Indice Editorial: Formar verdaderos sacerdotes....................................................... 1 Cruzada de oración. ¡Misa y vocaciones, nuestros tesoros!........................... 3 Carta del Superior General con motivo de los 50 años de la Hermandad............................................ 5 P. Davide Pagliarani
Entrevista con el Superior General - 50 años............................................... 17 P. Davide Pagliarani
¿Hay alguien al mando de la Iglesia?.............................................................. 29 P. Frédéric Weil
Traslación en Ecône de los restos mortales de Mons. Lefebvre............. 39 La primavera del postconcilio.......................................................................... 41 L. Pintas
Le recordamos que la Hermandad de San Pío X en España agradece todo tipo de ayuda y colaboración para llevar a cabo su obra en favor de la Tradición. Los sacerdotes de la Hermandad no podrán ejercer su ministerio sin su generosa aportación y asistencia. NOTA FISCAL Los donativos efectuados a la Fundación San Pío X son deducibles parcialmente de la cuota del I.R.P.F., con arreglo a los porcentajes, criterios y límites legalmente establecidos (10 % de la base liquidable).
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Editorial
Formar verdaderos sacerdotes
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ios siempre, en cada época y según las necesidades de la Iglesia, suscitó la figura adecuada para reformar y dirigir a la Iglesia por el camino recto. Ocurrió con San Benito, durante el colapso del Imperio Romano, en que el mundo civilizado parecía declinar hacia la barbarie; ocurrió con San Ignacio de Loyola, cuando varias naciones de Europa parecían perdidas por el protestantismo; ocurrió también en el momento del Concilio Vaticano II, cuando se quiso adaptar la doctrina de la Iglesia al liberalismo y los resultados fueron mucho peores que los de la Revolución: decenas de miles de sacerdotes, religiosos y religiosas abandonaron sus compromisos, los seminarios y noviciados se vaciaron, el vandalismo invadió las iglesias, los altares fueron destruidos. Frente a esta hecatombe espiritual, la Providencia levantó la figura del obispo Marcel Lefebvre. ¿Cuál fue su reacción, su propósito? Fundar una congregación dedicada a la formación de verdaderos sacerdotes católicos e inspirar en ellos el espíritu de la Iglesia. El espíritu de la Hermandad es, ante todo, el de la Iglesia, y se puede resumir en tres puntos, según las mismas indicaciones de nuestro fundador: 1.- Espíritu sacerdotal. Lo que guió a la Iglesia durante veinte siglos fue la importancia que se le dio al Sacrificio de Nuestro Señor y, por consiguiente, al Sacerdocio. Profundizar este gran misterio de nuestra fe que es la Santa Misa, tener por él una devoción sin límites, ponerlo en el centro de nuestros pensamientos, de nuestros corazones, de toda nuestra vida interior, será vivir el espíritu de la Iglesia. Toda la Escritura está orientada hacia la Cruz, hacia la Víctima redentora; toda la vida de la Iglesia está orientada hacia el altar del Sacrificio y, por lo tanto, su principal preocupación es la santidad del Sacerdocio. Este espíritu sacerdotal ayudará a oponerse a uno de los fenómenos más dolorosos de nuestra época, que es la profanación, la desacralización, llevada a cabo a través del laicismo, del ateísmo y del racionalismo, pero por desgracia, también por los mismos clérigos. La Hermandad, inmersa en el ambiente de estas sociedades laicas, se consagra a manifestar a Nuestro Señor Jesucristo, resucitando el verdadero espíritu de la Iglesia, la mística Esposa de Nuestro Señor, y devolviendo el honor a las personas consagradas y a las cosas sagradas, porque lo sagrado, lo divino, inspira respeto. 2.- Espíritu litúrgico. A través de la liturgia la Iglesia ha podido presentarnos y hacernos vivir los misterios de nuestra fe de una manera verdaderamente divina que cautiva los corazones y eleva las almas, disponiéndolo todo con el amor de una madre misericordiosa. Todo es motivo de edificación en los lugares sagrados, en las ceremonias, en los adornos, en los cantos, en la elección de las oraciones del Misal, del Breviario, del Pontifical y del Ritual. Las consecuencias de este amor por la Liturgia se manifestarán en el cuidado de la belleza y la limpieza de los lugares sagrados, del ajuar del altar, de los objetos destinados al culto. También se manifestarán en la belleza de las ceremonias, de los cantos, en la regularidad y la edificante recitación del oficio divino. Esto se ve de manera muy particular en nuestros seminarios, donde
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nada es pequeño, nada es insignificante, al servicio de tal Señor y Rey. Como los actos de la liturgia son actos públicos y no de devoción privada, Mons. Lefebvre siempre insistió en llevarlos a cabo de acuerdo con el espíritu y la voluntad de la Iglesia, y no según nuestros caprichos. La liturgia es un medio de apostolado muy eficaz. Si es sobre todo la alabanza a la Santísima Trinidad, la ofrenda y el sacrificio, la fuente de la vida divina, es también la catequesis más viva, la más eficaz. 3.- Espíritu contemplativo. Los efectos del altar y de la Eucaristía tienden a alejar al alma del mundo, a hacerla despreciar las cosas fugaces y materiales para aferrarse a lo eterno y espiritual, a experimentar un gran horror del pecado, una profunda contrición de sus faltas y un inmenso deseo de expiación para sí misma y para los demás. Mons. Lefebvre dijo: “¡Cómo debemos desear que todos los miembros de la Hermandad tengan sed de vida contemplativa, es decir, de esta visión sencilla y ardiente de la Cruz de Jesús; que todos adquieran el espíritu de oración, de vida interior, la imagen de Nuestro Señor mismo, que vivió treinta de sus treinta y tres años alejado del mundo!”. Para Monseñor, el apostolado externo, los catecismos, las reuniones, las conferencias, etc., pronto se volverán estériles sin el apostolado fundamental que mantiene una constante unión con Nuestro Señor. Por eso la Hermandad ofrece a sus miembros una estructura, un reglamento, una vida de comunidad, que los mantiene en el verdadero apostolado a través de una feliz armonía entre la vida de apostolado espiritual y la vida de apostolado exterior. La Iglesia también insiste en la oración del sacerdote, en su breviario, en su oración diaria, para que el alma del sacerdote sea enteramente de Jesús, y para que realice los cuatro fines de la oración: alabanza, acción de gracias, súplica y propiciación. Esta fue la obra de Monseñor Lefebvre. Como él mismo decía: “No es ni orgullo ni suficiencia decir que Dios, en su misericordiosa Sabiduría, salvó la herencia de su sacerdocio, de su gracia, de su Revelación a través de estos dos obispos [Mons. CastroMayer y él mismo, obispos consagrantes el 30 de junio de 1988]. No fuimos nosotros los que nos elegimos, sino que fue Dios quien nos guió para salvaguardar todas las riquezas de su Encarnación y Redención. Aquellos que piensan que deben minimizar estas riquezas e incluso negarlas no pueden sino condenarnos, lo que sólo confirma su cisma contra Nuestro Señor y su Reino, por su laicidad y su ecumenismo apóstata”. A sacerdote santo, se ha dicho, corresponde pueblo fervoroso; a sacerdote fervoroso, pueblo piadoso; a sacerdote piadoso, pueblo honesto; a sacerdote honesto, pueblo impío. Los fieles se encuentran normalmente siempre en un grado inferior. ¿Es eso acaso una exageración? San Alfonso Mª de Ligorio apoyaba este pensamiento: “Las buenas costumbres y la salvación de los pueblos dependen de los buenos pastores. Si al frente de una parroquia hay un buen párroco, pronto se verá en él la floreciente devoción, los sacramentos atendidos, la oración mental practicada. De ahí el proverbio: Qualis pastor talis parochia: tal pastor, tal parroquia”. En estas trágicas circunstancias de pérdida de la fe, degradación de las costumbres, debilitamiento del sentido sacerdotal, roguemos a Nuestra Señora que proteja su Hermandad, sus sacerdotes y miembros, sus fieles, a todos aquellos que, incluso a distancia, están atentos e interesados en la tradición de la Iglesia. Pidamos también a Monseñor Lefebvre que interceda por nosotros y nos ayude a continuar esta lucha por la santificación de los sacerdotes y el reinado social de Nuestro Señor. m
Cruzada de Oración ¡Misa y vocaciones, nuestros tesoros! Es evidente que la situación internacional se está deteriorando considerablemente. Uno de los puntos más críticos se refiere a la prohibición de las Misas en público. Cuando sabemos que la Misa es la palanca que levanta el mundo, no podemos dejar de preocuparnos por el futuro. Fieles y sacerdotes de la Hermandad de todo el mundo están preocupados por oponerse a esta situación con medios proporcionados. El Superior General ha decidido lanzar una Cruzada de oración, basada en el rezo del Rosario, para alentar tal estado de ánimo, ayudándoles a luchar principalmente en el plano sobrenatural. Se trata precisamente de una Cruzada por la misa y las vocaciones. Así, al mismo tiempo que responde a la necesidad actual, esta Cruzada responde al objetivo propio de la Hermandad, permitiéndonos mantener nuestra preocupación por las vocaciones y nuestro apego a la Misa, ambos igualmente necesarios.
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ueridos miembros de la Hermandad, queridos fieles, queridos amigos, Esta es una enérgica e implorante llamada a todos ustedes, y a todas las personas a las que puedan transmitirla: “¡Unamos nuestras fuerzas para obtener del Cielo la libertad incondicional de celebrar la Misa públicamente y de asistir a ella!” La Santa Misa es lo que más apreciamos en nuestros corazones. Que pueda volver a celebrarse con total libertad, pues la Misa contiene la solución a todos los males, a todas las enfermedades y a todos los miedos. A esto se añade una intención de oración no menos importante: las vocaciones. Recemos y supliquemos al cielo que envíe muchos trabajadores a la Viña del Señor, muchos sacerdotes santos. ¡Nuestros seminarios han de estar siempre llenos! ¡Las almas están hambrientas, y no hay suficientes sacerdotes para satisfacerlas!
¿Seguiremos siendo insensibles a la situación actual? “El que pide, recibe, y al que llama se le abre” (Mt 7, 8), nos promete el Señor. Hagamos nuestra parte: las gracias sólo se obtienen si se piden con insistencia. Queridos fieles, les invito a todos y a cada uno de ustedes, jóvenes y ancianos, seglares y almas consagradas, y les ruego que se unan a esta Cruzada de oración por la Misa y las vocaciones. Los
Cruzados se pusieron en marcha para liberar la tumba de Jesucristo; pongámonos también nosotros en marcha para liberar el tesoro de Cristo Rey, su testa-
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Cruzada de oración
mento de amor. ¿Cuándo iremos a la Cruzada? El 21 de noviembre, fiesta de la Presentación de la Santísima Virgen en el templo. ¿Quién será el capitán de esta Cruzada? La que estaba al pie de la Cruz, y a la que se le dijo: “Mujer, aquí tienes a tu hijo”. Aquella a quien se le ha confiado el cuidado de nosotros, cuyo Corazón es tan bueno y cuyo poder de intercesión es infalible! ¿Qué arma usaremos? La misma que nos ha dado el Cielo: el Rosario. ¡Un El Rosario es nuestra arma. Ha de ser nuestra arma contra el demonio. Los ejemplos magníficos que ha suscitado el rezo del Rosario y que nos ha transmitido la historia nos han de invitar a rezarlo con frecuencia, e incluso, si podemos, las tres partes. Confiémonos así a la Santísima Virgen. [...] Cuando os sintáis en la tentación, o cuando sintáis desánimo en las dificultades o pruebas, tomad el Rosario y rezadlo. Pedid a la Virgen, nuestra buena madre del Cielo, que venga a ayudaros y veréis qué oración tan eficaz es el Rosario. La Santísima Virgen siempre ha venido en sus apariciones con el Rosario, mostrando así cómo aprecia esta oración. (…) Mons. Marcel Lefebvre
arma fácil de conseguir, fácil de manejar, de inmensa eficacia ante el Corazón de Dios, y que derrota al demonio, enemigo jurado de la Santa Misa y de los sacerdotes! ¿Cuándo terminará esta Cruzada? El Jueves Santo (1 de abril de 2021), en que celebraremos tanto la institución del Santo Sacrificio de la Misa como la del sacerdocio, es decir, lo más precioso que tenemos. ¿A quién le entregaremos los resultados de esta Cruzada? A la misma Virgen. Cada Distrito organizará el modo de recogerlos y los comunicará a la Casa General a su debido tiempo. Si el Cielo, por la intervención de la Santísima Virgen, nos ofrece la posibilidad, la Fraternidad irá en una grandiosa peregrinación de acción de gracias a Lourdes en octubre de 2021. ¡Que Dios los bendiga y bendiga su generosidad! m Menzingen, 11 de noviembre de 2020, Fiesta de San Martín Don Davide Pagliarani, Superior General
Carta del Superior General a los miembros y fieles de la Hermandad Sacerdotal de San Pío X, con motivo del 50° aniversario de su fundación
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ueridos miembros y fieles de la HSSPX, Es una alegría muy real para mí poder hablarles en este momento tan especial de la historia de nuestra Hermandad, que es la celebración de su Jubileo de Oro. Este 50° aniversario de la Hermandad Sacerdotal de San Pío X es ante todo ocasión de real y profunda acción de gracias. A Dios, ante todo, que no deja de apoyarnos y colmarnos a pesar de nuestras pruebas, y que nos fortalece en medio de estas mismas pruebas: si nunca ha faltado la cruz en este medio siglo de historia, hemos de ver en esto la prueba de una benevolencia muy particular de la Providencia, que sólo permite los males para la edificación de su reino y la santificación de sus fieles servidores. También a nuestro fundador, que supo trasmitirnos los tesoros más preciosos de la Iglesia con la llama ardiente de una caridad intrépida, iluminada por una fe profunda y sostenida por una esperanza infalible en la caridad de Dios
mismo: “credidimus caritati”. Este 50° aniversario también nos invita a hacer un balance de nuestra situación actual: ¿sigue viva esta llama que hemos recibido de nuestro fundador? Expuesta a todos los vientos de una crisis indefinidamente prolongada, tanto en la Iglesia como en la sociedad en su conjunto, ¿no está esta preciosa antorcha en peligro de flaquear y de debilitarse?
Por un lado, las luchas de todo tipo, que duran y cuyo final no se ve, corren el riesgo de cansarnos: ¿de verdad tenemos que seguir luchando todavía? Por otro lado, después de medio siglo de luchas, la Hermandad San Pío X puede encontrar que está cómodamente instalada y que goza de relativa tranquilidad.
