Ciencias del Lenguaje I
Profesor José Néstor Mevorás
2013
Los animales y el lenguaje humano Una tarde, a mitad de la década de los años ochenta, mi esposa y yo volvíamos de un crucero vespertino por el puerto de Boston, cuando decidimos dar una vuelta por los muelles. Cuando pasábamos frente al Acuario de Boston una voz grave nos gritó: «¡Eh! ¡Eh! ¡Largo de ahí!». Pensando que habíamos entrado por error en algún lugar prohibido, nos paramos y miramos a nuestro alrededor buscando a un guardia de seguridad o a algún encargado, pero no vimos a ninguno, como tampoco ninguna señal de advertencia. La voz retumbó de nuevo «¡Eh! ¡Eh, tú!». Siguiendo la voz nos fuimos aproximando a un gran estanque rodeado de cristal, situado frente al acuario, en el que cuatro focas comunes parecían estar confinadas a modo de exhibición. Con gran incredulidad, identifiqué como origen de las advertencias a una gran foca que descansaba en posición vertical en el agua con su cabeza extendida hacia atrás y hacia arriba, y con su boca, ligeramente abierta, girando a un lado y a otro lentamente. La foca no me estaba hablando a mí, sino al aire y casualmente a cualquiera al alcance del oído que tuviera el cuidado de escuchar. Deacon (1997)
Existe un buen número de anécdotas acerca de seres vivos capaces de hablar. En general, damos por sentado que se trata de invenciones o del producto de la fantasía, o bien que hacen referencia a aves o animales que simplemente reproducen algo que han oído decir previamente a un ser humano (como descubrió Deacon en el caso de la ruidosa foca del Acuario de Boston). No obstante, tenemos constancia de que los seres vivos son capaces de comunicarse entre sí, si bien con otros miembros de su misma especie. ¿Es posible que una criatura aprenda a comunicarse con los seres humanos empleando el lenguaje? ¿O, por el contrario, posee el lenguaje humano determinadas propiedades que lo hacen tan especial como para diferenciarlo sustancialmente de cualquier otro sistema de comunicación y. en consecuencia, imposible de aprender para cualquier otra criatura? Para poder responder a estas preguntas, analizaremos en primer lugar algunas de las propiedades especiales que posee el lenguaje humano, para pasar seguidamente a revisar algunos experimentos de comunicación en los que intervienen seres humanos y animales. Señales comunicativas y señales informativas En primer lugar, resulta preciso distinguir lo que son específicamente señales comunicativas de aquellas que pueden considerarse señales informativas, pero que no son intencionadas. Así, cuando una persona escucha a otra puede obtener información sobre quien habla gracias a diferentes señales que esta persona envía de forma no intencionada. Podría notar, por ejemplo, que está resfriada (porque tiene la voz ronca), que no es una persona tranquila (puesto que ha estado moviéndose constantemente en la silla), que es descuidada (lleva los calcetines desparejados), o que procede de alguna otra parte del país (tiene un acento raro). Sin embargo, cuando dicha persona recurre al lenguaje para decir Me gustaría presentarme a la plaza vacante de neurocirujano del hospital, normalmente se supone que está comunicando algo intencionadamente. De forma semejante, no se suele pensar que un mirlo esté comunicando nada por el hecho de tener plumas negras o por estar posado sobre la rama de un árbol mirando al suelo, pero sí se considera que está enviando una señal comunicativa cuando grita al advertir la presencia de un gato. En consecuencia, cuando estudiamos las diferencias que existen entre el lenguaje humano y la comunicación animal, estamos considerándolos a ambos según su potencial para ser un medio de comunicación intencionada. Desplazamiento Cuando tu gato vuelve a casa y se para a tus pies haciendo miau, lo más probable es que entiendas su mensaje como algo relacionado con ese preciso momento y lugar. Si le preguntamos al gato dónde ha estado y qué tal le han ido las cosas, obtendremos probablemente el mismo miau por respuesta. Parece que la comunicación animal está diseñada exclusivamente para el momento presente, para el aquí y el ahora. No puede utilizarse de forma efectiva para relacionar sucesos que situados lejos en el tiempo o en el espacio. Cuando tu perro dice GRRR, posiblemente querrá decir GRRR, ahora mismo, porque no parece que los perros sean capaces de comunicar algo como GRRR, ayer por la noche en el parque. Ahora bien, los usuarios del lenguaje humano son perfectamente capaces de producir mensajes equivalentes a GRRR, ayer por la noche en el parque, y continuar diciendo U> cierto es que volveré mañana a por un poco más. Los seres humanos pueden hacer referencia a tiempos pasados o futuros. Esta propiedad del lenguaje humano es lo que se llama desplazamiento y permite a quienes lo usan hablar sobre cosas y sucesos que están presentes en el entorno inmediato. De hecho, el desplazamiento permite hablar incluso acerca de cosas y lugares de cuya existencia no podemos estar seguros, como, por ejemplo, los ángeles, las hadas. Papa Noel, Supermán, el cielo o el infierno. Por regla general, se considera que la comunicación animal carece de esta propiedad. Se ha aducido, sin embargo, que el sistema que emplean las abejas para comunicarse tiene la propiedad del desplazamiento. Así, por ejemplo, cuando una abeja obrera encuentra néctar y vuelve al enjambre, ejecuta una danza compleja con el objeto de comunicar a las restantes abejas la situación del néctar. Dependiendo del tipo de baile (dar vueltas para decir 'cerca', y mover el abdomen con un tem-po variable, para indicar «lejos» y «cómo de lejos»), las otras
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