡ esta región y conooer quo existe en ella misma, conüene que el alma se dirija a algo que la ilumine. Pues verdaderamente, el alma no po§eía los objetos inteligibles, sino sus huellas, y es neoesario, pol tanto, que acomode la huella a la propia realidad de la que ella es indicio y señal. Quizá por ello se diga que la inteligencia no le es extraña al alma y no lo es, sobre todo, ouando el alma mira hacia aquélla; porque, si esto no ocurro, entonces sí le es ajena aun estando presente. Lo mismo acontece a nuestros conocimientos: se nos haoen exhaños si nunca los actualizamos mentatnente' Aho¡a toca preguntarso: "¿Cómo, si oxiste el ben, eúste también por necesidad el mal? el univer¿Es aoaso por ello que deba existi¡ la materia en todo el universo?". Nooesariamente, de la naturaleza materia. no existir la y existiría de contrarias no "Pues so se compone de cosas

y neoesidad"; todo cuanto üene a é1 procede de Dios, es bueno; el mal, en cambio, proviene de la "antigua naturaleza", o dicho con el lenguaje de (Platón), de la materia que aún no ha sido ordenada. este mundo rosulta de una mezcla de inteligencia

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Mas, si ose universo se dobo a Dios, ¿oómo ha de poseor una naturaleza mortal? Naturalmente damos por supuesto quo al hablar Platón de "oste lugar" so refiore al universo. Con sus palábras: 1l...la que habéis naoido, no sois iamortales, pero, sin ombargo, por mi intorvonción no serás desüuidoS", parooo autorizamos a dooir, con toda raán, quo el mal no será destruido. Poro entonoos, ¿cómo hemos do huir de él? Indudablémento, "no por el oambio du lugr.,

sino por la adquisioión de la vi¡tud y la separacién del ouorpo", puos ello impüca también s€paración do la mdeda, ya quo la co€xiSenoia con el cuorpo ss asimismo cooxistoncia oon la materia. Pldón mismo nos áclara on qué consisto ose estar soparado: es un oxistir en la vecindad de los diosos y en relaciór oon lo intoügible, morada do los sores inmortales.

La nooesidad del mal podremos interpretarla así: puosto que el bien no eústo solo, nooesariamento deberá habor un término a la zuoosión que zurja de él o, si queremos precisarlo mejor, a todo lo que desoiende y se aleja de él; esto término sorá el último de la serie y no engendrará ningún oho ser; do ahí quo se le considere justamento como el mal. IIay algo por neoosidad deqpués do lo quo ooupa ol primer lugar; oso algo es en ultimo término, la materia, quo Íada tiene ya del Bien. Tal os preoisamonte osa nooosidad del ¡nal.

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