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Carta del Superior General con motivo de los 50 años de la HSSPX
Tal instalación y tranquilidad, ¿no constituyen algún peligro? ¿No tenemos que reavivar esta llama, que a su vez tenemos que transmitir a los que nos siguen? No es algo superfluo comprobar si seguimos teniendo muy presente la razón de ser de nuestra Hermandad y proseguimos su verdadero objetivo, usando bien los medios que tenemos a nuestro alcance para conseguirlo. Incluso es fundamental si queremos poder continuar con el mismo impulso de estos primeros 50 años.
el combate por la fe, o sea, por la defensa de la doctrina, trágicamente amenazada incluso en Roma por la apostasía galopante de nuestro siglo. Finalmente, y como para resumir todo esto, se trata del combate por Cristo Rey, es decir, por
1. ¿La Hermandad tiene que ser militante? Las circunstancias providenciales en las que Dios quiso suscitar a la HSSPX, que son las de la terrible crisis en la que está sumida la Iglesia desde hace 60 años, nos han obligado a ocupar un lugar muy especial en lo que ha tomado la forma de un verdadero combate. Podemos decir que ser militante constituye un poco la característica de la Hermandad: desde que empezó ha tenido que luchar con fe, con valor y con perseverancia contra los enemigos de la Iglesia. Pero no debemos equivocarnos sobre la profundidad de esta lucha que, si lo pensamos bien, no tiene nada de excepcional ni original. Porque está en la naturaleza de la Iglesia misma, aquí en la tierra, el ser militante. La Hermandad es de la Iglesia, y por eso es necesariamente militante. ¿Cuál es nuestro combate? Fue desde el principio, y desde luego, lo sigue siendo hoy, el combate por la preservación del sacerdocio. Y con él, el combate por la Misa, o sea, el combate por la preservación de la liturgia. También es, claro,
«Es más que evidente que el más elemental de los deberes es proteger a su rebaño de los lobos que lo rodean y cazan al de los mercenarios que los abandonan, según las enseñanzas del Buen Pastor por excelencia. Guardemos la integridad de nuestra fe en las disposiciones de humildad y de sumisión hacia la autoridad divina que se ha transmitido hasta nosotros inmutable a través de los siglos hasta nuestros días». Mons. Marcel Lefebvre
el reinado de Nuestro Señor en las almas y en las naciones. Pero hemos de entender lo que eso significa... y no detenernos en el camino. ¿Cuál es el verdadero alcance de estas luchas que hemos enumerado? ¿Cuál es la razón de ser de la lucha por la Misa y por
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el sacerdocio, la de la lucha por la fe y la de la lucha por Cristo Rey? Esta realidad constituye la meta misma de toda la Iglesia, y el motivo último de todas las luchas que ha tenido que librar a lo largo de su historia: es la vida espiritual y la vida de unión íntima con Nuestro Señor, Rey. La Hermandad ha de tener esto muy presente: el desarrollo de la vida espiritual en nuestras almas es la verdadera razón de su existencia providencial. Así no hace sino inscribirse en una lucha que es más grande que ella, que la supera y que es en verdad la de Jesucristo y de su Iglesia desde siempre: “Yo he venido para que tengan la vida, y que la tengan en abundancia” (Jn 10, 10). Si nos encontramos en esta gran lucha, y si estamos luchando en nuestro lugar, es, en definitiva, para unirnos a Nuestro Señor. ¡Su reinado es esto! Y no se trata de una idea abstracta: es una unión concreta, efectiva e íntima. ¡Es una vida! Mons. Lefebvre insistía magníficamente en esta idea: “Toda nuestra Hermandad está al servicio de este Rey: no conoce a otro, no tiene pensamiento, amor, actividad excepto para Él y para su reinado, su gloria y la culminación de su obra redentora en la tierra”(1). No tenemos otro objetivo ni ninguna otra razón para ser sacerdotes, sino la de hacer reinar a Nuestro Señor Jesucristo: así es como llevamos vida espiritual a las almas”(2). En cambio, si por costumbre o por cansancio nos vamos debilitando en este combate por la vida de unión con Jesucristo, entonces no sólo estamos menos disponibles para la lucha esencial, sino que también perdemos de vista la razón de ser de las luchas que queremos liderar valientemente por la Misa y el sacerdocio, por la doctrina y por Cristo Rey.
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2. ¿Qué es la vida espiritual? La vida espiritual no es sino la vida de nuestra alma, para la que Dios nos creó, y que nos hará felices por la eternidad: es la vida eterna, que comienza ya en este mundo. Ahora bien, ¿qué definición nos da nuestro Señor de esta vida? “La vida eterna es que te conozcan a Ti, el único Dios verdadero, y al que has enviado, Jesucristo” (Jn 17, 3). La vida espiritual consiste, pues, en conocer a Dios, en conocer a Jesucristo: su
«No tenemos ni que ceder al desánimo ni frenar nuestro combate para contribuir, en la medida de nuestra dimensión y de nuestras fuerzas, al restablecimiento del reinado de Nuestro Señor Jesucristo en los corazones, en las almas, en las familias y en las naciones, de modo que así se restaure la civilización cristiana, puesto que El mismo nos lo ha asegurado: “Las puertas del infierno no prevalecerán contra ella” (Mt. 16, 18)». Mons. Marcel Lefebvre
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persona, su divinidad, sus virtudes y la salvación que nos trae. Conocerlo para imitarlo, y así acceder a la salvación. No se trata del conocimiento puramente especulativo del científico o del experto en teología de la Biblia. Se trata de un conocimiento sobrenatural, por la fe y la gracia, de Aquel que es “Camino, Verdad y Vida” (Jn 14, 6). Un conocimiento que constituirá la base de esta vida que ha de florecer, en una profunda intimidad con Nuestro Señor, en caridad ardiente: “Creer no es sólo entregar la mente a la verdad, sino también entregar toda el alma y todo el propio ser a quien le habla... y que es esta misma verdad. Creer es vivir... y esta Vida es la Vida misma: “Creed en mí, dice Jesús. El que cree en Mi tiene vida eterna”(3). De esta manera, el alma siempre se deleita más con el amor de quien se ha hecho todo para ella: cuanto más lo conoce, más lo ama; y cuanto más lo ama, más progresa en su conocimiento que tiene de él. La fe y la caridad se nutren y el alma se transforma así para parecerse cada vez más a su modelo divino. Entonces el alma se libera de las cadenas que impiden su marcha hacia la salvación. Desde el pecado original, el hombre caído ha tendido a relacionarlo todo consigo mismo: sólo se conoce a sí mismo, sólo se interesa por sí mismo y vive como encerrado en sí mismo... hasta el punto de olvidar a Dios. Pero cuando Dios, mediante el bautismo, inaugura en este hombre su obra de salvación, le da este conocimiento de la fe y obra por su gracia para hacer que se vuelva semejante a Él, el hombre co-
mienza a traer todo de regreso a Cristo: pronto ya no conoce más que a Él, Vive en Él, centrado en Él... hasta el punto de olvidarse de sí mismo. Este es el ideal
«Esta idea de libertad, que es licencia y no una verdadera libertad, que se le ha dado a todas las ideologías, significa envenenarse a sí mismo poco a poco y corromper la verdad. Nuestro Señor Jesucristo es esta verdad: o se la admite o no se la admite. Si no se admite que Nuestro Señor Jesucristo es la verdad, por el hecho mismo no hay ley ni moral, todo se acaba poco a poco, aunque evidentemente toma tiempo. No se destruye una civilización cristiana en unos años, pero cuando se admite el principio de esta libertad, poco a poco la corrupción va avanzando cada vez más.». Mons. Marcel Lefebvre
cristiano como tal. Permite superar todos los obstáculos, hasta que nuestro Señor sea verdaderamente la Vida de un alma completamente llena de Él. Es la verdadera y definitiva libertad realizada por Aquel que es la Verdad Eterna. Si es verdad que en el Cielo, en la vida eterna, nuestro Señor, colmará plenamente nuestra alma, y que entonces, para la innumerable cantidad de todos los ángeles y todos los santos, será realmente todo; y si es verdad que esta vida eterna comienza en este mundo con la vida espiritual, entonces no es de extrañar que nuestro Salvador ya quiera ocupar en ella gradualmente todo el lugar.
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Por supuesto, todavía no vemos a Dios en la tierra, mientras que en el cielo lo veremos cara a cara: nuestra fe no es un conocimiento absolutamente perfecto de Dios... Pero la caridad por la cual estaremos eternamente unido a Él no difiere de aquello por lo que ya lo amamos en la tierra. Y Él se convierte ya en todo para nosotros cuando realmente lo amamos con todo nuestro corazón, alma, fuerza y mente. Esto, hasta el don total de nosotros mismos. Sería un error creer que esta maravillosa vida sólo es accesible para una élite espiritual. Nuestro Señor quiere comunicarse a todos. Este conocimiento cada vez más amoroso del Verbo Encarnado no es sino el desarrollo del don de entendimiento que reciben todos los bautizados y confirmados. Y el motivo por el que hemos sido creados es para recibirlo y vivir de él. 3. Los medios necesarios para esta Vida espiritual Ahora bien, ¿cómo se nos comunica este conocimiento de la fe? ¿De qué manera florece luego en una vida de caridad, para hacernos semejantes a Cristo? A través de los sacramentos. Por medio de la Misa. O sea, a través de estos canales de gracia, que permiten a Nuestro Señor Jesucristo incorporarnos a Él. Por gracia, nuestro Señor vive en nosotros y nos hace vivir en Él. Y cuanto más crece esta gracia, más ocupa todo el espacio nuestra vida de intimidad con Jesucristo, para que nada pueda sepa-
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rarnos de Él. Esta es la espiritualidad del evangelio. Y este ideal unifica perfectamente la vida del cristiano: como está unido a la persona de nuestro Señor, y como el Hijo de Dios es el eje de su vida, en torno al cual giran todas sus preocupaciones y todos sus actos, el cristiano está unificado. En efecto, es nuestro Señor el que constituye el principio de su unidad interior.
«Cuando a un alma se le da el bautismo, el Espíritu Santo, el Espíritu de Nuestro Señor, toma realmente posesión de ella. Retírate de este niño, espíritu inmundo, y da lugar al Espíritu Santo. Realmente es el Espíritu de Nuestro Señor. Es todo un programa de vida y un programa de espiritualidad muy enriquecedor, desde luego, y al mismo tiempo muy consolador para nosotros». Mons. Marcel Lefebvre
Así que este es nuestro combate: permitir que nuestro Señor Jesucristo sea la totalidad de nuestra vida espiritual, el principio de todos nuestros pensamientos, de todas nuestras palabras y de todas nuestras acciones. Y por eso estamos llevando a cabo el combate por la Misa: para que nuestras almas puedan ser santificadas mediante la gracia. Esta es la razón por la que combatimos por la fe: que las almas conozcan a su Salvador para amarlo más y servirlo mejor. Esta
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es la razón por la que combatimos por el reino de Cristo: para que las almas puedan servirle y estar perfectamente unidas a su Rey. Ahí está realmente el espíritu de la cruzada que nuestro fundador lanzó en 1979, con motivo de sus 50 años de sacerdocio, a partir de su larga experiencia misionera: “Por poco que estudiemos el motivo subyacente de esta transformación [de los paganos como de los cristianos] vemos que es el sacrificio. [...] Tenemos que hacer una cruzada, apoyados en el santo sacrificio de la Misa, en la Sangre de nuestro Señor Jesucristo, apoyados en esta roca invencible y en esta fuente inagotable de gracias que es el santo sacrificio de la Misa, para recrear la cristiandad. Y veremos cómo florece nuevamente la civilización cristiana, una civilización que no es para este mundo, pero que conduce a la ciudad católica del cielo”(4). Esta cruzada es realmente la nuestra: militar espiritualmente, apoyándonos en la Misa, para que la vida de Jesucristo se comunique a las almas y a la sociedad en su conjunto. ¿Qué sucede, en cambio, cuando cesa este combate por la vida espiritual? 4. Hombre moderno abandonado a sí mismo y sin puntos de referencia Para responder a esta pregunta, basta con mirar al hombre moderno. Nos llama la atención la falta de unidad que caracteriza su vida: este hombre ya no sabe quién es, de dónde viene ni adón-
de va; ya no tiene puntos de referencia, descentrado, desgarrado y dividido en sí mismo. Si la fe no queda totalmente evacuada de su vida, sólo forma una parte de ella; ya no es su vida. El hombre mo-
«El espíritu de la Fraternidad es ante todo el de la Iglesia, y por tanto sus miembros, sacerdotes, hermanos, hermanas, oblatas, terciarios, se esfuerzan por conocer cada vez mejor el Misterio de Cristo, tal como lo describe San Pablo en sus epístolas, y especialmente en las dirigidas a los Efesios y a los Hebreos. Descubriremos entonces lo que ha guiado a la Iglesia durante veinte siglos, y comprenderemos la importancia que da al Sacrificio de Nuestro Señor y, por consiguiente, al Sacerdocio. Profundizar este gran misterio de nuestra fe que es la Santa Misa, tener por él una devoción sin límites, ponerlo en el centro de nuestros pensamientos, de nuestros corazones, de toda nuestra vida interior, será vivir del espíritu de la Iglesia». Mons. Marcel Lefebvre
derno quiere absolutamente beneficiarse de una esfera libre e independiente. Quiere poder tener un espacio en el que no tenga que dar cuentas a nadie, ni siquiera a Dios. Así, por ejemplo, vemos que la ciencia moderna afirma que es capaz de afirmarse sin que la fe la juzgue, llevando la audacia a punto de juzgar a la misma fe. De este modo, vemos la educación y la moralidad modernas libres de todo principio, buscando libremente el fin que quieren y, en última instancia, terminando en la desarmonía más caótica.
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Y así vemos igualmente que la política laicista destierra absolutamente la fe y lo sobrenatural de toda la vida social. Estas semillas de apostasía, por las que nuestro Señor queda concretamente evacuado de la vida de los hombres, esta ausencia de principio que conduce a la deconstrucción y al caos, vuelven realmente imposible cualquier vida espiritual unificada, sencilla y centrada en Jesucristo. Se trata de la liberación insolente y provocativa de la realeza del Salvador. Es el rechazo desdeñoso de sus demandas reales sobre los individuos y las sociedades. Nuestro Señor forma tal vez aún parte de la vida del hombre moderno... pero ya no es su vida, ya no tiene una influencia total sobre este hombre y ya no es el principio de toda su actividad... La unión plena de este hombre con Jesucristo se vuelve, por tanto, imposible. 5. El corazón de la crisis en la Iglesia: apertura al mundo y a su espíritu Ahora bien, lo que hace dramática la crisis en la que nos encontramos hoy es que la Iglesia, desde hace 60 años, optó por acoger este ideal moderno y entrar en esta concepción de un universo donde nuestro Señor sólo ocupa un lugar relativo. Desde que la Iglesia se ha convertido en abanderada de la libertad religiosa, ya no se reconoce su realeza total: al reconocer una esfera autónoma a la persona humana, un derecho a vivir según su conciencia individual y sin coacción, la jerarquía eclesiástica ha llegado a negar prácticamente los derechos de Jesucristo sobre la persona humana. De hecho, desde que la Iglesia deci-
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dió reconocer en el hombre, en nombre de su supuesta dignidad, la libertad de elegir o rechazar a nuestro Señor, se ha replanteado no solo su realeza, sino su misma divinidad. De esta forma, los hombres de Iglesia silencian al mismo Salvador que dice: “Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida” (Jn 14, 6). Incluso hacen mentir a San Pedro, que proclama: “No hay salvación en ningún otro; por-
«Inmunidad de toda coacción exterior dice el Concilio. No habla de coacción física sino de coacción moral. Ahora bien, ¿acaso no es una coacción moral cuando Nuestro Señor dijo: Si no creéis, seréis condenados? La condenación de la que se trata es el infierno. Se trata, pues, de una coacción moral que hace temblar a quien lo escucha: si no crees, es el fuego del infierno para siempre. Según esto, ¿Nuestro Señor no tendría derecho a hacerlo? Según los principios de la Declaración sobre la libertad religiosa, hay libertad para seguir su conciencia. Fuera coacción. De modo que los padres no tienen derecho a coaccionar a sus hijos... Quizás no va a querer ser bautizado..., y todo los demás. De esta falsa concepción de la dignidad humana se derivan, evidentemente, consecuencias increíbles». Mons. Marcel Lefebvre
que no hay otro nombre debajo del cielo dado a los hombres, en el que podamos ser salvos” (Hechos 4, 12). Por tanto, sin prejuzgar las gracias personales que Dios sigue siendo libre de dar a cualquier persona, se ha vuelto casi imposible, en la Iglesia de hoy, co-
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nocer plena y verdaderamente a nuestro Señor, su divinidad, su realeza y todos sus derechos, y la salvación que nos trae. Por eso se ha vuelto prácticamente muy difícil vivir la vida espiritual que se deriva de ello. ¡Tal es la gravedad de la crisis en la que nos encontramos! No son sólo la Misa, los sacramentos y la fe, los que están en peligro: sino, a través de todo esto, la vida de unión con nuestro Señor, que todos estos medios se destinan a proporcionarnos. La que se ve trágicamente comprometida es la finalidad misma de la Iglesia, el objetivo final de la vida cristiana. Nuestro fundador observaba con desolación: “Ya no transmiten a Nuestro Señor Jesucristo, sino una religiosidad sentimental, superficial, carismática. [...] Esta nueva religión no es la religión católica; es estéril e incapaz de santificar la sociedad y la familia”(5). 6. La espada desafilada del evangelio ¿Cómo ha podido la Iglesia llegar a esta situación catastrófica? ¿Cómo es posible que haya ocurrido un trastorno así, y que tales ideas hayan podido ser concebidas en la Iglesia, en contra de la doctrina y de la fe de siempre? Es, lamentablemente, por una muy sencilla razón: esta vida espiritual de la que hemos hablado es objeto de un combate; un combate, que es el de cada alma en particular que trata de prolongar el reino de Cristo en sí misma, y es también y ante todo la de toda la Iglesia. Es un conflicto general en el que se enfrentan la Iglesia y el mundo, y en el que lo
que está en juego, precisamente, es esta unión de las almas con Cristo. Ahora bien, esta lucha es difícil, ardua y permanente: comenzó al principio, en Pentecostés, y durará tanto como este mundo. Por lo tanto, además de las dificultades
«Satanás es homicida en las persecuciones sangrientas, padre de la mentira en las herejías, en todas las falsas filosofías y en las palabras equívocas que son la base de las revoluciones, de las guerras mundiales y de las guerras civiles. No deja de atacar a Nuestro Señor en su cuerpo místico que es la Iglesia. En el transcurso de la historia ha empleado todos los medios, y uno de los últimos y más terribles ha sido la apostasía oficial de las sociedades civiles. El laicismo de los Estados ha sido, y sigue siendo, un inmenso escándalo para las almas de la gente. Por este camino, Satanás ha conseguido poco a poco secularizar y quitar la fe a muchos miembros de la Iglesia y del Estado, hasta el punto de que esos falsos principios de separación de la Iglesia y del Estado, de libertad religiosa, de ateísmo político y de la autoridad como algo que emana de los individuos han acabado por invadir los presbiterios, los curias episcopales y hasta el Concilio Vaticano II». Mons. Marcel Lefebvre
inherentes a esta lucha, existe una dificultad especial que es la de su duración: ¡pues bien!, simplemente nos cansamos. Poco a poco, este ideal de vida espiritual, con todas sus exigencias, se ha ido desvaneciendo. Cada vez más, los cristianos han encontrado demasiado
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difícil luchar; han dudado en entregarse totalmente a la gracia de Jesucristo para que los transformara y salvara; ya no han querido su reinado y las limitaciones de su amor por ellos; ya se han cansado de tener que resistir siempre a las seducciones del mundo, que día y noche conspira contra el establecimiento de este reino de Cristo en nuestras almas; han silenciado a San Pablo que les decía: “No os conforméis con este siglo” (Rom. 12, 2). Y finalmente se han desanimado. Ante la continua agresión del mundo, los cristianos lamentablemente han presentado una debilidad culpable. Su catolicismo se ha vuelto tímido, conciliador y conciliar, liberal y terreno. Su forma de vida se ha vuelto mundana. El sacrificio, esa característica profunda de toda auténtica vida cristiana, ha sido desterrado. Las justificaciones doctrinales vinieron en ese momento a reforzar esta flaqueza y este cansancio: “¡Nunca más la guerra!” Y se pusieron a creer en la paz del mundo, en la armonía universal entre todos los creyentes, en esa quimera de un catolicismo reconciliado con el mundo. “Mi paz os dejo, mi paz os doy” —dijo Jesucristo—; no os la doy como la da el mundo” (Jn 14, 27); pero para ya no tener enemigos, han preferido rechazar su ofrecimiento y trabajar sin Él por una paz sin fundamento. No importa si no le gusta: es más fácil, menos exigente y más cómodo complacer al mundo. Porque el ideal cristiano de unión con Cristo es así cada vez menos posible de vivir, en una Iglesia desfigurada que lo abandona y lo ignora cada vez más, es fundamental entender que es a ese nivel al que la Hermandad, hoy igual
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que ayer, tiene el deber de luchar, a toda costa. Ahora bien, este peligro de abandonar a nuestro Señor para conformarse al mundo siempre ha existido: desde el
Huerto de los Olivos, los amigos más fieles del Salvador siempre se han enfrentado a esta prueba. Esta lucha por la fidelidad es una misión cotidiana. ¿Podemos decir que la Hermandad le es fiel?
7. ¿La Hermandad es totalmente inmune? Es un peligro real para nosotros, después de 50 años de crecimiento, creer que, dado que la Hermandad ha quedado ahora bien establecida, la Tradición se puede guardar más fácilmente y se puede preservar con más comodidad. Y que la vida cristiana hoy es más fácil y menos exigente. Nada más lejos de la verdad: la exigencia de una vida espiritual, de una Vida interior, de una vida de unión con Cristo exige una lucha diaria, una lucha generosa contra la seductora
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tentación de comprometernos con el mundo. “La noción de sacrificio es una noción profundamente cristiana y profundamente católica”, nos recordaba el arzobispo Lefebvre en su sermón de 1979. “Nuestra vida no puede prescindir del sacrificio, ya que nuestro Señor Jesucristo, el propio Dios, ha querido asumir un cuerpo como el nuestro y decirnos: “Sígueme, toma tu cruz y sígueme si quieres ser salvo”. Constituye también un peligro, después de 50 años de lucha, dejarse conquistar por ese cansancio y desánimo que han llevado a las almas a perder paulatinamente el sentido de la vida cristiana, y a no ver ya las razones profundas que habían motivado sus esfuerzos que siguen siendo necesarios. Por tanto, es fundamental que esta vida verdaderamente cristiana siga siendo nuestro objetivo constante, y que hagamos cada día todo lo que esté a nuestro alcance, con la ayuda de la gracia, para hacer posible esta vida de caridad con nuestro Señor, que le permita a nuestro Salvador conquistar nuestra alma y eliminar todos los obstáculos que impiden el establecimiento de su reino en nosotros. El combate espiritual, diario, apoyado por la esperanza cristiana, es esencial si queremos ser verdaderamente fieles a Cristo. Entonces vivirá realmente en nosotros, y seremos para Él como una humanidad de añadidura en la que podrá tributar libremente a su Padre el honor y la gloria que le son debidos. Si no le damos a nuestro combate esta dimensión profunda, corremos el riesgo de llevar una lucha puramente abstracta: nuestras batallas doctrinales serán sólo contiendas cerebrales, especulativas y desencarnadas. Las ideas se
enfrentarán a las ideas, sin que nuestra vida moral quede iluminada por la claridad de nuestra fe. Nuestro combate por
«Hoy en día, la gente se pone a rezar cuando las bombas empiezan a caer o cuando hay otros peligros graves; entonces es cuando se ponen a temblar y empiezan a pensar en Dios. Pero estamos en un momento en que las bombas nos están cayendo encima y estamos a punto de perder la fe. Perder la vida del alma es mucho peor que perder la del cuerpo. Por eso, recemos y sepamos hacer penitencia. Debemos saber privarnos de televisión; hay que romper con la concupiscencia de la carne, la concupiscencia de los ojos y el orgullo de la vida y de los honores. Hay que saber hacer penitencia, rechazando todo lo excesivamente mundano y todo lo que halaga la carne y todas esas modas indecentes. Todas esas cosas deben ser absolutamente proscritas para los verdaderos cristianos. Si no, no obtendremos las gracias de Dios necesarias hoy para nuestra salvación, e iremos siempre de desgracia en desgracia». Mons. Marcel Lefebvre
la Misa se volverá en algo estético: defenderemos la liturgia tradicional por la sencilla razón de que es más hermosa y más recogida. ¡Eso es verdad! Pero no es la razón por la que la defendemos: sino,
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más profundamente, porque es el medio por excelencia para dar a conocer a los hombres el amor de nuestro Señor en el altar; el medio por excelencia de entrar de lleno en el mismo amor y en el mismo sacrificio, a través de la adoración y el don de uno mismo: ¡este es el motivo último del combate por la Misa; y este es el verdadero significado de la palabra “Tradición”! Mientras este ideal de la vida espiritual siga siendo profundamente nuestro, y mientras, día a día, permitamos que la gracia del Salvador nos vaya transformando a la semejanza de Jesucristo, nuestra fidelidad a los combates de la Tradición quedará asegurada y vivida. Es este ideal, encarnado en una Vida verdaderamente animada por este espíritu, el que garantizará a los miembros y fieles de la Hermandad la fuerza y la vitalidad necesarias para su constancia en el servicio de Cristo Rey. 8. ¿Cómo prepararse para la victoria final? ¿Cuánto tiempo durará esta crisis en la Iglesia? Más importante aún, ¿por qué Dios permite que siga durando todavía? ¿Qué espera de nosotros? Hemos dicho todo sobre la nocividad de la Nueva Misa; lo hemos dicho todo sobre los errores de la libertad religiosa, el ecumenismo, etc.; ¿qué queda por decir? ¿Qué falta para que la Tradición vuelva a ser puesta en su lugar de honor en la Iglesia? No hay nada nuevo que decir, especulativamente. Aunque es evidente que
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hemos de seguir sin callar predicando la verdad y denunciando los errores del Concilio Vaticano II. Pero, por otro lado, queda algo que dar, concretamente: esta es la batalla fundamental. Esta situación, con sus dificultades, exige de cada uno de nosotros un esfuerzo por ofrecer a nuestro Señor algo más último y más radical de lo que ya le hemos podido
dar: se trata del don incondicional de nosotros mismos. Esto es precisamente lo que nos pide Nuestro Señor, y para conseguirlo permite que esta crisis continúe: en su bondad, todavía nos concede tiempo. ¡No para cansarnos! ¡No para aburguesarnos! Sino para que nos demos más generosamente. Dios aprovecha este tiempo para que podamos entregamos más a su Providencia y a su amor: después de todo, como esta batalla es la suya, ¡en sus manos está la hora de la victoria! En cuanto a nosotros, seamos fieles mientras le plazca probarnos. La crisis es necesaria para provocar entre los amigos de nuestro Señor una reacción más virtuosa y más heroica contra los ataques de sus enemigos, para despertar las almas que la prueba hará más generosas, más entregadas y más dóciles a las conquistas de su gracia. En resumen: más santas. ¡Entonces surgirá, muy viva, la llama que queremos transmitir a su vez a quie-
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nes continuarán mañana este combate que es el suyo! Les animo a esta generosidad. A través de la Misa, la recepción ferviente de los sacramentos —especialmente el de la Eucaristía—, mediante el espíritu de sacrificio, mediante la oración, es como el conocimiento y el amor del Verbo encarnado crecen en nuestras almas; que la gracia de Nuestro Señor Jesucristo nos sostiene en nuestro combate espiritual y nos transforma a su imagen; que nuestras almas se van haciendo una con Él y que, cuando todo haya sido devuelto a Él, podamos decir como San Pablo: “He renunciado a todas las cosas, considerándolas basura, para ganar a Cristo, y ser hallado en Él con la justicia que proviene de la fe en Cristo Jesús; para conocerlo a Él y la virtud de su resurrección y la comunión de sus padecimientos, configurado con su muerte”(cf. Fil. 3, 8-10). Estas pocas palabras de san Pablo resumen bien todo lo más valioso que nos legó Mons. Lefebvre: “el espíritu profundo e inmutable del sacerdocio católico y del espíritu cristiano, vinculado esencialmente a la gran oración de nuestro Señor, que expresa eternamente su sacrificio de la Cruz”(6). Eso es todo lo que les deseo, porque
«Nos encontramos en la necesidad de acudir en socorro de las almas. Yo creo que vuestros aplausos hace un momento no fueron una manifestación puramente temporal, sino que yo diría que son una manifestación espiritual, expresando la alegría de tener finalmente obispos y sacerdotes católicos que salven vuestras almas y les den la vida de Nuestro Señor Jesucristo por medio de la doctrina, de los sacramentos, de la fe y del santo Sacrificio de la Misa, del que tenéis necesidad para ir al Cielo, y que está desapareciendo en todas partes en esta Iglesia conciliar, que sigue caminos que no son caminos católicos y que conduce, simplemente, a la apostasía. Por eso hacemos esta ceremonia. Lejos de mí, lejos de mí erigirme en Papa. No soy sino un obispo de la Iglesia Católica que sigue transmitiendo la doctrina: «Tradidi quod et accepi». Esto es lo que desearía que pusieran sobre mi tumba (cosa que, sin duda, no tardará mucho); que pongan sobre mi tumba: «Tradidi quod et accepi». Lo que dice San Pablo: «Os he transmitido lo que he recibido», simplemente». Mons. Marcel Lefebvre
nada más importa realmente. ¡Dios los bendiga! m Menzingen, Día de Todos los Santos 2020 Don Davide Pagliarani, Superior General (1) Cor Unum, Carta a los miembros de la Hermandad, Navidad 1977. (2) Conferencia espiritual, Ecône, 29 de febrero 1980. (3) Dom Guillerand, En el umbral del abismo de Dios, Parole et silence, p. 60. (4) cf. Homilía, Porte de Versailles, 23 de septiembre 1979. (5) Itinerario espiritual, Iris, 2010, p. 14. (6) Itinerario espiritual, Iris, 2010, p. 7-8.
Entrevista con el Superior General 50 años de la HSSPX
1. DICI: ¿Qué representa para la Tradición el 50º aniversario de la HSSPX? En primer lugar, este jubileo constituye una ocasión de agradecer a la Providencia por todo lo que nos ha concedido durante estos cincuenta años, pues una obra que no fuera de Dios no habría podido resistir la prueba del tiempo. Él es el primero a quien hemos de atribuirle todo esto. Pero también y, sobre todo, este jubileo es una oportunidad para reavivar nuestro ideal de fidelidad a lo que hemos recibido. De hecho, después de tantos años, puede haber un cansancio comprensible. Así que se trata de reavivar nuestro fervor en la lucha para establecer el reinado de Cristo Rey: que reine primero en nuestras almas y luego a nuestro alrededor. Hemos de trabajar particularmente en este punto, siguiendo a Mons. Lefebvre. 2. ¿Por qué, en su opinión, lo que nos legó Mons. Lefebvre puede resumirse en este deseo de instaurar el reinado de Cristo Rey? La respuesta me parece muy sencilla: es el amor de nuestro Señor Rey lo que hizo de Mons. Lefebvre un santo prelado y un gran misionero, que procuraba apasionadamente extender a su alrededor el reinado de Aquel que reinaba primero en su alma. De modo que este
amor es el que lo guio a denunciar enérgicamente a todos los que se le oponen. Ahora bien, para prolongar este reinado y luchar contra sus enemigos, el medio por excelencia es el santo Sacrificio de la Misa. La voz de Mons. Lefebvre temblaba de emoción cuando pronunció las hermosas palabras de la liturgia que resumen tanto su amor por la Misa como por Cristo Rey: “Regnavit a ligno Deus” (himno Vexilla Regis), o sea, Dios reina por el madero de la Cruz. En una carta
que escribió poco antes de su muerte a un antiguo compañero de su congregación de origen, Mons. Lefebvre hacía
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Entrevista con el Superior General - 50 años de la HSSPX
hincapié en decir que, a lo largo de su vida, no había trabajado sino por el reinado de nuestro Señor. Esto es lo que resume todo lo que fue y todo lo que nos legó. 3. El 24 de septiembre, a petición suya, el cuerpo Mons. Lefebvre fue trasladado a la cripta de la iglesia del seminario de Ecône. A pesar de la crisis del Coronavirus, muchos sacerdotes, seminaristas, religiosos y fieles participaron en la ceremonia. ¿Cómo vivió usted este día? De hecho, el último Capítulo General, en 2018, había solicitado que se hiciera este traslado, y estoy muy contento de que se haya podido concretar en el espacio de dos años. Aunque sólo le corresponde a la Iglesia canonizar un día a Mons. Lefebvre, creo que ya merece toda nuestra veneración y un lugar de sepultura digno de un santo obispo. En este año jubilar, este gesto quiere expresar el agradecimiento de todos los miembros de la HSSPX hacia la persona que la Providencia suscitó como instrumento para salvaguardar la Tradición de la Iglesia, la fe, la Santa Misa, y para transmitirnos todos estos tesoros. Resultó particularmente conmovedor el hecho de volver a ver el féretro de nuestro fundador después de treinta años, y ver a nuestros sacerdotes cargándolo sobre sus hombros como el día de su funeral. He visto a algunos compañeros sacerdotes ya mayores que se conmovieron hasta las lágrimas.
LA VIDA DE LA HSSPX La Hermandad San Pío X debe arraigar más profundamente donde ya está presente. 4. Cuando se fundó la Hermandad Sacerdotal San Pío X, para los medios de comunicación era un “fenómeno francés”, o sea, destinado a seguir siendo algo local. Hoy, en cambio, la HSSPX constituye una comunidad global. ¿Qué implica esto para su administración? Esto implica que la Casa General pase a coordinar una gran variedad de situaciones. La Tradición misma fue siendo
redescubierta en diferentes países por los diversos medios, y según sensibilidades a veces diferentes. Esto explica por qué la HSSPX no se ha desarrollado en todas partes del mismo modo o al mismo tiempo. No hace falta decir que no es únicamente el Superior general el que administra una obra de tal magnitud como es la HSSPX, con todas sus facetas, sino que los Superiores mayores que trabajan en distintos países le ayudan en esta tarea. Pero la gran diversidad de situaciones no debe hacernos subestimar el hecho de que la unidad de la HSSPX se
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basa en un ideal y principios comunes a todos los miembros y a todos los fieles sin distinción. Esta unidad constituye nuestra fuerza, a pesar de las legítimas e inevitables diferencias. Además, como la HSSPX es una obra de Iglesia, debe, en cierto modo, reproducir la capacidad de la Iglesia para ofrecer a los fieles de todo el mundo, a pesar de sus diferencias, los mismos principios y la misma fe. 5. Después de dos años al frente de la HSSPX, ¿cómo juzga usted el desarrollo de la HSSPX? La HSSPX ha estado en todo el mundo durante mucho tiempo. No creo que en el momento actual la Providencia nos esté pidiendo abrir nuevas casas o extendernos aún más, pues tal vez eso sería una falta de prudencia de nuestra parte. Más bien, creo que la HSSPX debe arraigar más profundamente donde ya está presente, para tener comunidades más fuertes; con el fin, especialmente, de que los sacerdotes jóvenes tengan tiempo para madurar y completar su formación, cosa que nos permitirá prepararlos a las diferentes responsabilidades, especialmente a la función de prior, y que así puedan convertirse en verdaderos padres para sus hermanos y para las almas que se les confía a su cuidado. 6. ¿Conoce todos los países donde se ha establecido la HSSPX? ¿Cómo se transmite el “tesoro” del que usted nos habló después de haber sido elegido a través de la FSSPX en el contexto actual? Debido a la Covid-19, hay distritos que no he podido visitar, y lo siento mucho. Los sacerdotes de la HSSPX comunican este “tesoro” en situaciones que necesariamente difieren entre sí, pero
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que siempre permiten que los sacerdotes expresen un verdadero celo. En este sentido, me he sentido muy edificado por la inventiva de algunos de nuestros sacerdotes, que han logrado encontrar soluciones muy ingeniosas para administrar los sacramentos tanto como fuera posible en situación de confinamiento. Y quiero destacar, sobre todo, a algunos de nuestros sacerdotes que han permanecido aislados durante varios meses en lugares donde la comunicación con otros sacerdotes se había vuelto imposible. Han tenido un gran mérito, y me gustaría felicitarlos. Al mismo tiempo, también me han emocionado las reacciones de nuestros fieles, que tenían tanto deseo de recibir los sacramentos que no han escatimado esfuerzos, y han realizado considerables sacrificios para mostrar que se aferran a nuestro Señor. Esta crisis nos ha ayudado, desde luego, a romper la rutina y disfrutar más de todos los tesoros de cuyo beneficio nos aprovechamos habitualmente. Además, muchos católicos que hasta ahora nos miraban de lejos, se han sentido atraídos a nuestras capillas, porque resulta que era la única posibilidad de acceder a los sacramentos. Se trata de un fenómeno que se ha extendido bastante, y todas estas almas muestran gran agradecimiento a la HSSPX. 7. ¿Cuáles son los proyectos actuales o futuros? Por ahora, los proyectos son principalmente de orden moral y, por eso mismo, no son necesariamente proyectos cuya realización pueda verificarse exteriormente. Se trata, por decirlo en pocas palabras, de seguir trabajando lo más que podamos para hacer a la HSSPX fuerte, unida, verdaderamente arraigada
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en Dios, fiel a la gracia que nos sostiene y, me atrevo a decir, sólida como un ejército alineado en orden de batalla, capaz de defender, con todos los medios puestos a su alcance, los tesoros que Dios le ha confiado; capaz también de atacar a lo que se le opone; capaz, finalmente, como un ejército digno de tal nombre, de atender a los más débiles entre sus miembros, a los heridos, a los desanimados y a los que se encuentran particularmente en alguna prueba.
necesaria renovación de los superiores no constituya una amenaza para la estabilidad de la obra. Por mi parte, me resulta especialmente fácil mantener esta continuidad porque tengo el inestimable privilegio de disfrutar del apoyo de mis dos predecesores, Mons. Fellay y el P. Schmidberger, que en el último capítulo fueron elegidos como consejeros del Superior general. Para mí, esta elección no es algo puramente formal, para que las tareas
8. Usted es el cuarto Superior General de la HSSPX después de Mons. Marcel Lefebvre, el P. Franz Schmidberger y Mons. Bernard Fellay. ¿Su estilo de gobierno es diferente al de ellos? Creo que cada personalidad es inevitablemente diferente, y por lo tanto, trae otra experiencia. Además, cada época de la historia de la HSSPX es diferente, pues luego de cincuenta años, las circunstancias y las personas ya no son las mismas. Dicho esto, la HSSPX siempre ha sido fiel a lo que Mons. Lefebvre le enseñó y le entregó como herencia: mantener este legado del fundador y ser fieles a su pensamiento constituye la principal preocupación del Superior General, sea quien sea, y sea cual sea su personalidad. Por otro lado, también se garantiza la continuidad por el hecho de que cada Superior general tiene el mismo objetivo: preservar el sacerdocio católico y de la Tradición de la Iglesia, para el bien de las almas y de la propia Iglesia. Se trata de una realidad que trasciende las diferencias de estilos y que permite que la
se cumplan administrativamente, sino de la afortunada posibilidad de apoyarse en dos antiguos superiores generales, que conocieron bien al fundador y la vida de la Hermandad desde hace décadas, y que han consagrado lo mejor de sí mismos a su servicio, mereciendo hoy nuestra mayor estima. He tenido especialmente la dicha de beneficiarme de los acertados consejos de Mons. Fellay, que durante dos años siguió viviendo en la casa general. Por este motivo, he podido admirar en él una gran disponibilidad para ayudar, unida a una notable discreción. La presencia de mis dos antecesores compensa de este modo un poco lo que sin lugar a duda me faltaría si no estuvieran ahí.
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9. Los estatutos de la HSSPX atribuyen al Superior General dos objetivos espirituales: 1) hacer todo lo que puedan para mantener, nutrir e incrementar “en el corazón de los miembros” una “gran generosidad, un espíritu profundo de fe, y un celo ardiente al servicio de la Iglesia y de las almas”;
2) ayudar a los miembros “a no caer en la tibieza ni en compromisos con el espíritu del mundo”. ¿Cómo se pueden lograr estos objetivos? Un Superior General debe, ante todo, recordarse a sí mismo que no puede alcanzar estos objetivos sin la obra de la gracia. Se equivocaría si pensara que lo puede lograr únicamente mediante textos, recordatorios u otras medidas puramente de exhortación. En cuanto a mí, estoy profundamente convencido de que la clave de nuestra fidelidad a estos objetivos reside en la virtud de la pobreza. De hecho, con el tiempo, es inevitable que los miembros de la HSSPX puedan “asentarse” en
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una cierta situación confortable y que, a través de esto, el espíritu del mundo se vaya filtrando imperceptibles en nuestras comunidades. Si sucediera algo así, terminaría repercutiendo en la generosidad de los miembros y, por lo tanto, en la fecundidad de su celo apostólico. RELACIONES CON ROMA El propio Vaticano prefiere por el momento no reanudar las discusiones doctrinales. 10. El párrafo IV de los Estatutos dispone: “Cuando la Hermandad tenga casas en diversas diócesis, hará los trámites necesarios para ser de derecho pontificio”. Esto nos lleva a la siguiente pregunta: ¿Cómo podemos cumplir con este deseo de nuestro venerado fundador en la crisis actual de la Iglesia? Los estatutos de la HSSPX fueron aprobados en 1970 a nivel diocesano. Era lógico que nuestro fundador ya tuviera en mente una aprobación de mayor nivel, ya que la Hermandad estaba destinada a extenderse por todo el mundo. Pero todos sabemos que, a pesar de todos sus esfuerzos en este sentido, Mons. Lefebvre, en lugar de recibir la aprobación de derecho pontificio, sufrió en 1975 pura y simplemente la supresión de la HSSPX. Desde entonces, los superiores de la Hermandad, empezando por el propio Mons. Lefebvre, previeron a su vez algunas soluciones, pero estas últimas se han enfrentado sistemáticamente, de parte de la Santa Sede, con exigencias doctrinales sencillamente inaceptables. Estas exigencias habrían permitido seguramente que fuera reconocida canónicamente, pero habrían al
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propio tiempo destruido su valor moral. Así, para tomar el ejemplo más reciente, cuando la Congregación para la Doctrina de la Fe, en 2017, quiso exigir a la HSSPX que aceptara las enseñanzas del Concilio Vaticano II y reconociera la legitimidad de la nueva Misa, si la HSSPX hubiera aceptado tales condiciones impuestas en ese momento, simplemente habría negado lo que ella misma es, y negando aquello a lo que se aferra con todas las fibras de su ser. Por lo tanto, me parece que, siguiendo lo que siempre fue la dirección de nuestro fundador, conviene seguir la Providencia y no precederla. 11. Por lo tanto, ¿los contactos con el Vaticano van a seguir estancados? Es algo que no depende de la HSSPX ni de su Superior General. El propio Vaticano prefiere por el momento no reanudar las discusiones doctrinales que la HSSPX proponía con el fin de exponer mejor su postura, y mostrar su adhesión a la fe católica y de la Sede de Pedro. Lo que es sorprendente es que el Vaticano nos pide al mismo tiempo que se regularice primero nuestra situación canónica: cosa que crea una situación imposible e intrínsecamente contradictoria, ya que la posibilidad de un reconocimiento canónico de la Hermandad a su vez se condiciona constantemente a requisitos de naturaleza doctrinal; los cuales, repito, para nosotros siguen siendo absolutamente inaceptables. Yo añadiría que, sean cuales sean las opiniones personales al respecto, es importante tratar de no preocuparse de modo casi obsesivo por estos temas muy sensibles, como ha podido ocurrir otras veces. Hemos de recordar que, así como
la Providencia nos ha guiado y asistido desde nuestra fundación, también, a su debida hora, no dejará de darnos signos suficientes y proporcionados que nos permitan tomar las decisiones que reclamen las circunstancias. Estos signos serán tales que la Hermandad percibirá fácilmente su evidencia, y que así la voluntad de la Providencia se dejará ver claramente. LA SITUACIÓN DE LA IGLESIA Cualquier esfuerzo hermenéutico que tienda a interpretar el ‘error’ para convertirlo en ‘verdad entendida mal’ no puede sino fallar irremediablemente. 12. Durante este año 2020, la crisis ligada a la Covid -19 también afectó a la Iglesia y condicionó sus actividades. ¿Cómo ve usted la cosa? Es interesante señalar que con la crisis de la Covid, la jerarquía eclesiástica ha perdido una oportunidad de oro para impulsar las almas a la verdadera conversión y la penitencia, que siempre es mucho más fácil cuando los hombres redescubren, en cierto modo, su naturaleza mortal. Además, habría sido la ocasión para recordar a la humanidad, presa del pánico y la desesperación, que nuestro Señor es “la Resurrección y la Vida”. En su lugar, la jerarquía prefiere interpretar la epidemia de una manera ecológica, totalmente coherente con los principios a los que se apega el Papa Francisco. En la práctica, la Covid no sería nada más que un signo de la rebelión de la Tierra contra una humanidad que habría abusado de ella por la sobreexplotación de los recursos, la contaminación del agua, la destrucción de bosques, etc.
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Esto es lamentable, e incompatible con un análisis donde hubiera un mínimo de fe y conciencia de lo que es el pecado, que se mide por la majestad ofendida de Dios, y no por la contaminación de la Tierra. En su mensaje para la Jornada Mundial de Oración por la integridad de la creación (Jubileo de la Tierra), el 1 de septiembre de 2020, el propio Papa nos enseña a qué conclusión moral nos debe llevar la pandemia: “La pandemia
actual nos ha llevado, en cierto modo, a redescubrir estilos de vida más sencillos y sostenibles. […] Se ha podido ver cómo la tierra logra recuperarse, si la dejamos descansar: el aire se ha vuelto más saludable, las aguas más transparentes y las especies animales han regresado a muchos lugares de donde habían desaparecido. La pandemia nos ha llevado a una encrucijada. Debemos aprovechar este momento decisivo para acabar con las actividades y propósitos superfluos
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y destructivos, y para cultivar valores, vínculos y proyectos generadores...” En definitiva, la crisis de la Covid nos está empujando de nuevo a la “conversión ecológica”, piedra angular de la encíclica Laudato si’. Como si la santidad pudiera resumirse en el respeto al planeta. 13. Hemos tenido, en los últimos dos años, el Sínodo de la Amazonía y la Declaración de Abu Dhabi, a la que respondió con una declaración el 24 de febrero de 2019, etc. ¿Cómo ve usted la situación de hoy, tras estos acontecimientos? Lamentablemente, las últimas enseñanzas de Papa Francisco parecen confirmar definitivamente la dirección equivocada que había adoptado al principio de su pontificado. En efecto, el 3 de octubre el Papa firmó la encíclica Fratelli tutti, supuestamente el buque insignia de la segunda parte de su pontificado, después de que Laudato si’ fuera el referente de la primera parte. Esta encíclica constituye un desarrollo real de la declaración de Abu Dhabi, en la que se basa. Esta última, recordamos, pretendía reconocer como expresión de la voluntad de Dios la diversidad de religiones, todas ellas llamadas a construir la paz. Tenemos aquí el resultado catastrófico del ecumenismo, el diálogo interreligioso, la libertad religiosa y, sobre todo, la negación de la realeza universal de Cristo y de sus derechos intangibles.
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Se trata de un texto largo, que se ocupa de muchos temas diferentes, pero con una unidad de fondo bastante clara, pues este largo discurso del Papa se desarrolla de manera bien ordenada y coherente en torno a una idea básica, es decir, la ilusión de que podría haber una verdadera fraternidad universal sin referirse siquiera, directa o indirecta, a Cristo y su Iglesia. Es decir, en torno a una “caridad” puramente natural, una especie de filantropía vagamente cristiana, a la luz de la cual se relee el Evangelio. En efecto, al hojear esta encíclica, parece que la filantropía es la que nos da la clave para interpretar el Evangelio, y no el Evangelio el que nos da luz para iluminar a los hombres. Esta fraternidad universal es, lamentablemente, una idea de origen liberal, naturalista y masónico, y la sociedad contemporánea se ha construido sobre esta utopía apóstata.
14. Obispos como Mons. Schneider y Mons. Viganò han subrayado la relación de causa y efecto entre el Concilio Vaticano II y la crisis actual. ¿Cómo recibe usted estas declaraciones? ¿Hay que “corregir” el Concilio (Mons. Schneider) u “olvidarlo” (Mons. Viganò)? Es necesario decir que nos congratulamos por estas reacciones, ya que algunos obispos fuera de la HSSPX y que no tiene relación directa con ella, finalmente llegan, a través de otros medios y siguiendo otro itinerario, a conclusiones similares a las de la HSSPX, y sobre todo a conclusiones que pueden hacer reflexionar y esclarecer a muchas almas confundidas. Es algo muy alentador.
Creo que, por desgracia, no se podrá “olvidar” el Concilio sic et simpliciter, dado que es un acontecimiento importante para la historia, lo mismo que la caída del Imperio Romano o la Primera Guerra mundial. Más bien habrá que ponerlo seriamente en discusión y, desde luego, corregir todo lo que tiene de
En su obra “Christus Vincit: El triunfo de Cristo sobre la oscuridad de la era”, publicada en inglés por Angelico Press, Monseñor Athanasius Schneider no duda en cuestionar el Concilio Vaticano II: “Durante mucho tiempo creí que los textos del Concilio no representaban un problema importante. Por un lado, consideraba que habían sido maltratados por los liberales, y por el otro, me parecía que las críticas de Monseñor Lefebvre eran exageradas. Me era imposible pensar que un Concilio o un Papa pudieran cometer un error. Implícitamente, consideraba cada palabra del Concilio y del Papa como infalible, o al menos sin error. […] Ahora me doy cuenta de que mi razón estaba como “apagada”; efectivamente, tal actitud no es saludable y va en contra de la Tradición de la Iglesia, como podemos comprobar entre los Padres, los Doctores y los grandes teólogos de la Iglesia durante los últimos dos mil años”. (P.116-117, ed. inglesa).
incompatible con la fe y la Tradición de la Iglesia. La propia Iglesia resolverá la delicada cuestión de la autoridad de este concilio atípico y extraño, y establecerá la mejor manera que hay para corregirlo. Pero lo cierto es que un error como tal -y el Concilio contiene varios- no
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puede en modo alguno considerarse ni atribuírsele la voz de la Iglesia: es algo que ya podemos y debemos decir. Además, los acontecimientos de los últimos años, desde el pontificado de Benedicto XVI, les han mostrado a los hombres de buena voluntad que cualquier esfuerzo hermenéutico, que tienda a interpretar “el error” como si se tratara de una “verdad entendida mal”, no puede sino fallar irremediablemente. Es un callejón sin salida, que no vale la pena tomar.
Monseñor Carlo Maria Viganò ha establecido desde hace varios meses un vínculo de causa y efecto entre el Concilio y la crisis actual en la Iglesia: “Los intentos de corregir los excesos del Concilio -invocando la hermenéutica de la continuidad- han demostrado ser infructuosos: Naturam expellas furca, tamen usque recurret [Puedes expulsar a la naturaleza con un tridente; pero regresará enseguida] (Horacio, Epístolas, I, X, v. 24). La Declaración de Abu Dabi -y como Monseñor Schneider acertadamente observa, sus primeros síntomas en el panteón de Asís- ‘fue concebida en el espíritu del Concilio Vaticano II”. (“Excursus sobre Vaticano II y sus consecuencias”, en Chiesa e post concilio del 9 de junio de 2020).
15. ¿Sigue siendo actual el juicio de Mons. Lefebvre sobre el Concilio y las reformas postconciliares en su libro Yo acuso al Concilio (1976), y en su carta al cardenal Ottaviani (1966)? Este juicio corresponde a la postura que siempre ha sido y seguirá siendo la
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de la HSSPX, y que no puede ni podrá cambiar. Vemos que cuanto más se van desarrollando los acontecimientos, confirman más aún este juicio y resaltan la excepcional perspicacia sobrenatural de nuestro fundador.
16. Mons. Schneider, en su libro Christus vincit (pp. 152-155 de la edición francesa), reconoce que su postura sobre los argumentos de la HSSPX ha cambiado positivamente. ¿Cómo analiza usted este cambio, y lo cree posible en otros prelados? Monseñor Schneider siempre ha mostrado una muy buena voluntad, fruto de un espíritu humilde e intelectualmente honesto. Lo más llamativo de este prelado es su afabilidad, combinada con el valor de hablar públicamente a favor de la Tradición. Creo que son todas estas cualidades -desgraciadamente muy poco frecuentes- las que le han permitido tomar el camino que le ha llevado a las conclusiones que conocemos. Por lo que a otros prelados se refiere, estoy seguro de que también ellos podrían tomar el mismo camino, pero sólo en la medida en que tengan la misma libertad moral y el mismo amor de la verdad. Desde luego, constituye una intención de oración para todos nosotros. 17. Hoy otras comunidades, además de la HSSPX, celebran también la Misa Tridentina, algo que no existía cuando se fundó la HSSPX. Asimismo, también hay sacerdotes que actualmente están descubriendo este rito. ¿Cómo ve este desarrollo de la situación?
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Vemos que, especialmente en los últimos años, un cierto número de sacerdotes va descubriendo la Misa de todos los tiempos y va iniciando un camino que los lleva paulatinamente a descubrir la grandeza de su sacerdocio y, más en general, el tesoro de la Tradición. Se trata de un desarrollo muy interesante, porque la Misa trae realmente todo esto. Recuerdo bien el testimonio que me dio un día un sacerdote que había decidido, no sin encontrar serias oposiciones, celebrar únicamente la misa tridentina. Me señaló, e hizo hincapié en cómo, al celebrar esta misa, había sido llevado a reconsiderar todo su sacerdocio y, en consecuencia, todo lo que estaba destinado a ser como sacerdote: la predicación, consejos a las almas, catequesis, etc. Es algo muy hermoso, y no podemos sino alegrarnos de tal regeneración, que vemos que va surgiendo aquí en la propia alma del Sacerdote. Una vez dicho esto, es imprescindible mantener la Misa tridentina por la profunda razón de que constituye la expresión de nuestra fe, en particular, en la divinidad de nuestro Señor, en su Sacrificio redentor y, por consiguiente, en su reino universal. Se trata de vivir la santa Misa entrando de lleno en todos estos misterios, y más particularmente en el misterio de caridad que contiene. Lo cual es incompatible con una fe tibia, centrada en el hombre, cursi y ecuménica; o con una apreciación puramente estética de las riquezas del rito tridentino, como a veces lamentablemente se encuentra entre quienes se verían tentados a disociar el uso del rito tridentino de la necesidad de vivirlo realmente, de
ahondar en él y, sobre todo, de dejarse asimilar por nuestro Señor y por su caridad. En definitiva, podemos decir que la propia misa se vuelve como estéril si no nos lleva a hacernos vivir en Cristo: Per Ipsum, et cum Ipso, et in Ipso. De poco sirve si no produce en nosotros el deseo de imitar a nuestro Señor mediante la entrega de nosotros mismos. Una generosidad que resulta imposible en un contexto imbuido del espíritu del mundo o siempre inclinado a comprometerse con
El Vaticano abrió una investigación contra el ex prefecto de la Congregación para las Causas de los Santos, el cardenal Cardenal Giovanni Angelo Becciu, bajo la acusación de haber supuestamente malversado fondos públicos de la Secretaria de Estado del Vaticano entre 2011 y 2018.
él. La fecundidad de la Misa es mayor aún en la medida en que un ardiente espíritu de sacrificio dispone las almas a entregarse generosamente a Cristo. 18. Recientemente, los medios de comunicación han repercutido considerablemente el escándalo relacionado con cardenal Becciu. ¿Qué opina usted sobre el particular? No hace falta decir que no le corresponde a la HSSPX comentar las responsabilidades de unos y otros en este asun-
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to, ni investigar sobre este tema. Sin embargo, como hijos de la Iglesia, no podemos sino lamentar este escándalo que, por desgracia, le afecta y la humilla. Es algo que inevitablemente nos entristece, porque la santidad de la Iglesia queda oscurecida. Sin embargo, hemos de recordar que, lamentablemente, los escándalos de este tipo siempre existirán en la Iglesia, y que Dios los permite misteriosamente en su Sabiduría para la santificación de los justos. Por tanto, estaría fuera de lugar escandalizarse de forma farisaica, al modo protestante. Para ir más lejos, lo que me parece importante resaltar es la atención que los medios de comunicación seculares prestan a la Iglesia sobre tal tema. Esta atención es superior a la que prestan a otros acontecimientos de la vida de la Iglesia, o la que los emperadores de la Media Edad podían dedicar a los Papas de su tiempo. Si logramos leer entre líneas los numerosos artículos periodísticos dedicados a este tema, reconocemos una cierta complacencia y una satisfacción malsana. Se diría que el mundo se-
cular no puede desperdiciar una ocasión tan al caso para escupir en el rostro de la Esposa de Cristo, a la que había jurado, no obstante, indiferencia. Es algo que debe hacernos pensar y, sobre todo,
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debe hacer reflexionar a todos los que viven en la ilusión de que hoy la Iglesia puede vivir en paz frente a un mundo que se ha hecho efectivamente secular y teóricamente respetuoso con todos. Es falso. Detrás de la retórica liberal siempre existe el deseo de ver a la Iglesia, no purificada, sino desacreditada y destruida. No hay entendimiento posible con este mundo. EL LUGAR DE LA HSSPX EN ESTA SITUACIÓN Una Misa verdaderamente vivida, que nos permite adentrarnos en el misterio de la Cruz, es necesariamente apostólica. 19. ¿Cómo puede la HSSPX remediar, dentro de sus posibilidades, la crisis actual? En primer lugar, a nivel doctrinal, la HSSPX es consciente de que no puede variar en sus posturas. Nos guste o no, son un punto de referencia para todas las personas que, en la Iglesia, buscan la Tradición. Por lo tanto, debemos mantener la luz fuera del celemín, sin flaquear, en un espíritu de servicio a los demás y a la propia Iglesia. En términos prácticos, los miembros de la HSSPX han de mostrar que su compromiso con el santo Sacrificio de la Misa supone aferrarse a un misterio de caridad que ha de reflejarse en toda la iglesia. Esto significa que una Misa realmente vivida, que nos permite adentrarnos en el misterio de la Cruz, es necesariamente apostólica, y siempre nos ha
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de mover a buscar el bien del prójimo, incluso el más distante, sin distinción. Se trata de una actitud fundamental y de una disposición moral de benevolencia
que debe impregnar todas nuestras acciones. 20. El objetivo de la Hermandad es el sacerdocio católico y todo lo relacionado con él. Por eso usted se preocupa principalmente por las vocaciones, la santificación de sacerdotes y la fidelidad a la Misa de siempre. ¿Cuáles son sus preocupaciones actuales? Son exactamente los que se acaban de enumerar. Estoy convencido de que mientras logremos cumplir con todo nuestro corazón estas tres metas, se nos entregarán en el momento oportuno las gracias y la iluminación que necesitamos para nuestro futuro y para las decisiones que tendremos que tomar. Al mantener el sacerdocio, mante-
nemos lo que la HSSPX y la Iglesia más aprecian. De hecho, cada vocación tiene un valor infinito. La vocación es sin duda la gracia más preciosa que Dios puede dar a un alma y a su Iglesia. Por lo tanto, un seminario es el lugar más sagrado que se puede imaginar o encontrar en la tierra. El Espíritu Santo sigue obrando allí como en el Cenáculo, para transformar las almas de los candidatos al sacerdocio y convertirlos en apóstoles. Hemos de proseguir y concentrar todos nuestros esfuerzos en ello, invirtiendo nuestras energías morales y humanas en esta tarea. Todo lo que construimos sobre el sacerdocio de nuestro Señor y para perpetuar el sacerdocio de nuestro Señor, permanece para la eternidad. 21. ¿Qué exhortación da usted a los sacerdotes y a los fieles vinculados a la Tradición? Quiero señalarles que la Providencia siempre ha guiado a la HSSPX y siempre la ha protegido en medio de mil dificultades. Esta misma Providencia, siempre fiel a sus promesas, siempre atenta y generosa, no puede abandonarnos en el futuro, porque dejaría de ser lo que es, lo cual es imposible, pues Dios es siempre el mismo. En otras palabras, después de cincuenta años de existencia de la HSSPX, nuestra confianza se arraiga aún más profundamente en los incontables signos de esta benevolencia que se ha manifestado a lo largo de todos estos años. Pero prefiero dejar la última palabra al mismo Señor: “No temas, pequeño rebañito, porque vuestro Padre se ha complacido en daros el Reino” (Lc 12, 32). m Menzingen, 11 de octubre de 2020, Festividad de la Maternidad de la Bienventurada Virgem María
¿Hay alguien al mando de la Iglesia? P. Frédéric Weil
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n la crisis actual, la tentación entre ralliement(*) y sedevacantismo(1) oscila periódicamente en función de los sumos pontífices. El aspecto tradicional de Benedicto XVI en ciertos asuntos pudo seducir a algunos, hasta el punto de no ver los graves problemas que comportaba su pontificado(2). Pero hoy, a causa de sus ataques cada vez más abiertos contra la moral, el papa Francisco empuja a bastantes católicos a preguntarse si es realmente papa. Sin embargo lo peor se realizó bajo los pontificados precedentes, puesto que es peor atacar la fe que atañe a Dios más (*)
Nota del traductor: por ralliement se entiende en francés unión o adhesión a un régimen o posición; es término muy cargado de connotaciones políticoreligiosas desde los tiempos del papa León XIII y la III República francesa y, por ello, falto de buena traducción al español. “Se llama ”ralliés” a las comunidades, los sacerdotes y los fieles que, habiendo elegido en un primer momento la defensa de la Tradición después, a partir de las consagraciones del 30 de junio de 1988 y la excomunión fulminada contra Mons. Lefebvre, Mons. de Castro-Mayer y los cuatro obispos consagrados, eligieron ponerse bajo la dependencia efectiva de la jerarquía actual al tiempo que conservaban la liturgia tradicional. Se unieron pues a la Iglesia conciliar. Por extensión, el vocablo ”ralliés” designa a las comunidades, los sacerdotes y los fieles que conservan la liturgia tradicional pero aceptan los principales errores conciliares, así como la plena validez y la legitimidad del novus ordo de Pablo VI y de los sacramentos promulgados y editados por Pablo VI.“ (Padre François-Marie Chautard, Catecismo de las verdades oportunas: los “ralliés” (vistos por Mons. Lefebvre), en Tradición Católica, núm. 266, enero-marzo 2019, p. 17).
directamente. La libertad religiosa es todavía más odiosa que el libertinaje. Pero el segundo puede revelarse más chocante a los ojos de muchos. Buen número de quienes aceptaron el relativismo doctrinal no están dispuestos a aceptar el relativismo moral. No obstante, es fácil de comprender que el primero conduce al segundo. Sea lo que sea a este respecto, esta situación causa un movimiento de reacción interesante, aunque imperfecto, que afecta a medios que desbordan el mundo de la Tradición católica(3). Es en este contexto donde es importante comprender lo bien fundado de la posición defendida por Mons. Lefebvre, la cual rechaza a la vez dos errores opuestos: “Es el mismo problema que se plantea a quienes nos dejan diciendo que no obe-
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decemos al Papa, y después quienes nos dejan porque dicen: “ya no hay papa”. Parten del mismo principio, en definitiva: que el Papa no puede, en las leyes universales, en los actos universales, no puede equivocarse, y no puede comprometer a la Iglesia en una vía que no es conforme a la fe y las costumbres(4).” Es el problema, mucho más amplio, de la autoridad que cae en la defección o claudica: algunos son llevados a negar la autoridad, otros niegan la defección. Evidentemente no es deseable que la autoridad caiga en la defección ¿pero es imposible que ambas coexistan? Nosotros partimos todos en efecto de una misma constatación: desde el Vaticano II, los papas no actúan como deberían. Pero es importante distinguir entre el hecho de ser papa y el hecho de actuar como un papa. ¿Es impensable que un papa no actúe como debe, incluso en materia de fe y de moral? La Iglesia ha creído siempre en una cierta infalibilidad del papa, pero es más difícil medir el alcance de esta infalibilidad. El Concilio Vaticano I se limitó a afirmar la infalibilidad de las declaraciones más solemnes, dichas ex cathedra(5). Ahora bien, estas declaraciones son raras. Tanto más que, desde el Vaticano II, mal puede verse que los papas conciliares, imbuidos de evolucionismo (la “Tradición viva”), impongan la creencia en un dogma que es inmutable por naturaleza. No se trata pues de establecer en nuestro artículo que el Papa es ciertamente papa. Eso no se prueba, es a priori evidente a causa de su elección y porque todos los cardenales le reconocen. Toca al sedevacantismo probar que
el ocupante de la sede pontificia no puede ser papa. Nuestro trabajo será ver si esos argumentos son o no concluyentes.
La Revolución se ha introducido en la Iglesia gracias a ese catolicismo liberal, con pretexto de pacifismo y de fraternidad universal. Los errores y los falsos principios del hombre moderno han penetrado en la Iglesia y han contaminado al clero gracias a los Papas liberales y al Concilio Vaticano II.
Veamos una primera serie de argumentos por reducción al absurdo. Consisten en mostrar que una afirmación herética habría debido ser infalible si el ocupante del trono de Pedro fuese papa. Argumento nº 1. Todo Concilio ecuménico aprobado por el Papa es infalible. Ahora bien, el Vaticano II afirmó errores. Pero ello es imposible, de manera que hay que admitir la posición sedevacantista.
Es claro que el Vaticano II afirmó errores, como la libertad religiosa en Dignitatis humanae. Es igualmente cierto que los veinte concilios ecuménicos precedentes eran infalibles. Pero es manifiesto que el Vaticano II se presentó de entrada como muy diferente de todos los demás concilios. Es el único
¿Hay alguien al mando de la Iglesia? concilio que no haya pronunciado ningún anatema porque se quiso pastoral y no dogmático. Mons. Lefebvre intervino incluso en el aula concilar el 1º de diciembre de 1962 para pedir que el concilio aprobase dos documentos sobre cada asunto: uno pastoral y el otro dogmático. La propuesta fue rechazada para no conservar sino el aspecto “pastoral”: el
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conciliar y el fin pastoral del presente Concilio, este santo Sínodo define que deben mantenerse por la Iglesia como materias de fe o de moral solamente aquellas que como tales declarare abiertamente”. Ahora bien, el Concilio no declaró nada como siendo infalible. Por otro lado Roma no ha contestado nunca esto, y no nos ha acusado jamás de herejía. Argumento nº 2. El Papa es infalible cuando canoniza a un santo, pero hay canonizados que causaron graves escándalos, incluso contra la fe, y no pueden ser santos: Pablo VI, Juan Pablo II, Óscar Romero …
El liberalismo de Pablo VI, que reconocía su amigo el cardenal Daniélou, basta para explicar los desastres de su pontificado. El católico liberal es una persona con dos caras y que vive en una continua contradicción. Quiere seguir siendo católico, pero le domina la sed de agradar al mundo. Un Papa, ¿puede ser liberal y seguir siendo Papa? La Iglesia siempre ha amonestado severamente a los católicos liberales, pero no siempre los excomulgó. Los “sedevacantistas” exponen otro argumento: el haber apartado a los cardenales de más de 80 años y los conventículos con que se prepararon los dos últimos cónclaves, ¿no harían inválida la elección de esos Papas? Hablar de invalidez es ir demasiado lejos; en todo caso se podría hablar de duda. Sin embargo, los teólogos opinan que para convalidar una elección, basta que los cardenales y el clero de Roma, después de la elección, la acepten de hecho y unánimemente. Mons. Marcel Lefebvre
Concilio entendía dar así respuesta a los problemas de la hora presente y no definiciones válidas a perpetuidad. Además, el papa Pablo VI hizo inscribir esta aclaración en las actas del Concilio: “Teniendo en cuenta la costumbre
Al enfrentarse con esta aparente paradoja algunos han creído deber negar la infalibilidad de las canonizaciones en general(6), como si esta desafortunada opción fuese la única escapatoria a la tesis sedevacantista. Hay sin embargo otras posibilidades. Podemos por ejemplo preguntarnos si el nuevo procedimiento laxista de canonización es apto para garantizar esta infalibilidad. Podemos igualmente poner en duda que se trate realmente de canonización a causa de la intención que habría cambiado. Sin entrar en detalles que necesitarían un artículo por entero(7), se puede comprender esto haciendo una comparación con el sacramento del matrimonio: Un matrimonio puede ser inválido sin que ni siquiera se sepa, por mucho que los supuestos esposos sean aptos y que el consentimiento se haya dado. Esto ocurre por ejemplo cuando uno de los futuros esposos excluye en su
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voluntad un elemento esencial del matrimonio. Por ejemplo, si excluye absolutamente tener hijos. El acto es entonces inválido porque el supuesto esposo no pretende verdaderamente contraer matrimonio, sino establecer una unión
El argumento de los que niegan la existencia del Papa pondría a la Iglesia en una situación muy complicada. La visibilidad de la Iglesia es tan necesaria para su existencia que no parece que Dios pueda omitirla durante decenas de años. ¿Quién nos diría dónde está el futuro Papa? ¿Cómo podría ser designado si no hay cardenales? En eso hay un espíritu cismático. Nuestra Fraternidad se niega de manera absoluta a entrar en estos argumentos. Queremos seguir estando unidos a Roma, al sucesor de San Pedro, y repudiamos el liberalismo de Pablo VI por fidelidad a sus predecesores. Mons. Marcel Lefebvre
que se le parece. ¿El Papa pretendería actualmente proclamar la heroicidad de las virtudes tradicionales o la heroicidad de las “virtudes conciliares” de ecumenismo y de libertad religiosa? Sin ni siquiera saber cuál es la tesis correcta que en el caso presente habría que elegir, está claro que la respuesta sedevacantista no es la única. El argumento no es concluyente. Veamos ahora los argumentos que
afirman que Pablo VI y sus sucesores no podían ser elegidos al sumo pontificado. Argumento nº 3. El nuevo rito de las ordenaciones sacerdotales y de las consagraciones episcopales es inválido. Benedicto XVI no era pues verdaderamente obispo y Francisco no es ni siquiera sacerdote. No pueden pues ser papas.
La afirmación de que las órdenes conferidas hoy son inválidas es perentoria. Pensemos que la Iglesia se tomó casi cuatro siglos para pronunciarse definitivamente sobre la cuestión de las ordenaciones anglicanas en Apostolicae curae de León XIII. El Papa describe allí la extremada seriedad de la comisión que emitió ese dictamen definitivo. Pero sobre todo ¡la cuestión de la validez de las órdenes es ajena al asunto! La Iglesia ha distinguido siempre entre el poder de conferir los sacramentos y el de gobernar. Los dos están habitualmente vinculados pero no necesariamente. Así, Adriano V fue elegido papa siendo todavía simple sacerdote y murió antes de su consagración episcopal. Se le cuenta sin embargo en la lista oficial de los sumos pontífices. Además, Pío XII decretó la excomunión automática contra quien contestase las decisiones de un papa electo pero que todavía no hubiera sido consagrado obispo, por mucho que fuese simple laico. Argumento nº 4. La bula de Paulo IV “Cum ex Apostolatus Officio” declara nula la elección de un hereje al sumo pontificado.
¿Hay alguien al mando de la Iglesia? Esta ley fue abrogada por la promulgación del Código de Derecho Canónico de 1917(8). Además, la constitución Vacante sede apostolica de San Pío X adopta la opinión contraria a la bula de Paulo IV al declarar nula toda censura (entre ellas la excomunión) que pese sobre un cardenal en el momento de la elección del sumo pontífice. E incluso aunque la bula estuviese todavía en vigor, quedaría por probar que Montini, futuro Pablo VI, era hereje antes de su elección. Pero ningún elemento nos permite afirmar tal cosa.
Los sedevacantistas se apoyan sobre la constitución apostólica Cum ex apostolatus del papa Paulo IV (1555-1559). Pero buenos estudios han demostrado que esta constitución perdió su fuerza jurídica. Hay más: Incluso antes del nuevo código, san Pio X ya había abrogado la constitución de Paulo IV por su constitución Vacante sede apostólica del 25 de diciembre de 1904 (§ 29), que declara nula toda censura que pueda quitar la voz activa o pasiva a los cardenales del cónclave. Y el canon 160 del código declara que la elección del papa es regulada únicamente por esta constitución de San Pio X.
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De manera más general, hay que precisar lo que significa la palabra hereje en términos de derecho canónico. No se improvisa canonista quien quiere … Para ser hereje, no basta con sostener cosas contrarias a la fe, hace además falta sostenerlas de manera pertinaz(9), es decir, siendo perfectamente consciente de que se va contra la autoridad de la Iglesia. No es hereje quien no es consciente de ello, incluso aunque sea a causa de una ignorancia culpable(10) (sea la ignorancia crasa de quien debería saber, sea la ignorancia afectada de quien no quiere saber). Concretamente, para poder asegurarse de este carácter pertinaz la Iglesia procede a una amonestación (una advertencia) antes de declarar hereje a una persona. Únicamente la autoridad eclesiástica es apta para pronunciar esta sentencia. La herejía se llama entonces notoria. Es la herejía en sentido canónico. No es pues suficiente con que se manifieste públicamente, sino que hace falta además que la autoridad exprese un juicio. Está pues permitido decir que “el Papa dice herejías”, pero no está permitido decir que “el Papa es hereje” en el sentido canónico del término. Sería un juicio usurpado. Quedan por fin los argumentos que afirman que el Papa habría decaído de su autoridad. Argumento nº 5. San Roberto Belarmino afirma que el Papa que cayese en herejía manifiesta perdería ipso facto el sumo pontificado. Presentar las cosas así es inexacto. San Roberto Belarmino afirma en realidad como muy probable que el Papa
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no puede nunca en absoluto caer en herejía. Pero se pregunta lo que se produciría si, por imposible que parezca, ello ocurriera. Estima entonces en efec-
Las Controversias del Cristianismo contra los herejes de este tiempo (1613) constituyen la obra maestra y la gloria de San Roberto Belarmino. Son una defensa completa y científica de la Iglesia Católica, de su constitución, del Papado y de su doctrina. Punto por punto se refutan las doctrinas protestantes. El éxito de esta obra fue extraordinario, con veinte ediciones en los siguientes treinta años. La verdadera clave del éxito está en la enorme erudición de Belarmino y en su afán por encontrar y mostrar la verdad. Es característica la lealtad científica, su piedad y respeto por las cosas de la Iglesia, el amor al Papado, y en especial el suave trato hacia los adversarios. San Roberto Belarmino fue canonizado por Pío XI (1930), quien le proclamó doctor de la Iglesia en 1931.
to que el Papa decaería del sumo pontificado. Se funda sobre el principio de que el hereje está ipso facto excluido de la Iglesia, y pierde pues toda autoridad. Pero este principio es discutible puesto que el Código de Derecho Canónico de 1917, que no existía entonces, afirma por el contrario que un excomulgado puede realizar actos de jurisdicción válidos y conserva su cargo en tanto que no haya sentencia pronunciada por la autoridad(11). Volvemos a la necesaria senten-
cia de la autoridad. Pero como no hay nadie superior al Papa, se entiende mal quién podría pronunciarla contra él. Por lo demás, San Roberto Belarmino expresa una opinión privada. Se proponía solamente pronunciar una opinión prudente con los datos de que disponía en su época. No es un acto del magisterio y por ello no tiene valor definitivo. Por el contrario, otro pasaje de su obra puede muy bien aplicarse a la situación de hoy: “Igual que es lícito resistir al Pontífice que ataca al cuerpo, igualmente es lícito resistir a quien ataca a las almas o destruye el orden civil o, sobre todo, quien intenta destruir la Iglesia. Digo que es lícito resistirle no haciendo lo que ordena y obstaculizando la ejecución de su voluntad. No es lícito sin embargo juzgarlo, castigarlo o deponerlo(12).” Valor de los argumentos Todos estos argumentos pecan por su incapacidad de concluir. No son convincentes(13). Y en una materia tan grave, no está permitido concluir a la ligera. Mientras no haya prueba manifiesta, ¿Qué significa “Rezar por las intenciones del Papa”? Cuando rezamos “por las intenciones del Papa”, lo hacemos por algo objetivo, determinado por la Iglesia y establecido desde hace mucho tiempo: - Exaltación de la Santa Iglesia; - Propagación de la Fe católica; - Extirpación de las herejías; - Conversión de los pecadores; - Paz y concordia entre los príncipes cristianos. Estas son las intenciones por las que rezamos como condición necesaria para obtener las indulgencias plenarias.
¿Hay alguien al mando de la Iglesia? hay que seguir creyendo que el ocupante de la sede pontificia es realmente el Papa. Podríamos decir lo mismo de quienes creen que Benedicto XVI es ac-
«Hoy vemos con mucho dolor los tristes resultados de las reformas conciliares y posconciliares: “El árbol se reconoce por sus frutos”. Pero ante la crisis más grave que haya conocido jamás la Iglesia desde que fue instituida por Nuestro Señor Jesucristo, nuestras oraciones, nuestra esperanza y nuestra confianza se dirigen a Dios que todo lo puede cuando todo parece perdido. No tenemos ni que ceder al desánimo ni frenar nuestro combate para contribuir, en la medida de nuestra dimensión y de nuestras fuerzas, al restablecimiento del reinado de Nuestro Señor Jesucristo en los corazones, en las almas, en las familias y en las naciones, de modo que así se restaure la civilización cristiana, puesto que El mismo nos lo ha asegurado: “Las puertas del infierno no prevalecerán contra ella” (Mt. 16, 18). Finalmente volvámonos hacia la Virgen María, nuestras buena madre del Cielo, y pidamos su intercesión para que nos alcance de su divino Hijo que nos conceda ver cómo se pone término a la pasión de la Iglesia. Mons. Marcel Lefebvre
tualmente el verdadero Papa. Se basan sobre elementos que pueden ser interesantes pero permanecen insuficientes
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por sí mismos. Los sedevacantistas se proponen a menudo forzar sus conclusiones con el uso enfermizo de citas en rojo, grueso, negrilla, mayúsculas y subrayados, como se ve en internet. Estos énfasis excesivos impiden que la inteligencia se ejerza correctamente y dan una falsa perspectiva sobre los textos. Así, todo lo que respalda la tesis se ve como absolutamente cierto y concluyente, y todo lo que va contra ella se califica automáticamente como sofisma o herejía. Mons. Lefebvre mostró al contrario el ejemplo de una sabia mesura en la situación actual: “No extraigamos conclusiones matemáticas, como tal cosa, sin considerar estas circunstancias, porque entonces o bien nos unimos a la revolución en la Iglesia; participamos en la destrucción de la Iglesia si nos vamos con el progresismo. O bien abandonamos completamente a la Iglesia ¿y nos encontramos dónde? ¿Con quién? ¿Con qué? ¿Vinculados cómo a los apóstoles? […] Si no hay ya que considerar los tres últimos cónclaves, como dicen los de Estados Unidos, […] desde que no hay ya papas ¡no hay ya pues cardenales! Ya no se ve siquiera cómo hacer volver un papa legítimo. Es el desorden completo (14) .” Por lo tanto el sedevacantismo no debería concluir sólo que ya no hay papa actualmente sino que, además, ya no podrá haberlo nunca puesto que no hay ya electores(15). El retorno a la situación normal se convierte en imposible. El papado, sin embargo esencial en la Iglesia ¡habría caducado definitivamente! Los sedevacantistas dan prueba de esto todos los días porque no eligen a nadie. En estas condiciones, no se entiende cómo mantener la promesa de Nuestro Se-
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ñor de que “las puertas del infierno no prevalecerán contra ella”(16). Y de nada sirve argumentar que estaríamos en los últimos tiempos, pues esa promesa debe valer hasta el último momento. Es apenas necesario hablar de la franja todavía más estrafalaria, llamada “conclavista”, que ha decidido proceder a elecciones. Hay actualmente una multitud de antipapas, cada cual más ridículo que los demás, con un puñado de fieles. En particular la extravagante secta del Palmar de Troya, que ha llegado hasta revisar y corregir las Sagradas Escrituras a su gusto. Conclusión En definitiva, el sedevacantismo pretende salvar el papado aniquilándolo. Cree encontrar en su tesis una solución confortable, siendo así que suscita por el contrario un problema suplementario e insoluble que lleva al estallido de la catolicidad e incluso a la pérdida de la fe. A veces se oye que el sedevacantismo sería una opinión como cualquier otra. Sin duda lo confuso de la situación nos impide ser tan severos como si se negara que San Pío X fuese papa. Pero con lo que hemos visto, hay que afirmar que es una opinión que no es indiferente: es una opinión errónea y peligrosa. Además, destruye la cohesión de la Tradición. Mons. Lefebvre, como hombre muy prudente, nos ha marcado la línea que sigue la cresta de la montaña, la línea que hay que seguir durante este periodo de turbaciones: “Conservad la fe, conservad esta línea, conservad la vinculación con Roma y la fidelidad a la apostolicidad, a la visibilidad de la Iglesia, que son cosas esenciales, sin perjuicio de no
Hay que dar a las cosas la importancia que tienen en la realidad. El sedevacantismo parece un fenómeno más ruidoso que importante. Además, resulta difícil encontrar suficiente unidad en este campo: hay un laberinto de opiniones y una notable atomización de grupos y personajes. Por ejemplo, para algunos, hay vacancia total de autoridad desde la muerte de Pío XII, para otros desde la Pacem in terris de Juan XXIII, o desde su muerte, y para otros desde la proclamación de la libertad religiosa en 1965. No obstante la dificultad para hacer afirmaciones universales, es posible cierta generalización a partir de algunos autores representativos. Puede decirse que el rasgo común a todas las corrientes sedevacantistas es realizar un salto de lo especulativo a lo práctico sin suficiente justificación. Y que lo propio de la corriente sedevacantista más importante es tomar como punto de partida una hipótesis discutida y discutible: el papa herético. El “sedevacantismo puro” no existe. Suele venir acompañado de varias tesis sobre la invalidez de los sacramentos del Orden y la Eucaristía según los ritos reformados por Pablo VI, que de ser verdaderas tendrían consecuencias eclesiológicas notables. Una es que por efecto de la invalidez de los sacramentos apenas quedarían obispos y sacerdotes en el mundo, porque según ellos la casi totalidad no serían más que laicos disfrazados. Este efecto de “acefalía eclesial generalizada”, no se reduciría sólo a la Sede de Pedro sino que afectaría a toda la línea jerárquica y sería un fruto de la cuasi-extinción por nulidad del sacramento del Orden. Otra consecuencia sería la cuasi-extinción de la Eucaristía, Sacramento de los sacramentos, verdadero corazón sacramental de la Iglesia, de manera que los sagrarios estrían vacíos y los fieles comulgarían con pan. Todo esto implicaría una Iglesia católica transformada en una suerte de comunión anglicana, con excepción de los grupos sedevacantistas y sus obispos, en quienes subsistiría el remanente de la Iglesia visible con los siete sacramentos válidos y la fe íntegra. Habría también un resto de sucesión apostólica, sacerdocio y eucaristías válidas en las comunidades ortodoxas orientales y vetero-católicas.
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seguir a los papas cuando favorecen la herejía, como hizo el papa Honorio y fue condenado. Los que hubieran seguido al papa Honorio en aquel momento se habrían descarriado, puesto que fue condenado después. Yo creo entonces que hoy nos extraviaríamos siguiendo a los papas en lo que hacen, pero sin duda serán condenados algún día por la autoridad eclesiástica(17).” m
Nosotros hubiéramos podido adoptar otras actitudes, especialmente la de la oposición radical: “El Papa admite las ideas liberales, por tanto es herético, por consiguiente. no hay Papa”. Es el sedevacantismo. Se acabó, ya no se mira más a Roma. Los cardenales nombrados por el Papa no son cardenales, todas sus acciones son nulas” (...) Personalmente siempre he pensado que se trataba de una lógica demasiado simple. Y la realidad no es tan simple. No se puede tachar a cualquiera de herético auténtico tan fácilmente. Por eso me pareció que debía permanecer de este lado de la realidad y conservar el contacto con Roma; de considerar que en Roma había, a pesar de todo, un sucesor de Pedro. Un mal sucesor, es cierto, al que no hay que seguir, porque tiene ideas liberales y modernistas (...). Esta actitud que, personalmente, he creído que era mi deber, es de todas maneras la más prudente, la más razonable y, al mismo tiempo, la más apostólica, pues mantiene la esperanza de poder convertirle. A fuerza de oposición y manifestarle nuestra postura quizás el Papa acabe por reflexionar. A la inversa que los sedevacantistas, nosotros actuamos frente al Papa como frente al sucesor de Pedro. Nos dirigimos a él como tal y rogamos por él. La mayoría de los fieles y de los sacerdotes tradicionalistas estiman también que ésta es la solución más prudente y juiciosa: reconocer que hay un sucesor de Pedro, pero al que es necesario oponerse, a causa de los errores que difunde.
Mons. Marcel Lefebvre
(1) El sedevacantismo afirma que actualmente ya no hay papa: la sede pontificia estaría vacante y Francisco sería un usurpador. (2) Nos acordamos en particular de la reunión de Asís de 2011, con ocasión de la cual Benedicto XVI había dejado atrás a Juan Pablo II al invitar a una filósofa atea que con ello pretendía defender “la humanidad de la Ilustración en crisis”. (3) Monseñor Bux, antiguo consultor de la Congregación para la Doctrina de la Fe, concedió en junio de 2017 una entrevista al National Catholic Register, en la cual acusó de herejía al Papa. (4) Conferencia espiritual en Ecône, COSPEC, del 12 de junio de 1984. (5) Hacen falta cuatro condiciones para que una declaración sea llamada ex cathedra: el Papa 1º define una doctrina 2º en tanto que papa 3º sobre la fe o las costumbres 4º que debe mantenerse por toda la Iglesia (por lo tanto siempre y en todo lugar). Es pues necesario que el Papa imponga la creencia. (6) Lo cual no es herético, si bien la infalibilidad de las canonizaciones está bastante bien acreditada por la Tradición y goza de argumentos sólidos a su favor. (7) Cf. los números de febrero de 2011 y de enero de 2014 del Courrier de Rome. (8) Cf. canon 6.5º y 6º (CDC 1917). (9) Canon 751 (CDC 1983). (10) Felix Cappello S.J., De Censuris, nº 64. (11) Cf. canon 2264 (atención, sin embargo, este canon se entiende a menudo en sentido contrario). Ver también el canon 2314 que diferencia la excomunión y la privación de un cargo. Igualmente en el Traité de Droit canonique de R. Naz, t. IV, nº 1403. “La excomunión simple no priva del oficio y no convierte en inválido su ejercicio.” (12) De romano pontífice, l.II, c. 29. (13) No hemos citado la tesis dicha de Cassiciacum que sufre todavía más de este defecto de autoridad. Por muy erudita que pueda presentarse, es una tesis puramente nueva y humana. Está igualmente lejos de ser inatacable sobre el plano filosófico y teológico. (14) Mons. Lefebvre, COSPEC, del 12 de junio de 1984. (15) No quedan ya en vida cardenales creados por predecesores de Pablo VI. El francés Etchegaray, decano del Sacro Colegio hasta su muerte en septiembre de 2019, había sido elevado a esa dignidad por Juan Pablo II en 1979. (16) Mat 16, 18. (17) Mons. Lefebvre, loc. cit.
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¿Hay alguien al mando de la Iglesia?
Posición de la Hermandad frente a la Roma modernista «Nos era preciso entonces preguntarnos qué actitud tomar respecto de Roma, de la Iglesia. Había evidentemente varias actitudes posibles; en efecto, hubo quienes, queriendo mantener la tradición, tomaron actitudes distintas a la nuestra. Se podía haber roto definitivamente con Roma y considerar que en Roma ya no hay nada, se acabó: es la postura de los que se ha llamado “sedevacantistas”, que era una solución tentadora, evidentemente, y simple: si ya no hay nada en Roma, estamos libres de toda coacción y hacemos lo que queremos. Otros, al contrario, quisieron obedecer a Roma: obedecer a Roma, porque no se puede desobedecer a Roma, pero guardando todo lo que se puede guardar como tradición, permaneciendo con todo en la obediencia a Roma. Es una posición muy inconfortable, porque Roma se opone a la tradición desde el Concilio, y quiere hacer desaparecer los vestigios de la tradición. Es muy difícil querer a la vez guardar la tradición y querer obedecer a Roma. Es una situación ambigua en todo caso, se vive en la ambigüedad. Había, pues, una tercera posición que era la de desobedecer para obedecer. Desobedecer a Roma, pero no decir que Roma ya no existe; Roma sigue existiendo, se supone. Se obra como si el Papa fuese sucesor de Pedro, pero se le desobedece cuando el papa y la curia romana nos invitan a desobedecer a la tradición. No queremos desobedecer a la tradición porque no queremos desobedecer a la Iglesia. Desobedecer a XX siglos de Iglesia es separarse de la Iglesia, es hacer ruptura con la Iglesia; y nosotros no queremos hacer ruptura con la Iglesia. Entonces, queremos obedecer a XX siglos de Iglesia, y por el hecho mismo entrar en dificultades con la Roma moderna, la Roma compuesta por esos modernistas y liberales. Eso nos pone en una posición relativamente clara, porque desde el punto de vista de las ideas seguimos las ideas de siempre. No tenemos más que estudiar lo que la Iglesia ha hecho siempre, lo que ha enseñado siempre, y conformarnos con lo que Ella siempre ha enseñado. Y en la medida en que los hombres de Iglesia, que son los que deberían enseñarnos la tradición, se alejan de la tradición, nosotros nos alejamos de ellos. Nuestra regla es la fe, que pasa antes que la obediencia a los hombres que están encargados de darnos la fe. Como posición es simple: nos encontramos en oposición con los que destruyen la fe. Habrá un doble combate para nosotros: el combate contra los errores y el combate contra quienes están a favor de estos errores. Es muy difícil estar contra los errores y no estar contra los hombres que los difunden. De ahí que fuera tan fácil a quienes nos atacan decir: “Ustedes combaten a Roma; por lo tanto están contra Roma, y por ende contra el Papa, y por consiguiente contra el Concilio, y así están fuera de la Iglesia”. Son reacciones totalmente previsibles, y completamente fáciles, pero falsas. Suponen que Roma no se equivoca jamás, lo cual es falso. Ahí nos encontramos. Pero si nuestro papel es combatir los errores, y también oponernos y desobedecer a esas personas que difunden los errores, eso no impide que se podría tratar de guardar un contacto con esas personas para intentar convertirlas, para intentar hacerlas volver a la Tradición. Empresa tal vez presuntuosa, tal vez bien difícil, pero es sin embargo lo que el buen Dios nos pide. “Pero ¿acaso van a convertir ustedes a sus superiores?”. ¿Qué quieren hacerle? Es evidente que están en el error; está claro que se oponen a lo que los demás enseñaron; vemos los dos textos: el texto que se nos da hoy y el texto que se nos dio antes se oponen completamente. Entonces, ¿a quién obedecer? ¿a los de antaño o a los de hoy? No podemos obedecer a los dos, es contradictorio. [...] Ahí estamos, y ahí seguimos aún; pero guardar el contacto con Roma era una empresa bastante delicada, bastante difícil, porque al mismo tiempo que los criticamos debemos tener correspondencia con ellos, ir a verlos al menos de vez en cuando, o al menos a los representantes del Papa. Pues bien, Dios ha permitido que eso suceda, que guardemos relaciones con Roma, y que al mismo tiempo los critiquemos sin miedo». Mons. Lefebvre, Ecône, Retiro Semana Santa 1988
Traslación en Ecône de los restos mortales de Monseñor Lefebvre
U
na multitud de sacerdotes, religiosas y fieles asistió a la ceremonia que tuvo lugar en nuestro Seminario San Pío X (Ecône) el jueves 24 de septiembre de 2020, con la cual se conmemoró también el 50º aniversario de la apertura de ese seminario internacional en 1970. Entre mil y mil quinientos fieles, procedentes de Suiza, Alemania, Francia, Italia y algunos otros países europeos, se reunieron en la iglesia del Inmaculado Corazón de María para asistir a la misa pontifical celebrada por Monseñor Bernard Fellay, que precedió al traslado del cuerpo de Mons. Marcel Lefebvre, fundador de la Hermandad de San Pío X, a la cripta. Al mismo tiempo, cientos de fieles pudieron ver la ceremonia en vivo a través de una pantalla instalada afuera, bajo un toldo. Después de la Misa, el clero se dirigió a la sepultura donde descansaba hasta ese día el fundador de la Hermandad de San Pío X. El féretro fue transportado solemnemente a la cripta de la iglesia de Ecône, una iglesia
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Traslado a Ecône de los restos mortales de Mons. Lefebvre
dedicada al Corazón Inmaculada de María, donde se preparó una tumba al fondo de la cripta, frente al altar, donde se coloco el ataúd, después del responso.
Una vez finalizada la traslación de los restos de Mons. Lefebvre, todos los presentes pudieron meditar al pie de la nueva tumba y agradecer al “obispo que se levantó” contra viento y marea para defender el honor de la Iglesia. Los asistentes también pudieron ver claramente grabado el lema tomado de la Primera Epístola a los Corintios, que resume toda su vida sacerdotal: Tradidi quod et accepi, He transmitido lo que he recibido. Gracias, Monseñor, por habernos transmitido fielmente la Tradición Católica. m
La primavera del postconcilio L. Pintas
l Una inacabable galería de los horrores. Despedíamos esta sección el pasado número augurando que hablaríamos de otras cosas que no fuesen los delirios covidianos de la Iglesia conciliar. ¡Ja! Como si nos pusieran tan fácil ha-
blar de otra cosa… ¿Cómo no mencionar al obispo de Springfield (Massachusetts, Estados Unidos), Mitchell Rozanski? El 25 de marzo autorizó a que las enfermeras administrasen el sacramento de la Extremaunción con un algodón pasado por el capellán del hospital. Algo clamorosamente inválido, pues es doctrina de fe divina, expresamente definida por el Concilio de Trento, que el ministro de la Unción de Enfermos es “solo el sacerdote” (Denz. 929). Dos días después tuvo que dar marcha atrás, “tras mucho debate y reflexión”, pero sin disculparse ni aclarar las cosas, es más, suspendiendo “temporalmente” la administración del sacramento ¡en todos los casos! ¿O
cómo no evocar al obispo de Caravelí (Perú), Reinhold Nann? El 15 de marzo autorizó “que los sacerdotes puedan escuchar confesiones por teléfono”, y el 20 de marzo rectificó porque un decreto de la Penitenciaría Apostólica sobre la confesión no incluía esa posibilidad. Pero no hacía falta decreto alguno. Bastaba un poco de conocimiento para saber que la Iglesia prohíbe la absolución del “confesor ausente”, como fijó un decreto del Santo Oficio de 1602, en tiempos de Clemente VIII (que ciertamente no se refería al teléfono, pero sí a una confesión “por carta o por mensajero”). La Iglesia es generosa con el poder de las llaves y permite en algunas circunstancias (timidez insuperable, lengua extranjera) la confesión por escrito o incluso con intérprete, pero siempre con el penitente físicamente presente. l La incongruencia del purpurado. Esa ignorancia sobre asunto tan básico se extiende al cardenal Antonio Marto, obispo de Leiría-Fátima. Afirmó en una entrevista en Religión Digital el 14 de abril: “En casos de emergencia, no tengo ninguna objeción a la confesión por videoconferencia. Pero, a decir verdad, lo encuentro innecesario. El Papa
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La primavera del postconcilio
ya ha mencionado que el Catecismo de la Iglesia Católica prevé situaciones en las que es posible ‘confesarse’ directamente a Dios con arrepentimiento y pe-
tición de perdón y con el propósito de celebrar la confesión sacramental cuando se pueda”. Ante el escándalo, el obispado aclaró que el purpurado no había aprobado esa práctica. Lo cual es formalmente cierto: no lo aprobó, pero… por considerarlo “innecesario”, no por falta de ganas. Es decir, falla doctrinalmente en lo fundamental, la doctrina (“no tengo ninguna objeción”), aunque no lo apruebe en la práctica (“lo encuentro innecesario”). ¡Pero es casi peor que lo considere innecesario! Pues, si considera que una videoconferencia es sacramento, esto es, un signo sensible que produce la gracia que significa, ¿qué le lleva a preferir, en vez de un sacramento, un arrepentimiento puramente interior, en el cual la disposición del alma siempre es incierta? l La mascarilla… ¡sacramento! En esta carrera de la jerarquía eclesiástica por batir el récord de la chaladura
coronavírica, compró muchas opciones de victoria el arzobispo de Malta, Charles Scicluna. No por algo que él dijese directamente, sino por algo que respaldó y difundió: “El reverendo Richard Bott, moderador de la Iglesia presbiteriana de Canadá, compuso una muy hermosa Oración al Ponerse la Mascarilla. Me complace compartirla”, tuiteó monseñor Scicluna el 14 de noviembre. No es que esté mal rezar al cumplir ese odioso rito, pero en la oración del presbiteriano hay algo que no se le debería haber pasado por alto a quien ejerce como secretario adjunto de la Congregación para la Doctrina de la Fe: “Dios Creador, ayúdame a ver la naturaleza sacramental de llevar esta prenda”. Que un presbiteriano no sepa de sacramentos puede entenderse, pero que a un obispo del dicasterio que (nominalmen-
te) vela por la integridad de la doctrina le complazca compartir esa boutade… muestra que velar, lo que se dice velar,
La primavera del postconcilio
vela poco. Nos quedamos sin saber en qué consiste la gracia que produce este sacramento, porque la que podría deducirse de la mascarilla como signo sensible (en boca cerrada no entran moscas), evidentemente no. l Otro épico “¿Quién soy yo…?” La copia suele ser peor que el original. Cuando Francisco dijo aquel ya emblemático “¿Quién soy yo para juzgar?”, no sabía (o sí) lo lejos que llegarían los imi-
tadores. A Alicia Martel Suárez, religiosa de las Oblatas del Santísimo Redentor, le preguntó La Voz de Almería el 8 de agosto si era partidaria del aborto. “No se puede obligar a una mujer a que traiga un hijo al mundo si no quiere por las razones que sean”, respondió: “¿Quién soy yo para decirle que debe de traerlo al mundo? Eso es una decisión totalmente personal”. Nótese el radicalismo: “Si no quiere por las razones que sean”. Basta la voluntad. Basta cualquier razón. Y olvida que quien le dice a una madre que debe traer a su hijo al mundo no es ella, efectivamente, sino el Quinto Mandamiento. La hermana Alicia cuenta además una anécdota muy interesante para explicar psicológicamente los años del
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postconcilio. Ella estudiaba Magisterio en aquella época. “Empecé yendo a clase con el hábito de monja. El profesor me tenía una manía espantosa y no me hacía la vida nada fácil por el hecho de ser monja, porque él se declaraba anticlerical. Entonces me quité el hábito y seguí en mis clases vestida de calle. Se me acercó un día y me dijo: ‘¿Qué, ya se ha salido de monja?’ Como diciéndome: ‘Por fin, ¿no?’ ‘No, sigo con lo mío, soy la misma pero ya no llevo hábito’, le contesté. La relación mejoró desde entonces”. Tengo la sensación de que espera ser aplaudida. l De traca. El cardenal Angelo Becciu tuvo que renunciar como prefecto de la Congregación para las Causas de los Santos por acusaciones sobre la utilización, en operaciones aún por esclarecer, de fondos de la Secretaría de Estado, donde trabajó varios años. El Papa le retiró, si no el título, sí los derechos cardenalicios, entre ellos la participación en un hipotético cónclave. Si Becciu es culpable o inocente lo dirán los jueces, pero él ha demandado a L’Espresso, que anticipó las informaciones, exigiéndole 10 millones de euros en concepto de daños y perjuicios. Está en su derecho, claro. Pero lo curioso es que, según recoge el propio diario el 18 de noviembre, la demanda cita entre los fundamentos de su reclamación “la circunstancia de que el cardenal, sobre la base de su prestigioso currículum… bien habría podido resultar entre los papables”. “El cardenal des-
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La primavera del postconcilio
años se produjo el nacimiento de la masonería moderna. El gran principio de esta escuela iniciática no ha cambiado en tres siglos: la construcción de una fraternidad universal donde los seres humanos se llamen hermanos unos a otros más allá de sus credos concretos, de sus ideologías, del color de su piel, su extracción social, su lengua, su cultura o su nacionalidad. Este sueño fraternal chocó con el integrismo religioso que, en el caso de la Iglesia católica, propició
vela así su ambición”, comenta el periódico, “y pone precio al solio de Pedro”. Nada más cierto. Para rematar la trágica ópera bufa (valga aquí la contradicción) en la que se han convertido los asuntos vaticanos, solo faltaría ahora que el tribunal diese la razón al cardenal… ¡pero rebajase la cuantía de la indemnización! Lo cual tal vez no sería injusto, visto a qué valor han reducido la cátedra romana sus ocupantes postconciliares. l ¿Piensan que exagero? No, no exagero. ¿Cuánto vale una institución que en solo medio siglo ha pasado de condenar a la masonería a recibir sus alabanzas? El 3 de octubre, Francisco firmó la encíclica Fratelli tutti “sobre la fraternidad y la amistad social”. En el número 409 de la revista El Oriente, de la Gran Logia de España y Grande Oriente Español, leemos una valoración del texto pontificio: “Hace ahora 300
durísimos textos de condena a la tolerancia de la masonería en el siglo XIX. La última encíclica del Papa Francisco demuestra lo lejos que está la actual Iglesia católica de sus antiguas posiciones. En Fratelli Tutti, el Papa abraza la Fraternidad Universal, el gran principio de la Masonería Moderna”. ¿Ven? Aunque el tribunal falle a favor de Becciu, la indemnización le va a dar para un par de cafés. m
Calendario 2021 La Virgen María Corredentora ¿Qué encontrará en este calendario? l Es un calendario de tamaño doble carta a color. l En cada mes se representa una pintura distinta con su respectiva explicación. l Se trata de un calendario litúrgico, es decir, el calendario universal de la Santa Iglesia Católica con las fiestas y memorias. l Se indican los colores litúrgicos correspondientes de cada día. l Se indican los días de precepto. l Se indican los días de ayuno y de abstinencia. l Al final de cada mes hay un pequeño recuadro con el calendario del mes próximo.
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Capillas de la Hermandad San Pío X en España Madrid
Capilla Santiago Apóstol C/ Catalina Suárez, 16 Metro: Pacífico, salida Dr. Esquerdo. Bus: 8, 10, 24, 37, 54, 56, 57, 136, 140 y 141 Domingos: 10 h.: misa rezada 12 h.: misa rezada
(cantada en ciertas solemnidades)
19 h.: misa rezada Laborables: 19 h.
Vitoria
Capilla de los Sagrados Corazones Pl. Dantzari, 8 3er domingo de cada mes, misa a las 11 h. Más información: 91 812 28 81
Granada
Capilla María Reina Pl. Gutierre de Cetina, 32 Autobús: S3 1er domingo de cada mes, Siervas de Jesús Sacerdote misa a las 11 h. SERRANILLOS DEL VALLE Sábado precedente, misa a las 19 h. Domingos: misa a las 10 h. Más información: 91 812 28 81 Semana: misa a las 8’15 h. Exposición Stmo. Domingos: 19 h. Jueves: 19 h. Valencia Más información: 91 814 03 06 Consultar dirección: 91 812 28 81 3er domingo de cada mes, misa a las 19 h.
Barcelona
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